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El Imperio bizantino o Bizancio fue la parte oriental del Imperio romano que pervivió
durante toda la Edad Media y el comienzo del Renacimiento. Este imperio se ubicaba en
el Mediterráneo oriental. Su capital se encontraba en Constantinopla (en griego:
Κωνσταντινούπολις, actual io romano había establecido que la lengua en todo el territorio
debía ser el griego, los historiadores en general coinciden en señalar que el Imperio
bizantino fue un imperio griego en alianza política con Roma.23
A lo largo de su dilatada historia, el Imperio bizantino sufrió numerosos reveses y pérdidas
de territorio, decadencia durante las guerras otomano-bizantinas que culminó con la toma
de Constantinopla y la conquista del resto de los territorios bajo dominio bizantino por los
turcos, en el siglo XV.
Durante su milenio de existencia, el Imperio fue un bastión del cristianismo, e impidió el
avance del islam hacia Europa Occidental. Fue uno de los principales centros comerciales
del mundo, estableciendo una moneda de oro estable que circuló por toda el área
mediterránea. Medio, y gracias a él se conservaron y transmitieron muchas de las obras
literarias y científicas del mundo clásico y de otras culturas.
En tanto que es la continuación de la parte oriental del Imperio romano, su transformación
en una entidad cultural diferente de Occidente puede verse como un proceso que se inició
cuando el el emperador Heraclio I, con cuyas reformas (sobre todo, la reorganización del
ejército y la adopción del griego como lengua oficial), el Imperio adquirió un carácter
marcadamente diferente al del viejo Imperio romano. Algunos académicos, como Theodor
Mommsen, han afirmado que hasta Heraclio puede hablarse con propiedad del Imperio
romano de Oriente y más adelante de Imperio bizantino, que duró hasta 1453, ya que
Heraclio sustituyó el antiguo título imperial de «augusto» por el de basileus (palabra griega
que significa 'rey' o 'emperador') y reemplazó el latín por el griego como lengua
administrativa en 620, después de lo cual el Imperio tuvo un marcado carácter helénico.
En todo caso, el término Imperio bizantino fue creado por la erudición ilustrada de los
siglos XVII y perio, que prefirieron denominarlo siempre Imperio romano (griego: Βασιλεία
Ῥωμαίων, Basileia Rhōmaiōn; latín: Imperium Romanum) o Romania (Ῥωμανία) durante
toda su existencia.
o 9.1En español
«Imperio bizantino»[editar]
La expresión «Imperio bizantino» (de Bizancio, antiguo nombre de Constantinopla) fue una
creación del con las culturas griega y romana de la Antigüedad clásica. El término no se
hizo de uso frecuente hasta el siglo XVIII, cuando fue popularizado por autores franceses,
como Montesquieu.
El éxito del término puede guardar cierta relación con el rechazo histórico de Occidente a
reconocer al Imperio romano de oriente como continuación legítima de Roma, al menos
desde que, en el siglo IX, Carlomagno y sus sucesores esgrimieron el documento apócrifo
conocido como «Donación de Constantino» para proclamarse, con la connivencia
del papado, emperadores un tanto despectiva, Imperator Graecorum ('Emperador de los
Griegos'), y sus dominios, Imperium Graecorum, Graecia, Terra Graecorum o incluso
Imperium Constantinopolitanus. Los emperadores de Constantinopla nunca aceptaron
estos nombres. De hecho, los bizantinos eran la continuidad en oriente del Imperio romano
y los emperadores de Constantinopla se enorgullecían de un linaje ininterrumpido
desde Augusto.
«Imperio bizantino» es un término moderno que hubiera resultado sumamente extraño a
sus contemporáneos, que se consideraban a sí mismos romanos, y a su Imperio el Imperio
romano. El nombre en, la cultura y la población griegas). En el mundo islámico fue
conocido como ( رررRûm, 'tierra de los Romanos') y sus habitantes como rumis,
calificativo que por extensión acabó aplicándose a los cristianos en general, y en especial
a aquellos que se mantuvieron fieles a su fe en los territorios conquistados por el islam.
El adjetivo «bizantino» adquirió después un sentido despectivo, como sinónimo de
«decadente», debido a la obra de historiadores como Edward Gibbon, William Lecky o el
propio Arnold J. Toynbee, que visitaron el Imperio desde finales del siglo XI.
La visión de los bizantinos como hombres sutiles y frívolos sobrevive en la expresión
«discusión basada en las interminables controversias teológicas sostenidas por los
intelectuales bizantinos.4