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Granada
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BLXNTCO
Dirección
de la colección:
Ángela Olalla Real
Coordinación
editorial: Para Paulita, que no ha olaidado los utentos
José Antonio
Garcíct Sánchez
Fotografía
de portada:
Francisco Fernández
Diseño
de colección
yde
portada:
Equipo Tumbalobos
ISBN: 978-84-9836-789-8
D.L.: Gr. 2241201t
Fotocomposición,
impresión
y cncuadernación:
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LA VOZ DE LAS COSAS
tal. Basta con leer Ia escena descrita al comienzo para hacerse americano era un pulcro príncipejudío y, a las siete, con el sol
una idea del tono: ya puesto, un vengativo renegado de Roma compitiendo obse-
De sus ojos salió una mirada de febril excitación. El actor charltt¡rr sivamente con su mejor amigo de antaño el cón-
Heston, vestido de época, se dirigía hacia él con un hermoso har- sul Messala- en una famosísima carrera de -inolvidable
cuadrigas. Particu-
cón en el brazo. El nonagenario medievalista Ram<in Menéndez larmente nunca se me olvidó que también era el Cid: mi Cid,
Pidal nunca pudo olvidar aquer suceso ocurrido la mañana del mar- tal y como se me apareció representado por primerayez duran-
tes 7 de marzo de 19G1 durante el rodaje de la película Et Ci,d. Ade_ te una noche de agosto viendo la televisión en un pueblo gra-
más, había un documento gráfico para recordáiselo (2007: I I nadino. Lo recuerdo perfectamente: tras recuperar en un in-
).
tenso combate la ciudad de Calahorra para Castilla, el Cid, es
El documento gráfico al que se refiere Ruiz_Dornénec es una decir, Charlton Heston, alzaba su espada con altiva dignidad
instantánea, muy conocida, tomada por el fotógrafoJaime pato permitiendo asomarse a su rostro, entreverado de agotamiento
para la agencia Efe. Es la rnisma que ilustra la portaáa de su li_ y orgullo, un desmedido gesto con el que además dejaba clara
bro: ante la mirada del director Anthony Mann, un corpulento su pretensión de reconquistar a.|imena tras una seria desave-
charlton Heston, caracterizado con uná anacrónica espada de nencia entre ambos, cosa bastante comprensible si tenemos en
lazo,le muestra a don Ramón un espréndido halcón mientras éste, cuenta que.|imena no era otra que la implacablemente bella
completamente absorto, alarga el brazo en ademán de tocarro. Sofía Lorcn.
Detrás podemos ver al productor Samuel Bronston examinando El caso es que ésa y no otra, si la memoria no me engaña,
la escena a la manera de un turista que asiste a un baile folklóri- viene a ser la primera representación del Cid que atesoro, pero
co sin entender gran cosa, y a un técnico que pasa portando una no la única. Lo único que en verdad persistía ferozmente por
silla en cuyo respaldo puede leerse parte der nombre d.e ra actriz aquel entonces, una vez se esfumaban los domingos y las siem-
Geneviéve Page, la cizañera Urraca de la película. y eso no es pre insuficientes vacaciones, era la escuela. Y en ésta se nos en-
todo: dos rostros de mqjeres anónimas de la penumbra sañaba que la primera obra de la literatura española era el Can-
del fondo, y diríase que parecen delatar "m.ig..,
más áxtrañe za^por ra cer- tar de Mio Cid. F.ue así como los escolares que cursábamos edu-
canía del objetivo de la cámara deJaime pato que po, lu presen_ cación primaria en España, al menos por aquella época, fuimos
cia de tan insólita cuadrilla. En cierta manera también lu .*- poco a poco sabiendo que el Cicl era el héroe español por ex-
trañeza la que se halla en el origen cle este libro, pero eso"iya ten_ celencia, y que esa primera obra de la literatura española ensal-
drá el lector tiempo de ir comprobándolo. zaba como pocas los valores de la amistad, la mesura, la valen-
De momento r,uelvo a algún punto indeterminado de la añe_ tía y la fidelidad. El Cantar de Mio Cid, segin se decía, era una
ja carretera de castilla, donde tras leer la divertida glosa que obra universal cuyas palabras seguirían conmoviéndome a pe-
Ruiz-Doménec hace de la foto pensé que entre mis recuerdos sar del paso del tiempo, y era también poco menos que la pri-
también era posible desempolvar una imagen más que relacio_ mera novela de acción y aventuras escrita en mi lengua. Si ade-
nada con la fotografía romada por pato. La verdad L, qr" más yo sabía, porque lo había visto en la televisión y para los
cho antes de que yo supiese quién era don Ramón Menéndez -r_
niños de mi generación no había nada más verdadero que lo
Pidal ya tenía una nítida noción acerca de quién era charlton que salía en la televisión, que el Cid era Charlton Heston, un
Heston, pues los niños españoles de los años ochenta todavía actor cuyo rictus invariablemente enfático tendía a tratar de
tuvimos tiempo de conocer aquellas sobremesas domingueras, imitar en aquel tiempo, entonces todo parecía ir bien encarri-
tan épicas, en las que a las cuatro de la tarde este actoinorte_ lado hacia el descubrimiento de las maravillas intemporales del
r3
(,T]ANDO LoS LII]ROS ERAN /,IARO.!
PREFACIO
Cantar. Por lo que me contaban, aquel invento de la literatura acompaña al texto antiguo en la edición mencionada podía re-
prometía mucho, y con tanta pasión se me inculcaba que real- mediar mi decepción.
mente no se me ocurría nada que pudiera fallarme en esa fa_ Esto, el que rne devanase los sesos tratando inritilmente de
bulosa máquina del tiempo a la que, repetían mis profesores, comprender un texto que resultaba ajeno por completo a la ima-
se entraba por la lectura.
gen previa que de él me había forjado, debió de suceder en al-
Nada excepto, precisamente, la propia lectura. porque la gún punto indeterminado entre finales de los ochenta o princi-
lectura parecía desarrollarse siempre con la más despiadada in- pios de los noventa, cuando yo aún ignoraba saberlo
diferencia hacia todo aquel imaginario cidiano que previamen- entonces!- que hacía ya bastantes años que un -¡c<imo
sagaz alemán lla-
te había ido acumulando, y que para frustración mía esperaba mado Hans Robert.fauss había definido con un diagnóstico casi
impacientemente poder ver confirmado apenas me Ianzasé a por clínico el motivo de mi malestar mediante el reconocimiento, en
las primeras páginas. Pero digamos que el bueno de Charlion un estudio famoso, de esa insatisfacción uia negatiorrs que me es-
no acudió en aquella ocasión en auxilio del desamparado, y que taba dejando entreabiertas las puertas del texto medieval para el
todas aquellas maravillas triunfalmente anunciadas no llegaron futuro. En lugar de eso, la literatura medieval española se me fue
a ocurrir jamás mientras me las veía negrísimas con el Contar. llenando de etiquetas, categorías y conceptos, y poco a poco fui
Imposible olvidarlo. Había romado en présramo de la bibliote- sabiendo que existían los "cantares de gestao, así como que ha-
ca del colegio la misma edición que ahora tengo sobre la mesa, bía que distinguir entre un «mester de juglaría" y otro "de clere-
la de la imprescindible colección Austral de la editorial Espasa cía,,, o que un universo ambiguo y lleno de humoradas habitaba
Calpe. Además de personas extrañamente solemnes, los nlños en el corazón del Libro de buen amor; al tiempo que el contacto
yo no era una excepción- suelen ser también criaturas de_ directo con el texto continuaba siendo el motivo perfecto para
-y
masiado ansiosas, tendentes a la ensoñación y dispuestas a d.e- toda clase de decepciones. Por mucho que me insistiesen en que
jarse colmar de expectativas. ¿Pues qué otra cosa además de lu-
el Cid era retratado en el poema como un intrépido y mesurado
minosas expectativas podía encontrarse un niño en el Cantar de hombre de acción, me seguían bastando diez minutos a solas con
Mio Cid? Pongamos por caso que algo como esto: él para desanimarrne. Yaunque el Arcipreste fuera indudablemen-
Matines e prima dixieron faza los albores, te un autor muy divertido, había que tener una paciencia infini-
suelta fo la missa antes que saliesse el sol (w. 3060-3061, 1995: ta para lidiar hasta el final con sus interminables exempkt. El mun-
2s4). do de esos libros sencillamente me recordaba, vez sí y vez tam-
bién, que no era el mismo en el que yo üvía, que era el
O esto: peor de los sentidos- otra cosa.
-en
Ahora, ironías de la vida, redacto unas palabras que espero
Velmezes vestidos por sufrir las guarnizon es (v. 3022, Ibid.) . sirvan para convencer de que merece la pena hacer un esfuer-
zo de comprensión con la literatura medieval española. El lec-
Y así un largo etcétera. Supongo que se comprenderá que tor puede comprobar que mis intereses actuales no pasan exac-
tales versos pudieran embelesar a los eruditos de entonces como
tamente por el Cid ni por los cantares de gesta, y que otro es el
sigtren embelesando a los de ho¡ pero que para un niño aque- objeto de estudio sobre el que invita a reflexionar este ensayo.
llo no pasase de ser un incomprensible galimatías, un idioma Pero es justamente ahora, el momento en el que estoy a punto
tan distinto al suyo, tan imposible ya de entender, que ni tan de ofrecerle buena parte de lo que han sido unos ítltimos años
siquiera la generosa prosificación moderna de Alfonso Reyes que
de intenso trabajo, cuando se cruza en mi camino el conmove-
r1 I'
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿18IIO.I PREFACIO
dor prólogo que Marguerite Yourcenar escribió para la precio- intenta decir algo interesante acerca de una pequeña parte de
sa recopilación de escritos de la más diversa procedencia que, a un cosmos que es radicalmente distinto del que hoy anidamos.
modo de cuaderno de viaje, la acompañó durante toda su vida. La diminuta parcela que, dentro de ese vasto territorio extranje-
Dicha recopilación fue publicada con el título de La uoz de las ro que es la literatura medieval, vamos a habitar durante las próxi-
cosas, y he aquí un texto que, siendo en principio ajeno a la ma- mas páginas no pasa de ser fundamentalmente sólo funda-
teria de este libro, me r''uelve visibles todos los eslabones de la -y
mentalmente- la ocupada por la escritura en cuaderna vía cas-
cadena que me ha traído hasta aquí. El prólogo en cuestión lo tellana del siglo XIII, pero espero que, como me sucede a mí, la
fechaYourcenar entre octubre de 1985 y.junio de 1987: ilegibilidad de partida que dicho objeto representa se convierta
El 3 o 4 de octubre, cuando me encontraba en el hospital de Bangor
a la larga, más que en un obstáculo, en una oportunidad para
(Maine), en el que llevaba dos días internada, y tras haber sido so- apreciar su voz entre todas aquéllas que no siempre nos devuel-
metida a un angiograma por la mañana, Jerry Wilson, quien había ven el eco de la nuestra, y son sin embargo dignas de escucharse.
llegado dos o tres días antes para cuidarme y se encontraba enfer- Creo que el lector se dará cuenta de que la concepción de la es-
mo, a sll vez, me puso en las manos la admirable placa de malaquita critura de la que parte el llamado «mester de clerecía» resulta
por la que había yo resateado en varias ocasiones, en 1983 y 1985, deslumbrante, aunque en muchos aspectos quizá no haya sido
en Nueva Delhi, para resalársela y por fin le había entregado el 22 siempre todo lo bien comprendida que se merece. No hay otro
de marzo anterior, por su curnpleaños, estando é1, a su vez, hospitali- motivcr para justificar el haberle prestado tanta atenci<in, corno
zado en Maine. Desde entonces no sc había separado de ella, pero tampoco lo hay para haberrne esforzado por intentar hasta el 1í-
seguramente mis manos estaban débiles o yo rnisma un poco ador- mite que estas páginas que propongo merezcan la pena. Por Io
mecida, pues noté que algo resbalaba y un rrrido ligero, fatal, irrepa-
demás, siempre he pensado que entre los buenos libros hay no
rable, me despertó de mi sueño. Me sentí trastornada por haber des-
pocos que se escriben por y para la curiosidad, y daclo que ésta,
truido así para siempre aquel objeto que tan importante había sido
para n()sotros, aquella placa de mineral de dibujo perfecto, casi tan por así decirlo, tiene culillo de mal asiento, al final acaban sin¡ien-
antigrra como la Tierra. ¿De quó depósito cien veces milcnario había do para explicarse las cosas, y no necesariamente una sola cosa.
llegado para esperarnos durante dos años en unajoyería india y des- Así me gustaría que füera el caso de éste, en el que no me ha irn-
pués cnrzar dr»s vcces el Atlántico hasta las manos de un amigo al portado pasearme de aquí para allá a partir del tema principal.
que url vez no quedara demasiado tiempo de üda? ¿De qué Himalaya, ***
de qué Pamir? Pero el propio sonido de su fin había sido hermoso...
«§i», rne clijo é1, ola voz de las cosas". (Yourcenar, 2006: 7-8). Debo advertir que me he limitado a la escritura en cuaderrla vía
castellana del siglo XIII trabajando a partir de un canon ya per-
Lo leo y pienso que también a mí me despertó de mi sueño fectamente establecido. Soy consciente de que la nómina po-
el ruido sé si ligero, .fatal, irreltarable, pero al fin audible tras dría verse ampliada en el futuro, y también de que tal vez los es-
-no
varios años- de un valioso objeto al quebrarse: el objeto de es- pecialistas deduzcan una toma de postura en dicha restricción.
tudio sobre el que versa esta monografía, que no es otro que lo Lo cierto es que este libro no pretende sentar cátedra en un cle-
que los textos del denominado «mester de clerecía" castellano bate que ya dura siglos, ni convencer a nadie de que el «nloster
del siglo XIII quieren decir cuando dicen .escriptura". de clerecía" es Lrna esclrela poética cuyo nombre no debe ser apli
Sólo la quiebra continua de una voluntad, la imposible de cado a los poemas en tetrástrofo monorrimo del siglo XIV. Ni los
asimilar como anticipo del mío el mundo al que pertenece la lla- tiros van por ahí ni tan siquiera puedo compartir dicha tesis. Si
mada "literatura mediey¿l", ha hecho posible este errsayo, el cual los textos son los que son (es decir, el Libro de Alexandre, el [-i!¡ro
t6 r7
CTIANDO LOS LIBROS ERAN ¿IBRO.'
futAlnlonio, el Poema de Fernán Gonzólezy toda la obra de Gonzalo dido nunca a contener quienes gustamos de hablar sobre lite-
de Berceo) es porque dicho corpus permite, al menos, trabajar ratura en btrena compañía y sin tiempo fÚt.Y de las pocas citas
sobre seguro a partir de textos mejor o peor conservados, pero que han sobrevivido que no son propiamente las de los textos
que gozan de suficiente entidad y consistencia como para que estudiados, aclararé sin más que están ahí porque me parecen
alguien se puecla hacer una idea global sobre ellos. Además, si el tan buenas que no me considero con derecho a negárselas al
lector se lo propusiera, no hallaría grandes dificultades para en- lector en favor de una pálida paráfrasis mía.
contrarlos dignamente editados en el mercado o en las bibliote- Con todo, y como la humilitas es quizá la condición más in-
cas, y en los mismos volúmenes que yo he seguido aquí. cansable de toda la escritura feudal, no tengo ni la más mínima
Poco a poco irán quedando claras las razones que me lle- intención de ocultar que este ensayo ha surgido de la lectura
van siempre a escribir la etiqueta «mester de clerecía" entre co- previa de muchos otros. lJna mínima selección de esos otros
millas, además, pero por ahora me limito a aclarar que la atr- aparece comentada en la secciírn "Gigantes en letra pequeña"
sencia de textos del siglo XIV se debe, ante todo, a que pienso que he incluido en la bibliografía, y en la que me he tomado la
sinceramente qrre éstos requieren de un tratamiento lo suficien- molestia de vez sí- reconstruir con fechas y apellidos los
-esta
caminos por los que ha ido avanzando mi labor. Con dichas ob-
temente particular como para ser metidos en el mismo saco. Y
ese tratamiento distintivo quizá no se justificaría sólo por la al- servaciones no me he propuesto realizar una puntillosa puesta
teración de la cuaderna de catorce sílabas: hasta qué punto el al día de la cuestión, sino tan sólo obligarme al justo saldo dc
problema de la "escritura» es lo que aquí abordo sin pre- ciertas deudas felizmente contraídas. Baste con decir que me
-queni las raíces de ninguna escuela
tender establecer ni los límites ha llevado a redactarlas una lógica de lo más simple: lo que es
poética- se agudiza en textos como el Libro de buen amor, es bueno para mí, también pttede serlo para otros'
algo que ya de por sí requeriría de una monografía aparte, como ,<rF*
creo se comprenderá fácilmente. Reconozco que ha sido una
obsesión mía desde el principio aquélla de evitarle un plúmbeo Y buenas, sin lugar a dudas, han sido para este libro y para str
tocho a quien está teniendo la amabilidad de leerme, e insisto autor las siguientes personas cuyo nombre debe quedar escrito.
en que para seguir adelante sólo se necesita curiosidad. Mi gratitud va en primcr lugar hacia Angela Olalla, cuyas notas
La amabilidad, además, es un rasgo que valoro hasta el ex- en los márgenes han sido y serán siempre una mano amiga en
tremo lo mismo en las personas que en los libros, y por esa ra- el hombro, continúa hacia Paula Dvorakova, a quien este libro
zón he tratado de presentar un ensayo todo lo amable que me va dedicado al fin después de que tantas veces lo haya sufrido
ha sido posible. La materia no permite prescindir tan a menu- de cerca, pasa por casa deJosé Antonio García Sánchez, que ha
do como me gustaría cle las numerosas notas, citas y llamadas a mostrado ser lo suficientemente temerario (es decir, imprescin-
eso que antes solía llamarse el "¿p¿¡¿¡o crítico", especialmente dible), y llega hastaJuan Carlos Rodríguez, de quien sólo sé de-
en determinados párrafos del segundo capítulo, donde no se- cir que, viéndolo todo, lo hace ver casi todo.
ría posible ayanzar sin dejarlas que copen slr cuota de prota- Mi familia, amigos, y todos los que fueron mis alumnos en-
gonismo, y donde creo sinceramente que deben estar porque tre los años 2005 y 2009 en la Universidad de Granada, debe-
ahí también está su casa. Ahora bien, mientras he podido ha- rían saber que les debo una parte de mi vida que al fin ha veni-
cerlo he procurado que las abtrndantes notas a pie de página, do a parar a estas páginas.
además de para los inevitables latines, sirviesen para dar salicla Dicho esto se entenderá qtte, de ahora en adelante, aban-
a esa conf,rdencia irresistible que por lo general n<¡ hetnos apren- donernos con frecuencia la primera persona'
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Ignoro si es la fabulación la que ha convertido en símbolos cho meses en ser construido, y que su presupuesto estimado en
a todos esos edificios o si, por el contrario, es precisamente su cuarenta y tres millones de dólares se redujo finalmente a un
condición simbólica la que nos hace fabular acerca de ellos. En coste real de algo menos de veinticinco, pero los motivos que
cualquier caso no hay duda de que son eso: símbolos. Pero como facilitaron este éxito son bastante más sombríos. En resumidas
los símbolos pueden serlo acerca de muchas cosas, de momen- cuentas, los 3.439 trabajadores de todos los sectores que hicie-
to ciñámonos brevemente a la historia empezando por aquello ron posible el milagro sufrieron los drásticos recortes salariales
que, al menos en el tiernpo, nos queda más cercano. El edificio de la Depresión, gracias a la cual el precio de los materiales se
Empire State de Nueva York fue oficialmente inaugurado el I vio también notablemente reducido (es lo que legítimamente
de mayo de 1931, y ni la fecha ni el sitio son de los que no nos algunos debieron llamar ruina, en definitiva, pero todo un cho-
dicen nada. En cierto modo el gigante surgió en y de la Gran llo para los constructores). Los parabienes del bando más res-
Depresión. A principios de octubre de 1929, tan sólo unas se- plandeciente siempre han sido mejor conocidos: el presidente
manas antes delJueves Negro de Wall Street,JohnJakob Raskob, Herbert C. Hoover daría lugar a su primer alumbrado pulsan-
rrn antiglro ejecutivo de la General Motors y a la sazón presi- do un botón desde Washington, / más tarde su sucesor, Franklin
dente del Partido Demócrata, ofrecía un almuerzo a la élite eco- D. Roosevelt, declararía que "este edificio no se necesita sólo
nómica de la ciudad con el objetivo de captar fondos para la en la ciudad, se necesita en toda la nación". La antena que lo
constrllcción del edificio. Como la crisis financiera ya se debía corona, además, lo atestiguó durante varias décadas como el ras-
de oler en el aire, es más que probable que los ricos allí reuni- cacielos más alto del mundo, y de hecho es sabido que fue aña-
dos se mostrasen indecisos hasta que Raskob, muy astutamente, dida para contrarrestar el espléndido acabado en aguja que el
abandonase por un momento el almuerzo acompañado del que arquitecto William Van Alen estaba diseñando para el edificio
sería el arquitecto del coloso, William F. Lamb. Al poco ambos Chrysler, al que Lamb, Smith y Raskob no sólo lc habían pinta-
volvieron con Lrna maqueta del futuro monumento, valiéndose do la cara en esa race of the shy a la que en 1929 asistían los
de la cual no vacilaría el sagaz Raskob en recurrir a la patriote- neoyorkinos, sino también en la carrera del reconocimiento so-
ría. Por supuesto su verborrea supo vender bien el proyecto: se cial y artístico. Por raro que hoy nos parezca, 1o cierto es que el
trataba del mismísimo edificio que representaría a los Estados edificio Chrysler no fue siempre considerado como la belleza
Unidos, "una tierra que había alcanzado el cielo con los pies que a todas luces es, y así quedó demostrado cuando la revista
en la tierr¿"; y siendo como era Raskob descendiente de Vanily Fair se decidió por incluir al mencionado arquitecto del
inmigrantes alemanes, no extraña que la referencia a la encar- Empire State, William F. Lamb, entre los diez "poetas del ace-
nación del sueño americano constituyese un filón nada desde- ro" de su tiempo (honor que, para más inri, le negaría a Van
ñable: el Empire State sería también un símbolo de "lo que los Alen). El caso es que ahí sigue ese contundente Empire State,
pobres pueden lograr en América". para lo bueno y para lo malo cimentando la iconografía del sue-
Lo asombroso es que el Empire State fuese concebido, di- ño americano.
señado y construido en menos de dos años. En realidad luego Por el contrario es fácil tener la impresión de que el tiem-
no sería rentable hasta transcurridas otras tantas décadas, pero po en la Edad Media, periodo en el que se centra al fin y al
la empresa de construcción dirigida por Alfred E. Smith (que cabo este libro, es infinitamente más lento y pausado que el que
yahabía intentado y volvería a intentar, sin éxito, llegar a la pre- marcó el ritmo de la vida en esa Nueva York de entreglrerras
sidencia de la nación) puede calificarse de pasmosa y triste al que en buena medida resume el mundo del siglo XX. La cate-
mismo tiempo. Es cierto que el edificio no tardó más de diecio- dral de Burgos, que voy a poner como ejemplo, es fundamen-
24 25
CTIANDO I,OS LIBROS ERAN /,/AROS Y EL ARTE DE VER LAS COSAS
talmente un edificio del siglo XIII. Sin embargo, ya no se trata El primero fue obispo de la ciudad desde 1213 hasta 1238,
sólo de que tardase bastante más de dieciocho meses en cons- pero más importante arin para el caso que aquí nos ocupa es
truirse. Podemos considerar que su construcción se prolongó recordar que, probablemente entre finales del siglo XII y co-
durante más de un siglo. Y hasta durante más de dos, si tenemos mienzos del XIII, había estado estudiando en París, donde pudo
en cuenta que fue levantada sobre la base de una vieja catedral tomar buena nota de la esplendorosa arquitectura que ya ha-
románica iniciada en el siglo XI y que hasta el siglo XMII no pudo bía prendido por aquellos lares. A1lí se formó, además, junto a
darse plenamente por concluida. EI que probablemente sea su otro de los personajes más relevantes de la época, el que a par-
elemento más distintivo, las agujas que se alzan sobre sus magní- tir de 1209 sería arzobispo de Toledo, don Rodrigo Ximénez
ficas torres, fue ideado porJuan de Colonia ya cercano el ecua- de Rada. Como sucedería con este último, también a Mauricio
dor del siglo XV, de manera que al gótico de procedencia fran- le tocó en suerte ser uno de los hombres de confianza de Fer-
cesa de la decimotercera centuria vino a agregársele un singular nando III, hasta el punto de ser enviado en 1219 a Alemania
remate de estilo germánico. No son tantos los edificios de su gé- junto con Ia delegación que debía traer hasta Castilla a la que
nero que pueden presumir de una mezcla tan afortunada, desde sería esposa del re¡ Beatriz de Suabia. Los esponsales tuvieron
luego, y ésa es sólo una de las muchas razones por Ias que quizá Iugar el 30 de noviembre de 1219, en Burgos, y fueron oficia-
en ella arin percibimos una suculenta extrañeza. dos por el propio Mauricio. Es posible que entonces éste toma-
Pero vamos a lo que importa: del maestro que la concibie- se la determinación de adecentar la vieja catedral rornánica a
se durante el siglo XIII ni siquiera sabemos el nombre (y creo la espera de nuevos acontecimientos de igual magnitud. El caso
que, por deducción, nadie se extrañará de ello al acabar la lec- es que, apenas dos años después, el 22 dejunio de 1221, Fer-
tura de este libro). Sí sabemos, en cambio, algunas de las cosas nando III agradeceríaa Mauricio los servicios prestados conce-
que propiciaron su surgimiento, como por ejemplo que en el diéndole algunas poblaciones. Se trataba del primer paso para
siglo XIII no era infrecuente que los reyes de Castilla morasen obtener los medios económicos necesarios y, como conseclren-
con cierta frecuencia en Burgos, ni que bastantes de las asam- cia más inminente, la primera piedra de la nueva catedral no
bleas de las Cortes fueran convocadas en dicha urbe. De ella tardaría en ser colocada ni tan siquiera un mes: se puso el 20
puede decirse que, tras la unificación de los reinos de Castilla y de julio de 1221 en presencia de Fernando III y, claro está, del
f,eón en 1230, pasó a ser una ciudad de frontera sin convertir- obispo Mauricio. El 25 de julio de L223, el papa Honorio tII
se nunca en una ciudad marginal (el propio Alfonso X la nom- promulgó una bula concediendo catorce días de indulgencia a
braba con el título honorífico de Caput Castellae). Burgos man- quienes contribuyesen con sus donativos a la construcción del
tuvo, además, frecuentes relaciones comerciales con Francia y edificio. En noviembre de 1230 el cabildo se trasladaba a la nue-
la cristiandad del norte de Europa gracias a la exportación de va edificación, pues para entonces ya estaba terminada la cabe-
la lana, y en tanto sede de la marina y del almirantazgo de cera (en la que sería enterrado ocho años después el propio
Castilla supo beneficiarse del comerci<l marítimo irradiado des- Mauricio). Y así podríamos segui¡ con Lrn lento pero inexora-
de el Golfo de Yizcaya. Es, por tanto, en este ambiente de dis- ble proceso, hasta que al fin el 20 de.julio de 1260, bajo el pa-
creta pero notable prosperidad urbana en el que hay que situar pado de Alejandro IV, la catedral fuese consagrada casi cuaren-
los orígenes de la constrlrcción de la actual catedral de Santa ta años después de haberse plresto la primera piedra.
María de Burgos, en los que también nos topamos con la con- Por mi parte recuerdo, puesto que no sería extraño que al-
fluencia de dos personajes considerablemente enérgicos: el obis- guien ya lo andase dudando, eue éste es y será un libro sobre
po Mauricio y el rey Fernando III, conocido como "el Santo". libros, aunqlle antes de entrar en faena todavía debamos com-
z6 2-7
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿IBROS Y EL ARTE DE VER LAS COSAS
prender algunas cosas nada desdeñables. Ya tenemos nuestros Cualquiera qlre se haya acercado más o menos en serio a la lite-
dos emblemáticos edificios y una necesaria pincelada de histo- ratura medieval alguna vez sabe que, cuando nos las vemos con
ria en torno a ellos. La pregunta ahora es: ¿qué hacemos con slls textos, somos poco menos que turistas de paso por un tiem-
los símbolos? po remoto. Sólo que los turistas tendemos a serlo de dos mane-
ras diferentes: hay quienes siempren ven un reflejo de sí mis-
VIsIóN ES EI, ARTE DE VER TAS CoSAS CoNCRETAS mos o de la época en los monumentos y lugares que visitan, y
hay quienes simplemente se ven perdidos frente a ellos, con cier-
Probablemente el lector con más reflejos yahabrá comenzado ta tenue sensación de extrañeza en el estómago. De la primera
a pensar que el título de este primer capítulo rinde una especie actitud puedo poner un ejemplo bien sencillo: el adolescente
de encubierto homenaje a cierto lugar común establecido por qlre apenas se lanza a estudiar las pirámides de Egipto en sll
Jonathan Swift, según el cual la visión es el arte de ver las cosas clase de historia del arte tarda muy poco en llegar a una con-
invisibles l. Nada más lejos de mi propósito que enaltecer lo in- clusión que todavía no sabe que ya tiene interiorizada de ante-
visible, sin embargo, así que advierto que a continuación voy a mano; puesto que el adolescente es de por sí rebelde, es decir,
parafrasear a cierto autor anglosajón al que además le he roba- recónditamente moralista, probablemente pensará que esas pi-
do el título: el conocimiento de un objeto se adquiere por estu- rámides delatan que está en la naturaleza humana el deseo de
dio, pero el arte de ese objeto se alcanza gracias a la práctica. grandeza, de poder o de fama, lo cual le podrá parecer terrible
Admito que la paráfrasis es bastante tramposa, pero desde lue- o todo lo contrario, pero al pensarlo así simplemente ignorará
go no lo es del aforismo de Swift, sino de cierto texto del natu- que en su fuero interno se está repitiendo hasta la saciedad un
ralista norteamericano.John Burroughs, cuyo ensayo "The Art discurso que todavía no es capaz de asociar con el de la ideolo-
of Seeing Things" (1908) volverá a salirnos fugazmente hacia gía dominante. No ve, por ejemplo, que lo que está operando
el final de este libro 2. Por ahora nos conformamos con la posi- en él es el espejismo deformante de la ideología de la "natura-
ble aplicación que nos ofrece: antes de empezar a ver (es deci¡ leza human¿», que desde luego es una naturaleza cuyos valores
a leer) los poemas de la cuadernavía castellana del siglo XIII, supremos, en positivo, vienen coincidiendo sospechosamente
necesitamos ejercitar un poco la mirada. desde el siglo XVIII con los cle las clases que siempre han esta-
Para ello volvamos un momento a nuestra catedral y a nues- do arriba, aunque su fuerza radique precisamente en hacer creer
tro Imperio. Nos estábamos preguntando qué vemos cuando los a los de abajo que a través de ellos cualquier desigualdad se pier-
miramos o, mejor dicho, qué símbolos proyectamos sobre ellos. de y desaparece en el tan vasto como indefinible océano de lo
*humano,. Hasta cierto punto se.iustifican también así, en el
mundo académico, nociones mucho menos claras de lo que es-
tamos acostumbrados a pensar, como la del pretendido "huma-
I En concreto lo encontrarnos en uno de sus tratados religiosos'y misce- nismo" que sllpuestamente lo alienta.
láneos, l'houghs on Various Subjects, Moral and Dianting redactado en octubre Pero sin necesidad de irnos del tema quiero decir, en defi-
de 1706: "Vision is the art ofseeing things inüsible" (1841: 307). nitiva, que hay una forma de mirar nlrestra catedral y nuestro
2 Para que nadie pueda acusarrne de ser del todo deshonesto, reproduzco Imperio que puede considerarse fundamentalmente moralista,
el texto tal como lo escribe Burroughs: "The science of anything may be y que ésta muy bien puede llevarnos a verlos como símbolos de
thaught or acquired by study; the art of it cornes by practise or inspiration"
cosas tan poco concretas, en el fondo, como el invariable ansia
(2001: 3). De paso puede comprobilrse que mi paráfrasis, adcmás de scr muy
libre, es rnuy poco "inspirada". de poder de la humanidad, su eterno deseo de grandeza u otras
z8 29
( lr/\Ntx) t.os r_tBRos EBAN¿1aRO.! Y EL ARTts I)E VER LAS COSAS
rrril ¡rclogrrrlla<las por el estilo, todas ellas i¡4ual de ampulosas y de la tropa, Lul modo de dar a el-Itender que ni la Gran Depre-
l:rl vt'z igrral cle vacuas. El gran inconveniente que le achaco a sión podría hundir a un país con los recursos y la capacidad ne-
r:sa Iorma cle mirar es qlre, por el camino por el que discurre, cesarios para levantar algo así. Es, y sobre todo no es, el caso de
cl pasado tardará muy poco en volvérsenos una mera excusa, la catedral de Burgos: un obispo sirve con diligencia a su señor
primero, y una insrrlsa inscripción sobre la piedra, d.esptrés. Con- natural, el rey, quien por lo demás está batallando incansable-
trariarnente a lo que muchos piensan, quizá no exista una rna- mente contra al-Andalus en ese mismo momento, y entre am-
nera más infalible de hacer enmudecer para siempre a las le- bos se ponen de acuerdo para que la unidad entre los emisa-
tras del pasado que la de fbrzarlas para que nos cuenten cosas rios de Dios en la tierra y sus leales vasallos en los tronos del
similares a las que pudieron haber sido escritas ayer mismo 3. mundo quede perfectamente representada a través de la cons-
Para llegar a ese tipo de conclusiones no sería preciso recordar trucción de un edificio igualmente indestructible, Ia catedral de
siquiera los detalles históricos que hemos mencionado en el epí- Burgos, una ciudad más o rlenos próspera en el siglo XIII cas-
grafe anterio¡ pero la "li¡s¡.¡rra, de la que habla este libro, tellano qtre quiere hacer visible su suprernacía fiente a las que
aclaremos, no es el arte de lo invisible sino de lo concreto, conto poco a poco el rey le va arrebatando al enemigo. Hay que dar
lo es la literatura en general. ¿Y si probamos a afinar un poco gracias a Dios por ello, pues, y digamos que al sistema del que
el arte de ver las cosas con los dos símbolos que hemos recor- derir,an dichas ideas Io llamamos feudalismo. De rnanera que
dado aquí? e-n el plano simbólico nuestros edificios pueden ser considera-
Puesto que las cosas tienen historia, hemos mentado la his- dos, respectivamente, un canto a lo que hace el dinero y un can-
toria. A la conclusión moral (porrgamos el Empire State como to a Io que hace el Creador, al que por algo se le llama Señor.
símbolo de la ambición humana) siempre se llega por un cami- Pero nuestro pequeño juego todavía no ha concluido. Aún
no demasiado corto, pero por suerte contamos con esos otros podemos hilar más fino. l,e propongo ahora al lector que loca-
sitios a los que nos lleva el matiz significativo. Con respecto al lice la portada principal de la propia catedral de Burgos, la de
ejemplo del Empire State, he aquí lo que yo veo: un avispado su fachada oeste, y, sin entrar todavía al edificio, que busque
persor-raje, mitad político y mitad empresario, convence a otros también una imagen de la soberbia puerta del Sarmental, en la
magnates aún más ricos que él para que financien Lln proyecto fachada sur. Aparte de determinadas obviedades (las dos son
gisantesco que ha de estar en consonancia con la verdaclera ta- parte del mismo edificio y son de estilo gótico, lo sé), ¿eué cosa
lla del país. Casi todos los mitos (el esfuerzo, la iniciativa priva- puede «ver» qlle irremedieblemente tienen en común? Ya le
da, la visión de füturo, la inversión oportuna, etc.) están en di- digo yo que no se trata de nada invisible: fijese en ese nírmero
cha historia. Casi todos los mitos del capitalismo, quiero deci¡ tres, tan concreto, que estájLrsto delante de sus ojos.
de manera que alzar ese e dificio en la Nueva york de finales de
los años veinte fue, por así decirlo, una fbrma de subir la moral
PInoRr\, cRrsrAr- y sit \BAS coNTADÁs
3a 31
CT]ANDO LOS LIBROS ERAN ¿/BROS Y EL ARTE DE VEIi LAS COSAS
del arco apuntado señalan al que se acerca que la catedral no cierta manera podríamos añadir que la fachada c¡este de la ca-
es otra cosa que el refle.io en la tierra de laJerusalén celestial; tedral de Burgos, la de la portada principal, es una represen-
en la puerta del Sarmental, además del mencionado corolario tación de la Trinidad en el espacio, mientras que el conjunto
clel arco apuntado, vemos cómo la jerarquía celeste proyecta su escultórico del tímpano de la puerta del Sarmental se parece
orden sobre la tierra, pues no en vano es la imagen del Cristo más a nuestra división occidental del tiempo, que todavía es
rey la que aparece en el centro del tímpano, sustentado sc¡bre poco menos que una escisión entre Lrn antesy vn después a par-
un dintel con la representación de los doce apóstoles (prime- tir del tiempo central de Cristo sobre la tierra. Es precisamen-
ros en expandir la Palabra evangélica por el mundo) y muy por te el motivo apocalíptico del fin de los tiempos lo que está re-
encima del centro del parteluz, en el que vemos una talla que presentado en dicha puerta.
probablemente deba ser identificada con la de San Indalecio, Dentro de la sacral\zación feudal, la catedral gótica no es
fundador de la diócesis de Burgos, y no necesariamente con la nunca esa extensión muda de las fotografías en los libros de arte,
del obispo Mauricio, como tiende a pensarse. Cielo y tierra pa- sino otra capaz de hablar desde su propio tiempo y su propio
recen reflejarse y estar en contigüidad al mismo tiempo: de Dios espacio. Sólo que lo hace a través de la alegoría, y por eso Ia
proviene la luz que todo lo alumbra desde el cielo, de la misma cosmovisión medieval la habita de un extremo a otro. I-a cate-
firanera que el obispo es srr lugarteniente terrenal cuya autori- dral gótica reproduce el engranaje de la gran maquinaria divi-
<lad emana en última instancia de la majestad de Cristo. na que articula el cosmos hasta un punto asombroso. Así, por
Leídos ambos conjuntos de izquierda a derecha, como los ejemplo, sus vidrieras transfbrman la luz natural (lumen) en algo
renglones de un libro, no tienen menos coherencia. Volvamos parecido a la luz espiritual que proviene de Dios (lzx) , gracias
a la portada principal de la fachada oeste. En ella parecen re- a la transformación que en ella operan los colores (splendor).Y
sonar las palabras de San Isidoro de Sevilla cuando invita a "co- así, también,lalttz que cae hasta el suelo desde las tracerías es
nocer al Creador por las criaturas descubriendo en éstas, en como la Palabra que se hace carne, recordando al que la con-
una cierta y digna proporción, el vestigio de Ia Trinidad" (Eti- templa que Cristo fue concebido sin pecado, puesto que es sa-
mologías, VI, 10, 12) a. Suete decirse que las tres naves, a las bido que la concepción de María se explicaba teológicamente
que se accede por cada una de las tres puertas, atienden a esta comparándola al rayo de sol que atraviesa el cristal sin romper-
lógica, y que por eso la nave central es más grande que las otras 1o ni mancharlo. En ese sentido, la propia catedral es como un
dos, ya que representa el lugar del Padre, anterior a las otras libro donde se hacen presentes cada día, al ser iluminadas, las
dos personas. En la puerta del Sarmental, por su parte, la fi- figuras del Antiguo Testamento. En la catedral de León, por
gura sedente del Cristo rey se sitúa justo en el centro, e.jemplo, Ios dos vanos de la vidriera central del ábside
enmarcada por el tetramorfos a izquiercla y a derecira, porque otra parte muy reconstruida- representan el árbol de.|esé, -por
pa-
para el cristianismo la historia tiene su centro en la Encarua- dre del rey David, de cuyo tronco ha de nacer unJesús que cul-
ción, que da lupJar a la división entre un tienrpo del Antiguo mina la escena, reinante y con el Libro de la Vida en la mano,
Tcstametrto y otro del Nuevo prcdicado en el Evangelio. Fln en la roseta de la crispide. En cierto sentido, el cristal y la pie-
dra parecen glosar las palabras de la Escritura: "luz para ilumi-
nar a los gentiles» (Lucas,2, 32); "la Palabra er-a Ia luz verdade-
¡v" (fuan, 1,9); "!e soy la luz del mundo: el que me siga no
4 '{)portet igitur ut Creatorem per ea qtlae facta sunt, intellecturn caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida"
conspicientes, Trinitatem intellegamus, cuius in creatura, quomodo dignum
\Juan, 8, 12) .
est, apparet vestigium' (2006: 388).
33
CUANDO LOS LIBROS ERAN LIBRO.I Y EL AI{TE DE VER T,AS COSAS
Tarnpoco es casual que las cateclrales se construyesen desde de ángeles y de una rnás que probable representación de las ar-
la cabecera y en dirección de este a oeste. Claro que esto tiene tes liberales, la figura de Cristo permanece en mitad de una in-
una explicación práctica, puesto que es precisamente la cabe- confirndible estnrctura ternaria con el Libro de la Vida en la
cera Ia que se utiliza durante la misa y la construcción solía de- lnano, recordando que en la Escritura están el principio y el
morarse notablemente incluso en los casos menos accidentados, fin de todas las cosas. De alguna manera esta imagen nos aproxi-
pero sobre todo se explica por un acto de alegorización rnáxi- ma como pocas a la historia que \¡amos a contar en este ensayo.
ma: el sol sale por el oriente, iluminando con slrs primeros ra- En el arte de ver las cosas, a veces, es la contemplación de
yos el lugar en el que se situaban los lugartenientes de Dios en lo zrjeno Io que nos subyuga. Y así en el orden del cristal y la
la tierra, pero se oculta por el occidente dejando caer sus úrlti- piedra empezamos a detectar la posibilidad de una lógica que
mos destellos a través del rosetón que hay sobre la entracla. Es no es ya la nuestra, de una simetría que no nos refle.ja, pero
el principio y el fin de los tiempos representándose conforme que nos retiene ante ella y nos asombra, porque no siempre es
ayataza el día. Por eso otra vidriera de la catedral de León, pre- la identidad lo que nos acerca a las cosas, sino su diferenciar'. Y
cisamente la del ¡;ran rosetón de esa fachada oeste qlle desde dicho esto, ¿qué pensaría el lector si le dljese que esa misma
fuera constituye su puerta principal, representa a la Virgen con lógica del cristal y la piedra que dio lugar a las catedrales es, en
el niñoJesús (es decir, la madre que es la puerta de entrada de no pocos aspectos, Ia misma por la que se escribieron un puña-
"la luz del mundo» segúrn otro h-rgar común de la icon<¡grafía do de poemas a sílabas contadas en la Castilla del siglo XIII?
cristiana) rodeada de los doce ángeles que hacen sonar las trom- A partir del tercer capítulo trataremos de ir desgranándola
petas del Apocalipsis. La caída de la tarde se convierte así, cada poco a poco. Eso sí, sería muy difícil hacerlo sin dilucidar pre-
día, en el recordatorio de la vejez del mundo. viamente alsunas de las claves generales de la escritura feudal
Segirn vemos, pues, toclo en las catedrales góticas parece sacralizada que incidcn cn la cuaderna vía. Por eso vamos a po-
organizarse de acuerdo con los principios de ordenación y co- nernos a ello sin vacilar. Y para tal propósito bromeo-
herencia que rigen también la potente estrlrctura expositiva de nos viene ahora de perlas volver a las alturas del-noEmpire State.
la Summa, el texto por excelencia de la escolástica. AsÍ se.justifi-
can tal vez desde la piedra con la qlle se construyen, materia
sólida que ejemplifica Ia unidad de la Iglesia, hasta los detalles
aparentemente más nimios: los arcos apuntan hacia el cielo, las
5 O su
torres parecen señalar a la ciudad de Dios, las escenas bíblicas "alteridad", cuyo interés no veo irnprescindiblejustificar a través
de la búsqueda de una imposible moclerniclad en clla, corlo en cierta rnanera
se suceden por doquier y hasta los lnotivos florales de los capi-
siempre intentó haccr cse teórico cleslumbrante que es IIirns Robert.Jauss
teles parecen tallar en la piedra la misma forma de las criaturas (1989). Acaso no rncnos apasionante qlrc el placer estético sca la.justicia <le
que el Creador ha escrito con sll propio dedo en el gran Libro darle a la historia lo que es dc la historia, y yo aquí ni puedo ni quiero dcjar
de la Naturaleza. Todo concuerda y se convierte en una inmcn- de acordarme de la afilacla st>carr<¡nería con que Picrre Bourdieu (1995: 443-
sa glosa de la Creación, de manera que por encima del relieve ,{4tl) se refería al «narcisismo hermenóutico" de ciertos postr.llad()s de la esté-
de Ia ciudad bajomedieval, la catedral se alza haciéndose visi- tica dc la recepción, que convierten toda lectura, a través de lzr teoría, cn un
acto de identificacirin clel ledorc<¡tt cl auk¡r, es decir, en un 21ct() de "creación"
ble en la distancia como una soberbia alegoría. He aquí el or- por procuracirin, corno él io dcfine. Tampoco quiero dcjar de recordar quc
den del mundo que el Creador h¿r hecho, parece decirnos. Y Bourclieu estaba pzrrafraseando con cllo a otro de los grandcs, Claston
en el dintel de la puerta del Sarmentzrl, ese conjunto escultórico Bachelard, crryo c()ncepto de "narcisisrno crismic<t" creo que 1o rcsume todo:
que no sería posible siu el estímulo veniclo cle Francia, rodeada .,Je suis beatr parcc que la nature est bcllc, la nature est bellc parce que je suis
[¡s2¡" ( 1942: 37). Pues eso.
34 35
2.
LOS TERMINOS, LA ENUNCIACION Y LA ESCRITURA:
UNA APROXIMACION EN TRES ENSAYOS
Los varios millones de turistas que cada año suben hasta la te-
rraza del piso 86 del edificio Empire State de Nueva York sue-
len observar desde allí cómo, al confluir en uno solo, los dos
ríos que flanquean la isla de Manhattan moldean la parte baja
del distrito asemejándola ala proa de un barco. Doy por hecho
que el símil no será ni nuevo ni demasiado original, pero aun
así no encuentro uno más apropiado para tratar de explicar has-
ta qué punto puede concretarse la experiencia de mirar el mun-
do desde los hombros de un gigante. Lo que se ve a cuestas del
rascacielos neoyorquino es literalmente un espectáculo colosal:
tras el breve trazado de calles más o menos dispares que en la hace mayor de edad" (1990: 113). Intuyo que, si lo pensamos
parte baja todavía delata la fundación holandesa de NuevaYork detenidamente, sll observación concuerda a la perfección con
que en un tiempo fue la hoy paradójicamente antigua la lógica de los enanos y los gigantes. De hecho, Schiller viene a
-eso
Nueva Amsterdam- Manhattan parece un mosaico sometido a presentársenos como un enano, dicho sea sin ironía ni dobles
Ia implacable ley de las cuadrículas. Vista así, desde Ia altura, Ia sentidos, que descubre algunas cosas clarificadoras sobre el arte;
energía que la ciudad consume tan vorazmente queda confina- cosas que, por otra parte, pese a estar supuestamente en el hori_
da dentro de un mapa urbano tan escrupulosamente regular y zonte desde siempre, no habrían llegado a ver igual de bien sus
ordenado como poco dado a conceder resquicios a la irracio- predecesores por no andar encaramados a los hombros del gi-
nalidad. Se dice, además, que en los días despejados la visibili- gante Kant, como sí anda é1. Sin embargo dicho espaldarazo teó-
dad alcanza casi los 130 kilómetros, lo cual desde luego es go- rico no lo exime de estar contribuyendo a asentar una de las
zar del privilegio de ver muy lejos. mayores rémoras que todavía hoy pesan sobre nuestra concep-
Sin embargo, que desde ahí arriba se pueda ver más y más ción del arte medieval: la de concebirlo según la supuesta uni-
bjos, comoJuan de Salisbury decía que decía Bernard de Chartres, versalidad de un paradigma concreto de pensamiento, el d.e la
no impide que asomándonos a la ventana de un primer piso en estética transcendental kantiana, que habienclo sido fundamen-
cualquiera de las calles de Manhattan no podamos apreciar a dia- tal para la configuración burguesa del arte desde finales del si-
rio cosas bastante más revelad<¡ras de la vida en la ciudad que la glo XVIII, nada tiene en cambio que ver con las categorías que
postal turística del piso 86. No digamos ya hasta qué punto Nue- definieron el pensamiento feudal sacralizado del Medievo, dén-
va York se rer,uelve y muestra sus fisuras sin complejos cuando tro del cual nos proponemos nosotros entender la escritura cas-
uno se adentra en el subsuelo del metro, donde es fácil tener la tellana en cuaderna vía del siglo XIII.
impresión de estar, no ya en los hombros de un gigante, sino den- De hecho, el propio nombre de Edad Media que darnos al
tro de su mismísimo sistema nervioso. Fijándonos bien, ningún periodo ya delata, como veremos enseguida, la pretensión de
orclen parece impoluto cuando lo miramos desde dentro, y por amoldar un segmento histórico tan inmenso como variable, y a
eso he procurado escribir este libro desde la mirada más cerca- la vez sumamente complejo, a los esquemas de pensamiento sur-
na: aquélla que, a mi entender, para el caso de la literatura no gidos de la Ilustración y, posteriormente, d.el Romanticismo. A
abarca más allá de la breve distancia que media entre los ojos casi nadie se le ocurre pensar que los índices de los manuales
desde el tacto incluso- y el negro sobre blanco. Los gigan- de historia de la lit.eratura medieval son, después de todo, algo
-o
tes tal vez nos ayuden a ver más le.ios, pero sobre todo a ver más así como los hijos de un matrimonio mal avenido, como de he-
lejos, desde el principio, en su misma dirección. Y eso es un pro- cho lo son, puesto que el andamiaje conceptual sobre el que
blema a tener muy en cuenta si uno se plantea escribir un ensa- todavía se sostiene el estudio de la literatura de la Edad Meáia,
yo corriendo de paso algún riesgo. al menos como nos lo muestra el mapa general de esos manua-
El ejemplo con el que trato de ilustrarlo no es castral. Schiller, les, parece responder a la imagen de un todo desde siempre
en las Ca,rtas sobre la educación estética del hombre, se proponía de- coherente y orclenado. Exactamente igual que el distrito de
mostrar a su interlocutor que las ideas fundamentales de la par- Manhattan visto desde el piso 86 del Empire State. pero la cues-
te práctica del sistema kantiano no eran, una vez liberadas de su tión se torna bien distinta cuando los textos se leen de cerca,
forma técnica, sino "sentencias antiquísimas de la razón común uno a uno, y Ias contradicciones empiezan a surgir en ellos de
y como hechos de aquel instinto moral que la sabia naturaleza la misma manera que las de Nueva York también se hacen mu-
da al hombre como tutor, hasta que un discernimiento claro lo cho más visibles a pie de calle. Una cosa es tratar de encajar un
a8
39
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿¡BROS !9! E!!1lr9!ll4. El!Ux!!4!l9x r-fA !!!Eq!rA
texto en la historia y otra muy distinta encajar la historia desde gustaría que mi labor consistiese en lleva¡ apenas un milímetr<l
la que todo texto es producido. rnás allá, el fbrmidable campo de r4sión que muestra tener el gran
(1. S. Lewis (quien, por cierto, era un señor muy alto) en su ma-
De momento no necesitamos buscar otro ejemplo fuera de
Schiller, quien con su ensayo Poesía ingenua y poesía sentimentalse gistral ensayo Lo ima,gen del ntu,ndo, sin duda el libro menos anti-
propuso buscar una explicación para la poesía entre ella la pático que se me ocurre para empezar a plantearnos un buen
medieval- proveniente de la minoría de edad -y del hombre (es puñado de cuestiones firndamentales sobre lo que es la "literatu-
deci¡ la edad de la prefiuuración de todo cuanto Kant supuesta- ra medieval,. Es más, creo que tratar de añadir un pequeño rin-
mente fijaría despr.rés como signo inequívoco de la recién estre- cón a ese vasto paisaje que el autor irlandés dibuia sería una buena
nada mayoría de edad ilustrada) . Sin proponérselo abría con ello razón para probar con ese tipo de aproximación a larga distan-
una línea que, en España, acabaría por colgarle a Berceo duran- cia, aunque en comparación con el mapa mucho más amplio que
te más de un sislo el sambenito de poeta ingenuo, de sincero él traz,a mi aportación se restringiese a la añadidura de un mero
sentir y espíritu canalizador de los primeros balbuceos de la len- rinconcito, de un mínin-ro apéndice dedicado a Llna pequeñísi-
gua castellana. Algunos lectores, pese a todo, tal vez todavía se ma parte de la literatura medieval europea llamado «mester
-el
de clerecía" castellano- que no deja de estar compuesta por un
sorprendan al comprobar que Berceo ejemplifica a la perfección
la conciencia de estar escribiendo, no ya en la infancia del hom- breve ramillete de textos surgidos tal t ez de los monasterios o los
bre, sino precisamente en la vejez del mundo. Es algo de lo que Estudios Generales de Castilla durante la decimotercera centu-
nos ocuparemos a su debido tiempo en este libro, pero por aho- ria. Una nimiedad, en suma. Y también un trabajo posible, pero
ra limitémonos a señalar que nada queda más lejos de la lógica aclaro que no es el que ha de encontrarse aquí.
interna que mueve la escritura berceana, en realidad, que la vi- Lo que le propongo al incógnito lector es fundamentalmen-
sión biologicista de la historia literaria dentro cle la cual el poeta te un sentido slrmamente estricto de las palabras- un li-
-en
bro sobre la escritura y un libro sobre I'ibros. Tal vez pueda pa-
ha sido desde antiguo encajado. Como se verá aquí, no es infre-
cuente que Ia mirada al pasado se hermane con la sorpresa. recer que con ello me limito a subrayar lo más obvio, pero no
No obstante , y para eütar equívocos, debo aclarar que no es voy a ocultar que «escritura" y ,,li[¡s" son exactamente las dos
que un exceso de literalidad me impida comprender la imagen nociones a partir de las cuales me he propuesto abordar parte
de Bernard de Chartres sobre los enanos y los gigantes desde el de un fenómeno que, por su nombre de manual, nos es cono-
punto de vista figurado. En realidad no me parece posible que cido desde hace ya más de un siglo con Ia etiqueta de "mester
alguien pueda crear algo de la nada (e incluso, si se tercia, que de clerecía,. Los poemas que lo componen ya eratt considera-
nadie pueda «crear» nacla en absoluto, pero ése es otro tema) .
dos, algo antes, una serie de obras surgidas de la "literatura me-
Como supongo que la verdadera palabra que está de fondo aquí dieval española", por cierto. f,o que no dejará de resultarnos
es "tradició¡", admitiré que yo parto de una que me parece ad- paradójico es qtre, sobre los dos vocablos que componen el pri-
mirable, la que en términos muy latos podríamos llamar españo- mer sintagma, «mester>) I "clerecía", se lleve escribiendo y dis-
la, pero que cuando me las tengo que ver con ella no pretendo cutiendo hasta la saciedad desde la segunda mitad del siglo XIX,
tanto llevarla más lejos como examinarla bien de cerca. Si por el al tiempo que se da por hecho que los tres que integran el se-
contrario se tratase de escribir desde los hombros de un gigante sundo, .literatura medieval española", conforman una realidad
para ver más allá que nadie antes sobre el tema tratado, es decir, histórica previa al «mester», dentro de la cual éstc habría clc'
si se tratase de establecer ese tipo de visión panorámica de los "clerccía" son palabras con
inscribirse. Y sin embar¡Jo «mester» I
manuales, yo no sentiría vergiienza alguna en reconocer que me un sentido histórico mlry concreto dentro del vocabtrlario ro-
47
4o
CI]ANDO LOS I,II]ROS ERAN ¿1AROS LoS TÉRMINOS, LA ENUNCIACIÓN Y LA ESCRITURA
mance del siglo XIII, y como tales aparecen en los textos sobre Iis un hecho que ambos términos coexisten y se emplean con
los que versa este libro, pero no así "literatura", ni .medieval", lrrrición dentro de la escritura en copla cuaderna del siglo XIII
ni "española". Vayamos por partes. t ilslcllano, pero que su hermanamiento en el marbete único
Del latín ministerium deriva la voz "mests¡», ell cuya carga se- ,, nlcster de clerecía, sea algo ya concienzudamente realizado en
mántica está presente fundamentalmente la idea de 'servicio', 'ta- l:r copla segunda del I'ibro de Alexandre, en lugar de una opera-
rea' u 'oficio'y, en menor medida, la de 'necesidad'. No nos fal- r.i<in ilevada a cabo por la posterior lectura decimonónica de ésta,
tan ejemplos de uno y otro caso, aunque sean muchísimos más rro está tan claro. Los manuscritos de la obra que conservamos
de los que aquí menciono: con el sentido de 'oficio' la encontra- (.irrecen de puntación, de manera que ese famoso cn, es d,e clerezía
mos en la declaración inicial del Libro de Alexandre, cuando em- lxrede ser léído al menos en dos sentidos: puede
indicar que el
pieza por advertir que "si quisiéredes mio serviqio prende¡ / ,,rnester, aludido es Ltrr mesler sin pecailo porque es, efectivamen-
querríavos de grado servir de mio mester" (w. lab, 129)2;y de tc, un «mester de clereci¿», url? escuela poética opuesta al «mester
su significado como 'necesidad' nos da buena cuenta el Poema de <le .juglaría,; o puede indicar que el nlester es sin pecado porque lo
tr'ernán González cuando el conde castellano implora por la pro- qtle es propiamente *de clerezi¿», eD tanto que 'saber', no es otra
tección divina de la que anda necesitado, admitiendo que «yo he ,irru q,-r. t o p.cu. de ignorancia ala hora de rimar las sílabas,
grand mester, Senor, de la tu ayuda" (v. 403a, 120). Algo pareci-
"i
rle contarlas y ritmarlas componiendo con ellas un tipo de estro-
do puede decirse de la voz "clerecía", o oclcrezía", que alguna f :r rnuy cleterminada y muy propia del estamento clerical.
Lo cierto
vez nos aparece como equivalente de 'casta clerical' y otras cs qlre, ya opte Por una u otra lectura, la crítica nunca ha dejado
más- como sinónimo de 'sabiduría': Berceo escribe en el Marti- -las de considerar las dos palabras como emanaciones de una enti-
rio de San l-orenzo que el Papa Sixto «a),untó su concilio, toda su clad superior llamada «literatura medieval española", sin que al
clerecía" (v. 28b, 469) para hacer frente a la amenaza de Nerón, hacerlo se plantee las más de las veces que esta última etiqueta
lo cual no deja de ser un ejemplo típico del primer sentido que es la mismá que empieza por situarnos en el más resbaladizo de
hemos señalado para la palabra; el segundo lo encontramos cuan- los terrenos. Hay que decirlo sin rodeos: es el sintagma .literatu-
do el juglar Cleo¡ en el Libro de Alexandre, le regala los oídos al ra medieval española" el que constituye una perfecta incongruen-
.joven príncipe recordándole que en él «son ajuntados seso e cia terminológica. Bien es cierto que lrna incongruencia pactada
clerezía" (v.235a, 194), o cuando en el L'ibro de Apolonio se alude y convencionalmente asumida, pero una incongruencia al fin y
al rey de Tiro, que en modo alguno es un eclesiástico, como "clé- al cabo. Y lo es porque con él sucede algo parecido a lo del nom-
rigo entendido" (v. 510b,242)3. bre de la localidad cántabra de Santillana del Mar, de la que se
dice que es la ciudad de las tres mentiras porque ni es santa, ni
es llana, ni tiene mar. Puede ser que con la etiqtteta "literatura
medieval española, suceda exactamente lo mismo, que sea la eti-
2 Seguiré en todo mo¡nento las cdiciones consignadas en la bibliografía queta de las tres mentiras porque ni es literatttra, ni es española,
para las obras del «mester», lirnitándome a citar, en el cuerpo del texto, el nú-
ni es medieval. Y con ello en realidad quiero decir que ninguna
merc¡ de verso o de copla seguido del núrmero <Ie página en el quc se cncuen-
tra la cita. de esas tres cualidades se las pudieron aplicar nunca a sí mismos
3 De hecho, el propio Berceo n<¡s ofrece en el noveno d.elos Milagros tte Ios textos del llamado «mester de clerecía". No, al menos, en el
Nuestra Señor¡t.ttn eiemplo clarísimo de diferenciaci<in entre el oficio eclesiás- sentido de lo que tales palabras implican hoy para nosotros' Como
tico y el bagaje de saberes que debcn constituirlo cuando habla de "un simple soy consciente de que no se puede afirmar esto sin una justifica-
clórigo, pobre de clerecía" (v. 220a, 619). Tendrcmos ocasión de volver a men- ci<in, pongámottos a ello.
cionarlo más adelante.
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LoS TÉRMINOS, LA ENUNCIACIÓN Y LA ESCRITURA
CUANDO LOS I,IBROS ERAN ¿/AROS
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CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿'BROS
Los tÉnl¿lNos, Lr BNU¡crecróN y r-l escnrrunn
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CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿IBNOS LoS TÉRMNoS LA ENUNCIACIóN Y L^ Escltn'uRA
to para evitar el más grande bellum omnium co'ntra omnes, y este la cadena que habría de conducir al Espíritu hacia la palabra
libro desde luego no pretende declararle la guerra a nadie, no "libertad", con la que el capitalismo oculta las huellas de la ex-
voy a reinventar yo ahora una terminología que desde hace si- plotación de ser humano a ser humano no de Señor a va-
glos goza de un alto grado de convencionalidad. Sería preten- sallo- que al fin y al cabo lo caracteriza.-ya
Por tales razones no
cioso por mi parte, además de inadecttado, puesto que lo que me considero obligado a rehuir la etiqueta de "escritura feudal
me anima es ante todo el que nos entendamos. Algo que, intuyo, sacralizada" para referirme a las prácticas escriturarias por la
sin embargo no va a dejar de suceder porque en más de una cuaderna vía de la Castilla del siglo XIII, pero sí a advertir que
ocasión me decante por emplear marbetes como «escritura feu- las veces son muchas- en las que empleo el marbete "lite-
dal" o «escritllra sacralizada" para referirme a la cuaderna vía -y
ratura medieval española" lo hago con la única intención de
clel siglo XIII. Hay razones para que ambos nombres me parez- no sumir al lector en un mapa terminológico que atentaría con-
can pref'eribles al de "medieval", al que en pos de la comunica- tra la costumbre. La misma costumbre que siempre es una iner-
ción y el entendimiento mutuo no renunciaré, sin que ello im- cia, por cierto, pero ¿qué hacemos con Ia "literatura"?
plique que no sea consciente también de las deficiencias de los
anteriores. Si bien es innegable que Io que llamamos "literatu- III
ra medieval" se produce dentro de una sociedad plenamente
Porque, sin duda, ninguna de las dos palabras anteriores plan-
sacralizada, en la que la voluntad del Creador puede leerse in-
tea tantos problemas para el caso en cuestión como «literatu-
cluso en el detalle más nimio, también lo es que ha habido so-
ra". No tenemos ninguna razón para no confiarnos a la impo-
ciedades sacralizadas antes y después de lo que llamamos Me-
nente autoridad deJoan Corominas a la hora de señalar un he-
dievo, y que todas ellas poseen unas características demasiado
cho mucho más importante de lo que en principio pudiera pa-
específicas como para n<¡ dar lugar a confusiones en la genera-
recer: hasta 1490 la palabra "literatura" no está documentada
Iización. La etiqueta .literatura sacralizada" pecaría, en el caso
en castellano, lo que significa que ésta aparece precisamente a
concreto de este libro, de ser excesivamente amplia en el senti-
finales del periodo que llamamos Edad Media. Y aun así es bas-
do de que toda literatura medieval es sacralizada pero no toda
tante dudoso que esa «literatura» que por primera vez podemos
literatura sacralizada es medieval. Por su parte, ¡é¡pi¡o «felr-
"1 documentar en el siglo XV tenga algo que ver con la literatura
d¿l», eue como tal tampoco existe en el castellano del siglo XIII,
que todavía conocemos en este inicio del siglo XXI. El asunto
me parece apropiadísimo en talrto nos sitúa ante la coyuntura
requiere ser matizado.
de unas relaciones de producción (también ideológicas, por su-
La primera vez qlre encontramos la palabra en castellano
puesto, ya que no otra cosa que producción ideológica es la "li-
es, insistimos, en 1490, y no precisamente en una obrita cual-
teratura") que se distinguen netamente de las del capitalismo
quiera. La emplea Alonso de Palencia en stt Uniuetsa,l uocabuLa-
y,por tanto, diferencian sus propias catesorías de las categorías
rio en LaLín y en Romoncc para definir la voz "¿p[sepe", de lir
universalizadas de este irltimo. Ahí radica , qtizá, el escollo más
que escribe que «es litteratura dende se dice apocope que es
grande que nos ayuda a salvar el término oliteratura feudal" fren-
cortadura de letra o de letras quitaclas del fin de la diction como
te al de "literatura medieval", pues me parece bastante obvio
sat por satis" (1967 I: XXV') . La definición es sumamente enga-
que los poetas del «mester de clerecía» se pensaron a sí mis-
ñosa para nosotros, puesto qlle activa enseguida el inconscien-
mos, antes que nada, como vasallos que con su escritura humil-
te formalista sobre lo literario que desde la escuela nos es in-
de y disciplinada a un tiempo glosaban la rnagna regularidad
cttlcado, y que no tarda en proyectarse sobre ella: si Ia "litcra-
de la Escritura del Señor. pero no como eslabones en mitad de
tura» se basa en Lln Llso estético de la lengua, y clicha dimen-
48 19
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿¡IJROS .Los rÉRMrNos, LA ENU
5o
5r
CUANDO LOS LIBROS ERAN /-/BRO.S LOS TÉRMINoS, LA ENUNCIACIÓN Y LA ESCRITURA
a la edición y que recomienda que no lo haga. En otras palabras: la única verdad posible, que es la de la Escritura; narrar la his-
es el editor el que censura un texto que el censor trata de salvar. loria de Alexandre en el Medievo no pasa por dicta uno
Para hacer más.jugosa esta anécdota, el documento de "Cen- -como
tlc los más viscosos tópicos actuales sobre la narración-
ltonerse
sura>>, que está fechado en Madrid el 23 de junio de 1789, no u, la piel de Alejandro Magno, sino más bien por la tarea obli-
tiene desperdicio. Para empezar porque lo firma un casi recién gada de tener que mostrar su vida contingente como figuración
nombrado Alcalde de Casa y Corte al que le espera, sin embar- rle esa única verdad eterna de la Escritura; de ahí que lo que el
go, un suspiro en dicha corte: Gaspar Melchor de Jovellanos. autor construya no sea exactamente una oobra literaria" reflec-
Este escribe que el texto no debe censurarse porque «sera poco tante de sus aprioris internos, sino precisamente un Libro d,e
leida esta obra de las gentes de letras" (1790: XXXII),lo que (Alexandre, en este caso) a imagen imperfecta y aproximad.a a
no obstante no es tan significativo como lo que casi a continua- un tiempo de otro que ya le viene dado externamente, bien en
ción añade: «y de los puramente literatos, solo sabrán apreciar- fbrma de Libro Sagrado o de Libro de la Naturaleza;laperfec-
la aquellos pocos favorecidos de Apolo, que conociendo todo ta cadencia de la estructura a sílabas contadas, así como la refe-
el valor de la habla castellana se afanan por recoger las precio- rencia a las fuentes, no tienen otro valor que el de trasladar la
sas riquezas que tiene cerradas en sus arcones viejos" (Ibid.). De perfección de la Escritura (en latín) a la escritura vulgar legiti-
manera que ya lo tenemos ahí: las gentes de letras, y "entre ellas mando la segunda en la primera, la cual a cada paso se vuelve
los que se llaman sabios" (Ibid.), cspecifica; y los puramente lite- rnás vívida y perenne en sus glosas romances, pero no la .crea-
ratos, favorecidos por Apolo, dios entre otras cosas de la poesía. ción" de un mundo "propio" cuya existencia previa habría que
Empezaba a estar claro quiénes eran unos y otros: las gentes de situar exclusivamente en el interior de quien lo enuncia; y res-
letras se corresponden con los antiguo s Literatos, los eruditos, los pecto a la transcendencia social que habría que atribuirle a tal
que eran versados en todo tipo de saberes dignos de conservar- operación, cligamos tan sólo que es imposible que el autor es-
se por la letra, como pensaban nuestros autores del «mester"; tuviera poniendo su Libro d¿ en circulación dentro de un mer-
los puramente Literatos, en cambio, ya empiezan a ser los poetas, cado "literario" a la manera del que conocemos ho¡ porque
los que hoy en general conocemos como escritores. Pero por sencillamente este último ni existía ni podía existir, y porque
raro que nos parezca no siempre fueron así las cosas. además es dudoso qlre un discurso dirigido a todas luces i la
Con toda seguridad, el cúmulo de expectativas que desen- educación de los estamentos de más alto linaje discurso
cadenaba en el oyente del siglo XIII el famoso exordio del Li- sobre el perfecto imperator litteratus que se supone -un
debió animaq
bro de Alexandre con su famosa copla segunda ("N[ss¿sr traigo por ejemplo, la labor de Fernando III y Alfonso X- tuviera por
fermoso"...) no tenía nada que ver con la presencia de esos, intención esclarecer la esencia universal y eterna de lo ohuma-
como los llama Zumthor ( 1986), ofactores ocultos" pero a la vez ¡s» parz los siglos de los siglos, por encima de cualquier otra
pre-supuestos que nosotros tendemos a dar por hechos, y por consideración. Leído como un texto pera la historia, el Libro d,e
universales, en cualquier discuiso al que le hayamos puesto el Alexandre quizá no pase de ser una excusa de los manuales, pero
calificativo de "literario,,, y? sea éste la última novela publicada leído desde la historia nos damos cuenta de que debe ser .rrt"r.-
en el momento de redactar yo estas palabras o cualquier pieza dido dentro de un mundo que concibió la escritura bastante
del "mester". Hay que deslindar con cuidado: así, más que el antes que la "li¡s..¡r..".
discurso de un stljeto expresando su propia verdad autónoma cr Lógicamente esa cuestión de la inexistencia med,ieval de la
particular, o su verdad de escuela, lo que nos sale al paso en
"literatura", que espero sea una de las más evidentes claves a lo
dicha copla es el discurso de un glosador que pretende captar largo de todo este libro, no debemos pasarla por alto. Huelga
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CUANDO LOS I-IBRoS EITAN ¿/B/IOS Los rÉRMrNos, LA ENUNcrAclóN y LA EscRrrr.lRA
decir, sin embargo, que el que dicha institución llo sea en abso- lr« señora, etc.) para tratar de hacer que la verdad de la Escri-
luto el marco en el que fueron producidos los textos por la cua- Ir*a se refleje en é1. Quizá, para comprender mejor el alejamien-
derna vía castellana del siglo XIII, no signiñca que éstos se expli- I. progresivo de este modelo que se basa en la estructura glosa-
quen desde el vacío. Los poemas del «mester» se ref,reren a sí mis- rl<rr (productor del Libro) / Escrirura (Libro Sagrado y Libro
mos de muy diversas maneras ("ditado", «prosa», «raeón», rlc la Naturaleza), ya definitivamente diluido en el esquema
<<rorn?oZ>>, «estoria», etc.), pero todas ellas son haces que tienen ka.tiano sujeto (autor) / objeto (obra) y desplazado po, é1, .ro,
talyez en común un mismo envés: que aluden no tanto a formas ( onvenga situarnos en un punto algo más
alejado del arranque
.literarias" como a distintas variaciones de la "escritura,4. Por <lcl "¡¡s5¿sr". Un punto que me parece apropiado situar en el
eso decíamos antes que éste es ante todo un libro sobre la escri- si¡4lo XV, que es considerado precisamente el final de la Edad
tura, y por eso añadimos ahora que uno de sus objetivos priorita- Media, para empezar a trazar una pequeña retrospectiva que
rios es el de restituirle a dicha palabra 1o que le corresponde. Ya rros permita enfocar adecuadamente nuestro objetivo. Desde áhí
que hablamos de unos textos que se construyen en todo momento <l¿rremos ciertos pasos necesarios hacia atrás.
«como diz la scriptura», creo que lo más apropiado no es leerlos
siempre según las categorías de los manuales (es decir, desde los I
hombros de los gigantes, desde su avistamiento en el panorama
Sabemos que don Ínlgo López de Mendoza, marqués de
de la historia "literaria"), sino de cerca, preguntándonos por qué
santillana, debió de empezar a componer sus sonetos
nos plantan delante la misma palabra una y otra vez. fechos al
il,álico modo a partir de 1438. La referencia ar itárir:o motlo se ex-
Me refiero, insisto, a la palabra "escritura". Y ahora viene
la siguiente e inevitable pregunta: ¿cómo podía ser enunciada ¡rlica, claro está, por el deslumbramiento producido tras la lec-
trrra de Petrarca, del cual suponemos que vio por primerayez a
ésta antes de la "literaturao?
[,aura, en la iglesia de Santa Clara de Aüñón, el 6 de abril de
1327. Media por tanto poco más o menos un siglo entre la escri-
DB u.s pnRSoNAS y EL VERBo: !:r. «suJETo MEDTEVAT.» tura feudalizante del Marqués y la revolución en la subjetividad
qrre, sin proponérselo, estaba causando petrarca con sus Rerum
Si tuviéramos que delimitar la regla fundamental que define la uu,lgarium fragmenla, esas .naderías, que iban a dar Iugar al sur-
enunciación de los poemas del "mester», I para abrirjuego, yo simiento de la lírica aun podríamos decir que de la subjetivi-
propondría una que de partida al menos resulta sencilla: un glo- rlad- moderna. Todo-yparece dispuesto para probarnos lo ielati-
sador escribe ut Libro de (Alexandre, Apolonio, los milagros d¿ Nues- vo que es el tiempo, pues si en la lírica en lengua r,ulgar de
Petrarca se vislumbra ya, en pleno siglo XIV, un mundo que está
poniendo los cimientos para el posterior d.erribo del modo de
representación feudal, allnq.e la ideología sacralizada siga im-
a Aquí se me podría argüi¡ y no sin razón, que los text()s del «mester de pregnándolo de principio a fin, transcurrido r.rn siglo todavía en_
clerecía" deben ser situados en lo que últirnamente se viene llamando la "en- contraremos a un Santillana incapaz de pensar un solo verso al
crucljada entrc la oralidad y la escritura". Pero debo insistir en que este ensa- lnargen de ese mismo modo de representación qlle, en apenas
yo no pretende ser una explicación total del «mester», ni un panorarna dis-
ochenta años, Garcilaso ya no iba a ser capaz de concebir.
puesto a rcsolver todas sus inc<ignitas de una vez y para siernpre. Nos basta
con el proprisito mucho más modest<¡ de mostrar una perspectiva algo distin- El Soneto III de santilla,a y el soneto III de petrarca atien-
ta a la habitual acerca de los mecanismos quc rcgulan la lógica interna de su clen a un mismo tema: la herida de amor. No nos corresponcle
escritura. Nada ¡nás, pero tampoco mcnos. comentar dichos textos en su totalidad en este libro, pero nos
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CT]ANDO LOS LIBROS ERAN ¿IBRO.S LoS TÉRMINoS. LA ENUNCIACIÓN Y LA ESCRITURA
basta con reproducir el primer cuarteto de ambos para entender cmplazamiento no es casual, ya que Petrarca lo hace coincidir
que estamos ante dos escrituras irreconciliables porque ya esta- con la remembranza de un hecho absolutamente central en la
mos ante dos mundos irreconciliables. En Santillana leemos lo historia universal tal y como la forja la tradición cristiana: la Pa-
siguiente: sión y muerte de Cristo en la cruz. Por eso el último verso del
segundo cuarteto es un endecasílabo firndamental en el que el
Qtrál se nlostrava la gentil Lavina
En los honrados templ()s de Laurenqia, yo poético no pierde la oportunidad de señalar cómo sus penas
Quando solepnigaban á Herctina "nel commune dolor s'incominci¿¡6" ['en el dolor común se
Las sentes della, con toda fervenqia (l9it9: 307). originaron'l (Petrarca, 2004: 734) .
Lo que acaba de suceder es asombroso. Petrarca ha dirigido
Mientras que en la primera estrofa del Soneto III de Petrarca su mirada hacia ese communc dolor, pero en él no ha visto
encontramos esto:
-como
sí veían los poetas del .mester»- una excllsa para glosar la Pala-
bra de la Escritura en la que está atestiguado, sino el reconoci-
Era il giorr-ro ch'al sol si scoloraro
miento de su propio dolnr ("i miei guai", Ibid.,'mis penas') 6. Para
per la pietá del suo factore i rai,
quanclo i' fu preso, et non me ne guardai, que así sea no sólo no ha necesitado citar explícitamente el Li-
ché i be' r,ostr' occhi, donna, mi legaro. (2004: 134). bro Sagrado, sino que casi puede decirse que lo ha, de alguna
['Era el día en qtre al sol se le nublaron / p<trla piedad dc su forma, ocultado al interiorizarlo como vivencia propia. Si Cris-
hacedor los rayos, / cuando fui prisioncro sin guardarme, / pues to es herido y clavado en la cruz, Petrarca es hericlo por los ojos
me ataron, señora, vuestros ojos'] 5.
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los rÉnutNos, Ll pNuNcrecróN y r-l sscnrrunr
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿IBROS
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CI]ANDO LOS LIBROS ERAN ¿/BRO.' los tÉnurNos, Le pNur.¡crlclóN y LA EscRtruRA
vía. Su autor, el canciller de Castilla don Per<¡ López de Ayala, l,<ipez. de Ayala, al valerse de una forma métrica que ya había
no tarda más de siete cuadernas en declarar lo siguiente: rrr<rstrado su adecuación perfecta a la narración de historias,
Pcnsando yo en la vida deste mundo mortal, <lice estar haciendo concretamente una confesión. La respues-
que es poca e peligrosa, llena de mucho tnal, t¿l en este caso debe ser más compleja.
faré mi confesión en la manera qual Entendamos, antes que nada, que los poetas del .mester de
rnejor se me entendier, si Dios aquí me val. (1993: 136). clerecía" del siglo XIII habían dado con una fórmula o sílabu,s
rontadas por la cuaderna aía para legitimarse como buenos
Lo significativo es que Pero López de Ayala no se propon- ¡¡losadores de la Escritura y de su perfección. Así, durante más
ga ya hacer una prosa, ni un romanz, ni una escriptura sino, cla- <le un siglo, elaboraron un discurso propio en el que nada que-
ramente, una confesión. Precisamente la única cosa que se po- <l¿rba al azar, pues quienes conocían la Escritura y sabían de su
día concebir si, además de escrito en cuaderna vía, el texto rcgularidad eran luego capaces de glosarla imitándola en sus
estaba asociado al nombre de un noble. Se trata, por lo de- poemas, de la misma manera que quienes sabían al dedillo las
más, de un noble del que Hernán Pérez de Guzmán, su sobri- reglas de la poesía latina eclesiástica podían después trasladar-
no, nos habla en las Generaciones y semblanzas de manera bas- las a la lengua vulgar, y que quienes habían estudiado las histo-
tante elocuente. Gracias a éste no sólo sabemos que el canci- rias del pasado tenían claro que éstas no eran sino variaciones
ller fue un caballero "de grant conQienqia e que temía mu- ¿tccidentales de t<¡do cuanto ya estaba relatado en el Libro, y
cho a Dios" (1998:95), dado "mucho a los libros e estorias» ¿rsí se lo podían hacer ver a otros frente a las mentiras de los
(Ibid.), y que por consiguisnts «grant parte del tienpo ocupava .juglares. Los clérigos ostentaron de esta manera, y durante mu-
en el ler e estudiar, non obras de derecho, sinon filosofía e cho tiempo, una especie de monopolio de la Escritura basado
estoriaso (95-96), sino que también observamos otro dctalle cn la glosa de ésta y articulado en torno a un auténtico corpo-
hasta cierto punto más importante que los anteriores: "Amó l'ativismo del saber.
mucho mugeres, más que a tan sabio cavallero como él se con- Es ahí donde radica, sin lugar a dudas, la clave para enten-
ysni¿" (96). der por qué López de Ayala, que demuestra saber *clerecía,
Surge ahí la pregunta de por qué, a la hora de elaborar pero que no es propiamente un miembro de la .clerecía", debe
ese implacable discurso moral sobre el mundo y sus estados enunciar como confesión su texto. Podemos decir qlle se ha in-
que es el Libro Rimado de Palacio, elige Pero López de Ayala miscuido en una materia y una forma, la cuaderna \¡ía, que has-
(ese longevo caballero en época convulsa, poderosísimo, cul- ta entonces habían sido la materia y la forma decir
to y dado a las mujeres) una forma métrica que, un siglo an- que la formo tut¿on;iol- propias de la clerecía. -podemosel destina-
Que
tes, la "clerecía" había empleado eficazmente para narrar vi- tario más probable de éstas fuera la nobleza no significa que la
das de santos, explicaciones de la liturgia, historias de la anti- ideología nobiliaria contase también, antes del Rimo,do de Pala-
güedad o leyendas bizantinas. Es fácil, desde luego, imaginar- t:io, cot-t los mimbres necesarios para enunciarlas. En ese senti-
se al diplomático que distrae sus obligaciones empleándose en do cabe reconocerle a Pero López de Ayala el haber sabido dar
la lectura de la filosofía (es decir, nutriendo el sustento de su a la escritura por la cuaderna vía castellana una luelta de tuer-
discurso moral) y las estoria.l (algunas de las cuales, las de la ca realmente habilidosa. El canciller, que sabe que está hacien-
antigüedad, debió de conocer directamente tal como habían do algo que hasta entonces nadie fuera de la
"clerecía" ha he-
quedado plasmadas por la cuaderna vía). Pero a partir de aquí cho, se previene adecuadamente desde l<ls primeros compases
nace una segunda pregunta no tan sencilla: la de por qué del exordio del Libro Rimado de Palacio:,
6o 6t
CT]ANDO LOS I,IBROS ERAN ¿1BRO,I Los rÉRMINos, LA ENUNCTACIóN y LA ESCRIIuRA
Es alta teología sgiengia muy escura; v rlcsde dónde- podía enunciar un discurso moral sobre el or-
los señores maestros de la Santa Escriptura rlcn del rnundo en la cuaderna vía del siglo XIV; pero ese )o,
lo pueclen declarar, ca lo tiencn en cura: .f orrn, Royz, A7ipreste de lita, no indica aúrn que estemos ante una
yo podrié, como sinple, errar por aventura. (c. 3, 1993: 135). rururifestación temprana de esa categoría, supuestamente eter-
nir, dcl alrtor que plasma su propia verdad interior en el texto,
De alguna manera, puede decirse que sus palabras no con- irunque tradicionalmente se hayan utilizado esas palabras para
tradicen uno de los postulados sobre los que se había construi- (lctectar en ellas una muestra incipiente de tal conciencia
do la escritura clerical en la centuria anterior: el de que la glo- lrrtorial. Todavía son otros los parámetros qlre definen la arti-
sa de la Escritura requiere, para no propiciar el pecado a través r rrlación de la escritura del Lil¡ro de btten u;m,t¡r.
de una mala lectura, de un saber específico que en el siglo XIII Casi en los primeros compases de la obra ya nos ha dicho
recibió el nombre de "clerecí¿". ¿Pero qué hacer, pues, cuan- t'l Arcipreste que «Muchos ay que trabajan sienpre por clerezía,
do un noble se adentra temerariamente en el ejercicio de tal (v. 125a, 4l),a lo que añade:
"Otros entran en orden por sal-
saber sin pertenecer al mismo estamento que le había dado var las sus almas, / otros toman esfuerqo en querer usar armas,
nombre? La estrategia de Ayala es ejemplar: legitimar su escri- ,/ otros sirven señores con las sus manos amas» (w. 126abc, 41-
tura, no desde una imposible condición de clérigo, sino precisa- 42). Con ello el Arcipreste plasma el conocido sisrema feudal
rnente desde su condición de pecadrtr. De esta manera el texto <le los tres órdenes, dentro del cual decir yo,.foan Royz, Arcipreste
pasa por la purga de una confesión, lo que al fin y al cabo justi- it l{i¡o significa algo que nada tiene que ver con la asunción
fica sus errores permitiéndole de paso legitimar indirectamen- rlcl rornántico acto de dejar un nombre escrito para la poster!
te la glosa de la Escritura que, aunque sea como sinple, va a cle- <lad, sino más bien con Ia inserción en un grupo social concre-
mostrar saber llevar a cabo con la misma solvencia con la que t<r, el de la clerezía, que suele contarse dentro de los qüe enlran
hasta entonces lo habían hecho los clérigos. El discurso moral tn otrlen por salu«r los sus almas. Por eso no debe extrañarnos ni
sobre Ia cormpción del mundo y sus estados que Ayala empren- tlue-]uan Ruiz se proclame glosador cle la Virgen en la primera
de estará siempre amparado ocurría en el «mester" del rle las cuadernas del Libro de buen amorarrTba citadas, ni que al
-como
siglo XIII- en su condición de sermo humills, evitanto con ello Itacerlo se sitúe en la perspectiva del vasallo que pide protec-
el convertirse en blanco fácil de la reprobación. ción y amparo a la más alta Señora: oDame gragia, Señora de
Quien sin embargo no necesita dar tantos rodeos para ajus- todos los señores" (v. 10a, b). Su inconsciente ideolósico es evi_
tar su discurso a su nombre y a su estado es el autor del I'ibro de clentemente feudal, y como lo importante no es tanto el 1o sino
bue'n amor. Todos esos datos quedan claros aquí: sus atributos, creo que puede hablarse abiertamente de un yo
eslatnent«l para el caso que nos ocupa. Así, e se yo,
li porque cle tt¡do bien es comiengo e raíz Joan Royz,
Virgen Santa María, por ende yo,.foan Royz, Arcipreste tle Hita no nos está diciendo 'yo soyJuan Ruiz, orgu-
Agipreste de Fita, d'ella primero fiz lloso autor de esta obra', sino exactamente 'yo soy.fuirn Ruiz,
cantar de los sus gozos siete, que ansí diz (Arcipreste de Hita, humilde vasallo de la Señora de todos los señores cuyo buen
c. 19,2006: 15). amor glosaré en este Libro' .
6z 6,,
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿I'ROS LOS rÉnurNos r-¡, ur.ruNct¡.crti¡r y LA ESCI{l'l Ur<Á
el futuro serán fundamentales para la institución de la "litera- ¡rlano, del problema de la propia complejidad de Ia glosa de Ia
tura», pero que por sí mismos no constituyen todavía una «con- l,lscritr.rra que apreciamos en el Libro de buen amor.Y tal es la máxi-
ciencia literaria de atttor, en sentido estricto. porque pol enci- nla que, de alguna manera, el canciller Pero López de Ayala se
ma de ese nombre y de esos apellidos importan, sobre todo, vc obligado a reescribir hábilmente en negativo para.justificar
otras dos cosas mucho más determinantes: el libro construido, srr propia incursión en una escritura que no le corresponde: 'yo
que no está sujeto a sentido alguno de la propiedad privada, no soy clérigo ni maestro sino sinplc, luego empezaré por con-
pues el propio Arcipreste recomienda "añadir e emendar" (r'. Ii'sarme pecador, pero también conozco el Libro y por lo tanto
1629b, 422), así como que «ande de mano en mano a quien- soy consciente de la <¡scuridacl de su Escritura' 8.
quier que.l pidiere, / como pella a las dueñas, tómelo quien
podiere" (w. 1629cd, 422) I y el Libro que toda escritura II
sacralizada en úrltima instancia glosa, es decir, el Libro que se Precisamente el intento de lidiar con la propia oscuridad del
despliega en Libro Sagrado y Libro de la Naturaleza' Acerca de Libro constituye una de las claves fundamentales de la cuader-
esto, el Arcipreste es bastante explícito: "Fizvos pequeño libro na vía castellana del siglo XIIL Sin necesidad de regatear de-
de testo, mas la glosa / non creo que es chica, ante es bien p;rand rnasiado, paso a exponer sucintamente los que considero son
pros?» (w. 1631ab, 423).Lo que se glosa, claro está, no es sino los postulados más importantes desde los cuales pudo enunciarse
la Escritura, bajo cuya poderosa imagen se desarrolla esa espe- la cuaderna vía tal y como la conocemos, y que poco o nada
cie de Summa en lengua vulgar que es el I'ibro de buett amor ,,Et:. tienen que ver con lo que hoy llamaríamos enunciación "litera-
general a todos, fabla la escriptura" (v. 67a, 26). ria". No tengo empacho en reconocer que mi acercarniento al
El caso es que en el siglo XIV todavía podemos leer en el tema es abiertamente antiesencialista, y que por lo tanto pre-
Libro rle buen amor el ya señalado yo, Joan Royz, Arcipreste de trita, tendo materializar con ejemplos concretos, en los capítulos que
en clave feudal, pero, ¿qué había sucedido en la centuria pre- seguirán a éste, cada una de las cuatro tesis principales sobre
via? No se nos escape que al frente de los Milagros de Nuestra las que slrstento mi aproximación. A grandes rasgos son las que
Señoraleemos esto: «Yo, maestro Gonqalvo de Verceo nomnado" siguen.
(v.2a,541). Lo que emparenta a ambos casos es que no se trata
de unos nombres y unos apellidos suspendidos en el vacío, pues I." Se escribe siempre bajo la imagen central del Libro.-El mtrn-
Juarr Ruiz es Arciprestey Berceo maestro, palabra que como sabe- do sacralizado del feudalismo se define ante todo por una dua-
mos bien puede aludir a su condición de 'clérigo confesor' o a lidad que impregna todos los órdenes de la vida, y como resul-
un título universitario probablernente concedido por el Estudio tado de esto puede afirmarse que, de la misma manera que hay
General de Palencia. En definitir,a, lo que uno y otro cjemplo
nos delatan es la presencia de un yo estamental según el cual lo
que legitima cl texto no es tanto el nombre propio como los
atributos que lo acompairan, algo que no se aleja tanto de lo B Y al hacerlo elabora una operación en la que también poclemos situar
predicado et el Libro dc Alexand're, por cierto: 'yo soy clérigo, a DonJuan Manuel, quien clararnente despliega la variante nobiliaria cleriva-
Iuego te hablo "sin pecado» porQue sé "clerecía» )', por lo tan- rla de ese ¡o estamental al quc hernos ahrdido frcntc a su anti¡4ua cxclusividad
to, conozco bien el l-ibro'. Tal es la máxima que podría extra- clcrical cn la práctica dc la cscritura. Es sin cluda csavariantc nobiliaria la rnis-
rna en la que todavía ha de entenderse la escritura de Santillana, y curiosa-
polarse a todos los casos, desde los textos por la cuaderna vía mente la misma también que,.junto con la clerical, Petrarca hará trizas por
del siglo XIII hasta Ia radicalización, con stl puesta cn primer prirnera vez.
64 65
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/'RO.S
Los tÉnulNos, r_¡ BlluNqrAcróN y LA EScRrruRA
un cielo y una tierra o un señor y un siervo, se cultiva la creen- es el trasluz de una rivalidad entre escuelas
cia de que existe una Escritura que Ntertenece a prouiene de- "literarias, (o géne_
ros, o formas de hacer .literatura,, etc.), sino precisamen"te el
Dios y una escritura propia de los hombres. Ahora-o bien, esta terreno visible de la oposición de fondo entre verdad y mentira
escritura de los hombres se articula, lo cual es muy evidente en que es, pensamos, su verdadero estímulo.
el caso del "mester de clerecía», como producción ideológica
del Libro de (Alexandre, Apolonio, la uida de Santo Domingo de Si-
/os, etc.) a imagen y semejanza del Libro Sagrado o del Libro 3." se escribe desde una concepción sacrarizada rter tiempo.-La con-
de la Naturaleza. Escribir por la cuaderna aía duranLe el siglo XIII cepción medieval de Ia historia convierte a esta última en una
fue algo mucho más complejo, para quienes así lo hicieron, de estructura escindida en un tiempo pleno o sacro y otro histórico
lo que estamos acostumbrados a pensar, puesto que en dicha o profano, aunque ambos al final acaben por resolverse dentro
forma métrica se desencadena un mundo de alegorías numéri- del tiempo único de Dios. Los poemas .urGllurro, por la cuader_
cas y de todo tipo que pretenden ligar, a través de la semejan- navía siempre se articulan desde esta concepción, i la vez que la
za, la tarea humilde de la criatura «mester>> u oficio de es- reproducen en su interior conürtiéndola en ii.,rpo narradvá. Arí,
-su
critura- con la excelsa obra del Creador. por ejemplo, las vidas de los santos que escribe Be..eo muestran
que la existencia terrenal de éstos, su transcurso por el tiempo
histórico, no es sino la prefiguración de su existencia plena y el
2." una materia que no se «crea», sino que se
Se escribe acerca de
anticipo en la tierra de su vida verdadera en el cielo. rn utoque,
«glosa».-La
nd,escubre" ) se
"clerecía" es al fin y al cabo una cate- toda su vida forma parte del plan diüno.Algo análogo ,.r.Ld.
goría que remite al sabe¡ de manera que saber .clerecía" impli- con el resto de relatos: Apolonio y AlexandrJ son figiras ejem_
ca cierta familiaridad con un corpus de destrezas basado en las plares en la medida en que el relato de sus üdas reveL qre,"rrás
siete artes liberales. La característica primordial es que el saber allá de los hechos contingentes (pérdidas, naufragios, ionquis_
del hombre no lo es acerca de una materia que internamente ya tas, etc.), al final sólo la Verdad ya contenida en la Escritura
posee y luego forja, sino el descubrimiento de cuanto ha sido pre- será
la que defina su tránsito con él el de todos los hombres_
üamente puesto en la naturaleza por el Creador. La labor de los por la tierra. Esto explica -y que la oclerecía, participe d.e lleno en
glosadores medievales de la Escritura que se atreven con Ia len- esta lógica hasta el punto de poder verse todas sus ¿srorzas
gua vulgar consiste, así, en la puesta de manifiesto de la estrecha como
las distintas variaciones del relato único Caída Salvación,
relación entre lo revelado en el Libro Sagrado, o bien escrito en / y que
para pensarlo así no necesite buscar muy lejos, pues es eviáente
el Libro de la Naturaleza, y el transcurso de la vida de los hom- qlle ya cuenta con un referente privilegiado: el Libro Sagrado. y
bres. En ese sentido la "clerecía» esgrimirá siempre la verdad de es que la mirada del poeta de «6le¡s6i.», Corrro
la escriptura frente a la mentira del fahlar, lo que no es precisa- g.rr.ül lu d"l
hombre medieval, nunca es literar. Antes está tami;da "r-,
mente una cuestión menor a la hora de entender esa contraposi- por Ia Es-
critura, en c*yas líneas ya figuran sustancialmente todas las cosas
ción entre Tuglaríay clerezía que irrumpe en el Libro de Al¿xandre a acontecidas en los poemas del .mester,,.
las primeras de caurbio, porque declamar con regularidad obse-
siva un discurso amparado en el como diz la escriptura significa que
la .clerecía" se legitima a sí misma, como casta, a través del ejer- 4.^ se escribe desd¿ una concepción ternaria tter renguaje.-proba-
cicio de una poesía cuya propia forma ya indica conocimiento blemente la principal dificultad para el enrencrimienic¡ de ra
del t,ibro y por lo tanto puede considerarse un auténtico mesler terat.ra» medieval clesde nuestro horizonte de expectativas radi- "li-
sin pecado. Así, la contrap<-rsición entre "clerecía" y "juglaría" no que en el hecho de responder aquélla u .,.ru .or."pción ternaria
66
67
Los'rÉRMINos. LA ENUNCIACTóN y LA ESCRITURA
CIJANDO LOS LIBROS ERAN ¿/ARO.'
del lenguaje y éste a una articulación binaria. Otra cosa es que el lcs csa lógica especular tan característica del Medievo, la que hace
triunfo absoluto del binarismo, acentuado por el enorme predi r¡rrc cl Libro Sagrado y el Libro de la Naturaleza se contemplen
camento que la lingiiística salrssureana ha llegado a tener en el v rcflejen mutuamente, se va deshaciendo en aras del divc¡rci<t
r lcf irritivo. Nadie duda hoy de que hacer un libroy escribi'r una obra,
siglo XX, haya acabado por «universalizarlo" todo bajo su pris-
ma. Sin embargo, lo que hemos dado en llamar signo terrurio del s()n cosas bien distintas, toda vez que lo primero alude a la con-
lr'< ción material de un objeto y, lo segundo, a su realización inte-
lenguaje debe ser tenido en cuenta como lo que es: el mecanis-
mo fundamental del que surge la escritura por la cuaderna vía It'«:tual o utilizar un término más añejo y puñetero- espi-
-por
ri(rr¿rl. Una vez pierde su razón de ser la idea de la escritura del
castellana del siglo XIII y una de sus condiciones previas más de-
lerminantes. Nosotros ür'imos permancntemenle bajo el signo de l,il¡rc tl,e (íntimamente relacionada con el reflejo de los dos Li-
lo binario, como demuestran las habituales distinciones (forma,/ lrrrrs, como ya hemos de algún modo anticipado y más adelante
yen-
fondo, autor,/intención, significante,/significado, texto/contexto, sc verá con detalle), Ia de la "creación" de la
"obra literaria»
teoría/práctica, etc.) con las que nos acercamos a los textos de rlr'á a instalarse en nuestr-a percepción de la "literatura" de ma-
todo tiempo y luga¡ pero la escritura medieval nos ofrece a cada ncra tan tupida que, con todas las variantes que se quieran, toda-
paso huellas del signo ternario que la articula. De hecho, la es- r'íir hoy pervive incrustada hasta los tuétanos de nuestra educa-
critura ternaria del "mester» no se produce al amparo de la mo- <'ión literaria. Si es que tal cosa sigue existiendo, claro. Cuando
derna idea de "obra conclusa», puesto que la glosa que en últi- i'sta indudablemente envenenaba nuestras vidas, en las aulas no
ma instancia es no lo permite. El poema por la cuaderna vía no cra infrecuente que el Libro d¿ se cclnvirtiese como por arte de
puede encerrarse ni detenerse nunca con el último verso porque, nragia en «obra literaria". Yo quisiera pensar que para evitar ese
crrmo glosa de la Escrit.ura, es siempre en a,clo la actualización de tipo de ceglrera (mínima, es cierto, pero abocada a la incompren-
Lrn texto previo, pero en potencio supone Ia posibilidad de seguir sión o al aburrimiento) sirve también este ensayo.
propiciando nuevas glosas. El texto se sitúra así en un estado in-
termedio entre lo que hubo antes y lo que habrá después, y en III
su escritura confluyen (bien como prefiguración o bien como ple- Es más que probable que, una vez mencionadas las líneas de
nitud) ambas caras en un solo tiempo. El "mester" es, entre otras lirerza sobre las que voy a basar mi lectura cle la escr-itura en
muchas cosas, una práctica escrituraria legitimada en la Escritu- cuaderna vía castellana del siglo XIII, el lector más inquieto o
ra y su lectura, y de ahí que en su propia lógica interna se r''uelva el especialista en la materia hayan reparado en que el plantea-
siempre a la muy recurrida fórmula del como diz la esuiptura. rniento que propongo tiene poco o nada que ver con cierto lu-
gar comirn de la historiografía literaria española que tiende a
dar por hecho que la famosa cuaderna segunda del Libro tle
Alexandre ("Mester trayo fermoso: non es de.joglaría; / mester
Estas cuatro claves, hay que insistir siempre en ello, cobran vida es sin pecado, ca es de clerezía", w. ?ab, 130) constituye una
en el interior de lo que podríamos llamar utla manera mu- especie de manifiesto anunciador del nacirniento de una escuela
-de
cho más amplia y no restringida al «mester de clerecía"- "lite- poética llamada «rnester de clerecía", supuestamente oplresta a
ratura fer.rclal sacralizada", cuya naturaleza es de índole bien clis- lirs prácticas de los juglares hasta el punto de escindir la poesía
tinta a lo que hoy llamamos "literatura". Para apreciar mejor la dcl siglo XIII castellano en dos «rnesteres»: uno nacional y po-
dif'erencia nos detendrernos brevemente, hacia el final de este prrlar, el de jugktríu, y otro panrománico y culto, el de clerecía. La
libro, a insinuar algunas de las líneas principales rncdiante l:rs cua- cuestión, adernás de complejísirna y carente de interés para quic-
68 6e
(]I-I,\NDo LoS LIBIIoS EItÁN y LA EscRn uRA
L/TJRI).S
!9! rEEMr\oL!4 !NUNq!4!l1lN
nes me gustaría que leyesen este libro con unos anteojos distin- rrr:is lejos, en cierto modo, pese al evidente proceso de resa-
tos a los del estricto academicismo, no va a robarnos ahora más r r¿rlización al que fue sometida la sociedad hispánica del momen-
atención de la necesaria. Sin necesidad de detenerme demasia- t,, 10. Tiaspasada la línea del 1600 lo menciona el cisterciense Fran-
do en ella, pese a todo, sí me gustaría subrayar un hecho. t isto de Bivar (1651: 335),1o citavagamenteJosé Pellicer de Ossau
En realidad, cuando hablamos de la distinción entre dos i'l'<»,ar (1663: h.35'), y da noticia de é1, como ya sabemos, el
«mesteres» a partir de la cuaderna segunda del Libro de Alexandre, rk'scomunal esfuerzo emdito cle Nicolás Antonio (1696: 54). Acaso
o cuando nos ref'erimos a ella en términos de "manifiesto poéti- rrrur de las pocas cosas que tengan en común esta serie de refe-
ss», r1o es tan cierto que estemos parafraseando tanto lo que di- lt'ncias dispares, además de sus hoy más que probadas inexacti-
cha estrofa da a entender como su lectura decimonónica. Tenga- Irrdes, es que ninguna de ellas detectó a partir de dicha cuader-
mos en cuenta que estamos hablando de un texto, el Alexanrlre, rrtt la existencia de also llamado «mester de clerecía" 11.
que nunca pasó por la imprenta antes del siglo XVIII. Y aun así, Para Luis José Velázqrrez, ya en el siglo XVIII, la similitud
a raíz de su primera edición en esa centuria, a nadie se le ocu- <lcl Libro de Al¿xo,nrLre con otros textos no pasaba del hecho de
rrió deducir la existencia de dc¡s «mesteres>> a partir de dicha co- cstar éste "escrito en la rnisma especie de versos, y Coplas que
pla. Tál partición, como decimos, sólo aparece desde la segunda l«rs Poemas de Berceo" (17b4:34). Años más tarde, y aun admi-
mitad del siglo XIX. ¿Significa esto, sin embargo, que no se co-
noció el Libro de Alexandre en el periodo que va desde su escritu-
ra en el siglo XIII hasta su primera edición en la imprenta reali-
zada en el siglo XVIII? En absolut<¡. l:rs primeras clécadas del siglo XVI, la poesía castellana en cuaderna vía ya ha-
Unas dieciocho de sus más de dos mil quinientas estrofas fue- lría clcjado casi hasta de ser poesía. TarnbiénJuan de Valdés insistió, en e1 cn-
ron citadas en los años treinta de la décimoquinta centuria por l()nccs nunca publicado Diálogo de kt lengtm, en quc "la lengua castellana nun-
Gutierre Díaz de Games en El Viclorial, obra escrita a mayor glo- ca ha tenido quien escriva en ella c<¡n tanto cuidado y miramiento quanto se-
r'í¿ menester" (2003: 123). Entre otr()s ejernplos que podríarnos menciona¡
ria de Pero Niño, conde de Buelma (1996: 227).Y mry poco des-
creo quc el de Fernanclo de Flerrera errlas Anoktciones a la poesía de (]¿trcilaso,
pués, como ya se ha üsto, el famoso Proemio e carla del Marqués
qtre clata de 1580, es el que nos ofiece urra explicaci<in más rotunda de criál
de Santillana lo sitúa entre esas "asaz forma5" (1987: 218) en las lirc la tónica del mornento: «qlre an entrado en España las bucnas letras con
que "usóse primeramente el metro" en Castilla (Ibid,.). Sin em- cl Irnperio i an sacudido los nllestros cl yugo de la inorancia" (2001: 278).
bargo, unos ochenta años más tarde, cuando Petrarca ya se ha- l0 Porque convicne advertir que ciertos textos asimilaclos súbitamente
<-.<'»rno primeras historias de la litcratura espaírola ten)pranamente cscritas
bía convertido en la norma poética también en castellano, tanto )a en
cl Siglo de Oro es el caso del Diálogo tle la lcnguu deJuan de Valdés, cle
la copla cuaderna como el Libro de Al¿xandre ya habían pasado a -tal
las Anotnrione.r herrcrianas o clc la Repúblü:a lit,era,ria de Diego dc Saavedra Fa-
ser algo inexistente e. Y durante el siglo X\III no se fue mucho
.jardo- no eran, en realiclacl, propiamente historias sino textos destinaclos a
la producción de una n()rma qlre bien podía ser lingüística (caso dc Valdés),
enrclita (caso de Saavedra Fajarclo) o poética (caso clarísimo de Herrcra). La
f'e de erratas dc Scbastián de Covarrubias a su Tbsoto de la lengua rastdla,na o
I 'Ibrno como referencia para ese periodo dc ocho dócadas el airo de españokt, <Iata dcl 19 de octubre de 161 1, y etr dicho texto lo hernos vis-
1534, cn cl que Garcilaso colocaba su cledicatoria .A la muy rnanífica seirora to- aparece el c()ncepto dc las "bucnas letras" p:ira referirsc -yaprecisatnt:nte a
ertinima Pakrva clc Ahnor¡ávar" al fi'ente cle la traducción de Il Oortetqiano
cloña.f eso: a los "buenc¡s aut()res" quc componcn la nonna.
de Castiglione realizada por su amigo.fuan Boscán. En clla figura una qtreja 1l Entre las inexactittrdcs, por cicrt(), baste clccir que rriicntras Bivar st
célebre: «yo no sé qué desventura ha sido sicniprc lat rtucstra, que apenas ha sicre carrtarncnte a Bcrcco coln() alrtor del Alexartdre, Pcllicer y Antonio no
nadie esclito cn nllcstrzl lcntru:t silto lo qrre se prrrliera rnu;'bien escus¿rr" (1994: <ltrclall cn atribtrírselo directamente :r Alf<tnso X. Basten est()s (jemplos, qlre
74)-Lo qlrc nos revelan esas palabr:rs respect() a nrrcstr() tcrna cs que, clurante tlcsde lt¡cuo no sol) Ios rilricos.
7o 7\
Los rÉRMrNos, LA ENlxll4qgN y LA ESCRTTURA
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/AÁOS
73
72
('tI,\NlX) l.OS l-lltltoS lrlt,\N 1./,/}ROS LoS TÉRMINOS, LA ENUNCIACIÓN Y LA ESCRITURA
to anglosajón (Willis, Deyermond, etc.) empezaron a ponerlo ( iursaremos de repetir, lo que se enuncia a través de la cuaderna
en tela de juicio provocando una compleja polémica cuyas lí- r,írr se enuncia siempre como producción de la 'escritura»'
no de
neas principales no podría yo ahora reproducir aquí sin arries- llr "literatura".
garme a poner demasiado a prucba la paciencia del lector 12.
Y sin cometer a la vez el error de ignorar que el tema conti-
l)r,: l,t olcotoMÍA EscRITURq. / ESCRITUxI(s): rr' «ES(IRIBIR MEDIEVAL»
núra abierto, pues dista apenas un lustro desde la redacción de
estas palabras y cierto momento en el que me recuerdo a mí
T
mismo debatiendo con aprenclices y veteranos acerca de este
asunto en un congreso. Ni desde entonces ni desde antes re- l{csulta innegable que los poemas del «mester ¿" t1tt6¿ia" in-
sisten hasta .it gtuáo extremo en el respeto al texto' Se ha
tra-
cuerdo qlre se le hayan parado de dedicar artículos, tesis doc- omostrar una soste-
torales, monografías, recopilaciones bibliográñcas y todo tipo taclo de explicar esto como la intención de
rrida honeitidad con lo esencial' (Barcia, 1967 42), pero ha-
de trabajos con intensidad discreta pero regular, como por otra
parte suele ser Ia tónica habitual en el hispanomedievalismo. lllar de "honestidad, en los autores de la 'clere6(¿" tal vez sea
l'cmontar inconscientemente el moderno mecanismo de produc-
Si he querido recordar casi a vuela pluma los datos que acabo siglos en los que
r:ión y transmisión de la escritura hasta unos
de exponer es sólo para recordar de paso que las categorías a la escritura es con-
través de las cuales leemos la literatura del pasado son tan his- órte no podía existir. Al menos legalmente,
tóricas, tan fechables y concretas, como los propios textos a siderada hoy en di¿ "propiedad intelectual» protegida por las
leyes del ,u.duu", más vacilante "copyright", Y por ella
se co-
los que se aplican.
No existe la objetividad de la crítica, por supuesto, dado que bran "derechos de autor,' Integrándolos en esta perspectiva
el discurso erudito está, consciente o inconscientemente, tan rnucho más moderna que nunca pudo ser la suya (es deciq
tamizado por la ideología como lo están el de Ias tertulias del cleshistorizándolos), los poetas del «mester de clerecía" nos pa-
corazón, el de la política o el de los afectos familiares. Tanto recen «honestos, a la manera en que también pretende serlo
este libro o cualquier otro texto ensayístico, en los que
los ha-
como cualquier otro, en suma. Lo que sí existe es la objetivi- emplazados
dad del texto, la norrna desde la que se construye. Y en el caso llazgos ajenos siempre aparecen convenientemente
v at.ribuidos a su Pt'imer autor'
que nos ocupa ahí las comillas que siempre le pongo a los ' Ér.. indudablemente, es el modelo capitalista de gestión mer-
-de
conceptos- dicha objetividad no pensamos que pase por la idea
constnlcción de una "escuela literariao llamada «mester de cle- cantil rlel saber, el cual desde luego no funciona sin poner la
recía", como pensaban esos gigantes del XIX y como siguen pen- ds "propiedad privada' en primer plano, pues no otra cosa.hay
sando no pocos de los nuevo sin ironía- magníficos ena- detrás de la llamada "propiádad intelectual» Que la producción'
-desus hombros. De hecho, como no nos venta y consiguiente aáqulsición de una serie de bienes
ideológi-
nos que hoy miran desde
cos económicamente rémunerables, lo que actualmente suele
camuflarse bajo la semántica eufemística en torno a la 'creación"'
¿! «proceso creativo,, los 'derechos de los creadores" y' en ge-
,-r..á1, ,odu la retahíla post-romántica al uso' Pero ninguno
de esos
12 Y además no tengo necesidad de hacerl<¡ en este libro, puesto que el
terna he interrtad() tratarlo hasta los últimos resquicios que me hzrn sido posi-
términos nos sirve a la ho.a de la verdad para definir la realidad
blcs en mi tcsis doctoral (García Única,2008), donde intcnto establecer t¡na de la escritura feudal. Sería absurdo tratar de detectar Lrn respe-
lectura histórica y detallada de la polémica con todas sus implicaciones ideo- to (esto es, una actitud honesta) hacia la "propiedad intelectual"
ra-
lógicas. ajena donde la idea de "propiedacl privada" no tiene siquiera
74 11
CI.IANDO LOS LIBROS ERAN ¿IBROS Los TÉRMINos, LA ENUNCIACIÓN Y LA ESCRITURA
zón de ser. De igual modo, la propia idea de "creación" autóno- cstá de fondo en la escritura del «mester de clerecía", como ve-
ma de un autor no puede concebirse allí donde lo que cuenta es l'emos, y ni mucho menos que sea una expectativa compartida
precisamente la glosa incansable de lo ya creado por el único por el lector actual con el receptor medieval. Tenemos motivos
Creador posible, unida a la práctica de una humilitas que consis- para pensar que el saber feudal se construye a través de la repeti-
te precisamente en escribir para honrar la materia sobre la que ción, y no de la suma de una serie de golpes de efecto imponién-
se escribe y no para afamar al .escritor, 13. dose al vacío, pero como el tema es complejo y además resulta
Ese deslizamiento que lleva a identificar en mayor o menor difícil pensar en él a través de unas categorías «literarias" distin-
grado el modelo de producción f'eudal de la escritura con el las a las que, tenazmente, han acabado por suturar los huecos de
modelo capitalista explica, por ejemplo, el que a los historiado- nuestro inconsciente ideológico, vamos a trazar una dicotomía
res de la literatura española siempre parezca haberles preocu- que nos sea útil sin ánimo alguno de convertirla en taxativa o
pado sobremanera el problema de la "originalidad literaria" de innegociable: la dicotomía Escritura / escritura(s). Esperamos,
los autores del «mester», p?r? quienes el concepto de originali- claro está, que resulte funcional para esclarecer el mecanismo
dad es en realidad inexistente toda vez que ésta constituye uno de esa «escritura en marcha» que caracteriz.a al «mester de cle-
más de los muchos mitos románticos que se inmiscuyen en nues- recía", pero para que así sea conviene explicar qué entendemos
tro estudio de las letras del pasado, pero no una condición ne- por cada cosa.
cesaria para la producción de la "literatura, feudal 14. Seeún la
Iógica capitalista, al lector actual se apela ofreciéndole una «re- II
flexión sobre la realidad" cuyo valor simbólico está en buena La Escritura, con mayúscula, es la que está presente tanto en el
medida determinado por el "prestigio intelectual" de quien la Libro de la Naturaleza como en el Libro Sagrado, de manera
ejerce, de manera que resultará tanto más valiosa cuanto más que o bien es obra directa del di§to Dei, segin la sentencia de
aúdaz, profunda, y originalen suma, sepa presentarse en el mer- Hugo de San Vícto¡ o bien está directamente inspirada por el
cado. Ahora bien, Umberto Eco afirma que "buena parte de Ia Creador. En un caso y en otro la Escritura llegó a los poetas del
cultura medieval en su totalidad consiste más en un comenta- «mester de clerecía" a través del vehículo preferente del latín,
rio de la tradición cultural que en una reflexión sobre la reali- lengua de la Iglesia y del dogma, pero q.uizila cuestión más pe-
dad" (1999: 13). Y razón no le falta. liaguda estribe en entender qué Escritura compone el corpus de
Que la "originalidad" sea una expectativa del lector moder- uno y otro Libro. Respecto al Libro Sagrado, la Biblia, un ca-
no no significa que la relación autor / lector sea la misma que non perfectamente establecido desde el siglo V nos ahorra el
problema, pero no sucede lo mismo con la Escritura qlle con-
forma el Libro de la Naturaleza. Éste no sólo está integrado por
13 Otra palabra qlle entrecomillo porque la figura del las cosas que se hallan en el mundo, cuyas marcas materiales
"escritor,, con desvelarían precisamente la tupida red de semejanzas a través
todo lo que implica para nosotros, n() se corresponde con la del glosador me-
<Iicval. de las clrales el Creador ha clejado indicados sus vestigios, sino
11 Supongo, además, que n() tray un síntoma r¡rás claro de esa r¡bscsi<in también por la heterogénea producción de unos autores paga-
crítica por la ori§nalidad que la cantidacl dc trabajos académicos que cada año nos qlre, no conociendo todavía la verdad reyelada del Libro
se publican apostillando cn el título, junto al nombre del poeta o dc la obra
Sagrado, pero estando no obstante iluminados por una especie
estudiados, la trillada f<irmula ideada por Pedro Salinas cn r¡n libro clásico so-
breJorge Manriqtre, "tradición y originalidad". Es algo qtre además va mttcho
de luz natural previa a la Revelación, habrían "depositado en
rnás allá de los estuclios medievalcs: teclce el lector la rnuletilla que acabo dc los libros salvados por la tradición" (Foucault, 2005: 41) la pro-
cntrccornillar en ctralquier buscador de internety sabrá p<>r qué lo cligo.
76 11
CUANDO LoS [,IT]ROS ERAN 1,/BRO,I
_Lo_l TE¡YIx9! !4-lllrlryql4glgI r !{!r!!lTu]4
pia Escritura del Libro de la Naturaleza. En el orden de la Es- rl<' trna lógica según la cual no es posible dar con una escritura
critura quedan, por tanto, el Libro Sagrado, los Padres de la Igle- ('rl romance libre de pecado si se desconoce la lengua de la Es-
sia y los llamados "hlósofos" como Aristóteles, auténtica piedra r ritrrra, en definitiva.
angular del tomismo, aunque no debamos ignorar que el pri- EscribeJacques l,e Goff que ningún «avance es seguro si no
mero ejercerá una acción central sobre los otros, dado que como cstá garantizado por un precedente en el pasado" (1999: 292),
dice Auerbach la «pretensión de verdad de la Biblia no sólo es
)'cu ese sentido puede decirse que la escritura(s) es el avance a
mucho más perentoria que la de Homero, sino que es tiránica: través de lo que ha quedado fijado en la Escritura. En cierta
excluye toda otra prctensión,, (1950: 20). El mundo represen- nranel'a, la primera mira hacia el tiempo histórico para captar
tado en el gran relato bíblico aspira a la totalidad y "ro se con- t'u él lo que anticipa el tiempo pleno al que alude la segunda, y
tenta con ser una realidad histórica, sino que pretende ser el
l)or eso diremos que los relatos que conforman el «mester de
único mundo verdadero, destinado al dominio exclusivo" (Ibid.). «'lcrecía" no son sino escritura(s) de la Escritura o, en otras pa-
En cualquier caso, tanto el Libro Sagrado como el Libro de la labras, Libros de (Alexandre, Apolonio, etc.) qlle glosan el l,ibro
Naturaleza, al margen de lajerarquía de cada uno, integran por (Sagrado y de la Naturaleza). No es sólo ya que la glosa y el co-
igual la Escritura. rrlentario de la tradición, el accessus ad auctores, sean una parte
Lo que llamamos escritura(s), con minúscula, tiene ante rlecisiva del proceso de enseñanza para la escolástica: es que son
todo la particularidad de ser obra exclusivamente humana y te- la escritura misma, y dominarlos supone legitimarse en el des-
rrenal, aunque imperfectamente aspire a reflejar como en un cubrimiento y lectura de esa Verdad que todo buen clérigo ave-
espejo deformante a la Escritura. No tiene tanto que ver con el zado en las artes poéticas tiene el deber de hacer comprensible
corpus fijado ya sea a través del canon bíblico o del de la tradi- cn una lengua inteligible para quienes ya no pueden entender
ción, ni tampoco con esa suerte de capa en bruto por desvelar el latín.
que también posee el Libro de la Naturaleza, en tanto que Es- En tanto que parte del discurso que se desarrolla dentro de
critura de Dios sobre el mundo, como con la proliferación de la escritura(s), los poemas del .mester de clerecía" tienen la
Iibros en lengua vulgar y latina (caso este irltimo de la impor- doble propiedad de ser glosas y de poder ser glosados. Así lo
tantísima Alexandreis) que, en última instancia, son glosas del demostraría, por ejemplo, el camino emprendido desde el fran-
Libro en su doble dimensión. La escritura(s) es, por tanto, glo- cés al castellano no necesariamente del latín al castellano-
sa de la Escritura, y si esta última se ofrece como algo ya fijado, -y
que va desde el Roman d'Alexandre de Alexandre de París al Ii-
inmóvil y por desvelar, aquélla nace de ese movimiento necesa- bro de Alexandre castellano, y que desde ahí continúa hacia los
rio para ayar.zar hasta el desentrañamiento del sentido primi- diferentes pasajes que el Libro de Apolonioy el Libro de buen amor
genio oscurecido- de la Escritura. Como es producto demostrarán conocer del segundo, lo que quizá no deba enten-
-siempre
del hombre y se da con frecuencia en las diferentes lenguas derse en términos de préstamo de fuentes e influencias, sino
vernáculas, el carácter de la escritura(s) no es único sino múlti- dentro de este complejo proceso de la glosa que venimos seña-
ple, y su pretensión de verdad no es tan incuestionable como la Iando. Al fin y al cabo "cada discurso se dirige a esta escritura
de la Escritura, pero con todo, y dado que es glosa de ésta a la primigenia cuyo retorno promete y desplaza al mismo tiempo"
cual pretende reflejar en una esfera mucho más humilde, sin el (Foucault, 2005: 49).
conocimiento del Libro no puede ejercerse con propiedad. En- La prosa castellana del siglo XIII enuncia explícitamente,
tre otros indicios, las reformas de Letrán insistirán en que los en no pocas ocasiones, lo que en la cuaderna vía no deja de ser
clérigos estudien el latín, lo cual encaja perfectamente dentro un mecanismo implícito que no requiere explicarse a sí mismo.
7B
7L)
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿1BROS
III
De cómo ese enseñamientopasa de la Escritura a la escritura(s)
nos vamos a empezar a ocupar a partir de ahora. Esperamos de-
tallarlo al máximo en el bloque central de este libro. Lo que
nunca hemos esperado, por cierto, ha sido concluir esta prime-
ra parte de una manera distinta a la que aquí se sigue:
Avemos en el prólogo nos mucho detardado,
si¡;amos Ia estoria, esto es aguisado;
los días son non grandes anochezrá privado,
escrivir en tiniebra es un mester pesado. (c. 10, Berceo, 1992: 50I ).
8o
3.
DE LA ESCRITURA DEL MUNDO
A LA ESCRITURA MUNDANA
enunciadas, y aun resueltas, todas las cuestiones importantes. r'('lnos que esta contraposición de tecnicismosjurídicos entra en
Desde luego que nuestro presente no confirma ese aciago pro- conflicto con nuestra actual valoración de la escritura, puesto
nóstico sobre-la palabra escrita, aunque sin duda haya mucho rlrrc si durante siglos nos hemos acostumbrado a pensar que ésta
en ella de desmemoria, que no es lo mismo que el olvido' Tam- ¡»'etende duraq regenerarse y perdurar en cada lectura, ¿cómo
poco, por cierto, en la concepción medieval de la escritura se \/ir a ser entonces aoz muerta el instrumento más eftcaz conoci-
hace fuerte el augurio. rl<> para mantener viva la memoria, aunque a menudo esto sólo
Por ejemplo ,la Partirla Tert:eta (Título XVIII) hace hincapié l«rconsiga trampeándola? 2. Vayamos poco a poco.
en pleno siglo XIII s¡ «QU€ de las escripturas tanto bien viene Como términos empleados para nombrar hechos literales,
qt.rá.r-, todos los tiempos tienen pro, como que facen membrar rro puede decirse que .vida" y <<muerte» sean otra cosa que la
ló olvidado" (Alfonso X,7972:546-547). Si estas palabras no son rr)anera que tenemos de aludir a dos constantes, pero como con-
las antípodas de la profecía platónica, por lo menos se podría (:eptos históricamente entendidos la cosa resulta bastante más
decir que lo parecen. A nadie se le oculta que decir hoy en dÍa complicada. Ni uno ni otro significan lo mismo ahora que en el
de alguien o de algo que es 'un clásico>>' como lo decimos de Medievo, donde para la sacralización que informa toda la ideo-
Platón, equivale a cubrirlo con el manto de lo modélico, mien- logía feudal la "vida", al menos la vida que se encuentra en el
tras que dil calificativo omedieval» pende un sentido no dema- mundo sublunar, representa lo mudable, lo terrenal y lo apa-
siado amistoso. Y sin embargo, ¿no parece obvio que la asocia- rente, mientras quc la «mucrte» no es otra cosa que la antesala
ción entre memoria y escritura de las Partidas nos es, al fin y al de la "vida verdadera", el acceso a cuanto es estable, celestial y
cabo, mucho más familiar que la que Platón establece entre es- verdadero. Dentro de este horizonte puede decirse que la dis-
critura y olvido?, ¿no parecemos de pronto nosotros mismos se- tinción er,tre aoz uiuay uoz muerta de las Portidas tiene mucho
res súbitamente "medievales, a raíz de lo que leemos en el tex- que ver con esa dualidad sabiamente detectada por Marc Bloch
to alfonsí? al poner de manifiesto que, en el feudalismo, "si el libro favo-
De acuerdo: reconozco que las preguntas están planteadas rece la inmovilidad, la palabra es siempre factor de movimien-
alevosamente. En realidad creo que cualquier respuesta en gra- to" (1986:98). Esto nos permite subir otro peldaño más en nues-
do absoluto nos llevaría demasiado lejos de Platón y demasiado
lejos de la Edad Media. Puede, de hecho, que sólo empecemos
aiomprender verdaderamente lo que significan palabras como 2 En cierta manera, cuando hablo de "trampear" la rncmoria, debo acla-
omedieval, o .clásico, cuando seamos capaces de adoptar una rar qrre lo hago porque no me he dcshecho jamás cle la bclla me atrevería
actitud de prudente distancia frente a ellas, dado que ambas alu- -y
a añadir que discutible- definici<in que Borges da del libro en una conf'eren-
de. a periádos de la historia explicables tan sólo a través de ca- cia famosa. Gracias a ella tengo siempre en mente que hay que añadir a la loca
tegoríás de pensamiento muy diferentes a las actuales qlre, por de la rasa, a la imaginaciírn. Aunque, como digo pre cisamentc que la memoria
cs tramposa, se comprobará que en la definición de Borges que yo tiendo a
,-.0, de st¡-misma historicidad, conviene que sean desligadas recordar la palabra «escritura. ni aparece ni tan siquiera debe darsc por su-
de nuestras expectativas contemporáneas. Pero volvamos a la cita puesta: "Dc k¡s diversos instrllmcntos del hombre, el rnás asombroso es, sin
de la Partid,a Tbrt:era' Si hice trampa es porque el texto no se de- duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microcospio, el
tiene ahí, y así también podemos encontrar en él una distinción telcscopio, son exte¡rsiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; lue-
e\tre aozaiua, la.de los testigos et de las pesqttisas', y uozmuer' go tenemos el arado y la espada, extensiones del braz<¡. Pero el libro es <¡tra
cosa: el libro cs una extensión de la memoria y de la imaginación" (Borges,
,o, que es aquélla que engloba «todas las escripturas de qual
1998:9). Lo discutiblc, creo, es que la memoria y la imaginación no lirrmcn
,utr.i.u qttier q'e 5s¿n" (1972:546-547)- Si nos fijamos bien, r'e- parte del cucrpo tanto corno la vista o el brazo.
84 85
CT]ANDO LOS LIBROS ERAN ¿/BROS
DE LA rlsCR|ruRA q!!lylrllg n L. r llcRfruRA-MUNDANA
137
86
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/BROS
DE l:4 p!§¡!}rEA rrEL MTTNDO A LA ESCRTTURA MTTNDANA
Así, con Esuitura del Mundo aludimos de manera general a la lt¡s dos Libros 1 la
consideración global, típica del Medievo, del Mundo como espa- "lógtca delspeculum,
cio definido por la Escritura. Se trata de una imagen que se desdo- Airadamos algo más a eso que venimos ilamando Escritura d¿r Mun-
bla en dos direcciones, ya que la Escritura del Mundo la confor- tltt O, para ser exactos, inürtamos el orden de los términos para
man, por una parte, la escritura de todo Io creado por el Creador i,dicar que el mundo es una escritura definida por la dualidaá de
(es deciq la que componen las líneas del Libro cle la Naturaleza) libros: el Libro Sagrado y el Libro de la Naturaleza.ya la Biblia
y, por otra, la escritura que no siendo obra inmediata de Dios sí r¡fiece en sus inicios una primera imagen del Libro de la Natura-
que se supone directamente inspirada por Ét (es decir, la del Li- Icza enrollan como un libro los cielos, (Isaías, 34, 4)_ a
bro Sagrado). Por esrilura mundanahabremos de entender, en cam- <:uyo
-"Se
ciere final también asistiremos cielo fue relirado com<¡
bio, aquélla que simplemente se considera producto de la mano rrn libro que se enrolla, (Apocakpsis,-.,Yel
b,l4)-, posibilitando a rra_
del hombre, obra de la criaturay no del Creador en la que se enun- vés de ella el surgimiento posterior de ,na imigen doble del Li-
cian una vasta serie de cliscursos en lengua r',ulgar que, infatigable- bro que sólo se explica gracias a Llna secuenciide pensamiento
mente, se desprenden como glosa de la primera glosa de bastante clara: si la creación es desencadenada por el verbo, como
-como
la Escritura del Mundo- según las más estrictas leyes del vasalla- el o:enes'is, el Fin de los Tiempo. q.,. p.oilama el Apocalipsis
je, pues con ella el siervo glosa la obra de su Señor. Entre estos 'eza
será el acto de cierre perfecto para ese Libro abierto .o, el üer-
úrltimos discursos se cuenta, por supuesto, cl de ese conjunto de bo, lo que significa que cada cosa que ocurre sobre la tierra no
textos por la cuaderna vía que tuvo lugar en la Castilla del siglo deja de ser una página, apenas una línea, de aproximación sucesi_
XIII y que nos es conocido como «mester de clerecía". vahacia el punto y final de ese Libro de la Naturaleza cuyas claves
Se trata de ver hasta qué punto el romance castellano se dota, deben buscarse en la Escritura del Libro Sagrado.
gracias a la escritura "a sílabas contadas" o al "fablar curso rima- No debe, pues, extrañarnos que en la Europa del siglo XII
do por la cuaderna yf¿", del arrr.azón rítmico y formal necesario proliferase con cierto énfasis la idea de que el mundo -..u .,.,
para hacer de la escritura mundana el reflejo de la Escritura del libro escrito por la mano misma de Dios, y en el que ya estaban
Mundo. Reflejo imperfecto, desde luego, dado que las cosas per- dadas las claves de todo cuanro podía ser sabido.
-q"i)ael
fectas preceden a las imperfectas de la misma manera que el Crea- ejem-
plo más claro de esto lo constituyan los versos iniciales del
dor precede a la criatura y la Escritura del Mundo a la escritura Rhythmus ,.lter, en los que Alain de Lille se vale certerame,te de
mundana, pero reflejo, también, más digno y "sin pecado" que esta concepción libresca universal:
el que surge del quehacer de esos.juglares sujetos a las vacilacio-
nes de la voz, por ejemplo, siempre cambiantes y por lo tanto Omnis mundi creatura,
siempre c<¡ndenables..|ustamente en eso consiste 7a humilitas que Quasi Iiber, er picrura
Nobis est, et speculum.
caracteriza a nuestros poemas: en hacer que su escritura se ase-
Nostrae vitae, nostrae mortis,
meje a la Escritura sin variar en lo más mínimo el sentido de ésta,
Nostri status, nostrae sortis
sin subvertirjamás el orden sacralizado cuyo reflejo siempre bus-
Fidele signaculum. (pl 210, c<>1. 579).
caráy encontrará su fundamento último en el Libro, ya que es al l'Toda criatura del mundo, / como un libro, y una pintura / es
siervo a quien le corresponde glosar la yoz de su Señor y no al de nosotros, y un espcjo. / De nuestra üda, de nuestri muerte,
,/
revés. Otra cosa es que, donde vive la uoz muerta, como llaman de nuestro estado, de nuestra suerte ,/ nos da fiel testimonio.']
las Partitlas a la escritura de los hombres, vive también la historia
sobre la que versa este libro.
8rl
89
CUANDO LOS LIBIioS L,RAN ¿/ARO.S DE LA ESCRITURA DEL MUNDO A LA ESCRITURA MUNDANA
Hugo de San Víctor, por su parte, formulará la idea de ma- <krse frente a frente como si de un espejo se tratase, surgirá en-
nera bastante nítida al obsenar que el mundo «es CZSi un libro tlc ellos un espacio propicio para una pluralidad de libros cuyo
escrito por el dedo de Dios,4, reproduciend<¡ con ello una de «rbjetivo último siempre será Ia glosa de estos dos primeros. Por
las múltiples formas adoptadas por esa dualidad típica de Ia ('so no es arriesgado decir que la clave de buena parte de la es-
sacralización fer.rdal en la que venimos insistiendo. Para ésta no < r'itura medieval, aun siendo muy compleja, pasa por un meca-
hay cosa sobre el mundo que, a la manera de las letras de un nismo relativamente sencillo: si las letras del Libro de la Natu-
libro, no posea un sentido más allá de ella misma susceptible raleza, escritas directamente por la mano de Dios, habían que-
de ser descubierto por la glosa, pues el paradigma toma- rlado oscurecidas después de la Caída relatada en el Gé.nesis, en-
mos deJuan Escoto Erígena- establece que «no hay -que
nada visi- tonces será necesario volver a hacer visible, mediante el Libr<t
ble y corpóreo que no signifique algo invisible e inteligible" 5', rcvelado, el sentido primordial de la naturaleza todavía reco-
algo en 1o que tarnbién insistirán los clos de San Víctor: Ricar- nc¡cible en la persistencia de ciertas huellas e indicios confusos.
do, al declarar qlre «todo cuerpo visible tiene una similitud con Ante todo se tratará de restituir el sentido primigenio del Li-
algún bien invisible,6, y Hugo, al referirse a las especies del bro del Mundo tal como era antes de ese oscurecimiento, de
mundo como «signos de lo invisible" 7. Amparado por esta dua- modo que cada tentativa de escritura en \/ulgar muy espe-
lidad, y ya en el siglo XIII, San Buenaventrra lanzará su gran- cialmente si, como es el caso aquí estudiado, proviene-y del esta-
diosa máxima, duplex est liber, distinguiendo entre un Libro cuya mento de la "clerecía"- habrá de basarse en el .como cliz la
función pasa por atesorar Ia eterna doctrina y sabiduría de Dios, scriptura» o, lo que es lo mismo, en el apego a las claves del
el que nosotros llamamos aquí Libro Sagrado, y otro constitui- Libro Sagrado que no son sino el camino hacia el restableci-
do por el propio mundo sensible, al que nos referimos como miento definitivo de la escritura primera del Libro de la Natu-
Libro de la Naturaleza 8. raleza. Podemos deducir que escribir un Libro en romance pasa
EI alcance de esta duplicidad del Libro será amplísimo, pues siempre, después de todo, por hacer que la escritura en vulgar
a medida que el Libro de la Naturaleza y el Libro Sagrado se se mire en el espejo de la Escritura del Libro Sagrado o en la
vayan asentando dentro de la cosmovisión medieval, colocán- del Libro de Ia Naturaleza. No por casualidarl cierto romancea-
miento castellano del mapamundi isicloriano, que pudo trasla-
darse directamente de las Etimologíashacia 7223, adopta el títu-
lo nada equívoco de Semeianga del mundo «por razon que paresce
1 'quasi quidam liber est scriptus digito Dei' (Lruditionk didascalit:ac,Yllt,
en el todo el ordenamiento del mundo assi como en espeio,
en PL176. Col. 811).
l' 'nihil enirn visibiliurl rerllm corporzrliumque est, ut arbitror, quod non (1959:52). Tampoco es casual que uno de los primeros inten-
incorporale quicl et intelligibile significct' (De diaisione naturae, V 3, en PL)22, tos de compilación jurídica del reinado alfonsí se recogiese bajo
cols.865-866). el título de Espécukt (Alfonso X, 1990), dado que el libro siem-
6 'IIabent tamen c()rporea ornnia ad invisibilia bona sirnilitudinern pre es el espejo donde se refleja todo, desde el orden del mun-
aliqrranr' (Be'njamin major, PL 196, col. 90). do hasta el de las leyes.
7 'sisna sunt invisibilirmt' (Ilierarchiatn colestent. expositio, PL775, col. 954).
8 Puede hablarse, por tanto, de una
La cita complcta, err rcalidad, dice lo siguiente: "Duplex est liber, unus "lógica del spec,ulum" y de
scilicet scriptus lndus, qui est Dei aeterna ars et sapientia, et alius scriptus foris, su articulación en torno a la idea de los dos Libros como clave
scilicet mundus sensibilis" ['Doble es el Libr«r, uno escrito por suptresto en el para la cornprensión de una buena parte de la escritura medie-
Indo, que contiene la eterna doctri¡ra y sabiduría de Dir¡s, y otro escrito firera, val, aunque para el caso concreto de la cuaderna vía castellana
qrre es por supuesto el mundo scnsiblc']- Prrerle encontrarse sin prclblernas del siglo XIII la expresión deba ir prudentemerrte enrrecomillada,
en Curtius (1955:450).
9a 9r
!WI PE L4 Plc¡lIqB4 trE!_]4!Ipq A LA EscRrrrrRA MUNDANA
ya que no se trata de señalar sin más en ella que al rncntos cardinales de su producción poética. En ese sentido, la
estilo de Io que hace Curtius- las formulaciones -digamos
explícitas del l/ida de Santo Domingo de Silos, por ejemplo, no es sino la narra-
toposretórico constitllido por la met¿ifora libresca. De hecho, como ci«in de una sesla cabdal ode que farié el omne un libro general,
tal topos, la metáfora que equipara al mundo con un libro suele (v. 487d, 38l), ptresto que en ella el relaro hagiográfico sólo pro-
darse de manera bastante más explícita en la prosa castellana del
Hr-csa a través de la imagen del libro que abre y cierra los mo-
siglo XIII que en el verso. Una de sus más explícitas formulaciones rnentos más importantes de la üda del santo:
la encontramos así en Libro de los cien capítulos, donde se asegura "esti libro finamos,
(.lt otro contendremos" (v. zg8d, 331);
"Querémosvos otro
eue «el mundo es como libro, e los omes como letras e las planas libriello comenear» (v. 289a, Ibid.);y segundo libriello avemos
como tiempos, quando se acaba una plana se comienza otra" (1998: "el
lrcabado ,/ queremos empeqar otro a nuestro grado, (w. 533bc,
105). Dicho ejemplo, además, parece calcado de este otro del Z¿'- It93). En total tenemos una sucesión de rres libros que en última
bro del caball,ero ZiJar
"el mundo es como letras, e las plauas escriptas instancia glosa, reflejándola aunque sea imperfectamente, Ia ar-
como los tienpos, que quandcl se acaba la una comienza la otra" quitectura tripartita de un Libro Sagrado cuyo argumento gene-
(1982: 250). Támbién el Libro d¿ k¡s bumos lrouerbios afirma que el r'¿rl se centra en el antes, el durante y el después de Cristo, de la
"sieglo es atal commo la figura en el pergamino que quando do- rrrisma manera que los tres libros de la Vid,a de Santo Domingo de
ble el una parte paresqe el otra" (1970: 7l).Y aun el Se.ndebar cas- §llos narran respectivamente los orígenes humildes del santo, sus
tellano desarrolla la veta misógina de la imagen, al hacer excla- urilagros en vida y los acaecidos tras su rnuerte. Prefiguración, re-
mar a uno de sus sabios que «aunque se tornase la tierra papel, e velación y presencia son momentos significativos lo mismo en el
la mar tinta e los peces d'ella péndolas, que non podrían escrevir relato cristográfico que en el hagiográfico.
las maldades de las mugeres» (1996: 154-155). Pero la cuaderna Como sucede con el misterio trinitario que encierra la Es-
vía, ciertamente, va por otros derroteros a la hora de valerse de la critura, para Berceo la naturaleza ternaria de la hagiografía está
imagen especular libresca, de modo que en la producción de los sujeta a un principio de unidad que asegur¿ «eue sean tres los
poetas del «mester» éstos prácticamente no lleguen nun- libros e uno el dictado" (v. b33d,393). Si, como hemos visro,
-aunque
ca a transparentarla poniéndola en primer plano o aludiendo ex- clentro de la Sacralización todo lo visible es signo de algo invisi-
plícitamente a ella como sí hace la prosa- la nlógica del speculum" ble, la tripartición de la Vida de Santo Domingo tte Si,los no pr.rede
será propiamente la lógica que active todo el mecanismo sobre el ser fruto del azar, sino el resultado de la minuciosa cadena de
cual se sostiene su escritura. Será, en suma, la lógica que hará po- semejanzas por la cual se descubre que las cosas de la tierra re-
sibles nuestros poemas tal y como son, y el hecho de que no se flejan imperfectamente las del cielo:
detengan a cada paso a explicárnosla no quiere decir que no es-
tén producidos desde ella. Corno son tres pers()nas e una Deidad,
que sean tres libros, una certanedad,
Por eso nuestra labor consiste en hacer visible lo que en Ios
los libros sinifiquen la sancta Trinidad,
poemas de la cuaderna vía castellana se da de manera implícita
la materia ungada la simple Deidad. (c. 534, 393).
en todo momento, en subrayar aquello que no puede suprimir-
se sin que su portentoso armazón se venga abajo. Pensemos en
Por eso toclas las analogías confluyen, hacia el final de la obra,
Gonzalo de Berceo, quien no se para nunca a exponer la idea
en el certero propósito que el poeta sabe declarar con eficacia:
como sí lo hacen a veces los prosistas de la literatura sapiencial, «renunear vos queremos en un libro certero" (v. 530d, g9S).
y en quien sin embargo la palabra "libro" (el Libro que lee y
Berceo ha logrado al fin hacer w Libro (de la uida tle Santo Do-
glosa, y el Libro de que é1 mismo escribe) vertebra no pocos mo-
mingo de Silos), y por eso l1o nos extraña que con la Vida d,e San
92 97
I
desde su condición de clé- Irrales prácticas "literarias" y la lógica escrituraria del Medievo,
io posibte paá q.rien toma la péñola
(v' 488d' 249) o directamente no se entendería, sin tener en cuenta este modo
rigt: libro es complido gtuiiut al Creador" '
"el «l«: conocimiento por analogía que, sustentado sobre la seme-
jrrrrza, caracteriza a las sociedades dominadas por la sacraliza-
La "inte4tretación sacra,m¿n¡o,l" d'el uniaerso r i<in. [,os estudiosos de la estética medieval suelen emplear la
rr<¡ción de "universo simbólico» para referirse a este particular
San Agustín hace ver que gracias al castigo
impuesto al hombre rnodo de conocimiento analógico tan característico del perio-
porsu"soberbia,conel.que-culminaelepisodiobíblicodelacon- rlo, aunque el tema es en realidad mucho más peliagudo de lo
Su
iusión babélica, la oscuridad de la Escritura adquiere sentido' (llle parece. Y lo es, en primer lugar, porque la distinción entre
discurso al respecto, pienso, se sustenta sobre cinco ejes: l'" la
sínlbolo y alegoría resulta siempre demasiado resbaladiza y, en
Libro Sagrado ha sido dispues-
abundancia cle-hguras y tropos del sr'¡4undo, porque no conviene perder de vista que el glosador
;;;;. la Providá.iu éomá recordatorio de lo poco que se esti- rrrcdieval se sitúa ante la perspectiva de un universo cuya oscuri-
manlascosasqueseentiendenconfacilidad(Dedoctrinachristiana' rlad no es sí lo es para nuestra visión postromántica- el
Libro II, \rI, 7); 2.o se conoce cualquier cosa con más gusto
por -como
síntoma de una realidad insondable, sino precisamente el manto
,"-.¡urrru, porque lo que se busca con trabajo agrada mucho más r¡rre encubre la promcsa de un espacio aprehensible. Un espacio
ul ,.i err.o.rtraáo (De doctrina christiana, Libro II' VI'
S); 3'" para
irrrnenso, sí, y sin duda hermético, pero al fin y al cabo finito,
saber captar estas semejanzas hay que tener en
cuenta que nin- ¿rlrarcable y regido por las leyes de ttna ratio superior. Digamos
gfr" racional brillá por su propia luz' sino por la participa- (llre en la Edad Media el universo no es un espacio cuyo enigma
IiO, "f-"
qr. en ella opera laluz verdadera que proüen1 de la
natu-
orcierre lo indefinible, sino lo verdadero.
act:úa'
ral.za de Dios (DáCiaitale Dei, X, II); Espíritu
4'" el San-to
Hace ya medio siglo que Thomas R. Hart se refirió a la oin-
de
por str parte, como Verbum perfectumdifusor de la abundancia tt'rpretación sacramental del universo" (1959: 19-20) como cla-
medida en que cada
iu pr*á similitutl,opor todas ias criaturas en la vc para descifrar la compleja poética del l,ibro de buen o,mor, y
(De 'frinitate, \1, 10' 1 1); y 5'" de todo
.,rru d. ellas puede captarla :r(:aso tal etiqueta, tomada en un sentido mucho más general,
criaturas'
ello se deduce que hiy que conocer al Creador por las rros sirva ahora para acotar brevemente las directrices por las
ci",tu y dig"u proporción de éstas el vesti-
descubriendo en una (lue se explica una poética que no se desenvuelve exactamente
Mucho más tarde'-en-
gi" a. la Trinidad (De'frinitate,\T, 10, 12) ' rlcntro de un "universo simbólico", sino en el espacio concreto
algu-
ire 1258 y 7265,prácticamente por los mismos años en que «lcl imaginario feudal sacralizado. Hablar de una «interpreta-
pudieron escribirse o cir-
nos de los poemas por la cuaderna vía « i<in sacramental del universo" y de un
"universo simbólico" no
connatural al hombre
cular, Tomás de Aquino insistirá en que es ('s exactamente lo mismo, porque la relación del símbolo con
de las sen-
llegar al conocimiénto de las cosas inteligibles a través lrr cosa simbolizada, algo enigmática desde el Romanticismo, tie-
sibles, sistema para el cual emplaza el Aquinate el
incontestable rrr: un grado de arbitrariedad que no encuentra correlación con
Sigrada Escritura, que describe las cosas esprrlttla-
modelo de la lir minuciosa red de equivalencias que hacen posible la alego-
les con ejemptos de cosas materiales' Desde ahí el siguiente paso
r'ía medieval. Por lo general, dichas equivalencias no se dan en
será ineiitable, las cosas sensibles, en cuanto tales' no pertene-
ll alegoría a través de ligazones abstractas entre las cosas, como
signos de las
cen al culto o al reino de Dios, sino que son sólo sí ocurre con el simbolismo, sino mediante el reconocimiento
cosas espirituales que caracte rizan a éste (Summa Theologiae' lll rlt: trna .fbrma sustan.cial que reviste su materia. Cuando, coll su
C. 60 a.4).
95
94
_ cuANpo Los LrBRos LRAN L_!!\9, _ DE LA ESCRITURA DEL MIINDO A LA ESCRITURA MUNDANA
habitual perspicacia, C. S. Lewis observaba que los más apasio- En un soberbio trabajo recurrió Michel Foucault al térmi-
nados amantes de la poesía medieval suelen verse fácilmente ¡r«r latino signatura para, lejos de toda abstracción simbólica
arrastrados por la tentación del simbolismo, cayendo a menu- rrrodernizante, hacer alusión a cómo las semejanzas ocultas se
do en el error de confundir lo alegórico con lo simbólico, no rnanifiestan en la superficie de las cosas a la manera de .una
andaba en absoluto desencaminado. nr2rrca visible de las analogías invisibles" (2005: 3b).
eue la rea-
El caso es que las figuras que protagonizan los poemas del li<l¿rd medieval no se aleja en absoluto de esta episteme cuyas lí-
«mester» (como Alexandre, Apolonio, Fernán González,los san- rrcas magistrales fueran delimitadas por el filósofo francés lo
tos y santas de Berceo, etc.) no suelen ser simbólicas en el sen- «k:muestra, por ejemplo, la manera que tiene de prevenirse con-
tido de que sólo nosotros les otorgamos, posteriormente y a tra- tr.a las malas lecturas el Calila e Dimna, en el que el lector (u
vés de nuestra lectura ya un tanto enajenada, cierta apertura oyente) es comparado con el hombre que, llevando nueces sa-
inherente al símbolo que en su origen nunca tuvieron. Por ejem- n¿ls con sus cáscaras, no se puede
"dellas aprovechar fasta que
plo: en sus versiones castellanas, tanto a Alexandre como a lirs parta etsaque clellas lo que en ellasyaze" (1993:92). Huel-
Apolonio les suceden mil aventuras llenas de otros tantos deta- ga, además, decir que la llamada «prosa sapiencial,, como pro-
lles, pero más que "simbolizar» nada .alegorizan», es decir, «fi- sir descriptiva del saber, insistirá mucho en esto. Tenemos otros
guran» el sentido moral que puede colegirse del relato de sus rrril ejemplos: todo el Setenario es en sí mismo un modelo de cómo
vidas, que es lo que realmente importa por encima de t<¡dos los llevar el principio organizador de la semejanza este caso te-
matices contingentes de la narración. Dicho sentido no fue en -en
lida a partir del número siete- hasta sus últimas consecuencias;
su origen "simbólico" , id est, abierto a un amplio rango de in- una suerte de animismo sustancialista desplaza, en el Lapidario,
terpretaciones subjetivas de todo pelaje, dado que la verdad que la importancia de la forma exterior hacia cierta ürtud de las co-
ponen una y otra vez en escena ya tiene unos lazos muy claros sas que «p?resce en unas mas manifiesta, assi como en las anima-
que la atan con las verdades que se refuerzan en cada nueva les et en las plantas; et en otras mas ascondida, assi, como en las
recitación: la Caída en la que desemboca la soberbia, como el piedras et en los metales" (Alfbnso X, 1981: 17);y, en el Libro d,e
Ángel expulsado del Paraíso, en el caso de Alexandre; y la bue- los buenos proaerbios, el segundo de los sabios adüerte
na muerte de quien sabe vivir con la paciencia y humildad que do en parte la teoría agustiniana sobre la confusión -repitien-
babélica-
su condición requiere, a la manera de un Job cuya historia se que pueden "llegar los coraqones a saber lo encubierto quando
hace indefinidamente presente, en el caso de Apolonio. Los les encubren la carrera por o llegaran a ello, ( 1970: 51).
otros mil detalles con los que los recitadores debieron divertir En los poemas por la cuaderna vía, sin embargo, la inter-
en ambos casos a su auditorio, fuese éste el que fuese, sólo sir- pretación sacramerltal del universo hará qne la historia tempo-
ven para verificar con la repetición, legitimándolo, uno de los ral concreta, la qtre se mide en términos de tiempo terrenal,
pilares ideológicos más imprescindibles para el feudalismo: que sea percibida también como una forma visible de Ia analogía,
todos, reyes o no reyes, señores o siervos, somos vasallos del Se- llegando a ser considerada una mera emanación de una Histo-
ñor en la tierra, y que por Io tanto debemos aceptar sus desig- ria Sacra que, esta vez sí, se mide en términos de tiempo pleno
r-rios sin intentar cambiarlos. Como pensaba San Agustín, la os- y está revelada en el Libro. Así, el mundo sublunar no es sin<r
curidad de los relatos no llega a ser nunca un obstáculo insalva- el indicio pórtico- del mundo verdadero del cielo, y por
ble, sino el verdadero acicate para descubrir al Creador por las eso Berceo-el encuentra evidencias en la Vida de San Mittán de ta
criaturas, a lo verdadero por lo figurado, y al sentido moral por Cogolla de que el vasallaje de Castilla y León a los árabes
el relato dual, etc. "dolió
de coraqón al Rei celestial" (v.375c,221), pues no obstante el
96 97
cLrANpo Los LrBRos ERAry ¡,14ROS I)ll l.A IISCRI'l UIlA Dhl- ML)NlX) A l.A ESCRI I UIiA MtrNI)ANA
Creador ha mostrado sobre Castilla .fuertes signos qe lis era A Ti fue dicho "Ave" del ángel Gabriel,
irado" (v. 376a, Ibid.). La int Dei de este ejemplo no es una biervo dulq e süave, plus dulce que la mel.
Tú nos captén en pae, Madre siernpre fiel,
fantasiosa invención del auto¡ sino algo plenamente visible en
tornó en Ave Eva, la madre de Abel (c.2, 1073).
el hecho de que, junto a otros signos, perdiese "el sol la lumne"
(v. 378c, Ibid.), manifestándose con ello una semejanza entre la
Sabemos que Berceo glosa aquí, muy literalmette, el Aae,
ira por el sometimiento de Castilla y León a los musulmanes y
uno de los himnos atribuidos a Venancio Fortunato:
mu.ris stella,
la atestiguada en el Libro Sagrado por otro acontecimiento ab-
solutamente central de la Historia plena: "plus pavoroso día Sumens illud ave
nunqa amaneció, / sinon el viernes santo quando Christo mu- Gabrielis <¡re,
rió" (v. 379cd, 223). Las figuras del l,ibro del Mundo son glosa- Funda nos in pace,
das de este modo por un Berceo que sigue las claves del Libro Mutans Evae nomem (P¿ 88, col. 265A) .
Sagrado la lectura que de él cree erróneamente Berceo que ['Tomando aquel "Ave" / que dljo Gabriel, / mantennos en paz,
-y
hace SanJerónimo- con el propósito ode contarvos los signos / mudando el nombre de "Eva"']
secundo lo leemos" (v.377b,227).
La copla es un ejemplo impecable de cómo se va de la Es-
Con especial nitidez se mostrará esta «interpretación sacra-
mental del universo>> en la mariología cristiana, puesto que en
t:ritura (en este caso Ia de Venancio Fortunato) a la escritura
con una efectividad estética algo más que notable, pero si la cosa
ella María constituye la pieza central que atesora las llaves
atesti las claves en el tu buen cintero" leemos en el Duelo -"bien
de la
quedase restringida a ese único aspecto se nos escaparía el sen-
tid<¡ histórico del asunto. El núcleo de la organización feudal
Virgen (v. 88d, 827)- capaces de abrir las puertas que comuni- I
()()
9B
CI]ANDO I-OS LIBROS ERAN ¿/IJRO.! DE LA ESCRITURA DEL MUNDO A LA ESCRITURA MUNDANA
tro Dios se hace, a través de María, nuestro hermano" (P¿ 158, l)r'ender el latín de la Escritura. Por eso contar la historia de
col. 9578) e. Así fue como María acabó por convertirse en la ( lastilla es también, et el Poemo d¿ l'ernán Gonzá,lez, hacer visibre
pieza clave del Misterio de la Redención para la cultura medie- l^ Historia del Libro concretándola en un nombre reconocible.
val. Por supuesto, el tema de la paranomasia anagramática Ave/ l,,l conde recibe la promesa de ayuda divina por boca de fray
Eva en lengua vulgar no es un invento de Berceo. Este lo trasla- l'clayo, quien no por casualidad le exhorta a, de alguna manera,
da al castellano, fielmente como hemos visto, de Venancio sirber leer los trazos de ese mundo que es un Libro: .departir
Fortunato, pero de hecho la formulación más conocida hoy qui- lrim el signo quanro mejor sopieres» (v.241c,94). Luego, ál epi-
z.á sea la de Gautier de Coinc¡ y aún sin salir del suelo peninsu- s,dio cumbre de la Batalla de Hacinas no podrá por tanto ... r,
lar, la que también encontramos en las Co,ntigas de Alfonso X. nrcro golpe de dados en el campo de batalla, de manera que clran-
Con todo, difícilmente puede encontrarse un caso de esa espe- «lo una serpiente aparezca sobre el cielo en pleno fragor de las
cie de búsqueda permanente del sentido primigenio de las co- irrmas, la explicación alegórica será inevitable: oAlgun moro as-
sas más sintético y certero que el de Berceo: Eaa era el Aae, y troso que sabe encantar / fizo aquel diablo en sierpe figurar, (v.
en ese nombre también estaba anunciado el fruto inocente, no .170ab,132).La serpienre es un elemento del todo éspeáble
toda
manchado por el pecado, de la maternidad de Eaa, Abel, como \¡cz que lo que los moros pretenden cambiar en la batalla es el
en María iba a estar el origen de la Salvación frente al origen scntido moral mismo de las líneas del Libro, intentando trasto-
de la Caída en Eva. f,o que asombra es su pericia para conden- ('rrr esa Escritura del Mundo en la que la victoria del conde, y
sar toda esa historia en un hábil alejandrino: tornó en Aae Eaa, ¡r«rr ende de Castilla y de la cristiandad, ya debe estar preüsta.
la madre de Abello. (lrre al artífice de tal tejemaneje se le califique de astroso es la
Debemos insistir siempre en que para los poetas del .mester rinica salida posible ante quien hace
"figura¡» por su propia cuen-
de clerecía" narrar es glosar los signos mediante los cuales la his- t¿r cosas que sólo pueden ser accesibles al Creador, y la derrota
toria terrenal va corroborando los designios de la Historia Sacra, i,fringida a los moros no será sino el castigo que irremediabre-
haciéndolos reconocibles ante un auditorio que ya no puede com- rncnte conlleve el pecado de su soberbia.
Thmbién, entre los muchos que ha¡ merece consignarse un
cjcmplo de .lectura sacramental del universo» especialmente
e 'Deus n()ster es factus per Mariam frater noster' (P¿ 158, col. 9578).
,otable en el L,ibro de Alexand,re. En este caso nos referimos al
l0 Incluso la variante litúrgica de la cuaderna vía berceana es en sí mis- ¡rrodigioso pasaje comprendido enrre las coplas 2508 y ZíLZ, en
ma un claro caso de lectura sacramental del univers<¡. Com<¡ los ejemplos son
t:l que se describe la visión aérea de que el maced,onio goza cuan-
clemzrsiaclos, nos basta esta copla d,c Del sacrifirio d¿ la misa para entenderlo: <lo emprende un sorprendente viaje por los cielos merced a un
"Toclas cstas ofiendas, las aves e tranados, / traen significanga de oscuros man- carro tirado por dos grifos. Como es largo y merecería comen-
dados; / todos enJesri Christ<¡ hi fueron acabados, / que ofreció su carne por tario más exhaustivo, no vamos a reproducir el fragmento en
los nucstros pccados." (c. lB, 951). Una vez más parecen reviür aquí ciertas srr totalidad, limitándonos simplemente a señalar cómo la visión
palabras de San Agustín pertenecientes a De Ciaitatc Dei (X,5): "illa sacrificia
per se ipsa non requirere f)enm, quibus significantur haec sacrificia quae
rlel mapamundi antropomórfico que Alexand,re contempla es
requirit. f)s¡¡5" ['Dios no exige aqucllos sacrificios por sí mismos, sino por lo introducida por esta estrofa:
qtre significan'l (2006: 608). Si los elementos de la liturgia actíran a la mane-
Solémoslo leer, diz'lo la escriptura,
ra de "figuras" que remiten a lo dicho en la Escritura, la propia misa no es
que es llamado mundo el omne por hgura.
otra cosa que uno de estos sacrificia a los que se refiere el de Flipona, cs decir,
la puesta en escena de un rito consistente en la descodificación y la lectura Qui cornedir quisier' e asmar la fechura,
clel Libro, qtre tienc corn<¡ fin significar en la tierra lo quc zrguarcl¿r en el cielo. entendrá que es bien razón sin dcpresura (c. 250g,6g6_6g7).
suANpo Los LIBROS ERA
DE LA ESCRTTURA P! l!!!!9 I L4 Ps!!]M4,llr.rryi'!I4
ro2 ro3
p!l A ESCRITURA DIIL MIINDO A LA ESCRITIIRA MUNDANA
cuANpo l-o-s LIBROS ER4I 1-18{9 X
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cuANPo Los LIBBq! !¡4ry !/!4qr DE LA ESCRITURA DEL MUNDO A LA ESCRITURA MUNDANA
Berceo af,trma en Llna conocida cuaderna de la Vido de Santo Podemos suponer, pues, que el «román paladino" de Berceo
Domingo rte Silos querer .fer una prosa en román paladino" (v. rro se legitima tanto por la elección de una detcrminada len-
2a,259),y lo rnás obvio que puede decirse es que con ello desea grrzr (el román castellano, ciertamente humilde para transmitir
que se le entienda. Pero lo más obüo es también aquí lo más com- lrr e'losa de la Escritura) como por el yo e.stamenlalen que ésta es
ple.jo, porque escribir una hagiografía en una lengua r'T rlgar, y en t'ntrnciada. Berceo se presenta, ante todo, como un digno ser-
una forma que tal vez estuvo pensada para ser declamada de viva virlor de los santr¡s cuya vida traslada del latín, un humilde sier-
voz, no cleja de ser una operación que conlleva una doblez in- vo de Dios y un buen vasallo de la misma Virgen María que pue-
quietante: la de escribir, aunque sea con el mayor de los cuida- rlc lracer "a los bárbaros fablar latinidad" (Himnos I, v. 3b, 1071),
dos, sobre las materias más altas en la lengua más ínfima. Es cier- l)('ro en sentido estricto puede decirse que es un transmisor, al-
to que no hay ninguna razón seria para oponerse alJorge Guillén grrien que traslada la Palabra a la lengua corriente con sus pala-
que explica s[mo «poesía y prosa son aquí términos inseparables" lrlas corrientes. Un buen exponente de la "clerssf¿» y su
(1972:11), pero no por ello debemos descartar que la palabra ,,ü)ester», en suma.
«prosa» pueda referirse, también en este caso, a algo mucho más Por razones similares no debe extrañarnos que el anónimo
concreto: la secuencia que se canta o se dice después del aleluya rrrrlor del Poema de l'ernán Gonzítlez empiece por declarar su pro-
o del tracto en la misa 13. En uno y otro supuesto, de todas fbr- ¡r«isito de "fer Llna prosa» (v. ld, 41) al tiempo que se encomien-
mas, la archicitada «prosa» de la Vida de Santo Domingo de Silos rlir ¿r la Trinidad: .En el nombre del Padre que fizo toda cosa, /
parece apuntar hacia la cualidad rítmica o mrrsical del verso. Pero rlt'l que quiso nasger la Virgen preciosa / e del Spiritu Santo,
bástenos con señalar que quizá lo realmente interesante del r¡rre igual dellos posa» (rl/. labc, Ibid.). A lo que viene después
«román paladino" en el que escribe Berceo es que, sin el conoci- s«'le llamará indistintamente «román», «romanz» o «romanee»,
miento previo de la Escritura, setía imposible de imaginar siquie- l)('ro no será sino un relato más acerca de cómo la verdad inva-
ra, lo que nos sitúa ante el ya mencionado problema de Ia ten- r i;rble de la Escritura acaba por estar
"figurada" hasta en el úl-
sión entre la Palabra y las lenguas, dado que lo opaladino" no tirrro pliegue de cuanto sucede en el mundo (así la lectr¡ra dual
deja de ser Io que nace de un lenguaje mundano (es decir, del ¡rclrnite deducir que el conde libera a Castilla comoJesucristo
romance «en qual suele el pueblo fablar con so vssine", \'. 2b, lil>cr¿r a la Iglesia, que Dios interviene siempre a favor de sus
259) que, tlna vez es puesto en escritura, debe asumir la respon- li«'les, etc.), es decir, de cómo el Libro de la Naturaleza refleja
14.
sabilidad cle su propia perduración Iursta en el más mínimo detalle lo revelado en el Libro Sagra-
rlo, lo que para mostrarse sin pecado no debe glosarse a la ma-
ncm de los.juglares, sino a través de la regularidad de una cua-
rlcrna vía que hace de la lengua vulgar un reflejo
13 No digo 1o cle to,mbién en esle casopor capricho, pues dicha acepción ya irrr¡rerfecto talvez, pero al fin y al cabo reflejo- de-indirecto,
la Palabra.
la emplea Berceo dos vcces en Del sa,crif,citt de la misa,, y por lo tanto formó parte De esta m¿lnera los clérigos del «mester" se constituyen cr)
cle su vocabulario poético: *La Prosa rinde gracias a Dios nucstro §sfr6¡" (y. 44a,
lnlu suerte de intermediarios entre el cielo y la tierra, y por lo
963); .Cantando cl responso, la laude e la prosa, ,/ viene cl Evangelio, razón
dulz e sabrosa " (,r. 45ab, Ibid.) . t:rnto no debe extrañarnos la retahíla cle invocaciones que, en-
la A propósito de la voz r lrrr-iladas hacia la consccución de una escritura .sin pecado,,
"palaciino" como sin<inirno cle lcnguaje
rnunda-
no, nnevamentc encontrarnos un ejemplo en Del Sat:riJicio de la misa, donde se cnr:¿rbezan las obras del «mester» para encornendar la tarea de
tilcla cle "paladina" a la voz del obispo, es deci¡ a la t'oz quc se alza en la plaza ls<'r'ibir en lengua romance a la benevolencia divina. El poeta
pública de nlanera alta, clara e inteligible entre las gcntes: 'Otra cosa signifi- tltl Libro de Apolonio clice, en el nombre de Dios y de Santa Ma-
ca esta voz paladina" (v. 7Ba, 973).
ro6 ro7
pElAFS(-R|'
CTJANDO LOS LIBROS ERAN LIBROS _
ría, "c6¡¡¡psner hun romanse de nueua maestría» (v. lc, 71), lo ¡losición, los poetas del "mester de clerecía" se someten riguro-
cual ya hemos visto que significa escribir en una lengua que no siunente a una serie de preceptos (gramaticales, retóricos,
es la latina, pero con Ia destreza en una for- ¡rr'osódicos, etc.) que sirven para ofrecer una obra ausente de
ma métrica que no obstante imita -transparentada
la de la poesía eclesiástica tlrchas formales, una obra libre de pecado "literario".
latina- de quienes dominan las materias de la Escritura. La cla- No vamos a explayarnos ahora nuevamente en la trabuca-
ve de la «nueva maestría" del Libro de Apolonio reside en el lo- rlu cuestión del pecado "literario" del omester», pues en el epí-
gro de una consonancia perfecta entre forma y materia, sólo al grafe anterior nos acabamos de referir a ellay, por si fuera poco,
alcance de quienes por su condición son duchos en la práctica sr¡bre el tema ya se ha escrito muchísimo. Como además este
de los saberes. La correspondencia entre forma y materia, por libro trata de decir algunas cosas interesantes acerca del fun-
« ionamiento de una determinada escritura, que no necesaria-
lo demás, se hace evidente en Tarsiana, euien «otro mester sa-
bía qu' es más sin pecado" (v.422c,215) para mostrarle en un Iuente es identificable con la voluntad de hacer «ll¡s¡¿¿Ll¡¿», pro-
momento dado a Apolonio no ser una .juglaresa de las de buen st'uuiremos afirmando que el «mester de la clerecía" es también
mercado" (v. 490c, 236). Lógico, pues Tarsiana, aunque lo des- cl intento de lidiar con la oscuridad del Libro (Sagrado y de la
conoce, es la hija de un rey entendido" (v. Natr.rraleza), y por lo tanto algo producido por, y centrado en, la
-Apolonio, "clf¡igo
510b, 242)- incapaz por natural eza de <<rezar>> otra cosa que no cscritura. Una escritura impresionante, por cierto.
sea "hun romanQe bien rimado" (v.428c, 277).La forma en que Empecemos por apuntar la importancia del ritmo, que en
se dirige a su desconocido padre no hace sino evidenciar la ma- nuestros poemas siempre <<es un elemento sustantivo" (I,ópez
teria de la que ha surgido, la sangre de la que proüene, de la l,)strada, 1984: 468). El .mester de clerecía" convierte al poema
misma manera que los clérigos, con la forma de la cuaderna vía,
('ll <<un juego de espejos y pausas, pies y rimas, dise-
-sonidos que se reflejaran los unos
ños formales y diseños semánticos-
no hacen sino transparcntar la perfección de la materia que, de
forma humilde pero sin las fisuras abiertas por el discurso de t'n los otros, con el luzbélico empeño de introducir también en
losjuglares, glosan dignamente «en román paladino". t'l lenguaje humano la fascinante invención divina de la sime-
¡¡i¿" (Rico, 1982: 141). He ahí la clave de la regularidad de la
« opla cnaderna. Y es que parece claro que, entendida dentro
Fablar curso rimado rlc esa dualidad inherente al feudalismo y de esa "lógica del
.tPeculum" en las que tanto insistimos, la regularidad de la cua-
Prácticamente todos Ios términos que desde el siglo XIX han <lcrna vía responde al intento de reflejar en la lengua vulgar,
servido para conceptualizar una escuela poética Ilamada «mester irunque sea pálidamente, la impecable regularidad de la Escri-
de clerecía,,, tales como "juglaríar, .curso rimado", «gran maes- trrra del Libro Sagrado como del Libro de la Naturale-
tría», «mester sin pecado», etc,, se encuentran en la cuaderna za- -tanto
de la misma manera que las catedrales góticas, siguiendo
segunda del Libro cle Alexandre. De la misma manera, ese acopio los patrones de la semejanza, pretenden hacer visible el acto
de supuestos historicistas decimonónicos que dieron lugar a una grandioso de la Creación, reflejándolo, a escala modesta y ex-
insólita distinción entre dos .escuelas" o «mesteres" a partir de « clsa a un tiempo, dentro del espacio urbano. Por algo los poe-
dicha estrofa suele estar interiorizado en la lectura refie- rnas por la cuaderna vía pueclen considerarse una especie de
ro a la lectura de manual- que todavía hoy hacemos -mede ella. « ¿rtedrales en verso.
Casi todo el mundo conoce la siguiente interpretación más o Los discursos sapienciales de la época aluden a un vehícu-
menos prototípica: si los juglares, representantes del .mester de Io, el vcrso, que en virtud de sus cualidades rítmicas y de su na-
juglaría", descuidan la forma y apenas gastan cuidado en la com-
ro8 r09
CtIANDO LOS LIBITOS EITAN L/ÍlROr-
DEL MT]NDO A I,A ESCRITURA MUNDANA
turaleza mensurable constituye un medio privilegiado para lo- ,rsí. talnbién, se explica la actitud entre reverencial y temerosa
grar en las lenguas vulgares un efecto de semejanza con la Es- r¡rrt'c'l gran desfile de sabios que pululan por Ia prosa castella-
critura, hecho en el cual radica parte de la enorme importan- rr;r <lcl siglo XIII muestra hacia el versificar, porque la forma clel
cia del versificar como herramienta preferente en la transrni- lcrrutraje siempre revela es signo de- la materia moral del
sión y práctica del saber. Por ello uno de los filósofos del Libro rluc se r,ale de ella. Alfonso -y X constituyc el ejemplo más eviden-
de los buenos prouerbios se propone enseñar a su discípulo diez
t('(te esto úrltimo al escribir en galaico-portugués sus devotas Can-
artes en otros tantos años, y empieza por mostrarle "la gramáti- //t7¿,r, pero también los poetas del «mester", sin pareccr un caso
ca y versificar" (1970: 62), precisamente las clos destrezas que t;rrr palmario como el del rey Sabio por no recurrir a otra len-
están en la base de todos los saberes. Frente a la prosa o el pro-
¡irrit distinta del castellano, son un paradigma de eso mismo, pues
pio habla¡ el Libro de los cien capítulos nos demuestra qlre el ver- vrr hernos señalado antes que Ia fbrma en la que escriben, Ia cua-
sificar es "partido sin yerro e ayuntado por se so» (1998: 118). r lt'r'na vía, requiere de una serie de destrezas y saberes a la altu-
Pero, además de estas virtudes, el versificar también supo- u de la materia glosada, y por tanto sólo puede ser formulada
ne un conflicto y comporta una doblez peligrosa. Ya hemos vis- ,,sirr pecade» por esos scholares clerici que constituye ron el
to antes cómo las Partidas alfonsíes preüenen contra los copleros nr(:ster de clerecía".
que al poner por escrito sus inventivas hacen que la difamación
Que el saber y su posesión debían estar pe rfectamente resu-
perdure. Hay más testimonios de este tipo: el Libro de los cien l:r<l<¡s lo demuestra el hecho de que, hacia la segunda mitad del
capítulos advierte, por una parte, de que quien "da algo a los sirrlo XIII, quedase estipulada er,la Primeta pañida (Título M, Ley
versificadores ondra a sí e a sus parientes" (1998: 119), pero por XTMII) la obligación de los clérigos de conocer las artes del
otra no deja de notar que esos mismos versificadores «cuentan 'lii.ttittm, «para connoscer e entender aquello que leyeren e por-
mal a quien quieren, fazenle heredar vergüenqa e mal precio e (lue ayan entrada para entender las Sanctas Scripturas" (Alfonso
durable" (118-119); el Sócrates de las Flores de filosofía, al me- \, 1984: 140). Y es que, en última instancia, el llamado 'friuium
nos en el manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid, no r onsiste precisamente en Lrn aprendizaje sobre la trzrslación, glo-
duda en preferir al «ome que su saber uenge a slrs versos" (tr'lo- srr y transmisión de la Escritura del Libro según el siguiente es-
res defilosofía, 1997), etc. Pero, por encima de estavisión más o
lrr¡zo: la Gramática es «arte de aprender el lenguaje clel latín"
menos preventiva, la rima y el verso gozan de una mayor consi- (lltid.); la Lógica 5i¡ys «para saber e entender e connoscer e de-
deración frente a la prosa debido precisamente a que, bien en-
tendidos, son una buena cura contra el peligro de soberbia que ¡rirltir la verdat de la metrtira" (Ibicl.) ;y la Retórica es "sciencia
(lrre muestra ordenar las palabras apuestamente e commo
siempre ater.aza a la escritura humana, a la cual le confieren corrtriene, (Ibid.). Ver córno todas estas maestrías confluyen en
unos límites dispuestos para no traspasar la barrera del pecado lrr escritura del «mester>> no es difícil: al ser "de clerecía" se le
que supondría violentar esa glosa de la Escritura que siempre srrpone conocimiento previo de la Escritura latina; al ser "sin pe-
en última instancia se persigue.
Así, la valiosísima versión castellana de la gran obra de
Brurretto Latini, el Libro del Tesoro, no deja cle advertir de que
"el sendero de fablar en rima es mas estrecho & mas fuerte, asi 15 Una vez rnás cl Lib'ro de los cie,n utpítulo.s nos ejernplifica la irnportancia
commo aquel que es qercado & enqerrado de muros & de setos, rlt'l versificar como parte de la fonnacirin intcgral dcl prín<:ipe: "Aquélla es
que quiere dezir de puntos & de cuent<¡s & de qierta medida, rrol¡leza durable la que es contada por vicsos rirnados c pcnsaclos. l,a nobleza
de que onbre non puede nin debe traspasar» (1989: 182) 15. Y r¡rrc cs calladir c olvidada al ticrnpo, lucgo cárnizrs'e piérdes'lrrego. F'aredes
lricn en fázer vezes a vuestros fijos vcrsiñcar" (I998: I t9).
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DE LA ESCRITURA DEL MUNDO A LA ESCRITURA MUNDANA
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CUANDO t-OS LIBROS ERAN ¿/AiO^§
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EI- SABER l)tr LOS HON'IBRES
CUANDO LOS LIBRO.S ERAN ¿/BROS
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CT]ANDO t,OS I,IBI{OS ERAN LIB?()S I'L SABER DE LOS HOMBRES
no le revele nada al infante sino a través de la transcripción, en ('ll que se encuentra rer,elado en elLibro hasta una lengua ca-
un espacio externo para ambos , de lodas lo,s estrellas e todas las fc- ¡raz de ser entendida en la recitación por aquellos que no per-
guras-e totlas las (.'osas. LIn espacio, decimos, externo para ambos: l('r)ecen propiamente a la "clerecía".
iu, pu."d., del palacio; pero también un espacio bien delimita- Es lógico entonces que, en el Poema ile Sanla Orio, Berceo
do y nnito: el palacio mismo. Hablamos, pues, de "finitud" como rros avise de que la materia que relata no ha surgido de su pro-
.,rrá d. los rasgos definitorios del saber sacralizado del Medievo, ¡ria inventiva, sino cle un libro previamente escrito por alguien
y lo hacemos isí porque consideramos que el saber tiene unos nriis autorizado propio confesor de la santa- que él única-
rncnte se limita -ela trasladar con el consiguiente riesgo cle
ií-it., cuya imagén definitiva está todaúa a la espera de ser com-
pletada, sí, pero unos límites al fin y al cabo' Unos límites que :rvcnturarse a errar durante el proceso: "la materia es alta, temo
bi.r, yu ha áispuesto como autor del Libro de la Naturaleza e (luc pecaremos ,/ mas en esto culpados nos seer non devemos,
inspirador del Libro Sagrado. / ca ál non escrevimos, si non 1o que leemos" (w. 9lbcd , 521).
No es difícil darse iuenta de que la concepción medieval l)e igual modo, en el Poema de Fernán Gonzálezvemos que al con-
del saber está imbuida por un claro sentido del límite. Y de he- rlc se le aparecen en sueños San Pelayo y San Millán, recordán-
cho, desde el momento mismo en que el Medievo empieza a <lole el primero los principios de vasallaje universal sobre los
fbrjar los primeros fiutos de una compleja 'literatura" au-tóno- (lue se sustenta su.jerarquía militar:
e\ roman, dicho sentido suele ha-
-J.r..itu en lengua vulgar,no en el modo que tiene Chrétien
Aun te dize mas el alto Criador:
cerse palpable. Fijérnonos si que tu eres slr vassallo c cl es tu Seño¡
de T.áyes de con.lui. Le Cheaalier au lryon, conocido también con l«rs pueblos paganos lidiaras por su amor,
como Yaain: manda te que te vayas lidiar con Almangor. (c. 409, 121).
Crestiens son rolnans cnsil
n'onques Plus conter n'en oi Al declarárselo así, Pelayo cumple su función dentro de la
neia plus n'en orroiz conter ¡rirámide de servidumbres, ya que él también es propiamente
s'an n'i vialt mangonge ajoster (w' 6804-6807, 1999: 207) ' r,asallo del mismo Señor: "Amigo, dicho te he lo que a mi man-
['Chrétien su romance acaba así; / más de esto contar
no oyó rlaron" (v. 472a, Ibid.).Y acto seguido desaparece, dejando a San
y ya rrct oiréis más contar ,/ porque mentiras no quiere añadir'] Millán la tarea de hacerle saber al conde su inminente suerte
/ '
El Señor que crio la tierra e la mar, viujes. Al igual que el propio Dante, y que petrarca algo más
las cosas passadas que yo pueda contar- trrrde, Latini representa ara perfección el prototipo mádieval
-e
El, que es buen maestro, me deve demostrar tlcl l¿omo aialor, y la versión casteilana d,e su iiures triu'fresor, que
commo cobro s' Ia tierra toda de mar a mar (c.2, 4l). rrrlcmás es un impagable compendio del conocimiento d.e su
ticmpo, constituye un ejemplo notabilísimo de cómo el saber
El resto del relato proseguirá con la seguridad de los que pue- sc traslada por las distintas lenguas sin dejar de ser nunca sus-
den narrar "fiera cosa, mas diz lo el ditado" (v. 101c, 66), es de- tirncialmente el mismo.
cir, con la seguridad de los que, como el poeta del I'ernán Gonzá- Respecto a dicha versión castellana d,el Tresor,y más concre_
lez, sort conscientes de que su materia tiene un límite que no ha lamente respecto a la cita que acabamos de reproducir en el
sido establecido por ellos: "Pues quiero me con tanto d'esta razon
¡rárrafo anterio¡ hay no obstante una preguntu q.,e podríamos
dexar, / temo, si mas dixesse que podria herrar" (w. l59bc, 79).
¡rlantearnos sin dejar de observar que su respuest; q.riau resuel-
ta y en el aire al mismo tiempo. Una pregunta bastánte concre_
'fraslación ta, además: ¿cuál es, exactamente, ese libro que Brunetto Latini
lrasladó rle latín en francés? sabemos que Latini, tal cual indica el
Mientras atraviesa el círculo de los sodomitas, Dante se encuen- ¡rropio nombre con que se le conoció, era uno de los más bri_
tra con alguien ante quien no puede sino bajar \a cabeza en llantes latinistas de su tiempo, pero no tenemos constancia de
señal de respeto, pues se trata de su antiguo maestro, Brunetto que compusiera ninguna versión latina anterior al texto fran-
Latini (Inferno, Canto XV). Nacido en Florenciaallá por 1220, cés, ningún Thesaurus previo a la redacció n d,e Li Liares d,ou Tresor.
Latini üajó en 7260 a Castilla con la intención de recabar el ¿Qué sucede aquí, entonces? pues que el Libro que Brunetto
apoyo de Alfonso X para los güelfos sin obtener dernasiado éxi- "traslada" el verbo no debe pasarse por alto- no es nin_
to. Parece ser que de regreso a Italia, mientras cruz.aba
-y
gún libro concreto, sino el saber que atesoran todos los libros
Roncesvalles, hubo de toparse con un estudiante castellano que que derivan del Libro (de Ia Naruraleza o Sagrado) y de la Es_
acababa de dejar Florencia, gracias al cual supo de los sucesos critura, cuya lengua es el latín (de ahí, por ejemplo, él evidente
de Montaperti y su terriblc Ínatar.za de güelfos. Dada la situa- influjo que las Etimologías isidorianas ejercen sobre el rresor).
ción, Brunetto Latini tomó la muy razonable decisión de cam- Nuestro actual verbo «traducir, no es, valga la red.unclanci a, tr:a_
biar de planes y poner mmbo a Francia, donde permanecería ducible en términos medievales. y como los sinónirnos quími-
hasta 126?, unos siete años en el transcurso de los cuales tuvo camente puros no existen, el «t¡¿¡ls.i." del español actual y el
tiempo de componer Li Liures dou Tresor, excepcional obra tras- "trasladar" del castellano medieval no significan exactamente
ladada al castellano tan sólo unos pocos años después, durante lo mismo: nosotros .traducimos, el texto de un determinad<t
el reinado de Sancho IV como Libro del tesoro. 1"t-":
(.: decir, lo que en origen creemos que es de su propie_
Algo de dicha historia queda patente en la versión castella- dad intelectual, sz aerdatt) de una lengua a otra, p.r., io,
dievales se limitaban a.trasladar" laVc.rflad,de la Escritura, que
-e_
na del Tbsoro (Libro I, Capítulo 92), en la que se hace constar
que Brunetto Latini «morava en Francia quando este libro tras- leía, en latín, a Ia lengua vulgar. parte de la diferencia ent.á el
lado de latyn en frances, (1989: 42). A decir verdad, este por- "traducir" actual y el "trasladar» meclieval estriba, pues, en que
menor de dar cuenta de un lugar no debería pasarnos inadver- para este úrltimo el sentido privado de la verdad no existe. Exis-
tido, ya que con propiedad puede afirmarse que la historia tex- te únicamente la verdadcomo tal, y ésta será siempre sustancial-
trral del Libro del tesoro es en buena medida la historia de varios mente la misma, aunque e, el proceso de su transmisión varíen
f22 r23
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿,/AROS EL SABER DE LOS HOMBRES
la capacidad de cada cual para captarla y la lengua empleadir ¡t¡¡¡,,i¡¡¡¡l¿.e. No, al menos, en el sentido que le damos hoy nosotros
para ello, es decir, su fbrma. ,r cs:r lclación entre origi'nal (fuente) y copia (derivado), con la
No debe extrañarnos que la versión castellana de Li Liure:; , rr,rl ¡»'ctendemos determinar lo que es original (es deci¡ en ori-
dou'liesor¡o sea, por tanto, otra cosa que el resultado de la "tras- ¡',r'tr lttrltiedad l»iuada del que lo inventa) frente a lo que es deuda
laciórr" de un corpus de saberes clesde la lengua latina al romancc 1o lo qne es lo mismo, en el fin préstamo tomado de otro). En la
francés y posteriormente al castellano. Así debe juzgarse la pa- rrrr'lnsable cadena de la glosa de la Escritura no hay espacio, como
labra tesoro de su título, entendiendo por tal lo que no guarda ,r rrrcnudo sí lo hay en nuestras interpretaciones actuales, para la
sino "el que quiere en pequeño lusar encerrar cosas de muy rr'¡rr'oducción inconsciente de ese vocabulario econornicista, ya
srand nobleza" (Latini, 1989: 11). Así, estas cosas de muy grand r¡rrc csta no se desarrolla dentro de las actuales relacior-res de mer-
nobleza se "trasladan" desde su estado potencial en el Libro hasta ,,rrl<> sino desde la idea de que existe una lengua del Seiror para
su actualización en las dif'erentes lenguas vulgares, y el proceso, l,r iiación del dogma, el latín, y una serie de lenguas de los sier-
f
como decimos, supone todo un viaje. Un viaje que se hace bas- \'( )s J)ara su transmisión, las llamadas vtrlgares. El viaje de la glosa
tante nítido en el pr<ilogo de la versión castellana del Libro del r.n los poemas del
"mester de clerecía" es así el emprendido por
"Aquí se comienga el libro del tesoro, que traslado
'l-esoro: ltt Verulad, descle una lengua noble, Ia latina, hasta una lengua tra-
Maestre Bmnet de Latin en romance franqes. Et el muy noble lrllirda con noblcza, el castellano Lr otras lenguas l.ulpares, sin que
rey don Sancho [...] mando trasladar de franees en romanQe srrs firndarncntos rnás profundos se \¡ean alterados. Se trata de una
casrellano" (Ibid.). log-ica interna que r.iene a confirmarnos, una y otra vez, qlle cam-
No se me escapa que, cuando hablamos de "traslación» para lrirtn las forrnas que adquiere esa Verdad como cambian las len-
ref'erirnos a uno de los pilares del saber medieval, ponemos el llulrs en la que se "traslada», pero no Ia sustancia de su materia,
acento sobre el doble proceso que lo informa, aparelltemente <lrre siempre será invariable y siempre será noble, y que por eso
contradictorio, puesto que el saber feudal se define por el dina- rnismo requerirá de una adecuación fbrmal a su altura.
mismo y la inmovilidad al mismo tiempo. En tanto se transmite La lógica escrituraria por la cuaderna vía explora de este
viajando de una lengua a otra y del Libro a los libros, es dinámi- rnodo sus propios caminos previos al surgimiento de una insti-
co; y pretende, en cambio, ser inmóvil en la medida en que el ttrción llamada "literatura", y éstos se nos muestran tanto más
fin último que persigue es la quietud, la restauración definitiva sorprendentes cuanto más sc alejan de los nlrestros. Ocupémo-
de las líneas primigenias del Libro a las cuales pretende retornar nos un momento del tópico retórico segírn el cual "el que po-
mediante Ia suma de las glosas. Por 1o dernás, si el f'eudalismo s<:e conocimientos debe divulgarlos" (Cr.rrtius, 1955: 33), pre-
asienta sus bases a partir de la explotación del siervo por el se- sente en el exorclio del Libro de Alexandre
ñor, rro siendo una condición .sine quo non la propiedad privada
Scñorcs, si quisiéredes mio serviqio prencler,
en las relaciones de hombre a hombre, la conciencia de perte- querríavos de grado servir de mio rnester:
nencia de la obra al autor, que se deriva precisamente de la idea devc, dc lo quc sabe, omne laruo seer;
de propiedad privada, no tiene ninguna razón de ser en un rnun- si non, podrié en culpa e en riepto caer. (c. 1, 129).
do organizado a partir de la dcpendencia vasallática.
Insistamos en que, puesto que todo saber nace de Dios y está Lo más obvio que se puede decir es qr,re el poeta presenta un
cifiado en el Libro, la preocupación apreciable en los poemas senicio a través de su .mester», pero lueuo, además de lo más ob.
del "mester de clerecía" por escribir «como diz Ia escriptllra» no vio, bulle entre líneas la lógica intertra clel texto. No siendo éstzr
se explica exactarnente por un pmrito de fidelidad a las fuentes írltima tan obüa, sí que podemos empezar a rcconstnrirla a partir
f24 r2t
cu4lPg r-9r !p¡9! ry4§ rl!ry_I EL s4q!B_PE Lgq
Ugl!!¡!s
de un par de versos que el rnismo Al.exand¡e nos brinda sólo rtn l,rrrr iirlmente siempre será el mismo, el único, el que el Crea-
poco más adelante: «ca los omnes el seso non 1o han por heredat rlnr lur clispuesto. Un saber otorgado a quienes saben Ieer la Es-
/ sino en quien lo pone Dios por su piedat" (v. 57cd, 150). r t¡lur'¿r refiejándola en su propio «mester», como d.e alguna ma-
De hecho, el exordio del Libro de Alexoúra tan apasionada. nr,r'll ya hemos visto que viene a decirnos la famosa cuad.erna
mente comentado a veces en los últimos dos siglos, desarrolla ya rr'¡1trrrda. Un saber que el poeta castellano .traslada, desde, en-
desde la primera cuaderna un topos proveniente del roman fran ltr' ()tros textos, esa Alexandreis que vuelve a hacerse peren_
cés, como nos demuestran los versos iniciales del Roman fu Thibec, il(,ilr(.11te presente tal «cuemo lo diz' Galter en su versificar, (v.
',f 17«', 197).
Qui sages est nel d<lit celer,
ainz doit por ce son senz moutrer
que quant il ert du siecle alez I)u ttidad
touz.iors en soit mes ramenbrez (w. l-4, 2002: 1).
['Quien es sabio no debe ocultarlo, ,/ sino que debe mostrar su li-r el capítulo anterior ya vimos cómo la oscuridad de la
sabiduría, / para que ctrando deje el siglo / sea para siempre re-
l,ls.r'itura era, según la formulación agusti.iana, un estímulo
cordado'].
Irlct'sario para descubrir la compleja red de semejanzas que rige
O los de los l.ais de Marie de France: l;r cscritura del Libro de la Naturaleza a la manera ael I_ltio
Srrgrirrlo. Además, en I)e Doctrino Christiana (Libro I, prólogo,
Ki Deus ad duné escience ll) «lcja patente San Agustín que la facultad para entender las
e de parler bone eloquence r r )sils oscuras que se hallan en la Escritlrra no üene dada en uno
ne s'en deit taisir ne celer,
Irrisrno, a la manera cartesiana antes üsta, osino dada por Dios,3.
ainz se cleit voluntiers mustrer. (w. l-4, Francia, 1993: 89).
l'lstt¡ último hace que la oscuridad de la Escritura no sea ya sólo
['A qtrien Dios le ha daclo ciencia / y al hablar buena elocuencia,
rrrr t:stímulo, sino también un rasgo a imitar cuando lo que se
/ de ello no se debe oculta¡ ,/ sino que lo debe voluntariamentc
m()strar']. ¡rlt'tcncle es poner límites a la posesión de un saber cuya estima
r,s irltísima, puesto que tener que lidiar con la oscurid.ad de la
l,ls« r'itura no sól<¡ es tarea de sabios, sino que debe ser sólo ta-
Lejos nosotros de querer contribuir ahora a las encendidas
rr'¿r de sabios, como muy a las claras se ve en cierta sentencia
polémicas en torno ¿ l¿ "originalidad" o la "ci»tellanidad" del exor-
dio del Al.exandte, sí nos interesa subrayar que su lógica interna se tlc l\¡ridat de las poridades. En ella, el autor afirma haber escrito
desarrolla, a todas luces y como en otros textos de la Romania, a rlt' manera oscura y difícil «por miedo que non caya mi libro
través del mecanismo feudal de la "traslación" clel saber. En defi- rn rnanos de omnes de mal scn ct desmesurados, que sepan de
nitiva, no hay más saber que el que Dios le da a los hombres; y lo rltre non merecen non quiso Dios que lo entendiessen, que
éstos, como buenos vasallos de su Señor, tienen la obligación de t'o f aria grant traycion en descubrir poridat que Dios me mostro»
( l'scudo-Aristóteles, 7957 : 32) .
mostrárselo al resto. Otra cosa sería pecar de soberbia.
Así, desde el principio, el monumental Libro de Alexandrenos Como ya hemos dicho, no puede ser viable ninguna con-
sitúra ante la perspectiva de un valioso archivo del saber que, .it',cia de propiedad privada en el acto de escribir desde estos
antes de llegar a estar ahí, ha ido mudando de lenguas y luga- ¡rr»stulados, puesto que quien al hacerlo así se limita a «trasla-
res para continuar después su camino hacia su completa finitud
en otros textos. Insistamos ell que se trata dc un saber qtre sus-
sed divinarn traditarn' (1969:54)
tz6 r27
cuANDo Los l.lBRos ERAN L{48o5 lL l4PELqP lot Hgy!!ti.:
dar" lo que encierra 1¿r Escritura ¡ añade San Agustín, "brrscil r.rrtlirtlicción, pero, como casi todo lo relaci<¡tlittl«¡ <'ott l¡t «'s-
la gloria de Dios y no la suya propia" a. Si, además, saber con. r l rlllla f'eudal sacralizada, lo referente a este pullt() l¿tttllrititt t's
siste en «entender los signos, adivinar la lección de las figtrlirs, r ,,rrr¡llcjo.
tal como en la naturalcza se encuentran o tal c<¡mo las dis¡rr» (lon frecuencia, los textos sapienciales del siglo XIII pitrtcrr
nen los sabios para sutil ejercicio cle discípulos" (Maravall, 19(i7: rlc rurir distinción típicamente medieval er.tre sabery sabidurí«.
230), se entiende que el conocimiento de la Escritura y la priit l, I ral.r¿l es directamente un atributo divino; la sabid,uría. en caII)-
tica de la escritura sean clos de los rasgos más evidentes de quit. lrro, rrn don que Dios otorga a los hombres. Una vez más, el Zi-
nes saben desenvolverse con soltura ante la oscuridad del l,i. ltttt tl.c los c'ien capítulos se muestra taxativo al respecto: «ca el sa-
bro. Precisamente de la escritura dice el Libro de los cien capíht- lrll cs gran de aquel que vos fizo y Ia sapienqia dono de aquel
/os que «espone quanta sciencia es dicha obscuramente, e c()ll r¡rrt' da y tuelle y alqa I abaxa" (58). Quien posee sabiduría, por
ella se ayuntan quantos sesos son esparzidos en muchos luga- lo lirnto, participa parcialmente y por elección del Creador de
res" (1998: 109), y del valor de str oscuridad nos hablan, sin ir rrrur cualidad divina. Pero Dios, claro está, no llama a sus elegi-
más lejos, los propios títulos de ciertas obras como Secreto de los r lr rs al azar porque no escribe el Libro al azar, y de ahí que no
secrelos <'¡ Porirlat de kts poridurle.s, que surgen casi simultáneamentc htya ffazado sus líneas de manera inteligible para el común de
a los poemas de "clereci¿" y desarrollan, como en buena medi lr¡s mortales. Sólo aquéllos que pueden descifiar su oscuridad
da lrace también el Libro de Alexandre, la tradición herurética err sorr los llamados. No extraña que el Libro de los cien capítulos afir-
torno a Aristóteles y Alejandro. r)rc «ca por el seso es la ventura de los omnes, ca non por llinnage"
Quizá el gran tema de la prosa del siglo XIII, favorecicla en (llrid.). Así, por 1o que tiene de participación en el saber divino,
general por los reyes desde Fernando III a Sanchr¡ IV, pasando sc fundamenta la sabiduría como uno de los valores supremos,
por Alfonso X, no sea otro que el de la superioriclad del osa- ¡rcro tal superioridad no se esgrime sólo frente al linaje, sino tam-
ber" sobre el "haber". Dicho tema se articula como discurso in- lrión frente a la otra gran amenaza qlue pende sobre la cabeza
sistente con el fin tal vez de reforzar la imagen regia mecliante rnisma de Iajerarquía feudal como una espada de Damocles: la
el atribr.rto de la sabiduría. Ésta, para cuya adquisición se requie- riqueza, el "haber". Para que el orden se mantenga intacto ha-
re de la mediación de la figura del sabio, dcbc así cornplctar y brá que tener en cuenta que ni el linaje es nada sin la adminis-
perfeccionar el valor congénito del lir-raje transmitido por la san- tración de la sabiduría ni lo es la riqueza. Con la mediación de
gre. Baste con señalar Ia formrrlación radical cle esta idea que los sabios, en cambio, ambas aseglrran un perfecto ensamblaje
encontramos en el Libro d,e los ci.en capítulos: "Más vale enseña- dentro de la cosmovisión fetrdal. Testimonios de esto último no
miento que linaje, ca el ornne bien cnscñado conoscerlo an nos faltan tampoco. El Bonium o Bocodos de oro defi.ende de esta
quantos lo vieren por su enseriamiento, e non lo conocerán por manera la superioridad del .saber" sr¡bre el "haber": "Por que
su linaje si non ge 1o muestran o non ge Io fázen saber" (1998: los sabios saben qué es la pró de la riqueza, e los ricos non saben
I 10-l l1). Dicho de otrir forma: el saber es visible por sí nrismo, qué es el pro del saber. El seso sin enseñamiento es corno el ár-
pero el linajc debe hacerse ver. Referirnos a un szrber visible por bol que non lieva fiuto" (1971: 12). Y las llores de.filosoJía advier-
encinra del linaje, cuando h¿rblamos prcciszrmcnte dc "oscuri- ten que "el saber guarda al honbre e el auer ha de guardar el
dad" como rasgo dctcrminante clcl prirncro, puede pareccr Lrna honbre" (1997b).
Como la oscuridad del saber establece de alguna manera un
criterio selectivo, no clebe extrañarnos que la palabra "clcrecía"
I 'Dei gloriam quaerit acabase por designar, en slrs distintas variantes románicas, no sólo
et non suarn' (1álrl.)
rzu r29
cuANpo Los LrtsRos IBAN 1./4!q{ EI- SARER DE LOS HOMBRES
a los integrantes del estamento clerical sino también al grupo rlc rl,rrl«lc los sisnos litírrgicos tomados de uno en uno, algo que no
los litleratti, versados en las artes libe rales y acostumbrados a dcs- r ¡lrslante
"tanto podrié nul omne nin asmar nin saber; / la virtud
entrañar lo que se oculta tras la oscuridad de la Escritura. Pot' rlt' lrr nlissa quánto puede valer / no lo dio Dios a omne, esto a
eso puede darse el caso de que Berceo nos hable en los Milagnx lrrlt'ncler» (w. 121bcd, 987). Lo único que Dios propiamente ha
dc l¡{uestra Señoro de un "simple clérigo, pobre de clerecía" (v. rlrrr[o a entender revelando el l,ibro Sagrado es la propia oscuri-
220a, 619) sin incurrir en contradicción alsuna, plresto que colt rlrr<l clel Libro de la Naturaleza, la propia oscuridad de su Escri-
clu'igo alude a la condición eclesiástica y con clcrecía a la instruc- tl lr':r, cuyo desvelamiento sólo está al alcance de unos pocos.
ción de su protagonista, dos cualidades no siempre unidas en L,stá al alcance, por ejemplo, de un supuesto SanJerónimo
quien, como en este caso, la misa "más la sabié por uso que por (r'<lieo supuesLo porque la atribución de la obra latina que glo-
sabiduría" (v. 220d, Ibid.). Tampoco es una contradicción que, s:r llcrceo a este santo sabemos que es errónea) que sabe antici-
en el Libro de Apolonio, Tarsiana se dirija al rey, su padre, dicién- ¡xrr los Sl.qnos delJuicio Finalcuando .leyendo en hebreo en essa
dole que «paresQe bien que eres clérigo entendido" (v.510b,242). srr leyenda, / trovó cosas estrañas, de estraña fácienda" (w. 2bc,
Podría resultar hasta aburrido recordar ahora todas y cada una 1043). Algo similar ocurre con el San Millán del que Berceo glo-
de las alusiones a la palabra "clerezía", como sinónimo de sabe¡ s¡ su Vido, cuya sabiduría le llega del siguiente modo: "mientre
que plagan el Libro de Alexandre. Si acaso recordarnos lo que el t'azié dormiendo fue de Dios aspirado, / quando abrió los ojos
joven príncipe macedonio le agradece a su ayo Aristóteles: rlcspertó maestrado" (w. 11bc, 129). Lo mismo sucede enlaVida
"Maes-
tro, tú me crieste: por ti sé clerezía" (v. 38a, 142); y lo que tlt Santo Domingo de Silos, al que Dios y la Virgen María «pusie-
Aristóteles mismo le confirma al discípulo: "Fiio eres de réy; tú r'on en su lengua virtud de prophecía" (v. 260c, 323). Y aún lo
has grant clerezía" (v. 52a, 148). segrriremos apreciando en un Poemo, de Santa Oria en el que el
Entendido como r-roción central alusiva al acopio de saberes <:onfesor de la santa acaba por entender de ésta «que era aspi-
derivados de Ia Escritura, el término .clerecía,, se presenta ideo- lada" (v. 325a,341).
lógicamente como el gran baluarte legitimador de la "clerecía", Pero quizá el texto que mejor ejemplifica la destreza en el
entendida esta vez la palabra como estamento clerical, sin más. clescifiamiento de la «ess1¡¡i¿ad" como merced que distingue
Con dicha noción los clérigos harán valer su autoridad en la al sabio de aquél que no lo es sea el Libro rle Apolonio. f,a histo-
siempre difícil tarea de desentrañar la oscuridad del Libro, con- ria comienza con Lln Apolonio que aspira a casarse con la hija
virtiéndose de paso en los administradores de los bienes supre- del rey Antíoco, para lo cual debe resolver un fatal acertljo que
mos que atesora el saber, como ejemplifica una vez más el Yua,in el propio Antíoco propone: "La verdura del ramo escome la
de Chrétien de Troyes: rayz., / de carne de mi madre engruesso mi seruiz, (w. 17ab,
7f3). Desctrbierto el incesto por un Apolonio
et li clerc, qui sont despanssier "de letras pro-
cle feire la hautc dcspansse frrndado" (v.22a, B0), que resuelve el enigma, el rey cle Tiro se
a cui la chcitive ame pansse. (w. 1169-1171, 1999: 36). verá obligado a trna permanente huída para ahuyentar la ira, re-
['y los clérigos, que son los encargados gia del padre ofendido, no sin antes consultar en su biblioteca
de adrninistrar la alta dispcnsa «sus escriptos et sus estorias notadas" (v. 31b, B3). En otras pa-
a la cual tocla alnra cautiva aspira']. labras: Apolonio será perseeuido por su osadía, pero no por ello
clejará de asegurarse, a través de la consulta de la Escritura, de
En esta línea, Del Sacrifico de kt Misa es todo él una demostra- que la solución por él propuesta es Ia correcta. Más tarde, la
ción, verso a verso, de cómr¡ Berceo va desentrañando la oscuri- resolución de un nuevo acertijo lo llevará a casarse con Luciana,
r30 r3r
W EL=S3B!¡ pE L!§_Iqyrryl
la hlja de un tal Architrastres que, siendo sin embargo rey conto ll;rs literarias, como tienden a reproducir hasta la saciedad los
Apolonio, "non podia entender la fuerqa del dictado " (v. 2241t, rrr¡rrruales de historia de la literatura española, ni la que trata
149) propuesto por Ia propia Luciana, y en el cual no se cifraba rlr' <lelimitar quién escribe mejor o con más calidad .lireraria,,
otra cosa sino el amor que ésta le había procligado a Apolonio lx)r'que las preguntas a las que trata de dar respuesta el exordio
desde el principio. Y, al fin, una serie de adivinanzas planteaders tlcl Libro d,e Alexandre acaso sean otras. Sugiero dos que me pa-
y descifiadas reiteradamente propiciará el reencuentro de ¡r'r'cn fundamentales: quiénes poseen la verdad, y a través de
Apolonio con Tarsiana, la extraüada hija suya y de Luciana, poco r¡rró forma pueden arriesgarse a escribirla sin tacha tomand.o
antes de finalizar el Libro. lr¡uro vehículo una lengua romance como el castellano. Es en
Cada vez que el obstáculo de la oscuridad de un nuevo acer- csc sentido en el que creo que
"fablar curso rimado por la cua-
tijo es salvado, la trama en el Libro d.e Apolonio ayar,za. Con la rk.rna vía" o "a sílabas contadas, constituye un «mester sin pe-
resolución de todos ellos, el orden roto al principio de la histo- ctrdo", contrariamente a lo que se le achaca a una
"juglaría"
ria queda finalmente restaurado. Las cosas vuelven a estar don- rltre haría visible Ia materia ds su «pecadoo en la ausencia d,e
de estaban al principio, los enigmas quedan desvelados, la os- lcglas, la falta de conocimiento y el ultraje a la Escritura. lilt
curidad depuesta. Porque, en ese lento avance que va dejando Se ha querido ver el surgimiento de la ideología clerical
atrás la opacidad de los signos, Apolonio demuestra ser «cléri- ( omo una facción que vendría a hacer frente a las gestas,
y en
go" de los de letras l»ofundado. Apolonio conoce la Escritura, en t:sa línea se ha explicado la recurrencia a la fuente escrita de
definitiva, y con esa sabiduría pasará airoso y sin errar por los irquélla como contraste frente al carácter noticiero de éstas. Di-
caminos de un mundo que ha de olvidarse- para los cha explicación, sin ser en absoluto desatinada, puede sin em-
-nunca
medievales es como un Libro escrito por el dedo mismo de Dios. bargo matizarse. No olvidemos que las historias de la
"juglaría"
se transmiten oralmente, ni que la
fabla por sí misma es tan sólo
y Los Dos «MESTERES»
la voz en bruto sin el auxilio del curso rimado,lo que equivale a
No¡v ¿'.s »ti ¡ocn+nÍ,1: DFT,L SABI:R
decir que es la parte más genéricamente humana del lenguaje
y, consecuentemente, la rnás vaporosa y apegada a la mentira o
Verdad de la escritura, mentira del fablar al error. Por su parte, la
"escriptura», a cuyo amparo insistente-
mente recurren los poemas del
Hemos establecido, pues, que la "clerecía" es una categoría que "¡¡s5¿s¡», representa lo sólido,
alude a un saber centrado en el conocimiento y glosa de la Es- lo que es estable, eterno y derivado de la Palabra del Libro. La
critura. Es evidente que en la cuaderna segunda del Libro de recitación de la cuaderna vía tal vez pudo ser un acto de orali-
Alexandre se aprecia un intento por marcar distancias .o, l¿ ,, ju-
dad muy alejado de nuestro actual concepto de lectura silen-
ciosa, pero es innegable que su elaboración sólo se explica a
glaría", pero no tanto que dicha oposición lo sea erftre dos es-
cuelas o «mesteres» poéticos enfrentados a través del uso de dis-
partir de un proceso de escritura muy riguroso que en su inte-
tintas formas métricas. Mejor dicho: la insistencia en la fbrma rior ha dejado indudables huellas de ir acompañado de una poé-
del exordio del Alexandr¿ no hace sino corroborar lo que veni- tica recitativa. Si prescindimos de ese rigor escriturario, de he-
mos diciendo acerca de que la fbrma no es sino la manera me-
cho, sólo queda lavoz.Ylavoz sin el apoyo de la escritura es
precisamente lo que los poetas clericales hacen quedar del lado
diante la cual se exterioriza la cualidad de la materia glosada, y
de la "jugla¡iv>», zl tiempo que ellos se legitiman anteponiendo
la habilidad para trabajarla un sisno sustancial de la materia
constantemente fórmulas del tipo .sl escripto lo diz". No igno-
moral de sus glosadores. f,uego la auténtica batalla de fondo,
remos que en una cultura centrada en el Libro sólo lo escrito
como decimos, no tiene por qué ser la habitual entre dos capi-
r12 f33
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/BROS Elj ,!lr .?P,_L-gs !9ñr!¡l!
es con seguridad verdadero, y que de hecho las .geslas en sí no l;r ¡ritlabra con los significados de 'habladuría', 'mentira', 'ton-
5.
son nada cuando circulan de manera oral tcr'íu','palabrería', etc.
La .clerecía» trata de evitar y combatir eca dirá el Dos ejemplos: sobre la ira de Dios que irrumpe en el relato
-como
Arcipreste de la lengua del amor- "fabla mintrosa» que carac' tlc l¡ Millán de la Cogolla escribe Berceo que "quant'
Vüla, de San
teriza a las prácticas poéticas netamente orales, y al hacerlo po' ¡.ilrrrrt fire el espanto decir no lo podría, / calo ál após esto todo
demos colegir que no está tratando de contraponer dos lrrt'.joglería" (rv. 384cd, 223); y en la Vida, de Santo Domingt de
«mesteres» o escuelas poéticas, sino esgrimiendo desde su base ,\i/r¡r refiere, a propósito del recio carácter de éste, que
"por nulla
la dicotomía verdad (la de los clérigos con su escritura regula- jorrulería non lo farién reír, / nin liviandad ninguna de la boca
da) / mentira (la de los juglares con su falible voz). En los pri- rk'cir" (w. 89cd, 281). Precisamente este último relato hagio-
meros compases del Roman d'Alexandre francés, texto previo al griifico lo presenta Berceo bajo los auspicios de la verdad incues-
Libro de Alexandre castellano y sin duda una de sus principales tionable que se deduce del hecho de que "el escripto lo cuenta,
fuentes, la problemáticaya está enunciada de mallera muy si- rron jo¡;lar nin cedrero" (v. 701b, 435), asociando claramente esos
milar a como pasaría luego hasta Castilla: rkrs írltimos grupos con un oficio propio de gentes mentirosas y
Cil troveor bastart font contest avillier lx)co apegadas a Ia Escritura. Si la "juglaría" se define por algo,
sicmpre según la visión de los clérigos, es precisamente por su
Si se veulent en cort sort les mellors proisier,
rner-cade<,r con la palabra, como viene a mostrar el Milagro 23 de
Ne conoissent bons mos et si veuler-rtjugier,
Et quant il ont tout dit, si ne vaut un denier, los Milagros de. Nuestra Señora, conocido como «La deuda paga-
Ains convient la lor oevre par peniaus atachier. (Paris, 1994: 72) ' 1l¿¡", que relata la historia de un burgués que pide préstamo a un
['Esos poetas bastardos rebajan los relatos, y por tanto quieren itrdío, recibiéndolo no sin antes tener que escuchar la siguiente
pasar en la corte delante de los mejores; sin conocer las sutilezas rcspuesta: «non pagarás con ello caqurros ninjoglares" (v. 647d,
de la lengua, quieren juzgar, pero cuando lo han dicho todo, su 729).Y esto, por cierto, nos lleva directamente hasta el siguiente
cuento no vale un denario; de manera que hay que remendar los l)unto.
jirones de su obra.'l (;
En el caso del «mester de clerecía" , esos trotteor bastartbíen Olerigos, rqes, caballeros, etcélera ), lras todos ellos, jugktres
pudieran quedar encuadrados dentro de la categoría
-reitera- Como en ninguna otra parte, el discurso de la "clerecía» con-
damente empleada por Berceo- de "jogle¡(¿", sntendida ésta
no sólo en el sentido gremial de'oficio de jtrglares', sino tam- clenando el mercadeo de los juglares se halla en un complejo
bién en lo que tiene de juicio moral merliante la asociación de pasaje del Libro de Apolonio. Este, tras una vida llena de naufra-
gios, desgracias, separaciones y todo tipo de vicisitudes, arriba
cansado hasta la ciudad cle Mitalena, donde el príncipe
Antinágora le advierte :
5 O son apenas el signo flotante de la "labla", falto de anclajc cn la es-
lln la qibdat Auemos hunzr tal juglarcsa,
critura. Lo sintomático es que cuando empiecen a scr prosificadas en las cr«i-
furtada la ouieron, enviaré por essa;
nicas, es decir, cuando pasen a ser ellas nlismas "escriptura", adquieran un ran- si ella non le s¿rca del coraqón la quexa,
concedido la "clerccía"- ¿r null omne de I mundo nol' faeades promesa. (c. 483, 233).
¡4o de verclad que nlrnca antes le hubiera
6 Traduzco a partir dc la vcrsión en fiancés modemo del texto est¿rble-
cida por Lattrence Harf-Lancner (1994: 73)'
Í34 f35
'os EL SABFR DE LOS HOMBRES
116 f37
CUANDO LOS LTBROS ERAN I,IBROS
I]L SABtsR DE LOS HONTBRES
excepcióll que exista cierta connivencia con los juglares que s(, | ,'r XX) se determina algo similar para los caballeros, que plle-
dedican a la mirsica, una de las siete artes liberales. Recién colt- rlcn ¡runtualmente suplir la falta de escritos sobre los fechos de ar-
quistada Tebas, no será sino un juglar el quc sepa ver que clt lrrn lecurriendo a unosjuglares que, en cualquier caso, no dejan
Alexandre "son ajuntados sesr¡ e clerezía" (v. 235a, 194), pero r k' scr un riltimo recurso:
aunquc el que le regala así el oído no llesa a ser del todo un "E ally donde non avien tales escripturas
l.rzicnselo rretraef los cavalleros buenos e angianos que se en ello
mercachifle, sino Cleor, un "joglar cle grant guisa bicn ,r( ('r'tzrvan: e syn todo esto aun fazien mas que losjuglares qlre non
su mester-, / omne bien razonado que sabié bien -sabié
1s6¡" (w, rlixicsen antellos otro cantares synon de gesta, o que fablasen de
232ab, 193), una vez finalizada su loa al macedonio, con la quc lr'< lro darmas" (Alfonso X, 1984: 188-l89) 8.
pretende convencerlo de que no lleve a cabo la quema de Tebas, Ilasta ahí los juglares están justificados como está justificada
éstc se limitará a darle «quanto él se quiso de aver monedado, l,r rrctuación de Cleor ante Alexandre en el intermedio de la gue-
(v.242b,195). Es lo que corresponde a Lrn juglar, sin más. Y ni u:r, pero todo lo que traspase ese límite será mercadería, «¿vs¡
que decir tienc que acto seguido Tebas será quemada. rrrr¡uedado", comercio, en suma. Así lo muestra la respuesta que I
Con todo, la imagcn del guerrero que en sus momentos de llr lcina Calestris de las amazonas le propina a Alexandre tras su
esparcimiento se vale deljuglar para que Ie procure un solaz pro-
¡rr«rposición de morar con é1 a cambio de suculentos favores:
vechoso no está falta de referentes en Ia letra escrita del siglo XIII ,,( )r'acias Calestris al rey de la promessa-, / non ün' ga-
castellano. H¿rcia 1237, el Librr¡ de los doze sabios (tarnbién conocido nar averes, -dixo
ca non soyjoglaressa" (w. 1884ab, 563). No debe ex-
como Tiactado de la nobleza y lealtad) recomendaba al «rey o Iluñarnos entonces que, cuando Alexandre entre en Babilonia,
príngipe" el «ser escaso en aquellas personas e logares de que se crr el desfile descrito entre las cuadernas 1542 y 7545, el poeta
non espera alguna ürtud" (1975:88), sin dejar de adverrir al mis- cstirblezca una gradación social de orden más que significativo:
mo tiempo y no tan contradictoriamente que se clebe
"a los truha- ¡xrsan los clérigos, el re¡ su corte (senadores, cónsules y prefec-
nes e juglares e alvardanes en sus tiempos e logares conbenientes tos),los caballeros los pueblos a éstos acatan por seño-
fazer alguna gracia e merged, porque deüdo es al prínqipe de en- (v. 1543d, 497),-«eue
es decir, los señores feudales-, el popula-
tremeter a sus corcliales pensamientos algund entremitimiento de 't's"
cho, las mujeres y, finalmente, el "pleit' de los joglares» que «era
plazer" (88-89). Más adelante, la relación de los juglares con los f icra riota" (v. 1545a, 497). Aunque necesaria en ocasiones pun-
señores prácticamente quedaría regulada e:nlas Partida.s, la segun- ttr:rles sin llegar nllnca a ser abusiva, queda claro que Ia algara-
da de las cuales (Ley XXI, Título V) recomienda al rey «oyr canta- bía de los juglares es despachada sin miramientos en el irltimo
res e sones de estmmen¡ss" (Alfonso X, 1991:70), asícomo dis- Iusar de la cola.
frutar.de las estorias e de los rromanses, e de los otros libros que Frente a esta condescendencia, la relación entre el clérigo
fablan de aquellas cosas de qtre los omnes rreqiben alegria e plazer, y el caballero tal y como la producen los textos no llega a ser
(Ilrul.). Toclo esto, siempre y cuando sepa
"dellas usar sinon e n el jirrnás tan restrictiva. Al contrario, puesto que se basa en un per-
tienpo que conüene, de manera que aya ende pro e non danno, f-ecto equilibrio feudal que radica en la necesidad mutua, don-
7.
Qt)id.) En otro lugar de esta misma Partitl,a Seguruta (Título XXI, de el clérigo garantiza el saber y el caballero el linaje. Los romans
r3u f79
CUANDO LOS LIBROS ERAN UAROS EL SABER DF] t,OS HOMBRES
franceses muestran muy a las craras dicha relación, y así err l)<'rrtro siempre de este discurso moral, decimos, el pct:lt«kl
0l
Cligés de Chrétien de Troyes es presenrada com<¡ uno de los rI' l;r :rvaricia será fustigado como causante de uu desordelt qtl('
pl.
lares fundamentales del sostén social desde antiguo: lr,r\l()(1r todos y cada uno de los lugares naturales sobre los que
Ce nos ont nostre livre apris r' \rrstcllta la organización feudal:
Qu'an Grece ot de chevalerie se bien catan, vassallos e señores,
Le premier los et de clergie . Qüando
tavalleros e clérigos, a buelta lavradores,
Puis vil'lt chevalerie a Rome
abades e obispos con los otros pastores,
Et de la clergie la some,
t:n todos ave tachas de diversas colores. (c. 1828,551).
Qui or est an France venue. (1r,. 2g_33, lgTb:2).
['Nos han enseñado nuestros libros, / que en Grecia se honr/¡
la caballería ,/ y también la clerecía por primera vez. ,/ Despuós Y he ahí cómo se acaba por apuntar directamente al corazón
pasri la caballería a Rorna, ,/ y lo rnejor de la clerecía, r k' l¿r relación vasallática entre el señor y el siervo sin la cual el sis-
7 qre ah«r. llrrr¿r de explotación feudal no puede sostencrse, dado que la ava-
ra han venido a Francia'].
rir ilr que se condena proüene del anhelo de bienes materiales o,
Y mucho más allá va el prólogo d.el lloman dc Thibes, en el I r rltre es lo mismo, de la incipiente aparición de un mercantilismo
que se advierte que lo que va a narrarse trata de materias altas, tr¡rlirvía no dominante pero ya claramente amenazador. El resulta-
impropias de curtidores, villanos o carniceros: «e¡ s,en tesent r L r tiltimo de tal intimidación mercantil sólo puede ser el más te-
de cest mestier ,/ se ne sont clerc ou chevalier, (w. lZ_14,2002: rnillle para el feudalismo: que "faz' contra los señores los vassallos
1) t'9.1: se absrengan de esre mesrer, / los que no son clérigos ;u nrar>> (v. 1830a, 551). En consecuencia, el Libro de Alexandre no
ni caballeros']. rlr¡<lará en condenar todo atisbo de resquebrajamiento de un sis-
Hemos de tener en cllenta que cuando se escribe er Libro Icnra, el feudal, que mantenido gracias a las relaciones de vasallaje
de Alexandre, probablemente en el periodo comprendido intentando legitimar en todo momento.
('rit¿i
den_
tro de las tres primeras décadas der siglo XIII, lis condiciones Como parte de esa estrategia de legitimación, se explica de
para acceder a la "clerecía, se han enclurecido notablemente. ¡xrso la forja de un modelo de rey acorde con el prototipo que la
Entre 1215 y 1216 se había celebrado el IV concilio de Lerrán, ,,r'lerecía" puede contribuir a formar: el imperator litteratus, cluyo
cuyo poderoso eco todavía iba a resonar de,tro clel suelo ibéri- cjcmplo máximo se representa en un Alexandre que, no lo olvi-
co en el co.cilio de valladolid (1228). Resultará funclamenral <lcmos, ha adquirido la "clerecía" de su maestro Aristóteles. No
no sólo la imposición del latín como requisito obligatorio para lrirce falta decir que no se trata del Aristóteles de los griegos sino
la formació. clel cler', sin. tambié, el áiscurso máral qrÉ i-- <lcl Aristóteles escolástico. El mismo que, casi como si de una ta-
pulsa Inoce,cio III sobre el desprecio clel mundo. El esiamen- lln pantocrática se tratase, permanece de esta guisa junto al jo- i
to clerical, desde luego, no queda ftrera del disparad.ero de este vcn príncipe en su coronación: "Maestre Aristótiles, viejo e de-
disctrrso moral, y por eso el Libro tle Alex'nclre no se anda corr c:aído, / con sus manos tremblosas, de su capa vestido, / sedié
titubeos a la hora de apuntar al mcrcadeo imperante en la elec- c:erca del réy leyendo en un livro" (w. 204, 187). Probablemente
ción del clero (un clero paradójico, sin .cler-ecía,, y amigo al no pueda haber una imagen más explícita que ésta sobre la au-
igual q,e los juglares del comercio) como u, síntoma deicrer- toridacl qlle, a través de la posesión del saber proveniente del co-
barajuste del mtrndo: .En las elecqiones ancla grant enconía: rrocimiento del Libro y cle los u,ltclores, está tratando de arrogarse
trnas vienen por premia; otras, por simonía; / non demandan
/ la "clerecía". Sólo de esa autoridad puede manar un «réy sabidor
edat nin sen nin clerizía, (w l825abc, 550). e bien letrado" (v. 2160a, 617) como Alexatrdre, el espejo en cl
r40 74\
CTIANDO LOS LIBROS ERAN ¿/BROS
EL SABER DE LOS HOMBRES
r42
r43
CUANDO LOS LIBROS ERAN I,I'RO.'
lin la noche del 24 al 25 de agosto del año 410, por primera vez
crr la era cristiana, lcls godos lograron crlrzar la puerta Salaria
de la ciudad de Roma causando las tropas de Alarico un
sonadísimo saqueo. Poco después, en su basílica de la Paz del
norte de Africa, el obispo de Hipona debió de pronunciar str
conocido I)e excidio urbis Romae sermo, crtyo comienzo es ya fa-
rnoso ("f{srribles noticias nos han llegado de Roma"...). A di-
cho sermón le iba a sucede¡ añ<¡s más tarde, la cornposición de
De Ciuitote Dei, obra en la cual un pletórico San Agustín escribe:
"Llamamos Ciudad de Dios a aqtrella de que nos da testimonio
la Escritura" (XI, I) l. El doctor de la Iglesia ha sabido capt.ar
con suma habilidad varios lugares del Libro Sagrado ("Glorias
se dicen de ti, ciudad de Dios", Saltnos, 87 , 3) , explicando a par-
tir de ellos córno esta Ciudad de Dios no ha sido edificada de
mancra azarosa, "sino por la disposición de Ia srtprema provi-
144
CIIANDO I-OS l.lultos I1RAN /./aRo.t Iit. llliMPO DE LA HISTORIA Y trl IIEMPO I-lN l.AS lllSl'oltlAs
dencia" (lhid.) que acaba por sojuzgar a toda sllerte de entett. riorr, es un atributo del mundo que comenzó, cocxist<: y <k.s-
dimiento htrmano 2. ,r¡nrccerá con é1, pues se trata del tiempo de la criatrrra, <lt.l
Frente a la devastación de Roma esgrime el obispo dc ticrnpo histórico que no puede manifestarse sin hacer visiblc cl
Hipona la f'e inquebrantable en la Ciudad indestructible, en la r rrrubio a través del movimiento. Además,\a aeternitas se definc
Ciudad de Dios. Al hacerlo no cree estar hablando de cuentos l)()r'rrn estado de perfecto reposo, mientras que Ios procesos li-
de romanos ni de historias viejas, sino de algo tangencial testi- rrcirles y los circulares están comprendidos en el tempus.
moniado en la Escritura, construyendo con ello un soberbi<l Por esta distinción básica puede llegarse a la conclusión de
ejemplo de esa "lógica del speculum» que iba regir luego buena r¡trc el saqueo de Roma en sí no es una alteración del orden
parte de las directrices ideológicas de la sociedad feudal. Una tlt'l mundo, sino la confirmación de que todo transcurre según
vez conocida la historia que da lugar a la escritura de De Ciaitate los cauces de la imponente ingeniería divina, de manera que
Dei, la cuestión de la dualidad de ciudades no se nos presenta rrrr episodio histórico bien delimitado, el cataclismo causado en
tan dificultosa en su armazón principal: el mundo y sus estados l{«»na por los bárbaros, acaba por ser integrado dentro de la
sólo reflejan la dupla compuesta por el cielo y el infierno, en la sirnetría que se deriva de la visión del mundo como reflejo im-
que debajo del primero nada es incorruptible y dentro de él ¡rcrfecto del mundo verdadero, del lempus como sombra con-
todo es eterno, como eterno es el tiempo de Dios pero no el tr'¿rpuesta alah;zdela aeternitas.Por eso nos encontramos con
del mundo. Así se explica la fámosa máxima agustiana: "el mun- l¿r ciudad terrena, cuyo fin es el infierno, y con la Ciudad de
do no ha sido hecho en el tiempo, sino con tiempo" (De Ciaitate [)ios, cuyo fin es el cielo; y por eso, también, con los caminos
Dei, Xl, 6) 3. <¡tre llevan a ambas, como leemos en otra parte de la obra:
"Dos
A San Agustín debemos una distinción entre aeternitas y arrores han dado origen a dos ciudades: el amor de sí mismo
lempus que, a la postre, va a resultar fundamental. Las diferen- hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Di<¡s hasta
cias entre ambos conceptos, aunque complejas, pueden sinteti- cl desprecio de sí, la celestial" (De Ciaitote Dei, XIY,28) 4. En
zarse así: en la aeternitcts, que difÍcilmente puede ser compren- definitiva tenemos un hecho puntual, el saqueo de Roma, y su
dida por el intelecto humano, no hay mutación ni sucesión al- cxplicación moral, que viene a establecer como causa de tal sa-
gunas, y por eso existe desde antes que el mundo, con el mun- queo el predominio del amor sui et la criatura que olvida a su
do y después del mundo, pues se trata del tiempo del Creador, Creador sin volverse hacia el aero o,mor l)eis.
del tiempo pleno que no tiene necesidad de cambio en absolu- Pero, además, a partir del siglo XII se trazará una línea di-
to; por su parte, el tempus, que sí conoce la mutación y la suce- visoria entre la aelernitas y el tempus: el aeaum. Relacionado du-
rante muchos siglos con la propia aeternifas hace San
Isidoro, que lo define como «aetas perpetua» -como
emparentada con
eI a.ión de los griegos (Etimologías, V 38, 4)-, la existencia en
2 'sed plane summae dispositione providentiae' (Ibid.). Hay que mcn- oeautn implica las nociones de principio y final, así como la idea
cionar también que, además dc la arriba mencionada entre paréntesis, San de los cambios entre uno y otro, con lo que se desvincula ya
Agustín glosa otras citas de los .Sr¿lmos: "Grande es Yahve h, y muy digno de loa
/ enla ciudad de nuestro Dios"; "el monte Sión, c<¡nlín del Norte, / la ciu-
dad del gran Rey"; ncn la cir-rdad de nuestro Dios, ,/ quc Dios afirmó para sicrn-
pre" (Salmos,47,2,3,9); "¡Un río! Sus brazos recrean la ciudad de Dios, ,/ 4 'Fcccrunt itaque civitates duas amores duo; terrenam scilicet amor stri
sanificando las m<¡radas del AltÍsirno. / Dios está en ¡ncdio de ella, no será
conmovida, / Dios la socorrc al llcgar la rnañana" (Salmos,45, 5, 6). usque ad contempttrm Dei, caelestcm vero amor Deis usquc ad contemptllm
3 'n<¡n est mrrndus factus in tcmpore, sed ctrrn ternpore' (2000: 693). stri'(2001:137).
r46 147
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/BROS
EL TIEMPO DE LA IIISTORIA Y EL TIEMPO EN LAS HISTORIAS
r48 f 4L)
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/AROS EI- TIEMPO DE LA HISTORIA Y L,L'TIEMPO EN LAS IIISI{)I{IAS
aquéllos cuya vida, como es el caso de la de Santo Domingo, r ¡'l-ant' grant será el pregio que vós alcangaredes,
rece que sea puesta por escrito, por ser sustancialmente sigrr (lue a quanto éstos fizieron por poco lo ternedes!
cativa, no conocen la muerte. No, al menos, la muerte c« ¡Salvaredes a Greqial ¡lll mundo conquerredes!
un corte seco y radical que los aparta de la existencia para si ¡()rarvos han buen sieglo los que t'(rs dexarecles! (c. 770, 320).
pre, porque la suya es urla nluerte, insistamos, que sólo sr: t.x.
plica como tránsito hacia la existe.cia plena, como contigüri<lirrl ,\lcxandre sabe que el preqio que puede alcanzarse existirá
de una y otra vida en el tiempo único de Dios. t' t ttrt)um, como e\ aeau?n permanece el ejemplo del relato
tr r r\':u)o, al que insta a superar incluso (que a quanlo éstos fizieron
En ese sentido, Ias vidas de los santos establecen un pal,¿t.
Itttr ltot:o lo ternedes).Y el
buett, sieglo, en este caso, hay que tradu-
digma que la Vid,a dc Santo Domingo dc Sitos representa a la p«.r'
fección: su alma pasa directamente ala aetcrniLa.r, en la quc vi. r rrlo Jror la salvación prometida: una vez extinguida su existen-
r i,r t'n el tempus, los que muestren valor, los que hayan sabido
ven los ángeles, desde el tempus, en el que han habitado con <.1
resto de los mortales. Así, si los santos constituyen el ejempl«l livir su tiempo histórico en tanto que puerta de entrada al tiem-
más evidente de qr-re para la sacralización feudal la vida cristiir- ¡ro ¡rleno, alcanzarán la existencia e\ aeaum.
l¡,1 siegl,o, por cierto, adquiere en el Libro de Apolonio un signifi-
na ejemplar es un tránsito por el tiempo histórico que prefigrr-
r lrr[«¡ casi antagónico al que acabamos de ver cuando, preocupada
ra el tiempo pleno, un bloque rinico comprendido en dos par-
tes clrya totalidad sólo puede ser. concebida por Dios, se entien- lllsi¿rna por la posibilidad de ser vendida como prostituta, dice
de que una vez hayan abandonado el mund.o su ejemplo siga rlr'.irrglaresa para emplearse en un «menester que pueda al sieglo
('nfl¿rnyar» (v 493d, 237). Casi antagónico, decimos, pero sólo casl
sienclo r,álido en el tiempo histórico, qlre es al fin y al cabo cl
tiempo en el que se recitan los poemas. Si en éstos se invita a l¿r l)( )l'que la base es común
en un cierto sentido: si Alexandre anima
rr srrs lrombres a que busquen el bue.n sieglo, es decir, a alzarse con
veneración del santo es precisamente porque su vida se siguc
presentando como algo existente et aeaum. La continuidarl en- lrr r¿loria por encima de la corrupción que conlleva el tempus,
tre un tiempo y otro está representada en la proliferación de llrrsiana busca esquivar los efectos corrosivos de ese mismo tiem-
nrilagros que post-mortemle son atribuidos, y ni que decir tiene ¡r<r lristórico (el siegh por el que también transita el diablo, como
que se trata de una estrategia propagandística ideada para atraer llcgará a afirmarse en el propio I'ibro de Apolonio) qlue le ha tocado
('r) suerte. Un tiempo histórico que además es creído Ia vejez del
a los fieles hacia el monasterio (y, claro está, para obtener una
serie de cuantiosas prebendas por ello). Pero para que funcio- rrrundo, como vamos a ver ahora mismo.
ne es necesario que idcológicamente cale el ejemplo del santo
y de su vida sustancialmente r,álida y diena de ser record.acla (das- - Mu.n,clus senescit,: glosar kt, Escrituro, en la, uejez del mundo
lt,so üos Ja,bktmos rle la su, gran la,uor). Vida, en definitiva, que va
más allá de la corrupción y el deterioro que lleva aparejados el ¡Cuál es la conciencia del tiempo desde la que escriben los poe-
lempus. tas del .fllester de clerecía"? No me refiero exactamente a esa
Desarrollado ell una coyuntura muy diferente, ese mismo lurquitectura cuyo mapa básico acabamos de esbozar en el apar-
lrorizonte ideológico se vislumbrará también en el Libro de Iado anterior, sino al lugar concreto que ocupan dentro de ella'
Alexandru. E,n la exhortación que tras el relato de la guerra de Empecemos por señalar que para entender la relación del hom-
Troya lanza Alexandre a sus mesnadas, clama éste para que sus bre medieval con el presente hay que remontarse hasta la creen-
hombres se lancen a la persecución de Dario y a la conquista cia en las seis edades del mundo, lo que nuevamente nos lleva
del Asia Menor arengándoles lo siguiente: hasta un San Agustín que se las atribuye a la Ciudad de Dios
r50 I'I
CUANDO LOS LIBROS ERAN LA HlllgllA Y !! TIEMP-IN l:As llls'l()ltlA\
'AROS
-EL-rlErllPo-Dq
(De Ciaitctte Dei, XXII,30, 5). Con ello no se aparta ni un ii¡. conlleva una decrcpiltt«l tt'itrltt
¡r,rs¡rt,ctiva del tiempo profano
cle la concepción analógica, puesto que si seis fueron los t illrl,'t'n todo tipo de desgracias apocalípticas'
que empleó Dios en crear el mundo, seis deben ser sus edir ( l<irno esta idea altomedieval fue transformándose hasta t¡tt«.
contituyendo la séptima, en realidad, la edad qlre no corresl)( rl,rr rrrtry matiT.ada en la escolástica del siglo XIII es una hist<>riit
de propiamente al mundo, Ia edad sin tiempo que ha de sol r orrr¡rleja que no vamos a narrar aquí, pero es evidente que,
ell
venir una vez se haya extinguido la criatura en la historia pir l,rs líircás básicas que acabamos de esbozar, no es ajena a la cua-
vivir en la eternidad del Creador. La idea la recogerá tamllid.ll r[,r ¡a vía castellana. De manera implícita unas veces' explícita
San Isidoro (Etimologías, V, 38, 5) al relacionar estas seis eclaclet iltr':rs, empapa el discurso de la "clerecía" orientándolo hacia
del mundo con ()tras tantas del hombre, y pasará de mano e¡l ¡r r¡tre poárámos llamar un apresurado finalismo histórico. En-
mano hasta llegar a la Castilla del siglo XIII. Irr, lirs manifestaciones explícitas de la perspectiva del fnundus
Qrre no era desconocida allí y entonces lo atestigua la pr«r ¡t' t'.sr:itpodemos señalar la tradición peninsular apocalíptica
t t
que
pia traslación del l-ibro del tesoro de Brunetto Latini, dondc se llcr.ceo desarrolla en los signos detJuicio Final, dotde glosa cier-
da buena cuenta (Libro I, 19) de esta parrición séxtuple: to.sermón que fo priso de un santo libriello" (v' lc, 1043)'
Sabet que las edades del sieglo son seys: la primera fue desde Aclan l.it¡ñello a propósito de cuyo autor asegura:
fásta Noe; la segunda desde Noe fasta Abraan; la tercera desde
Trovó el omne bono, entre todo lo á1,
Abraan fasta Davit; la 4." desde Davit fastal tienpo de Far:rn, que ante delJudicio, delJudicio cabclal,
quando el dcstroyoJerusalen & priso los judíos; la 5." fire desclc venrán muy erandes signos, un fiero temporal,
estonee fasta el nagemiento de Ihesu Christo; la 6." es agora des-
que se verá el mundo en presura mortal. (c' 3, Ibid') '
de que vino Ihesu Christo fasta la fin del rnundo (1989: 20).
r12 153
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/A/Ir'S
nL TlEr'qe p! !A ql[9!]4 r !! rLEl{¡g lI l4r ilrs'roRt^S
rt4 frl
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/BROS
EL flLMPo pE LA Hrsro\]4 l_!L r.lEW9_Ery r..As ilrs',rl)RrAs
116 rr7
I
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/AROS EL TIEMPO DE LA HISTORIA Y EL TIEMPO EN LAS HISTOTIAS
r
f59
5Íl
EL TIEMPO DE LA HISTORIA Y E!',I'lllMl'() llN I
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿IARO,S
-
nidad: "Las cosas que se ven pueden narrarse sin falseda«I" ( r[, r.sr.inconsciente ideológico histórico qtto llltl('|{ll'illl l('l¡l'l lllr
r |l¡ristils de Berceo: "Aquí escomies§a-la
estt¡r'iit «lt' Scttrll ttttlll
moktgías, I, 41, 2) la. Sin embargo, no debe pasarllos desapr.r,r.
do qtre la hisLori¿r es ante tod<t una disciplina que pertenc(.(.¡l [tlrllrin, tornada de latín en roman§e, la qual colll)oso M¡tt'sltt'
I irrrrzalo de Verceo" (127). Vayamos paso a
paso'
gramática, «poreue cuanto es digno de recuerdo es confi¡r«lt)
las letras, (Ibid.) t5. ArrtetodopareceevidentequeContarlaoestoriil"tltlS¡¡¡t
No hay fisuras en el discurso isidoriano sobre la historia. l\lillrin es narrar una sucesión de hechos más o menos artilit'irr
rrs, l)ara lo cual el autor se habríavalido de los códigos
dc lir
al menos, si tenemos en cuenta que la sramática es "cienciit «novelar» a esc
lr,, iin. A grandes rasgos, nosotros llamamos
hablar cor-r-ectamente y origen y fundamento de las letras I de los tex-
,rr t(), o inclt¡so *poedzár'. Sin embargo'
una lectura
rales" (Iitimologías, I, 5, I) 16; y si consideramos, también, (l
t,,s ¡ttcnta y libre de prejuicios modernizantes
nos llevaría a cer-
Isidoro (Etimologías, I, 3, 3) emparenta erróneamente la pa y rea-
bra "letra" (linera), no con el griego litos, que indica la perr tilicirr que la ausencia de distinción entre realidad poética
lirlrtd histórica en el Medievo es uno de los aspectos
de su
nencia de lo quc quccla escrito en la piedra, sino con la ritfl
,rltt'ridad que más nos sorprenden (Jauss, 1989: 15)'
En ese sen-
latina legilertt¿, pol'que '¿rbre camino al que lee' (legenti fer). Nof a
tirkr, sólo en la percepción del lector moderno' predispuesta
interesa strbrayar qLle en su definición están asentadas las bastl entre la
,listinguir lo *históriio' de lo 'ficticio', la diferencia
para una concepción de la historia, sostenida sobre la mc«liit.
ción de la Escritura, en la qlle «ver» o «conocer,, con los propüts Itistorla a la que se refiere San Isidoro y la estoria del .texto
ojos no es, como para tluestra percepción post-cartesiana, .v(:r, lx'rceano parece estar clara. Probablemente dejamos de ser
( ()lrscientes, a veces' de que Para la lógica escrituraria
medieval
o «conocer» por un| mismo, sino «ver» o «conocer>> coll $af?lll. No
tías de prirnera mano las letras de la todopoderosa y dual imir- rro siempre existe una eicisión tan marcada entre ambas'
de la
gen del Libro. ,,lvidemás que el poema está escrito desde los postulados
en
El caso de Berceo resulta bastante ilustrativo. La historia sitcralización feu¿it (lo que, por otra parte, queda patente
como sant Millán)' y que por lo
manuscrita de cómo la Vida de San Millán de la Cogolkt, ha llega- la propia alusión al santo Señor
ninguna historia' sino tan
do hasta la versión que hoy conocemos, adernás de ser tirnto Berceo no se está inventando
s«ilo .trasladando, (de latín en romanqe) la estoria tal
como la ha
hartamente compleja, no entra dentro del foco de interés prin- A es-
lttestiguado en virtud de su conocimiento de la Escritura'
cipal de este libro, pero puede aclararnos algo. A todo el trasie- para
t¿ts alturas, me parece que tenemos herramientas
suficientes
go de manuscritos perdidos, copias y reconstrucciones que con-
forman dicha historia, ha logrado sobrevivir un encabezamien- sospechar que el ,onforo no equivale a un acto de "creación"
to que Brian Dutton, el editor que estamos siguiendo aquí, co- ,t. ^utgo qrá o priorisZlo existíiren el *interior" del poeta' siuo
loca al frente del poema y que se me antoja bastante revelador ,"rr.il"lu-"rt. u lu glosa que Berceo hace de un libro preceden-
cuya ver-
te, de una escrituriya fijada y debidamente autorizada
dad quiere seguir tástimoniando en una lengua comprensible
Emiti'ani' qÜe varios si-
;;. .i g..r"roi" los fieles: la Vita Beati' Zatagoza'
la 'quae enim videntu¡ sine menclacio proferuntur' (Iáid.). glor ur-rt.t había escrito San Braulio de
l!' 'quia quidquid dignum mcmoria est litteris rnandatur' (1áid.). Por tanto, Berceo glosa una Vita recogida en una escritura
preüa. Ahora bien, nJes lo mismo contar \na uita dentro
del
16 'scientia recte loquendi, ct origo et fundamenturn liberalium
com-
litterarrrnr' (2004:274). No hay que confundir la Gramática con la Retórica: i'.rdulir-o que escribir hoy una biografía (y menos aírn que
"ciencia <lel bien clecir en las cuestiones civiles" (l)tirnolagías, II, 1. l) ['benc poner una *autobiografía', término que implica una conciencia
clicendi scientia in civilibus quaestionibus'] (352).
t6t
r6o
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/8NOS
ll: r!!Yl9 !E !A HISToRIA.Y EL rlts\1Po 1iN I
t6z t67
EL TTEMPO DE LA HISTORIA Y EL TTEMPO
EryILA'S llls'lolllArr 7
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/ARO,'
-
del sabio que *tritslittlit" itl
rruir irnportancia inusitada la figura
do de Ia única historia imaginable dentro de la sacralización al final, se limita a confirmar unit y ()ll'¡l
,iir, i¡rr.rio un saber que,
dal, pero sin el auxilio último de la Escritura no puede ser vi
rr'/ (lue todo cuanto ha sido dicho y escrito es el acercamit:tttt¡
No en el mundo que de alguna manera tratamos de explicar'
rrrouresivo glosa- a lo que siempre ha estado figurado ctt
este libro. A partir de la Escritura, en cambio, todo cuanto -la
l,' i'i,i"ol" o.il-illr.". Tanto Lib'o d'e Alexandre como el I'i'bro dtt
ce lo hace San Agustín- «no menos preanunciando el "i de esto' y por eso
,,llxtktnioson dos ejemplos bastante.evidentes
ruro qne el-dice
pasado" (De Ciaitate Dei,XYll, 1) 18. Veámoslo. moral de los hechos con-
l
,',', *,r, epílogos hacen surgir el sentido
que acaban de narrarse'
""-Co-o'riempre,
lrngentes
hay que ilustrarlo' A partir de la más
estric-
uSumma retro temporum": utilidad, de la historia
t¡r r:trnciertcia dá vasallaj e'del
Libro d'e Akxand're-<<Señores' quien
El capíttrlo 43 del prinrcr libro de las litimologías lleva por títrrlo rrrrisier' su alma bien s'alvar' / 1,"') 'deve a
Dios ser-vir' dévelo
una conclusión mo- I
De utilitate historia, y si indagamos acerca de cuál pr.reda ser exa('. ii';:;;";; i*. zozo" y c,723)-se extrae I
lirl clara:
siado prometedora: «por la historia, remontándose hacia atriis,
La gloria d'esti mundo, quien bien quisier'asmar'
se rcslrme el cálculo total del tiempo y de los años, y por la suct'
máJqre la flor del campo non la debe preqiar'
sión de cónsules y reyes se comprenden muchas cosas necesarias, ca, quando omne cuida más seguro estar' i
l
(2004:348) 1e. Sería un error, sin ernbargo, tratar <Ie ver aquí una écháIo de cabeqa en el peor lugar'
(c' 2671' Ibid') '
especie de anticipo de la conocida y muy citada observación se l
gúrn la cual "1<-¡s pueblos que olvidan su historia están condena- Esta exposición del tópico del desprecio
del mundo y su glo- I
larzado al aire'
dos a repeti¡l¿", pues casi se trata de todo lo contrario de esc lia (el famoso contemptus mundü "" :: -"'l sermón
j
pragmatismo: a diferencia de los histr¡riadores modernos, los sino la conclusión qrie justifica la utilidad
del relato de la historia
/. que nin
mcdievales no vivían atosigados por la responsabilidad de tener ,L unu¡,gu*-"etá"ui¿re, que era réy {e grant pgder'
que evitar ningún Apocalipsis, sino más bien a la espera inevita- rnares nin lierra non lo podién caber'
(w' 2672ab' Ibid')- orya
ble del mismo. Qrriero decir que el concepto de historia ante el s<¡berbia y ambición no pueden evitar
su final paradójico: "en una
de término doze pies
que los habitantes del Medievo se sitúan no prer,é el desarrollo foya ovo .n cubo u .u",, / qüe non pudo
ello se
de ésta como manifestación diacrónica de hechos, sino más bien ,.í',.r, (w.2672cd, Ibid")'Pata que nos entendamos' conhan aca-
Alexandre
como permanente presencia sincrónica de ese esquema Caída / ,i".r. u á..i, qu. las grandes aspiraciones de
al d3cirlo
Salvación que siempre se encuentra en incansable proceso de ac- barlo sepultadas en ,t""a fosu müúscula' f
tualización o en perenne presente. Conlr¡ sólo hay una verdad, y que comporta la existencia en el1".l*:?1'
tiempo his-
sentido moral pleno
el presente no es más que slr reajrste permanente, tanto en los - - de Alexandre.
tórico
cara de la mo-
textos en prosa como en los poemas por la ctraderna vía cobrará Por su parte, Apolonio nos muestra la otra
ne<la. Su historia lléna de penalidades
nos lo presenta a la ma-
con resignación los envites
nera de unJob paciente que aguanta
l8 'non minus praenuntiandis futuris, quam praeteritis enuntiandis' q". f^ norir.ru l. tiene ieseÑados' pero como sabeal"figurar" lugar na-
correctamente, es decir, actuar siempre de
acuerdo
(2004:328). al final la Pro-
lc 'per historiam surnma retro temporum annorunrque supputatio tural quele corresponde como buen rey cristiano'
perdido' Lo que el
conprehenditt¡r, et per consulim regumque successum munta necessaria videncia interviene restituyendo el orden
perscruntantur' (2004: 348).
r61
t64
9!4lPg_!gc LE¡g§aAN ¿18¡os
EL TIEMPO.DE LA HISTORIA Y EL T -IIIS-I'()RIAS
su historia? Pues éste: rl¿r a los fieles, bien captada en la ejemplar imitatio Christi que
cx¡rlica la vida del santo. Sus huellas sobre la tierra son el espe-
Muerto es Apolonyo, nos a morir auemos, jo cn el que los cristianos deben mirarse para llevar las almas al
por quanto nos amamos, la fin non oluiemos;
tt'ptto celestial, stt paso por el mundo apenas un fogonazo
qual aquí fiziéremos, allá tal recibremos,
allá hiremos todos, nunqua aquí saldremos. (c. lrnticipador de la verdadera vida. Y el poema de Berceo, claro
6bl, Ibid.). cstá, útil. Al menos útil dentro de los cánones de la ideología
Para la .clerecía,, el relato de Ia vida fi'rrdal.
de Apolonio no es útil
tanto por sí mismo como por la conaenientia (en
el sentido
etimológico de ,vecindad de lugares, que la .'linigmata figuraru,m»: escritura de la historia
palatra .o_porto¡
entre la üda figurada en el t.*io y lo
que figura en la ü.da de
todos los que la oyen relatar, tal cual nos
á.¡u .iu.., .t p.i_.. ulrro lfacia el año 1243, todavía en tiempos de Fernando III de Castilla
de los arriba citados (Muerfo es Altohnyo,
nos a morir auemos).Como 1'de León, el arzobispo de Toledo, don RodrigoJiménez de Rada,
hemos dicho con anrerioridad, d"rt ,, de lrabía ya completado su célebre Historia de Rebus Hispaniae, tam-
la ideologi, fiaui-.ro
puede decirse que exisra una separación radical lrién conocida como Historia Gothica. El punto de partida bien
..rt?" la Já. y f"
muerte, ya que Ia buena muerte no es sino puede retrotraernos a una variante de ese tópico del deber que
el comienzo dJ Ia
verdadera vida, en una contigüidad que tiene el sabio de compartir su saber, que por igual encontramos
ha quedado tertin.aaa
p:I relato de Apoloni o (qiat oquí priéremos, a,á tal recibremos en el Libro de Alexandre. En el prólogo advierte don Rodrigo que
:l o
allít. hiremos todos, nunqua aquí saliremos).
En ese sentido, su histo_ los sabios del pasado adivinaron s¡ "la oscuridad de las figuras
ria se sitúa en el pasado, igual que la áe Alexand los hechos del futuro" 21. El prólogo que encabeza la Primera cró-
dar la realidad siempre presente de la muerte
r., páru.*or_
como prolonga_
ción de la vida (por quanto nos emamos, la
fin no oluiemr)$,a;;.
aresriguar la realidad siempre presenre de
:qyrlul:^,
Caída ,/ Salvación que ya se encuentra en
la historia
la Escritlrra 20. elucubrar un poco al respccto, en las qtte tras recibir el condado se dice que
cl ct¡nde «touese por guarido por ello Porquc ueyc que salie de grancl pre-
mia, et por que non aurie de besar mano a ornne dcl mundo si non fuesse al
Sennor de la Ley" (1998: 185). De alguna manera, el vasallaje universal legiti-
20 El nr¡ c()ntar ma el suceso histórico concreto: "Et desta guisa que aqui es contado salieron
con.tr,a'ersi<irr íntcgra en vcrso poenut de r¡er¡tán
ot¡n-
z-ri-lcztos priva,
desgraciadar,entc, d" ,,r, .,pír,rg,, :rcaso ^er los castellanc¡s de premia ct de seruidttlnbre et del poder de Leon et de sus
rnuy sirnilar a estos dos,
s<ilr¡ rrnas líneas de la prosificaciór,.. 1s6¡sss5" (1áid.).
ra i',i*ir. cróni«t oerctrl nospernriten 2t 'enigmata figurarum fitturortrm nr¡ticie' (Xirnenii de Rada, 1987:5).
t66
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CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/BROS
Er,fl4l9LE_!{lISroRrA Y EL rrEMP9 Pl_L:4s rrrsr()Rr^s
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CUANDO LOS LIBROS ERAN TBfOS
EL TIEMPO DE LA HISTORIA Y EL TIEMPO EN LAS HISTORIAS
buen cristiano, su autoridad proveniente de la Escritura. La .cre- cuemo la Ley mandava, ofreqió oblagiones.
recía" recuerda de este modo a Alexandre que nada hay por Confirmoles su Léy e todas sus acgiones. (c. -1143, 407).
encima del Libro, y a parrir de ahí l<¡ recibe tui y .o-o ,. ..iutu
en la siguiente cuaderna: Luego no sólo confirma y cumple con todo ceremonial ca-
Cubrieron las carreras de rosas e de flores t<ilico al uso, tal y como se ve en los dos últimos versos, sino
que pareqién fermosas, davan buenas olores. <¡rre instaura una suerte de pax christiana basada en la exención
Todos levavan ramos los moguelos menores: a la ciudad del pago de tributos fiscales:
¡querién ad Alexandre fer graqias e loores! (c. ll4l, Ibirt.). Soltolos de tributos e de todas las pechas;
mandoles que toviessen laLéy a derechas.
El que a Alexandre le hagan gragias e loores no es una cir_ Mandó todas sus gentes que's tornassen derechas,
cunstancia azarosa, sino algo que nos sitúa en la línea de un ca avié por.jamás con ellos pazes fechas. (c. 7144, Ibid.).
lugar bastante caro al formurismo cristiano. La entrada der
macedonio enJerusalén se lee en la misma clave que la historia Hasta ahí todo parece ir bien. Pero sin embargo ya hemos
sacralizada contenida en el Libro, hasta el p*nto de presentar dicho que Alexandre, sin dejar de cumplir con lo que se espera
a un pueblo que cubre los caminos rJe rosás e rte de un perfecto emperador cristiano, ha leído mal los signos que
Jtor)s y porta
corrsigo ramos, con Io que indudabremente resllena en estos ver- lo circundan. La cuestión ahora es, ¿por qué?
sos la entrada mesiánica del propio Cristo en Busquemos la clave en una última cuaderna mucho más am-
Jerusalén, tal y
como es descrita en los Evangelios 22. La interpretación de es_ bigua de lo que parece. Si Alexandre actia como actúa es porque:
tos signos aparentemente inequívocos, aunquá ir.o..".ta, lle_ Leyó en Daniel, en una profegía,
vará a Alexandre a actuar de una determinadi manera, postrán- que tornarié un griego Asia en monarquía.
dose de rodillas delante del obispo: Plógol'ad Alexandre, ovo grant alegría,
Dixo: "¡Yo seré és', por la cabega mía!" (c. 7145, Ibid.).
Quando vio Alexandre tan noble progessi<in,
membr<ll' por aventura de una visión:
fizo ant'el obispo su genuflecqión; Y ahí lo tenemos. El recibimiento que le ha sido dado en
prostrado sobre tierra, fizo grant oragión. (c. 1142, Ibid.). Jerusalén ha remitido al macedonio (membrol'por auentura de una
uisión) a la imagen del propio Cristo entrando en la misma ciu-
Lo que va a ocurrir a continuación es que Alexandre va a en_ dad. Se da cuenta entonces, ante la üsión del Libro, de que todo
comendar sin recelos, como no puede ,.. aI. otra manera desde está ya prefigurado y de que el presente que está viviendo, el
el punto de üsta de la ocleres(¿», su poder terrenal a la autoridad de la derrota de los persas por un rey griego, no es sino la con-
eclesiástica. Sigue para ello un ritual sumamente escrupuloso,
en_
firmación de un suceso ya previsto en la Escritura, tal y como el
trando sin sus mesnadas a la ciudad para recorre r er aia crucis: ángel se lo revela al profeta Daniel 23. Todo parece confirmar-
Mandó fincar de fuera toclas sus criazones
Entrri él en la villa: fizo sus estaqiones;
23 Dicc así el pasaje bíblico: .Pero ahora v<>y a revelarte la verdad. "Mira:
en Persia habrá todavía tres reyes; el cuarto tenclrá más riquczas que todos ellos,
2l Los pasiries c()ncrctos en los quc ptrctlc encontrarse son: Muteo (21,
y cuando por su riqueza sc haya hecho poderoso provocará a todos los reinos
1-9), Llarcos (11, l-10), Luras (t9,28-ZB) y.ltunr (lZ, t2_16). de Yaván ['Grecia', Jonia']. Surgirá ent()nces un rey valer<>so que dominar-á
err Lrn gran irnperio y actuará a placer"" (Daniel, I I , 2-3).
170 I7I
CUANDO,LOS LIBROS ERAN ¿/BROS EL TTEMPO pE HTSTORTA Y EL TrEMP ¡A.s
!A
se, excepto por un detalle. Un detalle capital: Alexandre, en rrn rk' nombres que enumera a los descendientes dc.|ali't s«: r'rr-
acto de soberbia, ha leído la Escritura pero no la ha leído biol, ( ucntra la solución al problema:
De haberlo hecho correctamente sabría que su final, como t.l
de los persas, también estaba anticipado en ella: .En trance clt, Venicron estos godos de partes de oriente
Cristus los enbio, esta gent' conbatiente:
engrandecerse, su reino será quebrantado y repartido a los ctra.
del linax de Magog uino aquesta gente,
tro vientos del cielo, pero no entre su descendencia ni con urt conqtririeron el mundo, esto sin fallimiente. (c. 15, 45) 24.
dominio como el que él había ejercido, porque su reino seri.t
extirpado y entregado a otros distintos de aquélla" (Daniel, ll, Del momento central de la Encarnación de Cristo sobre la
4). Qtizá pueda decirse que todo el Libro de Alexandre es, en cl lierra se derivan varias consecuencias para la historiografía cris-
fondo, la lectura moral de un desajuste: el del desorden al quc tiana, una de las cuales pasa por la progresiva transferencia de
dan lugar los reyes cuando confunden su poder terrenal con el
poder espiritual de la Iglesia o, peor aún, con el poder eterno ¡roderes, con la expansión del cristianismo, de oriente a occi-
dente. La secuencia alimenta el resplandor épico del origen de
del Creador. El desajuste qlre surge de la mala lectura del Li- Fernán González: de Noé nacióJafet, deJafet nació Magog, del
bro, ya sea del Libro de la Naturaleza, pues ya hemos dicho que linaje de Magog surgieron los godos, y de entre los godos,
cuando Alexandre mira el contorno terrestre ve el contorno de
Fernán González. Además, puesto que fueron "de Sancti Spiritus
su propio Imperio y no la magnificencia de la Escr-itura de Dios,
los godos espirados" (v. 20a, 46), y puesto que por eso mismo
ya sea del I-ibro Sagrado, pues Alexandre, como nos muestra el
demandaron «maestros por fazer se entender / er:,la fe de don
episodio recién comentado, ve en la Escritura la confirmación Cristus que avian de creer" (w. 2lab,46), éstos pasarán a ocu-
de su propio poder, pero no la evidencia de que ni siquiera un
par un papel central dentro del esquema Caída / Salvación so-
emperador está por encima de la Palabra del Libro. En térmi- bre cuyos ejes siempre se mueve cualquier relato histórico:
nos agustinianos, lo que se antepone en él es el amor sui al aero
amor l)eis. Rescibieron los godos el agua a bautismo,
No puede decirse lo mismo de Ia infinitamente más modes- fueron luz e estrella de todo el cristianismo;
ta historia que nos narra el Poema d,e F-etnán González, en la cual alqaron cristiandat, baxaron paganismo:
el conde don Fernando, fizo aquesto mismo. (c.23, 4Ga7).
la ascendencia gótica del conde es vertida, sacralizándola, a un
molde asimilable por la ideología feudal de la .clerecía,. El gran
De manera que ya tenemos la clave: actuar conforme al /z-
problema de presentar al conde como descendiente de los re-
gar natural que a cada cual le corresponde es la enseñanza final
yes godos es que éstos no fueron .de comienqo cristianos, ,/ nin
dejudíos d'Egipto, nin de ley de paganos» (w. l6ab,45), sino que se extrac de cualquier tipo de discurso .literario" feudal,
siempre preocupado por perpetuar la jerarquía que lo sostiene
que «antes fueron gentiles, unos pueblos loganos, (v. 16c, Ibi(t.).
sobre la relación señor / siervo. Por esta razól,la escritura de la
Como la sacralización feudal no puede imaginar ningún espa-
historia y la poesía no son campos netamente diferenciados, sino
cio temporal vacío, el fundamento para dotar de un origen con-
rrnidos por una misma realidad ideológica que, en el caso del Poe.-
creto a dichos reyes tendrá que buscarlo en la Escritura. y allí
ma d¿ Fanítn González, con su extenso relato cronístico de la his-
lo encontrará: "Esta es la descendencia de los hljos de Noé, Sem,
Cam y Jafet, a quienes les nacieron hijos después del diluvio:
Hijos deJaf-et: Gome¡ Magog, los medos, yaván, Túbal, Mések
y Tirás" (Génesis, 10, 1-2). En el segundo lugar de esta sucesión
24 l,a <:trrsiva es mía.
772 Í73
CUA¡iDO LoS I-IBROS ERAN 1,IBROS
rl4
CI]ANDO LOS I,IBROS ERAN ¿1BRO.I LA ESCRITI]RA EN MARCHA
de Alexandre, aunque como es lógico algo así no pueda afirnlirtr lrr'< llo que esta relación arbitraria de signo binario siempre ha
se sin justificación. r.sltrclo en la base de la "litera¡¡1¡¿", sólo que hay quien pone el
Los eruditos llevan siglos pugnando por encontrarle al /,É ,r( ('nto en la forma para legitimar la "originalidad" del poeta his-
bro de Alexandrew autor con nombre y apellidos, hasta el prrrr. l)ruo y hay quien, por el contrario, lo desplaza hacia el contenido
to de que la cr.restión de la autoría sigue siendo uno de los plrr ¡lrlu enlazar con una serie de temas (la tradición medieval sobre
blemas firndamentales de la obra que airn hoy no se ha resut:I. \k'jandro, la materia troyana, etc.) que han de ser entendidos
to. La historia de esta obsesión se hace patente en una nóminit cn el contexto más amplio de la "literatura» europea. Estamos
de atribuciones en la que hasta el propio Alfonso X "el Sabio, ilnte una confrontación de posturas que se presumen antitéticas,
llegó a ser incluido en su día, pero que fundamentalmente sc l)('l'o cuyo comúrn binarismo de partida resulta eüdente.
completa con los nombres mencionados en el explicit de caclir Así se tiende a pensar, por ejemplo, que históricamente cam-
urro de los rnanuscritos del Librohoy conservados:.|uan Loren- lrian las .formas, pero no la esencia de lo "expresado" en el
zo Segura de Astorga (Manuscrito O) y hasta Gonzak¡ de Bercet¡ ,,(:ontenido», eue no sería otra cosa clue los grandes temas "hu-
(Manuscrito P). Sin embargo, la identificación del autor es sól<¡ nranos» (el amor, la muerte, las pasiones, etc.) sobreviviendo
el primer paso, y quizá no el más importante, de una cadenar cn distintas épocas a través de distintos formatos. Desde este
algo más compleja, pues mucho más relevante que ponerle ut) horizonte binario se entienden a Ia perfección los cauces por
nombre a quien quiera que redactase por prirnera vez esa co- Ios quc han transcurrid<¡ tanto el debate sobre el «mester» como
pla segunda, y supuestamente también mucho más fáctible, es la lectura de la cuaderna segunda del I'ibro de Alexandre si el
atribuirle una «intención". Las posibilidades en dicho sentido ¡roeta hace hincapié en la forma (en el cu,rso rimado por la cua-
parecen haberse reducido a dos: con ese exordio el autor anó- rlcrna uía más que er.la clerecía) se supone que estaría reivindi-
nimo habría querido fundar la primera escuela cle poesía eru- cando una escuela nueva, algo capaz de captarse desde la varia-
dita autóctona de la "literatura" castellana (y, po. extensión, de ción histórica más palpable para la lectura formalista de lo "li-
la española), un auténtico "mester» autónomo frente a los ju- terario"; pero si, por el contrario, el poeta insiste en la materia
glares, o por el contrario habría enlazad<¡ la <r contenido (en su clerecía) se estaría insertando dentro de un
siempre algo rezagada cultura hispánica con -aparentemente-
el gran bloque de paisaje más amplio, abarcador de distintas formas y géneros
cultura eclesiástica latina característico de toda la Romania. L<t explicables en su perspectiva panrománica.
curioso es que los argumentos parajustificar una u otra opción Lo dudoso es que este binarismo desde el que parten los
tienden a sustentarse sobre un mismo punto: el del empleo de críticos lo tengan también como horizonte los poetas del
una determinada forma rnétrica, la cuaderna vía, que es ora üsto «mester, cuando, como tantas veces hacen, se valen de la pala-
como un uso específicamente castellano o, a Ia inversa, como bra "escriptura".
una adaptación de los modelos franceses y latinos.
Reconocer en dicha asociación de ideas una variante prácti-
Rostreando las huellas del signo ternat"io
ca de las muchas que permite el binarismo post-saussureano no
es difícil: un poeta, tenga el nombre que tenga, emplea una de-
Diego García de Campos escribe er e\ Pla,neta (ca.7218) acerca
terminada ..fq¡¡¡¡¿», y con ello codifica una serie de "significantes"
de lo binario y Io ternario (1943: 160). Si por el tres son desiena-
para expresar un determinado "contenido". En resumen: un au-
das las personas de la Tiinidad, la duplicidad binaria se corres-
tor otorga "significado" subietivamente a esa "fbrma". Las discu-
ponde con las dos hermanas aludidas en el Nuevo Testamento,
siones críticas sobre la naturaleza del .mester" tienden a dar por
Marta y María, quienes a su vez representan los dos libros cotr-
q6 r77
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/BRO§ LA ESCRITURA EN MARCHA
prendidos en la Biblia, y estos dos testamentos García llittrra, de un estigma sobre las cosas, de una marca extendida
de Campos- no son sino a su vez los mandatos-añade del Señor que el mundo que forma parte de sus figuras más irnborrables"
¡r«rr
están próximos a agotarse en su dilección. En este entrecruzarsc (lhid.), y a partir de esta capa "única y absoluta", como el pro-
numérico se dejan ver tanto la perfección que encierra el signo
¡lio Foucault la denomina, de otras dos formas del discurso; «por
ternario, cifra del misterio trinitario, como la apertura inheren. cncima de ella, el comentario, que retoma los signos dados se-
te del signo binario, que siempre se halla a la espera de ser com. grin un propósito nuevo» (Ibid.);y por debajo de ella "el texto
pletado: los dos testamentos rige la lógica del mund,us « trya prioridad oculta bajo las señales visibles para todos, que
-como
senescit- se suceden, prefigurando el Viejo al Ntrevo, a la espera supone el comentario" (Ibid.).
de ser ambos consumados en el amor de Dios. Si tenemos en cuenta que, como hemos visto en el capítulo
Esta lógica interna del modo de representación feudal no luterior, para las diversas escrituras que se pretenden glosas de
es coincidente con el binarismo que nosotros tenemos interio- l¿r Escritura el tiempo histórico sólo cuenta en tanto que
rizado, y por eso Michel Pastoreau obscrva con razón que aque-
¡lrefiguración del tiempo pleno, entonces la articulación ternaria
lls «Que los lingüistas modernos, después de Saussure, llaman la <lel lenguaje adquiere toda su raz.ón de ser dentro de esa narra-
"arbitrariedad del signo" es ajeno a la cultura medieval" (2006: ción del drama único Caída / Redención que, de una u otra
15). Sin embargo, es precisamente eso lo que trata de aplicársele fbrma, siempre acaban por desarrollar los poemas del "mester
a dicha cultura cuando se intenta forjar la imagen de un autor cle clerecía". El Libro Sagrado no deja de estar estructurado en
del Libro de Al¿xandre pensando y escribiendo, en pleno siglo XIII torno a tres instancias que son el Antiguo Testamento,
castellano, a través de las categorías de la forma y el contenido, prefiguración del Nuevo Testamento, y la línea divisoria que
de la métrica y el sentido, del significante y el significado, etc., entre ambos queda traz,ada por la irrupción de Cristo sobre la
como si la concepción ternaria de la escritura, de la que es pro- tierra con su promesa de redención. En el tiempo, cada uno de
ducto ese entramado de textos que llamamos «mester de clere- estos lugares se corresponde con los que Auerbach marca en su
6i2", fuese la misma que se desgaja del actual sistema binario estructura figural: hay un primer momento de Caída, tal como
que nosotros empleamos. Pero para el alrtor del l-ibro d,e relata el Génesis, y un lugar marcado para el Fin de los Tiempos
Alexandre, como para cualquier otro del omester", la relación qrre describe el Apocaliltris, pero entre el primero y el último se
entre el signo y la cosa no es inmotivada, dado que entre un yergue como punto equidistante la Encarnación, dotando a
elemento y otro se impone una relación de semejanza estable- ambos de sentido. En el espacio, a su vez, los tres lugares se co-
cida desde fuera por el Creador, a la manera de lo que leemos rresponden con las tres capas del lenguaje que menciona
et el Planela de Dieso García de Campos, donde el duplicatus Foucault: el sentido primigenio es precisamente lo que quiere
binarius que viene a ser el Libro Sagrado, integrado por los dos desvelar el comentario (la glosa), pero entre uno y otro se sitúa
testalnentos, encuentra su principio fündamental de unidad en esa capa única y absoluta del lenguaje cuyos signos ocultan la
el amor ordenado hacia Dios. Escritura del primero y dan lugar a la escritura del segundo. En
Nadie, quizá, ha esbozado el paradigma rernario del lengua- todos los casos reconocemos las tres instancias de un ciclo cuya
.je anterior al siglo XVI con rnás inteligencia que Michel culminación se entiende como restitución de la plenitud perdi-
Foucault, quien supo ver Ia existencia de .tres niveles del len- da al principio, de manera que vivir en la tierra es prepararse
guaje a partir de un ser único de la escritura" (2005: b0). Así para vivir en el cielo (es decir, en la vida libre ya de las conse-
hablamos de un lenguaje eue «s¡i51s desde un principio, en su cuencias de la Caída), de la misma manera que el tiempo histó-
ser bruto y primitivo, bajo la forma sirnple, material, de una es- rico, con su movimiento y su corrupción, es la antecámara del
r7u IJL)
C]T]ANDo LoS LIBRoS EIiAN I-IBRI].' I A LSCRII I'RA EN MARCHA
tiempo pleno, en el que ya nada se corrompe y todo es et(:r'no, rlc las técnicas más frecuentes consiste en tratar de fijar como
Glosar el Libro Sagrado mediante la escritura rnundan:r r.n, olrictivo un plrnto detrás del dibujo principal, como si quisiéra-
por tanto, disipar la oscuridad de los sisnos del Libro de la N¿rlrt- rrros mirar a través de él para ver 1o que hay al otro lado de un
ralez.a esclareciendo el sentido que tenían desde el princi¡rio, r r ist¿rl imaginario, intentando modificar los hábit<ts de uuestr<t
como ya sabemos, hacer más nítida la excelsa Escritura del (lrr.¡t. , t'r'cbro de tal manera que, si conseguimos engañarlo, acabare-
dor a través de la humildad de la escritura de los hombres, y r,tt uros por ver la imagen independizada del dibujo proyectado en
este hecho radica sin duda rrna de los rasgos más específicos rlr ¡rlirner plano. De alguna manera, la mirada sobre los documen-
la escritura feudal en contraste con nuestras expectativas. Pirt'¿l tos que nos ha legado la E,dad Media requiere de una técnica
nosotros el verbo escribir implica, a srandes rasgos, la codili<'tr- sinrila¡ y no sólo por lo que respecta a la "literatura,,, sino tam-
ción de Lrna estructura binaria por parte de un autor-sqjeto (crryir lrión por lo que concierne a otras manifestaciones mucho más
tarca, insistimos, consiste en confinar un significado dentro tk. lilr:ralmente "visibles". El recuerdo de la Tiinidad se manifiesta
un significante, en dotar de fbrma a un contenido, en encerl'ill' Irl rnismo en la planta de una catedral gótica que erl la mayor
un sentido dentro del lenguaje, etc.), dando por hecho quc lir ¡»rrte de los poemas de "clerecía". En la primera -decíamos al
relación entre cada uno de los polos que conforman dicho binir- ¡rrincipio- una gran figura central, que remite al Padre, se si-
rismo es arbitraria, y que una vez consumada la coclificación k, Iriasobre las otras dos que, con su menor tamaño, revelan que
corresponde al intérprete la tarea cle volver a descodificarla, rlt' cl primero precede a todo. Dc la misma manera, el Libro de
manera que el proceso comunicativo en sí mismo también dcs- Alexandre consta de un grueso narrativo de miles de coplas, an-
emboca en una relación binaria del tipo autor (codificación) / tcs y después del cual un exordio y un epílogo presentan y cie-
lector (descodificación). Pero, antes que autores, los poetas ck.l r-ran la historia cada uno en seis coplas (siempre múrltiplo de
«mester» son glosadores de la Escritura que, al escribi¡ no se si- tr-es); las hagiografías suelen constar de tres libros, desarrollan-
túan ante el hc¡rizonte artor / lector, sino ante el que podríamos <lo por lo general en el segundo, el libro central, el momento
denc¡minar glosador / Llbro. Para la .clerecía,, un texto no lle culminante de la vida del santo. Y así podríamos componer un
ga a ser nunca un sentido encerrado en una obra por un autol' largo etcétera.
concreto, sino un estadio más punto a medio camino- dcl Ya antes ha sido mencionado el espléndido alejandrino de
-un
gran proceso de la slosa de la Escritura que va llenando el mun- los Himnos, mediante el cual Berceo condensa esta estructura
do de Libros en lengua romance: cada pasaje actualiza un text() ternaria como nadie, aludiendo a la Salutación del Ángel: .tor-
preüo alayez que contribuye al desvelamiento futuro del texto nó en Ave Eva, la madre de Abel" (II, v. 2d, 1073). El Azl¿con
írnico, y por eso Lrn autor del «mester» nunca btrsca fijar su uer el que Gabriel saluda a María es la apoteosis del nombre de
datl, sino contribuir desde su humilde posición a poner al descu- lhta, la actttalización plena de lo que también estaba ya prefi-
bierto la Verdad tal y como Dios la ha dejado escrita en el Libro gurado en el nombre del hijo menos díscolo, Abel.Los signos
de la Naturalezay revelada en el Libro Sagrado. que se encllelltran dentro del Libro Sagrado, incluso los que
Asimilado este desarrollcl ternario de la escritura por nues- como en este caso están radicahnente apegados al lenguaje y
tro actual sistema binario, es posible que mirar al mundo me- a sus cualidades fónicas, mllestran que el futuro se lee en el
dieval desde nllestros ojos sc parezca bastante a mirar Lrn pasado. Exactamente de la misma manera en que el Nuevo
estereograma: hay que hacer un esfuerzo para ver lo que, pare- Testamento supone la plenitud de lo prefigurado en el Viejo,
ciéndonos oculto, está sin embargo ahí. Pongo esa comparación y el tiempo pleno la realización de lo prefigurado por el tiem-
porque quienes gustan de mirar estereogramas saben que una po histórico.
r8o rBr
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/'NOS LA ESCRITT]RA EN MARCHA
Algo que hasta cierto punto, por cierto, es más una (:llots l,rlrlus en las que, gracias a la semejanza, se anunci¿r cl ir<lvct¡i-
tión de física qtre de "expresión,, como vamos a ver ensegrrithr rrricnto de Cristo a través de María: Eva, Abel, oAve".
Más allá de este caso concreto del que acaso ya estemos abtts¿ttr-
Acto y potencia: el principio interictr de proliferar:ión rLr, cn un sentido mucho más general, la escritura del "mester clt:
r k,r'ccía" tiende a reproducir esta misma lógica internamente, plles
Aristóteles defi.e el movimiento como la actualidad d.e lo urr¡. tr ¡rl¿r escritura en lengua r.,r.rlgar ejercida por los clérigos es la mate-
vible por la ¿rcttración de lo que tiene capacidad de mover (/r,rl. r i:rlización en acto de una escritura anterior, y alavez el anticipo en
ca,rlr,3),lo qtre como vamos a ver está mtrcrro más relaci.nit. lttlent:iad.e una escritura futura cuyo sentido acabará por descubrir-
do con la escrit*ra por la cuader.a vía que ese fantasma dc l¡t sc cn toda su plenitud con la suma de todos los textos. Por supuesto
expresión clel contenido a través de la ftrma al que tan aco$. rro es aplicable aquí el concepto de "obra conclusa" que a nosotros
tumbrados estarnos. La mrrerte de Berceo prrclo oiurrir en t«rrr. nos es tan familiar, puesto que se trata de una escritura en incesante
no a 1264, tan sólo unos años después de qrre Sa.to Tomás clc nrovimiento, de una escritura «en marcha" mediante la cual el Li-
Aquino redactase, sobre 1255, su De princiltiis naturae adfratnm llro permanece constantemente "abierto" para seguir generando
.sihtestrum, obra traducida al español corno De los principiás gl<rsa sobre glosa. Como escribe Manuel García Pelayo, los libros del
dc ta
noturaleza y que es una suerte de compendio de la físiia aristtr Nrrevo Testamento cierran el Libro de la Biblia cristiana no solamen-
télica. El intento no es desde luego tan ambici<lso como el ck. Ic en la propia materialidad del códice, "sino también en el sentido
casar el sistema del estagirita co, la teología cristiana, llevado «ler que lo dicho en los capítulos anteriores no es más que la prepa-
¿r
cabo por el propio aquinate en su inconclvsa Summa, pero cs ración para los nuevos libros, a cuya luz han de interpretarse los an-
igualmente revelador en tanto ,os da u.a idea del ambientt: tiguos" (1965: 45). Por eso ya ümos en el tercer capítulo que
aristotélico er-r el q,e se dese.v.elven los esquemas ideológicos
-y a la imagen- un libro que se cie-
llerceo recurre específicamentc
del moment<t. rra no sólo no concluye, sino que da lugar a otro libro que se abre,
Santo Tomás recoge, cómo no, la distinción firndamental en_ porque el lenguaje "lleva en sí mismo su principio interior de proli-
tre el s¿r en polenr:ia, o lo que aluo puede llegar a ser, y el ser en f'eración" (Foucault, 2005: 48).
rrto, o lo que algo ya es. No es el útnico binomio básico que elt_ El prólogo alos Lais, de Marie de France, resulta paradig-
contramos, ptres también se disti,gue entre un .r¿r esencior o sus- rnático en ese sentido. De lo que en él se nos dice bien puede
kmcial, que es por ejemplo el hombre en tanto ser absoluto, y un deducirse que escribir, en consonancia con las características que
se:r at:cidental, que es por ejemplo el hombre blanco; le hemos atribuido al saber medieval, suponía para los antigttos
y finalmente
enlre m.,teri¿¿, q.e cs todo lo qtre está eu pote,cia, y fijar un saber finito de una manera lo suficientemente oscura
form., q:ue como para permitir la glosa futura:
es lo qr-re convicrte a la materia en .r¿r en ack¡. por- esá, a lo que
Irace al sa'susr.ncinlfig,rar como J¿r cn artose le Ilarnarforrrrr rur- Custume fu as anciens,
l«ncial, de ma..era que nosotros podríamos ap,nta[ que er ,om- ceo testimoine Preciens,
bre rle Eva cs en ltotencia,lo que el saludo .Ave, cs en acto, es de_ es livres ke jadis feseient,
cir, la fur.nciaci<1,, q.e a su vez avisa d.el .ckt del advenimic,to assez oscurement diseient
de.fesris, quien pot,eru:ialment¿ y¿r estaba prefigurado en Abel, en pur ceus ki a venir esteient
urr proceso doltde nada q.eda al azar, y doncle la mo,tc¡ia esla e ki aprendre les deveient,
propia leng,a en b.rto q.e, despojada de strs ¿rtriburos acciden- k'i peüssent gloser la lettre
tales y rnás rn<tldeables, nos cleja ver la.fonno, susl.nci.lde las pa_ e de lur sen le surplus mettre. (w.9-16, Francia, 1993:89).
t8z r83
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/BROS
LA ES('RITI]RA tJN MARCHA
['Era costumbre de los antiguos, según testimonio de prisciano, De esta manera la verdad ya escrita en el pasado se proyecta
que en los Iibros que antañ. escribían se expresasen con bastant0
oscuridad, a fin de que los que vendrían después, y tendrían qlro
indefinidamente hacia el futuro, dotando de sentido la posición
(ltre ocupa el sabio dentro de ese mundus senescit en el que trans-
cornprenderlos, pudiesen glosar lo que estaba escrito, y comple.
tar con su inteligencia lo que faltase.,] l. <:urre la vida del Medievo. Por eso las distintas escrituras, glosas
t<rdas ellas del pasado, ayar.zar lentamente hacia el principio.
Como además el paso del tiempo es un lento aproximarse al En ese movimiento no todo se pierde, lógicamente, pues
sentido original del texto, de la misma manera quc el tiempo his. I)erdura lo que está escrito, lo que en el tiempo histórico presa-
tórico es un acercamiento progresivo al tiempo pleno, el sentido gia el tiempo pleno y por ello merece recordarse. Lo dice cla-
histórico del texto no es más que un eslabón en el camino hacia ramente el Libro de Apolonio; «qual aquí fiziéremos, allá reci-
el desvelamiento de su sentido pleno. Indagar en los textos del bremos, / allá. hiremos todos, nunqlra aquá saldremos" (w.
pasado es prepararse para üür el tiempo venidero: 65lcd, 284).y más explícito todavía resulta el Libro de Alexandrr.
Li philesophe le saveienr, "¡Qui muere en buen pregio es de buenaventura, / ca lo me-
ten los sabios luego en escriptura!" (w.2668cd,722). El senti-
par eus meismes entendeient,
do moral de las vidas que figuran en escritura hace que el texto
cum plus trespassereit li tens
se sitire en un espacio entre el pasado recogido y el futuro en
plus serreient sutil de sens
e plus se savreient garder
el que la inagotable y ejemplar influencia de aquéllas ha de verse
de ceo k'i ert a rrespasser. (w. l7-22,90). siempre actualizada. Narrar Ia vida de wa figura supone, diga-
['Los filósofos lo sabían, y entendían por sí mismos que cuanto mos, glosar un pasado incesante.
más pasase el tiempo más sutil sería su significado, y mejor po- El detalle puede parecer nimio, pero en la penúltima copla
drían preservarse del que quedaba por pasar']. dela Vida, d¿ San Milhin de la Cogollaescribe Berceo: "Muchas otras
noblezas, de precio muy mayor, / cuntecen en la casa del santo
Y por eso la escritura adquiere un carácter todas las confessor» (w.488ab,249). Esa casaala que se refiere el poeta
-con
comillas del mundo- «preventivo, son¡¡¿ la corrupción inhe- es, por supuesto, el monasterio de San Millán de la Cogolla, al
rente al tiempo histórico: que está invitando a peregrinar con la promesa de todo tipo de
beneficios espirituales sobrevenidos tras la dádiva económica del
Ki de vice se voelt defendre
estudier deit a entendre
peregrino en honor al santo. El acto de propaganda (por lo de-
a grevose ovre comencier: más evidente) no nos interesa tanto, sin embargo, como el me-
par ceo s'en puet plus esloignier canismo ideológico que lo slrstenta. Así, podría explicarse que el
e de grant dolur delivrer. (w. 23-27, 90). texto es "abierto" en el sentido de que la narración busca
['Quien quiere ponerse a salvo de todo vicio, debe estucliar, apli_ impactar en el oyente de una manera muy directa: la historia de
carse y emprender una pesada tarea, con esto podrá alejarse del San Millán no acaba con sll muerte, como la vida del hombre
mal y librarse de una gran desdicha,l. sc¡bre la tierra no es más que un destierro transitorio en el tiem-
po histórico que tampoco paraliza la inminencia del tiempo ple-
no. f,os milagros del santo siguen obrando en el espacio bien de-
limitado del monasterio, al igual que las obras en su honor se-
Siemprc sigo la prosificación en cspañol de Ana María Holzbacher, que guirán siendo válidas en el día del.|uicio Final, cuando el Libro
-l
puede encontrarsc en la misma edici<in citacla dc la obra (Francia, lgg3). de la Vicla se abra para mostrar el registro de cada gesto.
184 r8,
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/BROS LA ESCRITURA EN MARCHA
Ahora bien, esta estrllctura ternaria, abierta y en perpr.tttrt r:rl, cl alegórico y el anagógico) pretende persuadir a los fieles
movimiento, no puede suponer en ningún caso la mera aculllll¡ l):lr'¿r qlre obren rectamente, la mirada sobre las gestas del pasa-
lación de glosas hasta el delirio o el absurdo. El sentido dr.l lf. rlo conlleva Lln esflrerzo por extraer de ellas ese sentido moral
mite, del final próximo tras la vejez del rnundo, le confiere rur¡l ,rplicable al presente, delimitando claramente el relato históri-
racionalidad un tanto difícil de captar desde nuestros ojcs. Sirrt r o contingente de la verdad plena inmutable en él comportada.
Isicloro (ELimoktgías,VI,2,49) recuerda que el término grit'go Sirr duda el Poema de Fe.rnán Gonzrilcz es un caso más que eviden-
apor:nlipsis se tradrrce en latín como «revelación" (reuelatio),1tzt l(', puesto que no parece descabellado suponcr que se trata dc
labra que a sll vez es empleada para aludir a la manif'estacit'rn rrrra especie de contrafocfrz aplicada sobre un viejo cantar de ges-
de las cosas «qlre estaban ocultzrs, (2004: 566) 2. Precisame nle ta, hoy perdido. Todo es susceptible de ser leído en clave mo-
las cosas que la cuaderna vía, con su ritmo y su regularidad, c«rtt rirl, ptresto que cada cosa lleva Ia marca de un signo, un vesti-
su impecable sucesión métrica, acaba por hacer visibles en lit gio material que empqja su existencia circunstancial hasta el te-
recitación, pues disponer ordenadamente la escritura significir r r.cn<r de la significación moral donde, al fin, alcarrza su realiza-
hacer presente que bajo su apariencia mudable el mundo tien«. ciírn plena.
un orden que sólo Dios ha podido establecer. Y precisarnenl«., Los poetas por la cuaderna vía castellana del siglo XIII no
también, las cosas que nuestros poetas dicen narrar según "cliz sc rnueven sino en ese interminable texto que es el mundo. Le-
la scriptura". gitimada su labor en la Escritura, apenas descifr¿rn un signo del
[,ibro Sagrado ven abrirse otro en el Libro de la Naturaleza, ape-
rr¿rs terminan de reconocer el valor de una scmejanza en un tex-
l,e NlItt-c.nR Y I-AS cosAs to cuando otra ya promete continllar la sucesión del relato, ha-
ciendo que la(s) escritura(s) fluya(n) en consonancia con un
"La uerdad escriuida": «t)€r» ) «no uer» en Gonzalo de l)erceo
sentido de la sucesión narrativa que nada tiene ya que ver con
cl nuestro 3. Pero, a su propio y peculiar ritmo, lo cierto es que
Desde el principio venimos aludiendo a la obsesión de los poc- la Escritura habla y habla propiciando el avance de la glosa has-
mas del «mester de clerecía» por dejar claro que la narración ta en los detalles más insospechados. La siguiente copla de la
transcurre según "el escripto lo diz" o tal "como diz la Vid,rt, cle San Milkin de kt Cogolla, por e.jemplo, puede no parecer
escriptura". No po<lía ser de otra manera. Si la escritura(s), dc demasiado irnportante, pero es de notar que no se explicaría
la que forman partc los poemas en cuaderna vía del siglo XIII sin esa contigiiidad de libros y de signos que define a la Escritu-
es, en írltima instancia, la glosa de la Escritura, entonces resulta
ra, la misma Escritura que el poeta está glosando. Sucede que
lógico que todo cuanto desvelan encuentre su legitimación pri- San Millán se retira a llevar r.rna vida en soledad y, en las caver-
mera en el Libro, ya sea en el l,ibro Sagrado o en ese Libro de nas que habita, se ve asediado en Lrn momento dado por las bes-
Ia Naturaleza del que también forman parte los o,ut:tores. Mirar tias. Berceo escribe entonces lo siguiente:
el tnundo y leer el Libro son dos cosas parecidas ¡ así, de Ia
misma manera que sobre el t,ibro Sagrado despliega la lectura
cuatro sentidos, de los cuales el moral (los otros tres son el lite-
3 Y que sin ducla ha hecho que n() se pcrciba corno tal fltridcz. Dcsde su
primcra inr:ursiónern la historia cle los rnanuales de lit.eratura española, la cua-
2 'quae abscondita erant' (2004: 566) derna vía parece haber sido condenada a vag¿tr por cl limbo dcl alrurrir¡ricntr¡.
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CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿1BROS
LA ESCRITLIRA I]N MAR('IIA
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LA ESCRITT]RA EN MARCH4
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿IAXOS
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LA ESCRITURA EN MARCHA
_ CUANDO LOS LTBROS ERAN ¿18ROS
de manera que la consecuencia no puede ser otra: i;;;;l"b;"" de las dos mujere'' yu ttot
no crea que todo ."""'"'dt"tlu en el Poema es cierto pecará I
Qui en esto dubdare que nos versificamos, esté escudándose en una re-
que non es esta cosa tal como nos contamos, ,llruro*unt, en Dios, sin que por ello
mediante tYl se articx-
pecará duramente en Dios que adoramos, r<irica vacía. A t"no, dá esá dualidad
de vista" no tre-
'1
ca nos quanto dezimos escripto lo fallamos. (c. 6, Ibid.). f
-""¿" para el feudalismo' el ser «testigo
^ "i la ovista' por símisma'no
ne en realidad ningún valo¡ porque
Es evidente que, con ello, Berceo no se ha propuesto ha- cs fiable sin la mediación de
ia Escritura' Nosotros tal vez mira-
entidades autónomas' pero
cerle un favor a los futuros historiadores de la «literatura espa- ,rro, t^ cosas en su literalidad, como
ñola" mostrándole sus fuentes, sino legitimar el carácter de ver- para lavisión sacralizada éstas
no son sino figuras que deben
la lógica de la duplicidad del
dad incuestionable de su poema, porque primeramente: comprenderse en to"o'lu"tia con
través de todo cuan-
El qui lo escribió non dirié falsedat, Libro, es decir, reconociendo en ellas -a en el muldo
que ocuPan
que omne bueno era, de muy srant sanctidat: to desvela el Libro iug'udo- el lugar ser aclara-
que deben
bien conosció a Oria, sopo su poridat, como signo, d.l I-iU'? de la Natuialeia
ca toclo quanto dixo, dixo todaverdat. (c. 7,501). áo, y a.ipo¡ados de su oscuridad inicial' no se inventa
En ese sentido se nos hace ver que Munio
sirve de fuente a Berceo
Dicho lo cual sólo queda desvelar quién y cómo pudo lle- nada, sino que en la Vitalatina que
cletecta (es decir, descubre, pone
de manifiesto) la semejanza
var a cabo dicha labor:
relatadas en el Libro Sagrado'
entre algunu, tir-t.u' "stanciales
Muño era su nombre, omne fue bien letrado, de Dios manifestada a
como la elección de San Pablo por Parte
sopo bien su fazienda, él fizo el dictado,
través de una fu"lo'u visión' yia
hlstoria de una Santa Aurea
aviégelo la madre todo bien razonaclo, juzgar por las visiones que el
que non querrié mentir por un rico condad<¡. (c. 8, Ibid.). que es también uaso ile electión a
tu iadena siempre estará
Creador t" .o.r..át' Á principiá ¿"
de Munio y de Berceo for-
la Escritura, ,ri.'-"** qtti lt" 'Lluto'
f93
f92
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿1BROS
LA ESCRITURA EN MARCHA
194
19t
LA tsSCRITURA EN MARCHA
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/,,RO.'
Margarita, que siempre quiere yazer señera tirn la palabra suelta de losjuglares o los de las codificaciones cor-
la troban sola, nunca ha compariera_, tcsanas. Antes lo señalábamos: la escritura propia delimita siem-
-siempre la nueva glosa, pero al mis-
del rogío se cría, palabra verdadera, l)re cuanto puede ser dicho, inf<-¡rma
ca lo diz' san Esidro, que sopo la manera. (c. 1476, ag\. in., tiempo pone el cerco a un saber más allá del cual no se pue-
<le ir nunca so pena de malinterpretar las líneas de la Escritura'
Lo que el texto está describiendo es cómo la perla blanca De ahí el diálogo que el texto emprende con dos de los puntales
(o margarita) se forma a parrir del rocío absorbidt por las os- (lrre a todas luies está glosando: la Ale-xandreis, de Gautier de
tras durante determinadas épocas clel año. Lo de
-.ro, es que óhetillor-r, y la materia de Tioya que, tal y como debió llegar al
¿rtrtor del Libro d,e Alcxanilre, convierte a Homero et auctoritas
científicamente no pueda corroborarse tal procero, pu.u ,-roro_ de
tros absurdo, porque precisamente ra miraáa sacralizada no es la verdad pre-revelada antes de Ia Encarnación de Cristo'
científica en el sentido de que no tiencle a formular hipótesis ni PorloquerespectaalaAl¿xandreis,lasnavesdeAlexandreson
a fundamentarse en el empirismo y la obser-vación.
etie las per- clescritas, justo antes de su expedición a Asia, tal «cuemo lo diz'
las blancas se forman así es palaltra undad,eraúnicamenie _lo
que Galter en su versificar, (v. 247c, 197), al tiempo que, llegado el
no se puede poner en duda ni ser de otra porque el turno de la descripción de las riquezas de Babilonia, el autor no se
proceso ya aparece legitimado en la Escritura, ca lo tliz' san Esid.ru. atreve a extenderse demasiado en ella. ¿Laraz.ón?:.ca Galter
non
Quien quiera entender la veracidad de Io que nos dice er Libro d¿ las pudo, maguer quiso, cumplir /
_yo contra él non quiero nin
Alexandre al respecto no debe regirse por eimoderno empirismo, poáría vsni¡-» (w. 1501cd, 487). Pero la glosa no es exactamen-
ni por Ia quimera de Ia "ofujstiüdad cienrífica,, po.q.i. ,ro ., i" .,r-ru imitatio, ni un trasunto fidelísimo del texto fuente' sino el
desde ese inconsciente desde el que surge este texto, sino des- comentario de éste. I-as limitaciones que aparentemente impone
de otro en el que los procesos naturalei no dejan de ser una el texto glosado pueden superarse, por eiemplo, mediante el auxi-
ema.ación más de la Escritura: de la Escrittrra del t,ibro de la lio del ,á..r.ro ¡etórico de la amNtliJicatio, cor..,to sucede cttando el
Natrrraleza, en primer lugar, y de su sistematización y glosa en Libro dc Atexarulrese expande en el relato de la persecución de
Poro'
la(s) escritura(s) de q*ienes han sabido Ieerlo (de quie,, sopo la algoenloqueGautierdeChátillonnoseextiendeprecisamente
manera) hasta convertirse en atrtoridad. por eso el autor aél n- mucho, lo qtte esjustificado de la siguiente manera:
r98 r99
LA ESCRITURA EN MARCHA
CUANDO LOS I-IBROS ERAN ¿/RROS
201
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿1BROS LA ESCRITURA EN MARCHA
201
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿IAROS
LA ESCRITURA EN MARCIIA I
rct'rt¡t'it cl '¡ttlilt tlt'l
Nunqua sabrién los omnes qué eran auenturas, rk'finitiva, las crónicas alas cuales debió de
su obra' itsí l'lrtt¡t¡ r'l r rtll'
si no perdiessen pérdidas ho muchas majaduras; l\x'tnrt' de l'etnán Gonzúlezpara construir
no son sitro lt'r'trtt'itr rl¡'l
quando an passado por rnnelles et por duras, t:rr cle gesta previo q"t Lf vez existió'
su lcgititrritr irrtt
después sse tornan maestros et cren las escripturas. (c. 136, I ltl), l,illro de la Naturale,u q," tienen su correlato, ('(tll-
Gonzál¿zpttc(l('
,ii,i,ru, en el Libro Sugtuáo' Por eso el F-ernán
La correspondencia entre el Libro Sagrado, del eue se cx. sirlerarse también escritura de la Escritura'
trae el discurso moral del Libro de Apolonio, y el Libro de la Nit.
turaleza, bajo cuyos signos confusos transcurre la historia lleltit ,,Cu, assí lo leemos': et doble filo de la lectura
de ücisitudes del rey de Tiro, acaso sea tan sutil como definitoria
en el caso del Apolonio. Lo que me parece seguro es que en ella Nos queda por ver aún la otra cara
de la moneda' Si los textos
venimos insistiendo'
hay que buscar otra de las claves de lectura generales del "mestct <lel «mester de clereci¿» son' según
slrponer que la ima-
de clerecía". cscritura(s) de la Escritura, resulta iOgito
transparentarse en ellos
Y así es como llegamos hasta el Poema de I'ernán González, sen de la lectura también acabe por
donde ese fn une, pros& anunciado ya desde la primera cuader- como parte necesaria del proceso.a:1t ql::3 !:::-0.::::tf- I
na no implica tanto trasladar un l,ibro previo del latín, como q.r" tu'..ruaerna vía castellana del siglo
XIII constituye en Due-
sucedía en el caso de Bercco con la Vida de Santo Domingo de na medida la exposición en voz alta de
un Proceso de lectura I
205
204
LA_E§!!]$ {.N- lg
a!!H4.
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/AROS
zo6
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/BROS
zo8
7.
A MODO DE EPÍLOGO:
DEL LIBRO DE A LA «OBRA LITERARIA»
I
En 1938, y en colaboración con su colega, el físico polaco
Leopold Infeld, publicaba Albert Einstein The liaolution of Physics,
Lrn texto de divulgación científica que es en realidad ttna pe-
queña historia de la física. Uno de los epígrafes de la introduc-
ción a dicho escrito atiende al título de "El gran misterls", lo
cual no resulta tan místico como así dicho pudiera parecer, y
menos si tenemos en cuenta que el símil del que se valen
Einstein e Infeld para definir la labor del físico no es otro que
el del lector de .una novela de misterio perfecta" (Einstein &
Infeld, 1986: 1), y que precisamente la perfección de las nove-
las de misterio consiste en atar los cabos sueltos que, como un
tejido, se van urdiendo a través de la lógica por encima de la
oscuridad de las falsas evidencias. En cualquier caso, ahora nos
intercsa destacar ante todo cómo la clave para descifrar ese gran
m'isterio de la naturaleza sigue representándose, bien es cierto
que no sin una infinidad de transformaciones, a través de la ima-
gen central de la lectura. Sólo que en este caso se trata de una
lectura nlLry concreta, y así escriben Einstein e Infeld lo siguien-
te: "EI hombre de ciencia, leyendo el libro de la natttraleza, si
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿1AROS A Mol)oDE ¡piLo<;<l: DbLl'lLtto DI; A l'A'<{rltt'\ I llllr \lrl\
se nos permite repetir esta trillada frase, debe encontrar l¡r (llrlilcolaprimeraclavefiableparalainterprctttt.i«itttr¡lll.lllllh.l
lución él mismo, porque no puede, como suelen hacer t:ict'l( lilrxr de la naturaleza?
l,a verdad eS que la referencia al italiano lr() l(.(.xl¡¡lllil
ll
lectores impacientes, saltar hacia el final del libro" (2) l.
como es sabido' Galileo titlttl¡ititt xt'
El caso es que la iclea del científico como lector del lilltrt nir(lie. Sobre todo porque,
de la naturaleza, en efecto, no estaba trillada sino trilladísirrttt¡ r':rlc de la metáfora-del iibro de la naturaleza
en un se nti(l() (ltl('
Pero respc(:l() it
pero ahora bien, al formtrlarl<¡ así, Einstein e Infeld tiencn sl¡ lroy no dudaríamos en calificar de "científico"'
lugar común h¿l si«ltt
duda un referente que no se van a molestar en ocultar: ril sucede, sin embargo, que pocas veces un
hemos de advertir'
Las tentativas de leer el grande y misterioso libro de la naturak,ztt
tirnto y tan mal reco-rdaáo' Siendo estrictos'
traído a
son tan antiguas como el propio pensamiento humano. Sin ernllitF ;i,," .í pisano no dejó nunca escrito aquello mil veces
en caracte-
so, hace tan sólo unos tres siglos que los hombres de cienci¿r lr¡ul rftrcnto de que el libro de la naturaleza está escrito
l cs matemáticos, o al menos no lo
dejó escrito exactamente así'
cornenzado ¿r entender su lenguaie. Su lectura ha progresado rii¡li.
Corría el año 1623 cuando Galileo, en un sonado
rifirrafe con
d:rmente desde cntonces, es decir, desde Galileo y Ncwton (2-3).
enmascaraba la identi-
[,otario Sarsi (nombre que en realidad
le propinaba a éste
Se deduce que de lo que se trata para ellos es de situar a Galilcr¡ <lad del astrónomo jesuita Orazio Grassi) '
en el punto de salida del método científico frente al lo lla- el siguiente pasaje et Il Saggiatore
man- «rnétodo de razonar dictado por la intuición" que -asídurantr. en las opiniones
Cree Sarsi que al filosofar es nccesario apoyarse
siglos se habría estado resguardando a la sombra de la gigantesca célebre, de manera que a nuestra mente' cuando
de algún autor
autoridad de A¡tistóteles 2. Dicho lo cual, una cosa nos llama in- no está en consonancia con el discurso de otro' no Ie queda más
y qtizá estima que la
mediatamente la atención: ¿por qué habría de ser precisamentc remedio que permanecer esteril e infecunda;
hombre' como la llíada o el
filosofía es un libro y una fantzrsía del
lo importante del mundo
Orlarulo.furio-ro, librÁ en los que menos
verdad' Señor Sarsi' no son así las co-
es que lo que está escrito sea
escrita en ese gru:'n libro que está continuamente abin-
I A partir sas. I'a filosoJía estít
de ahora citaré diversos pasajes en los que se recoge la merá- pero que no se puede enten-
fora del Libro de la Naturaleza o del I-ibro del Mundo. Sin ernbargo, no me to delante ile nuestros oitts (yo tligo el uniaerso)'
der si antes no se apreÁd'e á k*'tu lengua 1
a conoc(r los caracteres en los
parece que esté de más recordar que todo lo que aquí aparece lo hace «a modo
matemática' y sus carac-
dc cpílogo", es decir, sin pretender asotar hasta sus últimas consecuencias un que está escrito. Diilto Libro está' escrito en lengua
gcométricas' sin las cuales es
I
tema complejísimo. Como me gustaría que éste fuera un libro abierto, ojalá tsres son triánguLos, chculos y demás
f'guras
las notas de lectura que con buscada ligereza voy a pasar a exponer. sirviesen casi humanamente imposibli enteruln ltalabra
alguna; sin éstos' todo es
ri
para seguir haciéndonos preguntas. arlentt arst uanamente por un oscu'ro laberintoS '
2 He aquí el texto completo, que creo que no tiene desperdicio: .Para
los lcctores de litcratura policíaca, es un hecho familiar el que un falso indi- I
2r2 2Í3
AI'loDo DE-!P.l!9qol!E! L{q4q D¿ A l'A «()lll(A I lll'llAl¡lA"
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿IBROS
-
cha lengua. Ignoro si a estas alturas nos damos cuenta dc q t itncia, sir,o filosofía.
porque :t ltl
con dicho texto Galileo ha trazado Llna fiontera decisiva, ¡lero En cualquier caso la brecha abierta es enorme'
lo cierto es qlre a partir de él habrá un territorio detrás ckr sul (lrrc se refieie el texto con la palabra filosofía no es.ya.precisa-
esa especie de poder
palabras y otro qnc estará aún por desarrollarse delante de cll¿u, nrente a lo escrito eÍr un libro aÁparado en
ser perfectamente pensable
Veámos. lbsoluto de la escritura, como páaiu
cercano a lo que hoy
Detrás de la línea dibujada, nuestro autor ha dejado de al. cn la Edad Media, sino a algo'mucho más
célebre Diá-
ll¿rmamos ciencia. Cuando ti tOgZ redacte
Galileo su
guna manera a uno de los pilares que, segírn hemos visto, s«ln
máximos sistemas del munclo plolemairo y
copernicano'
decisivos en la lógica interna del "r¡1ss¡s¡": la Escritura. De irltf i,ig" ,rOrc los dos
al
la irreverencia de recordarle a Sarsi que la filosofía no es ull fri¡ra que entender que, tal como advierte en su dedicatoria
mate-
de esa lengua
libro como la llíada, donde según Galileo lo menos importante Serenísimo Gran Duá, es el conocimiento
los propios ho.mbres
es que lo que se cuenta sea verdad. Nos basta ahora, para ver r.l rnática lo que hace que las diferencias entre
entre éstos y los animales' De
abismo qlle se está abriendo, con recordar nuestfo Libro il,e no sean menores qu-e las existentes
escisión entre quie-
Alexandre, surgido de una ideología feudal para la que en ul) alguna manera eso ya implica distanciamiento'
los primeros segui-
libro como la llíada sí que puede encontrarse la verdad, o cuau- nes hablan dicha lengua y quienes no' pero
esta
do menos la verdad pre-revelada y anticipadora de la del Libr«¡ rán sin ser otros q,""lot'que adoptan fundamentalmente que
la naturaleza'
Sagrado (es decir, la verdad leída de alguna forma en el l,ibr«r máxima: ,.Y prestar atentión al grán libro de
de la filosofía, es el modo de elevar las miras"
de la Naturaleza). Desde la mentalidad feudal no puede trazar- es el objeto propio
además' ciertos pasajes (como
se esa frontera entre filosofíay fantasía decimos "litera- 1Cufl"i, 199a: 3). Et el Diálogohay,
-hoy porque al
tura"- que Galileo ya sí delata tener presente, fin y ¿. fá Jornada II, 135) que a la postre resultan sumamente
al cabo ya sabemos que la sacralización feudal tiende a conside-
"L
esclarecedores. En'r., r,,o-.rrto dádo, Simplicio hace valer la
que conviene te-
autoridad de Aristóteles, de cuya obra defiende
no duda de que
,.t .r'r-ru imagen de conjunto: «Puesto que h-ay
libros la demos-
de sus
quien posea esta práctila sabrá deducir
en ellos está
ffación de cualquier conocimiento posible' porque-
todo, (97). Lógicamente Sagredo té li-itu a recordarle
non istii cosi. La filosofia é scritta in questo grandissimo libr<¡ che contintra- que bas-
mente ci sta aperto innanzi agli occhi (icl dico I'universo),lnzl non si puó in- qlre el matemátic<l-
ta con conocer el alfabeto -]no olvidemos
tendere, si prirna non s'impara a intender la lingua, e c()n()sce r i carattcri ne'
realmente memorable es lo que ya
qualli é scritto. Egli é sclitto in lingua tnatematica, e i caractteri son triangoli, furu..rro.erlo todo, pero 1o
cerchi ed altre figure geometriche, senza i qtrali mczzí é impossibile intender- Ir-rt", I, 83-'8i), en un pasaje bellísimo' le ha replicado
1Jor,lada
ne umanarnente parola; senza questi i un aggirarsi vanamcnte p('r un ()sclrro
laberinto" (Galilci, ltl64: 59-60).
2r5
2f4
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿,,ROS
A MOpO p_E EPíLOG0:. pE]1 LtBRo DE a, LA .19rr41qErARl4" __.
a Sirnplicio a propósito de
esa innr*tabiridacl rle las cos¿rs (rrr
física tomista considera un rasso ineqrrír,oco cscrita la filosofía, la lectura llevada a cabo sin más apoyo que
clc perf.e<.«.irirr:
t'l <lcl conocimiento del lenguaje matemático, frente a la nece-
Por mi parte, considero a la Tierra
nobilísima y admir.irlllo si«lrrd del Libro Sagrado y la auctorifas que antaño fueran im-
tantasy tan diversas alteraciones, mutaciones,
que se producen incesantemente
generacionr.n, ¡rr'«rscindibles para el desentrañamiento de la escritura del Li-
en ella. y sin estar sr¡,,t1 lr rl l»rrr de la Naturaleza. Y sabidas, como pocas, son Ias consecuen-
l:,:]:::,1i,::"
,:1" eua .na.vasra.;i;;;';"
.ejaspe o si, en el momenro del cliluvio, arena o r¡rr¡¡ n cias que iba a traerle a Galileo esta osadía de poner la matemá-
h.,*d:;',x:#l;li,: lic¿r donde antes siempre estuvo la Biblia.
3."1t::::.::lo-,:: converrido
"" .oru
en el que n,nca nacierc o cambiase
l;;;,so
"; urg*o, grobo cr«. r, r,tr
Bien es cierto que la brecha que aquí ya se vislumbra iba a
,n ,,.,,d,,1""""J. i;
;;;Jl,i «lar lugar a otro tipo de sacralización: el tipo de sacralización
i:,;i;;T:::I,::.::ll :n ocio ¡ para d!
t icntífica que más tarde Nietzsche también se encargaría de de-
j:l:[.,i]i,1r;:.**:*.::].:*lllkilr:,.il
:::.:1",un animal vivo y uno n)uerto. y
entre
jar para el arrastre; pero no lo es menos que lo que parece es-
t¿rr viendo acelerarse su proceso de desacralización es, en el fon-
lo mismo .iig,, a" L, f ,,,;i;,
del_irpiter yclc toclos íos clernás globos J"i
t.:.1Í:..:
*r"A".
que los que cxalran ta*nto la incorruptibilidad,
clo, precisamente ese mecanismo del d,uplex est liber que tiempo
l¿r irurllo. atrás proclamase San Buenaventura. Lo que se está viniendo
rabilidad, erc., se Iimiri
L::i. : f Lt::,? rJLTil:
abajo, cada vez más acorralada por la presión de la racionali-
r y p ; ; i-';'. :,1 "r::'
s ob revivi
"
que si los trr¡mbres fuesen inmortales, u". les tocaría na(.(,li
il dad científica, es esa "lógica del speculum» eue recesita mirar
el mundo al amparo de la Escritura. Pero todo eso, si tomamos
MerecerÍan encontrarse c()n una
cabcza "lto.-rro
cle Mechrsa que los tritrttt.
frrrmase en estatrras de . como referencia a Galileo, será como decíamos un proceso
de diamante para lraceiros más
;;.;;;.';il:'::::¡J;-Xó: ¡rt'F detectable hacia adelante. Hacia atrás, esta desacralización de
la Escritura es en cierto modo algo que éste no inicia, sino que
Nadie dejará de reconocer lo difícil que es, desde nuestr¿lr culmina o continúa.
categorías act,ares, intentar-crasificar Muy pocos años después del mencionado Diálogo, y por lo
algo así de lleno en el racl«r
de la ciencia o en el de Ia filosofía. po.?.,".,. tanto con el recuerdo del durísimo proceso sufrido por el pro-
tampoco €S necc-
sario, p¡ss¿o que aquí ambas cosas,
insistimos, son todavía un¿t
pio Galileo así como con el de la muerte en la hoguera de
y la misma. Nos basta con señalar Giordano Bruno (1600) todavía en el aire, en 1637, Descartes
cómo el discurso de Galileo
echa por tierra no pocos ejes
del escolástico, ante el cual las publica de manera anónima st Discurso del método. Las razones
de Sagredo se alra*n .o-o ,rru de dicha precaución son bastante obvias, pues no olvidemos que
fr:Tl
rramcnte rocadas muchas de las -elorlía para dejar se_ además la obra cartesiana es propiamente la obra de alguien que
noras claves de la ideolod;f;"_
dal: frente a la inmovilidad perfe.ru declara haber tomado "la decisión de no buscar otra ciencia que
según el tomismo escorástico,
qr. es la verdadera vida la que pudiera hallar en mí mismo o en el gran libro del mun-
,. ¡ta,-,i" la movilidad deratora
de la vida desde el r de" (Descartes, 2006: 12). Una vez más estamos ante una pers-
m o, rren re . ru id"uT:u;ff:Ttl:j.ffi'*H;J..:'#II: pectiva que, si bien no se ha separado del todo de la idea del
Sagredo essrime la visión Libro de la Naturaleza, sí que parece querer desarrollarse al mar-
,", *ir;.;pá iáu, su aquíy su aho_ gen de la del Libro Sagrado. Sin duda, Ia emergencia del méto-
:?^? valor pleno y perfecto er, ,í _ir_.,"r,
con sll movimien_
,:. ahí lo que Galilet esrá en realiclad do cartesiano es otro síntoma más, y muy próximo al intento de
I.
tiva, Ia lectura directa cle ese liU." _.l
afirmando: en defini_
Galileo, de ese esfuerzo burgués por echar abajo todo el arma-
.*i en el que está zón feudal hasta en sus Írltimos resortes. En Descartes aprecia-
zt6
2f7
«OBRA LITERARIA»
A MODO DE EPÍLOGO DEL ¿IBRO DE A LA
CUANDO LOS LII]ROS ERAN ¿/'ROS
entre
mos url tipo de escritura para el que la idea de la humilittr,s <1tto \'o se esfum a a cadapaso la lógica de la escritura feudal'
el Libro S.agrado clave del
caracterizó a la glosa medieval resulta perf'cctamente prescirrrll. l;;';. ;;;;";;;;;:'"p"rece -'?.*o
Libro del Mun-
Libro de la Naturale z^"Allísólo hay un libro'
el
ble: "Mi propósito no ha sido nunca otro que intentar fbrnll¡' como especies
<lo: .Este gran mundo, que algunos-multiplican
mis propios pensamientos y construir sobre Lul terreno que s(,it para co-
enteramente mío" (20). También detectamos una hostilid.atl ¡¡ral ,i; géri..o, es el esp¿jo donde debemos mirarnos
"" cabalmente. En resumen, quiero que sea
el libro cle
disimulada hacia la lógica escolástica: "Támpoco he observad«¡ ¡ocernos
la obra de Montaigne
nunca que por medio de las disputas que se practican en las «:s. nuestro colegial, (2005: 191) ' Y no es que
pero.advierte: «No cito a los
cuelas se haya descubierto alguna verdad antes ignoru¿¿,, (92) '1. carezca de auctores precisamente'
mí mismo,; 18311 M:ll*
clemás sino para expresarme mejor
a
Todo esto sucedía en la tercera década del siglo X\¡II, insistimos, f
leios' aunque.tn-
más
pero la brecha ya estaba abierta desde antes. .u, u".", anies la Eáad Media había estado
sistamos en que el aprendizaje que Montaigne pt"p:l:. también
De la primera edición de 1580 data uno de los más conoci- "tOtá libro' el li-
dos lrn.sayos surgidos de la endiabladamente inteligente pluma .., ,rn up."rráir4. dit tibto, q"t de otro tipo de
no es algo escrito.en
de Michel de Montaigne, el que versa sobre la educación de los bro eminentemente laico, donde él mundo
slno esa escritura de la vida
hijos. Todo en él parece ya, incluso sin proponérselo, mostral' caracteres oscuros ni en signaturas'
oios' "Y para este apren-
cada una de las fisuras de ese tipo de lógica feudal fbrjada al que en todo mome rtto se Wsenta o' ntustros
ojos sirve de valioso
calor combinado d.el Tiiaiut¡t,y el Quadriaiunrt'. En dicho ensa- dizaje, todo cuanto se presenta a nuestros
pu¡t, fu necedad de un criado' una frase
libro: la malicia de un
nuevas» (187)' Lo dice'
de sobremesa, son otras tantas materias
que desde sumás re-
con una frase demoledora, un Montaigne
en latín: 'Nos en-
4 Recordemos algo que ya ha sido señalado aquí, y es que hasta la pro- mota infancia ha sido educado íntegramente
pia elecci<in cle la lengua ha de entenderse en ese proceso <le lucha c()ntra la ,.nu, a vivir cuando la üda ya ha pasado" (196)Edad-'
Media y su
escolástica, pues no olvidemt¡s ese fragmento decisivo (Diseurso del mélorho,W, iba á estai más lejos la
Pocas veces, insisto,
aquí' Por lo.demás es
espera de la vida plena de lo que lo está
77), citado en el capítulo cuatro, en el que Descartcs llega a contraponer su
propia lengua, el francés, a la lengua de sus preceptores, el latín, porqtre pre-
.iá.," que la metáibra del Libio del Munrlo o del Libro de la
fiere valerse cle su pura razón nalu,ral frente a la opinión de los quc n() creen
la ideología feudal' se
sino ¿n los libros antiguos. Sin duda otro impagable pasaje en el que la visión de Naturaleza, que tan importante era para
la escritura como glosa de la Escritura queda desactivada.
5 En realidad nada de Montaignc permite una lectura distraída, y así, ya
desde cl prólogo "Al lector" de los Erzsalo.s, este complejo Michel Eyquem
l,ouppes advicrte a su interlr¡cutor que con su libro no ha buscado "¡ri el ser-
vici<r a ti ni mi gloria" (Montaigne,2005:47). Me parece al men<¡s tan pun- adquiere un señ.rí<r
zante ese detalle como la memorable y muy citada observación que figura al ;;-*" ,or,nu, de familia de comcrciantes cuyo padre ni se conside-
(es decir' con dinero) '
linal dcl rnismo prtilogo: .Así, lecto¡ yo misrno soy la materia dc mi libro" como los lectores ya adquicren los libros
ni tan poco burgués como para igno-
(1áiri). Recordcmos qr¡e lir idea cle servidunlbrc es uno dc los pilares de la idco- ra tan poc() noble cotno para vendersc'
la alusión es impagable' Tampoco
logía feuclal, y quc por cso rnisnro será t¿rmbién uno de los prirne«rs objetivos rar la nueva rcaliclad del mcrcado' Por eso
no cstá clc más rccordar quc lo que
que tratará de derribar la nucv¿r ideología burguesa. En las lctras f'eudales, no se ha proprtesto su gftiria, y a esc respecto
mediante su pecttliar servi{1rnt1--{,fa
()bstante, la scrvidumbre se transfbrma, cuando menos, o bicn cn el scrvicio los nobles buscaban en ei feu«Ialismo
o amorosa) era precisamente stl gloria' )' qlte esas «vldas glorl()-
<Iel cléripo que comparte el saber que Dios le ha dado, o bicn cn Ia nobiliaria f'ucra militar
sas» eran adetnás las únicas,
j'unto a las de losiantos' consideradas dignas d<:
scrvidumbrc de arnor, propia de la temática cortés. Pcro Montai¡;ne n() sc pro-
Montaignc ni siq.iera dudará en re-
ponc harccr ningrin servicio, y rr)enos al lect.or, fieura tlue ya cllerrta con la he- ser llevaclas a la cscritura. Ei'.or., cs que
m<¡destia el tarnañ«¡ de su pe ne'
rramienta <le la lectura s<>litaria de la que carccía en el Mcdicvo. Nuestro au- currir a los latines antes de cletallarnt» con
219
ztB
cu4xqo r_e! llBRos ERAN
'aRo.§ A MoDo DE EpÍLoGo: DEL LtBRo D¿ A I-A <<oBRA LITERARIA>>
22r
CUANDO LOS LIBROS ERAN
'AROS _. A f!o!o_D- u¡jr-99<t.9p41aRe?_E 41d llolRA LTTERARTA>)
223
_ cuANpo Los LTBROS ERAN L!!R9S _ A MoDo DE BpÍloco: DEL LtBRo DE A LA «oBRA LITERARIA>>
224
221
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿/AROS
4_l4.o,Lo_q! EIMG0. pEL LtBRo DE t.A
^
zz6
IUA\D!_!qs !!!¡os ERAN ¿IrRo.l'
.,_ A MoDo DE EpÍLoco: DEL ¿/BRo pE A LA «oBry\ t.fuiRltun»
en el presente. Si, d.uda De tan evidente, a veces damos por bien aprendida hasta la pro-
pia literalidad de la palabra "libro, ls. Ésta nos aparece por to-
I
12 Irrcl.so e. krs
^iegrzos ttetJuit:io r'inat de Br:rceo, cr.nae prima
va ya \.ista del mu¡¡.u,s scn .scit.la ra perspccti-
l,ral.p,r.,,r.n po,r.:r,, es sino la aceptación l3 Y a veces hasta damos por sentadiu ingenuidades del tipo más libros,
cle la
"a
corrsrrmacitin dcl pasaclo y clc la más libres", lo cual es sumamente ir<'rnico si tenernos en cuenta quc ni la libertad
inmiirerrcia dJ.l
ii,t,,,i. ..,,r,r., Apotali¡t.si.s.
ni los libr<¡s han significado siempre el espejisrno resbaladizo que significan hoy.
zz8
229
cuANpo Los
_L!!!gl !14!!4{gs_ ___ _ j_l!gP! sE EPTLOGO: pEL ¿BRq A r-rTr-.nARrA»
210
21r
CUANDO LOS L¡BROS ERAN ¿,AfOS
plL
l l,toqq DE EPI!!)q9: !!R!o pE 4 r-A1oBR^ r-r'r't,R^Rt^»
[aH' ffi ;T; *: ml figuración de nuestra actual noción de "literatu¡¿» que, no obs-
unas décadas. La risa, el llanto, "1[
i
la ternura, el dolo¡ el amor y Ia tante, el glosador medieval jamás pudo tener en cuenta: la mira-
muerre, todos los senrimientos y
la. pasioíe. h;r;;;;1",."_ da propia sobre las cosas como legitimación del texto (y de ahí
mezclá,dose en esra odisea en la
que rolo at t¡rrur ¿"r.,rú.r.i.i';--
tagonista el último destino y ,".riid., la referencia ala nueua y personalísima mirada); la posibilidad de
de su viaje u .,l.rg.r;u-pi.,"
(Fernán Góme2,2006). que tal mirada sea a un tiempo exterior (sobre uarias ücadas de
nuestro país) e interior (del autor sobre sí mi.smo); la posibilidad, igual-
Volvamos a leer Io que el texto mente, de un yo que se distancia o se implica con respecto al dis-
no menciona y sin embargo
necesita para enunciarsé de esta curso que construye $ustamente una mirada distanciada y cercan«
forma, ru, .osus que acreditan a
uri? «s[¡¿ literaria, como tal una a la vez); y la idea de que en la intuición reside la verdadera n¿r-
vez sale al mercado: el domi_
nio técnico de la forma .literaria, (Ae-atri turaleza de la verdad del lenguaje por encima de la retóri«:ir (y
la excelente nanación,
contada con el putso firune); la experiencia de ahí el que se nos ofrezca Lrn texto que cristaliza en un Lurgtur jt
personal como aval de
o figuraáo 1p,r.r.r'.ir.i"i. a. alguien preciso que tronsmite y contagia sinceridad y emoción).
1" ".1:.r1" aaezad,o en es- Las palabras de un crítico,Juan A. Ríos Carratalá, sc irñirrk'¡r
tas lides, de un cómico .l se le supone la pericia
aariopinta ?":ra.".."uiió.,
de s'us personajesi;
aital, pícara y a todo lo ya mencionado: "En un mercado donde prolifi'r'irrr cirrlir
de Io que se suele ,a-
rfr?f «¡e¡lsxto>, y que en Ia sinopsis vez más los títulos que tras una avalancha desaparcct'n ittttrr,rli¡r
do (el de la España .ura d,e
es arudido ,¿^"-;r;;';;;;" tamente, Fernando Fernán Gómez ha ocupado trn lrrgirr lirtr ¡ror o
hace ino, ¿¿roios); la apelación al lec_
la. supuesra universalidad estridente como segure" (Fernán Góme2,2006). Lir cottltit¡loli
:.":i:r]""re de los reáas (q;; ;;';._
nan otros sino /a risa, el llanto, la ternura, ción, quizá algo ingenua, entre el estado del lncrr'¿r«kr cit¡rllrtllxl,t
el d.olot; d
te, todos los sentimientos y,pasiones ".;;!i;;; aun_ de la literatura, con la desmesurada prodrrcciri¡r rk. lil tttutlttttt lttt
humctnas); la pertenencia,
que sea relatira, a un género *lirerario, de los títulos que lo invade y los ofrece como «llljclos rl¡' r un¡urru
lágitiÁado p". f"i*ái_
rápido (puest<l que desaparecen inmediat«,nlr,llr), y r,l irtlr kr ttr r,tr ,r
232
¿51
Los LrBRos ERAN ¿/rRos
- ={L'4\?o A Mo_Do pE EpÍLj)co: ptsL ¿lBno pr A L4 LTTbRARIA»
19!84
231
235
!E !I&gGC']i!!! Ll44q2!
a-L419CiA Lrrry4¡I4ll-----
A ry999
CI]ANDO I-OS LItsROS ERAN ¿/BRO.§
-
tesoros de la his-
constiuye uno de los mavores
de Al¿xand're
de ese momento Ia ideología del genio creador y desirrtr.tr.r[r
El l,ibro r"t ináediata a la fecha de su
toria de nuestras t"#H;¿;ñ1' El Libro tlc
do, garante de la raclical originalidad de Ia obra, se irn¡l«rrrrlt'd composición y "t tuilu
uttu"tó lu frontera de su siglo' recuerdos'
su texto
para reclamar c<>nsiso ahí Ia paradoja- la correspon«lit,rrlr Ammdejan entrever en
Apotonioy el Libro de Áwn sus pasajes: mucha
retribución monetaria -he de su "<¡bra", definitivamente ya (:()nv(.lr imitaciones y top'u' Jorr"i"t"tt
¿" ulgT?t de
t'a üda de Alejan-
er Libro'
tida en un trabajo y sometida a las leyes del mercado. [)«'srh rue. en general' l^
entonces la lecttrra será única y exclusivarnente privada p()l'(lurt '*;"";t;";t;F'l;'-i9
;;ü;'"."TI*#ili'1;i.I13*,",1*tff 'tr:t[:..":i:]:';
la producción de la "obra" será, asimismo, el señuelo de tul rlr,. Akxand're'2003)'
recho remunerable derivado de la propiedad privada de la <'rr.¡t" l#ri""Xg".f;"*"*t ""n" t\o (I-ibro d'e
ción. Hay qtre añadir que desde entonces, también, cualc¡rri<.t' pero
quizá no permita apreciarlo'
texto del pasado será sometido a esta metamorfosis del mcr'('it- Una lectura precipitada 1á cual el l'ibro d'e
mediante
do y la .creación literaria" 14. acabamos a. p'"""t#"'; "üt*tt: un vistazo a los ele-
En estc libro he seguiclo la impresionante edición del Libru lt ha quedado convern;;;l """b :-::::oslugar el Libn¡ de e1 in1
indican: en primer
Al¿xarulre realizada en 2007 porJuan Casas, pero ahora, y aún it mentos que así nos ro
dtni'o de la historia de una rnstr-
riesgo de parecer tramposo, necesitamos valernos de la igualmcrr- crito como "rr "*po'it';;^;;t la pondera-
española'' como muestra
te maenífica publicada porJesús Cañas en la colección Letras His- tución llamada "titttuittá d.e la historia d,e nues'
ción de convertirlo .n uno
d,e'los mayores-tesoros
pánicas de la editori¿rl Cátedra (ef'ectivamente, la cle esa cubiertir y
q""' p"i1" demás' se supone eterna
instituciá"
negra que para los estudiantes de la literatura española es ya tocl<r
un clásico en sí misma) . Ésta, quiz,á, nos ofrezce r.rnas huellas mírs
tas letras,una
con capacidad de ;ü:; ; -ilt'*i1ff
que
ii
para este cas( Jtr ; :3T:: i:;1:
r.isibles airn de la conversión del l.ibromedieval en «obra literaria". ir-,.rr,. L,".,-,as, y de ahí la de
i' *iaiita y que su [amu atraaesó fronlera
El nombre de la colección y el título aparecen en este volumen, que su aceptación ¡u'
junto con una ihrstración en la qtre se representa Lrna batalla me- iutiempo;vuna.instituciónqueset""li;i,tl-:"r'J"ilt|;Xt:,i;1
conscl
dieval, en la cubierta delantera. Aunque sin duda que lo realmen- ¿rr"."i,áí tradiciones nacionales'
en tanto,tradición' que
es lo que
te ilustrativ<¡ es la sinopsis inchrida en la cubierta trasera: de su configo'utiO' "*pecífica el Libro d'e buen
esa comparativa con
se nos viene a dtti'lt'-' entreusr en su
aq"uo^dt ;; hs. otrai obras l" ') dejan
anxor-.o,. de sus pasa-
recund'os, imitaciones
y copial conscientes d'e algunos
tuxto
la i'mportancia hi'stórica'
Señalo t¡n síntoma más, bastante anecckitico, de esta conversitin del
I-ibro dc en «()bra literaria" que tal vez no quiera decir nada o qrtiera decirlo
;, ; ;;qu"ttoal ¿" "' rn"úu
to q"" ii"'-'" que ver con
la converslon
Hasta ahí, "it"o'" a una institución
todo: ya hernr>s visto que, en su primer pirso por la imprenta, Sánchez le pone
A nlrestr() texlo el título de Poema dc Alexandro Mugno, y que durante much<¡s del Libro d'e 'oÉra' pertenecientedempo en una de
(Alexan'd're¡ en
y al mismo
años se ha conocido con el nombrc <le Libro de Alexandre. Ahora bien, en la eterna y universal'i'"iitttt'"¡¿'' la 'literatura medie-
J"-áitr'u institución'
última edición del texto de la que Lengo constancia, la magnífica realizada por las ramas particularls pot supuesto en la si-
hay- also, lue,s¡,du
jorge García López (2010) para la c<¡lección "Clásicos y modcrnos" de la edi-
val español.'' P"to si
«rrial (lrítica de Barcelona, el título se h¿ reduci<Io simplernentc a Alexandre lapropia tditión iítitu y material
nopsis citada, y qttt to"áboá entre dos ta-
(20I0), con lo que su condición fundamental de Libto de, con todo lo que aquÍ
texto 6erne encerrada por una cubierta
hemos visto que tal cosa significa, quizá haya dejado ya de scr perccptible. Pe r- del "obra'
pas, e s la idea d' ;";
;" ;;;;; J" Y;iT;,T:
sonalmeDte, tuvc que buscar dicha cdicitin en la seccir'ln de "Narrativa de bol-
sillo" dc cierta librería, de lo cual deduzc<¡ que, al llcgar el texto a las manos siempre-por un autor en luncl( ;ffi ::[?ff
$Iff ::
ho po,'u ya ala luz- de esa
del librcro, éste del¡i<i de ve r en el vohrmcn alg<l más cercano a las novel¿s de Por eso ,u a' **po'lción no es vist'a
Valerio Massimo Manfredi que a la ctraderna vía. "-pt'1iioá'
236
EPÍLoGo: r'EL L/BR0 ¿E r !4 i9lR1 LlIrR4RrA» *
c-u^NDo Los r_rrlRol El§ ¿14{9]1__ 4l',l9!9 D!
--
de cómo aprendimos a leer'
pl'áctica ternaria de la "escritura en marcha», cuyo sesgo rt'litll. se trata de la üeja historia acerca
la norma burguesa que desde'el
vamente abierto hemos tratado de justificar en este libro, sirro crre su absoluta coherencia con rodo tiempo y lu-
precisamente en firnción de su coráclct clor«,mcnte unitarioy su nb :,["iíiñ"Tá. n".,.ndo de la lireratura de e
gar la expreriO,, r:omo "obra
littrari¿'' de la verdad autónoma
soluta cohereru:ial\. Habría que entender, eso sí, y porque adenlitr
ilrterior de un suieto'
II
l:' Per,r, cabe prceuntarse, ¿acaso <:l Libn¡ dc Al¿xarulre <:s rncjor o peor, y ('st¡l
fue impensable para la es-
nrás <r menos.justificado su cstudio, en frrnci<in de esc crrtfut¿r tkramen.tc unikn'itii,
Aunque ya sepamos que tal norma
de la cuál hemos tratado de
¿es acas() st absolula roh.nenria, (como si, por cierto, ptrdiese haber algo absoluktnu,nh
critura feudal sacralilada' dentro
cohercntc y sin c<lntradicción) la que debe persuaclir al lcctor <:ulto de que ircu<lrt
entender tu -uror.tUrorui.r,"
perfecta- lógica de la escritu-
sin demora alguna a la librtr'ía más ccrc¿rna para hacerse con é1, quc es al fin y lrl La escritura que
cabo de lo que pretenclen convenccrnos este tipo rlc sinopsis? Salvanclo las eüdct¡ ;;;;;;derna vía del siglo XIII castellano'
demasiado remoto' demasiado
tes distancias, me resulLr irnposible no acordanne aquí del bucn hu¡nor de unJai- surgió en un tremp;;;;t"-yt
fue una vez' cuando los libros
lnc (iil de Bieclrna que, cntrevista<I<¡ dumnte una serie de conl'erencias pronnncia- impenetrable. Ese tiempo que
clas en Granacla cn diciembrc cle 1983, acabzr respondicnck¡ lo siguicntc: "la t¡ni-
era;fi I'ibros-
dad <k: un¿r r¡bra litcraria n<i dene nrucho interés aunque, no só por <¡té, es rtna
c:os¿r que encanla a los catcdráticos. [. . . ] N<¡. El mito dc la unidad de la obra es un
absoluto esprjismo creado por los catedráúcos porque les f¿rcilita muchas cosas" ((lil
de Biedrna, 2010: 1172). No niego que el l-iltro d¿ Alexantlre n() posea una unida<l
idcntif'rcablc (rnás cercana a la dcl rnodelo de la Summa escolástica qtrc a la de la
obra dc Cernuda a la que se esta refiriendo Gil de Bicclma, por cicrto), pero sí qtrie-
ro strbrayar cl hecho de quc sca precisanrentc la clelinlitación de tal concepto dc
.unidad" lo que se ve desdc la crítica m¿is tr¿dicional como garantía de esüu en
presencia de una "obra litcraria" c()n todas las dc la lcy (ni que decir tiene que la
crítica tradicional siemprc ha desconfiad«r de todo cu¿lnto no concibe c<»no t¡nita-
rio <¡ único, pucsto que tal derivaci<in de la idea de orclcrr cstá t:n la propia raíz
conscr.¿ad<¡ra rlc su pensarnicnto). Entre esos catcdriiticos a l<¡s qtrc se refiere el
pocta, ¡rodría ser igualrncrttc si¡r'nificativa ¿rl rcspecto la ancestral diría <¡tte casi
-y
ang.stiosa- búrsqueda de una unidad rc'conocible en el l-ibto d¿ buen am¡¡r con i*
tr.s a otorsarle sin rcsquicios, sin fisuras de ningún tipo, el priülcgio dc "obra maes-
tra" de nuestras lctras. No olvidemos que el propio S¿inchez, corn<¡ sucedc r:on el
Alzxan.dre, e<lita el tcxto de Juan Rtriz en ti siglo XVIII üenrlo cn él n() tant() Lrna
"()l)ra" en sí misrna, sino un:r suertc de nrisceláne¿r t'cunitla bajo cl título <le l1¡¿sías
dr:l Arril»rste de I'Iikt. Y eso a pesar de saber pcrfcctamentc que ya cl Marqués dc
Santillana sr: había rclbrido al mis¡n«r tcxt(), dur¿rrltc el sigkr XV comt¡ Lilm dpl
Anipreste rle Hitrz (,v, conro Libro dp hs runtareq Alonso Martínez de Tfrledo, Arcipreste
de Thlavera, siendo í:stc <:l misrno nornbre por el quc después opLería Florencio
Jancr- crr la prctcrrdida r:ontinuación de l:,t. Col¿trió'n tle Sánchcz, 1a en el sigb XIX) .
P¿rra rcscaurr el libro rlel Arc\rrestr: dc Hita clel reino tle kr heteropóneo o kr clifuso,
I\{enéndez Pi<lal sc cncar¡¡ó dcfinitivamente de p<»rerle rrn ttornbrc, el tod¿rvía r,i-
gcnte de Libm dt lnrcn arzr»; apclando, ctimo no, a su unidad: "la unidad quc t:l poe-
ta \eía cn sn r>bra o la que quería que krs clernás r.iesen" (1941: 140). Es dcci¡, la
uni<lad que veía Ment"ndez Pidal y quc qucría que krs demás viésemos.
2\9
238
BIBLIOGRAFÍA
GtceNres EN T.ETRA rr,qurñe
r¡ttl I trllllllllll'll Il
cnst:ñar a lecr' Par¿r
mí está claro quc sinuuo'<ft'lor rttl tttrrrl¡lltt
Oomo supongo que a nadie le arnar¡;a un clulce, recomien<l<¡ vlvH. p'uau.'iritt idtolrrytttt'
scsttn«ltr srtrp()' t''u'¡")'i'i"'ii""'l)l')' ct¡nro n«r httllit't't rklrr r rrttt
glll
mentc la lectura cle dos textos cmpcñados en hisk>riar sagazlnentc it lt'tl.
lrttbieta siclo c<'nccbiblc' tt¡tllll
r,és del arte, alrnque ninguno de cllos esté dircctamente ligado a rni r¡¡o. t'srtrdio iarnás est('st'gttttrlo
á" to"''"' quc colnpollen ('lr l¡'lrt tl¡t
clcsto intento cn este libro: el admirablc comentarit-¡ que Francisco l{icO ble el scgund() ensayo l"tbi"t" plutt""tlt' l)()rt('r
()tros camin("' üi;;;';t -t ttttrt "litt.t'tltl
kr. Por
.,"',,"n t,to.t Meclia' ni
(2009) hacc de la portacla de Ripoll (atrnque hay quc decir que sus ('(F la <lc
nrentarios sobre las Celcstinas de Picasso o los fil<'rsof<rs de Velázquez tartt. itrici«r la conc('pción ".1,1*t^i
'.o, ¡nsllievrlt' t-n po'oa'io ¿"1 *"ot"'a"
poco dcsmcreccn), y el precioso volumen de Fernando García «le lill:i'"L'l'nt^':::i:'lii1l;il';;::'
l'i:" v.i '":i:'ll:":l;.ffi;i,,',f""'
ctcnra"' i"'tii't''*
Cortázar (2007), cuya prosa rnás o menos lírica, sin embargo, adnrito cia dc rttta 'literatura
que no me resulta tan convincente c()mo su sugestivo planteamient() y t^l J,T,; -,: ;; (i ó *ó I e tt(i |'l I r
rr
) r
'|RES ENSAYOS
p iI aci <'r n b ibl i o g r á rr r a l'l]u
"' ":
i
" n
" Í
t * t'
i :.i : J ; [-:::: i]: l:
^*[
No me parece mal recordarle al lector que el clásico libro de C. S. Lewis
(1980) resulta una introducción impagable a la literatura medieval para
iit$TTH-:;;;i].]il'x":ffi ü1i[:ffi [t*r,,:'^::i:^'",
cirot (lea2; ig+ol' quien-va
el no especialista (y para el que sí lo es, toda una lección dc amenidad).
cle Georges "Url],"ff;::f,,::,i::[,:J:
p'"'l'*Tlli::
Por muchas razones, se trata cle uno de esos libros que uno enüdia. Cier-
«rnester» clesde su PersPectiva il;;;;;, f tri' t sro. r,.tt"'it"o'-
s'w i t
to artículo de SusanJanet McMullan (197I) constituye un interesante
I 11; :i il ;ffi x':'iT:!1 l1;!i;';:;'^il;;i no hay sin«t ttna ex-
intento de aplicar lo que Lewis llama el Modelo a la literatura medieval en t*";;tit;"itr ¡'¡¿t Alpxattdtp tlc
57), para qrrierr
española. Támpoco está de más volver a decir que con este libro no he 1965) '
n,rsiii,inpers«rnaldt'lu'ttdcsuatttor''"""tt''*n'-'int'sropoético'Dt'al-
p,,r'e,irr', D. Dc1't'irnond.(
pretendido realizar una puesta al día del estado actual de los estudios
L,,ru ,nn,,...u .,r," ,.^i^l.irr-e-.ec,,nrlacr.,
:i:::';l^i,:,ll n:'ilpor:i:;
sobre el «mester». Hay una razón, además, por la que me parece que "i,.^ g" *¿*:
i?'i;'* u
l¡ ue c or rsirle r" P"'
esa labor carece de sentido: ya contamos con un impresionante Panora- cr
J;' acr.
: Illi.T,,i : ::il:tl'H:::ü
I e
h'a o p'l
;
ma crítico tlel «mester rJe clerecía" a cargo de la más reconocida especialista
en el tema (Uría Maqua,2000), que transcurridos diez años desde su nll* [':'
rn a. o dl''.,,, :'
:
;
il "' : " iit,',".,1,;. ll',il l"':: l' :i['1',1
o..
" "'
r a tuade 1 I
publicación sigue siendo una referencia más que srilida. Aunque no es
un panorama crítico, creo qlre hay consenso entre los especialistas a la
;illll*ji:l;:"iíü1"ü;:,11ili;lilriiif i,t1:*;i:1:l;
5' i L" *',. Y9:' r
hora de afirmar que la última gran monografía dedicada al «mester» se .pe z
ha de buscar en el espléndido libro deJulian Weiss (2006).
:x;[l,xT"1,';T;1f:'::' it] üfilrl'l'"''
I
le84v 1eeor
[a fo{a de la idea de una Edad Media por el llamado "humanismo" rga+' Cí;"' üo'"'.""
te77'78;ü:";il;:ii"''
]: ;;i';; o"t:l Y.:H',1^$il1^'*l::ill':}:,]'
Estr¿rcla,
puede rastrearse sin problem¿¡s en uno de los más conocidos libros de Fran-
cisco Rico (7993:22-24), pero creo que habrá quedado claro que a mí me
,l-t,,, er''o', 2.07)
interesa sobre todo la crítica a tal idea, ¿uí como poner en tela dejuicio la
creencia en una "literatura" medieval. Me siento muy orgulloso de haber-
i*:::,n:::.:;i:ffJ,:i'ffi1,:'T"";"*J*p""onciaq'lrcaés'la
n.l¿"''¿"' lees' 2(x)3r Rl..nt«r
t"'i:'i:t:'"ibgz''t"t.-,.,"' eu5;
(llallestrirri v ztloi¡'t'l'aleta' 2007 ; Rico'
1
me fbrmado en una escuela materialista que tiene rnuy claro que, como
r\srinaga, R"'l'í;:; ;"ó;;; r'^ ^r^'
escribió el maestroJuan Carlos Rodríguez: "La literatura nt¡ ha existido arrrrqttc taln-
Weiss.20t)6)'Nt'i"nt^lrntlotalnpt'ct'tlalraios<letarizalgonrás('orrser-
ol'to"tt't-"t.) tladiciorlrrl'
siempre" (1990: 5). A este respect«r, he de advertir que me llam¿r la aten- *tt'l"i t'rl-
vrrlor qtrt'^nt'g^;';;';'tt"o ti"(j" tt'-tilt"'rrc: ¡sí' la.istirlcitin
ci<in la enorme diferencia entre el ingente núrnero de libros que se pue-
poco ptrt'«lar"'t'nl':t'-(.'"''lttt "'r"
den llegar a leer y cl escas<¡ grupo cle los quc, entre ellos, pueden además
243
242
PEQUEÑA
GIGANTES EN LETRA
CLIANDO LOS LIBROS ERAN 1,18ftO.'
245
244
CUANDO LOS LIBROS ERAN ¿1BROS
glqAIM !\!!114 1'rQr r ri N /\
-
siglo XIV como la .decadencia del
simbolismo, (2001:26?).Mis reparos
acerca de las dificultades de aplicar Respecto a la naturaleza de la estética music:rl rk'l Mr.tl[,r,rr, r,l ll,l
ruurvt.
el concepto <Ie
de razonamiento aregórico de la sacralizu.i.- "simboli.mo, u,l tip., tor encontrará valiosas páginas consagradas al tenra t:tt los ltitlrrllrrr rlr,
t¿.,aa no deberían, desde
luego, privar al lector del conocimi".r,o Manuel Asensi ( 1998: 215), GarcíaMontero (2000: 37), dt: ll tryr ¡r' ( l lH7r
J. .,.ru obra tan sugestiva como
1
ha- hecho posible Michel pur,o..u, 70-77) y Eco (1997: 29-32).lJn su impecable cstudio métrico sol¡tc cl
?,qlr- .o n ,na historia simbókca d¿ r,
«mester>>, Isabel Uría señala la presencia
Ed,ad Media occidsntat (100-6)
Reitero, O*d; ya lo he dejado claro "de cuatro unidades I íttttir'¿ts
t'":p? del Iibro' que.el término en el en cada verso, lo qne hace un total de l6 figuras rítmicas en cada t:o¡rlit
so" lo he romado de Thomas R. Hart
"int.rp.üción sacramenral der univer-
cuaderna" (Uría Maqua, 2001 : 1 13) . Aunque sea altamente improbablt:,
1iOSO, 1O_ZO¡, aunque desde luego
yo lo haya aplicado en un senrido y dado que pocas cosas en estos poemas ocurren por casualidad, url vr:z
bastante difbrenie. yl"
vación de c's. Lewis sobre la tentación ;.;ü;;;;1r.. podamos reconocer la presencia del número siete hasta en ese detzrllc
del simbolismo que pacrecen Ios
amantes de Ia poesía medieval puede (16, 1+6=7); de hecho, la misma autora nos habla de la existencia clt:
encontrarse en su magistrar estudio
sobre Danre, The Ailegory of Loie siete cláusulas rítmicas básicas en la métrica del «mester»: "bisílaba lla-
Ogag: a6/1T.
A efectos meramente prácticos, para na (óo), bisílaba aguda (oó); trisílaba llana (oóo), trisílaba aguda (r)ori);
el .ome.rt rio de los textos del
«mester», he tenido muy
presentes las obsen
tetrasílaba llana (doóo), tetrasílaba aguda (óooó); pentasílaba siemprt:
Án ger Lade ro
a";;. <Zo o z¡ v,,"b..,; J;, J;;i ?ffi ,H:
de Ia gradación medieval del úniverso tff ü,Y:ilj
llana (dooóo)" (Ibid.). No tenemos por qué forzar las coincidencias, pcr()
como tampoco hay razónpara ignorarlas, quede constancia de ellas aqtrí.
y.iL.pu.io. Er término «paranG
masia anagramática'' ya clásico para Eso sí, no sin aüsar, por mi parte, que esta última hipótesis la sugiero dc
dánominar el uso de la dicotomía
la que," rá1. ,..."o,i". la misma manera que señalaba fiay Martín Sarmiento la de la aut()ría
l::l!t"de
(1992: 38)' En mi comentario ".;;;;en su día por Michael Gerli
del Lilno de Alexandrepor Berceo, es decir, no com() cierta, sino como nada
de dicho motivo he teniclo presentes ras
aportaciones de Víctor.García.de la inverosímil.
Concha (19g2) yJosé ü..i"lrq"l..-
do (2003-) aunque ra hisroria de cómo Nru.á ir.gu a convertirse
' en ra pie-
za ctave del Misterio de la Redención
para la .;iü;;;;;;i i; il; :"" 4. Er. s¡,nrn DE r.os TIOMBRFTS
todo.lqio de detallesJoaquín Gimeno
casarduero (rggg). El motivo de Ia
relación entre microcosmos y macrocosmos Por suerte contamos con Lrn trabajo impecable para delimitar la conct:p
que aparece en er Libro de
Al¿xandreha sido estudiado por Francisco ción medieval del saber en las letras hispánicas a cargo deJosé Antonio
ni." irgsol y, más concretamen-
te por lo que respecta a sus iimilitudes
con el tratamiento crer mismo tema
Maravall (1967). Eso sí, por motivos que creo a estas alturas ya habriin
que observamos en el O,:::i,! de Diego qr,redado lo snficientemente claros, en mi caso preferiría hablar sencilla-
Garcfa de Cr*por, por.i'pü,"
Rico (1985), Franchini (1997) y Anzil.," mente de "sociedad feudal" <¡ "sacralizad¿» y no, como hace el insignt'
iZoóll.
El proceso de autocolon:zaciónde la historiado¡ de "sociedad tradicional,. Matices inteligentes y diferenciad«rs
voz por el latín al que me refie_
ro lo desarrolla con su inteligencia
habitual pult zr.ntno. del tema los encontramos también en los trabajos de Patrizia Caraffr (l9tlft:
cuestión distinta es Ia trabuáda cuestión ilésb, ii, p;- 251) yJulian Weiss (2006: G7), aunque quizá la página más inexcttsablt'
del .pecado, del «mester». No
comparto la tesis del,pecado para distinguir la diferencia entre la concepción sacralizada del saber y l:r
literario, (Salvaáor Miguel, lg79: lZ_20),
aunque una vez más Francisco.Rico (
l9g2: 50) pone algin necera.iop*o qrre proüene ¡ls le5 "golpes de bombo" (Maritain dixit) del racionalisrrxr
sobre Ia i. Se ha identificado el cartesiano nos la brinda, no sin cierto gracejo, Umberto Eco (1999: l2).
"pecado" .oí á'.....o, artístico en la conr_
posición de la obra realizada, Ni el Zi liures dou Tiesor ni su versión castellana, el Libro del test»t¡,
lLAper¡rt.uáu, tgs+:47b),ysiempre con
el .literario" (Lorenzo Gradín, 19ó5, dan cuenta del encuentro en Roncesvalles entre Brunetto t,atini y el cstu-
lll, ;:io.*al, (Gómez Redondo,
2003: 236)' Aunque muyprobablemente
es desacertada, merece destacarse
diante castellano que acababa de dc'jar Florencia. Sí lo hace el li,st»vllt¡
la preciosa tesis de steven N. Dworkin italiano, pcro en mi caso clebo admitir que nunca hubiera conocitlo cs:t
<lgii-,-zzazzT), seg.n la cual en
los orígenes de la palabra «mester»
habría una contaminación entre los curiosa historia sin la mencií¡n que cle ella hace Spurgeon Balclwin crr
térmi.os latin.s por la Iglesia p.ir.,ritruu- N,,Nr'-I.ERIUM y su edición del texto castellano (Latini, 19U9: i). Por lo demás, lzt itnagcn
-usa.os r\,frtirE-
de los clérig<)s colrlo dcpositarios dc las tradicioncs políticas quc po<líutr
246
247
CIGANTES EN LETRA PEQUEÑA
CUANDO LOS LIBROS EIAN LIBROS
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cuANp9LOIiLIBRoSERAN¿/BR
-Glc4I!I!§4'!!fI|rqQqEI4-!l+i--
entre mirada
Nunca hubiera entendido ese detalle decisivo sin l¿
lite¡atura del pobre Al valerme de la distinción -para mí fundamental-
una vez más' sino apli-
(1994), el ensayo deJuan Carlos Rodríguez que también se ocupa de, en- literal y mirada sacralizada o dual, no he hecho' que
observaciones
tre otras muchas cosas, la novela picaresca. .u. il áu*po de Ia "literatura medieval' las.iuiciosas (1994) para
Rodríguez
;;; ;"d" t.r¡o a" detalles prodigaJuan Carlos
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