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Traducción Y. Sevilla, V. Abusamra y V. Jaichenco.

Cuadernos de Neurolingüística 2

Algunos aspectos del procesamiento del lenguaje revelados a través del análisis de la
afasia adquirida: El sistema lexical

Alfonso Caramazza
En Annual Review of Neuroscience, 1988, 11; 395 – 421.

Introducción

La afasia adquirida es la pérdida de algún aspecto del procesamiento del lenguaje como
consecuencia de una lesión cerebral. La forma específica de afasia observada en un
paciente está determinada por la localización de la lesión cerebral. Sin embargo, dada la
complejidad del sistema de procesamiento del lenguaje, que involucra tanto mecanismos
lingüísticos concretos (fonológicos, lexicales, sintácticos, semánticos y pragmáticos) como
sistemas cognitivos asociados (p.ej.: la memoria de trabajo), se puede observar un vasto
número de formas de afasia. Cada forma de afasia observada se supone es el resultado de
un tipo particular de daño de un componente o de una combinación de componentes del
sistema de procesamiento del lenguaje. No es realista, en el limitado espacio disponible
aquí, intentar una revisión de todo el rango de posibles déficits del lenguaje en la afasia.
Una tarea más manejable es centrarse en la revisión de un subsistema de la facultad del
lenguaje. Esta revisión se centra en el sistema lexical.
Normalmente en una revisión iría directamente a la presentación de los desarrollos
centrales teóricos y empíricos en el área del procesamiento lexical y al análisis de las
diversos tipos de afasia que involucran déficits lexicales. Sin embargo, los desarrollos en la
última década se han dirigido a reconsiderar aspectos teóricos y metodológicos de la visión
dominante en investigación neuropsicológica, con el resultado de que esta ha cambiado y la
interpretabilidad de la mayoría de sus hallazgos empíricos ha sido cuestionada.
La organización de este artículo es la siguiente. Primero presentaré una breve crítica del
modelo clásico en investigación neuropsicológica y una discusión de los supuestos teóricos
y metodológicos de un nuevo acercamiento identificado como neuropsicología cognitiva.
Luego revisaré los desarrollos más importantes en el área del procesamiento lexical y los
déficits lexicales en la afasia. Esta revisión concluirá con una breve discusión de las
implicancias de estos resultados para la neuroanatomía funcional del lenguaje.

Supuestos metodológicos y teoréticos para una neuropsicología cognitiva del lenguaje

El estudio actual de los desórdenes del lenguaje está basado en un conjunto de principios
teóricos y metodológicos que los distinguen de, e incluso se oponen a, el estudio clásico de
la afasia. Ese primer acercamiento se basó en establecer correlaciones clínico-patológicas
para los diferentes tipos de afasia. El estudio actual, por contraste, tiene como objetivo
especificar la estructura computacional del procesamiento de lenguaje normal. En este
marco, las relaciones entre los mecanismos lingüístico/cognitivos comprendidos en la
facultad del lenguaje y las estructuras cerebrales que emergen del análisis de la afasia no
constituyen el principal objetivo de la investigación. Aunque la investigación sobre la
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afasia servirá sin duda para proveer una fuente importante de restricciones sobre la
neuroanatomía funcional del procesamiento del lenguaje, no necesita, y en muchos trabajos
recientes no aparece, estar explícitamente comprometida con este objetivo. Esto no
significa que a la neuropsicología cognitiva no le concierne el problema de la relación de
los mecanismos cognitivos con el cerebro. Por el contrario, esta relación es uno de sus
objetivos, pero no tiene que tener prioridad sobre la especificación de la naturaleza de los
mecanismos cognitivos que deben ser neuralmente implementados. Para ver el problema de
un modo distinto, el objetivo de la neuropsicología cognitiva es articular e intentar resolver
el tipo de preguntas empíricas acerca de las relaciones cerebro/cognición, preguntas que
sólo pueden ser formuladas a través de una teoría explícita del funcionamiento cognitivo.
Así, una teoría “neurocientífica” de las capacidades cognitivas no deberá formularse
relacionando directamente la conducta con los eventos neurales, sino a través de las
operaciones cognitivas. La neuropsicología cognitiva rechaza por prejuicioso el
materialismo “eliminativo” (eliminative) de algunos neurocientíficos (y filósofos; cf.
Churchland [1986]) y opera con el supuesto de que una teoría neurocientífica de la
cognición será una teoría acerca de los mecanismos cognitivos y no directamente acerca de
la conducta; las descripciones cognitivas de los eventos mentales no serán reemplazadas
por descripciones neurales.
La investigación clásica operó con el marco de un modelo médico sin información de teoría
cognitiva o lingüística, y ciertamente se mantuvo lejos del objetivo de desarrollar modelos
explícitamente computacionales de procesamiento de lenguaje. Los síndromes que fueron
correlacionados con sitios anatómicos surgidos de análisis clínico-patológicos se basaron
en pobres nociones de procesamiento del lenguaje, utilizando más bien clasificaciones de
sentido común, derivadas de la clínica, para las alteraciones del lenguaje (p. ej.: Benson,
1985; Damasio, 1981; Kertesz, 1985).
Los síntomas que comprendían los síndromes eran categorías conductuales no analíticas
como repetición pobre, pobre comprensión auditiva del lenguaje, escasa capacidad para
denominar, etc. (conglomerados conductuales que se originan en conjuntos complejos de
mecanismos cognitivos y lingüísticos). Hay diversas razones para rechazar este modelo
como marco con el que explorar la estructura de los mecanismos cognitivos y lingüísticos
que subyacen al procesamiento del lenguaje y su relación con el cerebro. Sin embargo,
después de presentar brevemente los detalles de este análisis crítico, quisiera considerar uno
de los mayores logros que se ha alcanzado a través de la investigación llevada a cabo desde
este marco.
A pesar de las serias limitaciones, lo poco que se conoce acerca de la neuroanatomía
funcional del lenguaje ha llegado a nosotros principalmente a través de las correlaciones
anátomo-clínicas de las afasias. Aunque era conocido desde los tiempos de Hipócrates (400
a .C) que de un daño cerebral podía resultar un deterioro en la facultad del lenguaje, no fue
sino hasta los detallados análisis de Broca, Wernicke, Charcot, Lichteim, Dejerine y otros
en la segunda mitad del siglo XIX, que se estableció una firme relación entre los procesos
de lenguaje y el cerebro. Estos investigadores trabajaron bajo la influencia de la hipótesis
frenológica de Gall, quien propuso que diferentes facultades cognitivas se basaban en
distintas áreas de la corteza cerebral y estableció un cuadro de la carga funcional de las
distintas partes de la corteza; así, localizaba la facultad del lenguaje y sus principales
subcomponentes en áreas particulares del cerebro. Los neuropsicólogos han acumulado un
cuerpo sistemático de observaciones que relacionan la localización del daño cerebral con
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los patrones de disfunción del lenguaje. Estas observaciones han establecido no sólo que el
procesamiento del lenguaje está basado en estructuras neurales en el hemisferio izquierdo
(en la mayoría de las personas) sino también que existe una organización funcional
sumamente articulada en este hemisferio, por la cual diferentes partes son el sustrato de
distintos componentes del procesamiento del lenguaje.
La idea general que surge de este programa de investigación puede ser resumida de esta
manera: los componentes lingüísticos del procesamiento del lenguaje (sintáctico,
fonológico, morfológico y léxico-semántico) están basados en estructuras neurales de la
región perisilviana del hemisferio derecho; otras regiones del cerebro, incluso el hemisferio
derecho, juegan un papel menos importante en el rol de soporte del procesamiento del
lenguaje. Actualmente hay considerable evidencia de que se necesita un hemisferio derecho
intacto para interpretaciones sutiles del lenguaje como apreciar la ironía, la metáfora y el
humor, así como el contenido emocional de un acto lingüístico, pero no estrictamente para
el procesamiento del lenguaje.
Esta visión general de las representaciones neurales de los procesos de lenguaje ha recibido
considerable soporte de la investigación neuropsicológica con otras metodologías y
técnicas. La investigación con pacientes cuyos hemisferios han sido desconectados (split-
brain), en los que las capacidades de los dos hemisferios pueden ser investigadas en
relativo aislamiento, confirmaron que las capacidades lingüísticas están representadas
exclusivamente en el hemisferio izquierdo. La investigación basada en métodos de
estimulación eléctrica de la corteza cerebral expuesta durante procedimientos quirúrgicos
ha llegado a una conclusión similar. Así se demostró que la estimulación eléctrica de la
corteza resulta en un deterioro temporario del lenguaje sólo cuando es aplicada a la región
perisilviana del hemisferio izquierdo. Y, finalmente, los estudios de flujo regional de la
sangre con tomografía por emisión durante las actividades lingüísticas en sujetos normales
han arribado a las mismas conclusiones.
Sin intentar minimizar la importancia de lo que hemos aprendido acerca de la
neuropsicología del lenguaje a través de los métodos corrientes a nuestra disposición,
quiero enfatizar que hemos tenido éxito sólo en proveer un mapeo general y nada analítico
de la facultad del lenguaje en el cerebro. ¿Es esto lo máximo a lo que puede accederse a
través del análisis de los desórdenes del lenguaje consecuentes a una lesión cerebral? Esta
pregunta recibe diferentes respuestas que dependen de dónde ponemos énfasis, en lo neural
o lo cognitivo de la ecuación cerebro/cognición. Consideremos primero la parte cerebral de
la ecuación.
La respuesta aquí no es enteramente alentadora. El esfuerzo para relacionar los desórdenes
funcionales del lenguaje con la localización del daño cerebral, no importa el grado de
agudeza del análisis, puede dar lugar a una “moderna frenología”. Esto no implica que este
logro no sea significativo. Todo lo contrario: un mapeo detallado de los componentes del
sistema de procesamiento del lenguaje en las estructuras neurales impondría limitaciones
importantes respecto de las teorías acerca de las bases neurofisiológicas del lenguaje. Pero
el tipo de información a nuestra disposición no puede guiar a una neurofisiología del
lenguaje. Además, el hecho de que el lenguaje natural es una capacidad sólo humana reduce
severamente el rango de oportunidades experimentales para explorar los mecanismos
neurfisiológicos del procesamiento del lenguaje. ¿Esto significa que debemos abandonar la
esperanza de una neurofisiología del lenguaje? Aunque las actuales oportunidades están
limitadas, cabe la esperanza de que los desarrollos tecnológicos hagan posible investigar la
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actividad neural en humanos con medios éticamente aceptables. Mientras tanto, no estamos
completamente indefensos. Podemos utilizar una estrategia, el conocimiento que emerge
del análisis de diversos proceso cognitivos en especies no humanas para desarrollar una
neurofisiología computacional del procesamiento del lenguaje; esto es, una neurofisiología
teórica que se base en principios de funcionamiento neuronal para desarrollar modelos de
redes neurales de procesos lingüísticos específicos (modelos que han recibido creciente
atención en los últimos años). Volveremos a este punto en la conclusión de esta revisión.
Por oposición a la conclusión menos que optimista acerca de la posibilidad de una
neurofisiología experimental del lenguaje, la perspectiva de progresar en el desarrollo de
una teoría funcional detallada del procesamiento del lenguaje por medio del análisis de
diferentes formas de afasia adquirida es muy alentadora. La motivación pragmática de usar
los déficits del lenguaje para informar y restringir las teorías de procesamiento lenguaje
normal proviene de la observación de que el daño cerebral no da lugar a una pérdida
indiferenciada de la capacidad lingüística sino a un deterioro selectivo de alguna capacidad.
Por ejemplo, un daño cerebral puede deteriorar procesos lingüísticos selectivamente, sin
desorden en otras capacidades perceptuales y cognitivas. Sin embargo, si el daño diera
como resultado disociaciones de funciones que no son más finas que los sistemas
cognitivos globales (lenguaje, cálculo, etc.), los patrones resultantes de rendimiento
deteriorado tendrían escaso valor para determinar la estructura de procesamiento de estos
sistemas. Afortunadamente, el daño cerebral puede dar como resultado patrones altamente
específicos de disfunción, presumiblemente reflejando la estructura componencial de los
sistemas cognitivos. Podemos utilizar estos patrones de rendimiento deteriorado para
evaluar y desarrollar modelos de procesamiento normal de lenguaje. Sin embargo, esta
empresa no puede llevarse a cabo en el marco de la neuropsicología clásica.
El objeto de la neuropsicología cognitiva, como dijimos previamente, es desarrollar una
teoría del funcionamiento cognitivo a través del análisis de patrones de disfunción cognitiva
consecuente con un daño cerebral. Las asunción teórica que motiva el uso del rendimiento
deteriorado como la base para inferir la estructura de los procesos normales es que las
transformaciones del sistema normal bajo condiciones de daño no son indefinidas o
azarosas sino obedecen restricciones precisas determinadas por la estructura intrínseca del
sistema normal: un patrón de rendimiento deteriorado refleja una transformación
“descubrible” (y especificable) del sistema cognitivo normal (lo que he llamado la asunción
de la transparencia, Caramazza , 1984, 1986). En este marco, un patrón de rendimiento
deteriorado es considerado como soporte para una teoría de la estructura de procesamiento
de un sistema cognitivo (sobre alguna teoría alternativa) si es posible especificar una
transformación –una lesión funcional- en la teoría propuesta (pero no en alguna teoría
alternativa) del sistema cognitivo tal que el sistema transformado pueda dar cuenta de los
patrones observados de rendimiento. Este procedimiento permite un criterio preciso para la
evaluación empírica de una teoría cognitiva a través del análisis del rendimiento de
pacientes lesionados cerebrales con deterioro cognitivo.
El rol que juegan las “lesiones funcionales” en el marco propuesto para la investigación es
análogo al que juegan las “condiciones experimentales” en un típico paradigma
experimental; esto es, en un experimento regular la relación entre datos y teoría es mediado
por condiciones experimentales específicas, y, en la investigación con lesionados
cerebrales, por lesiones funcionales. Sin embargo, las dos situaciones no son análogas en un
sentido crucial: mientras las condiciones experimentales están bajo el control del
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experimentador (y son conocidas a priori), las lesiones funcionales no lo son y por lo tanto,
deben ser inferidas del rendimiento del paciente. Entonces, podemos considerar al paciente
como un “experimento natural”, en el que la lesión funcional representa alguna de las
condiciones experimentales del experimento. Dado que estas condiciones no se conocen a
priori traen problemas particulares cuya solución tiene consecuencias metodológicas
importantes. Específicamente, dado que las lesiones funcionales deben ser especificadas
sólo a posteriori - esto es, una vez que están disponibles todos los patrones relevantes de
rendimiento para inferir una lesión funcional de un sistema cognitivo- no puede haber
mérito teórico en un esquema clasificatorio de rendimiento de pacientes que está basado en
algún conjunto arbitrario de rendimientos de pacientes. Dos consecuencias importantes
surgen de estas observaciones: a) la clasificación de pacientes no puede jugar un papel
significativo en la investigación neuropsicológica cognitiva, y b) los estudios de grupos de
pacientes no permiten hacer inferencias válidas acerca de la estructura de los procesos
cognitivos normales.
Sobre la cuestión de la investigación basada en la clasificación de pacientes, no sólo hay
argumentos metodológicos en contra de su validez, además hay consideraciones teóricas y
prácticas que determinan su inutilidad. La gran mayoría de estudios basados en
clasificaciones ha usado categorías conductuales teóricamente poco uniformes. Los
pacientes fueron clasificados como un tipo particular siguiendo los siguientes criterios: si
tiene o no rendimiento pobre en repetición, o comprensión del lenguaje, etc. Sin embargo,
el rendimiento en tareas tan complejas involucra varios mecanismos cognitivos, por lo que
el rendimiento deteriorado en esta tarea puede estar originado por un daño o una
combinación de los mecanismos implicados en el rendimiento de la tarea como un todo.
Así, un rendimiento escaso en esas tareas no garantiza una homogeneidad teóricamente útil
de los pacientes clasificados por estos criterios.
La segunda consecuencia es que las inferencias válidas acerca de la estructura del sistema
cognitivo de los patrones de deterioro son sólo posibles para los estudios de casos únicos.
Los argumentos son largos de exponer, vale decir sólo que el principal está basado en la
observación de que las lesiones funcionales sólo pueden ser postuladas a posteriori.

El sistema lexical

El sistema lexical es muy complejo ya que así como involucra diversas dimensiones
lingüísticas y cognitivas también está implicado en diferentes tipos de funciones cognitivas
como la comprensión y la producción de oraciones, la lectura, escritura y denominación. En
consecuencia, es necesaria una restricción en el foco. El foco primario serán las tareas de
procesamiento de palabra aislada, no obstante lo cual intentaré conectar el léxico con la
cuestión del procesamiento de oraciones. Se discutirán tres puntos esenciales en esta
revisión: la arquitectura general del sistema lexical; el contenido representacional de los
diferentes componentes del procesamiento léxico y la estructura de procesamiento en
componentes. Aunque estos tres ítems no son enteramente independientes, es útil realizar
esta distinción para los propósitos de la exposición.
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 La arquitectura funcional del sistema lexical

El punto de vista dominante sobre la arquitectura funcional del sistema lexical es que este
consiste en un conjunto distribuido pero interconectado de componentes lexicales. Las
investigaciones de los últimos veinte años dan sustento a esta visión. Una distinción
principal es la que se da entre los componentes lexicales de entrada y de salida, o sea, los
involucrados en la comprensión (reconocimiento) y la producción de palabras
respectivamente. Una segunda distinción aparece entre los componentes de entrada o salida
de modalidad específica: el léxico ortográfico de entrada, aquellos mecanismos
involucrados en el procesamiento escrito de palabras, se distingue del léxico fonológico de
entrada, aquellos mecanismos que sustentan el procesamiento de las palabras habladas.
Estos léxicos de entrada de modalidad específica se distinguen de sus correspondientes
léxicos de salida, mecanismos involucrados en la producción oral y escrita de las palabras.
Se asume además que estos léxicos modalidad específica están interconectados a través del
sistema léxico-semántico que almacena las representaciones semánticas de las palabras.
La evidencia a favor de esta arquitectura funcional es completamente convincente. Desde el
plano estrictamente teórico la distinción entre componentes de modalidad específica es
irrecusable; se origina en los mecanismos involucrados en procesar señales visuales y
acústicas y representaciones fonológicas y grafémicas, que son computacionalmente
independientes. En un caso como la lectura, el problema computacional implica la
computación de una representación léxica sobre la base de la información visual y
subsecuentemente, letras o grafemas; en el otro, el reconocimiento auditivo, el problema
computacional implica computar una representación léxica sobre la base de información
acústica y subsecuentemente información fonémica o fonética. Un argumento similar se
utiliza para la distinción entrada/salida.
La evidencia empírica no es menos convincente. Se reportaron dos tipos de evidencia:
pacientes que presentan un daño selectivo en algún componente lexical y pacientes que
presentan diferentes patrones de deterioro para componentes distintos. Ambos tipos de
datos deben tomarse como soporte para la arquitectura distribuida del sistema lexical. Así,
por ejemplo, Goodman y Caramazza (1986) presentaron un paciente con daño en el léxico
ortográfico de salida pero que tenía un acceso normal a los otros componentes del sistema.
Este patrón de rendimiento brinda fuerte evidencia en contra de una teoría del léxico que
asuma un sistema lexical unitario, no distribuido. Igualmente convincente es la evidencia
que surge de aquellos patrones de rendimiento en los que se encuentran diferentes tipos de
disfunciones para distintos componentes del sistema. Así, Beauvois y Dérouesné (1979)
reportaron un paciente cuyo rendimiento deteriorado en lectura era radicalmente diferente
de su déficit en escritura. El déficit del paciente se manifestaba únicamente en los
mecanismos requeridos para convertir letras en sonidos de palabras nuevas o no familiares;
el paciente podía no leer no palabras pero no tenía dificultad en leer palabras. El léxico
ortográfico de entrada permanecía estar intacto lo mismo que el léxico fonológico de salida.
En contraste, el rendimiento deteriorado de este paciente en escritura resultaba de un daño
en léxico de salida grafémico, que no afectaba aquellos mecanismos involucrados en
convertir sonidos en letras y el léxico fonológico de entrada. Este patrón de disociación de
déficits puede ser explicado sólo si asumimos daño selectivo en diferentes componentes de
un sistema lexical distribuido. Actualmente hay gran cantidad de literatura
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neuropsicológica cognitiva que demuestra patrones diferenciales de deterioro para distintos


componentes del sistema lexical.

 Representaciones lexicales

El sistema lexical distribuido que consideramos aquí distingue entre componentes lexicales
de modalidad específica. Estas distinciones capturan los rasgos más salientes (perceptuales)
de la información léxica (fonológica y ortográfica representada en distintos componentes
del procesamiento). Sin embargo, hay otros importantes rasgos léxicos que deben tenerse
en cuenta para una teoría más general del léxico. Estos incluyen la clase formal o
información categorial (p.ej. sustantivo, verbo, etc.) la estructura morfológica (raíz/base y
afijos), la estructura temática (la estructura argumental de los predicados) y la información
semántica (el significado de palabras y morfemas). Esta información debe estar en algún
nivel del sistema. En esta sección revisaremos alguna evidencia experimental a favor de
estas distinciones representacionales.

Clase formal: Aunque las palabras tienen un estatus independiente, su función primaria es
aportar significado en contextos oracionales. Sólo cuando las palabras se usan en oraciones
se hace evidente todo el rango de sus propiedades sintácticas, semánticas, morfológicas y
fonológicas. Así, por ejemplo, la palabra “camino” puede usarse como sustantivo (Tomé el
camino más corto) o como verbo (Camino por la vereda). Los dos usos de “camino” tienen
roles gramaticales distintos, diferentes significados y aceptan distintos afijos flexivos. La
clase gramatical de una palabra y sus rasgos de subcategorización (p.ej.:
transitivo/intransitivo) también determinan el tipo de afijos derivativos que pueden aceptar
(p.ej.: sólo los verbos aceptan el afijo – able, como en apreciable, contable, etc. pero no
*ventanable, y de hecho lo hacen sólo si son transitivos). Claramente, el léxico debe
representar no sólo la estructura fonológica u ortográfica sino también sus otras
propiedades. Como indicamos antes, la propiedad crucial de lo ítems léxicos es la clase
formal (gramatical); esto es, si una palabra es (funciona como) un sustantivo, un adjetivo,
un verbo, un adverbio o un apalabra funcional. Estas propiedades léxicas juegan un rol
determinante en la organización del lexicón. Aun en la literatura clásica hubo claras
indicaciones de la disociabilidad del deterioro de diversas clases de palabras. La evidencia
más fuerte fue la disociación entre palabras funcionales (artículos, auxiliares,
preposiciones, conjunciones, etc.) y otras clases formales (verbos, sustantivos y adjetivos).
Se argumenta que los pacientes clasificados clínicamente como agramáticos, cuya
producción espontánea se caracteriza por la relativa omisión de palabras funcionales, tienen
un déficit selectivo en el acceso léxico a las palabras funcionales. Sin embargo, este tipo de
deterioro no nos permite distinguir entre déficit en algún nivel del procesamiento oracional
(donde se especifica un marco sintáctico) o un déficit a nivel del acceso léxico puro.
Independientemente del origen, estos patrones de rendimiento son, prima facie, evidencia
para proponer una distinción representacional entre las palabras funcionales y otras clases
de palabras, y por lo tanto, para una forma particular de organización del lexicón.
Hay evidencia más directa respecto de este déficit selectivo para el acceso a las palabras
funcionales. Son reportes de pacientes cuyo rendimiento en procesamiento de palabra
aislada (lectura, escritura, repetición) está relativamente peor o mejor cuando se compara
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con otras clases. Aunque esto inicialmente apareció como un déficit en el procesamiento de
palabras funcionales asociado a un deterioro más general del procesamiento morfológico,
es ahora claro que estos dos tipos de problemas son disociables. Tenemos evidencia de por
lo menos un tipo de distinción organizacional en algún nivel del léxico.
También existe evidencia respecto a otras distinciones. Hay numerosos estudios de
pacientes con rendimiento afectado en forma diferencial que afecta a sustantivos, verbos y
adjetivos, en tareas de lectura o escritura. El resultado típico es mejor rendimiento para
sustantivos, en relación con los verbos y los adjetivos. La sistematicidad de estos resultados
origina la posibilidad de que otra dimensión lexical, además de la clase formal, sea
responsable de este orden en las dificultades del rendimiento. Los pacientes que presentan
los efectos de clase formal descriptos, muestran grandes dificultades en procesar palabras
abstractas más que las concretas (o altamente imaginables). Esta disociación de déficits
admite la posibilidad de que la dimensión relevante afectada por un daño cerebral no sea la
clase formal sino el grado de concretud/abstracción. Sin embargo se obtuvieron efectos de
clase aun cuando se controló la concretud/abstracción. Además, hay en la literatura sobre
los problemas de denominación evidencia de una doble disociación en la dificultad de
denominar para verbos y nombres. Algunos pacientes tienen mejor rendimiento para
denominar sustantivos respecto de los verbos y otros, el patrón inverso. Estos resultados
sugieren que, al menos en algunos pacientes, la causa subyacente del deterioro en la
denominación es un daño selectivo en diferentes subconjuntos del lexicón, definidos por la
pertenencia a una clase formal. Esta doble disociación ha sido también documentada en
tareas de comprensión. En este caso la disociación reportada para la clase también se refería
a la modalidad de uso. Por lo tanto, algunos pacientes presentan un deterioro selectivo en la
comprensión de verbos sin la dificultad correspondiente en denominación para esta clase.
Los resultados revisados en esta sección son inequívocos en un punto: ellos dan soporte a la
hipótesis de que el lexicón está organizado por clase gramatical. Aun así no determinan
convincentemente dónde está representada esta información. No obstante, propongo que la
información sobre la clase gramatical está representada en cada uno de los léxicos de
modalidad específica. Aunque el soporte empírico para esta posición sea escaso, hay
razones teóricas de peso para adoptarla. Básicamente, el argumento es que ya que la
estructura morfológica es estrictamente dependiente de la información de clase, esta última
debe estar representada en el mismo nivel lexical. Y, como veremos más adelante, la
estructura morfológica está representada en los léxicos modalidad específica.

Estructura morfológica: las palabras no son unidades no analizables, ellas tienen


estructuras fonológica (y ortográfica) y morfológica. La palabra “nacionalizado” es una
palabra compuesta de una base “nacionaliz-” más el afijo flexivo de participo “-ado”.
Además, el verbo “nacionalizar” se deriva de la forma “nacional” por la adición del afijo
derivativo “-iz”, el adjetivo está, a su vez, derivado del sustantivo “nación”. De esta
manera, podemos analizar las palabras en bases (o raíces) afijos derivativos [que sirven
para especificar la clase formal de la palabra derivada: “nación” (sustantivo) -> “nacional”
(adjetivo)] y afijos flexivos, que marcan el tiempo, número y género de una palabra. Un
problema esencial para una teoría del léxico es si la estructura morfológica está
explícitamente representada y cómo es representada y usada en el procesamiento del
lenguaje.
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Se expusieron varias posiciones teóricas sobre este punto. El contraste mayor aparece entre
los que sostienen que las palabras están representadas en el léxico en forma
morfológicamente descompuesta (Taft, 1985) y aquello que proponen una representación
completa (Butterworth, 1983). Una segunda distinción, relevante solo para el caso de los
que asumen la descomposición, es si el acceso léxico sólo es posible después de que la
palabra estímulo es analizada en sus componentes morfológicos (Taft, 1979) o si debe
realizarse a través de (ambos) procesos de acceso de palabra completa y descompuesta
(Caramazza y otros, 1985). Se encuentran hoy en debate también otras cuestiones sobre el
tema, como la relación entre morfología flexiva y derivativa y si el sistema flexivo está
representado a nivel léxico o sintáctico. En este espacio limitado disponible consideraremos
la cuestión general de la descomposición morfológica vinculada al análisis del rendimiento
del procesamiento de palabras en pacientes lesionados cerebrales.
Muchos trabajos en la literatura se ocuparon del procesamiento morfológico en lesionados
cerebrales. Algunas de las investigaciones hicieron hincapié en los patrones de omisiones o
sustituciones de los afijos flexivos en pacientes clínicamente clasificados como
agramáticos. Estos reportes documentaron una disociación entre procesamiento de afijo
flexivos (deteriorado) y las bases de las palabras (intactas). También se encontró el patrón
inverso de disociación, deterioro en la producción de bases y conservación de los afijos.
Estos patrones aparecen como evidencia de descomposición morfológica en el léxico. Sin
embargo, como en el caso de las omisión o sustitución de palabras funcionales en la
producción espontánea de oraciones, estos resultados son ambiguos con respecto a la
determinación del “locus” de la lesión: un paciente puede fallar al producir un afijo flexivo
por deterioro en el componente flexivo de una representación morfológicamente
descompuesta o por deterioro en el componente que computa los marcos sintácticos en el
curso de la producción de oraciones. El dato relevante necesario para resolver esto son los
patrones de déficit selectivo en el procesamiento de palabras aisladas. Estos datos están
disponibles.
Una fuente importante de evidencia proviene de los errores en tareas de lectura en voz alta
de pacientes con alexia adquirida. Un error usual en estos pacientes es la presencia de
errores morfológicos, como leer “camina” por “caminaba” (error flexivo) o “alegría” por
“alegre” (error derivativo). Errores de este tipo fueron documentados claramente en
pacientes disléxicos profundos. Estos pacientes además de cometer esta clase de errores,
producen errores semánticos (leer “caballo” por “toro”) y visuales (leer “carro” por
“cerro”); se observan además otros problemas de procesamiento como efectos de clase
gramatical, concretud/abstracción, frecuencia e incapacidad para leer no palabras. Aunque
la presencia de errores morfológicos en este cuadro complejo es sugestiva, no permite una
conclusión inequívoca respecto al punto en cuestión; esto es, si las representaciones léxicas
están descompuestas o no. Después de todo, los errores morfológicos podrían ser errores
visuales o semánticos.
Autores como Patterson y Job y Sartori describieron con detalle los pacientes cuyos errores
en lectura eran exclusivamente morfológicos. Ellos interpretaron el déficit altamente
selectivo de sus pacientes (la producción de paralexias morfológicas) como evidencia para
proponer un deterioro selectivo del componente morfológico del lexicón. De cualquier
manera es plausible considerar a estos errores como semánticos o visuales.
Miceli y Caramazza (1988) describieron un paciente, F.S, que cometía errores morfológicos
en la producción espontánea de oraciones y en repetición de palabras aisladas. La gran
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mayoría de los errores de repetición eran morfológicamente relacionados con el blanco y el


97 % eran de tipo flexivo. La presencia masiva de errores morfológicos restringidos a la
categoría flexiva sólo se explica si apelamos a un principio morfológico, una distinción
entre morfología flexiva y derivativa es una evidencia de verdadero deterioro en el
procesamiento morfológico. El déficit de este paciente en repetición de palabra aislada
permite concluir que las entradas léxicas están representadas en forma descompuesta, o sea
que los afijos derivativos y flexivos se representan independientemente, como componentes
distintos del léxico.
Como punto final de esta sección asumiré que la estructura morfológica está representada
directamente en los lexicones modalidad específica. Aunque la evidencia para esta
conclusión sea indirecta.
Caramazza (1985) describió un paciente con déficit selectivo en la lectura de no palabras.
El paciente podía leer todos los tipos de palabras pero producía un 40% de errores en la
lectura de no palabras. Sin embargo, cuando se evaluó su rendimiento en la lectura de no
palabras “morfológicamente legales” (como “caminía”, compuestas por combinación ilegal
de morfemas legales de la lengua), se encontró que las leía mucho mejor que aquellas que
no tenían un ninguna estructura morfológica. Dado que debemos asumir que las no palabras
no tienen entradas permanentes en el sistema lexical, la mejora en su rendimiento para los
no palabras morfológicamente legales debe atribuirse a la activación de las
representaciones morfémicas (“camin-” e “-ía”) en el léxico ortográfico de entrada. Si este
argumento es correcto debemos concluir que la estructura morfológica está representada en
cada uno de los léxicos.
En conclusión, la evidencia que surge del análisis del déficit del lenguaje en lesionados
cerebrales, junto con los resultados que aparecen en la literatura sobre procesamiento
normal y la lingüística argumentan con fuerza a favor de la representación autónoma de una
estructura morfológica en el sistema lexical.

Semántica léxica: Que de los rasgos de una palabra el más importante es su significado
resulta bastante obvio. A pesar de esto y del hecho de que el significado de una palabra
juega un rol determinante en la teoría lingüística, no tenemos una teoría detallada del
significado lexical que esté al nivel del rol crucial de esta dimensión de los ítems lexicales.
La ausencia de teoría ha dejado al trabajo empírico en esta área carente de un programa de
investigación coherente para el análisis de los desórdenes del significado lexical. En esta
sección relevaremos los fenómenos empíricos interesantes que se relacionan con la
organización del léxico, sin intentar proveer un modelo general de este componente. Los
fenómenos a considerar serán los déficits de categoría específica.
En los últimos años Warrington, Shallice y Mc Carthy describieron un número de pacientes
con déficit selectivo específico para categorías semánticas. Estos resultados proveen
evidencia relevante para la organización del sistema semántico.
Goodglass y otros (1966) ya habían provisto un análisis cuantitativo de una serie de
pacientes en los cuales encontraban dificultades de comprensión auditiva de categorías
semánticas determinadas. Warrington y sus colegas han documentado un análisis detallado
de casos aislados con disociaciones selectivas entre palabras concretas (deterioradas) y
abstractas (intactas), sustantivos inanimados (deteriorados) y animados (intactos), y
elementos vivientes y comidas (deteriorados) y elementos inanimados (intactos). Tal vez el
resultado más interesante es el reportado por Hart (1985). El paciente MD presentó un
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déficit muy selectivo en su capacidad para denominar ítems que pertenecían a dos campos
semánticos. A pesar del rendimiento normal en denominación de diversas categorías
semánticas, el paciente mostró un deterioro consistente para las categorías “frutas” y
“vegetales”.
Las dificultades en procesar los miembros de estas categorías se extendieron a otras tareas.
Tampoco pudo realizar tareas de clasificación de dibujos de estos estímulos
adecuadamente. No podía generar el nombre de los miembros de estas categorías si se le
proporcionaba el nombre de la categoría ni podía denominarlos a partir de una definición o
una presentación táctil. En contraste, mostraba un rendimiento normal con estas categorías
en una tarea de apareamiento de dibujos y en juicios de categorización, tamaño, peso y
forma cuando se le daba el nombre de frutas y vegetales individuales. Esto demostraba que
el conocimiento del paciente de estas categorías estaba intacto pero no podía accederse a él
a través del lexicón.
Aunque el carecer de una teoría bien desarrollada acerca de la semántica léxica hace difícil
proveer una interpretación sistemática de estos déficits específicos, los resultados aportan
una fuente de datos sobre las que se pueden hacer especulaciones acerca de la estructura de
la organización léxica. Estos resultados argumentan a favor de una organización léxica
altamente estructurada basada en categorías semánticas. Se considerará más adelante lo que
estos resultados implican para la organización neural.

 Principios de procesamiento

El material considerado nos permitió considerar la arquitectura del sistema lexical y los
tipos y organización de información representada en los componentes léxicos. Consideraré
ahora los principios de procesamiento que gobiernan el acceso a esta información.
Se han propuesto dos clases de modelos de procesamiento lexical: modelos seriales de
búsqueda y modelos de activación pasiva en paralelo. De estas dos clases, los modelos de
activación aparecen como dominantes desde la década pasada. El supuesto básico de los
modelos de activación es que un estímulo (o entrada a algún nivel del sistema lexical)
activa en paralelo todas las representaciones almacenadas. El grado de activación de
cualquier representación es proporcional a la similaridad entre el estímulo y la
representación almacenada. Por ejemplo, el estímulo palabra “mano”, activará las
representaciones “mono”, “sano”, “mala”, etc. en diferentes grados. En este ejemplo,
“sano” se activará más fuertemente que “mala” y así. Cuando el nivel de activación de una
representación alcance un valor de umbral, la representación se hará disponible para el
procesamiento posterior en los otros componentes del sistema. Modelos como estos se
conocen como modelos de estadíos seriales. Si relajamos el requisito de que sólo la
representación que alcanza el valor umbral puede servir para activar los estadíos
subsiguientes de procesamiento y concedemos que todas las representaciones que alcancen
un mínimo nivel de activación podrán activar representaciones en otros componentes,
tendremos lo que se llaman modelos de procesamiento en cascada (Mc Clelland, 1979). Yo
asumiré, por motivos de simplicidad, un modelos de estadío serial, aunque el principio de
cascada me parezca una caracterización más realista de la secuencia de procesamiento.
Un modelo distribuido del sistema lexical, como el que hemos discutido en esta revisión,
que opera con el principio de activación pasiva en paralelo, provee un marco natural para la
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consideración de varias características del rendimiento del lenguaje deteriorado. Dos de


esas características son el efecto de frecuencia (las palabras de alta frecuencia de uso están
relativamente más conservadas que las de baja) y ciertos tipos de respuestas erróneas
producidas por pacientes en tareas de procesamiento de palabra aislada.
Es un fenómeno bien establecido en la literatura psicológica que el tiempo de reacción para
reconocer una palabra o decidir que una cadena de letras forma una palabra (decisión
léxica) es inversamente proporcional a la frecuencia de uso de una palabra. Los modelos de
activación dan cuenta de este efecto asumiendo que el umbral de activación de una
representación se reduce con presentaciones repetidas del estímulo. Las palabras de mayor
frecuencia tienen umbrales más bajos y pueden activarse más fácilmente, resultando en
tiempos de reacción más cortos y menor cantidad de errores que las palabras de baja
frecuencia. Este efecto diferencial de frecuencia de palabras también se encuentra en el
rendimiento de los pacientes afásicos. Para dar algunos ejemplos, algunos pacientes
disléxicos cometen más errores en la lectura de palabras de baja frecuencia que en las de
alta. Lo que es importante es, sin embargo, que la presencia de un efecto de frecuencia
puede estar asociada con cierto tipo de respuestas, que nos permite identificar el locus del
déficit responsable del deterioro en el rendimiento del paciente. Esto significa que debemos
tomar en cuenta la presencia de este efecto como indicación de un déficit en el sistema
lexical y el tipo de error (por ejemplo, visual o semántico) como una indicación de un
déficit en determinado nivel del sistema.
Yo indiqué previamente que dos tipos de errores producidos por los disléxicos eran las
paralexias semánticas y visuales. Se han ofrecido varias explicaciones para estos tipos de
errores. Propongo que, al menos en algunos casos, estos errores surgen de déficits
independientes del léxico grafémico de entrada y del léxico fonológico de salida para los
desvíos visuales y semánticos respectivamente.
En una investigación de caso de Gordon y otros (1987) se le solicitó al paciente FM que
leyera varios cientos de palabras a fin de obtener una base de datos de errores confiable
para un análisis detallado. Los errores se clasificaron en: visuales, semánticos, derivativos,
flexivos y otros (para los ambiguos que no podían incluirse en las otras categorías). Quiero
poner el foco en el rol de los errores visuales y semánticos para restringir un modelo del
sistema lexical.
A priori no se puede decir que estos tipos de error tengan el mismo origen: un error
semántico sólo puede ocurrir si la entrada léxica correcta ha sido activada; es decir, para
producir “mesa” por “silla”, le entrada de “mesa” ha sido activada. No hay tal restricción
para los errores visuales. Este tipo de error surge de un daño en el léxico grafémico de
entrada, donde se activó una representación inadecuada. Para explorar esta explicación
consideremos el siguiente argumento. Una palabra que es leída correctamente es la que
activa con éxito un ítem en el léxico grafémico de entrada o en el léxico fonológico de
salida. Por el contrario, una palabra que da lugar a un error visual es la que falla para
activar su entrada en el léxico grafémico de entrada y en su lugar, activa una visualmente
similar. De la misma manera, una palabra que da lugar a un error semántico es aquella que
activó con éxito el ítem correcto en el léxico grafémico de entrada pero falló en la
activación de su entrada en el léxico fonológico de salida y en su lugar, activó una
semánticamente relacionada. Nótese que este argumento da lugar a dos afirmaciones obvias
pero importantes: a) el proceso de acceso para el léxico grafémico de entrada está basado
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en la ortografía y b) el proceso de acceso al léxico fonológico de salida está basado en la


semántica.
Para tener evidencia adicional acerca de que los errores visuales y semánticos de FM se
originaban en el direccionamiento de las representaciones grafémicas de entrada y
fonológicas de salida, se evaluó su capacidad para comprender las palabras que
previamente había leído correctamente o con errores. El modelo de sistema lexical
propuesto aquí predice que FM entendería las palabras que leyó correctamente o aquellas
en las que cometió errores semánticos pero fallaría en la comprensión de aquellas en las
que cometió errores visuales. Esta predicción fue confirmada.
La implicancia de estos resultados en lo concerniente a la estructura de procesamiento de
los componentes lexicales hipotetizados es clara. Parecería que un error visual surge
cuando una entrada léxica particular en el léxico grafémico de entrada no alcanza el umbral
de activación y lo hace otra representación en su lugar. De manera similar, ocurre un error
semántico cuando no alcanza el umbral de activación una representación en el léxico
fonológico de salida y otra semánticamente relacionada la reemplaza. Esta interpretación
sobre la base de los errores de FM es posible sólo si asumimos que las representaciones
léxicas se activan en paralelo y proporcionalmente a la similaridad entre la entrada y la
representación almacenada.

Conclusión

En esta revisión condensada y breve, me he ocupado de tres aspectos de la estructura del


sistema lexical: la arquitectura general del sistema, los tipos de contenido representacional
de cada componente y los principios de procesamiento que permiten acceder a la
información almacenada en el lexicón. La evidencia revisada no sólo provee apoyo
empírico para el modelo, sino que además, el modelo sirve como guía para la
interpretación y análisis de los desórdenes lingüísticos/cognitivos. La discusión se centró,
sin embargo, en los aspectos funcionales del proceso. Ahora debemos preguntarnos si los
tipos de observaciones disponibles para el análisis de los déficits cognitivos serán
relevantes para la formulación de una verdadera teoría neuropsicológica del
funcionamiento cognitivo. ¿Es posible una neuropsicología del lenguaje? En secciones
anteriores fui pesimista respecto de esta cuestión. Aquí, a modo de conclusión, quisiera
tocar este punto en más detalle.
El estudio clásico de la afasia falló en encontrar relaciones significativas entre la estructura
de los mecanismos de procesamiento del lenguaje y su instanciación neural. Este trabajo
establece claramente la importancia de la región perisilviana del hemisferio izquierdo para
el procesamiento del lenguaje pero no pudo ir más allá de este estadío frenológico. Los
desarrollos teóricos y metodológicos en las décadas pasadas introdujeron la posibilidad de
un progreso significativo para una parte de la ecuación cerebro/cognición. Hemos visto que
tenemos actualmente una justificación claramente articulada para realizar inferencias acerca
del procesamiento cognitivo normal a partir del análisis de los patrones de disfunción
cognitiva. Este avance no es suficiente para aseverar nada acerca de la naturaleza de los
mecanismos neurales implicados en el procesamiento del lenguaje. Es suficiente, sin
embargo, proveer un conjunto de restricciones sobre la posible forma de una teoría
neuropsicológica del procesamiento del lenguaje.
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Trabajos recientes en neuropsicología cognitiva han provisto resultados impresionantes


sobre la naturaleza de las disfunciones del lenguaje. Ha sido posible demostrar que los
desórdenes del lenguaje pueden ser muy selectivos, afectando a un solo componente o
incluso una dimensión representacional dentro de un componente. Tales observaciones
proveen una cantidad de restricciones para una teoría del procesamiento del lenguaje como
hemos demostrado aquí ampliamente. Sin embargo, dado que las observaciones que forman
parte de este proceso de construcción de la teoría consisten en pares cerebro/conducta,
podemos usarlos para restringir la formulación de una teoría neuropsicológica del lenguaje.
Así, dada la alta selectividad y las sistemáticas disociaciones de funciones observadas en
pacientes lesionados cerebrales, podemos concluir que hay un grado importante de
especialización de la función cognitiva en el cerebro; esto es, las observaciones reportadas
dan soporte a una fuerte visión localizacionista de la organización cerebral. Esta conclusión
necesita más elaboración.
Hemos visto que la patología del cerebro puede dañar selectivamente uno u otro
componente del sistema lexical distribuido. Estos resultados sostienen la teoría modular de
los componentes léxicos. También sugieren que, sin embargo, estructuras neurales distintas
subyacen a los componentes lexicales. La evidencia en nuestras manos muestra una
localización funcional sutil que va desde el amplio nivel de los componentes lexicales a las
dimensionales representacionales. Esto no significa necesariamente (aunque podría ser el
caso) que distintas zonas neuroanatómicas estén asociadas con diferentes componentes del
léxico. Todo lo que afirmo es que un proceso neural distintivo está asociado con diferentes
mecanismos cognitivos y que estos procesos neurales pueden dañarse selectivamente. Lo
que queda claro es que los datos de la neuropsicología no dan cabida a un modelo no
localizacionista, de plasticidad indefinida, para el funcionamiento neural. Esta no es una
conclusión trivial acerca del procesamiento neural que emergió de la investigación en
neuropsicología cognitiva.
El análisis de la neuropsicología cognitiva puede ser usado para proveer un mapeo
detallado de los mecanismos cognitivos respecto a las estructuras o procesos neurales.
Debemos ser capaces de ir más allá del mero nivel de especificación de las restricciones
generales para una teoría neural del procesamiento del lenguaje. Esto no es posible, sin
embargo, sin una transformación profunda de la organización social de la investigación
científica en esta área.
Hemos visto que las inferencias válidas acerca de la estructura de la cognición normal son
sólo posibles para estudios de caso aislado. La investigación detallada de pacientes
individuales nos permite inferir una lesión funcional de un modelo de sistema cognitivo y
proveer soporte para ese modelo. Aunque el análisis de pacientes individuales es adecuado
para sacar conclusiones respecto a la estructura cognitiva, esta metodología no es suficiente
para sacar conclusiones respecto a la relación cerebro/lenguaje. Para este propósito
necesitamos acumular suficientes casos con lesiones funcionales “idénticas” para
correlacionar los mecanismos cognitivos identificados con las estructuras neurales que
subyacen a esas funciones identificadas. Esto supone la acumulación de gran número de
casos. Sin embargo, la información más clara y útil proviene de pacientes con déficits muy
selectivos y esos casos son relativamente raros, por lo que es difícil que un investigador o
laboratorio tenga la suficiente cantidad de casos para llevar a cabo el análisis correlacional
que se requiere para este propósito. Esta limitación del método para relacionar mecanismos
con estructuras neurales no es una limitación de principios sino práctica y que puede
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resolverse. Específicamente, como propuse en otro artículo, los neuropsicólogos cognitivos


deben crear un consorcio de investigación que permita la acumulación de casos con el
objetivo de poder realizar análisis correlacionales. (Debo enfatizar aquí que esta propuesta
no implica una justificación directa de la metodología de estudios de grupo. El análisis
propuesto aquí está basado en casos aislados y no requiere promediar el rendimiento de los
pacientes, un proceso metodológicamente inválido.)
En esta sección final he identificado un procedimiento para relacionar los mecanismos de
procesamiento del lenguaje con las estructuras cerebrales con la metodología de la
neuropsicología cognitiva. La vía más promisoria para proveer información acerca de la
neurofisiología del lenguaje es actualmente el desarrollo de la neuropsicología
computacional; o sea, el desarrollo de modelos de redes neurales de procesamiento del
lenguaje. No es difícil imaginar cómo el incremento de la interacción entre modelos
restringidos neuralmente de procesamiento del lenguaje que emergen de la investigación en
neuropsicología cognitiva y modelos de redes neurales de procesamiento del lenguaje
pueden guiarnos hacia una neurofisiología del lenguaje.

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