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U N I V E R S I D A D D E

I B E R O A M É R C I A
F aculta d de Ps ico lo gía
III cuatrimestre
P sico lo gía Educa tiva I

TRASTORNOS DE LA CONDUCTA
PROFESORA: GABRIELA ESPINOZA

Carolina Castillo

Marysia Esquivel

San Jose, Costa Rica. 12 de abril, 2010


Índice

Introducción 1

Marco Teórico 3

Trastorno Negativista Desafiante 3

Trastorno Disocial 6

Trastorno de la Conducta No Especificado 10

Comportamientos Agresivos 10

Evaluación de los trastornos de la conducta 12

Tratamientos para los trastornos de la conducta 14

Conclusión 22

Bibliografía 24

Anexo 1- Cuestionario Basado del DSM-IV para el diagnóstico del trastorno


disocial 26

ANEXO 2-BASC, escalas evaluativas de los padres (6-11 años). 27

Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a UNIBE

i
Introducción

Los cambios sociales ocurridos en las últimas décadas, han ido provocando una se-

rie de cambios y necesidades de adaptación por parte del ser humano para la convivencia

social. Sin embargo, estos cambios son complejos y se pueden considerar condiciones con-

trapuestas, que según Rojas, Espinoza y Ugalde (2004), han provocado la emergencia de

una serie de fenómenos como la violencia, el delito, la carencia de hogar, abusos de sus-

tancias, familias disfuncionales, y nuevas condiciones demográficas. Estas situaciones han

provocado una seria de problemas psicológicos que aunque ahora pueden ser tratados

con mayor éxito dados los resultados de las investigaciónes. Por lo tanto se pueden desar-

rollar tratamientos más eficaces para el tratamiento de trastornos.

Los problemas de comportamiento y trastornos de la conducta son un área de in-

terés creciente para todas las personas involucradas en procesos educativos (padres, profe-

sores y psicólogos educativos, entre otros). Es por lo tanto, imperativo tener claro que se

debe de determinar la severidad de los comportamientos y si existe en efecto, un trastorno

y no mera indisciplina en el niño o adolescente. Se debe de buscar, no solo cumplir los cri-

terios clínicos específicos, si no que también sea un trastorno que tenga consecuencias en

todas las áreas de desempeño de la persona, así como un tiempo prolongado en el cual se

repiten las conductas. Además, se deben de descartar situaciones externas que pueden

provocar comportamientos de este tipo.

Se reconoce que los trastornos de la conducta en niños y adolescentes son compli-

cados a nivel de diganóstico y tratamiento, y muchas veces tienen prognosis poco optimis-

tas. Sin embargo, se puede considerar que la detección temprana de estas situaciones, asi

como los programas de prevención influyen de manera positiva en los resultados del

comportamiento que se van a observar después.

La intervención de este tipo de trastornos, es idealmente, interdisciplinario e in-

volucra todas las áreas en las que se desarrolla el niño, y además extenderse durante

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periódos prolongados. Es ideal involucrar técnicas de modificación de las conductas dis-

ruptivas y desadaptadas desde la familia, escuela y tratamiento individual. Por lo tanto, es

importante que haya una comunicación clara y consistente departe de estas tres áreas y se

eviten confusiones y ambiegüedades para el niño. En la escuela, específicamente, se pue-

den implementar una serie de programas preventivos y correctivos.

Mediante la observación y supervisión cuidadosa que se hace en las escuelas y co-

legios, se pueden implementar programas adecuados y específicos para los problemas y

conductas individuales para cada niño, y de esta manera mejorar sus habilidades sociales

y de adaptación, reduciendo considerablemente las consecuencias negativas como deser-

ción escolar, problemas interpresonales graves, inestabilidad emocional y laboral, todas

características de los trastornos de personalidad antisociales.

A través de todas estas herramientas, se puede esperar la mejora del comporta-

miento de los niños y adolescentes, los cuales les va a permitir tener vidas más estables y

más adaptadas a vivir en sociedad.

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Marco Teórico

Trastorno Negativista Desafiante

Es bien sabido que los niños muchas veces se comportan de manera hostil, desobe-

diente y desafiante ante las figuras de autoridad, sin embargo no todos los niños que pre-

sentan estas conductas pueden ser diagnosticados con el trastorno negativista desafiante,

ya que su diagnóstico depende de la frecuencia con la que se presentan las conductas y si

tienen o no implicaciones serias para el niño o en su relación con los demás. Por ejemplo,

Ortiz y otros definen este trastorno como “un patrón recurrente de conducta negativista,

desafiante, desobediente, y hostil dirigido a las figuras de autoridad” (2008:58). Es impor-

tante observar que en su definición utilizan la palabra recurrente, lo cual quiere decir que

son conductas que se tienen que presentar con cierta frecuencia para ser considerado un

trastorno, pues de lo contrario todos los niños serían diagnosticados con este trastorno ya

que es normal que en uno u otros momentos, y sobre todo en ciertas etapas del desarrollo,

los niños tiendan a presentar estas conductas en cierto grado. El problema se encuentra

cuando estas conductas se vuelven recurrentes y cuando se mantienen durante un periodo

prolongado de tiempo. Por ejemplo, como se puede ver a continuación, uno de los criterios

del DSM-IV para diagnosticar este trastorno es que la conducta debe prolongarse lo

mínimo 6 meses. Antes de este tiempo todavía no puede considerarse como un trastorno.

Criterios diagnósticos para el trastorno negativista desafiante según el DSM IV:

A. Un patrón de comportamiento negativista, hostil y desafiante que dura por lo menos 6


meses, estando presentes cuatro (o más) de los siguientes comportamientos:

1. A menudo se encoleriza e incurre en pataletas


2. A menudo discute con adultos
3. A menudo desafía activamente a los adultos o rehúsa cumplir sus obligaciones
4. A menudo molesta deliberadamente a otras personas
5. A menudo acusa a otros de sus errores o mal comportamiento
6. A menudo es susceptible o fácilmente molestado por otros
7. A menudo es colérico y resentido
8. A menudo es rencoroso o vengativo
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Nota: considerar que se cumple un criterio sólo si el comportamiento se presenta con más
frecuencia de la observada típicamente en sujetos de edad y nivel de desarrollo compara-
bles

B. El trastorno de conducta provoca deterioro clínicamente significativo en la actividad so-


cial, académica o laboral.

C. Los comportamientos en cuestión no aparecen exclusivamente en el transcurso de un


trastorno psicótico o de un trastorno del estado de ánimo.

D. No se cumplen los criterios de trastorno disocial, y, si el sujeto tiene 18 años o más,


tampoco los de trastorno antisocial de la personalidad.
(DSM-IV-TR, 2002)

A parte de los comportamientos mencionados anteriormente del DSM IV, Obrero

comenta que estos niños además tienden a “utilizar lenguaje obsceno, son mentirosos e

incumplidores y suelen tener problemas académicos” (2009:87).

Es indispensable recordar que a la hora de evaluar a un niño es necesario tener pre-

sente la etapa de desarrollo que se encuentra atravesando y los cambios conductuales que

son comunes para esa etapa del desarrollo, pues puede ser que el comportamiento que el

niño esté presentando forme parte del proceso normal y no implique que tenga una prob-

lema más grave.

En relación a la prevalencia de este trastorno no existe un consenso entre los diver-

sos autores sobre las edades más comunes en las cuales se presenta, pues para Sarason y

Sarason “el trastorno no se diagnostica comúnmente antes de los 10 años” y “tiene su

punto más alto en la adolescencia” (2006:490).

Por otro lado, Obrero comenta que “Este trastorno suele aparecer en el niño,

comenzando a los tres años como una manifestación de oposición y desafío, y manifestán-

dose claramente a partir de los 7 años” (2009: 87). Esta perspectiva es también compartida

por Ortíz (2008) y por Rigau (2006).

En cuanto a la prevalencia según el sexo, existe consenso acerca de que el trastorno

es más común en niños que en niñas.


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Respecto a la comorbilidad de este trastorno, la mayor parte de los autores comen-

tan que los niños que desarrollan un trastorno negativista desafiante son más propensos a

desarrollar un trastorno disocial en la adolescencia y luego un trastorno antisocial en la

edad adulta, de manera que se consideran como un continuo “en cuanto a la intensidad,

severidad, frencuencia y cronicidad de los trastornos del comportamiento perturbador,

que va desde la normalidad hasta los trastornos disociales” (Diaz; 2009: 12).

Además, se ha visto que he este trastorno suele estar asociado en muchos casos al

Déficit de atención e hiperactividad. Al respecto Ortiz comenta que “Entre 30 y 50% de los

pacientes con TDAH tienen TOD. Hasta 60% de los sujetos con TDAH pueden presentar

una conducta negativista y desafiante” (2008:58).

En cuanto a la etiología del trastorno, no existe un único factor que lo provoca. Es

decir, existen una serie de factores ambientales, familiares e individuales que convergen

dando paso a que se desarrolle. Por ejemplo, Sarason y Sarason (2006) comentan que es

más probable que se desarrolle en niños cuyos padres tienen un trastorno negativista

desafiante, una trastorno disocial, un trastorno de déficit de atención e hiperactividad,

trastono de personalidad antisocial, trastorno de ánimo o trastorno por abuso de sustan-

cias.

Además, su desarrollo puede estar determinado por: el estilo de crianza, ya sea

porque los padres son muy rígidos o muy despreocupados; porque los padres no se in-

volucran activamente en la disciplina del niño; porque no ayudan a los niños a socializar o

a controlar su conducta de acuerdo a las diversas circunstancias.

Dentro de los factores individuales que pueden contribuir a su desarrollo están:

pobres habilidades para relacionarse con los demás, dificultades para solucionar proble-

mas, el trastorno de déficit de antención e hiperactividad, el temperamento del niño, prob-

lemas de aprendizaje, entre otras cosas.

En cuanto a los factores ambientales se pueden mencionar: una situación económica

precaria, la convivencia con un grupo de pares conflictivo, la participación en actividades

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de riesgo para la salud como consumo de drogas o alcohol, vivir en la zona urbana, entre

otros aspectos.

Trastorno Disocial

El trastorno disocial se puede considerar de mayor gravedad que el trastorno nega-

tivista desafiante, pues este primero tiene consecuencias más serias tanto para el niño

como para la gente que lo rodea.

Se caracteriza, de acuerdo con Sarason y Sarason por “la violación de importantes

normas de la sociedad y (…) falta de respeto por los derechos de los demás” (2006:491).

Precisamente en esto reside la diferencia entre ambos trastornos, ya que en el trastorno

negativista desafiante el niño aún se percata de los derechos de los demás, mientras que en

el disocial el niño no los toma en consideración. Como consecuencia, son niños que mues-

tran tener menor empatía, se preocupan poco por las consecuencias que van a tener sus

actos en los demás, sienten poca culpa o remordimiento.

Rigau también comparte esta conceptualización del trastorno, pues lo define como

“un patrón repetitivo y persistente de conducta que comporta la violación de los derechos

básicos de los demás, de las normas sociales o de las leyes” (2006: 83). Estos comporta-

mientos disruptivos se basan en conductas agresivas que amenazan o dañan a las demás

personas o animales, o comportamientos no agresivos que dañan propiedad privada.

También, pueden robar o hacer fraudes.

Además, de acuerdo con Obrero (2009), muchas de las conductas disruptivas de es-

tos niños de deben a que interpretan de manera errónea los actos de los demás

atribuyéndoles propósitos negativos de manera que esa es su forma de reaccionar.

Para que pueda realizarse un diagnóstico de este trastorno, las conductas de este

tipo deben mantenerse durante un periodo prolongado de tiempo. Por ejemplo, en el DSM

IV se establece que deben presentarse recurrentemente a lo largo de un año y por lo menos

una de ellas en los últimos seis meses, como se verá a continuación:

Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a UNIBE

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Criterios diagnósticos del trastorno disocial según el DSM IV:

A. Un patrón repetitivo y persistente de comportamiento en el que se violan los derechos


básicos de otras personas o normas sociales importantes propias de la edad, manifestán-
dose por la presencia de tres (o más) de los siguientes criterios durante los últimos 12 me-
ses y por lo menos de un criterio durante los últimos 6 meses:

1. A menudo fanfarronea, amenaza o intimida a otros


2. A menudo inicia peleas físicas
3. Ha utilizado un arma que puede causar daño físico grave a otras personas (p. ej., bate,
ladrillo, botella rota, navaja, pistola)
4. Ha manifestado crueldad física con personas
5. Ha manifestado crueldad física con animales
6. Ha robado enfrentándose a la víctima (p. ej., ataque con violencia, arrebatar bolsos, ex-
torsión, robo a mano armada)
7. Ha forzado a alguien a una actividad sexual.
8. Ha provocado deliberadamente incendios con la intención de causar daños graves
9. Ha destruido deliberadamente propiedades de otras personas (distinto de provocar in-
cendios).
10. Ha violentado el hogar, la casa o el automóvil de otra persona
11. A menudo miente para obtener bienes o favores o para evitar obligaciones (esto es, "ti-
ma" a otros)
12. Ha robado objetos de cierto valor sin enfrentamiento con la víctima (p. ej., robos en
tiendas, pero sin allanamientos o destrozos; falsificaciones).
13. A menudo permanece fuera de casa de noche a pesar de las prohibiciones paternas, ini-
ciando este comportamiento antes de los 13 años de edad.
14. Se ha escapado de casa durante la noche por lo menos dos veces, viviendo en la casa de
sus padres o en un hogar sustitutivo (o sólo una vez sin regresar durante un largo período
de tiempo)
15. Suele hacer novillos en la escuela, iniciando esta práctica antes de los 13 años de edad.

B. El trastorno disocial provoca deterioro clínicamente significativo de la actividad social,


académica o laboral

C. Si el individuo tiene 18 años o más, no cumple criterios de trastorno antisocial de la per-


sonalidad

Especificar el tipo en función de la edad de inicio:

1. Tipo de inicio infantil: se inicia por lo menos una de las características criterio de tras-
torno disocial antes de los 10 años de edad

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2. Tipo de inicio adolescente: ausencia de cualquier característica criterio de trastorno di-
social antes de los 10 años de edad.

Especificar la gravedad:

– Leve: pocos o ningún problema de comportamiento exceden de los requeridos para esta-
blecer el diagnóstico y los problemas de comportamiento sólo causan daños mínimos a
otros
– Moderado: el número de problemas de comportamiento y su efecto sobre otras personas
son intermedios entre "leves" y "graves"
– Grave: varios problemas de comportamiento exceden de los requeridos para establecer el
diagnóstico o los problemas de comportamiento causan daños considerables a otros

F91 Trastornos de la conducta


Trastornos caracterizados por un patrón repetitivo y persistente de conducta asocial, agre-
siva o desafiante. Es necesario que este comportamiento alcance niveles importantes de
violación de la conducta socialmente esperada para la edad del paciente, razón por la cual
debe ser más grave que la travesura infantil corriente o la rebeldía de la adolescencia, y
suponer un patrón perdurable de comportamiento (de seis meses o más).
Entre los ejemplos sobre los cuales se fundamenta el diagnóstico se cuentan niveles excesi-
vos de pelea y de fanfarronería, crueldad hacia las demás personas y hacia los animales,
destrucción grave de la propiedad, conducta incendiaria, robo, mentira repetitiva, falta a la
escuela y fuga del hogar, y rabietas y desobediencia extraordinariamente frecuentes y gra-
ves. Cualquiera de estas conductas, si es marcada, es suficiente para el diagnóstico, pero
no lo son las acciones antisociales aisladas.
F91.0 Trastorno de la conducta limitado al contexto familiar
F91.1 Trastorno de la conducta antisocial
F91.2 Trastorno de la conducta sociable
F91.3 Trastorno oposicionista desafiante
Trastorno de la conducta que ocurre habitualmente en niños pequeños, que se caracteriza
principalmente por un comportamiento notablemente desafiante, desobediente y perjudi-
cial, y que no incluye acciones delictivas ni las formas extremas de comportamiento agre-
sivo o asocial.
F91.8 Otros trastornos de la conducta
F91.9 Trastorno de la conducta, no especificado
F92 Trastornos mixtos de la conducta y de las emociones
F92.0 Trastorno depresivo de la conducta
F92.8 Otros trastornos mixtos de la conducta y de las emociones
F92.9 Trastorno mixto de la conducta y de las emociones, no específicado

(DSM-IV-TR, 2002)

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En cuanto a la prevalencia del trastorno, de acuerdo con Sarason y Sarason (2006),

la cantidad de casos a aumentando considerablemente en los últimos 50 años, sobre todo

en los países industrializados.

En relación a las edades de mayor incidencia, estas dependen del sexo, pues las ni-

ñas presentan un pico en la conducta alrededor de los 15 años, mientras que los hombres

lo presentan alrededor de los 10 años. Además, es más frecuente entre los niños que en las

niñas.

Es importante mencionar que aquellos que todavía al final de la adolescencia pre-

sentan conductas de este tipo y calzan con los criterios del DSM IV tienen un gran riesgo

de padecer una conducta antisocial y de padecer abuso de sustancias. Además, entre más

joven aparezcan las conductas en la infancia aumenta la probabilidad de desarrollar estos

trastornos, conductas violentas y conducta criminal.

Respecto a la comorbilidad, este trastorno se asocia con el trastorno de déficit de

atención e hiperactividad; con los trastornos de ansiedad; con los trastornos del estado de

ánimo, sobre todo la depresión, entre otros.

Al igual que con el trastorno negativista desafiante, existen varios factores ambien-

tales, personales y familiares que facilitan el desarrollo de este trastorno. En cuanto a los

factores de riesgo familiares se encuentra que son más factibles en familias en las que los

padres tienen algún trastorno psiquiátrico, estilos poco adecuados de crianza, desintegra-

ción de la familia, situaciones de violencia, presencia de armas en el hogar, entre otros.

En relación a los factores de riesgo personales podemos destacar factores genéticos,

una disfunción del lóbulo frontal que dificulta tareas como evitar riesgos o aprender de las

experiencias negativas, padecer del trastorno de déficit atencional e hiperactividad, falta

de habilidades sociales, consumo de drogas o alcohol, entre otros.

Por último, dentro de los factores de riesgo ambientales se encuentran la pobreza, la

violencia en los medios de comunicación o en el entorno, un grupo de pares con conductas

delictivas, entre otros.


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Trastorno de la Conducta No Especificado

Según explica el DSM-IV, en esta categoría incluyen los trastornos caracterizados

por comportamientos caracterísitcos de los trastornos negativista y disocial, pero no cum-

plen los criterios para el diagnóstico. Por ejemplo, cuando no cumple un número

adecuado de criterios, pero si demuestra un deterioro en el comportamiento que se con-

sidera clínicamente significativo.

Comportamientos Agresivos

La agresión se puede definir como una forma de conducta en la cual se pretende

herir física o psicológicamente a alguien (Berkowitz citado en Graciano, 2001). Esta se

puede expresar de diferentes maneras, como la física directa (morder, pegar), física indi-

recta (rompiendo objetos de la persona que provoca la agresión), exploraciones agresivas

(cuando el individuo no puede controlar sus reacciones y se desarga gritando y con

golpes), y agresiones verbales ( como insultar, amenzar y gritar).

Teniendo en cuenta la amplia gama de comportamientos agresivos que puede

manifestar un niño o adolescente, se considera que estos van a depender de la causa de la

agresión y la edad del niño. Graciano (2001), define una serie de factores que van a provo-

car el comportamiento agresivo.

•a) Frustración: El niño puede transformar su exigencia ante la frustración con con-

ductas agresivas: gritar, pelear, patadas.. La infancia es una etapa larga y de grandes

frustraciones.

• b) Sentimientos de inseguridad: Cuando la seguridad del individuo se siente

amenazada este puede reaccionar con violencia y agresividad. El niño que se siente

inseguro en la familia puede que se defienda atacando y se trasforme en un niño

agresivo.

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• c) La disciplina dura innecesaria e inconsistente también puede generar en el niño

reacciones agresivas. Los niños incitan las conductas que los mayores tienen con

ellos.

•d) La sobreprotección: los padres que impiden que un niño se desarrolle con

autonomía e independencia genera en el niño que se comporte de forma agresiva y

despótica con aquellos que le protegen en cambio suelen ser inseguros y temerosos

en el entorno social.

• e) Entrenamiento incorrecto: Si a un niño se le permite que consiga beneficios de

un comportamiento persistirá en el futuro y siempre tendrá respuestas agresivas

cada vez que quiera conseguir algo.

• f) Falta de acuerdo entre los padres a la hora de educar contraviniendo y criti-

cando entre ellos las decisiones que tienen en la educación de los hijos esto genera

en los niños confusión, irritabilidad, inseguridad etc...

• g) La imitación: tanto a los padres como a personajes agresivos de películas, com-

ics..., dicha imitación lleva consigo un importante componente de frustración que

puede generar agresividad en el niño.

• h) El rechazo afectivo: los padres inmaduros pueden tener una acusada incapaci-

dad para querer y dar al niño el afecto y la seguridad que necesita convirtiendo al

niño en agresivo.

• i) Problemas físicos: Las lesiones cerebrales pueden provocar comportamientos

hiperactivos, inquietos y agresivos. Los niños enfermos son más propensos a sen-

tirse frustrados irritables y agresivos más que aquellos que gozan de buena salud.

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Evaluación de los trastornos de la conducta

En primer lugar, para realizar una evaluación adecuada de estos trastornos debe

llevarse a cabo una entrevista clínica con el niño, los padres y los maestros.

De acuerdo con Ortíz (2008), debe observase el comportamiento del niño con sus

padres antes de entrar al consultorio para determinar si presenta ansiedad al separarse de

ellos o si hace caso a las órdenes que estos le dan.

Una vez en el consultorio es importante observar si el niño muestra deterioro en las

habilidades sociales o su capacidad de comunicarse, pues por lo general es difícil lograr el

rapport con estos niños, de manera que hay que utilizar un modelo de entrevista adecuado

para esas situaciones. Javaloyes y Redondo recomiendan que la entrevista incluya pregun-

tas que puedan recabar información acerca del “uso de sustancias tóxicas y evaluar la ca-

pacidad para empatizar, tomar responsabilidad, sentir arrepentimiento y tolerar la frustra-

ción” (2005: 29).

Además, es importante evaluar el estado mental, en especial el estado de ánimo,

pues como se vio anteriormente puede haber un trastorno comorbido como la depresión y

deben evaluarse las relaciones que mantiene el niño con su grupo de pares.

La entrevista debe incluir datos acerca del desarrollo del niño. Es decir, se debe

evaluar su comportamiento en las etapas anteriores para ver si existe un cambio significa-

tivo en ellas o su duración, así como la posibilidad de que exista abuso de algún tipo.

En cuanto a la entrevista a sus padres, esta debe estar dirigida a conocer los estilos

de crianza y el manejo de la disciplina, el estrés que maneja la familia, sus habilidades de

afrontamiento, antecedentes psiquiátricos o abuso de sustancias.

Por último, a los maestros se les debe preguntar sobre el comportamiento del niño

en la escuela, su rendimiento escolar, la relación que mantiene con su grupo de pares y

puede ser necesario realizar una evaluación para determinar si existen problemas de

aprendizaje.

Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a UNIBE

12
También resulta conveniente tener información de tipo médico para descartar que

haya alguna afectación neurológica, auditiva, visual o de algún otro tipo.

Existen una serie de escalas que pueden ser aplicadas al niño, a sus padres o a sus

maestros con el objetivo de apoyar y fundamentar el diagnóstico, pues muchas veces este

no queda claro con solo llevar a cabo la entrevista.

Estas escalas estandarizadas sirven para obtener información cuantitativa que

pueda ser completamente fiable y objetiva. Algunas de ellas son: CONERS, STRENGHT

AND DIFFICULTIES y la CHILD BEHAVIOR CHECK LIST de Achenbach.

También otro ejemplo lo da Puerta (2004) quien construyó una escala utilizando el

modelo semicontinuo de la lista de síntomas de Achenbach para diagnosticar el trastorno

disocial. Esta escala se elaboró utilizando una calificación discreta de 0 a 3 que va desde

“nunca” a “casi siempre”. (Ver anexo 1).

Su escala fue probada demostrando que tiene una “alta consistencia interna y, por

tanto, puede utilizarse para estudios demográficos sobre la salud mental o como apoyo

cuantitativo en el diagnóstico clínico del TDC en los adolescentes” (2004:3).

Otro ejemplo es el BASC (Behavior assesment system for children), que es una es-

cala multidimensional que se utiliza para medir varios aspectos de la conducta y de la per-

sonalidad. Esta puede detectar problemas de comportamiento o trastornos emocionales,

pero también puede detectar aspectos positivos que puede tomarse en consideración en el

tratamiento.

Además, tiene versiones para diferentes grupos de edad, ya sea para preescolar en-

tre 4 y 5 años, escolares entre los 6 y los años, y adolescentes entre los 12 y los 18 años.

También, hay escalas para aplicar con los padres y los maestros. (Ver anexo 2).

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Tratamientos para los trastornos de la conducta

Existen tratamientos para estos trastornos desde diferentes enfoques, por lo que a

continuación se van a describir y explicar algunos de las intervenciones o tratamientos que

proponen algunos autores.

Javoloyes y Redondo (2005) proponen una intervención de tipo preventiva, pues lo

ideal es corregir aquellos aspectos que pueden intervenir como factores de riesgo de

manera que el trastorno como tal no llegue a desarrollarse. Es decir, la idea es dirigirse al

manejo de aquellos aspectos que pueden incidir en el desarrollo futuro de uno de estos

trastornos con el propósito de evitarlo. Para ello la atención primaria debe ir dirigida a la

familia, al niño o adolescentes y a su entorno.

A nivel familiar los autores recomiendan: ayudar a los padres a modificar el estilo

de crianza si este es inadecuando; si los padres poseen alguna sintomatología psiquiátrica

o psicológica ayudarle a buscar la ayuda necesaria; transmitir la importancia de desarrol-

lar un vínculo afectivo padre-hijo durante el primer año; remitir a la pareja a terapia si es

necesario para que aprendan a manejar conflictos; y detectar tempranamente la posibili-

dad de abuso.

A nivel personal los autores recomiendan brindar apoyo psicoeducativo y voca-

cional; fortalecer las habilidades sociales; detectar de forma temprana problemas de

aprendizaje o retraso mental; ayudar a los padres a que aprendan a potenciar las habili-

dades del niño; detectar de forma temprana otras trastornos o padecimientos mentales.

En cuanto a la prevención social, los autores proponen que es fundamental incenti-

var que el niño forme parte de un grupo no conflictivo, con actividades positivas; in-

volucrar al centro educativo para que presten especial atención al progreso académico del

niño y a una adecuada integración con los demás.

Obrero (2009) también propone algunas medidas o intervenciones que pueden ser

utilizadas para prevenir o reducir la aparición de conductas disruptivas. Algunas de estas

son:

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•Escuela para padres: esto consiste en enseñar a los padres el manejo de límites con

sus hijos basado en el mejor estilo de crianza, comunicación asertiva, premios, cas-

tigos, entre otras cosas. El objetivo es que los padres puedan disciplinar a los niños

de la manera más adecuada, así como fortalecer el vínculo entre ellos, la comunica-

ción, el afecto y el respeto mutuo.

•Terapia multisistémica: “Involucra tratamiento de tipo biológico, psicosociales y

psicoeducativos con una ambientación ecológica” (2009: 91). Este tipo de terapia

trabaja tanto con el niño, como con la familia y el entorno, por consiguiente, los pa-

dres trabajan directamente en la intervención.

•Las intervenciones pueden ser diarias o tres veces por semana durante unos tres o

cuatro meses y un equipo multidisciplinario compuesto por psiquiatra, trabajador

social, psicólogo, pediatra, pedagogo, neurólogo y psicoterapeuta son los encarga-

dos de brindar el apoyo y proveer porque se cumplan los objetivos.

•Terapia comunitaria: Esta terapia se basa en promover conductas prosociales y así

reducir las disruptivas por medios de los juegos, la música, deportes y demás. Se

pretende que el niño pueda canalizar sus energías en el desarrollo de estas otras ac-

tividades, al mismo tiempo que se le enseña sobre la resolución de conflictos y ha-

bilidades sociales.

•Terapia de grupo: estas se realizan al interior de las escuela con los compañeros,

pues estos pueden contribuir a que el niño mejore sus habilidades de socialización.

•Terapia famacológica: No existen medicamentos específicos para estos trastorno,

sin embargo, se ha visto que algunos fármacos junto con la terapia dan mejor resul-

tado. Algunos de ellos son: los antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptura

de serotonina y la clonidina que ayudan a disminuir las conductas agresivas.

Rigau y otros (2006) proponen una intervención desde la perspectiva conductista y

otra desde la perspectiva cognitiva.

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La perspectiva conductista parte de que estos trastornos se desarrollan gracias a un

mal manejo disciplinario por parte de los padres. Como consecuencia, “el niño ha apren-

dido que la conducta oposicionista es eficaz para manipular a los adultos con el fin de que

recapitulen ante sus deseos” (2006:84). La terapia, por lo tanto, está dirigida al trabajo con

la familia, la escuela y el niño, y se basa en el análisis de la conducta desde el enfoque ABC

(antecedentes, conductas, consecuencias).

Un ejemplo de este tipo de terapia es el programa Defiant Children desarrollado

por Barkley, el cual se utiliza principalmente para el trastorno negativista desafiante. Este

programa está desarrollado en 8 pasos, cada uno a intervalos de una semana, los cuales

están pensados para que el niño deba aplicar determinados principios los cuales irán

modificando su conducta para alcanzar el éxito tanto en la escuela como en la casa.

La modificación del comportamiento del niño se realiza por medio de: una lista de

conductas que el niño debe llevar a cabo, premios y castigos, y un sistema de fichas.

Las perspectivas cognitivas, por otro lado, parten de que las conductas disruptivas

del niño se deben “un retraso en el desarrollo de habilidades cognitivas concretas”

(2006:85) o la dificultad para llevarlas a cabo cuando es necesario. Es decir, sus dificultades

cognitivas son las que provocan las dificultades en su conducta, por lo que esta terapia

esta dirigida a estimular las áreas cognitivas que estén implicadas y así modificar su con-

ducta.

Esta forma de percibir la problemática puede ayudar a que el adulto comprenda

que la conducta del niño no es intencional y a raíz de esto puede ser más fácil el identificar

las habilidades específicas que necesitan de entrenamiento.

Además, según este modelo “el resultado de la conducta depende del grado de

compatibilidad entre las características del niño y las del adulto” (2006:85), de manera que

las conductas negativistas se dan como consecuencia de la incompatibilidad entre el niño y

el adulto, pues las conductas del niño van a ser valoradas negativamente por el padre gen-

erando conductas desadaptativas.

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A raíz de esto, el primero objetivo de la terapia consiste en identificar y resolver

aquellos puntos en los cuales hay una incompatibilidad. Para ello es necesario conocer cu-

ales son las situaciones en las cuales el niño presenta las conductas negativistas, pues ahí

se encuentra la clave acerca de cuales son las funciones cognitivas de las que carece. Como

lo explican Rigau y otros: “La conducta explosiva se da cuando las demandas cognitivas

superan las capacidades del niño para responder de forma adaptativa” (2006:86).

Una vez que se han identificado todas las conductas y los momentos en los cuales

se presentan, se pasa a ubicarlas en alguna de las siguientes tres categorías:

A- Incluye aquellas conductas que implican un riesgo de hacerse daño o hacer daño

a los demás o a la propiedad privada de otra persona.

B- Conductas que no generan riesgo pero que causan grandes problemas a nivel

familiar.

C- Conductas que se consideran inadecuadas pero que no generan ni riesgos ni

problemas graves a nivel familiar.

Las intervenciones en cada conducta dependen de su categoría, pues aquellas que

se ubiquen en la categoría A simplemente deben ser reprimidas. No se debe caer en la dis-

cusión, en el argumento o en la pelea pues el adulto debe imponer su autoridad en esos

momentos.

Las conductas de la categoría B son las que dan paso a que se un mayor cambio,

pues ahí es cuando el niño pueden aprender a controlar su conducta y sus emociones.

En cuanto a las conductas de la categoría C, lo mejor es no intervenir pues se pre-

sentan en la vida diaria y si son intervenidas se puede generar resentimiento obstaculi-

zando el verdadero aprendizaje.

Para lograr un cambio verdadero y prolongado, el adulto debe mostrarse empático

y darle la oportunidad al niño para que juntos encuentren una solución aceptable en la

cual ambos deberán ceder. Esto permite que el niño tome responsabilidad de sus actos y

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que sienta que se le toma en consideración, al mismo tiempo que se le estimula su capaci-

dad para tomar decisiones, para reflexionar sobre sus actos, entre otras cosas.

En el aula:

Dado que gran parte del tiempo del día del niño o adolescente transcurre durante

horas de escuela, es importante que la intervención del comportamiento se haga también

desde el ámbito educativo. Javaloyes y Redondo (2005), especifican que una vez identifi-

cado el trastorno de conducta, la escuela debe de determinar si el grupo de iguales son

postivas y no conflictivas, y tratar de ayudar al estudiante a incurrir en actividades de ocio

positivas y beneficiosas. Además, se debe de intentar de mejorar la integración del estudi-

ante con sus compañeros y el buen progreso académico.

Woolfenden, Williams y Peat (2008), explican de una investigación en la cual se en-

cuentra que en casos de delincuencia juvenil, frecuentemente producto del mal manejo de

trastornos de la conducta, hay una tendencia preocupante hacia una reducción en las ma-

triculas escolares. Esto puede ser determinado por factores como poco apoyo de pares, ma-

las relaciones entre estudiantes y profesores y problemas de aprendizaje desatendidos. Por

lo tanto, se le debe de poner un cuidado especial a estas áreas para evitar la deserción es-

colar departe de los niños y adolescentes con estos trastornos.

Bragado, Bersabé y Carrasco (1999), definen una serie de factores de riesgo para los

trastornos de conducta que pueden ser interferidos desde el área educativa. Bajos niveles

intelectuales y dificultades académicas se han encontrado relacionados con los trastornos

de la conducta, específicamente, cuando el niño se ve obligado a repetir un curso. Por lo

tanto, puede ser buena estrategia preventiva evitando este tipo de situaciones, dandoles el

apoyo académico necesario. Si esta situación llegara a ocurrir, seria importante hacer un

acompañamiento y una supervisión cercana de las actitudes del niño y trabajar con este las

habilidades adaptativas y sociales que va a requerir dentro de su nuevo grupo.

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18
De acuerdo con Obrero (2009), es importante eliminar o disminuir las situaciones

conflictivas que se puedan presentar en el centro educativo y ayudarle al niño a que

aprenda a controlar sus emociones de ira o enojo, por ejemplo, enseñarle a darse un

tiempo cuando sienta que no va a poder manejar una situación de la mejor manera en ese

momento o enseñarle técnicas de relajación para que pueda manejar y disminuir su estrés.

También, se debe recompensar al niño por sus actos positivos, como cuando

demuestra flexibilidad o cooperación con sus compañeros. Otro aspecto es que se deben

establecer prioridades para que el niño sepa que se espera que haga y así evitar enfrenta-

mientos, y establecer límites claros junto con las consecuencias que se aplicarían en el caso

de que el niño decida no respetarlos.

Graciano, (2001), propone una serie de alternativas para controlar conductas agresi-

vas en los niños y adolescentes dentro del aula. Primero, se deben de reconocer las causas

específicas que provocan las conductas agresivas, para luego eliminar los factores desen-

cadenantes o enseñarle al niño como manejar esas situaciones específicas. Es muy impor-

tante, que en el momento en que el niño se ponga agresivo, se le haga un time out o

tiempo fuera, en el cual se aisla al niño para que esta agresividad no lastime a nadie mas, y

preferiblemente a el mismo tampoco.

Además, como técnicas de corrección se deben de emplear el moldeamiento, refor-

zando comportamientos tranquilos y pacíficos, y preferiblemente situar al niño cerca de

los alumnos más tranquilos para que por medio de imitación se logre la conducta más

fácilmente. Como otra estrategia, se puede utiliza la economía de fichas.

Desde un estudio comparativo, involucrando estudios previos, Rojas, Espinoza y

Ugalde (2004), declaran que en programas educativos para la corrección de trastornos de

conducta y actividades delictivas, se pueden utilizar la economía de fichas, contratos con-

ductuales, sensibilización sitemática y condicionamiento de evitación. Esto disminuye la

tasa de violación de reglas y la mala conducta. Además, comprueban mediante estudios

que los programas de tratamiento educativos que se implementan en niños antes de los

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ocho años permite hacerlos más resistentes a la emisión de conductas antisociales, y de lo

contrario, una vez manifestadas estas conductas, es dificil modificar el comportamiento.

Además, hay otros factores que deben de ser controlados y modificados para evitar

la aparición y ayudar a la eliminación de trastornos de conducta. Esta aparición y dificul-

tades para extinguir las conductas son: variables motivacionales ( ruido ambiental en las

clases, dificultades previas ocurridas en contexto extraescolar, instrucciones confusas y de-

fectuosas), falta de claridad ( ausencia de conocimiento en las reglas y políticas al interior

de los establecimientos), bajo apoyo del staff directivo para establecer una disciplina clara

de conducta (inconsistencias administrativas y ausentismo laboral), diferencias entre los

estudiantes (habilidades sociales, habilidades académicas e inconsistencia en premios y

castigos administrados por las conductas). Estas carencias y confusiones deben de ser evi-

tadas, puesto que la educación escolar es importante para la preparación laboral futura y

la formación del individuo.

El National Resource Center on AD/HD ( 2005), propone una serie de intervencio-

nes que se pueden y deben hacer con niños con conductas perturbadoras dentro del ám-

bito escolar. En general, debe de existir un apoyo conductual positivo para toda la escuela.

Esta va a tener un impacto significativo sobre los patrones de conducta del niño, y por lo

tanto se deben de implementar programas que ofrecen apoyo conductual positivo para

toda la escuela. Tienen como objetivo fomentar comportamientos sociales y logros

académicos exitosos para todos los estudiantes. Van a estar compuestos por consecuencias

claras y consistentes para las conductas inapropiadas, contingencias positivas para con-

ductas apropiadas y servicios basados en un equipo para estudiantes con necesidades

conductales más extremas.

Dentro del aula, se propone que se debe de luchar porque exista un ambiente de

aceptación y apoyo, en el cual se promuevan destrezas sociales y emocionales, con reglas y

procedimientos claros. La conducta del niño debe de estar siempre supervisada, para de

esta manera poder recompensar las conductas prosociales y responder de manera consis-

Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a UNIBE

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tence a conductas problemáticas y determinar cuando y porque el niño incurre en compor-

tamientos agresivos para poder prevenir y manejar estas situaciones más adecuadamente.

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Conclusión

Como se ha examinado en las páginas posteriores, los trastornos de la conducta y

las conductas desadaptadas y disruptivas tienen ciertas complejidades que dificultan la

identificación y por lo tanto tratamientos adecuados para estas poblaciónes. Además, una

vez identificados, son trastornos que ofrecen cierta dificultan en el manejo, características

de la resistencia que definen estos trastornos.

Sin embargo, es de necesidad imperativa corregir estos trastornos a pesar de que

tienen altos costos y requieren de mucho esfuerzo de todas las partes involucradas en la

vida del niño o adolescente.

Se logra identificar que, los trastornos representan oposiciones fuertes a los intentos

de modificar y corregir estas conductas, y por lo tanto se puede considerar que los pro-

gramas más efectivos van a ser los de prevención a nivel global. Se les debe de enseñar a

los padres como poner límites claros y consistentes, y hacerlo de la misma manera en las

escuelas, para evitar la aparición de estos trastornos. Estas intervenciones tempranas van a

facilitar la recepción de límites y reglas, así como la aceptación de las consecuencias nega-

tivas y postivas por parte de los niños y adolescentes.

Además, esta claro que para minimizar los efectos sociales que pueden tener estos

individuos más adelante en sus vidas, como el desempleo y pobreza que los pueden llevar

a incurrir en actos delictivos, es imperativo ayudarles con los procesos educativos. Si bien

es una población característica de la deserción escolar, se ha demostrado que se puede

prevenir con las atenciones necesarias que van a requerir de manera individual, tal como

los problemas de aprendizaje específicos y el énfasis que se debe de tener con respecto a

las habilidades sociales y la aceptación en su grupo de pares.

En estos procesos, se debe de incluir además, la correcta educación y el entendi-

miento por parte de los padres, brindandoles herramientas y programas que les ayuden a

manejar las situaciones dificiles que van a enfrentar a partir de la aparición de estos tras-
Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a UNIBE

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tornos. En muchos casos, estos pueden ser eventos disparadores para las conductas agre-

sivas y desadaptadas que van a presentar los niños, y que probablemente los padres no

sepan darle un manejo y un enfrentamiento adecuado.

Con el niño de manera individual, se le puede hacer una marcada importancia en

procesos terapéuticos, a las habilidades sociales y el control y manejo del enojo y estrés. Si

bien se ha reconocido en terapias como la mencionada cognitiva-conductual, el reconoci-

miento de los factores desencadenantes por parte de los niños y adolescentes puede ser

clave para el mejor desempeño. Deben de aprender, que aunque no pueden cambiar las

situaciones a las que se enfrentan y los problemas que van a tener, hay maneras adecuadas

de reaccionar y actuar, y así no incurrir en agresividad y violencia para manejarlas.

Investigar sobre temas con complejidades en su origen, diagnóstico y tratamiento,

como lo son los trastornos de la conducta, son lo que permite a profesionales y profesion-

ales en formación mejorar en su abordaje y tratamiento de estos trastornos, y aconsejar

mejor a padres y profesionales en educación para darles a estos niños y adolescentes mejo-

res pronósticos a pesar de sus condiciones adversas.

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N˚2.

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Anexo 1- Cuestionario Basado del DSM-IV para el diagnós-
tico del trastorno disocial

1. Intimida o amenaza a otras personas? N AV F S

1.¿Ha provocado de manera intencional incendios? N AV F S

2.¿Ha entrado violentamente en la casa o vehículos ajenos? N AV F S

3.¿Se ha quedado fuera de la casa en la noche sin permiso? N AV F S

4.¿Inicia las peleas y arremete físicamente a otros? N AV F S

5.¿Ha destruido a propósito cosas que pertenecen a otras personas? N AV F


S

6.¿Engaña a otras personas para quitarles dinero u obtener objetos ajenos? N AV


F S

7.¿Se ha fugado o se ha escapado de la casa durante más de 24 horas? N AV


F S

8.¿Utiliza armas u objetos que puedan hacer daño a otros (bates, cuchillos, etc.)? N
AV F S

9.¿Es cruel con las personas y le gusta hacerlas sufrir? N AV F S

10.¿Roba objetos de valor cuando tiene la oportunidad de hacerlo? N AV F


S

11.¿Ha robado o atracado con armas o amenazado a otros? N AV F S

12.¿Ha forzado o amenazado a alguien para tener relaciones sexuales? N AV


F S

13.¿Ha sido cruel con los animales y le gusta hacerlos sufrir? N AV F S

N: nunca; AV: algunas veces; F: frecuentemente; S: siempre

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ANEXO 2-BASC, escalas evaluativas de los padres (6-11
años).

1. Se adapta bien a los(as) maestros(as) nuevos(as) NVFS


2. Amenaza con hacerle daño a otras personas NVFS
3. Se preocupa NVFS
4. Escucha las instrucciones que se le dan NVFS
5. Se mece hacia delante y hacia atrás durante largos períodos de NVFS
tiempo
6. Se va de casa sin permiso NVFS
7 Dice: 'no tengo ningún amigo(a)' NVFS
8. Es incapaz de esperar turnos NVFS
9. Asiste a actividades extraescolares NVFS
10. Dice: ‘por favor’ y da las gracias NVFS
11. Se queja de asfixia NVFS
12. Inicia conversaciones fácilmente con gente que acaba de conocer N V F S
13. Juega con fuego NVFS
14. Le gusta lucirse con los demás NVFS
15. Es demasiado serio(a) NVFS
16. Se orina en la cama NVFS
17. Trata de herirse a sí mismo(a) NVFS
18. Tiene amigos(as) que se meten en problemas NVFS
19. Dice: ‘quiero matarme’ NVFS
20. Se levanta de la mesa durante las comidas NVFS
21. Se une a clubes o grupos sociales NVFS
22. Anima (estimula) a la gente a que hagan las cosas lo mejor posibleN V F S
23. Se queja de mareos NVFS
24. Cambia de dirección para evitar tener que saludar a alguien NVFS
25. Desafía o reta a otros(as) niños(as) a que hagan cosas NVFS
26. Tartamudea NVFS
27. Dice: 'tengo miedo de lastimar a alguien' NVFS
28. Tiene problemas con la policía NVFS
29. Llora fácilmente NVFS
30. Le dan rabietas NVFS
31. Toma medicamentos NVFS
32. Felicita a los demás cuando les pasan cosas buenas NVFS
33. Se queja de frío NVFS
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34. Le pega a otros(as) niños(as) NVFS
35. Tiene problemas de los ojos NVFS
37. Se burla y fastidia a los demás NVFS
38. Se preocupa de lo que piensan los padres NVFS
39. Olvida las cosas NVFS
40. Repite continuamente una actividad NVFS
41. Usa lenguaje vulgar y grosero NVFS
42. Dice: ‘nadie me comprende’ NVFS
43. Necesita demasiada supervisión NVFS
44. Inicia actividades por sí mismo(a) NVFS
45. Tiene sentido del humor NVFS
46. Se queja de dolores NVFS
47. Evita competir con otros(as) niños(as) NVFS
48. Se altera cuando se cambian planes NVFS
49. Discute con los padres NVFS
50. Dice: ‘los exámenes me ponen nervioso’ NVFS
51. Se distrae fácilmente NVFS
52. Toca constantemente las cosas, tales como sus propios cabellos, NVFS
uñas o ropa
53. No le importan los sentimientos de los demás NVFS
54. Se frustra fácilmente NVFS
55. Es inquieto(a) cuando ve una película NVFS
56. Tiene muchas ideas NVFS
57. Se ofrece a ayudar a los demás NVFS
58. Vomita NVFS
59. Es tímido(a) con otros niños(as) NVFS

N: nunca; AV: algunas veces; F: frecuentemente; S: siempre

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