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1. ANTECEDENTES
A diferencia Quittner et al, (1994); Mitchell y Quittner, (1996); Smith et al, (1998)
aducen que el desarrollo de la atención depende de la integración de la
información sensorial multimodal, encontrando que los niños oyentes aprenden a
focalizar su atención visual selectivamente mientras monitorean su ambiente más
fácilmente gracias a la información proveniente de la percepción auditiva. Los
niños con pérdida auditiva de severa a profunda deben utilizar estrategias de
atención visual más exigentes, más destinadas al monitoreo periférico al no contar
con percepción auditiva, es decir, al carecer de la audición deben usar su visión
para supervisar su ambiente, incluso para comunicarse, ya que tienen que estar
atentos visualmente al lenguaje de signos, es decir al lenguaje corporal y los
gestos de las manos.
Estos estudios agudizaron el interés de los autores Tharpe et al (2008), por
indagar sobre el tema, por esto traen la investigación de Tharpe et al (2002), en la
cual compararon 28 niños en edades entre los ocho y catorce años distribuidos en
tres grupos así, uno con audición normal, otro grupo con sordera prelingüística
adquirida o congénita de severa a profunda que usan audífono, y el tercero con
sordera prelingüística adquirida o congénita de severa a profunda con implante
coclear. Analizaron la atención visual por medio de el Continuous Performance
Test (CPT, Gordon, 1986) que requiere de atención sostenida sin demandas
auditivas, también evaluaron la exploración visual-espacial con la Carta de
cancelación de tareas Diller et al (1974), teniendo como variable dependiente el
tiempo que el niño usó para completar la tarea, y finalmente incluyen una medida
de inteligencia no verbal para determinar capacidades en los estudiantes
evaluados. Los autores buscando objetar los métodos antes descritos encontraron
pocas diferencias en el rendimiento en las tareas de atención visual entre niños
con o sin sordera; los resultados de la investigación no apoyan la hipótesis de
Smith et al, (1998) que argumenta la posibilidad de existir mayor atención en la
distribución visual en niños sordos pues en la prueba pocas diferencias fueron
evidentes.
Examinando la reflexión anterior donde las personas con audición limitada usan su
visión para controlar su entorno, a diferencia de las personas con audición normal
que cuentan con la escucha para este factor, Rothpletz et al, (2003) citado por
Tharpe et al (2008), estudiaron los tiempos de reacción de sordos y oyentes a
través de la tarea de identificación de objetivos en la periferia, en condiciones de
distracción y no distracción. En la investigación participaron 20 adultos, unos
con sordera bilateral severa a profunda usuarios de lengua de señas y otros
con audición normal. Encuentran que la presencia de estímulos de distracción,
hace que la persona con pérdida auditiva sea más lenta para asegurar su
respuesta, ya que no solo utiliza la visión para centrar su atención en la tarea, sino
también para monitorear su entorno, es decir, la periferia visual se expande en los
adultos con sordera congénita, pero pierden rapidez pues requieren también de la
visión para conocer lo que pasa en el medio circundante, mientras los oyentes al
escuchar no tiene que mirar a su alrededor pues el oír suple esa necesidad.
Esta investigación muestra que para aplicar las pruebas, realizar la explicación de
los subtests y sistematizar las respuestas de los participantes, debe seguirse el
modelo comunicativo usado por cada grupo (oral, oral complementado con
«palabra complementada» o signado) para agregar efectividad a la evaluación.
1
Habilidad para comprender que otras personas tienen estados mentales (pensamientos,
sentimientos, deseos y creencias) que pueden ser diferentes a los propios. Una persona tiene
Teoría de la Mente si adjudica estados mentales a sí mismo y a los demás.
Los niños sordos hijos de padres sordos, no presentan dificultades para resolver
tareas de este tipo, ya que son signantes nativos y han adquirido la lengua de
señas de forma natural, estableciendo contextos comunicativos enriquecidos. En
este sentido son comparados con los niños oyentes, pues tienen la oportunidad de
participar tempranamente de conversaciones al compartir un mismo sistema
comunicativo; el contexto social es un facilitador y esto estimula el desarrollo de la
teoría de la mente.
La investigación se centra en los niños sordos hijos de padres oyentes, pues estos
revelan un retraso en la comprensión de la falsa creencia. Para la realización de
las pruebas, los participantes fueron evaluados en inteligencia no verbal con la
escala manipulativa internacional de Leiter-R (Roid y Miller,1997), que no requiere
de lenguaje expresivo ni comprensivo, también fueron evaluados en lengua oral y
lengua signada mediante el test de vocabulario en imágenes. Al no existir ninguna
prueba para evaluar el dominio de la lengua de señas ni tampoco un test
estandarizado para evaluar el nivel oral, usaron Peabody (PPVT-R), con la
adaptación hispano-americana realizada por Dunn, Padilla, Lugo y Dunn (1986)
del PPVT de Dunn y Dunn (1981) pues ya había sido empleada para determinar
el nivel lingüístico oral de niños sordos. La prueba fue realizada inicialmente de
forma oral, por medio le lectura labio-facial, luego en lengua de señas.
Finalmente evaluaron teoría de la mente por medio del empleo de tres tareas de
falsa creencia, dos de primer orden y una de segundo orden. Para las tareas de
primer orden usaron la de cambio de localización (Baron-Cohen, Leslie y Frith,
1985) y la del recipiente que contiene otra cosa o tarea de Smarties (Hogrefe,
Wimmer y Perner,1986); y para la de segundo orden eligieron la tarea o
paradigma de la ventana (Núñez, 1993).
Los resultados dan cuenta de las dificultades que presentaron los sordos para
atribuir falsa creencia por la baja competencia lexical. Por ejemplo, las respuestas
dadas por un sordo de 14 años, son equivalentes con las de un oyente de 4 años.
Se pude decir entonces, que existe un desfase de 10 años en el desarrollo de la
teoría de la mente en la población sorda evaluada.
4. MARCO TEORICO
Históricamente siempre ha existido en todas las culturas desde los propios
individuos hasta en las instituciones dominantes del momento, un interés
generalizado por definir lo diferente, lo no común, lo que se sale del referente
general atribuyendo denominaciones, formas de trato, propuestas educativas o
médicas para determinar qué es, quiénes son, cuál es el lugar que deben ocupar
y cómo deben ser tratados. Por tanto el calificativo con el que son reconocidos y
la función que han de ejercer en la sociedad varían en el tiempo. Es decir, cada
sociedad establece la mirada y el criterio de cómo serán determinadas las
necesidades y los valores sociales, para establecer lo que es adecuado o
inadecuado, asignando títulos en función del papel que ha de desempeñar en la
sociedad y el trato que debe recibir (tratamiento).
Una audición normal está entre 0 y 20 dB, si un niño presenta una deficiencia
auditiva antes del nacimiento o a temprana edad, ocasiona un retraso en el
desarrollo del lenguaje y en la adquisición de la lengua oral; si la deficiencia
auditiva se da después de haber adquirido el lenguaje este afecta de manera
diferente, por ejemplo: hay hipoacusia leve entre 21 y 40 dB lo cual incide en los
problemas de pronunciación. La hipoacusia moderada es entre 41 y 70 dB afecta
la recepción del mensaje, discriminación y comprensión en medios ruidosos. La
hipoacusia severa es ente 71 y 90 dB y sólo permite percibir ruidos ambientales de
alta intensidad, el proceso comunicativo se ve interrumpido seriamente por tanto
los especialistas recomiendan el uso permanente de audífonos. La hipoacusia
profunda o sordera, registra pérdidas mayores a 90 dB lo cual dificulta la
percepción de ruidos ambientales de alta intensidad e imposibilidad para
escuchar la voz. (Ramírez, Velásquez, Quiñones y Reyes, 2004).
Lenguaje y lengua
Las dificultades que han tenido la mayoría de niños sordos para aprender la
lengua oral, ha llevado a que sean considerados deficientes lingüísticos, para ellos
la solución inmediata ha estado en la medicalización (Castro, 2004) es decir, son
llevados desde el ámbito de la escuela hacia el ámbito de la medicina para el
aprendizaje de la lengua oral por medio de terapias fonoaudiológicas.
Las propuestas educativas a partir de esta mirada toman una posición bilingüe–
bicultural, pues tienen en cuenta la necesidad de formar a los estudiantes
reconociendo las dos culturas en las que se desenvuelven; la cultura nativa a la
que pertenecen por su condición de sordera y la cultura mayoritaria en la que esa
comunidad está inmersa; ésta última se asume como cultura alternativa o como
una segunda cultura. Bilingüe, al reconocerlos usuarios de la lengua de señas
como primera lengua donde su adquisición no es sistemática sino espontanea y
que les permite significar el mundo, pero reconociendo la necesidad de desarrollar
competencias en la lengua de la cultura que los circunda, en este caso el español
(oral o escrito) para su desenvolvimiento en el medio (Ramírez y Cruz, 2000).
4.5.1 Atención
4.5.2 Memoria
Como función cognitiva es considerada una de las más complejas ya que para la
adquisición de diversas habilidades cognitivas se requiere de la memoria. Una
primera fase en este proceso es la codificación, que es entendida como aquel
estímulo seleccionado por la atención que puede llegar a ser almacenado en una
segunda fase cuando se activa la memoria a corto plazo (transitoria) o a largo
plazo (permanente) para llegar a la fase final de evocación o recuperación cuando
sea requerida (Ardilla y Roselli, 2007).
6. METODOLOGIA
8. DISCUSIÓN
Para responder a las preguntas sobre ¿Cuáles son las características cognitivas
en atención, memoria y función ejecutiva de los estudiantes sordos? y ¿Qué
diferencias hay con respecto los oyentes? Los indicadores cognitivos de las
pruebas (Test percepción de diferencias, primera presentación de la curva de
memoria visual y la subprueba del WISC IV figuras incompletas) muestran que
a nivel de atención visual en componentes como sostenimiento, selectividad y
volumen, los estudiantes sordos logran procesar la información visual
permaneciendo alerta para conseguir lo que se les propone; mantienen constancia
en la tarea si ésta es motivante y si es impartida por una persona con dominio
suficiente de la lengua de señas. El número de elementos presentados son
asimilados y comprendidos con claridad facilitando dar respuesta sobre ellos,
esto demuestra que presentan capacidades de razonamiento visoperceptual como
también de atención a los detalles al diferenciar los esenciales de los que no lo
son. Como lo muestran las tablas antes presentadas, no hay diferencias
significativas entre sordos y oyentes en atención visual, los resultados de los
grupos sugieren que los estudiantes identifican las características que diferencian
a unos elementos de otros, reconociendo lo que le hace falta, logrando memorizar
y acudiendo la atención selectiva, sostenida y al volumen si la tarea lo amerita.
Estos resultados a este nivel también se encuentran avalados en la investigación
desarrollada por Tharpe, Ashmead & Rothpletz (2002).
Como argumentan en su investigación Tharpe, Ashmead, Sladen, Ryan y
Rothpletz (2008) el concepto de una mejor función visual en la persona sorda no
ha sido apoyada de forma contundente en la literatura por ellos rastreada, sin
embargo justifican la idea que al carecer de audición el sistema visual y táctil
posibilita a la persona sorda complementar o compensar su carencia. De igual
forma, vemos como según los datos presentados en la actual investigación la
diferencia poco significativa en atención y memoria entre sordos y oyentes
evidencia el trabajo de equilibración que el cerebro realiza ante la carencia
auditiva. Jimenez, (2009) también señala que los sordos usuarios de la lengua de
señas desarrollan el sentido de la vista como acondicionamiento cerebral para
contrarrestar la pérdida auditiva. Así mismo, Luria (1979) al hablar de memoria
sensorial o eidética, muestra como los seres humanos al contar con este tipo de
procedimiento memorístico el cual es concebido como aquella capacidad de
reproducir imágenes de objetos vistos anteriormente, pero que perduran en la
memoria pocos segundos después de haber estado en presencia de los mismos,
es considerado un mecanismo central y complejo con el que está dotado el ser
humano y del que puede disponer cuando lo requiera al activar el patrón de
trabajo que el cerebro es capaz de ejecutar. Esto sin duda favorece a la persona
para recibir información del medio, aún si presenta sordera. Luria también afirma
que las imágenes eidéticas se potencian principalmente en la infancia y en la
juventud, y perduran sólo en algunas personas, lo que lleva a suponer que
artistas plásticos importantes estuvieran dotados de esta capacidad. Este
planteamiento explica por qué algunas personas con pérdida auditiva cuentan con
gran habilidad para las artes graficoplásticas ya que ponen en función sus
habilidades memorísticas visuales.
Sin embargo autores como (Quittner et al, 1994; Mitchell y Quittner, 1996;
Rothpletz et al, 2003; Smith et al,1998 Sladen et al 2005) en diferentes
investigaciones que son citadas por Tharpe et al (2008), no reconocen este efecto
compensatorio cerebral en atención y memoria, y argumentan que los sordos al
carecer de audición usan su visión para realizar tareas que un oyente no requiere
hacer ya que éste alternamente puede usar la escucha. Consideran que los
sordos no disponen de los mismos medios que tiene un oyente para ejecutar una
tarea con resultados homogéneos si son comparados; por ejemplo, una persona
oyente logra focalizar la atención de forma selectiva en una tarea concentrándose
en ella, y si pasa algo en su ambiente, no requiere abandonar la actividad para
enterarse de lo que pasa, pues la escucha controla este factor haciendo que
pueda ignorar o responder al estímulo si es necesario; incluso si precisa contestar
puede seguir en la tarea pues usa la voz para este fin. A diferencia de esto, la
persona sorda no sólo usa la visión para ejecutar la actividad sino que también
necesita de ella para atender lo pasa en el ambiente, y para que pueda responder
a este estímulo debe dejar lo que está haciendo, pues con este mismo sentido
recibe la información que podrá ignorar o responder si así lo precisa pero no lo
hará con la voz, sino con sus manos que son su medio para comunicarse, y
después de todo esto poder reanudar la tarea.
Si bien hablar de teoría de la mente para algunos supondría alejarnos del tema,
González, Barajas, Linero y Quintana (2008), en los resultados de su investigación
dan cuenta de las dificultades que presentaron los sordos para atribuir falsas
creencias derivabas por una baja competencia lexical. Este planteamiento
permite ser enlazado con los resultados suministrados en el análisis del presente
estudio en función ejecutiva, pues una baja competencia lexical le impedirá al
sordo establecer conceptos o categorizaciones indispensables para potenciar su
pensamiento lógico; por tanto, enfrentar a temprana edad al niño sordo al dominio
de la lengua de señas mejorará notablemente su capacidad para comprender el
mundo.
Postigo y Pozo (2002), exponen que vivimos una era visual llena de imágenes,
símbolos y dibujos, donde lo escrito parece basarse cada vez, y de una forma más
dinámica en otras formas de expresión o códigos. Imágenes en todo lugar
sacuden nuestro contexto y los aprendizajes ya no solo están centrados en la
palabra escrita, lo que hace que el sordo pueda beneficiarse de ellas para
comprender lo que el medio le ofrece. La forma fácil de entender y el poco tiempo
usado para lograrlo son ventajas que la imagen sugiere, estás debe ser analizadas
también desde un punto de vista cognitivo y cultural pues si bien resultan
accesibles a las personas en general y a los sordos en particular, no resultan ser
tan simples por si solas.
Luria (1980), igualmente al hablar de las imágenes como afines a las gráficas pero
más complejas y concibiéndolas como una forma de representación valida e
importante, muestra un camino desconocido pero posible que ayuda a entender el
desempeño cognitivo del sordo desde pautas motoras, visuales, táctiles y no solo
auditivas que favorece el establecimiento de relaciones con los objetos. Este
panorama faculta a los esquemas, conceptos, generalizaciones y asociaciones el
poder codificar un determinado sistema que lo lleva a significar no solo el
reconocimiento del objeto sino la permanencia de la imagen. En este proceso
convergen elementos como experiencia, conocimiento, elaboración o
configuración de significado, es decir, un fenómeno psicológico afín a los procesos
intelectuales y a la actividad cognoscitiva del ser humano. Este tipo de procesos
en la persona con pérdida auditiva se verá fortalecida si cuenta con un contexto
familiar, escolar y sociocultural que promueva su lengua por medio de
situaciones comunicativas y discursivas para la formación de representaciones
con sentido, dadas a través del lenguaje enriquecido.
Para Skliar uno de los principales malos entendidos sobre la educación bilingüe,
es que sea comprendida exclusivamente dentro del ámbito escolar o como una
metodología en continuación de teorías anteriores. Comprender la propuesta
supone realizar modificaciones reales y significativas en la educación para los
sordos y para ello como también se presenta en esta investigación, invita a
transformar la mirada que se tiene de la persona sorda, pues no se puede
continuar cambiando arbitrariamente de posturas clínicas, socioantropológicas o
múltiples, dependiendo de las conveniencias políticas o educativas del momento
pues se tiende a alejarse de lo que necesita realmente la comunidad. No se
puede seguir pensando que existe sólo una lengua, una identidad o una forma de
educación, pues empezar a reconocer diferencias es lo que nos hará ser
comunidad.
CONCLUSIONES
Hoy podemos entender como las funciones cognoscitivas son primordiales para
comprender al individuo y específicamente al que presenta una pérdida auditiva
desde su proceso de aprendizaje, por esto la escuela debe también reconocerlas
desde las diferencias individuales para que así puedan ser enriquecidas desde lo
cultural y logren cumplir el papel de alcanzar las metas que el ser humano se crea
(Ostrosky, Gómez y Castillo, 2009).
Los seres humanos tenemos áreas de fortaleza y debilidades cognitivas que nos
llevan a funcionar de manera particular en diferentes espacios donde las
capacidades actúan en niveles diversos, por tanto el profesional que trabaje con
población sorda, debe ser un conocedor no sólo de la historia social, cultural y
educativa de la comunidad, sino también de su desarrollo y particularidades
cognitivas.
Los marcadores cognitivos que logran evidenciar un perfil para la población sorda,
definitivamente deben ser pensados por medio de pruebas visuales (como los
usados en esta investigación) ya que consiguen disminuir las diferencias entre la
población oyente con la que generalmente es comparada. No exigirle competencia
lectoescritural para determinar procesos cognitivos, unifica oportunidades y
permite reconocer las falencias concretas que subyacen al carecer de audición,
como también la influencia que ejercen en los procesos de aprendizaje.