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Guillermo Borja
Recibí este artículo de Memo con el ruego de publicarlo en algún lugar
apropiado
que no encontré hasta hoy. Espero que a él, desde el cielo, le agrade
la redacción final y el hecho de que aparezca en este homenaje
(Boletín AETG, homenaje a Guillermo Borja, 1996).
A mí me gustan la sencillez y la contundencia que desprende, siendo ámbos,
creo, buenos epítetos para memorar a quien fue Guillemo Borja.
(Albert Rams)
Somos curanderos por vocación, aunque ésta sea una afirmación superyoica.
Somos curanderos por proyección, enmascarados intelectualmente para
no quedar en evidencia de necesitar de los necesitados.
La manifestación de la peor enfermedad es poner cara de sano, y,
peor aún, creer estar inmunizados de la enfermedad.
En las estructuras sociales actuales, sostenidas en base al patriarcado,
existe el mensaje-decreto intrínseco de que la insensibilidad y la
desconfianza constituyen la educación buena y un buen principio moral y
social.
Así la apariencia, o sea la falsedad, es la armonía de la familia. Este concepto
caduco e irracional de creer que la célula de una sociedad es la familia
es falso. Analicemos donde existe este principio en realidad y veremos que
sólo es un concepto y que poca objetividad tiene en la vida nuestra.
No es que esté en contra de la familia, más bien de un sistema que sólo se
maneja a través de la apariencia, de manera que el ego se satisface
en la falsedad.
Reconocemos que buenos no somos y que una que otra pequeñez perturba
a los que nos rodean. Nos entretenemos en síntomas y nos creemos que esa
es nuestra enfermedad y no otra. Algunos, rayando en la osadía, deducen que
los aquejan padecimientos escritos en la patología de moda en los teatros.
Y más en esta década...
Más claro: La gran decisión fue dejar de ser uno mismo, fue tomada a muy
temprana edad, y fue tomada por uno mismo.
Al comenzar un tratamiento la buena intención tendrá que desaparecer,
como también la misma espera de la cura.
¿Por qué? Porque el proceso es en sí el testimonio del presente y lo único
que poseemos. Es aquí, en este espacio, donde el ser se manifiesta.
Ahí es la honestidad el lugar de su presencia
Perdemos el tiempo en enfermedades mentales irracionales.
Seamos simples y sencillos y pongamos nuestra atención en lo que ya
tenemos.
Y lo que tenemos estemos donde estemos, es la capacidad de ser honestos.
El mal es callar el pensamiento, reprimir el sentimiento y mecanizar la acción.
La maestría estriba en reconocer lo conocido sin perturbación ni desolación.
La seguridad genuina es la confianza en que nadie florece por deseo ajeno,
ni por la no frustración del terapeuta.