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3.

CONDUCTAS DE RIESGO DE ADICCIÓN

Según la Organización Mundial de la Salud, citado por (Universidad Rafael

Landívar, s.f.), la adicción es “una enfermedad física y psico-emocional que crea una

dependencia o necesidad hacia una sustancia, actividad o relación”, así mismo, agregan

que se caracteriza por signos y síntomas que comprometen factores biológicos,

genéticos, psicológicos y sociales.

De acuerdo a Echeburúa (2000) citado por Restrepo, S. (s.f.) los componentes

que caracterizan la conducta adictiva son: pérdida de control, fuerte dependencia

psicológica, pérdida de interés en otras actividades gratificantes, interferencia en la vida

cotidiana.

3.1. CONSUMO DE SUSTANCIAS PSICOACTIVAS:

De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud y la Organización

Mundial de la Salud en su libro Neurociencia del consumo y dependencia de sustancias

psicoactivas (2004), las sustancias o drogas psicoactivas son “sustancias que al ser

tomadas pueden modificar la conciencia, el estado de ánimo o los procesos de

pensamiento de un individuo”, esta puede ser introducida por cualquier vía de

administración y puede generar dependencia física o psicológica. Así mismo, la OMS

ha clasificado las drogas conforme su efecto en el sistema nervioso central, de manera

que pueden ser:

Depresoras: Retardan o disminuyen el funcionamiento del sistema nervioso

central, la concentración, el juicio y la apreciación de los estímulos externos.

Estimulantes: Aumentan la actividad del sistema nervioso central, causan

desinhibición, euforia, excitación motora, agresividad, etc.


Alucinógenas: Alteran el proceso de pensamiento y estados de ánimo, y produce

distorsiones en las sensaciones.

Las drogas también pueden ser clasificadas según su origen como naturales,

cuando no requieren ningún proceso químico o sintéticas, cuando han sido elaboradas

en laboratorios por medio de procesos químicos, y dependiendo su situación legal.

(Observatorio de drogas de Colombia, s.f.)

De acuerdo a Alvarado, S. (s.f.) la adicción es un proceso, pues inicialmente, “el

tipo de uso que la persona hace de la sustancia o conducta, no es adictivo, pero

progresivamente, el tipo de uso varía aumentando hacia la habituación primero, y luego

hacia el abuso”. Así mismo expresa que en ese momento no se puede hablar aún de

adicción, pues en el abuso la persona mantiene el control sobre el uso de la sustancia.

Becoña, E. y Cortes, M (2010) expresan que el paso del uso a la dependencia de

sustancias atraviesa por diferentes etapas:

1) fase previa o de predisposición: Se refiere a los factores de riesgo y

protección biológicos, psicológicos y culturales, que pueden aumentar o disminuir la

probabilidad de consumo.

2) fase de conocimiento: Consiste en el conocimiento y acercamiento a la

sustancia, sus efectos, activa y pasivamente.

3) fase de experimentación e inicio al consumo de sustancias: En esta se da la

decisión del sujeto frente al consumo y la experimentación del mismo.

4) fase de consolidación: Se pasa del uso, al abuso y dependencia, ligado a las

consecuencias positivas y negativas del consumo. Puede presentarse un aumento de

consumo o paso a otras sustancias más peligrosas.


5) abandono o mantenimiento: Requiere que la persona esté consciente de las

consecuencias negativas son más relevantes que las positivas y es aquí donde los

tratamientos para el abandono del consumo toman importancia.

6) una posible fase de recaída: Puede producirse incluso años después del

último consumo.

Del mismo modo, la adicción según Pérez, J. (s.f.) pasa por diferentes etapas, la

primera se da tras las primeras experiencias de consumo, principalmente si el primer

contacto fue agradable puesto que se existe mayor probabilidad de que vuelva a

consumir. La segunda etapa, no se evidencian aún efectos negativos, el cambio en el

estado de ánimo le genera disfrute y siente que tiene el control del consumo y puede

decidir cuándo dejarlo, se caracteriza por un consumo habitual dirigido a obtener los

efectos placenteros de la sustancia.

Posteriormente en la tercera fase comienza el declive, pues aparecen las

dificultades en las diferentes áreas en las que se desenvuelve la personas, como también

complicaciones de salud, para la cuarta etapa, hay una necesidad de consumo para

obtener los efectos positivos que encontraba al inicio, se crea una dependencia física y

psicológica a la sustancia, caracterizada por una compulsión por administrársela. Por

último, la quinta etapa se caracteriza por un deterioro personal, se evidencia

desesperación, la persona hace todo lo posible para mantener el consumo y deja de lado

sus intereses.

Dentro del consumo de sustancias psicoactivas se puede evidenciar dependencia

la cual de acuerdo a la OMS y la APA citadas por Restrepo, S. (s.f.) es la “pérdida total

de libertad, pues la persona se encuentra supeditada, controlada, definitiva esclavizada

por la droga; en otras palabras, la droga se convierte en un objeto autoritario que


absorbe la personalidad del sujeto”. Así mismo la Secretaría Distrital de Salud de

Bogotá (s.f.) expresa que la dependencia comprende un conjunto de síntomas

cognoscitivos, comportamentales y fisiológicos, generados a partir de la repetida

administración de una sustancia; esto lleva a que se presente un patrón comportamental

en el que el uso de una sustancia adquiere más valor que otros comportamientos que

alguna vez tuvieron alto valor para la persona. (Batlle, S., s.f.).

Esta dependencia puede ser psicológica, caracterizada por la dificultad para

vencer el deseo de experimentar nuevamente los efectos de la sustancia

autoadministrada, generando compulsión, pues a causa de esta dependencia los

intervalos de consumo se hacen más pequeños lo cual lleva a la tolerancia y

dependencia fisiológica, la cual se da cuando las neuronas se adaptan a las dosis de

consumo habitual. (Batlle, S., s.f.).

En la Clasificación Internacional de Enfermedades (1996) se encuentran como

rasgos de dependencia los siguientes:

 Deseo intenso o vivencia de una compulsión a consumir una sustancia.

 Disminución de la capacidad para controlar el consumo.

 Síntomas somáticos de un síndrome de abstinencia cuando el consumo de la

sustancia se reduzca o cese.

 Tolerancia, que requiera un aumento progresivo de la dosis de la sustancia para

conseguir los mismos efectos que inicialmente producían dosis más bajas.

 Abandono progresivo de otras fuentes de placer.

 Persistencia en el consumo de la sustancia a pesar de sus evidentes

consecuencias perjudiciales.
La dependencia de sustancias psicoactivas puede llevar a la tolerancia de las

mismas, un estado neuroadaptativo en el que se crea la necesidad de administrarse dosis

mayores para producir el mismo efecto inicial dada la reducción de respuestas a la

cantidad de droga. Esta a su vez se divide en tolerancia metabólica, que hace referencia

a la adaptación desarrollada por el organismo para metabolizar la sustancia, y la

tolerancia celular, caracterizada por la disminución de sensibilidad de las neuronas a la

misma por la continua exposición. (Batlle, S., s.f.) (Malgor, L. y Valsecia, M., s.f.)

El cese completo o reducción prolongada de la administración de la sustancia a

la que se es dependiente, genera en la persona síndrome de abstinencia, caracterizado

por una serie de cambios o efectos contrarios a los que producían la intoxicación con la

sustancia, que varían su nivel gravedad (Malgor, L. y Valsecia, M., s.f.) (CIE – 10,

1996), provoca sufrimiento y malestar en la persona, los síntomas somáticos dependen

del tipo de sustancia, aunque frecuentemente se presenta temblores, espasmos, cefaleas,

dolor muscular, problemas digestivos, agitación, también son frecuentes síntomas

psicológicos como ansiedad, depresión, trastornos del sueño, alucinaciones, entre otros.

Así mismo, la evolución e intensidad de estos síntomas obedecen al tipo, cantidad y

frecuencia de consumo. (Castillero, O., s.f.) (CIE -10, 1996).

Existen dos tipos de síndrome de abstinencia, el tardío, el cual interfiere en la

vida de la persona por las alteraciones en el sistema nervioso a causa de los problemas

de salud física y psicológica. El agudo, es causado por el proceso de aprendizaje en el

que se ciertos estímulos se asocian al consumo, por lo que este reaparece cuando la

persona se enfrenta a situaciones en las que habitualmente consumía la sustancia.

(Fernández, V., 2017) (Batlle, S., s.f.).

La CIE-10 (1996), menciona el síndrome de abstinencia con delirium haciendo

referencia al que presenta síntomas prodrómicos típicos como: insomnio, temblores,


miedo, pueden evidenciarse ideas delirantes, inversión del ciclo sueño–vigilia,

excitación del sistema nervioso vegetativo y agitación. “La tríada clásica de síntomas

consiste en obnubilación de la conciencia y estado confusional, alucinaciones e

ilusiones vividas en cualquier modalidad sensorial y temblor intenso.”

De la misma manera, habla de intoxicación aguda, un “estado consecutivo a la

administración de una sustancia psicoactiva que produce alteraciones del nivel de

conciencia, de la cognición, de la percepción, del estado afectivo, del comportamiento,

o de otra respuestas y funciones psicofisiológicas” y consumo perjudicial, que causa

daño a la salud física y mental.

En la CIE-10 (1996), también se encuentra el trastorno psicótico, caracterizado

por alucinaciones, distorsiones de la percepción, idea delirantes por lo general paranoide

o persecutoria, alteraciones psicomotoras y un estado emocional anormal; Residual y de

comienzo tardío, cuando los cambios cognoscitivos, afectivos, de la personalidad o el

comportamiento persisten más tiempo del que podría considerarse razonable. Síndrome

amnésico, “asociado a un importante deterioro crónico de la memoria reciente y remota.

(…) otras funciones cognitivas suelen estar relativamente bien conservadas, y los

defectos amnésicos son desproporcionados a las otras alteraciones”. Todo esto inducido

por el consumo por el consumo de sustancias.

Tanto la CIE- 10 (1996) como el Manual Diagnóstico y Estadístico de los

Trastornos Mentales (2013) abarcan diferentes clases de drogas: alcohol, tabaco,

opiáceos, cannabinoides, sedantes o hipnóticos, ansiolíticos, alucinógenos, estimulantes,

incluyendo la cafeína, inhalantes o disolventes volátiles y otras sustancias. Para cada

una de ellas, se encuentran criterios específicos para lo mencionado anteriormente:

intoxicación y síndrome de abstinencia, además de trastornos inducidos por las mismas.


Como en otras situaciones, la adicción también presenta factores de riesgo y de

protección que pueden aumentar o disminuir la probabilidad de consumir sustancias

psicoactivas. Anicama, J. (2001) expresa que los factores de riesgo son “todas aquellas

condiciones que exponen a los sujetos o los hacen más vulnerables a caer en el consumo

de sustancias psicoactivas”. Así mismo, expone como factores de riesgo más

significativos los siguientes:

1. El presentar variados problemas de conducta y ser considerado un “niño o un

joven difícil”.

2. El mostrarse socialmente incompetente.

3. El tener conducta agresiva y violenta.

4. El ser sobreprotegido.

5. El observar modelos de conducta propios de la adicción.

6. El inicio temprano de consumo de drogas sociales (alcohol y tabaco).

7. El bajo nivel de afectividad y de emociones positivas en el círculo familiar.

8. Los antecedentes familiares varios.

9. El tener deficiencia física

Además, agrega que algunos de los factores de riesgo actúan como estímulos

precipitantes como los siguientes:

1. Ser rechazados o aislados de su grupo.

2. Experiencias de fracaso y pérdida de autoestima.

3. Tener bajo rendimiento académico.

4. La separación de los padres.

5. La presión del grupo o pares de amigos.

Tavera, S. y Martínez, M. (2008) y Becoña y Cortes (2010) mencionan otros

factores de riesgo de consumo de sustancias en diferentes áreas: individual, se


distinguen rasgos biológicos o genéticos, psicológicos y conductuales familiar, dado

que este es primer agente socializador en el cual las personas adquieres valores y

desarrollan su personalidad a través de las experiencias vividas en este ámbito; sociales,

pues los “valores predominantes, los estilos de vida y las creencias que el conjunto de la

comunidad tenga acerca de las drogas influirán, por tanto, en la elección de las

sustancias y en los patrones de consumo de las mismas”. Becoña y Cortés (2010)

Individuales: Predisposición física, baja autoestima, poca tolerancia a la

frustración, sentimientos de soledad, estados depresivos, deseo de experimentar

sensaciones “fuertes”, aislamiento, actitud apática, falta de orientación y metas en la

vida, evasión de la realidad, apatía, dependencia emocional, inseguridad, baja

satisfacción o capacidad de divertirse, fracaso académico o laboral , impulsividad y

expectativas positivas en cuanto al consumo de drogas.

Familiares: Consumo de alcohol y drogas por parte de los padres, baja

supervisión familiar, baja disciplina familiar, conflicto o desintegración familiar por

separación, divorcio o muerte, historia familiar de conducta antisocial, actitudes

parentales favorables hacia la conducta antisocial, actitudes parentales favorables hacia

el consumo de sustancias, bajas expectativas para los niños o para el éxito, abuso físico,

disfuncionalidad caracterizada por problemas de comunicación, mensajes

contradictorios, rigidez en los roles, abandono afectivo o sobreprotección, relaciones

tensas o violentas en el hogar, mala relación entre los miembros de la familia, vínculos

débiles, frustración familiar, ambivalencia hacia la familia, crianza poco efectiva,

ausencia constante de los padres en la vida cotidiana de sus hijos, y eventos estresantes

en la vida familiar.

Sociales: Deprivación económica y social, desorganización comunitaria,

cambios y movilidad de lugar, las creencias, normas y leyes de la comunidad favorables


al consumo de sustancias, la disponibilidad y accesibilidad a las drogas, la baja

percepción social de riesgo de cada sustancia, transculturación, hacinamiento, pocas

oportunidades para el empleo, la educación y la recreación, pobreza extrema, presión

social, exclusión social, publicidad que se hace a bebidas alcohólicas y tabaco, y

compañeros consumidores.

Según Anicama (2001) los factores protectores, hacen referencia a “aquellas

condiciones del ambiente o variables individuales del sujeto que de una a otra forma

impiden o los hacen más resistentes a caer en el consumo de drogas”, y propone los

presentados a continuación:

1. Una comunicación adecuada en la familia.

2. La unidad e integración familiar.

3. Tener valores morales sólidos.

4. El éxito escolar reconocido.

5. Ser popular y querido por sus amigos.

6. Tener habilidades sociales para interactuar.

7. Un buen nivel de autoestima.

8. Un buen nivel de autocontrol.

Becoña y Cortés (2010) los exponen en diferentes ámbitos:

Individuales: Religiosidad, creencia en el orden social, desarrollo de las

habilidades sociales, creencia en la propia autoeficacia, habilidades para adaptarse a las

circunstancias cambiantes, orientación social positiva, poseer aspiraciones de futuro,

buen rendimiento académico e inteligencia, resiliencia.


Familiares: Apego familiar, oportunidades para la implicación en la familia,

creencias saludables y claros estándares de conducta, altas expectativas parentales, un

sentido de confianza positivo, dinámica familiar positiva.

Sociales: Sistema de apoyo externo positivo, oportunidades para participar como

un miembro activo de la comunidad, descenso de la accesibilidad de la sustancia,

normas culturales que proporcionan altas expectativas para los jóvenes, redes sociales y

sistemas de apoyo dentro de la comunidad, apego a los iguales no consumidores,

asociación con iguales implicados en actividades organizadas por la escuela, recreativas,

de ayuda, religiosas u otras, resistencia a la presión de los iguales, especialmente a las

negativas, no ser fácilmente influenciable por los iguales.

Las personas consumidoras de sustancias psicoactivas presentan diferentes

patrones de consumo, en 1980 Ungerleider citado en Dé Salvador, G., (2008), propuso

el siguiente patrón de consumo de las sustancias capaces de generar adicción:

Consumidor experimental: Cuando el sujeto tiene contacto con la sustancia,

motivado por curiosidad o presión social. Puede continuar o no con el consumo.

Consumidor ocasional, social o recreacional: Consume de forma ocasional o

durante reuniones sociales, no necesariamente regularmente pues su objetivo es la

búsqueda de experiencias agradables. (Uribe, M., 2012) “En el mantenimiento del uso

inciden factores de riesgo de tipo social, tales como la presión de los amigos o la

disponibilidad de la sustancia.”(Dé Salvador, G., 2008)

Consumidor habitual: Se caracteriza por la configuración típica del

encadenamiento y ritual de consumo, el debilitamiento y/o extinción de los mecanismos

de autocontrol, la consolidación del comportamiento de consumo y las conductas

antisociales, las cuales han producido la interferencia en el aprendizaje de nuevos

comportamientos socialmente adaptativos. (Dé Salvador, G., 2008)


Consumo perjudicial o abuso: Este es un patrón desadaptativo de abuso de

sustancias que conlleva un deterioro o malestar clínico (Dé Salvador, G., 2008), se

manifiestan consecuencias negativas significativas en diferentes ámbitos. (Uribe, M.,

2012)

Consumidor dependiente: La persona dirige su atención y comportamientos a la

búsqueda de la sustancia y el consumo reiterado de la misma, es aquí donde se presenta

la tolerancia y el síndrome de abstinencia, se evidencia reducción de las actividades

sociales y aumento de comportamientos de riesgo. (Uribe, M., 2012) (Dé Salvador, G.,

2008)

De acuerdo al Ministerio de Salud y Protección Social (2013) por medio de la

ley 1566 del 2012, se reconoce que el consumo de sustancias psicoactivas es un asunto

de salud pública, y es por medio de esta es que se dictan normas para garantizar la

atención integral a personas que consumen sustancias psicoactivas y se crea el premio

nacional “Entidad comprometida con la prevención del consumo, abuso ya dicción a

sustancias psicoactivas”, pues tanto situaciones de abuso y adicción deben ser tratadas

como enfermedad

Esta ley, tiene como objetivo garantizar y proteger los derechos de los

consumidores de sustancias psicoactivas para acceder a los sistemas de beneficios del

sistema de salud colombiano, recibir una atención integral y lograr mejores condiciones

para una vida digna, además se postula como herramienta para que los profesionales y

personas que trabajan en la reducción de consumo de estas sustancias puedan contar con

pautas de intervención.

De manera que la ley 1566: (Ministerio de Salud y Protección Social, 2013)

 Ubica la reducción del consumo de sustancias psicoactivas en la agenda

de la política pública de drogas en el país acorde con un marco de acción


internacional en materia de derechos humanos y de nueva evidencia en la

intervención.

 Reconoce el consumo, abuso y adicción a sustancias psicoactivas ilícitas

o líticas como un asunto de salud pública, indicando la necesidad de

superar el enfoque tradicional policivo y de la política criminal,

fortaleciendo el diseño y ejecución de la política de drogas en el plano de

la salud y comprometiendo a

 otras instancias del Estado en la búsqueda efectiva de soluciones

sostenibles e integrales.

 Reafirma el derecho a la salud física y mental que tienen todas las

personas que consumen sustancias psicoactivas, el enfoque de atención

primaria en salud que comprende la acción intersectorial/ transectorial

por la salud, la participación social, comunitaria y ciudadana.

 La salud pública permite fortalecer las estrategias de promoción,

prevención y mitigación para la reducción del consumo y un mayor

desarrollo de acciones colectivas desde el nivel territorial.

 El bienestar de la familia y la comunidad inicia con la priorización de los

niños, niñas y adolescentes vulnerables conforme a estándares

internacionales y de vida digna de los consumidores, así como la

incorporación del enfoque de género y las representaciones sociales y

culturales del consumo de sustancias psicoactivas.

3.2. PRÁCTICAS DE RIESGO NO QUÍMICO:

De acuerdo con Cía, H. (2013), Fernández, J., y López, J., (2010) y Echeburúa,

E., (2012) durante muchos años se solía relacionar la adicción con el consumo de

sustancias psicoactivas, aunque actualmente se reconoce que no se limita a esto sino que
hay conductas que en determinadas circunstancias se convierten en un comportamiento

disfuncional que genera adicción, en función de frecuencia, intensidad o cantidad, así

mismo, afirma que se ha evidenciado que los componentes principales de los trastornos

adictivos es la falta de control y la dependencia que tiene la persona sobre determinada

conducta que inicialmente genera placer pero que con el paso del tiempo llega a

interferir en su cotidianidad.

Una vez la adicción conductual avanza, “los comportamientos se vuelven

automáticos, son activados por las emociones e impulsos, con pobre control cognitivo y

autocrítica sobre ellos. El adicto está ávido de gratificación inmediata y no repara en las

posibles consecuencias negativas de esa conducta” (Cía, H., 2013), pues la característica

principal de esta, es la capacidad para generar una sensación de bienestar y gratificación

inmediata. (Laham, M., s.f.)

Cualquier actividad normal percibida como placentera es susceptible de

convertirse en una conducta adictiva, lo que la define es que “el paciente pierde el

control cuando desarrolla una actividad determinada y que continúa con ella a pesar de

las consecuencias adversas, así como que adquiere una dependencia cada vez mayor de

esa conducta”. (Fernández y López, 2010) (Echeburúa, E., 2012)

Las conductas adictivas son motivadas inicialmente por reforzadores positivos,

pero terminan siendo perpetuadas por reforzadores negativos (Fernández y López,

2010). Sin embargo, las adicciones conductuales o no químicas, se diferencian de las

químicas en que es frecuente encontrar adicciones química múltiples, (policonsumo)

contrario a los que sucede en las adicciones conductuales, aunque es habitual la

combinación de una adicción química y una conductual. (Fernández y López, 2010)

(Echeburúa, E., 2012)


En el contexto de las adicciones conductuales existe tolerancia, cuando la

persona necesita aumentar su conducta en intensidad y frecuencia, con el fin de obtener

el placer que esta le generaba inicialmente, así mismo, también pueden experimentar

síndrome de abstinencia cuando de disminuye la conducta o se deja de realizarla,

caracterizado por un profundo malestar emocional, estado de ánimo disfórico, insomnio,

irritabilidad e inquietud psicomotora. (Caladín, A., 2012) (Cía, H., 2013)

Cía, H., (2013) menciona los siguientes síntomas como principales en una

adicción conductual:

 Intenso deseo, ansia o necesidad imparable de concretar la actividad placentera.

 Pérdida progresiva del control sobre la misma, hasta llegar al descontrol.

 Descuido de las actividades habituales previas, tanto las familiares, como las

académicas, laborales o de tiempo libre.

 Estas consecuencias negativas suelen ser advertidas por personas allegadas que

se lo comunican al adicto, quien, a pesar de ello, no detiene la actividad y se

pone a la defensiva, negando el problema que padece.

 Progresiva focalización de las relaciones, actividades e intereses en torno a la

adicción, con descuido o abandono de los intereses y relaciones previas, ajenas a

la conducta adictiva.

 Irritabilidad y malestar ante la imposibilidad de concretar el patrón o secuencia

adictiva (abstinencia) e imposibilidad de dejar de hacerlo, pasado un corto

período.

Krych (1989) citado por Bataller, V. (2005) propone lo siguiente como la

secuencia evolutiva de las adicciones conductuales o psicológicas:


1. La conducta es placentera y por tanto resulta reforzante o recompensante

para la persona.

2. Se da un incremento en los pensamientos referentes a la conducta adictiva

en los momentos en que la persona no la lleva a cabo.

3. La conducta tiende a hacerse cada vez más frecuente, a la par que el sujeto

pierde interés por las actividades previamente gratificantes.

4. La persona tiende a negar la importancia o perjuicio que la adicción tiene

en su vida (negación).

5. Periódicamente se experimenta un deseo intenso de llevar a cabo la

conducta, junto a expectativas muy altas acerca del alivio del malestar que va a sentir

tras la realización de la misma.

6. La conducta se mantiene a pesar de las consecuencias negativas

crecientes. Existe una justificación personal y de convencimiento de los demás merced a

una distorsión grave de la realidad.

7. A medida que los efectos negativos de la adicción aumenta, el sujeto toma

conciencia del problema e intenta controlarlo por sí mismo, lo cual habitualmente

resulta fallido.

8. En este punto, lo que mantiene principalmente la conducta problemática no

es el efecto placentero, sino el alivio del malestar, el cual cada vez es de menor

intensidad y más breve.

9. La persona muestra cada vez menos capacidad para soportar las emociones

negativas y las frustraciones diarias, a la par que las estrategias de afrontamiento se


encuentran empobrecidas a causa de su falta de uso. De este modo, la conducta adictiva

se instaura en el único medio para afrontar al estrés.

10. Se produce un agravamiento de la adicción y normalmente una crisis

extrema (pérdida de empleo, ruptura de pareja, estafa, etc.) lleva al paciente o a la

familia a pedir tratamiento.

Como factores psicológicos predisposicionales Restrepo, S., (s.f.) y Cía, H.,

(2013) exponen los siguientes: Estado de ánimo depresivo o disfórico, intolerancia a

los estímulos displacenteros, entendida como baja tolerancia a la frustración,

impulsividad o falta de control de impulsos, búsqueda de sensaciones (curiosidad), baja

autoestima, temor a decir no o a expresar lo que siente (dificultades en la asertividad), y

la dificultad para el afrontamiento de los problemas.

Como adicciones conductuales frecuentes están las presentadas a continuación:

Trastorno por Juegos de Apuestas (Ludopatía o Juego Patológico):

Se caracteriza por “la incapacidad para controlar su impulso a jugar y por el

desarrollo de una relación de dependencia con respecto al juego (observada claramente

en que se continúa jugando a pesar de todas las consecuencias adversas que éste le

acarrea)” (Fernández y López, 2010). Esta conducta interfiere de manera negativa en

diferentes áreas de la vida de la persona.

Cía, H., (2013) expresa que el fácil acceso al juego, la inmediatez de la

recompensa y la falsa sensación de control del sujeto sobre sus resultados hace que esta

pueda convertirse en una conducta adictiva, pues existe gran variedad de juegos en los

casinos como los juegos de cartas, las máquinas tragamonedas, los bingos, etc.

Igualmente están los juegos que se promocionan en puestos de venta en la calle, como

las loterías, las apuestas de futbol y otros. Si bien, inicialmente las personas juegan en
estos lugares por recreación y placer, después eta a pasa a convertirse en una necesidad

de jugar y recuperar o ganar dinero. (Salas Blas, E., 2014)

Es decir, que pasa a reforzarse negativamente por buscar satisfacer la necesidad

por medio del juego, y una vez se ven “enganchados” difícilmente pueden controlarse o

ser controlados, llegando a perder su familia, sueldo, vender su casa, joyas, etc., pues se

endeudan más allá de sus posibilidades de pago, lo que los lleva a enfrentar juicios y

problemas legales, mentir para obtener dinero, se muestran agresivos y manipuladores

para lograrlo, así mismo, tienen la sensación de que la “suerte” les devolverá lo que han

perdidos en medio del juego. (Salas, E., 2014)

Esta, es la única dependencia no química que aparece en el DSM -5 (2013), el

cual define como criterios diagnósticos que exista la necesidad de apostar cantidades de

dinero cada vez mayores, nerviosismo o irritabilidad cuando se disminuye o cesa la

conducta, intentos por controlar, reducir o abandonar sin obtener éxito, tiene la mente

ocupada en las apuestas, a menudo apuesta cuando siente “desasosiego”, intenta

recuperar las pérdidas, miente para ocultar su conducta, ha puesto en peligro o ha

perdido cosas significativas en su vida (empleo, relación, profesión), cuenta con otro

para aliviar su situación económica. Esto, por un periodo de 12 meses.

Para desarrollar una conducta adictiva al juego se requiere una evolución clínica,

en este caso, presenta unas características específicas por ser una conducta que se

desarrolla en medio sociales, Vacca Rodríguez, R., (2005) expone el proceso de la

siguiente manera:

Fase Inicial – Descubrimiento: El sujeto experimenta la conducta de mera

casual o accidental. Se debe identificar si la persona posee “personalidad adictógena” lo

que quiere decir que está en constante búsqueda de estímulos que le desencadenen
emociones intensas; si el individuo no presenta esta personalidad, ante esta experiencia

puede presentar disforia e incluso frustración dependiendo de los resultados del juego,

la actividad puede ser constante aunque no interfiere con su rutina. Con el paso del

tiempo y la continuidad con que realiza la actividad puede llegar a ser clasificado como

un jugador social, pocas veces se presenta descontrol y el tiempo de permanencia en

esta etapa es corto.

Fase del Descontrol (Adictiva): Esta varía dependiendo de la economía

psicológica, recursos económicos, soporte familiar, cercanía de casino, programa de

actividades diarias, entre otras, que dificultan o facilitan en ingreso a esta fase. La

persona presenta afán por jugar con la excusa de ganar más dinero, siendo esta una

justificación de la pérdida de control que no reconoce. Cuenta con reforzadores como

los sonidos del casino, el ofrecimiento de alcohol y alimentos, reguladores conductuales

y demás estímulos sensoriales como ambiente, colores, etc.

Fase Terminal o Resolutiva (peligrosa desesperación): La conducta adictiva se

ha instalado de manera definitiva, no realizarla le genera síntomas propios del síndrome

de abstinencia como dolores de cabeza, irritabilidad, decaimiento general, falta de

apetito, sudoraciones, piloerección, falta de concentración y atención, falta de interés

por otras actividades, insomnio, disforia, angustia, pensamientos reiterativos sobre el

juego, entre otros.

En esta fase se devalúa la autoimagen, le preocupan las deudas, se proyecta

posibilidades irreales para pagar sus deudas, es aquí donde más elaborados se

encuentran sus argumentos irracionales, impidiendo la conciencia de su estado y

refuerzan su conducta. Algunos fantasean con existe infidelidad de su pareja, o

incumplen sus obligaciones, en busca de reducir su culpa y angustia.


Los mecanismos psicológicos que le permiten mantener su conducta adictiva son

la negación sistemática, la minimización, distorsión del enfoque, autoengaño, y

autoverbalizaciones no conscientes (soliloquios, por ejemplo: “cuando juegues no te

desesperes”, “lo que necesitas es un golpe de suerte”). Vacca, R., (2005)

Por otro lado, Vacca, R., (2005) menciona que los que practican apuestas o

juegos de azar pueden ser clasificados en:

Jugador social o recreativo: Alterna la conducta con otras actividades sociales,

la atmósfera social es la que lo motiva, si es un ambiente favorable y empático

permanece, sino cambia de lugar o sustituye la actividad.

Jugador profesional: Organiza su vida a través de las apuestas y las ganancias o

pérdidas que le genere. No le causa dificultades, no pierde el control, es calculador,

analítico y reflexivo, pues su meta es ganar, por lo que no usa el juego como fuente de

placer.

Adicto al juego: Para ellos, el juego se convierte en la actividad central, tiene

una relación descontrolada con la actividad, lo principal es la conducta, la emoción que

le genera, aumenta o mantiene la actividad aun cuando esta le esté perjudicando.

Adicción a Internet y a las nuevas tecnologías virtuales:

Esta adicción se caracteriza por un consumo abusivo de las nuevas tecnologías,

(computador, internet, celular, videojuegos y redes sociales), puede presentarse en todas

las edades pero es más frecuente en jóvenes y afecta como las demás adicciones, todas

las áreas de la vida de la persona. (Arias, R., Gallego, P., Rodríguez, N., Del Pozo, L.,

2012)
Echeburúa (2000) citado en Restrepo, S., (s.f.) expresa que “la capacidad

adictiva a Internet deriva de una difusión cada vez más generalizada, de su presencia en

los lugares más significativos para una persona” como su hogar, centro de trabajo, o de

estudio, los sitios de ocio, etc.

Por otro lado, Arias, R., et al (2012) diferencia dos tipos de adicción a las nuevas

tecnologías: la pasiva, en la que el sujeto se aísla, y pospone o abandona otros

contactos, además, se deja influir por sus contenidos; la activa, produce el aislamiento

social, problemas de autoestima, económicos y afecciones al equilibrio psicológico de la

persona.

De acuerdo con Echeburúa (1998) citado en Fernández y López (2010) la red

permite satisfacer dos tipos de necesidades básicas:

a) La estimulación solitaria (búsqueda de información y de imágenes o incluso

sonidos, juegos solitarios, obtención de nuevos programas, etc.); y b) la

búsqueda de interacción social. En este sentido, no deja de ser significativo

que los elementos del ciberespacio que cuentan con un mayor componente

adictivo y en los que están más implicadas las personas dependientes de

internet se refieran, aunque no exclusivamente, a la relación interpersonal: a)

los "chats" o canales de conversación en tiempo real; b) los foros de

discusión; c) el correo electrónico; d) las páginas "Web"; y e) los juegos

online. (p. 7)

Estas personas, muestra un comportamiento diferente al habitual, suelen negarse

a involucrarse en otras actividades y se resisten a dejar la actividad, mienten sobre el

tiempo invertido en la conducta, presentan bajo rendimiento académico o laboral,

desequilibrio en la regulación fisiológica del sueño y la comida, euforia excesiva,


incapacidad para dejar de realizarla y cuando esto sucede se siente vacío, irritado y

deprimido. (Arias, R., et al., 2012)

Como consecuencias fisiológicas, psicológicas y sociales de esta conducta,

Arias, R., et al (2012) mencionan el sedentarismo, cansancio, sueño, desnutrición,

cefaleas, fatiga ocular, retraso en el desarrollo, alteración del sistema inmune entre

otras, y la inestabilidad emocional, ansiedad, empobrecimiento afectivo, agresividad,

confusión entre el mundo real e imaginario, infantilismo social, inmadurez, aislamiento

social y falta de habilidades de afrontamiento, conflictos familiares, escolares o

laborales, incumplimiento de las actividades rutinarias, problemas económicos, legales,

etc.

Así mismo, la introversión, depresión, baja autoestima, la impulsividad, la

disforia, intolerancia a estímulos displacenteros, búsqueda de sensaciones, ansiedad

social y timidez, atención dispersa, fantasía descontrolada, y entornos familiares no

propicios para la adquisición de conductas sanas o rígidos, son considerados factores de

riesgo por Restrepo, S., (s.f), Arias, R., et al, (2012) Echeburúa, E., (2012) y Cía, H.,

(2013)

Del mismo modo, Cía, H., (2013) y Echeburúa, E., (2012) mencionan como

señales de alarma las siguientes:

Privarse de sueño (<5 horas) para estar conectado a la red, a la que se dedica

tiempos de conexión anormalmente altos, descuidar otras actividades

importantes como el contacto y el compartir con la familia, las relaciones

sociales, el estudio o el cuidado de la salud, recibir quejas en relación con el uso

de la red de alguien cercano, como los padres o los hermanos, sin prestarles

atención o negando el uso desmedido, pensar en la red constantemente, incluso


cuando no se está conectado a ella y sentirse irritado excesivamente cuando la

conexión falla o resulta muy lenta, intentar limitar el tiempo de conexión, pero

sin conseguirlo, y perder la noción del tiempo, mentir sobre el tiempo real que se

está conectado o manejando un videojuego, aislarse socialmente, mostrarse

irritable y bajar el rendimiento escolar o laboral, sentir euforia y activación

anómalas cuando se está delante de la computadora. (p. 215)

Por otro lado, Echeburúa, E., (2012) expone los siguientes como factores

protectores: la autoestima, habilidades sociales y de comunicación, capacidad para

resolver problemas, control de las emociones, adecuado afrontamiento del estrés y buen

empleo del tiempo de ocio, a nivel familiar menciona la buena comunicación y clima

familiar y el establecimiento de normal, límites y conductas saludables.

Compras compulsivas (Oniomanía):

Inicialmente se creía que esta conducta adictiva primaba en mujeres por la

influencia que ejerce en ellas la moda, la presión social y el interés por la apariencia

física, aunque esto se ha venido desmintiendo, pues los varones también se han visto

afectos por las compras compulsivas ya que estas también pueden ser realizadas por

internet. (Salas, E., 2014).

Según O’ Guinn, y Faber, (1989), y Scherhorn, Reisch, y Raab, (1990) citados

en Llinares Pellicer, M., (2006) “la compra compulsiva se caracteriza por ser crónica,

repetitiva y excesiva, lo cual se convierte en una respuesta primaria a eventos negativos

de la vida, deficiencias internas o sentimientos lo cual conlleva a un fuerte componente

compensatorio”. Así mismo, añade que las compras son una tendencia compensaría para

el estrés, decepción, frustración, o déficit estructural causado por una distorsión de

autonomía experimentada como una falta de autoestima.


Fernández y López (2010) expresan que la gratificación proviene más del

proceso de comprar que de la utilidad de lo que comprado, por lo que los rasgos

principales de esta conducta adictiva son: compras excesivas, adquirir objetos

innecesarios de lo cual la persona es consciente pero no cuenta con la capacidad para

frenar su impulso, y de hacerlo, llegan a experimentar los síntomas característicos del

síndrome de abstinencia.

En la adicción por las compras según Otero- López y Villaderfranco (2011)

citados en Salas, E., (2014), la autoestima funciona como mediador entre el

consumismo y la adicción, ya que la baja autoestima “determina ciertas actitudes hacia

la necesidad de posesión de bienes”. Del mismo modo, Schlosser (1994) citado en Pérez

del Río, F., (2011) afirma la comorbilidad psiquiátrica con los trastornos de ansiedad,

depresivos, trastornos alimenticios y el abuso o dependencia de sustancias con esta

conducta adictiva.

Fernández y López (2010) y Echeburúa (2000) citado en Restrepo, E., (2011)

expresan como ciclo habitual de la conducta compradora adictiva el siguiente: a) estado

de ánimo disfórico (tristeza, ira, nerviosismo); b) excitación ante las expectativas de

comprar; c) adquisición placentera de objetos superfluos; d) arrepentimiento y

autorreproches por el dinero gastado y por la pérdida de control; y e) repetición del ciclo

para la superación del malestar. Suele haber intentos de resistir los impulsos, pero

frecuentemente son fallidos

Añaden como consecuencias de esta adicción: las deudas, problemas con la

justicia, deterioro de las relaciones interpersonales, soledad, decepción e intentos de

suicidio, la depresión puede ser una causa y consecuencia de la misma.


Restrespo Escobar, S., (2011) menciona que algunos de los factores que

contribuyen al origen y mantenimiento de esta conducta adictiva son: “La existencia de

insatisfacciones vitales, frustraciones, y otros problemas psicológicos que buscan salida

y se proyectan a través del consumo y la adquisición de cosas nuevas”, como también la

influencia de la publicidad.

Así mismo cita a Aravena, et al. (2006) quienes expresan que se pueden

presentar diferentes tipos de compradores, esto dependiendo del uso que realizan de las

compras, encontrándose así, los que corresponden a personas depresivas con múltiples

dificultades que compran para compensar la situación que les agobia; los que no tienen

problemas significativos de adaptación y que emplean las compran como una manera de

mejorar su estado de ánimo; y los adictos existenciales que compran como una

posibilidad para “construir y expresar su propio yo, alcanzando de esta forma, una

plenitud personal. De manera que los compradores compulsivos utilizan las compran

como un modo de evasión, afrontamiento o compensación de situaciones

insatisfactorias.

Adicción al Sexo:

Esta adicción no química, consiste en un “exceso desbordante de deseos y de

conductas sexuales que el sujeto se siente incapaz de controlar” (Zapf, Greiner y

Carroll, 2008) citados en Fernández y López (2010). El impulso se convierte en una

conducta sexual breve, anónima, y poco satisfactoria que se repite en intervalos cortos

variables entre horas y escasos días, con diferentes mujeres y sin fijarse en las

consecuencias, de manera que la conducta amorosa se reduce a una “urgencia biológica

irreprimible”, dirigida a mitigar la tensión más que a generar bienestar, por la

característica gratificación inmediata. (Fernández y López, 2010) (Salas, E., 2014)


Echeburúa (2000) citado en Salas, E., (2014) sostiene:

La adicción al sexo implica un conjunto recurrente de conductas, pensamientos y

fantasías, activación fisiológica y ansia por llevar a cabo conductas sexuales. En

este sentido el adicto al sexo es como un alcohólico que se caracteriza por una

hipersexualidad que, al no saciarse, está permanentemente presente en el sujeto,

que prescinde por completo de la ternura en la relación íntima y que manifiesta

una pérdida de control. (p. 138)

La adicción al sexo se caracteriza porque no es intrínsecamente de índole sexual,

sino que por medio de ella se busca disminuir la ansiedad o huir de una situación que le

genera intranquilidad (Echeburúa, E., 2012). Puede presentar en diversas modalidades

como la masturbación ligada a fantasías, revisión de materiales eróticos (vídeos,

revistas, ciberporno), el cibersexo (llamadas eróticas, chats, webcam, etc.), sexo con

desconocidos, la promiscuidad, relaciones homosexuales, sexo en grupos, frecuentación

de prostíbulos y otros, el comportamiento adictivo se diferencia por la cantidad de

prácticas sexuales que realizan la persona en un periodo de tiempo corto (día o semana).

(Salas, E., 2014) (Echeburúa, E., 2012)

Goodman (2008) citado en Echeburúa (2012) expresa que el comportamiento

sexual adictivo nace generalmente en la mente (fantasías y pensamientos sexuales),

como medio de escape a diferentes dificultades, aunque en otras ocasiones es el alcohol

o alguna sustancia la que activa el comportamiento. Al ser una adicción, también

presenta síndrome de abstinencia, con dolores de cabeza, temblores, e insomnio, como

también se evidencia a necesidad de estímulos cada vez más excitantes en busca del

goce inicial. (Echeburúa, E., 2012)


Salas, E., (2014) cita a Otálora (2013) quien presenta los siguientes criterios

como determinantes de la adicción al sexo:

 Excesiva cantidad de tiempo que se invierte en deseos y fantasías

sexuales, así como en planificar y realizar comportamientos sexuales.

 Estados de ánimo disfórico (ansiedad, aburrimiento, irritabilidad,

depresión) que se asocian con los deseos, fantasías y conducta sexual

repetitiva.

 Conductas, fantasías y deseos sexuales como respuesta a situaciones

estresantes de la vida.

 Imposibilidad de controlar o reducir las fantasías, deseos o conducta

sexual, a pesar de proponérselo.

 Implicación en conductas sexuales sin tener en cuenta los riesgos que

conllevan para sí mismos o para otras personas (p. ej., VHS, venéreas).

Del mismo modo, Echeburúa, E., (2012) destaca como signos de alerta de esta

conducta adictiva las fantasías sexuales reiteradas (alejan a la persona de la relación de

pareja), actos sexuales anónimos, múltiples y breves, sexualidad habitualmente

comprada, práctica reiterada de voyeurismo, acoso sexual, entre otros.

Esta conducta afecta más a hombres que a mujeres, presenta comorbilidad con

trastornos de ansiedad, depresión, dependencia a sustancias e hiperactividad y se

evidencian consecuencias como embarazos no deseados, ruptura de pareja, problemas

económicos, laborales, enfermedades de transmisión sexual, sentimientos de culpa y

vergüenza, autoestima devaluada, depresión, soledad e incluso ideación suicida, como

también problemas legales causado por el acoso sexual. Así mismo, la falta de control
causa un abandono de las obligaciones en diferentes ámbitos. (Echeburúa, E., 2012)

(Fernández y López, 2010)

Adicción al Trabajo:

Fernández y López (2010) y Salas, E., (2014) citan a Fernández- Montalvo y

Echeburúa, (1998) quienes expresan que la también denominada laborodependencia se

caracteriza por una “implicación progresiva, excesiva y desadaptativa a la actividad

laboral, con una pérdida de control respecto a los límites del trabajo y una interferencia

negativa en la vida cotidiana (relaciones familiares y sociales, tiempo de ocio, estado de

salud, etc.)”.

La dedicación excesiva al trabajo con factores de personalidad como el

perfeccionismo, la extroversión, estabilidad, independencia, desórdenes psicológicos

como el enojo, poco control sobre las emociones, ansiedad, depresión, alteraciones del

sueño, distorsiones del pensamiento, sobrevaloración del dinero, éxito, poder y

prestigio, tienen relación con esta conducta adictiva. (Salas, E., 2014)

Existen cuatro características propias de esta adición (Fernández- Montalvo y

Echeburúa, 1998; Spence y Robbins, 1992) citados en Fernández y López (2010):

 La implicación elevada en la actividad laboral

 Impulso a trabajar debido a presiones personales o internas

 Poca capacidad para disfrutar de la tarea realizada

 Búsqueda de poder o prestigio. Lo que está en juego en el adicto es la

propia autoestima y el reconocimiento social. (Pueden esconder

sentimientos de inferioridad y miedo al fracaso). (p. 5)

Boada-Grau, Prizmic-Kuzmica, Serrano-Fernández y Vigil-Colet (2013) citados en

Salas, E., (2014) manifiestan otras cuatro características: personas que trabajan 50 horas
o más a la semana, las expectativas con respecto al trabajo superan lo que requiere de él

y sus propias necesidades, su actitud, energía y dedicación al trabajo sobrepasa lo

necesario y se encuentra pensando en el trabajo aunque se encuentre fuera de este

ambiente.

Killinger (1990) citado en Arroyave Restrepo, J., (2011) afirma que en una

persona que presenta esta adicción se evidencia perdida de estabilidad emocional,

adicción al poder y control, con el objetivo de obtener aprobación y éxito. Así mismo,

Arroyave (2011) expresa que si bien la persona cuenta con unas características internas

que lo hacen más o menos vulnerable a presentar este comportamiento adictivo, la

cultura del éxito profesional ejerce presión directa sobre el sujeto, del mismo modo

Salas, E., (2014) manifiesta que este comportamiento se produce en un contexto de

exigencias empresariales como mayor compromiso, horas de dedicación, disponibilidad

e involucramiento.

Los adictos al trabajo se caracterizan por ser perfeccionistas, obsesivos,

narcisistas, arrogantes con sentimientos de autosuficiencia, inflexibles, con

temperamento lábil y con frecuencia carácter violento. Dado que el trabajo se ha

convertido en su actividad central, se vuelven competitivos y muestran altos niveles de

exigencia consigo mismo y con los demás, rigidez, frialdad, y son detallistas.

(Arroyave, 2011). Además, experimentan los síntomas que se evidencian en cualquier

tipo de adicción: “negación del problema, distorsiones cognitivas de la realidad,

necesidad de control, tolerancia creciente y síntomas de abstinencia en vacaciones

(irritabilidad, ansiedad, depresión, etc.).” (Fernández y López, 2010)

Del mismo modo, Fernández- Montalvo y Echeburúa (1998) añade que estas

personas presentan frecuentemente dificultades de salud, mayores niveles de estrés,

incapacidad para solucionar problemas de manera efectiva, poca claridad para


establecer los roles familiares y dificultad para expresar afectos y delegar en otros el

trabajo, como también requieren de un mayor esfuerzo para establecer relaciones

sociales e íntimas.

En Fernández-Montalvo y Echeburúa (1998) se cita a Alonso- Fernández (1996)

quien expresan que la característica específica de la laborodependencia, con relación a

otras adicciones no químicas, es “la de no referirse a un objeto habitual de gratificación

directa e inmediata, a diferencia de lo que ocurre con la comida, el sexo, las compras y

el juego, que son elementos placenteros en sí mismos”, y añaden que en el caso del

trabajo se trata de “una actividad que exige la aportación de un esfuerzo que genera una

satisfacción personal, una aprobación social, una remuneración económica u otro tipo

de gratificación.” De manera, que los elementos que motivan o generan placer en esta

conducta adictiva son éxito y el poder que se adquieren por medio del desarrollo

profesional.

Líbano et al. (2006) citado en Arroyave (2011) expone los siguientes factores de

riesgo dividiéndolos en 3 niveles:

Factores de riesgo personales: crecer en el seno de una familia disfuncional,

bajo la mirada de padres autoritarios, rígidos, para quienes las tareas son lo

primordial y el juego, es decir la recreación, es tiempo perdido. La comunicación

entre los miembros de la familia se pierde o es escasa. Esa falta de afecto lo

refleja posteriormente en su vida laboral, en lo que el trabajo se convierte en su

prioridad afectiva.

Factores de riesgo familiares: La formación recibida en su propio hogar, el

adicto al trabajo la proyecta en el suyo, creando con su actitud un ambiente

familiar problemático, lo que lo lleva a buscar refugio en su oficina, ante el


deseo de no querer llegar a su casa. Indudablemente, en su comportamiento

influyen las presiones económicas de la familia, muchas de ellas a veces

innecesarias, todo porque se vive en una sociedad en la que el último modelo de

carro, la ropa de marca, entre otros, pretenden dar prestigio. Curiosamente, la

familia es un factor de protección para la mujer, en el caso de la laboradicción.

Factores de riesgo laborales: Para un jefe, su empleado ideal es aquel que “se

mata trabajando” o es “esclavo de su deber”. Por eso, muchas veces, esos

directivos prepotentes, exigentes y amenazadores, transforman a sus empleados

en adictos. Por esto, los laboradictos son personas incapaces de negarse ante su

jefe sobre peticiones laborales, muchas de las cuales se pueden posponer para el

día siguiente, pero que el empleado asume como prioritaria.

Como consecuencias de este comportamiento adictivo se evidencian

repercusiones en la salud mental y física, dificultades familiares y laborales, estrés

crónico que los torna depresivos, presentan cuadros neuróticos, suicidio por la poca

tolerancia a la frustración, (Arroyave, 2011)

Para finalizar, Castañeda Aguilera, E., y García de Alba García, J., (2011)

mencionan algunos instrumentos de evaluación para la adicción al trabajo: el Work

Addiction Risk Test (WART), creado por Bryan Robinson en 1999, el Workaholism

Battery (WORKBAT) elaborado por Spencer y Robbins (1992), el Workaholic

Adjective Checklist (WAC) construido por Haymon (1993), el Schedule for

Nonadaptive and Adaptative Personality Workaholism Scale (SNAP-Work)

desarrollado por Clark en 1993, The Dutch Work Addiction Scale (DUWAS) elaborado

por Taris, Schaufeli y Verhoeven en 2005, y el Workaholism 5 (WO-5) creado por el

equipo de investigación WONT (Work & Organization Network) en 2004.


Adicción a la comida:

Según Fernández y López (2010) esta consiste en atracones de comida

descontrolados por parte del sujeto regularmente, los cuales inician de manera brusca,

antecedidos de una “sensación de hambre voraz incontenible”, lo que lleva a una

ingestión exagerada de alimentos en un periodo corto de tiempo (minutos) ,

frecuentemente a escondidas hasta que la persona queda “desagradablemente llena”.

Como en las demás adicciones, la gratificación es inmediata aunque poco tiempo

después produce un nivel general de malestar físico y psicológico, como somnolencia,

pesadez, dolores abdominales, sentimientos de culpa, disminución de la autoestima,

bajo estado de ánimo, entre otros. (Fernández y López, 2010)

La diferencia entre comer mucho y la adicción a la comida es que en la última

no se saborea los alimentos y la ingestión esta mediada más por reforzadores negativos

como el alivio del malestar que por gratificaciones positivas, además hay pensamientos

relacionados con alimentos cuando se están realizando otro tipo de actividades,

convirtiéndose en el eje central de su vida. (Arensan, 1991, citado en Fernández y

López, 2010).

Adicción al ejercicio o vigorexia:

“Consiste en la dependencia fisiológica y psicológica de un régimen regular de

ejercicio, caracterizada por síntomas de abstinencia después de 24 a 36 horas sin realizar

la actividad.” (Restrepo, S., 2011) Así mismo, añade que esta podría ser el resultado de

la adicción a la liberación de catecolaminas, producto de una sobrestimulación del

sistema nervioso simpático por medio del ejercicio.

De acuerdo con Baile (2005) citado en Rodríguez Molina, J., y Rabito Alcán,

M., (2010) esta conducta adictiva es una de las formas manifiestas de obsesión por la
perfección corporal, es una alteración de la salud caracterizada por una “preocupación

patológica de ser débil y no tener suficiente desarrollo muscular del cuerpo (…)

manifestada en la incapacidad de ver con exactitud el tamaño del propio cuerpo, con

comportamientos obsesivos y negativos relacionados con la apariencia”.

Estas personas realizan la actividad de manera voluntaria una vez al día o más,

aun con lesiones o enfermedades, Thaxton (1982) citado en Restrepo, S. (2011) afirma

que alguna variación en el régimen de ejercicio podrá generar aumento de los niveles de

ansiedad y depresión que se traducen en molestias fisiológicas y/o psicológicas.

La vigorexia tiene influencia de múltiples factores: distorsión de la imagen

corporal influida por el descontento corporal de otras personas, el grado de

interiorización del ideal de belleza, baja autoestima y esquema perfeccionista, afectos

negativos, la presión de los medios de comunicación y por la ansiedad físico social.

(Rodríguez, J., y Rabito, M., (2010)

Del mismo modo, pueden presentar síntomas de un síndrome de abstinencia

como: Ansiedad, irritabilidad, culpa, molestias musculares, nerviosismo y depresión

severa, como también insomnio, fatiga general y decaimiento. (Ibarzábal y Caracuel,

2007 citados en Restrepo, S., 2011)

De acuerdo con Restrepo, S., (2011) los síntomas de una persona adicta al

ejercicio son:

a) Patrón estereotipado de ejercicio con un cronograma regular prácticamente

diario.

b) Da prioridad creciente a su programa de ejercicio, por encima de cualquier

otra actividad.
c) Síntomas de abstinencia (problemas serios en estado anímico) cuando no se

practica ejercicio.

d) Desarrollo de tolerancia (cada vez necesita cargas más altas).

e) Los síntomas desaparecen de inmediato, cuando se tiene la posibilidad de

hacer ejercicio.

f) El sujeto es consciente de que tiene una compulsión hacia el ejercicio, pero

sigue adelante porque piensa que aun así, el ejercicio mejora su existencia.

g) El ejercicio controla sus vidas. Se vive para hacer ejercicio


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