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12/15/2018 Julius Evola y el Zen. Ch.

Levallois | Biblioteca Evoliana

BIBLIOTECA EVOLIANA

Julius Evola y el Zen. Ch.


Levallois
28 DE SEPTIEMBRE DE 2010 - 23:42 - ARTÍCULOS SOBRE EVOLA

En varias obras, Evola ha estudiado el Zen, sirviéndose de poemas, textos y fases de

maestros Zen para expresar sus ideas. Sin embargo, en la mayor parte del tiempo no se

extiende mucho sobre este tema. El autor de "Revuelta Contra El Mundo Moderno" ha

escrito más sobre tantrismo o alquimia que sobre el Zen. Solamente algunos artículos han

sido dedicados a esta cuestión.

Para Evola el Zen representa hoy el budismo original. "El Zen no constituye una

"anomalía extremo oriental" del budismo, tal como algunos han pretendido

equivocadamente, sino que es una reiteración de los temas y de las exigencias que dan

vida al budismo de los orígenes (...)". Igualmente precisa: "Es sufientemente notorio que

el Zen en su espíritu, puede ser considerado como un retorno al budismo de los orígenes.

El budismo nació como reacción vigorosa contra las especulaciones y los ritualismos

vacíos en los cuales la antigua casta sacerdotal india había caído. El budismo hizo tabula

rasa con todo esto(...). En los desarrollos subsiguientes del Budismo, la situación contra

la cual éste había reaccionado, se reprodujo. El budismo se convirtió en una religión con

sus dogmas, sus rituales, su escolástica, sus minuciosas reglas morales. El Zen intervino

de nuevo para hacer tabula rasa con todo esto, para colocar en primer lugar lo que había

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constituido el núcleo vital del Budismo en su forma original, a saber, la conquista de la

iluminación, del despertar interior".

Evola, en ocasiones, emplea la palabra "budismo esotérico" para referirse al Zen. Según la

Tradición, el Buda lo habría transmitido a un solo discípulo, Mahakashiapa, quien abrió

un lugar de patriarcas de tentadores de este conocimiento que habían recibido la

investigación legítima. En el siglo V d. J.C., Bodhidharma llevó esta enseñanza a China

en donde se desarrolló con el nombre de Tch’an, que sufrió una rápida influencia del

Taoismo, trascripción de la palabra sanscrita DHYANA (=contemplación), luego pasó a

Japón a fines del siglo XII y principios del XIII, gracias a Yosai (Esai en japonés) y sobre

todo Dogen.

Por su carácter abrupto, desprovisto de cualquier sentimentalismo y devoción, por su

rechazo al formalismo y el conformismo, el Zen apareció como una vía difícil, reservada a

una élite. "El Zen debe ser considerado, bajo su aspecto absoluto, como la doctrina de los

inciados, indica Evola, es decir, válida para personas ya bien orientadas en la vía que

conduce al despertar. "La doctrina del despertar" posee un carácter esencialmente

iniciático. Por ello no podía aplicarse mas que a una minoría, al contrario del Budismo

más tardío, el cual toma la forma de una religión abierta a todos o de un código de

moralidad pura y simple".

De hecho, la esencia y el fin del Zen, el SATORI, la iluminación, el despertar, no pueden

ser expresados. Los KOAN -especie de enigmas que no pueden ser resueltos por la razón -

son, a este respecto, característicos. El discípulo debe superar todo lo que es forma,

prejuicios, hábitos, clasificaciones, creencias, etc., para encontrar una respuesta. El Zen no

tiene concesiones, no promete nada; los maestros dicen: "Practicad" y no hablan nada del

despertar sino es bajo una forma velada. "En cuanto al contenido de su experiencia, el

Buda guarda silencio, para impedir que, de nuevo, en lugar de actuar, no se entregue al

placer de especular y filosofar", explica Evola.

Toda palabra, todo escrito, cualquier descripción, son limitadas, pues "según lo que dicen

los maestros del Zen, el rasgo esencial de la nueva experiencia es la superación del

dualismo, dualismo entre el fuera y el dentro, entre el yo y el no-yo, entre lo finito y lo

infinito, entre el ser y el no-ser, entre la apariencia y la realidad, entre lo "vacío" y lo


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"lleno", entre la sustancia y los accidentes, y, paralelamente, la imposibilidad de

discernir cualquier valor planteado dualísticamente por la conciencia finita y ofuscada

por la particular, hasta límites paradójicos: el liberado y el no-liberado, el iluminado y el

no iluminado, este mundo y el otro mundo, la falta y la virtud, no son más que una sola y

misma cosa". Y también: "el estado de la budeidad, no puede ser comprendido más que

por quien el mismo es Buda(...)".

Esta apariencia irracional, rebelde a cualquier forma, sedujo mucho a algunos

contestatarios, como los beat generation en los años cincuenta: "Puede comprenderse que

todo esto haya atraído mucho al joven occidental desarraigado que no soporta ninguna

disciplina, que vive a la aventura y le gusta la revuelta". Evola separa cualquier equívoco:

"Aquel que precisa que puede encontrar en el Zen la confirmación de una ética que

podría equivaler a la libertad, pero que sea intolerante a toda disciplina interior, a toda

dirección emanando de las partes superiores de su propio ser, se verá "decepcionado".

Igualmente, para quien es un intento de recuperación del Zen por el psicoanálisis, operado

por Jung, Evola observa: "(...) Según Jung, el significado verdadero y positivo, no solo de

las religiones sino también del misticismo y de las doctrinas iniciáticas, sería el alma,

desgarrada y torturada por los complejos; en otros términos, sería cambiar a un

neurótico y anormal... lo que encontramos en todas las doctrinas espirituales y

tradicionales, es algo completamente diferente. El hombre sano y normal no es aquí el

punto de llegada, sino el punto de partida, y son facilitados los medios por los cuales

quien lo desea, si tiene verdadera vocación, puede intentar la aventura de superar

efectivamente la condición humana(...)". Precisiones netas, sin equívocos para el

psicoanálisis y los charlatanes seudoespiritualistas que manipulan una clientela de tarados.

No hay que creer que el adepto al Zen huye del mundo o busca evadirse. Por el contrario,

se trata de reencontrar su rostro original, "la condición normal". En la alegoría de la

captura del búfalo, el interesado está en las primeras imágenes, enteramente preocupado

por encontrar, luego amansar, y por fin, subir a lomos del animal. Una vez realizado, el

búfalo desaparece, igualmente el hombre; en su lugar, ocupa toda la imagen un círculo.

Ultima imagen, el "despertado" discute con gentes en un mercado, ha vuelto al mundo.

Evola, en la "doctrina del despertar", recupera esta explicación de Sergen-Ishin: "Antes

que un hombre se ponga a estudiar el Zen, para él las montañas son montañas y las

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aguas aguas. Cuando gracias a las enseñanzas de un maestro cualificado, ha tenido la

visión interior de la verdad del Zen, para él las montañas ya no son montañas, ni las

aguas son aguas. Pero luego, cuando ha llegado verdaderamente al asilo de calma, de

nuevo, las montañas son montañas y las aguas, aguas". "La vida en Japón fue penetrada

por el espíritu del Zen, sea la vía de la espada, el Ken-do, la vía del guerrero, Bushido, la

vía del thé, de las flores, del tiro con arco, de la poesía(...). Todas las actividades de la

vida pueden ser impregnadas por el Zen y, por ello, elevadas a un significado superior, a

una "totalidad" y a una "impersonalidad activa": un sentido de insignificancia del

individuo que no paraliza, sino que asegura una calma y un distanciamiento, permitiendo

una asunción absoluta y "pura" de la vida(...)". "El Zen tiende a aportar una estabilidad

interior(...)" permitiendo, como dice Lao Tsé "ser un todo en un fragmento".

Existe en el Zen una búsqueda de la simplicidad, de lo natural, evacuación del

razonamiento abstracto, intelectual. "(...) El universo es la verdadera escritura del Zen

(...) Arboles, hierba, montañas, corrientes, astros, mar, luna, es con estos elementos que

se escriben los textos zen" (...) El Sol se alza, la luna decrece. Altura de las montañas.

Profundidad de la mar. Flores primaverales. Fresca brisa estival. Otoño de amplia luna.

Copos de nieve invernal. "estas cosas pueden ser demasiado simples para que un

observador común les preste atención, pero poseer para el Zen un significado profundo".

El practicante del Zen reencuentra la unidad, la intimidad, con la naturaleza, tal como lo

expresa este Koan del maestro Taisen Deshimaru:

                                                                            "El hombre mira a la flor,

                                                                             la flor mira al hombre".

Estos diferentes aspectos -antiintelectualismo-, ausencia de sentimentalismo, de devoción,

rechazo de las formas, abandono del individuo, llamada a la intuición, exigencia de una

disciplina interior, no podían sino seducir Evola. Sin embargo, este desconfió siempre del

Zen occidentalizado, tal como lo comprenden los modernos, habiendo perdido su fuerza,

su altura, su virtud. En cuyo caso se convierte en una forma, una contraimagen

suplementaria establecida por el mundo moderno.

 
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Christophe Levalois

© Christophe Levalois

© Revista Totalité – Editions Pardes.

© Por la traducción : Ernesto Milà – administración@krisis.info

OTROS ARTÍCULOS EN ESTE BLOG:

Jullius Evola y el tradicionalismo ruso. Alexandr Duguin.

El pensamiento de Julius Evola en Brasil. César Ranquenat Jr

Presentación de LA TRADICION ROMANA por Antonio Tursi

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