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La invención de la democracia

“Democracia”, como tantos otros términos centrales de la política (incluyendo” política”), tiene un
origen griego y resulta de la combinación de dos palabras más cortas, demos y kratos. Ambos
términos tienen más de un significado. Demos podrías significar todo el cuerpo ciudadano que vive
dentro de una polis particular o ciudad- Estado, aunque también suele usarse para definir “la
plebe”, “la muchedumbre” o “los ordenes inferiores”. Kratos podría significar “poder”, o bien
“gobierno”, que no es lo mismo. Es perfectamente posible concebir grupos o individuos que tengan
el poder sin gobernar en el sentido oficial y visible. De modo que una democracia formal, en donde
parece que todo el pueblo o los representantes del pueblo gobiernan, puede ocultar una
distribución muy poco democrática del poder real. (…)

¿Cuáles fueron las características centrales de esta democracia, capaces de plantear tales
controversias en la época y que siguen provocando debates hoy día? La esencia era la participación
directa del cuerpo ciudadano en el gobierno de la ciudad. Esta asumía dos formas fundamentales.
Por un lado, estaba la asamblea popular o ecclesia a la que todo ciudadano tenía derecho de asistir
y que tomaba las decisiones finales sobre política. Era el cuerpo soberano y se componía de todos
los ciudadanos. Se reunía, en circunstancias normales, diez veces al año. Era la encarnación
concreta del principio de la soberanía popular: no era el pueblo que elegía a un gobierno una vez
cada cuatro, cinco o siete años, sino el pueblo gobernándose continuamente a sí mismo, mes a
mes, año a año. Las estimaciones del tamaño del cuerpo ciudadano ateniense varían, pero
probablemente nunca fueron más de cincuenta mil personas. Sin duda, en cualquier reunión
participaba la mitad o menos de la mitad de los ciudadanos. Sin embargo, la asistencia no pudo
haber sido despreciable, dado que se necesitaba un quórum de seis mil personas para tomar
decisiones sobre los derechos de los ciudadanos y las condenas individuales al ostracismo
(destierro temporal), no siendo raras estas decisiones.

La segunda característica importante de este sistema de gobierno popular directo era igualmente, si
no más. Esta consistía en que prácticamente todos los puestos de gobierno eran ejercidos por
ciudadanos escogidos, no mediante elección, sino al azar. Esto también se aplicaba a los tribunales
y seis mil ciudadanos seleccionados cada año de este modo debían estar disponibles para servir en
los jurados. Estos grandes jurados tenían el propósito de proporcionar una muestra razonablemente
representativa de la opinión popular. Así son, desde luego, los jurados modernos, pero doce
personas elegidas por las autoridades legales, y tal vez sujetas a “veto” para eliminar a
“indeseables”, no representan en el mismo grado un microcosmos de la opinión popular. Aparte del
uso de los referenda, caracteristicos en Estados Unidos, Suiza y algunos otros países, casi el único
vestigio de participación ciudadana directa que sobrevive en las democracias modernas es de
servir como jurado.

Pero en Atenas esta era solo uno de los múltiples papeles que se esperaba que un ciudadano
cumpliera en la vida pública de la polis. A excepción de los diez generales, que eran electos
anualmente por la asamblea, la mayor parte de los puestos públicos eran ocupados por periodos
limitados (usualmente un año) por ciudadanos escogidos al azar. Esto incluía el Consejo de los
quinientos. Si algún cuerpo gobernaba Atenas día a día, ese era el consejo de los quinientos, que
se reunía unos trescientos días al año y que tenía, entro otros deberes, la tarea de preparar la
agenda para las reuniones de la asamblea. Pero se tomaban todas las precauciones para impedir
que usurpara el derecho del pueblo a gobernarse a sí mismo: Del hecho de que era elegido por la
suerte, con la disposición ulterior de que nadie podía servir durante más de dos años en su vida, es
claro que los atenienses de los siglos V y IV tenían la intención de que el consejo no tuviera
oportunidad de desarrollar un sentido corporativo que le permitiera asumir una vida independiente
y se busca que solo fuera una muestra del pueblo ateniense, cuyas opiniones naturalmente debían
coincidir con las del pueblo.

El sistema de ciudadanos que ocupaban puestos por rotación aleatoria y el derecho a formar parte
de la asamblea significa que Atenas entre, digamos los años 462 y 322, llego lo más cerca que ha
llegado cualquier comunidad al ideal democrático de un gobierno por el pueblo mismo a través de
la participación ciudadana, en lugar de sustitutos modernos de representación e incluso delegación.
Para asegurar que la participación no estuviera confinada, en la práctica, a aquellos con tiempo
suficiente para dedicarse a la política, se introdujo un salario, primero por ser jurado y,
posteriormente, incluso por asistir a la asamblea. Esto ha sido denunciado por algunos críticos de la
democracia por introducir motivos pecuniarios. Pero esta crítica es injusta. La paga siempre fue
modesta. Lo que hacía era compensar a los ciudadanos que trabajaban por la pérdida de salarios y
ganancias que de otro modo hubieran recibido.

Por tanto, en un sentido era un gobierno de aficionados; y aquellos que, como Sócrates y Platón,
creían que gobernar era una habilidad especializada como tantas otras formas de trabajo
especializado, consideraban naturalmente el experimento ateniense con ira y desprecio (…)

ARBLASTER, ANTHONY. Del libro “Democracia”.

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