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B) De soluciones o decisiones
C) De opinión
III ¿Cuándo?
A) Hora de inicio
B) Interferencias
C) Puntualidad
IV ¿Quiénes?
A) Quiénes sí y quiénes no
C) Cuántos
V ¿Dónde?
A) Emplazamiento
B) Sala
C) Mobiliario
VI ¿Cuánto tiempo?
VII ¿Cómo?
A) Antes
B) Durante
C) Después
Dicen que el directivo es aquella persona que pasa más de dos terceras partes de su
vida laboral reunida. Bromas aparte, algunos estudios han llegado a la conclusión de que,
como media, un directivo puede pasar algo más de dos terceras partes de su tiempo de trabajo
reunido. A menudo, al acabar una reunión o cuando se acerca su final uno se empieza a
preguntar: “¿Era necesario realmente que estuviese en esta reunión? Si no he tenido ni
oportunidad de opinar”.
Antes de convocar una reunión hay que hacerse una serie de preguntas:
¿Cuánto tiempo? Cuanto más decisivo sea el asunto que vamos a tratar,
debemos planificar mejor el tiempo. Debemos repartir el tiempo de la reunión de
manera justa, y así debe constar en el orden del día. No podemos pasar la
mañana dedicados a decidir si vamos a comprar una cafetera o un microondas,
por ejemplo. Asimismo, hay que establecer un límite de tiempo general para la
reunión y para cada asunto, así como programar los descansos. Las pausas no
consensuadas (tengo que ir al baño, me llaman por el móvil, necesito fumar...)
solo conducen al caos.
¿Dónde? Comentarios del tipo “He pensado que como somos muy poquitos
vamos a hacer la reunión en mi despacho” son bastante frecuentes, pero no por
ello dejan de suponer un error. Lo mejor para una reunión es la sala de reuniones.
¿Cómo? El paso más difícil es cómo organizar la reunión: ¿cómo voy a sentar a
los asistentes?, ¿qué método de toma de decisión vamos a emplear?, ¿quién se
va a encargar de llevar el acta?, ¿qué persona va a moderar los turnos de
palabra?
¿Es necesario? Además de las anteriores preguntas, hay que saber en qué
ocasiones se debe convocar una reunión. Debemos analizar si es imprescindible
convocarla o no. Tenemos que actuar como “abogados del diablo” de nuestra
propia gestión. Probablemente, otros métodos puedan llevarnos a lo mismo con
menos esfuerzo. En vez de reuniones podemos emplear otras fórmulas:
Hay que evaluar y pensar que a lo mejor no son lo mismo cinco minutos con seis
personas por separado que seis personas juntas durante treinta minutos. El haber eliminado
otras alternativas a la reunión será una buena señal para convocarla.
¿Por qué ocurre todo esto? La causa principal de este desastre radica en que no se
tenían claros los objetivos de la reunión. Así, si antes de convocar la reunión nos preguntamos
para qué nos reunimos, nuestros resultados serán bastante más positivos. Según sean los
objetivos de las reuniones podremos clasificarlas en tres tipos:
A) Informativas
B) De búsqueda de soluciones
C) De opinión
Independientemente del fin de la reunión, hay que tener siempre presente el efecto de
cohesión que tienen las reuniones en un grupo. El mero hecho de sentarse todos en torno a
una mesa de reuniones consigue que todo el grupo se conozca, se trate y, en definitiva, se
cohesione.
A) Informativas
B) De soluciones o decisiones
Son las reuniones más difíciles de coordinar, por lo que el coordinador debe esforzarse
por ser equitativo en el reparto de turnos de palabra y centrar el tema constantemente.
Asimismo, son las reuniones en las que más tiempo se debe ganar. Esto es, debemos
convocarla con antelación y asegurándonos de que los convocados lleven los “deberes
hechos”, hayan leído la documentación, las propuestas preparadas y demás.
Buscar causas y/o responsables. Es momento de ver qué causas han originado
la situación en la que nos encontramos. Algunas de las preguntas básicas del
razonamiento causa- efecto son las siguientes:
Examinar las soluciones sugeridas. Hay que ser especialmente aséptico con los
comentarios de las soluciones presentadas y no introducir demasiados adjetivos.
La pregunta sería: ¿qué soluciones se nos presentan?
Seleccionar soluciones.
C) De opinión
También se las conoce con el nombre de consultivo-deliberativas. El objetivo de este
tipo de reuniones es el de recabar la opinión de un grupo de personas. En este caso, el
directivo, además de las pautas ya mencionadas, debe saber preguntar con mucha habilidad.
La Comunidad de Madrid llevó a cabo hace unos años una encuesta sobre los malos
tratos de padres a hijos. El resultado fue que un 30% de los padres pegaban a sus hijos. La
pregunta se redactó de tal manera que más de uno “picó” y dijo la verdad. Así, la redacción
final fue: “En el último mes, ¿se ha visto usted obligado a pegar a sus hijos? Otra forma de
averiguar la verdad es recurrir a la exageración. Por ejemplo:
“―¿Usted bebe?
―Sí, claro.
―¿Cuánto?
―Lo normal.
―¿Y qué es lo normal? ¿15 copas cada noche?
―Nooooo, que va. Dos o tres como mucho”.
Así, según los objetivos, debemos convocar a unas u otras personas (si el tema no les
afecta o no van a aportar nada, quizá no debemos convocarles) o llevar uno u otro orden del
día. Un consejo fundamental es el de no mezclar objetivos y, por tanto, modelos de reunión. No
conviene mezclar una toma de decisiones con una consulta. Unas decisiones, por ejemplo,
pueden solapar la transmisión de una información.
III. ¿Cuándo?
Vamos a ver consejos en los que se basa la hora de convocatoria de una reunión:
A) Hora de inicio
B) Interferencias
Otro error frecuente a la hora de convocar reuniones es que se haga cerca de la hora
de un evento social de características destacables (en otras palabras, un partido de fútbol de
Copa de Europa o de la selección nacional). Si hacemos esto puede que al tomar decisiones
se diga que sí (o no) a todo lo que suscriba la mayoría, porque estamos cerca del inicio del
fútbol.
C) Puntualidad
Es lógico dejar un pequeño margen de unos cinco minutos antes de comenzar. Sin
embargo, no está de más el hecho de emplear un pequeño sistema de penalización para los
tardones crónicos. Cada organización suele tener su propio “código penal” en ese sentido. Así,
algunas empresas o departamentos hacen que los que llegan tarde pongan algo de dinero con
el que luego se pagan cafés o las cervezas de después de la reunión. En una conocida
empresa del Norte de Europa que desembarcó en España, tenían por costumbre que el último
en llegar fuese el encargado de llevar el acta de la reunión. Las carreras por los pasillos eran
auténticas competiciones. No es bueno recurrir a un método así.
En resumen:
La hora de inicio debe estar relativamente alejada del comienzo y del fin de la
jornada.
IV. ¿Quiénes?
El éxito de una reunión depende, como se puede comprobar, del grado de preparación
con que se haya planificado. Como todo en general, no se gana o se pierde en el campo de
batalla, sino más bien en el campamento o en el cuartel. Así, tenemos que medir muchísimo
las personas convocadas y cómo las disponemos.
A) Quiénes sí y quiénes no
Una de las claves de una reunión de calidad está en las personas a las que
convocamos. Siempre que llamamos a una persona a una reunión ha de ser con un objetivo
claro y concreto. “Quiero que vengas a esta reunión para que expongas a todos tus
estrategias”, “En esta reunión quiero que estés muy atento para que aprendas bien cómo
trabajamos aquí”, “Tienes que estar en la reunión del próximo viernes a ver si decidimos qué
hacer con vistas al año que viene”.
Sea verbalmente o por escrito, es fundamental que cada asistente conozca su papel
en la reunión. Cuando las reuniones se alargan demasiado, puede ser porque nadie conoce el
C) Cuántos
A veces ocurre que en una reunión en la que estamos buscando una solución a un
problema surge el pensamiento de que sobra gente. Pensamos que hay demasiadas voces
hablando al mismo tiempo. Quizá no estén de más. Seguro que la mayoría puede hacer
aportaciones útiles. La cuestión radica en cómo están dispuestas. Esto es, si en lugar de hacer
una reunión con quince personas hacemos tres reuniones simultáneas de cinco personas cada
una, puede que el éxito esté más cerca. Así, al dividir estaremos venciendo. El hecho de
decidir cuántas personas deben participar en una reunión es siempre una cuestión difícil. En
realidad es una de las preguntas que se contesta automáticamente si tenemos claro para qué
nos reunimos.
Tengamos en cuenta que cuantos más participantes sean convocados mayor será el
número de interacciones y, por tanto, más se alargará la reunión. Dependiendo del objetivo que
queramos alcanzar, el hecho de tener un grupo grande o pequeño tiene sus ventajas.
Grupo grande
Grupo pequeño
No obstante, vamos a ver los grupos según tramos de participantes y lo que para cada
uno sería una duración correcta:
Cinco o más asistentes. Deberían durar en torno a 45 minutos o una hora como
máximo. Este tamaño es conveniente para la toma de decisiones rápida y cuando
es necesaria la intensidad en las reuniones.
Para más de 20, si no hacemos subgrupos, lo más lógico es que sea para una
reunión informativa. También es un número apto para la ratificación de acuerdos.
V. ¿Dónde?
En una reunión puede ocurrir que la sala esté al lado de una casa en construcción, o
que se escuche el típico atasco y las bocinas de los coches no nos dejan oír. Otras veces los
asistentes se distraen porque en la pared hay una foto que les llama la atención. Por no decir
que hay ocasiones en que la gente se siente incómoda al tener que sentarse en la cabecera de
la mesa.
El sitio, el modo en que estamos dispuestos, es crucial para que una reunión se
desarrolle bien. Todos hemos oído hablar de los caballeros de la mesa redonda. No es por
casualidad que la mesa en torno a la que se reunían fuera redonda. El hecho de que todos
estuviesen a la misma distancia del centro y que nadie ocupase una cabecera simbolizaba la
igualdad entre todos los Caballeros. Todos lo podemos comprobar fácilmente en una reunión
informal de amigos o de familia. En una mesa rectangular o cuadrada nos vemos limitados a
interactuar con los que se encuentran a los lados y en todo caso enfrente. Sin embargo, se
cruzan las conversaciones y es inevitable esa limitación de la que hablábamos. En cambio,
cuando nos sentamos en torno a una mesa redonda, la conversación fluye mejor. Todos se
encuentran a la vista de todos y, además, a la misma distancia del centro. Hemos expuesto
algunas evidencias de cómo el espacio condiciona las reuniones. Vamos a estudiar el factor del
espacio en las reuniones.
A) Emplazamiento
otras, incluso se organizan las reuniones para pasar un día o un fin de semana en un hotel de
montaña o similar.
Recordemos que no es lo mismo pasar seis medias horas trabajando sobre una
cuestión que dedicar tres horas al mismo asunto. Si tenemos algo excepcional por lo que
reunirnos puede resultar mucho mejor acudir a un sitio excepcional. Si la convocatoria de la
reunión va en serio, los participantes, sin duda, lo tomarán en serio. Es curioso que cuando se
redactó la constitución española, las siete personas encargadas no se reunieron los días que
les venía bien en cualquier sala del Congreso de los Diputados. Se aislaron del mundanal ruido
en un refugio de montaña llamado “Las Campanillas” en el pueblo segoviano de San Rafael.
Allí permanecieron días y días hasta tener un primer borrador del texto.
B) Sala
Que esté ventilada. No se aguanta mucho tiempo en una sala sin ventilación en
la que empieza a oler a “Humanidad”. Conviene tener la posibilidad de que en los
descansos se abran las ventanas y que la sala se despeje.
Que sea silenciosa. Tenemos que evitar que si acudimos a un hotel coincidamos
con la música de la boda que se está festejando. El trasiego de personas y el ruido
de la música puede dar al traste con nuestras intenciones.
C) Mobiliario
Más que el mobiliario en sí, lo que nos importa es su disposición como tal. En una sala
de reuniones caben diferentes posibilidades:
En torno a una gran mesa. Es la forma clásica para poder presentar resultados a
un grupo de directivos. Al mismo tiempo, se permite que todos puedan hablar con
todos.
Si los asistentes tienen que haberse leído un informe determinado para poder
asistir a la reunión, tenemos que asegurarnos de que llegue con antelación
suficiente. Otra vez vemos cómo el éxito de una reunión se consigue mucho antes
de empezarla.
Asignar tiempos a cada tarea. Para cada una de las cuestiones que vamos a
tratar en la reunión es preferible que se le asigne un tiempo. Desde luego que
cada asunto requiere su tiempo, pero sí podemos hacernos una idea, aunque sea
de manera orientativa.
Al menos debemos poner un límite a cada tarea. Así, nos “forzamos” a tomar
decisiones o a llegar a un consenso. Lo que no resulta nada productivo es que con
cada punto del orden del día nos pasemos horas y horas.
No podemos incluir en el orden del día asuntos como “Solucionar los problemas
económicos”. Quizá sea más lógico abordarlo desde cuestiones concretas: decidir
si renovamos el crédito con el banco. revisar los pagos que esperamos, plantear
soluciones a corto plazo. Incluso de cada asunto se pueden elaborar otros
subpuntos. Siempre que podamos dividir y subdividir las tareas mejor.
Agenda siempre visible. Algunos prefieren llamarlo orden del día, otros agenda.
Se llame como se llame siempre ha de estar visible (en un atril, corcho, pizarra…).
VIII. ¿Cómo?
Llegamos a la parte más difícil de la reunión. Cómo coordinar una reunión es un asunto
que requiere ciertas habilidades y, sobre todo, una claridad meridiana de ideas y objetivos.
Vamos a ver cuáles son las habilidades requeridas antes, durante y al final de una reunión.
A) Antes
- Decidir quiénes asisten a la reunión, quiénes no y por qué, con el fin evitar
suspicacias y dejar claras las cosas.
a haber una persona que dirija la reunión (moderador), conviene que todos lo
sepan y lo respeten como autoridad.
‒ Normas para saber cómo funcionar en una reunión. Todo esto es mejor que se
divulgue. Es recomendable que redactemos un par de folios con una serie de
normas sencillas y luego distribuirlas para que las reuniones funcionen un poco
mejor. Podemos dar una pequeña sesión de formación sobre reuniones.
‒ Repartir responsabilidad. Es bueno que cada vez las reuniones las lleve una
persona diferente. De esta manera, se da responsabilidad, más bien se reparte
y nuestros colaboradores se sentirán más confiados. Es una medida difícil que
solo debemos utilizar con aquellos que de verdad tengan cierta necesidad de
responsabilidad y madurez (quieren, saben y pueden) para una labor de esta
talla.
‒ Indicar el lugar con carteles si se trata de una reunión grande para no tener
que recibir a la gente. Siempre hay que contar con la ley de Murphy (si algo
puede salir mal, saldrá mal). Partimos de esa premisa para llegar a la
conclusión de que siempre que seamos prescindibles mejor que mejor. Cuanto
menos se nos necesite, mejor lo estaremos haciendo, pues es sintomático de
que hemos sido capaces de dar autonomía a un equipo.
tal manera que lo que es importante y urgente se trate antes que lo que es
solo importante o solo urgente.
Visible. Debe estar en una pizarra atril o caballete, de tal manera que sea
perfectamente visible que vamos avanzando y liquidando temas.
B) Durante
Fases
‒ Votación democrática. Para que sea útil debe incluir una serie de
características:
De forma secreta. Nadie debe saber qué ha votado cada uno, si no luego
pueden venir los problemas de enfrentamientos personales.
Vencedores o vencidos. Una de sus desventajas es que provoca que se
puedan formar bandos.
Si el tema no afecta a personas ni a sus valores. La votación no se debe
utilizar para problemas de personas, sino más bien de cosas o de
situaciones.
Si el grupo está de acuerdo. No se debe obligar a tomar una votación, solo
porque el grupo decide llegar al uso de esa solución.
Coordinador
Deshacer malentendidos.
Ser imparcial.
C) Después
Coordinador