Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
1.- La adolescencia.
Hoy en día se habla mucho de los adolescentes. Incluso -aunque ha sido una
temática que, quizás debido a que el concepto no es, estrictamente hablando, un
concepto psicoanalítico, había despertado en los psicoanalistas relativamente
poco interés-, hoy en día, no obstante, encontramos psicoanalistas de la AMP
trabajando en torno a ella e, incluso, a la problemática social de los adolescentes.
El sentido que actualmente se le da al término adolescencia, tiene un origen
relativamente reciente y el interés que despierta parece ser un fenómeno propio
de la cultura occidental. Podríamos decir que los adolescentes representan una
incógnita, un enigma, una pregunta, tanto para los adultos como para ellos
mismos y que todo esto provoca un malestar social que toma las peculiaridades
propias de cada época.
Ninguno de los dos es, estrictamente, un término del psicoanálisis, si bien Freud lo
utilizó en referencia a un momento de modificación de la pulsión sexual, pubertad
es un término arraigado en la medicina. El Diccionario de la Real Academia
Española la define así: “Pubertad. (Del lat. pubertas, -ātis). f. Primera fase de la
adolescencia, en la cual se producen las modificaciones propias del paso de la
infancia a la edad adulta”.1
Tanto Freud como Lacan utilizan en ocasiones, dentro de sus referencias clínicas,
el término adolescente o adolescencia, pero siempre parecen hacerlo para
referirse a un momento cronológico, en la segunda década de la vida. En ningún
momento hacen, bajo la designación de adolescencia, un desarrollo relativo a lo
que serían las características propias de esta etapa. Ello nos permite afirmar que
la adolescencia no es un tema propiamente psicoanalítico. De Freud sabemos que
se ocupó de algunos adolescentes. Publicó dos textos4 a partir del trabajo clínico
con 2 de ellas (Dora y la paciente conocida como la joven homosexual), ambas de
18 años y en quienes los problemas que –en ambos casos por solicitud de sus
padres-, las llevaron al consultorio de Freud, aparecieron durante esa etapa de la
vida. Por otra parte, hay un tercer joven que, aunque no fue su paciente, ocupo las
reflexiones de Freud. Se trata de Norbert Hanold, protagonista de la novela
Gradiva.5 No obstante, en ninguno de estos 3 casos Freud presenta las
cuestiones en términos de adolescencia.
Debora Nitzcaner afirma que: “Freud distinguió al niño del adulto en torno a la
pubertad biológica, definiendo estados del sujeto que se refieren a los
movimientos de la estructura, orientados por los desfiladeros del Edipo”.10
Cuando Freud toma como referente la pubertad, y en relación con ella hace el
desarrollo de ciertas características estructurales en su texto Tres ensayos de
teoría sexual, habla de Las metamorfosis de la pubertad.11
a. el hallazgo del objeto sexual, hallazgo señalado por Freud como un re-
encuentro, y
b. la nueva meta.
Freud señala también como algo importante, la reunión de las dos corrientes
dirigidas al objeto: la sensual y la tierna; así como también la “separación tajante
entre lo masculino y lo femenino”.13
4.- El despertar
En relación con ese despertar, es necesario preguntarse qué es lo que hace que
los sueños se interrumpan, ¿por qué el sujeto se despierta?; pero también, ¿a que
es a lo que despierta?
Parte de este trabajo es impuesto por el impacto de los cambios corporales que
enfrenta el adolescente. No obstante, sin desconocer la importancia y el impacto
que sobre el sujeto tiene la transformación de la imagen del cuerpo, lo esencial es
entender que dicha transformación logra introducir una vacilación, y en ocasiones
fracturar por la línea de clivaje esa imagen unificada que fue posible construir en el
estadio del espejo, tal como lo describe Lacan.18 Lo propio del mismo, según la
descripción de Lacan es que, en la anticipación que el Otro me ofrece, encontraré
la unificación a mi fragmentación; la pubertad logra romper ese espejo y logra
fragmentar la imagen lograda, o lograda al menos parcialmente. Anticipación y
prematuración vuelven, entonces, a instalarse.
Pero más allá de eso, hay algo que surge, que emerge en ese despertar. Al
referirse a lo que es para los muchachos hacer el amor con las muchachas, Lacan
habla, según se citó anteriormente, de que los muchachos “no pensarían en ello
sin el despertar de sus sueños”. Eric Laurent, citado por Alexandre Stevens, dice:
“Intercambiando el relato de sus sueños se encaminan hacia la dialéctica de lo
que es ser amado por el otro (…) querer alcanzarlo al hacer el amor”.20 Subrayo
ese “ser amado por el otro…querer alcanzarlo”. Es un momento en el que, ante lo
nuevo, ante la fuerza de lo que surge, las palabras fallan para nombrarlo.
Constituiría, en cierto modo, un momento de urgencia. El adolescente, hombre o
mujer, puede ser advertido previamente en relación con lo que ocurre, pero una
vez más se constata que hay algo que se escapa a la intención pedagógica. No
que no convenga advertirlos acerca de los procesos que advendrán en ellos, pero
aceptar que “cuando surge la cosa, ya sean los sueños, las transformaciones del
cuerpo, una primera erección, este efecto de surgimiento que es real hace que
cualquier palabra que el otro le diga, las palabras de las que el niño transformado
en púber disponía hasta ese momento, no se correspondan con lo que le
ocurre”.21 Se trata, en este sentido, más que de una transformación, del
surgimiento de algo radicalmente nuevo, y que es allí donde, como se expresó
antes, el adolescente debe construir una respuesta al: entonces, ¿qué soy?
Ante eso nuevo que emerge y en la imposibilidad de saber, el sujeto está llamado
a construir una respuesta. Y esa construcción va a poner en juego la validez de los
títulos que, en la elaboración del Edipo en la infancia, fueron a parar al bolsillo del
niño.23 En ese momento, ante el encuentro con un imposible, en el lugar de esta
ausencia de la relación sexual, el sujeto elabora como respuesta un “posible”, un
síntoma, que expresa la manera en la cual se las arregla con su goce. La
pubertad, para el psicoanálisis, sería uno de esos “momentos de emergencia
histórica” de un pedazo de real “que asoma la punta de la nariz”.24 Y, en ese
sentido, un momento privilegiado de la construcción sintomática. Es en esa
dirección en la que, parafraseando y complementando el título que Alexandre
Stevens da al artículo que se ha citado a lo largo de este texto, podemos situar a
la adolescencia como síntoma de las metamorfosis de la pubertad.
12 Idem
13 Idem
14 Cfr. León Vivas, Eduardo, Los adolescentes ¿de qué tienen ganas? En:
Psicoanálisis, Viñetas clínicas y reflexiones teóricas. Caracas. 2003. Pág. 289
15 Cfr. Lafuente, Norma, El despertar al sexo en la adolescencia. Carretel, No. 5,
Buenos Aires. Ene. 2003. Pág.53-61
16 Cfr. Freud, S., Tres ensayos de teoría sexual. III. Las metamorfosis de la
pubertad. En: Obras. Completas., Vol. VII. Buenos Aires: Amorrortu Edrs. 1979.
Pág. 205-208
17 Lacan, Jacques, El despertar de la primavera. En: Intervenciones y textos 2,
Buenos Aires: Manantial, 1988, Pag. 109-113.
18 Cfr. Lacan, Jacques, El estadio del espejo como formador de la función del yo
[je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. En: Escritos. México:
Siglo XXI Edrs. 1984.