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EDUCACIÓN y MODERNIDAD

La idea de la relación entre educación y modernidad marcan un nuevo rumbo, el de la masificación y nuevas
tendencias pedagógicas así como el nacimiento de la teoría dualista. La calidad de la educación (asunto de
la modernidad) empieza a ser un tema obligatorio, en vista de su trascendencia en el desarrollo de la
sociedad. La manera de percibir la vida es otra y con ella comienzan las fracturas en el sistema educativo,
causadas por el orden y el desorden dentro del marco social, dando lugar a cambios imprevisibles y
originando nuevas formas de orden.
Para entender la relación existente entre escuela, sociedad y modernidad, es fundamental conocer los
conceptos de: cultura escolar y tiempo social. En el primero convergen las diferentes formas de organización
social dentro del ámbito educativo, los valores, las diferentes formas de poder en la escuela, las relaciones
maestro-alumno, el conocimiento y cómo proporcionarlo, la toma de decisiones y la solución de conflictos. La
cultura escolar se transformó en ese instante del devenir cotidiano en la herramienta pedagógica más
completa con la que contaba la escuela, sin embargo, al mantener su práctica autocrática, siguió formando
seres humanos autoritarios, contra el deber ser de una democracia en formación, que profesaba un
crecimiento para la vida.
El segundo, el tiempo social, tiene que ver con la velocidad con que se transforman los diferentes entes
sociales. El Estado y las instituciones religiosas se mueven de forma lenta, tratando de mantener su
hegemonía. La familia, la escuela, la vida cotidiana entran en un tiempo intermedio; por último, se distingue
un nivel de temporalidad rápida, ubicando en este sector las ciencias, la tecnología, las comunicaciones y los
ciclos cortos de la economía.
Las fracturas que se han ido sucediendo en nuestra educación a partir de los procesos de la modernidad,
surgen precisamente con el comienzo de la modernización en la educación. Las sociedades inmersas dentro
del acontecer moderno y su teoría dualista plantearon dos temporalidades, el tiempo avanzado contra el
distante para ubicar a los países en proceso de modernización, proponiendo que este recorrido fuera veloz.
Para esto habría que recurrir a uno de los puntos más álgidos de toda la nación, la educación. Así como
comienza en nuestro país la masificación educativa y la escuela distribuidora de conocimientos, una vereda a
tomar para llegar a acelerar el tiempo; al expandir el sistema escolar la hipótesis era posicionar a la nación
por vía de la modernización, pero este atajo contra el tiempo desvirtuó su esencia, porque al centrarse en la
distribución del conocimiento, abandonó una de las funciones primordiales de la educación: la creación del
conocimiento.
El deterioro en la calidad educativa comienza así a dejar sus huellas, el agente modernizador por excelencia
–el conocimiento- se convierte de esta manera en estéril. Esta ineficacia del conocimiento escolar es un
elemento crucial de la calidad de la educación puesto que lo transforma no solamente en inaplicable sino en
un exiliado de la sociedad dentro del edificio escolar.
Esta es la fractura inicial, la fractura funcional del sistema escolar, que permanece con algunas
modificaciones hasta nuestros días y que juega un papel fundamental en el destino de la escuela y por ende
de la calidad de la misma.
La segunda fractura es fruto de la división entre el discurso y la práctica, es exagerar mediante el lenguaje lo
que realmente sucede dentro del aula, es maximizar la realidad. El discurso pedagógico es veloz, la práctica
es lenta, evidenciándose una diferencia de sus temporalidades.
Para observar los efectos de esta fractura se deben considerar varios aspectos de la organización social de
la escuela: el conocimiento escolar, la labor de las instituciones educativas con respecto al desarrollo
desigual de la sociedad inducido por la modernización y la formación de los alumnos. La fractura pedagógica
posee una respuesta directa en el conocimiento: divide la teoría de su praxis, castrando su creatividad. El
rompimiento de estos dos elementos destinados a integrarse, produce un desfasaje científico, lo que
conduce al memorismo, reforzando la ausencia de participación de los alumnos, generando autoritarismo en
el conocimiento, la verdad pasa a ser aquella escrita en los libros, la que posee el maestro, el saber ya está
hecho y el estudiante debe callar y aprender, memorizarlo.
Una sociedad que espera de la escuela un ámbito de criticidad, reflexión, creatividad y participación, se
encuentra con una cima difícil de escalar, que genera violencia en contraposición a la libertad y la paz que
debería otorgar a sus protagonistas.
El problema es claro, la escuela hoy aparece como divorciada de una sociedad a la que le debe su razón de
ser. Creo que se debe en gran parte a esta fractura que la golpea y que la evidencia más que a cualquier
otra institución.
Mi hipótesis de trabajo es la siguiente:
“Los sueños modernos de cambio social mediante la educación no han sido cumplidos, el problema escolar
manifiesta el conflicto entre dos mundos paralelos como producto de la interacción de la modernización de la
sociedad y la fractura pedagógica.”
“Hoy, más que nunca, la escuela no tiene definida su razón de ser, no imparte conocimiento, no prepara para
el mundo del trabajo.”
“La escuela ha permanecido desarticulada de la sociedad, durante mucho tiempo, son los organismos de
gestión y de decisión los que deben revertir el proceso, hace falta una decisión política para hacerlo, esa
decisión, hoy no existe.”
En próximas entregas realizaré un diagnóstico de la situación, descubriendo los problemas que afectan a la
educación, entiendo que para ello debo detenerme en algunos puntos. Escuela, sociedad y modernidad son
conceptos que desarrollaré y que creo, servirán para desentrañar el problema planteado.
El marco en el que se encuentra esta escuela en profunda crisis, resultando directa consecuencia de la
aplicación de políticas neoliberales. Según el neoliberalismo, el mundo globalizado, único escenario posible,
ha sido generado a partir de la tercera revolución tecnológica, que ha traído como consecuencia el rediseño
de los modelos de producción a nivel mundial. La escuela tradicional ha quedado anacrónicamente atada a
un estilo burocrático, rígido, vertical e ineficaz frente al avance científico del siglo XXI.

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