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Título:
Dos facetas de los procesos de revisión de las resoluciones jurisdiccionales de los entes
de control
Autor:
Cicero, Nidia K.
Fuente:
JA 2002II265
CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO 06) Procedimiento c) Sujetos del proceso
2. Que, a fs. 128, la sala recibió las presentes actuaciones, que fueron remitidas al fiscal
general, quien emitió su dictamen respecto de la procedencia formal de la vía intentada.
Señaló que al versar la causa sobre un contrato celebrado por la Provincia de San Luis
con la intervención de un organismo que no era un ente autárquico o con personalidad
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que lo hiciera distinguible de la provincia correspondía declarar la competencia de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación para intervenir en la cuestión debatida (confr. fs.
130).
3. Que, a los efectos de emitir pronunciamiento respecto del tribunal competente para
intervenir en las presentes actuaciones es menester recordar en primer término que la
resolución que en autos cuestiona el fiscal de Estado de la Provincia de San Luis fue
dictada por el Ente Nacional Regulador del Gas en ejercicio de las facultades conferidas
en el art. 66 ley 24076 (1).
Según lo previsto en ese artículo, el órgano resuelve controversias que se susciten entre
los sujetos de la ley, así como todo tipo de terceros interesados, ya sean personas físicas
o jurídicas, con motivo de los servicios de captación, tratamiento, transporte,
almacenamiento, distribución y comercialización de gas, deberán ser sometidas en
forma previa y obligatoria a la jurisdicción del ente.
Esta afirmación encuentra fundamento en el hecho de que cuando la administración
resuelve conflictos entre particulares, o entre éstos y otro órgano o ente administrativo,
lo hace como un tercero ajeno a la concreta controversia planteada, presentando un
grado de independencia tal que con distintas intensidades, según cuál sea el organismo
actuante permite considerarlo análogo a un órgano judicial.
Por tales motivos, no parece irrazonable sostener que el conflicto que se plantea en el
caso no se suscita entre la entidad provincial y el Ente Nacional Regulador del Gas, sino
entre aquélla y el usuario que reclamó la restitución de las sumas que consideró que se
le habían exigido en exceso en concepto de cargo por conexión a la red.
4. Que, ello sentado, cabe examinar si en virtud de lo reseñado en el acápite precedente
se da en el sub lite un supuesto que habilite la competencia originaria de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación.
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a) Al respecto, en el art. 116 CN. (2) se establece que "corresponde a la Corte Suprema
de Justicia de la Nación, el conocimiento y decisión de todas las causas que versen
sobre puntos regidos por la Constitución, y por las leyes de la Nación, con la reserva
hecha en el inc. 12 del art. 75 ; y por los tratados con las naciones extranjeras; de las
causas concernientes a embajadores, ministros públicos y cónsules extranjeros; de las
causas de almirantazgo y jurisdicción marítima; de los asuntos en que la Nación sea
parte; de las causas que se susciten entre dos o más provincias; entre una provincia y los
vecinos de otra; entre los vecinos de diferentes provincias; y entre una provincia o sus
vecinos, contra un Estado o ciudadano extranjero".
Asimismo, en el art. 117 se dispone que "en estos casos la Corte Suprema ejercerá su
jurisdicción por apelación según las reglas y excepciones que prescriba el Congreso;
pero en todos los asuntos concernientes a embajadores, ministros y cónsules extranjeros,
y en los que alguna provincia fuese parte, la ejercerá originaria y exclusivamente".
A ello cabe agregar que es doctrina del alto tribunal que su competencia originaria, por
ser de raigambre constitucional, es de naturaleza restrictiva e insusceptible de ser
ampliada o restringida (confr. doctr. de Fallos 319:2032 [3]; 321:2721; 322:1387 ,
entre muchos otros).
Por lo tanto, no concurre en el caso alguno de los supuestos que conforme a los
artículos transcriptos habilite la competencia originaria del alto tribunal.
c) Que, sin embargo, no puede dejar de advertirse que los asuntos debatidos se
encuentren regidos directa e inmediatamente por normas de naturaleza federal ley
24076 , por lo que, en virtud de lo dispuesto en el art. 2 inc. 1 ley 48 (4),
corresponde que sea la justicia federal la que entienda en el sub lite.
p.4
5. Que, dilucidada tal circunstancia, debe recordarse que en el ya citado art. 66 ley
24076 se prevé que "las decisiones de naturaleza jurisdiccional del ente serán apelables
ante al C. Nac. Cont. Adm. Fed. de la Capital Federal".
Conforme ello, correspondería que la sala sea quien entienda en las presentes
actuaciones.
Sin embargo, las particulares circunstancias del sub lite justifican adoptar un criterio
diferente.
En efecto, debe repararse en que las diferencias a cuya devolución fue condenada la
dirección provincial no superan los $ 1000 y que el beneficiario de la decisión que
asumirá el rol de contraparte en el caso resulta ser un particular que reside en la
localidad de Juana Koslay en la provincia de San Luis.
a) Que, en virtud de ello, es menester poner de manifiesto que el derecho de ocurrir ante
un órgano judicial en procura de justicia consagrado en el art. 18 CN., así como en el
art. 8 inc. 1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y que ha sido
reconocido por reiterada jurisprudencia (Fallos 193:135 ; 209:28 ; 246:87 , entre
muchos otros), no se encuentra satisfecho con la sola previsión legal de la posibilidad de
acceso a la instancia judicial, sino que requiere que la tutela judicial de los derechos en
cuestión resulte efectiva (confr. esta sala, "Mutual de residentes del Barrio Tais de la
ciudad de El Trébol y otros v. Resolución 25439/1997 Superint. de Seguros
35240/1997", 15/2/2000); esto es, que sea oportuna y posea la virtualidad de resolver
definitivamente la cuestión sometida a su conocimiento.
En este sentido, no puede soslayarse la incorporación de una serie de convenios y pactos
internacionales a la Constitución Nacional luego de la reforma del año 1994. En dichas
normas, se reconoce tal derecho fundamental como la posibilidad de ser oído por un
tribunal independiente por medio de un recurso efectivo (ver, al respecto, Convención
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre [5], art. XVIII; Declaración
Universal de Derechos Humanos [6], arts. 8 y 10 ; Pacto Internacional de Derechos
p.5
Civiles y Políticos [7], arts. 2 y 3 inc. a; y Convención Americana sobre Derechos
Humanos [8], arts. 8 y 25 ).
b) Que, aun cuando no pueda discutirse que el derecho de defensa en juicio (como todo
derecho reconocido en el texto constitucional) no es absoluto, sino relativo y sujeto a
leyes que lo reglamentan, no debe desconocerse que éstas deben ser razonables, es decir
no más restrictivas que lo requerido por el fin de la reglamentación (Fallos 238:18 ).
Asimismo, ha señalado que la declaración de inconstitucionalidad de oficio procede
sólo si la incompatibilidad entre la norma invalidada y el texto constitucional resulta
manifiesta e indubitable, pues tal medida reviste suma gravedad institucional, debiendo
recurrirse a ella sólo cuando la estricta necesidad lo requiere (confr. doctr. en la causa
"Mill de Pereyra, Rita A. y otros v. Provincia de Corrientes", 27/9/2001).
c) Que, en tal contexto, a criterio del tribunal, en el sub lite se presentan las aludidas
circunstancias que provocarían la inconstitucionalidad de la norma atacada.
No se trata de un recurso interpuesto por las sociedades que operan en el sistema como
comercializadores, transportistas, distribuidores o subdistribuidores, o por sociedades
con capacidad económica y operativa para actuar en distintas jurisdicciones nacionales;
la situación presenta ribetes distintos ya que quien debe intervenir como actor o
demandado es un usuario particular, que reside en el interior del país.
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Es evidente que, aun en caso de que éste contara con los medios económicos suficientes
para solventar los gastos que para litigar ante la justicia federal de esta ciudad serían
necesarios, lo cierto es que difícilmente tales erogaciones resulten proporcionales con el
beneficio patrimonial que una sentencia favorable podría ocasionarle.
Por ello, la aplicación de tal norma al caso importa una clara afectación del derecho de
defensa del recurrente, a quien se pondría en situación de desigualdad respecto de su
contraria una provincia para lograr el resguardo judicial de los derechos que
consideran conculcados. En virtud de lo expuesto, no resulta irrazonable concluir en
que, de adoptarse el criterio previsto en el art. 66 ley 23075 (9), se dificultaría
gravemente la posibilidad del usuario de ejercer acabadamente su derecho de defensa,
tornando la "tutela judicial efectiva" en una mera declaración de principios, ignorada
en los hechos en esta causa.
También sustenta la pertinencia de la solución a la que se arriba el hecho de que existan
en la región de la que forma parte la provincia de San Luis tribunales federales con
competencia en lo contencioso administrativo, los que, en cuanto a la materia de las
cuestiones a tratar se refiere, no difieren en absoluto de los que con esa misma
competencia están ubicados en la ciudad de Buenos Aires, posibilitando, en
consecuencia, que quienes residan dentro de la jurisdicción territorial de aquél cuenten
con posibilidades ciertas de participar útilmente en los procesos donde esté en juego el
reconocimiento de alguno de sus derechos.
A mayor abundamiento se debe agregar que el presente difiere de los supuestos en que
se interpone un recurso extraordinario para ante la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, puesto que en esos casos, se recurre al alto tribunal en su calidad de última
instancia nacional y luego de haber obtenido un pronunciamiento de los órganos
judiciales pertinentes.
Por todo lo expuesto, oído el fiscal general, declárase la incompetencia del tribunal para
entender en las presentes actuaciones.
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NOTAS:
(1) LA 1992B1636 (2) LA 1995A26 (3) JA 1997II79 (4) ALJA
1853958114 (5) LA 1994B1607 (6) LA 1994B1611 (7) LA 1994B1639
(8) LA 1994B1615 (9) LA 1984B814.
Dos facetas de los procesos de revisión de las resoluciones jurisdiccionales de los entes
de control
Por Nidia K. Cicero
SUMARIO:
I. Introducción. II. El ente no es parte en el proceso en el que se controvierten sus actos
jurisdiccionales. III. El derecho a la tutela judicial efectiva
I. INTRODUCCIÓN
Es esta vez una sentencia de la sala 4ª del fuero contencioso administrativo federal la
que contribuye a perfilar los contornos de los procesos judiciales revisores de las
decisiones jurisdiccionales de los entes reguladores de los servicios públicos. En la
sentencia que brevemente comentaremos se abordan dos cuestiones relevantes: la
primera, que los entes reguladores no poseen la calidad de parte en el proceso judicial
revisor de los actos que dictan en ejercicio de facultades jurisdiccionales; la segunda,
que la competencia exclusiva y excluyente de la C. Nac. Cont. Adm. Fed. para
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intervenir en este tipo de procesos, debe flexibilizarse cuando de ello derivara una
privatización de justicia para los sujetos intervinientes en la litis.
II. EL ENTE NO ES PARTE EN EL PROCESO EN EL QUE SE CONTROVIERTEN
SUS ACTOS JURISDICCIONALES
Buena parte de la gestión de los entes reguladores de los servicios públicos reside en
resolver conflictos que se suscitan entre sujetos públicos o privados que desarrollan
actividades vinculadas con la industria o el servicio controlado. Esta tarea de solución
de controversias regulatorias, que ha sido caracterizada por las normas que rigen los
servicios como función "jurisdiccional" (1) resulta constitucionalmente viable siempre y
cuando sea susceptible de ser revisada ampliamente en un proceso judicial posterior (2).
La determinación de los contornos de estas facultades jurisdiccionales de los entes de
control ha dado lugar a una profusa discusión doctrinaria que no es este el momento de
renovar (3). A los efectos de este escueto comentario, baste retener que la mayor parte
de los marcos regulatorios de carácter legal o reglamentario estipulan que el
sometimiento de los conflictos regulatorios a la intervención previa del ente de control
tiene carácter facultativo para los usuarios finales pero resulta obligatorio para los
concesionarios o licenciatarios del servicio y, en general, para todos los sujetos que
desarrollan alguna actividad comercial dentro del sector o servicio sometido a contralor
(transportistas de energía, comercializadores de gas, grandes usuarios, distribuidores,
etc.) (4).
Aunque la afirmación anterior no deja de ser una generalización, puesto que en algunos
servicios la instancia del ente es siempre optativa (5), lo relevante es que esta obligación
de agotar la instancia del órgano de control ha sido aceptada por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación con fundamento en la especialidad técnica propia de las agencias
reguladoras y en la asignación que les ha hecho la ley de facultades jurisdiccionales
sujetas a una revisión judicial posterior (6).
La sentencia en comentario se refiere al marco regulatorio gasífero, que es el que sin
lugar a dudas rige las funciones jurisdiccionales del ente regulador con ribetes más
peculiares. En efecto, en este punto la ley 24076 (LA 1992B1636) se diferencia de
los demás sistemas normativos ya que es la única del conjunto de disposiciones
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elaboradas con motivo del proceso privatizador de los servicios públicos que compele a
los usuarios finales léase usuarios domiciliarios a someter al ente regulador las
disputas que pudieran tener con el prestador del servicio antes de que puedan llevarla a
los estrados judiciales. Además, luego de recorrido este sendero, los obliga a interponer
un recurso contra el acto resolutivo de la agencia por ante la C. Nac. Cont. Adm. Fed. de
la Capital Federal.
En el caso, el fiscal de Estado de la provincia de San Luis interpuso el recurso de
apelación previsto en el art. 66 ley 24076 contra una resolución materialmente
jurisdiccional del ENARGAS que, al resolver el conflicto sometido a su consideración,
ordenó a la Dirección de Parques Industriales y Gas de dicha provincia reintegrarle a un
usuario puntano una diferencia de dinero que aquél había abonado en concepto de cargo
por conexión, en exceso de lo autorizado por ciertos convenios suscriptos entre la
Provincia de San Luis y la Distribuidora de Gas Cuyana S.A.
La primera cuestión a resolver era si la causa debía sustraerse del conocimiento de la
Cámara para ser considerada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en atención
a que quien apelaba la resolución del ente de control era el representante de la provincia
de San Luis y al hecho de que el art. 117 CN. (LA 1995A26) le asigna competencia
originaria al Superior Tribunal en las causas en las que una provincia es parte.
Los magistrados descartan tal posibilidad y enfatizan que el caso se enmarcaba en el
proceso de revisión que la ley 24076 le asigna al fuero contencioso administrativo
federal puesto que el juicio no se había entablado entre el ENARGAS y la Provincia de
San Luis, sino entre un órgano de ésta y uno de sus vecinos con motivo de su conexión
al sistema de provisión de gas.
La Cámara sostiene que el ENARGAS no era "parte" en el proceso revisor puesto que el
recurso no se había interpuesto para controlar un acto de la administración activa sino
una decisión materialmente jurisdiccional que aquél había adoptado. Este criterio, que
no innova con respecto a la jurisprudencia mayoritaria de las demás salas del fuero
contencioso administrativo federal (7), se aparta de la opinión de cierto sector de la
doctrina que, no sin razones de peso, considera que los órganos de control deben
revestir la calidad de parte en el proceso, cualquiera sea la naturaleza de la decisión que
se controla judicialmente. Con algunas variantes pero con fundamentos más que
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plausibles, participan de esta idea Oscar Aguilar Valdez (8), Mario Rejtman Farah (9) y
Agustín Gordillo (10).
El razonamiento del tribunal parte de la premisa de que cuando un ente de control
decide un conflicto regulatorio no actúa como uno de los sujetos interesados en el
entuerto sino que lo hace como un tercero imparcial y ajeno a aquél, del mismo modo
que lo haría un tribunal administrativo como el Tribunal Fiscal o el Tribunal
Administrativo de la Navegación. El hecho de que la disputa se plantee entre dos partes
privadas, que el ente sólo acoge y posteriormente dirime, hace pensar a la Cámara que
no tiene sentido que éste intervenga judicialmente para defender la legalidad de la
decisión que adopta. En otras palabras, así como el ente no es parte en el procedimiento
administrativo que instruye, como sí lo es cuando aplica de oficio una sanción o cuando
admite o rechaza un planteo que le efectúa unilateralmente un prestador supuestos en
los cuales la controversia se plantearía contra el ente regulador y no ante este último
tampoco lo es en el proceso judicial revisor (11).
Desde un plano ideal, el temperamento del tribunal es correcto. Aun cuando de ningún
modo puede equipararse el procedimiento administrativo al judicial ni la decisión de un
órgano de control a la de un juez de primera instancia, sí puede sostenerse que cuando
los entes resuelven controversias las sustancian de modo más o menos parecido a lo que
lo haría un juez de grado que dirime un pleito: ambos analizan los planteos de las partes,
corren traslados, producen pruebas eventualmente celebran audiencias y finalmente,
deciden justipreciando las cuestiones fácticas y jurídicas sometidas a su consideración,
así como lo dicho y decidido en casos anteriores análogos. Si bien sólo los órganos
jurisdiccionales están revestidos de independencia e imparcialidad y únicamente sus
sentencias producen efectos de cosa juzgada y son per se ejecutables, la experiencia de
haber transitado por ambos ámbitos profesionales nos permite afirmar que las instancias
previas a la adopción de las decisiones en ambas sedes tienen varios puntos de contacto.
Desde esta perspectiva, es lógico afirmar que así como el juez no es parte en la
controversia que debe resolver, tampoco lo es el ente regulador. Por ende, así como
sería inimaginable que un magistrado de grado sea tenido por parte ante la alzada a fin
de que defienda ante el Superior la corrección de su decisión, del mismo modo no puede
tener intervención del ente regulador en el proceso judicial de revisión puesto que su
competencia se agotó al dictar la resolución que resolvió el conflicto. A su vez, y
también desde un plano teórico, la agencia puede no tener interés en presentarse
judicialmente a defender la legitimidad del acto que dicta, puesto que, en verdad, el ente
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no obtiene ningún beneficio o perjuicio directo de que se revoque o confirme la solución
que adoptó.
Ahora bien, desde la realidad, no puede desconocerse que como tan agudamente apunta
Aguilar Valdez (12), muchas veces los efectos de una decisión jurisdiccional particular
exceden el marco de la relación entre los sujetos intervinientes del conflicto y se
proyectan hacia el futuro, dando señales al mercado respecto a cuál será la política
regulatoria que la agencia adoptará sobre el tópico abordado. En estos supuestos, el
conflicto individual sirve de caso testigo para que el órgano desarrolle su línea
regulatoria, sin emplear, como bien podría hacerlo, un reglamento que establezca con
carácter general y para todos los agentes del mercado, la política que pretende
instrumentar. En estas ocasiones, el servicio se regula por la vía jurisdiccional, en lugar
de emplearse la técnica reglamentaria tradicional que exigiría elaborar un acto de
alcance general.
El empleo de la función jurisdiccional con este último sentido, sea en forma intencional
o inadvertida, es más común de lo que parece. Los conflictos vinculados con la
remuneración de la función técnica de transporte en el servicio eléctrico, el acceso al
mercado mayorista o la determinación de las competencias de las autoridades
provinciales sobre las líneas de transporte y distribución eléctrica son ejemplos
paradigmáticos de cómo la solución particular de una controversia actúa como un
instrumento de regulación económica, del mismo modo en que lo hacen las resoluciones
reglamentarias o los actos de fiscalización.
No obstante, nos parece que no siempre es fácil para un tribunal judicial apreciar en qué
caso se produce el fenómeno que describimos antes. Los magistrados no son actores de
los mercados regulados y como participan en ellos únicamente al entender en casos
puntuales y concretos, casi obligadamente carecen de la visión global o de conjunto que
puede tener quien es un interviniente activo del sector. Por ello, no vemos errado que
asuman como premisa que en el proceso judicial revisor de sus resoluciones
jurisdiccionales las agencias reguladoras no son parte, puesto que, como dijimos más
arriba, este razonamiento se ajusta en gran medida a la realidad.
A nuestro modo de ver, quien debe convencer de lo contrario al tribunal es la parte que
plantea el recurso de revisión ante la Cámara o quien debe contestarlo. Son el actor y el
demandado en el recurso los principales interesados en la intervención procesal del ente
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y quienes se encuentran obligados a fundar la necesidad de su citación cuando presuman
que la participación de aquél resulte crucial para que pueda dictarse una sentencia útil.
En estos casos las partes no debieran limitarse a defender su interés particular respecto a
la conveniencia de que la decisión jurisdiccional del ente se revoque o se confirme, sino
que también les cabe instar la intervención en la litis del órgano de control cuando
adviertan, por su experiencia y conocimiento del mercado, que la cuestión que se debate
puede resultar un precedente aplicable a casos similares que se susciten en el futuro.
De ser propuesto por las partes, el ente participaría en el proceso como un coadyuvante
o como un tercero citado por la actora o la demandada (13). Si bien no se nos ocultan
las diferencias que procesalmente existen entre quien es parte y quien es tercero en
juicio, entendemos que el centro del debate relativo al papel que le cabe a los entes
reguladores en los procesos judiciales revisores debiera girar en torno a cuál es el modo
de intervención procesal de la agencia que le resulte más útil al tribunal en su tarea de
revisión y control amplio de los actos jurisdiccionales del regulador. En esto reside en
nuestra opinión el meollo de esta discusión, puesto que traer al pleito al ente de control
será o no necesario de acuerdo a la complejidad del asunto y a las dificultades con que
en su interpretación puede llegar a toparse el juzgador.
Como lo vemos, no se trata de darle la oportunidad al ente de defender la legalidad de
su decisorio puesto que al resolver el conflicto ha agotado su intervención. Se trata de
dotar al tribunal de la mayor cantidad de elementos que lo ilustren respecto a la cuestión
que debe resolver, finalidad que se satisface suficientemente citando al ente para que
intervenga en el proceso en calidad de tercero o coadyuvante.
De allí que postulamos un criterio amplio para la admisión de una eventual citación del
ente regulador (14), sea que resulte propuesto por el actor o por el demandado. La
interpretación restrictiva que en líneas generales se aplica al instituto de la citación de
terceros, debería flexibilizarse en estos supuestos puesto que en definitiva quien más
aprovecha la participación del órgano administrativo es el propio tribunal que se nutrirá
con los fundamentos que pueda aportarle el ente respecto a la cuestión sujeta a revisión.
En consecuencia, la parte demandada en el pleito no es quien ha resuelto el conflicto en
sede administrativa sino quien ha sido beneficiada en la resolución que se impugna. Es
la contraparte que se vio favorecida por la decisión del ente regulador y que corre el
riesgo de que ésta sea revocada a la que ineludiblemente debe correrse traslado del
recurso en aras de salvaguardar su derecho de defensa y de evitar el dictado de una
sentencia arbitraria.
En el caso que glosamos, la Cámara puntualiza acertadamente que el usuario puntano a
favor de quien el ENARGAS resolvió el conflicto era la parte demandada y, como tal,
tenía derecho a argumentar en defensa de la legalidad del acto del ente regulador
sometido a revisión. A nuestro modo de ver, es evidente que debe asegurarse la
intervención procesal del usuario puesto que, en caso contrario, éste podría verse
afectado por una sentencia que, siéndole oponible, no le ha dado el derecho a defenderse
y ello llevaría necesariamente a descalificar al pronunciamiento así dictado como un
acto jurisdiccional válido.
III. EL DERECHO A LA TUTELA JUDICIAL EFECTIVA
El segundo tópico que aborda el fallo, si bien comparte con el primero un matiz
procesal, se entrelaza con el derecho a la tutela judicial efectiva.
Luego de establecer que el proceso no debía someterse al conocimiento de la Corte
Suprema de Justicia pero sí al del fuero federal, los magistrados resignan su
competencia para transferirla a la Cámara Federal con jurisdicción en la Provincia de
San Luis. Dado que ambos litigantes residían en dicha provincia y que el monto
involucrado era nimio en relación al costo que significaría la litigación en la Ciudad de
Buenos Aires, los magistrados deciden desprenderse de la causa, argumentando que
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obligar a las partes a ventilar la cuestión ante los tribunales de la Capital importaría
violar la garantía constitucional a acceder a la justicia.
Adivinamos que la concentración de la competencia revisora en las salas que integran la
Cámara Federal de la Capital Federal puede obedecer al propósito de uniformar la
jurisprudencia regulatoria. Sin embargo, creemos que este beneficio debería sopesarse
con el perjuicio que significa consolidar regímenes que impiden o complican el acceso
al control jurisdiccional, máxime cuando paralelamente obligan a los usuarios a transitar
el camino del órgano administrativo (17).
Indirectamente, estas disposiciones deslegitiman las normas que atribuyen a los entes
reguladores facultades jurisdiccionales, puesto que la condición que las convalida es la
existencia de un control judicial suficiente y efectivo.
Si bien coincidimos en que la materia es propia de la jurisdicción judicial federal la
competencia que la ley 24076 le otorga en forma exclusiva a la Cámara Federal de la
Capital Federal sólo resulta razonable, pensando en los sujetos activos de la industria
gasífera empresas comercializadoras, transportistas, distribuidoras subdistribuidoras, y
en general, sociedades de las que es dable presumir su capacidad económica y operativa
para litigar ante los tribunales de todo el país.
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Más irrazonable aun se presenta la norma si se advierte que a diferencia de otros marcos
regulatorios, la ley del gas obliga a todos los usuarios a someter sus controversias con
los distribuidores y transportistas a la intervención previa y obligatoria del ente
regulador. La afectación al derecho de defensa en juicio es ostensible y el sistema,
maquiavélico: primero, le impide al usuario demandar directamente al prestador y
luego, lo obliga a trasladarse a Buenos Aires para resolver judicialmente la controversia.
La decisión de la sala 4ª se inserta en este sendero. Aplica el criterio de que el principio
liminar de la "tutela judicial efectiva" garantizado en el art. 25 de la Convención
Americana de Derechos Humanos, impide que el acceso a la justicia se convierta en un
desagradable juego de confusiones en detrimento de los particulares (19). En definitiva,
las garantías de la tutela judicial efectiva y del debido proceso imponen una
interpretación más justa y beneficiosa en el análisis de los requisitos de admisión a la
justicia, y por ello, siempre deben extremarse las posibilidades de interpretación en el
sentido que resulte más favorable al acceso a la jurisdicción.
NOTAS:
(1) El entrecomillado refleja nuestra intención de eludir la discusión que desde hace
mucho tiempo se ha planteado en doctrina respecto a la corrección de denominar como
"jurisdiccional" la potestad asignada a ciertos organismos administrativos para resolver
controversias entre particulares.
(2) En apretadísima síntesis, esta es la doctrina del célebre caso "Fernández Arias v.
Poggio" (JA 1960V447).
(4) Si bien con variantes, contemplan la instancia previa obligatoria del ente regulador
los marcos regulatorios del gas (ley 24076 [LA 1992B1636]), energía (ley 24065
[LA 1992A74]), agua y desagües cloacales (decreto 999/1992 [JA 1992A74]),
aeropuertos (decreto 375/1997 [LA 1997B1523]).
(6) Entre otros "Belmatt S.A. v. Estado Nacional Distribuidora de Gas Noroeste
s/amparo", 8/7/1993 y "Complejo Agroindustrial San Juan v. Distribuidora de Gas del
Noroeste S.A. s/ordinario" , 23/4/1996.
(7) En este orden, sala 1ª, "Sudamericana C.I.S.A. v. Metrogas S.A. resolución
ENARGAS MJ 2/1994", 2/6/1994; "Gas Natural BAN S.A." , 2/9/1997; sala 2ª,
"Litoral Gas S.A. Santa Clara S.A. Vicentin S.A.I.C.A. y otros v. ENARGAS",
22/4/1996; sala 5ª, "Edesur S.A. v. Resolución 393/1996 ENRE (expte. 1341/1995)",
28/4/1999.
(8) En "Funciones jurisdiccionales de los entes regulares de servicios públicos. Algunas
precisiones sobre la resolución administrativa de conflictos en materia de regulación",
en la obra colectiva "Servicios Públicos" (Instituto de Estudios de Derecho
Administrativo), 2001, Ediciones Dike, Foro de Cuyo; "Reflexiones sobre las funciones
jurisdiccionales de los entes reguladores de servicios públicos a la luz del control
judicial de la Administración con especial referencia al ente regulador del gas y de la
energía eléctrica" en "Anuario de Derecho I. Universidad Austral", 1994, Ed.
AbeledoPerrot; "Cuestiones que suscita el control judicial de los entes reguladores de
servicios (A propósito de dos fallos de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Contencioso Administrativo Federal)", ED 177821.
(9) "Impugnación judicial de la actividad administrativa", 2000, Ed. La Ley.
(11) En efecto, el criterio mayoritario de las salas del fuero contencioso administrativo
federal es considerar parte al ente en el proceso de revisión de sus actos sancionatorios.
Entre otros, sala 2ª, "Empresa Distribuidora SUR S.A. (EDESUR) v. Resolución
319/1995 ENRE (expte. 1735/1996)".
p.18
(13) En este sentido, sala 1ª, "Ángel Estrada" , 15/10/1999 (JA 2001IV267 , con nota
de Horacio Bersten, "Facultades de los entes para resolver conflictos" y nuestra "El caso
Ángel Estrada: la procedencia de la indemnización por privación de suministro del
servicio eléctrico y el rol el ente regulador").
(15) "Tratado de Derecho Administrativo" cit.
(16) Un razonamiento similar llevó a la misma sala 4ª a declarar la inconstitucionalidad
del art. 83 ley 20091 (ALJA 1973A733) en autos "Mutual de residentes del Barrio
Tais de la ciudad de El Trébol y otros v. Resolución 25439/1997 Superint. de
Seguros" que de modo semejante a la ley 24076 , establece la competencia de la
Cámara Nacional en lo Contencioso Administrativo Federal de la Capital Federal para
entender en los recursos judiciales interpuestos contra las resoluciones de la
Superintendencia de Seguros de la Nación.
(19) Confr. Comisión Interamericana de Derechos Humanos, informe 105/1999, caso
10194, "Narciso Palacios", Argentina.
2002