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Los negros constituyeron un porcentaje muy importante de las milicias que defendieron la
ciudad de Bs. As. ante los ingleses y de los ejércitos que sostuvieron las luchas de la
independencia. Sin embargo, fueron las víctimas de la primera gran masacre de nuestra historia
Los negros comenzaron a llegar a Latinoamérica en los siglos XV y XVI con la esclavitud,
que ha sido el instrumento por excelencia para servir a las necesidades de mano de obra de los
colonos europeos, en este caso de las coronas española y portuguesa. Fueron la fuerza de trabajo
en los albores del capitalismo. En nuestro país fueron afectados a tareas rurales, venta ambulante
y servicio doméstico.
El problema era que nunca alcanzaban a cumplir ese plazo, los mataban antes. En 1801 ya
había formaciones milicianas -las compañías de pardos y morenos- que durante las invasiones
inglesas tuvieron activa participación en la defensa de Bs. As. Cuando San Martín viene de España
y se hace cargo del ejército del norte, de los 1200 hombres con que contaba, 800 eran negros
libertos. Todas las milicias tenían hombres afro-argentinos -incluyendo al heroico Sargento Cabral-
y hubo cantidad de coroneles negros. Por eso, la militarización y el estado de belicosidad
permanente del país, y la guerra del Paraguay en particular, hizo que gran cantidad de negros y de
afro-argentinos desparecieran por estar en la primera línea de fuego. Una de las naciones del
Buenos Aires del siglo XIX- la nación Mayombé- quedó sin hombres porque todos murieron
sirviendo en el ejército de Rosas.
En Buenos Aires, la epidemia de fiebre amarilla de 1871 tuvo efectos devastadores. Por
entonces los negros vivían en las zonas del sur de la ciudad en condiciones paupérrimas. El ejército
valló esos barrios para que no pasaran a los barrios de los blancos que era donde estaba la
capacidad de atención médica de la fiebre amarilla. Esto contribuyó muy fuertemente a la
disminución importantísima de los negros del Buenos Aires del siglo XIX.
Los negros fueron las víctimas de la primera de las cuatro grandes masacres de nuestra
historia (la segunda fue la de los originarios en la Conquista del Desierto, la tercera fue la de los
obreros de la Patagonia en 1921 y la cuarta corresponde a la dictadura militar de 1976).
Argentina decidió desde sus albores ser la Europa de América y, por lo tanto, blanca.
Sarmiento, por ejemplo, planteaba: “Llego feliz a esta Cámara de Diputados donde no hay
gauchos, ni negros, ni pobres. Somos la gente decente, es decir patriotas”. Estas políticas de
blanqueamiento y de negación de la presencia negra se mantienen hasta el día de hoy. En 1994, el
entonces presidente Menem decía: “En Argentina no hay discriminación porque no hay negros.
Ese ´problema´, sí lo tiene Brasil”.
Decir que en la Argentina de hoy no hay negros es una falacia. Hay descendientes de
aquellos que vinieron como esclavos, hay descendientes de los que vinieron con las oleadas
inmigratorias europeas de fines del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX (es decir, los
caboverdianos) y están los inmigrantes que han venido desde los estados colapsados o fallidos del
África, a partir de la caída del muro del Berlín.
Las políticas de negación intentan ocultar esta presencia y las importantes contribuciones
de los negros y afro-argentinos no sólo en las guerras de la independencia, sino también en la vida
económica y en la cultura de este país.
"Las esclavas de Bues. Ays. [Buenos Aires] demuestran ser libre y Gratas a su Noble Libertador". La obra
pertenece a D. de Plot, pintor activo durante la época de Rosas, quien la firma en el ángulo inferior derecho,
consignando además el año, 1841. Se trata de un óleo sobre género y pertenece a la colección del Museo Histórico
Nacional. Dimensiones: 149 x73 cm.