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No debemos olvidar como alternativa a los refrigerantes naturales, entre los que
encontramos el amoníaco, los hidrocarburos, el anhídrido carbónico, el aire y el agua, que
por estar ya presentes en la atmósfera tienen ciclos de vida que no influyen en forma
negativa sobre el medio ambiente.
A pesar del importante calentamiento directo que producen las moléculas de refrigerantes
libres en la atmósfera, debemos considerar el impacto indirecto que tienen estos, de
acuerdo con el consumo de energía de los sistemas que lo utilizan. Por lo tanto, cuando
medimos cual será la contribución total al efecto invernadero, debemos tener en cuenta
no solo el calentamiento que producirá en la atmósfera el gas cuando escapa del sistema,
sino también el del CO 2 emitido en la generación de energía para alimentar al sistema
que utilizaba el refrigerante durante su vida útil.
Hasta el momento en las reuniones que se han celebrado de la Convención de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC) no se ha llegado a ningún mandato para
reducir las emisiones de gases que producen el efecto invernadero. De ser así podríamos
encontrar restricciones al uso de los HFCs, que son los productos elegidos para
reemplazar a los antiguos refrigerantes halogenados.
Como hemos visto los impactos negativos más importantes que provoca la refrigeración
son el deterioro de la capa de ozono y la contribución al efecto invernadero debido
principalmente a la energía consumida.