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Prólogo ........................................................................................................................................... 11
CAPÍTULO I
Una introducción a las ciencias sociales
CAPÍTULO II
El proceso de investigación en las ciencias sociales
CAPÍTULO IV
Elaborando el proyecto de investigación
CAPÍTULO V
Enfoques teóricos sobre el objeto de estudio
CAPÍTULO VII
La función de las hipótesis en la investigación social
CAPÍTULO VIII
Teoría y práctica del trabajo de campo
CAPÍTULO IX
Una mirada teórica al proceso de la comunicación
CAPÍTULO XI
Cómo escribir un informe científico
CAPÍTULO XII
El método de ideas generadoras
Tender ese puente sin prejuicios es una tarea pendiente de los actores sociales
que se mueven en el terreno de la filosofía, del arte, de las ciencias sociales y
de las ciencias naturales. En suma, se trata de construir una cultura que
rompa el aislamiento tribal de las disciplinas.
Por otra parte, una tesis central de este libro sostiene que hoy es imposible
intervenir en los grandes debates públicos sin una formación científica seria.
Por supuesto, los medios de comunicación difunden imágenes de extrema
banalidad y privilegian “estrellas”2 de una ignorancia supina. Sin embargo, la
solución de los grandes problemas de esta era de la globalización requiere
alternativas con fundamentos serios, que sobre todo se elaboran en el terreno
de las ciencias.
A fines del siglo XIX había tres líneas divisorias claras en el sistema de disciplinas
erigido para estructurar las ciencias sociales. La línea entre el estudio del mundo
moderno/civilizado [historia más las tres ciencias sociales nomotéticas] y el estu-
dio del mundo no moderno [antropología más estudios orientales]; dentro del
estudio del mundo moderno, la línea entre el pasado [historia] y el presente [las
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Citado por Francisco Fernández Buey en [http://www.lainsignia.org/2005/octubre/
dial_003.htm].
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Una “estrella” de la televisión argentina, cuyo programa ostenta altos rating de audiencia,
preguntó al paciente paleontólogo que entrevistaba: “Y los dinosaurios ¿no se comían a los
seres humanos?”.
ciencias sociales nomotéticas]; dentro de las ciencias sociales nomotéticas, las
muy marcadas líneas entre el estudio del mercado [economía], el estado [ciencia
política] y la sociedad civil [sociología]. En el mundo posterior a 1945 todas
esas líneas divisorias fueron cuestionadas (Wallerstein, 2004:40).
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Precisamente, en los países no desarrollados este encadenamiento muestra serias
deficiencias, de manera que muchos científicos deben emigrar a naciones donde interesen
sus investigaciones, o bien vender sus patentes a empresas trasnacionales.
posibilidad de la explotación económica de estos bienes (producción). Comte
sostenía una perfecta continuidad entre ciencias naturales y fisiología social.
El cuerpo social deviene en objeto de estudio, y “al convertirse en blanco para
nuevos mecanismos del poder, se ofrece a nuevas formas de saber” (Foucault,
1976:159). El proyecto científico y técnico parte de una idea universal del
hombre basada en su igualdad y en la necesidad de disciplinar la sociedad.
Se tiende a sustituir a las marcas o al menos a agregar a las marcas que traducían
estatutos, privilegios, adscripciones, todo un juego de grados de normalidad, que
son signos de adscripción a un cuerpo social homogéneo, pero que tienen en sí
mismos un papel de clasificación, de jerarquización y de distribución de los rangos.
En un sentido, el poder de normalización obliga a la homogeneidad; pero
individualiza al permitir las desviaciones, determinar los niveles, fijar las
especialidades y hacer útiles las diferencias ajustando unas a otras. Se comprende
que el poder de la norma funcione fácilmente en el interior de un sistema de la
igualdad formal, ya que en el interior de una homogeneidad que es la regla,
introduce, como un imperativo útil y el resultado de una medida, todo el
desvanecido de las diferencias individuales (Foucault, 1976:189).
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A partir del decenio de 1930, por ejemplo, quedó claro que las orientaciones positivistas
desechaban el término clase social y lo sustituían por estrato social; entretanto, el marxismo
erigió el concepto clase social en un instrumento de análisis imprescindible.
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Al menos, ésta es la respetable posición asumida, entre otros, por Bourdieu,
Chamboredon y Passeron (1986).
hasta el decenio de 1970 y llegó a abarcar a científicos latinoamericanos, por
ejemplo, Gino Germani. Basándose en autores clásicos (en particular,
Durkheim y Weber, después Freud, pero nunca Marx), Parsons desarrolló
un sistema teórico orientado a la investigación empírica, en el que unió las
disciplinas de la psicología, la sociología y la antropología. Se trataba en esencia
de una teoría de la motivación de la acción. Sostenía que la vida humana no
debía entenderse como una simple adaptación a las condiciones existentes,
sino que en gran medida depende de los fines valorados que los actores sociales
se proponen y de la forma en que superan los obstáculos encontrados a su
paso. El principal interés de su teoría apunta a orientar la motivación de estos
actores para que se preserve el orden y no se caiga en el “caos” del estado de
naturaleza caracterizado por Hobbes. En ese contexto, cualquier conflicto se
conceptúa como disfuncional al sistema y su solución debe procurar la
integración de los actores sociales. Algunas de las críticas más fuertes al
carácter conservador de edificio teórico parsoniano provinieron de autores
estadounidenses, en especial Garfinkel y Gouldner.6
En 1949 se incorporó Raúl Prebisch a la Comisión Económica para América
Latina (CEPAL), con carácter de consultor (al año siguiente ocuparía el máximo
cargo de ese organismo, Secretario Ejecutivo), y de inmediato se dedicó a
elaborar la parte sustantiva del informe de la CEPAL de 1949, en donde se
plantea la existencia de una relación económica asimétrica entre el centro y la
periferia (Prebisch, 1973). Después de analizar las importaciones y expor-
taciones desde 1875 a 1950 entre países centrales y periféricos, el economista
concluye que se da un intercambio desigual, en el que cada vez valen menos
los precios relativos de los productos latinoamericanos (materias primas) y se
encarecen los de las manufacturas provenientes de Europa y Estados Unidos.
Se configuró así la llamada teoría cepalina, que hasta los años setenta
propugnaba por la industrialización regional para enfrentar esta posición
desfavorable en el contexto mundial. En ese ambiente de interés por definir
la especificidad de América Latina, surge en los años sesenta la sociología de
la dependencia, cuyas líneas principales quedaron plasmadas en la obra
fundacional de Cardoso y Faletto (1975).
6
Un amplio análisis de la sociología estadounidense se encuentra en Giddens, Turner
y otros (2004).
La diferencia entre objeto teórico y objeto real
Aún más, el autor se propone complicar las cosas y esboza a continuación una
tercera posibilidad: otro muchacho que se dedicara a remedar al que tiene el
tic. Se podría continuar introduciendo más variaciones, pero lo sobresaliente
del texto es que plantea con claridad la distinción entre el objeto de la biología
y el objeto de la antropología. Adviértase que la biología puede estudiar el
mismo fenómeno, el guiño del ojo (objeto real), que la antropología, pero se
interesará por los movimientos musculares, la dinámica del globo ocular, su
composición química, y otros capítulos (objeto teórico). En cambio, la antro-
pología intenta captar la trama de significados culturales (objeto teórico) que
circulan a partir de un simple gesto (objeto real), que además puede encerrar
diferentes sentidos dependiendo de la situación en que se produzca. Ahora
bien, en la interpretación del proceso de la comunicación convergen los
intereses de varias disciplinas: antropología, etnología, sociología, lingüística,
entre otras. Cada una recortará su campo de actividades para desarrollar sus
estudios. De esta manera, la distinción entre lengua y habla en el lenguaje
permitió a Saussure fundar la lingüística. Por otra parte, la significación de
las leyes de parentesco intrigó a Lévi Strauss cuando analizaba algunas
comunidades primitivas. O bien, Durkheim se preocupó desde la sociología
por entender qué sentido tenía la conducta del suicida. El mismo Geertz afirma,
basándose en el sociólogo Weber, que “el hombre es un animal inserto en
tramas de significación”.
En la construcción del objeto teórico se emplea un lenguaje especializado
para designar los procesos o las estructuras que se estudian. Ese lenguaje lo
hemos designado como “artificial” por oposición al “lenguaje natural” que
empleamos en la comunicación diaria. Llamarlo “artificial” es una forma de
remarcar que ha sido construido por los investigadores. A raíz de esta doble
trama de significados, los hechos vividos por sus protagonistas (lenguaje
natural) a veces no se reflejan en los informes elaborados por los especialistas
(lenguaje artificial). El antropólogo y lingüista Kenneth Pike acuñó los neolo-
gismos “emic” y “etic” como dos perspectivas diferentes para captar los
sistemas culturales de una sociedad.
En el primer caso (emic), se asume el punto de vista del actor social; es
decir, se trata de lograr una cierta empatía o comprensión desde dentro del
sistema objeto de estudio (el grupo concreto investigado). La nomenclatura
(emic) se deriva de la lingüística, en la que se distingue entre fonémico (sonidos
que guardan significación para los hablantes de una lengua) y fonético
(descripción de esos sonidos que realiza el lingüista con categorías válidas
para todas las lenguas). En el léxico del fútbol, por ejemplo, “gol” se entiende
como una “anotación” o un “tanto”, mientras que el análisis lingüístico
destacará el origen inglés de la palabra (goal), idioma en el que significa
“meta”, término que aparece en español para designar al portero (guardameta).
Sin embargo, el hispanohablante no establecerá una conexión entre “gol” y
“guardameta”. La perspectiva emic se concentra en las distinciones culturales
intrínsecas que resultan significativas para los miembros de una sociedad.
En el segundo caso (etic), se intenta diseñar una explicación acorde con la
perspectiva del observador de las instituciones, rituales, ceremonias. Desde
el enfoque emic se trata de reproducir los contenidos culturales tal como se
manifiestan a los agentes sociales involucrados en esas instituciones o rituales.
Desde el enfoque etic se procede a interpretar los hechos vividos por medio
de factores teóricos que son invisibles para los agentes sociales concretos.
Las construcciones denominadas etic están compuestas por descripciones y
análisis expresados en términos de esquemas conceptuales y categorías que
se hallan definidos por la comunidad de científicos. En conclusión, léase el
siguiente párrafo, que resulta muy ilustrativo al respecto.
Por otra parte, Boas también se dedicó a demostrar lo absurdo de la idea, dominante
en su época e implícita en la noción de raza, de un vínculo entre los rasgos físicos
y los rasgos mentales. Para él era evidente que los dos dominios se originan en
análisis completamente diferentes. Y, precisamente para oponerse a esa idea, adopta
el concepto de cultura, que le parecía el más apropiado para dar cuenta de la
diversidad humana. Para él no existe diferencia de “naturaleza” [biológica] entre
primitivos y civilizados, sólo diferencias de cultura, rasgos adquiridos y por lo
tanto no innatos (Cuche, 1999:26).
Las ciencias humanas o sociales tienen todavía hoy una especie de “complejo
positivista” que podría formularse como sigue: lo que no es científico –al modo
positivista– carece de valor. Sociología, historia, antropología, psicología,
pedagogía... intentan alcanzar un estatuto de cientificidad que la epistemología
contemporánea ya ha rechazado. Muchos científicos sociales todavía andan
desgraciadamente con la idea de que la ciencia es el modo de conocimiento
ejemplar, definitivo, paradigmático. Creen incluso que la ciencia poco necesita de
teorías, y que éstas cuanto más “ligeras” sean mejor [...] Pero todavía hay algo
más grave: identifican conocimiento con conocimiento científico, con la
racionalidad científica, y niegan al arte, a la literatura, al mito, a la religión o a la
filosofía capacidad de conocer (Mèlich, 1996:17).
En primer término, hay algo que se acerca a la crítica libre; así, un hombre de
ciencia expone su teoría con la plena convicción de que es inexpugnable, pero esto
no convence necesariamente a sus colegas, sino que, más bien, tiende a desafiarlos.
En efecto, ellos saben que la actitud científica significa criticarlo todo y no se
arredran ni aun ante las personalidades más autorizadas, En segundo término, los
hombres de ciencia tratan de zanjar las discrepancias simplemente verbales. Así,
se esfuerzan seriamente por hablar el mismo idioma, aunque se sirvan de lenguas
diferentes (Popper, 1992:386).
Entre las ideas centrales expuestas por Bachelard se van a privilegiar tres, la
necesidad de efectuar un “corte epistemológico”, la construcción de la verdad
científica como una anticipación de lo real, y el significado de la comprobación
de las hipótesis con información sólida y confiable. Según Bachelard (1974),
el primer obstáculo epistemológico que enfrentamos al construir ciencia es la
experiencia básica que arrastramos desde la infancia y la obstinada tendencia
a aferrarnos a ella como si fuera una verdad irrefutable e inconmovible.
De aquí que el hombre tenga que estar siempre en alguna creencia y que la estructura
de su vida dependa primordialmente de las creencias en que esté y que los cambios
más decisivos en la humanidad sean los cambios de creencias, la intensificación o
debilitación de las creencias. El diagnóstico de una existencia humana –de un
hombre, de un pueblo, de una época– tiene que comenzar filiando el repertorio de
sus convicciones. Son éstas el suelo de nuestra vida. Por eso se dice que en ellas el
hombre está. Las creencias son lo que verdaderamente constituye el estado del
hombre (Ortega y Gasset, 1984:30).
Una última reflexión, ahora de carácter histórico. Nos toca hacer lo que todavía
se llama ciencia en una época muy determinada de la historia, la que se ha
denominado como “moderna”. Todavía habitamos en un arco histórico que se
inició aproximadamente en el Renacimiento, más específicamente, en el siglo
XVI. En algunos países de Europa donde el capitalismo era incipiente se empezó
a concebir un proyecto social y político que consideraba, entre otras, la
necesidad de incorporar el conocimiento científico a la economía y a la vida
cotidiana. La técnica siempre ha sido un instrumento clave de intermediación
entre el hombre y la naturaleza, pero en este nuevo proyecto se incluía la
tecnología, es decir, la técnica producida en forma deliberada mediante el
auxilio de la ciencia. Por ejemplo, en la Edad Media ya se conocían los lentes
de aumento como un subproducto del pulido del vidrio, aunque algunos
sacerdotes desaconsejaban su uso porque “deformaban” la naturaleza creada
por Dios. Cuando se enuncian las leyes de refracción y reflexión de la luz a
través de los lentes convexos y cóncavos se está en la antesala de construir el
telescopio. Hace cinco siglos se inició un proceso en que se consolidaría un
circuito que hoy está plenamente maduro: ciencia/tecnología/producción/
mercado. En este circuito, la dinámica del movimiento se origina en la demanda
del mercado, que a menudo determina la naturaleza del producto científico.
Las ciencias sociales no han permanecido inmunes a esta organización del
saber y a menudo algunos de sus enfoques se han convertido en siervos
del poder. Quiero decir que sus resultados han sido empleados para manipular
a los seres humanos, desde Auschwitz y mucho antes, pasando por los estudios
de la psicología neoconductista y su utilización con fines publicitarios para
vender un jabón, unos glúteos o un candidato a la presidencia, hasta los más
recientes experimentos de clonación y la tortura a presos políticos. En efecto,
Skinner definió la disciplina psicológica como una tecnología de la conducta
que permitiría condicionar el comportamiento de las masas. De hecho,
apoyándose en la teoría de Pavlov sobre el reflejo condicionado se generaron
técnicas como la hipnosis subliminal para imponer necesidades de consumo u
orientaciones políticas. ¿Estamos acercándonos a habitar en una especie de
New Brave World de Aldous Huxley en que los individuos se producen en
probetas clasificados del alfa a la épsilon de acuerdo con la función que se les
tiene asignada en la sociedad? Asumir el enfoque positivista es una opción
que algunos no desdeñarán. Y es obvio que muchas de sus investigaciones
han descubierto aspectos de la conducta humana.
Pero hay otra forma de encarar los estudios sociales y de construir un
mundo alternativo. En esa dirección, se requiere voltear hacia los problemas
de las multitudes en un planeta afectado por la desigualdad y analizarlos con
autonomía de pensamiento, desde una perspectiva crítica, sin subordinarse a
los poderes legales y fácticos. Se descubrirá entonces la exclusión de todo tipo
que afecta a las grandes masas en el planeta: económica, social, política, de
género, étnica. Se tratará de entender la pobreza no sólo como privación de los
medios de vida elementales sino también como el aislamiento respecto de la
atención de la salud y la carencia de medios de conocimiento, de posibilidades
de influir en las decisiones políticas, todos éstos efectos de la dominación.
Nuestra tarea se encamina a explorar esos territorios a los que Franz Fanon
llamaba “los desheredados de la Tierra”, porque no tienen voz y se los considera
exclusivamente una cifra estadística, aunque ésta sea pavorosa: de seis mil
seiscientos millones de habitantes que hay en el planeta, alrededor de cuatro
mil novecientos apenas sobreviven en una miseria aberrante. En las ciencias
sociales no se actúa con neutralidad. Es necesario tomar una posición frente a
los problemas y jerarquizar su importancia.