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De conspiradores a políticos

FERNANDO OCHOA ANTICH EL NACIONAL - 5 DE JUNIO 2016 - 00:31


Los militares en situación de retiro tienen absoluto derecho de manifestar
públicamente sus ideas sobre distintos aspectos del devenir nacional y de
organizarse en estructuras políticas para intervenir en su discusión y en la lucha
democrática. Eso lo entiendo plenamente, pero lo que no puedo aceptar del
comunicado que publicó un grupo de oficiales comprometido con la insurrección
militar del 4 de Febrero es su total falta de sentido crítico para reconocer los
graves errores cometidos, primero con el intento de ruptura del hilo constitucional
y luego su silencio cómplice ante el inmenso daño que se le ha hecho a
Venezuela durante el régimen chavista. La tragedia que vive nuestro pueblo
empezó el día en que esos oficiales irrespetaron su juramento de soldado y se
insurreccionaron contra un gobierno legítimo, elegido por voluntad mayoritaria de
los venezolanos, sin considerar que el régimen democrático imperante en esos
años, en nuestro país, garantizaba elecciones libres cada cinco años sin
reelección presidencial.

Es verdad, como lo dicen en su documento, que Venezuela vive actualmente “un


completo caos, expresado en la crisis económica brutal que se sufre, la
delincuencia que a diario asesina impunemente, el colapso de los servicios
públicos y la violación descarada de principios constitucionales”, pero al denunciar
esta terrible realidad no se atreven a reconocer que esta situación se originó
desde el mismo inicio del gobierno de Hugo Chávez al instrumentarse un régimen
totalitario, inspirado en las ideas fidelistas, que comprometió gravemente la
soberanía nacional, la democracia representativa y las libertades ciudadanas. Al
mismo tiempo, se estableció un período presidencial de seis años con una
reelección inmediata. No satisfecho Hugo Chávez con esos 12 años de ejercicio
presidencial, estableció la reelección indefinida mediante una arbitraria reforma
constitucional. Uno de los aspectos más vergonzosos de ese gobierno fue crear
un inaceptable culto a su personalidad, que muchos de sus seguidores han
insistido en mantener aún después de su muerte.

En dicho documento agregan que “el Proceso Constituyente para el pueblo fue, es
y será la oportunidad para que como iguales, con mucha fe, optimismo y
entusiasmo en el porvenir, decidamos el modelo de República”, pero olvidan que
justamente la actual Constitución de 1999, la cual instituyó el acto democrático del
referéndum revocatorio, tiene importantes fallas que obligarán a una revisión por
haberse utilizado para escoger los diputados de la Asamblea Constituyente
mediante un ardid matemático llamado Kino, que le permitió al chavismo obtener
93,61% de los diputados, con solo 52% de los votos. Esta distribución totalmente
inequitativa trajo como consecuencia que fuera imposible reemplazar el Estado
centralizado de partidos, establecido en la Constitución de 1961, por un sistema
político descentralizado y participativo. El resultado fue mucho peor de lo que
supuestamente pretendían corregir. Se instauró en Venezuela un régimen
personalista, militarista y centralizado.
Los firmantes del documento pareciera que aspiran a transformarse en herederos
de Hugo Chávez, quitándoles esa bandera a Nicolás Maduro y a sus seguidores.
Ese objetivo los conduce a criticar con gran fuerza los intentos del gobierno para
evitar que se haga el referéndum revocatorio. Utilizan en su cuestionamiento dos
preguntas: “¿Es miedo y cobardía a medirse ante la voluntad popular? ¿O es
apoyarse en unos cada día más cuestionados Consejo Nacional Electoral y
Tribunal Supremo de Justicia para poder ganar tiempo y seguir abusando,
atropellando y disfrutando de las mieles del poder?”.Las respuestas a esas
preguntas definirían al actual gobierno, pero muchos de ellos que ocuparon altos
cargos públicos durante el gobierno de Hugo Chávez deberían saber que esos
abusos se cometían durante su gestión y reconocer públicamente que también
durante esta misma se conocieron los más elevados niveles de corrupción de
nuestra historia y se comprometió gravemente la soberanía nacional al entregar de
manera irresponsable la reclamación del Esequibo.

Otro aspecto que me ha llamado la atención de ese documento es la forma en que


equiparan al régimen de Nicolás Maduro con la oposición democrática
representada en la Mesa de la Unidad Democrática: “El referéndum revocatorio no
es propiedad de ningún grupo político, ni de la oposición y sus intereses, ni del
gobierno y su poder abusivo, y mucho menos de los intereses extranjeros que
están expoliando nuestras riquezas. Es un derecho consagrado en los artículos 70
y 72 de la Constitución nacional”. De eso no hay duda. Sin embargo, es justo
reconocer que la idea de ese referéndum surgió en la Comisión para la Reforma
del Estado dirigida por Ramón J. Velásquez y también fue planteada por varios
diputados, de entre los cuales estuvo mi hermano Enrique, durante los debates
parlamentarios de los años finales de los gobiernos civiles. Lo que sí creo
importante destacar es que si estos oficiales retirados aspiran a formar parte de la
oposición política que lucha por lograr que se convoque el referéndum revocatorio
deberían aceptar que la unidad es la principal fuerza que tiene la MUD para poner
punto final al desbarajuste madurista. Pretender que cualquier grupo político
puede, por sí solo, neutralizar los esfuerzos del gobierno para evitarlo, es
sencillamente una quimera.

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