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DARÍO HENAO RESTREPO
INTRODUCCIÓN
5
Manuel Saturio Valencia pasó a la historia por ser el último fusilado en Colombia.
A pesar que la sentencia fue infame, urdida por estructuras sociales de
dominación y exclusión, su notificación se amparó bajo la legislación penal que
regía en la entonces administración del Presidente Rafael Reyes y que sería
abolida un año después. La orden fue ejecutada en el año de 1.907 en Quibdó
(Chocó). Desde 1849 la práctica patibularia había sido derogada para los delitos
de rebelión, sedición, traición y conspiración, pero seguía aplicando para los
delitos comunes de parricidio, asesinato, envenenamiento, piratería y cuadrilla de
malhechores. Era la época en que la nación colombiana removía sus ruinas tras la
reciente Guerra de los Mil Días, cuando los músicos negros de Estados Unidos
tocaban en clubes exclusivos para blancos, en tanto que ya alboreaba la luchada
Unión Sudafricana.1
1
Por el famoso Cotton Club pasaron Duke Ellington y la Creole Jazz Band, donde empezó como cornetista
Louis Armstrong. Maribel Cruzado en un estudio sobre el poeta Langston Huges, refiere el penoso caso del
músico W.C.Handy, que tenía prohibida la entrada al famoso club nocturno adonde tocaban sus propias
composiciones como consecuencia de la ley de segregación Jim Crow. Por otra parte, el tenaz reportero
polaco Ryszard Kapuscinski explica que antes de convertirse en posesión británica, Sudáfrica fue colonia de
la Compañía Holandesa que conformó la nación Afrikaner junto a sus aliados, los alemanes. El apartheid,
doctrina sudafricana, en Afrikaans significa <<segregación>>. Finalmente cabe anotar que los historiadores
suelen fechar la Guerra de los mil días entre 1899 hasta 1902 y que algunos de los guerrilleros liberales de
esa contienda recibieron tratamiento de delincuentes por parte del aparato penal.
6
Este es el hilo conductor que llevan las novelas Memorias del Odio, de Rogerio
Velásquez; Mi Cristo Negro, de Teresa Martínez de Varela; y El fusilamiento del
diablo, de Manuel Zapata Olivella. Una novela histórica como la de Zapata Olivella
resulta profunda en análisis porque su distancia permite comprender no solo lo
2
Antonio Cruz Cárdenas en el prólogo de Las estrellas son negras dice al respecto: ‘‘medio siglo después de
haberse escrito ese libro, la raza negra continua siendo marginada, padeciendo escasez, injusticia y
desigualdad’’. Ministerio de Cultura, Bogotá. 1998.
7
J.M Coetze señala al respecto que los teóricos del apartheid tenían dentro de su
programa político la imperiosa necesidad de ‘‘drenar’’ toda impureza de la raza en
la Sudáfrica blanca y finalmente evitar una sociedad-mescolanza (Mengelmoes–
Samelewing). “Mengel contiene el meng, cognado del inglés mangle (destrozar,
estropear). Moes, cognado del inglés mush (papilla), es un término culinario’’. En
su uso cotidiano, <<mengelmoes>> es siempre despectivo, y sugiere una mezcla
‘‘en la cual se ha perdido no solo el carácter individual, sino toda estructura
original; lo que queda es informe, uniforme y pastoso: de hecho, muy parecido a
las heces”.3
Por otra parte, toda reivindicación implica una mirada hacia atrás. En efecto, es
una actitud que primeramente nos confronta con la noción de esencialismo 4. De
hecho, la marca distintiva en toda la obra de Manuel Zapata Olivella es un
esfuerzo por desbloquear las lecturas sesgadas de las injusticias y en ese sentido
la novela El fusilamiento del Diablo es ejemplarizante. Su trama revela en gran
3
Cfr. Coetze, J.M. Contra la censura. Random House Mondradori, Barcelona (España), 2007.
4
‘‘Por esencialismo entendemos un recurso que trata de hacer descender la identidad colectiva a una
verdad biológica que genera rasgos culturales específicos, o de una matriz histórica que marca la
descendencia con una herencia común que debe permanecer inalterada, so pena de que los miembros
potenciales del colectivo pierdan justamente su opción de colectivización y, con ello, su propia identidad’’.
Grueso, Delfín Ignacio. ‘‘Identidades étnicas, justicia y política transformativa’’, en Identidad, Cultura y
Política. Programa editorial Universidad del Valle, Cali, 2009.
10
Sin embargo, la novela llama la atención sobre todo porque ofrece una plenitud
literaria en el tratamiento de los discursos sobre la identidad de la cual adolecen
las otras obras sobre el caso Saturio. El profesor Delfín Ignacio Grueso, autor del
lúcido texto Identidades étnicas, justicia y política transformativa, reconoce en este
aspecto que a pesar de su carga negativa, el esencialismo cumple un papel
positivo en la medida que articula el colectivo que reivindica. Por tanto, una
reflexión de esta índole debería proyectarse a políticas de etnicidad sin recurrir a
un terreno esencialista. Edouard Glissant, por su parte, arduo pensador antillano,
ha observado que el esencialismo es un estancamiento que impide realizar la
reivindicación en toda su multidimensionalidad.5
El fusilamiento del diablo es una obra que contiene estos matices y una generosa
apertura al diálogo con la otredad, o para decirlo en palabras de Zapata Olivella, la
Amerindianidad. No obstante se debe reconocer la exquisita destreza narrativa y
la fuerte influencia que ejerció sobre Manuel Zapata Olivella la novela Memorias
del Odio, del antropólogo Rogerio Velásquez. Publicada en 1953 por la
desparecida entidad Colcultura, es la primera obra en relatar lo sucedido con
genuina vocación estética. De hecho, Zapata Olivella le dedica El fusilamiento del
diablo a Velásquez, no solo por su libro sobre Saturio sino por toda su obra de
investigación y divulgación sobre las comunidades afrodescendientes en el
pacífico colombiano6. En este punto es preciso hacer una breve digresión.
5
Edouard Glissant es un escritor martiniqués que adquirió merecido prestigio a partir del premio Renaudot
obtenido en 1958 por su novela Le lézarde. Sin embargo, es su ensayística lo que más llama la atención.
Profesor de Literatura francesa en City University of New York, impartió cuatro conferencias en varios
encuentros internacionales realizados en 1994 y reunidas bajo el título Introducción a una poética de lo
diverso. Gallimard, París, 1991.
6
Rogerio Velásquez nació en Sipí, Chocó, y es considerado uno de los pioneros en la antropología
colombiana. Se desempeñó como periodista, diplomático e investigador del Instituto Etnológico Nacional.
Entre sus obras se encuentran ‘‘Rectificaciones sobre el descubrimiento del Río San Juan’’, ‘‘Fragmentos de
Historia, Etnografía y Narraciones del Pacífico colombiano negro’’ y ‘‘Chocó en la Independencia de
Colombia’’. Centro Virtual Isaacs. www.cvi.univalle.edu.co
11
Unos cinco años antes de Memorias del odio, había sido publicada la novela Las
estrellas son negras, del escritor chocoano Arnoldo Palacios, que dicho sea de
paso, empieza a tener un merecido reconocimiento literario. La historia se
desarrolla en Cértegui, una población chocoana y su protagonista es víctima de
los mismos poderes hegemónicos que han legitimado procesos de aculturación y
marginalidad mediante prácticas de excusión que ocultan y degradan la identidad
de este sector poblacional.7
7
En este sentido son perentorias las reflexiones del teórico palestino Edward Said acerca de las prácticas
etnocéntricas del Estado y las clases que detentan el poder. Para esta hegemonía, la cultura es un sistema
de ideas donde la sociedad tiene que identificarse con lo que ellos proponen desde su posición de cultura
dominante. Por lo tanto, la cultura se estereotipa ‘‘[…] en virtud de una posición elevada o superior para
autorizar, dominar, legitimar, degradar, prohibir y validar el poder de la cultura para una poderosa
diferenciación en el seno de su dominio y también más allá de él […] esto significa que la cultura es un
sistema de discriminaciones y evaluaciones a través de la cual se identifican cosas como la anarquía, el
desorden, la irracionalidad, la inferioridad, el mal gusto y la inmoralidad y que por fuera solo quedan
aquellos elementos que se oponen a la cultura propuesta por el Estado ’’. Said. Edward W. El mundo, el texto
y el crítico. Random House Mondradori, Barcelona (España), 2004.
8
En los años 40, 50 y 60s, Manuel también conoció y trabó amistad con destacadas figuras afroamericanas,
entre ellos Abdías do Nascimiento, sociólogo brasilero, Nicomedes Santacruz, poeta y folclorista peruano;
Leopold Sédar Senghor, poeta y presidente de Senegal; Franz Fanon, pensador de Martinica autor de Los
condenados de la tierra; Alejo Carpentier, novelista y musicólogo cubano; León Goutran Damas, poeta
guyanés y el poeta y ensayista de Martinica, Edouard Glissant, entre otros. Todos hicieron parte de ese
movimiento que en el siglo XX se propuso rescatar el papel y el aporte de África al mundo Occidental, con
toda la crítica a los modelos de explotación colonialista y la reivindicación de los derechos civiles de los
negros y las luchas de liberación nacional de los países africanos.
12
Podría decirse que la negritud en la literatura colombiana hunde sus raíces entre
la segunda mitad del siglo XIX y mediados del XX con la aparición de dos poetas
de la costa atlántica: Candelario Obeso y Jorge Artel. Herederos de la tradición
oral, el primero recoge todos sus poemas en la afamada colección Cantos
populares de mi tierra; Artel, igualmente, canta a bogas y gaitas. Asimismo, entre
los autores que habían iniciado esta tradición debe contarse a Jorge Isaacs,
Tomás Carrasquilla y Gregorio Sánchez Gómez, quienes en su obra pintan un
fresco muy vívido de la sociedad en haciendas y minas de sistema esclavista del
suroccidente colombiano. En una generación posterior, junto a Zapata Olivella, se
encontrarían los escritores del pacífico colombiano, Aquiles Escalante, Sofonías
Yacup y Nataniel Díaz, el mismo Rogerio Velásquez y Arnoldo Palacios. Todos
configurarían un mismo tema que se bifurca y matiza constantemente y, todos al
mismo tiempo, confluirán de manera directa en la obra de Zapata Olivella. 9
Fueron ellos los que desde los años 40s lucharon por el reconocimiento e
inclusión de los negros en la sociedad colombiana, movimiento que tiene su
culminación como acto de justicia poética en Chango, el gran putas.
9
Hace un par de años se viene consolidando un interés editorial del Estado por rescatar el patrimonio
literario en Colombia. En la pasada Feria del Libro fueron lanzadas la Biblioteca de Literatura
Afrocolombiana, que reúne 18 tomos y la Biblioteca Básica de los pueblos indígenas de Colombia, que reúne
7 tomos. El Ministerio de Cultura en la reciente cartera de Paula Moreno Zapata publicó un excepcional libro
titulado Rutas de libertad, bajo la coordinación general de Roberto Burgos Cantor. Por su parte, la edición
del convenio Andrés Bello, publicó el estudio gastronómico de Germán Patiño Fogón de negros. Asimismo el
programa editorial de la Universidad del Valle ha publicado La bruja de las minas, de Gregorio Sánchez y
Socavón, de Helcías Martán Góngora.
13
figura de Saturio Valencia, al igual que el resto de novelas sobre este caso, la
polifonía de voces del Fusilamiento del diablo despliega un abanico de
pensamientos ajenos a su creador que libera a la obra de las sujeciones propias
de una lectura unidireccional. Por consiguiente, las interpretaciones se deslizan
por todo el contexto histórico representado. Balzac y Dickens, por ejemplo, fueron
objeto de análisis similares.
10
Cfr. Maugham, William Somerset. Diez novelas y sus autores. Norma, Bogotá, 1992.
14
Esta discursividad nos deja a puertas del último eje temático del presente trabajo:
la reivindicación de la identidad. El Saturio del fusilamiento del diablo no es una
fotografía del personaje que existió en carne y hueso. Es una sublimación de ‘‘lo
que fue como ideal y ejemplo de los que nos corresponde idealizar para superar
las injusticias, discriminaciones y postergaciones que han padecido los
descendientes de africanos a lo largo de nuestra historia’’.
Es diciente que la novela haya sido escrita unos 20 años después de Memorias
del Odio. Es decir, la obra llena de sentido el acontecimiento histórico porque
enfrenta al tiempo cronológico, ordenado, de Saturio, al tiempo propio de la obra
que habla sobre él, que es fragmentado. Pero sobre todo, como advirtió
claramente Roland Barthes, en ese embrague de tiempos, el escritor trasciende
todo el discurso que los historiadores le han concedido a los hechos porque anula
su persona <<pasional>> y logra que el referente hable por sí mismo.12
11
Cfr. Bajtin, Mijail. Problemas de la poética de Dostoievski. Fondo de Cultura Económico, México, 1986.
12
Cfr. Barthes, Roland. El placer del texto. Siglo XX Editores, México, 1985.
15
13
Gilberto Freye fue un sobresaliente sociólogo y antropólogo brasileño. La Casa Grande es la casa señorial,
de grandes dimensiones, donde residía el propietario del ingenio azucarero; la Senzala, su antítesis: la casa
contigua de los esclavos. En el prólogo a la primera edición de esta obra cuenta que tras impartir cursos de
seminarios en Stanford y New York y regresando por la frontera mexicana lo asaltó la sensación de paisaje
del viejo sur esclavista: ‘‘[…] se alcanza al arribar el transcontinental a los cañaverales y anegadizos de
Louisiana, Alabama, Mississipí, las Carolinas, Virginia, el llamado Deep South. Región en la que el régimen
patriarcal creó el mismo tipo de aristócrata y de esclavo y de Senzala que en el norte de Brasil. Idéntico gusto
por el sofá, por el sillón de hamaca, por la buena cocina, por la mujer, por el caballo, por el juego[ …] y
conserva las cicatrices, cuando no heridas abiertas, del mismo régimen devastador de explotación agraria: el
fuego, el desmonte, el rastrilleo…’’. Freyre, Gilberto. Casa- grande y Senzala. Biblioteca Ayacucho,
Venezuela, 1973.
14
Cfr. Branche, Jerome. Malungaje: hacia una poética de la diáspora africana. Universidad de Pitsburgh,
2009.
15
Cfr. Por huellas de africanía Niná S. Friedmann entiende un proceso de etnogénesis en el cual ‘‘elementos
iconográficos de las sociedades africanas debieron penetrar en largo subconsciente de los portadores de las
nuevas culturas, para surgir en expresiones y circunstancias sociales […] rituales fúnebres, carnavales o
danzas, celebrados en amplios horizontes geográficos ’’. Citado por María Cristina Navarrete, en: ‘‘Vida y
muerte en el Caribe afrocolombiano’’ por: Friedemann, Niná S. América Negra. No 8. Pontificia Universidad
Javeriana, Bogotá, 1994.
16
llega con sus hábitos alimentarios, sus joyas, etc; y finalmente, la del migrante
desnudo, aquel que fue transterrado a la fuerza.
En su prólogo de El fusilamiento del diablo, Manuel Zapata Olivella aclara que esta
novela fue escrita diez años antes de la primera edición de Changó el gran putas
en 1983 y publicada tres años después. Mi Cristo Negro, es otra de las novelas
sobre el caso Saturio. Aparece publicada casi al tiempo que El fusilamiento del
diablo y su escritora, Teresa Martínez de Varela es harto elocuente con el título16.
17
Sostiene Caicedo que en 1907 el desaparecido periódico Ecos del Chocó realiza la primera publicación
relativa a este caso. Años después, en 1944, Vicente Ferrer escribe Historia del fusilamiento de Manuel
Saturio Valencia en Quibdó. En 1953 aparece Memorias del odio, de Rogerio Velásquez. En 1983 se publica
Mi Cristo Negro y un año más tarde sale la novela El fusilamiento del diablo, de Manuel Zapata Olivella.
18
Cfr. Olivella, Manuel Zapata. La rebelión de los genes. Altamir ediciones, Bogotá, 1997.
17
Como se puede ver Manuel Zapata Olivella tuvo como principal propósito
reivindicar el aporte afro en la historia, la economía y la cultura colombiana. Su
obra pone en juego la huella indeleble que los negros africanos dejaron en el
continente americano a través del baile, la comida, el lenguaje, las costumbres,
sus muchos de sus rituales religiosos, huellas que nunca fueron impuestas a la
fuerza y que aún persisten de manera poderosa y cálida en la construcción de
nuestras sociedades.
Por su vida y por su obra, el autor de Changó, el gran putas es sin duda una de
una figura de primera línea de las letras y la cultura colombiana y al que se
recordará por la reivindicación del aporte africano a nuestra cultura mestiza.
19
Well, those people in Black Mountain are bad as they can be…
Black Mountain Blues, Bessie Smith.
Es así por ejemplo como vemos que un pasaje referente al proceso que se le
adelanta a Saturio encontramos lo siguiente:
19
Cfr. Los prejuicios y los estereotipos son prácticas de negación en contra de sectores sociales que se
articulan mediante otras identidades. A la diferencia religiosa se le opone el fundamentalismo o el
dogmatismo; a la diferencia sexual, la homofobia; a la de género, el machismo; a la étnica, el racismo.
21
Este poder ominoso obtiene su máxima expresión con la palabra escrita en las
ciudades virreinales de régimen esclavista. La administración del imperio español
desde su inicio se jacta de poseer la escritura. Los letrados colonizadores se
llaman a sí mismos portadores de la virtud y la verdad. De esta forma concentran
el poder en la Corona e instauran una minoría hermética y alejada de la plebe, que
por supuesto, tildan de analfabeta.
20
Cfr. ‘‘A la palabra escrita corresponde mostrar el camino de la obediencia y el temor a los dictámenes que
los aplastan sin que entiendan por qué […] los dueños de la letra se imponen sobre una ciudad analfabeta
que, al creer por fe y no por demostración, convierte a los que descifran y trazan signos en la página, artífices
de una realidad secundaria, severa por incomprensible, despótica porque entonces no se concibe la
existencia de alternativas; y porque estos seglares comparten la autoridad divinizada de los eclesiásticos’’.
Ángel Rama. Ciudad Letrada. Tajamar, Santiago de Chile, 1984.
22
En efecto, Carlos Monsivaís escribió que la sección jurídica fue la más abominable
de esta <<ciudad letrada>> ‘‘al hacer de la palabra el muro de la incomprensión de
los seres comunes y corrientes’’. Parte de estos instrumentos legales, fueron los
que sirvieron para institucionalizar la esclavitud. Se trata de las casas de
contrataciones y las licencias. Las primeras, autorizaban permisos y definían
pagos de importación de esclavos. Su viabilidad la definían órganos como el
Sistema de Asientos. Era un contrato entre la Corona y el traficante, que asignaba
al asentista determinado cupo de esclavos para cargar en los barcos. Las
Licencias, por su parte, fueron creadas por Carlos V y eran especie de guía de
exportación de nuestros días.
Ahora bien, por su carácter antisubordinado y por su tinte libertario, ¿podría esta
novela inscribirse dentro de la denominada Literatura de la Violencia? En
Colombia se conoce como época de la violencia el enfrentamiento armado entre
los años 1946 y 1965 y por lo tanto se entiende como novelas de la Violencia
aquellas que tienen como correlato este fenómeno histórico. Para Oscar Osorio,
destacado investigador y profesor sobre el fenómeno de la Violencia, a partir de la
Literatura, esta clase de novelas no se prestan para ser estudiadas en grupos
constituidos por similitudes de estilo, generación o temas.
De esta forma, les otorga nuevas valoraciones, los convierte en resquicios por
donde se cuelan nuevas miradas, umbrales a un mundo nuevo que convive con el
acostumbrado pero que es negado hipócritamente. Este desconocido universo
encuentra su correlato en el cimarronaje y el sincretismo religioso. El primero,
ofrece una lectura en clave de autodeterminación; el otro, de forma reivindicativa,
por lo cual será tratado en su momento. Es por eso que el presente análisis toma
como foco el fuego y la ceguera.
21
Para este dato preciso el presente trabajo se basa en la investigación de Teresa de Varela, que extrajo la
información de la Notaría del Circuíto del Chocó; igualmente en la investigación de Miguel A Caicedo, que
encuentra la reseña de la sentencia en el periódico Ecos del Chocó, el 10 de mayo de 1907, tres días después
de la ejecución.
25
en su contra y le tienden una treta para que sea acusado como incendiario, delito
equivalente al terrorismo actual.
Este es el hilo conductor que llevan las novelas Memorias del Odio y Mi Cristo
Negro, de Rogerio Velásquez y Teresa Martínez de Varela; respectivamente. En
El fusilamiento del diablo las cosas cambian. Confinados toda la vida -como han
evidenciado tantas otras novelas- a la miseria y a la negación de su identidad
cultural, el pueblo chocoano encuentra en Saturio el líder antisubordinado que
lleve a cabo la lucha por la justicia, la reivindicación y la libertad.
22
Cfr. ‘‘La mayoría se escondían en montes cercanos. La existencia de montes espesos o montañas
inaccesibles fue un factor crucial; otro, fue la disponibilidad en estas regiones de tierras y climas que
permitían la producción local de alimentos […] Los cimarrones permanecieron ocultos en las montañas
cercanas a las ciudades de Nombre de Dios y Panamá; fundaron poblados desde donde planeaban ataques
sorpresivos contra las villas y caravanas que se dirigían por los caminos. Paralelamente, prestaron ayuda a
los piratas que, por esa época, empezaron a hacer incursiones al territorio panameño’’. Cimarrones y
Palenques en el siglo XVII. Universidad del Valle, Cali, 2003.
26
Fuego, fuego, fuego del hogar de abajo, fuego del hogar de arriba…
27
‘‘Los santos te auxiliarán esta noche para que tu incendio solo deje las
cenizas blancas donde pisen los negros que sobrevivan. Te alimentaste
con fuego como los sapos. Mi tía, sus historias todas las noches, el fuego
de sus ojos, en su lengua, en su corazón […] A mí me quemaron el
ombligo con fuego, yo soy el fuego […]’’
(El Fusilamiento del diablo 1986:157-158)
Malungaje fue el término designado por Brabche para expresar ‘‘la alegría que
significaba para ex compañeros de barco encontrarse por casualidad’23. El
investigador propone ese concepto a partir del término Malungo, que para los
pueblos bantúes de África central y oriental significaba algo así como el hombre
que hace el viaje eterno. Brancche lo explica así:
Varios son los investigadores que han enfocado su interés en las áreas culturales
de procedencia. En realidad, como se afirma en la poderosísima Historia General
del África (Vol 1) de la Unesco, es realmente difícil separar la historia del
23
Cfr. ‘‘Tomando en cuenta lo anterior quisiera proponer la idea del afecto y la asociación de los malungos
como una especie de principio básico para el imaginario discursivo de la diáspora’’. Malungaje: hacia una
poética de la diáspora africana. Revista Poligramas No.31, 2009.
29
[…] así los intentos más o menos exitosos de la ordenación del espacio, el
grado de organización de los hombres y la eficacia de sus técnicas para la
explotación de los recursos locales […] el clima de algunas zonas, adonde
quizás no se les facilitaba o les impedía el desarrollo de actividades
humanas, nada es sencillo en las relaciones íntimas entre la naturaleza y
el continente, cómo los hombres fueron ocupando, explotando y
transformando el medio de acuerdo a sus intereses políticos, técnicos y
económicos.
1. Alta Guinea: cubría un área que abarcaba desde el río Senegal hasta el sur
de Cabo Monte. En esta región se hablaban tres lenguas: el mande, las del
atlántico noroeste y las del suroeste. El padre Sandoval creía que castas
como los mandingas, jolofos y fulos, ubicadas en diversos puntos de esta
región podían entenderse por haber recibido conjuntamente la fe de
Mahoma.
24
Entre los trabajos más serios se encuentran De istauranda- Ethiopum salute, del Padre Alonso Sandoval; el
libro de Frederic Mauro, Le Portugal et l’atlantic au XVII; las investigaciones de Melville Herskovits y Philip
Curtin; asimismo el libro de Luz Adriana Maya, Demografía histórica de la trata de Cartagena.
30
Las islas de Cabo Vedrde fueron el principal puerto de esta zona para el depósito
y embarque de esclavos.
El fuego, pues hacía parte del imaginario de los esclavos llegados a América y su
defensa mediante éste no era nada nuevo. La novela El reino de este mundo,
escrita por Alejo Carpentier y publicada en 1949, ejemplifica de manera
enriquecedora esta cuestión. De hecho, Mackandal y Bouckman, vienen siendo
los padres literarios de Saturio.
Por otra parte, testimonios recogidos del Archivo Histórico Nacional de Madrid,
específicamente de Fondo Inquisitorial, dejan ver que el asedio mediante
incendios era una ofensiva practicada por los cimarrones y conocida por los
ciudadanos de las colonias.26
25
El narrador del Fusilamiento escribe: ‘‘Saturio se había convertido en líder de esa raza como en diversas
ocasiones lo habían intentado otros’’. Por su parte, El reino de este mundo, cuenta que ante el asedio de
Bouckman, ‘‘el rey volvió a su habitación y a su ventana. Ya había comenzado el incendio de sus granjas, de
sus alquerías, de sus cañaverales. Ahora, delante de los tambores corría el fuego, saltando de casa a casa, de
sembrado a sembrado. Una llamarada se había abierto en el almacén de granos, arrojando tablas rojinegras
a la nave del forraje. El viento del norte levantaba la encendida paja de los maizales, trayéndola cada vez
más cerca. Sobre las terrazas del palacio caían cenizas ardientes’’.
26
Los documentos del Fondo Inquisitorial contienen testimonios de esclavos enjuiciados por cimarronaje
que comparecieron ante el Tribunal de la Inquisición. RECORDAR LIBRO DE MORENO BLANCO
34
El fusilamniento del diablo recoge toda la tradición del fuego y le imprime un nuevo
sentido: el de la purificación. Su acto va cargado de significados que reivindican la
resistencia. No en vano, en cierto pasaje la conciencia le dice a Saturio: ‘‘¿Por qué
no les haces saber en su propia carne lo que es el fuego, el desamparo, el dolor?
[…] los blancos que van al infierno también se queman’’. En cambio, Memorias del
odio nos ofrece la versión de un Saturio obnubilado. Ofuscado, su deseo de fuego
es demasiado sordo, menos el de una comunidad que el de un individuo
desesperado y por tanto su acción queda suspendida en la órbita de la ética.
‘‘[…] Entrarás con las llamas en las manos, tu solo montarás los cuatro
jinetes del apocalipsis. Quibdó quedará arrasada, limpia de blancos para
que en sus ruinas los negros, los cholos, los mulatos, los mestizos,
puedan construir una nueva ciudad[…] allí puedes reír mientras se
queman los santos como cualquier negro en los Infiernos. Nuestros hijos
crecerán fuertes, sin odio, porque he extirpado la raíz mala ’’.
(El fusilamiento del diablo 1986:159)
35
Explica Cirlot que la mayor parte de los pueblos primitivos identificaban al fuego
como un demiurgo y lo consideraban el representante del sol sobre la tierra ‘‘Por
esto se relaciona de una lado con el rayo y el relámpago; de otro con el oro’’. En
su Poética del fuego, Gaston Bachelard escribe en relación al problema de la
expresión poética:
Otro tipo de violencia histórica que expone El fusilamiento del diablo es la que se
vive en el entorno del socavón. Con este mismo nombre, el poeta caucano
Helcías Martán Góngora título una de sus novelas. En ella, el socavón alude a la
<<fiebre amarilla de las minas>> al <<fuego satánico del oro>>. La obra, relata la
historia de Hans, un holandés que desembarca en Buenaventura y que acaso
prefiguran los versos de Guillén: ‘‘pupilas de vidrio antártico / los de mi [abuelo]
blanco’’.
El nórdico atraviesa un azaroso viaje por el litoral pacífico, arrancando por el río
Telembí, pasando por Iscuandé y deshaciendo su viaje hacia Popayán; baja luego
por el río Micay y el valle del Patía, en busca de los yacimientos de Sanabria por
territorio tumaqueño; finalmente, vuelve a Guapi. Ahí muere en la explosión de una
mina.
Otra novela de un autor del <<Litoral Pacífico>> que ahonda en la miseria de los
socavones es La bruja de las minas, de Gregorio Sánchez Gómez. El
protagonista, Mr. Stanley, dice: ‘‘There is much malaria aquí. Mal clima, pero
bueno, ¿Eh? Yo piensa que el remedio es en la mano: wisky o aguardiente…’’.
Este <<enmaniguado>> anglosajón, ha olvidado su idioma sin lograr adquirir el
37
conocimiento del rural. Igualmente Sánchez Gómez nos ofrece un ambiente donde
el clima y el entorno son adustos o insalubres.27 Zapata Olivella realiza un retrato
similar:
27
El profesor Jairo Henry Arroyo Reina prologa una reciente edición de esta novela: ‘‘Para aquellos que
hemos sido educados en la creencia de que la violencia colombiana fue una confrontación de partidos
políticos iniciada con la muerte de Jorge Elieces Gaitán, en La Bruja de las Minas encontramos no solo la
explotación y el saqueo de los recursos mineros naturales por empresas transnacionales americanas –como
había sucedido para los años 20 en la Costa Caribe con la explotación de petróleo y banano- sino la
explotación, el asesinato y en general la violencia para la década de los años treinta’’. La bruja de las minas.
Universidad del Valle, Cali, 2004.
38
28
Cfr. www.elespectador.com. Uribe recibe citación para explicar papel de paramilitares en caso
Drummond. Edición Online., 4 de Noviembre, 2010.
29
Cfr. William Faulkner. El ruido y la furia, Random House, Barcelona, 1946, Pg 59.
39
De ahí que percibamos este detestable orden de las cosas, esta miserable
cotidianeidad, no desde una perspectiva utópica, sintiendo que las cosas puedan
mejorar, sino como el resultado de un mandato avasallante, de una naturaleza
corrupta que va devorándolo todo sin remedio. Asimismo ocurre con las novelas
sobre Saturio.
En El fusilamiento del diablo, la tía, que trabajaba como empleada del servicio en
casa de su padrino Licurgo, es acosada sexualmente por éste. En un arrebato
brutal de celos, Numancia, esposa de Licurgo, arroja manteca caliente de una
paila sobre la cara de la Tía, dejándola ciega.
el gran Putas escrito por Jonathan Tittler, se explica que la obra de Zapata Olivella
manifiesta toda una concepción cosmogónica africana acerca del destino del
continente africano.
De esta relación incestuosa nacen los catorce orichas sagrados: Changó: espíritu
de la guerra y el trueno, del fuego y de los tambores; Oyá: patrona de la justicia
que ayuda a fortalecer la memoria; Oba: esposa de Changó, protectora de los
mineros; Oshún: oricha del amor y del oro, concubina de Changó; Dada: oricha de
la vida, protectora de los vientres fecundos, vigilante de los partos; Olokún:
hermafrodita, armoniza el matriarcado y el patriarcado que rigen las costumbres
de los ancestros; Ochosi: oricha de la flechas y los arcos, ayuda a los cazadores a
acechar el venado, vencer al tigre y huir de la serpientes; Oke: orisha de la alturas
y las montañas; Orun: oricha del sol; Ochú: diosa de las trampas del amor y
concubina de Changó; Aye-Shaluga: oricha de la buena suerte; Oko: oricha de la
siembra y de la cosecha; Chankpana: amo de los insectos, de la protección, lava
las heridas de los enfermos; Olosa: protectora de los pescadores, anuncia las
tormentas y sequias.31
31
Para facilitar la comprensión de su novela, el propio Manuel preparó un Cuaderno de Bitácora que versa
sobre la Mitología y la Historia de África, glosario que está al final y que es de gran utilidad. La literatura
sobre estos temas es muy rica. Para quien se interese, ver el texto del propio Manuel, El árbol brujo de la
41
libertad, y el famoso libro de la escritora cubana, Lydia Cabrera, El monte, La Habana, Editorial Letras
cubanas, 1993.
32
J. Titler------ primera edición en inglés de Changó el gan putas
42
Así mismo Analia Tu-Bari conoció en su ceguera ‘‘una fuerza imperiosa y nueva.
Ese impulso la llevó a cantar’’. Como lenguaraz ha logrado escudriñar en los
resortes del razonamiento del blanco. Para los que escuchaban, la labor del
intérprete se limitaba a explicitar la superficie, a una expresión que rayaba con la
conjetura. Todo lo contrario para él mismo.
‘‘Dicen que los negros nacimos para esclavos. Dicen que no tenemos
alma y que al morir nos vamos al Infierno. Dicen que somos como los
perros, que necesitamos del amo que nos zurre para ganarnos la comida.
¡Meniras son, sobrino! Dios nos ha dado brazos fuertes y una cabeza bien
puesta para pensar. Un tatarabuelo tuyo, ¿quién sabe cómo se llamaba?
Fue el primero de nuestra sangre en venir por aquí. Lo trajeron
encadenado y tenía la cicatriz de un hierro marcada en el pecho. Pero no
era esclavo. En la primera hilera de negros que se entró por estas
montañas, por entre estos ríos que ahora reclaman los místeres como
suyos, iba de puntero de cuadrilla. Era de noche cuando le cortó la cabeza
a su amo. Si alguien te dice que tienes sangre de esclavo, respóndele que
no será por la negra que corre por tus venas. Los Carabalí se mascaron
siempre los hierros. Tu abuelo, yo alcancé a conocerlo, nunca supo
44
Je t’evoque
Vieux bougan des montagnes sourdes la nuit…
Survie, Aimé Cesaire.
Es así como poco a poco un mundo indígena va irrumpiendo desde lo oculto, otro
mundo blanco y judeocristiano va siendo asaltado por creencias profanas que lo
enturbian y lo enriquecen a la vez. Poco a poco todo va cayendo como en una
oscuridad silenciosa, como en una sombra, en un hueco, donde todo se renueva y
se enriquece, donde todo arranca de la nada y todo fructifica para darle paso a
una nueva dimensión vital. ‘‘Trato de hablar y descubro la pesadez en la lengua,
33
‘‘[…] abordar una temática situándose fuera del discurso gobernado por la lucha de sectores dominantes
que lo detentan. Binomios tales como Sujeto/Objeto, Interior/Exteior, Ficción/Realidad, Locura/Razón, son
pues, condiciones de inteligibilidad que quedan suspendidos entre el escritor y el mundo exterior, entre su
interpretación de la historia y la posición que hasta ahora han ocupado en las prácticas simbólicas en la
sociedad ’’. J.M Coetze.
47
las piernas sin fuerza, mi cuerpo fijo al piso de madera como si me hubieran
clavado con cuatro lanzas de chonta. La cabeza me burbujea y percibo un sabor
amargo en la boca. Estos indios me han dado una pócima de tonga’’.
Así se produjeron prácticas secretas que combinaban creencias cristianas con las
africanas y las indígenas. Esta herencia de hibridación entre lo Yoruba, lo católico
y lo indígena, que ha sido mantenida hasta nuestro tiempo por las comunidades
afrodescendientes en las formas de Santería (Caribe), Candomblé (Guayanas y
norte del brasil), Vudú (Haití) y Rastafarismo (Jamaica), ha contribuido de manera
esencial en la riqueza de otros ámbitos como la música y la literatura.
La novela exalta el vigor que puede llegar a cobrar esta hibridación y sobre todo la
riqueza que aporta a la visión de mundo tales cruces. ‘‘Lo alimentarán con leche
de burra que le diera fuerzas y colgarían un ojo de buey en su garganta para
rechazar los maleficios’’, ‘‘de pequeña me prohibieron comer plátanos porque me
endulzaban la sangre y los murciélagos’’. Las anteriores creencias son narradas
alrededor de la mujer blanca de la novela, Eustaquia, y han sido sutilmente
puestas allí para ir urdiendo todo el entramado sincrético que la novela exalta
alrededor de la visión judeo-cristiana de ese mundo blanco.
[…] Cuando los tajos firmes tallaron la forma del notario, el brujo le clavó
espinas en los ojos y en el corazón. Bastaría un nudo atado al cuello para
privarlo del aire. De una pequeña bolsa sustrajo polvos de cal y los untó
en el rostro de la estatuilla para que los espíritus malignos no fueran a
confundirse y a habitar erróneamente en su cliente […]
(El Fusilamiento del diablo 1986: 54)
50
Con esto cobra sentido la reflexión de Roberto Burgos Cantor acerca de que si se
plantea el problema desde el momento de la captura en África, cuando unos seres
humanos fueron atrapados como animales y encadenados para ser traídos a la
fuerza con una finalidad lucrativa con razón y sentimiento se padecería lástima;
pero si enfoca desde las acciones de libertad que ejercieron las mujeres, los
hombres y los niños antes de que fuera abolida la esclavitud, el sentimiento
experimentado es el de admiración. ‘‘En ese momento estarán la lucha por la
libertad propia y la incorporación solidaria a la lucha por la independencia
nacional’’ (Bugors Cantor 2009: 16)
Con estas claves distribuidas a lo largo de El fusilamiento del Diablo, el lector hace
su entrada a un mundo desconocido que ya intuía, que siente latente desde la
primera página. La novela abre un umbral hacia un universo, vasto y oculto a la
vez. Es una fuerza que acecha a orillas del profundo río, tras la ciénaga,
escondido entre la selva.
Excluido del mundo de los blancos, pero hermético y misterioso a la vez, Saturio
ingresa en él, justo cuando ha escapado de la guerra. Un indio entre la maleza
advierte que Saturio solo se ha hecho el muerto para salvar su vida.
Este mundo indígena atrae con una fuerza arrasadora, como si todo hubiera
estado destinado a caer en su poderosa órbita. Progresivamente, los planos que
permite la estructura anacrónica del relato nos van llevando a ese sincretismo.
Primero tenemos Aguamú, el brujo que incomoda a la Iglesia, un réprobo del día a
día que rivaliza en sabiduría con la palabra de la Santa Iglesia. A él le dirán: ‘‘No
está bien que atribuyas poderes sobrenaturales a las cosas. Es una pruba de que
no has entendido las enseñanzas de la Iglesia. Solo Dios y los santos
consagrados en el altar pueden hacer milagros’’. Luego tenemos la aparición del
universo indígena, los indios, encarnados por Tatué, que nos revela un mundo al
que pareciera convenirle su aislamiento, pues se muestra solitario y puro. De ahí
que este mundo siempre esté como en claroscuro y siempre haga su aparición
desde lo oculto: ‘‘el indio acuclillado entre la maleza’’, ‘‘algo se mueve entre las
palmeras’’, ‘‘los cabellos sobre sus caras les ocultan la risa’’, ‘‘Observo a mi
alrededor y solo encuentro los ojos puntiagudos de los indios ’’
Precisamente, aquí es donde yace la fuente del universo creado por Zapata
Olivella. De esta relación se proyectan sus efectos poéticos. De ahí que el
episodio de la consumación de esa unión entre la Chola y Saturio den prueba del
más excepcional lirismo y sensualidad en la prosa de Zapata Olivella.
Tiene un chaleco hecho con tapas de cerveza, por lo cual Saturio supone que
tiene trato con los gringos. ‘‘Le habrán hecho creer que son medallas’’, piensa.
Tatué fuma su pipa de materetira de maíz, ‘‘sorbía el humo del tabaco lentamente
y tras de saborearlo, lo arrojaba sahumeriando’’. El padre de la chola le entrega
tres limones partidos en cruz.
resiste sin gritar, apretando el ángulo de los muslos por donde el cuerno le
siembra la vida.
Paul de Mann, ha observado algo similar: ‘‘un lenguaje que logra someter el
mundo externo a sus propios fines’’. Es decir, se crea una imagen que renuncia al
deseo de coincidir con referentes predeterminados, ‘‘estableciendo su idioma en el
vacío de una diferencia temporal’’. 34 Finalmente Zapata Olivella en su mundo
alegórico, en ese mundo intempestivo que quiere protegerse de los impactos del
tiempo terrenal, genera su propia diégesis, remanso fértil para una nueva raíz
cultural, la raíz del Muntú Americano.
34
Cfr. Escribió Paul de Mann: ‘‘El predominio de la alegoría corresponde invariablemente al descubrimiento
de un destino auténticamente temporal. Ese descubrimiento se da en un yo que busca protegerse del
impacto del tiempo, refugiándose en un mundo natural con el que en realidad no guarda ninguna semejanza
[…] en el mundo de la alegoría el tiempo es la categoría originaria constitutiva ’’
55
Sin embargo, en su profundo ensayo La rebelión de los genes, deja claro que sus
preocupaciones siempre estuvieron enfocadas hacia una verdadera definición
sobre los componentes de la idiosincrasia nacional. ‘‘Pero América / matriz del
indio, / vientre virgen violado siete veces por la loba / fecundada por el Muntú / con
su sangre / sudores / y sus gritos / -revelóme Changó- / parirá un niño’’.
‘‘los ciudadanos de las cuatro grandes naciones que ocupaban nuestro territorio
en la trágica hora de la conquista’’.
El grupo más numeroso –unos 20 mil integrantes- lo constituyen los Embera, que
están asentados en las cuencas de los ríos Atrato y Baudó y la zona costera del
Pacífico en el norte de la región. Los denominados Embera-Katío viven en la zona
montañosa del extremo norte; los Embera-Chamí se ubican en la parte alta del río
San Juan; mientras que los Embera del alto Andágueda, viven dispersos en las
partes altas de la cordillera Occidental, cerca de los límites del Chocó con los
departamentos de Antioquia y Risaralda.
Por otra parte, se encuentran los Waunana o Noanama, que poseen un dialecto
uniforme pero emparentado con la familia lingüística del Chocó.
Sin embargo, otros grupos Embera, que no viven propiamente en el Chocó, se han
ubicado a lo largo de toda la costa pacífica colombiana o Chocó Biogeográfico,
como lo denominan los biólogos.35 Uno de estos grupos son los Eperara-Sapidara,
el grupo más sureño de la familia Embera, que tienen sus principales
asentamientos en las zonas medias y bajas de los ríos Saija en el departamento
del Cauca –este grupo denomina a los anteriores con el nombre de Eyábida, que
significa <<gente de la montaña>>.
Anterirometne los Embera vivían en tambos circulares en las riberas de los ríos
pero actualmente habitan construcciones rectangulares o circulares agrupadas en
pequeños caseríos ribereños. Cultivan el maíz, la caña, yuca, arroz, frijol, plátano,
chontaduro, piña, borojó y otras frutas. Su economía se complementa con la caza,
la pesca, la alfarería, la cestería y la construcción de canoas y su organización
política está constituida desde hace varias décadas en una estructura de cabildos
mayores y menores en el seno de organizaciones como la Unión de Indígenas del
Chocó (Undich), la Organización Regional Embera-Waunana (Orewa), Asociación
Campesina Integral del Atrato (Acia), el Consejo Regional Indígena del Cauca y
Organización Nacional Indígena de Colombia (Anic).
35
El Chocó Biogeográfico, conocido también como la Ecorregión Chocó-Darién, se extiende desde la
provincia panameña del Darién y la zona del golfo de Urabá, en el norte, hasta la provincia ecuatoriana de
Manabí, en el sur; así mismo, se considera su extensión entre el océano Pacífico y la cresta o divisoria de
aguas de la vertiente occidental de la cordillera de Los Andes.
58
Para Zapata Olivella el término ‘‘etnia’’ tiene un valor que palidece frente a la
noción de idiosincrasia. Sostiene que ‘‘etnia’’ es un concepto demasiado abstracto,
mientras que la noción de idiosincrasia es inalienable dado que etimológicamente
significa, <<temperamento propio>>. El escritor sostiene que la significación de
‘‘etnia’’ de alguna manera está subsumida, pues alude a la idiosincrasia de los
pueblos que por su pasado histórico comparten un mismo origen, ‘‘siempre
derivado de mestizajes y pautas sociales, también con mayor o menor grado de
valores pluriculturales’’.
Sin embargo, los esclavos crearon algo imprevisible, dice Glissant, a partir
únicamente de los poderes de la memoria, esto es, solamente a partir de los
recuerdos que le quedaban y que él denomina <<rastros-residuos>>. Así no solo
conformó nuevas formas espirituales como se ha observado anteriormente, sino
que conformó lenguajes criollos y formas de arte válidos para todo.
Sin embargo, vale la pena resaltar un ritmo propio de la región que enmarca la
novela: la salsa. El prestigioso sociólogo puertoriqueño Angel Quintero, en su
texto Salsa, Identidad y Globalización, recuerda una canción en especial en la voz
de Ismael Rivera, sin antes señalar que el sonero la canta ‘‘sin lagrimeos, al
contrario, en tono festivo y aritmo de bomba’’: ¡Déjalo que suba a la nave / déjalo
que ponga un pié / que van a llevar latigazos / hasta los que están por nacer /.
Quintero escribe que el tema alude a la gran migración constitutiva del Caribe, la
trata esclavista, a propósito de la emigración puertoriqueña a New York que
originó la salsa.
Esta sociedad es refractaria a otras visiones del mundo como las que encarna
Frutos. El relato, explica Henao, ilustra la tensión que se vive en el seno de la
sociedad blanca, entre acoger o rechazar, el aporte negro a la cultura.
61
Carrasquilla sin ser ajeno a estas tensiones, las resuelve al destacar a Frutos
como la poseedora del don de la palabra y de los secretos de su tradición. El
trabajo del profesor Henao está enfocado en el tratamiento de la <<negritud>> en
la obra de Carrasquilla dada ‘‘la poca atención, o cuando más, muy de pasada,
que se le ha dado al tema de la presencia del negro y su cultura, una suerte de
invisibilización a la que no han sido ajenas las ideas dominantes en la crítica
literaria del país ’’.
Por su parte, Deas refiere que el siglo XIX fue el de <<la edad de oro de los
lexicógrafos, gramáticos, filólogos y letrados vernaculizantes>> y que ‘‘aunque los
libros de gramática y de ortografía se vendían junto con el aguardiente, la panela,
las telas y las parrillas, las ganancias no eran tan grandes y el espíritu no era tan
democrático’’.
que buscar <el carácter diferencial de una nación o una región determinada. Ese
exponente habrá de buscarse en la clase media, si no en el pueblo> ’’.
Algo muy similar le ocurre al escritor Edouard Glissant con la lectura de William
Faulkner. Podemos pensar en líneas como estas que dejó el nobel
norteamericano en sus novela El ruído y la furia:
Para Faulkner entonces la cuestión sería por el Ser: ¿cómo ser, cómo conducirse,
reflexionar, o al menos actuar con la tierra? A los negros, por el contrario, la
cuestión no se les plantea, se les impone.
64
Explica Glissant que Faulkner en sus tiempos mozos los trató a menudo de
‘‘niggers’’, quizás no por automatismo sudista sino por pura provocación
deliberada.
Sin embargo, este último Faulkner, en la última línea del Apendice que retrata el
linaje de los Compson, al mencionar a Diltey –la vieja negra que toda su vida
cargó a sus espaldas, sino el honor, al menos la honorabilidad, de aquella cas-
escribe: <<ellos perduraron>>.
En nuestra novela, cuando niño, Saturio iba con sus amigos a espiar los rituales
maléficos del brujo y cierto día en la iglesia le confiesa que lo vio metiendo un
espejo en una batea con agua. El cura le exige de inmediato renunciar a todo nexo
con Aguamú.
Pero es a éste a quien más adelante acude Saturio para poseer a la blanca
Eustaquia. El brujo le da una clavícula de muerto, un familiar, y le indica: ‘‘busca el
retrato de ella; un mechón de su pelo y amarra todo en tu pañuelo y rézale todas
las noches siete credos y siete avemarías ’’.
65
LA REIVINDICACIÓN IDENTITARIA
67
Desde esta óptica hay al menos tres conceptos claves para la comprensión de una
reivindicación identitaria a partir de la novela El fusilamiento del diablo. El primero
sería el de identidad, es decir, consensuar sobre qué se entiende por ésto; el
segundo, entender que la cultura es transversal a todos los procesos de identidad;
por último, observar cómo esta cultura define a la colectividad.
Las cosas tienen una identidad en cuanto son iguales a sí mismas y a la vez
diferentes de otras. De modo que, siguiendo al investigador Gilberto Giménez 37,
debemos considerar que la primera función de la identidad sería marcar fronteras
36
Explica Zapata Olivella que en el Congreso de Cúcuta (1821), al redactarse la primera Constitución, a los
africanos se les denominaba escuetamente “esclavos”. Se les clasifica por su naturaleza de nativos o por su
estado social, según las normas coloniales, pero nunca por sus patronímicos. Una vez más, Bolívar reclama la
emancipación de los esclavos, con mejor suerte, pues entonces se declaran la manumisión y la libertad de
vientres. En parte eso acalló su conciencia ante el compromiso adquirido con el presidente haitiano Petion –
quien apoyó su causa - , de concederles la libertad absoluta.”
“ Inclusive en la Ley de Abolición de la Esclavitud (1851), por la cual se les concede la ciudadanía, ni siquiera
se les nombra libertos. Por costumbre o prejuicio, desde entonces seguirán estigmatizados con el epíteto de
“negros”, acuñado en los primeros días de la trata y repetido en la nueva Constitución
37
Gilberto Giménez es Doctor en Sociología por la Universidad de Sorbona, París; Investigador de tiempo
completo adscrito al instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y profesor de de Ciencias Políticas y
Sociales en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma universidad. Gilberto Gimenez. La cultura como
identidad y la identidad como cultura. En Identidad Cultura y Política, Programa Editorial Universidad del
Valle.2009.
68
El mayor logro en este sentido, el más visible, y el más complejo, alcanzado por
las dinámicas de reivindicación de la identidad étnica en la costa pacífica
colombiana, ha sido el de plantear las relaciones entre identidad y territorio. Sí
como sostiene el sociólogo e investigador de cultura popular Alejandro Ulloa, la
identidad pone en relación vínculos comunes, problemas semejantes y
esperanzas compartidas, El fusilamineto del diablo es la contestación a una
realidad marcada por la desigualdad y la exclusión.
38
Jorge Orlando Melo. Contra la identidad. Revista El Malpensante. Bogotá, Colombia, 2006.
69
embargo, por otro lado hay quien siente este mismo peso y elabora un discurso
más pacífico y lógicamente argumentado, y es el personaje del abogado Marino
Quetecú. No en vano es él quien se ofrecido a llevar la imposible defensa del
condenado Saturio. Es él, quien en un diálogo con el preso, inicia una larga
reflexión por medio de estas palabras: ‘‘La pena del negro no puede medirse por
las penas tuyas o mías. Nosotros somos apenas eslabones de una larga cadena.
Nuestro interés debe concentrarse en conquistar los derechos de todos… has
llegado aquí porque eres igual que yo, residuo de esclavos’’. El diálogo se
desarrolla en el calabozo donde ‘‘el miasma hizo evocar las bodegas de los barcos
negreros’’.
Zapata Olivella lo sabía muy bien. Para él, las disposiciones sobre la defensa del
medio ambiente alteraban los modos tradicionales de preservarlo, ‘‘en tanto se
dejan abiertas las posibilidades de la explotación irracional de los consorcios
petrolíferos, mineros, madereros y pesqueros nacionales y foráneos’’. No en vano
el Míster se jacta de decir: ‘‘Yo soy el único dueño de estas tierras en ambas
márgenes de estos ríos’’, las cuales también dentro de la novela eran pagadas con
granos de oro y salían avante dado la protección legal que conseguían.
Por ello, la guerrilla conformada por Saturio simboliza en gran medida la pugna por
esa justicia social. ‘‘Ustedes deben saber que los nacidos en este pueblo somos
70
rebeldes por nacimiento’’, dice Saturio, mientras su tía constata que desde su
nacimiento ‘‘andas alzado en armas en la mente de negros y mulatos
capitaneando la tropa de tus guerrilleros’’. De hecho, la agrupación de estos
camaradas sugiere que toda identidad colectiva implica una acción colectiva.
‘‘Lo que viene de frente y sentirlo una vez que reconozco mi frontera’’, lo que va
surgiendo de manera imprevista en los contactos con negros de otras castas, con
otras lenguas, con comunidades indígenas sobrevivientes al exterminio de los
conquistadores, con el manglar, con las condiciones de vida en el cimarronaje, en
los trabajos como remeros, como sirvientes, en las haciendas, en las galeras, en
las minas de los socavones, en las construcciones de las murallas, en los trabajos
como intérpretes.
Al escribir la novela, Zapata Olivella tenía claro que si bien por vía constitucional
quienes detentan el poder acuerdan integrar otras comunidades étnicas a su
planificación, atenúan los verdaderos aportes de éstas poblaciones en la
configuración de la Nación, cuando no los invisibilizan totalmente. Esto los coloca
en un posición desventajosa con la cultura predominante, subordinando a estas
comunidades a una participación secundaria en términos de construcción de
imaginarios. En este sentido la novela reivindica, a través de la fuerza de la tropa,
los aportes culturales invisibilizados.
Por ello, pese a su lucha con la predominancia dominadora del Blanco, a pesar
que perduren las condiciones de vida impuestas por su capitalismo salvaje, el
grupo de Saturio desde un principio deja claro que su objetivo no es concentrar el
poder solo en los negros ni Zapata Olivella quiere darnos una visión solo de las
negritudes.
73
La consolidación de la relación entre la Chola y Saturio deja más que claro que la
novela señala un mestizaje, una relación como punto de partida. La cuadrilla de
Saturio es simplemente la contestación a esa prolongación de la cultura
hegemónica, es la sacudida a ‘‘la dominación de la ‘blancura’, para la formación de
una sociedad verdaderamente justa e incluyente.
No es casualidad que cuando Saturio entra en contacto con ese mundo indígena
de la Chola, se despliega todo un mundo cultural expresado en diversos aspectos.
Uno de ellos, que se presenta con intensidad a lo largo de la novela, es la
gastronomía. Como explica Gilberto Freyre: los negros dominaron la cocina,
‘‘conservando, en gran parte, su régimen dietético’’.
De acuerdo con Luís Guillermo Vasco (1974) la palabra boró, en lengua Chamí,
significa cabeza; por su parte jó, significa árbol, con lo cual tendríamos algo como
árbol que lleva cabezas.
‘‘el almuerzo de aquel día fue copia del anterior salvo el aumento del
tapado que Gregorio había prometido, potaje que preparó haciendo un
hoyo en la playa, y una vez depositado en él, envuelto en hojas de biao, la
carne, el plátano y demás que debían componer el cocido, lo cubrió en la
tierra y encima de todo encendió un fogón’’.
Este bien podría ser lo que en el Valle del Cauca se conoce como sudado y en
otras regiones del país viudo, dado que ‘‘esa cocción no permite la pérdida de
parte alguna de los caldos que los alimentos liberan’’
Algo similar sucedía con las old mammys o las Aunt Jemima (nombre genérico
dado a las cocineras negras del sur estadounidense) y su preparación de
bizcochos en el delta del Mississippi.
Otra fruta similar a las anteriores, por su alta concentración en fósforo, hierro y
calcio y por nutrirse del sol del litoral es la Chirimoya. Refiere Patiño, el caso de un
británico que la probó y la describió como ‘‘de un gusto exquisito, parecido a una
mezcla que se hiciese de fresas, crema y azucar’’. En otra ocasión se habla de un
tamal de pipián, o con sopa de carantanta, o con una carne desmechada
compuesta a la criolla, todo esto regado con uchuyaco o ají de maní y desde luego
en compañía de innumerables frutas, entre las que destacaba, y sigue
destacando, la chirimoya
76
Otro de los alimentos que referencia Zapata Olivella en su obra son el plátano y el
maíz. De hecho, el brujo Tatué ‘‘fumaba su pipa de maretire de maíz’’. John P.
Hamilton, enviado del gobierno británico a Colombia entre 1823 y 1825, tras varios
días de padecimientos se encontraron con unos nativos que ‘‘vinieron con comida
de maíz, yuca y pescado, de que había mucha falta’’, según lo narra el escribano
Juan Bautista Sardella en Relación del Descubrimiento de las provincias de
Antioquia por Jorge Robledo.
Cuando Saturio llega por primera vez a la mina, quizás el único buen trato que
recibe en ese mundo hostil es el de las mujeres de la cantina, quienes al ver su
aspecto fatigado ‘‘se dieron prisa en asarnos unos plátanos que nos devolvieran el
aliento’’. Emilia Valencia, autora de El Sabor del Pacífico, da una tradicional receta
de la región donde ‘‘se requiere pescado, plátanos verdes, yuca, refrito, leche de
agua-coco, leche espesa de coco, hierbas (cilantro, cimarrón, poleo) y sal’’.
Explica Patiño que existe también una variante compuesta, llamada bala marinera.
En este plato, se cubre una capa de esta masa con camarón rápidamente
sancochado en salsa cremosa de hogao con leche de coco y algo de pique, y se
tapa con otra capa de Fufú, para formar cuadros de bello color que se sirven de
entrada. Al investigador le recuerda ‘‘por su aspecto’’ a la causa limeña, aunque
sea diferente en sabor y procedencia.
De igual manera hay un pasaje donde los indígenas le ofrecen una masa blanca
que no dejan de comer , una harina humedecida que lo marea. Saturio percibe un
sabor amargo y explica que es una pócima de tonga. Es diverso el universo
culinario que por experiencia, sea directa o contada, se conoce del Litoral Pacífico.
77
Entre sus manjares vale la pena mencionar la comida del mar que el libro de
Patiño y otras investigaciones culinarias referencian.
Muchas de estas comidas tienen un origen africano, como lo señala José Rafael
Lovera (1991:55) que reconoce a la bala, como preparación propia del África
occidental.
En efecto, cuando los esclavos habían terminado su jornada diaria solían reunirse
junto a los fogones para darle paso al canto entre tambores, flautas y guasás
(cilindro de guadua al que se le introducen semillas de achiras) de modo que así la
música entraba también a formar parte protagónica de las relaciones culturales
que se iban tejiendo entre los esclavos.
Zapata Olivella en esta ocasión alude al baile. Para el sociólogo Alejandro Ulloa,
especialista en la salsa y su dimensión cultural como ritmo musical, ‘‘los bailes han
configurado un nuevo lenguaje corporal, un sistema de comunicación no verbal
con el que se pueden expresar sentimientos, emociones, actitudes y deseos y sin
necesidad de las palabras.’’
En la escena de Zapata Olivella, el viejo le dice a Saturio que los negros incluso
han aprendido a bailar antes de nacer. Con esto el autor reivindica la cultura,
señalando las raíces africanas del baile, la referencia a la música que los negros
esclavos escuchaban en las plantaciones y de la cual se desprenderán luego
ritmos tan famosos como el mambo, el son, el guaguancó, el chachachá, la plena,
la el merengue, el calipso, la cumbia, el currulao, el jazz, la samba y el regae.
80
De modo que todos los elementos sonoros debían gravitar, ‘‘como en la Ley de la
gravedad de Newton en torno de la tónica’’. Esto significaba el predominio del
canto sobre el baile, ‘‘de la composición sobre la improvisación, de lo conceptual
sobre lo corporal y de la expresión individual sobre la intercomunicación
comunal’’.
universo, deseaban olvidarse de las minas’’. Saturio expresa que ‘‘el baile me
liberaba de muchas angustias, dándome una seguridad que nunca lograron los
hechizos del brujo Aguamú’’.
El sociólogo explica que en algunas sectas africanas se veían telas rojas con
funciones evidentemente místicas. ‘‘Entre sus adeptos, como entre los devotos de
la iglesia, es común asociar a la mística de los colores las promesas a los santos’’.
(Quintero)
Angel Quintero opina que con la salsa se creaba una noción de identidad, que
aludía a la diferencia y la otredad de los no americanos, ‘‘pero no a todos, sino
83
Hay otra situación en la novela que entrevé otro aspecto de la música como
elemento cultural revitalizador de la identidad. En la cantina ‘‘hervía el revoltijo de
mujeres y mineros… los músicos se encarnizaban contra sus instrumentos:
Tambora, bombardino, clarinete, platillos’’.
Aquello no hace más que reflejar el vigor, la energía, la intensidad del espíritu
contestario que encierra la música de los negros. Cortázar, que siempre colocó la
música por encima de la literatura, tiene unas líneas que recrean con similitud la
alegre vehemencia expresada por Zapata Olivella. Escribe en su texto, Louis
Armstrong, Enormísimo Cronopio,
A propósito de los ‘‘cueros’’ vale la pena decir que son los tambores quienes
lideran la percusión en las múscias afrodescendientes. Así lo vislumbran estos
versos del genial poema La canción del bongó, de Nicolás Guillén
De modo que la novela enfatiza en la relación como el concepto clave para una
justa valoración de la identidad de las negritudes.
Es decir, la importancia de la identidad del negro estriba en su participación, en su
interacción con indígenas y blancos en la configuración de la sociedad.
La reflexión de Zapata es valiosa puesto que nos dice que negros e indios
comparten con el resto de la población desplazada muchas injusticias de
marginación que, como lúcidamente explica el profesor Delfín Ignacio Grueso,
‘‘emergen del modo como nuestra violencia los ha expulsado de sus tierras’’.
Por otra parte, una lectura actualizada de la novela demuestra que es más bien
poco lo que parece haber cambiado desde la denuncia presentada por Zapata
Olivella en su obra. De ahí que la novela gane preponderancia en nuestro tiempo
86
pues clama por una inclusión a la sociedad mientras deja de lado la obstinación
en resaltar las diferencias étnicas.
La pobreza y la corrupción que impera hoy por hoy no solo en Quibdó sino en el
resto del Chocó es alarmante. El analfabetismo es el segundo más alto del país,
después de la Guajira. La tarea no es fácil, pues el presupuesto es
permanentemente saqueado y objeto de innumerables abusos. Por ejemplo, se
nombran ilegalmente profesores que dejan huecos fiscales millonarios al
Departamento.
Sin embargo, una política corrupata como la que se ha venido practicando siempre
va a desangrar al departamento. Políticos del Chocó como Patrocinio Sánchez,
Edgar Torres y Odín Sánchez han sido arrestados por supuestos vínculos con
grupos ilegales, enriquecimiento ilícito y corrupción.
Negras) que surgió en la primera mitad de los años 90, en el Pacífico centro y sur
(Buenaventura, Guapi y Tumaco) norte del Cauca y la Costa Caribe. 39
Por supuesto
que estas tierras son suyas, pues los afros en las profundidades de la selva
reinventaron su cultura africana, adaptándola a las nuevas exigencias y
necesidades de un medio inhóspito para ellos, como sostiene William Mina, en El
pensamiento afro más allá de oriente y occidente.
Sin embargo, estos desarrollos siguen siendo empañados por procesos llenos de
corrupción en lo que respecta a la titulación de estos terrenos, tal como lo ha
dejado ver las denuncias que instituciones como el Episcopado.
Los religiosos recientemente han vuelto a denunciar los malos manejos y
corrupción en la legalización de predios y escrituras.
Para nadie es un secreto que uno de los flagelos más graves de esto sea el
desplazamiento forzoso, pues en la mayoría de los casos, la corrupción busca
despojar de las tierras a las poblaciones de manera fraudulenta y en el común de
los casos de manera violenta.
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La ley tiene por objeto reconocer a las comunidades negras que han venido ocupando tierras baldías en
las zonas rurales ribereñas de los ríos de la Cuenca del Pacífico, de acuerdo con sus prácticas tradicionales de
producción, el derecho a la propiedad colectiva, de conformidad con lo dispuesto en los artículos siguientes.
Así mismo tiene como propósito establecer mecanismos para la protección de la identidad cultural y de los
derechos de las comunidades negras de Colombia como grupo étnico, y el fomento de su desarrollo
económico y social, con el fin de garantizar que estas comunidades obtengan condiciones reales de igualdad
de oportunidades frente al resto de la sociedad colombiana. De acuerdo con lo previsto en el parágrafo 1o.
del artículo transitorio 55 de la Constitución Política, esta ley se aplicará también en las zonas baldías,
rurales y ribereñas que han venido siendo ocupadas por comunidades negras que tengan prácticas
tradicionales de producción en otras zonas del país y cumplan con los requisitos establecidos en esta ley.
88
del 2 de mayo del 2002. ‘‘El 2 de mayo fue como el detonante, donde el mundo
vino a saber que nos estaban matando en el medio atrato’’. Hoy el brutal crimen es
considerado como un etnocidio.
‘‘Empezaron a llegar heridos a la casa cural y nosotros con una impotencia pues
con esas heridas tan grandes quién iba a poder hacer nada’’ dice la misionera
Carmen. Una víctima recuerda que intentó sentarse pero la carne se le
descolgaba de las piernas y en video de la Comisión Comisión Nacional de
Reparación pueden verse hondas cicatrices y lo destrozadas que quedaron sus
piernas.
detenidos por el Ejército, ni por la Fuerza Naval del Pacífico, ni por la Policía, ni
por la Fuerza Aérea.
caracol tv. com: ‘‘El Alemán asegura que AUC apoyó a fuerza pública en Bojayá’’
Por ahí a las 10:30 o a las 11 fue que tiraron el cilindro. Las operaciones de los
militares y para militares se fundamentaron sobre la base de aniquilar a la guerrilla
pero lo que se demostró fue que buscaban desplazar a la comunidad
afrodescendiente e indígena para apoderarse del territorio, rico en tierras aptas
para la agricultura, la explotación forestal, la minería y la biodiversidad.
El Alemán (video): ‘‘el territorio nos representa muchas finanzas en el tema de las
maderas, el tema del transporte, el tema del comercio como tal, formal e informal,
y la industria ganadera, plamera… y bananera’’.
‘‘Perdí 2 hijos, Dirlon Córdoba (28 años) y Guillermina Cuesta (23 años); también
perdí a mi nieta Shirley de 5 años’’. ‘‘A mí me calló un hijo y un nieto; mi hijo se
llama Herlindo Perea; ¿el nieto? Se llama Wilmar’’.
90
De modo que para Zapata Olivella lo crucial no es resaltar las diferencias sino
trascender el concepto esencialista de etnia, ‘‘recordando que el papel de los
negros africanos ha sido el de delinear, junto a la herencia europea e indígena, el
ser americano’’. No obstante, entendemos que son las políticas y las prácticas
sociales quienes deben garantizar aquella cohesión social que propone una visión
91
CONCLUSIONES
93
Así fue como lo practicaron los colonos del apartheid. Fueron sus políticas quizás
las que mayor sustento teórico le dieron a la supremacía de la raza blanca sobre
la negra. Dentro de su programa político la imperiosa necesidad de ‘‘drenar’’ toda
impureza de la raza en la Sudáfrica blanca y finalmente evitar una sociedad-
mescolanza (Mengelmoes– Samelewing). “Mengel contiene el meng, cognado del
inglés mangle (destrozar, estropear). Moes, cognado del inglés mush (papilla), es
un término culinario’’. En su uso cotidiano, <<mengelmoes>> es siempre
despectivo, y sugiere una mezcla ‘‘en la cual se ha perdido no solo el carácter
individual, sino toda estructura original; lo que queda es informe, uniforme y
pastoso: de hecho, muy parecido a las heces”.40
40
ibid.
94
Esta teoría, a la que en 1909 no se prestó ninguna atención, está siendo hoy
estudiada con interés. Freire también referencia un estudio biogenético editado por
la Universidad de Londres, en la que W. Langdon Brown plantea el tema a
propósito de las relaciones de las glándulas endocrinas con el metabolismo
general.
Parece fuera de duda que en la producción del pigmento intervengan las glándulas
suprarrenales y pituitaria. “Que la glándula pituitaria, tanto como las glándulas
suprarrenales intervienen de modo importante en el proceso de la pigmentación lo
demuestra la manera como los gyrinos se tornan albinos después de la extracción
de esa glándula”. Esto permitió entrever la íntima relación entre las glándulas
productoras de calor y la pigmentación.
Por su parte, el profesor Arthur Dendy, recuerda una de las más sugestivas
evidencias indirectas de los caracteres adquiridos. Se trata del endurecimiento de
la piel y la callosidad del calcañar humano. Se sabe, dice el científico, que
callosidades de esa naturaleza se pueden obtener por fricción o presión. Por
consiguiente, el hecho de que el niño nazca con la piel de la planta del pie ya
endurecida, nos lleva a concluir en una modificación causada originalmente por la
herencia. Es decir, lo característico es que ese endurecimiento se dé por la
fricción o presión, por el uso y fijación permanente del pie. Pero si la piel presenta
estas características antes de que el niño nazca, éste sería un caso de carácter
somatogénico que a través de muchas generaciones se habría tornado
blastogénico.
esencia real, verdadera, de las cosas, las propiedades constantes y fijas que
define el ser de una entidad dada”, como sostien Diana Fuss.
Por el contrario la novela El fusilamiento del diablo aboga por una reivindicación
identitaria a partir de un sistema de relaciones, exaltando un mestizaje. La
propuesta de Zapata Olivella es reivindicativo en cuanto a la etnia siempre y
cuando se entienda a los negros como una de las raíces que integran al <<ser
americano>>, junto a los amerindios y europeos. Su enfoque pues, aboga por una
inclusión justa de la minoría afrodescendiente a la sociedad y no por una distinción
de su etnicidad.
Para ello la novela abre todo un universo cultural propiamente americano donde
participan estas tres raíces étnicas. En este sentido, Zapata Olivella ha entendido
que la cultura es transversal a todos los procesos de identidad y por tanto, a los de
colectividad. Si bien la novela aborda en gran medida la cultura afrodescendiente
del Chocó y esta a su vez es entendida como la organización social del sentido,
como representación compartida que un grupo o individuo hace en un contexto
histórico determinado, la reivindicación a la que apela Zapata Olivella pone en
relación vínculos comunes, problemas semejantes y esperanzas compartidas
entre negros e indígenas. El gran aporte de El fusilamineto del diablo es la
contestación a una realidad marcada por la desigualdad y la exclusión de negros e
indígenas.
violencia pues la novela pone en evidencia al menos tres tipos de esta: la violencia
histórica, institucional y descomunicativa. Otros elementos que funcionan como
una poética del texto serían el fuego, como símbolo de la purificación; las cuevas,
vinculadas al mundo del recuerdo, de los ancestros y raíces africanas, donde la
vida y la muerte se confunden; finalmente el mismo Saturio Valencia, que
personifica el sacrificio, la resistencia y la identidad.
Finalmente, es preciso anotar que al escribir El fusilamiento del diablo, Zapata
Olivella tenía claro que si bien por vía constitucional quienes detentan el poder
acuerdan integrar otras comunidades étnicas a su planificación, atenúan los
verdaderos aportes de éstas poblaciones en la configuración de la Nación. Esto
conlleva una desventaja a la hora de confrontarlas con la cultura predominante,
subordinándolas a una participación secundaria en términos de construcción de
imaginarios. Es en este sentido que la novela logra reivindicar la etnicidad negra a
través de la literatura.
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Contenido
INTRODUCCIÓN ................................................................................................................................... 4
HACIA UNA POÉTICA DE LA RESISTENCIA ......................................................................................... 19
ESCENCIALISMO VS. VISIÓN INCLUYENTE ....................................................................................... 45
LA REIVINDICACIÓN IDENTITARIA ..................................................................................................... 66
CONCLUSIONES ................................................................................................................................. 92
99