La primera predicación cristiana y la figura del Siervo
La figura del Siervo aplicada a Jesús está mucho más presente en la cristología de los primeros capítulos de Hechos y en otros textos de los Sinópticos. Numerosos textos de la predicación apostólica de Hechos hacen referencia a una cristología basada en el título de Siervo, con alusiones muy probables y a veces seguras a los cánticos de Isaías. «El Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis...» (Hch 3,13). «Para vosotros en primer lugar ha resucitado Dios a su Siervo y le ha enviado a bendeciros, apartándoos a cada uno de vuestras iniquidades» (Hch 3,26). «Porque verdaderamente en esta ciudad se han aliado Herodes y Poncio Pilato con las naciones y con los pueblos de Israel contra tu santo siervo Jesús, a quien has ungido, para realizar lo que en tu poder y en tu sabiduría había predeterminado que sucediera» (Hch 4,27-28). Pedro pide a Dios el don de poder realizar curaciones «por el nombre de tu santo siervo Jesús» (Hch 4,30). El texto que va leyendo el etíope eunuco que se encuentra Felipe camino de Gaza es exactamente Is 53,7-8. Es comprensible que la primera comunidad apostólica apelara a la figura del Siervo de Yahvéh para anunciar el kerygma cristiano: el Crucificado por los hombres ha sido Resucitado por Dios. La figura del Siervo paciente encaja bien en el esquema de contraste humillación-exaltación. El título de Siervo paciente cuadraba bien al que había sido Crucificado. Su solidaridad y su misión salvífica cuadraban bien con la interpretación salvífica de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús. Y poco a poco todos y cada uno de los rasgos del Siervo de Yahvéh se tornan reveladores de la identidad, la misión y el destino de Jesús. Las categorías de solidaridad, sustitución y expiación... tan recurridas y debatidas en la historia de la cristología, se hacen presentes especialmente en el cuarto cántico del Siervo de Yahvéh36. «Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sigo curados. Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahvéh descargó sobre él la culpa de todos nosotros... Por las rebeldías de su pueblo ha sido herido... Todos estos rasgos del Siervo de Yahvéh están presentes en el Nuevo Testamento, especialmente en los Sinópticos y en Hechos. Desde la experiencia pascual sirven para tejer los recuerdos del Jesús histórico. Pero, sobre todo, permiten a la comunidad de seguidores proyectar una nueva luz sobre los hechos recordados e interpretar la persona, la misión y el destino de Jesús. 2. La Figura del siervo en san Pablo La cristología primitiva hizo un uso abundante de la figura del Siervo de Yahvéh para interpretar el valor sacrificial de la muerte de Jesús. Pablo recibió de una tradición más antigua esta visión de la muerte de Cristo. «Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras...» (1 Cor 15,3. Cf. 1 Cor 11,23-26). Él interpretó esta cristología del Siervo a la luz de la cristología de la preexistencia de Cristo como Hijo. No obstante, enfatiza el carácter solidario, expiatorio y redentor de la muerte del Siervo: «(Jesús Señor nuestro) fue entregado por nuestros pecados, y fue resucitado para nuestra justificación» (Rom 4,25). «A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser Justicia de Dios en él» (2 Cor 5,21. Cf. Rom 5,8; 8,32; Gal 1,4; Flp 2,5-11; Ef 5,2...). 3. Jesús y la imagen del Siervo de Yahveh ¿Tuvo Conciencia Jesús de Ser el siervo? ¿No es probable que la figura del Siervo le permitiera tener una conciencia aproximada de su misión e incluso de su destino? Efectivamente sí. La redención, la humildad, el dolor, la humillación, todo ello habla de Cristo o del siervo. Sus mismas palabras parecen aludir a ello; El Hijo del hombre ha venido a servir y dar su vida «en rescate por muchos» (Mc 10,45). «Es necesario que se cumpla en mí esto que está escrito: Ha sido contado entre los malhechores» (Lc 22,37). O se cita ampliamente Is 53 en Hch 8,26-36. En el Bautismo de Jesús se dice: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”» (Mc 1,10-11. Cf. Mt 3,13-17; Lc 3,21-22; Jn 3,2). Aquí resuenan los primeros rasgos del Siervo de Yahvéh: es el Elegido de Dios, el Hijo predilecto; y ha sido ungido con el Espíritu. 4. La Muerte de Jesús como interpretación del Siervo de Yahveh Como el Siervo de los cánticos de Isaías, Jesús toma sobre sí nuestros delitos y ocupa el lugar que nos corresponde a nosotros, no el que le corresponde a él. Asume nuestra condición débil, nuestra condición mortal. Se hace solidario con nosotros hasta la muerte. Asume lo más in-humano de nuestra condición humana para redimirlo. Éste es el verdadero sentido de su vida y su muerte como sustitución, como expiación, como solidaridad... que nos salvan. Así su muerte es para nosotros causa de esa redención a la que aspiramos. Pero no es la muerte forzada de un esclavo, sino la muerte libre y voluntaria del siervo paciente. La debilidad de Jesús, igual que su cruz y su muerte, es una consecuencia y una expresión de su «libertad señorial». Su muerte es redentora porque en ella se revela y se ejercita todo el amor de Dios. «La muerte de Jesús es la última expresión del amor sin reservas de Dios a los pecadores, y, por ende, revelación de su gracia.