Sie sind auf Seite 1von 12

Unidad 1.

A modo de introducción: filosofía y filosofar

Por qué y para qué filosofar


Apunte de Cátedra

Introducción
Continuamos el diálogo iniciado en el Apunte de Cátedra anterior: Qué es la filosofía. Nos
preguntamos por el sentido de filosofar.

- Me gustaría recuperar los problemas que quedaron planteados. Se dijo


Profesor que quizás, mejor que preguntarse por el qué de la filosofía, era
preguntarse por el por qué, para qué y cómo hacemos filosofía. Vamos a
ensayar algunas respuestas.

- ¿Por qué filosofamos, profesor?


Estudiante

- Empecemos por desentrañar qué entendemos por una pregunta que se dirige al ¿por
P qué? La pregunta por el por qué es un tipo de cuestionamiento que señala a las causas,
a los motivos o a las razones por las cuales, hacemos algo, en este caso, filosofía. En
términos epistemológicos, decimos que pide una explicación. Ante esta ella se han
elaborado variadas respuestas. Pero lo primero que se me viene a la mente es Un acto de
exclamar: “¡¿y por qué no?”, “¿por qué no hacerlo si nada nos los impide?!”. libertad
Pareciera un acto de libertad disponerse a filosofar.
Aunque no es solo eso. Jean-François Lyotard (filósofo francés, 1924-1998), por ejemplo, optó
por responder al por qué filosofamos antes que hacerlo sobre qué es la filosofía. Y él plantea que
indagar por el por qué lleva en sí mismo la destrucción de lo que cuestiona puesto que en esta
pregunta se admite a la vez la presencia real de la cosa interrogada -la existencia de la filosofía-
y su ausencia posible, ya que por un lado preguntamos como si estuviéramos
fuera de la filosofía y, por otro, porque no logramos dar con ella, no sabemos El deseo
bien de qué se trata. Y al señalar esto decide trastocar la pregunta por qué como
filosofar por otra: por qué desear. motor
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Por qué y para qué filosofar?

En resumen, para Lyotard, filosofamos porque deseamos, porque queremos, porque nos
apetece. Para el filósofo francés, el filosofar se vincula con el deseo, con el deseo de obtener
algo que se nos escapa, algo que no logramos apresar. En este sentido se vincula con la
etimología del término “filosofía”, que la define como “amor (filo) a la sabiduría (sophía)”, deseo
de sabiduría, y que distingue al filósofo del sabio por cuanto mientras el primero desea, el
segundo ya ha consumado su deseo.
El problema aquí es que la consumación del deseo haría innecesario el seguir filosofando porque
ya habríamos obtenido lo que buscábamos. Y si alcanzamos el objeto deseado, corremos el
peligro de ser como el “hombre del colchón”. Por eso filosofamos: porque queremos y, como dije
antes, porque tenemos la libertad para hacerlo.
Pero no sólo es nuestra libertad o nuestro deseo lo que motiva nuestro filosofar, es decir, lo que
origina la filosofía. Y si bien tanto el deseo como la libertad pueden ser una motivación general
del filosofar, o una motivación en sentido amplio, Karl Jaspers, en un muy famoso texto señalaba
que lo que origina el filosofar -ya de manera más específica o en un sentido más estricto- es el
asombro, la duda y las situaciones límite. Y lo decía así:

Este origen es múltiple. Del asombro sale la pregunta y el conocimiento, de la duda


acerca de lo conocido el examen crítico y la clara certeza, de la conmoción del hombre
y de la conciencia de estar perdido la cuestión de sí propio. Representémonos ante todo
estos tres motivos.
Primero. Platón decía que el asombro es el origen de la filosofía. Nuestros ojos nos
“hacen ser partícipes del espectáculo de las estrellas, del Sol y de la bóveda celeste”.
Este espectáculo nos ha “dado el impuso de investigar el universo. De aquí brotó para
nosotros la filosofía, el mayor de los bienes deparados por los dioses a la raza de los
mortales”. Y Aristóteles: “Pues la admiración es lo que impulsa a los hombres a filosofar:
empezando por admirarse de lo que les sorprendía por extraño, avanzaron poco a poco
y se preguntaron por la vicisitudes de la Luna y del Sol, de los astros y por
el origen del universo”. El asombro
El admirarse impele a conocer. En la admiración cobro conciencia de no La duda
saber. Busco el saber, pero el saber mismo, no “para satisfacer ninguna Las
necesidad común”. situaciones
El filosofar es como un despertar de la vinculación a las necesidades de límite
la vida. Este despertar tiene lugar mirando desinteresadamente a las
cosas, al cielo y al mundo, preguntando qué sea todo ello y de dónde todos
ello venga, preguntas cuyas respuestas no serviría para nada útil, sino que resulta
satisfactoria por sí sola.
Segundo. Una vez que he satisfecho mi asombro y admiración con el conocimiento de
lo que existe, pronto se anuncia la duda. A buen seguro que se acumulan los
conocimientos, pero ante el examen crítico no hay nada cierto. Las percepciones
sensibles están condicionadas por nuestros órganos sensoriales y son engañosas o en
todo caso no concordantes con lo que existe fuera de mí independientemente de que
sea percibido o en sí. Nuestras formas mentales son las de nuestro humano intelecto.
Se enredan en contradicciones insolubles. Por todas partes se alzan unas afirmaciones
frente a otras. Filosofando me apodero de la duda, intento hacerla radical, mas, o bien
gozándome en la negación mediante ella, que ya no respeta nada, pero que por su parte
tampoco logra dar un paso más, o bien preguntándome dónde estará la certeza que
escape a toda duda y resista ante toda crítica honrada.
La famosa frase de Descartes “pienso, luego existo” era para él indubitablemente cierta
cuando dudaba de todo lo demás, pues ni siquiera el perfecto engaño en materia de
conocimiento, aquél que quizá ni percibo, puede engañarme acerca de mi existencia
mientras me engaño al pensar.

2
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Por qué y para qué filosofar?

La duda se vuelve como duda metódica la fuente del examen crítico de todo
conocimiento. De aquí que sin una duda radical, ningún verdadero filosofar. Pero lo
decisivo es cómo y dónde se conquista a través de la duda misma el terreno de la
certeza.
Y tercero. Entregado el conocimiento de los objetos del mundo, practicando la duda
como la vida de la certeza, vino entre y para las cosas, sin pensar en mí, en mis fines,
mi dicha, mi salvación. Más bien estoy olvidado de mí y satisfecho de alcanzar
semejantes conocimientos.
La cosa se vuelve otra cuando me doy cuenta de mí mismo en mi situación.
El estoico Epicteto decía: “El origen de la filosofía es el percatarse de la propia debilidad
e impotencia”. ¿Cómo salir de la impotencia? La respuesta de Epicuro decía:
considerando todo lo que no está en mi poder como indiferente para mí en su necesidad,
y por el contrario, poniendo en claro y en libertad por medio del pensamiento lo que
reside en mí, a saber, la forma y el contenido de mis representaciones.
Cerciorémonos de nuestra humana situación. Estamos siempre en situaciones. Las
situaciones cambian, las ocasiones se suceden. Si éstas no se aprovechan, no vuelven
más. Puedo trabajar para hacer que cambie la situación. Pero hay situaciones por su
esencia permanentes, aun cuando se altere su apariencia momentánea y se cubra de un
velo su poder sobrecogedor: no puedo menos de morir, ni de padecer, ni de luchar,
estoy sometido al acaso, me hundo inevitablemente en la culpa. Estas situaciones
fundamentales de nuestra experiencia las llamamos situaciones límites. Quiere decir que
son situaciones de las que no podemos salir y que no podemos alterar. La conciencia de
estas situaciones límites es después del asombro y de la duda el origen, más profundo
aún, de la filosofía. En la vida corriente huimos frecuentemente ante ellas cerrando los
ojos y haciendo como si no existieran. Olvidamos que tenemos que morir, olvidamos
nuestro ser culpables y nuestro estar entregados al acaso. Entonces sólo tenemos que
vérnoslas con las situaciones concretas, que manejamos a nuestro gusto y a las que
reaccionamos actuando según planes en el mundo, impulsados por nuestros intereses
vitales. […]
En el dolor, en la flaqueza, en la impotencia nos desesperamos. Y una vez que hemos
salido del trance y seguimos viviendo, nos dejamos deslizar de nuevo, olvidados de
nosotros mismos, por la pendiente de la vida feliz.

(Jaspers, 2000, 17-20)

E - Todo muy bien, pero ¿esto siempre fue así, y hoy sucede lo mismo?

- Si bien ésta es una respuesta ya clásica a la pregunta que apunta


P a las razones y motivos del filosofar, podemos replantear tu La pregunta por
pregunta: ¿por qué filosofar en la actualidad, en los inicios del la actualidad.
siglo XXI? en la época de las crisis políticas y económicas, sociales, ¿Por qué y para
culturales y educativas, en la época del mundo en que se disuelven todas qué filosofar
las tradiciones y ya no existe un algo común indiscutible, en la de que la hoy?
verdad ya no nos es revelada ni es objetiva, en la época de la caída de
los fundamentos absolutos,1 en la era de las tecnologías, de la consumación y crisis del
capitalismo, la globalización y la sociedad de consumo, la era de la pérdida de confianza en los
medios de comunicación, en la época de las masivas migraciones (y las limitaciones a ellas)
producto de las guerras, en la época donde han resurgido explícitamente la xenofobia, el
racismo, y donde aún impera -aunque ahora ya por suerte en algunos casos cuestionada- una
visión heteronormativa del mundo y de la vida. ¿Por qué filosofamos hoy? Esta pregunta es,
como ya decía Michel Foucault (filósofo francés 1926-1984) una pregunta por la actualidad.

3
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Por qué y para qué filosofar?

Arriesgando rápidamente una respuesta -y espero que en adelante podamos


seguir indagando esta cuestión- creo que hoy filosofamos precisamente por Cuestionarse
ser una época de crisis. Y toda crisis, aunque cada una tenga su ante la crisis
particularidad, exige la crítica, nos interpela y nos hace revisar nuestra forma
de estar y sentir en el mundo. Quizás entonces podamos decir una vez más
que la historia de la humanidad es una historia de crisis, y por eso mismo ejercemos la crítica
constantemente, cuestionamos nuestra forma de vivir en el mundo, por eso hacemos filosofía.

Ahora bien, respondida tu pregunta general sobre por qué filosofar, y habiendo dado algunas
pistas sobre por qué filosofar hoy, abordemos, aunque sea brevemente, puesto que esta
conversación ya se ha extendido suficiente, las otras dos cuestiones que nos quedan revisar:
¿para qué filosofar? y ¿cómo?

- Bien profesor, comencemos entonces, si le parece, por el para qué, ya que me inquieta
E
saber para qué se hace algo que parece no llevar a nada porque no nos brinda una
respuesta definitiva a los problemas planteados. Sinceramente, me resulta llamativo que
haya hoy en día quienes se dedican a algo que parece tan poco útil.

- Tu afirmación parece la de un ¡tecnócrata! Como la de quien con un enfoque técnico


P
del mundo orienta su acción únicamente a los resultados.
Bueno… Comencemos entonces abordando el problema que desata la propia pregunta.
La pregunta por el para qué, a diferencia de las preguntas por el qué y el por qué, expresa ya
un cambio de actitud. De una actitud teórica hacia una práctica. Es la pregunta por la finalidad
(télos) de algo. Si algo tiene un objetivo.
Para el pensamiento antiguo, y para Aristóteles (filósofo griego, 384-322 a.C.) en particular, el
mundo estaba orientado hacia un fin predeterminado, es decir ordenado teleológicamente. Los
términos griegos “fortuna”, “destino” y “virtud” están asociados a esta caracterización teleológica
del mundo. Y así, por ejemplo, para Aristóteles, la virtud (areté) del soldado consiste en ser
valiente en la lucha y evitar morir de manera deshonrosa, mientras que la cobardía y la
temeridad eran vistas como caracteres no virtuosos. En esta actividad estaba ya prefijada su
finalidad. Este carácter teleológico se extiende, inconscientemente, hasta nuestros días cuando
decimos, por ejemplo, que “el corazón tiene como finalidad bombear sangre”. Y así se cree que
un corazón cumple su función si lo hace eficientemente -en este sentido podríamos decir que es
un corazón virtuoso-. Pero el corazón no tiene un fin preestablecido. Bombea sangre y podría
muy bien hacer otra cosa, y no esa. En ese sentido, la finalidad se puede llegar a entender
también como utilidad: “el corazón sirve para…”, “es útil para…”
Sin embargo, el concepto de “utilidad”, tal como lo entendemos hoy, es bastante nuevo, según
señala Mac Intyre:

[…] es valioso dar cuenta una vez más de la otra ficción moral que emerge del intento
del siglo XVIII de reconstruir la moral, el concepto de utilidad. Cuando
Bentham convirtió «utilidad» en un término cuasi-técnico, lo hizo […]
La pregunta
definiéndolo de modo que englobase la noción de las expectativas
por la utilidad.
individuales de placer y dolor. Pero, […] los objetos del deseo humano,
¿Tiene
natural o educado, son irreductiblemente heterogéneos, y la noción de su
suma tanto para el caso de los individuos como para el de alguna sentido?
población no tiene sentido definido. Pero si la utilidad no es un concepto

4
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Por qué y para qué filosofar?

claro, usarlo como si lo fuera, emplearlo como si pudiera proveernos de un criterio


racional, es realmente recurrir a una ficción.

[…] el concepto de utilidad se diseñó para un conjunto de propósitos […] Y […] se


elabor[ó] en una situación en que se requerían artefactos sustitutivos de los conceptos
de una moral más antigua y tradicional, sustitutivos que aparentarían un carácter
radicalmente innovador e incluso iban a dar la apariencia de poner en acto sus nuevas
funciones sociales. (Mac Intyre, 2004, 117-118)

La pregunta por la utilidad también nos retrotrae a una vieja anécdota. Hacia el siglo VI a.C. -
según Platón (filósofo griego, 427-347 a.C.) - Tales de Mileto (filósofo y matemático griego, 625-
546 a.C.), quien es considerado el primer filósofo, sufrió un pequeño percance, y como
consecuencia, la burla posterior de su criada. La anécdota comentada por Platón señala que
Tales, al caerse a un pozo, es regañado sarcásticamente por su criada tracia, quien le dice: “por
mirar al cielo -se reía la joven- no advierte lo que tiene bajo sus pies”. Esta risa burlona pone al
descubierto la inutilidad de la filosofía.
Por otra parte, Foucault nos recuerda que para los griegos, por ejemplo, el ejercicio de la filosofía
tenía sentido dada la necesidad de “ocuparse de sí mismo”. Y para hablar de “ocuparse” se utiliza
el término therapeuein, de donde proviene en nuestra lengua el término “terapia”. Entre los
griegos este término tenía múltiples sentidos: se refería a los cuidados del médico, a los servicios
que alguien podía dar a otro, y también a los cuidados y al culto a las divinidades. La analogía
de la filosofía con la medicina forma parte de las tradiciones más antiguas de la cultura griega.
Así como la medicina sirve para curar el cuerpo, la filosofía sirve para curar el alma. La filosofía
es considerada un phármakon2. Y, por ejemplo, Epicuro (filósofo griego, 341-270 a.C.), en su
afán por combatir las enfermedades del alma, enuncia un tetraphármakon. Si Epicuro habla de
un tetraphármakon, de un remedio, es porque supone que la gente sufre dolores que pueden
erradicarse con una adecuada filosofía. ¿Entonces la filosofía debe tener alguna utilidad práctica?
Muchas veces se ha insistido positivamente en su inutilidad -como en el caso de Theodor Adorno
(filósofo alemán, 1903-1969)-, marcando así su vigencia.
Si te parece, leamos un artículo más o menos reciente sobre este problema, y después
continuemos conversando.

¿Para qué sirve la filosofía?


Desde su nacimiento, la filosofía carga con la sospecha de ser una disciplina sin utilidad. A lo largo
de los siglos, los pensadores han arriesgado varias justificaciones. En este informe, se ponen en
tela de juicio los distintos aportes que la filosofía podría hacer tanto en el ámbito público como en
el individual, el de la vida cotidiana.

Ivana Costa

[…]

Contra las ideas instaladas


"A la pregunta de por qué filosofar hay que responder con otra pregunta: ¿cómo no filosofar? La
posible inutilidad de la filosofía es parte de su contingencia —explica Samuel Cabanchik—y en ella
radica también su utilidad, ya que la filosofía sirve para no hacer masa con el pensamiento masa;
para ir más allá del pensamiento que domina en los medios, de la espontaneidad de la opinión de
la calle, de las fórmulas masificadas. No se trata de instalar un elitismo del pensar sino de ejercer
el pensamiento crítico, tanto en el universo personal como en el colectivo." […] La cuestión, de
todas maneras, sigue en pie: ¿en qué medida esta capacidad de poner a prueba los lugares

5
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Por qué y para qué filosofar?

comunes del pensamiento que tiene la filosofía logra hoy salir fuera de los centros de docencia e
investigación para situarse en las prácticas sociales? Y esto ¿tiene que ser así fatalmente? […]

El fin de las discrepancias


"Algunos piensan que la filosofía puede y debe contribuir a la solución de problemas morales,
psicológicos, científicos, políticos, y que si no lo hace, es sólo un juego frívolo —dice Manuel
Comesaña, de la Universidad de Mar del Plata—. Mi propia opinión, nada original, es que en dos
mil quinientos años la filosofía occidental no ha podido resolver ninguno de sus propios problemas
y siendo así es dudoso que pueda solucionar problemas ajenos. Desde luego, uno puede dar por
buena una teoría filosófica que tenga respuestas para todos los problemas, y esto es lo que hacen
los que dicen aplicar la filosofía. Por ejemplo: si uno es tomista y se ocupa de la llamada ética
aplicada puede condenar el aborto en toda situación, sin excepciones. Pero algunos de los mejores
filósofos van a rechazar con argumentos eso que uno da por bueno. Si uno mira esta situación
desde arriba no encuentra razones para adherir a ninguna teoría: cuando las autoridades
discrepan, no hay autoridades."

¿Deberían entonces dejar de discrepar los filósofos? En el diálogo De legibus, Cicerón relata la
siguiente anécdota: cuando el procónsul romano Lucio Gelio llegó a Atenas para gobernar en
nombre del Imperio, llamó con urgencia a los filósofos de la ciudad y les pidió que pusieran fin a
sus disputas estériles y llegaran a algún tipo de acuerdo; dijo, además, que si no querían pasarse
la vida discutiendo, él se ofrecía como árbitro para ayudarlos a alcanzar puntos en común. A
Cicerón esta situación le parecía, por lo menos, "chistosa" y, como él, muchos filósofos se han
horrorizado y se escandalizan hoy cuando se los intenta agrupar bajo una línea de pensamiento.
En cambio, Michael Frede, profesor de filosofía clásica en Oxford, escribió recientemente que hoy
existe "demasiado acuerdo" entre los intelectuales y que resultan mucho más útiles a la filosofía
quienes "tienen la claridad intelectual y el coraje para mostrar que las cosas se pueden ver de
otra manera".

Esta era la tarea que Theodor Adorno reivindicaba para la "inútil" filosofía: porque su supuesta
inutilidad deja al descubierto su crítica de los saberes y las prácticas dominantes. "La filosofía —
escribió Adorno—, a la que basta lo que quiere ser y que no galopa puerilmente detrás de la
historia y de lo real, tiene su nervio vital en la resistencia contra el actual ejercicio corriente y
contra aquello a lo que éste sirve: la justificación de lo que ya es."

El saber en sus límites

Pero tal vez convenga establecer otra zona para los acuerdos entre pensadores; por ejemplo,
acuerdos entre la filosofía y las otras disciplinas relacionadas directamente con el quehacer
humano. Horacio Banega, profesor de gnoseología en la UBA, dice que la utilidad de la filosofía
puede abordarse desde un eje individual y otro colectivo. "En cuanto a lo individual, la filosofía
sirve para adquirir habilidades cognitivas ligadas al pensamiento abstracto y eso luego trae
aparejado el placer por el saber. Colectivamente, la filosofía sirve para criticar, revisar o consolidar
las distintas racionalidades de la vida social, y allí la filosofía se encuentra en pie de igualdad con
otras disciplinas. No creo que pueda dar un punto de vista fuera de lo social y tampoco dar una
visión de la totalidad. Su aporte es, más bien, una metodología de análisis antes que un
pensamiento sustantivo."

Ahora, si la gente se reía de la futilidad del estudio de Tales de Mileto, qué queda para la filosofía
actual, que no es siquiera, como era en la Antigüedad, la suma del saber. No es ciencia, ni
tecnología de aplicación puntual, ni tampoco teología. Pero ¿sería deseable tener ciencia, técnica
o teología sin una reflexión filosófica que examine críticamente sus supuestos? "La filosofía es un
género de reflexión acerca de los fines y de los valores que orientan a un colectivo social —dice
Daniel Kalpokas, doctor en filosofía y especialista en el pensamiento del norteamericano Richard
Rorty—. Se supone que reflexiona sobre por qué invertir dinero en una investigación científica y

6
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Por qué y para qué filosofar?

no en otra, por ejemplo. Si la ciencia y la tecnología son medios para alcanzar ciertos fines, la
filosofía debería ser una reflexión acerca de esos fines y de su sentido."

Ligada a esta función aparece la dimensión crítica de la filosofía: "La crítica de la cultura es
prerrogativa suya —dice Kalpokas— porque es una reflexión que atraviesa todas las áreas
culturales: estética, ciencia, historia: todo lo que el alemán Jürgen Habermas llama "el mundo de
la vida", y esto es así porque la filosofía tiene esa capacidad de relacionar los diversos fragmentos
de la cultura con la vida cotidiana. Esto no es parte del contenido de las ciencias, sino de la
filosofía. En este sentido, su vocación por la totalidad de la cultura es legítima. Si Aristóteles
definía a la filosofía como el saber de lo que es en tanto que es, hoy deberíamos llamarla reflexión
de la cultura en su conjunto y en todas las sociedades".

La totalidad perdida

La ilusión de crear un sistema teórico de explicación del mundo a partir de la pura razón se terminó
con Kant, quien situó los límites del conocimiento humano y delineó los usos posibles de la razón
pura y práctica. "Las cosmovisiones omnicomprensivas del mundo, sean de carácter religioso,
metafísico o ideológico, o inclusive metafísicas laicas y seculares como el marxismo leninismo,
han perdido vigencia absoluta", dice Osvaldo Guariglia, profesor de ética en la UBA e investigador
del Conicet. ¿Significa que los márgenes de utilidad de la filosofía son más estrechos?

"En este mundo nuevo de pensamiento postmetafísico —sigue Guariglia— el filósofo de la ética y
la política debe preguntarse cuáles son los fundamentos intersubjetivos de las normas que nos
deben regir todos los días. La crisis del relativismo cultural, del escepticismo moral, de la
desorientación subjetiva es efecto de la secularización que trae la modernización, y esto no
produce siempre progreso. También produce el terror al progreso, a la modernización de las
relaciones sociales y a la secularización de la sociedad, que está en la base de todo
fundamentalismo. En este marco, el filósofo puede aportar una visión crítica porque al tener en
cuenta el deber ser no intenta rever el pasado sino abrir el horizonte de las expectativas."

Pensar lo público

Karl Marx, graduado en filosofía con una tesis doctoral sobre el atomismo de Demócrito, escribió
en su madurez: "Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo
que se trata es de transformarlo".

Con esta sentencia subrayó lo que ya era un lugar común desde tiempos antiguos: los filósofos
"interpretan", en cambio la actuación sobre la realidad social y política —incluido todo
intento de transformación— es incumbencia de otros sabios: economistas, sociólogos, politólogos.
Pero hoy, al parecer, muchos filósofos reclaman un lugar más protagónico y activo en la vida
pública.

Tomando sólo algunos casos de académicos de la UBA, se pueden mencionar a Eduardo Rabossi,
que fue Secretario de Derechos Humanos del gobierno de Raúl Alfonsín; Guariglia, convocado
asimismo por Alfonsín para asesorar en la formulación de criterios procesales que antes del Juicio
a las Juntas distinguieron entre quienes daban las órdenes (de un plan sistemático de terrorismo
de Estado), quienes las hacían cumplir y quienes las cumplían. Florencia Luna ha sido asesora de
la Organización Mundial de la Salud en cuestiones legales y éticas ligadas a la genética; y Diana
Maffia ha sido Defensora del Pueblo adjunta. ¿De qué manera sirve la filosofía en la Argentina de
hoy, atravesada por crisis múltiples y por múltiples deseos de transformación?

"La filosofía cumple una función crítica con respecto a todo lo que la gente cree saber —
explica Manuel Comesaña— y esto resulta útil: Bertrand Russell decía que es preferible una
incertidumbre fundada a una certidumbre infundada. No creo que esto se aplique a todas las
situaciones: por ejemplo, en la vida cotidiana, dar por sentada la existencia de objetos físicos —
que algunos filósofos han negado— parece más práctico que ponerla en duda. Uno muchas veces
está obligado a actuar como si tuviera certezas, aunque no las tenga, pero en algunas situaciones

7
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Por qué y para qué filosofar?

resulta útil cuestionar certezas, por ejemplo, certezas políticas —aunque más no sea porque
siempre se asesina en nombre de certezas, nunca en nombre de dudas."
Horacio González afirma: "La filosofía sirve porque su servir está en la revisión de los cimientos
del propio lenguaje con el que pregunta; ahora, cuando nos preguntamos por la utilidad de la
filosofía en la Argentina de hoy tenemos que admitir que nos falta un lenguaje que pueda servir
sin obligar ni programar. Es decir, que sirva justo porque se considera que está de sobra. Ese
lenguaje, que investiga lenguajes, es la oscura felicidad de la filosofía. Es la flecha celosa que
señala hacia la conciencia de lo que falta. Porque todo país se compone alrededor de lo que él
priva. O de lo que a él lo privan".

Para poder intervenir activamente en la crisis actual, la filosofía "debería intentar reproducir el
espacio del ágora, que ya no existe, y que para los griegos era el sitio de encuentro y debate
sobre la política en todos los sentidos de esta palabra", opina Samuel Cabanchik. "Ese espacio —
sigue— debe ser reconstruido en el ámbito familiar, en el de la amistad, en el trabajo y en la
universidad." Guariglia también piensa que la filosofía puede y debe hacer aportes concretos en
ética y en política. "Pero eso no implica —dice— que en la Argentina de hoy se deba llamar a los
filósofos para que esbocen una república platónica ideal (el revolucionario filósofo portavoz
iluminado de la vanguardia entraña graves peligros). Más aun, es posible que si algo así ocurriese,
aquellos a quienes se llame aporten sólo unas confusas ideas sobre entelequias nacionales. A la
inversa, significa que los filósofos, como ciudadanos, tienen el deber de hacer propuestas claras
y comprensibles a la opinión pública y a los gobernantes, no sólo sobre lo que se debate, sino
sobre lo que no se discute y se debería discutir."

Filosofía para la vida

Para Banega, la pregunta por la utilidad de la filosofía equivale a preguntarse para qué sirve
estudiar. O también ¿cómo se restauran los valores del trabajo y del estudio cuando ya nadie cree
en ellos? "A todos quienes nos dedicamos a la filosofía nos toca enfrentar esta cuestión: ¿Tengo
algo para ofrecer? ¿Qué puedo ofrecer, como filósofo, al mercado productivo? ¿Puedo ofrecer algo
más que la aspiración a convertirme en un asalariado del Estado? Todos deberíamos preguntarnos
esto porque la investigación, como profesión, está desapareciendo en el país. No estoy seguro de
que la filosofía pueda ofrecerse como sabiduría para la vida: eso parece propiedad del
psicoanalista o de la religión. Deberíamos preguntarnos por qué."

No todos los que portan credenciales filosóficas de alguna especie aceptarían hoy que la filosofía
no sirve para la vida. En primer término, quienes organizan cafés filosóficos, reuniones que
proponen a sus asistentes formar un "grupo de reflexión" sobre asuntos de la vida cotidiana: la
infidelidad, la tristeza, el amor. […] los organizadores —formados en filosofía— ofrecen una
relación teórica sobre el tema, seguida por un amable diálogo en común. No es lo mismo, sin
embargo, la inocua costumbre de la charla del café que el consultorio filosófico: otro sitio que
reivindica la utilidad y la capacidad de la filosofía para aplicarse a la vida, pero de origen y función
más dudosos.

Difundidos por el norteamericano Lou Marinoff en su best seller Más Platón y menos Prozac y
extendidos en todo el mundo, estos consultores dicen solucionar los problemas de sus "clientes"
por medio de una conversación que versa sobre filosofía. "En función de su problema —escribe
Marinoff— examinamos las ideas de los filósofos que mejor se apliquen a su caso, aquellas con
las que usted se sienta más cómodo". A diferencia del psicoanálisis, que se propone como una
teoría o un conjunto de teorías afines, los consultores filosóficos disponen de innumerables
opciones para hacer que su "cliente" se sienta a gusto y pague la consulta. Más allá del efecto
terapéutico que pudiera tener esta práctica está claro que el adjetivo "filosófico" está allí en
nombre de un rigor y de una solidez intelectual de las cuales el "cliente" puede no participar
jamás. Porque el placer por la lectura sistemática de los textos y el ejercicio de llegar con el
pensamiento hasta las últimas consecuencias —las dos claves que explican la vigencia y el interés
por la filosofía a través de todos los tiempos— le son escamoteados. Y a juzgar por algunos de
los casos que relatan los consultores en sus propias publicaciones, el aporte "filosófico" puede

8
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Por qué y para qué filosofar?

reducirse a la pronunciación de unos cuantos consejos del más básico sentido común. Por otra
parte, los filósofos deberían poder hacer lo que les gusta pero ¿tienen derecho a cobrar por hacer
lo que les gusta? ¿Y esto en todas las posibilidades de lo "filosófico" o sólo en algunas?

En su República, Platón trazó una extraordinaria alegoría: los hombres —dice allí— vivimos como
encadenados en una caverna, y el que logra desencadenarse y ver el sol —es decir, el filósofo que
sabe que hay algo más bello, más verdadero y mejor que las tinieblas en las que está sumida la
multitud— debe regresar a la oscuridad para llevar su noticia y persuadir a los demás de que lo
sigan, aunque lo llamen loco o maldito. Las interpretaciones éticas y políticas de esta alegoría son
incontables pero hay una enseñanza para los aspirantes a filósofos que sin duda la mantiene viva:
la filosofía no servirá ni para la propia vida ni para la vida en común si no es, de algún modo, un
placer dulce y un retorno arduo a la caverna.

Costa, Ivana (24.4.2004), Debate en Revista Ñ. Recuperado de:

http://edant.clarin.com/suplementos/cultura/2004/04/24/u-746964.htm

- Por lo visto, los filósofos de nuestro país también se preocupan por el problema de
E para qué sirve la filosofía. Pero las respuestas son muy variadas. ¿Hay alguna forma
de aclarar un poco más este problema?

P – Quizás la forma de aclararlo sea insistir sobre el problema y ver otras posibles
respuestas. Sobre el para qué de la filosofía también ha respondido Michel Onfray
(Filósofo francés, 1959) en una entrevista reciente, sosteniendo que:
La filosofía me permitió sobrevivir a la tragedia que fue para mí ser enviado a un orfanato
por mis propios padres cuando yo tenía diez años: los libros, la lectura me salvaron en
ese momento y después, me garantizaron la salvación nuevamente en mi adolescencia,
cuando la filosofía funcionó en mí como el sentido, la verdad, la certeza, la razón que
nadie me había transmitido: creo que la filosofía es una terapia, lo que siglos de filosofía
mostraron, siempre que no fueran cristianos", testimonia Onfray.
[…] ¿Pero entonces, desde este punto de vista, cuál es el lugar o papel del filósofo en la
sociedad actual? "El filósofo no es ni astrólogo ni adivino ni lector del futuro en la borra
del café... Su trabajo no es prever, sino ser consciente de la abulia generalizada de los
hombres y hacer todo lo posible para no contribuir a ella. Es por lo tanto, prevenir,
proponer antes una resistencia a todas esas catástrofes sabiendo que los filósofos serán
siempre minoritarios, por lo tanto, perdedores y vencidos, pero que, como románticos
desesperados, hay que llevar adelante no obstante un combate que se sabe perdido de
antemano. Pues habrá otros Hitler, otros Stalin. Pero, al menos, que sea sin los
filósofos... (Pavón, 15.12.1997)

Y sobre este mismo problema podemos encontrar una multiplicidad de respuestas. Si te parece,
veamos unos videos donde filósofxs y estudiantes abordan este problema, y después seguimos
conversando.

9
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Por qué y para qué filosofar?

¿Para qué sirve la filosofía, Parte 1, Bailando en ¿Para qué sirve la Filosofía?, Darío Sztajnszrajber
el abismo www.youtube.com/watch?v=w075bvdMn54
www.youtube.com/watch?v=ijRDN_533lk

¿Para qué sirve la Filosofía?,


¿Para qué sirve la filosofía?, Parte 2, Bailando
www.youtube.com/watch?v=a-1fvld9xLA
en el abismo
www.youtube.com/watch?v=Oha8Xch8Wfg

- Con todo esto, la pregunta por la utilidad de la filosofía no puede entenderse de una
E manera unívoca, ¿no?

- ¡Claro! Para qué sirve la filosofía puede decirse en muchos sentidos. Puede ser o bien
P
una pregunta retórica, o una pregunta ingenua, o una pregunta decepcionada, o una
pregunta por el sentido de la vida, entre tantas otras.
Deleuze sostiene que cuando se pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser
agresiva, ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz.

La filosofía […] sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa.
(Deleuze, 1994, 149)

Así, hacer filosofía podría consistir, como señala Onfray en la acertada fórmula nietzscheana de
“fastidiar la estupidez”. ¡Y eso ya sería bastante! Esta es una forma de resistir. Y en este sentido
la filosofía comporta una resistencia.
La utilidad de la filosofía y del filosofar es puesta constantemente en cuestión. No sirve como
útil práctico a la manera de los útiles que sirven cotidianamente. No sirve como es útil un tenedor
para comer, o un subte para llegar más rápido a la facultad o al trabajo. No sirve tampoco para

10
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Por qué y para qué filosofar?

encontrar la verdad, ya que lxs filósofxs parecen estar siempre en su búsqueda sabiendo de
antemano que quizás su encuentro sea imposible. ¿Para qué filosofar entonces?
Quizás nuevamente debamos replantear esta pregunta para la actualidad. Es decir, “¿para qué
filosofar hoy?” Y sobre ella podemos hacer, como con la pregunta por el “por qué”, las mismas
observaciones. ¿Para qué filosofar hoy, en los inicios del siglo XXI, cuando, en una época de
crisis políticas y económicas, parece ser más necesario resolver las cuestiones prácticas de cómo
vamos a continuar viviendo? ¿Para qué filosofar hoy cuando se han disuelto las tradiciones?
¿Para qué filosofar hoy cuando parece que ya no existe algo común que sea indiscutible? ¿Para
qué filosofar hoy cuando la verdad ya no nos es revelada ni es objetiva? ¿Para qué filosofar hoy
cuando ya no tenemos fundamentos últimos en los cuales asentar nuestra existencia? ¿Para qué
filosofar hoy en una época, aparentemente tan poco filosófica, como lo es la era de las
tecnologías, de la consumación y crisis del capitalismo, de la globalización y de la sociedad de
consumo?
Quizás por eso mismo se hace necesario filosofar hoy. Porque la filosofía puede, quizás, -muy
optimistamente- hacer la diferencia. Porque nos permite rever y poner en cuestión los
fundamentos sobre los que se ha edificado nuestra actual sociedad occidental. Porque posibilita
revisar críticamente la penetración cultural y política de la sociedad de consumo y de los medios
de comunicación. Porque nos permite desenmascarar los instrumentos de dominación del poder,
los proyectos económicos que no incluyen y no tienden puentes, los proyectos políticos que
levantan murallas, y los proyectos científico-tecnológicos que afectan y afectarán a las
sociedades y al medio ambiente. Porque también la filosofía nos permite saber que los poderes
hegemónicos construyen subjetividades, mediante hábiles dispositivos, con fines de dominación.
Porque la filosofía hoy nos ha enseñado el papel preponderante y dominador que ha tenido -y
tiene aún- una concepción androcéntrica y heteronormativa del mundo y de la vida, y sus
consecuencias. Porque la filosofía, en su papel cuestionador, también posibilita entonces ampliar
la mirada para proyectar nuevos horizontes, para proyectar una concepción del mundo que
incluya a otrxs, que incluya a las otras culturas -no occidentales, o no tan occidentales- que han
sido y son relegadas de “el mundo”. Y porque la pluralidad de visión que posibilita y alienta la
filosofía se opone a la estrechez y miopía en la que estamos sumidos a diario. Por todo esto,
como advierte Deleuze, preguntarse por la utilidad, preguntarse por el “para qué” de la filosofía
puede implicar una pregunta por el sentido de la vida.

- Bueno… por lo que veo, seguimos casi como al inicio de esta


E conversación. O peor aún, porque ahora sólo ya no sé una cosa,
La perplejidad:
“¿qué es la filosofía?” sino que ahora no sé tres cosas: ni qué es la
una forma de
filosofía, ni por qué filosofar ni para qué. Sin contar que además se está
iniciarse en la
poniendo en cuestión la noción de “verdad” y de “utilidad” que para mí eran
filosofía
muy claras hasta hoy. Al final, vamos a concluir esta conversación y me voy
a ir sin saber más de lo que sabía.

- Bien, quizás sea esto mismo que te estás cuestionando ahora el inicio de una inquietud
P filosófica. Tener más preguntas que respuestas, más dudas que certezas… Y quizás,
¡¿por qué no?!, sea el inicio de un cuestionamiento legítimo de tus propias bases
conceptuales, de tus propias tradiciones de pensamiento. Y quizás también, desde allí puedas ir
rearmando una nueva historia. Espero, entonces, que el resto del curso te depare nuevos
cuestionamientos y que no llegues a respuesta definitiva alguna, porque si esto sucediera, sería
el momento en que dejarías de filosofar. Estamos llegando al final del encuentro de hoy…

11
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Por qué y para qué filosofar?

E - Pero profesor, ¿no nos queda indagar sobre cómo filosofar?

- Tenés razón, pero me parece que para abordar esa cuestión necesitaremos más
P tiempo. Lo conversamos la próxima clase. ¿Te parece?

1
Este texto puede considerarse un resumen de la historia de la filosofía. Sin embargo, la contraposición entre “mundo
verdadero” y “mundo aparente” tiene como marco hermenéutico el lugar donde Nietzsche pretende situar al lector, que
es precisamente el de la historia de un error.

El filósofo prusiano pretende que cuando su lector aborde este texto lea la historia de la filosofía en clave de la historia
de un error. ¿Cuál es ese error? El error es lo que se ha considerado históricamente en la filosofía “mundo verdadero”.

El texto está organizado en seis etapas. Cada uno de los momentos históricos referidos, especialmente los primeros
cinco, contienen algo común y algo que cambia. Lo que cambia es la máscara, mientras que lo común es la valorización
que se otorga a cada uno de los fundamentos: cambia el nombre, pero la identidad ontológica persiste. En efecto, la
metáfora nietzscheana de “máscara” es una noción que, como las de “fábula” y “ropaje”, alude a un cambio apariencial
sobre una permanencia sustancial o ideal. “Idea”, “Dios”, “imperativo categórico”, etc., son todas nociones que en el
fondo son lo mismo: todas ellas representan una verdad absoluta, universal, trascendente e inconmovible y operan
como fundamento supremo. A todas ellas Nietzsche las denomina Theós, dado que operan como dioses. Theós es
entonces el nombre para el fundamento de todo sistema filosófico. Sin embargo, hay un cambio de mascara que cada
vez se va haciendo más sutil. Mediante nuevas ficciones se produce un alejamiento cada vez mayor de lo real.

En Diálogo con Nietzsche, Vattimo indica que las distintas etapas de este proceso corresponden a la caída de las
ataduras, a la caída de los fundamentos, de los Theós, a la muerte de Dios. Se pregunta, ¿cómo ha sido posible que el
mundo verdadero, fundamentalmente el de las ideas platónicas, se convierta en fábula? Esto ocurre porque desde el
comienzo no era otra cosa que fábula. La crítica al concepto de verdad como evidencia es uno de los cimientos más
constantes y significativos de la especulación de Nietzsche. En efecto, ya en su ensayo Sobreverdad y mentira en
sentido extramoral, de 1873, define las líneas fundamentales de su crítica al concepto de verdad como evidencia. La
primera convención es creer en la objetividad de los objetos; creer que, al conocer, el mundo se da como un
espectáculo totalmente traducible a esquemas lógicos. Pero en realidad lo que se llama verdad no es más que la
adecuación de nuestros discursos a ciertas reglas universales aceptadas en un determinado mundo. Que la claridad,
dice Nietzsche, deba ser un certificado de verdad es una ingenuidad. Habría que sospechar que la claridad, el orden y
la simplicidad son justamente el signo de que estamos frente a algo falso, un puro producto de la imaginación.
(Beraldi, 2012, 277-278)

2
Hay que tener en cuenta que “phármakon”, en su acepción original, significa tanto “remedio” como “veneno”.

12

Das könnte Ihnen auch gefallen