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Aforismos

Diccionario de Lingüística y retórica de Helena Beristaín.


Aforismo. Breve sentencia aleccionadora que se propone como regla. Resume un saber científico, sobre todo médico o
jurídico (La ley es dura, pero es la ley), aunque también abarca otros campos. El aforismo moral también es conocido
como apotegma, adagio o máxima (quien mal anda, mal acaba). El que lleva sabiduría popular puede ser llamado
refrán, adagio o proverbio (no por mucho madrugar, amanece más temprano). Se origina en la experiencia y en la
reflexión.

La minificción bajo el microscopio de Lauro Zavala


Expresión sintética de sabiduría popular, condensada en una oración o frase. La disciplina que estudia los aforismos es la
paremiología. Entre sus sinónimos y variantes se encuentran: adagio, decir, dicho, máxima, proverbio, jaculatoria, refrán y
sentencia.

Aforismos de Hipócrates: “Como los temperamentos de los hombres son varios, unos aman el invierno, y otros quieren
el verano”, “En todo mal leve o grave tener juicio cabal, discurrir bien, hablar bien, su carácter conservar, y tomar sin
displicencia alimentos y demás, es buen signo. Lo contrario será muy mala señal”.

El hablar lapidario: ensayo de paremiología mexicana de Herón Pérez Martínez


Dos categorías paremiológicas:

Popular: dichos, dicharachos, refranes / Culta: proverbio, adagio, máxima, sentencia y aforismo.

El aforismo ha conservado su índole doctrinal pero ha ampliado su campo epistemológico: se suele llamar aforismo a la
frase sentenciosa de índole doctrinal, una ley, una regla, una instrucción proveniente de alguna ciencia o disciplina: “el
que calla, otorga”, “la letra con sangre entra”.

Aforismos de Kafka: “Puede haber un conocimiento acerca de lo demoníaco, pero ninguna fe en ello, pues no puede
haber más demoníaco que lo que hay aquí”, “El pecado aparece siempre abiertamente y se puede aprehender de inmediato
con los sentidos. Va a sus raíces y no debe ser arrancado”.

Un siglo de aforismos mexicanos de Javier Perucho


Presente en la literatura nacional desde la época novohispana, no obstante ha sido poco documentado y estudiado.

Se considera a la obra Breves notas tomadas en la escuela de la vida de Francisco (1910) de Francisco Sosa como el
punto de partida para una historiografía literaria del aforismo.

La traducción del aforismo iniciaría en México con la publicación de los “Aforismos” de Maximiliano de Habsburgo,
integrados al tomo dos de sus Recuerdos de mi vida. Memorias de Maximiliano, en traducción de José Linares y Luis
Méndez (México, F. Escalante Editor, 1869).

Escrituras privadas, lecturas públicas. El aforismo en México. Historia y antología (Perucho) procura elaborar el primer
acervo bibliográfico y un censo inicial con sus principales autores para certificar su presencia en nuestra cultura literaria.

Por su naturaleza, el aforismo se sitúa en un punto equidistante entre géneros tradicionales como la adivinanza, el chiste,
la leyenda y el refrán, estos son los formatos de una tradición oral que exige el anonimato, la creación colectiva y el
dominio público, justamente los rasgos contrarios a los géneros literarios. Cada una de estas formas expresivas se sujeta a
la rueca del tiempo: aparecen, se olvidan y vuelven a surgir desaletargadas por las circunstancias sociales, cuyos
requerimientos a su vez actualizan los contenidos latentes; por esta condición efímera, la fijación del “texto oral” es una
tarea imposible.

Por otra parte, el aforismo también suele lindar con el microrrelato, la fábula, la greguería e incluso la parábola. Por la
tradición literaria que forjan, ninguno es cíclico; es decir, no se sujetan a los procesos de reciclaje a que están sometidas
las formas orales tradicionales. Por supuesto, las tres arquitecturas (aforismo, fábula y microrrelato) exigen su fijación
textual.

Como en la sentencia o el refrán, géneros de la oralidad con los que comparte el laconismo (condensación) y la concisión
del pensamiento gregario, el aforismo resuma experiencias de vida, aunque a diferencia de aquéllos, anónimos y
colectivos, el aforismo nace con una autoría que reafirma la identidad de un sujeto que no necesariamente habla a nombre
de una comunidad, ni pretende una lección moral o una enseñanza. El aforismo al despojarse de esas pretensiones de
docencia y vocería, encuentra su constancia de modernidad, Salvador Elizondo plasmó su descripción de esta manera:
“Un aforismo es una definición siempre arbitraria de algo improbable, pero cierto.”

Es un género sin historia, aunque con una tradición secular que se remonta a la Nueva España, la República o el imperio.
(Sor Juana, Benito Juárez o Maximiliano) La monja, el patriarca y el emperador fueron los escritores precursores que
recurrieron a esta arquitectura literaria para expresar juicios, argumentos y sentencias. En la Décima Musa se localizan los
primeros indicios de un pensamiento que cifra la experiencia; en el Benemérito, la argumentación política para conservar
íntegra la patria acosada; en el monarca, la dirección fallida de un reinado imposible. De los tres, sólo Maximiliano de
Habsburgo cultivó la expresión del género como modernamente lo conocemos.

Alfonso Reyes en su Anecdotario (1968) los denomina briznas: “Casi siempre, los hombres piden consejo, no para
seguirlo, sino con la esperanza de que los confirmemos en las insensateces que desean cometer.” Señala nominalmente a
Julio Torri, Mariano Silva y Aceves y Carlos Díaz Dufóo, también artífices del relato brevísimo. De los integrantes de
este grupo, tal vez la obra aforística más conocida sea el volumen Epigramas, de Díaz Dufóo.

Propuesta para una definición de aforismo:

1. Es el género por excelencia de la madurez tanto del hombre como del literato.

2. Condensa los saberes de una vida.

3. Para su enunciado se vale de una oración simple o una frase.

4. Es un fulgor y una revelación (“Un relámpago de saber”)

5. Es un género más allegado a la reflexión del pensamiento filosófico que a la invención literaria.

6. Junto con la máxima y el apotegma, el aforismo pertenece al mismo orden ideológico de las formas, excepto que no
comparte con ellos el arquetipo religioso. En los tres se presenta la mímesis (imitación).

7. Jamás narra una historia.

8. Se ajusta a la idiosincrasia y a la tradición.

9. La prosa es su soporte habitual, regla de oro que admite las excepciones contemporáneas.

10. Nunca es epifánico, pero sí confesional.

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