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La pregunta por la relación del “yo” con el “mundo” encierra presupuestos conceptuales que
se me hace necesario distinguir antes de analizar la categoría de relación expresada en la
idea de “contacto”, que aparece como eje de la misma y que también matizaré desde una
aproximación al concepto de comunicación como condición de posibilidad de la
coexistencia intercultural desarrollada por Jaspers. Para sendos asuntos, apoyaré mi
análisis en el texto de Hannah Arendt “La filosofía de la existencia” específicamente en la
sección que le dedica al filósofo y psiquiatra alemán: las “Indicaciones” de la experiencia
humana, y en la conferencia dictada por Jürgen Habermas: The Conflict of Beliefs: Jaspers
on the Clash of Cultures.
1 Aún cuando no formó parte de este trabajo, es necesario citar al autor que me permite afirmar esta
idea sobre la identidad dentro del espacio moral, Taylor, Ch. (1996) Las fuentes del yo. Barcelona:
Paidós
Introducción a la filosofía
David Torres Bisetti
“el hombre, en tanto que "Señor de sus pensamientos" no es solamente más que todo lo
que piensa (lo que sería probablemente la condición fundamental de una nueva definición
de la dignidad del hombre); sino que sobre todo desde el comienzo, el hombre se define
como un ser que es más que su sí mismo y aspira más que a su sí-mismo. De esta manera
la filosofía de la existencia supera el período de su egotismo.” (Arendt, 1968: 68)
Jaspers, dirá Habermas, está convencido de que la filosofía puede promover una forma de
pensamiento que aproxime las diferencias culturales y religiosas a partir de la voluntad
comunicativa. Nos va a decir de él que “pone su trabajo filosófico al servicio de una forma
de comunicación que pueda al menos controlar la tensión entre creencias antagónicas y
convertirlas en un conflicto discursivo, aun cuando no las pueda disolver.” (Habermas, 1995:
Introducción a la filosofía
David Torres Bisetti
31) Es como si, gracias a una suerte de clara y veraz comprensión filosófica “la voluntad de
destrucción se puede convertir en voluntad comunicativa.” Efectivamente, como anota
Jaspers en el prólogo de La fe filosófica frente a la revelación:
“Hoy buscamos el suelo sobre el que los hombres procedentes de todos los credos puedan
encontrarse razonablemente dispuestos cada cual a apropiarse de nuevo su propia
tradición histórica, a purificarla, a transformarla, pero sin renunciar a ella. El suelo común
para la pluralidad de creencias será la claridad del modo de pensamiento, la veracidad y un
saber fundamental común. Solo estas condiciones hacen posible la “comunicación"
ilimitada en la que los orígenes de las respectivas creencias se atraen recíprocamente por
razón de su seriedad.”2
No obstante, aún si este entendimiento fuera posible, concluye Habermas, no queda claro
cuál sería el objetivo de dicha empresa. ¿Se trata de algún acuerdo en términos
sustantivos? ¿O simplemente de establecer un respeto mutuo y neutral entre tradiciones
opuestas? Puesto que el espacio es limitado en este artículo, me apresuraré a señalar que
la principal demanda propuesta por Habermas se centra en la necesidad de un criterio
normativo básico que se articule con la idea de voluntad comunicativa.
En la medida en que analiza las condiciones para una comunicación afortunada entre
credos esencialmente opuestos, entonces sus argumentaciones deberían estar dirigidas
hacia un acuerdo sobre las reglas de juego, en otras palabras, deben apuntar más allá de
cuestiones de ética sustantiva, considerando que siempre pueden haber desacuerdos
razonables. (Habermas, 1995: 40)
II. ¿De qué manera sus observaciones se ajustan a la manera en que Aristóteles
planteó y desarrolló los fundamentos de su Filosofía ética?
Retomando la tradición clásica, Jaspers parte de la idea del qauma&zein como origen del
conocimiento en general y de la reflexión filosófica en particular. Describe, con Platón y
Aristóteles, el tránsito del asombro al conocimiento, del conocimiento a la duda y de la duda
al olvido de sí, a la seguridad de la vida y de sus fines, que abren la puerta a la conciencia
de las situaciones ineludibles y fundamentales del ser humano, las llamadas situaciones
límite (Grenzsituationen), como la muerte, la culpa o el destino y la desconfianza frente al
mundo. Es este, probablemente, el giro antropológico de la filosofía contemporánea al que
se refiere V. Santuc cuando indica que hoy no es el asombro, sino el “escándalo” lo que nos
mueve a filosofar.5 Es, en términos de Jaspers, un estado de turbación “producido por la
ausencia de la comunicación, en el afán de una comunicación auténtica y en la posibilidad
de una lucha amorosa que vincule en sus profundidades yo con yo.” (Jaspers, 10)
Efectivamente, Jaspers va a afirmar que el origen último de la filosofía se encuentra en esta
voluntad de comunicación auténtica, en la medida en que esta “se expresa, quisiera ser
oída, en el hecho de que su esencia es la coparticipación misma y ésta es indisoluble del
ser verdad.”
En tanto que constituye, en palabras de Arendt, “una ruptura con la filosofía tradicional (…)
al presentar todos los sistemas filosóficos como construcciones mitológicas y al privarlas del
valor absoluto como edificios en los que el hombre se refugia en la búsqueda de un amparo
ante las verdaderas cuestiones de su existencia”, la filosofía de Jaspers va a representar la
tarea de liberar al hombre del "mundo ilusorio de lo puramente pensable" y de permitirle
"retornar a sí mismo en la realidad”. (Arendt, 1968: 63)
Es en este último rasgo del pensamiento de Jaspers, donde podemos encontrar la impronta
del giro ontológico que realiza Aristóteles al plantear su proyecto ético. Efectivamente, a
diferencia de Platón, para el discípulo la reflexión ética no estará determinada por la
metafísica. En la aproximación aristotélica al problema del aprendizaje de la virtud
planteado por su predecesor, encontramos el bosquejo de un método para la actualización
de dicho conocimiento en el carácter del agente moral. En el caso del estagirita, la
dimensión epistémica de la sabiduría práctica se va a ampliar dentro de un modelo
argumentativo complejo, en cuya estructura se van a articular principios generales,
percepciones particulares y acciones concretas. Va a ser, contrariamente a lo que plantearía
la metafísica platónica, en el ámbito de la experiencia donde se examinará la posibilidad de
la formación del agente moral.
Bibliografía
Habermas, J. (1995) he Conflict of Beliefs: Jaspers on the Clash of Cultures. En: The
Liberating Power of Symbols. Cambridge: MIT