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CURSO:
Edad y Salud: Nutrición en Etapas Fisiológicas
Integrantes:
Miranda Torvisco, Fresia
Ramirez Jeri, Gianella
Lima - Perú
2019
1
ÍNDICE GENERAL
1. RESUMEN…………………...……………………...…………………….....………7
2. INTRODUCCIÓN…………………...……………………...………………..……...8
3. FUNDAMENTO TEÓRICO…………………...……………………...…..………..9
3.4.2. Macronutrientes…………………...…..………...……...…………….23
3.4.2.1. Proteínas…………………...……………...……...……..……23
3.4.2.2. Carbohidratos…………………...……………...…….....……24
3.4.2.3. Lípidos…………………...……………..……...……………..24
3.4.3. Micronutrientes……………..…...……………...……...…………….26
3.4.3.1. Vitaminas…………………...……………...……...………….27
3.4.3.2. Minerales…………………...……………...…….......……….30
2
3.4.3.2.3. Hierro…………...……………...……....….....……….31
3.4.3.2.4. Zinc…………...……………….…...……...………….32
4. CONCLUSIONES…………………...……………………......……………..……...40
5. BIBLIOGRAFÍA. …………………...……………………...………………..……..41
6. ANEXOS…………………...……………………...…………………………..…….42
3
LISTA DE TABLAS
Tabla 1. Ecuación de regresión lineal basada en el peso corporal (kg) para estimar el Gasto
Energético Total (GET), en infantes de 0 a 11 meses. 1. …………………...……..…………1
Tabla 2. Mediana de la talla y peso para niños de 0 a 11 meses, según área de residencia……...2
Tabla 3. Mediana de la talla y peso para niñas de 0 a 11 meses, según área de residencia………3
Tabla 4. Energía necesaria para el crecimiento y depósito de tejidos…………………………4
Tabla 5. Requerimientos para el consumo de energía en infantes de 0 a 11 meses……………..5
4
LISTA DE FIGURAS
Figura 1. Esquema que detalla las complicaciones que pueden presentarse en un paciente con
introducción temprana (antes de los 4 meses de edad), y tardía (después de los 6 meses de
edad) de la alimentación complementaria.…………………...………………………………..
Figura 2. En la figura se muestran los requerimientos energéticos totales en niños de 0 a 23
meses de edad. En azul se ilustra el aporte energético que la leche materna ofrece según la
edad. En verde se indica la cantidad de energía que debe ser cubierta con alimentos
complementarios. …………………...………………………………………………………….
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LISTA DE ANEXOS
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1. RESUMEN
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2. INTRODUCCIÓN
Después de los 6 meses de lactancia materna exclusiva viene otra etapa donde
se da el comienzo de la alimentación complementaria. Generalmente, a partir de los
seis meses la leche materna no llega a cubrir todos los requerimientos de energía y
nutrientes que el lactante necesita para su crecimiento, por tanto, la alimentación
complementaria tiene un papel fundamental para cubrir estos. La inclusión de
alimentos en este periodo en adelante debe ser suministrada de manera apropiada si no
se quiere ver afectado el crecimiento y desarrollo del niño.
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3. FUNDAMENTO TEÓRICO
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3.2. Características fisiológicas
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actividad enzimática, cosa que se logra tras los primeros
meses, lo que puede comprometer en ciertos casos la digestión
de la grasa láctea, especialmente la contenida en la fórmula
láctea cuando se practica lactancia artificial. Por el contrario,
la actividad proteolítica de la secreción pancreática, es sufi-
ciente para atacar toda la proteína láctea.
Secreción biliar. El neonato no tiene una capacidad de síntesis
de sales biliares óptima, ni tampoco presenta una total
circulación entero hepática de las mismas. Esto puede
comprometer la emulsión y micelación de la grasa láctea,
especialmente la aportada a través de una fórmula de inicio,
aspecto que se une a lo previamente comentado del déficit
ligero de la lipasa pancreática.
Digestión intestinal. Existe una glucoamilasa intestinal que
permite una cierta digestión de los almidones, en caso de que se
incorporen en pequeñas cantidades en la alimentación del
neonato. Asimismo existe una lipasa emérita que colabora en
la digestión de la grasa con las otras lipasas previamente
descritas. En cuanto a las disacaridasas el neonato humano
contiene al nacer las tres más importantes, lactasa, sacarasa y
maltasa, pudiendo actuar por tanto sobre sendos disacáridos.
11
con respecto a sus requerimientos nutricionales, provocaría un
empeoramiento en la excreción de urea en el lactante.
12
3.3. Nutrición en el lactante
13
3.3.2. Alimentación Complementaria
La alimentación complementaria, también denominada Beikost
(término alemán que significa “alimento adicional”), alimentación de
destete o de diversificación alimentaria se refiere a la introducción en la
alimentación del lactante de alimentos sólidos y/o líquidos diferentes a
la leche de madre o fórmula infantil.
A partir de los 6 meses de edad, las necesidades de energía y
nutrientes del lactante comienzan a exceder lo aportado por la leche
materna; entonces, la alimentación complementaria se vuelve necesaria
para llenar las brechas de energía y de nutrientes. Si no se introducen
alimentos complementarios a esta edad o administran de manera
inapropiada, el crecimiento del lactante se puede ver afectado. En
muchos países, el período de la alimentación complementaria, de los 6
a los 23 meses, es el momento donde existe un pico de incidencia de
retraso en el crecimiento, deficiencias de micronutrientes y
enfermedades infecciosas (OMS, 2010).
Incluso después de la introducción de los alimentos
complementarios, la lactancia materna continúa siendo una fuente
crítica de nutrientes para el niño pequeño. La leche materna aporta el
50% de las necesidades de energía del lactante hasta el año de edad, y
hasta un tercio durante el segundo año de vida. La leche materna
continúa aportando nutrientes de mayor calidad que los aportados por
los alimentos complementarios y, también, aporta factores protectores.
Por lo tanto, se recomienda que la lactancia materna a demanda continúe
hasta los 2 años de edad o más (OMS, 2002).
La introducción de la alimentación complementaria no debe
hacerse antes de los cuatro a seis meses de edad (mejor no antes de los
5-6 meses), ni después de los seis meses, época en que los mecanismos
de regulación de ingesta están suficientemente establecidos
(Mataix,2010)( Figura 1 ).
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Figura 1. Esquema que detalla las complicaciones que pueden
presentarse en un paciente con introducción temprana (antes de
los 4 meses de edad), y tardía (después de los 6 meses de edad)
de la alimentación complementaria.
15
c. Ejercer buenas prácticas de higiene y manejo de los
alimentos.
d. Comenzar a los seis meses de edad con
cantidades pequeñas de alimentos y aumentar la
cantidad conforme crece el niño, mientras se mantiene la
lactancia materna.
e. Aumentar la consistencia y la variedad de los alimentos
gradualmente conforme crece el niño, adaptándose a los
requisitos y habilidades de los niños.
f. Aumentar el número de veces que el niño consume los
alimentos complementarios, conforme va creciendo.
g. Dar una variedad de alimentos ricos en nutrientes para
asegurarse de cubrir las necesidades nutricionales.
h. Utilizar alimentos complementarios fortificados o
suplementos de vitaminas y minerales para los lactantes
de acuerdo a sus necesidades.
i. Aumentar la ingesta de líquidos durante las
enfermedades incluyendo leche materna (lactancia más
frecuente), y alentar al niño a comer alimentos suaves,
variados, apetecedores y que sean sus favoritos. Después
de la enfermedad, dar alimentos con mayor frecuencia
de lo normal y alentar al niño a que coma más.
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Los factores que explican la diversidad de necesidades de
energía en los lactantes incluyen los siguientes:
Peso
Tasa de crecimiento
Ciclo de sueño/vigilia
Temperatura y clima
Actividad física
Respuesta metabólica a la comida
Estado de salud y recuperación de enfermedades
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En la figura 2 se observa que a partir de los 6 meses de edad ya
habrá una brecha de energía que deberá ser cubierta por la adición de
alimentos en la dieta. Las calorías que se necesitan en complemento con
la leche materna en niños de 6-8 meses es de 200 kcal/ día, para niños
de 9-11 meses de 300 kcal y de 12 a 23 meses un aproximado de 580
kcal/día. Cabe resaltar que a medida que transcurra el tiempo, estas
brechas se irán incrementando. (OMS, 2002) (Cuadros et al., 2017)
La estimación de los requerimientos de energía para infantes de
0 a 11 meses se rigió entorno al siguiente esquema: (Ministerio de Salud
[MINSA], 2012).
18
Para infantes de 6 a 11 meses
La estimación del requerimiento de energía se realizó a través
de la ecuación predictiva propuesta para esta edad por el
Comité Consultivo de Energía FAO/OMS/UNU 2001
(Tabla 1), debido a que este grupo poblacional se caracteriza
por presentar una alimentación mixta (lactancia materna y
alimentación complementaria), la cual requiere una
estimación de los requerimientos de energía que considere
estas condiciones.
Nota: el Gasto Energético Total calculado para este grupo
poblacional debe ser cubierto por el proveniente de la
lactancia materna y alimentación complementaria.
Tabla 1. Ecuación de regresión lineal basada en el peso
corporal (kg) para estimar el Gasto Energético Total (GET),
en infantes de 0 a 11 meses
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Tabla 2. Mediana de la talla y peso para niños de 0 a 11 meses,
según área de residencia
20
c) Energía necesaria para el crecimiento y depósito de tejidos
El crecimiento es un indicador sensible para satisfacer los
requerimientos de energía del infante. Por lo tanto, para determinar
dichos requerimientos de energía, se deberá adicionar al gasto
energético total la energía necesaria para el crecimiento y depósito
de tejidos, según sexo y edad correspondiente (Tabla 4) (MINSA,
2012).
Tabla 4. Energía necesaria para el crecimiento y depósito de tejidos
EDAD EDAD
E° Necesaria E° Necesaria
(Varones) (Mujeres)
0 meses 211 0 meses 178
1 meses 183 1 meses 161
2 meses 139 2 meses 134
3 meses 53 3 meses 68
4 meses 45 4 meses 57
5 meses 36 5 meses 47
6 meses 17 6 meses 20
7 meses 16 7 meses 17
8 meses 14 8 meses 15
9 meses 21 9 meses 18
10 meses 21 10 meses 15
11 meses 22 11 meses 14
Nota: una niña o niño que aún recibe lactancia materna necesitará
energía de los alimentos complementarios para cubrir sus
requerimientos diarios según su edad; por tal motivo, la
OMS/UNICEF recomienda que la energía proveniente de la
alimentación complementaria, en países en vías de desarrollo,
deberá ser aproximadamente 200, 300 y 550 kcal/día, para niños de
6 - 8, 9 - 11 y 12 - 23 meses de edad respectivamente. A continuación
se presentan los requerimientos de energía calculados para este
grupo: (MINSA, 2012)
21
22
3.4.2. Macronutrientes
3.4.2.1. Proteínas
Mataix (2013) señala:
Los requerimientos de proteína del recién nacido son
mayores que en cualquier otra etapa de la vida y van
disminuyendo conforme avanza la edad. El niño requiere en sus
primeros seis meses un promedio de 1,5 g de proteína/kg peso
corporal/día, y ese valor se mantiene en ese mismo valor de 1,5
g/kg/día durante el segundo semestre.
El hecho de que se mantenga el mismo valor a pesar de
que en los primeros meses de vida la velocidad de crecimiento
es mayor que en la segunda mitad, se entiende teniendo en
cuenta que la calidad de la proteína en la primera época es la de
la leche materna que tiene una calidad máxima. En la segunda
época la introducción de la alimentación complementaria y
generalmente de fórmulas lácteas de menor calidad proteica,
justifican que haya que elevar la cantidad recomendada
igualando la de los primeros meses.
Aunque los requerimientos de proteína del neonato son
elevados, una ingesta de proteína por encima de sus necesidades
puede dar lugar a una serie de problemas metabólicos que
podrían llegar a generar graves daños, en ocasiones irreversibles
debido a ciertas limitaciones en el funcionalismo hepático y
renal previamente consideradas. Estos problemas no se dan en
la lactancia materna ni en la lactancia artificial con fórmulas
comerciales (siempre que se sigan correctamente las
indicaciones pertinentes), pero sí ocurren cuando el niño toma
leche de vaca entera u otro tipo de leche de hembra doméstica,
o no se prepara correctamente el biberón a partir de una fórmula
infantil. De ahí la importancia de seguir una lactancia natural o
con fórmulas infantiles, con el máximo rigor en las normas de
preparación de los biberones. (p.384)
23
Mahan & Raymond (2013) indica:
Las proteínas son necesarias para la reposición de
tejidos, depósito de masa magra y crecimiento (Rodríguez,
2005). El lactante requiere un porcentaje mayor de aminoácidos
totales que los adultos. La histidina parece ser un aminoácido
esencial para los lactantes, pero no para los adultos. La tirosina,
la cistina y la taurina pueden ser esenciales para los lactantes
prematuros. (p.376)
3.4.2.2. Carbohidratos
Mahan & Raymond (2013) menciona:
Los hidratos de carbono deberían suponer entre el 30%
y el 60% de la ingestión calórica durante la lactancia.
Aproximadamente el 40% de las calorías de la leche
materna y el 40-50% de las calorías de las fórmulas
infantiles proceden de la lactosa o de otros hidratos de
carbono. Aunque raramente, algunos lactantes no
pueden tolerar la lactosa y requieren una fórmula
modificada para su alimentación. (p.377)
Mataix (2013) manifiesta:
El neonato, como ya se ha comentado, tiene limitada la
capacidad de digestión de almidones como consecuencia
de una gran deficiencia al nacimiento de amilasa
pancreática, por lo que se recomienda que las fórmulas
infantiles no contengan almidón o harina, debiendo tener
por el contrario lactosa, que es el azúcar presente en la
leche materna, como se ha indicado. (p.385)
3.4.2.3. Lípidos
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lactantes de 7-12 meses de edad es de 30 g/día (Anexo 3). Una
ingesta de grasa significativamente menor (p.ej., leche
descremada) puede hacer que la ingesta calórica total sea
también inadecuada. El lactante intentará corregir el déficit de
calorías aumentando el volumen de leche ingerida, si bien
normalmente no puede suplir todo el déficit con este
mecanismo.
En la mayor parte de las dietas para esta población, la
principal fuente de grasa es la leche materna o la fórmula; el
consumo de colesterol no debe restringirse durante la lactancia
porque los lactantes tienen necesidades altas de esta sustancia y
de sus metabolitos relacionados con el desarrollo de las gónadas
y el cerebro. El porcentaje de grasa de la dieta cae después de
que se introducen alimentos infantiles con cuchara, porque la
mayor parte de éstos es baja en grasas. Los recién nacidos
necesitan grasa, que es una fuente concentrada de calorías, para
respaldar sus necesidades calóricas elevadas. Las diferencias en
la digestión y el transporte de grasas con base en la longitud de
cadena de los ácidos grasos complican las necesidades de grasa
durante la lactancia. Las grasas de cadena corta y media, como
las que se encuentran en la leche materna, se utilizan con mayor
rapidez que las grasas de cadena larga, como las que contienen
algunas fórmulas infantiles (Brown, 2010).
Como se mencionó en los párrafos anteriores, la leche
materna contiene una cantidad generosa de los ácidos grasos
esenciales ácido linoleico y ácido a-linolénico, así como de los
derivados de cadena larga ácido araquidónico (ARA) (C20:4w-
6) y ácido docosahexaenoico (DHA) (C22:6w-3). Las fórmulas
infantiles se suplementan con ácido a-linoleico y ácido
linolénico, a partir de los cuales se obtienen el ARA y el DHA,
si bien cada vez son más las fórmulas que se suplementan
también con ARA y DHA.
25
El ácido linoleico, que es esencial para el crecimiento y
para la integridad de la dermis, debería suponer el 3% de la
ingesta de energía total del lactante, o 4,4 g/día para lactantes
menores de 6 meses de edad y 4,6 g/día para lactantes de 7 meses
a 1 año de edad (Anexo 3 ). El 5% de las kilocalorías de la leche
materna y el 10% de la mayoría de las fórmulas infantiles
proceden del ácido linoleico. Se deberían incluir cantidades
menores de ácido a-linolénico, un precursor de los ácidos grasos
w-3 DHA y del ácido eicosapentanoico (EPA). La
recomendación actual es de 0,5 g/día durante el primer año de
vida (Anexo 3).
La concentración de DHA varía en la leche materna,
dependiendo de la cantidad de DHA que contenga la dieta de la
madre. El DHA y el ARA son los principales ácidos grasos
poliinsaturados de cadena larga (AGPICL) w-3 y w-6 de los
tejidos neurales, y el DHA es, además, el principal ácido graso
de las membranas fotorreceptoras de la retina. Algunos estudios
indican que el aporte complementario de DHA y ARA afecta
positivamente a la agudeza visual y el desarrollo psicomotor, en
especial en lactantes prematuros. Sin embargo, otros no
muestran diferencias en el desarrollo. La American Academy of
Pediatrics (AAP) no ha adoptado una posición oficial sobre la
adición de AGPICL a las fórmulas para lactantes; sin embargo,
actualmente se añaden a la mayoría de las leches de fórmula
(Krause, 2013).
3.4.3. Micronutrientes
A continuación se indican los criterios fundamentales en que se basan
las ingestas adecuadas para vitaminas y minerales las cuales se indican
en los Anexos 4 y 5.
En general se puede señalar que el lactante necesita por
kilogramo de peso corporal mayor cantidad de todos y cada uno de los
26
nutrientes que un adulto, debido a su intenso metabolismo, crecimiento
y maduración que caracteriza esta fase de la vida.
3.4.3.1. Vitaminas
3.4.3.1.1. Vitamina A
Las recomendaciones sobre la cantidad de
ingesta diaria de vitamina A son de 400 µg/día durante
los primeros 6 meses y de 500 µg/día durante los
segundos 6 meses de vida (Anexo 4).
En los lactantes y niños, la vitamina A es esencial
para favorecer el crecimiento rápido y ayudar a combatir
las infecciones. El consumo insuficiente de vitamina A
puede producir hipovitaminosis A, que a su vez puede
provocar problemas de visión en forma de ceguera
nocturna y aumentar el riesgo de enfermedad y muerte
por infecciones infantiles, como el sarampión y las que
causan diarrea.
En general, los niños nacen con escasas reservas
de vitamina A y dependen de fuentes externas,
fundamentalmente de la leche materna. En entornos
donde la carencia de vitamina A o la desnutrición son
frecuentes, es probable que los lactantes reciban
cantidades insuficientes de vitamina A a través de la
leche materna debido al deficiente estado nutricional de
la madre.
En muchos países donde la carencia de vitamina
A constituye un problema de salud pública, se
administran suplementos de vitamina A a los niños de 6
a 59 meses de edad con el fin de reducir el riesgo de
enfermedad y muerte. Sin embargo, en los menores de 6
meses de edad, los estudios indican que la
administración de suplementos de vitamina A no aporta
ningún beneficio con respecto a la reducción del riesgo
de enfermedad y muerte (OMS, 2019).
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La OMS y el UNICEF recomiendan la
suplementación universal con vitamina A como una
prioridad para niños de 6–59 meses de edad en países
con un riesgo elevado de deficiencia (Tabla 6). En estos
países, se debe administrar una dosis elevada de
vitamina A a los niños con sarampión, diarrea,
26
enfermedad respiratoria, varicela, otras infecciones
graves o desnutrición aguda grave, y a los que viven en
la vecindad de niños con deficiencia de vitamina A
(OMS, 2010).
Fuente: OMS
3.4.3.1.2. Vitamina C
Las recomendaciones sobre la cantidad de ingesta diaria
de vitamina C es de 40 mg/día durante los primeros 6
meses y de 50 mg/día durante los segundos 6 meses de
vida (Anexo 4).
La vitamina C actúa como complemento del hierro para
proteger mejor al pequeño, ya que favorece la absorción
del hierro de los alimentos por parte del intestino y
permite que desempeñe totalmente su función. Este
antioxidante ayuda a mantener un sistema inmune
saludable y además protege a las células de la oxidación,
por lo que la vitamina C es imprescindible para el bebé.
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3.4.3.1.3. Vitamina D
Según Krause (2010), la leche humana de una madre
lactante adecuadamente alimentada aporta todas las
vitaminas que requiere un lactante a término, excepto la
vitamina D. El contenido de esta vitamina en la leche
humana es de solo 20 unidades internacionales por litro
(UI/l) (0,5 mg de colecalciferol). Para prevenir el
raquitismo y la carencia de vitamina D, la AAP
recomienda, para todos los lactantes, una ingesta mínima
de 400 UI de vitamina D al día desde poco después del
nacimiento. Así, todos los lactantes alimentados al pecho
requieren un suplemento de 400 UI diarias de vitamina
D (10µg/día) (Anexo 4).
Parece que el riesgo de raquitismo en lactantes y niños
alimentados con lactancia natural es mayor en los de piel
oscura (Weisberg et al., 2004). Dado que son diversos
los factores ambientales y familiares del estilo de vida
que pueden afectar a la exposición al sol y a la absorción
de vitamina D, las recomendaciones de la AAP sobre los
aportes complementarios de dicha vitamina son
aplicables a todos los lactantes. El aporte
complementario alcanza las 800 UI de vitamina D al día
en casos de alto riesgo, como prematuros, lactantes y
niños de piel oscura, y lactantes que habitan en latitudes
septentrionales o altitudes elevadas (Misra et al., 2008).
El exceso de vitamina D produce, en ocasiones, náuseas
y vómitos, pérdida de apetito, exceso de sed, micción
frecuente, estreñimiento, dolor abdominal, debilidad
muscular, mialgias y artralgias, confusión, fatiga o lesión
renal.
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3.4.3.1.4. Vitamina K
Debido a que la leche humana contiene bajos niveles de
vitamina K y la flora intestinal no está instaurada
(Mataix, 2015), los requisitos de vitamina K del neonato
merecen una atención especial. La deficiencia puede
provocar hemorragias o una enfermedad hemorrágica
del recién nacido. Esta afección es más frecuente en los
lactantes alimentados al pecho que en otros lactantes,
porque la leche materna contiene solo 2,5 mg/l de
vitamina K, mientras que las fórmulas elaboradas con
leche de vaca contienen aproximadamente 20 veces esa
cantidad. Todas las fórmulas infantiles contienen como
mínimo 4 mg de vitamina K por 100 kcal de fórmula. La
IA de los lactantes es de 2 mg/día durante los primeros 6
meses y de 2,5 mg/día durante los segundos 6 meses de
vida (Anexo 4), que se pueden aportar con la leche
materna madura, aunque quizá no durante la primera
semana de vida. En cuanto a los lactantes alimentados al
pecho, el suplemento de vitamina K es necesario durante
ese período para disminuir considerablemente el riesgo
de enfermedad hemorrágica. La mayoría de los
hospitales establecen que los lactantes reciban como
profilaxis una inyección de vitamina K poco después de
nacer (Krause, 2010).
3.4.3.2. Minerales
3.4.3.2.1. Calcio
Los lactantes nutridos con leche materna presentan una
biodisponibilidad de alrededor de dos tercios de su
consumo de calcio. La ingesta adecuada (IA) entre 0 a 6
30
meses es de 200 mg/día, y entre 7 a 12 meses de 260
mg/día; las fórmulas infantiles son fortificadas de
acuerdo a las mismas normas. (Mahan & Raymond,
2013)
3.4.3.2.2. Flúor
La Ingesta Dietética de Referencia del flúor es de 0,1
mg/día en menores a 6 meses y en el rango de 7 a 12
meses es de 0,5 mg/día. Este mineral está constituido en
la estructura de los dientes, siendo que por su déficit
obtengamos un tejido débil que tendría mayor riesgo de
presentar caries dental y en un exceso manchas blancas
llamadas fluorosis. Los niveles de flúor en la leche de la
madre son bajos por lo que se sugiere el consumo de
suplementación de este mineral al igual que en lugares
donde el agua no está fluorada. Las aguas fortalecidas
con flúor no causan riesgo alguno en las madres lactantes
ni en los niños. (Brown, 2014)
Se sabe que este mineral cumple un papel importante
frente a la caries dental en cuanto a su prevención.
(Mahan & Raymond, 2013)
3.4.3.2.3. Hierro
Mahan & Raymond (2013) expresan:
Se considera que los lactantes nacidos a término
tienen reservas adecuadas de hierro para su
crecimiento hasta que doblan su peso al nacer, lo
que sucede aproximadamente a los 4 meses de
edad en los lactantes nacidos a término y mucho
antes en los lactantes prematuros. La ingesta
recomendada de hierro aumenta, dependiendo de
la edad, de la velocidad de crecimiento y de las
reservas de hierro. A los 4-6 meses de edad, los
lactantes que han sido alimentados solo con leche
materna tienen riesgo de desarrollar un balance
31
negativo de hierro y sus reservas se vacían a los
6-9 meses. La biodisponibilidad del hierro de la
leche materna es muy alta, pero los lactantes
alimentados al pecho deberían recibir una fuente
adicional de hierro a los 4-6 meses de edad
(AAP, 2005). La AAP recomienda una aporte
complementario con 1 mg/kg/día de hierro,
comenzando a los 4 meses de edad y continuando
hasta la introducción de alimentos
complementarios idóneos (Baker y Greer, 2010).
Es importante vigilar el balance de hierro, porque
la deficiencia de hierro del lactante tiene efectos
cognitivos a largo plazo (Eden, 2005). (p.378)
3.4.3.2.4. Zinc
Según Mahan & Raymond (2013), los neonatos
están sujetos a recibir este mineral de la dieta.
Presenta mayor biodisponibilidad en la leche de
la madre que en fórmulas. Sin embargo, ambas
brindan la cantidad requerida en el primer año
siendo de 0,3 a 0,5 mg por 100 kcal, y otros
alimentos deberían proveer la mayor parte de
este mineral durante el segundo año. El déficit de
zinc en los lactantes ocasionaría un retardo en su
desarrollo.
32
directamente y asiste a los niños mayores cuando comen por sí solos,
respondiendo a sus signos de hambre y saciedad, alimentando despacio
y pacientemente, animándolos a comer, pero sin forzarlos. Los padres
deben tener presente que su obligación es ofrecer los alimentos,
mientras el niño decide si los come o no y en qué cantidad. Cuando el
niño rechaza el biberón, la cuchara, o escupe el alimento, es indicio que
está satisfecho.
De igual forma, se recomienda experimentar la introducción de
alimentos con diversas combinaciones, sabores y texturas para
animarlos a comer. La aceptación de algún alimento nuevo sólo se
conoce después de al menos 3 a 5 intentos de ofrecérselo; si es
rechazado nuevamente, se sugiere suspenderlo para ofrecerlo otra vez
más adelante, igual o con otra presentación.
El niño debe tener su propio plato, de manera que el cuidador
pueda saber si el niño está recibiendo suficiente comida. Para alimentar
al niño se puede emplear una cuchara, o las manos limpias; dependiendo
de la cultura. El utensilio debe ser el apropiado para la edad del niño.
Se deben reducir las distracciones durante las horas de comida y
recordar a los padres que los momentos de comer son periodos de
aprendizaje y amor, por lo que se debe hablar con los niños y mantener
el contacto visual (Cuadros Mendoza et.al, 2017).
b) Preparación de alimentos e higiene
La preparación y el almacenamiento seguros de los alimentos
complementarios reducen el riesgo de diarrea. Por lo tanto, todos los
utensilios, como vasos, tazas, platos y cucharas utilizados para
alimentar al lactante, deben ser exhaustivamente lavados. En muchas
culturas es común el comer con las manos, por lo que es importante que
las manos del cuidador y del niño sean cuidadosamente lavadas antes
de comer. Se debe evitar el empleo de biberones debido al alto riesgo
de transmisión de infecciones, por lo que se recomienda el empleo de
vasos o tazas.
Los alimentos deben ser debidamente refrigerados; cuando no
puedan ser refrigerados, deben ser consumidos no más de 2 horas
33
después de ser preparados, a fin de evitar que las bacterias tengan
tiempo para multiplicarse (Cuadros Mendoza et.al, 2017).
34
alimentación, para asegurar una ingesta adecuada. Si el niño
incrementa su apetito durante la recuperación, se le debe ofrecer
una comida adicional (OMS, 2010).
Textura
La consistencia más apropiada de la comida del lactante o niño
pequeño, depende de la edad y del desarrollo neuromuscular. Al
inicio de los seis meses, el lactante puede comer alimentos
sólidos o semisólidos, en forma de puré o aplastados. A la edad
de ocho meses, la mayoría de los lactantes puede comer
alimentos sólidos triturados. A los 12 meses, la mayoría de los
niños pueden comer los mismos alimentos consumidos por el
resto de la familia (Anexo 3). Existen pruebas sobre la presencia
de una "ventana crítica" para incorporar alimentos triturados, de
tal manera que si son administrados más allá de los 10 meses de
edad, puede incrementar el riesgo posterior de sufrir problemas
de alimentación, por lo que es importante elevar la consistencia
de los alimentos de acuerdo a la capacidad que tiene el niño de
ingerirlos (Cuadros Mendoza et.al, 2017).
Frecuencia
A medida que el niño tiene mayor edad, necesita una mayor
cantidad total de alimentos por día; los alimentos deben ser
divididos, o fraccionados, en una mayor cantidad de comidas.
El número de comidas que un lactante o niño pequeño necesita,
depende de:
o Cuánta energía necesita el niño para cubrir la brecha
de energía. Cuanta más energía requiera el niño cada día,
necesitará mayor número de comidas para asegurar que
él o ella tenga la suficiente energía.
o La cantidad de alimentos que el niño pueda comer en
una comida. Depende de la capacidad o tamaño de su
estómago, la cual usualmente es de 30 ml por kg de peso.
Un niño que pesa 8 kg tendrá una capacidad gástrica de
35
240 ml, aproximadamente un vaso o taza lleno de
tamaño grande; no se puede esperar que coma más que
esta cantidad durante una comida.
o La densidad energética del alimento ofrecido. La
densidad de energía de los alimentos complementarios
debe ser mayor que la de la leche materna: esto es, al
menos 0.8 kcal por gramo. Si la densidad energética es
menor, para llenar la brecha de energía se requiere un
mayor volumen de alimentos; estos pueden requerir ser
fraccionados en un número mayor de comidas.
Si el niño recibe muy pocas comidas, no recibirá la cantidad
suficiente de alimentos para cubrir sus necesidades energéticas.
Si el niño come demasiadas comidas, él o ella lactarán menos o
incluso podría dejar de lactar del todo. Durante el primer año de
vida, el desplazamiento de la leche materna reduce la calidad y
cantidad de la ingesta total de nutrientes del niño (OMS, 2010)
d) Variedad de alimentos
Un buen alimento complementario es rico en energía, proteínas y
micronutrientes; no es picante, dulce, ni salado; el niño puede comerlo
con facilidad; es fresco, poco voluminoso e inocuo; debe ser de su
agrado; está disponible localmente y es asequible.
Los alimentos complementarios deberían brindar suficiente energía,
proteína, lípidos, carbohidratos y micronutrientes para cubrir las
brechas de energía que deja la leche materna.
La alimentación complementaria debe basarse en alimentos que
consume la familia, que dependerán de factores culturales y
económicos. La dieta del niño debe tener alimentos básicos, ricos en
determinados nutrientes como:
Cereales sin gluten
Los cereales constituyen el grupo de alimentos con el que más
se inicia la alimentación complementaria. Los cereales sin
gluten aportan principalmente carbohidratos (almidón y
polisacáridos), además de vitaminas, minerales y ácidos grasos
36
esenciales, y están suplementados con hierro. Son preparados
hidrolizados a base de arroz, maíz o soya, que pueden diluirse
de forma instantánea, sin necesidad de cocción, tanto en la leche
materna, como en las fórmulas lácteas infantiles, manteniendo
un aporte lácteo adecuado. En algunos casos, y si hay rechazo
por parte del niño, se pueden añadir a la papilla frutas o al puré
de verduras o caldos.
Cereales con gluten
Los cereales con gluten están hechos con trigo, avena, cebada o
centeno. Aportan hidratos de carbono, proteínas en menor
cantidad, minerales, vitaminas y ácidos grasos esenciales.
Constituyen un notable aporte de energía en función de su alto
contenido de carbohidratos. De manera similar a los cereales sin
gluten, han sido sometidos a un proceso de hidrólisis y están
enriquecidos con hierro. Se preparan igualmente de forma
instantánea diluyéndolos en leche materna o en la fórmula láctea
infantil. No es preciso que los cereales sean siempre
hidrolizados. Se pueden ofrecer también otros alimentos que
aportan cereales, como arroz, avena, galletas, pan, pasta, etc.
Actualmente, no existe un consenso sobre el mejor momento
para introducir el gluten en la alimentación complementaria.
Una medida prudente para la introducción del gluten sería
hacerlo no antes de los 4 meses, ni después de los 7 meses de
vida; independientemente de que el niño tome leche materna o
una fórmula láctea infantil.
Frutas y verduras
Deben excluirse verduras foliáceas (lechuga, acelga, espinaca,
coliflor, brócoli, remolacha), sobre todo acelgas, hasta pasados
los nueves meses de vida, por su alto contenido en nitratos, que
podrán ser reducidos a nitritos y dar lugar a
metahemoglobinemia.
Carnes
Son fuente muy importante de proteínas de alto valor biológico
(20 g de proteína/100 g de carne), aminoácidos y ácidos grasos
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esenciales, hierro, zinc y vitaminas, principalmente B12. Debido
al riesgo de carencia de hierro en niños con leche materna
exclusiva a partir de los 6 meses, se recomienda la introducción
de carne (pollo, pavo, ternera, vaca, cordero y cerdo) desde el
inicio de la alimentación complementaria, por su alto contenido
y buena disponibilidad de hierro hem, y otros nutrimentos que
aporta. El valor nutritivo de la carne blanca es similar al de la
carne roja. Se recomienda introducirla en cantidades pequeñas y
progresivas, a diario, hasta llegar a 40-60 g de carne por ración
al día; pueden ser añadidas al puré de verduras
Derivados lácteos
El yogur es un derivado lácteo fermentado que contiene poca
lactosa, pero supone una excelente fuente de proteínas, calcio y
vitaminas. Además, favorece la absorción del calcio y regenera
la flora intestinal gracias a su contenido de pre y probióticos. A
partir de los 6 meses, se pueden introducir yogures elaborados
con leche adaptada y, posteriormente, alrededor de los 9-10
meses, se pueden dar yogures naturales de leche de vaca entera
Los quesos son productos de leche fermentada que constituyen
una buena fuente de proteínas, calcio, hierro y fósforo, pero
pueden tener un alto contenido graso dependiendo del tipo de
queso. Se pueden ofrecer quesos frescos poco grasos a partir de
los 9-10 meses.
Pescado y huevo
Se recomienda introducir el pescado a partir de los 9-10 meses,
comenzando con pequeñas cantidades (unos 20-30 g) de
pescado blanco o azul, siempre en cantidades pequeñas, que se
irán aumentando paulatinamente hasta 40-60 g/día para
favorecer la tolerancia. En niños menores de 3 años, deben
evitarse algunos pescados, como el pez espada, atún rojo,
tintorera y cazón, debido a su alto contenido de mercurio
potencialmente perjudicial para el neurodesarrollo del niño.
El huevo es considerado el alimento con mayor valor biológico
en sus proteínas; aporta además ácidos grasos esenciales, (DHA-
38
ARA) hierro, luteína y vitaminas.La yema se puede iniciar desde
los 6 meses de edad, y posteriormente la clara de huevo cocida
en cantidades crecientes, debido al alto poder alergénico de la
ovoalbúmina que contiene. No es recomendable, por razones
nutricionales y de seguridad alimentaria, consumir huevo crudo.
Por una parte el calentamiento facilita la digestión completa de
las proteínas del huevo; por otra, previene la deficiencia de
biotina, vitamina pobremente absorbida cuando se consume
huevo crudo, debido a que este contiene una proteína
denominada avidina, que limita la absorción de la biotina.
Además favorece la destrucción de posibles microorganismos
contaminantes; se han reportado casos de infección por
Salmonella gallinarum secundarios al consumo de huevo crudo
en los que se ha encontrado contaminación de la yema de huevo
por este microorganismo al romper el cascaron del huevo.
Legumbres
Las legumbres aportan fibra, hidratos de carbono, proteínas,
vitaminas y hierro, a pesar de que su biodisponibilidad es baja
debido al elevado contenido en fibra y fitatos.22 Además, tienen
un elevado contenido de nitratos, por lo que se recomienda
iniciar en pequeñas cantidades para favorecer su digestión y
evitar flatulencia, a partir de los 6-7 meses.
39
4. CONCLUSIONES
En los primeros meses de vida del niño no hay una maduración completa de los
órganos y enzimas que tienen un rol importante en la alimentación, así como de
la degradación de sus compuestos.
La alimentación interviene en el proceso del desarrollo fisiológico de
estructuras, habilidades motoras, desarrollo cognitivo y neuromuscular.
La alimentación complementaria es fundamental para cubrir la brecha de energía
entre otros nutrientes que tiene como origen generalmente el sexto mes de vida.
Los factores que influyen las cantidades de energía del niño menor de un año son:
Peso, tasa de crecimiento, ciclo de sueño/vigilia, temperatura y clima, actividad
física, respuesta metabólica a la comida, y estado de salud y recuperación de
enfermedades.
Se debe prestar atención en la cantidad de ingesta de proteínas, ya que un exceso
en estas puede originar daños irreversibles a nivel del sistema renal y hepático
del niño.
El mayor aporte energético de carbohidratos es la lactosa presente en la leche
materna con un aproximado de 40 a 50% de calorías presentes en esta o también
en fórmulas infantiles.
La leche materna o fórmula son las principales fuentes de grasa en la dieta del
niño y esta no debe restringirse o disminuir su proporción debido a que interviene
con el desarrollo de las gónadas y el cerebro.
Las vitaminas se encargan de realizar funciones muy específicas en el cuerpo
humano, por tanto su ingesta es esencial para evitar el desencadenamiento de
alteraciones en la salud y un óptimo desarrollo del niño.
Los minerales son nutrientes que el organismo humano precisa en cantidades
relativamente pequeñas, estas no pueden ser sintetizados por el organismo y
deben ser aportados por la dieta.
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5. BIBLIOGRAFÍA
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6. ANEXOS
Anexo 1.
Caso de estudio N°1
i. E° = GET + ENPCDT
E° = [-99,4 + 88,6 (kg)] + 14
E° = [-99,4 + 88,6 (8)] + 14
E° = (↓) 623,4 kcal ⇨ 679 kcal
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● Zinc ⇨ 3 mg/d ⇨ Arroz integral, huevo, carne de res
● Vitamina A ⇨ 500 µg/d ⇨ Zanahoria, pimiento
● Vitamina C ⇨ 50 mg/d ⇨ Frutas cítricas
● Vitamina D ⇨ 10 µg/d ⇨ Queso, aceite de hígado de bacalao
● Vitamina K ⇨ 2,5 µg/d ⇨ Hortalizas de hojas verdes
Recomendaciones
1. Brindar lactancia materna exclusiva durante los 6 primeros meses de vida, ya que cubre
todas las necesidades del lactante sano.
2. No introducir alimentos en la alimentación sin el consejo de su pediatra.
3. La administración de alimentos distintos a la leche, será de forma gradual, firme, sin
forzar al niño. El cambio de un sabor a otro requiere repetidas ofertas.
4. Evitar añadir sal y azúcar a la dieta del niño.
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Anexo 2. Características fisiológicas diferenciales del neonato