Sie sind auf Seite 1von 5

Eros & Psique

Psique (en griego la palabra quiere decir “alma”) era una princesa de una belleza tan extraordinaria
que la misma diosa Afrodita estaba celosa de ella.

Sin embargo, Psique era tan bella que seguía virgen porque su belleza sobrehumana asustaba a
sus pretendientes hombres. Afrodita ordenó a su hijo Eros, el dios del amor, que castigara a la
atrevida mortal. Por eso, algún tiempo después, un oráculo mandó al padre de Psique, bajo la
amenaza de una terrible calamidad, que llevara a su hija a una roca solitaria donde sería devorada
por un monstruo.

Pero el dios Eros, cuando vio a la muchacha que tenía que morir en la boca del monstruo que la
esperaba abajo, quedó tan impresionado por su belleza que tropezó y se pinchó con una de sus
propias flechas -esas flechas que utilizaba de manera tan eficaz para llevar el amor súbito tanto a
los mortales como a los dioses-.

Así fue como Eros se enamoró profundamente de la persona que su madre le había mandado
eliminar. Temblando, pero resignada, Psique estaba esperando en su roca solitaria la ejecución del
oráculo, cuando de repente se sintió suavemente elevada por los vientos; era Céfiro, el viento del
Oeste, que la llevó a un valle donde quedó dormida, sobre un verde césped.

Al despertar, Psique descubrió ante sí un magnífico palacio de oro y mármol que comenzó a
explorar. Las puertas se abrían y voces incorpóreas la guiaban y se presentaban como sus
esclavas.

Cuando cayó la noche y Psique estaba a punto de dormirse, un misterioso ser la abrazó en la
oscuridad, explicándole que él era el esposo para el cual estaba destinada. Ella no conseguía ver
sus rasgos, pero su voz era dulce y su conversación llena de ternura. Su matrimonio se consumó,
pero antes de que volviera la aurora, el extraño visitante desapareció, haciéndole prometer primero
a Psique que jamás intentaría ver su rostro.

Psique no estaba descontenta con su nueva vida. No le faltaba de nada excepto su encantador
esposo, que sólo iba a visitarla en la oscuridad de la noche. Sin embargo, fue presa de la nostalgia
y una noche pidió a su marido que la dejase visitar a sus hermanas. Eros accedió a cambio de lo
que le había hecho prometer a Psique.

Visitó entonces a sus dos hermanas que, devoradas por la envidia, sembraron en su corazón las
semillas de la sospecha, diciéndole que su esposo debía ser un horrible monstruo para esconderse
así de ella. La criticaron tanto que una noche Psique, a pesar de su promesa, se levantó de la
cama que compartía con su esposo, con disimulo encendió una lámpara y la sostuvo encima del
misterioso rostro.

En vez de un espantoso monstruo, contempló al joven más hermoso del mundo -el propio Eros-. A
los pies de la cama estaban su arco y sus flechas. En su conmoción y su gozo, Psique tropezó y se
pinchó con una de las flechas, y por eso acabó por enamorarse profundamente del joven dios que
antes había aceptado por haberse enamorado él de ella. Pero su movimiento hizo que una gota de
aceite caliente cayera sobre el hombro desnudo del dios. Él se despertó enseguida, regañó a
Psique por su falta de palabra e inmediatamente desapareció.

El palacio desapareció también, y la pobre Psique se encontró en la roca solitaria otra vez, en una
espantosa soledad. Al principio pensó en suicidarse y se tiró a un río que había cerca de allí, pero
las aguas la llevaron suavemente a la otra orilla.
Desde entonces ella vagó por el mundo en busca de su perdido amor, perseguida por la ira de
Afrodita y obligada por la diosa a someterse a cuatro terribles pruebas, que consiguió superarlas
una tras otra, gracias a la ayuda de las criaturas de la Naturaleza -las hormigas, los pájaros, los
juncos-.

Finalmente tuvo que descender incluso al mundo subterráneo, a donde ningún mortal puede ir.
Tenía que pedirle a Perséfone un frasco de agua de Juvencia -en otras versiones una caja- que le
estaba prohibido abrir. Psique desobedeció movida por la curiosidad y quedó sumida en un
profundo sueño.

Al final, conmovido por el arrepentimiento de su infeliz esposa, a la que nunca había dejado de
amar y proteger, Eros despertó a Psique de un flechazo de su sueño mortal y, subiendo al Olimpo,
le pidió permiso a Zeus para que Psique se reuniera con él.

Zeus se lo concedió y le otorgó a Psique la inmortalidad, dándole de comer la Ambrosía. Afrodita


olvidó su rencor y la boda de los dos enamorados se celebró en el Olimpo con gran regocijo.

Simbología: Psique, literalmente, quiere decir “soplo”, es el alma, y el nombre de una clase de
mariposas. El arco y las flechas son símbolo de Eros, el Amor.
Prometeo era un titán muy amigo de los humanos. Zeus había decretado
que el fuego debía permanecer en el Olimpo con los Dioses y no debía ser
entregado a los seres humanos para su beneficio y desarrollo, pero Prometeo
no estaba de acuerdo con esa decisión. Algunos dicen que se introdujo
subrepticiamente en el taller de Hefestos y tomo unas brasas de uno de sus
hornos para traerlas al mundo. Otros en cambio afirman que se acercó al carro
de Apolo y robó algunas chispas de él con las que prendió una planta
de hinojo y se lo entregó a los humanos, enseñándoles además como utilizar el
fuego.

Enterado Zeus inmediatamente lo condenó a permanecer encadenado eternamente a


una roca y a que un águila se le comiera el hígado. Como era inmortal, cada noche el
hígado se regeneraba y el ave volvía a comérselo, una y otra vez. Afortunadamente,
Heracles de camino al Jardín de las Hespérides, lo liberó finalmente con la aceptación
de su padre, el gran Zeus, que vio en esa acción un acto que glorificaba a su hijo.
El Hilo de Ariadna

Ariadna es la hija del rey Minos y Pasifae de Creta. Su padre tenía en un laberinto encerrado al
minotauro, a quien había que alimentar con gente ateniense cada nueve años, para que las cosas
marcharan bien en Atenas.

La tercera vez que los atenienses debían pagar su tributo, Teseo, -hijo de Egeo, el rey de Atenas-
se ofrece a ir y matar al minotauro. El problema era que el minotauro vivía en un laberinto del que
no se podía escapar.

La hija de Minos, Ariadna vio a Teseo y se enamoró de él, por lo que decidió ayudarlo con la
condición de que se casara con ella y se la llevara lejos de su temible padre.

Teseo aceptó, y así fue como Ariadna le regaló un ovillo para que una vez en el laberinto, fuera
desenrrollándolo y pudiera servirle de guía al regreso e indicarle el camino.

Cuando el Rey Minos supo que Teseo había matado al minotauro montó en cólera por lo que
Teseo tuvo que apresurarse en la huída en la que lo acompañó Ariadna. Pero ella nunca llegó a
ver la tierra de Teseo, Atenas, porque en una escala que hicieron en isla de Naxos, ella se quedó
dormida en la orilla del mar.

Se ha dicho que Teseo dejó a Ariadna dormida en la playa porque él estaba enamorado de otra
mujer, pero también que fue por orden de los dioses. También se dijo que él regresó al barco, y
que este sarpó impulsado por un viento misterioso.

Ariadna entonces olvidó sus penas de amor con el dios Dionisio, que se había enamorado
profundamente de ella. Se casaron ante todos los dioses y fueron a vivir al Olimpo. Como regalo
de bodas Dionisio le obsequió una diadema de oro que hizo el Dios Hefesto. Este anillo luego se
convirtió en una constelación del cielo.

Sus hijos con Dionisio fueron Toante, Estásfilo, Enopión y Pepareto.

Hay quienes dicen que Artemisa mató a Ariadna cumpliendo órdenes de Dionisio. Pero también
hay quienes opinan que ella volvió a la isla de Naxos, donde Teseo la había dejado, y allí Ariadna
murió, en la orilla del mar…

Edipo Rey

Edipo era hijo de Layo, rey de Tebas. Un oráculo


había vaticinado que Edipo mataría a su padre y se
casaría con su madre. Layo, para evitar su destino,
abandonó a su hijo recién nacido en el monte Citerón
después de perforar y atar sus tobillos (Edipo
significa “pie inflamado”) con el beneplácito de su
esposa Yocasta. El niño sobrevivió y fue acogido por el rey de Corinto, Pólibo. Ya adulto, el oráculo
de Delfos le reveló la maldición que pesaba sobre él y le aconsejó que se exiliara lo más lejos
posible de su patria. Edipo abandonó Corinto siguiendo las indicaciones del oráculo. Sin embargo,
Edipo tuvo un enfrentamiento en el camino con un hombre al que mató: aquel hombre era su padre
biológico, Layo. Sin saber que había llegado a su verdadera patria, Edipo se adentró en la región
de Tebas, donde un monstruo cruel, la Esfinge, devoraba a cuantos caminantes topaban a pasar
por sus dominios después de plantearles unos enigmas que eran incapaces de responder. Edipo
supo resolverlo: “¿Qué animal tiene cuatro patas por la mañana, dos a mediodía y tres por la
noche”? La respuesta era el hombre que en su infancia gatea, de adulto camina sobre dos piernas
y ya anciano debe apoyarse en un bastón. Después de matar a la Esfinge fue aclamado como
libertador en toda Tebas y los tebanos, llenos de gratitud, le ofrecieron el trono de Layo y la mano
de su viuda, Yocasta, que no era otra que su propia madre. El oráculo se había cumplido a
espaldas del desdichado, que había hecho todo por evitarlo pero no pudo escapar a la ley
inexorable del destino. Al cabo de un tiempo, una terrible epidemia de peste asoló la ciudad y
Edipo, que había intentado averiguar qué criminal había podido suscitar la cólera de los dioses,
descubrió horrorizado que ese criminal no era otro que él mismo, culpable de parricidio e incesto.
No pudiendo soportar mirar la verdad cara a cara, Edipo se arrancó los ojos mientras Yocasta se
ahorcaba. Sus hijos Eteocles y Polinices furiosos lo condenaron y expulsaron de la ciudad. Edipo
volvió a tomar inmensamente apenado el triste y desdichado
camino del exilio.

Das könnte Ihnen auch gefallen