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DEBATE 1879 – 1979: Julio Esteban Vezub*

Genocidio y política indigenista: debates


sobre la potencia explicativa de una
Genocidio indígena, historiografía
categoría polémica y dictadura

Editor A la luz de las intervenciones repetidas en la prensa de los últimos días, se me ocurre que se detectan al
menos dos debates dentro del debate sobre “genocidio indígena”. Se trata de identificarlos con la mayor
Diana Lenton (presentadora y comentarista) nitidez, a los fines de deslindar derivas y motivaciones que no son inherentes a la discusión propiamente
histórica, aunque sí a las formas actuales de valoración del pasado, como ser los posicionamientos respecto
Autores y comentaristas (en orden alfabético) del gobierno nacional y los relatos que se movilizan por parte de oficialistas y opositores. Para caracterizar el
campo es imprescindible historiar las discusiones, seguir su articulación en el tiempo e indagar en qué con-
Walter Delrio y Ana Ramos
textos se realzan o adquieren relevancia pública. Básicamente, por delante de la adecuación de la categoría
Diego Escolar “genocidio” a determinados procesos y acontecimientos, hay un conflicto primario relativo a la verificación
Pilar Pérez o no de crímenes masivos durante el proceso de formación del Estado nacional y el capitalismo, los niveles
de legitimidad, justificación y tolerancia hacia el pasado traumático, su condición inexorable o necesaria
Florencia Roulet y María Teresa Garrido y, recién entonces, el uso emblemático de los olvidos, las memorias y las representaciones para intervenir
Verónica Seldes ideológicamente en los conflictos presentes. Con excepciones filosóficas en un debate empobrecido por pro-
pagandistas, el uso o el rechazo de la categoría “genocidio” es subsidiario de la valoración y gravedad que
Liliana Tamagno
se atribuyen a hechos mayormente constatados, incluso a desgano. Por ello la discusión es otra: ¿hubo o no
Julio Esteban Vezub crímenes masivos y exterminio de poblaciones en el proceso expansivo del Estado argentino?
La metodología historiográfica es eficaz para distinguir los niveles del debate, caracterizar el juego de
fuerzas y los conflictos que lo delimitan. Vale decir, historiar las circunstancias y el recorrido que configuran
la discusión. (Cuando digo “historiografía” el ejercicio incluye la “antropología”). Desde el exilio en México,
David Viñas (1982) dio productividad a sus fuentes al preguntarse si “los indios fueron los desaparecidos de
1879”, trazando un paralelo con la dictadura, perspectiva que fue cuestionada por la simpleza de la compa-
ración (Mases 2002, p.15).

Corpus. Archivos virtuales de la alteridad americana, Vol. 1, N° 2, 2do. semestre 2011,


ISSN 1853-8037, URL: http://ppct.caicyt.gov.ar/index.php/corpus *Centro Nacional Patagónico, CONICET; Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, UNPSJB. Correo electrónico: vezub@cenpat.edu.ar
Pero Viñas sabía con quiénes se enfrentaba: las fuer- histórico, seguramente por la mayor interlocución con original, como “[…] la dimensión política para compren-
zas armadas pensaron las prácticas que acompañaron la los protagonistas del activismo étnico que se fortaleció der también el genocidio camboyano”. Para Burucúa el
expansión socio—territorial del siglo XIX como el hito a partir de los noventa. Probablemente, la vitalidad de rasgo que define jurídicamente a la dictadura de 1976
fundacional del mismo devenir que ellas clausuraban la militancia indígena e indigenista explique algo del re- como genocidio es “lo que se hizo con los niños, la sus-
a fines del XX. Antes del golpe de 1976, la publicación vanchismo clasista y la urgencia del tema para la mayo- tracción de bebés”, requisito que no alcanzaría para ca-
Política seguida con el aborigen, a cargo de la Dirección ría de los que niegan el genocidio desde La Nación. racterizar así “el caso de Roca”, donde la clave es com-
de Estudios Históricos del Comando en Jefe del Ejérci- Parte de la dificultad para ahondar los contenidos tie- probar la intencionalidad explícita del exterminio, su
to (1974), describía las tácticas de “combate irregular” ne que ver con que el debate se desarrolla principalmen- condición “actuada y planificada”:
indígena sistematizando en realidad otra cosa, acumu- te según las reglas de la prensa. Incluso cuando las voces
lando enseñanzas para la “guerra sucia” contra las orga- académicas asumen la responsabilidad de manifestarse …está circulando una frase que se le atribuye, que habla
nizaciones revolucionarias. Fue la celebración del cente- lo hacen con las constricciones del género, pensando del exterminio de un pueblo una cultura, una raza. Pero es
nario de la ocupación de la línea del río Negro en 1979, apócrifa. No hay un investigador que diga que se pronun-
más en los efectos políticos y sus posibles lecturas que en
sintetizada como “Campaña del Desierto”, la que puso ció. Roca va al Congreso y habla de sus intenciones, habla
la teoría y los estudios de caso que sostienen cada argu- de llevar la civilización a los indígenas, pero no parece que
en serie los dos acontecimientos represivos como parte mento. La negación del genocidio y la valoración posi- fuera una matanza programada para hacer desaparecer un
de un mismo proceso de (re)organización nacional. El tiva del orden conservador, incluidas sus consecuencias pueblo. Es muy discutible que sea un genocidio (Moledo y
“Plan Cultural” de la junta militar le dio rol estratégi- para los indígenas, tuvieron base en corporaciones como Jawtuschenko 2009).
co al “Congreso Nacional de Historia sobre la Conquis- la Academia Argentina de la Historia, mayoritariamente
ta del Desierto”, realizado en General Roca ese mismo al margen de las universidades y los organismos estata- En la línea de Hobsbawm cuando se pronunció sobre
año, igual que a los partes de campaña, memorias e his- les de ciencia y técnica. En 2004 Juan José Cresto insta- el juicio “Irving contra Lipstadt”1, Burucúa considera
torias laudatorias que se editaban a través de Eudeba, laba la polémica, en su doble condición de director de que para definirlo como tal se debería corroborar que el
sello que estaba intervenido como toda la universidad esa asociación y del Museo Histórico Nacional, del que genocidio se ejecutó siguiendo órdenes documentadas,
(Invernizzi 2005). Estas operaciones son conocidas, aun- sería reemplazado a poco de sus dichos. Cresto cargaba limitando el valor de los discursos de Roca como prue-
que no se ha reflexionado lo suficiente sobre su efecto en contra “el mito del genocidio” que “oculta reivindicacio- ba, aunque éstos hablen de “operaciones militares” y el
la homologación de experiencias traumáticas diferentes nes territoriales”, volviendo sobre el impresionismo de mandato de liberar “[…] totalmente esos vastos y fértiles
y temporalmente distantes. Las imágenes especulares malones y cautivas laceradas en las plantas de los pies. territorios de sus enemigos tradicionales, que desde la
entre 1879 y 1979 todavía pautan una porción importan- Utilizando el correo de lectores de La Nación, Pedro Na- conquista fueron un dique al desenvolvimiento de nues-
te de las interpretaciones sobre las masacres del último varro Floria lo refutó expeditivamente, discutiendo las tra riqueza pastoril”2. Más adelante volveré sobre cuán
cuarto del siglo XIX. afirmaciones más endebles sobre la carencia de docu- sistemáticas y planificadas fueron las órdenes de Esta-
mentación probatoria y aquellas según las cuales la “[…] do de 1880. Pero el positivismo del registro está en la
Con el advenimiento de la democracia perduró una base de su desconcierto, ante la dificultad de narrar una
visión resignada y al mismo tiempo superflua sobre el pampa agreste estaba totalmente desierta, con algunos
bolsones de pobladores aislados”. masacre y encontrarle las causas. Si las pruebas son una
crisol de razas, principalmente desde la historia social cuestión jurídica que excede la labor del historiador, será
argentina, conforme a la cual las campañas militares ha- También desde la prensa José Emilio Burucúa sostuvo fructífero pensar la trama histórica que hizo posible cada
brían resuelto la “cuestión indígena” a favor del tras- criterios que considera técnicos, partiendo de la defini- matanza, independientemente del rótulo que se le pon-
plante y la homogeneización de población, acelerando ción de genocidio de Lemkin, recogida por las Nacio- ga o las fuentes que respalden que había sido ordenada.
la extinción. Aunque las especializaciones no fueron nes Unidas en 1948. Según Burucúa la definición es muy
rígidas en la división de planteamientos, la antropo- precisa, aunque a continuación la ensancha para incluir Un trabajo anticipaba a fines de la década de 1990 el
logía sociocultural fue contradiciendo dicho corolario casos que no quedan contenidos dentro de la definición problema de la voluntad política, aunque la discusión

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no se orientaba todavía en términos de “genocidio”. Se Quizás el aporte imprevisto de Mariano Grondona, que historiador” que reclama. De hecho evita cualquier con-
trata de la investigación de Mónica Quijada, quien a pro- abre la seguidilla de artículos en la prensa de octubre de sideración sobre mapuches extranjeros o malones devas-
pósito de las condiciones de la “conversión de los indios 2011, sea recordar que además de Roca se debe discutir tadores. En su intervención del 5 de octubre se muestra
en ciudadanos”, cuestionaba la “percepción generaliza- a Sarmiento para comprender la violencia republicana. con todo vigor cómo la historia sociopolítica argentina
da” sobre el “exterminio de los nativos” y su “práctica Pero no lo digo en pos de un revisionismo redivivo sino margina las relaciones y los conflictos con los indígenas
desaparición física”, ubicando en el último cuarto del para focalizar el análisis más allá de las élites, en las rela- de la parte principal del relato liberal-republicano. Pero
siglo XIX ciones entre éstas y las bases sociales que materializaron el fantasma que acosa a Romero es el de un Kirchner to-
las masacres, y donde se materializaron las masacres. talitario, no el de Calfucurá ni Roca. Me concentro en-
…la existencia de una política de concesión de tierras y la Para banalizarlas, Grondona se respalda en la autoridad tonces en la médula del argumento histórico:
puesta en marcha de una serie de iniciativas destinadas a de estudioso de Luis Alberto Romero y en la ficción de
la integración de un colectivo que, lejos de haber desapa- Félix Luna, quien sólo le dedica a las campañas 13 pági- Roca fue un militar profesional que guerreó para construir
recido como saldo de la campaña militar, fue el objeto de nas de un total de 490, impostando la voz de un Roca que el Estado nacional […] derrotó a los imperios aborígenes
preocupaciones oficiales y oficiosas destinadas a definir el del Sur y definió las fronteras argentinas, ocupando un te-
“recuerda” su conducción de las operaciones de traslado
lugar que los aborígenes vencidos debían ocupar en la na- rritorio que por entonces también pretendían los chilenos.
cionalidad que se estaba construyendo (1999, p. 676-677).
de la frontera al río Negro como “[…] una alegre cabal-
gata de buenos camaradas bajo el tibio sol otoñal de la No hay nada de excepcional en esta historia, similar a la
Algo que nadie discutió en esa época según Quijada, fue Patagonia”, experiencia que según este “Roca anciano” de cualquier otro Estado nacional construido con los mé-
la necesidad de la desaparición de “[…] aquellos grupos todos que por entonces eran considerados normales. Los
nada tendría de épica, porque el esfuerzo bélico ya es-
nacionalistas integrales, quienes consideran esencialmente
humanos que no compartían las supuestas premisas de taba hecho de las décadas anteriores (Luna 1991, p.146). ‘argentino’ cada fragmento del territorio —no es mi caso—,
la ‘vida civilizada’”. Se pregunta “[…] cuáles eran los Hay tensión entre esta empatía imaginada y los números deben admitir que Roca contribuyó a una soberanía que
mecanismos y los límites que daban contenido específi- de muertos y prisioneros que consigna Luna, basándose creen legítima. En cuanto a los pueblos originarios, cierta-
co a esa exclusión”, respondiéndose que la aceleración en las memorias del ministerio de Guerra y Marina. Pero mente hoy no aprobaríamos la manera como los trató Roca,
de la extinción física no parece haber sido la idea favo- este y otros datos sintomáticos no le impiden a Gron- y la conducta del gobernador Insfrán nos parece detestable.
recida en comparación con las perspectivas de asimila- dona “desenmascarar esta falacia” del genocidio para Pero si se trata de leer el pasado desde el presente, debe-
ción (1999, p.688-689). Estos matices se expresaron en aniquilar a los “pueblos originarios”. Grondona insiste ríamos condenar también la manera en que, a lo largo de
funcionarios como Álvaro Barros, primer gobernador con los tópicos desvencijados del “flagelo del malón” y siglos, algunos ‘pueblos originarios’ —por ejemplo, los az-
de la Patagonia. A diferencia de Quijada, entiendo que los mapuches “invasores”, “araucanos que provenían de tecas o los incas— trataron a otros. Al menos, Roca no hacía
se debe indagar el modo en que las expectativas gradua- Chile”, ignorando más de veinte años de cambio de pa- sacrificios rituales con los prisioneros.
listas incluyeron determinaciones biopolíticas, por más radigma histórico y antropológico, además de un dato
que la sobrevivencia de la mayoría de los indígenas sea Después de una primera oración atinada siguen los des-
muy elemental, que la historia que se discute es también
el resultado que se constata. Tanto la tendencia a la ani- lices (“imperios aborígenes”), generalmente sugeridos
la de regiones como el Chaco, donde mapuches y tehuel-
quilación como la transformación cultural convivieron como razonamientos de otros (“los nacionalistas inte-
ches tuvieron escasa ingerencia, salvo su movilización
en el pensamiento y las prácticas del staff de Roca. La grales”, “si se trata de leer el pasado desde el presente”,
como tropa represiva a partir de la segunda mitad de la
frase en el parlamento, “…no cruza un solo indio por las etc.) y la desaprensión (“la manera como los trató Roca”).
década de 1880.
extensas pampas”, significa ambas cosas. Para Romero se trata apenas de la repetición de casos pa-
Si la ligereza metodológica es un desliz a concederle a recidos o mundiales, lo que clausura su interés y singu-
Aparece aquí uno de los primeros corolarios de esta Grondona, se puede exigir más de Romero, a quien no se laridad. Pienso en cambio que no alcanza con invocar el
síntesis historiográfica: las masacres se deberían estudiar le conocen investigaciones particularizadas sobre estos “contexto de época”, aplanando procesos históricos. De
descentrándolas de Roca e incluso de sus lugartenientes. temas pero es idóneo en los procederes del “oficio del manera exhaustiva, el análisis contextual también debe-

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ría aplicarse a lo detestable del presente. Precisamente, te de Corpus. Solamente quisiera señalar el salto produ- yer (2010), que resume los resultados de varias investi-
es el contexto global del colonialismo republicano y el cido por Walter Delrio, Diego Escolar y Diana Lenton, gaciones y promueve el diálogo entre las perspectivas
liberalismo europeo el que no sale indemne del balance. entre otros que integran o integraron estos equipos, en académicas y militantes. Dentro de la misma, la “cruel-
Basta advertir la condición ritual de los cueros cabellu- materia de estudios sobre las dinámicas de exterminio, dad” se insinúa como la pauta explicativa de la histo-
dos y cerebros que se exhibían en los museos del mundo desplazamiento forzado y reparto de mujeres y niños. ria argentina, sin que esta valoración se despliegue ni
para entender que el de La Plata no era una excepción, Para ello ingresaron en archivos vedados como el de la se justifique en la obra, donde tampoco se precisan los
aunque Roca no practicara sacrificios con los prisione- Armada, donde Papazian y Nagy (2010) desentrañan el ciclos ni el período del genocidio de los pueblos origi-
ros. funcionamiento del campo de concentración de la isla narios del actual territorio argentino. Este aparece como
Martín García. También en el caso de Escolar, que rea- un largo devenir inconcluso, perpetrado por un Estado-
Entre las posiciones que trivializan la discusión la más liza una verdadera arqueología de las estancias mendo- Leviatán plenamente racional, relativamente siempre
astuta es la de Martín Caparrós, que se hace fuerte en las cinas donde contingentes familiares patagónicos eran igual a sí mismo. La despolitización de las víctimas y
debilidades del indigenismo moralizante, la veneración reducidos a la servidumbre. Además, los investigadores su representación son el efecto inesperado, acompaña-
por lo ecológico y los atavismos, la historicidad endeble, que conforman la red ampliaron las pesquisas a otras re- do por una percepción del “Estado genocida” que pla-
el multiculturalismo que oblitera las diferencias de clase giones como el Chaco, extendiendo la variable temporal nifica sistemáticamente sus políticas de exterminio hacia
y ensalza la autenticidad primordial, etc. Desde el cinis- hasta las matanzas del siglo XX, durante las presidencias 1880, lo que supone que éste estaba dado ex ante su con-
mo, quizá su acierto sea señalar que la categoría misma de Alvear y Perón (Mapelman y Musante 2010). figuración histórica. Esta crítica no significa desdeñar la
de “pueblos originarios” acusa síntomas de crisis. Pero Mencioné que la problemática genocida ha sido en lo observación de rutinas, regularidades, redes represivas
el indigenismo intelectual que construye no pasa de la fundamental un asunto de antropólogos y solo subsidia- y campos de concentración, diseños, organizaciones,
caricatura, se esboza en la subestimación de cuestiones riamente de historiadores. Aunque estas preocupaciones burocracias e ideologías criminales. Tampoco que la
tan evidentes como que portar un apellido indígena era se desarrollaron tempranamente en estudios como los de planificación estaba presente sobre todo en los planes,
un emplazamiento muy serio dentro de las clasificacio- Enrique Mases sobre la “cuestión indígena”, más atentos valga la redundancia, antes que en las posibilidades de
nes de raza y clase hasta ayer nomás, sin hablar de la al tipo de solución que el Estado y las élites le encontra- implementarla a rajatabla. Más aún, habría que atender
subalternidad que hoy perdura, por más que ser indíge- ron al problema que a las políticas y reacciones de los a la anarquía represiva, concretada por aparatos en for-
na le parezca un clientelismo conveniente. (“Si yo fuera indígenas. Estas búsquedas fueron solidarias del curso mación que dependían para funcionar de la misma base
pobre y argentino intentaría ser originario”). Todo ello más general de la historiografía de las últimas décadas, social a la que castigaban.
sin superar la hipocresía de la inclusión nacional-ciu- hacia el conocimiento complejo de la sociedad indígena Antes que la “historia oficial” y los libros de Eudeba
dadana defendida por Cresto: “No digo que los ‘origi- y no solamente de ésta, también del Estado, desdibujan- de los años setenta, que agotados en su eficacia deslizan
narios’ no tengan tanto derecho como cualquiera a una do el “malón” como institución central de la economía pistas sobre las masacres, pienso que el conflicto prin-
vida digna”, concluye Caparrós para dar por terminado del siglo XIX, describiendo las redes indígenas y crio- cipal es con la historiografía liberal-progresista post-
el análisis de los modos históricos de producción de las llas, las vinculaciones entre tolderías, ranchos, fortines dictadura, la que generalmente no se pronuncia sobre
diferencias. y estancias, la complejidad de los mercados fronterizos, estos temas, preocupada por no esmerilar la valoración
Del otro lado está la “Red de Investigadores en Ge- etc. No es el lugar para citar bibliografía, seguramente modernista del orden conservador. De los “historiado-
nocidio y Política Indígena”. Muchos de sus integrantes cometeré omisiones mencionando los textos emblemá- res oficiales” también se queja Romero.
también participan del “Grupo de Estudios en Aborigi- ticos que dialogan o se alimentan recíprocamente con la Ofrece pocas ventajas retrotraer al siglo anterior una
nalidad, Provincias y Nación” (GEAPRONA). No me antropología desde el campo de la historia indígena. categoría construida para pensar los exterminios de ma-
explayaré sobre sus posicionamientos porque algunos Dicha red de estudios sobre genocidio aportó una edi- sas del siglo XX, por más que las condiciones que la ca-
de sus referentes lo harán por sí mismos en este deba- ción para un público amplio, dirigida por Osvaldo Ba- tegoría sistematiza sean preexistentes, más aún cuando

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sus premisas son en lo fundamental jurídicas y políticas nial (y republicana) que se ejerce sobre los sectores po- y comprender lo que sucedió, trasmitirlo responsable-
antes que históricas,3 si se considera además que la es- pulares, subalternos y en proceso de subalternización, mente, antes que obtener resultados administrables para
cala del Holocausto europeo lo desborda todo. Por ello de carácter diverso. Biopoder que el Estado compartió las luchas sociales y políticas, incluso cuando participo o
resulta difícil ajustar cada historia a las tipologías de los con las clases propietarias, iglesias y científicos dentro me solidarizo con ellas.
genocidios modernos. Porque al ensanchar una catego- del proceso de fundación de una burguesía. En los cam-
ría para que quepa todo siempre falta una dosis de algo, pos de concentración de 1880 se produce socialmente la Notas:
o los requisitos entran en contradicción. Por ejemplo, el fuerza coactiva del Estado, las fuerzas armadas, con su
“genocidio constituyente” que define Feierstein “[…] re- materia prima de reclutamiento forzoso y privilegiado, 1 Hobsbawm se pronunció sobre la negación del geno-
quiere del aniquilamiento de todas aquellas fracciones los “indios”. Para conocer este proceso a fondo hacen cidio nazi por parte de Irving: “…si faltan las prue-
excluidas del pacto estatal” (2007, p.99), pacto que era falta programas de estudio que superen el paradigma de bas o si los datos son escasos, contradictorios o sos-
integrado en medida muy considerable por las jefaturas las “áreas culturales” y las pujas de la “autenticidad”,5 pechosos, es imposible desmentir una hipótesis, por
indígenas del sur, que lo siguieron integrando incluso que miren dentro y fuera del campo de concentración improbable que sea. Las pruebas pueden mostrar de
después de las masacres, obviamente en condiciones atendiendo no solamente al numeroso insumo indígena, manera concluyente, contra quienes lo niegan, que
muy desmejoradas de subalternidad. sino también al complejo universo de prisioneros y car- el genocidio nazi realmente tuvo lugar, pero aunque
celeros. ningún historiador serio dude de que la ‘solución fi-
Respecto de los límites temporales, la caracterización
nal’ fue querida por Hitler, no podemos demostrar que
como genocida del Estado actual lo acerca sin quererlo Estas reflexiones no enfrentan, sino acompañan, lo verdaderamente él haya dado una orden específica en ese
al totalitarismo kirchnerista que dictamina Romero. Con que Horacio González denomina una idea de inclusión sentido. Dado el modo de actuar de Hitler, una orden
ingenuidad, se pasa de la concentración de la responsa- social que reconsidere la diversidad cultural y guíe jus- escrita semejante es improbable y no fue encontrada.
bilidad en Roca a la dilución de las responsabilidades ticieramente un sistema de reparaciones a cargo del Es- Por lo tanto, si desbaratar la tesis de M. Faurisson no
dentro de una “sociedad genocida” que es vista como tado nacional, antes que una “[…] revisión radical de resulta difícil, no podemos, sin elaborados argumen-
un bloque con aristas nítidas, separada de la indígena.4 todo el ciclo histórico de las naciones surgidas de las tos, rechazar la tesis enunciada por David Irving”
Por ello es importante estudiar no solamente las víctimas independencias americanas”. Veo muy justificada la (Hobsbawm 2000, resaltado en el original).
sino también los victimarios, en todos los niveles, desde propuesta de intervenir culturalmente los monumentos
los ideólogos hasta los operadores represivos de base. 2 Julio Argentino Roca, “Discurso ante el Congreso al
de Roca, mandarlos a la estancia familiar y reemplazar
Esto plantea Saul Friedländer (2007) sobre el Holocausto, asumir la presidencia”, 12 de octubre de 1880. Publi-
los billetes. Porque las naciones tienen derecho a discu-
cuya historia no se hace solamente con la historia de los cado en Halperín Donghi (2007, apéndice, 487-491).
tir y actualizar cuáles son los referentes en que quieren
judíos, los alemanes o los nazis. Este señalamiento sobre respaldarse, qué retratos circulan por las manos de sus 3 Chalk y Jonassohn (2010, p. 30-34) consignan que el
la necesidad de desgastar la dimensión racial del análi- ciudadanos y habitantes. Ello sin olvidar que durante el “genocidio” se definió en las Naciones Unidas con
sis permite advertir que ni las víctimas ni los victimarios proceso formativo del Estado nacional hubo crímenes, muchas restricciones, como la exclusión de los “gru-
se pueden representar como una totalidad. Además, que cerrando así el ciclo de la historiografía de la dictadura pos políticos” del detalle posible de víctimas, en vir-
el Estado articula intereses de aquellos que se identifi- cívico-militar. Pienso por último que la relación entre el tud de las presiones del bloque soviético y el interés
can como pueblos originarios, junto con los intereses de conocimiento histórico y la denuncia no debe darse por prioritario de las grandes potencias de condenar a los
clase. (No solamente el actual “gobierno”, porque prima sentada, que si en algo se parecen el historiador y el juez derrotados de la Segunda Guerra Mundial.
una confusión entre éste y el “Estado”). es en la metodología con que afrontan el proceso de ins- 4 Véase el reportaje a Diana Lenton (Aranda 2011).
Por sobre las categorías encuentro productivo descri- trucción o la pericia, más que en la sentencia. Descreo 5 Me remito a los planteamientos de Escolar (2011) y
bir densamente la textura histórica de la violencia colo- de los “motores de denuncia”, me esfuerzo por conocer Bascopé (2009).

5 Corpus. Archivos virtuales de la alteridad americana, Vol. 1, N°2, 2do. semestre 2011, ISSN 1853-8037
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6 Corpus. Archivos virtuales de la alteridad americana, Vol. 1, N°2, 2do. semestre 2011, ISSN 1853-8037
DEBATE Reflexiones de los autores y la
Genocidio y política indigenista: debates editora sobre el debate
sobre la potencia explicativa de una
categoría polémica

Editor Liliana Tamagno


Diana Lenton (presentadora y comentarista) Quiero comenzar esta segunda etapa del debate destacando la necesidad de historizar respecto del objeto
de nuestra reflexión, al mismo tiempo que historizar respecto de su tratamiento desde las ciencias sociales.
Autores y comentaristas (en orden alfabético) Esta necesidad, que aparece señalada en algunas de las ponencias, se trasforma en un ejercicio insoslayable
de toda investigación científica toda vez que reconocemos que el conocimiento es acumulativo y que todo
Walter Delrio y Ana Ramos nuevo conocimiento debe contextualizarse en el “estado de la cuestión”, evitando suponer que las pro-
Diego Escolar blemáticas aparecen en tanto “nosotros las tratamos”. El hecho de que algunas cuestiones ya abordadas
por la academia se reactualicen, habilita la reflexión sobre conceptualizaciones que aunque en apariencia
Pilar Pérez superadoras, no van más allá de colocar “el viejo vino en nuevos odres” (Tamagno 2006). Así reaparece
Florencia Roulet y María Teresa Garrido una cuestión cara a la antropología como es la relación entre etnicidad y política y entre etnicidad y clase,
Verónica Seldes convocándonos a la posibilidad de nuevos interrogantes en un continuum cuyo objetivo es superar cualquier
mirada ingenua (Bourdieu y otros 1975).
Liliana Tamagno
En referencia a los pueblos del Chaco, no encontramos que hayan sido pensados en términos de “extin-
Julio Esteban Vezub ción” (ver propuesta de Del Rio y Ramos) ya que desde principios del siglo XX fueron mano de obra necesa-
ria e imprescindible en los emprendimientos desarrollados por quienes ocupaban el territorio, y los necesi-
taban dóciles. Los trabajos ya clásicos de Cordeu y Siffredi (1971) y de Miller (1979) —a pesar de los marcos
de referencia teóricos que los animaron y que han sido criticados— describen un sinnúmero de situaciones
que, reconstruidas a través de los testimonios relevados y de la indagación en los medios de comunica-
ción de la época, dan cuenta de una clara política de control, sometimiento y exterminio de las poblaciones
indígenas—cuando éstas se rebelaban— por parte del Estado (llámese Ejército, Policía, Gendarmería). Al
mismo tiempo un trabajo de Mirta Lischetti (1972) reflexiona sobre los movimientos mesiánicos y analiza
el caso del Chaco revisando la aplicación a estos movimientos, del concepto de irracionalidad y contextua-
lizándolos en las situaciones de sometimiento y privación impuestas por el orden colonial y por la lógica
estatal. Así quienes estudiamos antropología en la década de 1970 nos encontramos por un lado con una
fenomenología que opacó incluso los aspectos reveladores presentes en los trabajos de sus mismos hacedo-
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ISSN 1853-8037, URL: http://ppct.caicyt.gov.ar/index.php/corpus res y por el otro con corrientes teóricas que, acudiendo al materialismo histórico, debatían sobre si América
los sectores dominantes. Un racismo que no se limita— Una primera pregunta es por la consideración del ge- vertir las derivas e influencias recíprocas entre distintos
como dice Eduardo Menéndez (1972— a discriminar ne- nocidio como un “no-evento” de la historia nacional. En tipos de fuentes.
gros y odiar judíos sino que permite que se silencien los respaldo parcial de esta caracterización, es cierto que
Acuerdo que hay tomarse muy en serio las narracio-
dispositivos de control, la represión y la muerte que se hay que discutir con las versiones que lo niegan, sobre la
nes orales y su estatuto como fuentes históricas plenas,
ejerce sobre las poblaciones indígenas y campesino indí- base de aseverar que los pueblos originarios son un mito,
pero yendo más allá de su tristeza, preguntando por su
genas cuando reclaman y demandan y cuando —desde al punto de contraponer identidades y derechos colecti-
vos que son garantizados por distintos instrumentos del dispersión y regularidades, ambigüedades, contradic-
una lógica de la reciprocidad alterna a la lógica capita- ciones, desplazamientos, vacilaciones, dislocaciones,
lista de acumulación (Tamagno 2010)— se oponen a los derecho nacional e internacional a “…las nociones de
individuo, contrato político e igualdad ante la ley que formas de selección y representatividad. Además de
megaemprendimientos mineros y turísticos y al avance considerar cómo se alimentan con las lecturas o enuncia-
del cultivo de soja y de los agronegocios4. recoge nuestra Constitución”, nociones que estas versio-
nes ven ahora amenazadas, desatendiendo que los “nue- dos históricos que circulan regionalmente, tanto a nivel
Finalmente el diálogo con los planteos de Roulet con- vos derechos” se reconocen para paliar su vulneración popular como “desde arriba”. (Que los abuelos y nietos
firma lo planteado con anterioridad (Tamagno 1996, por parte del Estado y que la ficción contractual se funda son buenos lectores lo evidencia la difusión patagónica
2008) respecto de la distancia entre una legislación de en violencias y asimetrías de toda clase. (Véase la nueva de textos como Las matanzas del Neuquén de Curruhuin-
avanzada en cuanto a reconocimiento de derechos y nota de Luis Alberto Romero en Perfil del 20/11/11). ¿Se ca-Roux, que glosa a Francisco P. Moreno). En este sen-
unas prácticas estatales que no sólo no se condicen con trata entonces de una ausencia del registro y los relatos tido, es importante resaltar que las categorías analíticas
ella sino que ni siquiera aplican la legislación vigente clásicos como afirman Delrio y Ramos? Incluso acep- no emanan por sí mismas de los relatos ni de las fuentes
para esclarecer los crímenes perpetrados en la actuali- tando la hegemonía historiográfica, es difícil concluir históricas “clásicas”, siendo producto de la mediación
dad sobre las poblaciones indígenas y campesino indí- que esta hegemonía haya sido homogénea, en atención del investigador. Ambas clases de memorias, familiares
genas, originadas en los intereses de los capitalistas que al indigenismo previo a 1976 y a perspectivas como la e historiográficas, académicas o no, comparten la misma
continúan —a pesar de la visibilidad y el reconocimien- de Álvaro Yunque, Mario Tesler y Liborio Justo, quien dificultad y potencialidad en tanto se estructuran en dos
to de la necesidad de una reparación histórica— avan- firmaba como “Lobodón Garra”. El caso del último es direcciones, del pasado al presente y viceversa. El pro-
zando con total impunidad. sugestivo por ser nieto del comandante Liborio Bernal, blema es identificar una narrativa con la “verdad”, obje-
lo que traza una genealogía con las prácticas ambiguas tivando “hitos históricos” que adquieren autonomía del
y los documentos de uno de los persecutores de 1880. La pasado, tanto en relación a la experiencia vivida como
Julio Esteban Vezub dificultad de esta perspectiva sobre la hegemonía homo- al contexto en el que se construye cada relato. De mane-
génea de los discursos viene de oponer los archivos tex-
ra paradojal, este giro lingüístico podría desinteresarse
Dediqué mi primera intervención a circunscribir el tuales y “verosímiles” por un lado, oficiales u oficiosos,
de la objetividad del discurso, en tanto tenga coherencia
continuismo historiográfico, destacando que pocos as- con las memorias “veraces” por el otro. Una clasificación
interior, perdiendo eficacia política incluso como denun-
pectos del proceso de construcción del Estado-nación y que sintetiza las voces de víctimas y victimarios, reite-
rando la división tradicional entre oralidad y alfabeto cia, ya que cualquier historia contada podría ser enton-
una sociedad nueva se tramaron tan intensamente como
(en un polo la trasmisión cultural de los indígenas, en el ces verdadera para los parámetros de legitimación de la
las visiones del genocidio indígena y la última dictadu-
otro el aparato burocrático de Estado). Con esta división propia narración.
ra. Avanzada la discusión con los que niegan o justifi-
can las formas masivas de la violencia, más por ausencia se pasa por alto que los caciques del siglo XIX tenían sus Que la “verdad” está en el fondo del debate lo muestra
que por presencia en el debate de esta clase de posicio- equipos letrados, y que escribieron documentos con su el énfasis retórico, por ejemplo “…la existencia de una
nes, retomaré aquí algunos planteamientos propios y de versión contemporánea a los hechos. En dirección más verdadera política de estado hacia la población origina-
los demás participantes, como apuntes para una línea propicia, los mismos Delrio y Ramos comentan que los ria” en 1880, la que no necesitaría mayor demostración
de estudio sobre la trama histórica que hizo posible las ngtram les ayudaron a reorientar las búsquedas en los ni complejización mientras que, intervenciones como
matanzas del tránsito del siglo XIX al XX. archivos clásicamente “históricos”, lo que permitiría ad- la de Escolar, sugieren que tanto la política indigenista

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como la “población originaria” se construyeron junto al resultado manifiestos que se fundan en categorías mora- Esto plantea Escolar, al proponer que los estudios sobre
Estado en el mismo proceso (lo que es diferente a hablar les o humanistas, muy vulnerables frente a argumentos genocidio indígena colocan el acento en el padecimien-
de “mito” en clave Romero). Así, una evidencia como más calibrados como los de Romero. Como sostuve en la to de las víctimas y la criminalidad de los victimarios,
el reclutamiento indígena es vista exclusivamente como primera intervención, en sintonía con Horacio González desatendiendo antecedentes como las montoneras del
obligación, cuando también retomaba prácticas de mi- y su preocupación por el “grado cero” y los “suplemen- noroeste cuya condición indígena fue precisamente un
litarización social con las que estuvieron muy compro- tos de pureza” de la historia nacional en versión origi- argumento para la exclusión política. Escolar lo vislum-
metidas las jefaturas indígenas del siglo XIX. El axioma naria, no me convence la revisión completa del ciclo de bra, entre otros motivos, porque desgastó las aristas con
de la narración verdadera tiene por núcleo el devenir de las revoluciones de independencia, en virtud de las legi- las que se representan histórica y antropológicamente el
un sujeto-víctima, que enuncia y es enunciado en la ca- timidades, disputas y resolución de conflictos que abre Estado y los actores, los que distan de ser homogéneos
dena de memorias, la que a su vez actualiza el genocidio el espacio de la nación para una “ciudadanía de índole o constantemente resistentes. El modo en que piensa la
hasta el presente, sosteniendo una ontología de víctimas colectiva” como la que interpreta González, sedimenta- historia social de las periferias regionales, descentrada
despolitizadas por efecto del meta-relato circular, con- da en “…el modo imperfecto en que siempre se dan los del antagonismo entre sociedad indígena y criolla, le
fundiendo subordinación y “alterización” con genoci- acontecimientos nacionales”. Esto significa prestar aten- permite salir de la encerrona de las “áreas culturales” y
dio. Una versión menos operativa del genocidio como ción a la coyuntura actual como oportunidad histórica su favorecimiento de la idea de la extinción. Escolar des-
categoría de análisis se encuentra en el planteamiento de para las reparaciones y perdones por parte del Estado, cribe violencias indiscriminadas que eran ejercidas con-
Tamagno, quien lo homologa con represión, indigencia como se ha hecho en Australia. tra sectores subalternos o en vías de subalternización,
y exclusión sociopolítica. Dicho duramente, sería como cuyas lógicas no se comprenden completamente desde
afirmar que vivimos en dictadura por la desaparición Tengo la impresión que los colaboracionismos tam- la “matriz estado-nación-territorio” porque muchas de
de Julio López o el asesinato de Mariano Ferreyra. Una bién habitan el silencio de las “historias tristes” al decir las respuestas indígenas a la violencia estatal parecen
vez más, es necesario preguntarse por el lugar y el poder de Delrio y Ramos, como núcleo perturbador que no se acomodarse a dicha matriz sin rechazarla de plano.
del antropólogo-historiador en estas narrativas, el real- enuncia o es olvidado. Frente a esta desestabilización de
Roulet y Garrido presentan los fundamentos más con-
ce de algunos contenidos, deslindando mejor entre las la memoria, la “agencia” se esgrime a menudo como mu-
tundentes a favor de la aplicación del genocidio como
voces que las enuncian y las que asumen los datos. De letilla, donde lo indígena se presenta predeterminado a
concepto, basados en la existencia anterior de un corpus
no ser así la verdad del ngtram se establece axiomática resistir, como el reverso del Estado, según diría Joaquín
Bascopé. Sobre esto arroja varios indicios Ana Ramos filosófico y jurídico condenatorio, bien conocido por las
y afectivamente antes que analíticamente, delimitando élites argentinas. Devuelven así historicidad a la catego-
el silencio como un significante vacío que se puebla de en su libro reciente, cuando comenta los indicadores de
prosperidad mapuche-tehuelche que se constatan en ría y la separan de la lectura moral, aunque los modos
contenidos preestablecidos. Por el contrario, pienso que en que cada uno de los participantes del debate atribu-
estas memorias tienen una potencialidad enorme cuyas Colonia Cushamen, Chubut, hasta 1930. Al igual que los
“grandes caciques” convertidos en “grandes estancie- ye intencionalidad diferente a las mismas fuentes es una
verdades pueden escucharse históricamente. cuestión metodológica interesantísima para profundizar
ros” según una indagación temprana de Claudia Brio-
Un reclamo de reparación no tendría por qué empla- nes, o las redes que los vinculaban con organizaciones a futuro. Por ejemplo, mientras Roulet y Garrido ven pi-
zar a los sujetos en la pasividad histórica, menos aún si derechistas como la Liga Patriótica. Ningún genocidio ruetas retóricas en Álvaro Barros, yo leo en sus textos
los individuos o los colectivos actuales hacen suyos los toleraría esta clase de negociaciones que exceden su lí- una convivencia entre tendencias antagónicas, inclusión
reclamos como herramientas argumentativas en la di- mite. Por ello criticaba la despolitización de las víctimas y exterminio, que también se rastrea en sus prácticas
rección política que les parezca. De aquí se desprenden que se aloja en la Historia de la crueldad argentina, entendi- como comandante de frontera y gobernador. Las posi-
dos modalidades de compromiso igualmente legítimas da como la versión paroxismal de las “historias tristes”, bilidades que las autoras detallan a los fines de justicia,
pero de eficiencia diferente, porque las “orientaciones en la medida que la lectura moral dificulta comprender verdad y reparación integral, obligan a moderar el pre-
para la acción” que se deducen de los relatos dan por este tipo de compromisos políticos. dicado más duro de mi intervención anterior, donde du-

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daba del uso retrospectivo de la categoría “genocidio”. cuya dinámica pasaba por la captura de la población ci- Verónica Seldes
Después de atender sus argumentos, las “pocas venta- vil, los traslados forzados, la territorialización y el con-
trol de recursos como el ganado. Agradezco la posibilidad de compartir este espacio
jas” de retrotraerla al siglo XIX a las que me referí en la
con lo colegas. No es la intención cuestionar sus trabajos
primera vuelta quedan ahora restringidas a la compren-
sino retomar algunas de sus ideas y conceptos que me
sión histórica de la complejidad de la violencia masiva, Por delante de las categorías, una morfología de las
permiten reforzar los argumentos expuestos.
además de la crítica de la ubicación del genocidio como líneas de fuerza que tensionan una configuración socio-
“…principal emblema de identificación de un colectivo histórica debería apuntar al estudio de la violencia es- En el recorrido por la historia del concepto de geno-
social movilizado” en los términos de Escolar, antes que tatal que se ejerció masivamente sobre colectivos más cidio que realizan Roulet y Garrido encontramos un re-
a los efectos jurídicos de la categoría que Roulet y Garri- amplios que los pueblos originarios, muchos de los cua- forzamiento de la idea de genocidio cultural o etnocidio
do plantean muy bien y que encuentro valederas. Por lo les tampoco se consideraban a sí mismos de esa mane- que hemos expuesto. Tomamos su descripción sobre los
visto, establecer una verdad jurídica es más estricto, jus- ra. Necesariamente, habrá que precisar los ciclos de la intentos por parte del estado, en el proceso de incorpo-
tamente, porque sostener una verdad histórica es más violencia contra los indígenas y sectores populares crio- ración de los pueblos a la nación, de desarticulación de
complejo. los modos de vida de los pueblos indígenas, originarios
llos, por fuera de los aparatos clasificatorios. La perio-
o como se decida nombrarlos (no quisiera detenerme
En discusión con Roulet y Garrido, cabe preguntarse dización de los crímenes es importante para identificar
en este punto); ese proceso de asimilación a un estado
cómo se recortaban las mentalidades jurídicas del siglo los ciclos de guerra, persecución y desterritorialización,
monoétnico que impuso la matriz cultural de occidente
XIX contra las prácticas y las condiciones precarias de cautividad y vigilancia, concentración, asesinatos, pes-
frente a la diversidad cultural existente, intentando coar-
estatidad o los conflictos facciosos que, antes que sus tes, distribución y servidumbre, disciplina laboral, ges- tar de alguna manera la posibilidad de transmisión de
convicciones humanistas, motivaban muchas de las tación de la base social de las fuerzas armadas y servicio la cultura y cortando los lazos históricos de los pueblos,
acusaciones entre adversarios como Hernández, Mitre militar. Si bien muchas de estas etapas son simultáneas, contando con el discurso “científico” de los arqueólogos
o Sarmiento. Por ello planteaba que hay que estudiar el identificarlas ayudará a comprender la lógica global y que afirmaban la muerte de los pueblos prehispánicos y
proceso en su diversidad de actores, desde los legisla- los niveles efectivos de la planificación represiva. Con el reafirmaban una práctica académica anclada en el pasa-
dores hasta la base técnica de las operaciones represi- fin de avanzar en el debate y la comprensión del proceso, do, en el “estudio de las formas de vida del pasado” sin
vas. “Crimen de lesa humanidad” no es lo mismo que
habrá que estudiar la problemática del genocidio sin re- vínculos con el presente.
“genocidio”, lo que además tenía un significado distin-
ducirla a las disputas por las tierras, profundizar a nivel
to del que adquirió con los desarrollos posteriores del Retomamos de Pilar Perez la necesidad de reflexionar
micro el conocimiento de las dinámicas de los campos sobre el alcance temporal del genocidio que abarca gran
derecho humanitario. A diferencia de Roulet y Garri-
de concentración y a nivel macro su configuración en re- parte del siglo XX, cuyas implicancias pueden verse hoy
do, entiendo que la condena del genocidio no quedaba
contenida dentro del derecho de guerra decimonónico, des. Entre otras cuestiones, se puede comparar el papel en día. En el trabajo no pretendimos reemplazar geno-
más aún si se atiende a los argumentos de Escolar sobre de los bautismos cristianos con la política mapuche de cidio con etnocidio corriendo el peligro, como dice la
la producción del homo sacer y su reducción a un mero intercambios de nombres para establecer alianzas como autora, de reforzar la idea de un inevitable exterminio;
cuerpo, cuya condición como rival político o internacio- lo estudia Menard. Como desafío futuro tengo la impre- por el contrario, consideramos que ambos conceptos son
nal es desconocida por ese derecho. Es cierto como plan- sión que la apropiación de niños y niñas, que se atribu- parte de un mismo proceso solo indisoluble en términos
tean que la captura de la población no combatiente y ye a motivaciones genocidas, debe pensarse dentro del analíticos pero no en sus implicancias prácticas. En este
el despojo de sus medios de subsistencia eran el princi- marco más amplio de los crímenes modernos contra la sentido los procesos de etnocidio o genocidio cultural re-
pal método de las tropas en campaña. Ahora bien, estas infancia, sumamente lesivos para los indígenas, criollos sultan fundamentales para evaluar las consecuencias, no
prácticas que probarían el genocidio también estaban e inmigrantes que poblaban los orfanatos y realizaban ya del exterminio físico sino de los procesos de acultura-
presentes en las guerras de independencia y caudillos, tareas serviles como criados. ción que sufrieron los pueblos indígenas en nuestro país.

5 Corpus. Archivos virtuales de la alteridad americana, Vol. 1, N°2, 2do. semestre 2011, ISSN 1853-8037

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