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El Cerro Negro ( 9.569, -69.41Coordenadas: 9.569, -69.

41 (mapa)) es una formación de


montaña ubicada en una exclusiva región natural al norte de Portuguesa, a poca distancia
al oeste de Acarigua, en el occidente de Venezuela. A una altura promedio entre
1.319 msnm1 y 1.330 msnm2 el Cerro Negro es una de las montañas más altas en
Portuguesa.

Ubicación[editar]
El Cerro Negro está ubicado en el extremo este del parque nacional El Guache y rodeado
de los poblados rurales de Moroturo, Santa Rosa de Guache, Hacha, Santa Ana, Sanarito,
La Laguna, San Bartolo, Santa Bárbara, Palmarito, Jobillal, y Guache de Garabote, todos
ubicados dentro de los límites del parque. 3
En la misma fila de montaña y hacia el sur del Cerro Negro están el Cerro Santa Ana y
el Cerro Moroturo

Véase también[editar]
 Anexo:Montañas de Venezuela
o Anexo:Montañas del estado Portuguesa

Referencias[editar]
1. ↑ Peakery.com Cerro Negro
 Archivado el 13 de febrero de 2016 en la Wayback Machine. Accesado el
24 de agosto de 2015.
2. ↑ Map Mapcarta Cerro Negro. Powered by Around Guides. Disponible bajo Creative
Commons Attribution-ShareAlike 3.0.
3. ↑ «El Guache National Park - Human Influence». ParksWatch (en inglés).
Consultado el 3 de septiembre de 2015.
Dentro de la nube que está cubriendo perpetuamente el pequeño
pueblo de San Juan Yaee, Oaxaca, Raúl Hernández Santiago se pone en
cuclillas en el techo del ayuntamiento y comienza a taladrar. Lo rodean
hombres vestidos con ropa para la lluvia, de distintas permeabilidades,
que sujetan en su sitio una torre de 4 metros de alto. Cables trenzados
penden de cuatro pequeños círculos soldados a la estructura, cerca de
su punto central; eventualmente, éstos serán atornillados o atados para
mantener la torre firme durante las frecuentes tormentas que cruzan
esta parte de las montañas de la Sierra Juárez. Los pobladores no
quieren que se caiga cada vez que llueve. Noventa mil pesos del
presupuesto del pueblo están invertidos en el equipo montado en la
cima de la torre, en un poblado donde muchos residentes salen
adelante en base a la agricultura de subsistencia.
La torre—que Hernández, el herrero de Yaee, forjó de residuos de
metal hace apenas unas horas—es la columna vertebral de la primera
red de telefonía celular en Yaee. Los $90,000 pesos vienen en forma de
dos antenas y una estación base de código abierto (*open source *en
inglés) de una compañía canadiense llamada NuRAN. Una vez que
Hernández y compañía hayan instalado la torre y activado la red, los
500 ciudadanos de Yaee podrán, por primera vez, hacer llamadas de
celular desde su casa, y a unas tarifas más baratas que casi en cualquier
otro lugar de México.

Peter Bloom de Rhizomatica ayudó a comprobar que la torre pudiera


soportar la estación base y la antena.

L I Z Z I E WAD E
Estratégicamente ignorada por las mayores empresas de
telecomunicación en México, Yaee se está poniendo en el mapa de la
telefonía móvil con la ayuda de Rhizomatica, una asociación civil de
telecomunicaciones con sede en Oaxaca. Su fundador, Peter Bloom,
está entre los hombres que en este momento se están empapando en el
techo del ayuntamiento. Es mayo de 2014 y esta es la tercera de las que
él llama en broma “instalaciones de telefonía celular artesanales” que
ha dirigido en la Sierra Juárez en el último año y medio—las primeras
de su tipo en el mundo. Para finales de año, habrá instalado seis redes
más en todo el estado de Oaxaca, elevando el total a nueve. Armado
con una concesión experimental del gobierno mexicano que concede
acceso a Rhizomatica al codiciado espectro celular en todo el país,
Bloom está llevando, a paso lento pero seguro, cobertura a pueblos y
aldeas que han quedado fuera de la revolución tecnológica más
importante del siglo XXI.
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De los más o menos 7 mil millones de celulares en el mundo, unos
cuantos cientos ya están en Yaee—sólo que no están conectados a una
red. Los niños los utilizan como cámaras y reproductores de mp3, y
Hernández, como muchos adultos, compró el suyo para usarlo en la
ciudad de Oaxaca, a una distancia de siete horas en camión. Cuando
está allá, su celular se puede conectar a bastantes estaciones base, las
cuales, a su vez, lo vinculan con la red comercial de su elección. Pero en
Yaee no hay estaciones base y por lo tanto tampoco redes. Cada vez que
Hernández quiere llamar desde su celular en su pueblo natal, camina
durante 20 minutos hasta la cima de la colina más alta de los
alrededores y espera poder captar alguna señal que llega a cuentagotas
desde alguna estación base distante, instalada en un lugar que las
empresas de telecomunicación consideran más redituable que pueblos
pequeños como Yaee.

Raúl Hernández, Yaee's blacksmith, built the tower out of scrap metal in
his workshop.
L I Z Z I E WAD E
Todos hemos escuchados una variedad de historias alentadoras sobre
el potencial democratizador de los celulares, cómo han llevado todo
desde llamadas vocales hasta la banca en línea a personas que nunca
han tenido acceso a teléfonos fijos ni a laptops. El celular “ha
demostrado ser el aparato de hardware digital y de comunicación más
ubicuo al alcance de la gente sobre la tierra," dice Bloom. Pero, por sí
solo, “tu celular en realidad no sabe hacer nada," explica. Toda la
utilidad está en la red. Y, a grandes rasgos, esa red es proporcionada—
y, por lo tanto, controlada—por una compañía que quiere generar una
ganancia.
Esa ganancia proviene de los suscriptores, y si no hay suficientes de
éstos en una región en particular, los proveedores de telefonía celular
simplemente se rehúsan a instalar su infraestructura ahí. Algunos
países sortean esa realidad económica al requerir legalmente a las
compañías de telecomunicación construir redes en áreas rurales, sin
importar cuánta gente termine pagando por un contrato. México no
tiene leyes de este tipo, lo que significa que Yaee, con sus 500
residentes, no tiene posibilidad alguna de atraer a un proveedor
comercial.
Para colmo, la industria de las telecomunicaciones en México es
controlada en gran parte por Telmex, un cuasimonopolio dirigido por
Carlos Slim. Desde que una supuesta reforma a finales de los 80 puso
la empresa de telecomunicaciones gubernamental en manos de Slim,
los mexicanos han pagado tarifas del primer mundo para un servicio
del tercer mundo – primero por teléfonos fijos, y ahora por el servicio
de celular y de acceso a internet. Y eso cuando viven en un sitio con
red. La limitación del acceso y los altos precios implicaron que sólo un
55% de los mexicanos estuvieran usando celulares en 2011, de acuerdo
con la Unión Internacional de Telecomunicaciones.
A pesar de la reputación de México de tener políticas y servicios de
telecomunicaciones horrendos, dirigidos por los intereses de Slim, está
lejos de ser el único país con dificultades para brindar acceso celular en
áreas rurales. De acuerdo con la Asociación GSM (Sistema Global para
Comunicaciones Móviles—por sus siglas en inglés—la tecnología
estándar detrás de cualquier red de segunda generación, o 2G), un
consorcio de proveedores de telefonía móvil comercial, mil 600
millones de personas en las zonas rurales de los países en desarrollo no
tienen acceso a redes celulares. Es por eso que Bloom y sus
colaboradores en Rhizomatica dicen que si realmente se quieren poner
los beneficios de los celulares a disposición de las personas que más los
necesitan, no basta con democratizar el hardware al volver súper
baratos los teléfonos en sí. Se tiene que democratizar la infraestructura,
la red misma. Eso es mucho más difícil de hacer.

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