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CCC'('--' F. ), L -he c 'i c\I\" € l s \'cbc \ c,-- \\u(c~\, 'C.d · 1 ERNESTO GARZÓN VALDÉS
¡c'comunitarismo" .
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L~ --l ERNESTO GARZÓN VALDÉS ¡.
I
EL PROBLEMA ÉTICO DE LAS MINORíAS ÉTNICAS 35 , ,.~ , ,
_ ¡' ,I;;{ i."
ubi ca.ción social, en la que las expectativas están firmemente Según l~Jasdair MacIntxrel (1984, p. 18) -la moralidad li- "~l' .
esta,blecidas, compite en favor del mantenimiento de la identi beral es una fuente permanente de peligro porque expone.., '.,'" ,
dad ele origen frente a la in certidumbre (y las experiencias de nuestros lazos sociales y morales a su disolución por parte -, .
l'raca,;o) de cambios , mediante el cambio de identidad, a una
de la crítica racional. Las regl as morales son aprendidas en
l" éd de interdependencias diferentes, donde la posición social
~l8 quien pasa la barrera étnica tiene muchas posibilidades de
un contexto social particular que les confiere su contenido es
ser inferior y marginal. (1988, 92 SS.; cursivas de E. G . V.) pecífico y los bienes a los cuales estas reglas están referidas se
enc uentran vinculados con un tipo especial de vida humana;
y un a última cita ele uno de los autores que más ha subra más aún: fuera de su comunidad particular, el individuo no
tendría ninguna razón para ser mor a l ya que no tendría ac
yado 1;: vinculación entre relat ivismo cultural y relativismo
é t;i co, I\lelville Herskovits (19'(2, p. 31):
., ceso a los bienJs que sirven de justificación y le faltaría la
/
de qu e puedan diferir de los propios. En lugar de subestimar culación entre comunidad y moralidad. Su negación es co n- ! /
.le,s difere ncias con respecto a normas absolutas que, por más siderada como manifestación de "etnocentrismo y racismo -'";
objetiva.mente que se pueda haber llegado a ellas, son siempre clasista)' (cfr. Salvador Palomino et al., 1988, p. 139). Por ' ;/
sin caráct er, sin profundidad moral. Pues tener un carácter nes que para la discusión ética contemporánea tiene esta
signi fica saber que me muevo en una historia que no puedo . p osición, sino tan sólo limit a rme a la consideración de sus
ui em pbz;o¡,r ni dirigir, que implica consecuencias también para vinculaciones con la aceptación de un sistema democrático
mis elecciones y mi con duct a. Esto hace que me sienta más representativo. Ello significa tomar en serÍo la relevancia de
cerC,l de algunos y más lejos de otros; hace que algunos fines
la estructura política del Estado y no admitir sin más una
sean más ad ecuados que otros. En tanto ser c~I2ª~_ ele i1l!toi Il.::
terpre t::Lci ól1; soy capaz de reflexionar sobre rnipropiaJústQr iª relación de indiferencia entre sistema político y pluralidad
y, en este sentido, de distanciarme de ella; pero esta distancia_ cultural. Es interesante señalar que justamente autores que
tOe; siempre precaria y provisoria, el punto de reflexiónno .está subrayan la importancia que para la vida social tiene la iden
nunca definitivamente asegurado fuera de la historia. ._ tidad cultural suelen considerar que el marco político nacio
, /"t
r
36 ERNESTO GARZÓN VALDÉS 1 EL PROBLEMA ÉTICO DE LAS MINORÍAS BT N tC.o,C;
1
nal desempeña un papel secundario en 'el afianzamiento de 1: Abstracción Y peculiaridad cultural
esa misma identidad:
Uno de los argumentos más frecuentes en co:ntra d e h ,
ción de principios éticos universales es el que sostie ne (j 11: .'
La defensa de la cultura y la búsqueda de la au tonomía de nues posición significa dejar de lado datos de la realic!;ld y (( JI l '
tros pueblos es relativamente independiente a (sic) las formas fatalmente a una nivelación inaceptable de los prilJ\l , .1
de gobierno de cada Estado (Salvador Palomino et al., 1988,
normas del comportamiento social. Ésta es la qu e pod t¡ ,
p. 143).
llamar versión débil de la objeción a la abstracción. L 't:
l
sión fuerte equipara abstracción con idealización e illfi ' { '
Pienso , por el contrario, que el sistema político nacional
l
mismas consecuencias que la versión débil. Sostendré ( 1,
e,s esencialmente relevante para el análisis del problema de la versión débil es correcta por lo que respecta a !él. presen!,11
di\'ersidad cultural y, a la vez, que la democracia represen de lo que es una abstracción mientras que la versión 1. .
tat iva es la forma de gobierno éticamente más satisfactoria. 0
es falsa. Pero, en ambos casos, las conclusiones que d 1
No he de entrar aquí tampoco en la justificación de esta afir
mación. Me interesa más reflexionar acerca del hecho de que
se infieren son falsas.
En efecto, es verdad que toda abstracción requicrf' .~ ;'
I~
~;i se aceptan las posiciones de los antropólogos, filósofos y .de lado aspectos de la realidad; significa, como 10 h a 1" :
protagonistas de algunos movimientos de liberación indígena dado recientemente Onora O'Neill (1988, p. 711), lle} 1,
a los que me he referido, parecería que la exigencia de ho cabo una "omisión selectiva, dejar de lado algullos k .'
mogeneidad - a la que he calificado de condición necesaria cados de descripciones Y teorías". Pretender incluir e l l I
para el funcionamiento de una democracia representativa~ descripción todos los datos de la realidad equivaldría a~ \
puede significar, en aras de principios hege¡;nónicos abstrac rer llevar a cabo una empresa tan descabellada como 1
tos, la violación del respeto a la identidad colectiva de las !reneo Funes (el personaje de Jorge Luis Borges, recol} \
por Genaro R. Carrió, 1965, p. 24), que propiciaba Ul f '\
min orías. Dicho con otras palabras: la del1locracia represen
tativa en países con minorías étnicas (minorías culturales) o 1
guaje que tuviera una palabra para designar unívocal ~\ i
cada dato de la realidad. La abstracción eS iuclisper ,\1\11
para todo razonamiento lógico o científico y no es en ~I I
b ien se basaría en la violación de un principio moral -y
equivaldría a la imposición a las minorías de una tiranía alguno patrimonio exclusivo de las posiciones éticas Ul.l\,1
salistas. También los antropólogos, cuando descri ben 1m ~W
homogeneizante- o bien es impracticable. La solución de
J este dilema requiere, en mi opinión, la aclaración de los si y costumbres,de los diferentes pueblos, llevan a cabo lo,i:
'1.
guient.es puntos: siones selectivas" , sin por ello concluir en una nivclaci ólJ,1,· .
j 1) analizar en qué medida la aceptación de principios éticos justamente en lo contrario.
La equiparación de abstracción con idealización es ~\
"
universales equivale a la adopción de un punto de vista
que, corno consecuencia de una inaceptable abstracción,
lA diferencia de la abstracción, la idealización signifii¡\,
adición selectiva de características que pueden per[ecLalV',
pasa por alto las peculiaridades culturales locales o regio
nales;
' fultar en los agentes reales. Por ello tiene razó:n Onora O~'I\
,1 (1988, p. 712) cuando afirma: \\11,
2) qué ha de entenderse por homogeneidad social; f
Una teoría idealizada no sólo omite ciertos preJicad us ' ~ 1
3) cuál es la relación que existe entre homogeneidad social y
peculiaridad cul t mal. r
b
r
deros del asunto que es considerado, sino que agrega p 1·'
dos que son falsos con respecto a la cuestión que se com 'l '
t
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38 ERNESTO GARZÓN VALDÉS . EL PROBLEMA ÉTICO DE LA S M INORÍAS ÉTNICAS 39
;'müralmente blleno" c, invocando a MacIntyre, sostendrían existencia de morales positivas no permite inferir comporta
que pri varlos de este placer cinegético equivaldría a destruir ,) ' mientos éticamente debidos, es decir , una moral crítica. Esto
su calidad co mo "agcntes morales". Pero lo· mismo podrían t
no significa que haya que pasar por alto la diversidad cultu
pOi" cierto aducir quicnes, de acuerdo con las reglas de sus ral y moral. Por el contrario, ella es un dato de la realidad
socisdades, se dedicaron a prac ticar el colonialismo y el geno actual que no debe ser dejado de lado si se quieren formular
cidi o. Este, línea de justificación no deja de ser inquietante, . principios de validez universal. Es esta diversidad cultural la
Umto para los pu eblos vecinos de los dyaks .como para las que fija en nuestro mundo las "circunstancias de la justicia" ,
\' íctiltiiiS del colonialismo. para usar la expresión de John Rawls. Son est,as circuns
E :J est e tipo ele posiciones subyace una lamentable con tancias las que deben ser tenidas en cuenta si se aspira a la
../ fusi ón t.:ntrf' rlloral positiva y moral crítica o ética. La veri formulación de principios éticos universales no ideal izados, es
ficaci ón · de diferent es costumbres - ·-conjuhtamente con sus !. decir, a una moral crítica que pueda ser compartida por los
ii n p 1ic:1c;one,~ nurmaLivas- ·- no permite inferir sin más qué miembros de las diferentes Sittlichkeiten, siempre que estén
dé·);a se r el respeto incondicionado de esas mismas costúm dispuestos a acepta"r criterios mínimos de racionalidad, como
br-e:,¡\'o dejó d,~ ser paradójico en este sentido que quie los propuestos, por ejemplo, por León Olivé (1987). >/)
nes (\.b Ogilll por d respeto a la diversidad cultural pl'opicien, . Es decir, que de lo que se trata es de encontrar prinCiPiOS]
c) n'! 'm lC t.íempo, la. va.lidez universal de los principios de . q ue, respetando la pluralidad, puedan ser compartidos por, .
b propi él e !llt.ura, ~iill ofrecer más f1mdamerto para esta pre todos los agentes. Ello significa que no serán aceptados aque
Le ll.',i¿,:l! epie h. "sabiduría ele los ancianos" o una "ley cósmica llos que destruyan la calidad de agentes de los individuos.
[.. · 1qu e se triUls mite a la,; nuevas generaciones" (cfr. Salva La diversidad cultural y étnica que aquí nos interesa es
. c.tor T\,loiLino , 1988, 133 , p. 135). Según esta ley cósmica una diversidad que está esencialmente caracterizada por la
_1
superioridad técnico-económica del entorno nacional frente
[llit ¡Iniciad en 1:.. j)Mcja es el pilar fundamental de la organi a las minorías étnicas. La existencia de esta desigualdad fa
zaci('I! y acción de IIÜCSt,ros pueblos y cualquier individualismo cilita una conducta de coacción y de engaño por parte del
i"ornpl! su ese nci a para. desequilibrarlos o transformarlos en so entornO nacional, es decir, un comportamiento que apunta
cj.ed ad es clasi:3t rrs (Salviidor Palomino, 1988, p. 139).
justamente a la destrucción de la calidad de agentes morales
\,. CLlJ crnás: de los más débiles y vulnerables. Tiene por ello razón Bonfil
Batalla cuando observa que el paso de la barrera étnica signi
fica convertirse en un ser "inferior y marginal". Ello explica
La organizélción de los elementos de la naturaleza es horizontal
circular y jcrárquicil,y condu ce a la armonía) a la comple
(1
por qué la reivindicación de la identidad cultural ha sido
rllcntariedad de fu erzas, al colectivismo y al comunitarismo.
Contrariamemt c, en el esquetna Ilhilineal occidental, con el ad siempre la reacción política deliberada de todo grupo humano,
venimi ento ele la soc:iedrrd de clases, aparece la estructura ver grande o pequeño, amenazado de extinción y subordinación.
tic,d y con cla:,;es en contradicciones an tagónicas (ibidem). [... ] Reivindicar la propia identidad cultural supone necesari a=-/ r ¡.,
mente que uno cree en la superioridad de su propio patrimonio í·'.'"
cultural, con sus valor:s y sus normas, y que un~ rechaza el de ) r·: ,I¡ .
Q ue lét destrucción del comunitarismo tenga necesaria los otros [... ] (Ananda W. P. Guruge, 1988, p. 03 ss.). '-' ' . I
mente que significar el estaj:)lecimiento de una sociedad de
cliJs(~s es d.lgO más que dudoso. Y que la pareja sea la unidad E.,;sta reivindicación es considerada como el único medio de
m ínirua dí'. la sociedad es a lgo que posiblemente no
aceptarán supervivencia de un grupo sometido a una competencia des
lot; .s0 )(,;;1'08. Pero : sen. como fuere, la mera verificación de la igual. Ello es, sin embargo, falso: son las condiciones de esta
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ia forma contemporánea que asuma la cultura de una etnia es condición necesaria ni suficiente de la existencia de un sis
U.m legítima como cualquiera que haya existido en qtro mo tema p'olítico-s,o cial. Tiene razón'I?onfil Batalla (1989, p . 91)
tivo, según las normas y procedimientos que el propio grupo (:: ' i-,
I"'Jo necesito exponer aquí mi posición de rechazo pleno al.
;.'e scánd alo ét ico que constituye el tratamiento del .indio en a~epta como legítimos. ," " '\':"1'
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Am éric:., Latina. Posiblemente nadie sufre en este continente
Pero del hecho de que un grupo cultural considere que sus-¡'- 'L¡J"
con mayor íntcDsidad que el indio las degradantes co~secuen
normas de comportamiento son legítimas, es decir, adopte " "1 <
C1<13 de su vulnerabilidad económico-social. Lo que deseo es
más bien expl"esar mis duelas acerca de la estrategia habi
\1
. fr.ente a ellas un punto de vista interno, no se infiere que ' (nd ,·)
\
l.ualment e propuesta para superar esta situación, es decir, la
l/' \ loE mismas poseen legitimidad. Sostener que es posible pasar II
¡ del plano de las creencias al plano de lo debido es falso, no
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'1-1 . ERNESTO GARZÓN VALDÉS
·.C, EL PROBLEMA ÉTICO DE LAS MINORÍAS ÉTNICAS 45
porque podamos no estar de acuerdo con lo creído sino por Aplicado al tema que aquí nos ocupa, pienso que para su
razones lógicas. y si se quiere superar la falacia del paso petar la posición de coacción y de engaño que padecen los
eL; ] ser al deber ser aduciendo que debe ser lo que la gente . miembros de las etnias iridígenas de América Latina hay que
eH Ulla determinada comunidad cree que debe ser, se avanva 1 adoptar una perspectiva que no confunda legitimación corí
entonces por una vía sumamente peligrosa (basta pensar en legitimidad, rechace el relativismo ético y se centre en el in
las creencias ele los nazis, de los partidarios del apartheid, dividuo concreto de carne y hueso en tanto agente moral.
ele los fundamentalistas islámicos o de los irQqueses del siglo y todo esto dentro del marco de un orden político nacional
XVIJ que consideraban que la tortura era una de las formas que, al menos programáticamente, pretende ser una d.cmo
más eficaces para asegurar la socialización del torturado [cfr. cracia representativa. Y digo "pretende" porque justamente
al respecto P eggy Reeves Sanday, 1986, p. 212]). la existencia de etnias marginadas contradice una. ele las cou
Tampoco es verdad que la única posición que cabe frente al diciones necesarias de la democracia representativa, es decir,
n :lativíSI1lO ético es la del absolutismo y que si se abandona la homogeneidad de la sociedad. A este punto quiero ahora
aquél se cae en la intolerancia. Al contrario, un relativista referirme,
l'a d ica.l carece de fundamentos para postular la vigencia uni ""
I
'.-(¡,sal de la tol erancia si es que no quiere autocontradecirse. 2. Homogeneidad y democracia repTesentativa
Entre el relativismo y el ab.solutismo existe la }ínea del ob
[ jcLivismo ético, que es la que habré de seguir aquí. Es bien sabido que la homogeneidad ha sido considerada
-desde Edmund Burke hasta Herman Heller- un requisito
Por último, a diferencia de 10 que sostienen los comunita
indispensable de la democracia parlamentaria. Desde luego,
ri.stas , creo --como Johan Galtung y Anders VVirak (1976,
en la teoría política existen variados criterios de homogenei
p. 3)- que cuando se trata del desarrollo político, social y
dad, algunos de los cuales - como, por ejemplo, los susten
cukúl'al, no existen "vacas sagradas'! como no sean los seres
tados por Carl Schmitt- presentan rasgos manifiestamente
individuales. Es, por ello, correcta la afirmación de David
Gauti1ier (1 086, p, 288): .ra.cistas. Mi propuesta de sociedad homogénea es la siguiente:
11 , .! l •.
I
¡..:1 í¡1:1)
¡
des basicas. Esto es obvio si se recuerda el p'r incipio kantiano En la determinación de las relaciones causales no es ver
tiegllIl el cu a.l deb er implica poder ser o hacer. dad que "todo funcione", como propicia Faul Feyerabend. y
Bienes básicos son aquellos que son condición necesaria corno las relaciones causales subyacen en tod a regla técnica , '
para la. realización de cualquier plan de vida, es decir, tam queJndica las vías para conseguir lo que se desea, si se quiere
bién para la actuación del individuo como agente moral. Por tomar en serio los deseos de la gente, no es posible pasarlas
ello cab e sup oner que todo individuo racional está interesado por alto.
No hay duda de que la exigencia de homogeneidad dista
en su obt ención y que, en el caso de que los miembros de
mucho de estar satisfecha en los países de América Latina.
I una comunidad no comprendan su importancia, pueden es
Ello explica las deficiencias de nuestras democracias y el es
" GéI.l' justificadas medidas paternalistas . Eriefecto, la no acep
cepticismo de los representantes de los intereses de los distin
tac ió n d e la garantía de los propios bienes básicos es una
clara señ al de irracionalid ad o de ignorancia de relaciones, t· ' tos grupos étnicos frente a la posibilidad d e superar sus pro
blemas dentro de nuestros marcos políti cos nacionales. Pero
caLl sal e~3 elementales. En ambos casos, quien no comprende I
pienso que las opciones que ofrece la historia y el presente
su r81evallcia puede ser incluido en la categoría de incom
\ de América Latina son menos co~vincentes aún. ,~
jx.tente básico. Posiblemente tiene razón Guillermo Bonfil
Si se acepta la definición de homogeneidad social aquí pro
Bat alla c uando afirma que las "concepciones mismas de sa
puesta, la pregunta que de inmediato se plantea es cómo de
lud y enfermedad corres pond en a una manera particular de
finir más exactamente estos bienes básicos.
e nt en cler al hombre y a las fuerzas benéficas y maléficas que Como es sabido, en la discusión ética contemporánea hay
pueden amparado o perjudicarlo" (1988, p. 90). Los estu dos puntos de partida a los que suele recurrirse en el intento
d ios realizad os por Margaret Clark sobre la vinculación en de formul ac ión d e principios y reglas de validez universal
tre salud , enfermedad y factores culturales y sociales en el que aseguren la protección d e estos bienes. U no de ellos es el
enclave mexicano-norteamericano de la ciudad de San José, del consenso (en sus dos versiones de fácti co e hipotético);
Californi a (cfr. al respecto George M. Foster, 1988 , p. 241 el otro es el de las necesidades básicas. , Por razones que no
ss .) confirman esta afirmación, pero me cuesta aceptar la he de expresar aquí (cfT. para m ás detalles Garzón Valdés,
concJ.usión general de que ello "legitima (¿siempre?, E. G. 1989), me inclino por la segunda de estas perspectivas. .
V') , las m é\neraS específicas en que es posible restablecer la En una obra d e reciente publi cación, Mario Bunge (1989)
:3(dud ) hente a prácticas médicas diferentes que son legítimas ha subrayado la vinculación necesaria que existe entre valores
.Y significativas en otras culturas". (Bonfil, loe. cit.). Me in y necesidades human as ya que aquéllos no pueden existir sin
d ino a pensar que la vinculación causal entre el bacilo de
Koch y la t.uberculosis era y sigue siendo "significativa" no
sólo 8lJ d ámbito cultural germano donde fue descubierta.
l.
l'
~
estas últimas; más a ún: valoramos algo justamente porque
lo necesitarnos. La constatación de una necesidad es algo
fáctico . y objetivo. Como afirma David Vviggins (1985, § 3;
1. ~(un poc:o llega a convencerme la relación causal entre San citado s egún Ruth Zimmerling, 1989 , p. 15):
G iiGriel y la lluvi a y la conveniencia de su aceptación como
parece sostenerlo Miguel Alberto Bartolomé c uando afirma A diferencia de "desear" o "querer", [... ] "necesitar" obvia
(19'rD p. 319): mente no es un verbo intencional. Lo que necesito no depende
del pensamiento o del fun cionamiento de mi cerebro [.. . ] sino
Poco importa que San Gabriel aparezca ahora corno el jefe de cómo es el mundo.
- - - - -_._----_.-
de las deidades de la lluvia de los mayas , si los rituales y los
Ruth Zimmerling ha observado con razón que la Ulllver
sistemas de valores correspondientes, continúan orientando las
condu ctas colectivas de los hombres ante la lluvia[ ... ] salidad de las necesid ades b ás icas "reside en sus aspectos
EL PROBLEMA ÉTICO DE LAS MINOn.ÍAS ÉTNICAS 49
48 t;RNESTO GARZÓN VALDÉS
la democracia representativa- y aumenta. el número df: los
'généricos' y no en las características de lq que se requiere "inferiores y marginados", para usar la expresión ele G ui- .
para satisfacerlas" (loe. cit., p. 16). Esta universalidad no
significa, desde luego, que sea posible formular una lista
t:
f
50 ERNESTO GARZÓN VALDÉS :
EL PROBLEMA ÉTICO DE LAS MINORÍAS ÉTNICAS 51
Esto plantea, desde luego, el problema de :saber cuáles son cada cual ha de gozar de los derechos "económicos, sociales y
Jos límites que éticamente están impuestos a la estrategia culturales indispensables para su dignidad y libre desarrollo
!:
i1qllÍ propuesta. Ello me lleva al tercero d~ los puntO$ que
de su personalidad". Dicho con otras palabras, se afirma aquí
quería. Lratar.
el derecho a satisfacer las necesidades básicas. Y como estas
necesidades vienen impuest as muchas veces desde afuera, el
3. Bomogeneidad y peculiaTidad cult'uml 'problema que se plantea es que los medios que ofrecen las res
pectivas culturas resultan insuficientes para "satisfacer los
El punto 7 de la Declaración de principios del Consejo Mun requerimientos de la vida en sociedad". Esto trae consigo
dial d e Pueblos Indígenas establece que:
la necesidad de modificar las "estructuras de creencias" del
grupo social en cuestión. La creencia en la existencia de una
Las insti tuciones de los Pueblos Indígenas, igual que las del
relación causal entre las danzas en honor de San Gabriel y el
/ EstilJo-Nación, deberán estar en congruencia co n los derechos
humanos internacionales reconocidos, tan to individuale;:¡ como aumento de las precipitaciones pluviales no es, por ejemplo,
colectivos (cfr. Jesús Contreras [comp.) 1988, p. 181). una buena base para formular predicciones meteorológicas.
Si se quisieran formular sumariamente los deberes de rás
J~sta es, en verdad, una formulación más del principio de autoridades nacionales y de los representantes de las comu
homogeneidad . Pero si este principio ha de valer incondicio nidades étnicas, creo que vale lo siguiente:
nalmente , como creo que es la intención de los autores de Con respecto a las autoridades nacionales: 1.
la Declaración, entonces el punto 5 de este documento, que ' Están pTima facie éticamente obligadas a posibilitar a to
rez a : dos los habitantes el goce de los derechos vinculados con la
satisfacción de las necesidades básicas . Éste es el deber de
Los usos y las costumbres de los Pueblos Indígenas deben ser ~omogeneización. U na sociedad en la que se viola este deber
j respet ad os por los Estados-Nación y reconocidos corno legítima puede ser calificada de indecente.
dígenas:
y cos tumbres como fuente de legitimidad. y si se sostiene ~ p. 296) ,en ucrisálidas, envueltas en un perenne capullo 'cul
tural'" (cfT. Héctor Díaz-Polanco, 198'{, p. 17), al asp irar a
la relación de subordinación del punto 5 con respecto al 7, una reiteración obsoleta de formas de vida que dificultan la
se ab andona, desde luego, la posición del respeto incondi participación en el desarrollo general de la humanidad. Este
cionad o de las autonomías culturales y habrá que admitir deber puede ser llamado el "deber de dinamización". Su vio
.la necesídad.-dc modificar los usos y costumbres que C011 lación permite calificar ala comunidad que la practique com<:..J
cr aclig,tl} "los derechos human os internacionales reconocidos, históricamente suicida.
tanto individua les como colectivos". El artículo 22 de la De Estos dos\ deberes: el de homogeneización y el pe dina
claración Universal de los Derechos Humanos establece que ' .' mización trazan el marco de estrategias no sólo éticamente
r
"
a las normas de comportamiento y a ' las' creencias vigente~ fensores del comunitarismo y de las estruct uras tradicionales
en la comunidad en la que se ha nacido y criado. Exige, propias de cada etnia. U na cosa es propiciar el dinamismo
pues, la no aceptación del conservadurismo en la medida en para superar la marginación y lograr la homogeneidad en
vida más valiosas que otras. El criterio más aceptable para que la satisfacción de las necesidades básicas eh condkiones
r-
profundas del escándalo ético que significa la situación de
buena parte de la población indígena en América Latina.
Sólo será posible superar este escándalo si se avanza por la r.
r torno , justamente porque entre los datos de la realidad de
toda sociedad actual hay que incluir necesariamente la es
trecha vinculación con formas de vida que, por su propio
nivel de desarrollo, tienden a crear permanentemente ncce
" vía de la homogeneización y el dinamismo;
y una última observación: la tesis aquí sostenida no signi sid ades básicas derivadas, con el consiguiente perjuicio para
fica , en modo alguno, sostener la conveniencia del cambio por¡ quienes no están en condiciones de satisfacerlas. Porque ello
j , es así, siguen en pie los dos deberes básicos de homogenei
el cambio mismo o la creencia en el valor incondicionado del
progre~; o. El único criterio que aquí he sostenido ha sido el de zación y dinamismo, ,dentro de los cuales habrá que formu
la prioridad del individuo como agente moral. Esto implica lar estrategias éticamente. aceptables y fácticamente exitosas
dos cosas: primero, por ser la satisfacción de las necesida para superar la situación de etnias que viven en un ámbito)
nacional técnica y económicamente más desarrollado. .
, I
des básicas (naturales y derivadas) una condición necesaria
para un desarrollo humanamente decente (como podría de
cirse parafraseando a Adam Smith), sólo aquellas sociedades BIDLIOGRAF'ÍA
que puedan satisfacerlas han de ser consideradas como can~
didatas posibles para ser incluidas en la lista de formas de
vida social y éticamente aceptables. Pero, segundo, como lo Aguirre Beltrán, Gonzalo (1983), Lenguas vernáculas. Su uso y
que ünp orta no es sólo la existencia decente del individuo .. desu.so en la enseñanza: la experiencia de México, Ediciones de
sino su posibilidad de actuar como agente moral, es decir, la Casa Chata, México, 1983.
el despliegue de su autonomía personal, entre dos formas Bartolomé, Miguel · Alberto (1979), "ConcieJlcia étnica y auto
el.; organización social, si ambas satisfacen las necesidades gestión indígena" en Documentos de la Segunda Reunión de
Barbados . lndianidad y descolonización en AméTica Latina, Edi
básicas , habrá que preferir aquella que asegure una mayor
torial Nueva Imagen, México, 1979.
libel'tad individu a l. Ésta es, según pienso, una reformula.ción
Benedict, Ruth (1978), "Anthropology and the abnormal" en
aceptable del criterio de preferencia entre formas diferentes
Rodger Beehler y Alan R. Drengson (eds.), The Philosophy of ,
de vida, fo rm ulado en el párrafo anterior. Implica, por cierto, Society, Methuen, Lorídres, 1978.
el rechazo de conce pciones halísticas y relativistas. Pero, en BonQl Batalla, Guillermo (1981), "Introducción a la recopilación
rilodo a.lguno, significa fijar para todos los tiempos y lugares de documentos", Utopía y revolución en el pensamiento político
¡t
r'
56 ERNESTO GARZÓN VALDÉS EL PROBLEMA ÉTICO DE LAS MINORÍAS ÉTNICAS 57
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