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EL REY DEL DESIERTO

Por K.M. Huber

Las primeras palabras escritas sobre la costa sur del Perú hablaban de los hermosos bosques de
guarango, repletos de una gran variedad de flora y fauna. Aunque un desierto inhóspito se
extiende a lo largo de la costa, los antiguos viajeros regresaron impresionados por la vegetación,
la cantidad de animales silvestres, y el canto de los aves. Por el contrario, los viajeros de hoy
regresan del sur—ahora el departamento de Ica—con imágenes de arena, sol y sed. En vez de
pasar por la sombra de los bosques, tienen que salir de la pista para buscar los pocos árboles que
quedan. Desde la Conquista, vamos perdiendo nuestros guarangales. Hace 30 años, quedaban
50,000 hectáreas en la costa sur. Ahora, hay 1,000—de las cuáles sólo 200 se pueden llamar
bosques sanos. El árbol de guarango ya está en peligro de extinción. Se lo ve más en bolsas de
carbón con letras grandes "Huarango de Nazca."

"Guarango" es la palabra quechua para "árbol", pero también es conocido como tacco, que
significa no cualquier árbol, sino “El Único”. Además, se le conoce como “El Bastón de Vida” o
“El Rey del Desierto”. Quienes han tenido el privilegio de treparse a un guarango torcido de mil
años de edad, han tocado la esencia de vida del mundo de los antiguos peruanos. También han
descubierto las garras del calentamiento global deslizándose por las copas de los árboles, dejando
rastros de hojas secas.

Al oír hablar de Nazca, muchos piensan de inmediato en las enigmáticas líneas trazadas en las
pampas desérticas. Turistas de todo el mundo van hasta allá para sobrevolar el área. Como
muchas de las sorprendentes figuras solo son visibles desde el aire, las enormes formas de
animales e inmensas figuras geométricas han fomentado toda una serie de teorías: calendarios
astronómicos, campos de aterrizaje de naves extraterrestres, lugares de reuniones sagradas o
caminos ceremoniales. Muchas líneas están directamente correlacionadas con el curso de
acueductos subterráneos, y a menudo se encuentran líneas en forma radiada sobre pequeñas
colinas desde donde las líneas se extienden más allá del horizonte. Varias de las formas que
aparecen en la famosa cerámica Nazca se repiten en el paisaje desértico: aves, animales marinos,
un mono de 135 metros, flores y un árbol. Los arqueólogos y antropólogos siguen haciendo
conjeturas sobre los significados detrás de esta iconografía, pero las asociaciones más comunes
tienen que ver con el agua y la fertilidad. La imagen del árbol indudablemente refleja ambas
cosas, y es muy probable que sea un tributo al guarango.

Los bosques de guarango llenaban los valles que atravesaban el desierto, y los árboles rebeldes
aparecían de la nada entre las dunas. Dondequiera que se encuentre evidencia de guarango,
también se encontrará evidencia de la milenaria cultura Nazca. Las vidas de ambas especies
estaban íntimamente ligadas. En la actualidad, el desierto se ha apoderado de los lugares donde
alguna vez florecieron estos árboles. Los que todavía hay, están amenazados por la agricultura a
gran escala, por el insaciable mercado del carbón, por una nueva plaga de insectos y por el
calentamiento global. De hecho, la especie corre peligro de extinción.

Para comprender la gran importancia del guarango se debe recordar que Nazca se encuentra en el
centro de uno de los ecosistemas más frágiles de la Tierra. Además, parte del desierto de
Sechura/Atacama, que se extiende hasta Chile, es una de las zonas más secas del planeta. En la
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costa peruana no llueve, y los ríos superficiales que se llenan con la escorrentía durante la
estación de lluvias en la sierra no son suficientes para sostener la vida en los valles de la costa.
La escasez de agua era causa de preocupación para los antiguos peruanos, y sigue siendo un gran
desafío para la población actual. La presencia de sequías severas a menudo limita la agricultura
local aun cuando el suelo es uno de los más fértiles del mundo. Cinco mil años atrás, el principal
sostén de los extensos bosques ubicados en las márgenes de los ríos era el agua subterránea. El
guarango tenía raíces lo suficientemente profundas para alcanzar este agua.

Los bosques albergaban una gran variedad de flora y fauna, incluida una profusión de aves,
venados, camélidos y zorros. Los árboles frutales como el lúcumo podían crecer bajo la
protección de robustos guarangos. Para el siglo VI de la era cristiana, los pobladores de Nazca
habían ideado técnicas para aprovechar las fuentes de agua subsuperficial por medio de
complejos sistemas de canales, algunos de los cuales se siguen utilizando en la actualidad.
Aunque la cantidad adicional de agua facilitaba el cultivo y ayudaba a resistir la sequía, la
presencia del guarango era la verdadera clave para mantener un ambiente habitable. Este árbol
no solo proveía de alimentos y sombra, sino que también aseguraba la presencia de humedad en
la tierra, aprovechando el agua subterránea así como la humedad en el aire. Con su raíz principal
enterrada en lo profundo del subsuelo, puede extraer agua subterránea 60 metros hacia abajo.
Este "elevador hidráulico" permite que otros sistemas de vida vegetal que se desarrollan sobre el
nivel de la superficie absorban humedad. Otro grupo de raíces se extiende lateralmente para
recoger los nutrientes del suelo, estabilizar las arenas movedizas y proteger el frágil ecosistema
de la región. Otro don de este árbol leguminoso es que reabastece permanentemente el suelo
convirtiendo el nitrógeno atmosférico en nitratos utilizables. Como si esto fuera poco, también
ayuda a rehabilitar los suelos salinos.

Conocido con el nombre científico de Prosopis pallida, el guarango, o huarango, pertenece a la


familia del algarrobo y el mesquite. Aunque en todo el mundo se puede encontrar diversas
variedades de la extensa familia Prosopis, las cualidades recolectoras de agua de Prosopis
pallida hacen que esta especie tenga una función primordial en el hemisferio sur. La misma
especie también crece a lo largo de la costa norte del Perú, donde se le conoce como algarrobo.
Conocida por sus abundantes frutos, la Prosopis pallida posee vainas de semillas muy nutritivas,
que saben a caramelo de turrón. En forma de jarabe (jarabe de guarango o algarrobina) es
dulce, sabe a nueces y es similar a la melaza. Usada también en esencias y bebidas alcohólicas,
se le considera la base del popular y famoso cóctel peruano. Estudios realizados con la harina
sugieren que es excelente para los diabéticos y las personas sensibles a fluctuaciones del azúcar
en la sangre. Las vainas tienen entre 11 y 17 por ciento de proteínas, incluyendo lisina, y un 25%
de fibra sana. Asimismo, es una excelente fuente de calcio, magnesio, potasio, hierro y zinc,
entre otras vitaminas y minerales. Sus usos medicinales, que tienen una larga tradición, van
desde las ayudas digestivas hasta la cauterización.
No es de extrañar que el guarango/algarrobo fuera alguna vez considerado un regalo de los
dioses, guardián de las aguas, fuente de alimentación, proveedor de sombra y leña, guardián del
equilibrio. Une los tres mundos del cielo, tierra y subsuelo, y manifiesta el poder de la
regeneración. La gente, observando sus ciclos de florecimiento, producción y descomposición,
confiaban en el renacimiento. Sabían que una rama que parece muerta puede volverse verde.
Después de la conquista española la tala de árboles aumentó al hacerse extensiva el cultivo de la
vid para producir visos para la industria vitivinícola y del pisco. En el siglo IX los bosques de la
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Pampa de Pisco fueron talados para abrirle paso a la línea de ferrocarril de Ica al puerto de Pisco.
Durante las sequías recurrentes, los pobladores a menudo recurrían a la venta de árboles para
leña y carbón, como lo siguen haciendo en la actualidad. El guarango arde por tiempo
prolongado y es fragante. Aunque el gobierno está haciendo esfuerzos para restringir la
producción ilícita de carbón, el problema no podrá resolverse hasta que las grandes dificultades
económicas de la población sean abordadas.

Desafortunadamente, con la pérdida de su papel en la sociedad, a medida que los guarangos iban
desapareciendo, había menos agua. Las sequías eran más severas y las inundaciones más
devastadoras. En 1998, las intensas lluvias producidas en la sierra lanzaron ríos embravecidos
hacia la costa que inundaron la ciudad de Ica y las chacras aledañas—algo que no habría
ocurrido de haber habido árboles en los cañones río arriba. Según Oliver Whaley, ecologista
británico y jefe de un proyecto financiado por la Iniciativa Darwin en Ica, la situación es seria.
Solo el año pasado desapareció el 80% de un bosque de guarangos en las cercanías de Tunga. El
Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA) ha declarado al guarango una especie en
peligro "vulnerable" a nivel nacional, y en riesgo de extinción en Ica. De los árboles que quedan
en la región, muchos de ellos están tan debilitados por las plagas que ya no dan fruto. Con el
calentamiento global, las noches son dos grados más cálidas, lo cual ha hecho que las larvas sean
más resistentes y continúen su destrucción.

Whaley podría ser descrito como un pesimista con optimismo. Mientras que señala el grado de
daño irreversible y parece lamentarse por la desaparición de la otrora gran Era del Guarango,
también irradia confianza en las posibilidades de cambio. Aunque el guarango ha sido debilitado
por las plagas, en los últimos años se ha encontrado que cuando el molle está plantado a su lado
crece más fuerte. Aquí en la naturaleza es claro como se benefician unos de otros.
Para los turistas que visitan por las tardes las excavaciones del antiguo centro ceremonial Nazca
de Cahuachi, es difícil imaginar que una comunidad pudiera prosperar en un medio tan duro.
Barrida con furia por los vientos paracas, es fácil ver lo rápido que la superficie puede cambiar,
y lo rápido que la humedad puede desaparecer del aire en las pampas de Nazca. Una gruesa
franja verde se extiende a lo largo del estrecho río de Nazca, Río Grande, que está seco la mayor
parte del año, por lo cual cuesta creer que los bosques alguna vez se extendieron a lo largo de la
cuenca del río y más allá.

Hace poco tuve el privilegio de treparme a tres árboles de mas de mil años de edad: un algarrobo
ennegrecido, retorcido del Bosque de Pomac en Lambayeque; un añoso y quebrado guarango al
lado de un río, cerca de Nazca; y el famoso serpentino guarango de Palpa. Los tres árboles
habrían tenido cientos de años de edad cuando los Incas se extendieron a esa región. El algarrobo
retorcido, vencido por su propio peso, parecía reptar por el suelo del bosque como una enorme
serpiente fósil. Este árbol alardea de las heridas que recibió en varios incendios y por muchas
hachas, pero su resistencia es legendaria. Otro árbol por Nasca, anciano, cansado y torcido,
estuvo a punto de ser talado para convertirlo en carbón cuando una vecina asumió la tarea de
ayudar a protegerlo. Todavía da sombra a la quebrada, recordando las palabras de Arguedas sobre
el guarango que deja pasar el sol, quitándole el fuego. El tercér árbol parece tener mas cortes y
cicatrices que ramas largas en su inmenso tronco. Situada frente a la zona arqueológica de
Huayruri, este guarango milenario tiene hojas secas y oscuras que susurran con el viento
mientras otros pequeños racimos verdes aparecen irradiando vida. El árbol sigue estirando unas
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ramas hacia el cielo mientras otras siguen arranstrándose por el suelo. A pesar de sus heridas,
con casi 1,100 años de vida, este guarango se para al lado de la pista con orgullo, invitándonos a
subir para abrazarnos en las pliegas de su corteza. Nos protege como ha protegido nuestros
antepasados. Ahora nos corresponde reciprocar. Los quechua hablan de "ayni"—reciprocidad.
Ofrecer, compartir, intercambiar, dar a los de quienes algo hemos recibido.

La Iniciativa Darwin, uno de los proyectos de reforestación y educación más importantes del
área, está compuesta por un grupo de dedicados científicos, estudiantes y voluntarios de todas las
edades. Los universitarios y escolares que se dedican a recolectar semillas y plantar árboles se
están convirtiendo en ardientes defensores del futuro del guarango. Hace poco, ellos ayudaron a
la Escuela Libre de Puerto Huamaní y la Asociación Cultural Nazca a organizar el Festival del
Guarango, que llenó todo un patio de comidas con productos en forma de pasteles, galletas,
jarabe de guarango (algarrobina), helados, sucedáneos del café, jugos y licores. Se ofrecieron
vainas de semillas para masticar que, al natural, pueden competir con cualquier golosina. El
proyecto HuarangoIca, también ejecutado en Ica, ha construido diques y ha reforestado el Cañón
de Cansas con el fin de controlar las inundaciones. Se está avanzando, pero aún queda mucho por
hacer.

La importancia crítica de la supervivencia va más allá del impacto local. Whaley quiere recordar
a las personas que estos frágiles ecosistemas son los primeros en sentir los marcados efectos del
calentamiento global. El mundo se está dando cuenta de que lo que ocurra en Sudamérica se
sentirá en todo el planeta. Las actividades aparentemente aisladas se combinan para generar un
impacto global significativo y defensores de la reforestación siguen luchando por un medio
ambiente más sostenible. En Ica, los escolares están plantando árboles, narrando historias y
compartiendo su visión de nuevos bosques que crearán un oasis para las futuras generaciones.
Esperemos que los habitantes del futuro hablen con incredulidad de esa época en que sus
ancestros estuvieron a punto de perder sus árboles tan generosos.

Hay una familia que hace años ha dedicado una chacra cerca de Pisco para cultivar guarangos.
Tiene 700 arbolitos listos para plantar y ahora los quiere ofrecer a la ciudad de Pisco para dar
vida a la reconstrucción de la ciudad. Así, de las cenizas – sale un árbol por cada víctima del
trágico terremoto y un mensaje para todo el mundo: el pueblo, como el guarango, tiene
tenacidad, fuerza, y esperanza. Aún dañado y lastimado, la profundidad de sus raíces le permite
encontrar el agua y la vida para seguir levantándose hacia el cielo.

FIN

Kathryn M. Huber
Mariscal Sucre 270
Miraflores, LIMA 18
Teléfono: 441-9476
kmhuber@earthlink.net
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