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Edgar Carpio Marcos

1 min · Lima ·

La libertad de imprenta y el derecho de sufragio están asociados a los primeros pasos del
constitucionalismo peruano. Estos últimos no se dieron cuando nos independizamos
formalmente de la Monarquía Española, sino cuando todavía formábamos parte de ella, y ésta
entró en una crisis profunda luego de que Fernando VII abdicara el trono ante Napoleón
Bonaparte, en mayo de 1808.
Tras conformarse en España una Junta Central de Gobierno se produjeron 2 hechos históricos
que serían determinantes para el futuro del país. Por un lado, en enero de 1809 se convocó a
elecciones para que el Virreinato del Perú elija a un representante ante la Junta Central de
Gobierno, lo que se realizó en 16 ciudades del país, más Guayaquil -que entonces, de hecho
formaba parte del Virreynato peruano-, saliendo sorteado para representarnos José Silva
Olave. Curiosamente, encontrándose en México, en tránsito hacia España, éste tuvo que
darse vuelta, pues la Junta Central fue sustituida por el Consejo de Regencia, tras sufrir
algunos reveses militares. Sin embargo, la realización de este primer proceso electoral (que
luego se acrecentaría con la convocatoria a las Cortes de Cádiz) propició que los vocablos
"representación política", "ciudadanía", "elecciones" o el de "igualdad política" se introdujeran
en la cultura política de la época, y se levantara, paulatinamente, el amodorramiento en el que
quedamos tras el aplastamiento de la rebelión de Tupac Amaru II, en 1781.
Por otro, en abril de 1811 se publicó en el Perú el decreto -dado en noviembre de 1810- de las
Cortes de Cádiz, mediante el cual se autorizaba la libertad de imprenta. Su publicación se
efectuó acompañado de la Circular del Ministro de Gracia y Justicia, que especificaba: "la
facultad individual de los ciudadanos de publicar sus pensamientos e ideas políticas es no solo
un freno a la arbitrariedad de los que gobiernan sino también un medio de ilustrar a la nación
en general, y el único camino para llevar al conocimiento de la verdadera opinión pública". Su
entrada en vigencia desencadenó que aparecieran una serie de diarios, si bien de existencia
breve y entre los que destaca "El Peruano", mediante los cuales se criticaba el despotismo y la
arbitrariedad de las autoridades virreinales. La clausura de la Inquisición con la que vino
acompañada este decreto, permitió que los ideales de la ilustración y del constitucionalismo
poco a poco se fueran universalizando, si bien dentro de la lógica propia de una sociedad
tradicionalista y fuertemente confesional, que no ponía en cuestión la autoridad del Monarca.
Esto último solo sucedió cuando al año siguiente entró en vigencia la Constitución de Cádiz y
se sustituyó la soberanía monárquica por el principio de soberanía popular y, por consiguiente,
la internalización de que los nacidos en este territorio no eran más súbditos, sino ciudadanos
con derechos...

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