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Conclusión

Primera: Él es el Dios da historia


La historia no es un flujo de acontecimientos al azar. Dios ejecuta, en el debido tiempo,
el plan que concibió en la eternidad pasada y será consumado en la eternidad futura. En
el proceso histórico, Jesucristo, en la cualidad de semilla de Abraham, es la figura clave.
Regocijémonos por el hecho de que, siendo discípulos de Cristo, somos descendientes de
Abraham. Pertenecemos a su linaje espiritual. Si recibimos las bendiciones de la
justificación por la fe, la aceptación de Dios y la habitación del Espíritu, entonces somos
hoy los beneficiarios de la promesa hecha a Abraham hace 4mil años.
Segunda: Él es el Dios de la Alianza
Estos es, Dios es suficientemente bueno y fiable para hacer promesas, y Él siempre
cumple lo que promete. Él es un Dios de amor y fidelidad continuo. Preste atención: ni
siempre Él cumple sus promesas inmediatamente. Abraham y Sara “murieron en la fe, sin
tener obtenido las promesas, viéndolas de lejos” (Hb 11.13). O sea, así mismo Isaac le
haya nacido en cumplimiento de la promesa, la semilla de ellos todavía no era numerosa,
ni siquiera ellos heredaron la tierra, ni las naciones habían sido bendecidas. Todas las
promesas de Dios se realizan, pero ellas son heredadas “por la fe y por la longanimidad”
(Hb 6.12), es decir, por la paciencia. Debemos contentarnos en esperar la hora divina.
Tercera: Él es el Dios de la bendición
“[Yo] te bendeciré”, fue lo que le dijo a Abraham (Gn 12.2). “Dios […] lo envió [Jesús] en primer
lugar a vosotros para bendecirlos”, exclamó Pedro (Hechos 3.26). La actitud de Dios para con su
pueblo es positiva, constructiva, enriquecedora. El juicio es su “obra extraña” (Is. 28.21). Su
principal obra y característica es bendecir la humanidad con la salvación.
Cuarto: Él es el Dios de la misericordia
Siempre recibí mucho aliento de la declaración de Apocalipsis 7.9, según la cual la multitud de
los redimidos en el cielo será “una grande multitud que ninguno puede enumerar”. No tengo la
pretensión de saber cómo será, una vez que los cristianos parecen ser una minoría, pero las
Escrituras declaran eso para aliento nuestro. Ya que ningún cristiano bíblico pueda ser
universalista (creyendo que toda la humanidad será finalmente salva), una vez que las Escrituras
enseñan la terrible realidad y la eternidad del infierno, el cristiano bíblico puede (y hasta debe)
afirmar que los redimidos serán, de algún modo, una multitud, internacional tan inmensa que no
podrá ser contada. La promesa de Dios será cumplida, y la semilla de Abraham será tan numerosa
cuanto el polvo de la tierra, las estrellas del cielo y la arena del mar.
Quinto: Él es el Dios de las misiones
Las naciones no son reunidas automáticamente. Si Dios prometió bendecir “todas las familias de
la tierra”, el pretendía hacerlo por medio de la descendencia de Abraham (Gn 12.3; 22.18). Somos
la semilla de Abraham por la fe, y las familias de la tierra solo serán bendecidas se fuésemos a
ellas con el evangelio. Ese es el propósito explícito de Dios.
Oro para que la expresión “todas las familias de la tierra” sea grabada en nuestro corazón. Ella,
más que cualquier otra, rebela el Dios vivo de la Biblia como un Dios misionero. Esa expresión
también condena el denominacionalismo mezquino, el nacionalismo estrecho, el orgullo racial
(blanco o negro), el paternalismo condesciéndete y el imperialismo arrogante. ¿Cómo nos
atrevemos a adoptar una actitud hostil o indiferente para con cualquier persona de otro calor o
cultura si nuestro Dios es el Dios de “todas las familias de la tierra”? Necesitamos volvernos
cristianos globales, con una visión global, pues tenemos un Dios global.
Por tanto, que Dios nos ayude a nunca olvidarnos la antigua promesa de 4 mil años hecha a
Abraham: “En ti y en tu descendencia serna bendecidas todas las familias de la tierra”.

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