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https://www.huffingtonpost.es/gloria-poyatos-matas/el-cuidado-como-complemento-a-la-
justicia_a_23327387/
[La pulsión alimentaria según Tchakotine: «Inspirado en la reflexología, T. afirma que los
impulsos afectivos, de origen primitivo, pueden ser clasificados en cuatro categorías
generadoras de todos los comportamientos instintivos: pulsión combativa, pulsión
alimentaria, pulsión sexual y pulsión parental. Sobre cada una de ellas es posible construir
reflejos condicionados. (Le viol des foules par la propagande politique, Gallimard 1952.) Se
trataría, en cualquier caso, no de la pulsión de alimentarse uno mismo, sino de la pulsión de
alimentar a los demás (recolectar, cocinar, alimentar), a caballo de la pulsión parental,
enlazada con el cuidado de Poyatos.]
https://fr.wikipedia.org/wiki/Serge_Tchakhotine
Vivimos en un mundo globalizado que equipara el buen aprovechamiento del tiempo con un
concepto de "productividad" forjado sin perspectiva de género.
Las mujeres no eran consideradas aptas para las guerras y por ello también se les ha negado
históricamente su participación en la solución de conflictos armados
Precisamente por ello, el miedo a los valores asociados a la feminidad ha sido esencial en la
socialización militar, sustentada sobre el principio de autoritarismo, obediencia y disciplina que
colisionan frontalmente con todas aquellas emociones que supongan una amenaza a la
ferocidad exigida en las profesiones armadas. El afecto, la ternura o el cuidado son un desafío
a la aceptación incondicional de la autoridad y por ello esos valores fueron erradicados y
confinados a las esferas privadas y femeninas. Las mujeres no eran consideradas aptas para las
guerras y por ello también se les ha negado históricamente su participación en la solución de
conflictos armados, a pesar de las diversas Resoluciones de la ONU en sentido contrario.[2]
El coronel dijo: «No pasa nada. Ya nos ocupamos nosotros ¡Tenemos el número de bajas!
¡Tenemos el número de bajas!». Y empiezas a darle vueltas a la cabeza. En el fondo sabes que
está mal, pero en ese momento tus superiores te están diciendo que no pasa nada. Así que,
pues no pasa nada, ¿no? Así es la guerra, ¿no?... Nos querían dar una puta mención honoraria,
los mierdas esos. Repartieron un montón de medallas. A los tenientes les dieron medallas y sé
que el coronel se llevó su puta medalla. Y con sus ceremonias de entrega y todo, ¿sabes? Y yo
allí de pie como un gilipollas mientras repartían las putas medallas por matar a civiles.[3]
Lo anterior tiene mucho que ver con los estereotipos sexistas y la asignación social de roles de
género que predeterminan a los hombres para la autoridad y la responsabilidad y a las mujeres
para la sumisión y la dependencia, por ello es más probable que los hombres combatan el
miedo con agresión y las mujeres con obediencia. Los estereotipos son ilusiones cognitivas
irracionales, que determinan cómo debemos ser en vez de reconocer cómo somos, pero con el
tiempo se asumen como verdades absolutas. Los datos estadísticos de la población reclusa de
cualquier centro penitenciario del mundo, evidencian que las mujeres delinquen
desproporcionadamente menos en relación a los hombres. En las prisiones europeas, por
ejemplo, el promedio de la población reclusa femenina no supera el 5'3% .[4]
El patriarcado y la estereotipia ahoga a las mujeres, pero también oprime a los hombres.
Las investigaciones de la psicóloga Carol Gilligan evidenciaron que las mujeres tienen un
desarrollo moral diferente al de los hombres como consecuencia de su socialización[5]. Ellas
son más aptas para el cuidado, pero no por razones biológicas sino por la vía del aprendizaje
social. Se trata de una construcción de género, no de un rasgo de género, aparejada al rol de
madres y cuidadoras que se les asigna por nacer mujeres. Por ello la categoría de género en
este caso, puede sernos de gran utilidad en la comprensión de los conflictos.
Según la profesora Irene Comins, las estrategias utilizadas tradicionalmente por las mujeres en
la resolución de los conflictos no son violentas y se sustentan sobre tres ejes sustanciales:
Hay que universalizar el cuidado, como herramienta preventiva frente a la violencia social e
intrafamiliar
La violencia bélica y la violencia sexista tienen mucho común, son un automatismo ante el
miedo a la diversidad. El patrón de la violencia funciona de forma similar, en las guerras, en la
sociedad y en el ámbito familiar, siendo la violencia de género una de las más aberrantes
expresiones del miedo a la pérdida de poder del hombre respecto a la mujer. Con cada golpe a
una mujer se da prevalencia a un patrón social de exclusión y este se reproduce a futuro.
Por ello hay que universalizar el cuidado, como herramienta preventiva frente a la violencia
social e intrafamiliar. Hay que invertir en la infraestructura de los cuidados. Hay que promover
un cambio real de paradigmas sociales donde la práctica de cuidar se convierta en el centro de
las políticas sociales, haciéndose extensible a la otra mitad de la población, para hacer real la
corresponsabilidad y la igualdad.
Hay que cambiar la ética del cuidado feminizada por la ética del cuidado humanizada, para
caminar hacia una sociedad más pacífica e igualitaria.
[1] http://www.eldiario.es/nidos/brecha-domesticas-mujeres-dedican-
hombres_0_691181621.html
[2] http://www.un.org/es/peacekeeping/issues/women/wps.shtml
[3] Shay, Jonathan. Achilles in Vietnam: Combat Trauma and the Undoing ofCharacter .
Nueva York: Scribner, 1994.
[4] http://www.20minutos.es/noticia/2057658/0/mujeres/prision/espana/
[6] Comins Mingol, Irene., Filosofía del cuidar: una propuesta coeducativa para la paz.
Barcelona: Icaria, 2009.