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Comentarios en relación al fallo de la Corte Suprema por artículo 1 transitorio y

duplicidad de inscripciones

María Luisa Oliva, Carolina Dulanto y Javiera Lagos,

Referencia: Sentencia dictada por la CS en causa rol 21398-2014

El día 15 de julio de 2015 la Corte Suprema puso fin al juicio de aguas en el cual Ricardo Marín
Acuña reclamó en todas las instancias que nuestro Ordenamiento jurídico contempla contra la
negativa del Conservador de Bienes Raíces a inscribir los derechos de aguas que le fueron
supuestamente reconocidos al momento de la constitución de la Comunidad de Aguas del Canal
“La Esperanza Alto”, de la cual es comunero y regente.

Sus pretensiones fueron rechazadas tanto en primera como en segunda instancia, por lo que el
actor recurre al máximo Tribunal para que dirima el asunto, argumentando el Conservador de
Bienes Raíces de Santiago (en adelante “Conservador”) habría incurrido en un vicio de fondo
al negarle la inscripción de forma individual en el Registro de Propiedad de Aguas de los
derechos de aguas que eran presuntamente suyos, según la sentencia constitutiva de la
Comunidad de Aguas del Canal “La Esperanza Alto”, en la que consta su titularidad. Alega
por tanto que, al estar dicha sentencia ejecutoriada y registrada en la Dirección General de
Aguas (“DGA”) y en el Registro de Propiedad de Aguas, requisitos exigidos por el Código de
Aguas en su artículo 196, él estaría en su legítimo derecho de inscribir individualmente y
conforme al artículo 114 N°8 del mismo cuerpo legal.

En síntesis, la parte recurrente estima infringidos una serie de artículos, principalmente el ya


mencionado artículo 114 del Código de Aguas que establece los títulos que deberán ser
inscritos en el Registro de Propiedad de Aguas del Conservador, correspondiendo el numeral
8 a los derechos de cada comunero o de cada miembro de una asociación de canalistas, en
cuanto consten en los títulos constitutivos o acuerdos o resoluciones a que se refieren los
numerales 1 y 2. En este sentido, el numeral 2 se refiere a “los acuerdos o resoluciones que
causen ejecutoria y que determinen los derechos de cada comunero en las gestiones realizadas
ante la Justicia Ordinaria para el reconocimiento de las comunidades”, lo que en consideración
de la recurrente se habría cumplido con la gestión empeñada en primera instancia ante el Primer
Juzgado Civil de Santiago. Además, estima vulnerados una serie de artículos de Código de
Aguas (186, 188, 189 inciso 3°, 190, 192 y 195) y el inciso primero del artículo 19 del Código
Civil.

El Conservador fundamentó su negativa a la inscripción en que el derecho de aprovechamiento


de aguas sólo puede constituirse en la forma prescrita por la ley, esto es, a través de la Dirección
General de Aguas, y que la sola circunstancia de figurar en el listado de usuarios de una
comunidad con determinado número de acciones no lo convierte en titular de dichos derechos;
es más, para ser titular de los mismos debería seguir el procedimiento de regularización
contemplado en los artículos 1, 2 y 5 transitorios del código del ramo.

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La Corte Suprema finalmente rechaza la casación deducida por don Ricardo Marín Acuña,
confirmando así la sentencia recurrida, haciendo un exposición sucinta de las razones que
fundamentan esta decisión, dentro de las cuales es de especial relevancia la interrogante que
plantea la Corte Suprema en el considerando quinto de la sentencia: el artículo 114 del Código
de Aguas, específicamente sus números 2 y 8 ¿permite por sí mismo inscribir
individualizadamente los derechos de cada comunero en una asociación acuífera, cuyo título
ha sido reconocido judicialmente?

Tal como fue explicado con anterioridad, el artículo 114 del Código de Aguas refiere a los
títulos que deben ser inscritos en el Registro de Propiedad de Aguas del Conservador de Bienes
Raíces, correspondiendo el numeral 2 a “los acuerdos y resoluciones que causen ejecutoria y
que determinen los derechos de cada comunero en las gestiones realizadas ante la Justicia
Ordinaria para el reconocimiento de las comunidades...”, mientras que el numeral 8 dispone
que se deberán inscribir “los derechos de cada comunero o de cada miembro de una Asociación
de Canalistas que consten en los títulos constitutivos o acuerdos o resoluciones a que se refieren
los números 1 y 2 de este artículo”. A juicio del recurrente, del tenor literal de dichas palabras
se desprende el mandato imperativo del legislador al Conservador de Bienes Raíces para que
inscriba los títulos enumerados en ese artículo, por lo que, habiendo una sentencia ejecutoriada
que constituya la comunidad o asociación acuífera, y estando esta ya registrada en la Dirección
General de Aguas, no podría el Conservador negarse a inscribir los derechos específicos de
cada comunero, los cuales constan en dicha sentencia.

Esta es una conclusión que el demandante deriva del artículo 19 del Código Civil, que prescribe
“Cuando el sentido de la ley es claro, no se desatenderá su tenor literal, a pretexto de consultar
su espíritu.”. Sin embargo, salta a la vista que esta es una conclusión a lo menos apresurada, e
incluso abusiva, mediante la cual el demandante pretende forzar la ley para sus propios
propósitos. Y es que de la simple lectura del tenor literal de la norma no se manifiesta como
una consecuencia inmediata y necesaria la obligación absoluta del Conservador de inscribir
aquello que se le solicita, sin cuestionamiento. A mayor abundamiento, hay consenso en la
doctrina en que el Conservador de Bienes Raíces sí está facultado para realizar un examen a lo
menos formal de aquello que se le solicita que inscriba, pudiendo hacer reparos en caso de que
considere que la solicitud no está amparada por la ley. Y esto se explica porque una
característica fundamental del sistema registral es la de dar la seguridad de que los titulares de
los derechos incluidos en el Registro efectivamente lo son. Esto implica a su vez garantizar la
validez y eficacia de los actos que motivaron la inclusión de dichos derechos en el registro a
nombre de una determinada persona. Y eso solo es lograble a través de un examen de los
antecedentes jurídicos relativos a dichos derechos. Sin perjuicio de lo anterior, el examen
realizado por el Conservador debe siempre ser de carácter formal y jamás puede agregar
exigencias que no están en la ley, o entorpecer el buen funcionamiento del carácter registral,
porque en cualquiera de las dos hipótesis estaría faltando a la verdadera intención del
legislador.

Y es que es precisamente aquello lo que el Conservador hizo en este caso: una revisión formal
del título que se le pedía inscribir, en consonancia con aquello que presuntamente aseguraba
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ese título (la titularidad de determinados derechos de aprovechamiento de aguas), interpretando
la ley según su tenor literal y atendiendo al contexto de la ley para ilustrar su sentido, tal como
manda el artículo 22 del Código Civil. En otras palabras, con su negativa, el Conservador de
Bienes Raíces entiende que la orden contenida en el artículo 114 del Código de Aguas busca
lo mismo que buscó en su minuto don Andrés Bello al redactar el Código Civil: que el sistema
registral sea tal, que los términos “inscripción”, “posesión” y “propiedad” sean idénticos1. Bajo
este punto de vista, la norma en cuestión no pretende jamás ser una norma imperativa de
inscripción así sin más, sino que busca la inscripción de la totalidad de los derechos de
aprovechamiento de aguas existentes.

Esto tiene íntima relación con la reinstauración del sistema registral con la reforma a la
normativa de aguas de 1981 efectuada con posterioridad a la Reforma Agraria, que busca
responder a las discordancias existentes entre las inscripciones en el Registro de Aguas del
Conservador y la realidad posesoria de las aguas mediante la incorporación de las disposiciones
transitorias del Código de Aguas, que en su mayoría establecen un procedimiento de
regularización de aquellos derechos que en los hechos eran aprovechados, pero sin una
inscripción propiamente tal. Esto demuestra por parte del legislador un afán en lograr que se
inscriban todos los derechos de aprovechamiento de aguas, luego de que estos hayan sido
constituidos por la autoridad en conformidad con lo dispuesto por la ley, en todos los casos en
que la ley no los reconoce de pleno derecho. En tal contexto, al momento en que se efectúa la
solicitud de inscripción de tales derechos, el Conservador de Bienes raíces debe asegurarse de
que el derecho de aprovechamiento ya haya sido reconocido según el trámite establecido en la
ley.

Por lo tanto, resulta acertada la afirmación de la Corte Suprema, en el sentido que la inscripción
de la sentencia constitutiva de una comunidad o asociación acuífera en la cual constan los
derechos de los miembros de la misma no es más que un antecedente relevante a fines de
regularizar el dominio de dichos derechos de aguas según las disposiciones transitorias del
Código. Sin embargo, de forma alguna es posible constituir o reconocer dominio sobre
derechos de aprovechamiento de aguas a través de la inscripción de tal sentencia, puesto que
el otorgamiento de tal concesión es de competencia única de la Dirección General de Aguas
(salva la excepción del inciso 1 del artículo 147 bis), y solo en esos casos la inscripción
resultaría prueba de la posesión del derecho. En este aspecto, el sentido del fallo está alineado
con el propósito de la ley: constituir y registrar de manera armónica, coordinada y sistemática
los derechos de aprovechamiento de aguas. Así, a nuestro juicio, la Corte únicamente trata de
imponerle al comunero las exigencias ya exigidas por la ley, no siendo jamás la intención de
la Corte cercenar el derecho de solicitud de derechos de aprovechamiento de aguas del
recurrente.

Por lo tanto, siguiendo la línea argumental, el artículo 114 del Código de Aguas al establecer
que se deben inscribir las “los acuerdos y resoluciones (…) que determinen los derechos de
cada comunero en las gestiones realizadas ante la Justicia Ordinaria para el reconocimiento de

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Código Civil, Mensaje

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las comunidades” únicamente está siendo coherente con la norma del artículo 196 del mismo
código, que indica que una vez es registrada la comunidad en la Dirección General de Aguas,
esta puede ser también inscrita según lo prescribe el artículo 114. Sin embargo, no hay que
perder de vista que uno de los requisitos para formar parte de una comunidad de aguas es el ser
titular de un derecho de aprovechamiento de aguas, tal como lo manifiesta de forma expresa el
artículo 186 del Código de Aguas.

A mayor abundamiento, resulta del todo improcedente la alegación por parte del recurrente
acerca de una infracción de ley en la aplicación de los artículos 186, 188, 189 inciso 3°, 190,
192 y 195 del Código de Aguas, ya que estas disposiciones tienen todas un elemento en común:
son todos preceptos que suponen una titularidad previa de derechos de aguas por parte de los
comuneros de una comunidad de aguas. Por ejemplo, el artículo 189 del Código de Aguas
señala “en el comparendo a que se refiere el artículo anterior, los interesados harán valer los
títulos o antecedentes que sirvan para establecer sus derechos en el agua o la obra común”. A
su turno, el artículo 193 del mismo cuerpo legal ordena que “el derecho de cada uno de los
comuneros sobre el caudal común será el que conste de sus respectivos títulos”. Por lo tanto,
difícilmente se podría haber vulnerado aquellas normas, si es que la existencia de un derecho
de aprovechamiento de aguas constituido o reconocido es necesaria para la participación en la
comunidad de aguas, por lo que, para poder inscribir el derecho del titular, no basta el hecho
de que se hayan constituído por resolución judicial una comunidad, ya que dicha resolución
servirá únicamente de título para probar los derechos de dicha comunidad, pero no los de las
personas que la integran. En consecuencia, para que el derecho del titular sea inscrito, debe
constar con una resolución General de Aguas que así lo confirme luego de haberse sometido al
procedimiento general regulado en entre el artículo 130 y 139 del Código de Aguas.

En este mismo sentido ha fallado la Corte Suprema en causa rol 8439 del año 2011, afirmando
que el reconocimiento de una comunidad de aguas, no es título suficiente para que el comunero
inscriba su derecho de aprovechamiento. Específicamente, la sentencia aludida en su
considerando trigésimo expresa que “es pertinente resaltar que una comunidad de aguas
organizada no se traduce por añadidura en el reconocimiento de los derechos de
aprovechamiento de aguas de los que han de ser titulares los miembros de la misma. En efecto,
la organización judicial de la comunidad permite fijar su reglamentación a la que han de
ajustarse los usuarios en común de un determinado curso de agua o embalse, empero no opera
como un modo de adquirir los respectivos derechos de aprovechamiento(...). Corolario de
lo precedente, es que la inscripción de una comunidad de aguas refiere sólo a ella, a su
reglamentación, sin que pueda entenderse que ella traiga como repercusión la regularización
de la titularidad de los derechos de aprovechamiento de sus comuneros”

Esto nos lleva nuevamente a lo mismo: los derechos de aprovechamiento de aguas únicamente
pueden ser constituidos en la forma que establece la ley: (i) Por acto de autoridad; (ii) Por el
solo ministerio de la ley; (iii) Por prescripción. En este caso, queda claro que no se verifica
ninguna de las tres hipótesis legales, toda vez que jamás una sentencia constitutiva de una
comunidad acuífera será título suficiente para la inscripción de un derecho de aprovechamiento
individual, sin perjuicio de ser, en palabras de la Corte en la sentencia en comento, un
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“antecedente valioso” para la posterior regularización del mismo mediante los canales
ordinarios establecidos por la ley.

Por lo tanto, no queda más que concluir que los sentenciadores han hecho una correcta
aplicación de los artículos 114, 186, 188, 189 inciso 3°, 190, 192, 195 y 5 transitorio del Código
de Aguas, y el artículo 19 inciso 1 del Código Civil, dejando en evidencia que la pretensión
ejercida por la recurrente es absolutamente contraria a derecho y carente de sustento, ya que,
si estimáramos que el Conservador debe inscribir un título sin revisar de qué fuente emana,
estaríamos dejando de lado el objetivo perseguido por el legislador: lograr una correcta y
uniforme inscripción de títulos. Bajo este respecto, la decisión de la Corte es la única posible y
que se mantiene fiel a la legislación vigente, toda vez que el Conservador de Bienes Raíces
estaba actuado correctamente al rechazar la inscripción. Así, mediante su rechazo está en plena
concordancia con lo dispuesto por la legislación en materia de aguas: la sola circunstancia de
figurar en el listado de usuarios de una comunidad de aguas con un determinado número de
acciones asociados a su nombre no lo convierte en titular de cada derecho de aprovechamiento,
puesto que la titularidad sólo puede emanar de la ley, o de la autoridad en conformidad a la ley.

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