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1) En el fallo se evalúa el grado de adecuación entre la ley 24521 de

Educación Superior, dictada por el Congreso de la Nación y El Estatuto de la


Universidad de la Plata. No solo examinando su relación entre si, sino también
respecto de la Constitución Nacional.

La CSJN hizo lugar a un recurso extraordinario deducido por la Universidad


Nacional de La Plata y dejó sin efecto un fallo de la Cámara en lo Contencioso
Administrativo platense que hizo lugar a las observaciones formuladas por el
Ministerio de Educación de la Nación respecto de la reforma de su estatuto.

En los autos “Ministerio de Cultura y Educación de la Nación c/ Universidad


Nacional de La Plata s/ inf. ley 24.521 art. 34”, el ministerio impugnó la
modificación que contempla la conformación del padrón de los graduados y su
representación en los órganos de gobierno universitario con la participación de
los ayudantes diplomados.

Según el Poder ejecutivo Nacional, dichas previsiones se oponen a lo


establecido en el artículo 53, inc. d de la Ley de Educación Superior (LES),
respecto de los recaudos que deben asegurar los estatutos universitarios
“respecto de los graduados en caso de ser incorporados a los órganos
colegiados de gobierno”.

La norma fija que los órganos colegiados de gobierno “estarán integrados de


acuerdo a lo que determinen los estatutos de cada universidad, los que
deberán asegurar (…) que los graduados, en caso de ser incorporados a los
cuerpos colegiados, puedan elegir y ser elegidos si no tienen relación de
dependencia con la institución universitaria". La modificación del estatuto, por
su parte, dispone que “los ayudantes diplomados y los graduados integrarán un
solo padrón" y que la "representación de los ayudantes diplomados o
graduados será adjudicada a la lista mayoritaria a simple pluralidad de
sufragios". Estos configurarían los hechos del fallo.

2) La Corte, con el voto en mayoría de los ministros Ricardo Lorenzetti y Juan


Carlos Maqueda, y la disidencia de Elena Highton de Nolasco, hizo lugar al
planteo de la casa de estudios, que alegó que la decisión de la Cámara invadía
la autonomía universitaria “fundada en una restricción inexistente en la norma
aplicable”, en tanto “no se prohíbe la conformación de representaciones
unificadas ni la integración de padrones, sino sólo que los graduados con
relación de dependencia puedan integrar el padrón correspondiente en dicha
condición, es decir, como graduados”.

El fallo realiza una interpretación de la norma desde la perspectiva del


legislador, y explica que aquél “se ha limitado a establecer determinados
presupuestos que deberán asegurar los estatutos de cada universidad, ya que
es justamente la norma estatutaria la encargada de determinar la integración
de sus órganos colegiados de gobierno”.
Que la Ley estipula una serie de exigencias generales que debe cumplir cada
estatuto, y que es tarea de estos la determinación de sus órganos de gobierno.
La Corte incluyó dentro de estos presupuestos el que dispone que los
graduados, “en caso de ser incorporados a los cuerpos colegiados, puedan
elegir y ser elegidos si no tienen relación de dependencia con la institución
universitaria”

Desde esa óptica, entendieron que la prohibición “solo se dirige a limitar la


participación en los órganos de gobierno de los graduados en relación de
dependencia con la universidad, a los fines de la representación de su claustro
en el carácter que les es propio, esto es, el de graduados”.

Pero que no existe prohibición “respecto del agrupamiento de los


representantes de diferentes estamentos y la conformación de los padrones,
cuestiones previstas por las normas impugnadas del estatuto”. La Corte,
consideró que carecía de fundamento la calificación que hizo la Cámara del
padrón unificado, como impedimento a los fines de la "discriminación de los
electores al momento de evaluar las condiciones necesarias individualmente
que deben reunir los graduados que integren el consejo superior".“En efecto,
en tal razonamiento se confunden dos aspectos del proceso electoral,
diferentes e independientes entre sí, dado que la composición mixta del padrón
en nada afecta la verificación de los recaudos exigidos para cada supuesto.
Ello es así, en la medida en que el cumplimiento de tales condiciones debe ser
evaluado individualmente en cada caso concreto, al momento de la inscripción
al padrón o de su postulación”, concluye el fallo.

3) La Constitución Nacional prevé, por un lado, que corresponde al Congreso


de la Nación dictar planes de instrucción general e universitaria y, por otro,
sancionar leyes de organización y base de la educación, garantizando los
principios de autonomía y autarquía de las universidades nacionales. A este
respecto, el artículo 75 inciso 18 afirma que le corresponde al Congreso
“proveer lo conducente a la prosperidad del país, al adelanto y bienestar de
todas las provincias, y al progreso de la ilustración, dictando planes de
instrucción general y universitaria”. A su vez, el inciso 19 establece que le
corresponde “sancionar leyes de organización y de base de la educación que
consoliden la unidad nacional respetando las particularidades provinciales y
locales; que aseguren la responsabilidad indelegable del Estado, la
participación de la familia y la sociedad, la promoción de los valores
democráticos y la igualdad de oportunidades y posibilidades sin discriminación
alguna; y que garanticen los principios de gratuidad y equidad de la educación
pública estatal y la autonomía y autarquía de las universidades nacionales”.
Un año después, y a la luz de las nuevas disposiciones constitucionales, fue
dictada la Ley de Educación Superior, en cuyo régimen quedan comprendidas
“las instituciones de formación superior, sean universitarias o no universitarias,
nacionales, provinciales o municipales, tanto estatales como privadas, todas las
cuales forman parte del Sistema Educativo Nacional regulado por la ley 24.195”

La ley se refiere a la educación superior universitaria y contiene siete capítulos:


de las instituciones universitarias y sus funciones; de la autonomía, su alcance
y sus garantías; de las condiciones para su funcionamiento; de las instituciones
universitarias nacionales; de las instituciones universitarias privadas,
provinciales; del gobierno y coordinación del sistema universitario. Al respecto,
la norma pone en cabeza de las universidades la enseñanza superior
universitaria, y establece que su finalidad es “la generación y comunicación de
conocimientos del más alto nivel en un clima de libertad, justicia y solidaridad,
ofreciendo una formación cultural interdisciplinaria dirigida a la integración del
saber así como una capacitación científica y profesional específica para las
distintas carreras que en ellas se cursen, para beneficio del hombre y de la
sociedad a la que pertenezcan”, y enmarca su función básica.

En este contexto, la ley establece un apartado especial a la autonomía


universitaria, delimitando su alcance y reconociéndole garantías. De esta forma
indica que las instituciones universitarias tanto las universidades nacionales,
como las universidades provinciales y privadas reconocidas por el Estado
nacional y los institutos universitarios o estatales o privados reconocidos,
tendrán autonomía académica e institucional, que comprende distintas
atribuciones. A saber:

● Dictar y reformar sus estatutos, los que serán comunicados a Ministerio


de Educación
● Definir sus órganos de gobierno, establecer sus funciones, decidir su
integración y elegir sus autoridades de acuerdo a lo que establezcan los
estatutos y lo establecido por la ley
● Administrar sus bienes y recursos, conforme a sus estatutos y las leyes
que regulan la materia
● Crear carreras universitarias de grado y de posgrado;
● Formular y desarrollar planes de estudio, de investigación científica y de
extensión y servicios a la comunidad incluyendo la enseñanza de la ética
profesional y la formación y capacitación sobre la problemática de la
discapacidad.
● Otorgar grados académicos y títulos habilitantes conforme a las
condiciones que se establecen en la ley;
● Impartir enseñanza, con fines de experimentación, de innovación
pedagógica o de práctica profesional docente, en los niveles
preuniversitarios.
● Establecer el régimen de acceso, permanencia y promoción del personal
docente y no docente
● Designar y remover al personal
● Establecer el régimen de admisión, permanencia y promoción de los
estudiantes, así como el régimen de equivalencias;
● Revalidar, solo como atribución de las universidades nacionales, títulos
extranjeros
● Fijar el régimen de convivencia
● Desarrollar y participar en emprendimientos que favorezcan el avance y
aplicación de los conocimientos;
● Mantener relaciones de carácter educativo, científico-cultural con
instituciones del país y del extranjero;
● Reconocer oficialmente asociaciones de estudiantes, siempre que
cumplan con los requisitos que establezca la reglamentación, lo que
conferirá a tales entidades personería jurídica

Más adelante, determina la facultad que tiene el Congreso Nacional, o durante


su receso y ad referéndum del mismo, por el Poder Ejecutivo Nacional, de
intervenir las instituciones universitarias nacionales, por un plazo determinado,
que no puede superar los seis meses. Las causales por las que pueden ser
intervenidas son: conflicto insoluble de la institución que haga imposible su
normal funcionamiento, grave alteración del orden público, o manifiesto
incumplimiento de la ley en analisis. Sin embargo, resalta que la intervención
nunca podrá menoscabar la autonomía académica

Por otro lado, indica que la fuerza pública no podrá ingresar en las instituciones
universitarias nacionales si no media orden escrita previa y fundada de juez
competente o solicitud expresa de la autoridad universitaria legítimamente
constituida

Por último, la norma bajo análisis entiende que las instituciones universitarias
nacionales son personas jurídicas de derecho público, las cuales solo pueden
crearse por ley de la Nación, con previsión del crédito presupuestario
correspondiente y en base a un estudio de factibilidad que avale la iniciativa.
Asimismo, el cese de tales instituciones se hará también por ley, y tanto la
creación como el cierre requerirán de un informe previo del Consejo
Interuniversitario Nacional

El alcance mayor de la autonomía universitaria se expresa en la libertad


académica para enseñar y aprender. Se ha dicho que lo que define a una
universidades la búsqueda sincera de la verdad científica y moral y, en ello, no
debe haber imposiciones, límite o directivas de los poderes del Estado.
La lucha por la autonomía de la universidad ha tenido una larga extensión y
uno de los núcleos de esa idea fue que las universidades nacionales no podían
estar sujetas a las decisiones de cualquier gobierno nacional. Un producto de
este, iniciado en el movimiento de la reforma universitaria, es el artículo 75
inciso 19

Tradicionalmente se distinguen dos conceptos: La autarquía, que significa que


un ente determinado tiene capacidad de administrarse a si mismo y, por otro, la
autonomía, que agregaría a la característica anterior la capacidad de dictarse
sus propias normas, dentro del marco normativo general dado por un ente
superior.

Sin embargo, explica Gordillo que esa definición abarcaría tanto a las
provincias, como a los entes autárquicos, dado que éstos también, dentro del
marco de sus estatutos, se dictan sus normas. De esta forma, no existiría una
diferencia esencial entre la autonomía y autarquía, sino una diferencia de
grado, de matices.

Como vimos, la Constitución califica de ambos modos a las universidades, por


lo cual se entendería la autonomía como ausencia de regulación o control de
su actividad académica por el Poder Ejecutivo Nacional, sin perjuicio del control
que en iguales circunstancias ejerce sobre las universidades privadas. La Ley
de Educación Superior ha establecido las atribuciones de todas las
instituciones universitarias por su autonomía y académica e institucional. Pero
cabe preguntarnos cual es el significado de la expresión de autonomía y
autarquía que quiso darle nuestra Norma Fundamental a las universidades
nacionales. explicó que la autarquía es complementaria del término autonomía
y que por ella debe entenderse aun cuando tal expresión no fue claramente
definida por el constituyente la aptitud legal que se les confiere a las
universidades para administrar por sí mismas su patrimonio, es decir, la
capacidad para administrar y disponer de los recursos que se les asignará a
cada una de ellas, mediante los subsidios previstos en la ley de presupuesto,
como así también la plena capacidad para obtener, administrar y disponer
sobre los recursos propios que se generen como consecuencia del ejercicio de
sus funciones

En el fallo están en juego diversas normas LA ley 24521, los Artículos. 88, inc.
4º, y 94, 2º párrafo, del Estatuto reformado, los art 75 inc 18 y 19 de la
Constitución Nacional.

4) El artículo 75 inciso 19 de la CN reformada en 1994, reconoció la autonomía


de las universidades, pero con la particularidad de consagrarla conjuntamente
con la autarquía. Poco después, la Ley 24521 precisó el objetivo académico e
institucional de la primera (artículo 29) y el objetivo financiero de la segunda
(artículo 59).
Pese a ello, no han quedado zanjadas todas las cuestiones e incertidumbres en
relación con esta noción. La naturaleza dual de la institución universitaria
(autonomía-autarquía) genera inconvenientes al momento de establecer el
deslinde de competencias, financiamiento, control contable y parámetros
objetivos de excelencia académica.
Debemos resaltar que la autonomía de la universidad presenta características
peculiares que la diferencian de la autonomía de una provincia y de otros entes
autónomos como la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los municipios. Estos
últimos poseen dos atributos básicos: territorio y población. Las universidades
nacionales, por el contrario, carecen de ellos. Los órganos de poder no
responden a la división clásica del gobierno republicano. “Su presupuesto, no
se conforma con recursos propios, sino con los que le asigna el Presupuesto
nacional. Las universidades dictan su propia carta orgánica, pero no tienen
poder constituyente derivado. Es decir, no sólo deben sujetarse a la
Constitución Nacional sino también a la Ley de Educación Superior que
establece las reglas de organización y académicas mínimas comunes para
todas las universidades nacionales”.
Este criterio ha sido recogido por el Tribunal Superior y por la Procuración del
Tesoro. La PTN, que ha dicho: “Por amplia que sea la autonomía consagrada en
la reciente reforma constitucional, ésta no deja de estar engarzada en el
ordenamiento jurídico en general […] no puede equipararse a la situación de
las provincias que son expresión pura del concepto de autonomía, cuyos
poderes originarios y propios, son anteriores a la Constitución y a la formación
del Estado general que ahora integran”.
La Constitución Nacional consagra y la Ley 24521 regula la autonomía
académica e institucional con una visión superadora de aquella estrictamente
pedagógica y política, en un sentido próximo a la noción jurídica de autonomía,
reconociendo la facultad plena de autoorganización, autogobierno,
autorregulación y autoadministración, sin identificarla totalmente con la
autonomía de las provincias y municipios. El texto legal reconoce,
consecuentemente, potestad amplia de dictar sus normas de organización
institucional, reglamentar libremente aspectos académicos, investigación y
extensión (régimen de concursos, categorías y obligaciones docentes,
admisibilidad de alumnos, juicios académicos, incumbencia de títulos,
etcétera). Incluso, le asigna la facultad de dictar actos generales relativos a
temas estrictamente administrativos en tanto sean necesarios para el
cumplimiento de sus objetivos (régimen disciplinario para docentes, alumnos y
personal de apoyo académico, régimen salarial, bienestar y salud de la
comunidad universitaria).

La autonomía universitaria es equivalente a auto organización, autogobierno,


autoadministración y autorregulación condicionada al cumplimiento de sus fines
académicos.

Auto organización por cuanto su organización interna, su estructura


administrativa, su forma de gobierno y forma de elección de sus autoridades
son establecidas en su estatuto, debiendo sujetarse únicamente a las pautas
mínimas establecidas en la Ley de Educación Superior. Si bien el estatuto debe
comunicarse al Ministerio de Educación de la nación, cualquier observación
debe ser sometida a consideración del órgano judicial.
Autogobierno, porque sus autoridades son elegidas por los cuatro claustros de
la comunidad universitaria (docentes, personal de apoyo académico, alumnos,
graduados). Por su parte, los docentes (particularmente los docentes titulares,
que son los únicos que pueden ser elegidos como rector, vicerrector o
decanos) son seleccionados mediante concurso de oposición y antecedentes,
sin injerencia del PEJ.
Autorregulación, por cuanto ejercen la potestad reglamentaria en materia
institucional, académica, administrativa y electoral (esta última, en relación con
la elección de los representantes de los cuatro claustros universitarios). Como
veremos en los párrafos siguientes, la competencia en materia académica
interna es exclusiva y excluyente del PEJ.
Autoadministración por cuanto tiene amplias facultades de administrar sus
recursos asignados por el Presupuesto Nacional, generar y explotar recursos
propios sin control de mérito y legitimidad del PEJ.Inclusive, puede crear
organismos descentralizados con la forma jurídica de sociedades, asociaciones
civiles y fundaciones en el marco del artículo 59 inciso e y 60 de la Ley 24521,
entre otros objetivos, para buscar fuentes alternativas de financiamiento de la
universidad.
Además, la autonomía universitaria ha sido prevista como una garantía
constitucional, porque su actuación institucional y académica autónoma está
resguardada de la injerencia del PEN mediante el recurso judicial directo del
artículo 32 de la Ley 24521 y la limitación de la intervención a las causas
taxativamente enumeradas y dispuesta por el Poder Legislativo

5) No hay que entender la autonomía universitaria como un poder en el sentido


institucional, equiparándola a las provincias. La autonomía de las universidades
nacionales no significa soberanía, sino independencia del Poder Ejecutivo, para
que no influya sobre ellas en la libertad académica y de cátedra, y también de
redactar por sí mismas sus estatutos, determinando el modo en que se
gobernarán, designarán sus autoridades, su claustro docente y su personal
administrativo. Por otro lado, así como la autonomía tiende a independizar a las
universidades del Poder Ejecutivo, no es así respecto de la potestad regulatoria
del Poder Legislativo, quien tiene la responsabilidad de dictar los planes de
instrucción general y universitaria. Asimismo, es dable remarcar el rol que
juega el Poder Judicial luego de la reforma, en el sentido que la autonomía
universitaria implica, por un lado, la imposibilidad de que contra las
resoluciones definitivas de las universidades nacionales, puedan interponerse
recursos ante el Poder Ejecutivo o el Ministerio de Educación, sino que sólo
puede interponerse recurso directo ante la Cámara Federal. Por otro lado,
implica la obligación del Ministerio de Educación de plantear sus observaciones
a los estatutos de una universidad ante la Cámara Federal de Apelaciones, en
caso de que considere que los mismos no se ajustan a la ley

6) Si. Pero dentro de ciertos límites

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