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2) “Odio” puede significar también fuerte aversión, pero sin ninguna intención
de hacer daño al objeto del odio, sino solo de procurar evitarlo debido a un
sentimiento de repugnancia.
La ley de Dios a Israel decía: “No debes odiar a tu hermano en tu corazón”. (Le
19:17.) Uno de los requisitos para que el homicida involuntario pudiera
presentarse en una de las ciudades de refugio para conseguir asilo era no haber
abrigado odio a la persona a la que había matado. (Dt 19:4, 11-13.)
Una de las ideas que los maestros judíos de la tradición habían añadido a la
ley de Dios era que se tenía que odiar a los enemigos. Como la Ley mandaba
que los israelitas amasen a su prójimo (Le 19:18), estos maestros enseñaban
que eso implicaba odiar a sus enemigos. Se llegó a pensar que los términos
“amigo” y “prójimo” aplicaban exclusivamente a los judíos, mientras que a todos
los demás se les consideraba enemigos por naturaleza. A la luz de la acepción
tradicional de “prójimo”, que promovía la enemistad con los gentiles, se puede
ver fácilmente por qué añadieron a esta declaración de la ley de Dios las palabras
no autorizadas: “y odiar a tu enemigo”. (Mt 5:43.)
Debe evitarse el odio impropio. Las personas que en otro tiempo se odiaban,
dejan de hacerlo una vez que llegan a ser cristianos. (Tit 3:3.) El que odia a su
hermano todavía anda en oscuridad, por lo que cualquier alegación suya de que
es amador de Dios en realidad sería una mentira. El odio al hermano equivale a
asesinato. (1Jn 2:9, 11; 4:20; 3:15.)
Como Jesús, en quien no tiene nada el príncipe de este mundo Jn 14,30 8,46
como el Dios santo, el Padre santo Jn 17,11, también los discípulos tendrán odio
al mal. Sabrán que hay incompatibilidad radical entre Dios y el mundo 1Jn 2,15
Sant 4,4, entre Dios y la carne Rom 8,7, entre Dios y el dinero Mt 6,24. Para
suprimir en sí mismos toda complicidad con el mal, renunciarán a todo y llegarán
hasta a odiarse a sí mismos Lc 14,26 Jn 12,25. Pero frente a los otros hombres
no habrá el menor odio en su corazón: «el que odia a su hermano está en las
tinieblas» 1Jn 2,9.11 3,15. El amor es la única regla, incluso para con los
enemigos Lc 6,27. Así, al final de la historia se ha esclarecido la situación. Con
su venida cambió el Señor la faz del mundo: en otro tiempo reinaba en él el odio
Tit 3,3; ahora ha pasado ya el tiempo de Caín. Sólo el amor da la vida y nos hace
semejantes a Dios 1Jn 3,11-24.