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UNIDAD DE POSGRADO
Presentado por
Lima – Perú
2018
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MAESTRIA EN GESTIÓN Y POLÍTICAS PÚBLICAS-UNMSM
En atención a ello, en términos muy generales, el ambiente puede ser definido de manera
resumida como el entorno dentro del cual se realizan todo tipo de actividades humanas y dentro
del cual opera la sociedad en sus diversas dimensiones económicas, culturales, políticas y
organizativas. De esta forma la comprensión de las relaciones existentes entre las actividades
humanas y el medio natural-incluyendo los impactos positivos y negativos resultantes de las
mismas- es obligatoria para efectos de la definición de una adecuada política ambiental, en el
caso de las externalidades ambientales, existe una clase particular en la cual se supone al
momento de adoptar decisiones más complejas que estas externalidades deberían ser
debidamente cuantificadas e incorporadas en el marco de un análisis coste-beneficio de las
decisiones públicas o privadas de la sociedad. En ese caso, pueden ser contabilizadas como
costes de nuestras decisiones (como, por ejemplo: daños en propiedades inmobiliarias en zonas
rurales como resultado de inundaciones por una prevención inadecuada, un aumento en la
morbilidad como resultado de la contaminación atmosférica, etc.) o, también tomar en cuenta los
beneficios de las mismas (tal es el caso en la reducción de la contaminación de las aguas en la
cabecera de los ríos). A menudo se argumenta que el mayor obstáculo para incorporar estas
externalidades en el análisis económico de políticas públicas o decisiones privadas tiene que ver
con su dificultad para ser valoradas monetariamente.
Desde una perspectiva económica, buena parte de los impactos del hombre sobre la naturaleza
-y muy especialmente los impactos negativos- tienen una particularidad común: quienes se ven
afectados por ellos no perciben una contraprestación adecuada y voluntaria por soportar la
situación indeseable a la que se ven sometidos. Esta situación se expresa en que unos actores
sociales asumen comportamientos que tienen repercusiones indeseables para otros y sacan
provecho propio --es decir obtienen beneficios derivados de estos comportamientos- sin
compensar al perjudicado. Para entender este tipo de relaciones entre beneficiarios del daño
ambiental y los perjudicados por dicho daño, es conveniente hacer referencia a la forma en que
operan las relaciones de intercambio entre oferentes (productores) y demandantes de bienes y
servicios que satisfacen necesidades humanas. Buena parte de los intercambios se realizan a
través de relaciones de mercado; y los beneficios que cada una percibe se expresan en el precio
del bien o del servicio transado.
Es por esto que se sabe, que uno de los aspectos que estudia la Economía ambiental, es la
valoración económica de los bienes ambientales; los resultados de dicha valoración además de
contribuir a su conservación, garantizan el uso adecuado de estos recursos naturales y una forma
óptima de alcanzar sus consumos. Para asignarle valora estos bienes, la Economía ambiental
emplea métodos de valoración económica que van desde los meramente descriptivos o
cualitativos, hasta los cuantitativos que permiten una evaluación sistemática de los bienes
ambientales mediante el empleo de indicadores homogéneos que incluyen la ponderación
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En contraste las dificultades encontradas en los instrumentos de política es que al tomarse como
medidas de comando y control demandan un sofisticado sistema de toma de decisiones de
carácter técnico por parte del Estado, para establecer cuál debe ser el comportamiento adecuado
de cada uno de los actores que originan las externalidades ambientales. Adicionalmente se
presenta una marcada tendencia a formular opciones de un elevado costo económico y social,
toda vez que no se recurre a la iniciativa privada que se orienta a minimizar los costos de sus
propias acciones. Y finalmente, como resultado de la complejidad del sistema de comando y
control, se obtiene usualmente una escasa efectividad de las normas y un alto incumplimiento
de las mismas. Teniendo en cuenta estas circunstancias -y asumiendo el concepto de
externalidades como punto de referencia- es recomendable aportar elementos de juicio que
complementen los instrumentos convencionales de política ambiental con instrumentos de tipo
económico.
Considerando dentro del análisis que se presenta la evaluación del impacto ambiental (EIA), así
como los instrumentos utilizados para la valoración, como caso se toma un proyecto que
pretende sugerir la existencia de una infraestructura física para el transporte o una unidad de
energía obtenida a partir de la combustión de carbón, las que son bienes tangibles, otro caso es
el ingreso hospitalario de ancianos con problemas asmáticos asociados al aumento de la
concentración de contaminantes o el ruido asociado a la congestión urbana no lo son. Nadie
mejor que un responsable de las cuentas públicas sabe que las importaciones de productos
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derivados del petróleo suponen una importante salida de divisas, de modo similar a como la
atención primaria en centros hospitalarios por dolencias asociadas a la contaminación
atmosférica urbana consume igualmente un volumen no despreciable de recursos públicos. El
primer desafío, por lo tanto, consiste en reconocer su existencia. Sólo entonces podrá uno
plantearse su valoración en unidades físicas, su traducción a unidades monetarias y su inclusión
en un marco de análisis.
Es por esto que, la aproximación del análisis económico a la gestión económica de recursos
naturales y la calidad ambiental (como parte del discurso sobre la sostenibilidad del modelo de
desarrollo), ha sido especialmente intensa entre las actividades se tiene que los economistas
han desarrollado (o adaptado, en el peor de los casos) un potencial analítico notable y numerosos
instrumentos cuyo objetivo último es contribuir a optimizar los procesos de toma de decisión
colectiva. En algunos ámbitos de la política ambiental y pese a notables dificultades de orden
práctico, todo sugiere que el progreso ha sido notable, por el contrario, los avances son escasos
cuando no contraproducentes. En esencia, hay dos motivos básicos que permitirían sostener esa
visión algo escéptica. Por un lado, los procesos de toma de decisión se han mostrado
impermeables, en muchas ocasiones, a las contribuciones del análisis económico. Es totalmente
cierto que dicha desconfianza puede haber sido recíproca. La influencia del economista en la
identificación de necesidades y la formulación o evaluación de políticas puede desarrollarse a
diferentes niveles. En primer lugar, con una defensa racional del análisis económico como
instrumento de eficiencia a través de sus propias investigaciones y su labor de divulgación o su
actividad docente. En segundo lugar, analizando, como parte del proceso y en el marco del ciclo
de una política, los costes y los beneficios de diferentes políticas públicas o decisiones privadas.
Por último, analizando, cuando ya lo único posible es aprender de los errores, el modo en que
las decisiones se tomaron y el impacto que las mismas tuvieron.
Los economistas, somos sólo una parte de un proceso más amplio de toma de decisiones. Se
sabe, que de la revisión rigurosa de algunas experiencias se pone en manifiesto que la eficiencia
económica (y cuánto menos la equidad) no son necesariamente un objetivo clave en el diseño
de una política; sin embargo es habitual, por ejemplo, que los impuestos sobre combustibles
estén diseñados para aumentar la recaudación fiscal y no para introducir incentivos o reflejar los
daños que la contaminación atmosférica ocasiona sobre la salud humana, las explotaciones
agrarias, los activos inmobiliarios de las ciudades o los ecosistemas. Es común, al mismo tiempo,
que las decisiones sobre la matriz óptima de generación eléctrica de un país determinen un uso
excesivo de fuentes no renovables e intensivas en emisiones contaminantes por entender que la
generación de un kWh es menos costosa (aunque el precio del petróleo ayude a matizar esta
tendencia). De hecho, es posible que esto sea así, si uno piensa en términos financieros, pero
no menos probable que sea absolutamente certero si se incorporan las externalidades de cada
tecnología de generación a lo largo del ciclo de vida de dicho kWh. Algo similar podría afirmarse,
por ejemplo, en el caso de las decisiones para priorizar un modo de transporte urbano sobre otro.
No acaba ahí, sin embargo, existen situaciones en las que un buen uso del análisis económico
podría haber inducido a tomar mejores decisiones, por lo que resulta fácil entender que las
consideraciones que son relevantes a la hora de talar una hectárea de bosque tropical primario
no son económicas, sino estrictamente financieras. La integración del coste de oportunidad de
la tala (en términos de pérdida de valores de uso indirectos como la preservación de la diversidad
biológica, la captura de carbono o la prevención de riesgos naturales), puede generar
previsiblemente a la decisión opuesta. En la mayor parte de los casos, no es sólo una concepción
restrictiva del análisis económico lo que conduce a decisiones equivocadas, sino su empleo
menor o tardío. éste es, quizás, uno de los problemas esenciales: el análisis económico entra
tarde en el ciclo de vida de un proyecto, un programa o una política. Por lo que se trata de mostrar
estos distintos enfoques, junto con la contribución en los diferentes retos que permita mostrar las
posibilidades del análisis económico en la evaluación de efectos ambientales de diferentes
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Entre otros aspectos, se debe considerar que la agenda neoliberal no se aplica en su forma más
pura, sino que el modelo neoliberal existente surge de la adaptación de los principios neoliberales
a contextos específicos donde cohabitan proyectos a priori que no son neoliberales, en este caso
se puede mencionar a las ciudades y las regiones, se puede citar a Goldman dado que no habla
de «ambientalismo de libre mercado», sino de «ambientalismo neoliberal» o de «neoliberalismo
verde», refiriéndose a estos como términos similares. Concluyendo finalmente citando a
Bernstein, que es el que nombra a este paradigma como «ambientalismo liberal»
CONCLUSIONES
Dada la complejidad de los problemas ambientales que se han abordado en el presente ensayo,
se desprende que son múltiples las disciplinas que tienen que aportar a la comprensión de estos
problemas y a la solución de los mismos, siendo la economía una de ellas. Para afrontar este
reto se han tomado significativos esfuerzos, los que se vienen haciendo desde hace varios años
desde distintos enfoques de la teoría económica. Como resultado hoy en día se cuenta con un
amplio instrumental analítico suministrado por la disciplina económica. Se aportan de esta forma
elementos de juicio para analizar desde los problemas más evidentes e inmediatos relacionados
con la asignación de recursos teniendo en cuenta las externalidades ambientales potenciales o
reales, hasta enfoques que cuestionan los paradigmas básicos de la teoría del crecimiento y sus
relaciones con el mundo natural. Este tipo de aportes enfrentan sin embargo problemas que la
economía no ha logrado resolver a satisfacción. La incapacidad de conocer e incorporar a
satisfacción las preferencias de las generaciones futuras en uno de los ejemplos más
significativos al respecto. Pero también se detectan otros como la incertidumbre derivada del
escaso conocimiento del mundo natural, especialmente relacionada con el papel que cada ser
vivo -y amenazado por la actividad humana- puede representar dentro del equilibrio de
ecosistemas de alta complejidad.
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En otro enfoque, dese el punto de vista del neoliberalismo y medio ambiente, la visión
predominante sobre la sustentabilidad se basa en los objetivos económicos, que privilegia el
crecimiento económico sobre el resto, que genera indirectamente problemas ambientales, que
se encuentran estrictamente relacionados al mismo modelo económico que junto con la
globalización económica es susceptible de ser clasificado en los grupos: relacionado a la
explotación de los recursos naturales y el abuso gratuito del medio ambiente como receptor de
esos desechos, esto no queda sólo ahí puesto que la misma globalización neoliberal se
manifiesta a través de guerras que en su mayoría son provocadas por intereses
fundamentalmente económicos o estratégicos, sin embargo no se toman en cuenta los efectos
graves que esto genera como: la escasez de agua que en la actualidad existe, el abuso de
fertilizantes los que causan daños irreparables en la capa de ozono, desechos de lagos y ríos
que vulneran la biodiversidad mundial existente, aunado al calentamiento global originado por
los combustibles fósiles.
BIBLIOGRAFÍA
https://www.cepal.org/es/publicaciones/3624-analisis-economico-externalidades-
ambientales-guia-decisores
Zube, E. H. (1980), Environmental Evaluation: Perception and Public Policy, Cambridge,
Cambridge University Press.
Romano Velasco, J. (coord.) (2000), Desarrollo sostenible y evaluación ambiental: Del
impacto al pacto con nuestro entorno, Valladolid, Ámbito Ediciones.
Neoliberalismo y medio ambiente: una aproximación desde la geografía crítica
El análisis económico y la política ambiental-Guillermo Rudas LlerasJ
https://revistas.udem.edu.co/index.php/economico/article/view/1358