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Yo Soy 132, movimiento del siglo


XXI
http://www.contralinea.com.mx/archivo-
revista/index.php/2012/09/11/yo-soy-132-movimiento-del-siglo-
xxi/

Septiembre 11, 2012 at 12:10 am


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By Flor Goche / @flor_contra

En el hartazgo generalizado hacia la clase política mexicana está el


origen del Yo Soy 132, movimiento estudiantil de corte reformista que
busca refrescar la vida política en el país y democratizar los medios
de comunicación. Édgar Tafoya, sociólogo, lo define como un
movimiento típico del siglo XXI, porque recurre a un código numérico
para denominarse y por el uso estratégico que sus integrantes hacen
de las redes sociales. Aguirre Rojas, historiador, lo define como
“síntoma de expresión del otoño de la clase política mexicana”. Su
rasgo distintivo es que se originó en una universidad privada, aunque
a la fecha ha logrado incorporar también a estudiantes de
universidades públicas. A casi cuatro meses de existencia, enfrenta
un momento crucial: sobrevivir o perecer ante el inminente fin de la
coyuntura electoral de la que emanó

Es mayo de 2012. Un movimiento estudiantil se gesta en el lugar


menos previsible: entre imponentes corporativos construidos sobre
minas de arena y basureros sepultados, en Santa Fe, al Poniente de la
Ciudad de México. Se trata del campus de la Universidad
Iberoamericana (Uia).
Un grado profundo de crisis, un hartazgo generalizado hacia la clase
política y hacia un duopolio televisivo que desinforma, un contexto
electoral y una incómoda visita, confluyen. Juntos, detonan el Yo Soy
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132, movimiento estudiantil que posteriormente se definiría


apartidista, pacífico, de base estudiantil, plural, laico, de carácter
social, político y humanista, anti-Enrique Peña Nieto y antineoliberal.
Se trata, a decir del sociólogo Édgar Tafoya, de un movimiento típico
del siglo XXI. Su posmodernidad recae en que, a diferencia de otros
que se agrupan a partir de consignas políticas e ideológicas, éste
recurre a un código numérico: 132; además, en el uso estratégico que
sus integrantes, quienes forman parte de una generación de la
sociedad global, hacen de las redes sociales.
Por este medio, la comunidad estudiantil de la Uia se organizó para
expresar su rechazo al ahora presidente electo de México y entonces
candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
La protesta dio origen al Yo Soy 132.
Y es que el espacio virtual sirvió para difundir el video “131
estudiantes de la Ibero”, una réplica a las descalificaciones que
desató la protesta contra el candidato durante una visita a las
instalaciones de esa universidad. Hoy, los universitarios que
participan en este movimiento recurren a las redes sociales como una
herramienta de organización y difusión.
De acuerdo con el historiador Carlos Antonio Aguirre Rojas, la
principal característica del Yo Soy 132, respecto de otros movimientos
estudiantiles mexicanos, es que éste se originó en una universidad
privada, como “síntoma del grado de descomposición al que ha
llegado la clase política en el país”. La crisis económica y el
descontento social han alcanzado ya a sectores de las “clases
privilegiadas”.
De haber emergido en una institución de educación pública, el Yo Soy
132 “no hubiera sorprendido a nadie”, considera Alina Duarte,
estudiante de relaciones internacionales de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM).
Quizá, tampoco hubiera logrado incorporar a jóvenes como Diego
Dante. El estudiante de la Universidad Anáhuac, quien por primera
vez participa en un movimiento social, comenta que a pesar de estar
consciente de los problemas del país, “no había encontrado un
mecanismo o algo que me hubiera llevado a una movilización o
solidaridad”, además porque no es algo “común en mi ambiente o en
mi familia”.
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Esta vez, una profunda indignación lo motivó. Cuando se percató del


trato mediático que recibió la protesta de sus compañeros de la Ibero,
le resultó imposible no inmiscuirse. “Cómo es posible que una
televisora, Televisa en específico, se atreva a tomar la opinión ante un
suceso que aconteció en una casa de estudios… Que el presidente del
PRI, [Pedro Joaquín] Codwell, haya querido minimizar a los
estudiantes, su libre opinión y expresión; que los haya sesgado de
acarreados, como si estuvieran prestándose a un juego político. Eso lo
consideré algo personal; de verdad, me afectó mucho”.
Si bien la historia de los movimientos sociales en México da cuenta de
la participación o solidaridad de alumnos de universidades privadas
en movimientos estudiantiles, como el de 1968 o incluso la misma
huelga de 1999 en la UNAM, ésta es la primera vez que ellos prenden
la mecha.
También es una de las pocas veces que los estudiantes de
universidades públicas y privadas confluyen en espacios de diálogo y
discusión entre iguales. Esto, acota Rodrigo Serrano, estudiante de
comunicación de la Uia, acorde con la horizontalidad que caracteriza
a las comunidades virtuales: “En las redes sociales nadie es más
importante que otro; todos somos 140 caracteres”.
Paula Serrano, estudiante de tercer semestre de economía en el
Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), jamás pensó que
una escuela privada como ésta, a la que ingresó buscando obtener un
mayor nivel académico pero consciente de los “choques ideológicos”
a los que se podía enfrentar, se involucraría en un movimiento social:
“Me llevé una sorpresa muy grata al empezar a encontrar gente
dentro de mi universidad que era igual de crítica que yo, igual de
propositiva”.
Algo similar le ocurrió a Rodrigo Serrano, quien antes de ingresar a la
Ibero estudió en la Facultad de Química de la UNAM. Explica que el Yo
Soy 132 le permitió unir dos mundos de los que “a cachos” se siente
parte y que creía que jamás se mezclarían: el de las escuelas públicas
y el de las privadas.
A partir de un acercamiento teórico, el Yo Soy 132 puede definirse
como un movimiento de corte reformista. Y es que, como lo
manifiesta Édgar Tafoya, también catedrático de la UNAM y de la Uia,
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“está pensado en términos del cambio de la cultura política de este


país, es decir, de una cambio generacional; una especie de
desplazamiento de la vieja clase política. Y esto atraviesa por la
generación de una nueva cultura, de una nueva matriz de esquema
de valores que permita que la práctica política sea distinta”.
—¿El movimiento Yo Soy 132 es
reformista? –se le pregunta.
—En términos de teoría política
básica podríamos decir que es
un movimiento que intenta
radicalizar la democracia y, en
este sentido, sí es
ultrarreformista. No está
planteando un cambio
estructural, revolucionario,
como en las décadas de 1960 y
1970; para nada. Quien plantee
que el movimiento 132 se dirige
hacia esa dirección estaría
abandonando sus orígenes.
Sus principales demandas –la
democratización y
transformación de los medios
de comunicación y, en ese
sentido, la reivindicación del
derecho a la información y a la
libertad de expresión, y la no
imposición del priísta Enrique
Peña Nieto como presidente del
país– se inscriben precisamente
en un contexto de reformas.
Respecto de categorizar o no al
Yo Soy 132 como un
movimiento de izquierda, Édgar
Tafoya, integrante del 132
Académicos, refiere que en su génesis no era de izquierda. Y es que
agrupados bajo la demanda de democratización de los medios de
comunicación también participaban estudiantes con posiciones
ideológicas de derecha y centro, como los simpatizantes de la
abanderada del Partido Acción Nacional, Josefina Vázquez Mota.
No obstante, conforme el movimiento se ha ido transformando y
autodefiniendo, se ha recargado más hacia la izquierda. Diego Dante,
de la Universidad Anáhuac, refiere, por ejemplo, que cuando el
movimiento se declaró abiertamente anti-Enrique Peña Nieto, un
muchacho que participaba en la asamblea de su escuela se retiró de
la misma por no coincidir con este principio; “ahora está haciendo su
servicio militar en Israel”.
Aún así, el Yo Soy 132 sigue siendo un movimiento muy plural. Paula
Serrano comenta que, hoy en día, en la asamblea del ITAM confluyen
ideologías muy diversas: “hay gente de derecha y gente que no
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votaría por [Andrés Manuel] López Obrador, pero aún así quiere estar
ahí e influir en la democratización de los medios, en la transparencia”.
Ella misma, hija de investigadores de izquierda y quien asegura no
militar en ningún partido político, tiene sus propias críticas hacia la
izquierda mexicana.
Algunos medios de comunicación y analistas se han referido al Yo Soy
132 como la primavera mexicana, en alusión a la serie de
revoluciones y protestas a favor de la democracia que se originaron a
principios de 2010 en el mundo árabe, conocidas como la Revolución
Democrática o la Primavera Árabe. Un despertar que se extendió
incluso a los países europeos con el movimiento de los Indignados.
Para Aguirre Rojas, tal afirmación resulta de una “desmesura
absoluta”. El especialista en nuevos movimientos sociales en América
Latina pide valorar al Yo Soy 132 en su justa dimensión: “Yo más que
considerarlo la primavera mexicana lo consideraría síntoma de
expresión del otoño de la clase política mexicana”.
El también catedrático de la Escuela Nacional de Antropología e
Historia explica que la Primavera Árabe se asocia a la emergencia de
un nuevo actor social, el juvenil. Éste no es el caso de México, pues
desde 1968 el papel de las juventudes ha sido fundamental. Desde
entonces no ha habido un sólo movimiento social en el que no estén
presentes: apoyaron a las personas durante el sismo de 1985;
participaron en contra del fraude electoral de 1988; en 1994 se
solidarizaron con los indígenas de Chiapas y desde entonces han
acompañado al movimiento neozapatista; en 1999 encabezaron una
huelga en defensa de la educación pública y gratuita.
“Me parece de una profunda injusticia, de una profunda ignorancia,
decir que hoy emerge el actor juvenil. El actor juvenil emergió hace
44 años.”
El más reciente eslabón en la cadena de los movimientos
estudiantiles mexicanos, así define Aguirre Rojas al Yo Soy 132.
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Futuro del movimiento estudiantil


Este periodo post-fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación respecto de la impugnación de los resultados de la
reciente elección presidencial es crucial para el Yo Soy 132. Ahora se
sabrá si trasciende a la espontaneidad que lo originó, a esa fase de
resistencia que se ha prolongado por casi cuatro meses.
Ello, porque el movimiento emanó en la coyuntura electoral. Desde
entonces, sus demandas y sus movilizaciones centrales se han
enmarcado justamente en este contexto. En junio pasado organizó un
debate entre los candidatos presidenciales del proceso electoral
federal 2011-2012 y antes del fallo entregó al Tribunal Electoral un
informe en el que documentó 2 mil 700 presuntas irregularidades y
delitos electorales ocurridos el pasado 1 de julio.
David Acevedo, estudiante de relaciones internacionales de la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM considera que
“un movimiento por más grande que sea no tiene la capacidad de
atacarlo todo”; pero el Yo Soy 132 sí tiene un plan de largo alcance:
“Nosotros recuperamos en la posición política y en los planteamientos
todo, pero a nivel de las movilizaciones, de las acciones concretas,
nos enfocamos en lo táctico, en la emergencia que es que no se
concrete la imposición”.
Refiere que el plan a largo plazo del Yo Soy 132 está plasmado en su
programa de lucha, que contempla diversas transformaciones: de
medios de comunicación, educación, ciencia, tenología, seguridad,
justicia, economía, política y salud.

¿Cómo trascender a esta coyuntura electoral? ¿Cómo transitar de las


demandas de coyuntura a las otras que contempla el programa de
lucha? ¿Cómo hacer efectiva la vinculación con los movimientos
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sociales que aún no se sienten identificados con el Yo Soy 132? Los


estudiantes entrevistados por Contralínea se muestran optimistas
frente al futuro de este movimiento; aún así, reflexionan en torno a
estas interrogantes.
Paula Santoyo refiere que el Yo Soy 132 ha empezado por replantear
su propio modelo organizativo, como una forma de solidificarse. Por
ejemplo, durante la séptima asamblea interuniversitaria (su máxima
instancia de decisión) que se celebró a finales de julio pasado en la
ciudad de Morelia, se discutió en torno a la descentralización del
movimiento. El objetivo: dar mayor poder a las asambleas regionales.
—Acabamos de terminar el proceso electoral y justo ahora viene la
definición de ciertos objetivos políticos y darle prioridad a ciertas
agendas de nuestro programa de lucha. Ahora mismo es definir cómo
nos vamos a organizar. Cuando ya esté aceptado y totalmente
consenusado es entonces cuando vamos a poder definir qué agendas
tienen prioridad, sin denigrar a otras.
A decir de Édgar Tafoya, este repensar organizativo debe pasar
también por el establecimiento de estructuras más flexibles y
operativas que permitan tomar decisiones de forma más ágil. Y es
que a contracorriente de la esencia del Yo Soy 132 que busca
“refrescar la vida política”, entre sus filas hay “sectores estudiantiles
y juveniles que, sin quererlo reconocer y sin darse cuenta, lo único
que hacen es reproducir la misma cultura política que nos han
heredado”.
El profesor universitario alude a quienes insisten en que todas las
decisiones deben pasar por el filtro de la “metaasamblea general
interuniversitaria” y, con ello, reproducen el esquema asambleario y
burocratizado que caracteriza al corporativismo mexicano.
David Acevedo y Alina Duarte insisten en la necesidad de fortalecer la
discusión política a lo interno del movimiento: no sólo abordar las
formas sino también los fondos, en aras de construir acciones
políticas más contundentes.
Para los estudiantes de la UNAM es necesario también lidiar con el
desgaste al que está expuesto el movimiento, como consecuencia del
pasar del tiempo pero también de la gran diversidad que existe entre
sus filas, a su vez, fuente de riqueza. Así, mientras hay jóvenes que,
como ellos, insisten en trascender la lucha legal-institucional, hay
quienes siguen confiando en esta vía.
Respecto de la vinculación del Yo Soy 132 con otros movimientos
sociales –uno de los puntos de su programa de lucha–, el movimiento
ha establecido ya alianzas con el Frente de Pueblos en Defensa de la
Tierra y con el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), entre los
más visibles. No obstante, no ha logrado vincularse, por ejemplo, con
los estudiantes de las normales rurales, agrupados en la Federación
de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, e icono de los
movimientos estudiantiles en el país, o con sectores más populares y
radicales.
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Édgar Tafoya explica que se debe a que por ahora el Yo Soy 132 ha
establecido su primera política de alianzas, que tiene que ver con las
relaciones que se estrechan de manera muy natural (con los
pobladores de San Salvador Atenco es lógico el vínculo derivado del
carácter anti-Peña Nieto del movimiento). No obstante, asegura que,
en la medida en que se vaya robusteciendo, encontrará la posibilidad
de organizarse con otros movimientos, organizaciones y ciudadanos,
sin perder su autonomía y objetivos.
Desde el exterior, el Yo Soy 132 se percibe distinto. Aguirre Rojas,
quien teme que este movimiento muera con la coyuntura electoral
(“lo que va a pasar de aquí a fines de 2012”), sostiene que sus
demandas iniciales son ambiguas y limitadas.
Tal es el caso de la democratización de los medios de comunicación.
¿Qué contenido le dan a ese concepto? ¿Se trata de que otras
cadenas puedan acceder a las concesiones de los medios y, en este
sentido, que un pequeño grupo siga con el control de la opinión
pública, o de que la tarea misma de la comunicación pase a las clases
populares, a los sectores sociales?
Para el científico social plantear esta demanda en términos
verdaderamente radicales (que van a la raíz) implicaría fomentar una
serie de estructuras informativas paralelas, como radios comunitarias,
revistas independientes o medios alternativos que aprovechen las
ventajas de internet.
En lo que respecta a la consigna anti-Peña Nieto, el investigador del
Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM precisa que el
problema no son las personas, sino el “sistema social que engendra y
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reproduce a esta clase política separada de la sociedad, totalmente


corrompida”.
Lograr la unidad interna
suficiente para vincularse con
los sectores y movimientos
populares, retomar demandas
más sustantivas, definir un
perfil ideológico claro, dar un
contenido anticapitalista a su
lucha, son, a decir de Aguirre
Rojas, algunas de las acciones
que el Yo Soy 132 debe
emprender para sobrevivir a la
coyuntura.
Sin embargo, “siendo franco,
dudo mucho que por su
composición social, por la
manera en que surgieron y por
la dinámica que hoy siguen
puedan como movimiento unido dar ese paso. Si un sector da ese
paso va a ser a precio de escindirse del movimiento. Y otro sector,
seguramente, se quedará en la coyuntura electoral, preso, y morirá
con ella. Es decir, dudo mucho que sobreviva para 2013, al menos
como tal”.
Tina Alejandra Romero Rosas considera que, para permanecer en la
arena pública, el movimiento estudiantil Yo Soy 132 deberá,
asimismo, asirse de ideología de clase (en alusión a la teoría marxista
leninista), de la que, a decir de la politóloga por la UNAM, carece el
grueso de sus integrantes.
La autora de la tesis El movimiento campesino en México, el caso de
San Salvador Atenco en el Estado de México de 2001 a 2006, explica
que esta ideología de clase no sólo generaría cohesión a largo plazo,
con diferentes sectores que ya la han adquirido a través de luchas
sociales sostenidas, sino que también les ayudaría a determinar el
tipo de acciones a emprender y, sobre todo, a identificar que los
actores permanentes a los que se enfrentan no son los medios de
comunicación que “sesgan la información” ni Enrique Peña Nieto, sino
las estructuras que los sostienen. “Estos son sólo actores que
representan un sistema tradicional”, sentencia Romero Rosas.
Alina Duarte, integrante del Yo Soy 132, responde así a las críticas
externas y a quienes vaticinan el fin de este movimiento: “Todavía
hay tiempo. Somos muy jóvenes. Cabe recordar que tenemos tres
meses de habernos creado y ahora estamos aquí, cercando Televisa,
con el SME, con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la
Educación… De pasar a ser miles marchando ahora somos miles
organizándonos. Si nosotros ya pasamos el 1 de julio, creo que
también podemos trascender el 1 de diciembre”.
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Génesis
El pasado 11 de mayo, el ahora presidente electo de México, Enrique
Peña Nieto, realizó una visita de campaña a la Universidad
Iberoamericana (Uia). En una acción que de inmediato se convertiría
en trending topic mundial en Twitter, alumnos de la institución
privada protestaron en contra del entonces candidato del Partido
Revolucionario Institucional y el Partido Verde Ecologista de México a
la Presidencia de la República. Le recriminaron su responsabilidad en
las violaciones a los derechos humanos de los pobladores de San
Salvador Atenco e integrantes del Frente de Pueblos en Defensa de la
Tierra –opositores al aeropuerto–, cometidas durante su gestión como
gobernador del Estado de México.
A los reclamos estudiantiles devino la descalificación. Pedro Joaquín
Coldwell, presidente del PRI, tachó de “intolerantes” al “puñado” de
jóvenes que se manifestaron y que, según él, “no son representativos
de la comunidad de la Ibero”. Al describir los hechos, Arturo Escobar,
vocero del Partido Verde Ecologista de México, expresó: “Hay un
grupo de…, no quiero decir jóvenes, ya estaban mayorcitos, calculo
de 30 a 35 años para arriba, incitando. Era un grupo minoritario, no
pasan de 20 personas”. En tanto, el priísta Emilio Gamboa Patrón
declaró: “Fue un boicot, una trampa, una actitud porril, provocadora”.
Por eso, el 14 de mayo los estudiantes de la Uia difundieron, a través
de las redes sociales, el video titulado “131 Estudiantes de la Ibero”,
en el que reviran: “Estimados Joaquín Coldwell, Arturo Escobar, Emilio
Gamboa, así como medios de comunicación de dudosa neutralidad.
Usamos nuestro derecho de réplica para desmentirlos. Somos
estudiantes de la Ibero, no acarreados, no porros, y nadie nos entrenó
para nada”.
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En el video, que a seis horas de publicado había sido reproducido ya


21 mil 747 veces, los alumnos de la institución privada muestran
las credenciales escolares que los acreditan como tal.
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Las filas del Yo Soy 132


Rodrigo Serrano es estudiante de comunicación de la Universidad
Iberoamericana, publicista y miembro activo del Yo Soy 132, al que
define como un símbolo:
“El símbolo de la juventud mexicana dándose cuenta que son
ciudadanos, que pueden opinar y organizarse entre sí. Que ser joven
no significa usar jeans, sino que va mucho más allá. Y que entre los
estudiantes de diversas escuelas, públicas y privadas, hay más cosas
en común, que diferencias. Creo que es un proceso de la democracia
que lleva 10 años gestándose y que éste es sólo un escalón más”.
A pesar de que no participó en la acción que originó el Yo Soy 132
porque se encontraba en su trabajo, un despacho de publicidad, el
joven de 25 años asegura que la acompañó vía Twitter.
Su adhesión plena al movimiento surgió de una profunda indignación,
la que experimentó como consecuencia del tratamiento que los
medios de comunicación dieron al hecho. “Yo me voy indignando poco
a poco y la gota que derramó el vaso es cuando escucho a [José]
Carreño, en Radio Fórmula, con [Joaquín] López Dóriga, decir que
seguramente no eran gente de la escuela [los que protestaron], y que
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si era gente de la escuela, habían sido entrenados por alguien más. Y


a Carreño, que es maestro de ahí, de mi carrera… Decir eso de sus
alumnos me pareció decadente”.
—¿Qué te deja el Yo Soy 132? –se le pregunta al joven, quien asegura
que no milita en ningún partido político y que aunque ha participado
en un par de organizaciones civiles, ésta es la primera vez que lo
hace en un movimiento social.

—Una gran esperanza en mi país. La juventud ha demostrado que no


es apática, y eso es lo primero que se necesita para sacar adelante
un proyecto de nación: una juventud que desee cooperar y asumir
gustosa el control de los cambios y del país […]. No importa si 132 se
vuelve lo que sea, lo que importa es que mucha gente ya se conoció y
esa gente va a hacer un grupo de música, una asociación civil, una
empresa, o se va a casar. Pero está habiendo aquí un espacio de
diálogo que antes no existía y que abre las posibilidades de mover
mentes y espíritus.

Diego Dante estudia negocios internacionales en la Universidad


Anáhuac gracias a una beca que la institución le otorgó por su
excelencia en el deporte. Refiere, orgulloso, que sus pruebas son salto
de altura y salto triple, y que producto de su habilidad en estas
disciplinas ha participado en competencias nacionales e
internacionales.
Su primer acercamiento con el Yo Soy 132 ocurrió mientras se
encontraba en las oficinas del Consejo Empresarial Mexicano de
Comercio Exterior, Inversión y Tecnología, cumpliendo con su servicio
social. Ahí supo de la protesta que acontecía en la Ibero, de las
declaraciones de los políticos al respecto y del manejo mediático
de la situación. Entonces se indignó.
Motivado por ese sentimiento, el joven de 26 años comenzó a
participar de las comunidades virtuales que se organizaron en apoyo
a los estudiantes de la Universidad Iberoamericana y se sumó al
grupo de Facebook que convocó a la primera manifestación frente a
Televisa. Hoy es miembro activo del Yo Soy 132.
A pesar de que ésta es la primera vez que participa en un movimiento
social, Dante había realizado ya alguna actividad social vinculada con
su religión, la católica. Se trata de las megamisiones a “pueblos
lejanos” que, con el objetivo de evangelizar, organiza periódicamente
la Universidad Anáhuac.
El estudiante de negocios, quien se define apartidista, considera su
participación en el Yo Soy 132 como un servicio, “algo noble para mi
país”. Y sentencia: “los jóvenes ya despertaron y ya no se van a
volver a dormir”.
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A partir de la visión distinta de país y de mundo que le aportó este


movimiento, Dante se imagina a futuro como un empresario
comprometido socialmente. Busca crear una empresa que genere
empleos y recursos no sólo para los accionistas.

Paola Santoyo, estudiante de tercer semestre de economía del


Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), se incorporó
formalmente al Yo Soy 132 durante la primera asamblea que se
celebró en esa casa de estudios: “un hecho insólito, porque acudieron
150 o 200 estudiantes”.
Impulsada por las charlas familiares y por las lecturas inculcadas, a
los 16 años se inició en el activismo. Participó en una organización no
gubernamental latinoamericana encargada del combate a la pobreza
extrema. Como parte de su encargo vivió un año en Chile.
Un poco desencantada, la joven de 21 años volvió a México con la
esperanza de contribuir con su país. No obstante, se planteaba dejar
“un poco de lado el activismo”, para dedicarse de lleno a sus
estudios. Por eso, el nacimiento de este movimiento fue para ella
“como una bocanada de aire”.
El éxtasis juvenil aumentó conforme Paula, quien dice no estar
afiliada a ningún partido político, fue involucrándose en el Yo Soy 132
en un nivel más amplio, en la Asamblea General Interuniversitaria, en
el que encontró “gente de tantas universidades tan diferentes,
discutiendo temas que a mí siempre me habían interesado pero que
nadie me había pelado”. Ahora ella es una de las voceras de la
asamblea del ITAM.

De acuerdo con su propia definición, el movimiento Yo Soy 132, que


no ha hecho más que reafirmarle sus convicciones, es “la suma de
todas esas voces tan diversas que dicen: esto se acabó, queremos un
cambio y queremos hacerlo a nuestro modo”.

Alina Duarte, estudiante de relaciones internaciones de la Universidad


Nacional Autónoma de México (UNAM), refiere con fluidez los
acontecimientos que dieron origen al Yo Soy 132. Ella estuvo ahí;
formó parte del primer grupo de alumnos de universidades públicas
que se incorporó al movimiento.
—¿Qué te motivo a participar?
—Fue precisamente la coyuntura anti-Enrique Peña Nieto. Decir no a
ese viejo régimen de represión. No queremos más 1968, más 1971;
no queremos todo lo que representa el PRI [Partido Revolucionario
Institucional].
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A decir de la joven de 22 años de edad, quien sin más detalles


comenta que antaño ha participado en otros movimientos sociales, el
Yo Soy 132 ha logrado reactivar las asambleas al interior de la
máxima casa de estudios que, según ella, no existían desde la huelga
estudiantil de 1999. Además ha conseguido que los estudiantes de
otras escuelas también se reúnan a dialogar. “Esto ya es un logro y es
de temerse lo que pueden hacer los estudiantes”.

David Acevedo se sumó al Yo Soy 132 a partir de la primera asamblea


que se realizó en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la
UNAM, “una de las más grandes” que conforman este movimiento,
con alrededor de 250 personas.
Desde hace tres años, el estudiante de relaciones internacionales ya
formaba parte de un colectivo estudiantil. Ahí se vinculó con
organizaciones sociales e indígenas de Guerrero y Oaxaca, como la
policía comunitaria. En 2006 salió a marchar contra el “fraude
electoral”.
Y es que “una de mis reivindicaciones personales y como colectivo es
buscar la construcción de una democracia real y, en este sentido,
evitar un fraude o todo proceso antidemocrático, tanto en las
elecciones como en otras formas de participación política, sea quien
sea el que haga trampa”.

El joven de 25 años decidió ser parte del Yo Soy 132 pues le pareció
“una coyuntura política muy importante y peligrosa, en el sentido de
hacia dónde va a caminar nuestro país para los próximos seis años y
probablemente por bastante más tiempo; ese peligro que se acerca
con el PRI”.

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