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Estigma y hallazgo del milenio

ESTIGMA Y HALLAZGO DEL MILENIO

Entre los hallazgos del milenio que termina, hay dos supremos que
acontecieron en este Siglo 20: el de los rollos de Nag Hammadi y el
de los rollos del Mar Muerto.

Por: Sergio González Rodríguez

Reforma (01-12-1999).- Entre los


hallazgos del milenio que termina,
hay dos supremos que acontecieron
en este Siglo 20: el de los rollos de
Nag Hammadi y el de los rollos del
Mar Muerto. Debido a que ambos han
obligado a un revisionismo histórico
de los fundamentos de la fe cristiana,
podría señalarse su encuentro como
un signo apocalíptico, o al menos
catastrófico, ya que significan un
atisbo súbito hacia lo ignoto, a la
Los rollos del Mar Muerto
tragedia fundacional de una creencia
Reforma © Derechos Reservados
confrontada con la historia.

Los rollos o manuscritos del Mar Muerto, hallados dentro de vasijas de barro por unos
pastores en las inmediaciones de Khibet Qumrán en 1947, registran en caligrafía
hebraica -arameo- versiones bíblicas realizadas por la secta de los esenios. Este
tesoro arqueológico fue oculto en el siglo primero de nuestra era en una caverna,
situada en los acantilados calcáreos de una de las regiones más inhóspitas del
planeta.

La jerarquía católica supo apropiarse de inmediato de aquel hallazgo, que arrojaba


una luz asombrosa en torno de los inicios de la religión judía-rabínica y la cristiana, y
revelaba indicios sobre el Jesús histórico, además de proveer una fuente documental
de mayor antigüedad que los evangelios, sujetos a lo largo de los siglos a
interpretaciones, censura y acomodos a conveniencia del edificio eclesiástico. Su
poder explosivo era vasto.

Desde el primer momento, la política canónica logró apropiarse del hallazgo. Y se


cuenta que ésta hizo desaparecer un rollo que ponía en duda los fundamentos
católicos tal como han llegado hasta nosotros. Esta idea condujo a la narradora Eliette
Abécassis a fraguar su exitosa novela Qumrán (Ediciones B, 1997), inspirada por El
nombre de la rosa de Umberto Eco, en la que aborda el relato histórico de los rollos
del Mar Muerto, las ambiciones turbias que han traído éstos consigo. La obra entrelaza
una pesquisa teológica-detectivesca de exacto suspenso, con una crítica a la jerarquía
católica y al grupo de expertos a cargo de estudiar los documentos, además de
reivindicar la injerencia en el caso de la nación israelí.

El hallazgo en 1945 de los rollos de Nag Hammadi ha tenido también una aventura
inquietante. Son papiros en escritura copta que datan de los años 350-400 después de
Cristo, copias de manuscritos de tres mil años de antigüedad. Estaban enterrados
dentro de una jarra cerca de la ciudad de Nag Hammadi en el Alto Egipto, y los
descubrió el joven árabe Muhammed Ali al-Samman, cuya madre o hermanos tomaron
algunos manuscritos para prender el horno doméstico. Por fortuna, el resto de los
documentos, después de avatares y codicias, fue acopiado, traducido y publicado. Se
trata de evangelios gnósticos -gnosis: conocimiento- que la Iglesia católica considera
heréticos, ya que sus contenidos le son adversos.
La película Estigma, de Rupert Wainwright, parte de dichos hallazgos para elaborar
una historia sobre el principio de verdad documental en la fe católica y la crisis de la
jerarquía ante un acontecimiento extraño: la presencia de estigmas -heridas en
manos, pies, cabeza y pecho de Cristo durante la crucifixión- en el cuerpo de una
muchacha atea. Una suerte de anti-Padre Pío (1887-1968) -el religioso italiano que
llevó cinco heridas y murió en aroma de santidad- en femenino, pretexto para
cuestionar la fobia sexual y misoginia católicas.

En Estigma se explota lo adventicio -"tú podrías ser el próximo mensajero de la


divinidad reencarnada"- y se critica a la jerarquía eclesiástica, capaz de recurrir al
crimen con tal de salvaguardarse a sí misma. Estigma recupera la idea del evangelio
oculto y plantea la otra verdad, la de un evangelio originario que diría: "Dios está
dentro de ti y a tu alrededor, no en edificios de piedra y madera...". Una defensa de la
religiosidad más que de la religión.
Película dirigida a un público joven, Estigma ha recurrido a un soundtrack atractivo
-un hábil acopio de singles de Billy Corgan, David Bowie, Natalia Imbruglia, Bj"rk-, y a
la exquisitez de la fotografía, que dirige Jeffrey L. Kimball.

El trabajo visual resume los recursos que el cine de Hollywood ha aportado a la


pantalla en el último tercio del siglo, gracias al apoyo técnico que comenzó a
experimentarse por los injertos del video y el film: abundancia de tomas a contraluz,
empleo de texturas interpuestas entre los cuerpos y el mundo, acercamientos
objetuales sistemáticos -las cosas parecen cobrar vida y dialogar con el espectador
más que con los personajes a cuadro-, planos abiertos e incluyentes,
entrecruzamientos de movilidades contradictorias, grafismo protagónico, secuencias
vertiginosas alternadas con intercortes y relámpagos de imágenes artificiosas o fijas
-que evocan la dinámica del accidente en la fluidez del relato-, abstracción en ciertos
planos de zonas puntuales para otorgarles extrañeza respecto del resto de lo narrado,
por ejemplo los trucos de levitación de la protagonista. Etcétera. Una intensidad por
acopio claustrofóbico de estímulos hacia su catarsis.

Las imágenes de Estigma se engolosinan en un empeño que suelen equilibrar mejor


cineastas como Riddley Scott, Tony Scott, David Fincher, o los hermanos Ethan y Joel
Cohen. Al margen de sus cuestionamientos, bastante ligeros por cierto, Estigma
pertenece a la corriente milenarista que ha llenado las carteleras en los últimos
meses, y refleja el anhelo seudoespiritual que recoge lo mismo cataclismos o asedios
cósmicos, que sondeos fantástico-metafísicos sobre el más allá. O moralejas
instructivas acerca de la fe perdida.

Estigma pertenecería a estas últimas, pero sus aspectos interesantes -su idolatría del
cuerpo sensual o sufriente- resultan al final vencidos por un sentimentalismo
redentorista. El kitsch o cursilería religiosa -que diría Hermann Broch en su ensayo
sobre este tema-, inscrita mediante un desenlace romántico. Quizás el proselitismo
religioso del futuro venga de recursos similares: una transcatequesis por vía del
encantamiento visual.

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