Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
INTRODUCCIÓN
Un esbozo de definición.
He aquí uno de los grandes temas de la filosofía de todos los tiempos:
elucidar en que consiste el acto de conocer, cual es la esencia del
conocimiento, cual es la relación cognoscitiva entre el hombre y las cosas
que lo rodean. A pesar de que es una operación cotidiana no hay un acuerdo
acerca de lo que sucede cuando conocemos algo. La definición más sencilla
nos dice que conocer consiste en obtener una información acerca de un
objeto. Conocer es conseguir un dato o una noticia sobre algo. El
conocimiento es esa noticia o información acerca de ése objeto.
Pero intentemos una definición más específica. Entendemos por
conocimiento un proceso –conocer- y también el resultado de ese proceso –
el conocimiento mismo-. El sujeto de ese proceso es, en cuanto a nosotros
toca, el hombre y el referente de ese proceso, la realidad, los entes. Por
consiguiente, una teoría del conocimiento ha de involucrar en sus
consideraciones el sujeto cognoscente, el proceso al cual ese sujeto da lugar
e igualmente el conocimiento mismo. Y todos ellos en conexión recíproca y
en conexión con la realidad cognoscible, por ser esta el referente del
conocer, proceso que pretende desde su sujeto predicar la realidad.
1
Albert Keller. Teoría del conocimiento. Barcelona: Herder, 1988, pág. 44.
2
Cfr. Ibid. pág. 57.
Hay un escepticismo vinculado a la herencia filosófica derivada de la
academia de Platón –academia se le llamaba al lugar donde Platón
instruía a sus discípulos, es conocida como academia antigua;
posterior a ésta Arcesilao fundó la Academia Media, y hubo también
una Academia Nueva, fundada por Carnéades- según el cual si bien es
posible la adquisición de un conocimiento verdadero, nunca podremos
llegar a tener certeza plena de él, pues el conocimiento falso puede
también ser convincente y cubrirse con el ropaje de la verdad 3. A
esta postura Agustín responde con el argumento de que es imposible
saber lo que tiene apariencia de verdadero o falso sino se sabe que
es la verdad. Ello implica la caída en un círculo vicioso enunciable en la
inferencia lógica del modus ponendo ponens, que se muestra a
continuación:
3
Ibid. Pág. 87.
a los Cínicos, quienes proponen la imperturbabilidad ante todas las
pasiones, ya fueran placenteras o dolorosas. Puesto que el único valor
que apreciaban era la independencia, aspiraban a una vida de
autosuficiencia, simple y natural que rompiera las ataduras
artificiosas con la civilización.
4
Renato Descartes. Discurso del método. Medellín: Edilux, 1989, pág. 40.
Dicho método consistió en inferir a partir del uso de la analogía,
desde las características o propiedades del mayor grupo al que
pertenece el dato en concreto, dejando para una posterior
experiencia la corrección de los errores evidentes. Este método
representó un avance fundamental en el método científico al ser muy
significativo en la mejora de las hipótesis científicas.
5
KANT, Immanuel. Crítica de la Razón Pura. Edit. Losada, Buenos Aires, 1961, pág 157.
forma pura de la intuición sensible de los
fenómenos del sentido interno, e
indirectamente, de los fenómenos del
sentido externo, ya que estos se convierten
en contenidos del psiquismo.6
7
Cfr. Karl Popper. Conjeturas y refutaciones. Barcelona: Paidós, 2001, pág. 57ss.
8
Citado en Albert Keller, Op. Cit., pág 105
9
Díez y Moulines. Op. Cit., pág. 420
evidencia, a la usanza de los analíticos? o ¿Para producir nuevo
conocimiento a partir de la búsqueda constante de refutación de las
hipótesis corroboradas, como lo plantea el racionalismo crítico? En
tal sentido, tanto Popper como los analíticos pretenden sacar a
flote la ciencia salvando el bache de la imposibilidad apodíctica de
la verdad; es decir, de la imposibilidad de alcanzar una verdad en
términos absolutos –eterna, inalterable- como lo quiso la ciencia
desde el clasicismo griego, y hacerlo sin romper ni manchar la
aspiración universal del legado racional heredado por esa tradición.
10
Cfr. Albert keller, op. Cit., pág. 134.
investigación, que él clasifica en tres clases: ciencias empírico-
analíticas, ciencias histórico-hermenéuticas y ciencias crítico-
sociales. Las primeras tienen un interés técnico, las segundas un
interés práctico y las últimas responden a un interés emancipatorio.
El interés técnico hace referencia a la pretensión de predicción y
control; es decir, busca a través de la experimentación, de la
observación controlada de los hechos, su explicación causal. Al
interés práctico obedecen disciplinas que tienen como eje
fundamental la historia y que en el lugar de la observación de los
hechos ponen la comprensión de su sentido, y la interpretación de
textos en el de la verificación de hipótesis. La palabra práctico
hace referencia al concepto de praxis; esto es, a la búsqueda de la
comprensión de la acción social e individual que da entidad a la
historia, para después buscar la orientación de esas prácticas 11.
Además, Habermas habla también de otras disciplinas, plenas de
cientificidad, cuyo interés estriba en buscar la develación y el
rompimiento de ataduras, de sometimientos, de situaciones de
dependencia que denigran la condición humana. Estas disciplinas
trascienden el campo de acción de las otras dos, pues no aspiran
simplemente a la predicción y el control, ni tampoco a la mera
comprensión de los hechos, sino a proporcionar las herramientas
para romper las dependencias cuya existencia ha sido establecida
por la labor investigativa de dichas disciplinas (p.e. el psicoanálisis).
11
Cfr. Carlos E. Vasco, en William Mantilla. El científico y la ciencia. Bogotá: F. C. S. H. Unisur, 1995,
pág. 242-246
12
Luis Sáenz Rueda. Movimientos filosóficos actuales. Madrid: Trotta, 2003, pág. 46.
El término fenomenología, fue introducido por primera vez por el
filósofo alemán Edmund Husserl, en su libro Ideas. Introducción
general a la fenomenología pura (1913) . Los primeros seguidores de
Husserl, como el filósofo alemán Max Scheler, influenciado por su
libro anterior, Investigaciones lógicas (1900-1901), proclamaron que
el cometido de la fenomenología es estudiar las esencias de las
cosas y de las emociones. Aunque Husserl nunca renunció a su
interés por las esencias, con el tiempo mantendría que sólo las
esencias de ciertas estructuras conscientes particulares
constituyen el objeto propio de la fenomenología. Husserl, a partir
de 1910, definió la fenomenología como el estudio de las
estructuras de la conciencia que capacitan al conocimiento para
referirse a los objetos fuera de sí misma. Este estudio requiere
reflexión sobre los contenidos de la mente para excluir todo lo
demás. Husserl llamó a este tipo de reflexión reducción
fenomenológica. Ya que la mente puede dirigirse hacia lo no
existente tanto como hacia los objetos reales, Husserl advirtió que
la reflexión fenomenológica no presupone que algo existe con
carácter material; más bien equivale a poner en paréntesis la
existencia, es decir, dejar de lado la cuestión de la existencia real
del objeto contemplado.
13
Ibid., pág. 40.
genética, a la que definió como el estudio de la formación de esos
significados en el curso de la experiencia.
14
Johannes Hessen. Teoría del conocimiento. Bogotá: Panamericana, 1994, pág. 17.
La fenomenología del conocimiento no reduce ni equipara,
sencillamente acepta la existencia del sujeto y el objeto sin
reducirlos al concepto, esto es, no repara en indagaciones sobre su
naturaleza o sobre realidades preexistentes a ellos o resultantes de
su fusión. Por otra parte, para que el objeto sea algo aprehensible,
debe ser, al menos en términos gnoseológicos, trascendente al
sujeto. Pero decir que es trascendente no significa hablar de una
mera exterioridad, de una realidad independiente del sujeto, sino
más bien de una especificidad del objeto, pues esa realidad ya está
en el sujeto, no de manera física ni metafísica, sino como re-
presentación. Volvemos así a nuestro punto, decir que hay un
conocimiento de un objeto por parte de un sujeto equivale a decir
que éste aprehende el objeto mediante la representación, bien sea
de manera verdadera o falsa.
2.2 Posibilidad del conocimiento. Sea cual sea el asunto que queramos
abordar, podemos llegar al fracaso por dos caminos distintos: por
hallarse confundido o perturbado nuestro entendimiento o por
haber llegado a conclusiones equivocadas. Ello sucede habitualmente
en labores de ejecución sencilla como calcular, contar, estimar
visualmente velocidades y distancias, reconocer personas o lugares
o recordar acontecimientos pasados.
15
Robert Solomon y Kathleen Higgins. Breve historia de la filosofía. Madrid: Alianza, 1999, pág. 137.
La obejetación más fuerte al idealismo plantea que si se lo examina a
fondo es indefendible, pues conduce inevitablemente al solipsismo,
según el cual un más allá del pensamiento es impensable, porque el
acto de conciencia no puede salir de su propia interioridad; el ser se
confunde con el percibir.
16
Robert Solomon y Kathleen Higgins. Breve historia de la filosofía. Madrid: Alianza, 1999, pág. 137.
las facultades del entendimiento constituye la especificidad de sus
objetos en cuanto objetos de conocimientos.
17
Karl Popper. Opus cit., pág. 277.
2.2.2 Tarski y la concepción semántica de la verdad. A esa vaguedad
expuesta en la teoría de la adecuación trata de darle respuesta, a
comienzos del siglo XX, el pensamiento analítico,
fundamentalmente a través de la obra de Tarski. Éste realmente
no objeta la teoría clásica de la verdad a la que hemos hecho
referencia, sino que busca desde una perspectiva intuitiva la
dilucidación de la idea de correspondencia con los hechos.
Las verdades son tan abundantes como las falsedades, puesto que a cada
falsedad corresponde una negación que es verdadera. Pero la actividad
científica no consiste en una acumulación indiscriminada de verdades; la
ciencia es selectiva y busca las verdades más importantes, sea en cuanto a
su interés intrínseco o como instrumentos para lidiar con el mundo.
18
Karl Popper. Conjeturas y refutaciones. Barcelona: Paidós, 2001, pág. 274.
Hablando estrictamente, lo que admite verdad o falsedad no son los
enunciados como configuraciones repetibles del habla, sino eventos
individuales de emisión de enunciados. Porque emisiones que suenan igual
pueden variar en significado con el contexto de la emisión. Esto se debe no
solo a ambigüedades producto del descuido, sino a ambigüedades
sistemáticas que son parte esencial de la naturaleza del lenguaje. El
pronombre yo cambia su referencia con cada cambio de hablante; aquí
cambia su referencia con cada movimiento significativo a través del espacio;
y ahora cambia su referencia cada vez que la palabra se emite.
Así pues, el punto crucial de contacto entre descripción y realidad debe ser
buscado en la emisión de un enunciado con ocasión de una experiencia sobre
la cual la emisión enunciativa informa directamente. De tal suerte que:
1.- El dogmatismo.
Para el, resulta comprensible el que el sujeto, la conciencia cognoscente, aprehenda
su objeto, esta actitud se fundamenta en una confianza total en la razón humana,
confianza que aún no es debilitada por la duda.
El dogmatismo supone absolutamente la posibilidad y realidad del contacto entre el
sujeto y el objeto.
Para Kant el dogmatismo es la actitud de quien estudia la metafísica sin haber
determinado con anterioridad cuál es la capacidad de la razón humana para tal estudio.
2.-El escepticismo.
El dogmatismo frecuentemente se transforma en su opuesto, en el escepticismo.
Mientras que el dogmatismo considera que la posibilidad de un contacto entre el sujeto
y el objeto es comprensible en sí misma, el escepticismo niega tal posibilidad. El sujeto
no puede aprehender al objeto, afirma el escepticismo. Por tanto, el conocimiento,
considerado como la aprehensión real de un objeto, es imposible. Según esto, no
podemos externar ningún juicio, y debemos abstenernos totalmente de juzgar
(pirronismo).
19
Vargas Guillén. Op. Cit. pág 183.
Mientras que el dogmatismo en cierta forma ignora al sujeto, el escepticismo
desconoce al objeto.
El escepticismo se puede hallar, principalmente, en la antigüedad. Su fundador fue
Pirrón de Elis ( 360 a 270 ) . El afirma que no puede lograrse un contacto entre el sujeto
y el objeto. La conciencia y cognoscente esta imposibilitada para aprehender su objeto.
4.- El pragmatismo.
El escepticismo presenta una actitud esencialmente negativa. Formula la negación de
la posibilidad del conocimiento. El escepticismo adquiere un cariz positivo en el
pragmatismo moderno. El pragmatismo, al igual que el escepticismo, desecha el
concepto de la verdad considerado como concordancia.
El pragmatismo cambia el concepto de la verdad en cuanto que es originado por una
peculiar concepción de lo que es el ser humano. Dentro de tal concepción el hombre no
es primordialmente un ser especulativo y pensante, sino un ser práctico, un ser volitivo.
5.- El criticismo.
Existe una tercera postura que resolvería la antitesis en una síntesis. Esta postura
intermedia entre el dogmatismo y el escepticismo recibe el nombre de criticismo. Al
igual que el dogmatismo, el criticismo admite una confianza fundamental en la razón
humana. El criticismo está convencido de que es posible el conocimiento de que existe
la verdad. Pero mientras que tal confianza conduce al dogmatismo, a la aceptación
candorosa, para decirlo en alguna forma, de todas las aseveraciones de la razón humana
y al no fijar límites al poder del conocimiento humano, el criticismo pone, junto a la
confianza general en el conocimiento humano, una desconfianza hacia cada
conocimiento particular, acercándose al escepticismo por esto.
El criticismo examina todas y cada una de las aseveraciones de la razón humana y
nada acepta con indiferencia.
Como ya fue visto en el recuento histórico, la pregunta por la
facticidad del conocimiento ha recibido tantas respuestas, cuantas
posturas filosóficas existen; sin embargo dichas posturas pueden
ser desgajadas en dos grandes vertientes con sus diferencias de
grado: las escépticas y las optimistas. Para el escepticismo más
radical de corte pirrónico, el conocimiento, sencillamente, no es
posible; lo que, como también fue señalado en su momento, resulta
una contradicción, puesto que hacer tal afirmación equivale a
aceptar que se conoce algo. Sin embargo el escepticismo suele
evitar los enunciados propositivos, dedicándose más bien por lo
común a tratar de regular la conducta intelectual de los seres
humanos. Por su lado el optimismo gnoseológico tiene también una
vertiente dogmática (realista) que no sólo acepta la posibilidad del
conocimiento, sino que asume la onticidad de las cosas en la manera
como se ofrecen al sujeto.
Valga aclarar que esos son los matices extremos de las posturas
mencionadas, pero entre una y otra se dan posiciones de corte más
moderado que aceptan la posibilidad del conocimiento pero de un
modo relativo. Un cierto escepticismo discreto aborda el problema
del conocimiento por sus bordes, por sus zonas limítrofes; mientras
que los optimistas lo miran desde sus supuestos metodológicos y
epistemológicos.
21
Cfr. Albert Kéller. Teoría general del conocimiento. Barcelona: Herder, 1988, pág. 84 ss.
22
Jean FranÇois Lyotard. La posmodernidad. Barcelona: Gedisa, 2001, pág 117.
Paradójicamente, con la racionalidad instrumental, propia del espíritu
progresista, aportada al mundo por el pensamiento filosófico de la
modernidad, la filosofía deja paulatinamente de responder a la
realidad de la época, puesto que ella misma no responde a la lógica del
progreso.
23
Albert Kéller. Op. Cit., pág. 86.