“Monticelli de Prozillo” (Sala I de la CCCF de Buenos Aires, 1984).
El valor del consentimiento: en dependencias
policiales y aparentemente en forma espontánea, Monticelli de Prozillo confesó que en su domicilio se encontraba un arma con la que se había realizado en forma reciente un robo. Los oficiales de la policía se dirigieron entonces al domicilio de aquélla, siendo atendidos por la madre, quien les franqueó el ingreso “sin oponer reparos”. El arma fue encontrada en el placar y por la tenencia de ese arma la acusada fue llevada a juicio. La defensacuestionó la validez del allanamiento, sosteniendo que había sido realizada sin orden judicial. El juez de primera instancia desestimó el planteo y el caso fue elevado a la Cámara Federal. La Cámara comenzó por señalar que se encontraban en juego garantías de rango constitucional. El tribunal indicó que el hecho de que la madre de la procesada “no hubiese opuesto reparos” al ingreso del personal policial, no podía tener un efecto convalidante de un allanamiento que había sido ilegítimo por carecer de orden judicial previa. Agregó que no podía otorgársele a aquel acto el valor de un consentimiento y que de todas maneras la madre de la procesada no era la persona indicada para prestarlo.Asimismo, no había circunstancia alguna que impidiera a la autoridad prevencional solicitar al juez competente la correspondiente orden de allanamiento.Sentado que estaban ante un procedimiento de secuestro ilegítimo y sin consentimiento válido, la Cámara analizó entonces la cuestión de la validez de la prueba allí obtenida, esto es, el arma encontrada. Con cita del fallo “Charles Hermanos”, de fallos de la Corte de EE.UU. y con apoyo en la garantía de juicio previo fundado en la ley, la Cámara concluyó que la consecuencia de un procedimiento ilegítimo no podía ser otra que la exclusión de la prueba así obtenida. En apoyo de ello se ofrecieron principalmente argumentos de tipo ético (la autoridad deja de serlo si adopta para la investigación de los delitos métodos que transforman a sus agentes en delincuentes), al igual queconsideraciones acerca de la función ejemplar que tienen para la comunidad los actos estatales. En cuanto al valor del consentimiento, esta Sala plantea que el allanamiento que menciona el texto constitucional, significa entrar por la fuerza a una casa ajena o contra la voluntad de su dueño. Por consiguiente, si existe voluntad de permitir el ingreso, no hay allanamiento ni necesidad de orden que lo disponga. El consentimiento del interesado y el allanamiento serían entonces las dos caras de la misma moneda: el ingreso a una morada ajena, que puede realizarse por la voluntad del titular o contra ella (allanamiento). Para excluir la hipótesis del allanamiento, el consentimiento válido debe ser prestado de modo expreso (no hay confesiones criminales tácitas) por la persona que tenga derecho a excluir a un tercero del domicilio y que, además, pueda verse perjudicada por el registro que realice el órgano de prevención.