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CUERPO TERRITORIO DE LA IMAGEN ELINA MATOSO


Editorial Letra Viva
Tercera edición Agosto de 2007

Introducción
“Cuerpo” como carne, fluido, hueso, finitud y contundencia. Imagen como representación
ineludible para que la carne esté viva en lo humano. No como instancias duales sino como
textura de la trama. Carne e Imagen o Imagen carnalizada ponen sobre la superficie temas que
constituyen límite y desafío dentro de las teorías de la corporeidad.
Podríamos mencionar en primer lugar la relación entre “unidad” y “fragmentación”. El cuerpo
¿es “relato único” dueño de la verdad de la existencia o es multiplicidad de fragmentos
flotantes de un territorio sumergido que sólo dejan ver algunas islas?
Cuerpo e Imagen entendida como “construcción” social. Devenir de la cultura. Carnalidad
historiada. Roland Barthes decía: “Mi cuerpo mismo es social”. Él sufría de migrañas y ‘las
migrañas son un hecho de clase, no se puede atribuir una jaqueca a un obrero, es un atributo
de la señora burguesa o del hombre de letras. La división social pasa por el cuerpo”
Considerando esta reflexión, (de las primeras épocas, de un autor que a lo largo de sus
producciones siempre se interrogó sobre el cuerpo) diría que: “Cuerpo” es el lugar de anclaje
de los atravesamientos, filosóficos, históricos, económicos políticos, artísticos, psicológicos,
culturales. La especificidad de este libro la constituyen estos atravesamientos donde se pone
en juego la representación de la imagen corporal. Esta da cuenta del potencial expresivo,
lúdico y artístico de cada persona y refleja su relación con el entorno y el contexto vincular. A
su vez, la construcción dé la imagen corporal resulta un mapa revelador de posibles
diagnósticos, indicador de marcas y huellas de patologías o problemáticas subyacentes, sobre
las cuales, incluso, es posible actuar preventivamente. Se plantea también en estas páginas,
la relación entre la imagen corporal individual y su representación social, destacando
especialmente la huella de esta impronta en la obra de arte y en la producción de imágenes
mediáticas.
El arte es una de las carnaduras identitarias del ser humano y en todo proceso creativo se ve
implicada la imagen del cuerpo. No sólo como un posible rastreo biográfico del autor, sino
la corporeidad que la obra de arte constituye en sí misma. El arte configura cuerpo. Carne e
imagen. El análisis de la corporeidad implica sumergirse en un territorio límite, ya que cuerpo
siempre es borde, frontera y puente. No hay un saber que pueda dar cuenta y respuestas
sobre “todo el cuerpo”. Todos constituyen enfoques, orientaciones, descubrimientos, avances
tecnológicos, etc. Están circunscriptos a la dirección de una mirada como punto de partida. La
creación artística, como otras manifestaciones creativas, siempre transita el borde-des-borde
del territorio corporal. La corporeidad desparramada en colores, texturas, palabras, sonidos,
ahuyenta, alimenta los fantasmas que gritan, lloran o acarician en una estética determinada. Si
el arte crea otra realidad, esa otra realidad es carnadura social, histórica, mítica. Estas páginas
intentan recorrer un atajo en el camino. Detenerse en el cruce entre:“Movimiento”/“imagen”
/“gesto”/“máscara’. Estos ítems se resignifican, enlazan, y diferencian, como paradores de la
ruta en áreas relacionadas con la salud, la educación y el arte. Constituyen a su vez, un eje de
análisis aplicable a las prácticas corporales que se desarrollaron a principio del siglo XX y que
hoy definen un campo específico, relacionado con trastornos de la imagen corporal, como
anorexias, bulimias, stress, adicciones y distintas alteraciones producto de los aceleramientos
y exigencias de la vida diaria. Hay un amplio abanico de disciplinas que revalorizan
permanentemente la expresión corporal en la conformación de la identidad como seres
humanos. Dar lugar a lo expresivo implica abrirle las puertas a caminos bloqueados por
actitudes sociales represivas, tabúes y ejercicios de poder que presionan para que las
manifestaciones sean de la índole que fueren, permanezcan hundidas. Estas páginas se
interrogan sobre el lugar del cuerpo en la sociedad en que vivimos y pueden ser de interés
para aquellos lectores cuya inquietud es aproximarse a la fuerza, la indescifrable inmensidad
que el cuerpo implica. Esta introducción concluye con las palabras de Maison neuve, Bruchon-
Schweitzer con las que suelo dar apertura a mis clases en la universidad:“Según la manera en
que una sociedad plantee el problema de la vida y de la muerte, del trabajo y de las fiestas,
según la idea que ella se fije de la naturaleza del hombre y de su destino, según el valor que
asigne al placer y al saber, el cuerpo será evaluado, tratado y representado diferentemente".
El cuerpo territorio de imágenes, es nutriente de la materia viva y de la visibilidad del alma.
Las imágenes poseedoras de una óptica específica nos reflejan y en ellas nos develamos como
humanos.

CORPOREIDAD E IMAGEN TODO POR UN SUEÑO

La historia de la humanidad ha inscripto y destruido imágenes del cuerpo a lo largo de los


siglos. Mitos, leyendas, brujerías, historias ficcionales o reales han conformado imágenes del
cuerpo que constituyeron modelos, monstruos, ideales y que en un juego paradojal existencial
se encaman en la propia imagen corporal y en la imagen corporal social que define el lugar del
cuerpo en cada comunidad. Los grupos sociales han ido creando sus identidades,
construyendo y destruyendo imágenes del cuerpo como un juego de espejos, donde
es imprescindible la mirada del “otro” para reconocerse. Se trata de un juego virtual entre lo
individual y lo social donde los espejos se resquebrajan, se fragmentan, se reproducen,
devolviendo una imagen corporal que se desea ver y otra que se prefiere negar. Es así como
en cada etapa histórica, suele esconderse aquello que es considerado monstruoso, deformado,
vil, maligno etc.; en los tiempos en que vivimos la gordura, la discapacidad, el color de la piel,
la vejez o la estatura entre muchos otros. Los medios de comunicación captan, como sagaces
sabuesos, imágenes del cuerpo que constituyen “modelos” de amor y odio, de lo permitido y lo
prohibido vomitándolo luego en páginas a todo color en revistas, afiches, fotografías,
imágenes televisivas, que no son más que respuestas a mandatos de la economía, la política,
la voracidad del poder. Estos modelos constituyen modelos mentales que traspasan la
condición física del cuerpo, ya que son propuestos por la cultura y así cumplen una función
organizativa, dan identidad, pertenencia, otorgan sentido al sí mismo, como el sentido a
la comunidad.
Si bien es cierto que los modelos corporales-sociales constituyeron siempre, a lo largo de la
historia, una función impositora de normas y modos de pertenencia, la fascinación que los
medios masivos producen es tal, que tomar distancia de ellos es prácticamente imposible. No
se trata de recuperar una libertad perdida, sino que estos nuevos modelos mediáticos ofrecen
una “nueva libertad”, gigantesca, abstracta, e inmediata sin moverse de la silla. Imágenes
corporales que a pesar de la velocidad y repetitividad con que son trasmitidas quedan
congeladas, fijas, en una gran playa de estacionamiento; constituyen de este modo figuras
emblemáticas para el consumo cotidiano.
"Si se está en la T.V. se es mejor persona” dice Nicole Kidman en la película “Todo por un
sueño” de Gus Van Sant, donde sus esfuerzos por aparecer en pantalla la llevan a matar y
matarse. A vender el alma -perdón y el cuerpo- a los segundos televisivos del informe
meteorológico. Son esos instantes fugaces los que la protagonista ilusiona, le dan la fama, la
identidad, el cuerpo, que como todo pronóstico meteorológico se esfuma y trasforma al
enunciarse. Tan mutable como el tiempo.

CUANDO LA TRANSPARENCIA OCULTA


El cuerpo es imagen. Imagen plana. El cuerpo es esa forma de colores brillantes de las
publicidades. El cuerpo dejó de ser volumen, es una silueta que brilla y se destaca en la
pantalla. Vivimos un mundo de imágenes. Las imágenes del cuerpo se multiplican y
reproducen en formas cristalizadas. El cuerpo es una ficción constituida en las redes sociales y
culturales, que se ve proyectada. Se posee un cuerpo, se posee una imagen de cuerpo. Cuando
la imagen que se posee no concuerda con la imagen de la pantalla, se queda el hombre
perdido. Deambula, rechazado, ignorado, desconocido. Es como si se hubiera roto su televisor,
queda desposeído del entorno. Cuanto más se asemeja el propio cuerpo a la imagen
proyectada, más se pierde el cuerpo para la propia identidad.
En cambio, si confluyen en el mismo cuerpo “lo saludable” con la imagen proyectada, éste se
vuelve “perfecto”. Si se suma dietas que den sonrisas y figura delgada, entonces, la persona
siente que es dueña de su cuerpo, y lo puede usar como presentación en fiestas, trabajos,
romances. Si no concuerdan “salud” e imagen se cae en una antinomia problemática:
enfermedad-imagen rechazada. Ya no es una imagen presentable; aquí entran los dolores, las
arrugas, la gordura, las angustias. ¿Es posible conciliar y entrecruzar estas dicotomías? ¿Qué
hace cada persona con su cuerpo redondeado, sus dolores de espalda, sus necesidades
viscerales?
Las propuestas que nos impone la sociedad estimulan lo light, “lo transparente”. El
maquillaje que sea “natural”, que no embadurne la cara. La comida fresca, láctea o frutal, no
pesa, circula ondulante por el cuerpo y lo deja leve, casi etéreo. ¿Dónde va a parar lo pesado, lo
oscuro, lo pálido y voluminoso, si no está en el músculo, ni en la piel, ni en El intestino? La
imagen más deseada es transparente, porque sería “verdadera”:“lo verdadero”, en el código
de la imagen, es “lo transparente”.

Este es un discurso paradojal, donde la transparencia oculta en vez de revelar. Es la ficción de


un papel celofán sedoso que no deja ver lo que envuelve sino que lo enmascara, lo oscurece en
ligth.Hay enfermedades típicas de la imagen, como la anorexia y la bulimia:¿Puede una
adolescente anoréxica, cuyo cuerpo es delgado y “joven” a fuerza de un sacrificio en el que
vendió su imagen, reapropiarse del mismo y valorarlo, si lo empeñó en la pantalla y perderá
todos los beneficios que esa imagen le brindaba: “novios”, “ropas”, “pasarelas”, “viajes”,
“éxito”?
El concepto de cuerpo-objeto, si bien se perfila en el Renacimiento, se dibuja con más nitidez
en la era industrial y se populariza, hiper jerarquizado como estructura fundamental del
pensamiento moderno. Se acopla a una construcción posmoderna: uno “es” si se ve
proyectado. ¿Cómo pueden gozar su cuerpo un petiso, una gordita, una dientuda, un
discapacitado o un anciano si sólo aparecen en los bloopers?Las alteraciones en la imagen
corporal se acrecientan constituyendo una de las mayores enfermedades de esta época. Se
está enfermo por no poseer el cuerpo inalcanzable de la imagen. Hay desposeídos de techo,
sumidos en el hambre y la miseria, que sólo tienen a su cuerpo y sus hermanos en iguales
condiciones. Y hay una nueva e inmensa categoría de desposeídos de imagen que, con
heladeras llenas y ropas nuevas, lo tienen todo “menos el cuerpo”, y hacen esfuerzos
inimaginables para alcanzarlo. Consumen su vida en aparatos, gimnasias, dietas, cirugías, fajas
adelgazantes, automedicaciones, para llegar a un cuerpo que se desvanece permanentemente
en las pantallas. Vivir en un mundo de imágenes, tan fascinante como en el que estamos, y no
tener imagen del cuerpo para hacerla propia, es una de las contradicciones de este siglo. El
cuerpo pasa a la categoría de lo que sobra, lo que molesta, lo que se deforma, envejece, lo que
hay que ocultar. Lo opaco. Sólo si se tiene sida, o cáncer o un infarto, se vuelve cuerpo.
Aparece la compasión, la pena. Se es noticia. Las mutilaciones suelen ser protagonistas de
los noticieros bicéfalas águilas, y algo se inicia como vasto social cataclismo sobre la faz de la
tierra. [...] Si en estos cantos hay política es porque aparece universal. Y si encontráis versos a
un presidente, es porque son un clamor continental” escribe en 1905 Rubén Darío en “Cantos
de vida y esperanza”.

El cuerpo como lugar de atravesamientos

Es frecuente referirse al cuerpo como atravesado por: lo social, lo biológico, lo subjetivo, lo


histórico, etc. La palabra “atravesamiento” remite a corte, a brochette, a crucifixión, a puñal
que traspasa. El atravesamiento como concepto acerca del cuerpo, rompió con una imagen del
mismo como cápsula hermética, fantasía que recorre la historia del hombre. En muchas
circunstancias, se estimula el conformar un búnker del propio cuerpo frente a la violencia, la
inseguridad, la contaminación, la defensa de la intimidad, etc. Ambas posturas, la de
considerar el cuerpo como una construcción o como un lugar de atravesamientos, son
recursos a veces metodológicos o ejemplificadores, pero no por eso dejan de ser riesgosos
como denominaciones absolutas. Hacen referencia a un tema límite dentro del campo de lo
corporal que es la “unidad” y “fragmentación”. El cuerpo como un todo indivisible y el cuerpo
cuya especificidad de entero está dada por la parte, el fragmento. Lo divisible frente a
lo indivisible. La ruptura, el corte como potencialidad creadora o como descuartizamiento de
lo humano en sí. Diferentes expresiones, como por ejemplo la mención a zonas queridas o
rechazadas del cuerpo, el abismo existencia! entre las partes puras e impuras a lo largo de los
tiempos, los sueños, como quiebres de la estructura significante. El predominio jerárquico de
la cabeza o el corazón. Años de la humanidad se jugaron en quién era la cabeza del poder, si el
Papa o el rey y qué representaba cada “miembro” en el cuerpo social. Ser hoy parte de la mano
derecha del presidente o ponerle el pecho y el hombro a las situaciones difíciles, no es lo
mismo que darles la espalda, como tampoco es indiferente el ser miembro, jefe o cabeza de las
tantas bandas que nos rodean. Éstas son algunas de las referencias que el hombre no cesa
de construir en su devenir. El equilibrio entre el todo y sus partes es metáfora de imagen
carnalizada, es territorio de visibilidad manifiesta u oculta, por lo tanto, es necesario
replantear el sentido de cuerpo atravesado, es más, desconocemos hoy las múltiples
implicancias que significan. No sabemos si es posible, verosímil, ficción o sufrimiento, si es
piel, enigma, mirada, o dolor desgarrante, aquello que une o que separa, aquello que
nombramos como totalidad o como partes de un todo. Acordemos por ahora que cuando nos
referimos a construcción y atravesamiento, en principio, lo hacemos con alto grado
de distorsión, a veces de manera operativa y necesaria y otras en forma esquemática y
obturante.

Cuerpo y corporeidad
El concepto de corporeidad aparece en estas páginas, en muchos momentos, como sinónimo
de cuerpo. Ambas denominaciones llevan sobre Sí atribuciones que las tornan confusas
o ambiguas. El término “cuerpo” hereda referentes religiosos, ontológicos, técnicos, a veces
asociados a instrumento, otras a objeto de rendimiento económico, por ejemplo, que lo tiñen
de esa ambigüedad inevitable. La palabra “corporeidad” resalta Especialmente ese aspecto de
indefinición, de mayor abstracción, en concordancia con la ambigüedad del concepto de
cuerpo al que hace referencia este libro. Cuerpo como carne historizada, así como
trasparencia virtual, o imagen inasible. Al referirnos al cuerpo es difícil evadir polaridades que
consideraremos en diferentes capítulos. Cuerpo-alma, espíritu-razón, cuerpo máquina, cuerpo
virtual, digital, entre tantos otros dualismos que marcaron y marcan la historia del hombre
occidental. Corporeidad, borronea estos polos y sin suprimirlos los incluye en la indefinición
misma de la palabra. “El cuerpo no es una cosa, una sustancia o un organismo, sino una
red plástica contingente e inestable de fuerzas sensoriales, motrices y pulsionales, o mejor
aún, una banda espectral de intensidades energéticas, acondicionada y dirigida por un doble
imaginario: El imaginario Social y el imaginario individual” dice Le Bretón.

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