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RachelRP
Título: ¿En tu mesa o en la mía?
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electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros, así como la
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la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del código penal).
©RachelRP
Índice
Sinopsis
Que te jodan perra
Entonces haz lo mismo
Punto para mi
Beep Beep
Te he hecho una pregunta Olivia.
Perdón por llegar tarde
Eso aún no se si es bueno o malo.
¿Qué fotos?
No, definitivamente no es un buen momento para eso
Yo también te quiero fea.
Punto para el gran jefe.
Puede ser, tendrás que averiguarlo.
Mierda, mierda, mierda.
Soy Kenneth
Da igual, no hace falta que me lo digas.
¿Estará Dasha?
Buenas noches Olivia.
Pero la amistad es otra cosa cielo.
La cosa es conmigo.
Bien, acabemos con esto
Tampoco diría eso
Ocupado
¿Os conocéis?
Me alegro por ti
Cuando quieras amigo.
Trevor Lancanne
Suéltala
Y nosotros a ti fea.
No hay nada de qué hablar.
¿Qué necesitas John?
La miro orgulloso y enfadado.
El principio del fin.
Epilogo
Agradecimientos
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Sinopsis
Olivia acaba de ser despedida porque han descubierto que sus acreditaciones son
falsas. Todo por culpa de la secretaria de su jefe al cual no ha tenido ni tiempo de conocer.
Pero no va a dejar las cosas así, y menos después de una noche de alcohol. Lo que tiene
claro es que piensa vengarse de ella.
Kenneth Crown, dueño de TransOcean, acaba de salir del hospital tras ser atendido por
sobre carga de trabajo. A sus treinta años ha conseguido lo que el resto a los cincuenta. El
primero en llegar, el ultimo en irse. Lo que menos podía imaginar es que una morena con un
diminuto vestido irrumpiera en su oficina en mitad de la noche y se la pusiera dura con tan
solo mirarla pero ¿quien es ella?
Que te jodan perra
Olivia
Miércoles por la noche y ya llevo dos gin tonic y tres rondas de chupitos.
No me puedo creer que el lunes empezara y hoy ya me han despedido.
—Entonces ¿Qué ha pasado? —pregunta Gina mientras me pone mi tercer
gin tonic.
—Todo es por culpa de esa perra de su secretaria. Verificó mi currículo y
comprobó que el título era falso. Le supliqué que no dijera nada pero la muy
perra me sonrió y me dijo que debía ser leal al señor Crown.
Aun puedo oír su voz de pito en mi cabeza.
—¿Qué tenías que hacer exactamente?
—La puta comida del señor Crown, parece ser que tiene algún tipo de
problema de salud y le controlan la comida. Vamos que no es ciencia espacial,
no creo que no tener un título no me haga apta para ese trabajo.
Y más con mi historial. Desde que tengo uso de razón he cocinado para
mi madre. He leído cientos de libros de cocina para personas con problemas
alimentarios. Puedo recitar de memoria las tablas de sal según los ingredientes
usados, los tiempos de cocción, todo. No necesito un título que diga lo que sé
hacer. Pero la perra de plástico sí.
—Incluso le dije que tenía una situación complicada Gina, le supliqué, y
nada, yo creo que incluso disfrutó. Ojala que cuando vaya a la peluquería
llueva.
Gina se rio, y yo con ella, que gran invento esto de los gin tonic. Una
hora y dos gin tonics después estoy más que lista para irme a casa. Me
despido de Gina y salgo tropezando un poco, creo que me ha sentado mal el
hielo. Me dirijo a la acera y espero a que pase un taxi, para uno enseguida. Me
subo y le doy mi dirección mientras ajusto mi diminuto vestido. Hoy estaba
totalmente de bajón así que me puse el vestido más sexi, los tacones más altos
y el maquillaje más provocador que pude. Que se joda el mundo.
Miro por la ventana la noche de Nueva York, me encanta, soy de las
afueras y la vida de esta ciudad, sea la hora que sea, me tiene cautivada. Vi
TransOcean y ordené al taxista detenerse, se me ha ocurrido que es un buen
momento para vengarme de la perra de la secretaria. Qué gran invento lo de
los gin tonic. Le pido al taxista que me espere, no tardaré más de diez
minutos.
Llego a la entrada y el de seguridad me saluda abriéndome la puerta
mientras le explico que me he dejado las llaves aquí. Mi madre siempre me ha
dicho que debes llevarte bien con todo el mundo, nunca sabes lo importante
que puede llegar a ser esa persona en tu vida. Y qué razón tenía, gracias a los
tres días de saludos, charlas cortas y algún muffin de estraperlo tengo acceso
libre para ejecutar mi venganza.
Me dirijo a los ascensores y marco el penúltimo piso donde se encuentra
el despacho del jefe supremo y por consiguiente, la mesa de su secretaria.
Todo está levemente iluminado por las luces de emergencia. Voy agarrándome
por las paredes para evitar caer de culo. Llego hasta la mesa de la perra del
infierno y suelto una risita malvada. Desconecto el cable de su teclado, pongo
quitaesmaltes en los pintauñas que guarda en el cajón y como colofón cojo
unas tijeras y recorto las hojas de su preciada planta con forma de pene. Es de
plástico lo que me facilita el trabajo. No puedo evitar reírme nuevamente.
—Que te jodan perra —digo en alto para nadie mirando mi obra de arte.
Oigo un ruido procedente del despacho del jefe supremo. Son las dos de
la mañana, no puede haber nadie. Me quedo quieta un segundo mirando y la
puerta frente a mí se abre de golpe. Un hombre en pantalones de deporte
negros, con una camiseta ajustada y una mirada verde asesina me observa con
el pomo aun en su mano.
No sé si es el alcohol, las horas que llevo despierta o mí no saber
quedarme callada, pero soy la primera en hablar.
—Dime que no eres un ladrón y que no te he pillado en mitad del delito
—le digo casi suplicando —no llevo los tacones de correr.
Me mira un segundo más antes de dejar aparecer una sonrisa perfecta en
su cara.
—No soy un ladrón y no me has pillado en mitad de un delito ¿y tú?
Buena pregunta.
—Yo trabajo aquí, bueno, trabajaba hasta esta mañana. Estaba
recogiendo mis cosas —le digo intentando aguantar la risa ebria que amenaza
con salir.
—Guardando tus cosas ¿no? —me pregunta acercándose donde yo estaba
y cogiendo una hoja en forma de pene que estaba en la mesa detrás de mi.
Me encojo de hombros. Él sonrie. Nos quedamos a unos centímetros de
distancia. Da un pequeño paso y su cuerpo me obliga a apoyar mi culo en la
mesa. Bajo mis ojos hacia el bulto que estoy notando en mi vientre. Miro hacia
arriba y veo cómo se han oscurecido sus ojos. Su sonrisa pícara hace estragos
en mi cuerpo.
Va acercando lentamente su cara a la mía mientras sube sus dedos por mi
brazo en una caricia, al llegar arriba aparta mi pelo y pasa su nariz por mi
cuello. No sé si es lo más raro o lo más erótico que me ha pasado en la vida.
O ambas cosas. Noto sus labios contra mi piel y un escalofrío recorre mi
cuerpo, tuerzo la cabeza para darle mejor acceso. Siento su lengua y me agarro
a su brazo porque no sé si mis piernas van a sujetarme. En la siguiente pasada
de su lengua le clavo mis uñas. Es un momento intenso y me estoy dejando
llevar. Gracias inventor de los gin tonics.
—¿Livy? —oigo una voz al final del pasillo, debe ser Bob, el de
seguridad.
El hombre sin nombre se separa, ambos nos miramos jadeando.
—Entra conmigo en el despacho —me dice con los ojos puestos en los
míos.
—Livy no estarás haciendo nada malo ¿no? —Pregunta mientras veo una
luz de una linterna aproximarse, y no puedo evitar soltar una risita —podría
costarme el puesto.
Y tiene razón, si alguien nos viera podría acabar mal para él y sé que
necesita el trabajo. Miro al señor desconocido y le doy una pequeña sonrisa.
—Lo siento, tengo que irme. Una lástima que ya no trabaje aquí —le digo
dándole un rápido beso en los labios —ya voy Bob.
Y salgo de allí. Si no nos hubieran interrumpido podría haber estado
bien, o quizás mi cuerpo hubiera sido encontrado mañana en un callejón.
Nunca lo sabremos.
—Nos vemos Livy —oigo al desconocido decir detrás de mí en un tono
que parece más una afirmación que una frase hecha.
Entonces haz lo mismo
Olivia
Vale dos veces no puede ser un error, o si, pero quizás un error a mi
favor, ya es hora de que el jodido karma me dé una tregua. Marco el teléfono
de la empresa y espero.
—TrasnOcean buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?
—Buenos días, tengo un mensaje, bueno en realidad dos mensajes de voz
de recursos humanos ¿puede pasarme con ellos?
—Dígame su nombre por favor —me pide la chica muy amable.
—Olivia Gates.
—Señorita Gates —dice al instante —estábamos esperando su llamada.
Ahora mismo le paso.
Joder, sí que soy buena en mi trabajo como para que la recepcionista
recuerde mi nombre. Un hurra por mí. Ni dos tonos después me contestan.
—Señorita Gates, lamentamos que fuera despedida por error
administrativo, por favor si es tan amable de venir a las oficinas hoy le
pagaremos el día completo y podrá reincorporarse mañana.
Me quedo callada porque no sé qué decir. Esto debe ser una broma. Todo
cuadra. Estoy en pelotas al teléfono y me están devolviendo un trabajo que no
pedí que me devolvieran y que perdí por méritos propios.
—¿Señorita Gates?
—Si perdón.
—Entonces ¿la espero en mi oficina en más o menos una hora?
—Sí, sí, allí estaré.
—Un saludo.
Y cuelga. Vale, esto es muy, pero que muy raro. Miro el reloj y si quiero
llegar en una hora tengo que salir ya. La ciudad se pone hasta la bandera a
estas horas. Cojo unos pantalones vaqueros, unas deportivas blancas, una
camiseta que deja al descubierto mi hombro derecho y me pinto lo más rápido
y sencillo que puedo. Mi pelo aún está húmedo pero afortunadamente mi onda
natural es aceptable así que me lo dejo suelto para que se me seque de camino.
Cojo el bolso, lo pongo en mi hombro descubierto y salgo de casa.
Durante el trayecto pienso en las posibilidades reales de que esto esté
pasando de verdad y no se me ocurre ninguna. Llego dos minutos antes de lo
acordado. Miro mi imagen en la puerta espejo de la entrada del edificio y
camino al interior, con paso firme. Me dirijo a la recepción.
—Buenos días, soy Olivia Gates, me están esperando en recursos
humanos.
La chica me mira y me evalúa. Creo que no nos conocemos. Aunque he
tenido un par de salidas nocturnas en las que Gina y yo hemos acabado
tirándonos de los pelos con alguna gata. Espero que ella no sea una de esas
gatas. Un segundo después me sonríe.
—El señor Crown le está esperando en su oficina.
Espera, ese nombre me suena. Ostras.
—No, debe haber un error, yo vengo a ver a una chica muy simpática, al
menos al teléfono, de recursos humanos. Me llamó esta mañana y…
—No hay ningún error, suba a la oficina, la están esperando.
Vale, puede que sí nos tiráramos de los pelos porque no está siendo nada
amable ahora mismo aunque la sonrisa en su cara demuestre lo contrario, y si
no lo hicimos puedo poner solución a eso ahora. Me giro sin decirle adiós y
voy hacia los ascensores. No puedo evitar acordarme de mi aventura de
anoche. Esto de día es muy diferente. Subo al ascensor, voy sola y me rio,
porque ahora mismo tengo que ver la cara de Brenda y solo imaginarla
lloriqueando por su planta con hojas de pene hace que no pueda reprimir una
carcajada. Me dirijo por el mismo pasillo que anoche, me cruzo con un par de
mujeres muy elegantes que me miran preguntándose como he llegado ahí arriba
sin ser detenida. Las ignoro. Llego a la mesa de Brenda y veo la planta, con
los penes recortados, oh Dios mío, creo que no se ha dado cuenta. No puede
ser, esto no va a salir bien, no puedo ponerme seria en estos momentos.
Brenda levanta la vista y me ve. Tuerce el gesto, no está contenta de
verme. Yo a ella tampoco, pero aun así la vista de esa planta impide que ponga
mi cara de perra seria.
—Espero que estés preparada para lo que el señor Crown tiene para ti.
Estoy deseando que me diga que llame a la policía por estafadora.
Mierda, no había pensado en eso. Aunque ahora que lo dice tiene sentido,
esto es una trampa. Joder, tengo que salir de aquí. Me giro para salir corriendo
pensando en si es más rápido el ascensor o las escaleras cuando oigo la puerta
detrás de mi abrirse.
—Señorita Gates, la estaba esperando —oigo decir en un tono profundo.
Me giro a mirarlo y veo al tipo de anoche, solo que ahora lleva traje,
pero por mucho que intente tapar con esa americana su cuerpo si cierro los
ojos puedo recordarlo perfectamente.
—Creo que hay algún tipo de error…
—Por favor, pase y hable conmigo.
Su voz autoritaria no me deja mucha alternativa así que camino al interior
de su despacho. Brenda me mira con una sonrisa de perra en la boca y yo me
cambio el bolso de hombro propinándole así un pequeño golpe con el mismo
en toda la cara.
—Ups —digo lo más inocente que puedo.
Ella me mira roja de la ira pero no me dice nada porque el gran jefe está
delante. Ya no tiene esa sonrisa estúpida en la cara. Punto para mí.
Paso por delante del señor Crown y me quedo de pie frente a su enorme
escritorio ¿será de los que barra los papeles de la mesa con el brazo y folle
encima de ella?
—Puede sentarse —me dice mientras él hace lo mismo delante mío.
—Gracias.
Se recuesta sobre su gran silla acolchada y me mira divertido, le hace
gracia lo tensa que estoy.
—Sé que no estuvo bien mentir en el curriculum pero es una idiotez lo
que piden para este puesto de trabajo —comienzo.
Me mira con una sonrisa torcida. Genial, acabo de decir que su empresa
pide cosas estúpidas. Va, ahora le digo que sí puedo mearme en su alfombra y
ya culmino el día.
—Olivia —comienza a decirme —¿puedo tutearte?
Con esa boca puedes hacerme lo que quieras.
—Si por supuesto que puede.
—Entonces haz lo mismo.
Asiento.
—No estás aquí por tu curriculum de fantasía sino por otro asunto.
Eso me descoloca ¿Qué otro asunto podemos tener que tratar?
—Lo que pasó anoche.
Vale, ese asunto. Pongo cara de póker, espera ¿sé poner cara de póker?
Voy a intentarlo.
—No sé qué podemos tener que hablar sobre eso. Por mi, si quieres,
nunca sucedió—probablemente se avergüence el idiota de él, ni siquiera sabía
quién era hasta hoy—Si no quiere nada más me retiro.
Dicho esto me levanto y me dispongo a marcharme. Pero antes de llegar a
la puerta noto un peso en mi espalda que me aprisiona contra esta. Aparta mi
pelo del hombro derecho que llevo al descubierto y pasa la lengua por todo mi
cuello. Noto su erección. Y yo gimo por instinto.
—Mi problema es otro, no sé si puede notarlo —me dice al oído
mientras presiona su abultada entrepierna en mi culo.
Puedo notarlo y mucho. Joder, creo que me voy a follar a un millonario en
su despacho.
Punto para mi
Olivia
Miro a Olivia, tendida sobre el sofá con ese corsé, el liguero y los
tacones y estoy a punto de correrme en mis pantalones como un jodido
adolescente. No sé qué tiene pero desde que la vi la otra noche en la oficina
no he podido dejar de pensar en ella. La atracción física es innegable pero su
descaro creo que aún me pone más que su cuerpo.
Beso su cuello, mi lugar favorito, mientras espero a que me dé permiso
de tomar tequila entre sus piernas. Joder, solo pensarlo hace que me duela la
entrepierna.
—Señor Crown —me dice y eso me excita más —no creo que su
prometida estuviera de acuerdo con su forma de beber tequila.
Sonrío contra su cuello porque, aunque me está diciendo que no con
palabras lo que me dice su cuerpo es algo muy diferente.
—Entonces es una suerte que no esté aquí ¿verdad?
Ella se ríe. Su risa se está convirtiendo en uno de mis sonidos favoritos.
—Verá, señor Crown —me recalca —si usted no fuera mi jefe, si no
supiera que esta prometido o si no conociera a su futura mujer, quizás, solo
quizás, dejaría que me invitara a tomar un tequila de casi dos mil dólares
sobre mi cuerpo.
Miro la botella, es un Ponciano Porfidio, joder.
—Pero como no es el caso y yo estoy aquí únicamente para servirlo. Si
no desea nada más me voy a retirar —dice escabulléndose de debajo de mí.
—Olivia ¿Por qué no puedes olvidarte de mí jodido compromiso y
darnos a ambos lo que queremos? ¿Es por dinero? ¿No es suficiente lo que he
pagado?
Olivia suelta una carcajada que me deja perplejo. Hubiera esperado una
bofetada pero ¿una carcajada? Eso me ha dejado descolocado.
—A ver gran jefe —comienza mientras pone sus manos en sus caderas,
joder así está terriblemente sexy —no sé lo que le has dado a Jackson, pero
seguro que no es suficiente. Ni dándome hasta el último centavo de sus
cuentas, es suficiente ¿sabes por qué?
Me pregunta y no sé si debo contestar o no, soy un negado en las
conversaciones con mujeres de este tipo. Me decido por negar con la cabeza
en silencio.
—Porque esto que ve —dice mostrándose a sí misma con las manos —va
unido a mi alma, y por desgracia para usted, señor Crown, no tiene precio.
Además me respeto demasiado como para ser el sucio secreto de nadie.
Estoy a punto de contestarle que mi relación con Dasha no es lo que
aparenta, lo nuestro es un acuerdo especial por ambas partes, pero unos golpes
en la puerta me interrumpen. Olivia abre y veo al tipo que he amenazado antes
con el inspector de licencias parado en la puerta.
—Livie, están trasladando a tu abuela en ambulancia al Presbiteryan en
estos momentos. La niña está con su vecina, no localizan a tu hermano.
La cara de Olivia pierde todo color.
—¿Qué ha pasado? —pregunto al ver que ella se ha quedado paralizada.
—Ha sufrido un desmayo, nada que le interese.
Está claro que en este tipo no tengo un fan.
—Coge tus cosas y te llevo —dice el tipo a Olivia que aún permanece en
el mismo sitio.
—No será necesario, yo mismo la llevaré.
—No sé quién es usted pero de Livie me encargo yo.
Este tipo quiere jugar a ver quien la tiene más grande, peor para él, yo
siempre la tengo más grande.
—Tengo en la puerta un Maserati capaz de llevarla en menos tiempo,
pero es ella la que decide.
Ahí lo tienes idiota, mi pene es más grande, más potente y de marca.
—Jackson tranquilo, lo conozco —lo calma —le agradecería que me
llevara.
Y su tono de voz es totalmente diferente al que he escuchado hasta ahora.
Asiento y salimos de esa sala. La sigo por unas escaleras diferentes a las que
he subido antes, nos metemos detrás del escenario y llegamos a lo que parecen
unos camerinos. Entra sin llamar y yo detrás de ella. No hay nadie. Va directa
a un cajón y saca lo que parece su móvil. Veo sus manos temblar mientras
busca en la agenda un nombre, lo encuentra y marca llamar. Se pone el
teléfono en la oreja y espera.
—Shhh no te preocupes cielo, la abuela va a estar bien —la oigo que
dice en un tono dulce y calmado.
Se calla mientras quien esté al otro lado habla.
—Ahora vas a prometerme que te vas a portar bien —asiente cuando
supongo que lo promete —pásame a la señora Crowford.
Veo lágrimas a punto de derramarse en sus ojos. Me impacta, puede
parecer estúpido de mi parte pero no me imaginaba a Olivia llorando.
—Muchas gracias por quedarse con Mer, en cuanto pueda voy por ella.
La llamaré en cuanto sepa algo. Gracias.
Y cuelga. Tira el móvil sobre el tocador frustrada y saca una mochila
debajo de la silla. La vuelca y veo su ropa arrugada, la coge y mete todo lo
demás dentro nuevamente. Se quita el corsé, el liguero y se queda en ropa
interior frente a mí. Santo.Dios.Del.Cielo.Bendito tiene un cuerpo perfecto.
Cuando se gira para ponerse los pantalones el tanga muestra un culo que
quiero morder. Se está cambiando frente a mi como si lo hubiera hecho
millones de veces. Veo un tatuaje como pintado a acuarela que abarca un
costado, espalda y cadera. Tiene puesta la camiseta antes de que pueda
mirarlo bien.
—¿Nunca había visto una mujer en ropa interior? —pregunta para mi
vergüenza, me ha pillado mirándola como un niño a un helado en verano.
—¿Vamos? —digo intentando cambiar de tema.
Ella asiente. Genial. Me coge la mano para pasar por el local, se
escabulle entre la gente sin esfuerzo. No sé por qué pero soy muy consciente
de su mano sobre la mía. No me gusta ir así con una mujer, nunca me ha
gustado, es como marcar territorio sobre mí y eso me agobia. Pero con Olivia
es distinto, es natural, ella no me hace sentir de esa manera.
Salimos fuera y el tipo de antes tiene las llaves de mi Maserati en la
mano. Nos mira pero no dice nada. Olivia suelta mi mano para dar un leve
abrazo a ese tipo y se mete al coche. No me gusta. Ni el abrazo ni que se haya
soltado con tanta facilidad.
Cierro la puerta y pongo rumbo al hospital. Olivia tiene su mochila
cogida con fuerza. La miro un segundo y veo que están cayendo lágrimas por
sus mejillas. Pongo mi mano en su pierna.
—Tranquila, seguro que no es nada.
Ella me mira y por sus ojos veo que no está de acuerdo con mi
afirmación.
—¿Es tu abuela?
Ella asiente. Es raro que esté tan callada.
—¿Por parte de madre o de padre? —le pregunto intentando sacarle
algunas palabras.
—Madre, todos dicen que me parezco mucho a ella —contesta
limpiándose las lágrimas.
Todo el maquillaje ahora recorre su cara haciendo un desastre.
—Estás horrible —declaro intentando que se enfade conmigo y se olvide
un segundo de lo demás.
Baja el parasol del coche y se mira en el espejo. Y se ríe. Me gusta ese
sonido.
—Estoy horrible, parezco un oso panda.
Suelto una carcajada porque hasta con lágrimas en los ojos es descarada.
Veo como hurga dentro de su mochila y saca un paquete de toallitas
desmaquillantes. Es previsora hay que reconocerlo. Comienza a
desmaquillarse y tras cuatro toallitas de esas su cara luce limpia aunque
enrojecida por las lágrimas y por frotar.
—¿Mejor? —me pregunta mirándome.
—No tan mal —le contesto sincero.
Me da una sonrisa dulce.
—No es mi mejor momento —reconoce y veo lágrimas a punto de salir
nuevamente.
Toma una respiración profunda mirando hacia el techo.
—Ella es el pilar de nuestra familia, sin ella no sabría qué hacer —me
confiesa.
—Mi abuela también es muy importante para mí, ella me hizo el hombre
que soy.
—Eso aún no se si es bueno o malo.
Ahí está la descarada nuevamente.
—Ya lo descubrirás.
—O no.
Meneo la cabeza sonriendo. Llegamos al hospital y aparco.
—¿Quién es la niña a la que has llamado antes? —le pregunto después de
pensar si hacerlo o no. Pero la curiosidad me puede.
Me mira y me sonríe. Luego sale del coche. Lo pienso un momento y
finalmente salgo del coche tras de ella. Olivia Gates me intriga y me fascina a
partes iguales, no puedo perder esta oportunidad de conocerla.
¿Qué fotos?
Olivia
Veo como el gran jefe se baja del coche y me sigue dentro del hospital.
Me acerco al mostrador y espero a que el señor que tengo delante sea
atendido, estoy impaciente, necesito saber que le ha ocurrido a mi abuela.
—Buenas noches —digo a la señora del mostrador para que me mire —
soy la nieta de Simone Dunphy, la han traído aquí hace poco.
La señora me mira un segundo mientras teclea el nombre de mi abuela en
su ordenador y los segundos se me hacen eternos.
—La paciente aún está siendo atendida, por favor relléneme los datos del
seguro y la forma de pago.
—¿Puede darme alguna información antes o tengo que darle propina para
saber si mi abuela está muerta? —pregunto cabreada.
Sé que es así como se hacen las cosas pero ahora mismo lo único que
veo es una mujer que me pide dinero sin importar si sé cómo está mi abuela.
—Su abuela está siendo atendida ahora mismo, si me rellena los papeles
podré darle más información —me contesta la señora en un tono de falsa
amabilidad.
—De acuerdo, le rellenaremos los formularios y ahora se los entregamos
—oigo que dice el gran jefe con una sonrisa enorme mientras coge los
impresos y se dirige a la sala llena de gente en la misma situación que yo.
La señora le sonríe de vuelta, que asco, odio no tener pene en estas
situaciones. En fin, me siento junto al gran jefe y le arrebato los formularios.
Él saca un bolígrafo de su americana y me lo tiende. Lo cojo pero le saco la
lengua. Me sonríe. Agradezco que esté aquí.
—¿Tienes seguro médico? —me pregunta cuando voy a escribir.
—Sí.
—¿Quieres usar el de la empresa?
Sé que lo hace con buena intención pero no es necesario.
—No, gracias. Mi abuela tiene el Allstates Care.
Me mira con sorpresa. Es uno de los seguros más caros del país, mi
sobrina también lo tiene. Puedo pasar un mes comiendo arroz pero no puedo
pasar un día sin ellas.
—Su sorpresa debería ofenderme —le digo para hacerlo reaccionar.
—Perdona, no creí que tuvieras acceso a ese tipo de seguro.
—Yo no lo tengo, es mi abuela, así que tomaré tu propuesta de seguro si
lo necesito para mí. Aunque soy una chica grande y fuerte —le contesto son
una sonrisa.
—Ya lo veo —me contesta entre risas.
Relleno los formularios y los entrego a la mujer de la recepción. Vuelvo
a sentarme junto al gran jefe y espero a que me llamen.
—Muchas gracias por traerme —le digo cuando veo que han pasado
veinte minutos y no han llamado aun—puede irse si quiere.
—¿Me estas echando? —me pegunta en un tono entre ofendido y
divertido.
—Lo estoy liberando.
—Olivia, deberías saber que yo siempre hago lo que quiero. Bueno, casi
siempre.
Lo miro arqueando una ceja.
—Yo quería enseñarte a beber tequila pero tendremos que dejarlo para
otro día.
Me rio y asiento. Me gusta este gran jefe divertido.
—Familiares de Simone Dunphy.
Me levanto al oír a un tipo con bata blanca decir el nombre de mi abuela.
—¿Qué le pasa a mi abuela? —pregunto mientras siento al gran jefe tras
de mí, de pie.
—Su abuela está bien, ha sufrido un desmayo por una bajada de tensión,
algo muy normal a su edad. Estamos revisando que esté todo correcto y cuando
tengamos los resultados la llevaremos a la habitación asignada para que
descanse.
Respiro aliviada. Noto las manos del gran jefe darme un apretón en los
brazos a modo de apoyo.
—Si quieren pueden subir a la habitación a esperarla allí, estarán más
cómodos. En la recepción les indicarán cual es.
—Muchas gracias doctor, de verdad.
—No se preocupe, tiene una abuela fuerte que va a durar mucho aun.
Le sonrío agradecida de que todo esté bien. Sin mi abuela no sé qué
haría. No imagino un mundo sin ella y me aterroriza la idea de que alguna vez
se tendrá que ir.
Veo al gran jefe acercarse a la de recepción saltándose la fila
descaradamente con su sonrisa de conquistador. Le pregunta la habitación a la
mujer que se derrite en su silla y cuando lo consigue le guiña un ojo.
—Le acabas de dar material para sus fantasías sexuales lo sabes ¿no?
—Eso es asqueroso Olivia.
—Aja, es asqueroso pero no mentira —le contesto sonriendo.
Subimos a la planta de las habitaciones y buscamos la ochocientos
cincuenta y siete. Entramos y silbo porque esta habitación es más grande casi
que mi piso. Hay una cama únicamente inmensa, una televisión, un sofá de tres
plazas de esos que se sacan y se hacen cama, una mesita con agua fría y un
baño, bueno, un baño igual de grande que mi salón.
—Creo que voy a mudarme aquí —digo mirando todo a mi alrededor.
—Es una muy buena habitación —dice quitándose la americana.
—Gran jefe, no es necesario que se quede, ya ha hecho mucho por mí.
—Olivia —dice cogiéndome de la mano y llevándome al sofá con él
sentándonos uno junto a otro —ya hemos hablado sobre lo de echarme ¿no?
—Si, pero es raro, reconócelo.
—Puede ser, pero me apetece estar aquí, si a ti no te molesta.
—No me molesta que se quede.
—Que te quedes.
—Yo si me quedo —le contesto confundida.
—Digo que me tutees.
—Ah! No sé si puedo.
—Pero si puedes llamarme gran jefe.
—Si, es que es el gran jefe.
Se ríe y me gusta cuando lo hace, parece más joven.
—Lo intentaré —le digo mientras veo que se desabrocha los botones de
los puños de su camisa y se remanga.
—Bien. Háblame de tu abuela, parece una mujer interesante si ha criado
a una joven como tú.
—Lo es, y no soy tan joven, tengo veinticuatro y usted, tú —me corrijo y
me gano otra sonrisa —no debes pasar los treinta así que no hables de mí
como si fuera una cría.
—Tengo treinta y dos así que para mí sí eres una niña.
—¿Así que le van las niñas señor Crown? —le pregunto riendo.
—¿Así que ya no me tuteas?
—Punto para ti —me rio y él también.
Me acomodo en el sofá, me quito las zapatillas y subo mis piernas
metiéndolas debajo de mi culo, me giro para tenerlo de frente y él hace lo
mismo.
—Mi abuela ha cuidado de mi desde que perdí a mi madre, tenía catorce
años —el gran jefe asiente —lloró únicamente el día que la enterramos, no
imagino lo que debe ser perder un hijo, pero ella no solo perdió a su única
hija sino que tuvo que hacerse cargo de dos mocosos.
—¿Tienes una hermana?
—Hermano, Dexter. Es dos años mayor que yo aunque a veces dudo de si
eso es cierto. No llevó muy bien la muerte de nuestra madre.
—Es duro perder una madre con esos años, es cuando formamos el
carácter.
—Pues él formó un carácter de mierda, pero aun así lo adoro.
Se ríe.
—Fue la primera mujer que se divorció en este estado ¿sabes? Ella
siempre dice que no hay que aguantar en un matrimonio, hay que amar.
—Sabias palabras.
—Yo sé que es mayor y que tarde o temprano pasará lo inevitable, pero
no logro respirar cuando pienso en eso. Creo que no voy a poder sobrevivir
sin ella.
—Olivia, eres una mujer fuerte, puede que de las más fuertes que
conozco, podrás afrontar eso llegado el momento, dentro de muchos años.
Le sonrío agradecida de que haya dicho eso.
—Que te parece si ponemos la televisión ¿Qué te apetece ver? —
pregunta encendiendo el aparato.
—¿Paga la empresa? No creo que esté incluido en el seguro.
Suelta una carcajada.
—Lo tuyo no es la diplomacia ¿verdad?
Me encojo de hombros.
—Ven, ponte cómoda —me dice abriendo sus brazos.
Dudo un momento.
—No voy a hacerte nada, es solo por comodidad, debes de estar cansada.
La verdad es que si, la cocina, el Sandor, el baile, el estrés de la noticia,
ahora que sé que todo está bien noto mi cuerpo cansado.
—Bien —digo acomodándome entre sus brazos —pero sigo pensando
que esto es muy raro.
—Entonces no pienses.
—Me parece bien.
Y no lo hago. Coge el mando y navega entre las películas de pago. No sé
cuál elige porque antes de darme cuenta mis parpados pesan y cierro los ojos.
Noto un beso en mi frente, pero no sé si ha sido real o lo he soñado.
Faltan solo cinco minutos para que el gran jefe venga a recogernos. Según
él su coche es mucho más adecuado para un viaje largo que el mío. Es raro,
teniendo en cuenta que el mío en realidad es suyo.
—Mer ¿tienes ya todo?
—Si tía Liv, solo me falta ponerme los zapatos.
—Ok, póntelos ya y salimos a esperarlo.
—Vale —me contesta sonriendo.
Nunca hubiera dicho que el gran jefe tiene mano con los niños, pero
después de ver como se comportó con Mer y, sobretodo, como ella reaccionó
con él, no me cabe la menor duda que algún día será un padre estupendo.
Saco el móvil de mi bolsillo y llamo a mi abuela. Mañana le dan el alta,
solo faltan un par de pruebas más para descartar problemas menores.
Afortunadamente las pruebas que nos decían si tenía problemas graves de
salud han salido todas bien.
—Hola abuela ¿todo bien?—pregunto nada más que se descuelga el
teléfono.
—Buenos días Livie, todo perfectamente bien ¿irás hoy a a ver a Kate?
—Sí —digo a la vez que asiento como si pudiera verme —cuando vuelva
te cuento.
—No seas demasiado dura con ella bichito, se merece ser feliz.
Mi abuela quiere a Kate como si fuera nieta suya. Desde que sus padres
la echaron a la calle por quedarse embarazada y no querer abortar ha sido un
miembro más de esta familia.
—No es mi intención, aunque me duele que me haya mentido.
Y es así, Kate y yo nunca nos mentimos, es una regla básica en nuestra
relación, es a la única persona que jamás le he dicho una mentira, y creía que a
ella le pasaba lo mismo, ahora tengo dudas y no me gusta sentirme así.
Veo una camioneta enorme y negra estacionar delante de mi jardín. Baja
la ventanilla y el gran jefe aparece tras ella sonriendo.
—Abuela tengo que dejarte, el gran jefe ya está aquí.
—Tener cuidado.
—Lo tendremos.
—Y dale una oportunidad al hombre, me gusta para ti.
Suspiro.
—Abuela, es mi jefe, y no solo eso, está comprometido, demasiados
problemas.
—Bichito, solo he dicho que le des una oportunidad, no que fuera fácil
hacerlo.
Sonrío.
—Tienes razón.
—Siempre la tengo —y la oigo reírse —te quiero bichito.
—Y yo a ti abu.
Cuelgo el teléfono al tiempo que Mer sale corriendo hacia el gran jefe,
este la espera con los brazos abiertos y la recoge en un abrazo mientras la
aúpa. Si no lo estuviera viendo no lo creería. Mer es una niña adorable, pero
tiene problemas de confianza con los hombres, no le gusta quererlos porque
tiene miedo de que la abandonen como hizo su padre. Al menos es lo que su
psicóloga nos contó a Kate y a mí, pero con el gran jefe es como si fuera todo
fácil y natural. Espero que no salgamos las dos heridas por una mala decisión.
—Buenos días gran jefe —le digo sonriendo mientras mi sobrina se baja
de él.
—Tía Liv ¿has visto que coche más grande? —Pregunta asombrada —¿el
gran jefe también trata de compensar sus carencias con el tamaño de su coche?
Mierda, esta niña aprende demasiado rápido, voy a tener que empezar a
medir mis palabras a su alrededor. Miro al gran jefe que me observa con la
ceja en alto y una sonrisa asomándose en sus labios.
—No te sé decir Mer —le contesto porque es así, espero que el gran jefe
no se ofenda, pero no miento a mi sobrina, nunca.
—Puedo asegurarte que no trato de compensar nada pequeña —contesta
pero me mira a mí.
—Mejor —le replica mi sobrina —porque aunque no sé qué significa
creo que no es bueno por como lo dice mi tía.
Ahora ambos nos echamos a reír. No sé cómo mi hermano puede estar
perdiéndose conocer a esta adorable e increíble personita que es su hija, mi
madre estaría muy triste si lo supiera.
—Bien, entonces ¿a dónde vamos? —pregunta el gran jefe ayudando a
Mer a subir y metiéndola en una silla de coche especial para ella.
—No tenías por qué traer la silla —le digo detrás de él mientras termina
de ajustar los anclajes de seguridad.
—La seguridad es lo más importante, sobre todo cuando se trata de niños
—me contesta sin siquiera darse la vuelta.
—¡Tía Liv aquí detrás hay una tele! —grita mi sobrina entusiasmada.
—Es un iPad, y estos son los cascos bluetooth —le explica el gran jefe a
mi sobrina —si le das al menú encontraras todos los videos de series
infantiles que he podido encontrar y…
—¡Tía Liv también tiene Netflix!
El gran jefe se ríe.
—Y Netflix Kids para que puedas buscar por si me he dejado alguno.
—¡Muchas gracias!
Termina de abrocharla y cierra la puerta trasera.
—¿Nos vamos? —me pregunta con una gran sonrisa.
—No tenías por qué hacerlo, vas a ser un gran padre algún día —le digo
más seria de lo que quería sonar.
—¿Me estás proponiendo ser el padre de tus hijos o solo practicar la
forma en que se hacen? —me pregunta sonriendo aliviando el tono serio del
ambiente tras mi declaración.
—Vamos gran jefe, aún nos quedan casi cinco horas de viaje hasta
Princeton.
—¿Princeton? Esa amiga tuya debe tener una buena cabeza si está allí.
—No te imaginas cuanta.
Nos subimos al coche y programa el GPS del salpicadero para que nos
lleve hasta allí. Miro hacia atrás y veo a mi sobrina manejar el iPad como si
fuera suyo.
—Creo que a tu sobrina le gusto —dice el gran jefe sin apartar los ojos
de la carretera pero sonriendo.
—Extrañamente creo que sí.
—Gracias por lo de extrañamente, pensaba que era un buen tipo.
Me rio.
—No te hagas el ofendido, lo digo porque mi sobrina es muy sociable
pero le cuesta confiar en los hombres.
—¿No es demasiado joven para eso? —me pregunta frunciendo el ceño.
—Digamos que no le ha tocado ninguno bueno cerca.
Bueno, sí, mi padre, pero no lo tiene cerca. Prefiero callarme esa
historia, bastante pena debemos de dar ya como para agregar la historia del
padre convicto.
—Pues ya tiene a uno bueno cerca, si me dejas —y esta vez me lo dice
mirándome.
—Más que dejarte debería saber por cuanto tiempo, no creo que su
prometida sea una gran fan mía y, por extensión de mi sobrina. Además, los
dos sabemos que no duraré demasiado en el trabajo, tiendo a meterme en líos,
tengo problemas con la autoridad —le digo encogiéndome de hombros.
Ahora está mirando a la carretera pero llegamos a un semáforo en rojo.
—Olivia.
—Dime —le contesto mirando al frente.
—Mírame —me ordena.—No tengo intención de irme a ningún lado.
Y me lo dice mirándome fijamente a los ojos.
—Y no me dan miedo tus problemas con la autoridad, así que ves
acostumbrándote a estar a mí alrededor porque no voy a perderte de vista.
Me sonrojo como una niña pequeña aunque sé que no debo hacerlo. Tiene
novia, no, prometida, y aun así está en el coche con otra mujer y su sobrina
prometiendo cosas que no debería prometer.
El semáforo se pone nuevamente en verde y arranca. Van a ser una horas
muy largas me parece a mí.
—Y bien ¿Qué puedes contarme de tu amiga Kate? —pregunta cambiando
el tema radicalmente.
Dudo un instante de si contarle todo o guardarme algo pero me lo pienso
mejor y decido contar todo. Él está aquí de forma desinteresada, me ha
ayudado en todo y, lo más importante, no me avergüenza nuestra historia, así
que me dispongo a contarle una parte muy importante de mi vida.
—Kate y yo nos conocemos desde siempre. Fuimos juntas a la guardería,
la primaria y secundaria. Vivía a unas manzanas de mi casa. Pasábamos todo
el día juntas.
—Eso es admirable, conservar tantos años una amistad es difícil.
—Pasamos por nuestros baches y nuestros tirones de pelo no te creas —
él se rio —pero siempre volvemos a ser amigas.
—¿Cómo acabó estudiando en Princeton y tu cuidando de su hija? —me
pregunta directamente.
Me gusta que sea claro sobre lo que quiere saber, odio cuando la gente da
rodeos para acabar preguntando, esto demuestra que sus intenciones son
buenas.
—Si es que puedo saberlo —dice viendo que no hablo.
—Puedes. Kate y yo pasábamos todo el día juntas, casi siempre en mi
casa. La misma casa en la que vivía mi hermano. Kate estaba enamorada de él
desde primaria.
—Que tierno.
—Sí, lo sé —le sonrío recordando a Kate suspirar por él —Cuando mi
madre murió mi hermano cambió de actitud completamente. Dejó el equipo de
futbol, bajó sus notas, comenzó a ir con malas compañías… todo lo contrario a
lo que era.
—Tuvo que ser difícil para ambos ¿y tu padre? —pregunta sin mirarme.
—No estaba —esta historia prefiero no sacarla —así que mientras
llorábamos por mi madre mi hermano decidió ser el chico malo, se rebeló,
estaba enfadado con mamá por morirse, creo que aún lo está.
Miro por la ventanilla un momento, necesito un segundo para continuar,
los recuerdos dolorosos me asaltan y tengo que meterlos en el rincón de mi
memoria nuevamente antes de continuar.
—De alguna forma se convirtió en todo lo que mamá hubiera odiado. Fue
tal el cambio que casi le quitan la custodia a la abuela.
—¿Tú abuela se hizo cargo de ustedes?
—Así es, vino a vivir con nosotros dos años antes de morir mi madre
más o menos.
—Tuvo que ser muy duro ver morir a su hija.
—Mucho, pero ella solo se permitió llorar en el entierro, una vez que
acabó el sepelio nunca más la vi llorar.
—Es una mujer increíble.
—Mucho —le contesto sonriendo.
—Así que tu hermano se convirtió en un rebelde.
—Sí, se dedicó a las fiestas y las chicas, cada día una. Hasta que le tocó
el turno a Kate. Ella era una niña pero a él no le importó, se aprovechó de que
estaba enamorada —le digo cabreada.
—Parece que eso te enfada.
—No sabes cuánto. Ella venía a casa escapando de una familia que no la
quería y en vez de ayudarla le jodió la vida.
El gran jefe mira por el retrovisor para ver si Mer nos ha oído.
—Tranquilo, ella cuando se pone los cascos lo hace a mucho volumen, no
puede oírnos.
Asiente más tranquilo.
—Kate se entregó a él pensando que se acabaría enamorando de ella,
pero no lo hizo, la usó y cuando quiso la dejó, solo que ella en su inmensa
estupidez se había quedado embarazada.
—Vaya pieza era tu hermano.
—Es, todavía sigue igual.
—¿Se lo tomaron muy mal los padres de Kate?
—Sus padres eran todo postureo social. Que su hija adolescente se
embarazara de un bueno para nada era una vergüenza, así que le dieron dos
opciones, abortar o largarse de casa.
—Pobre Kate, donde debería haber encontrado comprensión solo
encontró rechazo.
—Así es. Decidió abortar porque era lo que más sentido tenía.
Adolescente sin trabajo, la iban a echar de casa, el padre de la criatura no
quería saber nada de ella o del bebé…en fin, abortar era la mejor opción, así
que pedimos cita en la clínica. Aún recuerdo ese día como si hubiese sido
ayer.
Suspiro y siento mi piel erizarse. Recuerdo el olor de la clínica, estaba
todo limpio y las enfermeras sonreían, pero cada paso que dábamos dentro de
ese lugar era como si se acabara el aire, como si se viciara.
—Sus padres nos acompañaron pero dijeron que se quedarían en la sala
así que me tocó entrar con ella —aún recuerdo como lloraba y lo sola que se
sentía —sabes, no era justo, mi madre, que era la mejor madre del mundo,
había muerto. La suya, que no servía para nada más que llevar bonitos
vestidos, estaba fuera leyendo una revista sin importarle ni la vida de su hija
ni la de su nieto o nieta.
—Es increíble que haya mujeres así —masculla entre dientes.
—Ayudé a Kate a ponerse la bata y sentarse en esa silla de tortura con las
piernas abiertas. Me cogió la mano y junté mi cabeza con la suya. Ambas
llorábamos. Entró un médico con una pireta como la del poner salsa en el pavo
de navidad y solo decía que todo iba a ir bien. Era horrible.
—¿Qué pasó entonces?
—Pues lo que ya te he dicho, tengo problemas con acatar la autoridad. Su
madre antes de entrar me advirtió que iba en serio lo de echarla de casa para
que no tratara de convencerla. Pero cuando aquel tipo se sentó frente a sus
piernas abiertas con ese aparato raro no pude aguántame y le volví a preguntar
si estaba segura.
—Y no lo estaba.
—No, no lo dijo pero sus ojos me contestaron, no quería estar allí,
ninguna de las dos queríamos.
—Soy Kenneth
Ambos hombres le miran sin saber muy bien si responder.
Me vuelvo y veo al gran jefe con su sonrisa arrogante. Claramente no le
ha gustado el tipo, a mi mucho tampoco, esa frase tan típica para ligar es
horrible, alguien debería decírselo. Aun así me ha gustado que el gran jefe se
haya puesto posesivo conmigo y sentir sus labios sobre mi piel…se me ha
erizado el cuerpo entero.
—Livie este es Brad —dice Kate señalando al tipo al que ha llamado
cielo y besado en la mejilla.
Extiendo mi mano y le doy un apretón fuerte tal y como los chicos me
enseñaron a hacer cuando iba a visitar a mi papá a la cárcel.
—Yo soy Bret —se apresura a decir el otro tipo alargando su mano.
Le doy el mismo apretón fuerte y seguro mientras noto como como
acaricia el interior de mi muñeca con su pulgar, no me gusta.
—Así que Brad y Bret —repito en voz alta mirando a Kate.
Me contengo por la mirada que me da pero vamos ¿en serio? Brad y Bret,
vaya dos nombres, son tan de aquí y yo me encuentro tan fuera de lugar... Fue
una buena elección que Kate viniera, yo no habría encajado.
—Puedes intentar no juzgarlos solo por el nombre que les dieron sus
padres hace casi treinta años —me susurra Kate.
—Vale, pero reconócelo, Brad y Bret, hasta a ti debe resultarte divertido.
Solo me falta que me digas que están en el club de piraguas o algo así.
Kate me mira.
—Lo están ¿verdad?
Ella asiente y yo me rio, son un estereotipo tan clásico que no sé cómo mi
amiga ha caído en sus manos. Bueno, aunque pensándolo mejor mi hermano es
exactamente como ellos, era, cuando iba al instituto, hasta que todo se torció.
—Yo soy América —oigo decir a mi sobrina mientras se acerca a
Kenneth que sigue sentado observándonos a todos.
—Lo sé Mer—dice Brad agachándose para estar a su altura —tu madre
me ha hablado muchísimo de ti.
—Me llamo América, Mer solo me llaman mis amigos —aclara mi
sobrina mientras trepa al regazo del gran jefe.
—¿Y nosotros no somos amigos? —pregunta Brad un poco incómodo por
la sinceridad de mi sobrina.
—No por el momento.
El gran jefe y yo no podemos ocultar una risa que se nos escapa. Kenneth
me mira y sé que está pensando que Mer es una copia en miniatura de mí y
creo que tiene razón.
—Mer, no seas grosera —le reprende su madre.
—Kate —le interrumpe Brad —América tiene razón, no somos amigos y
yo me he tomado atribuciones que no me he ganado. Espero que puedas darme
la oportunidad de conocernos y llegar a ser amigos.
Este tipo me gusta. Mi sobrina asiente aun en los brazos del gran jefe, se
siente cómoda con él y no le importa demostrarlo.
—Íbamos a ir a comer —dice Bret cambiando de tema —¿os apetece
comer todos juntos?
Kate me mira suplicante, quiere que tanto Mer como yo conozcamos a
Brad y hacerlo así es mucho más sencillo y mucho menos incomodo que una
cena en una casa sin escapatoria y con la tensión propia de la situación.
—Por mi genial, tengo muchísima hambre—dice Kate esperando que
conteste.
—Si claro, podemos comer y luego regresaremos Nueva York, son
muchas horas y no quiero que se haga de noche—aclaro para que no haya
dudas que va a ser comer e irnos.
El gran jefe asiente y nos dirigimos todos a un restaurante a las afueras
del campus. Es un italiano de una cadena de restaurantes que también hay en
Nueva York al que voy con Mer y la abuela así que es fácil saber qué
queremos comer.
La comida pasa muy tranquila. Brad nos cuenta un poco más sobre él y
descubro que es un tipo de lo más interesante. Además la forma en que mira a
Kate, no cabe duda de que la ama y ella se merece a alguien que la mire así el
resto de su vida.
Por su lado el gran jefe está siendo extrañamente encantador y no duda en
incluir a Brad en las conversaciones que tiene con Mer. Le está ayudando con
mi sobrina, él también debe notar que es un buen tío y Mer parece más
relajada cuando habla. Bret es otra historia, no deja de lanzarme indirectas
sobre el dinero que tiene, lo que ha estudiado, su trabajo o sus casas, está
colmando mi paciencia.
—Así que eres cocinera Livie —dice Bret con toda la confianza del
mundo —a mis padres les encanta la comida casera.
El gran jefe bufa una risa.
—Espero que la próxima vez que vengas podamos ir a jugar un golf al
club de campo, ellos suelen estar allí y estoy segura que les encantarías.
Podrías compartir alguna receta con mi madre, ella adora cocinar.
Hasta Brad rueda los ojos ante el comentario. Este tío ha salido a cazar
esposa y yo le vengo bien porque así su amigo y él tienen novias amigas o
simplemente quiere meterse en mis bragas y cree que con el numerito del
dinero va a conseguirlo. Bueno, descubrámoslo.
—Por supuesto Bret, estaré encantada de compartir con tu madre alguna
de mis recetas ¿prefieres que sean de comida o de licores? Es que la discoteca
donde trabajo hace unos combinados de muerte y tengo la receta de alguno de
ellos.
—¿Trabajas en una discoteca? ¿De qué tipo? —pregunta un poco
desilusionado.
—Del tipo del que nos hacen llevar poca ropa para vender muchos tragos
en los reservados.
Su cara lo dice todo, parece ser que ya no le vengo bien. Qué pena.
—Si, a veces se le ve más culo del que tapa —suelta Mer alegremente.
—Es verdad, puedo corroborarlo —confirma el gran jefe.
Bien, ahora he quedado como bailarina de Pole Dance. Ya me encargaré
de esos dos después, aunque mirándolos observo como se lanzan una sonrisa
cómplice que hace que se me pase todo mal habido y por haber.
—Bueno —digo mirando la hora y cambiando el tema tras el silencio
incomodo —nosotros deberíamos irnos.
Kate me mira triste, sé que echa de menos a Mer, y a mí. Siempre hemos
estado muy unidas. La abrazo muy fuerte para que sepa que está todo bien y
que me gusta Brad.
Veo al gran jefe estrechar las manos de los hombres justo antes de recibir
una llamada la cual atiende lo suficientemente lejos como para no saber si se
trata de negocios o placer.
—Un placer conocerte Brad —le digo dándole una sonrisa genuina
mientras que a Bret le dedico una fingida —y a ti también Bret.
El asiente y vuelve a escanearme, en serio, tiene suerte de que no lo vea a
menudo sino acabaría estampando mi puño en su cara. Veo al gran jefe volver
de su llamada privada.
—Ha sido un placer Kate, tienes una hija estupenda —dice Kenneth
estrechando su mano.
—Muchas gracias a ti por traer a mis chicas hasta aquí, y por ser como
eres con Mer, claramente le gustas y ya has visto que no se hace amigo de
nadie a la ligera.
Todos reímos recordando el momento incomodo de antes. Kenneth coge a
Mer en brazos y caminamos hasta donde tenemos el coche aparcado. Volvemos
a abrazarnos y se nos escapan algunas lágrimas a las tres, desde luego somos
tal para cual. Kate le dice algunas palabras a Mer al oído, conociéndola le
dirá lo mucho que la ama y que ya queda menos para estar juntas.
Miro el lateral del coche y recuerdo la agradable y comprometida
situación que ocurrió en la mañana con el gran jefe. Puedo sentir sus labios
sobre mi piel todavía.
—¿Recordando algo agradable? —me pregunta el gran jefe
sobresaltándome.
—Puede ser.
Él sonríe
—¿Quién te ha llamado? —pregunto en un tono que no me ha gustado
nada como ha sonado.
—¿Celosa?
—No.
—Livie —oigo a Kate llamarme mientras se acerca a donde estoy.
El gran jefe se retira y se sube al coche con Mer que ya está buscando
que dibujos quiere ver ahora.
—Muchas gracias por venir, por traerla, por entenderlo. Por todo. Te
quiero muchísimo ¿lo sabes?
—Y yo a ti. Eres mi familia y ahora que os he visto juntos sé que Brad va
a hacerte feliz. Y sino dile que le buscaré para partirle las piernas.
Kate se ríe. Yo no.
—Aun tienes que contarme que te traes con el gran jefe.
—Nada, está comprometido, sabes que no soy de esas.
—Por cómo te mira y como actúa no tengo claro que su compromiso sea
muy serio.
—Eso es lo que me preocupa.
—Ten cuidado, no quiero que te hagan daño, si es un mujeriego pasa de
él.
—Lo intento, pero hay algo que me hace volver y no sé qué es.
Kate me abraza nuevamente.
—Hagas lo que hagas sabes que tienes mi apoyo, y si te hace daño dile
que le partiré las piernas.
Es mi turno de reír, es su turno de no hacerlo.
Tras un último abrazo de oso me subo al coche, me abrocho el cinturón y
bajo la ventanilla, los despido con la mano y miro el retrovisor de la puerta
hasta que tenemos que girar y desaparecen de la imagen.
—Kate es una gran mujer —declara Kenneth rompiendo el silencio.
—Y muy sabia —le contesto recordando los consejos que acaba de
darme —aun no me has dicho quién te ha llamado ¿Dasha quizás?
Vale ha sonado como una perra celosa pero es que ahora mismo me siento
así y no me gusta. Encima él está sonriendo.
—Da igual, no hace falta que me lo digas.
—No es Dasha quien me ha llamado sino Cinthya.
Esa es nueva.
—Por cierto, esta semana vas a tener fiesta ya que como no quieres
dedicarme tus noches me voy a dedicárselas a ella.
¿Estará Dasha?
Kenneth
Tengo que reconocer que ha sido una semana bastante intensa. Mi abuela
salió del hospital el lunes, parece que todo está bien, pero su estancia en el
hospital ha generado una factura que no tenía planificada así que van a ser un
par de meses entretenidos tratando de pagarla. Brad se ha ofrecido a hacerlo
pero no estoy dispuesta a ceder en eso. Al menos Mer y la abuela se han ido
con Kate así que no tendré que preocuparme por ellas. No he vuelto a ver a
Dex pero sé que pronto nos encontraremos. Estoy posponiendo lo inevitable,
espero tener un tiempo al menos antes de que eso pase. La marca de mi cara ha
desaparecido pero aun puedo sentirla.
Llevo mandándome mensajes toda la semana con el gran jefe y creo que
me estoy pillando por él, demasiado. Su forma de tratar a Mer, su lado
protector, sus besos…podría enamorarme de él si es que ya no lo he hecho.
Sino no me explico que hago un viernes por la noche en la entrada de su
edificio para cenar con él y su prometida. Supuestamente me va a explicar
porque lo nuestro puede ser estando ellos a punto de casarse. No encuentro
una explicación lógica y eso que llevo días sin dejar de pensar en ello. Solo
espero que no me salgan con que lo de ellos es un acuerdo puramente
comercial porque me bajo de la vida.
Me dispongo a entrar pero un señor de traje me detiene, por lo visto no
todo el mundo puede entrar al edificio si no es por invitación.
—Voy a ver al gran jef…al señor Crown, del ático—le digo sonriendo y
esperando que me crea porque si tengo que llamarlo me va a dar mucha
vergüenza.
Cuando me he vestido para venir pensé en una cena en casa, informal, no
pensé en que mi apariencia daba más impresión de que venía a robar que a
visitar a alguien.
El hombre me mira de arriba abajo analizándome. Pantalón vaquero,
sandalias, camiseta de tirantes negra y pelo suelto. Nada de marca y nada
nuevo, ni siquiera de este año o del pasado.
—El señor Crown nos dijo que esperaba una invitada ¿puede decirme su
nombre para ver si está en la lista por favor?—me pregunta muy educado pero
se nota que no me cree.
—Olivia Gates.
Mira en su listado y frunce los labios.
—Adelante.
Me dice abriéndome la puerta y yo paso intimidada por la situación. Miro
el gran vestíbulo y me quedo embobada con la gran lámpara de araña dorada
que hay encima del ascensor. Increíble. Pulso la clave para subir que me dijo
el gran jefe más temprano y el aparato se pone en marcha a una velocidad
considerable. Cuando se detiene y se abre me sorprendo ya que no estamos en
el pasillo de la planta, estoy en el apartamento. Tiene un jodido ascensor que
va directo a su apartamento. Alucinante.
—Olivia —dice el gran jefe acercándose a mí y recibiéndome con un
beso en los labios.
No me lo esperaba pero me viene bien.
—Hola querida —dice Dasha por detrás del gran jefe.
Me asomo y la veo sonriendo. Vale esto empieza raro.
—Pasa por aquí —me indica el gran jefe y me lleva a un sofá blanco que
hay en lo que es el salón/recibidor de la casa. Desde allí puedo ver la cocina
totalmente abierta y a Dasha acercarse con una copa de vino para mí.
—Toma querida —me dice mientras se sienta frente a nosotros.
Miro al gran jefe porque esto es muy raro y no entiendo nada.
—Empieza a explicar porque esto es muy raro —le digo sin beber nada
de vino y dejando la copa en la mesa baja frente a nosotros.
Dasha se levanta y abre un armario para coger un posavasos. Veo que el
gran jefe asiente sonriendo. Son una pareja familiarizada con la casa. Raro.
—Vas directa, como siempre, me gusta —dice le gran jefe y le indica a
Dasha que se siente.
Ella lo hace muy elegantemente enfundada en un vestido que le hace lucir
espectacular con unos tacones que me deben llegar por las rodillas. Me
remuevo incomoda.
—Tal y como me pediste Dasha estará presente para que te quedes más
tranquila —asiento mirando a ambos —ella y yo estamos comprometidos,
pero nuestra relación es algo diferente a lo usual.
—Un poquito —dice ella haciendo el gesto con la mano.
—Vivimos en un tiempo en que el mundo domina nuestra forma de ver las
cosas y por eso nuestro tipo de relación no es algo de lo que hablemos en
público.
Lo miro imaginando cadenas, látigos y cera de vela ardiendo y no me está
gustando nada de nada.
—No te asustes —mi cara debe delatarme —somos una pareja normal
solo que tenemos una relación abierta.
Me mira buscando entendimiento pero no tengo ni puñetera idea de que
me está diciendo en estos momentos. Sonríe.
—Podemos estar con otras personas de forma consentida —me explica.
Y a mi cerebro le cuesta unos segundos asimilar la información.
—A ver si me entero —le digo frunciendo el entrecejo —podéis tener
sexo con otras personas y no pasa nada.
Asienten.
—Nada de nada. No celos, no gritos. Nada.
Ambos vuelven a asentir.
—¿Y tú estás bien con que él quiera acostarse conmigo? —le pregunto
directamente a Dasha porque yo ya no sé si esto es broma o si me estoy
perdiendo algo.
Dasha se ríe y me siento estúpida.
—Si, él ya me dijo sus intenciones. No tenemos secretos.
Vale esto es raro de cojones. Pero también lo encuentro fascinante. Una
pareja abierta. No lo hubiera adivinado en la vida. Bebo de un trago el vino y
me recuesto en el sofá para pensarlo. Asombroso. Me encantaría llamar a Kate
para contarle ahora mismo esto. Alucifliparia como yo.
—Bueno Ken, creo que me marcho, tenéis de lo que hablar—dice Dasha
levantándose del sofá —os he dejado la cena encima de la mesa, no tardéis si
no queréis que se os enfríe.
—Gracias cielo —contesta el gran jefe dándole un beso en la mejilla.
Él la acompaña hasta la puerta y yo los miro como si estuviera viendo
una película, parece real pero no puede serlo. El gran jefe va hacia la cocina
una vez la puerta del ascensor se cierra.
—¿Quieres más vino Olivia?—me pregunta alzando la botella llena aun
en sus manos.
—Si, mucho, en cantidades industriales si es posible.
Él se ríe y trae un plato de quesos, la botella y otra copa. Me sirve
primero, me la bebo de un trago nuevamente, se sirve y vuelve a llenármela.
—Por como bebes vino creo que esto te ha sorprendido.
—Eso es el eufemismo del siglo.
—¿Tan mal te parece?
—¿A mí? —Pregunto —al contrario, creo que es bastante excepcional y
me causa gran curiosidad ¿puedo preguntar?
Él se acomoda en el sofá y yo hago lo mismo, ambos de lado y
mirándonos. No dice que no así que le pregunto.
—¿Cómo se llega a tener una relación así? Quiero decir, esto se busca en
algún sitio, Google tiene un apartado especial que no conozco…No sé. Dime
El gran jefe suelta una carcajada enorme.
—No, no salimos en Google.
—Entonces ¿Cómo pasó? —Pregunto descaradamente —si alguna
pregunta es demasiado personal tu dime, de verdad que es curiosidad no
morbo.
—Puedes preguntar libremente, de hecho quiero que lo hagas.
Se acerca un poco más y nuestras piernas entran en contacto.
—Dasha y yo nos conocemos de toda la vida. Nuestros padres siempre
tuvieron negocios juntos así que tengo pocos recuerdos de mi adolescencia en
los que no salga ella.
Una punzada de celos me atraviesa pero sigo teniendo mi cara impasible
y la sonrisa pintada.
—Como era de esperar acabamos saliendo juntos. Éramos la típica
pareja que rompía y volvía cada semana.
—Que divertido.
—Fuimos juntos a la universidad y nuestra relación siguió siendo la
misma solo que empezamos a incluir la infidelidad en nuestra rutina. Siempre
había una tercera persona, ya sea por su lado o por el mío.
Asiento y me quito las sandalias, subo mis piernas y me acomodo para
seguir escuchándolo hablar. Tomo otra copa de vino y parece que el mundo es
un poquito mejor.
—Llegó un momento en que era hasta cómico. Salíamos juntos, nos
divertíamos, ella se acostaba con otro, rompíamos, nos volvíamos a ver, nos
volvíamos a juntar, volvíamos a divertirnos, yo me acostaba con otra,
volvíamos a romper y vuelta a empezar.
—Teníais mucho tiempo libre —le digo y me sonríe.
—Puede ser. La cosa es que no sé cómo acabamos hablando de lo que
ocurría. Que no entendíamos si nos queríamos como es que buscábamos a
otras personas. Y nos dimos cuenta que no buscábamos enamorarnos de otros,
solo era el sexo que nos daban.
—¿No teníais buen sexo entre vosotros?—pregunto porque no se me
ocurre para que buscar fuera lo que ya tienes en casa.
—Sí es bueno, sigue siéndolo, pero en la variedad está el gusto ¿no? —
pregunta bebiendo su vino y sirviéndome otra copa.
—Si tú lo dices.
—Acordamos poder tener sexo fuera de la relación siempre y cuando
fuera eso, solo sexo, y siempre diciéndoselo al otro. Si no mientes no hay
engaño.
—Curiosa forma de ver la vida.
—Desde entonces hacemos esto y funciona, tanto que vamos a casarnos.
Me tomo la que creo que es mi cuarta copa de vino pensando en lo que
me acaba de contar y asimilando la historia.
—¿Sois felices así?
—Sí.
—¿Podéis vivir sabiendo que tú has tocado a otras o que a ella la han
tocado otros? —pregunto directamente porque lo veo algo tan increíble que
necesito corroborarlo.
—Sí Olivia, no somos bichos raros, si lo piensas eso tiene más sentido
que ser monógamos.
—Explícame eso porque tiene pinta de ser interesante.
Vuelve a reírse.
—En una relación tarde o temprano se acaba la chispa del primer día.
Entonces buscas esa pasión física en otra parte y acabas perdiendo a la
persona que amas, o renuncias a la pasión a cambio de estar con la persona
que quieres. De esta manera tienes todo.
Me muerdo el labio pensado. Su teoría tiene lógica.
—¿Qué piensas? —me pregunta realmente interesado.
—En que tu explicación tiene sentido.
—Sabía que pensarías lo mismo que yo.
—Pero no lo comparto —mi respuesta lo deja sorprendido —respeto
vuestra decisión, creo que es muy adulta vuestra forma de tratar las
infidelidades, pero yo vi el amor en mis padres, y no era esto.
Me levanto poniéndome las sandalias para irme. Noto el mareo del vino.
Debería haber comido algo de queso.
—Olivia.
—No gran jefe, lo entiendo, de verdad, y no os juzgo, pero no quiero esto
para mí.
—No hace mucho estabas dispuesta a pasar una noche conmigo ¿Qué ha
cambiado?
Me gustaría decirle que todo. Que lo miro y quiero saber que desayuna
cada mañana y si prefiere leer las noticias en el periódico o verlas en la
televisión. Pero estos sentimientos claramente no están correspondidos. He
malinterpretado todo. Me siento tan estúpida.
—Mira. Mis padres estuvieron juntos veinte años antes de que uno de
ellos faltara. Y cada día, cada jodido día, mi padre la besaba como si fuera la
primera vez. La miraba con adoración y buscaba tocarle el culo cuando creía
que mi hermano y yo no mirábamos. Tenían pasión, tenían amor, tenían todo. Y
yo quiero eso.
Me voy hacia el ascensor queriendo salir de allí lo antes posible pero
cuando voy a tocar el botón para llamarlo me coge la mano, me gira y me
empuja contra la pared de acero aprisionándome con su cuerpo. Apoya su
frente en la mía.
—Olivia, creo que es bonito lo que tus padres tenían aunque no creo que
exista, no lo he visto —baja su boca hasta mi cuello y comienza a besarlo
lentamente —pero lo que tenemos nosotros, la forma en que reacciona tu
cuerpo…eso no puedes negármelo Olivia. Deseas esto tanto como yo.
Trato de respirar porque con cada beso hace que se me olvide. Subo mis
manos a sus hombros involuntariamente, no quiero que se mueva ni que deje
de hacer lo que está haciendo.
—Este es mi lugar favorito para besarte —dice lamiendo mi hombro y
provocando un escalofrío por mi cuerpo —dime Olivia que no quieres esto
tanto como yo y pararé.
Echo la cabeza hacia atrás mientras el sube con sus besos por mi cuello,
la mandíbula, el lóbulo de mi oreja.
—¿Qué decides? —me susurra al oído mientras se acerca más y noto la
dureza de su entrepierna.
Quiero más, no quiero solo algo de una noche y es lo único que puede
darme, quizás más de una. Quiero salir corriendo y olvidarme, pero
seguramente pasaría el resto de mi vida preguntándome como hubiera sido
dormir con él. Soy más de pecar y arrepentirme que de arrepentirme de los
pecados que no he cometido. Bien, hagámoslo, ya lidiaré con mi estúpido
corazón luego, ahora hay otra parte de mi cuerpo que requiere atención.
—Fóllame —le susurro.
Se queda quieto, inseguro de si me ha oído bien. Me mira a pocos
milímetros de mi cara. Sonrío, me sonríe y luego se lanza contra mi boca
dándome un beso que hace que me tiemblen las piernas.
Puede que el vino tenga algo que ver en todo esto pero eso es algo que
pensaré mañana tranquilamente, ahora solo quiero dejarme llevar.
Me coge debajo del culo y me levanta, le rodeo la cintura con mis piernas
y se restriega contra mí con su dura erección provocando que suelte un
gemido. Utiliza una de sus manos para impulsarse y caminar hacia la cocina,
pasamos por ella mientras me sigue besando y llegamos a una habitación
blanca enorme. Me lanza contra la cama y me rio. Nos quitamos la ropa
completamente antes de seguir donde lo habíamos dejado. Cubre mi cuerpo
con el suyo y encaja su pene entre mis pliegues haciendo que ambos gimamos
por la excitación. Besa mi cuello nuevamente mientras me restriego contra él
arqueando mi espalda.
—No sé cómo lo haces pero jamás he estado así de excitado en mi vida
—dice separándose de mi un poco jadeando —quiero sentirte alrededor de mi
polla, estoy limpio, puedo enseñarte análisis, me los hago después de haber
tenido alguna pareja fuera de la relación ¿tu estas limpia?
Asiento.
—¿Estas en algún plan de natalidad?—pregunta mientras se mueve entre
mis piernas provocándome un placer inigualable.
Asiento.
Sus palabras se agolpan en mi cerebro pero no las registro lo
suficientemente rápido antes de notar la punta de su pene justo en mi abertura.
Mi cerebro me dice que no debería estar haciendo esto, un embarazo no es lo
peor que te puede pasar. Pero cuando empieza a deslizarse dentro de mí el
cerebro se me apaga y es mi lívido la que toma el control del mi cuerpo. Y
ella está totalmente de acuerdo con lo que está pasando.
—¡Joder! —Grita mientras se introduce totalmente dentro de mí mientras
me arqueo para darle más espacio—estas apretada.
—Ha pasado un tiempo.
Demasiado, no me acordaba lo que me gustaba el sexo.
—Voy a empezar a moverme pero no creo que aguante demasiado, aunque
no creas que esto acaba aquí, voy a follarte toda la noche y mañana por la
mañana no vas a poder levantarte, no al menos hasta que te folle dos veces
más.
Y comienza a moverse primero lento y luego aumentando el ritmo de sus
embestidas. No sé si dura mucho o poco, estoy perdida en una neblina de
placer sexual. Solo sé que cuando acaba comienza a besar mis pezones y mi
cuerpo reacciona a él, como siempre. Estoy lista para la siguiente ronda y por
lo que puedo notar, él también.
No recuerdo a qué hora nos dormimos ni las veces en la noche que me
desperté con él dentro de mí pero estoy agotada, tanto que ahora mismo
necesito ir al baño con urgencia y me veo incapaz de abrir los ojos. Estoy
boca abajo y empiezo a notar unos besos por mi espalda. Me obligo a abrir los
ojos porque necesito decirle que si no voy al baño me lo hago encima. No es
broma. Pero cuando lo hago veo al gran jefe dormido junto a mí.
Me levanto de un salto asustada porque si él está ahí ¿quién cojones está
besando mi espalda? Oigo un grito y luego un golpe en el suelo.
Dasha.
La miro desnuda sentada en el suelo tras haberla tirado y me mira como
si lo mi reacción fuera un acto de locura.
—¿Qué ocurre? —pregunta el gran jefe a mi lado.
—No sé, pregúntale a tu prometida —joder que raro se me hace estar
teniendo esta conversación —que me ha despertado dándome besos en la
espalada.
—Dasha —le reprende el gran jefe.
Pero solo eso, su nombre. Sin gritos, ni sobresaltos, ni sorpresa.
—Querido pensaba que ella accedería —dice poniéndose de pie desnuda
en toda su gloria —por cómo me hablaste de Olivia pensaba que sería como
Brenda.
—No Dasha, no hemos hablado de eso, no hemos tenido tiempo no sé si
me entiendes.
Paso mis manos por mi cara. Joder, joder, joder. No entiendo nada.
—Olivia —el gran jefe me toca el brazo y me aparto.
—Guarda las distancias gran jefe.
—¿Qué ocurre?
—¿Qué ocurre? —Le imito mientras busco mi ropa —¿Qué ocurre me
preguntas? En serio no ves nada raro en esta situación ¿de verdad?
Todo se viene a mi mente. Mis sentimientos, nuestra conversación, su
relación. Y Brenda.
—Brenda ¿tu secretaria? —pregunto no queriendo oír la respuesta.
—Si, es una chica encantadora —contesta Dasha.
Vale me va a explotar el cerebro.
—Bien, entendido, esto no es lo mío —digo poniéndome los pantalones
sin ropa interior, no tengo ni idea de donde está —me alegro de que tengáis
una relación tan…tan…tan así, pero no lo veo, no para mí.
Me pongo la camiseta y salgo de la habitación. Directa al ascensor. Pulso
el botón.
—Olivia —oigo al gran jefe que viene tras de mí.
Se para a mi lado.
—¿Estas enfadada? —pregunta poniéndose unos pantalones cortos.
Mejor, me estaba despistando con esa cosa al aire mirándome.
—No. Sí. No lo sé. No contigo, has sido sincero. La cosa es conmigo.
—Quedarte, podemos hablarlo.
—No, no es una conversación que quiera tener. Sabía que esto era cosa
de una noche. Una noche en la cual he pisoteado todos mis principios sobre el
sexo seguro con desconocidos. Así que no, me voy. Sí.
—Olivia pero no quiero que sea cosa de una noche —me dice cogiendo
mi cara entre sus manos y besándome en los labios dulcemente.
Dejo que me bese unos segundos hasta que oigo a Dasha llegar hasta
nosotros. El ascensor se abre y yo me despego del gran jefe.
—Bueno, no sé qué se dice en estos momentos. Hasta luego. Nos vemos.
Enhorabuena por vuestra boda. Joder necesito callarme.
Presiono los números que no sé ni como recuerdo y marco planta baja.
Las puertas se cierran y la última imagen que veo del gran jefe es la de él con
su prometida desnuda abrazándolo por detrás. Noto una punzada que indica
que mi corazón se está rompiendo en este momento y que necesito llegar a mi
coche para llorar en privado. Respiro profundamente y sé que tengo que dejar
de verlo, el lunes presentaré mi dimisión porque esto no va a funcionar.
Entonces me doy cuenta de que no lo voy a volver a ver, y lo sé porque yo no
soy Ana y él no es Christian.
Bien, acabemos con esto
Kenneth
Sus palabras hacen que me hierva la sangre. La miro, de pie frente a mí, y
lo único en lo que pienso es en follármela contra la pared hasta que entienda
que ese cuerpo es mío. Que ella es mía.
Este grado de posesividad me toma por sorpresa, jamás lo había sentido
por nadie. Ni siquiera por Dasha. Imaginar a Olivia gemir en el oído de otro
hombre como lo hizo en el mío me hace ver todo rojo y despertar mis instintos
asesinos.
—Olivia —le reprendo porque sus palabras no me han gustado.
—Gran jefe —contesta ella mientras cierra el sofá cama y se sienta en él
tranquilamente.
Lleva unos pantalones viejos y una camiseta que le va enorme, pero aun
así mi polla ya está luchando por salir a saludarla. No sé qué mierda pasa con
ella.
—Bueno —dice pasando una pierna debajo de la otra —dime donde
tengo que firmar.
Me siento a su lado y la miro. Ella me devuelve la mirada fría y dura.
Parece que me va a aplicar la ley del hielo.
—Entonces ¿va a ser así a partir de ahora? —le pregunto girando mi
cuerpo y apoyando mi costado contra el respaldo del sofá.
—Así ¿Cómo?
—Como si fuéramos dos desconocidos.
Me mira y suspira.
—No gran jefe —contesta derrotada.
—¿Por qué entonces me hablas así? —pregunto mirándole a los labios,
esos labios me desconcentran.
—Mira, tú no has hecho nada ¿vale? Es conmigo misma —declara
finalmente.
—Explícate.
—No sé si tiene caso.
—Yo creo que sí. Me gustaría que fuéramos amigos
Necesito que lo seamos. Me he acostumbrado a ella, a su presencia, a su
forma de ver la vida. Me gusta tenerla alrededor. Es raro, pero no imagino no
poder hablar con ella.
—No tenemos nada en común salvo una buena noche juntos.
—En eso te equivocas, tenemos mucho en común, más de lo que crees —
le digo un poco cabreado —y no fue una noche buena juntos, fue una jodida
noche épica juntos.
Me sonríe y se acelera mi corazón. Empiezo a pensar que Devin no va
mal encaminado en pensar que Olivia, para mi, es especial.
—Entonces ¿vas a explicarte? —Pregunto nuevamente —primero tú me
explicas y luego yo te cuento en todo lo que nos parecemos.
La veo dudar pero finalmente noto que cede, se acomoda y toma una larga
respiración, coloca su pelo sobre su hombro dejando al descubierto parte de
su cuello y siento ganas de besarlo. Es mi zona favorita de su cuerpo para
besar.
—La cosa es que me gustas —dice sin previo aviso y noto que mi
corazón se acelera nuevamente —mucho, demasiado. Pero no tenemos la
misma forma de ver las cosas.
Voy a interrumpirla pero sigue así que me callo.
—Si solo fuera algo físico no tendría ningún problema en pasar más
noches épicas contigo pero me gustas de una manera que me asusta.
—¿Cómo es eso? —pregunto desconcertado.
—Me gustas de una forma en la que haces que pierda la cabeza. Tanto
que soy capaz de tener relaciones contigo sin ningún tipo de protección y aun
sabiendo la cantidad de mujeres que han pasado por tu cama.
—Olivia, lo que te dije era cierto. Estoy limpio, tengo análisis que lo
demuestran, puedes estar tranquila al respecto.
—No me preocupa que me mientas, me preocupa que me dé igual que lo
hagas porque en ese momento lo único que deseaba era sentirte dentro de mí
sin ningún tipo de barrera.
Jo.De.Me.Sus palabras me pillan por sorpresa.
—Quiero besarte —le declaro acercándome a ella.
—Y yo quiero que lo hagas, pero no sé si es buena idea.
Me acerco un poco más y cojo su cara en mi mano, paso el pulgar por su
labio inferior.
—A mí me parece una gran idea en este momento —le susurro
acercándome lentamente a su boca.
No deja de mirarme y sé que quiere decir que no pero también sé que
desea esto tanto como yo. Cuando sus labios y los míos entran en contacto
siento que el mundo a nuestro alrededor se para. Comienzo a besarla
lentamente, disfrutando de cada segundo, mordiendo su labio, jugando con su
lengua. No quiero aumentar la velocidad, esta es deliciosa, no es un beso de
necesidad, es un beso que demuestra lo que ambos estamos sintiendo y es
simplemente perfecto.
No sé el tiempo que estamos besándonos en el sofá pero de pronto ella se
aparta. Está preciosa después de una sesión de besos. Me mira con la
respiración agitada.
—A esto me refería, no podemos ser amigos, no puedo permitirme un
corazón roto en estos momentos.
Y sus palabras me asustan. No quiero perderla, no sé cómo hacer para
que ella permanezca cerca porque no sé si quiero dejar a Dasha. Todo esto es
muy confuso para mí.
—Iré a hacer un café —digo levantándome y yendo hacia la cocina como
si fuera mi casa —ahora te toca escucharme.
Abro varias puertas de armario hasta que doy con lo que necesito. Ella
sigue en el mismo sitio mirándome. Noto que tiene todo vacío, como si no
viviera ahí o como si se fuera a ir.
—¿Vas a irte a algún lado? —le pregunto mientras espero que el café esté
listo.
—No —contesta extrañada por la pregunta.
El café se termina de hacer en un incómodo silencio, lo sirvo y me lo
bebo de un trago quemándome la garganta. Le ofrezco una taza pero no quiere.
Recojo todo y corroboro que los armarios están prácticamente vacíos y la
nevera también. No sé si me está mintiendo. Vuelvo al sofá y me siento al otro
extremo, le doy su espacio.
—Ahora te toca escucharme —le digo mientras muerde un mechon de su
pelo nerviosa.
—No sé gran jefe…
—Olivia, mi turno.
Me mira y asiente lentamente.
—Está claro que entre nosotros hay algo pero ninguno de los dos
sabemos cómo lidiar con ello. Seamos adultos, veamos a donde lleva.
—Se te olvida que vas a casarte. No voy a ver dónde lleva para que
acabes dejándome destrozada mientras tu estas de luna de miel.
—Bien pensado.
Ella alza las cejas.
—Entonces seamos amigos. No te quiero perder Olivia.
—Ni yo, mi sobrina te adora y mi abuela también. Me gusta tenerte en mi
vida pero no sé si puedo controlar hacia dónde va todo esto, y menos si nos
besamos como nos hemos besado ahora.
Se me empieza a acelerar el pulso, la estoy perdiendo.
—Soy un bastardo.
—Tampoco diría eso, un poco idiota pero bastardo no.
Me río porque no lo ha entendido.
—Digo que mi padre y mi madre no estaban casados y él apenas
reconoció mi existencia meses antes de morir —ella me mira sorprendida —
fui criado por mi abuela materna y mi tía, si no hubiera sido por ellas no
estaría aquí ahora.
—Vaya.
—Si, cuando mi madre se quedó embarazada mi padre no quiso saber
nada. Fue un escándalo para la alta sociedad de Nueva York y tanto mi padre
como mis abuelos paternos querían que mi madre se deshiciera de mí. Pero mi
tía y mi abuela la convencieron de no hacerlo.
—No lo sabía.
—Es historia antigua. Me recuerdas a ellas, lo que tú has hecho por Mer
lo hicieron por mí, por eso te quiero en mi vida.
—¿Por qué fui tan idiota de pensar que dos adolescentes y una mujer de
avanzada edad podrían criar a una niña?
Me rio.
—No Olivia, porque fuiste tan valiente y desinteresada como para que
hipotecaras tu vida con tal de ver feliz a los demás. Eres del tipo de persona
que quieres tener cerca.
Se sonroja y me gusta ver eso de ella.
—No lo sé —dice dudando —aunque parezca que hemos tenido la misma
vida creo que me costaría que fuéramos amigos.
—Olivia —digo levantándome —no voy a aceptar un no, esa es la
verdad, te voy a insistir hasta que te convenzas de que vas a permanecer cerca.
Saco el sobre de la compañía y se lo dejo en la barra de la cocina.
—Te voy a dejar unos días para que lo pienses, mejor dicho para que lo
asumas.
Me mira frunciendo el ceño. No voy a darle opción, voy a ser
implacable. Necesito lidiar con cosas que pasan dentro de mi cabeza ahora
mismo pero el único punto que tengo claro es que ella va a seguir estando
cerca. No acepto que sea de otra manera.
—¿Dónde tengo que firmar? —pregunta ella abriendo el sobre.
—Realmente en ningún sitio, pero necesitaba que me abrieras.
Levanta la cabeza, me mira y se ríe. Ese sonido es uno de mis favoritos.
—Recuérdalo Olivia, no tienes opción sobre esto —le digo señalando
entre ella y yo —lo de ser amigos está pasando.
La miro una última vez más y me voy antes de que vea el dinero extra del
sobre y quiera devolvérmelo o alguna mierda de esas. Bajo por el ascensor y
nada más salir oigo mi móvil sonar. Miro y es Olivia.
—Hola amiga ¿necesitas algo?
—Si, saber porque estoy cobrando dos meses de indemnización.
—Porque quiero y porque puedo.
—Que sepas que me lo voy a quedar, nunca le digo que no al dinero fácil.
Lo dice y me rio mientras cojo un taxi.
—Te lo has ganado.
—No me lo he ganado y lo sabes, pero es tu dinero y si quieres regalarlo
no soy quien para impedírtelo.
Y me cuelga. Me encanta su espontaneidad. No me ha hecho el numerito
del orgullo ni lanzado mierda por esto. Vibra el teléfono por la entrada de un
mensaje.
Gracias
Estamos a miércoles y aun no dejo de pensar en el beso del gran jefe del
viernes. Soy una idiota por no mandarlo a la mierda y darle la oportunidad de
joderme la cabeza pero hay algo en cómo me mira, en cuándo me besa, no sé,
me hace creer en sus palabras. Lo dicho. Soy una idiota. Tanto que aunque el
gran jefe crea lo contrario, no he podido volver a ponerme el vestido con el
que lo conocí. Por eso está tirado en mi piso, lo tengo castigado por traerme
recuerdos.
Al menos Kate lo puso en su lugar, casi muero de vergüenza cuando me
contó sobre su llamada pero me siento muy orgullosa y feliz de tener a alguien
que me quiere en ese grado. Hoy viene con Brad, vamos a cenar juntos. He
pedido fiesta en el Sandor y en el restaurante. Aunque el dinero que me dio
como indemnización el gran jefe ha ayudado aun no me llega para pagar todo
lo del hospital de la abuela. Tener dos trabajos me está llevando al límite de la
extenuación, al menos eso dice el reflejo de mi cara en el espejo. He intentado
lucir como una persona pero lo más que he podido hacer es maquillarme lo
suficiente como para que no me pregunten porque me disfrazo de fantasma si
aún no es Halloween.
Oigo risas en el pasillo y sé que es Kate, la reconozco a través de la
puerta. Me acerco para darles un susto cuando estén frente a la puerta pero al
echar un vistazo por la mirilla y verlos besándose entre risas se me quitan las
ganas de todo. Tengo envidia, por supuesto, pero es de la buena. Me hace feliz
que ella lo sea pero aun así me gustaría tener a alguien así para mi sola,
alguien que no necesite buscar más porque soy todo lo que necesita. Tomo una
respiración y abro cuando tocan la puerta con una gran sonrisa.
—Hola fea —me dice abrazándome.
—Hola fea —le contesto feliz de verla, la echo muchísimo de menos,
más ahora que no están ni la abuela ni Mer.
Brad se queda parado en la puerta sin saber muy bien que hacer. Es muy
mono, su timidez es adorable.
—Ven aquí feo —le digo abriendo los brazos y haciendo que sonría
mientras me devuelve el abrazo.
Pasamos dentro y Kate mira alrededor. Soy un desastre, lo sé, pero la
verdad es que no me importa demasiado.
—Podrías haber recogido esto un poco ya que tienes visita —dice
recogiendo el vestido al lado del sofá.
—Deja ese vestido ahí, lo tengo castigado —le digo mirándola y
sonriendo.
Mira el vestido y me mira a mí, me conoce lo suficiente.
—¿Es el que llevaste esa noche? —Me pregunta y yo asiento, lo suelta y
apunta con el dedo —vestido malo.
Brad nos mira sin entender nada pero con una sonrisa en la cara, se está
divirtiendo viéndonos hablarle a un vestido.
—¿Ya estás preparada? —me pregunta mirando mi pijama y mis
calcetines de topos.
—No me tientes, podría ir a cenar así y lo sabes.
Brad suelta una carcajada.
—No te rías cariño —le dice Kate volviéndose hacia él —no era una
broma, ya lo hizo. Qué vergüenza ajena pasé.
Brad aun suelta una carcajada más grande. Me gusta ese chico. Me meto
al baño para cambiarme. Decido usar un vestido negro de cocktail sencillo,
liso, con encaje en la parte superior y cuello mao con unos tacones
kilométricos.
—¿Aun tienes ese vestido? —pregunta Kate mientras salgo poniéndome
los pendientes.
—Estas preciosa —dice Brad.
—Veo que tienes buen gusto —le sonrío —es lo más nuevo que tengo,
solo es de hace tres temporadas.
Kate me mira y sé que no está criticando mi vestuario sino que se da
cuenta de que no he podido comprar nada más debido a los gastos de la
universidad entre otras cosas.
—Oye —le digo al ver su cara triste —con un cuerpo como el nuestro no
hace falta ropa de marca, nosotras hacemos que luzcan hasta los delantales que
regalan con la pasta.
Ella se ríe y asiente. Esto es un plan. Tenemos un plan desde hace años y
falta poco para que todo cambie.
—De todas maneras, estás demasiado delgada ¿has estado comiendo? —
Asiento porque trago todo lo que veo cuando llego del trabajo —¿Cuántas
horas has estado trabajando?
—Doce o catorce —digo contando mentalmente entre el restaurante y el
Sandor —pero solo hasta que pague lo de la abuela. Luego bajo el ritmo.
—¿Al día? —pregunta asombrado Brad, qué mono.
—Si, pero hoy tengo fiesta para poder ir a cenar con vosotros así que
¿Dónde me vas a invitar? —Pregunto tratando de desviar el tema.
Kate se acerca a mí sacando algo de su bolso y me lo entrega.
—Me dijo la abuela que lo vendieras para pagar la factura del hospital.
Miro lo que ha dejado en mi mano y veo el anillo de bodas de mi madre,
que antes fue de mi abuela y antes de mi bisabuela. Lleva cinco generaciones
en mi familia.
—Ni loca vendo esto.
—La abuela dijo que es solo un anillo, algo material, tu eres más
importante que esto.
Me tiembla el labio a punto de llorar. Mi abuela le tiene muchísimo
cariño a ese anillo. De niña mi madre me lo dejaba y me decía que con cada
generación se cargaba de más amor. Cada mujer de la familia que lo ha
llevado se ha casado con su amor verdadero, por eso mi abuela no se lo puso
cuando se casó con mi abuelo, era su segundo matrimonio, su primer amor
murió en la guerra y ella sabía que ese había sido su amor verdadero. Y yo
quería eso, no quiero dinero, quiero contarles esa historia a mis hijos mientras
les dejo que se lo prueben.
—No, no lo quiero —digo devolviéndose a Kate —dile que antes vendo
un riñón que ese anillo.
Y lo digo muy en serio. Kate me mira y va a protestar pero no lo hace
porque sabe que es importante para mí. Ella tampoco quiere venderlo, quien
sabe, puede que sea Mer quien lo luzca en su boda alguna vez, no voy a
quitarle esa oportunidad.
—Van a ser un par de meses como mucho, confía en mi —le digo dándole
un beso en la mejilla.
—Entonces si estamos listos —dice Brad rompiendo la tensión del
momento —nos vamos a cenar. Trevor debe estar llegando.
—¿Trevor? —pregunto alzando las cejas.
—Si, es compañero de Brad, cirujano, que casualmente nos encontramos
en el avión y hemos quedado esta noche con él. No te importa ¿verdad?
—Ya, has quedado con él así casualmente —ella asiente sonriendo —y
esto no es una cita a ciegas ¿no?
—Bueno, no hay nada de malo en conocer a un buen hombre —dice Kate
sabiendo que la he cazado por completo.
—¿Cuándo me he convertido en la amiga triste que necesita que le
busquen citas? —le pregunto riéndome.
—No seas dramática, aun no te he regalado un gato.
—Bueno pero no voy a ser simpática gratuitamente, si no me gusta lo va a
notar.
—¿Eso se supone que es algo nuevo? —pregunta sonriendo Kate.
Nos reímos todos y salimos de mi apartamento rumbo al restaurante. Por
lo visto el tal Trevor va a estar aquí unas semanas debido a una ponencia que
tiene que dar y vamos a cenar en el restaurante del hotel. Si no fuera porque
estaba sentada en el taxi cuando dijeron el nombre del hotel me hubiera caído
de culo. Es el hotel más caro de la ciudad y el cocinero del restaurante es
como el Rafa Nadal de las cocinas, lo gana todo, imparable.
Llegamos y un hombre nos abre la puerta vestido con un uniforme más
elegante que la mayoría de la ropa que tengo. Bajamos y entramos por una
puerta junto al hotel con una alfombra roja. La recepción del restaurante es
espectacular. Tiene una lámpara de araña y una decoración impecable. Es
elegante. Es increíble.
Miran el nombre de la reserva y nos avisan de que Trevor nos espera en
la mesa. Un hombre de traje nos acompaña. Intento ver al tipo antes de llegar
pero está de espaldas.
—Trev —dice Brad cuando llegamos y él tipo se levanta para saludar.
Madre mía del amor hermoso virgen santísima de la trinidad. Pedazo de
hombre. Rubio. Alto. Ojos verdes. Piel bronceada. Sonrisa de anuncio de
dentífrico. Tengo que cerrar la boca para evitar parecer idiota.
—Se me acaban de caer las bragas —le digo a Kate por lo bajo.
Ella se ríe.
—Lo sé, a mi también, pero no se lo digas a Brad —me contesta y nos
reímos.
—A mi media naranja ya la conoces —dice Brad.
—Encantada de volver a verte Trevor.
—Y esta es su mejor amiga Livie.
Me coge la mano y la besa como todo un caballero.
—Encantado —dice contra mi piel y podría saltarme la cena si me
propone salir de aquí ahora mismo.
Sonrío y tomamos asiento. Me dejan entre Kate y Trevor. Nos ponen una
botella de vino que no conozco y nos sirven. Me bebo dos copas mientras
Trevor y Brad se ponen al día.
—¿Y a que te dedicas? —pregunta Trevor mientras se coloca la
servilleta en su regazo viendo que el primer plato ha llegado.
—¿Te refieres a cuando no estoy yendo a citas a ciegas? —le pregunto
para medir su reacción y porque el vino está bueno pero creo que es un
poquito fuerte.
Él se ríe.
—Sí.
Me gusta.
—Ella cuando no está siendo sarcástica es chef —contesta Kate por mí.
Me rio porque soy camarera, lo de ser chef me queda muy grande.
Aunque supongo que queda mejor eso que decir que cobro una mierda por
darle de comer a la gente o que cobro muy bien por ir medio desnuda y servir
copas.
—Vaya, me gustaría probar tu comida alguna vez —me dice sonriendo de
una forma seductora que hace que suelte una risita estúpida.
Vuelvo a beber vino y me termino la tercera copa. Este mejunje está muy
bueno.
—La verdad es que hemos venido porque tenemos algo que contarte —
dice Kate cogiéndole la mano a Brad.
—Sí, como responsable de la familia siento que tengo que pedirte
permiso para casarme con esta fabulosa mujer —dice Brad dándole un beso en
la mejilla.
Los miro estupefacta. Sabía que iban en serio pero ¿tanto?
—Enhorabuena chicos —dice Trevor levantándose y abrazando a ambos.
Yo aún sigo en mi sitio petrificada. Todo está cambiando muy rápido a mí
alrededor y no sé cómo manejarlo.
—¿Livie? —pregunta Kate mirándome de pie a mi lado.
Está feliz, lo veo en cómo se miran. Y él parece un buen tío.
—Brad —le digo poniéndome de pie frente a él —veo que la haces muy
feliz y ella se merece eso y más, así que tienes mi permiso para casarte con
ella. Pero no te equivoques, aquí donde me ves toda arreglada como una dama
si me entero de que ella llora por tu culpa iré a por ti y usaré todos mis
cuchillos de cocina sobre tu cuerpo.
Me mira serio. Abro mis brazos y cambio mi cara seria por una gran
sonrisa.
—A mis brazos, cuñado —digo y se lanza riéndose. Kate también me
abraza.
—Me habías acojonado Livie —me dice Kate al oído.
Me separo y los miro, ahora ya como pareja que va a casarse. Se miran
con complicidad. Esto, esto es lo que quiero. Esto es lo que me merezco.
—Tendemos que vernos entonces para organizarles el regalo de boda —
dice Trevor a mi lado y me recorre un escalofrío al sentir su aliento junto a mi
cara.
Asiento mirándolo por encima del hombro. Todos tomamos asiento
nuevamente mientras Kate saca el anillo que le ha regalado Brad y se lo pone.
Brindamos y ya no sé cuántas copas llevo.
—Bueno, ahora que veo que os lleváis bien puedo pedirte amiga que
hagas de guía turística con Trevor —dice Kate mirándonos con ojos de poner
nombre a nuestros bebés en cualquier momento—ya que va a estar por aquí
podrías enseñarle la ciudad.
—Amiga, lo que quiero enseñarle no es precisamente la ciudad.
Se queda petrificada. Mierda.
—¿Lo he dicho en voz alta verdad? —pregunto a Kate que me mira con
los ojos abiertos y a Brad que está aguantándose la risa.
Me giro lentamente para mirar a la cara a Trevor intentando aguantar la
risa. La verdad es que este vino está haciendo que la cena sea muy divertida.
Nuestras miradas se cruzan y yo me encojo de hombros. Me mira y no es burla
lo que veo en sus ojos. Está pensando lo mismo que yo.
—Necesito ir al baño —digo levantándome notando el calor que me ha
entrado de repente —¿por dónde se va?
—Te acompaño —dice Trevor levantándose.
Kate me mira sonriendo y yo tengo que hacer un esfuerzo por no gritar
como una adolescente.
—Gracias —le digo.
Pasamos ente las mesas, su mano en mi espalda guiándome hasta una
puerta que da a un recibidor cuadrado. A la izquierda el baño de chicos, a la
derecha el de chicas y al frente el de minusválidos. Lo miro cuándo pasa su
mano por mi espalda, mi brazo y acaba en mi mano. El contacto de nuestra piel
me ha excitado, eso y la botella de vino que me he bebido. Cuando va a soltar
mi mano se me ocurre una idea y la sujeto con fuerza. Lo miro mordiéndome el
labio y nos dirijo hacia la puerta del baño de minusválidos.
Me sonríe cuando comprende a dónde vamos. Entramos y casi no me da
tiempo a cerrar el seguro cuando Trevor me gira, me sujeta contra la puerta y
se lanza a besarme. Besa muy bien. No es el gran jefe pero no se le da nada
mal. Mueve sus manos por mi cuerpo y gimo porque quiero que continúe.
Quiero que borre de mi piel las caricias del gran jefe. Baja sus labios por mi
cuello y me retuerzo contra él cuando siento su entrepierna dura.
—Joder me pones a cien —dice volviendo a asaltar mi boca.
Sube sus manos por debajo de mi vestido hasta mi ropa interior y ruego
porque la quite y alivie un poco la presión que estoy sintiendo. Me alza en
brazos y yo enrollo mis piernas en su cintura con el vestido subido. Vuelve a
apoyarnos dando un golpe en la puerta con mi espalda. Sigue besándome hasta
que noto en mi espalda la puerta temblar porque alguien fuera está
aporreándola.
—Ocupado —grito entre risas.
Vuelven a aporrear la puerta y Trevor detiene el asalto a mi cuello.
—Continuamos luego en mi habitación —me susurra bajándome
lentamente.
Asiento sonriendo. Coloco el vestido nuevamente en su sitio y apaño mi
pelo mientras abrimos la puerta. Al otro lado unos ojos enfurecidos me miran.
—Ups —digo riéndome.
Definitivamente el vino es mejor amigo en estos momentos.
—Olivia —dice entre dientes.
—Gran jefe.
¿Os conocéis?
Kenneth
Y le doy a enviar.
Miro que tengo un par de mensajes de mi hermano. Los abro por
curiosidad, desde que me pegó no he vuelto a saber de él.
Oli tienes que dejarme el dinero
Soy tu hermano y me lo debes
Llevo como media hora en la ducha. Hemos pasado una mañana divertida
en el agua. Me sorprende la vitalidad que tiene la abuela del gran jefe, ojala
estuviera aquí mi abuela porque se llevarían genial. La echo de menos. Mucho.
Enjabono mi pelo por tercera vez y rememoro el despertar de hoy. He
notado su piel caliente contra mi mejilla, su corazón latiendo, su respiración
en mi pelo. Por un momento he despertado feliz a su lado. Luego he recordado
que él no es mío y se me ha partido el alma. Aún más cuando de manera
indiferente se ha puesto sobre mi cuerpo, a solo dos centímetros de mi cara, su
entrepierna contra mi centro, y aun así me ha dejado claro que no hay nada
entre nosotros más allá de una amistad.
No sé si es que leo mal las señales o que mi cerebro se ha fundido, pero
cuando ha tocado mi tatuaje lo he visto retroceder, el contacto de su mano con
mi piel me ha puesto erizado el cuerpo entero. Menos mal que se ha tirado a la
piscina y no lo ha visto.
Me seco el pelo y me pongo unos pantalones de chándal cómodos y una
camiseta ajustada. Nada formal, si no me va a hacer caso no voy a estar
incómoda para llamar una atención que no quiere ser llamada. Bajo al
comedor y veo a la abuela sola, no ha rastro del gran jefe.
—Siéntate querida —dice Catherine palmeando el asiento junto a ella.
Sonrío y hago lo que me pide.
—Mi garbancito ha tenido que atender unas llamadas del trabajo —me
explica —¿te apetece algún dulce?
—No gracias, la comida me ha dejado llena hasta la noche por lo menos.
Ella se ríe.
—Divina juventud. Ahora que estamos solas aprovecharé para
preguntarte.
Asiento.
—¿Qué ocurre entre mi garbancito y tú?
Vale, esta mujer es de las directas.
—Nada.
—No, en serio ¿Qué os pasa?
—No sé a qué te refieres Catherine.
—He visto como os miráis…
—Siento decirte que has visto mal. Al menos por parte del gran jefe.
—¿Y por tu parte?
Definitivamente se llevaría bien con mi abuela.
—Qué más da, él va a casarse y yo tengo pensado irme a vivir a otro
estado.
—Creo que estarías cometiendo un grave error.
—Error fue creer que había alguna posibilidad entre él y yo.
No sé porqué estoy contándole estas cosas.
—Conozco a mi garbancito y te mira de una forma que conozco
perfectamente.
Frunzo el ceño.
—Te mira como me miraba a mí su abuelo.
Siento mi corazón latir a mil por hora. No sé porque está diciéndome
esto. No entiendo de donde viene.
—Creo que te equivocas Catherine, el gran jefe me ha dejado claro que
solo le interesa ser mi amigo.
—Hazme caso, llevo más años en este mundo. Pero bueno, todo acaba en
su sitio. Así que no hay de qué preocuparse. Salgamos al jardín para que
pueda enseñarte mi invernadero.
La miro confundida. No sé a qué ha venido esta conversación y menos
ese cambio radical de la misma. La sigo fuera hasta el invernadero y pasamos
las dos siguientes horas hablando de flores. Tiene una colección
increíblemente rara y no conozco ninguna. Pero en mi cabeza aún resuenan sus
palabras. No puedo dejar de darle vueltas a la idea de que quizás él sí que
sienta algo por mí. Mi corazón se acelera con tan solo imaginarlo.
Miro mi móvil y, aunque me gustaría quedarme más rato con Catherine,
no puedo. Debo ir al Sandor y no sé si el gran jefe va a llevarme o si tengo que
tomar un taxi.
—Catherine —la interrumpo en su diatriba sobre la manera de regar
dependiendo del tipo de pétalo de la flor —tengo que irme a mi otro trabajo.
—Oh querida, no me he enterado del tiempo, deberías haberme callado
hace rato.
—Me ha encantado saber todas esas cosas sobre las flores y mañana
podemos seguir pero ahora tengo que ir a buscar al gran jefe a ver si va a
llevarme él o cojo un taxi.
—Querida no será necesario un taxi, aviso al chofer de que te lleve.
—No quiero molestar.
—No es molestia, además Kenneth está trabajando en un proyecto
importante por lo que me ha dicho que así le hacemos un favor —me contesta
guiñándome el ojo.
Me rio y asiento. Entro a la casa y voy directa a la habitación donde he
despertado esta mañana. Necesito coger mi bolsa de ropa para llevarme
algunas cosas al Sandor para asearme. Voy mirando el móvil mientras subo las
escaleras. Mi hermano nuevamente me ha escrito pero esta vez es para
amenazarme. Oigo un mensaje de voz suyo y se me eriza la piel. Está un poco
desesperado por encontrarme, por suerte no sabe dónde vivo en la ciudad y
mucho menos va a encontrarme aquí. Abro la puerta sonriendo al ver un
mensaje de Trevor deseándome buenas noches. Le contesto que también me
voy a la cama y que mañana hablamos. Es muy dulce.
—No Dasha no he venido a ver a Olivia, he venido a ver a mi abuela
hace un rato y ahora me iré. No hay nada que me retenga en esta casa —dice el
gran jefe al teléfono de espaldas a la puerta y por lo tanto a mí.
Las palabras del gran jefe taladran mi cerebro. Si tenía alguna duda
acaba de disiparse. Cierro la puerta nuevamente porque necesito tomar varias
respiraciones antes de entrar ahí y enfrentarlo. Miro hacia arriba aguantando
unas lágrimas que no pienso derramar, cuento hasta tres y entro. Esa vez el
gran jefe está frente a mí.
Señalo mi bolsa de ropa y veo que pone el silencio en el móvil para que
Dasha no pueda oírnos.
—Tu abuela me presta a su chofer para que puedas quédate trabajando —
le susurro mientras cojo todas mis cosas y las meto en la bolsa.
Ahora mismo no tengo cabeza para seleccionar que me llevo, lo cojo
todo y me doy la vuelta.
—No es necesario, en cuanto acabe la llamada de trabajo te llevo.
Me está mintiendo. No sabe que le he escuchado. No va a cambiar. Él
tiene claro lo que quiere y a quién quiere, y no es a mí.
—Te espero abajo entonces —le miento porque veo en su mirada que
está determinado a llevarme.
Asiente y salgo de la habitación. Corro hasta la entrada y veo el coche
esperándome. Me lanzo dentro con mis cosas, cierro y me acurruco. Me siento
tan estúpida que no sé ni por dónde empezar. Le indico la dirección al
conductor y salimos de allí. Miro hacia atrás esperando ver al gran jefe salir y
correr tras el coche pero luego me acuerdo de que esto es la vida real y me
siento mirando al frente.
Llegamos al Sandor con tiempo. Me deja y me avisa que me recogerá al
final de turno tal y como ha ordenado Catherine. Esa mujer es encantadora. Me
bajo y entro saludando a todos. Voy directa a cambiarme al despacho de Gina,
por suerte llevamos la misma talla y me lo deja, así no he tenido que pasa por
casa.
—Hola Gin —le digo tirando la bolsa de ropa en el sofá del despacho
mientras me voy sacando la ropa.
—Espero que vengas con ganas, tengo a dos interesados en que les sirvas
en el reservado.
—¿Los conozco?
—Creo que no, te vieron la semana pasada o algo así y se quedaron con
las ganas. Han dicho que llegaran en veinte minutos.
—Genial, dos salidos con pasta, espero que no pretendan que les haga
nada por un módico precio.
—Ya sabes que si te lo proponen solo tienes que llamar a Big Daddy y
encantado sacará la basura.
Nos reímos y termino de vestirme y maquillarme. El uniforme es un poco
más pequeño que el que llevo habitualmente pero no me molesta lucir más
piel, con suerte eso significa más dinero. Le pongo al día sobre mi nuevo
empleo como cuidadora y del matrimonio de Kate. Pasamos al menos media
hora cotorreando antes de que sea la hora y me dirija hacia mi puesto.
—¿Dónde están?
—Reservado cuatro.
—Gracias.
Salgo recogiéndome el pelo en una coleta. A pesar del aire
acondicionado allí dentro siempre hace calor, al menos para mí. Paso por
detrás del escenario y subo las escaleras directas a la zona VIP. Me paro
frente a la puerta, respiro y pinto una sonrisa en mi cara. Meto al fondo de mi
cabeza cualquier pensamiento sobre el gran jefe. Giro el pomo y entro.
—Bienvenidos al Sandor caballeros —digo con una voz lo más sensual
que puedo.
Pero lo que veo me deja de piedra. Frente a mi está Trevor. Junto a él, el
gran jefe. Miro de uno a otro porque no entiendo nada. Quiero pulsar el botón
del pánico para que Big Daddy los saque de aquí.
—¿Livie? —pregunta Trevor confundido.
—¿Qué mierda hacéis aquí? —pregunto mirando al gran jefe.
—Pensé que te gustaría al sorpresa —me contesta poniendo cara de
inocente.
—¿No ibas a irte a dormir? —me pregunta Trevor poniéndose de pie
frente a mí.
—Ya ves que no.
—No imaginaba que eras una bailarina exótica —dice con algo de asco.
Quiere decir fulana pero es demasiado educado para eso.
—No se te ocurra faltarle el respeto idiota —oigo al gran jefe decir por
detrás.
—Tu no te metas, eres quién ha provocado esto ¿tanto te jode que no
caiga rendida a tus ordenes? No tienes una polla mágica Kenneth.
Creo que es la primera vez que lo llamo por su nombre real, estoy tan
enfadada en estos momentos que no sé por dónde empezar.
—¿Te lo has follado? —Pregunta Trevor mirando del gran jefe a mí,
permanezco en silencio —no puedo creer que me planteara tener una relación
como una mujer como tú.
Su desprecio al pronunciar las palabras hace que me rompa. Demasiadas
emociones en un día. Las lágrimas se agolpan en mis ojos y ya no sé si voy a
llorar por rabia, por tristeza o por todo en general.
Sin saber cómo el gran jefe lanza un puñetazo a Trevor y lo tumba en el
suelo.
—Deberías darle las jodidas gracias al cielo por haber tenido a Olivia
una sola vez en tu vida.
Va a lanzarse contra él nuevamente cuando oímos gritos en la pista de
baile y se detiene. Me asomo a la cristalera y veo un montón de policía
pidiendo que quiten la música. Debe ser algún tipo de control.
—Tenemos que bajar —digo seria sin mirar a ninguno de ellos.
—Olivia —grita justo detrás de mí.
Me coge del hombro y me gira.
—Olivia
—No Kenneth, has cruzado el límite, no quiero volver a verte en mi vida.
Veo a Big Daddy y voy hacia él. Me acompaña abajo y no deja que ni
Trevor ni el gran jefe vayan por la zona de empleados. Bajamos y veo que
tienen a los clientes separados del personal. La música se ha detenido. Las
luces están encendidas. Las barras están vacías de personal y de clientes.
—¿Ya estáis todos aquí? —grita un agente de policía.
Gina da un rápido vistazo y asiente hacia el agente.
—Bien ¿Quién es Olivia Gates?
Mis compañeros se giran para buscarme y yo avanzo al frente a través de
ellos sin entender muy bien qué ocurre.
—Soy yo —digo frente al agente que me mira de arriba abajo.
—Olivia Gates, queda usted detenida por prostitución. Cualquier cosa
que diga podrá ser utilizada en su nombre, tiene derecho a…—y dejo de
escuchar porque no me creo lo que está ocurriendo.
Veo movimiento a mi alrededor pero sigo aturdida por las palabras del
agente y sus movimientos bruscos para ponerme las esposas. Ni siquiera me
quejo cuando las aprieta a pesar de que noto que están prácticamente cortando
mi piel. Me toma del brazo y me dirige hacia la salida bajo la atenta mirada de
mis compañeros y de los clientes. Jamás me he sentido tan humillada.
—Espero que la suelten pronto, yo quiero pagar por ella —oigo a mí
alrededor.
No miro hacia arriba porque no quiero ver a nadie. De pronto nos
paramos antes de llegar a la puerta.
—Suéltala —dice el gran jefe frente a mí.
—Señor, apártese —le ordena el policía.
—Primero suéltala —contesta con voz autoritaria.
—Si no se aparta la que va a pagar las consecuencias de sus actos es
ella.
—Hijo de la gran puta —sisea
—Kenneth por favor, no lo empeores —le suplico.
Me mira como si acabara de atropellar a un cachorrito, no tengo claro si
yo soy el cachorrito o el coche que le ha pasado por encima. Salimos a la
noche y me encojo por el frio.
—Al menos déjeme taparla —oigo al gran jefe mientas noto una chaqueta
sobre mí.
Con un movimiento de hombros la tiro al suelo.
—Esto no cambia lo que te he dicho antes Kenneth, estás fuera de mi
vida.
Y nosotros a ti fea.
Olivia
Mis padres han dicho que están encantados de que vayas y que no aceptan
que vayas en tren tu sola. Te han comprado un billete de avión para hoy a
las dos de la mañana ¿te dará tiempo?
Gracias por pagar la factura del hospital. De verdad espero que tengas una
vida feliz con Dasha. Despídeme de Catherine y dile que espero que no esté
demasiado enfadada conmigo, pero a veces las cosas no acaban en su sitio o
al menos no acaban en el sitio que queremos. Ella entenderá. Adios Kenneth.
No hay nada de qué hablar.
Kenneth
Gracias por pagar la factura del hospital. De verdad espero que tengas una
vida feliz con Dasha. Despídeme de Catherine y dile que espero que no esté
demasiado enfadada conmigo, pero a veces las cosas no acaban en su sitio o
al menos no acaban en el sitio que queremos. Ella entenderá. Adiós Kenneth.
No, no, no, no. Se está despidiendo. Miró el reloj y el mensaje es de hace
tres horas. Miro a Dasha y me enfurece que quiera manipularme de esa
manera. Se quiere demasiado y jamás atentaría contra ella misma. La conozco
lo suficiente.
Busco las llaves de mi coche, las deportivas, una camiseta y mi cartera.
Paso junto a ella ante su atónita mirada. Me sigue.
—Lo voy a hacer —amenaza cuando llego a la puerta del ascensor.
—Haz lo que quieras Dasha, pero nada va a cambiar el hecho de que amo
a Olivia.
Grita de rabia.
—Cierra cuando salgas.
Entro en el ascensor y presiono la planta -1 del parking. Corro a mi coche
y salgo disparado hacia casa de Olivia. Llego en tiempo record y seguro que
alguna multa me va a llegar pero no me importa. Dejo el coche abandonado en
la puerta y entro a su edifico subiendo por las escaleras. No tengo tiempo que
perder. Llego a su puerta y la aporreo. No hay contestación. Vuelvo a hacer lo
mismo. Nada. La tercera vez me abre un hombre mayor que no conozco. Paso
por su lado y entro.
—¿Dónde está Olivia? —pregunto mirando a mi alrededor y notando que
no hay fotos.
—Se ha ido.
—¿Dónde?—pregunto desesperado.
—No lo dijo.
Entro al baño y registro los cajones, nada. Voy al armario, nada. Entro en
la cocina, nada. Me giro y algo llama mi atención saliendo del cubo de basura.
Lo abro y veo el vestido, su vestido, nuestro vestido. Joder, se ha ido.
Marco su número pero no contesta. Salgo de allí sin despedirme mientras
marco el número de Kate, me cuelga. Vuelvo a marcarlo. Vuelve a colgarme.
Entro en el coche y tomo rumbo a su casa. Me acomodo y pongo la radio,
tengo cinco horas de viaje por delante.
Me cuesta llegar poco más de tres horas y media. Mi coche no ha bajado
del doble de velocidad permitido. Son las siete de la mañana cuando aparco
frente a la casa de Kate y Brad. Ahora me siento indeciso pero tengo que
encontrarla. Me bajo del coche sopesando la idea de esperar a que sea una
hora más decente cuando veo la puerta abrirse. La abuela de Olivia sale y se
sienta en la mecedora del porche con una manta sonriéndome. Esa mujer lo
sabe todo. Me acerco y le doy un beso en la mejilla. Me siento a su lado.
—¿Está aquí? —le pregunto impaciente.
—No.
—No me mientas por favor —le suplico.
—No lo hago Kenneth, ojala pudiera decirte que sí, pero no. Mi nieta
cree que puede llevar la carga del mundo sobre sus hombros pero no cree que
nadie pueda ayudarla con sus problemas.
—¿Y dónde está?
—No me corresponde decírtelo.
Apoyo mi cabeza en mis manos.
—La he perdido ¿verdad?
—La vida es mucho más compleja que un sí o un no.
—Me he dado cuenta demasiado tarde de que la amo. Por favor, díselo,
házselo llegar, dile que regrese y hable conmigo.
—Puedo hacer eso, pero conozco a mi nieta y no le va a importar lo que
le digas. Ahora mismo ha perdido la confianza en ti.
—¿Te lo ha dicho ella?
—Ojala. No, lo he oído tras una puerta.
—Entonces ¿Qué hago?
—Recupérala.
—Si supiera donde esta…podría decirle lo que siento por ella, sabría
que yo la quiero, que la necesito, que…
—¿Te das cuenta de que solo hablas de ti? —me interrumpe.
Me callo.
—El amor no es esto, el amor es hacer feliz a la otra persona aunque eso
no suponga la felicidad para ti.
La miro pensando en sus palabras y comprendo lo que me quiere decir.
Estaba equivocado. Esto no va de uno mismo. Tengo mucho que aprender pero
la abuela Simone me ha dado una gran idea. Sonrío.
—Creo que ya tienes claro el siguiente paso.
Asiento, me levanto y le beso en la mejilla.
—Sí, y va a ser épico.
¿Qué necesitas John?
Olivia
Piiiiiiii.
De alguna manera dejar ese mensaje me reconfortó. Tenía tanto que
decirle y no sabía si tendría tiempo de hacerlo. La miré un rato más antes de
cerrar los ojos y rezar a cualquier dios que me estuviera escuchando porque
no podían quitármela, ella era mía y les dejé claro que iba a luchar por evitar
que cualquiera de ellos me la arrebatara.
Los días siguientes son un entrar y salir de gente. Personas que tienen que
decirme solo cosas buenas de Olivia. No creo que pudiera estar más
enamorado de estar mujer. Cada día la conozco un poco más y cada noche la
llamo para contarle algo que ella no sabe. En una semana le quitan la
respiración artificial. Los moratones y la hinchazón están bajando. Poco a
poco vuelve a recuperar sus dulces facciones. Aun sin moverse cualquiera que
la mire sabe que ella siempre sonríe.
Pasan dos semanas más y parece ser que su cerebro está reaccionando
bien, ha bajado la hinchazón y todo ha salido lo mejor posible. No he salido
de aquí en tres semanas. Devin vino a traerme ropa y algunas cosas que me
envió mi abuela. Ella quería venir pero no puede viajar, la mantengo al día.
Adora a Olivia y apenas pasó tiempo con ella. Devin ha demostrado ser un
gran amigo, se está encargando de todo mientras yo estoy aquí.
La cuarta semana se me hace dura. Le han quitado la medicación que la
mantiene en coma. Ahora tiene que despertar pero no saben decir cuándo.
Hace ya tres días que no lleva el gotero y me impaciento porque no la veo
reaccionar.
—Buenos días gran jefe —dice Kate entrando a la habitación como cada
mañana.
Me giro para saludarla y veo a la abuela de Olivia frente a mí.
—Simone —la saludo dándole un beso en la mejilla.
—Hola cielo ¿Qué tal va mi chica?—pregunta acercándose a la cama.
—Ha dicho que hoy tenía que venir. Que si no la traiamos buscaría la
forma de hacerlo —explica Kate.
—Por supuesto. Es mi nieta y si hasta ahora no he venido es porque debía
cuidar a América.
—¿Dónde está?—pregunto al ver a Brad entrar.
—Con mis padres —contesta él —Le han dicho que puede ir allí a
esperar a que su tía vuelva del país al que ha ido que no tiene cobertura de
móvil ni internet y montar en pony mientras. Era la única manera de explicar
que Livie no la hubiera llamado en todo este tiempo.
Creo que es lo correcto, América adora a su tía y no hay que preocuparla
innecesariamente porque Olivia se va a recuperar. Tiene que hacerlo.
—Me han dicho que te has encargado de mi nieto —dice Simone
acariciando la mejilla de Olivia.
—Si, cuando se recuperó de la paliza que le dieron fui a verlo. Estaba
arrepentido. Aun así quería partirle cada hueso de su cuerpo y mandarlo a la
cárcel pero ella no lo hubiera permitido —le contesto mirando a Olivia.
—Me alegro de que le dieran una lección —dice Simone —aunque a
pesar de todo es mi nieto.
—Y el padre de América, no podíamos permitir que se criara con un
padre en la cárcel —continua Kate a mi lado—el gran jefe lo ha internado en
una clínica de desintoxicación de la que no saldrá hasta que esté
completamente limpio. Entonces el juicio será llevado a cabo si Olivia quiere
denunciarlo. En su mano está lo que va a pasar con Dex.
La abuela Simone nos mira agradecida. Ella cree que le ha fallado a
Olivia pero no es así, las drogas y las malas decisiones son una combinación
que no suele acabar bien. Por suerte para Dex tiene personas a su alrededor
que lo quieren.
—¿Podéis dejarnos a solas?—pregunta la abuela.
Kate, Brad y yo asentimos y nos disponemos a salir.
—Kenneth tu quédate.
Kate nos mira pero sale detrás de Brad. Cierro la puerta y me sitúo junto
a ella, al lado de Olivia y la abuela a sus pies.
—Quiero que tengas esto —me dice extendiendo la mano y entregándome
una caja —es un anillo de compromiso que lleva generaciones en mi familia.
Cojo la caja, la abro y la miro. Es un anillo increíble.
—¿Me equivoco al pensar que quieres casarte con ella?
—No, la amo como jamás creí que lo haría. Casarme con ella es la mejor
decisión que puedo tomar en mi vida y no puedo esperar a verla caminar hacia
mí en el altar. Lo único que lamento es que no haya pasado antes.
Simone me sonríe cuando noto movimiento a mi lado. Miro la cama y
Olivia está mirándome. Me quedo petrificado un momento.
—Bienvenida Olivia —le susurro dándole un beso en la frente.
No sabía cuánto había echado de menos sus ojos hasta que los he vuelto a
ver. Abre la boca pero no le salen las palabras. Cojo un vaso de agua y me
siento junto a ella para ayudarla a beber, debe tener la garganta seca. Miro a
Simone y está llorando, parada sin poder decir nada pero feliz.
—¿Qué ha pasado? —Pregunta Olivia desorientada.
—Tuviste un encuentro con tu hermano y tu acabaste en el hospital —le
explico no queriendo mentirle pero sin darle demasiados detalles.
Asiente mientras bebe más agua. No puedo evitar besar su pelo feliz de
tenerla conmigo nuevamente.
—¿Cuánto llevo aquí? —pregunta mirándome.
—Casi un mes.
Abre los ojos atónita. Para ella no ha pasado ni una hora.
—Iré a avisar a Kate y Brad, han estado aquí todo el tiempo —dice
Simone feliz.
—Abuela mejor que vaya Kenneth.
Ese nombre nuevamente.
—Gracias por haber venido pero nuestra situación no ha cambiado —me
dice dejándome sin palabras.
—Livie —la reprende Simone —él no solo ha venido…
—Simone no te preocupes—la corto.
Me levanto, le doy un beso en la frente a Olivia y otro en la mejilla a
Simone. Cojo mis cosas, las meto en la bolsa y salgo de allí.
El principio del fin.
Olivia
Una vez leí que los zapatos bonitos llevan a lugares bonitos. Espero que
estos te lleven hasta mí.
Si me prometes que vas a venir, te esperaré toda la vida.
Tu Gran Jefe.
Querida Catherine,
Siento que no hayas podido venir a la boda de Kate. Mer quería
enseñarte su pony nuevo. Su abuelo John se lo ha regalado a pesar de que su
abuela Amelia cree que es demasiado pequeña.
Referente a lo que me preguntabas en tu última carta, sí, mi hermano ya
está mejor. Fui a hablar con él a la clínica la semana pasada y está muy
arrepentido. Está aprendiendo un oficio y creo que sale con una enfermera
muy mona que no para de mirarlo, bueno y él a ella. Ahora lo veo feliz y
quiere ser un buen padre para América.
Mi padre por su parte aún no se hace a la idea de vivir lejos del que fue
su hogar junto a mi madre. Su tumba está allí, va a verla cada dos semanas
para contarle sobre nosotros. Ha hecho buenas migas con Mason, el capataz
del rancho, y el resto de chicos lo adoran. Sobre todo cuando cuenta
historias de la cárcel. Son muy divertidos.
Por mi parte ahora mismo estoy hasta arriba de trabajo, el rancho va
mejor que nunca y mi gran jefe se muda aquí conmigo la semana que viene.
Ha tardado un par de meses hasta que ha podido dejar todo arreglado pero
finalmente viviremos en el rancho junto a los padres de Brad. No sabes el
alivio que sentí cuando entendió que no podía irme a vivir a Nueva York
nuevamente. Lo ha dejado todo por mí y te prometo que lo voy a cuidar para
que no se arrepienta. Aunque para serte sincera, creo que dejar la ciudad le
ha sentado mejor que bien. Incluso está aprendiendo a montar a caballo.
Hay una última cosa que quiero decirte. Nuestras cartas deben acabar,
me encanta comunicarme así contigo pero mi abuela me ha dicho que es
momento de que vengas con nosotros al rancho. La tía Leah está
recorriendo mundo con su nuevo novio y tú estás allí sola, además, voy a
necesitar ayuda ahora que empiece la universidad. No me va a ser fácil
dirigir un rancho, estudiar una carrera y ser madre…sí Catherine, voy a
tener mi propio garbancito y lo que más me gustaría en el mundo es que
estuvieras con nosotros disfrutando de él.
Piénsalo, prometo construirte el invernadero más grande de Texas para
que traigas tus plantas.
Te queremos
Olivia y garbancito junior.
—¿Es para mi abuela? —me pregunta mi gran jefe entrando al despacho.
—Sí, la estaba poniendo al día.
—Sería mucho más fácil llamaros lo sabéis ¿verdad?
—Sí, pero se pierde la magia —él me sonríe —además, le he pedido que
venga para ayudarme.
Le digo extendiéndole la carta para que la lea. No sabe nada de mi
embarazo.
—Ojala venga y me ayude a convencerte de poner fecha para la boda.
—Creo que será para el año que viene, no tengo cuerpo para bodas ahora
mismo.
Me rio mientras él me levanta del sillón, se sienta, tira de mi a su regazo
y lee la carta. Puedo decir el segundo exacto en que lo lee. Lo vuelve a leer y
me mira. Se acerca y me besa.
—Si voy a ser padre necesito hacer un trio —me dice a dos centímetros
de mi cara.
Me quedo seria.
—Tu, yo y toda la vida…
Fin.
Agradecimientos
Muchas personas a las que darles las gracias. Compañeras como Arwen
McLane, Jess Dharma o Priscila Serrano siempre dispuestas a ayudarme con
mis dudas. A mis amigas Amanda, Ione y Ana que me han apoyado en mis
locas ideas. A mi sobrina simplemente por ser parte de mi vida, por ella
quiero que el mundo sea un poquito mejor. Y a mí marinovio por todas las
horas que he dedicado a este libro robándoselas a él y aun así me apoya. Y a
las chic@s que me leyeron mientras iba escribiéndolo, apoyándome, dándome
consejo y haciéndome sentir que esto valía la pena.
Este libro es de todos nosotros.
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Aldara es una humana simple a la que le han arrebatado a quien más amaba,
se lo llevaron sin más, ella no dudará en ir a buscarlo aunque le cueste su
libertad.
Duxlan va a convertirse en el próximo rey de Alfoz 1 y deberá elegir a las
humanas simples que se convertirán en sus fuentes de energía. Se presentan
todo tipo de mujeres, pero hay una que le ha llamado especialmente la
atención. Una que no parece estar interesado en él. Pero eso va a cambiar, y él
se encargará de ello.
Todo lo que sabe es que un "hermano" necesita que cuide a alguien de su
familia....
Soy James Diablo Morrison presidente de los Killer of Souls .No somos
un club de moteros para esconderse, hacemos ruido, mucho, pero quizás es
que tampoco ella quiera esconderse, quizás es que ese, es el problema....
"Él lo conocía todo de mí, y aun así me quería
¿Qué voy a hacer ahora que mi mejor amigo se ha ido?
¿Cómo puedo respirar sabiendo que ya no estás?"