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¿En tu mesa o en la mía?

RachelRP
Título: ¿En tu mesa o en la mía?
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electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros, así como la
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la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del código penal).
©RachelRP

Primera edición enero de 2019


Diseño de cubierta: RachelRP
©De la imagen de la cubierta: Adobe Stock
Maquetación: RachelRP

Los personajes, eventos y sucesos presentados en esta obra son ficticios.


Cualquier semejanza con personas vivas o desaparecidas es pura
coincidencia.
No te conformes solo con estar vivo.
Índice

Índice
Sinopsis
Que te jodan perra
Entonces haz lo mismo
Punto para mi
Beep Beep
Te he hecho una pregunta Olivia.
Perdón por llegar tarde
Eso aún no se si es bueno o malo.
¿Qué fotos?
No, definitivamente no es un buen momento para eso
Yo también te quiero fea.
Punto para el gran jefe.
Puede ser, tendrás que averiguarlo.
Mierda, mierda, mierda.
Soy Kenneth
Da igual, no hace falta que me lo digas.
¿Estará Dasha?
Buenas noches Olivia.
Pero la amistad es otra cosa cielo.
La cosa es conmigo.
Bien, acabemos con esto
Tampoco diría eso
Ocupado
¿Os conocéis?
Me alegro por ti
Cuando quieras amigo.
Trevor Lancanne
Suéltala
Y nosotros a ti fea.
No hay nada de qué hablar.
¿Qué necesitas John?
La miro orgulloso y enfadado.
El principio del fin.
Epilogo
Agradecimientos
Redes Sociales
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Próximamente en Amazon
Sinopsis
Olivia acaba de ser despedida porque han descubierto que sus acreditaciones son
falsas. Todo por culpa de la secretaria de su jefe al cual no ha tenido ni tiempo de conocer.
Pero no va a dejar las cosas así, y menos después de una noche de alcohol. Lo que tiene
claro es que piensa vengarse de ella.
Kenneth Crown, dueño de TransOcean, acaba de salir del hospital tras ser atendido por
sobre carga de trabajo. A sus treinta años ha conseguido lo que el resto a los cincuenta. El
primero en llegar, el ultimo en irse. Lo que menos podía imaginar es que una morena con un
diminuto vestido irrumpiera en su oficina en mitad de la noche y se la pusiera dura con tan
solo mirarla pero ¿quien es ella?
Que te jodan perra
Olivia

Miércoles por la noche y ya llevo dos gin tonic y tres rondas de chupitos.
No me puedo creer que el lunes empezara y hoy ya me han despedido.
—Entonces ¿Qué ha pasado? —pregunta Gina mientras me pone mi tercer
gin tonic.
—Todo es por culpa de esa perra de su secretaria. Verificó mi currículo y
comprobó que el título era falso. Le supliqué que no dijera nada pero la muy
perra me sonrió y me dijo que debía ser leal al señor Crown.
Aun puedo oír su voz de pito en mi cabeza.
—¿Qué tenías que hacer exactamente?
—La puta comida del señor Crown, parece ser que tiene algún tipo de
problema de salud y le controlan la comida. Vamos que no es ciencia espacial,
no creo que no tener un título no me haga apta para ese trabajo.
Y más con mi historial. Desde que tengo uso de razón he cocinado para
mi madre. He leído cientos de libros de cocina para personas con problemas
alimentarios. Puedo recitar de memoria las tablas de sal según los ingredientes
usados, los tiempos de cocción, todo. No necesito un título que diga lo que sé
hacer. Pero la perra de plástico sí.
—Incluso le dije que tenía una situación complicada Gina, le supliqué, y
nada, yo creo que incluso disfrutó. Ojala que cuando vaya a la peluquería
llueva.
Gina se rio, y yo con ella, que gran invento esto de los gin tonic. Una
hora y dos gin tonics después estoy más que lista para irme a casa. Me
despido de Gina y salgo tropezando un poco, creo que me ha sentado mal el
hielo. Me dirijo a la acera y espero a que pase un taxi, para uno enseguida. Me
subo y le doy mi dirección mientras ajusto mi diminuto vestido. Hoy estaba
totalmente de bajón así que me puse el vestido más sexi, los tacones más altos
y el maquillaje más provocador que pude. Que se joda el mundo.
Miro por la ventana la noche de Nueva York, me encanta, soy de las
afueras y la vida de esta ciudad, sea la hora que sea, me tiene cautivada. Vi
TransOcean y ordené al taxista detenerse, se me ha ocurrido que es un buen
momento para vengarme de la perra de la secretaria. Qué gran invento lo de
los gin tonic. Le pido al taxista que me espere, no tardaré más de diez
minutos.
Llego a la entrada y el de seguridad me saluda abriéndome la puerta
mientras le explico que me he dejado las llaves aquí. Mi madre siempre me ha
dicho que debes llevarte bien con todo el mundo, nunca sabes lo importante
que puede llegar a ser esa persona en tu vida. Y qué razón tenía, gracias a los
tres días de saludos, charlas cortas y algún muffin de estraperlo tengo acceso
libre para ejecutar mi venganza.
Me dirijo a los ascensores y marco el penúltimo piso donde se encuentra
el despacho del jefe supremo y por consiguiente, la mesa de su secretaria.
Todo está levemente iluminado por las luces de emergencia. Voy agarrándome
por las paredes para evitar caer de culo. Llego hasta la mesa de la perra del
infierno y suelto una risita malvada. Desconecto el cable de su teclado, pongo
quitaesmaltes en los pintauñas que guarda en el cajón y como colofón cojo
unas tijeras y recorto las hojas de su preciada planta con forma de pene. Es de
plástico lo que me facilita el trabajo. No puedo evitar reírme nuevamente.
—Que te jodan perra —digo en alto para nadie mirando mi obra de arte.
Oigo un ruido procedente del despacho del jefe supremo. Son las dos de
la mañana, no puede haber nadie. Me quedo quieta un segundo mirando y la
puerta frente a mí se abre de golpe. Un hombre en pantalones de deporte
negros, con una camiseta ajustada y una mirada verde asesina me observa con
el pomo aun en su mano.
No sé si es el alcohol, las horas que llevo despierta o mí no saber
quedarme callada, pero soy la primera en hablar.
—Dime que no eres un ladrón y que no te he pillado en mitad del delito
—le digo casi suplicando —no llevo los tacones de correr.
Me mira un segundo más antes de dejar aparecer una sonrisa perfecta en
su cara.
—No soy un ladrón y no me has pillado en mitad de un delito ¿y tú?
Buena pregunta.
—Yo trabajo aquí, bueno, trabajaba hasta esta mañana. Estaba
recogiendo mis cosas —le digo intentando aguantar la risa ebria que amenaza
con salir.
—Guardando tus cosas ¿no? —me pregunta acercándose donde yo estaba
y cogiendo una hoja en forma de pene que estaba en la mesa detrás de mi.
Me encojo de hombros. Él sonrie. Nos quedamos a unos centímetros de
distancia. Da un pequeño paso y su cuerpo me obliga a apoyar mi culo en la
mesa. Bajo mis ojos hacia el bulto que estoy notando en mi vientre. Miro hacia
arriba y veo cómo se han oscurecido sus ojos. Su sonrisa pícara hace estragos
en mi cuerpo.
Va acercando lentamente su cara a la mía mientras sube sus dedos por mi
brazo en una caricia, al llegar arriba aparta mi pelo y pasa su nariz por mi
cuello. No sé si es lo más raro o lo más erótico que me ha pasado en la vida.
O ambas cosas. Noto sus labios contra mi piel y un escalofrío recorre mi
cuerpo, tuerzo la cabeza para darle mejor acceso. Siento su lengua y me agarro
a su brazo porque no sé si mis piernas van a sujetarme. En la siguiente pasada
de su lengua le clavo mis uñas. Es un momento intenso y me estoy dejando
llevar. Gracias inventor de los gin tonics.
—¿Livy? —oigo una voz al final del pasillo, debe ser Bob, el de
seguridad.
El hombre sin nombre se separa, ambos nos miramos jadeando.
—Entra conmigo en el despacho —me dice con los ojos puestos en los
míos.
—Livy no estarás haciendo nada malo ¿no? —Pregunta mientras veo una
luz de una linterna aproximarse, y no puedo evitar soltar una risita —podría
costarme el puesto.
Y tiene razón, si alguien nos viera podría acabar mal para él y sé que
necesita el trabajo. Miro al señor desconocido y le doy una pequeña sonrisa.
—Lo siento, tengo que irme. Una lástima que ya no trabaje aquí —le digo
dándole un rápido beso en los labios —ya voy Bob.
Y salgo de allí. Si no nos hubieran interrumpido podría haber estado
bien, o quizás mi cuerpo hubiera sido encontrado mañana en un callejón.
Nunca lo sabremos.
—Nos vemos Livy —oigo al desconocido decir detrás de mí en un tono
que parece más una afirmación que una frase hecha.
Entonces haz lo mismo
Olivia

Lo peor de un miércoles de juerga es un jueves de resaca. Tengo la boca


pastosa y el pelo por toda la cara. Me levanto de la cama donde literalmente
me desmayé ayer justo después de quitarme el vestido. Miro a mi alrededor y
lo veo arrugado en el suelo en un montoncito. Ahí está. Debo reconocer que
me gusta cómo me hace sentir cuando lo llevo puesto.
Miro el reloj, las once de la mañana, una gran hora para empezar a
buscar trabajo. No sé si desayunar o tomarme una cerveza, es una hora
complicada del día. Me decanto por unos cereales directamente de la caja a
mi boca y zumo de piña. Busco mi móvil y lo conecto a la corriente, lo dejé
tirado en mi bolso junto a mi vestido así que no tiene ni una gota de batería.
Me meto a la ducha después de desmaquillarme los ojos de panda con los que
he amanecido y lavo mi pelo que huele un tanto raro.
No puedo evitar acordarme del tipo de anoche. Puedo sentir su lengua
sobre mi cuello, su erección contra mi centro. Una lástima no habernos
cruzado antes. Salgo con una toalla en el pelo y totalmente desnuda mojando el
suelo allá por donde paso. Una de las cosas que más me gusta de vivir sola es
esta, pero debo ponerme a buscar trabajo si quiero seguir manteniendo mi
apartamento de sesenta y dos metros cuadrados.
Recojo mi móvil y lo enciendo ahora que ya tiene algo de carga. Quito la
toalla de mi pelo y lo seco un poco con ella antes de ver si hay algún mensaje
o llamada. Miro la pantalla y veo que hay como diecisiete llamadas perdidas,
dos mensajes en el buzón de voz y varios mensajes. Pulso para escuchar el
primer mensaje de voz.

Señorita Gates, le llamamos del departamento de Recursos Humanos de


TransOcean. Ha debido de haber un error por nuestra parte en su despido
por lo que ruego nos llame para reincorporarla de nuevo lo antes posible

No entiendo nada, no sé de qué error hablan. Sí, mentí en mi curriculum y


me pillaron. Deben haberse equivocado. Pulso el segundo mensaje de voz.

Señorita Gates, le llamamos nuevamente del departamento de Recursos


Humanos de TransOcean. Ha debido de haber un error por nuestra parte en
su despido por lo que ruego nos llame para reincorporarla de nuevo lo antes
posible

Vale dos veces no puede ser un error, o si, pero quizás un error a mi
favor, ya es hora de que el jodido karma me dé una tregua. Marco el teléfono
de la empresa y espero.
—TrasnOcean buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?
—Buenos días, tengo un mensaje, bueno en realidad dos mensajes de voz
de recursos humanos ¿puede pasarme con ellos?
—Dígame su nombre por favor —me pide la chica muy amable.
—Olivia Gates.
—Señorita Gates —dice al instante —estábamos esperando su llamada.
Ahora mismo le paso.
Joder, sí que soy buena en mi trabajo como para que la recepcionista
recuerde mi nombre. Un hurra por mí. Ni dos tonos después me contestan.
—Señorita Gates, lamentamos que fuera despedida por error
administrativo, por favor si es tan amable de venir a las oficinas hoy le
pagaremos el día completo y podrá reincorporarse mañana.
Me quedo callada porque no sé qué decir. Esto debe ser una broma. Todo
cuadra. Estoy en pelotas al teléfono y me están devolviendo un trabajo que no
pedí que me devolvieran y que perdí por méritos propios.
—¿Señorita Gates?
—Si perdón.
—Entonces ¿la espero en mi oficina en más o menos una hora?
—Sí, sí, allí estaré.
—Un saludo.
Y cuelga. Vale, esto es muy, pero que muy raro. Miro el reloj y si quiero
llegar en una hora tengo que salir ya. La ciudad se pone hasta la bandera a
estas horas. Cojo unos pantalones vaqueros, unas deportivas blancas, una
camiseta que deja al descubierto mi hombro derecho y me pinto lo más rápido
y sencillo que puedo. Mi pelo aún está húmedo pero afortunadamente mi onda
natural es aceptable así que me lo dejo suelto para que se me seque de camino.
Cojo el bolso, lo pongo en mi hombro descubierto y salgo de casa.
Durante el trayecto pienso en las posibilidades reales de que esto esté
pasando de verdad y no se me ocurre ninguna. Llego dos minutos antes de lo
acordado. Miro mi imagen en la puerta espejo de la entrada del edificio y
camino al interior, con paso firme. Me dirijo a la recepción.
—Buenos días, soy Olivia Gates, me están esperando en recursos
humanos.
La chica me mira y me evalúa. Creo que no nos conocemos. Aunque he
tenido un par de salidas nocturnas en las que Gina y yo hemos acabado
tirándonos de los pelos con alguna gata. Espero que ella no sea una de esas
gatas. Un segundo después me sonríe.
—El señor Crown le está esperando en su oficina.
Espera, ese nombre me suena. Ostras.
—No, debe haber un error, yo vengo a ver a una chica muy simpática, al
menos al teléfono, de recursos humanos. Me llamó esta mañana y…
—No hay ningún error, suba a la oficina, la están esperando.
Vale, puede que sí nos tiráramos de los pelos porque no está siendo nada
amable ahora mismo aunque la sonrisa en su cara demuestre lo contrario, y si
no lo hicimos puedo poner solución a eso ahora. Me giro sin decirle adiós y
voy hacia los ascensores. No puedo evitar acordarme de mi aventura de
anoche. Esto de día es muy diferente. Subo al ascensor, voy sola y me rio,
porque ahora mismo tengo que ver la cara de Brenda y solo imaginarla
lloriqueando por su planta con hojas de pene hace que no pueda reprimir una
carcajada. Me dirijo por el mismo pasillo que anoche, me cruzo con un par de
mujeres muy elegantes que me miran preguntándose como he llegado ahí arriba
sin ser detenida. Las ignoro. Llego a la mesa de Brenda y veo la planta, con
los penes recortados, oh Dios mío, creo que no se ha dado cuenta. No puede
ser, esto no va a salir bien, no puedo ponerme seria en estos momentos.
Brenda levanta la vista y me ve. Tuerce el gesto, no está contenta de
verme. Yo a ella tampoco, pero aun así la vista de esa planta impide que ponga
mi cara de perra seria.
—Espero que estés preparada para lo que el señor Crown tiene para ti.
Estoy deseando que me diga que llame a la policía por estafadora.
Mierda, no había pensado en eso. Aunque ahora que lo dice tiene sentido,
esto es una trampa. Joder, tengo que salir de aquí. Me giro para salir corriendo
pensando en si es más rápido el ascensor o las escaleras cuando oigo la puerta
detrás de mi abrirse.
—Señorita Gates, la estaba esperando —oigo decir en un tono profundo.
Me giro a mirarlo y veo al tipo de anoche, solo que ahora lleva traje,
pero por mucho que intente tapar con esa americana su cuerpo si cierro los
ojos puedo recordarlo perfectamente.
—Creo que hay algún tipo de error…
—Por favor, pase y hable conmigo.
Su voz autoritaria no me deja mucha alternativa así que camino al interior
de su despacho. Brenda me mira con una sonrisa de perra en la boca y yo me
cambio el bolso de hombro propinándole así un pequeño golpe con el mismo
en toda la cara.
—Ups —digo lo más inocente que puedo.
Ella me mira roja de la ira pero no me dice nada porque el gran jefe está
delante. Ya no tiene esa sonrisa estúpida en la cara. Punto para mí.
Paso por delante del señor Crown y me quedo de pie frente a su enorme
escritorio ¿será de los que barra los papeles de la mesa con el brazo y folle
encima de ella?
—Puede sentarse —me dice mientras él hace lo mismo delante mío.
—Gracias.
Se recuesta sobre su gran silla acolchada y me mira divertido, le hace
gracia lo tensa que estoy.
—Sé que no estuvo bien mentir en el curriculum pero es una idiotez lo
que piden para este puesto de trabajo —comienzo.
Me mira con una sonrisa torcida. Genial, acabo de decir que su empresa
pide cosas estúpidas. Va, ahora le digo que sí puedo mearme en su alfombra y
ya culmino el día.
—Olivia —comienza a decirme —¿puedo tutearte?
Con esa boca puedes hacerme lo que quieras.
—Si por supuesto que puede.
—Entonces haz lo mismo.
Asiento.
—No estás aquí por tu curriculum de fantasía sino por otro asunto.
Eso me descoloca ¿Qué otro asunto podemos tener que tratar?
—Lo que pasó anoche.
Vale, ese asunto. Pongo cara de póker, espera ¿sé poner cara de póker?
Voy a intentarlo.
—No sé qué podemos tener que hablar sobre eso. Por mi, si quieres,
nunca sucedió—probablemente se avergüence el idiota de él, ni siquiera sabía
quién era hasta hoy—Si no quiere nada más me retiro.
Dicho esto me levanto y me dispongo a marcharme. Pero antes de llegar a
la puerta noto un peso en mi espalda que me aprisiona contra esta. Aparta mi
pelo del hombro derecho que llevo al descubierto y pasa la lengua por todo mi
cuello. Noto su erección. Y yo gimo por instinto.
—Mi problema es otro, no sé si puede notarlo —me dice al oído
mientras presiona su abultada entrepierna en mi culo.
Puedo notarlo y mucho. Joder, creo que me voy a follar a un millonario en
su despacho.
Punto para mi
Olivia

El gran jefe me tiene atrapada contra la puerta y en lo único que puedo


pensar es en lo mucho que me sobra la ropa en este momento.
—Olivia —dice contra mi piel y noto como se eriza bajo su aliento —
¿solucionamos nuestro asunto?
Y estoy a punto de decirle que sí cuando el interfono de la secretaria
suena y se oye la voz de Brenda en el aparato.
—Señor Crown, la señorita Dasha está subiendo.
Él se queda quieto y noto que algo no está bien. Me giro porque él me
deja y nos quedamos cara a cara a tan solo un par de centímetros. Frunzo el
ceño mientras él sigue mirándome con la respiración agitada. No puedo ver
qué pasa pero sé que algo pasa.
Vuelve a oírse el interfono y nuevamente la voz de Brenda.
—Señor Crown, su prometida está aquí ¿la hago pasar?
—Así que su prometida está al otro lado de la puerta mientras me mete
mano. Muy mal señor Crown—susurro porque no sé si Brenda puede oírnos al
otro lado.
Él sigue callado y yo lo miro con una sonrisa divertida, lo he cazado y
creo que quiere sentirse avergonzado pero no va a hacerlo, es de ese tipo de
hombres.
Lo veo retirarse y dirigirse hacia su mesa, se ajusta el pantalón, su
entrepierna más exactamente, y toma asiento. Con su mano me invita a que
haga lo mismo. Aún no ha dicho nada.
—Hágala pasar —responde el señor Crown al interfono pulsando un
botón.
Un segundo después una espectacular pelirroja aparece por la puerta con
unos tacones que yo creo que me llegarían a las rodillas si me pusiera a su
lado, una falda de lápiz de una talla menos o dos y una blusa abierta, muy
abierta, mostrando unos plásticos recubiertos de lo que el resto de mujeres
llamamos pechos.
—Ken, cielo, no sabía que estabas ocupado —dice acercándose a él
mientras se contonea como si estuviera en la Fashion Week.
—Querida, estaba con la señorita Gates tratando un asunto laboral —le
contesta poniendo su mejilla para que ella la bese.
Levanto mis cejas divertida puesto que ya no soy Olivia, ahora soy la
señorita Gates. Bien señor que no sabe tener su boca quieta ¿quieres jugar?
Juguemos.
—Encantada —digo levantándome y estrechando su delgada y suave
mano —estaba con el señor Crown ultimando los detalles de mi contrato.
Él me mira sorprendido por un segundo pero pone su máscara impasible
antes de que ella se dé cuenta.
—¿Vas a trabajar con mi cielo? —me pregunta mientras se acerca más a
él.
—Si, bueno, señor Crown, infórmele a su preciosa prometida qué voy a
hacer en esta empresa.
Me mira sin saber qué decir y por un segundo su mirada juguetona me
hace dudar si dirá algo del tipo que voy a ser su juguete sexual, cosa que he
estado a punto de aceptar porque joder si el pequeño señor Crown no es
convincente.
—Si me permite —le digo salvándole el culo y él lo sabe —le explico
yo.
Ella nos mira no entendiendo la situación, aunque tiene pinta de ser de las
que normalmente no entienden ninguna situación, al menos fuera de la sección
de moda o de estética.
—Aquí el señor Crown, su prometido —recalco para mi deleite —me ha
contratado para ser su cocinera personal, he de decir que con unas condiciones
excepcionales ¿quiere saberlas?
Ella asiente.
—Tengo dos pagas extras en cada semestre del año, dos meses de
vacaciones pagadas y coche de empresa ¿se lo puede creer? Bueno y si
hablamos del salario uuuufffffff solo diré que es una cifra obscena ¿verdad
jefe? —le pregunto con una sonrisa en mi cara.
Lo miro y tiene una sonrisa juguetona que promete que esto no va a
quedarse así. Amigo, si pensabas que iba a ser sencillo librarse de esto
estabas equivocado. Tengo muchos pagos y muy poca vergüenza para tu mala
suerte.
—Así es, sus excelentes referencias me hicieron atraparla —contesta.
Y yo me tapo la boca porque ese juego de palabras me provoca una
carcajada. Es insolente y descarado, pero yo también.
—No me atribuya todo el mérito señor Crown, usted tenía con qué
atraparme…
Ahora es su turno para intentar contener una carcajada.
—Así que —dice la pelirroja —tú serás quien se encargue de cuidar su
alimentación ¿cierto? Necesito que me lo cuides muy bien, trabaja demasiado
y no sabe lo que es parar a divertirse.
Va, en serio, esto no puede ser, que quiere que me dé un ataque de risa
¿no? Si no supiera que ella no tiene ni idea pensaría que es algún tipo de
pareja rara que les gusta eso de ver al otro tener sexo con extraños.
—Por supuesto que se lo cuidaré muy bien, como una profesional, una de
las caras.
Nos miramos un momento intensamente, y él aparta primero la vista.
Punto para mí.
—Nene, salgo un segundo a ver si Brenda tiene una lima que mi uña ha
debido engancharse en algún sitio y mira —dice enseñando una manicura
perfecta, yo meto mis manos entre mis piernas—no vuelvo ir a ese sitio, esto
me pasa por dejar que me hagan una manicura básica de quinientos dólares.
¿Perdona? Ese dinero es lo que yo gasto en comida en dos meses. Está
claro que hay clases y clases. Vemos como Dasha sale contoneándose y deja la
puerta entreabierta.
—Así que eres mi nueva cocinera —afirma el señor Crown
incorporándose de su asiento y apoyando los brazos en su mesa.
—Parece que sí, y me vas a pagar tan bien que no sé cómo empezar a
agradecértelo.
—Se me ocurre alguna manera.
—Paso, necesito el trabajo, si quiero sexo puedo conseguirlo cuando
quiera, no eres tan guapo como para perder esta oportunidad.
Y estaba siendo una gran mentirosa porque no había visto hombre más
imponente y que me pusiera cachonda tan rápido como él. Pero era cierto lo de
que necesitaba el dinero.
—Entonces ¿qué consigo yo de contratarte?
—Una gran cocinera.
—Tienes mucho valor y poca vergüenza para hacer lo que acabas de
hacer. No sé si eso me cabrea o me divierte.
—Mírate, te divierte, no me lo niegues.
Y sonríe pícaramente asintiendo.
—Va a ser divertido trabajar contigo pero ¿no existe la posibilidad de
que pase algo entre nosotros? —me pregunta mientras su prometida está a unos
pasos de nosotros.
—No, demasiadas complicaciones, las perras con dinero son insufribles,
aunque me he quedado con las ganas de probar una cosa.
Me mira arqueando una ceja a modo de pregunta.
—Menos mal que Brenda tenía una lima —entra diciendo Dasha y
haciendo que nuestra conversación acabe.
Me levanto y pongo mi bolso en el hombro.
—Muchas gracias por el puesto y enhorabuena por su compromiso, se
lleva a una mujer preciosa —le digo tendiéndole la mano.
Él se levanta para agitar mi mano y noto como acaricia con el pulgar el
dorso de mi muñeca.
—Muchas gracias señorita Gates, la acompaño a la puerta. Dash, tienes
en la carpeta roja del escritorio el menú que enviaron del sitio francés que
querías probar.
Ella da un saltito de alegría y corre a mirar la carpeta roja. Bufo una risa
porque está claro que son tal para cual. Me acompaña a la puerta y vemos que
Brenda no está en su sitio, una lástima, quería restregarle mi gran puesto de
trabajo nuevo.
—¿Qué te has quedado con ganas de probar Olivia? —me pregunta por lo
bajo.
—Oh, vuelvo a ser Olivia.
Él me sonríe.
—Hasta mañana señor Crown.
Le digo dándome la vuelta y yéndome. Pero en el último segundo antes de
girar y perderme en el pasillo hacia el ascensor me giro, y él sigue de pie
mirándome, taladrándome con la mirada para ser exactos.
—Me ha faltado probar como se sentiría tu mesa bajo mi piel desnuda.
Sonrío y me voy dejándolo con la boca abierta de la sorpresa. Punto para
mi nuevamente.
Beep Beep
Olivia

El gran jefe es rápido gestionando su empresa, para cuando llego a


recursos humanos tengo el contrato esperándome y las llaves de un coche en la
mesa. Es uno pequeño según me dice la chica pero más que suficiente. Resulta
que también ha gestionado una plaza de garaje en el edificio, lo que me ayuda
enormemente porque no creo que pudiera pagar por una y aparcar por aquí es
imposible. Suerte que mi edificio dispone de parking gratuito.
Bajo con las llaves en la mano al sótano del edificio para ver donde está
aparcado. La chica de Recursos me ha dicho que en la plaza número trece.
Nada más salir del ascensor siento un escalofrío, no me gustan nada los
parkings, ni los pasillos de hotel con luces que titilan, ni nadar en mar abierto.
Hollywood me ha traumatizado demasiado.
Beep Beep
Oigo al presionar el botón para abrir el coche desde la puerta del
ascensor y veo a mi derecha, al final de la fila, que unas luces se encienden.
Me dirijo hacia allí como una niña la mañana de navidad y casi me caigo de
culo cuando veo un Mercedes Clase A gris oscuro allí aparcado. No sé de
coches, no es lo mío, ni sé que motor lleva ni nada, pero este coche lo
descubrí en una película y fue amor a primera vista. Me subo más que
emocionada. Huele a nuevo. No sé cuánto dinero deben de ganar para tener
estos coches disponibles para los empleados.
Me siento y sé exactamente donde quiero ir en mi primer viaje, es jueves.
Pongo rumbo a las afueras de la ciudad y conduzco por unos veinte minutos.
Desde luego que ahora entiendo lo que decían de la ingeniería alemana en la
película, este coche va solo. Tomo el desvío y veo el autobús en el que suelo
venir aquí y me sitúo detrás de él. No sé si se puede llegar de otra forma, por
el momento el trayecto del bus me sirve para guiarme. Llegamos al final del
camino y lo adelanto sabiendo que el parking de visitas está a la derecha, es
una explanada enorme y hoy está medio vacío, se nota que es jueves.
Dejo todo lo que sé que no puedo pasar en la guantera, salgo, me coloco
el bolso, cierro el coche y guardo las llaves. Hoy hace sol, el día es bonito, o
al menos yo lo veo así. Me dirijo hacia la puerta de entrada y saludo a Joe, ese
hombre siempre tiene una sonrisa en la cara a pesar de trabajar aquí. Pone
cara de sorpresa al verme, nunca vengo un jueves. Paso por la puerta principal
sin esperar fila, se nota qué día de la semana es, generalmente los domingos
me toca esperar como una hora. Paso el bolso por el primer control y Sam me
lo devuelve.
—Ya sabía que hoy hacia un día demasiado bonito como para que no
hubiera un motivo, estás preciosa pequeña —dice Sam—, iluminas este sitio.
Y no puedo evitar lanzarle un beso. Ese hombre es uno de los que hizo
que este sitio no fuera tan terrible para mí. Avanzo y veo a los chicos cachear
a un hombre mayor.
—Buenos días —digo con una sonrisa.
—Buenos días pequeña ¿sabe tu padre que vienes hoy? Lo he visto antes
y no me ha dicho nada —contesta Matt mientras le indica a una chica joven de
uniforme que me cachee.
Debe ser nueva porque creo que no la he visto nunca antes por aquí. Se
acerca y no sabe por dónde empezar. Definitivamente es nueva.
—¿Chica nueva en la oficina? —pregunto a Carl que la está observando.
—Si, a ver cuánto dura —me contesta y veo que la chica se encoje un
poco.
—A ver Savannah —le digo leyendo su placa de identificación —si vas a
trabajar aquí no puedes dudar de ti y mucho mejor dejar que ellos te
mangoneen. Si te ven débil aquí dentro estarás acabada en dos días.
La chica me mira con los ojos abiertos como un conejo delante de un
coche. No sé yo si esta chica aguantará.
—Venga, cachéame —le digo y veo que los chicos nos miran divertidos.
Savannah empieza a palparme con delicadeza. Me he acostado con tíos
que me han tocado con menos delicadeza que ella. Me rio. Está a mi espalda y
tan apenas roza mi pecho.
—No —digo cogiendo sus manos de mis caderas y poniéndolas sobre
mis pechos directamente y apretando —toca bien, tienes que notar mi
sujetador, mis costillas, incluso el encaje de mi ropa interior.
Miro a la chica y está ruborizada.
—Vamos a ver, tienes que ser consciente de que trabajas en una cárcel
estatal. Aquí hay presos más o menos peligrosos con familias y mujeres
dispuestas a hacer lo que sea para verlos fuera. Una cuchilla, una navaja, un
móvil, droga, cualquier cosa aquí dentro es peligroso.
Ella asiente.
—Venir aquí y que te soben es bastante denigrante créeme, llevo
haciendo esto desde antes de que me salieran las tetas. Pero esto es lo que hay,
venimos porque queremos y debemos acatar las normas. No solo para proteger
a las personas que tenemos aquí dentro, sino porque tú misma estas en peligro
si dejas entrar algo así dentro de la cárcel.
La chica me mira y creo que se me va a echar a llorar en cualquier
momento.
—No, no, no, nada de lágrimas joder ¿de dónde la habéis sacado? —
pregunto mirando a Matt.
—Es la sobrina de Carl —me contesta Matt. Ahora entiendo porque la
miraba así.
Sé que Carl tiene una sobrina lejana que iba a mudarse con ellos porque
se quedó sin padres hace poco y tenía un hijo pequeño del que cuidar. Debe
ser ella. Parece más una profe de guardería que una agente de seguridad de la
cárcel.
—Carl, no sé si esto va a ser lo suyo —le digo mientras siguen entrando
personas y los chicos las van cacheando.
—Lo sé pequeña pero necesita el dinero, necesitamos el dinero.
Carl también estuvo ahí para mí. Su mujer Martha me preparó mi tarta de
cumpleaños desde que se enteró de que venía a celebrarlos aquí. A nuestra
manera somos una extraña familia.
—Bien, vamos a hacer una cosa —le digo a la chica —¿Sabes servir
mesas?
Ella asiente.
—Era camarera en el Star and Stop de mi ciudad.
—Genial. Acabo de conseguir un trabajo, uno bueno, que me va a dar
algo de respiro económico así que voy a llamar a Marie y te voy a dar mi
puesto en su restaurante.
—Pequeña ¿estas realmente segura de eso? —me pregunta Carl sabiendo
que si tengo dos trabajos y buscaba un tercero es porque el día uno de cada
mes ya debo dinero.
—Sí Carl, seguiré en el bar un par de noches a la semana ya sabes que
me saco buenas propinas y en este nuevo trabajo me pagan muy bien. Así que
no debería de haber problema.
Carl me abraza, un gran abrazo de oso que seguro no es legal que me dé
puesto que deja su arma reglamentaria a mi alcance. Pero no le importa. A mi
tampoco.
—Eres un ángel —me dice antes de soltarme.
—Realmente lo hago porque quiero que Martha me prepare una de sus
tartas —le digo sonriendo.
—Cuenta con ello.
Savannah aún está mirándome desconfiada.
—Tu compórtate en el trabajo, si oigo quejarse a Marie de ti yo misma te
patearé el culo.
Y ella se lanza a darme otro abrazo. Parece ser que hoy vamos a acabar
todos sancionados a este paso. Llega un grupo grande de personas, me despido
de los chicos y entro a la sala de visitas. Hay muchas mesas vacías y veo a mi
padre sentado en la del fondo. Cuando me ve se levanta y me sonríe. Me
acerco y le doy un abrazo.
—No se permite contacto con los presos —me reprende sonriendo
Simon.
Siempre lo hace, porque siempre lo abrazo.
—¿Qué haces hoy aquí? —me pregunta mientras nos sentamos frente a
frente.
—Tenía que venir a contarte que he conseguido un trabajo nuevo, uno
muy bueno, me han dado hasta coche de empresa —le digo agitando frente a
mí las llaves.
—Oh cielo, me alegro mucho ¿Dónde?
—TransOcean.
—Suena importante.
—Lo es.
—¿Y qué vas a hacer exactamente?
—Estaré encargada de hacer la comida del gran jefe. Hace poco estuvo
ingresado y necesita una cocinera personal en la empresa.
—Suena importante ¿podrás compatibilizarlos con los otros trabajos? —
me pregunta preocupado.
—Bueno, de hecho, acabo de regalarle a la sobrina de Carl mi puesto en
el restaurante.
Mi padre me mira y se ríe.
—Solo a ti se te ocurre regalar un puesto de trabajo hija mía.
Me encojo de hombros.
—Has hecho bien, les hace falta ¿sabes? El hijo de esa chica tiene
problemas de salud y las facturas médicas…ya sabes…
Y lo sé, eso es lo que nos llevó a esta situación, pagar las facturas
médicas.
—¿Y qué tienes que hacer exactamente? —me pregunta tratando de no
pensar en lo mismo que estoy pensando yo.
—Bueno me han dicho que tengo que hacerle el almuerzo y alguna cena si
se le hace tarde. Las horas extras están muy bien pagadas. Y si quiere algo
para picar entre horas pues también.
—Parece un trabajo absorbente… no dudo que puedas hacerlo porque
cuidaste de tu madre muy bien pero ¿no te han pedido acreditaciones?
Lo miro y enseguida sabe que hay una historia detrás porque se ríe y
espera a que se la cuente. Me conoce muy bien.
—Digamos que presenté unas acreditaciones un pelín falsas…
—Cielo ¿quieres acabar aquí conmigo? —me reprende cariñosamente.
—No te preocupes, se enteraron y me despidieron, pero luego descubrí
algo del gran jefe que hizo que no tuviera más remedio que volver a
contratarme.
—Has chantajeado a un millonario ¿Cómo crees que va a acabar eso?
—Con mi culo en la calle, pero mientras eso pase voy a sacar todo el
dinero que pueda de esta situación.
—Bueno, me alegra saber que al menos lo tienes claro.
Asiento sonriéndole.
—¿Qué tal esta tu abuela? ¿Y tú hermano? ¿Y mi preciosa nieta?
—Las preguntas de una en una que luego me aturullo.
Le digo riéndome y él conmigo. Mi madre solía decirme eso cuando le
preguntaba el porqué de todo lo que había a mi alrededor. Era y soy
demasiado curiosa para mi propio bien.
—La abuela sigue como siempre. Sigue echando sal a las rosas de
nuestro vecino para que no le crezcan porque aun piensa que fue él quien
arruinó las suyas el año pasado.
Papá suelta una carcajada.
—Esa mujer tiene carácter, tu madre también lo tenía y tú lo has heredado
de ellas.
—Puede ser —sonrío —Jeremy sigue siendo un idiota. Va dando tumbos
de un trabajo a otro, pasa el día en malas compañías y es probable que lo
acaben echando de su casa y tenga que regresar a vivir con la abuela.
Mi padre me mira preocupado. Los dos sabemos que si sigue así acabará
en la celda contigua a la de mi padre o peor, en la tumba contigua a la de mi
madre.
—Y bueno, la pequeña América está cada vez más grande. Dice que este
año el día de puertas abiertas de la cárcel lo usará para convencerte de que le
compres un pony. Creo que piensa que crías de esos aquí dentro.
—¿Y cómo ha llegado a esa conclusión?
—Puede que yo haya tenido algo que ver…
Mi padre vuelve a reírse porque sabe que es él quien me ha enseñado a
ser así.
—Veremos a ver cómo hacemos para entrar aquí un pony —contesta
riéndose aún.
—Lo que me gustaría ver es como lo mete la abuela en casa.
Y ambos nos reímos felices, porque aunque él lleva doce años metido en
la cárcel estos pequeños momentos robados son los que hacen que nuestra
familia siga en pie.
—Vayan terminando —dice Simon señalando el reloj de pared.
—Bueno cielo, espero que vengas a visitarme pronto de nuevo.
—En cuanto pueda —le contesto abrazándolo mientras Simon está
dándonos la espalda.
Me despido de todos y salgó de allí con la energía renovada. Aunque es
un lugar triste siento que es como familiar. Pienso en mi familia de camino al
coche. Llevo doce años viniendo a ver a mi padre aquí, desde que tenía doce
años curiosamente. Ya han pasado diez desde que mi madre murió, y le
prometí a ella que lo cuidaría. Tuvieron una gran historia de amor, de esas que
solo lees en los libros. Quizás por eso no me conformo con cualquier hombre
que me dedique dos minutos, unas flores y una cena. No, quiero lo que ellos
tuvieron, y si no puede ser, prefiero no tener nada.
Llego al coche, me subo y lo enciendo para bajar las ventanillas.
Recupero el teléfono de la guantera y le mando un mensaje a Marie, tardará un
rato en leerlo pero sé que ayudará a Savannah igual que lo hizo conmigo. El
mundo es una mierda, pero las personas que hay en él hacen que merezca la
pena.
El tono de llamada de mi móvil me sobresalta y me saca de mis
pensamientos. Miro el número y no lo reconozco. Descuelgo y pongo el
aparato en mi oído.
—¿Si?
—Olivia, no me gusta que mis empleados vayan a cárceles estatales con
sus coches de empresa —oigo al otro lado de la línea y lo reconozco, el gran
jefe.
—Señor Crown.
—Kenneth —me corta.
—Señor Crown —se ríe—no me dieron el listado de lugares restringidos
con las llaves del coche, así que no lo sabía.
—El desconocimiento de la ley no la exime de cumplirla, Olivia.
Oír mi nombre entre sus labios hace que me estremezca.
—Está en lo correcto, señor Crown —recalco—pero afortunadamente
para mí, lo suyo es una norma y no una ley, así que no aplica en este caso su
referencia legal.
La línea se queda muda y dudo si ha colgado.
—Veo que conoce el código penal, quizás por el hombre a quien visita
hoy…
—Nah, es que me gusta mucho Mentes Criminales, no me pierdo ningún
capitulo. De todas formas ¿Cómo sabe dónde me encuentro?
Desvío la conversación, no quiero decirle que mi padre está en la cárcel,
no le importa mi vida fuera del trabajo.
—Todos nuestros coches tienen localizador.
Tiene sentido, yo también los tendría vigilados.
—¿Tan importante es ese hombre para usted que es al primero que visita
nada más firmar su contrato? —me pregunta, reconozco que es insistente si
quiere algo.
—El más importante para ser exactos—le contesto en un tono seguro y
cortante.
Oigo varias respiraciones profundas.
—Olivia, deberías saber que yo no comparto.
Bufo una sonrisa.
—Suerte entonces de que no sea tuya —le contesto colgándole.
Te he hecho una pregunta Olivia.
Olivia

Desde el momento en que me despierto sé que hoy va a ser un gran día.


Comienzo en TransOcean nuevamente, la vez anterior apenas conseguí estar un
día en cocina y ni siquiera pude cocinar porque primero tenía que aprender
donde estaba todo. En fin, espero que hoy sea un día tranquilo. Oigo mi
teléfono sonar y lo quito de cargar de la mesilla de noche, es Gina.
—Al aparato la nueva chef del muchimillonario Kenneth Crown al habla
¿en qué puedo ayudarte?
Gina se ríe.
—Esta noche te toca turno, Valery se ha puesto enferma y necesito que
vengas a cubrirla.
—¿A qué hora?
—Desde primera hora, a las diez ¿puedes? Dime que sí, dime que sí,
dime que siiiiiiiiiii
Calculo que hoy al ser viernes no creo que el gran jefe quiera salir muy
tarde. Si le preparo la cena y me llevo la ropa no creo que tenga problemas en
llegar.
—Cuenta conmigo.
—Te adoro.
—Lo sé, y yo a ti.
—Nos vemos esta noche.
—Te quiero loca.
—Te quiero loca —y me cuelga.
Voy a mi armario a ver que puedo llevarme que no se arrugue para esta
noche. Afortunadamente tengo el uniforme lavado y planchado. Pliego bien los
shorts negros y el chaleco para meterlos en la mochila. Cojo una bolsa para
los tacones y mi neceser de campaña. En él guardo maquillaje, desodorante,
toallitas húmedas por si no me puedo duchar y mis tampones. Miro mi reloj y
veo que voy un pelín justa así que me pongo mis vaqueros, una camiseta de
cuello de pico y mis deportivas, cojo la mochila con la ropa y meto el móvil
,la cartera, las llaves de casa, la libreta de recetas y en mi bolsillo del culo las
llaves del coche. Salgo disparada hacia el parking. Vivo en un tercero y el
parking está cuatro plantas hacia abajo, sin ascensor, estropeado desde hace un
año, viva mi vida. Vuelo escaleras abajo y entro al parking sin mirar
chocándome con Willy, el de mantenimiento.
—Lo siento —me disculpo pero no hablo más con él, para ser sincera me
da un poco de repelús.
Es de esos tíos que te observa en silencio mientras friega, con una mirada
siniestra. Si mi vida fuera una película sería el que nos asesinaría a todos sin
ninguna duda. Quizás esa sea una de las razones de porque el apartamento
estaba tan bien de precio, si tuviera dinero no viviría aquí ni loca. Pero como
no lo tengo llevo spray pimienta en el bolso.
Vuelo dentro de mi coche hasta el trabajo y lanzo mi mochila dentro del
casillero que me han asignado. Cojo el móvil y la libreta de recetas y cierro la
taquilla. Me explicaron que los vestuarios son mixtos cosa que no me
preocupa demasiado mientras no tengamos al típico mirón empalmado, en ese
caso es probable que acabe dándole una patada y no en la espinilla
precisamente. Recojo mi pelo en una coleta alta y me dirijo hacia las cocinas.
Ya han servido el desayuno así que el barullo de la cocina no es en los fogones
sino en la sala y la zona de fregado de platos.
—Buenos días —le digo al que me presentaron como cocinero jefe la
última vez.
Se sobresalta porque no me ha oído llegar.
—¿Tu por aquí? —me pregunta entrecerrando los ojos.
Está claro que nadie le ha informado de mi reincorporación.
—Si, hubo un error con mis papeles y me han vuelto a contratar.
Tuerce el gesto, no está conforme.
—No sé qué error hay en no tener el titulo —declara dejando claro que
no le gusto.
—Eso es problema mío ¿no?—le contesto, si cree que me va a hacer
sentir mal está jodidamente equivocado.
—Solo si tu incompetencia no me afecta —sentencia y se da la vuelta
dejándome allí plantada. Le saco el dedo del medio. No voy a aguantar mierda
de nadie.
Oigo una risa baja y me giro para ver a un chico de más o menos mi edad
fregando platos. Le doy una mirada dura y él levanta las manos en señal de
rendición.
—Está bien ver que de vez en cuando el chef tiene a alguien que lo
enfrenta —declara, y al instante me cae bien.
—Soy Olivia —me presento con una sonrisa.
—Simon, encantado.
—¿Eres el friegaplatos? —le pregunto para empezar a ubicar a la gente
en sus puestos de trabajo.
—Nop —niega con la cabeza —cocinero licenciado en una de las
mejores escuelas de cocina de Nueva York.
Lo miro evaluando si me está tomando el pelo, no lo tengo claro.
—¿Y porque estás fregando platos? ¿Alguna asignatura pendiente?
Se ríe.
—Estoy aquí haciendo las prácticas finales y decidí decirle al gran chef
una forma mejor de deshuesar el pollo…así que estoy atado aquí desde hace
dos días hasta hoy si todo va bien.
—Genial, tenemos al gran jefe y al gran chef, solo me falta que se la
saquen para medírsela —murmuro.
—¿Qué has dicho?
—Cosas mías.
—Pareces buena chica así que te daré un consejo.
—Las apariencias engañan —le aclaro.
—Aun así te lo daré, ándate con ojo con el gran chef. Está enfadado
porque creía que iban a darle a él el puesto de cocinero del jefe.
—Que no se lo hayan dado no es culpa mía.
—No, es suya, pero no va a enfadarse consigo mismo, y es de los que va
por la espalda.
Asiento porque entiendo de qué me habla. Me he encontrado con
demasiada gente así en mi vida.
—Gracias. Ahora me voy a ver si hago algo de almuerzo para el gran jefe
—le sonrío y él me sonríe de vuelta.
Me dirijo hacia los fogones y abro mi libreta de recetas. La escribí con
apenas doce años, cuando tuve que hacerme cargo de la alimentación de mi
madre. Recurro a ella cuando no sé qué hacer para comer. En esta libreta no
solo tengo mis recetas, también están las de mi madre, al principio escritas por
ella, al final me las dictaba. Busco un sándwich de pollo con parmesano y
aguacate aderezado con una salsa especial que le encantaba a mi madre. Lo
encuentro y oigo mi teléfono sonar.
—En dos horas en punto iré a recoger el almuerzo del señor Crown,
prepara también algo para su prometida, la señorita Dasha – y cuelgan.
La voz inconfundible de Brenda me pone a trabajar a contrarreloj, y yo
que pensaba que iba a ser un día tranquilo. Preparo los sándwiches y unos
panes de ajo con queso. Me rio porque el aliento les va a oler durante horas.
Soy mala, lo sé y me encanta. Brenda llega justo a las dos horas, coge la
comida empaquetada y se va. Ni un hola, ni dios ni un ahí te mueras.
Recojo la cocina aprovechando que estoy sola, los viernes por la tarde
nadie de cocina trabaja salvo yo, yupiiii. Los empleados solo comen porque
están deseando largarse a casa a las cinco en punto. Limpio todo bien con la
música de mi móvil sonando a todo volumen y pienso en la ruta más rápida
para llegar al Sandor esta noche.
—¿Hola? —oigo detrás de mí y doy un salto por el susto.
Me giro y veo a la señorita Dasha parada detrás de mí con Brenda a su
lado. Ambas de brazos cruzados y con cara de que no han venido a felicitarme
por mi trabajo. Cojo el móvil y quito la música.
—¿Puedo ayudarlas en algo?
Brenda rueda sus ojos.
—Si querida —dice Dasha y mal empezamos, odio que me digan así —
me gustaría saber cómo crees que puedo mantener este cuerpo si como la
porquería de sándwiches que has preparado.
Respiro profundamente. Esa receta la inventamos mi madre y yo. Ella no
lo sabe. Me relajo. Vamos a ver cómo le contesto sin mandarla a la mierda.
—No tengo ninguna referencia alimentaria respecto a sus preferencias o
los del señor Crown, si puede por favor proporcionarme una con gusto la
seguiré.
Me miran con aire triunfal, creen que me estoy acobardando. Qué
equivocadas están, no me acobardo, es que soy lo suficientemente inteligente
como para elegir bien mis batallas. También sé que las que elijo pelear no las
pierdo, nunca.
—Querida —otra vez la dichosa palabrita —entiendo que en tu entorno
no tengas que cuidarte y que tu madre no te enseñara a vestir mejor, pero por
favor, intenta aprender algo sobre la alta sociedad si quieres mantener aquí tu
puesto de trabajo.
Cierro mis puños dispuesta a estrellárselos en su cara, pero me contengo.
Necesito el dinero, este mes es el cumpleaños de América, un mes por lo
menos debo aguantar. Eso las salva. Malas perras. Tomo otra respiración y
asiento con una sonrisa falsa pintada en mi cara.
—Como veo que has entendido tu posición creo que no tengo nada más
que hacer —dice girándose para irse pero volviéndose de nuevo al instante
—se me olvidada, querida, súbele la cena a mi cielo a las nueve y cuarto. Y
nada de ajo, ni de sándwiches ni de nada que creas que es conveniente, está
claro que no tienes gusto. Usa tu móvil para buscar algo de calidad.
Y dicho esto se van de la cocina dejándome con ganas de arrancarles el
pelo a las dos, una por lo que dice y la otra por reírse. Dejo que pasen unos
minutos y suelto en un grito toda mi frustración. Cierro mi cuaderno porque no
se merecen esas recetas y busco lo más insulsamente sano que alguien puede
comer. Lo encuentro. Pollo hervido con brócoli y sin sal, él no puede tomar
sal, una pena. Busco los ingredientes y me dispongo a prepararlos. Mientras el
agua hierve pienso en subir para ver si puedo llevarle la cena un poco antes
para poder ir con tiempo al Sandor y cambiarme allí, pero si las perras malas
andan cerca no creo que pueda aguantar un segundo asalto sin tirarle los
dientes a alguna.
—Llámalo idiota, tienes su número de ayer cuando te llamó al coche —
me digo a mi misma con voz de reproche por lo idiota que soy.
Cojo el móvil y busco entre los números de ayer. Por la hora debe ser
este, debería guardármelo. Pulso llamar y espero dos tonos antes de que me
conteste.
—Señorita Gates —eso es que debe estar con la perra del anillo.
—Señor Crown, querría saber si es posible que le suba la cena antes,
tengo un compromiso ineludible a las diez y si le llevo la cena a las nueve y
cuarto no tendré tiempo de cambiarme y llegar.
Se hace el silencio al otro lado de la línea. Miro la pantalla porque
parece que se ha cortado. Pues no. Vuelvo a colocar el móvil en mi oreja.
—¿De qué se trata ese compromiso? —pregunta un poco más serio.
—De algo que va a suceder fuera de mi horario laboral y por lo tanto no
tiene usted que saber.
—Olivia —me tutea con una voz profunda y un tono cabreado, se me
eriza el pelo.
—Señor Crown.
—No puede, de hecho súbame la cena a las nueve y media —y me
cuelga.
Miro el móvil atónita y estoy a punto de estrellarlo contra la pared de en
frente, luego recuerdo que soy pobre y me lo guardo en el bolsillo.
Doy pasos alrededor de la cocina pensando cómo hacerlo. Estoy
cabreada, Gina necesita que vaya y retrasarme no es una opción, el dueño la
despediría y de paso a mí. Mierda. Piensa Olivia piensa…podría intentar
llegar si atajo por la quinta y aparco detrás. Pero viernes noche hay mucho
tráfico. O podría…espera, ya lo tengo. Puedo dejar todo preparado,
cambiarme, subirle la cena y salir como alma que lleva el diablo. Eso
significa ponerme mi diminuto uniforme ante el señor Crown. Sonrío. Sé que
le gusto, he notado en mi culo que le gusto. Bien, si no puedo cambiarme
después entonces me cambiaré antes.
Preparo todo lo más rápido que puedo. Dejo el horno encendido a baja
temperatura para que la comida termine de hacerse y no se quede fría. Corro a
los vestuarios, estoy sola así que me deshago de toda mi ropa y entro en la
ducha, aguanto lo fría que está porque no tengo tiempo de esperar a que se
caliente. Salgo, me seco con la ropa que llevaba puesta y me enfundo los
pequeños pantalones cortos y el chaleco por encima del ombligo. Me pongo
mis deportivas nuevamente y meto todo en la mochila. Subo a la cocina y veo
que el reloj marca las nueve y veintidós. Bien. Saco todo y lo coloco en una
mesa con ruedas, camarera creo que se llama, me cuelgo la mochila al
hombro y salgo hacia el pasillo rezando por no encontrarme a nadie. Llego
hasta el ascensor sin ningún encuentro no deseado, pulso el botón y miro cada
piso que subimos. Salgo mientras las puertas aún se están abriendo y voy lo
más rápido que puedo hacia el despacho. Brenda no está ya allí, mejor, no me
apetece que me vea de esta guisa. Toco y espero a que me dejen pasar.
—Adelante —oigo la voz del señor Crown y entro abriendo la puerta de
par en par.
Me paro en medio del despacho, miro hacia arriba y veo que no está
solo. Genial.
—Dime dónde puedo conseguir que una de estas me traiga la cena
Kenneth —dice el hombre sentado frente al señor Crown.
Me mira de arriba abajo y me siento desnuda. Miro al señor Crown que
me observa mientras aprieta un bolígrafo entre sus manos. Creo que lo va a
partir.
—Le traigo su cena señor Crown —anuncio como si mi ropa fuera la más
adecuada para lo que estaba haciendo.
—Si quieres puedes hacerme la cena a mi también y servirla sobre tu
cuerpo —declara el hombre que no conozco.
El señor Crown está a punto de decirle algo pero me adelanto.
—Si, justo después de vomitar, no creo que aguantara tenerte cerca con
algo en el estómago.
Me mira divertido.
—Me caes bien —declara.
—Genial, ya puedo dormir esta noche.
Él se vuelve a reír.
—¿Se puede saber dónde cojones vas Olivia así vestida? —me pregunta
el señor Crown con cara de pocos amigos.
—Le dejo aquí su cena. Espero que pase un buen fin de semana señor
Crown —le contesto ignorando su pregunta.
—Amigo, creo que está pasando de ti —declara el chico sonriendo.
—Te he hecho una pregunta Olivia.
—Y yo le he dicho que la ropa que lleve, con quien la lleve o para que la
lleve es algo que no le incumbe fuera de mi horario laboral, señor Crown —
contesto recalcando esa última parte.
Se oye la carcajada del amigo y yo aprovecho que el señor Crown está
dedicándole una mirada asesina para irme de allí.
—La cosa es que lo que lleva puesto me suena —oigo que dice el amigo
antes de cerrar la puerta.
Espero que no reconozca el uniforme del Sandor. Echo a correr por si
acaso y no paro hasta que llego al ascensor, me meto dentro y oigo el móvil
sonar. Lo saco y reconozco el número. El señor Crown. Paso. Le cuelgo.
Vuelve a llamar y vuelvo a colgar. Veo un mensaje y lo abro.

Olivia esto no va a quedarse así.

Ups, creo que me he metido en un lio.


Perdón por llegar tarde
Olivia

Afortunadamente Nueva York ha decidido darme un respiro y encuentro


todos los semáforos en verde hasta el Sandor. Llego y entro al parking para
empleados pasando junto a la larga fila de clientes que esperan para entrar.
Hasta ahora no había tenido coche así que ni me había fijado en cómo es el
parking pero al entrar descubro una pequeña explanada asfaltada con un sinfín
de luces y macetas adornando el lugar. Es bonito para ser un aparcamiento.
Diviso el coche de Gina y lo aparco al lado, espero poder enseñárselo
luego, va a alucinar. Estaciono, cojo mi mochila del maletero y entro. Faltan
cuatro minutos para abrir puertas. Los baños de empleados están al lado de la
salida del parking, me meto y veo a dos chicas que parecen nuevas
terminándose de arreglar.
—Hola —saludo.
Las chicas me miran a través del reflejo del espejo pero no me contestan.
Genial, es el día de dejar sueltas a las perras a mí alrededor. Salen y yo lanzo
todo lo de mi mochila en el lavabo, recojo el maquillaje y me pinto sobre mi
maquillaje básico. Pongo sombra oscura en el parpado, delineo mis ojos,
repaso mi mascara de pestañas, retoco mis pómulos y pongo un poco de brillo
en mis labios. Me quito la coleta y las deportivas a la vez, me calzo los
tacones negros, meto el móvil en mi escote y lanzo todo de vuelta dentro de la
bolsa. Salgo corriendo hacia la barra. Allí veo a todas las camareras en fila,
incluidas las dos perras de antes, Gina al frente y Jackson dando las
instrucciones.
—Perdón por llegar tarde —digo poniéndome en la fila junto al resto de
chicas.
—No tienes que disculparte Livie, nos has salvado el culo viniendo hoy,
es una noche complicada, tenemos una despedida de soltero importante —dice
Jackson tranquilizándome con una sonrisa.
—Gracias.
—Bueno, tú, tú y tú vais a la barra uno —ordena Jackson —vosotras dos
a la tres. Gina tu quédate fuera vigilando y Livie tu hazte cargo de la dos
¿podrás tu sola? Valery no es la única que se ha reportado enferma, estamos
escasos con todas las que he tenido que mandar arriba a la sala VIP.
—Sin problemas —le respondo levantando los pulgares.
La barra dos es la más pequeña. Está situada justo debajo del DJ para
evitar locas intentando subir a follárselo. Y no es una exageración, antes no
existía la barra dos. Me dirijo hacia allí, Mick, uno de los de seguridad me
coge de la cintura con sus manos y me sienta en la barra, paso mis piernas por
encima y bajo por el escalón situado a un lado. Localizo todo lo importante,
hielos, pinzas, vasos, refrescos y alcohol.
Levanto la vista y admiro el Sandor. Tiene aspecto de cabaret antiguo.
Las barras situadas a ambos lados del escenario central tienen plumas y
cuentas de colores como las que llevaban las cabareteras en su momento. El
DJ está en el escenario rodeado de cortinas rojas de terciopelo. Todas
nosotras llevamos el mismo uniforme. Las bailarinas podrían ser clones de
Liza Minnelli por su vestuario. El universo Sandor tiene un encanto que yo
adoro, quizás séan los años que llevo aquí pero lo siento como mi casa.
Una vez todas estamos situadas en nuestros puestos bajan las luces y el
Dj, que aún está detrás de las cortinas del escenario, pone el primer tema de
apertura. Siempre el mismo. Willkommen to Cabaret. Las puertas se abren y
los clientes comienzan a entrar. La música de Liza está sonando y a mí me
pone la piel de gallina, siempre causa ese efecto en mí. A medida que entran
los clientes las cortinas del Dj se van recogiendo, las de las jaulas de las
bailarinas subiendo y, como cada noche, una vez que acaba esa canción de
apertura, hay un estallido de confeti en la pista central que marca el inicio de
la noche.
Veo un grupo de hombres jóvenes que apestan a dinero subir a la zona
VIP, me da pereza pensar en luego tener que ir a darles el espectáculo pero al
menos las propinas son buenas.
—Princesa ponme dos gin tonic y un whisky —me dice mi primer cliente
sacando un billete de cien que muestra mientras mira a su alrededor.
Sonrío amable aunque me da pena, este chico no tiene el dinero que
quiere aparentar tener y se le nota a leguas. La gente con dinero no lo enseña,
ni lleva relojes de imitación que hasta yo reconozco, un Tisshot ¿en serio?
Cualquiera que conozca la marca sabe que eso es falso, le sobra una H, espero
que no pagara más de diez dólares por él. Por no hablar de su traje, colección
pasada amigo, y el calzado, eso siempre es un gran fallo cuando quieren
impresionar, creen que nadie se da cuenta, un secreto, sí lo miran, sí se fijan y
sí, lo saben. Ellos saben que no pertenecemos a su clase con solo darnos una
mirada.
Le sirvo, le cobro y le devuelvo su dinero con una gran sonrisa. La
primera hora se me pasa rápida. De momento a nadie le ha dado tiempo a
emborracharse y formar algún lio. Preparo un ron cola para el DJ y se lo paso
a Mick para que se lo haga llegar. Me regala una sonrisa desde el escenario y
casi se lo bebe de trago. Veo a Gina acercarse a mi barra con una de las perras
de antes. Me inclino sobre la barra para oírla mejor.
—Livie hora de ir arriba, Sandrine se quedará en tu puesto mientras—
dice Gina en mi oído.
Asiento para que sepa que lo he entendido y subo nuevamente a la barra,
Mick me ayuda a bajar de ella y le sonrío. Es de pocas palabras y aunque
parece que quiere asesinarte la mitad del tiempo, la verdad es que es como un
oso de peluche tamaño XXXL. Veo a la perra nueva entrar en la barra y
abrirse un botón del chaleco, sabe que todas las propinas de esa barran serán
suyas así que tiene que conseguir clientes. Me rio porque todas creemos que
somos unas genios por hacer eso y lo que somos es todas iguales. Sigo a Gina
a los vestuarios para cambiarme y ver quién va a subir conmigo a domar a las
fieras.
—Han elegido el paquete Lady Marmalade—me dice Gina nada más
cerrarse la puerta tras nosotras.
Suelto una carcajada.
—Parece que sabían que iba a venir.
El club ofrece en las despedidas una carta de temáticas en las que la sala
en la que estarán, las camareras que les servirán y las bartender para el
espectáculo de cocteles van vestidas de esa temática. Además incluye un show
que pueden ver desde arriba donde las bailarinas hacen una coreografía muy
sexy, nada de striptease, no es ese tipo de club, pero lo suficientemente
caliente como para que paguen lo que se les pide, que es una jodida
barbaridad si me preguntan. El pack Lady Marmalade es el más caro y me
enorgullece decir que la coreografía que tiene aún es la que Kate y yo
inventamos. Tengo que llamar a Kate para contarle, hace días que no hablo con
ella.
—Hoy las bartender seréis Hope y tu —me dice Gina señalando la ropa
que tengo que ponerme. Hope ya está casi cambiada —te veo luego.
Gina se despide pero antes de salir veo que mira a las bailarinas, a las
tres que hay y frunce el ceño. Luego sale sacando el móvil del bolsillo. Me
acerco a Hope que ya está poniéndose el corsé.
—Deja que te ayude —le digo cogiendo las cuerdas traseras y apretando
—¿Ahí bien?
—Sí, gracias. Me alegro que seas tú la que sustituye a Val, han entrado
varias nuevas que…
—Que son unas perras, dilo Hope —ella sonríe —eres demasiado dulce
para la noche.
Y es verdad. A pesar de que ambas tenemos veinticuatro ella es mi
opuesto. De mirada dulce, sonrisa perfecta, rubio natural y aspecto delicado.
Con el corsé azul parece un ángel, le faltan las alas. Yo me quito mi uniforme y
me coloco mi corsé fucsia con plumas negras, como mi pelo y lo abrocho por
delante. Subo el liguero fucsia a juego, cardo mi pelo y retoco mi maquillaje.
Hope está frente a mi jugando con el móvil. Me pongo erguida frente al espejo
mirando nuestra imagen y parecemos un anuncio de buena y mala idea, la chica
que presentarías a tu hermano y la que no dejarías que se acercara a tu
marido.
—¿Preparada? —le pregunto.
Ella asiente y salimos dejando los móviles en el cajón, esa ropa no deja
mucho espacio para nada más que no sea nosotras mismas. Vamos por la parte
trasera del escenario hasta una escalera de servicio que lleva a la planta de
arriba. Veo a mis compañeras en la barra privada de la sala VIP preparar todo
tipo de bebidas para los hombres que están sentados en el gran sofá, ninguno
lleva ya corbata y la mayoría tiene algún botón de la camisa de más
desabrochado. Hope y yo nos dirigimos a la barra montada al otro lado de la
sala mientras oímos una serie de obscenidades que aumentan a la vez que cada
tipo de ahí dentro se da cuenta de nuestra presencia. Recuerdo las primeras
veces, tenía pánico a que uno de ellos me tocara o quisiera propasarse, cosa
difícil teniendo en cuenta que siempre hay dos guardias de seguridad para
proteger a las chicas, Jackson se toma nuestra seguridad muy en serio. Luego
aprendí a que solo buscan ser más hombres que el resto y decidí sacar partido
de ello.
No soy una prostituta, no follo por dinero, pero si un imbécil con pasta
quiere pagar por un coctel trescientos dólares solo porque lo preparo
moviendo mi culo, yo no voy a impedírselo. Los tipos comienzan a llegar para
pedir tragos, Hope y yo comenzamos el espectáculo, no es todo sobre mover
las tetas y el culo, no, ambas tenemos varios cursos que nos hacen acróbatas
de la botella. Lanzamos los cubitos, los vasos, la coctelera, las botellas, en
fin, todo lo que puede volar mientras nosotras giramos, saltamos o bailamos.
Si lleváramos más ropa seguiría siendo un gran espectáculo igualmente. Tras
un rato las luces de la sala parpadean, esto indica que va a comenzar el show.
Las camareras que han estado con ellos les indican que tomen asiento frente al
escenario principal, desde que aquí la vista es increíble, desde abajo tienes
que alzar la cabeza, pero aquí el ángulo es perfecto. Hope y yo recogemos la
barra cuando oímos los primeros acordes de Lady Marmalade. A pesar de
tener más de quince años, esta canción me sigue pareciendo una de las mejores
de la historia.
—¡Livie! —oigo que grita Gina entrando corriendo en la sala VIP.
Levanto mi cabeza justo en el momento en que veo que tropieza y cae
hacia delante, uno de los tipos de la despedida la agarra en el aire y evita que
se dé contra el suelo de morros. Ella le agradece con una sonrisa pero no se
detiene hasta llegar a mí.
—Necesito un favor enorme —me dice mientras pone una máscara de
lentejuelas y plumas frente a mí —Nora no aparece y el show ya ha
comenzado.
Nora es una de las bailarinas, el show consta de cuatro bailarinas tal y
como aparecen en el videoclip original.
—Eres la única que se conoce toda la coreografía.
—¿En qué momento entraba?—pregunto para saber cuánto tiempo tengo,
hace mucho que no bailo esta canción.
—Hace de Christina Aguilera, es la última en entrar.
Cojo la máscara y la sostengo en mi cara dando la espalda a Hope para
que la abroche.
—Me debes una enorme Gina.
—Te adoro Livie —dice Gina que aún está angustiada por la situación.
—Espero que sigas pensando lo mismo cuando me pierda, tropiece y me
rompa el cuello ahí arriba.
Y dicho esto salgo disparada por las mismas escaleras por las que he
subido que dan a la parte trasera del escenario. Corro porque sé que el
momento de mi entrada se acerca. Repaso mentalmente la coreografía en mi
cabeza y sonrío al DJ al pasar que me mira sin entender que hago yo ahí
arriba, me encojo de hombros en respuesta mientras me coloco un segundo
antes de que se abra la cortina que hace mi entrada la canción y al escenario.
Recuerdo cada paso como si fuera ayer cuando lo bailé con Kate por
primera vez. Muevo las caderas al compás a la vez que me hago girar en estos
tacones enormes. La parte que más me preocupa es en la que las cuatro
debemos ir coordinadas bailando a la vez moviéndonos hacia un lateral
porque esa coordinación es lo que causa impacto visual. Llegamos a ese punto
y lo bordamos. Estas chicas son increíbles. Espero no verme demasiado
patosa a su lado. Giramos varias veces más y la canción concluye con el telón
cayendo sobre nosotras de golpe apartándonos de la vista de todos. El telón
del DJ vuelve a subir y la música comienza a sonar nuevamente, pero aun
puedo oír los gritos de euforia de los que nos han visto actuar. Adoro la
adrenalina que me provoca subir a un escenario.
—Livie has estado increíble —me dice Thelma, ella hace de Pink.
El resto de chicas asiente. Y yo sonrío aliviada, nos damos un abrazo
sudoroso porque aún estamos inmersas en la emoción del momento.
—Livie ¿puedo hablar contigo? —me pregunta Jackson serio.
Me acerco a él sin tener idea de qué puede querer.
—Has estado increíblemente sexy ahí arriba —dice aun serio.
—Gracias, pero sonaría más creíble si no tuvieras esa cara de pedo
puesta.
Él me sonríe.
—Mucho mejor ¿de qué querías hablar?
—Ya sabes que aquí vienen hombres con mucho dinero —asiento —y que
este local no es un lugar donde se ejerza la prostitución ni se inste a ello —
sigo asintiendo —bien, hay un tipo que preguntó antes por ti, quería una
reunión privada contigo, le expliqué lo mismo que acabo de explicarte a ti
pero parece ser que es de los que siempre consiguen lo que quieren y tuvo la
amabilidad de indicarme el nombre de algunas de sus amistades.
—Jackson no te entiendo, simplifica.
—Este tipo quiere verte a solas sí o sí, no sé cómo sabe que nuestra
licencia caduca en un mes, y ha sugerido que si no subes podría ser que su
amigo, que casualmente es el que concede la licencias, no vea necesario que
este club esté abierto.
Lo miro ampliando los ojos incrédula por sus palabras.
—No voy a follarme a ningún egocéntrico millonario solo por mantener
un local abierto, aunque ese local sea el Sandor.
—No, no, no, Livie, no te pido eso, jamás lo haría —respiro aliviada de
saberlo —él solo pide que seas su camarera particular, nada de sexo por
dinero, quiere que tú lo atiendas.
Le doy un puñetazo en el hombro suave.
—Joder Jackson, me habías asustado. Haberme dicho que un tío
cachondo quiere que le ponga un trago.
—Bueno Livie…él te quiere a solas…no sabía…
—Tu encargarte de que su tarjeta de crédito tiemble cuando pague este
servicio que yo me encargo de que sus manos se queden quietas ¿Dónde está?
—Sala tres.
—Si veo que se me va de las manos pulso el botón del pánico.
Le doy un beso en la mejilla y me bajo del escenario dejándolo solo. Me
quito el antifaz que es increíble pero incomodísimo. Subo por la otra escalera,
la que da a las salas privadas, son salas para menos de cinco personas, más
íntimas, más caras. Miro la puerta número tres, toco y entro. Cierro tomando
una respiración profunda antes de darme la vuelta. Se me escapa todo el aire.
El gran jefe.
—Olivia —me nombra como siempre, en un tono que hace que mi piel se
erice.
—Señor Crown.
Se lame los labios mientras me recorre con la mirada.
—No estaba al corriente de que sabías bailar así, si lo hubiera puesto en
su currículo la hubiera contratado sin lugar a dudas.
—En cuanto llegue a casa lo introduzco en mi hoja de vida así no se me
olvida para la próxima vez.
Quiero que sepa que tengo claro que esto es temporal. No soy una
estúpida ni creo que me mantenga más allá de lo que dure su deseo por mí.
—¿Qué le sirvo? —pregunto dirigiéndome hacia el mini bar de la
esquina.
—Un tequila.
—¿Sal y limón?
Asiente.
—Veo que si trabajas en un sitio así es que en tu otro trabajo no te pagan
lo suficiente. —comienza a decir mientras estoy dándole la espalda
preparando la bandeja con el tequila, la sal y la rodaja de limón.
—No se crea, mi otro trabajo, aunque no es tan agradable, pagan bien.
Sonríe.
—Quizás es que no lo hace bien y por eso no es tan agradable.
Me está retando.
—No se equivoque, mi trabajo lo hago a la perfección, mi problema son
las perras con anillo que creen que saben hacer mi trabajo.
Me mira alzando las cejas a modo de pregunta.
—¿Dasha?
Me encojo de hombros. Sigo preparando todo mientras rememoro la
conversación con la perra del anillo. Me insultó a mí, a la comida de mi madre
y a la forma de educarme. Cree que está por encima de las personas solo
porque nació con dinero, pero al final, no importa el dinero que tengas, los
hombres son primitivos y las mujeres vengativas. Oh si, perra del anillo, voy a
darme un gusto solo por cobrarme lo que me has dicho antes.
Me acerco con la bandeja y la dejo sobre una mesita junto al sofá en el
que está sentado el gran jefe. Lo miro mientras lleno los dos vasos.
—¿Me permite que le enseñe como se bebe el tequila?
El asiente.
—Quítese la americana por favor, no quiero que se la manche.
Él se levanta, se la quita y la tira sobre el otro sofá. Vuelve a sentarse
donde estaba. Sin dejar de mirarlo a los ojos desabrocho tres botones de su
camisa, él permanece quieto pero su respiración es agitada. Cojo un hielo de
la cubitera del tequila y lo paso por su clavícula. Él se estremece. Luego cojo
el salero y lo vuelco para que quede pegada la sal a su piel. Tomo en una mano
el tequila, en la otra la rodaja de limón y me pongo apoyada en una rodilla a su
lado.
—Es fácil, son tres pasos, hay que hacerlos uno tras otro sin detenerse.
Él me mira con los ojos casi negros de la excitación. Sonrío y me reclino
con cuidado de no derramar el tequila. Lamo despacio la sal humedeciendo su
piel con mi saliva. Luego me levanto, tomo el trago echando mi cabeza hacia
atrás y muerdo el limón.
—¿Lo has entendido? —le pregunto viendo que no se ha movido pero que
su respiración ha aumentado.
En un movimiento rápido me lanza de espaldas contra el sofá y se sube
sobre mí, lame mi cuello desde mi hombro hasta mi oreja y presiona su
erección sobre mi centro. Gimo. Estoy más mojada de lo que jamás lo he
estado.
—Creo que si—me susurra al oído —ahora voy a enseñarte una variante
de cómo se toma tequila ¿me lo permites?
Asiento.
—Entonces abre las piernas.
Eso aún no se si es bueno o malo.
Kenneth

Miro a Olivia, tendida sobre el sofá con ese corsé, el liguero y los
tacones y estoy a punto de correrme en mis pantalones como un jodido
adolescente. No sé qué tiene pero desde que la vi la otra noche en la oficina
no he podido dejar de pensar en ella. La atracción física es innegable pero su
descaro creo que aún me pone más que su cuerpo.
Beso su cuello, mi lugar favorito, mientras espero a que me dé permiso
de tomar tequila entre sus piernas. Joder, solo pensarlo hace que me duela la
entrepierna.
—Señor Crown —me dice y eso me excita más —no creo que su
prometida estuviera de acuerdo con su forma de beber tequila.
Sonrío contra su cuello porque, aunque me está diciendo que no con
palabras lo que me dice su cuerpo es algo muy diferente.
—Entonces es una suerte que no esté aquí ¿verdad?
Ella se ríe. Su risa se está convirtiendo en uno de mis sonidos favoritos.
—Verá, señor Crown —me recalca —si usted no fuera mi jefe, si no
supiera que esta prometido o si no conociera a su futura mujer, quizás, solo
quizás, dejaría que me invitara a tomar un tequila de casi dos mil dólares
sobre mi cuerpo.
Miro la botella, es un Ponciano Porfidio, joder.
—Pero como no es el caso y yo estoy aquí únicamente para servirlo. Si
no desea nada más me voy a retirar —dice escabulléndose de debajo de mí.
—Olivia ¿Por qué no puedes olvidarte de mí jodido compromiso y
darnos a ambos lo que queremos? ¿Es por dinero? ¿No es suficiente lo que he
pagado?
Olivia suelta una carcajada que me deja perplejo. Hubiera esperado una
bofetada pero ¿una carcajada? Eso me ha dejado descolocado.
—A ver gran jefe —comienza mientras pone sus manos en sus caderas,
joder así está terriblemente sexy —no sé lo que le has dado a Jackson, pero
seguro que no es suficiente. Ni dándome hasta el último centavo de sus
cuentas, es suficiente ¿sabes por qué?
Me pregunta y no sé si debo contestar o no, soy un negado en las
conversaciones con mujeres de este tipo. Me decido por negar con la cabeza
en silencio.
—Porque esto que ve —dice mostrándose a sí misma con las manos —va
unido a mi alma, y por desgracia para usted, señor Crown, no tiene precio.
Además me respeto demasiado como para ser el sucio secreto de nadie.
Estoy a punto de contestarle que mi relación con Dasha no es lo que
aparenta, lo nuestro es un acuerdo especial por ambas partes, pero unos golpes
en la puerta me interrumpen. Olivia abre y veo al tipo que he amenazado antes
con el inspector de licencias parado en la puerta.
—Livie, están trasladando a tu abuela en ambulancia al Presbiteryan en
estos momentos. La niña está con su vecina, no localizan a tu hermano.
La cara de Olivia pierde todo color.
—¿Qué ha pasado? —pregunto al ver que ella se ha quedado paralizada.
—Ha sufrido un desmayo, nada que le interese.
Está claro que en este tipo no tengo un fan.
—Coge tus cosas y te llevo —dice el tipo a Olivia que aún permanece en
el mismo sitio.
—No será necesario, yo mismo la llevaré.
—No sé quién es usted pero de Livie me encargo yo.
Este tipo quiere jugar a ver quien la tiene más grande, peor para él, yo
siempre la tengo más grande.
—Tengo en la puerta un Maserati capaz de llevarla en menos tiempo,
pero es ella la que decide.
Ahí lo tienes idiota, mi pene es más grande, más potente y de marca.
—Jackson tranquilo, lo conozco —lo calma —le agradecería que me
llevara.
Y su tono de voz es totalmente diferente al que he escuchado hasta ahora.
Asiento y salimos de esa sala. La sigo por unas escaleras diferentes a las que
he subido antes, nos metemos detrás del escenario y llegamos a lo que parecen
unos camerinos. Entra sin llamar y yo detrás de ella. No hay nadie. Va directa
a un cajón y saca lo que parece su móvil. Veo sus manos temblar mientras
busca en la agenda un nombre, lo encuentra y marca llamar. Se pone el
teléfono en la oreja y espera.
—Shhh no te preocupes cielo, la abuela va a estar bien —la oigo que
dice en un tono dulce y calmado.
Se calla mientras quien esté al otro lado habla.
—Ahora vas a prometerme que te vas a portar bien —asiente cuando
supongo que lo promete —pásame a la señora Crowford.
Veo lágrimas a punto de derramarse en sus ojos. Me impacta, puede
parecer estúpido de mi parte pero no me imaginaba a Olivia llorando.
—Muchas gracias por quedarse con Mer, en cuanto pueda voy por ella.
La llamaré en cuanto sepa algo. Gracias.
Y cuelga. Tira el móvil sobre el tocador frustrada y saca una mochila
debajo de la silla. La vuelca y veo su ropa arrugada, la coge y mete todo lo
demás dentro nuevamente. Se quita el corsé, el liguero y se queda en ropa
interior frente a mí. Santo.Dios.Del.Cielo.Bendito tiene un cuerpo perfecto.
Cuando se gira para ponerse los pantalones el tanga muestra un culo que
quiero morder. Se está cambiando frente a mi como si lo hubiera hecho
millones de veces. Veo un tatuaje como pintado a acuarela que abarca un
costado, espalda y cadera. Tiene puesta la camiseta antes de que pueda
mirarlo bien.
—¿Nunca había visto una mujer en ropa interior? —pregunta para mi
vergüenza, me ha pillado mirándola como un niño a un helado en verano.
—¿Vamos? —digo intentando cambiar de tema.
Ella asiente. Genial. Me coge la mano para pasar por el local, se
escabulle entre la gente sin esfuerzo. No sé por qué pero soy muy consciente
de su mano sobre la mía. No me gusta ir así con una mujer, nunca me ha
gustado, es como marcar territorio sobre mí y eso me agobia. Pero con Olivia
es distinto, es natural, ella no me hace sentir de esa manera.
Salimos fuera y el tipo de antes tiene las llaves de mi Maserati en la
mano. Nos mira pero no dice nada. Olivia suelta mi mano para dar un leve
abrazo a ese tipo y se mete al coche. No me gusta. Ni el abrazo ni que se haya
soltado con tanta facilidad.
Cierro la puerta y pongo rumbo al hospital. Olivia tiene su mochila
cogida con fuerza. La miro un segundo y veo que están cayendo lágrimas por
sus mejillas. Pongo mi mano en su pierna.
—Tranquila, seguro que no es nada.
Ella me mira y por sus ojos veo que no está de acuerdo con mi
afirmación.
—¿Es tu abuela?
Ella asiente. Es raro que esté tan callada.
—¿Por parte de madre o de padre? —le pregunto intentando sacarle
algunas palabras.
—Madre, todos dicen que me parezco mucho a ella —contesta
limpiándose las lágrimas.
Todo el maquillaje ahora recorre su cara haciendo un desastre.
—Estás horrible —declaro intentando que se enfade conmigo y se olvide
un segundo de lo demás.
Baja el parasol del coche y se mira en el espejo. Y se ríe. Me gusta ese
sonido.
—Estoy horrible, parezco un oso panda.
Suelto una carcajada porque hasta con lágrimas en los ojos es descarada.
Veo como hurga dentro de su mochila y saca un paquete de toallitas
desmaquillantes. Es previsora hay que reconocerlo. Comienza a
desmaquillarse y tras cuatro toallitas de esas su cara luce limpia aunque
enrojecida por las lágrimas y por frotar.
—¿Mejor? —me pregunta mirándome.
—No tan mal —le contesto sincero.
Me da una sonrisa dulce.
—No es mi mejor momento —reconoce y veo lágrimas a punto de salir
nuevamente.
Toma una respiración profunda mirando hacia el techo.
—Ella es el pilar de nuestra familia, sin ella no sabría qué hacer —me
confiesa.
—Mi abuela también es muy importante para mí, ella me hizo el hombre
que soy.
—Eso aún no se si es bueno o malo.
Ahí está la descarada nuevamente.
—Ya lo descubrirás.
—O no.
Meneo la cabeza sonriendo. Llegamos al hospital y aparco.
—¿Quién es la niña a la que has llamado antes? —le pregunto después de
pensar si hacerlo o no. Pero la curiosidad me puede.
Me mira y me sonríe. Luego sale del coche. Lo pienso un momento y
finalmente salgo del coche tras de ella. Olivia Gates me intriga y me fascina a
partes iguales, no puedo perder esta oportunidad de conocerla.
¿Qué fotos?
Olivia

Veo como el gran jefe se baja del coche y me sigue dentro del hospital.
Me acerco al mostrador y espero a que el señor que tengo delante sea
atendido, estoy impaciente, necesito saber que le ha ocurrido a mi abuela.
—Buenas noches —digo a la señora del mostrador para que me mire —
soy la nieta de Simone Dunphy, la han traído aquí hace poco.
La señora me mira un segundo mientras teclea el nombre de mi abuela en
su ordenador y los segundos se me hacen eternos.
—La paciente aún está siendo atendida, por favor relléneme los datos del
seguro y la forma de pago.
—¿Puede darme alguna información antes o tengo que darle propina para
saber si mi abuela está muerta? —pregunto cabreada.
Sé que es así como se hacen las cosas pero ahora mismo lo único que
veo es una mujer que me pide dinero sin importar si sé cómo está mi abuela.
—Su abuela está siendo atendida ahora mismo, si me rellena los papeles
podré darle más información —me contesta la señora en un tono de falsa
amabilidad.
—De acuerdo, le rellenaremos los formularios y ahora se los entregamos
—oigo que dice el gran jefe con una sonrisa enorme mientras coge los
impresos y se dirige a la sala llena de gente en la misma situación que yo.
La señora le sonríe de vuelta, que asco, odio no tener pene en estas
situaciones. En fin, me siento junto al gran jefe y le arrebato los formularios.
Él saca un bolígrafo de su americana y me lo tiende. Lo cojo pero le saco la
lengua. Me sonríe. Agradezco que esté aquí.
—¿Tienes seguro médico? —me pregunta cuando voy a escribir.
—Sí.
—¿Quieres usar el de la empresa?
Sé que lo hace con buena intención pero no es necesario.
—No, gracias. Mi abuela tiene el Allstates Care.
Me mira con sorpresa. Es uno de los seguros más caros del país, mi
sobrina también lo tiene. Puedo pasar un mes comiendo arroz pero no puedo
pasar un día sin ellas.
—Su sorpresa debería ofenderme —le digo para hacerlo reaccionar.
—Perdona, no creí que tuvieras acceso a ese tipo de seguro.
—Yo no lo tengo, es mi abuela, así que tomaré tu propuesta de seguro si
lo necesito para mí. Aunque soy una chica grande y fuerte —le contesto son
una sonrisa.
—Ya lo veo —me contesta entre risas.
Relleno los formularios y los entrego a la mujer de la recepción. Vuelvo
a sentarme junto al gran jefe y espero a que me llamen.
—Muchas gracias por traerme —le digo cuando veo que han pasado
veinte minutos y no han llamado aun—puede irse si quiere.
—¿Me estas echando? —me pegunta en un tono entre ofendido y
divertido.
—Lo estoy liberando.
—Olivia, deberías saber que yo siempre hago lo que quiero. Bueno, casi
siempre.
Lo miro arqueando una ceja.
—Yo quería enseñarte a beber tequila pero tendremos que dejarlo para
otro día.
Me rio y asiento. Me gusta este gran jefe divertido.
—Familiares de Simone Dunphy.
Me levanto al oír a un tipo con bata blanca decir el nombre de mi abuela.
—¿Qué le pasa a mi abuela? —pregunto mientras siento al gran jefe tras
de mí, de pie.
—Su abuela está bien, ha sufrido un desmayo por una bajada de tensión,
algo muy normal a su edad. Estamos revisando que esté todo correcto y cuando
tengamos los resultados la llevaremos a la habitación asignada para que
descanse.
Respiro aliviada. Noto las manos del gran jefe darme un apretón en los
brazos a modo de apoyo.
—Si quieren pueden subir a la habitación a esperarla allí, estarán más
cómodos. En la recepción les indicarán cual es.
—Muchas gracias doctor, de verdad.
—No se preocupe, tiene una abuela fuerte que va a durar mucho aun.
Le sonrío agradecida de que todo esté bien. Sin mi abuela no sé qué
haría. No imagino un mundo sin ella y me aterroriza la idea de que alguna vez
se tendrá que ir.
Veo al gran jefe acercarse a la de recepción saltándose la fila
descaradamente con su sonrisa de conquistador. Le pregunta la habitación a la
mujer que se derrite en su silla y cuando lo consigue le guiña un ojo.
—Le acabas de dar material para sus fantasías sexuales lo sabes ¿no?
—Eso es asqueroso Olivia.
—Aja, es asqueroso pero no mentira —le contesto sonriendo.
Subimos a la planta de las habitaciones y buscamos la ochocientos
cincuenta y siete. Entramos y silbo porque esta habitación es más grande casi
que mi piso. Hay una cama únicamente inmensa, una televisión, un sofá de tres
plazas de esos que se sacan y se hacen cama, una mesita con agua fría y un
baño, bueno, un baño igual de grande que mi salón.
—Creo que voy a mudarme aquí —digo mirando todo a mi alrededor.
—Es una muy buena habitación —dice quitándose la americana.
—Gran jefe, no es necesario que se quede, ya ha hecho mucho por mí.
—Olivia —dice cogiéndome de la mano y llevándome al sofá con él
sentándonos uno junto a otro —ya hemos hablado sobre lo de echarme ¿no?
—Si, pero es raro, reconócelo.
—Puede ser, pero me apetece estar aquí, si a ti no te molesta.
—No me molesta que se quede.
—Que te quedes.
—Yo si me quedo —le contesto confundida.
—Digo que me tutees.
—Ah! No sé si puedo.
—Pero si puedes llamarme gran jefe.
—Si, es que es el gran jefe.
Se ríe y me gusta cuando lo hace, parece más joven.
—Lo intentaré —le digo mientras veo que se desabrocha los botones de
los puños de su camisa y se remanga.
—Bien. Háblame de tu abuela, parece una mujer interesante si ha criado
a una joven como tú.
—Lo es, y no soy tan joven, tengo veinticuatro y usted, tú —me corrijo y
me gano otra sonrisa —no debes pasar los treinta así que no hables de mí
como si fuera una cría.
—Tengo treinta y dos así que para mí sí eres una niña.
—¿Así que le van las niñas señor Crown? —le pregunto riendo.
—¿Así que ya no me tuteas?
—Punto para ti —me rio y él también.
Me acomodo en el sofá, me quito las zapatillas y subo mis piernas
metiéndolas debajo de mi culo, me giro para tenerlo de frente y él hace lo
mismo.
—Mi abuela ha cuidado de mi desde que perdí a mi madre, tenía catorce
años —el gran jefe asiente —lloró únicamente el día que la enterramos, no
imagino lo que debe ser perder un hijo, pero ella no solo perdió a su única
hija sino que tuvo que hacerse cargo de dos mocosos.
—¿Tienes una hermana?
—Hermano, Dexter. Es dos años mayor que yo aunque a veces dudo de si
eso es cierto. No llevó muy bien la muerte de nuestra madre.
—Es duro perder una madre con esos años, es cuando formamos el
carácter.
—Pues él formó un carácter de mierda, pero aun así lo adoro.
Se ríe.
—Fue la primera mujer que se divorció en este estado ¿sabes? Ella
siempre dice que no hay que aguantar en un matrimonio, hay que amar.
—Sabias palabras.
—Yo sé que es mayor y que tarde o temprano pasará lo inevitable, pero
no logro respirar cuando pienso en eso. Creo que no voy a poder sobrevivir
sin ella.
—Olivia, eres una mujer fuerte, puede que de las más fuertes que
conozco, podrás afrontar eso llegado el momento, dentro de muchos años.
Le sonrío agradecida de que haya dicho eso.
—Que te parece si ponemos la televisión ¿Qué te apetece ver? —
pregunta encendiendo el aparato.
—¿Paga la empresa? No creo que esté incluido en el seguro.
Suelta una carcajada.
—Lo tuyo no es la diplomacia ¿verdad?
Me encojo de hombros.
—Ven, ponte cómoda —me dice abriendo sus brazos.
Dudo un momento.
—No voy a hacerte nada, es solo por comodidad, debes de estar cansada.
La verdad es que si, la cocina, el Sandor, el baile, el estrés de la noticia,
ahora que sé que todo está bien noto mi cuerpo cansado.
—Bien —digo acomodándome entre sus brazos —pero sigo pensando
que esto es muy raro.
—Entonces no pienses.
—Me parece bien.
Y no lo hago. Coge el mando y navega entre las películas de pago. No sé
cuál elige porque antes de darme cuenta mis parpados pesan y cierro los ojos.
Noto un beso en mi frente, pero no sé si ha sido real o lo he soñado.

—Debes mostrarme fotos Simone —oigo al gran jefe hablar mientras


abro los ojos.
—Buenos días muñequita —dice mi abuela desde la gran cama frente a
mí.
Salto de entre los brazos del gran jefe tirando lo que parece su americana
al suelo y me lanzo a sus brazos.
—Abuela que susto me has dado —le digo abrazándola como puedo
evitando los goteros que lleva puestos.
—Muñequita no exageres y recoge la chaqueta de Kenneth, el hombre te
tapa con ella y tú la rebozas por el suelo ¿Qué educación va a pensar que te he
dado?
Miro hacia el gran jefe que tiene una sonrisa divertida en su cara.
—¿Kenneth? —pregunto extrañada de la familiaridad con la que habla de
él, ni siquiera yo le llamo por su nombre.
—Mientras dormías tu abuela y yo hemos estado conociéndonos.
—Tu jefe es muy amable, más vale que hagas bien tu trabajo.
Recojo la chaqueta y la limpio antes de extenderla sobre el sofá. El gran
jefe se ríe ante mi dócil comportamiento, está disfrutándolo.
—Simone, me estaba diciendo cuando va a enseñarme las fotos —dice el
gran jefe y lo miro.
—¿Qué fotos?
—Muñequita, tus fotos de animadora.
—No, rotundamente no —digo mirando a mi abuela.
—Vamos muñequita, estabas preciosa con tu uniforme. Deberías ver
todos los trofeos que ganó. Aún conservo su habitación tal y como la dejó.
El gran jefe se ríe, de mí, está disfrutando de esto pero no sabe que mi
abuela me crio muy bien, me enseñó cómo defenderme.
—Me encantaría ver tu habitación Olivia. Si tu abuela me lo permite por
supuesto.
—Claro que si Kenneth.
Me mira victorioso.
—Abuela, piénsatelo ¿de verdad quieres que un hombre que está
comprometido y el cual quiere llevarme a la cama vea mi cuarto?
Miro al gran jefe que ahora está con la boca abierta. Sí. Punto para mí.
No, definitivamente no es un buen momento para eso
Olivia

—Livie —me reprende mi abuela —no avergüences a Kenneth. Además


¿Quién no quiere llevarte a la cama mi niña si eres preciosa?
Me acerco al váter, tiro de la cadena y me despido del agua con la mano.
—Y ahí va mi orgullo.
Mi abuela y el gran jefe se ríen. Se queda un rato más pero finalmente se
va a la oficina. Tiene que trabajar el resto de día. Sé que si le digo que no voy
no me pondrá ninguna pega pero necesito trabajar y despejar mi mente. Me
despido de mi abuela que se ha hecho amiga de las enfermeras de la planta y
me voy a por mi sobrina.
Debo reconocer que el comportamiento del gran jefe fue una sorpresa
muy agradable para mí. Estuvo al pendiente de mi abuela aunque tuvo que irse
porque la perra del anillo no paraba de llamarlo. Fue muy dulce de su parte
esperar conmigo en la sala, y luego en la habitación. Y, aunque esto no lo
reconoceré en voz alta, no es tan mal tipo como aparenta.
No sé dónde tengo el móvil. Anoche con las prisas lo tiré dentro de la
mochila pero ni idea de dónde está. Lo necesito, tengo que llamar a Kate, tiene
que saber lo que pasa con la abuela. Aquí está. Me siento en el porche de la
entrada de casa de mi abuela, la que fue mi casa tantos años, marco y espero a
que me lo coja.
Un tono.
Vamos Kate coge el maldito teléfono.
Dos tonos.
No me hagas esto.
Tres tonos.
Es la hora de comer entonces allí es…
—Hola fea —me saluda alegre como siempre.
—Hola fea —le contesto —tengo algo que contarte.
—¿Qué ocurre? ¿Está bien Mer?
—Sí, ella sí, es la abuela —cojo aire —ha sufrido un desmayo y está
ingresada.
—¡Oh Dios mío! Voy para allí enseguida.
—No es necesario —la tranquilizo mientras miro hacia arriba para evitar
que las lágrimas caigan por mis mejillas, me siento sola —la abuela está bien
atendida.
—¿Estas segura? —me pregunta y sé que lo hace de corazón.
—Sí, tranquila, pero quería contártelo.
Tomo otra respiración para evitar ponerme a llorar como una niña
pequeña.
—¿Tu hermano lo sabe?
—No he podido localizarlo.
Lo he llamado cien veces pero no me ha devuelto ninguna llamada. Es fin
de semana. Estará ahogado en alcohol. Kate lo sabe. La abuela lo sabe. Yo lo
sé.
—¿Y qué pasa con Mer?
—Está con la vecina. Ahora vengo a por ella para llevarla conmigo a
trabajar—le explico —Por cierto. Con todo lo que ha pasado no te he contado
que he encontrado un trabajo nuevo.
—¿Y vas a poder compaginar tres trabajos? —me pregunta preocupada.
—Cierto, no sabes, el del restaurante de Marie se lo di a la sobrina de
Carl.
—Se lo diste.
—Se lo di.
—Como un cromo.
—Sí.
—Solo a ti se te ocurre regalar un trabajo —se ríe.
—Mi padre dijo lo mismo.
Ambas nos reímos. Kate tiene ese efecto en mí. Siempre nos reímos.
Hemos pasado muy malos momentos juntas así que pensamos que ya solo
pueden quedarnos los buenos.
—¿Y en que consiste el trabajo? ¿Pagan bien? ¿Cómo lo conseguiste?
¿Dónde es?
—Se supone que estudias medicina, no periodismo.
Ella se ríe. Y yo con ella.
—A ver, trabajo en TransOcean, soy la cocinera privada del gran jefe. La
paga es brutal, tengo coche de empresa, pagas extras y vacaciones extra largas.
—Vaya ¿Qué hago estudiando medicina si hay empleos como ese por ahí?
—Porque tú eres mejor persona que yo.
—Livie, nadie es mejor persona que tú.
—Creo que el gran jefe no opina lo mismo.
—¿El gran jefe?
—Mi jefe, es el jefe de todos, el gran jefe.
La oigo reír. Yo sonrío.
—Tú y tu manía de ponerle nombres a todos ¿y porque ese tipo no
opinaría lo mismo que yo?
—Bueno…digamos que no he sido muy buena persona con él…o si…
depende de si el uso de la lengua esté incluido entre las tareas de una buena
persona…
—Espera, espera, espera. Repite eso de la lengua.
—Kate, tengo tanto que contarte —suspiro.
—Empieza.
Tomo aire.
—Voy a resumir porque tengo que irme a trabajar pero básicamente
presenté un curriculum falso. Me contrataron. Me pillaron. Me despidieron.
Hice una visita nocturna a la oficina para tomar venganza. El gran jefe estaba
allí, pero yo no sabía que era el gran jefe—aclaro —tuvimos un momento
caliente. Me fui. Me llamaron para volver. Volví. Lo vi en su despacho. Casi
lo hacemos sobre su mesa. Vino su prometida. Nos cortó el rollo. Aproveché
el momento para conseguir no solo el trabajo sino unas condiciones
inmejorables. Me fui a trabajar al Sandor. Él vino también. Bebí tequila de su
cuello. Me propuso beber tequila de entre mis piernas. Pasó lo de la abuela
antes de que él llegara a hacerlo. Me acompañó toda la noche. Se presentó a la
abuela. Pasamos ambos un mal rato y se fue a trabajar.
Cojo aire porque casi me ahogo. Se oye silencio al otro lado de la línea.
No sé si se ha cortado.
—¿Hola? ¿Kate?
—Vaya, sí que tenías que contarme.
—Si, ha sido una semana muy intensa.
—Nena vamos o llegaremos tarde —se oye decir de fondo a un hombre.
—¿Quién es ese? —pregunto.
Y la línea se queda en silencio.
—¿Kate?
—Nadie, tengo que dejarte. Hablamos.
Y me cuelga. Kate nunca me cuelga. Kate nunca me miente. Kate nunca
me oculta nada. Voy a darle a rellamar cuando Mer sale por la puerta de la
vecina corriendo en mi dirección.
—Tía Liv, tía Liv —me llama.
Y yo me levanto y abro mis brazos para recibirla. La alzo y giro con ella
dándole un enorme beso. Ella siempre me calma. Llamaré más tarde a Kate.
—¿Qué tal esta la abuela? ¿Se va a morir?
—América —la reprendo —nadie se va a morir, al menos no por ahora.
—Mejor —me contesta con una sonrisa.
Adoro su inocencia y su honestidad.
—Hoy vamos a ir a mi trabajo —le explico —tienes que portarte bien y
te prometo que haremos un bizcocho enorme.
—¿De verdad?
Asiento. Y ella salta feliz a mí alrededor. No creo que al gran jefe le
importe que Mer esté en la cocina mientras hago su cena. Miro mi reloj y veo
que es tarde para hacer la comida así que me arriesgo y paso por un pequeño
lugar de comida preparada que es amiga de mi abuela. Cojo una ensalada de
tabuleh y algo de pescado. Corro hacia la oficina y entro en el parking
prácticamente vacío. Da bastante miedo la verdad. Mer opina lo mismo
porque nada más bajar del coche me da la mano. Voy al ascensor y subo
directa a la oficina del gran jefe. Me asomo por el pasillo y veo que la
secretaria del gran jefe no está. Mejor.
—Ahora quédate aquí y espérame, me cuesta dos minutos entrar y salir.
Ella asiente y se queda parada en mitad del pasillo. Me dirijo hacia el
despacho y veo que la puerta está abierta. El gran jefe está solo tras su gran
mesa rodeado de papeles. Toco la puerta para no asustarlo.
—Pensé que debía traer algo de comer porque no me daba tiempo a
prepararlo yo misma —le digo entrando.
Me mira y me sonríe.
—No era necesario que vinieras hoy, podías tomarte el día libre.
—Gracias, pero necesitaba despejarme.
Desde lo de mi madre estar en un hospital se hace difícil para mí. Mi
abuela lo sabe y por eso sé que no se enfada por haberla dejado. Además está
muy bien atendida. El gran jefe se levanta y camina hacia mí. Coge las bolsas
y las deja sobre la mesa. Luego se gira y se queda a pocos centímetros de mi
cuerpo.
—Quizás sea un buen momento para retomar la lección del tequila.
Sonrío.
—No, definitivamente no es un buen momento para eso.
Sin previo aviso se lanza contra mi cuello y lo lame de una forma que
hace que me tiemblen las piernas.
—Mi lugar favorito —le oigo susurrar.
—Para.
—Dices una cosa pero tu cuerpo me dice otra.
Y él suyo también está siendo muy claro. Noto su erección contra mí.
—Ahora no puedo—susurro.
Y como si estuviera esperando hacer su entrada oigo a mi sobrina toser.
El gran jefe se separa y yo me rio. Es igual que la abuela.
—¿Se puede saber quién eres tú? —pregunta el gran jefe sorprendido de
ver a una niña en su despacho.
—Dile cielo, como hemos ensayado.
Ella me sonríe.
—Hola, soy América, y Olivia es mi mamá.
Adiós erección del gran jefe.
Yo también te quiero fea.
Olivia

No puedo evitar reírme. Mi sobrina es simplemente genial. Sigue ahí


parada mirando con sus dos coletas rubias y rizadas y sus grandes ojos verdes,
todo herencia de Kate.
—Perdona, has dicho ¿la hija de Olivia? —pregunta el gran jefe aun
pálido de la impresión.
—Ya te dije que no era un buen momento.
Y me mira, y mira a la niña, y vuelve a mirarme y Mer y yo estallamos en
carcajadas altas, sonoras y avergonzantes.
—Tía Liv tu jefe tiene una cara muy graciosa.
—Sí que la tiene ¿verdad?
El gran jefe se gira a mirarme y por un instante me siento mal, pero es un
instante tan pequeño que ni siquiera lo considero.
—¿Tía Liv? —pregunta el gran jefe pero esta vez mirándome a mí.
—Si, gran jefe, es mi sobrina.
Mira nuevamente de la niña a mí, de mi a la niña y finalmente se ríe, me
gusta que tenga sentido del humor.
—Debería haber notado que eres demasiado joven para tener una hija tan
mayor.
—Primero —digo levantando un dedo—no soy tan joven, tengo
veinticuatro, segundo, no es tan mayor ella solo tiene siete y tercero, da la
casualidad de que su madre tiene la misma edad que yo, así que afirmación
errónea gran jefe.
—Sí, mi mami y mi tía iban juntas a clase ¿sabe?
El gran jefe asiente.
—No sabía, pero gracias por el dato.
—De nada.
—No será tuya —me susurra —pero ese descaro lo ha heredado de ti sin
ninguna duda.
Sonrío. Pasamos mucho tiempo juntas, puede ser que algo de mí se le
haya pegado, me gusta pensar que sí.
—Entonces ¿hoy es el día de trae a tu sobrina al trabajo?
Me encojo de hombros.
—No quería dejarla con la vecina, somos un equipo ¿verdad pequeña?
Ella me sonríe y me choca la mano.
—Si no te importa estará conmigo en la cocina mientras preparo su cena.
—Vamos a hacer bizcocho —suelta mi sobrina.
—¿Bizcocho? Eso suena bien ¿le salen buenos? —le pregunta a Mer
señalándome a mí y medio susurrando.
—Sí, mucho, la abuela die que debería ser cocinera profesional.
—Ey, soy cocinera profesional —me quejo.
—No tía Liv, no tienes ningún título que lo demuestre así que eres solo
buena cocinera.
El gran jefe suelta una carcajada.
—Gracias querida sobrina por la aclaración —le digo sonriendo porque
adoro esas salidas que tiene.
—De nada querida tía.
—Definitivamente podría ser hija tuya —declara el gran jefe sin poder
parar de reír.
—Puaj, eso sería asqueroso, mi papá es su hermano.
El gran jefe y yo nos reímos
—Tienes razón pequeña —le dice el gran jefe dándole con el dedo en la
punta de la nariz.
—¿Qué hay para comer entonces? —pregunta el gran jefe mirando dentro
de las bolsas.
—Tabuleh casero de una tienda que prepara comida, la dueña es amiga
de mi abuela —le explico mientras saco toda la comida y se la preparo encima
de la mesa mientras él aparta los papeles en los que estaba trabajando.
—Espero que sepa mejor que el brócoli de anoche.
—Eso fueron órdenes de su prometida.
—¿Va a casarse gran jefe? —pregunta mi sobrina con toda naturalidad.
El gran jefe me mira.
—Algo así.
Su respuesta me extraña pero no es momento de preguntar así que sigo
sacando todo encima de la mesa para que coma el gran jefe.
—Ya tienes todo, bajaremos a la cocina a esperar a que nos digas que
quieres para cenar si te parece bien.
—Me parece perfecto Olivia. Pueden ir a hacer su bizcocho si prometen
darme un trozo para probar.
—Esta bien gran jefe, le guardaremos un trozo.
—Kenneth, puedes llamarme Kenneth —le dice a mi sobrina.
—Gran jefe me gusta más, o Ken ¿puedo llamarte Ken?
—Su prometida es como una Barbie —le contesto—creo que le pega.
El gran jefe se ríe y se sienta a comer. Nosotras nos marchamos a la
cocina a preparar ese gran bizcocho.
—Bien —le digo al llegar a mi sobrina —este es mi gran despacho.
Mi sobrina mira alucinada la gran cocina moderna y equipada que tienen
en la empresa. A ella le encanta cocinar tanto como a mí, nos viene de la
abuela, crecimos alrededor de ella cocinando. Bueno a mi también me viene
de mi madre, ella adoraba la cocina.
—Tía Liv es enorme —me dice asombrada.
Si lo es para mí, imagino que para su tamaño debe verse espectacular.
Saco de mi mochila el cuaderno de cocina de mi madre y se lo doy, a ella le
encanta y en algún momento será suyo. Aunque no conoció a mi madre mi
abuela y yo nos hemos encargado de que lo sepa todo de ella.
—Busca el bizcocho que más te apetezca y lo hacemos.
Ella me sonríe feliz y el mundo parece un lugar mejor. Ojala nunca
tuviera que crecer y ver la mierda del mundo.
—Quiero hacer este —me señala con su dedito sobre una foto de un
bizcocho de cacao hecho de yogurt.
Es una receta básica y muy sencilla pero queda un bizcocho esponjoso.
—Muy bien, este será. Ves gritándome los ingredientes y voy a
buscarlos.
Ella asiente y revisa los ingredientes. Desde que tenía cinco años es
capaz de reconocer las palabras de las recetas y leerlas. Mi niña es muy
inteligente.
—Seis huevos.
Y yo voy por ellos a la despensa de la derecha. Están todos apilados
blancos y relucientes. Cojo los seis con cuidado de no tirar ninguno. Los llevo
hasta ella, los dejo en el mostrador despacio y le sonrío.
—Siguiente.
—Harina y azúcar.
Vuelvo perderme dentro de la despensa y salgo con los botes de harina y
azúcar y los pongo sobre la mesa.
—¿Qué más?
Mer mira la receta repasando con su dedito lo que tenemos hasta ahora y
sigue con el siguiente ingrediente.
—Cacao en polvo.
Asiento y me meto en la despensa nuevamente. Reviso los estantes y
localizo el cacao en el estante de arriba. Qué bien. Miro a mi alrededor
buscando una banqueta pero no hay nada. Está claro que no piensan en las
personas de estatura media. Nota mental, pedir un taburete para llegar a todos
lados. No quiero dejar mucho rato sola a Mer así que finalmente intento
cogerlo yo misma. Me estiro y logro rozar el bote con la punta de mis dedos.
Vamos. Un poco más.
—¿Necesitas un hombre? —oigo preguntar detrás mío.
Me giro y veo al gran jefe sonriendo.
—Necesito diez centímetros para ser exactos.
—Espero que diez centímetros no sean tus expectativas porque vas a
quedar gratamente sorprendida.
Me gusta este juego que nos traemos.
—Tranquilo gran jefe, he manejado expectativas mayores de diez
centímetros, la duda es si puedes manejar las comparaciones.
Él se ríe y yo hago lo mismo.
—Descarada.
—Puede ser.
Coge el bote de cacao y salimos fuera.
—Tía el gran jefe ha venido a ayudarnos a hacer el bizcocho.
—Ya veo, pero vas a mancharte ese caro traje.
—¿Quieres que me lo quite? —me insinúa guiñándome un ojo.
Me rio.
—No, no queremos que se queme nada con el horno.
Y me vuelvo a reír porque recuerdo como un exnovio abrió desnudo la
puerta del horno para comprobar si estaba echo un bizcocho y se quemó con el
vapor que salió. Aun puedo verlo saltar dentro de la ducha para echarse agua
fría en sus pendientes reales.
—Mira a ver que más falta Mer —le digo cambiando de tema mientras
veo como el gran jefe se quita la americana y se desabrocha los botones de las
mangas.
Me lamo el labio inferior inconscientemente y él me pilla, sonríe. Vamos
a tener que hablar sobre esta tensión sexual porque empieza a ser abrumadora.
—Falta el limón, el yogur y yo creo que nada más —dice Mer revisando
los ingredientes mientras el gran jefe y yo sostenemos la mirada.
Voy por ellos porque necesito sentir el frio de la nevera y alejarme del
gran jefe. Cuando vuelvo veo como mi sobrina habla animadamente con él,
que ahora sostiene el cuaderno de mi madre en sus manos.
—Algún día sabré hacer todas las recetas de ese cuaderno —dice feliz y
convencida.
—Siempre y cuando hagas tus deberes y apruebes todo—le digo
mientras elle asiente sonriendo.
—Veo que el cuaderno de tu tía está lleno de recetas de todo tipo ¿son
todas tuyas? —pregunta mirándome.
—No, la mayoría son de mi madre, yo solo las copie para que no se
perdieran en el olvido.
—Es que mi abuelita Leah se murió ¿sabe?
Reconozco que a pesar de los años aun duele. Creo que me dolerá toda la
vida, ahora es llevable al menos.
—Lo siento —dice mirándome el gran jefe y veo en su mirada una
ternura que no había visto antes.
—Fue hace mucho —le confirmo.
—Yo ni siquiera la conocí —le aclara Mer —pero tía Liv y la abuela
Mone me han contado todo sobre ella.
—Eso es muy bonito.
—Gracias —le digo pensando en lo guapo que le hubiera parecido el
gran jefe a mi madre.
Oigo mi teléfono sonar en mis vaqueros y agradezco la interrupción. Miro
quien es y veo en la pantalla el nombre de mi hermano. Mierda. No me apetece
hablar con él ahora pero tengo que hacerlo. Aún no he podido contarle lo de la
abuela.
—Princesa, ponte los cascos —le digo y ella me entiende, saca su
reproductor de música, sus cascos y se los pone bajo la atenta mirada del gran
jefe.
—Hola gran desconocido —digo descolgando el teléfono.
—Oli —él es el único que me llama así, aparte de mi madre —¿Qué
cojones le pasa a Kate?
Y noto en su voz que está borracho.
—Nada que yo sepa —y no miento, sé que pasa algo pero no sé qué es.
—No me mientas, os lo contáis todo.
—¿Has hablado con ella?
—Si
—¿Te ha dicho lo de la abuela?
—Si
—¿Vas a ir a verla?
—Oli ya sabes que no me gustan los hospitales.
—Ni trabajar, ni tener responsabilidades, si hermanito, sé que hay cosas
que no te gustan. Madura.
—Oli no empieces con esa mierda.
—Por cierto América está muy bien, gracias por preguntar.
—Oli —me nombra pero su tono es una clara amenaza.
—¿Qué?
Miro a Mer y ella está feliz con su música dibujando. Es triste que cada
vez que hable con su padre tenga que ponerse música para evitar oír las
barbaridades que llegamos a decirnos.
—¿Qué cojones pasa con Kate?
—Y yo que mierda sé, no entiendo a qué te refieres.
—Al tío que está con ella.
¿Tío? ¿Qué tío? No sé de qué me habla.
—No te quedes callada, sé que se está follando a uno.
Mierda Kate ¿Por qué no me ha dicho nada?
—No sé de qué me hablas.
—Seguro que sí, siempre la has solapado en todo.
Noto la ira crecer dentro de mí y miro al gran jefe, va a presenciarlo
todo, no va a ser bonito pero me da igual.
—¿Qué la solapo en todo? ¿En serio? ¿Tú me dices eso? ¿También la
solapé cuando decidiste preñarla? ¿También la solapé cuando le dijiste que
abortara? ¿También la solape cuando te desentendiste de Mer? O si imbécil la
solapo, eso hago.
Intento no gritar pero no puedo evitarlo.
—Oli sabes que yo no quería que tuviera a América pero os empeñasteis,
quisisteis jugar a las casitas, no me vengas a tira mierda ahora sobre eso. Lo
que quiero saber es quien cojones es el tío que se está follando.
—No lo sé, no te estoy mintiendo, pero seguro como el infierno que es
mucho mejor que tú—le escupo y sé que en estos momentos tiene que estar
montado en cólera.
Amo a mi hermano pero no amo a la persona en la que se convierte
cuando bebe, y es con ese con el que estoy hablando ahora mismo.
—Olivia ¿está todo bien? —me pregunta el gran jefe preocupado.
Mierda, no me acordaba de él. Mi hermano lo oye.
—Ahora lo entiendo, te he pillado follándote a uno ¿no? Kate y tu sois
igual de zorras, espero que al menos les cobréis porque si no estáis perdiendo
dinero.
Ha gritado lo suficiente como para que el gran jefe lo oiga, ahora mismo
me estoy muriendo de la vergüenza, no debería haberle cogido el móvil. Me
giro, no puedo mirarlo a la cara. Quiero estrellar el aparato contra la pared
pero no tengo dinero, no puedo permitirme hacer eso.
Noto como el móvil sale de mis manos y me giro a tiempo de ver al gran
jefe ponérselo en la oreja.
—Hola, soy Kenneth Crown, jefe de Olivia —dice tranquilamente en un
tono de negocios que solo había oído en las películas.
Silencio, mi hermano debe estar hablando.
—Entiendo que no sepa qué cojones me importa Olivia y lo que hable
con ella, pero me importa —contesta con el mismo tono.
La situación es surrealista. Mi sobrina pintando con las piernas colgando
del taburete feliz mientras oye su música. Mi jefe hablando con mi hermano
alcohólico por teléfono en la cocina. Y yo parada como un mueble sin saber
qué hacer.
—Si, verá, resulta que he tenido la suerte no solo de conocer a su
hermana sino de conocer también a su hija y le pediría por favor que de ahora
en adelante las tratara con el respeto que se merecen.
Silencio nuevamente, oigo gritos al aparato pero no puedo distinguir las
palabras, debe estar realmente enfadado y borracho. Espero que no vaya a ver
a mi abuela y la líe en el hospital. O peor, que venga a casa en ese estado y
asuste a Mer. Si eso pasa uno de los dos acabará en la cárcel y el otro en el
hospital.
—Creo que no me ha entendido, no le estoy dando la opción de hacerlo o
no —dice el gran jefe en el mismo tono de negocios que ahora da miedo
mientras me mira directamente a los ojos —Si me entero de que ha molestado
a alguna de ellas voy a hacer que mis abogados, a los cuales les pago una
cantidad vergonzosa de dinero, metan sus pollas en su boca para que no pueda
volver a llamar a Olivia nada de lo que ha dicho ¿me entiende?
No se oye nada por parte de mi hermano.
—No le he oído contestar.
Lo está presionando, mierda, estoy por contestarle yo.
—Eso me gusta más. Muchas gracias por su comprensión —dice el gran
jefe y cuelga.
—Gracias —le digo de corazón porque nadie me ha defendido así de él.
Siempre soy yo la que defiende a los demás así que es agradable por una
vez no tener que lidiar con esto.
—No debería hablarte así Olivia.
—El que habla no es mi hermano. Es el alcohol.
—No lo excuses, no has oído lo que ha dicho de ti.
—Créeme, sé lo que ha dicho de mí. Llevo peor que lo hayas oído a que
lo haya dicho.
Y sin saber por qué da un paso hacia mí y me envuelve en sus brazos. Un
gran abrazo que yo le devuelvo apoyando mi cabeza en su pecho y respirando
profundamente. Solo necesito un momento, se siente bien estar así.
—Él no era así —le digo con la mejilla apoyada contra él oyendo su
corazón acelerado latir —era un buen chico. Capitán del equipo de futbol,
buenas notas, educado. Siempre ayudaba en casa y traía a todas las chicas
locas porque era un caballero.
El gran jefe frota mi espalda con su mano. Se siente bien.
—Pero cuando mamá murió no pudo superarlo. Aún no ha podido.
Comenzó a sumergirse en una espiral de autodestrucción en la que nos arrastró
a todos. Sé que es estúpido de mi parte aguantar toda esta mierda de él, pero
cuando no bebe, cuando está sobrio, lo miro a los ojos y aun puedo ver a mi
hermano. El hermano que me llevaba de la mano a clase para que todos
supieran que yo era su hermana pequeña y me respetaran. El hermano que le
partió la cara a un chico de mi clase porque dijo que era fea. El hermano que
dormía conmigo cuando tenía miedo de que el monstruo del armario saliera y
viniera por mí.
—¿Hace cuánto murió tu madre? —me pregunta masajeando mi nuca.
—Diez años, yo tenía catorce, el tenia dieciséis.
Oigo un chasquido de su lengua y sé que cree que no debería perder mi
tiempo intentando arreglarlo pero simplemente no puedo dejar de intentarlo.
Tengo que cuidar de él, por mamá, por papá, por la abuela, porque Mer se
merece un padre.
—Tía Liv ¿ya puedo quitarme los cascos? —pregunta gritando mientras
nos mira aun abrazados.
—Sí cielo —contesto saliendo del momento feliz que he tenido.
—¿Ha sido muy imbécil mi padre?
El gran jefe suelta una carcajada.
—América —la reprendo.
—Sí ya lo sé tía Liv, no puedo insultar a mi padre aunque lo que diga no
es mentira.
—Eso es, es tu padre y merece un respeto.
—Es increíble lo que estás haciendo con esta niña —me susurra el gran
jefe en el oído mientras pone el móvil frente a mí.
Lo cojo y veo que tengo llamadas de Kate. Fantástico, esto no va a hacer
nada más que mejorar. Marco la rellamada y Kate me contesta en el primer
tono.
—Lo siento —la oigo llorar —yo sé que te he fallado, sé que no debería,
lo siento Livie, lo siento tanto.
Sus palabras me desconciertan, no sé porque está llorando tan
desconsoladamente mal. Solo la he oído llorar así cuando se negó a abortar a
Mer.
—Kate, tranquilízate ¿Qué ocurre?
—Hay un hombre, y me hace feliz, y —se corta ella misma entre
lágrimas.
Esto es grande, debe serlo para que esté así. Me prometió que estaría
centrada en la carrera, nada de hombres de más de una noche.
—No merezco nada, te he mentido, me debes odiar —no hacía más que
berrear al teléfono.
—Kate, cálmate, así no puedes hablar.
—Voy a dejar la carrera, el lunes presentaré los papeles, tú eres quien
debería estar estudiando no yo.
Mierda, no, no me gusta que me mienta pero no hay que ser tan drástica.
—Voy a volver, trabajaré de camarera donde sea, me haré cargo de Mer.
Dios, lo siento tanto.
La angustia de sus palabras hace que mi enfado por la mentira disminuya
a pasos agigantados.
—Kate, cállate y escúchame —me obedece —no sé qué cojones estas
diciendo, acabo de tener una charla poco divertida con mi hermano y tengo a
Mer aquí conmigo. Mañana voy a ir allí, me vas a contar todo y vamos a
solucionarlo juntas, como siempre.
—Pero…
—Pero nada. Mañana te veo, te llamo cuando lleguemos.
Se queda callada, sabe que cuando me pongo así no va a lograr que
hable., Además seguramente no quiere que Mer oiga lo que tiene que decirme.
—Está bien, mañana las veo, te quiero fea.
—Yo también te quiero fea.
—Y yo también te quiero mami —grita Mer por detrás haciendo que Kate
se ría.
Cuelgo, cierro los ojos y me froto la cara con la mano. Esta semana está
siendo demasiado larga.
—¿Vamos a ir a ver mañana a mami?
—Sí cielo —le contesto bostezando.
—Olivia ¿estás bien? Tienes mala cara —me dice le gran jefe poniendo
sus manos en mis mejillas y observándome de cerca.
—Solo un poco cansada, nada que no pueda solucionar en cuanto me
toque la lotería —le contesto sonriendo.
—¿Está muy lejos donde vais?
—No, son cinco horas de coche así que no te preocupes que el lunes
estaré aquí a mi hora para trabajar.
Sonríe y no sé porque lo hace. Me da un beso en la frente y se va junto a
mi sobrina.
—Mer ¿te gustaría que fuera con vosotras mañana?
La niña lo mira entusiasmada.
—¡Siiiiii! ¿Puede venir tía Liv? ¿Puede? ¿Puede?
Lo miro confundida porque no me esperaba esto.
—¿Puedo ir con vosotras mañana tía Liv? —pregunta el gran jefe
imitando a mi sobrina.
Todo esto es raro, la situación, su petición, lo que he sentido al oírla.
Todo raro, muy, muy raro, demasiado.
—Tú decides Mer.
—Entonces siiiiiiiiiiiiii —contesta ella feliz.
—Parece que mañana nos vamos de viaje —le digo al gran jefe
sonriendo.
—Eso parece —me contesta con una sonrisa de medio lado que me
descoloca totalmente.
Esto empieza a complicarse.
Punto para el gran jefe.
Olivia

Faltan solo cinco minutos para que el gran jefe venga a recogernos. Según
él su coche es mucho más adecuado para un viaje largo que el mío. Es raro,
teniendo en cuenta que el mío en realidad es suyo.
—Mer ¿tienes ya todo?
—Si tía Liv, solo me falta ponerme los zapatos.
—Ok, póntelos ya y salimos a esperarlo.
—Vale —me contesta sonriendo.
Nunca hubiera dicho que el gran jefe tiene mano con los niños, pero
después de ver como se comportó con Mer y, sobretodo, como ella reaccionó
con él, no me cabe la menor duda que algún día será un padre estupendo.
Saco el móvil de mi bolsillo y llamo a mi abuela. Mañana le dan el alta,
solo faltan un par de pruebas más para descartar problemas menores.
Afortunadamente las pruebas que nos decían si tenía problemas graves de
salud han salido todas bien.
—Hola abuela ¿todo bien?—pregunto nada más que se descuelga el
teléfono.
—Buenos días Livie, todo perfectamente bien ¿irás hoy a a ver a Kate?
—Sí —digo a la vez que asiento como si pudiera verme —cuando vuelva
te cuento.
—No seas demasiado dura con ella bichito, se merece ser feliz.
Mi abuela quiere a Kate como si fuera nieta suya. Desde que sus padres
la echaron a la calle por quedarse embarazada y no querer abortar ha sido un
miembro más de esta familia.
—No es mi intención, aunque me duele que me haya mentido.
Y es así, Kate y yo nunca nos mentimos, es una regla básica en nuestra
relación, es a la única persona que jamás le he dicho una mentira, y creía que a
ella le pasaba lo mismo, ahora tengo dudas y no me gusta sentirme así.
Veo una camioneta enorme y negra estacionar delante de mi jardín. Baja
la ventanilla y el gran jefe aparece tras ella sonriendo.
—Abuela tengo que dejarte, el gran jefe ya está aquí.
—Tener cuidado.
—Lo tendremos.
—Y dale una oportunidad al hombre, me gusta para ti.
Suspiro.
—Abuela, es mi jefe, y no solo eso, está comprometido, demasiados
problemas.
—Bichito, solo he dicho que le des una oportunidad, no que fuera fácil
hacerlo.
Sonrío.
—Tienes razón.
—Siempre la tengo —y la oigo reírse —te quiero bichito.
—Y yo a ti abu.
Cuelgo el teléfono al tiempo que Mer sale corriendo hacia el gran jefe,
este la espera con los brazos abiertos y la recoge en un abrazo mientras la
aúpa. Si no lo estuviera viendo no lo creería. Mer es una niña adorable, pero
tiene problemas de confianza con los hombres, no le gusta quererlos porque
tiene miedo de que la abandonen como hizo su padre. Al menos es lo que su
psicóloga nos contó a Kate y a mí, pero con el gran jefe es como si fuera todo
fácil y natural. Espero que no salgamos las dos heridas por una mala decisión.
—Buenos días gran jefe —le digo sonriendo mientras mi sobrina se baja
de él.
—Tía Liv ¿has visto que coche más grande? —Pregunta asombrada —¿el
gran jefe también trata de compensar sus carencias con el tamaño de su coche?
Mierda, esta niña aprende demasiado rápido, voy a tener que empezar a
medir mis palabras a su alrededor. Miro al gran jefe que me observa con la
ceja en alto y una sonrisa asomándose en sus labios.
—No te sé decir Mer —le contesto porque es así, espero que el gran jefe
no se ofenda, pero no miento a mi sobrina, nunca.
—Puedo asegurarte que no trato de compensar nada pequeña —contesta
pero me mira a mí.
—Mejor —le replica mi sobrina —porque aunque no sé qué significa
creo que no es bueno por como lo dice mi tía.
Ahora ambos nos echamos a reír. No sé cómo mi hermano puede estar
perdiéndose conocer a esta adorable e increíble personita que es su hija, mi
madre estaría muy triste si lo supiera.
—Bien, entonces ¿a dónde vamos? —pregunta el gran jefe ayudando a
Mer a subir y metiéndola en una silla de coche especial para ella.
—No tenías por qué traer la silla —le digo detrás de él mientras termina
de ajustar los anclajes de seguridad.
—La seguridad es lo más importante, sobre todo cuando se trata de niños
—me contesta sin siquiera darse la vuelta.
—¡Tía Liv aquí detrás hay una tele! —grita mi sobrina entusiasmada.
—Es un iPad, y estos son los cascos bluetooth —le explica el gran jefe a
mi sobrina —si le das al menú encontraras todos los videos de series
infantiles que he podido encontrar y…
—¡Tía Liv también tiene Netflix!
El gran jefe se ríe.
—Y Netflix Kids para que puedas buscar por si me he dejado alguno.
—¡Muchas gracias!
Termina de abrocharla y cierra la puerta trasera.
—¿Nos vamos? —me pregunta con una gran sonrisa.
—No tenías por qué hacerlo, vas a ser un gran padre algún día —le digo
más seria de lo que quería sonar.
—¿Me estás proponiendo ser el padre de tus hijos o solo practicar la
forma en que se hacen? —me pregunta sonriendo aliviando el tono serio del
ambiente tras mi declaración.
—Vamos gran jefe, aún nos quedan casi cinco horas de viaje hasta
Princeton.
—¿Princeton? Esa amiga tuya debe tener una buena cabeza si está allí.
—No te imaginas cuanta.
Nos subimos al coche y programa el GPS del salpicadero para que nos
lleve hasta allí. Miro hacia atrás y veo a mi sobrina manejar el iPad como si
fuera suyo.
—Creo que a tu sobrina le gusto —dice el gran jefe sin apartar los ojos
de la carretera pero sonriendo.
—Extrañamente creo que sí.
—Gracias por lo de extrañamente, pensaba que era un buen tipo.
Me rio.
—No te hagas el ofendido, lo digo porque mi sobrina es muy sociable
pero le cuesta confiar en los hombres.
—¿No es demasiado joven para eso? —me pregunta frunciendo el ceño.
—Digamos que no le ha tocado ninguno bueno cerca.
Bueno, sí, mi padre, pero no lo tiene cerca. Prefiero callarme esa
historia, bastante pena debemos de dar ya como para agregar la historia del
padre convicto.
—Pues ya tiene a uno bueno cerca, si me dejas —y esta vez me lo dice
mirándome.
—Más que dejarte debería saber por cuanto tiempo, no creo que su
prometida sea una gran fan mía y, por extensión de mi sobrina. Además, los
dos sabemos que no duraré demasiado en el trabajo, tiendo a meterme en líos,
tengo problemas con la autoridad —le digo encogiéndome de hombros.
Ahora está mirando a la carretera pero llegamos a un semáforo en rojo.
—Olivia.
—Dime —le contesto mirando al frente.
—Mírame —me ordena.—No tengo intención de irme a ningún lado.
Y me lo dice mirándome fijamente a los ojos.
—Y no me dan miedo tus problemas con la autoridad, así que ves
acostumbrándote a estar a mí alrededor porque no voy a perderte de vista.
Me sonrojo como una niña pequeña aunque sé que no debo hacerlo. Tiene
novia, no, prometida, y aun así está en el coche con otra mujer y su sobrina
prometiendo cosas que no debería prometer.
El semáforo se pone nuevamente en verde y arranca. Van a ser una horas
muy largas me parece a mí.
—Y bien ¿Qué puedes contarme de tu amiga Kate? —pregunta cambiando
el tema radicalmente.
Dudo un instante de si contarle todo o guardarme algo pero me lo pienso
mejor y decido contar todo. Él está aquí de forma desinteresada, me ha
ayudado en todo y, lo más importante, no me avergüenza nuestra historia, así
que me dispongo a contarle una parte muy importante de mi vida.
—Kate y yo nos conocemos desde siempre. Fuimos juntas a la guardería,
la primaria y secundaria. Vivía a unas manzanas de mi casa. Pasábamos todo
el día juntas.
—Eso es admirable, conservar tantos años una amistad es difícil.
—Pasamos por nuestros baches y nuestros tirones de pelo no te creas —
él se rio —pero siempre volvemos a ser amigas.
—¿Cómo acabó estudiando en Princeton y tu cuidando de su hija? —me
pregunta directamente.
Me gusta que sea claro sobre lo que quiere saber, odio cuando la gente da
rodeos para acabar preguntando, esto demuestra que sus intenciones son
buenas.
—Si es que puedo saberlo —dice viendo que no hablo.
—Puedes. Kate y yo pasábamos todo el día juntas, casi siempre en mi
casa. La misma casa en la que vivía mi hermano. Kate estaba enamorada de él
desde primaria.
—Que tierno.
—Sí, lo sé —le sonrío recordando a Kate suspirar por él —Cuando mi
madre murió mi hermano cambió de actitud completamente. Dejó el equipo de
futbol, bajó sus notas, comenzó a ir con malas compañías… todo lo contrario a
lo que era.
—Tuvo que ser difícil para ambos ¿y tu padre? —pregunta sin mirarme.
—No estaba —esta historia prefiero no sacarla —así que mientras
llorábamos por mi madre mi hermano decidió ser el chico malo, se rebeló,
estaba enfadado con mamá por morirse, creo que aún lo está.
Miro por la ventanilla un momento, necesito un segundo para continuar,
los recuerdos dolorosos me asaltan y tengo que meterlos en el rincón de mi
memoria nuevamente antes de continuar.
—De alguna forma se convirtió en todo lo que mamá hubiera odiado. Fue
tal el cambio que casi le quitan la custodia a la abuela.
—¿Tú abuela se hizo cargo de ustedes?
—Así es, vino a vivir con nosotros dos años antes de morir mi madre
más o menos.
—Tuvo que ser muy duro ver morir a su hija.
—Mucho, pero ella solo se permitió llorar en el entierro, una vez que
acabó el sepelio nunca más la vi llorar.
—Es una mujer increíble.
—Mucho —le contesto sonriendo.
—Así que tu hermano se convirtió en un rebelde.
—Sí, se dedicó a las fiestas y las chicas, cada día una. Hasta que le tocó
el turno a Kate. Ella era una niña pero a él no le importó, se aprovechó de que
estaba enamorada —le digo cabreada.
—Parece que eso te enfada.
—No sabes cuánto. Ella venía a casa escapando de una familia que no la
quería y en vez de ayudarla le jodió la vida.
El gran jefe mira por el retrovisor para ver si Mer nos ha oído.
—Tranquilo, ella cuando se pone los cascos lo hace a mucho volumen, no
puede oírnos.
Asiente más tranquilo.
—Kate se entregó a él pensando que se acabaría enamorando de ella,
pero no lo hizo, la usó y cuando quiso la dejó, solo que ella en su inmensa
estupidez se había quedado embarazada.
—Vaya pieza era tu hermano.
—Es, todavía sigue igual.
—¿Se lo tomaron muy mal los padres de Kate?
—Sus padres eran todo postureo social. Que su hija adolescente se
embarazara de un bueno para nada era una vergüenza, así que le dieron dos
opciones, abortar o largarse de casa.
—Pobre Kate, donde debería haber encontrado comprensión solo
encontró rechazo.
—Así es. Decidió abortar porque era lo que más sentido tenía.
Adolescente sin trabajo, la iban a echar de casa, el padre de la criatura no
quería saber nada de ella o del bebé…en fin, abortar era la mejor opción, así
que pedimos cita en la clínica. Aún recuerdo ese día como si hubiese sido
ayer.
Suspiro y siento mi piel erizarse. Recuerdo el olor de la clínica, estaba
todo limpio y las enfermeras sonreían, pero cada paso que dábamos dentro de
ese lugar era como si se acabara el aire, como si se viciara.
—Sus padres nos acompañaron pero dijeron que se quedarían en la sala
así que me tocó entrar con ella —aún recuerdo como lloraba y lo sola que se
sentía —sabes, no era justo, mi madre, que era la mejor madre del mundo,
había muerto. La suya, que no servía para nada más que llevar bonitos
vestidos, estaba fuera leyendo una revista sin importarle ni la vida de su hija
ni la de su nieto o nieta.
—Es increíble que haya mujeres así —masculla entre dientes.
—Ayudé a Kate a ponerse la bata y sentarse en esa silla de tortura con las
piernas abiertas. Me cogió la mano y junté mi cabeza con la suya. Ambas
llorábamos. Entró un médico con una pireta como la del poner salsa en el pavo
de navidad y solo decía que todo iba a ir bien. Era horrible.
—¿Qué pasó entonces?
—Pues lo que ya te he dicho, tengo problemas con acatar la autoridad. Su
madre antes de entrar me advirtió que iba en serio lo de echarla de casa para
que no tratara de convencerla. Pero cuando aquel tipo se sentó frente a sus
piernas abiertas con ese aparato raro no pude aguántame y le volví a preguntar
si estaba segura.
—Y no lo estaba.
—No, no lo dijo pero sus ojos me contestaron, no quería estar allí,
ninguna de las dos queríamos.

—Kate, no tienes que hacerlo —le dije mirándola a los ojos.


—No tengo donde ir, ni como criar al bebé, tengo miedo, no quiero
hacerlo pero tengo miedo.
Grité frustrada y el medico se sobresaltó.
—Lo haremos juntas ¿de acuerdo? Vendrás a vivir a casa con la abuela
y conmigo, trabajaremos y ambas cuidaremos al bebe.
—¿Y si tu abuela no está de acuerdo? —me preguntó con un brillo de
esperanza en sus ojos.
—Pues entonces nos iremos, las dos, encontraremos la forma, lo
haremos, te lo prometo Kate, no estás sola, estamos juntas en esto.
Ella me miró sonriendo y llorando a la vez que asentía con la cabeza.
—Juntas —repitió ella mientras saltaba de la camilla.

—Recogí su ropa de la silla y salimos de allí corriendo y riendo. Fue la


última vez que ella vio a sus padres. Yo aún los vi alguna que otra
desagradable vez más.
—Lo que hicisteis fue algo muy valiente.
—Y muy estúpido, tremendamente estúpido, aun así no me he arrepentido
ni una sola vez en mi vida de la decisión que tomamos —le digo mirando
hacia atrás y viendo a Mer feliz con sus dibujos.
Miro al gran jefe meditar mis palabras y sé que quiere preguntarme algo.
Lo voy conociendo y esa cara es que algo le ronda la mente.
—Suéltalo —le digo sin rodeos.
Me mira sorprendido pero con una sonrisa.
—¿Cómo es que Kate está estudiando en Princeton y tu estas aquí con dos
trabajos?
Otra vez directo, me gusta.
—Mi abuela acogió a Kate en casa como una más. Por suerte estábamos a
unos meses de acabar el instituto así que Kate pudo acabar el curso ocultando
su embarazo con ropas anchas. Mer nació en verano. La vida en el instituto ya
no fue tan divertida cuando todos se enteraron de lo ocurrido, pasamos de ser
animadoras a parias sociales.
—¿Qué más les daba si había sido madre? —pregunta casi indignado.
Y eso me hizo gracia.
—Kate se convirtió en la chica fácil que se deja preñar y yo en la chica
que daba puñetazos antes de preguntar qué había pasado. Fue una época muy
dura para mi abuela, pasaba más tiempo en el despacho del director que yo —
le digo riéndome.
—Las abuelas son las mejores ¿verdad? —y lo dice en un tono que
denota que ahí hay una historia, me lo apunto para preguntarle.
—Bueno, como todo, el instituto acabó y las pruebas para la universidad
estaban por llegar. Ambas trabajábamos y estudiábamos pero solo había
dinero para una de nosotras. Kate quiso que fuera yo pero no tengo el mismo
cerebro que ella, así que hicimos un pacto, la que mayor nota sacara en la
prueba de acceso a la universidad, iría primero. La otra esperaría a que
acabara e iría después. Kate ganó —le digo encogiéndome de hombros.
Me mira un segundo y luego detiene el coche al lado de la carretera. Se
gira y me mira muy serio.
—Agradece que América está ahí detrás sino da por seguro que serias tú
la que estaría tumbada en el asiento conmigo en tu interior.
Lo miro no entendiendo porque dice eso y mi cara se debe reflejar la
pregunta que me estoy haciendo.
—Porque sé que tu fallaste a propósito las pruebas para que Kate fuera a
la universidad.
Y no puedo evitar enrojecer por sus palabras y porque es cierto. Parece
que él también empieza a conocerme. Punto para el gran jefe.
Puede ser, tendrás que averiguarlo.
Olivia

Las palabras del gran jefe me dejan totalmente desconcertada. Me mira


durante un segundo más y luego vuelve a incorporarse a la carretera como si
no hubiera dicho nada fuera de lo normal. Pero lo había hecho. Había dicho
muy claramente las intenciones que tenía.
—Si reconocer que quiero tenerte debajo de mi era la forma de callarte
te lo hubiera dicho hace mucho tiempo —dice el gran jefe sonriendo mientras
miraba al frente.
Frunzo el ceño. Me ha pillado fuera de juego y por un momento estoy
tentada a decirle que fuéramos detrás de un arbusto pero no, ya no tomo malas
decisiones, me lo prometí a mí misma. Lo miro y sigue sonriendo. Quiere
jugar.
Juguemos.
—Estaba imaginando como sería retorcerme debajo de ti mientras me
embistes duramente —digo muy seria.
Noto como aprieta el volante y sus nudillos se vuelven blancos. Sonrío. A
este juego podemos jugar los dos. Lo veo lamerse los labios y cuando creo
que va a contestar la música de la radio desaparece y suena la música de un
móvil. El gran jefe descuelga a un tal Patrick según aparece en la pantalla.
—Hola Patrick ¿en qué puedo ayudarte? —contesta muy educadamente.
No sé qué tipo de relación tienen pero no parecen cercanos.
—Cielo, soy yo —contesta una chica.
Lo miro divertida porque creo que sé quién es y él me devuelve la mirada
confirmándomelo.
—Dash ¿Por qué me llamas desde el teléfono de Patrick?
—Porque no me contestas si te llamo desde el mío —se queja la arpía
desde el otro lado de la línea.
—Si no te contesto es porque no quiero contestar.
Tiene sentido. El gran jefe es un tipo con lógica.
—¿Dónde estás nene?
Parece que ella no entiende las directas…
—En un viaje conduciendo así que…
—¿A dónde vas? ¿Por qué no me has dicho? Si me lo hubieras dicho te
hubiera acompañado.
—Dash, no te lo he dicho porque es un viaje privado de negocios.
Lo miro alzando las cejas.
—Además, no voy solo en el coche, tengo un cliente conmigo y preferiría
no tener que hablar cosas privadas en su presencia.
Esto se pone mejor. Me siento tentada a decir algo para arruinarle la
mentira pero no lo hago porque no quiero que Dasha sufra. Es una idiota que le
consiente todo pero aun así no quiero que pase por lo que yo pasé. Duele
cuando amas a alguien y este te engaña.
—Está bien cielo, llámame cuando vuelvas y me paso por tu casa. Te
extraño. Y tengo un conjunto de lencería nuevo de…
—Adiós Dash —y cuelga sin dejarle terminar la frase.
Sigo mirándolo esperando que diga algo pero parece que no va a hablar.
Es de esas personas que tienen un elefante gigante en el salón pero evita hablar
de ello, como si no hacerlo fuese la solución. Lástima que yo no sea así.
—Así que soy un cliente y este viaje es un negocio ¿no? —pregunto
directamente.
—Olivia, era más fácil de esta manera.
—Para ti.
—¿Qué?
—Que era más fácil para ti de esta manera. No es más fácil para mí y
claramente no lo es para Dasha.
Me mira sorprendido.
—No sabía que te cayera tan bien.
—No lo hace, pero no soy una zorra sin sentimientos.
Me mira y mira la carretera. Vuelve a mirarme y vuelve a mirar la
carretera. Hace eso varias veces más. Está empezando a ponerme nerviosa.
—Estas enfadada.
—Lo estoy.
—No tienes motivos.
Miro hacia atrás y veo que América se ha dormido, mejor, no quiero que
presencie esto, no va a ser bonito.
—¿Qué no tengo motivos? Eres increíble.
—Gracias —responde con una sonrisa de medio lado.
Como me jode que sea tan guapo. Céntrate Olivia por amor de Dior y de
Chanel. No caigas con este idiota.
—Creo que será mejor que pares en el próximo pueblo, Mer y yo nos
bajamos —le digo muy seria sabiendo que no debe faltar mucho para llegar.
—Olivia, no es para tanto.
Bufo irritada.
—Para ti no es para tanto ¿Qué se supone que soy? ¿Tu sucio secreto?
¿Es divertido ver si te puedes follar a la camarera/cocinera muerta de hambre
de tu empleada?
—Olivia —pronuncia mi nombre en un tono enfadado —las cosas no son
así.
—Me confundes —le declaro —no sé qué quieres. Primero me besas,
luego me entero de que tienes prometida, luego vuelves a besarme y finalmente
me dices que no quieres perderme de vista y que quieres estar dentro de mí a
la vez que me ocultas a tu brillante y reluciente novia. En serio, aclárate.
Me mira perplejo. Quizás es porque no estoy gritando, mi tono es
calmado, no quiero que Mer note nada. Eso lo ha desconcertado. Sigue sin
decir nada. Respira profundamente, está pensando pero no dice nada. Eso me
jode más, el silencio, que no me conteste.
—Para —le ordeno.
No lo hace.
—Para te he dicho.
Mi tono de enfado es claro.
—No.
—No era una pregunta.
Golpea el volante pero no me asusta, estoy más que harta de lidiar con
tipos duros, esto es un juego de niños para mí.
—He dicho que pares, no lo vuelvo a repetir.
Me mira, enfadado ¿en serio? ¿Enfadado? no me jodas.
—Olivia, las cosas no son como crees.
—Si ahora me dices no es por ti, es por mi, juro que vomitaré.
Miro el cartel al que nos aproximamos, estamos llegando a Princeton.
Nos quedamos en silencio.
—¿Dónde has quedado? —me pregunta entrando en el parking de la
universidad poco después.
—Un poco más adelante, en la fuente frente a la biblioteca.
Asiente y lo veo dirigirse a un hueco para aparcar frente a nosotros.
—Cuando nos dejes puedes irte por dónde has venido, nos las
arreglaremos para volver nosotras solas. Gracias.
Sigue callado cuando estaciona. Se baja del coche con cuidado y lo veo
caminar por delante del coche hasta mi puerta. La abre, me carga, me baja a
mis pies y me presiona contra el lateral del coche hasta que mi espalda
descansa sobre la carrocería del vehículo por completo. Apoya sus codos
dejando mi cuello entre ellos y baja su cara hasta que apenas hay unos
milímetros entre nosotros.
—Vas a ir a hablar con tu amiga; soluciona lo que tengas que solucionar y
luego vuelve. Regresaremos a Nueva York, dejaremos a América al cuidado
de tu vecina y después te voy a llevar a mi apartamento.
Creo que he hecho un charco justo a mis pies. Como se puede ser tan
jodidamente sexy. Espera, yo estaba cabreada ¿lo estaba? ¿Con él? Porqué
demonios me iba a cabrear con este hombre. Ah! si, mierda, me nubla la
mente.
—Eso será si yo acepto —le contesto conteniéndome de lanzarme contra
su boca.
—Aceptarás. Tenemos que hablar.
—Estas muy seguro de ti mismo, demasiado. No hay nada de lo que
hablar.
Me mira una vez más a los ojos y sin darme tiempo a reaccionar se lanza
contra mis labios. Los muerde lentamente y pasa su lengua trazándolos
completamente. Los abro y dejo que me invada, mete su lengua y profundiza el
beso de una forma que me hace gemir. Aprieta su cuerpo contra mí y noto que
él está igual de caliente que yo. Pone una mano en mi nuca y me atrae contra
él. Yo paso mis manos alrededor de su cuello porque necesito sentirlo más
cerca. No sé cuánto rato nos besamos pero noto cuando vuelve a apoyarme
contra el coche y se retira dejando su frente apoyada contra la mía.
Me mira con los ojos oscuros y la respiración entre cortada. Yo debo
lucir igual o peor. Me cuesta pensar cuando está cerca.
—¿Vendrás a mi apartamento? —me pregunta mientras comienza a besa
mi cuello.
—Aun pienso que no tenemos nada de lo que hablar.
Aunque no es hablar lo que precisamente quiero con este hombre, joder
como me pone.
—Mmmmm adoro besar tu cuello —susurra haciéndome cosquillas con
su aliento y su nariz.
Debería decir algo pero creo que mi cerebro está ahora mismo apagado o
fuera de cobertura.
—Dime que vendrás.
Respiro profundamente porque quiero gritar que sí, pero mi respuesta es
no.
—No iré.
—Olivia, sé que puede parecer que soy un idiota.
—Te aseguro que no solo lo pareces.
Noto su risa contra mi piel.
—No sé qué me haces pero no puedo dejar de pensar en ti. Me tienes
obsesionado. Nunca me había ocurrido. No solo es la química que tenemos
que es bastante evidente —dice frotando su entrepierna contra mí para que
note su dureza.
Me rio.
—Es algo más. No sé qué es. Solo sé que me gusta cuando estas
alrededor, y pienso en que estarás haciendo cuando no lo estas, es una locura.
—Entiendo lo que me dices —más de lo que me gustaría debería añadir.
—Por favor —me susurra al oído —ven conmigo esta noche y hablemos.
—Hoy no, no voy a dejar a Mer sola para follarme un tío.
Se ríe.
—Me gustan tus expectativas.
Mi turno de sonreír.
—Sabes a lo que me refiero.
—¿Entonces?
—Entonces cuando pueda mantendremos esa conversación.
—Me estás dando largas.
—Puede ser, tendrás que averiguarlo.
Muerde mi oreja y noto un cosquilleo por todo mi cuerpo. Parezco una
jodida adolescente.
—Esto no ayuda con mi obsesión —me susurra nuevamente.
—Problema tuyo.
Coge mi mano y la pone sobre su entrepierna. Esta como una jodida roca
y es muy, muy grande.
—Diría que problema de ambos.
Oigo una tos falsa a nuestro lado.
—Pensaba que la época de meternos mano con los tíos en el parking
había pasado ya, pero veo que se ha vuelto a poner de moda.
Me giro y veo a Kate de brazos cruzados sonriéndome. Y yo le sonrío. Es
inevitable hacerlo cuando estoy con ella, a pesar de que estoy enfadada y muy
caliente en este momento. Salgo de entre los brazos del gran jefe y corro hacia
ella que me espera con sus brazos abiertos para abrazarme.
—Amiga, veo que tienes mucho que contarme.
—Ni te imaginas.
Mierda, mierda, mierda.
Olivia

Kate no deja de mirar al gran jefe con la ceja levantada y yo no puedo


evitar sonreír. Ella siempre ha sido muy protectora conmigo y estoy segura que
en estos momentos está desconfiando totalmente de él.
—¿Algo que contar Livie? —me pregunta sin dejar de mirar al gran jefe
como si fuera algún tipo de acosador de parkings.
—Kate, este es mi jefe —me vuelvo a mirarlo —gran jefe, esta es Kate,
la madre de Mer y mi mejor amiga.
El gran jefe da un paso hacia ella y le tiende la mano, Kate duda un
momento si cogerla pero finalmente la acepta.
—Prefiero que me llamen Kenneth —aclara el gran jefe mientras mueve
su mano saludando a Kate.
—Gran jefe —dice Kate dejando claro que le da igual lo que él prefiera,
no somos amigas por nada —¿puedes aclararme porque estabas haciéndole un
traje de saliva a mi amiga?
El gran jefe esboza una gran sonrisa y por un momento se me para el
corazón. Es raro. Nunca me había ocurrido esto al ver la sonrisa de un
hombre, aunque tengo que reconocer que nunca había visto una sonrisa como
la suya.
—Si tu hija no hubiera estado en el coche le hubiera hecho algo más que
un traje de saliva a tu amiga —le contesta tranquilamente.
Kate lo mira, me mira, lo vuelve a mirar y sonríe.
—No puedo esperar a que Livie me cuente como eres en la cama —le
suelta de golpe y su cara de sorpresa provoca que ambas no riamos.
—Te he echado de menos Kate —le confieso desde el corazón, no hay
otra como ella.
—¡Mami! —grita Mer mientras se baja del coche como puede, es
demasiad alto para ella.
Pero el gran jefe se acerca a la puerta y la coge en brazos para ayudarla a
bajar mientras Kate los mira con la boca abierta.
—Si, no me digas cómo pero el gran jefe ha conquistado a nuestra niña
—le digo poniéndome a su lado y observando la escena con ella.
América corre hacia su madre quien la recibe con los brazos abiertos y la
alza abrazándola. Hacía ya un par de meses que no se habían visto en persona.
Por video llamada cada día, pero no es lo mismo.
—Mer estás enorme —exclama Kate admirando a nuestra niña.
Me mira y sé lo que piensa, se está haciendo mayor demasiado deprisa y
ella se lo está perdiendo, pero es por una buena causa, Mer lo entiende.
—Si, la abuela Mone dice que dentro de poco seré más alta que tía Liv a
mi edad.
Le saco la lengua en respuesta y ella se ríe.
—Mer ¿Qué te parece si vamos a tomar un helado a un sitio que conozco
dentro del campus mientras tu madre y tu tía se ponen al día? —dice el gran
jefe agachado frente a ella.
—¿Puedo? —pregunta Mer que aún está agarrada de su madre.
—Tu dirás Livie ¿es de fiar? —me pregunta Kate, le da igual que esté él
delante, la seguridad de Mer va por encima de los modales.
—Sí, como hombre es un asco pero reconozco que como persona es de
mi total confianza.
—Oye, que estoy aquí —dice el gran jefe haciéndose el ofendido.
—Bien por ti—le contesto sonriendo, a pesar de lo que ha pasado antes
aun me acuerdo de la discusión del coche. Si piensa que con cuatro besos
moja bragas va a conseguir que me olvide de lo ocurrido va bastante jodido.
—Me va a encantar ver cómo te arrepientes de todo lo que estás diciendo
—me contesta el gran jefe mientras coge a Mer en brazos.
—Te llamo en cuanto acabemos, no salgáis del campus —le digo
ignorando su contestación.
Una vez que le damos un beso a Mer y el gran jefe se la lleva sigo a Kate
hasta un gran parque lleno de estudiantes tumbados en el césped o jugando a la
pelota. Caminamos sin hablar, como reservándonos las palabras para la
conversación que tenemos pendiente. Llegamos a lo que parece un rincón
apartado junto a una fuente donde hay un banco de piedra sin respaldo. Kate se
sienta y yo hago lo mismo. Recojo mis piernas sentándome como a lo indio
mirándola mientras ella se sienta correctamente mirando al frente para evitar
mirarme a mí.
Pasan unos minutos y seguimos sin hablar. Es tan raro estar así con ella
que no sé cómo comportarme, no sé si hablar primero o dejar que hable ella.
Coge un par de respiraciones profundas y sé que va a romper su silencio en
breves, así que espero paciente.
—Conocí a Brad a principio de este curso, está en una de mis clases
como profesor adjunto —empieza a explicarme mientras mira sus zapatos —al
principio solo me parecía guapo, ya sabes, el profe cañón por quien tienes un
cuelgue. Pero en un corto tiempo, no sé si fue él quien empezó o fui yo quien
envió señales, pero poco a poco las tutorías se iban calentando. Al principio
miradas, luego roces ocasionales, al final acabé con mi culo desnudo sobre su
mesa.
Puedo imaginármelo, Kate y yo no somos precisamente monjas de
clausura y el sexo estaba permitido en nuestro acuerdo.
—La cosa se fue poniendo más intensa —continua Kate —hasta el punto
de no poder estar en la misma habitación con la ropa puesta.
—Eso es un problema cuando compartís aula —puntualizo.
Ella sonríe triste.
—Si, de hecho pensé en quitarme esa clase porque no podía
concentrarme, pero es una asignatura importante y no podía dejar que un
hombre guiara mi carrera profesional.
Asiento porque la entiendo. A veces simplemente hay que hacer frente a
las cosas aunque quieras salir corriendo,
—En algún momento entre tanto sexo perfecto comencé a preguntarme
qué le gustaría para desayunar. O si bebía vino en las comidas, ya sabes,
detalles en los que no te fijas a menos que esa persona te interese. Me asusté,
mucho.
—La última vez no es que te fuera muy bien —yo hablaba de mi hermano,
el único hombre del que se había enamorado y que le había jodido la vida a
cambio.
—Por eso empecé a darle largas, a no quedar con él, a evitarlo cuando lo
veía en el campus. Y él empezó a perseguirme. Al principio pensaba que era
cuestión de amor propio pero me fue demostrando que no era por eso, él se
estaba enamorando de mí como yo de él.
—Kate —su nombre me salió como un reproche y ella se encogió
levemente.
—Sé que cuando decidimos que solo una iría a la universidad debía
prometer que no tendría relaciones formales que la distrajeran del objetivo
final de conseguir un título y por lo tanto un mejor empleo y una mejor vida
para Mer, pero…
—Lo prometiste Kate, juraste que no volverías a cometer el mismo error.
Fui yo quien estuvo con ella en los malos momentos, la que la abrazaba
cada noche mientras lloraba hasta quedarse dormida, la que la obligaba a
comer e ir a las citas médicas. Vi por todo lo que pasó, no puedo creer que
quiera pasar otra vez por lo mismo y joderse la vida por segunda vez por un
hombre.
Sigue sin mirarme y eso me cabrea. Preferiría a la Kate que grita y se
enfada en vez de a esta que está hundida en un banco en mitad de un parque. La
miro porque quiero que sienta que la observo, quiero que me enfrente. Pero lo
único que veo es como lágrimas silenciosas caen por sus mejillas resbalando
por su barbilla y goteando sobre el suelo. Y entonces me acuerdo de lo que me
dijo la abuela, ella también merece ser feliz. Y vuelvo a recordar cada vez que
la he sostenido llorando por culpa de mi hermano, de sus padres, de la gente
que te juzga sin conocerte y ahora, yo estaba haciéndole lo mismo, la estaba
haciendo llorar.
—Mierda Kate, lo siento —le digo abrazándola y ella rompe a llorar aún
más fuerte y me doy patadas en el culo mentales por ser tan egoísta.
—Me he enamorado Livie, lo siento, no quería que eso pasara, pero ha
pasado, y también me ama, quiere un futuro conmigo, con Mer, como una
familia.
Sus palabras se entrecortan por las lágrimas y yo paso mi mano por su
espalda para que sepa que la quiero. Cuando parece que está más calmada me
separo un poco y la miro, su cara esta roja y sus ojos hinchados.
—Perdóname —le suplico al borde las lágrimas.
—No me digas eso Livie, soy yo la que te he fallado y la que ha roto
nuestra promesa.
—Era una promesa difícil de mantener.
—No para ti, tú no hubieras caído.
—No lo sé, no puedo pensar que sí cuando realmente no lo sé.
—Livie —me dice poniéndose seria —sé que tú lo hubiera hecho bien,
no te hubieras desviado, hubieras cumplido como lo has hecho desde el primer
día.
—No soy tan buena persona, estoy a punto de acostarme con un tío que es
mi jefe y está prometido.
—No dije que eras perfecta y hay que reconocer que el gran jefe tiene un
par de polvos por lo menos.
Ambas nos reímos, el mal rato ha pasado.
—¿Eres feliz? —le pregunto porque quiero que lo sea, porque se lo
merece de verdad, merece un poco de luz en su vida.
—Si, pero no pienses que no era feliz antes de él, era feliz con la abuela,
contigo y con Mer. Él no me hace más feliz de lo que era con vosotras, es
diferente.
Agradezco sus palabras la abrazo nuevamente.
—Entonces habrá que conocerlo, aunque no prometo portarme bien, se
llama Brad, no sé, Brad ¿en serio? ¿No había otro con un nombre peor?
Ella me da un golpe en la rodilla y se ríe.
—Quiere conocer a Mer y que vivamos juntos los tres.
Eso me pilla de sorpresa. Siento una presión en el pecho.
—Tranquila, primero probaré a vivir yo y de paso ahorramos el alquiler,
no voy a alejar a Mer de ti tan a la ligera.
—Y él ¿Qué dice?
—Que marque yo el ritmo, que tiene toda la vida para estar conmigo.
—No lo conozco pero me va gustando su actitud.
—Sí, aunque me gustaría saber si funcionaríamos como familia, es todo
tan apresurado, no sé, no soy buena tomando decisiones amorosas.
Sé que ella está sopesando traerse a Mer y no lo hace por mí, así que la
ayudo.
—¿Y si viene Mer aprovechando que ya acaba el colegio? Podría pasar
las vacaciones de verano con vosotros.
—Eso sería genial.
Otra punzada en el pecho. Tengo que seguir sonriendo.
—Podríamos traer a la abuela y cuidarla para que se recupere, al fin y al
cabo ambos somos médicos —agrega Kate.
Noto como me falta el aire pero sigo sonriendo. Ellas son mi familia y no
imagino estar lejos pero no puedo ser tan egoísta, Kate ha estado sola y es su
turno.
—Creo que eso sería genial —le contesto dando mi mejor actuación.
—Hablaré con Brad a ver qué le parece. Ahora ¿Qué es eso de casi
acostarte con tu jefe prometido?
—Vaya, directa al grano, invítame a algo por lo menos —le digo
riéndome y ella se rie conmigo.
—He alucinado cuando he visto a Mer alrededor del tipo, era otra niña.
—Tiene muy buena mano con los niños, será un gran padre —le digo
quedándome pensativa y suspirando.
—No.
—¿Qué?
—No te creo.
—¿Qué no me crees?
—Te gusta el gran jefe.
—No.
—Sí.
—Que no, solo es algo físico.
—Mis pelotas.
—Kate.
—Olivia.
—No me gusta.
—¿Qué le gusta desayunar? —pregunta de la nada.
—Huevos revueltos con un poco de sal, pan tostado y un café solo, pero
ahora mismo por su estricta dieta solo puede tomar leche y panecillos con
miel.
Kate me mira alzando las cejas. La miro y entiendo su gesto.
—Mierda, me gusta.
—Eso parece.
—Mierda no puede gustarme.
—No creo que tengas elección.
—Mierda, mierda, mierda.
—¿Solo te gusta o…?
Pienso en esa pregunta un instante, en sus ojos, su sonrisa, sus labios
sobre mi piel, su forma de mírame y me doy cuenta. Estoy jodida.
—Mierda —murmuro.
—Si, amiga, bienvenida a la mierda.
Soy Kenneth
Kenneth

Llevo a la pequeña América en brazos hasta la heladería. Espero que siga


abierta, en mis años de estudiante cogí unos cuantos kilos por su culpa. Tienen
helados artesanales italianos que son una delicia.
—Muy bien pequeña ¿de qué vas a querer el helado? —preguntó a Mer
bajándola al suelo para que pueda ver el mostrador bien.
Ella lo examina detenidamente asombrada de que haya tantos sabores, los
repasa dos veces antes de hablar con el heladero.
—¿Por qué no hay ninguno de color azul? —pregunta con el ceño
fruncido.
Se parece a su tía cuando hace eso.
—Porque no hay ningún alimento en la naturaleza que haga que un helado
sea azul de forma natural.
Ella asiente con su pequeña cabecita asimilando las palabras del
heladero. Para ser sinceros, no me había dado cuenta de que faltaba ese color.
Me sorprende la perspicacia de Mer.
—Entonces quiero uno de tarta de queso con arándanos —dice sonriendo
—tamaño gigante, muy muy gigante.
Y me rio junto con el heladero.
—Para mí una tarrina pequeña de limón.
Mer se gira a mirarme como si me hubieran crecido dos cabezas, no le
parece bien mi elección, demasiado simple para la gran variedad que hay. Yo
sencillamente me encojo de hombros y ella en respuesta hace lo mismo y me
sonríe.
Cogemos nuestros helados y nos sentamos en unas mesas fuera de la
heladería, hace muy buen día para desperdiciarlo dentro. Miro a Mer y apenas
puede sostener el helado de lo grande que es. Seguramente me llevaré una
reprimenda de Olivia porque Mer aún no ha comido y, después del helado, no
lo va a hacer. Pero ver la carita feliz de la niña bien vale un sermón.
—Así que —comienza a decir —cuéntame un poco más sobre ti.
Su frase adulta y serie me deja fuera de combate. Es como una mujer de
cincuenta en un cuerpo de una niña de siete años.
—No sabía que teníamos ese tipo de confianza —le digo para burlarme
de ella, es una versión en miniatura de Olivia.
Olivia. Espero que esté bien con su amiga, parecía seria la cosa.
América me mira mordiéndose una uña pensando en lo que acabo de
decirle. Frunce nuevamente el ceño y los labios, es realmente adorable, no sé
cómo su padre no está enamorado de ella.
—Tienes razón gran jefe.
Me rio, es mini Olivia.
—Tía Liv siempre dice que si quieres que te tengan confianza primero
hay que darla, así que ¿Qué quieres saber de mí?
Y ahí la tienes, impartiendo sabiduría nuevamente. Pienso en sus palabras
porque realmente es una gran oportunidad para conocer más sobre Olivia, y
realmente quiero hacerlo.
—Cuéntame cosas de tu familia, lo que tú quieras.
Parece que diciendo eso es menos malo sacarle información a una niña.
—Vivo con mi abuela Mone y con tía Liv porque mi mama está aquí
estudiando. Ella va a ser una gran doctora para que nunca tenga que
preocuparme de estar enferma. Además ganará dinero suficiente como para
que tía Liv no tenga que trabajar tanto y pueda pasar más tiempo con nosotras.
Interesante.
—Conocí a tu abuela Mone en el hospital, una mujer encantadora.
—Eso es porque aún no has hecho nada, espera a que te pille metiendo el
dedo en uno de sus pasteles.
Me rio ante la travesura.
—¿Y porque lo haces?
—Yo no lo hago —me dice muy seria.
—¿Y quién lo hace?
—Tía Liv —dice sonriendo —ella lo hace cada vez que puede y luego
intenta culpar a un ladrón de tartas que sabemos que no existe, es muy gracioso
ver a la abuela Mone encorrer por la casa a tía liv espátula en mano para darle
en el culo.
Suelto una carcajada imaginando la escena. Desde luego Olivia sabe
cómo divertirse.
—¿Trabaja mucho tu tía? —le pregunto intentado ahondar en el tema.
—Si, ella tiene muchas personas de las que cuidar.
Alzo una ceja.
—Aparte de tu abuela, tu madre y a tu ¿cuida de alguien más?
Ella asiente comiendo helado. Se está poniendo la cara perdida pero
bueno, ya la limpiaré cuando acabe. Que disfrute mientras.
—¿Quién más está a su cuidado?
—Pues el abuelo, y Tammy y su mamá —me contesta como si fuera tonto
por no saberlo.
—¿Tu abuelo? ¿Su padre?
—Claro.
Pensaba que su padre no era parte de su vida. Es raro. Nunca lo
menciona. Y no vive con ellas. Quizás está fuera o tenga otra familia, otra
vida.
—¿Y ves a menudo al abuelo?
Ella niega comiendo. Se relame los labios chupando el helado que había
quedado en ellos.
—Solo voy un par de veces al año, tía Liv dice que la cárcel no es un
lugar para que las niñas vayan.
Intento disimular mi cara de asombro. No tenía ni idea de que padre
estaba en la cárcel. Ahora entiendo de quien hablaba cuando me dijo que el
hombre al que más amaba estaba encerrado. Su padre. Sonrío. Aunque no sé si
lo hago por su insolencia o por saber que no hay un hombre real en su vida.
—Tu tía tiene razón, la cárcel no es un lugar para que los niños vayan.
—Pero yo quiero ir —se queja —me gusta el abuelo, siempre sonríe y
me cuenta historias alucinantes. Además este año va a enseñarme un pony que
está criando.
Esto no tiene mucho sentido ¿Quién tiene un pony en la cárcel?
—Tía Liv me lo dijo ¿sabes?
Ahora ya tiene sentido, esta mujer es muy descarada en sus mentiras.
—Espero que tu abuelo salga pronto para que puedas verlo a menudo.
—Eso no va a pasar por ahora, él es culpable ¿sabes? Tía Liv y mamá me
lo contaron, aunque eso no le hace mala persona —me aclara mirándome a los
ojos —cometió un error y alguien murió, pero todos cometemos errores ¿no?
—Si pequeña, todos los cometemos. Seguro que tu abuelo es una buena
persona y cuando pague por su delito saldrá y jugará contigo todo el día.
Ella me da una gran sonrisa.
—Yo también lo creo —me contesta.
Me parece increíble la sinceridad que hay dentro de esta familia. No hay
mentiras ni secretos, todo claro. La vida sería mucho más fácil si todos
fuéramos así. Pienso en las palabras de América y recuerdo que dijo que
aparte de su abuelo cuidaba a…
—¿Quién es Tammy? —pregunto antes de pensarlo.
—Es la sobrina de corazón de mi tía.
—¿Sobrina de corazón? No sabía que existía tal cosa.
América rueda loso ojos. Es increíble como una niña tan pequeña me
hace sentir tan estúpido con un gesto tan simple.
—Tammy es la hija del hombre al que mi abuelo hizo daño. Tía Liv se
ocupa de ella y de su mamá como hace conmigo y con mi mamá. No hace falta
tener la misma sangre para ser familia ¿sabes?
Las palabras de América me descolocan ¿Olivia está cuidando a la
familia del hombre que asesinó su padre? ¿Por qué ellos lo permitirían? ¿Por
qué mató a ese hombre? Tengo mil preguntas y claramente ninguna puedo
hacérsela a Mer. Es frustrante.
—Tienes razón, no hace falta tener la misma sangre para ser familia.
—¿Querrías ser mi tío Kenneth? —pregunta de repente.
—Me encantaría serlo—y lo digo de corazón.
Me da una gran sonrisa que hace que se me encoja el pecho.
Miro por encima de la pequeña y veo como Olivia y Kate se acercan,
llevan el brazo de la una enrollado en la otra, parece que las cosas han ido
bien.
—Ya vienen tu tía y tu madre —le digo a Mer que no duda en ir corriendo
a su encuentro.
Claramente es una niña feliz que las quiere con locura. Olivia la abraza y
le susurra algo al oído. Mer me mira con ojos picaros y sé que va a hacer una
travesura instigada por su tía pero no me importa, realmente lo estoy
disfrutando y estoy esperando ver qué es.
América se acerca conteniendo la risa y mirando a su tía a cada paso. Se
para a mi lado y me mira fijamente.
—¿Puedo decirte algo al oído? —me pregunta muy inocente.
Asiento y bajo mi cara para que llegue a mi oído. Entonces noto su cara
sobre la mía, más exactamente el helado de su cara sobre la mía. Olivia, Kate
y Mer no pueden parar de reír mientras me observan. Debo lucir bastante
gracioso para ellas. Me levanto muy sereno y le susurro a Mer.
—Si me prestas tu helado te enseño a un unicornio cabreado —le digo
muy bajito para que nadie más que ella pueda oírme.
Mer me mira intentando averiguar si se la voy a jugar pero finalmente me
ofrece su cono de helado, me acerco a Olivia y se lo planto en la frente.
—Has visto Mer, no mentía, un unicornio cabreado.
Kate no puede parar de reír, Mer y yo tampoco, y Olivia lo único que
hace es coger el cono, darle un lametazo y volverlo a poner en su frente. Luego
se une a nuestras risas. Adoro su risa. Me gusta aún más cuando yo la he
provocado.
Olivia finalmente, y tras hacer el unicornio relinchando y trotando, se
quita el helado, lo tira y se limpia. Se mancha los dedos y los lame mientras
me mira. Muerdo mi labio porque de lo contrario ahora mismo estaría
metiendo mi lengua en su boca.
—Y bien —dice Kate —¿qué habéis hecho a parte de comer helado que
claramente ha sustituido a la comida que tocaba?
—Hemos estado hablando del abuelo, de la abuela Mone —contesta
tranquilamente Mer —ah! Y de Tammy. Tío Kenneth no sabía quién era
Tammy, he tenido que explicárselo.
—¿Tío Kenneth? —pregunta Kate asombrada.
—Si, le pregunté si podía ser mi tío de corazón, así como Tammy es la
sobrina de corazón de tía Liv, y me dijo que sí.
—Ya veo.
—Os habéis puesto al día —dice Olivia mirándome —¿no te parece mal
interrogar a una menor sin un adulto delante?
—Tía Liv, él no me ha interrogado. Hemos hecho un trato de confianza, le
he contado de mí, ahora él va a contarme sobre él.
Olivia y Kate me miran a la vez que se acomodan en sus asientos.
—Entonces hemos llegado justo a tiempo —dice Olivia.
—Eso parece —confirma Kate.
Debieron ser terribles en su época de adolescentes.
—Bien ¿Qué quieres saber Mer?
Ella mira a su madre y a su tía y luego a mí. Piensa algo y sonríe. Me da
miedo.
—¿Tus papás aún están juntos?
—No.
—¿Están vivos?
—Mer —le reprende Kate.
—Déjala, está en su derecho a preguntar —le digo defendiéndola.
Tomo una respiración profunda antes de responder.
—Mi madre murió cuando era pequeño y mi padre, digamos que él está
interesado en otras cosas que para él son más importantes que yo.
Las tres me miran de una manera dulce. No hay compasión es sus ojos,
solo dulzura. Me gusta esta sensación.
—Kate —oigo a un hombre llamarla, viene junto a otro vestido de traje,
deben tener la misma de edad que yo.
—Cielo ¿Cómo nos has encontrado? —pregunta ella levantándose y
dándole un beso en la mejilla.
—En realidad fue Bret quien os vio, más concretamente a ella ¿Olivia
verdad?—dice mirando a Olivia, el otro tipo la observa también, no me gusta.
—Si, no pude evitar preguntarme quien era la belleza sentada en la
terraza de la heladería —dice el tal Bret.
Gruño. Olivia lo mira y pestañea como una colegiala. Pestañea. No me
jodas. Esto no va a pasar, no ahora, no delante mío, no con ella.
Sin pensarlo arrastro su silla con una mano hasta situarla justo a mi lado
y le paso un brazo por encima del respaldo, beso ligeramente su cuello y ella
se estremece. Mi lugar favorito es de una sensibilidad extrema. Luego lo miro
y sonrío.
—Soy Kenneth.
Da igual, no hace falta que me lo digas.
Olivia

—Soy Kenneth
Ambos hombres le miran sin saber muy bien si responder.
Me vuelvo y veo al gran jefe con su sonrisa arrogante. Claramente no le
ha gustado el tipo, a mi mucho tampoco, esa frase tan típica para ligar es
horrible, alguien debería decírselo. Aun así me ha gustado que el gran jefe se
haya puesto posesivo conmigo y sentir sus labios sobre mi piel…se me ha
erizado el cuerpo entero.
—Livie este es Brad —dice Kate señalando al tipo al que ha llamado
cielo y besado en la mejilla.
Extiendo mi mano y le doy un apretón fuerte tal y como los chicos me
enseñaron a hacer cuando iba a visitar a mi papá a la cárcel.
—Yo soy Bret —se apresura a decir el otro tipo alargando su mano.
Le doy el mismo apretón fuerte y seguro mientras noto como como
acaricia el interior de mi muñeca con su pulgar, no me gusta.
—Así que Brad y Bret —repito en voz alta mirando a Kate.
Me contengo por la mirada que me da pero vamos ¿en serio? Brad y Bret,
vaya dos nombres, son tan de aquí y yo me encuentro tan fuera de lugar... Fue
una buena elección que Kate viniera, yo no habría encajado.
—Puedes intentar no juzgarlos solo por el nombre que les dieron sus
padres hace casi treinta años —me susurra Kate.
—Vale, pero reconócelo, Brad y Bret, hasta a ti debe resultarte divertido.
Solo me falta que me digas que están en el club de piraguas o algo así.
Kate me mira.
—Lo están ¿verdad?
Ella asiente y yo me rio, son un estereotipo tan clásico que no sé cómo mi
amiga ha caído en sus manos. Bueno, aunque pensándolo mejor mi hermano es
exactamente como ellos, era, cuando iba al instituto, hasta que todo se torció.
—Yo soy América —oigo decir a mi sobrina mientras se acerca a
Kenneth que sigue sentado observándonos a todos.
—Lo sé Mer—dice Brad agachándose para estar a su altura —tu madre
me ha hablado muchísimo de ti.
—Me llamo América, Mer solo me llaman mis amigos —aclara mi
sobrina mientras trepa al regazo del gran jefe.
—¿Y nosotros no somos amigos? —pregunta Brad un poco incómodo por
la sinceridad de mi sobrina.
—No por el momento.
El gran jefe y yo no podemos ocultar una risa que se nos escapa. Kenneth
me mira y sé que está pensando que Mer es una copia en miniatura de mí y
creo que tiene razón.
—Mer, no seas grosera —le reprende su madre.
—Kate —le interrumpe Brad —América tiene razón, no somos amigos y
yo me he tomado atribuciones que no me he ganado. Espero que puedas darme
la oportunidad de conocernos y llegar a ser amigos.
Este tipo me gusta. Mi sobrina asiente aun en los brazos del gran jefe, se
siente cómoda con él y no le importa demostrarlo.
—Íbamos a ir a comer —dice Bret cambiando de tema —¿os apetece
comer todos juntos?
Kate me mira suplicante, quiere que tanto Mer como yo conozcamos a
Brad y hacerlo así es mucho más sencillo y mucho menos incomodo que una
cena en una casa sin escapatoria y con la tensión propia de la situación.
—Por mi genial, tengo muchísima hambre—dice Kate esperando que
conteste.
—Si claro, podemos comer y luego regresaremos Nueva York, son
muchas horas y no quiero que se haga de noche—aclaro para que no haya
dudas que va a ser comer e irnos.
El gran jefe asiente y nos dirigimos todos a un restaurante a las afueras
del campus. Es un italiano de una cadena de restaurantes que también hay en
Nueva York al que voy con Mer y la abuela así que es fácil saber qué
queremos comer.
La comida pasa muy tranquila. Brad nos cuenta un poco más sobre él y
descubro que es un tipo de lo más interesante. Además la forma en que mira a
Kate, no cabe duda de que la ama y ella se merece a alguien que la mire así el
resto de su vida.
Por su lado el gran jefe está siendo extrañamente encantador y no duda en
incluir a Brad en las conversaciones que tiene con Mer. Le está ayudando con
mi sobrina, él también debe notar que es un buen tío y Mer parece más
relajada cuando habla. Bret es otra historia, no deja de lanzarme indirectas
sobre el dinero que tiene, lo que ha estudiado, su trabajo o sus casas, está
colmando mi paciencia.
—Así que eres cocinera Livie —dice Bret con toda la confianza del
mundo —a mis padres les encanta la comida casera.
El gran jefe bufa una risa.
—Espero que la próxima vez que vengas podamos ir a jugar un golf al
club de campo, ellos suelen estar allí y estoy segura que les encantarías.
Podrías compartir alguna receta con mi madre, ella adora cocinar.
Hasta Brad rueda los ojos ante el comentario. Este tío ha salido a cazar
esposa y yo le vengo bien porque así su amigo y él tienen novias amigas o
simplemente quiere meterse en mis bragas y cree que con el numerito del
dinero va a conseguirlo. Bueno, descubrámoslo.
—Por supuesto Bret, estaré encantada de compartir con tu madre alguna
de mis recetas ¿prefieres que sean de comida o de licores? Es que la discoteca
donde trabajo hace unos combinados de muerte y tengo la receta de alguno de
ellos.
—¿Trabajas en una discoteca? ¿De qué tipo? —pregunta un poco
desilusionado.
—Del tipo del que nos hacen llevar poca ropa para vender muchos tragos
en los reservados.
Su cara lo dice todo, parece ser que ya no le vengo bien. Qué pena.
—Si, a veces se le ve más culo del que tapa —suelta Mer alegremente.
—Es verdad, puedo corroborarlo —confirma el gran jefe.
Bien, ahora he quedado como bailarina de Pole Dance. Ya me encargaré
de esos dos después, aunque mirándolos observo como se lanzan una sonrisa
cómplice que hace que se me pase todo mal habido y por haber.
—Bueno —digo mirando la hora y cambiando el tema tras el silencio
incomodo —nosotros deberíamos irnos.
Kate me mira triste, sé que echa de menos a Mer, y a mí. Siempre hemos
estado muy unidas. La abrazo muy fuerte para que sepa que está todo bien y
que me gusta Brad.
Veo al gran jefe estrechar las manos de los hombres justo antes de recibir
una llamada la cual atiende lo suficientemente lejos como para no saber si se
trata de negocios o placer.
—Un placer conocerte Brad —le digo dándole una sonrisa genuina
mientras que a Bret le dedico una fingida —y a ti también Bret.
El asiente y vuelve a escanearme, en serio, tiene suerte de que no lo vea a
menudo sino acabaría estampando mi puño en su cara. Veo al gran jefe volver
de su llamada privada.
—Ha sido un placer Kate, tienes una hija estupenda —dice Kenneth
estrechando su mano.
—Muchas gracias a ti por traer a mis chicas hasta aquí, y por ser como
eres con Mer, claramente le gustas y ya has visto que no se hace amigo de
nadie a la ligera.
Todos reímos recordando el momento incomodo de antes. Kenneth coge a
Mer en brazos y caminamos hasta donde tenemos el coche aparcado. Volvemos
a abrazarnos y se nos escapan algunas lágrimas a las tres, desde luego somos
tal para cual. Kate le dice algunas palabras a Mer al oído, conociéndola le
dirá lo mucho que la ama y que ya queda menos para estar juntas.
Miro el lateral del coche y recuerdo la agradable y comprometida
situación que ocurrió en la mañana con el gran jefe. Puedo sentir sus labios
sobre mi piel todavía.
—¿Recordando algo agradable? —me pregunta el gran jefe
sobresaltándome.
—Puede ser.
Él sonríe
—¿Quién te ha llamado? —pregunto en un tono que no me ha gustado
nada como ha sonado.
—¿Celosa?
—No.
—Livie —oigo a Kate llamarme mientras se acerca a donde estoy.
El gran jefe se retira y se sube al coche con Mer que ya está buscando
que dibujos quiere ver ahora.
—Muchas gracias por venir, por traerla, por entenderlo. Por todo. Te
quiero muchísimo ¿lo sabes?
—Y yo a ti. Eres mi familia y ahora que os he visto juntos sé que Brad va
a hacerte feliz. Y sino dile que le buscaré para partirle las piernas.
Kate se ríe. Yo no.
—Aun tienes que contarme que te traes con el gran jefe.
—Nada, está comprometido, sabes que no soy de esas.
—Por cómo te mira y como actúa no tengo claro que su compromiso sea
muy serio.
—Eso es lo que me preocupa.
—Ten cuidado, no quiero que te hagan daño, si es un mujeriego pasa de
él.
—Lo intento, pero hay algo que me hace volver y no sé qué es.
Kate me abraza nuevamente.
—Hagas lo que hagas sabes que tienes mi apoyo, y si te hace daño dile
que le partiré las piernas.
Es mi turno de reír, es su turno de no hacerlo.
Tras un último abrazo de oso me subo al coche, me abrocho el cinturón y
bajo la ventanilla, los despido con la mano y miro el retrovisor de la puerta
hasta que tenemos que girar y desaparecen de la imagen.
—Kate es una gran mujer —declara Kenneth rompiendo el silencio.
—Y muy sabia —le contesto recordando los consejos que acaba de
darme —aun no me has dicho quién te ha llamado ¿Dasha quizás?
Vale ha sonado como una perra celosa pero es que ahora mismo me siento
así y no me gusta. Encima él está sonriendo.
—Da igual, no hace falta que me lo digas.
—No es Dasha quien me ha llamado sino Cinthya.
Esa es nueva.
—Por cierto, esta semana vas a tener fiesta ya que como no quieres
dedicarme tus noches me voy a dedicárselas a ella.
¿Estará Dasha?
Kenneth

Estoy disfrutando este momento. Claramente no le ha gustado nada que le


nombre a Cynthia. Sonrío. Ella frunce más el ceño. Es adorable a la par que
sexy cuando hace eso.
—Cynthia es la viuda de uno de mis socios —comienzo a explicarle —
hace unos días se abrió el testamento donde hereda todas las empresas de su
marido y voy a ayudarla a tomar posesión de su cargo y ponerla al día.
—¿Ponerla al día? —Me pregunta Olivia arqueando una ceja—. ¿Ahora
se llama así?
Suelto una carcajada.
—Al menos deberías esperar a que el cadáver del difunto estuviera frio
para acostarte con ella.
—Eres muy mal pensada ¿Quién ha dicho nada de sexo? —le pregunto y
observo de reojo sin perder de vista la carretera como está recordando la
conversación en busca de su respuesta.
—Vas a pasar las noches con ella —me replica.
—No, he dicho que voy a pasar tus noches con ella, vive al otro lado del
país así que tus noches son sus días.
Gira la cara hacia la ventanilla para ocultar una sonrisa. Mi juego le ha
gustado. A mi más.
—Aunque Cynthia debió ser una mujer hermosa lo mío no es el sexo con
señoras que me doblan la edad —termino de explicarle.
Me mira unos segundos.
—Eres idiota.
—Y tú estabas celosa.
—En tus sueños.
—En mis sueños haces otras cosas mucho mejores.
Miro como se sonroja y creo que es la imagen más sexy que he visto en la
vida. Mi polla cobra vida dentro de mis pantalones y tengo que recordarme a
mí mismo que no es el momento ni el lugar.
—Entonces ¿tengo fiesta toda la semana? —pregunta ella cambiando el
tema claramente incomoda.
—Sí, pero a cambio el viernes tendrás que cenar conmigo. En mi casa —
le explico dejando claras mis intenciones.
—Espero que a Dasha le vaya bien cenar el viernes.
—No empieces.
—Deberías ser tú quien recordara que tiene novia, perdón, prometida,
pero visto que tu memoria es bastante deficiente entonces yo me encargaré de
que no se te olvide ni a ti ni a mí.
Ruedo mis ojos porque es como un perro con un hueso. Aunque también
debo reconocer que me gusta que se dé su lugar como mujer. A otras no les ha
importado mi estado civil con tal de llevarse a la cama a un millonario.
Algunas incluso me propusieron ser amantes continuadas, no les importaba
compartirme si con ello sacaban dinero. Todo muy romántico.
—Dame la oportunidad de explicártelo, el viernes por la noche.
—¿Estará Dasha?
—No es necesario.
—Sí lo es. No voy a caer en palabras bonitas, si tienes algo que decir
sobre ella que sea delante de ella. Si no, no voy. Es simple.
Demasiado lista para ser tan guapa. Debe haber visto demasiada mierda
de este mundo para poder pensar estas cosas con tanta facilidad.
—Está bien —cedo, con ella esto parece lo usual —estará un rato
mientras te lo explico, pero luego se larga.
Me mira extrañada, no imaginaba que iba a aceptar. Espero que esto le
haga confiar algo más en mí.
—Bien, el viernes cenamos entonces —dice ella satisfecha por lo que ha
conseguido —sin trampas.
—Sin trampas —prometo —pero, puesto que vas a saber algo privado de
mí que pocos saben, lo justo es que yo sepa algo de ti.
Gira un poco la cabeza meditando mis palabras durante unos segundos,
luego se vuelve hacia mí.
—Es justo, pregunta, aunque no prometo contestarte a todo.
Asiento con la cabeza conforme a sus reglas.
—¿Por qué esta tu padre en la cárcel?
Ella me sorprende sonriendo. Suspira.
—Eso podrías averiguarlo haciendo un poco de investigación que seguro
con tu dinero no sería difícil ¿Por qué me preguntas entonces?
—Porque no pregunto por el delito, pregunto el motivo que lo llevó a
cometerlo.
Me mira evaluándome y por un momento creo que no me va a contestar,
pero veo sus hombros relajarse y apoyar su cabeza de lado contra el asiento y
comienza a hablar.
—Mis padres se amaron desde que se vieron, bueno más o menos —dice
ella sonriendo evocando algún recuerdo —cuando mi madre se enfermó mi
padre le prometió hacer lo que pudiera para salvarla. Y lo hizo.
Suspira de nuevo.
—Fueron a los mejores médicos del país, le hicieron todas las pruebas
posibles, todo. Todos les daban un uno por ciento de posibilidades, todos
menos una clínica privada.
Mete un mechón detrás de su oreja.
—Las facturas se fueron acumulando y el dinero que pedían en esa
clínica era una cantidad que no podía conseguir y menos con las deudas que ya
tenía.
—Así que atracó un banco o algo parecido ¿no?
Ella baja la cabeza con una sonrisa triste.
—Si, pensó que podía hacerlo, ni siquiera lo planeó. Compró un arma y
se fue para allí. No sabía ni poner las balas, el dependiente de la tienda las
metió de regalo a pesar de que mi padre dijo que no quería. Un error que le
costó caro.
Se humedece los labios.
—El banco estaba lleno, era mediodía, mi padre se puso nervioso
después de gritar que era un atraco y darse cuenta de ello. Había una excursión
de niños. El de seguridad se fue contra él para mantenerlos a salvo y en el
forcejeo el arma se disparó matando al pobre hombre.
—Pero fue un accidente.
—Si, pero ese hombre dejaba una mujer y una hija de apenas cuatro años
solas en este mundo. Eso hizo que la condena se agrandara.
—¿Cuánto?
—Treinta años.
Eso era demasiado tiempo para un accidente.
—¿Qué pasó con vosotras?—le pregunto no sabiendo si querrá hablar de
ello.
—Mi abuela vino a vivir con nosotras para cuidar a mi madre. Con algo
de ayuda pudimos lograr que el banco nos facilitara los pagos de las facturas,
ya casi no queda deuda.
—¿Aun estáis pagando? —pregunto asombrado.
Ella asiente.
—Mi padre no es un mal hombre, se equivocó.
—A veces eso pasa, treinta años es algo exagerado creo.
—No lo es —su respuesta me sorprende —cuando mi padre salga, si lo
hace vivo, el podrá estar con sus hijos. Esa mujer y esa niña jamás volverán a
abrazar a su padre o a su marido.
No sabía que responder a eso.
—¿Cómo es que has acabado haciéndote cargo de ellas?
Me mira sorprendida, luego mira hacia América que sigue viendo dibujos
con los auriculares puestos y sonríe meneando la cabeza.
—Parece que mi sobrina se siente muy relajada contigo para hablar de
todo.
Me encojo de hombros.
—Mi madre fue a pedir perdón a esa familia y les explicó lo sucedido.
Al principio no quisieron hablar con ella pero deberías haberla conocido, si
algo se le metía en la cabeza no paraba hasta conseguirlo.
—Me recuerda a alguien que conozco.
Me recuerda a ella. Me sonríe y me encanta saber que soy yo quién ha
provocado esa sonrisa.
—Yo apenas tenía doce años cuando todo esto pasó y no me enteré hasta
que mi abuela me lo contó un año después de la muerte de mi madre cuando
encontré unas cartas que se escribían. No teníamos dinero así que mi madre la
ayudaba dándole cosas mías.
—Eso es bonito.
—La fui a buscar a la dirección de las cartas y ya no estaban allí —
continua —La casa en la que había vivido con su marido se la quitó el banco
por impagos. Tardé casi otro año en encontrarlas viviendo en una habitación
de alquiler en un barrio horrible. Así que les prometí que me haría cargo de
ellas de alguna manera.
—Eras una niña para hacer esas promesas.
—Tampoco tanto, ya tenía mi trabajo de medio tiempo para ayudar en
casa.
—¿Cómo podíais sobrevivir con lo que teníais? —no me salían las
cuentas de ninguna manera.
—Mi abuela vendió su casa y ayudó con los pagos de la que tenemos.
Sabía que mi madre adoraba esa casa y pagó la hipoteca para que al menos no
nos quedáramos sin ella.
—Eso fue un gran gesto de su parte.
—Mi abuela no nos lo dijo hasta que estuvo hecho. Luego vino América y
se empezó a complicar el tema.
Empieza a reírse.
—Deberías haber visto lo que teníamos que hacer para llegar a final de
mes. Sobre todo en el segundo trimestre del embarazo de Kate, ella tenía
antojos a todas horas —soltó otra risa —gastamos el dinero de la comida de
medio mes en chocolatinas. Desde entonces odio…
—¿Las chocolatinas? —intento adivinar.
Ella niega con la cabeza.
—No, el arroz blanco. Era lo único que podíamos permitirnos y lo
comíamos hasta para el desayuno.
Su risa era contagiosa aunque en el fondo tuvo que ser una época dura, es
increíble cómo ella recuerda con cariño y sentido del humor ese tiempo. La
veo bostezar mientras cree que no miro.
—Duerme un rato —le ordeno.
—Estoy bien, no voy a dejar que conduzcas la mitad del camino solo.
—No estoy solo Mer está…dormida —digo mientras miro por el
retrovisor.
—Es que el coche siempre le ha ayudado a dormir.
—Aun así, duerme, has tenido un fin de semana bastante intenso con lo de
tu abuela y lo de Kate.
—Tengo unos días de vacaciones así que podré reponerme —me contesta
en tono de burla.
La muy listilla cree que puede conmigo. Toco el menú del coche y busco
la opción de los asientos, luego marco el suyo y hago que se recline. Ella da
un bote ante el movimiento, no se lo esperaba.
—Ja, ja muy gracioso.
—Al menos recuéstate un poco aunque no te duermas.
Sopesa la idea y finalmente cede. No tarda ni veinte kilómetros en
quedarse dormida. Se ve tranquila cuando duerme, relajada. Conduzco todo el
camino de vuelta observándola. Hay algo de ella que me atrae como nunca
nadie antes me había atraído. No es solo físico. Hay algo más, me gusta
tenerla alrededor.
Llegamos a su casa de noche, la luz del porche está encendida. La miro
unos segundos más antes de darle un beso en la frente y despertarla.
—Ya hemos llegado bella durmiente.
Me mira un poco desorientada hasta que se da cuenta de donde está.
—Me he dormido.
—Te has dormido
—Lo siento.
—No lo hagas, lo he disfrutado.
Frunce el ceño y me va a contestar cuando veo a un tipo salir de su casa.
—Quédate en el coche —le digo mientras agarro el bloqueador de
volante que tengo junto a mi asiento y bajo del vehículo.
Voy a partirle el cráneo a ese tipo solo por haber entrado en la casa de mi
Olivia.
Buenas noches Olivia.
Olivia

Me bajo del coche con cuidado de no despertar a Mer. Sé perfectamente


quien es el hombre de mi porche, lo reconocería en cualquier sitio.
—¿Qué haces aquí Dex? —le pregunto poniéndome delante del gran jefe.
—Hermanita, no sabía que tuvieras compañía.
—¿Tu hermano? —me pregunta el gran jefe y asiento con la cabeza sin
dejar de mirarlo, no quiero perderlo de vista.
—Si buscas a la abuela sigue en el hospital.
—No empieces Oli, vengo a hablar contigo. A solas —dice mirando al
gran jefe que aun sostiene la barra de hierro en la mano.
—¿Puedes dejarnos un momento a solas? —le pido al gran jefe que mira
a mi hermano con cara de pocos amigos.
—Estaré ahí mismo —contesta señalando al coche.
Lo veo alejarse mirando por encima de su hombro cada dos pasos hasta
llegar al coche. Se apoya en él y nos mira. No le gusta dejarme con mi
hermano y últimamente tampoco yo me siento segura con él, pero Mer está
dentro del coche y no quiero hacer una escena delante de ella.
—¿Qué quieres Dex? —le pregunto cruzándome de brazos.
—Oli tienes que ayudarme.
Esto no empieza bien.
—Me he metido en problemas con unos tipos que no debía y me están
buscando —declara sin mirarme a los ojos.
—¿Y lo mejor que se te ocurre es venir aquí y atraerlos hasta donde vive
tu hija? Dex eres imbécil.
—Ellos no saben nada de mí todavía, nunca hablo de vosotras.
Sigue sin mirarme a los ojos, eso es raro. Él siempre me encara, en eso
somos iguales, siempre miramos a los ojos cuando hablamos.
—Mírame a los ojos —le ordeno.
Pero él se gira.
—Mírame si quieres que sigamos hablando.
Se gira lentamente con los brazos cruzados y la cabeza agachada. Sube
poco a poco la vista hasta que clava sus ojos en mi entiendo en un segundo
todo lo que ocurre.
—¿Estas jodidamente drogado? —le pregunto en un tono bajo amenazante
notando como el cabreo del siglo comienza a formarse en mi interior.
—No es tu problema.
Las cuatro peores palabras que podría haberme dicho. Lo miro queriendo
gritarle pero me contengo porque Mer está en el coche. Respiro profundamente
dos veces y miro hacia el coche antes de contestarle. El gran jefe sigue en la
misma postura observándonos.
—¿Por qué exactamente te están buscando?
—Les debo dinero.
—Dinero…ya… ¿Cuánto?
—Cinco.
—¿Mil? —pregunto asombrada por la cantidad.
Él asiente.
—¿Cómo mierda has acabado debiendo cinco mil dólares en drogas? —
pregunto lo más serena que puedo.
Sorbe la nariz, y se rasca. Cocaína.
—Oli esos tíos me engañaron. Me dijeron que sería dinero fácil.
—¿Y?
—Y no lo era. Hubo una redada, me dio el tiempo justo para tirar todo
por el desagüe. Ahora ellos me piden el dinero.
Todo el cabreo desaparece pensando que podrían haberlo arrestado. Que
entraría a la cárcel. Que sería otra persona a la que visitar ahí dentro ¿Por qué
todo tiene que ser tan difícil?
—Dex ¿Por qué? —Pregunto tiste, derrotada —¿Por qué las drogas?
—Era dinero fácil.
—No existe eso.
—Oli…
—¿Desde cuándo consumes? —le pregunto seria.
Sabía que tenía un problema con el alcohol pero no con las drogas. No
puedo decirle a mi abuela que está metido en esta mierda.
—Hace poco. No siempre. Puedo dejarlo cuando quiera.
Su respuesta no hace más que asustarme y confirmarme mis miedos.
—Necesitas ayuda —afirmo.
—Oli no soy un yonki, de vez en cuando me relajo.
—Engáñate a ti mismo, no me vas a engañar a mí. No voy a darte ni un
dólar.
Me mira serio y sus ojos de súplica se vuelven oscuros y me encojo, el
hombre que tengo delante no es mi hermano.
—Necesito el dinero Oli, sé que tú puedes darme algo.
—No, no lo tengo pero si lo tuviera tampoco te lo daría.
No lo veo venir, la palma de su mano estrellándose contra mi mejilla. Me
tambaleo y logro no caerme apoyándome en la mesa del porche. Pongo mi
mano encima del golpe para calmar el dolor y estabilizar mi cabeza. Estoy
mareada. Mi hermano, no, el hombre que tengo delante se viene hacia mi
nuevamente pero antes de que llegue sale disparado hacia atrás.
—¿Estas bien? —me pregunta el gran jefe mientras coge mi cara entre sus
manos y la gira para ver el golpe.
Tengo ganas de llorar e intento aguantarme mordiendo fuerte mi labio
inferior y asintiendo aun entre sus manos.
—Voy a matarlo —susurra el gran jefe.
Pero lo detengo cuando se gira y va a ir a por él. Mer sigue estando en el
coche y ella es lo primero. Siempre. Se para cuándo lo agarro de la mano y me
mira fijamente un momento antes asentir. Entiende lo que le quiero decir sin
palabras. Paso delante de él hasta dónde está mi hermano aun en el suelo, el
muy cobarde no se atreve a levantarse.
—Márchate —le digo lo más serena que puedo.
Me mira dispuesto a replicar pero el gran jefe aparece a mi espalda y se
calla. Se levanta, me da un vistazo y se va como si no hubiera pasado nada. El
gran jefe pasa el brazo por delante de mi pecho y me abraza sin dejar de mirar
como mi hermano se va.
—Tia Livie ¿puedo bajar? —pregunta mi sobrina desde el coche con la
ventanilla bajada.
—Mierda —susurro.
Sé que debe notarse el golpe en mi cara asi que suelto mi pelo y lo
coloco a ese lado tapando al máximo posible la marca que debe estar
estampada en mi cara.
—Claro que si Mer ¿te apetece ir a dormir a casa de la señora
Crowford? Es domingo y ya sabes lo que pasa os domingos…
—¡Pastel de carne! —grita feliz.
—Ves para allí, corre.
Mi sobrina feliz y ajena a todo sale disparada a casa de la vecina. La veo
llamar a la puerta y entrar sin pedir permiso. Donde hay confianza da asco
¿no?
—¿Puede quedarse esta noche? —le pregunto gritando y sabiendo que no
hay problema.
Nuestra vecina conoce nuestra situación y nunca ha dudado en ayudarnos.
—Por supuesto Livie, mañana nos vemos y hablamos tomando un café ¿te
parece? —dice la señora sonriendo preocupada.
Asiento y cierra la puerta. Bien, ahora tengo que llamar a Kate, mañana
dan de alta a mi abuela y no pueden quedarse aquí ni ella ni Mer. No sé a qué
clase de gente le debe dinero mi hermano pero no voy a esperar a
comprobarlo.
—Olivia —dice el gran jefe quitando su agarre de mí y poniéndose al
frente —deberíais quedaros en mi casa.
—Muchas gracias pero no, nos las arreglamos solas.
—No estáis solas.
Le sonrío.
—Es muy dulce de tu parte querer hacerte cargo pero estamos bien,
siempre estamos bien. Yo me ocupo.
Veo en sus ojos que quiere discutirlo pero mi mirada hace que se retracte.
—El marido de la señora Crowford es capitán de policía, mi hermano lo
sabe así que no va acercarse a ella. Voy a llamar a Kate y mandaré a la abuela
y a Mer con ella mientras soluciono esto —le aclaro para que vea que lo tengo
todo pensado.
—¿Y tú? —me pregunta tocando la mejilla que aun noto arder.
Saco mi móvil y marco el número de Kate. No deja de mirarme y no me
aparto de su toque. En cierto modo me reconforta. Suenan dos tonos antes de
cogerlo.
—¿Qué pasa fea? —pregunta Kate alegre, como siempre
—Dex pasa.
La línea se queda en silencio unos segundos.
—¿Esta bien Mer?
—Sí. Pero no sé si está segura, ni la abuela.
—No hay problema, mañana mismo iré a recogerlas y las traeré conmigo.
Además será una estupenda oportunidad de que la abuela conozca a Brad y de
que Mer le coja confianza.
Me encanta que Kate siempre logre sacar un lado bueno de todo.
—¿Qué ha pasado? —me pregunta preocupada.
—Tiene un problema de drogas. No sé hasta qué punto. Se ha presentado
aquí. Se ha puesto agresivo y…
—¿Os ha hecho algo?
—Me ha dado una bofetada, pero tranquila, Mer no ha visto nada, estaba
en el coche dormida.
—¿Cómo quieres que esté tranquila? —Pregunta Kate alterada —tu
madre debe estar revolviéndose en la tumba.
Sonrío porque seguro que es así. Si pudiera levantarse mi madre lo haría
para darle una colleja a mi hermano.
—¿Tu estas bien? —me pregunta no sé si preocupada o triste, o ambas.
—Sí —contesto a la vez que asiento.
La línea se queda en silencio nuevamente.
—Estoy bien Kate, de verdad —le repito mirando al gran jefe a los ojos,
esta respuesta también va para él. —Mañana nos vemos. Te quiero fea.
—Yo también te quiero fea —me contesta y le cuelgo antes de que pueda
seguir preguntando.
El gran jefe sigue con su mano en mi cara y me da un beso en la otra
mejilla. Apoya su frente en la mía y vuelve a preguntarme.
—¿Y tú?
—No sabe dónde vivo —le contesto en un susurro mientras veo como se
acerca su boca a mi cara lentamente.
Me da un beso dulce en la mejilla lastimada, luego baja hasta mi
mandíbula y me da otro beso. Sigue con otro beso en la comisura de mis
labios. Siento su aliento en mi boca cuando pasa al otro lado de mi cara. Besa
debajo de mi lóbulo, luego desliza su lengua hasta mi cuello. Besa el hueco de
mi cuello desde la base hasta la barbilla.
—Mi lugar favorito —susurra contra mi piel.
Sube lentamente su nariz rozando cada centímetro de mi piel a su paso.
Continúa por mi barbilla y llega a mis labios, deteniéndose a milímetros de
ellos. Su respiración entrecortada me dice que ahora mismo está como yo de
excitado.
—Sé que es tu hermano, pero si vuelve a ponerte la mano encima se la
voy a romper en tantas partes que van a tener que llamar a un montador de
puzles profesional para poder armársela de nuevo.
Asiento por qué no sé qué otra cosa hacer.
—Olivia —susurra mi nombre.
—Estoy bien —le repito a él y me repito a mí misma.
—Si vuelves a decirme que estás bien voy a llevarte a mi apartamento,
quitarte la ropa y follarte hasta que sepas lo que realmente es estar bien.
Dejo de respirar.
—¿De acuerdo? —pregunta separándose de mí.
—De acuerdo.
—Ahora voy a esperar a que entres en casa y te cierres por dentro. Voy a
enviar a uno de mis hombres de seguridad para encargarse que nadie os
moleste esta noche ni a ti ni a tu vecina. Luego me subiré al coche y me iré
porque tengo un vuelo que coger y si me quedo mucho más sé que no me voy a
ir y necesito hacerlo.
—Está bien.
—Pero que me vaya no significa que no vaya a estar al pendiente —
continua con su voz ronca —si necesitas algo, lo que sea, me llamas. Estaré
cogiendo un avión en el segundo en el que me lo pidas. De lo contrario el
viernes nos vemos.
Asiento y veo cómo avanza hacia mí. Doy un par de pasos hacia atras
antes de que me alcance y estrelle sus labios contra mi boca. Mete su lengua y
comienza a besarme de forma salvaje, primitiva, deseo puro. Caminamos sin
separarnos hasta que noto la puerta de entrada contra mi espalda. Se separa y
me mira. Abre la puerta y me mete dentro.
—Buenas noches Olivia.
Y se va dejándome con ganas.
—Gran jefe —lo llamo cuando ya está a mitad de camino de su coche —
Estoy bien.
Pero la amistad es otra cosa cielo.
Kenneth

—Llevas toda la semana distraído ¿algo que contar? —me pregunta


Cynthia mientras guardo mi móvil.
Ciertamente llevo toda la semana escribiéndome con Olivia. No me gustó
dejarla después de ver como su hermano le daba una bofetada pero necesitaba
venir aquí.
—La verdad es que sí.
Me lo pienso antes de decirle, pero Cynthia me conoce desde hace años.
Conoce mis secretos, los de mi familia, todo mi mundo. Su marido fue como
un padrino para mí en los negocios y nuestras vidas han estado mezcladas.
—He conocido a una mujer que me trae algo distraído —comienzo.
—Menuda novedad —se burla y le sonrío.
—Con ella es diferente. Es divertida, guapa, leal, su risa es uno de mis
sonidos favoritos y me encanta cuando se enfada —le contesto enumerando las
cualidades de Olivia.
Me mira y se sienta junto a mí en el sofá del despacho de su difunto
marido. Es como una madre para mí y ella me mira con ese cariño que no pudo
darle a un hijo porque nunca tuvo.
—¿Ya os habéis acostado? —me pregunta con toda confianza.
—No, ella se niega aunque la atracción que sentimos es brutal.
La química que tenemos no la he notado con nadie y eso me desconcierta
de sobremanera, solo pensar en tocar su piel hace que se me ponga dura.
—¿Y sabe todo lo que tiene que saber de ti?
—Dasha es la razón por la que no quiere nada conmigo pero el viernes se
lo voy a explicar y creo que lo entenderá todo. Espero que lo haga. No sé qué
haría si no lo hace.
Asiente con la cabeza y me coge la mano.
—Os conozco a Dasha y a ti desde hace mucho, a veces creo que
demasiado —sonríe —Lo que sientes por esta chica es pasión, que a tu edad
está muy bien, pero creo que te llama la atención solo porque es la única que
te ha dicho que no.
Reflexiono sobre sus palabras porque me dan una perspectiva nueva a
todo esto que estoy sintiendo. Es cierto que hasta ella nunca nadie me había
dicho que no, o al menos no se me había resistido más allá de una noche.
—¿Crees que lo que me gusta de ella es solo porque no puedo tenerla? —
le pregunto intrigado por cómo trabaja mi mente sin que ni siquiera yo lo sepa.
—Es lo que a mí me parece. Te veo entusiasmado pero ¿realmente la
conoces como para que la cosa sea algo más que física?
—Creo que sí, nos hemos hecho amigos muy rápido. Es una mujer
independiente que la ha criado su abuela y ella se ha hecho cargo de su
sobrina y de su familia. Es increíble.
La verdad es que creo que la conozco lo bastante como para saber si me
gusta.
—Pero la amistad es otra cosa cielo. Si te hubieras sentido cómodo con
ella como para algo más que una aventura le hubieras contado lo de Dasha
desde el principio ¿no crees?
Pienso en lo que me acaba de decir y creo que tiene razón.
—Además, por lo que me cuentas, su historia me recuerda a la tuya ¿no
será que quieres ayudarla por tu pasado? ¿Por qué te recuerda a tu propia
historia?
Me está dando dolor de cabeza. Miro mi móvil y veo un mensaje de
Olivia y sonrío. Pienso en ella y se me pone dura. Creo que Cynthia tiene más
razón de la que me gustaría. Mañana vuelvo y cenaré con ella. Va a saber todo
sobre mi particular forma de ver las cosas. Estoy hecho un lio pero a pesar de
todo, tengo ganas de verla.
La cosa es conmigo.
Olivia

Tengo que reconocer que ha sido una semana bastante intensa. Mi abuela
salió del hospital el lunes, parece que todo está bien, pero su estancia en el
hospital ha generado una factura que no tenía planificada así que van a ser un
par de meses entretenidos tratando de pagarla. Brad se ha ofrecido a hacerlo
pero no estoy dispuesta a ceder en eso. Al menos Mer y la abuela se han ido
con Kate así que no tendré que preocuparme por ellas. No he vuelto a ver a
Dex pero sé que pronto nos encontraremos. Estoy posponiendo lo inevitable,
espero tener un tiempo al menos antes de que eso pase. La marca de mi cara ha
desaparecido pero aun puedo sentirla.
Llevo mandándome mensajes toda la semana con el gran jefe y creo que
me estoy pillando por él, demasiado. Su forma de tratar a Mer, su lado
protector, sus besos…podría enamorarme de él si es que ya no lo he hecho.
Sino no me explico que hago un viernes por la noche en la entrada de su
edificio para cenar con él y su prometida. Supuestamente me va a explicar
porque lo nuestro puede ser estando ellos a punto de casarse. No encuentro
una explicación lógica y eso que llevo días sin dejar de pensar en ello. Solo
espero que no me salgan con que lo de ellos es un acuerdo puramente
comercial porque me bajo de la vida.
Me dispongo a entrar pero un señor de traje me detiene, por lo visto no
todo el mundo puede entrar al edificio si no es por invitación.
—Voy a ver al gran jef…al señor Crown, del ático—le digo sonriendo y
esperando que me crea porque si tengo que llamarlo me va a dar mucha
vergüenza.
Cuando me he vestido para venir pensé en una cena en casa, informal, no
pensé en que mi apariencia daba más impresión de que venía a robar que a
visitar a alguien.
El hombre me mira de arriba abajo analizándome. Pantalón vaquero,
sandalias, camiseta de tirantes negra y pelo suelto. Nada de marca y nada
nuevo, ni siquiera de este año o del pasado.
—El señor Crown nos dijo que esperaba una invitada ¿puede decirme su
nombre para ver si está en la lista por favor?—me pregunta muy educado pero
se nota que no me cree.
—Olivia Gates.
Mira en su listado y frunce los labios.
—Adelante.
Me dice abriéndome la puerta y yo paso intimidada por la situación. Miro
el gran vestíbulo y me quedo embobada con la gran lámpara de araña dorada
que hay encima del ascensor. Increíble. Pulso la clave para subir que me dijo
el gran jefe más temprano y el aparato se pone en marcha a una velocidad
considerable. Cuando se detiene y se abre me sorprendo ya que no estamos en
el pasillo de la planta, estoy en el apartamento. Tiene un jodido ascensor que
va directo a su apartamento. Alucinante.
—Olivia —dice el gran jefe acercándose a mí y recibiéndome con un
beso en los labios.
No me lo esperaba pero me viene bien.
—Hola querida —dice Dasha por detrás del gran jefe.
Me asomo y la veo sonriendo. Vale esto empieza raro.
—Pasa por aquí —me indica el gran jefe y me lleva a un sofá blanco que
hay en lo que es el salón/recibidor de la casa. Desde allí puedo ver la cocina
totalmente abierta y a Dasha acercarse con una copa de vino para mí.
—Toma querida —me dice mientras se sienta frente a nosotros.
Miro al gran jefe porque esto es muy raro y no entiendo nada.
—Empieza a explicar porque esto es muy raro —le digo sin beber nada
de vino y dejando la copa en la mesa baja frente a nosotros.
Dasha se levanta y abre un armario para coger un posavasos. Veo que el
gran jefe asiente sonriendo. Son una pareja familiarizada con la casa. Raro.
—Vas directa, como siempre, me gusta —dice le gran jefe y le indica a
Dasha que se siente.
Ella lo hace muy elegantemente enfundada en un vestido que le hace lucir
espectacular con unos tacones que me deben llegar por las rodillas. Me
remuevo incomoda.
—Tal y como me pediste Dasha estará presente para que te quedes más
tranquila —asiento mirando a ambos —ella y yo estamos comprometidos,
pero nuestra relación es algo diferente a lo usual.
—Un poquito —dice ella haciendo el gesto con la mano.
—Vivimos en un tiempo en que el mundo domina nuestra forma de ver las
cosas y por eso nuestro tipo de relación no es algo de lo que hablemos en
público.
Lo miro imaginando cadenas, látigos y cera de vela ardiendo y no me está
gustando nada de nada.
—No te asustes —mi cara debe delatarme —somos una pareja normal
solo que tenemos una relación abierta.
Me mira buscando entendimiento pero no tengo ni puñetera idea de que
me está diciendo en estos momentos. Sonríe.
—Podemos estar con otras personas de forma consentida —me explica.
Y a mi cerebro le cuesta unos segundos asimilar la información.
—A ver si me entero —le digo frunciendo el entrecejo —podéis tener
sexo con otras personas y no pasa nada.
Asienten.
—Nada de nada. No celos, no gritos. Nada.
Ambos vuelven a asentir.
—¿Y tú estás bien con que él quiera acostarse conmigo? —le pregunto
directamente a Dasha porque yo ya no sé si esto es broma o si me estoy
perdiendo algo.
Dasha se ríe y me siento estúpida.
—Si, él ya me dijo sus intenciones. No tenemos secretos.
Vale esto es raro de cojones. Pero también lo encuentro fascinante. Una
pareja abierta. No lo hubiera adivinado en la vida. Bebo de un trago el vino y
me recuesto en el sofá para pensarlo. Asombroso. Me encantaría llamar a Kate
para contarle ahora mismo esto. Alucifliparia como yo.
—Bueno Ken, creo que me marcho, tenéis de lo que hablar—dice Dasha
levantándose del sofá —os he dejado la cena encima de la mesa, no tardéis si
no queréis que se os enfríe.
—Gracias cielo —contesta el gran jefe dándole un beso en la mejilla.
Él la acompaña hasta la puerta y yo los miro como si estuviera viendo
una película, parece real pero no puede serlo. El gran jefe va hacia la cocina
una vez la puerta del ascensor se cierra.
—¿Quieres más vino Olivia?—me pregunta alzando la botella llena aun
en sus manos.
—Si, mucho, en cantidades industriales si es posible.
Él se ríe y trae un plato de quesos, la botella y otra copa. Me sirve
primero, me la bebo de un trago nuevamente, se sirve y vuelve a llenármela.
—Por como bebes vino creo que esto te ha sorprendido.
—Eso es el eufemismo del siglo.
—¿Tan mal te parece?
—¿A mí? —Pregunto —al contrario, creo que es bastante excepcional y
me causa gran curiosidad ¿puedo preguntar?
Él se acomoda en el sofá y yo hago lo mismo, ambos de lado y
mirándonos. No dice que no así que le pregunto.
—¿Cómo se llega a tener una relación así? Quiero decir, esto se busca en
algún sitio, Google tiene un apartado especial que no conozco…No sé. Dime
El gran jefe suelta una carcajada enorme.
—No, no salimos en Google.
—Entonces ¿Cómo pasó? —Pregunto descaradamente —si alguna
pregunta es demasiado personal tu dime, de verdad que es curiosidad no
morbo.
—Puedes preguntar libremente, de hecho quiero que lo hagas.
Se acerca un poco más y nuestras piernas entran en contacto.
—Dasha y yo nos conocemos de toda la vida. Nuestros padres siempre
tuvieron negocios juntos así que tengo pocos recuerdos de mi adolescencia en
los que no salga ella.
Una punzada de celos me atraviesa pero sigo teniendo mi cara impasible
y la sonrisa pintada.
—Como era de esperar acabamos saliendo juntos. Éramos la típica
pareja que rompía y volvía cada semana.
—Que divertido.
—Fuimos juntos a la universidad y nuestra relación siguió siendo la
misma solo que empezamos a incluir la infidelidad en nuestra rutina. Siempre
había una tercera persona, ya sea por su lado o por el mío.
Asiento y me quito las sandalias, subo mis piernas y me acomodo para
seguir escuchándolo hablar. Tomo otra copa de vino y parece que el mundo es
un poquito mejor.
—Llegó un momento en que era hasta cómico. Salíamos juntos, nos
divertíamos, ella se acostaba con otro, rompíamos, nos volvíamos a ver, nos
volvíamos a juntar, volvíamos a divertirnos, yo me acostaba con otra,
volvíamos a romper y vuelta a empezar.
—Teníais mucho tiempo libre —le digo y me sonríe.
—Puede ser. La cosa es que no sé cómo acabamos hablando de lo que
ocurría. Que no entendíamos si nos queríamos como es que buscábamos a
otras personas. Y nos dimos cuenta que no buscábamos enamorarnos de otros,
solo era el sexo que nos daban.
—¿No teníais buen sexo entre vosotros?—pregunto porque no se me
ocurre para que buscar fuera lo que ya tienes en casa.
—Sí es bueno, sigue siéndolo, pero en la variedad está el gusto ¿no? —
pregunta bebiendo su vino y sirviéndome otra copa.
—Si tú lo dices.
—Acordamos poder tener sexo fuera de la relación siempre y cuando
fuera eso, solo sexo, y siempre diciéndoselo al otro. Si no mientes no hay
engaño.
—Curiosa forma de ver la vida.
—Desde entonces hacemos esto y funciona, tanto que vamos a casarnos.
Me tomo la que creo que es mi cuarta copa de vino pensando en lo que
me acaba de contar y asimilando la historia.
—¿Sois felices así?
—Sí.
—¿Podéis vivir sabiendo que tú has tocado a otras o que a ella la han
tocado otros? —pregunto directamente porque lo veo algo tan increíble que
necesito corroborarlo.
—Sí Olivia, no somos bichos raros, si lo piensas eso tiene más sentido
que ser monógamos.
—Explícame eso porque tiene pinta de ser interesante.
Vuelve a reírse.
—En una relación tarde o temprano se acaba la chispa del primer día.
Entonces buscas esa pasión física en otra parte y acabas perdiendo a la
persona que amas, o renuncias a la pasión a cambio de estar con la persona
que quieres. De esta manera tienes todo.
Me muerdo el labio pensado. Su teoría tiene lógica.
—¿Qué piensas? —me pregunta realmente interesado.
—En que tu explicación tiene sentido.
—Sabía que pensarías lo mismo que yo.
—Pero no lo comparto —mi respuesta lo deja sorprendido —respeto
vuestra decisión, creo que es muy adulta vuestra forma de tratar las
infidelidades, pero yo vi el amor en mis padres, y no era esto.
Me levanto poniéndome las sandalias para irme. Noto el mareo del vino.
Debería haber comido algo de queso.
—Olivia.
—No gran jefe, lo entiendo, de verdad, y no os juzgo, pero no quiero esto
para mí.
—No hace mucho estabas dispuesta a pasar una noche conmigo ¿Qué ha
cambiado?
Me gustaría decirle que todo. Que lo miro y quiero saber que desayuna
cada mañana y si prefiere leer las noticias en el periódico o verlas en la
televisión. Pero estos sentimientos claramente no están correspondidos. He
malinterpretado todo. Me siento tan estúpida.
—Mira. Mis padres estuvieron juntos veinte años antes de que uno de
ellos faltara. Y cada día, cada jodido día, mi padre la besaba como si fuera la
primera vez. La miraba con adoración y buscaba tocarle el culo cuando creía
que mi hermano y yo no mirábamos. Tenían pasión, tenían amor, tenían todo. Y
yo quiero eso.
Me voy hacia el ascensor queriendo salir de allí lo antes posible pero
cuando voy a tocar el botón para llamarlo me coge la mano, me gira y me
empuja contra la pared de acero aprisionándome con su cuerpo. Apoya su
frente en la mía.
—Olivia, creo que es bonito lo que tus padres tenían aunque no creo que
exista, no lo he visto —baja su boca hasta mi cuello y comienza a besarlo
lentamente —pero lo que tenemos nosotros, la forma en que reacciona tu
cuerpo…eso no puedes negármelo Olivia. Deseas esto tanto como yo.
Trato de respirar porque con cada beso hace que se me olvide. Subo mis
manos a sus hombros involuntariamente, no quiero que se mueva ni que deje
de hacer lo que está haciendo.
—Este es mi lugar favorito para besarte —dice lamiendo mi hombro y
provocando un escalofrío por mi cuerpo —dime Olivia que no quieres esto
tanto como yo y pararé.
Echo la cabeza hacia atrás mientras el sube con sus besos por mi cuello,
la mandíbula, el lóbulo de mi oreja.
—¿Qué decides? —me susurra al oído mientras se acerca más y noto la
dureza de su entrepierna.
Quiero más, no quiero solo algo de una noche y es lo único que puede
darme, quizás más de una. Quiero salir corriendo y olvidarme, pero
seguramente pasaría el resto de mi vida preguntándome como hubiera sido
dormir con él. Soy más de pecar y arrepentirme que de arrepentirme de los
pecados que no he cometido. Bien, hagámoslo, ya lidiaré con mi estúpido
corazón luego, ahora hay otra parte de mi cuerpo que requiere atención.
—Fóllame —le susurro.
Se queda quieto, inseguro de si me ha oído bien. Me mira a pocos
milímetros de mi cara. Sonrío, me sonríe y luego se lanza contra mi boca
dándome un beso que hace que me tiemblen las piernas.
Puede que el vino tenga algo que ver en todo esto pero eso es algo que
pensaré mañana tranquilamente, ahora solo quiero dejarme llevar.
Me coge debajo del culo y me levanta, le rodeo la cintura con mis piernas
y se restriega contra mí con su dura erección provocando que suelte un
gemido. Utiliza una de sus manos para impulsarse y caminar hacia la cocina,
pasamos por ella mientras me sigue besando y llegamos a una habitación
blanca enorme. Me lanza contra la cama y me rio. Nos quitamos la ropa
completamente antes de seguir donde lo habíamos dejado. Cubre mi cuerpo
con el suyo y encaja su pene entre mis pliegues haciendo que ambos gimamos
por la excitación. Besa mi cuello nuevamente mientras me restriego contra él
arqueando mi espalda.
—No sé cómo lo haces pero jamás he estado así de excitado en mi vida
—dice separándose de mi un poco jadeando —quiero sentirte alrededor de mi
polla, estoy limpio, puedo enseñarte análisis, me los hago después de haber
tenido alguna pareja fuera de la relación ¿tu estas limpia?
Asiento.
—¿Estas en algún plan de natalidad?—pregunta mientras se mueve entre
mis piernas provocándome un placer inigualable.
Asiento.
Sus palabras se agolpan en mi cerebro pero no las registro lo
suficientemente rápido antes de notar la punta de su pene justo en mi abertura.
Mi cerebro me dice que no debería estar haciendo esto, un embarazo no es lo
peor que te puede pasar. Pero cuando empieza a deslizarse dentro de mí el
cerebro se me apaga y es mi lívido la que toma el control del mi cuerpo. Y
ella está totalmente de acuerdo con lo que está pasando.
—¡Joder! —Grita mientras se introduce totalmente dentro de mí mientras
me arqueo para darle más espacio—estas apretada.
—Ha pasado un tiempo.
Demasiado, no me acordaba lo que me gustaba el sexo.
—Voy a empezar a moverme pero no creo que aguante demasiado, aunque
no creas que esto acaba aquí, voy a follarte toda la noche y mañana por la
mañana no vas a poder levantarte, no al menos hasta que te folle dos veces
más.
Y comienza a moverse primero lento y luego aumentando el ritmo de sus
embestidas. No sé si dura mucho o poco, estoy perdida en una neblina de
placer sexual. Solo sé que cuando acaba comienza a besar mis pezones y mi
cuerpo reacciona a él, como siempre. Estoy lista para la siguiente ronda y por
lo que puedo notar, él también.
No recuerdo a qué hora nos dormimos ni las veces en la noche que me
desperté con él dentro de mí pero estoy agotada, tanto que ahora mismo
necesito ir al baño con urgencia y me veo incapaz de abrir los ojos. Estoy
boca abajo y empiezo a notar unos besos por mi espalda. Me obligo a abrir los
ojos porque necesito decirle que si no voy al baño me lo hago encima. No es
broma. Pero cuando lo hago veo al gran jefe dormido junto a mí.
Me levanto de un salto asustada porque si él está ahí ¿quién cojones está
besando mi espalda? Oigo un grito y luego un golpe en el suelo.
Dasha.
La miro desnuda sentada en el suelo tras haberla tirado y me mira como
si lo mi reacción fuera un acto de locura.
—¿Qué ocurre? —pregunta el gran jefe a mi lado.
—No sé, pregúntale a tu prometida —joder que raro se me hace estar
teniendo esta conversación —que me ha despertado dándome besos en la
espalada.
—Dasha —le reprende el gran jefe.
Pero solo eso, su nombre. Sin gritos, ni sobresaltos, ni sorpresa.
—Querido pensaba que ella accedería —dice poniéndose de pie desnuda
en toda su gloria —por cómo me hablaste de Olivia pensaba que sería como
Brenda.
—No Dasha, no hemos hablado de eso, no hemos tenido tiempo no sé si
me entiendes.
Paso mis manos por mi cara. Joder, joder, joder. No entiendo nada.
—Olivia —el gran jefe me toca el brazo y me aparto.
—Guarda las distancias gran jefe.
—¿Qué ocurre?
—¿Qué ocurre? —Le imito mientras busco mi ropa —¿Qué ocurre me
preguntas? En serio no ves nada raro en esta situación ¿de verdad?
Todo se viene a mi mente. Mis sentimientos, nuestra conversación, su
relación. Y Brenda.
—Brenda ¿tu secretaria? —pregunto no queriendo oír la respuesta.
—Si, es una chica encantadora —contesta Dasha.
Vale me va a explotar el cerebro.
—Bien, entendido, esto no es lo mío —digo poniéndome los pantalones
sin ropa interior, no tengo ni idea de donde está —me alegro de que tengáis
una relación tan…tan…tan así, pero no lo veo, no para mí.
Me pongo la camiseta y salgo de la habitación. Directa al ascensor. Pulso
el botón.
—Olivia —oigo al gran jefe que viene tras de mí.
Se para a mi lado.
—¿Estas enfadada? —pregunta poniéndose unos pantalones cortos.
Mejor, me estaba despistando con esa cosa al aire mirándome.
—No. Sí. No lo sé. No contigo, has sido sincero. La cosa es conmigo.
—Quedarte, podemos hablarlo.
—No, no es una conversación que quiera tener. Sabía que esto era cosa
de una noche. Una noche en la cual he pisoteado todos mis principios sobre el
sexo seguro con desconocidos. Así que no, me voy. Sí.
—Olivia pero no quiero que sea cosa de una noche —me dice cogiendo
mi cara entre sus manos y besándome en los labios dulcemente.
Dejo que me bese unos segundos hasta que oigo a Dasha llegar hasta
nosotros. El ascensor se abre y yo me despego del gran jefe.
—Bueno, no sé qué se dice en estos momentos. Hasta luego. Nos vemos.
Enhorabuena por vuestra boda. Joder necesito callarme.
Presiono los números que no sé ni como recuerdo y marco planta baja.
Las puertas se cierran y la última imagen que veo del gran jefe es la de él con
su prometida desnuda abrazándolo por detrás. Noto una punzada que indica
que mi corazón se está rompiendo en este momento y que necesito llegar a mi
coche para llorar en privado. Respiro profundamente y sé que tengo que dejar
de verlo, el lunes presentaré mi dimisión porque esto no va a funcionar.
Entonces me doy cuenta de que no lo voy a volver a ver, y lo sé porque yo no
soy Ana y él no es Christian.
Bien, acabemos con esto
Kenneth

Miro el papel entre mis manos. No sé cuántas veces lo he leído buscando


algo, aunque no sé el qué. Hace una semana Olivia dejó esto en mi despacho,
de noche, volvió a escabullirse dentro de las oficinas como la primera vez que
la vi. Solo que esta vez estaba dejando su carta de renuncia. Una carta muy
formal, educada y fría. Como si fuéramos dos desconocidos. No sé si eso me
cabrea o me entristece.
—¿Se puede?
Levanto la cabeza y veo a mi amigo Devin asomarse por la puerta. Le
sonrío y lo toma como una invitación a entrar. Meto la carta en el cajón y lo
cierro.
—No sabía que habías vuelto —le digo levantándome para darle la
mano.
—Volvimos anoche, Sonya quería estar aquí para el fin de semana. Sus
padres celebran las bodas de oro.
—Sorprendente, cincuenta años juntos es como para celebrarlo.
—Sí, y cincuenta años buenos. Si vieras como se miran mis suegros…a
veces es algo asqueroso —me dice haciendo una mueca mientras me rio.
Me acuerdo entonces de Olivia, de sus padres, de cómo me dijo que se
querían. Los suegros de Devin parecen ser iguales.
—¿En qué piensas? —me pregunta mirándome burlón.
—Hace poco me hablaron de una pareja igual pero no termino de creerlo,
ya sabes que mi estilo de vida es algo diferente.
Devin sabe todo de mí. Es mi mejor amigo desde el instituto y, aunque
nuestra forma de ver la vida es totalmente diferente, es de las pocas personas
en el mundo en las que confío en su criterio.
—Amigo, ya sabes que siempre he respetado tus opciones pero no las
comparto. No puedo imaginar a Sonya con otro hombre, solo de pensarlo me
falta el aire.
Me rio porque Devin siempre ha ido muy dramático.
—¿Cómo supiste que Sonya era la indicada?
Devin se recuesta y cruza los brazos.
—¿A qué se debe esta pregunta? ¿Algo que contar?
Me conoce bien.
—Contéstame —le pido.
—Simplemente lo sabes. Te despiertas pensando en ella, pasas el día
preguntándote que estará haciendo y al irte a dormir miras tu lado de la cama
vacío queriendo que ella lo llene. Aunque tú tienes a Dasha ocupando ese
espacio ¿va algo mal entre vosotros?
Niego con la cabeza.
—Hay una mujer, bueno tú la conoces.
Levanta las cejas intrigado por mi declaración.
—La chica que me trajo la cena vestida inapropiadamente el día antes de
que os fuerais Sonya y tú —le recuerdo.
Se pone el dedo en la boca pensando y sonríe cuando se acuerda de ella.
Yo también lo hago, esa noche en el club fue increíble lo que me hizo sentir.
—Como para olvidarla. Una mujer preciosa.
—Sí.
—¿Y qué ocurre con ella? ¿Se te resiste? ¿El gran conquistador ha
encontrado una que le ha dicho que no?
—Ojala fuera ese el problema. Pero no.
—Vaya, ahora me intrigas.
Lo pongo rápidamente al día contándole mi relación con Olivia. Como he
conocido incluso a su familia. Tal cual le voy diciendo me doy cuenta de lo
extraño que es haberse implicado tanto en tan poco tiempo pero se dio de
forma natural. Quería saber de ella, estar con ella, formar parte de su mundo.
—Y después de la que creo que fue la noche más increíble de mi vida
Dasha pensó que estaba invitada a la fiesta y se metió a la cama con nosotros
sin pedir permiso. Olivia salió corriendo. Literalmente —termino.
Devin me miraba callado y atento, escuchando cada palabra que le estaba
diciendo. Eso es lo que me gusta de él, nunca se precipita, siempre piensa bien
lo que va a decir; por eso siempre tomo en cuenta sus opiniones.
—Así que Dasha se metió a la cama con vosotros y asustó a la chica
Asiento.
—Llevo toda la semana llamándola pero ni me coge el teléfono ni me
devuelve los mensajes.
—¿No crees que lo hizo queriendo?
—¿Dasha? —pregunto sorprendido
Asiente.
—No lo creo ¿Por qué iba a hacerlo?
—Porque según me cuentas ella no es una mujer más.
Lo miro entrecerrando los ojos. No entiendo a qué se refiere.
—Dime Kenneth ¿de cuantas de las mujeres con las que te has acostado
conoces a sus abuelas o sobrinas?
Lo miro en silencio.
—Y no solo eso. Es la primera mujer que no acepta acostarse contigo sin
antes aclarar tu relación con Dasha, lo cual la hace bastante única hasta para
mí.
Asiento porque estoy de acuerdo con él.
—¿Te has parado a pensar que quizás tu relación con Dasha sea practica
pero no te llene realmente?
—Explícate.
—Lo que tengo con Sonya no lo cambiaría por nada. Ni aunque ella me
permitiera acostarme con otras mujeres. Es todo lo que quiero y no me
malinterpretes, no es perfecta, pero de ella amo hasta sus defectos.
—¿Y? —pregunto por qué no sé dónde quiere llegar.
—Que nunca te he visto hablar así de Dasha.
—¿Cómo así?
—Con ilusión. Quizás no lo veas pero para mí está claro que esa mujer
no es una más.
Giro un bolígrafo en mi mano sopesando sus palabras. Me lo dice tan
convencido que me hace dudar. Cinthya vio claro que era solo algo sexual
pero después de pasar una noche juntos no se me han pasado las ganas.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —me dice con una sonrisa que conozco
perfectamente, va a darme una lección.
—Claro.
—¿Qué es lo que más te molestó de esa mañana?
—A que te refieres.
—Que si lo que te molestó fue no hacer el trio, no tener sexo con ella o
que se marchara. Imagino que sexo con Dasha tendrías ¿no?
Asiento. No estaba de humor pero me desperté con gangas de otra ronda
con Olivia y Dasha era la única que estaba.
—Reconozco que la idea del trio me la pone dura, pero siendo sinceros
quería desayunar con Olivia.
—Ahí lo tienes.
Me mira con su cara de te he vuelo a dar una lección y lo que más me
jode es que es verdad. No me había parado a pensarlo, pero lo que realmente
me molestó fue no empezar el día con ella como había imaginado cuando nos
dormimos abrazados.
—Entonces ¿ahora qué hago? —pregunto un poco desorientado.
—Eso ya es cosa tuya.
—Ah no! No vas a venir aquí a alborotarme la cabeza y luego me vas a
dejar así —le digo mientas él se ríe.
—Si yo fuera tu iría a hablar con ella para ver cómo está la cosa. No
puedes olvidarte que Dasha es tu prometida. Pero deberías aclararte antes de
que sea tarde.
—¿Y si no quiere verme? —pregunto inseguro como un niño.
—Kenneth, manejas un imperio, seguro que algo se te ocurre para hacer
que te abra la puerta. Y dicho esto me retiro, tengo que ir a por Sonya.
Devin se levanta y yo con él, lo acompaño hasta la puerta del despacho.
Antes de abrir la puerta se gira y me mira.
—Puede que Dasha sea la mujer de tu vida o que Olivia sea la indicada,
eso solo tú lo sabes, pero de verdad, amigo, ojala puedas tener con alguien lo
que yo tengo con Sonya.
Y dicho esto se marcha y me deja ahí solo pensando. Por la hora que es
Olivia debería estar en casa. Puedo decir su dirección de memoria. Llevo toda
la semana mirando su ficha de empleada, es la única foto que tengo de ella.
Me levanto y paseo por el despacho buscando un motivo por el que ella
quisiera hablar conmigo. No encuentro ninguno y eso me frustra de
sobremanera.
Oigo el teléfono de mi despacho sonar y gruño. Me acerco a la mesa, me
siento y lo descuelgo enfadado.
—Qué —contesto en un tono seco.
—Soy del departamento de Recursos Humanos, llamaba para saber
cuándo quiere que empiece el nuevo cocinero.
—No he pedido que busquen a nadie —replico enfadado. Por algún
motivo conservaba la esperanza de que Olivia recapacitara.
—Fueron órdenes de su prometida.
Su respuesta hace que la teoría de Devin tome fuerza.
—¿Cuándo pasó Olivia a por su finiquito? —pregunto no sé muy bien
porque.
—La señorita Gates no ha venido a recogerlo, aun no lo tenemos
preparado, es a la siguiente que iba a llamar para decirle que lo pase a
recoger la semana que viene.
Sonrío.
—Llámela y dígale que alguien se lo irá a entregar personalmente en una
hora a su casa. Y por favor, incluyan una indemnización de dos meses de
sueldo —ordeno.
—Pero señor, la señorita Gates fue la que rescindió el contrato, no le
pertenece ninguna indemnización.
—No estaba preguntándole, quiero que en media hora alguien traiga a mi
despacho ese documento y ese cheque o habrá que buscar gente competente
para ocupar sus puestos.
Y le cuelgo. He sido borde y lo sé pero acabo de encontrar una forma de
verla y no voy a esperar al lunes. De algo tiene que servir ser yo el que paga
sus sueldos.
No pasan ni veinte minutos cuando una chica pide entrar a mi despacho.
Es la becaria de recursos humanos según me dice. Me deja lo que les había
pedido y me confirma que Olivia estará en casa. No lo dudo, me pongo la
chaqueta del traje y meto el sobre cerrado en el bolsillo interior. Salgo sin
despedirme de mi secretaria. Tengo algo de resentimiento contra ella aunque
no hizo nada, pero me da la impresión de que meterla en mi cama no ha
ayudado mucho a la situación con Olivia.
Salgo a la calle y paro un taxi, Olivia vive relativamente cerca pero en
una zona donde aparcar es un infierno así que veo más sencillo el taxi que mi
coche. Me subo y le digo la dirección de memoria. Es mediodía y hay
retenciones como siempre. No puedo dejar de mirar la hora, faltan cinco
minutos para estar llegando tarde.
Pasan quince minutos más antes de que el taxi pare en la puerta del
edifico. Me bajo y miro el lugar. Es un edificio antiguo. Tiene una pinta
horrible y no tiene portero. Paso dentro y veo al que parece ser el de
mantenimiento fregando el suelo. Tiene aspecto de psicópata. Si saliera en una
película de media tarde sería el asesino en serie sin lugar a dudas.
Subo al destartalado ascensor y pulso botón del seis. Salgo y compruebo
que no es mejor de lo que he visto abajo. Es un edifico viejo y mal
conservado. Busco el apartamento de Olivia y llamo. Me aparto de la mirilla
para evitar que me vea. Oigo pisadas y luego el sonido de la mirilla, chica
lista.
—¿Quién es? —la oigo preguntar sin abrir.
—Traigo unos documentos de TransOcean —digo con una voz neutral.
—Páselos por debajo de la puerta.
Sonrío, es inteligente.
—Necesito que me firme algunos.
Silencio durante un segundo. Luego la puerta se abre, pero no del todo,
tiene la cadena de seguridad puesta.
—Démelos y ahora se los entrego.
—Ábreme Olivia.
Su cara de sorpresa no pasa desapercibida. Cierra de golpe. No empieza
bien la cosa.
—¿No quieres tu cheque? —pregunto lo suficientemente alto como para
que me oiga.
No se oye respuesta alguna así que me voy porque sé que está mirando
por la puerta.
—Espera —oigo que grita cuando estoy casi en el ascensor.
La puerta vuelve a abrirse pero esta vez completamente. Me giro con una
sonrisa en mi cara y voy directo a ella. Olivia se esconde un poco tras la
puerta, paso delante de ella y la oigo cerrar a mis espaldas.
Echo un vistazo a mí alrededor y veo que el sitio es minúsculo. Hay un
sofá cama abierto en lo que es el salón, una barra separa el salón/habitación
de la cocina y una puerta pequeña al otro lado parece que mantiene separado
el baño del resto del apartamento.
—Bien, acabemos con esto ¿Dónde firmo? —pregunta acercándose a mí.
Puedo olerla y mi polla se pone dura dentro de mi traje.
—Olivia, deberíamos hablar.
—Oh no, ya hablamos más de lo que me hubiera gustado, prefiero vivir
feliz en mi ignorancia.
Miro como recoge algunas cosas del suelo, no esperaba visita cosa que
me agrada pero veo un trozo de tela junto a la sofá cama que me resulta
familiar. Me agacho, lo recojo y lo abro frente a mí. Es el vestido que llevaba
la primera noche que nos encontramos. La miro y veo que está recién duchada.
Las sabanas revueltas.
—¿Te acabas de despertar? —pregunto un poco irritado.
—Puede ser —me contesta mirándome.
—¿Se puede saber que has estado haciendo toda la noche para tener que
dormir hasta ahora? —Pregunto pero no veo que vaya a contestar, me enfado
—¿te pusiste este vestido?
Ella asiente, para mí es como una traición.
—No me lo esperaba de ti —le digo enfadado.
Suelta una carcajada que me pilla desprevenido.
—Que creías gran jefe ¿Qué estaría esperando que vinieras a por mí?
Porque déjame decirte que te equivocas de mujer. No soy de las que lloran y
comen helado, no, soy de las que bailan, follan y olvidan.
Tampoco diría eso
Kenneth

Sus palabras hacen que me hierva la sangre. La miro, de pie frente a mí, y
lo único en lo que pienso es en follármela contra la pared hasta que entienda
que ese cuerpo es mío. Que ella es mía.
Este grado de posesividad me toma por sorpresa, jamás lo había sentido
por nadie. Ni siquiera por Dasha. Imaginar a Olivia gemir en el oído de otro
hombre como lo hizo en el mío me hace ver todo rojo y despertar mis instintos
asesinos.
—Olivia —le reprendo porque sus palabras no me han gustado.
—Gran jefe —contesta ella mientras cierra el sofá cama y se sienta en él
tranquilamente.
Lleva unos pantalones viejos y una camiseta que le va enorme, pero aun
así mi polla ya está luchando por salir a saludarla. No sé qué mierda pasa con
ella.
—Bueno —dice pasando una pierna debajo de la otra —dime donde
tengo que firmar.
Me siento a su lado y la miro. Ella me devuelve la mirada fría y dura.
Parece que me va a aplicar la ley del hielo.
—Entonces ¿va a ser así a partir de ahora? —le pregunto girando mi
cuerpo y apoyando mi costado contra el respaldo del sofá.
—Así ¿Cómo?
—Como si fuéramos dos desconocidos.
Me mira y suspira.
—No gran jefe —contesta derrotada.
—¿Por qué entonces me hablas así? —pregunto mirándole a los labios,
esos labios me desconcentran.
—Mira, tú no has hecho nada ¿vale? Es conmigo misma —declara
finalmente.
—Explícate.
—No sé si tiene caso.
—Yo creo que sí. Me gustaría que fuéramos amigos
Necesito que lo seamos. Me he acostumbrado a ella, a su presencia, a su
forma de ver la vida. Me gusta tenerla alrededor. Es raro, pero no imagino no
poder hablar con ella.
—No tenemos nada en común salvo una buena noche juntos.
—En eso te equivocas, tenemos mucho en común, más de lo que crees —
le digo un poco cabreado —y no fue una noche buena juntos, fue una jodida
noche épica juntos.
Me sonríe y se acelera mi corazón. Empiezo a pensar que Devin no va
mal encaminado en pensar que Olivia, para mi, es especial.
—Entonces ¿vas a explicarte? —Pregunto nuevamente —primero tú me
explicas y luego yo te cuento en todo lo que nos parecemos.
La veo dudar pero finalmente noto que cede, se acomoda y toma una larga
respiración, coloca su pelo sobre su hombro dejando al descubierto parte de
su cuello y siento ganas de besarlo. Es mi zona favorita de su cuerpo para
besar.
—La cosa es que me gustas —dice sin previo aviso y noto que mi
corazón se acelera nuevamente —mucho, demasiado. Pero no tenemos la
misma forma de ver las cosas.
Voy a interrumpirla pero sigue así que me callo.
—Si solo fuera algo físico no tendría ningún problema en pasar más
noches épicas contigo pero me gustas de una manera que me asusta.
—¿Cómo es eso? —pregunto desconcertado.
—Me gustas de una forma en la que haces que pierda la cabeza. Tanto
que soy capaz de tener relaciones contigo sin ningún tipo de protección y aun
sabiendo la cantidad de mujeres que han pasado por tu cama.
—Olivia, lo que te dije era cierto. Estoy limpio, tengo análisis que lo
demuestran, puedes estar tranquila al respecto.
—No me preocupa que me mientas, me preocupa que me dé igual que lo
hagas porque en ese momento lo único que deseaba era sentirte dentro de mí
sin ningún tipo de barrera.
Jo.De.Me.Sus palabras me pillan por sorpresa.
—Quiero besarte —le declaro acercándome a ella.
—Y yo quiero que lo hagas, pero no sé si es buena idea.
Me acerco un poco más y cojo su cara en mi mano, paso el pulgar por su
labio inferior.
—A mí me parece una gran idea en este momento —le susurro
acercándome lentamente a su boca.
No deja de mirarme y sé que quiere decir que no pero también sé que
desea esto tanto como yo. Cuando sus labios y los míos entran en contacto
siento que el mundo a nuestro alrededor se para. Comienzo a besarla
lentamente, disfrutando de cada segundo, mordiendo su labio, jugando con su
lengua. No quiero aumentar la velocidad, esta es deliciosa, no es un beso de
necesidad, es un beso que demuestra lo que ambos estamos sintiendo y es
simplemente perfecto.
No sé el tiempo que estamos besándonos en el sofá pero de pronto ella se
aparta. Está preciosa después de una sesión de besos. Me mira con la
respiración agitada.
—A esto me refería, no podemos ser amigos, no puedo permitirme un
corazón roto en estos momentos.
Y sus palabras me asustan. No quiero perderla, no sé cómo hacer para
que ella permanezca cerca porque no sé si quiero dejar a Dasha. Todo esto es
muy confuso para mí.
—Iré a hacer un café —digo levantándome y yendo hacia la cocina como
si fuera mi casa —ahora te toca escucharme.
Abro varias puertas de armario hasta que doy con lo que necesito. Ella
sigue en el mismo sitio mirándome. Noto que tiene todo vacío, como si no
viviera ahí o como si se fuera a ir.
—¿Vas a irte a algún lado? —le pregunto mientras espero que el café esté
listo.
—No —contesta extrañada por la pregunta.
El café se termina de hacer en un incómodo silencio, lo sirvo y me lo
bebo de un trago quemándome la garganta. Le ofrezco una taza pero no quiere.
Recojo todo y corroboro que los armarios están prácticamente vacíos y la
nevera también. No sé si me está mintiendo. Vuelvo al sofá y me siento al otro
extremo, le doy su espacio.
—Ahora te toca escucharme —le digo mientras muerde un mechon de su
pelo nerviosa.
—No sé gran jefe…
—Olivia, mi turno.
Me mira y asiente lentamente.
—Está claro que entre nosotros hay algo pero ninguno de los dos
sabemos cómo lidiar con ello. Seamos adultos, veamos a donde lleva.
—Se te olvida que vas a casarte. No voy a ver dónde lleva para que
acabes dejándome destrozada mientras tu estas de luna de miel.
—Bien pensado.
Ella alza las cejas.
—Entonces seamos amigos. No te quiero perder Olivia.
—Ni yo, mi sobrina te adora y mi abuela también. Me gusta tenerte en mi
vida pero no sé si puedo controlar hacia dónde va todo esto, y menos si nos
besamos como nos hemos besado ahora.
Se me empieza a acelerar el pulso, la estoy perdiendo.
—Soy un bastardo.
—Tampoco diría eso, un poco idiota pero bastardo no.
Me río porque no lo ha entendido.
—Digo que mi padre y mi madre no estaban casados y él apenas
reconoció mi existencia meses antes de morir —ella me mira sorprendida —
fui criado por mi abuela materna y mi tía, si no hubiera sido por ellas no
estaría aquí ahora.
—Vaya.
—Si, cuando mi madre se quedó embarazada mi padre no quiso saber
nada. Fue un escándalo para la alta sociedad de Nueva York y tanto mi padre
como mis abuelos paternos querían que mi madre se deshiciera de mí. Pero mi
tía y mi abuela la convencieron de no hacerlo.
—No lo sabía.
—Es historia antigua. Me recuerdas a ellas, lo que tú has hecho por Mer
lo hicieron por mí, por eso te quiero en mi vida.
—¿Por qué fui tan idiota de pensar que dos adolescentes y una mujer de
avanzada edad podrían criar a una niña?
Me rio.
—No Olivia, porque fuiste tan valiente y desinteresada como para que
hipotecaras tu vida con tal de ver feliz a los demás. Eres del tipo de persona
que quieres tener cerca.
Se sonroja y me gusta ver eso de ella.
—No lo sé —dice dudando —aunque parezca que hemos tenido la misma
vida creo que me costaría que fuéramos amigos.
—Olivia —digo levantándome —no voy a aceptar un no, esa es la
verdad, te voy a insistir hasta que te convenzas de que vas a permanecer cerca.
Saco el sobre de la compañía y se lo dejo en la barra de la cocina.
—Te voy a dejar unos días para que lo pienses, mejor dicho para que lo
asumas.
Me mira frunciendo el ceño. No voy a darle opción, voy a ser
implacable. Necesito lidiar con cosas que pasan dentro de mi cabeza ahora
mismo pero el único punto que tengo claro es que ella va a seguir estando
cerca. No acepto que sea de otra manera.
—¿Dónde tengo que firmar? —pregunta ella abriendo el sobre.
—Realmente en ningún sitio, pero necesitaba que me abrieras.
Levanta la cabeza, me mira y se ríe. Ese sonido es uno de mis favoritos.
—Recuérdalo Olivia, no tienes opción sobre esto —le digo señalando
entre ella y yo —lo de ser amigos está pasando.
La miro una última vez más y me voy antes de que vea el dinero extra del
sobre y quiera devolvérmelo o alguna mierda de esas. Bajo por el ascensor y
nada más salir oigo mi móvil sonar. Miro y es Olivia.
—Hola amiga ¿necesitas algo?
—Si, saber porque estoy cobrando dos meses de indemnización.
—Porque quiero y porque puedo.
—Que sepas que me lo voy a quedar, nunca le digo que no al dinero fácil.
Lo dice y me rio mientras cojo un taxi.
—Te lo has ganado.
—No me lo he ganado y lo sabes, pero es tu dinero y si quieres regalarlo
no soy quien para impedírtelo.
Y me cuelga. Me encanta su espontaneidad. No me ha hecho el numerito
del orgullo ni lanzado mierda por esto. Vibra el teléfono por la entrada de un
mensaje.

Gracias

Este rato con ella me ha colocado una enorme y estúpida sonrisa en la


cara. Vuelvo a la oficina a terminar de gestionar unas empresas que acabamos
de adquirir pero no pasa ni media hora cuando mi secretaria Brenda me avisa
de que tengo una llamada de una tal Kate que tiene una urgencia familiar. Me
asusto. Espero que no le haya pasado nada a Mer, a la abuela o a Olivia.
—¿Qué ocurre Kate? ¿Cuál es la emergencia? —pregunto nada más
levantar el teléfono.
—Señor Kenneth —empieza mal —¿en qué demonios estaba pensando
yendo al apartamento de Livie y besándola como si tuviera algún derecho?
Su pregunta me pilla tan de sorpresa que me descoloca un segundo.
—Creo que eso es algo entre Olivia y yo —contesto finalmente en un
tono neutral.
—Puede que crea eso pero no, somos una familia disfuncional, pero muy
unida, y no voy a dejar que la marees. No puedes follarte a una y casarte con
otra, por mucho que ambas lo consientan.
—Veo que estás al día de mi vida sentimental.
—No lo dudes, no creas que Livie va a ocultarme algo y no creas que
porque parezca la débil lo soy, porque no. Cuando se trata de alguna de ellas
puedo ser muy agresiva.
—Ya lo estoy viendo, entonces ¿Qué quieres?
—Que te alejes.
—No puedo.
—No quieres, es tu ego masculino el que habla.
—Kate.
—Conmigo no va a funcionar ser el gran jefe todopoderoso. No. Livie ha
pasado por mucha mierda y no se merece ser el premio de consolación.
Respira hondo.
—Livie es de esas personas que se encargan de todo para que a su
alrededor sean felices. Cuida de la abuela, de Mer y de mí. Se preocupa de su
padre y no pierde la esperanza en su hermano. Todo esto acompañado de
pagos que gracias a que no sabes mantener la polla en tus pantalones ahora no
podemos realizar.
—Si lo que necesitáis es dinero yo…
—No, necesito que Livie no tenga que trabajar todas las noches en el
Sandor para poder pagar la jodida factura de hospital de la abuela. Necesito
que no tenga que preocuparse de si a su padre le ha ocurrido algo en la cárcel
porque ha entrado un preso nuevo que quiere marcar territorio. Necesito que
Livie coma porque es capaz de pasar meses con arroz y agua solo por pagar el
seguro médico o la cuota de la universidad. Necesito que sea feliz y necesito
dos vidas más para devolverle todo lo que ha hecho por mí.
No sé qué decir pero todo encaja. Anoche no se fue de fiesta, estaba
trabajando. Y no es que se vaya a mudar sino que no tenía dinero para comida.
Mierda.
—Mira Kate…
—No, está enganchada contigo, mucho, y eso la asusta. Ella va a venirse
conmigo, voy a traerla aquí y vamos a comenzar de cero. Ella va a estudiar, va
a conocer a un hombre que la valore y voy a ir a su boda feliz.
—¿Se va? —pregunto alarmado.
—Aun no, ella no quiere, pero me voy a encargar de convencerla. La
abuela y Mer ya están aquí, que ella se mude es cuestión de tiempo.
—No se lo voy a permitir —le digo entre asustado y enfadado.
—No gran jefe, no te estaba preguntando ni consultando. Te estaba
diciendo lo que va a pasar y yo misma me encargaré de que ocurra. Te va a
olvidar y pronto no serás nada más que su último jefe.
Me cuelga y siento una presión en el pecho que jamás había sentido.
Ocupado
Olivia

Estamos a miércoles y aun no dejo de pensar en el beso del gran jefe del
viernes. Soy una idiota por no mandarlo a la mierda y darle la oportunidad de
joderme la cabeza pero hay algo en cómo me mira, en cuándo me besa, no sé,
me hace creer en sus palabras. Lo dicho. Soy una idiota. Tanto que aunque el
gran jefe crea lo contrario, no he podido volver a ponerme el vestido con el
que lo conocí. Por eso está tirado en mi piso, lo tengo castigado por traerme
recuerdos.
Al menos Kate lo puso en su lugar, casi muero de vergüenza cuando me
contó sobre su llamada pero me siento muy orgullosa y feliz de tener a alguien
que me quiere en ese grado. Hoy viene con Brad, vamos a cenar juntos. He
pedido fiesta en el Sandor y en el restaurante. Aunque el dinero que me dio
como indemnización el gran jefe ha ayudado aun no me llega para pagar todo
lo del hospital de la abuela. Tener dos trabajos me está llevando al límite de la
extenuación, al menos eso dice el reflejo de mi cara en el espejo. He intentado
lucir como una persona pero lo más que he podido hacer es maquillarme lo
suficiente como para que no me pregunten porque me disfrazo de fantasma si
aún no es Halloween.
Oigo risas en el pasillo y sé que es Kate, la reconozco a través de la
puerta. Me acerco para darles un susto cuando estén frente a la puerta pero al
echar un vistazo por la mirilla y verlos besándose entre risas se me quitan las
ganas de todo. Tengo envidia, por supuesto, pero es de la buena. Me hace feliz
que ella lo sea pero aun así me gustaría tener a alguien así para mi sola,
alguien que no necesite buscar más porque soy todo lo que necesita. Tomo una
respiración y abro cuando tocan la puerta con una gran sonrisa.
—Hola fea —me dice abrazándome.
—Hola fea —le contesto feliz de verla, la echo muchísimo de menos,
más ahora que no están ni la abuela ni Mer.
Brad se queda parado en la puerta sin saber muy bien que hacer. Es muy
mono, su timidez es adorable.
—Ven aquí feo —le digo abriendo los brazos y haciendo que sonría
mientras me devuelve el abrazo.
Pasamos dentro y Kate mira alrededor. Soy un desastre, lo sé, pero la
verdad es que no me importa demasiado.
—Podrías haber recogido esto un poco ya que tienes visita —dice
recogiendo el vestido al lado del sofá.
—Deja ese vestido ahí, lo tengo castigado —le digo mirándola y
sonriendo.
Mira el vestido y me mira a mí, me conoce lo suficiente.
—¿Es el que llevaste esa noche? —Me pregunta y yo asiento, lo suelta y
apunta con el dedo —vestido malo.
Brad nos mira sin entender nada pero con una sonrisa en la cara, se está
divirtiendo viéndonos hablarle a un vestido.
—¿Ya estás preparada? —me pregunta mirando mi pijama y mis
calcetines de topos.
—No me tientes, podría ir a cenar así y lo sabes.
Brad suelta una carcajada.
—No te rías cariño —le dice Kate volviéndose hacia él —no era una
broma, ya lo hizo. Qué vergüenza ajena pasé.
Brad aun suelta una carcajada más grande. Me gusta ese chico. Me meto
al baño para cambiarme. Decido usar un vestido negro de cocktail sencillo,
liso, con encaje en la parte superior y cuello mao con unos tacones
kilométricos.
—¿Aun tienes ese vestido? —pregunta Kate mientras salgo poniéndome
los pendientes.
—Estas preciosa —dice Brad.
—Veo que tienes buen gusto —le sonrío —es lo más nuevo que tengo,
solo es de hace tres temporadas.
Kate me mira y sé que no está criticando mi vestuario sino que se da
cuenta de que no he podido comprar nada más debido a los gastos de la
universidad entre otras cosas.
—Oye —le digo al ver su cara triste —con un cuerpo como el nuestro no
hace falta ropa de marca, nosotras hacemos que luzcan hasta los delantales que
regalan con la pasta.
Ella se ríe y asiente. Esto es un plan. Tenemos un plan desde hace años y
falta poco para que todo cambie.
—De todas maneras, estás demasiado delgada ¿has estado comiendo? —
Asiento porque trago todo lo que veo cuando llego del trabajo —¿Cuántas
horas has estado trabajando?
—Doce o catorce —digo contando mentalmente entre el restaurante y el
Sandor —pero solo hasta que pague lo de la abuela. Luego bajo el ritmo.
—¿Al día? —pregunta asombrado Brad, qué mono.
—Si, pero hoy tengo fiesta para poder ir a cenar con vosotros así que
¿Dónde me vas a invitar? —Pregunto tratando de desviar el tema.
Kate se acerca a mí sacando algo de su bolso y me lo entrega.
—Me dijo la abuela que lo vendieras para pagar la factura del hospital.
Miro lo que ha dejado en mi mano y veo el anillo de bodas de mi madre,
que antes fue de mi abuela y antes de mi bisabuela. Lleva cinco generaciones
en mi familia.
—Ni loca vendo esto.
—La abuela dijo que es solo un anillo, algo material, tu eres más
importante que esto.
Me tiembla el labio a punto de llorar. Mi abuela le tiene muchísimo
cariño a ese anillo. De niña mi madre me lo dejaba y me decía que con cada
generación se cargaba de más amor. Cada mujer de la familia que lo ha
llevado se ha casado con su amor verdadero, por eso mi abuela no se lo puso
cuando se casó con mi abuelo, era su segundo matrimonio, su primer amor
murió en la guerra y ella sabía que ese había sido su amor verdadero. Y yo
quería eso, no quiero dinero, quiero contarles esa historia a mis hijos mientras
les dejo que se lo prueben.
—No, no lo quiero —digo devolviéndose a Kate —dile que antes vendo
un riñón que ese anillo.
Y lo digo muy en serio. Kate me mira y va a protestar pero no lo hace
porque sabe que es importante para mí. Ella tampoco quiere venderlo, quien
sabe, puede que sea Mer quien lo luzca en su boda alguna vez, no voy a
quitarle esa oportunidad.
—Van a ser un par de meses como mucho, confía en mi —le digo dándole
un beso en la mejilla.
—Entonces si estamos listos —dice Brad rompiendo la tensión del
momento —nos vamos a cenar. Trevor debe estar llegando.
—¿Trevor? —pregunto alzando las cejas.
—Si, es compañero de Brad, cirujano, que casualmente nos encontramos
en el avión y hemos quedado esta noche con él. No te importa ¿verdad?
—Ya, has quedado con él así casualmente —ella asiente sonriendo —y
esto no es una cita a ciegas ¿no?
—Bueno, no hay nada de malo en conocer a un buen hombre —dice Kate
sabiendo que la he cazado por completo.
—¿Cuándo me he convertido en la amiga triste que necesita que le
busquen citas? —le pregunto riéndome.
—No seas dramática, aun no te he regalado un gato.
—Bueno pero no voy a ser simpática gratuitamente, si no me gusta lo va a
notar.
—¿Eso se supone que es algo nuevo? —pregunta sonriendo Kate.
Nos reímos todos y salimos de mi apartamento rumbo al restaurante. Por
lo visto el tal Trevor va a estar aquí unas semanas debido a una ponencia que
tiene que dar y vamos a cenar en el restaurante del hotel. Si no fuera porque
estaba sentada en el taxi cuando dijeron el nombre del hotel me hubiera caído
de culo. Es el hotel más caro de la ciudad y el cocinero del restaurante es
como el Rafa Nadal de las cocinas, lo gana todo, imparable.
Llegamos y un hombre nos abre la puerta vestido con un uniforme más
elegante que la mayoría de la ropa que tengo. Bajamos y entramos por una
puerta junto al hotel con una alfombra roja. La recepción del restaurante es
espectacular. Tiene una lámpara de araña y una decoración impecable. Es
elegante. Es increíble.
Miran el nombre de la reserva y nos avisan de que Trevor nos espera en
la mesa. Un hombre de traje nos acompaña. Intento ver al tipo antes de llegar
pero está de espaldas.
—Trev —dice Brad cuando llegamos y él tipo se levanta para saludar.
Madre mía del amor hermoso virgen santísima de la trinidad. Pedazo de
hombre. Rubio. Alto. Ojos verdes. Piel bronceada. Sonrisa de anuncio de
dentífrico. Tengo que cerrar la boca para evitar parecer idiota.
—Se me acaban de caer las bragas —le digo a Kate por lo bajo.
Ella se ríe.
—Lo sé, a mi también, pero no se lo digas a Brad —me contesta y nos
reímos.
—A mi media naranja ya la conoces —dice Brad.
—Encantada de volver a verte Trevor.
—Y esta es su mejor amiga Livie.
Me coge la mano y la besa como todo un caballero.
—Encantado —dice contra mi piel y podría saltarme la cena si me
propone salir de aquí ahora mismo.
Sonrío y tomamos asiento. Me dejan entre Kate y Trevor. Nos ponen una
botella de vino que no conozco y nos sirven. Me bebo dos copas mientras
Trevor y Brad se ponen al día.
—¿Y a que te dedicas? —pregunta Trevor mientras se coloca la
servilleta en su regazo viendo que el primer plato ha llegado.
—¿Te refieres a cuando no estoy yendo a citas a ciegas? —le pregunto
para medir su reacción y porque el vino está bueno pero creo que es un
poquito fuerte.
Él se ríe.
—Sí.
Me gusta.
—Ella cuando no está siendo sarcástica es chef —contesta Kate por mí.
Me rio porque soy camarera, lo de ser chef me queda muy grande.
Aunque supongo que queda mejor eso que decir que cobro una mierda por
darle de comer a la gente o que cobro muy bien por ir medio desnuda y servir
copas.
—Vaya, me gustaría probar tu comida alguna vez —me dice sonriendo de
una forma seductora que hace que suelte una risita estúpida.
Vuelvo a beber vino y me termino la tercera copa. Este mejunje está muy
bueno.
—La verdad es que hemos venido porque tenemos algo que contarte —
dice Kate cogiéndole la mano a Brad.
—Sí, como responsable de la familia siento que tengo que pedirte
permiso para casarme con esta fabulosa mujer —dice Brad dándole un beso en
la mejilla.
Los miro estupefacta. Sabía que iban en serio pero ¿tanto?
—Enhorabuena chicos —dice Trevor levantándose y abrazando a ambos.
Yo aún sigo en mi sitio petrificada. Todo está cambiando muy rápido a mí
alrededor y no sé cómo manejarlo.
—¿Livie? —pregunta Kate mirándome de pie a mi lado.
Está feliz, lo veo en cómo se miran. Y él parece un buen tío.
—Brad —le digo poniéndome de pie frente a él —veo que la haces muy
feliz y ella se merece eso y más, así que tienes mi permiso para casarte con
ella. Pero no te equivoques, aquí donde me ves toda arreglada como una dama
si me entero de que ella llora por tu culpa iré a por ti y usaré todos mis
cuchillos de cocina sobre tu cuerpo.
Me mira serio. Abro mis brazos y cambio mi cara seria por una gran
sonrisa.
—A mis brazos, cuñado —digo y se lanza riéndose. Kate también me
abraza.
—Me habías acojonado Livie —me dice Kate al oído.
Me separo y los miro, ahora ya como pareja que va a casarse. Se miran
con complicidad. Esto, esto es lo que quiero. Esto es lo que me merezco.
—Tendemos que vernos entonces para organizarles el regalo de boda —
dice Trevor a mi lado y me recorre un escalofrío al sentir su aliento junto a mi
cara.
Asiento mirándolo por encima del hombro. Todos tomamos asiento
nuevamente mientras Kate saca el anillo que le ha regalado Brad y se lo pone.
Brindamos y ya no sé cuántas copas llevo.
—Bueno, ahora que veo que os lleváis bien puedo pedirte amiga que
hagas de guía turística con Trevor —dice Kate mirándonos con ojos de poner
nombre a nuestros bebés en cualquier momento—ya que va a estar por aquí
podrías enseñarle la ciudad.
—Amiga, lo que quiero enseñarle no es precisamente la ciudad.
Se queda petrificada. Mierda.
—¿Lo he dicho en voz alta verdad? —pregunto a Kate que me mira con
los ojos abiertos y a Brad que está aguantándose la risa.
Me giro lentamente para mirar a la cara a Trevor intentando aguantar la
risa. La verdad es que este vino está haciendo que la cena sea muy divertida.
Nuestras miradas se cruzan y yo me encojo de hombros. Me mira y no es burla
lo que veo en sus ojos. Está pensando lo mismo que yo.
—Necesito ir al baño —digo levantándome notando el calor que me ha
entrado de repente —¿por dónde se va?
—Te acompaño —dice Trevor levantándose.
Kate me mira sonriendo y yo tengo que hacer un esfuerzo por no gritar
como una adolescente.
—Gracias —le digo.
Pasamos ente las mesas, su mano en mi espalda guiándome hasta una
puerta que da a un recibidor cuadrado. A la izquierda el baño de chicos, a la
derecha el de chicas y al frente el de minusválidos. Lo miro cuándo pasa su
mano por mi espalda, mi brazo y acaba en mi mano. El contacto de nuestra piel
me ha excitado, eso y la botella de vino que me he bebido. Cuando va a soltar
mi mano se me ocurre una idea y la sujeto con fuerza. Lo miro mordiéndome el
labio y nos dirijo hacia la puerta del baño de minusválidos.
Me sonríe cuando comprende a dónde vamos. Entramos y casi no me da
tiempo a cerrar el seguro cuando Trevor me gira, me sujeta contra la puerta y
se lanza a besarme. Besa muy bien. No es el gran jefe pero no se le da nada
mal. Mueve sus manos por mi cuerpo y gimo porque quiero que continúe.
Quiero que borre de mi piel las caricias del gran jefe. Baja sus labios por mi
cuello y me retuerzo contra él cuando siento su entrepierna dura.
—Joder me pones a cien —dice volviendo a asaltar mi boca.
Sube sus manos por debajo de mi vestido hasta mi ropa interior y ruego
porque la quite y alivie un poco la presión que estoy sintiendo. Me alza en
brazos y yo enrollo mis piernas en su cintura con el vestido subido. Vuelve a
apoyarnos dando un golpe en la puerta con mi espalda. Sigue besándome hasta
que noto en mi espalda la puerta temblar porque alguien fuera está
aporreándola.
—Ocupado —grito entre risas.
Vuelven a aporrear la puerta y Trevor detiene el asalto a mi cuello.
—Continuamos luego en mi habitación —me susurra bajándome
lentamente.
Asiento sonriendo. Coloco el vestido nuevamente en su sitio y apaño mi
pelo mientras abrimos la puerta. Al otro lado unos ojos enfurecidos me miran.
—Ups —digo riéndome.
Definitivamente el vino es mejor amigo en estos momentos.
—Olivia —dice entre dientes.
—Gran jefe.
¿Os conocéis?
Kenneth

—Abuela no vas a quedarte sola toda la semana —le digo al teléfono.


Esta mujer es muy tozuda. Mi tía mañana se va una semana y no quiero
dejarla a cargo de una enfermera que no conoce.
—Te he criado a ti, a tu madre y a tu tía —me dice enfadada —soy más
que capaz de limpiarme el culo sola.
Me rio porque con ella no se puede hacer otra cosa. Miro a Dasha
sentada en el salón y se me ocurre que a ella la conoce desde hace años y
seguro que no me pone pegas.
—¿Qué te parece que te cuide Dash? —le pregunto sonriendo.
Dasha me da una mirada que me hace pensar que quizás debería haberle
preguntado antes de abrir mi boca.
—Garbancito —me dice muy dulcemente mi abuela —esa mujer es
encantadora pero no es del tipo que cuidaría de una anciana.
Miro a Dash y sigue expectante. Está esperando que confirme a mi abuela
que será ella para enfadarse, la conozco bien. No tengo ganas de pelear así
que suspiro.
—Está bien abuela, pero voy a buscar a alguien te guste o no.
—Lo que tú digas garbancito, saluda a Dasha de mi parte.
—Lo haré.
—Te quiero.
—Y yo a ti.
Y me cuelga. La cara de Dash ha cambiado por completo, ahora tiene una
expresión dulce Meneo la cabeza mientras se acerca a mí.
—Cielo —dice caminando con esos tacones y en ese mini vestido que me
la pone dura de mirarla —consúltame estas cosas.
—Es mi abuela, va a ser tu familia también en cuanto nos casemos, no me
pareció una idea tan absurda.
—Tu abuela es encantadora, pero yo no estoy hecha para cuidar de
personas mayores.
—Sería hacerle compañía, para lo demás tiene una enfermera.
La situación me molesta, mi abuela lo es todo para mí y veo que para
Dasha no es así. Que diferente es Olivia en este aspecto, ella se desvive por
su abuela.
—¿Y de que íbamos a hablar? —pregunta riéndose como si le hubiera
contado un chiste.
Esto empieza a cabrearme y no quiero hacerlo. Tenemos la prueba del
menú de la boda y no me apetece acabar montando un numerito en el
restaurante esta noche.
—Vámonos si no queremos llegar tarde —le digo mientras ella se
restriega sobre mí, no tengo ganas ahora mismo.
Ella asiente y bajamos hasta el parking para coger mi Maserati, hoy tengo
ganas de oír rugir su motor. Nos dirigimos hacia el lugar sorteando las calles
de la ciudad. Miro de reojo a Dasha, está preciosa pero no puedo dejar de
pensar en Olivia. Después de la conversación con Kate le he dado espacio, le
mando mensajes que contesta con respuestas vagas pero la verdad es que la
echo de menos.
Le doy las llaves al aparcacoches y nos dirigimos dentro, ya tienen
nuestra mesa preparada, somos habituales del lugar. Nos reciben con una gran
sonrisa como siempre y con el vino frio en la mesa. El camarero nos explica el
menú que nos han preparado y nos dan unas cartas para que podamos ver cómo
quedaría en nuestra boda.
No llevamos ni diez minutos allí cuando oigo su risa, es inconfundible,
Olivia. Levanto la cara del móvil, miro por encima del hombro de Dash, y la
veo. Está en una mesa parada de pie con Kate y Brad. Y con un tipo que no
conozco y al parecer ella tampoco puesto que se lo presentan. No me gusta la
escena. Ella le sonríe. Él se sienta a su lado como si tuviera derecho a
hacerlo. Está preciosa. Lleva un vestido que no deja nada a la imaginación y
me hace querer levantarme y arrancárselo para luego lamer su cuerpo entero.
—Cielo —oigo a Dasha en la lejanía —¿me has oído?
—No, lo siento, tengo la cabeza en lo de mi abuela —Le miento.
—Decía que el vino marida bien con estos entrantes, aunque quizás
deberíamos pedir que pongan también el rosado ¿Qué te parece?
La miro pensando en lo fácil que es su vida. El vino que bebe vale
cuatrocientos dolares la botella, no sé cuántas cientos de botellas harán falta
para la boda pero no es suficiente, quiere agregarle la versión en rosado del
mismo. Miro a Olivia sentada atenta a ese idiota. Parece más delgada, quizá
sea el vestido.
—Aquí les traigo el que será el primer plato —dice un camarero
diferente al del vino.
Dasha mira el plato emocionada. Adora al chef de este restaurante y no
paró hasta conseguir que fuera él quien hiciera nuestro menú de boda. Algo
sobre qué era top en no sé qué redes sociales haciendo no sé qué cosa con
algo o con alguien, o ambos.
Sigo observando a Olivia, el idiota no para de sonreírle y servirle vino.
Gruño. De pronto el idiota se levanta y felicita a Kate y a Brad. Olivia está
aún sentada con cara de póker. Parece que le han dado una sorpresa
contándole algo. Quiero levantarme y preguntarle qué le pasa. Pero miro a
Dasha hacer fotos a los platos emocionada y no creo que sea justo. Olivia
finalmente se levanta y abre sus brazos. Kate y Brad la miran aliviados y ahora
todos ríen. Incluso el idiota. Tengo que enterarme de qué ocurre por si Olivia
necesita acompañante.
—Cielo ¿te parece que demos una opción vegana a la opción
vegetariana? —me pegunta mientras sigue revisando su móvil.
—Lo que tú quieras cariño.
Sigo mirando a Olivia y veo que se levanta, mira a los lados, busca el
baño. Voy a ir también así finjo un encuentro casual. Puedo hacer eso. Los
amigos lo hacen. Así tengo excusa para ir a la mesa y que el idiota me vea.
Mierda, el idiota se levanta también. Se nota que conoce el restaurante porque
la dirige hacia los baños con la mano en su espalda. Vuelvo a gruñir. La está
tocando y no me gusta. Ella le sonríe y la situación cada vez me gusta menos.
Desaparecen detrás de la puerta del baño. Tengo una sensación extraña.
Su forma de mirarse. Ella dejando que la toque. Viaje al baño juntos. Me
levanto de golpe asustando a Dash.
—Voy al baño —le digo y me largo antes de que pueda contestar.
Entro por la puerta que pone servicios directos al de hombres. Allí no
hay nadie. Abro cada cubículo y están vacíos. Cruzo a la puerta de enfrente y
entro sin pensar. Solo hay una mujer que me mira estupefacta mientras se lava
las manos. Mierda ¿Dónde cojones se han metido?
Salgo del baño de mujeres y me quedo parado de pie en el rellano
mirando al frente. A una puerta con el símbolo de minusválidos. Baño único,
privado, con cerrojo. Joder. Me acerco intentando oír algo cuando de pronto la
puerta es golpeada por dentro, se oyen risas. No lo pienso y en dos zancadas
me encuentro aporreando la jodida puerta.
—Ocupado —grita Olivia entre risas.
Vuelvo a aporrear, más vale que abran o tiro esa jodida puerta abajo. Se
oyen murmullos y la puerta se abre dándome una imagen que va a costar que
salga de mi retina. Olivia frente a mí, despeinada, excitada, arreglándose la
ropa.
—Ups —dice riéndose.
—Olivia —gruño entre dientes.
—Gran jefe.
Es una descarada y ni en esta situación se corta.
—¿Os conocéis? —dice el idiota.
—Algo así —contesta ella quitándome importancia.
—Somos amigos —digo yo en compensación —muy buenos amigos.
—Soy Trevor —dice el idiota extendiendo su mano —encantado.
—Kenneth —le contesto devolviéndole el saludo firmemente.
—¿Qué se te ha perdido por aquí gran jefe? —pregunta apoyándose en el
marco de la puerta.
Mierda, mi respuesta no le va a gustar.
—He venido con Dasha a probar el menú de la boda.
—Enhorabuena —me dice encantado el idiota.
—Gracias —contesto muy seco.
—Que plaga de bodas —se ríe Olivia.
—¿Por qué lo dices? —le pregunto intentando sonsacarle información.
—Kate y Brad acaban de anunciarnos que se casan —me dice ella sin
mirarme.
Mierda, está molesta. Pero no voy a perder la oportunidad.
—Me gustaría felicitarlos —digo cogiendo a Olivia del brazo para
apartarla de él —os acompaño a la mesa.
—Ni siquiera he meado —se queja Olivia pero me da igual, no va a
quedarse a solas con ese tipo nuevamente.
—Luego volvemos —le dice el idiota alzando las cejas haciendo que ella
se ría.
Eso no va a suceder idiota, así que ni lo intentes. Llegamos a la mesa y
veo a Kate y Brad acaramelados. Son una pareja muy bonita. Casi al mismo
tiempo noto a Dasha colocarse a mi lado. Joder qué oportuna.
—Hola Livie —dice Dasha en un tono bastante falso de alegría —no
sabía que estabas aquí.
—Ya —contesta ella —créeme, yo tampoco sabía que vendríais.
—Me he acercado a felicitar a Kate y Brad, van a casarse. Son la
hermana y el próximo cuñado de Olivia —le explico por encima antes de que
saque conclusiones —ella es Dasha.
—Su prometida —aclara enseñando el anillo que ella misma eligió, a
decir verdad ni siquiera estaba allí cuando lo compró, solo estaba mi dinero
—de hecho estábamos probando el menú. Veo que estáis en una cena de
parejas.
Dasha está encantada de ver al idiota junto a mi Olivia. Kate me mira y
quiere asesinarme, lo sé. Pero es demasiado diplomática para ello. Suerte
para mí.
—Enhorabuena entonces —dice con una sonrisa falsa —nosotros aún no
tenemos fecha aunque espero que si lo que dicen es verdad de nuestra boda
salga otra.
Y mira jodidamente al idiota y a Olivia. Luego me mira a mí y sonríe. Se
hace un silencio incomodo pero cortés.
—¿Qué tal está tu abuela? ¿Y Mer? —aprovecho a preguntar para alargar
la conversación.
—Muy bien —contesta Olivia distante y fría.
—Espero que te gusten los niños —dice Dasha —tu prometida viene con
paquete por lo que tengo entendido.
No puedo creer que haya dicho eso. Voy a regañarla cuando veo a Olivia
levantarse furiosa, girarse y cuando creo que va a soltar alguna barbaridad, la
veo apoyarse en la silla, blanca.
—Te tengo —dice el idiota a su lado ayudándola a sentarse mientras ella
recuesta la cabeza en su hombro y él le toma el pulso.
Kate y Brad se levantan pero yo llego antes.
—¿Olivia? —pregunto a su lado agachado mirando lo pálida que está.
—Recupera las constantes —dice el idiota —¿mejor?
Ella asiente.
—Lo sabía —dice Kate —catorce jodidas horas al día trabajando iban a
pasarte factura.
Me vuelvo a mirar a Kate sorprendido. No creo que haya oído bien
¿catorce horas? ¿Al día?
—Dime que Kate está exagerando —susurro mientras le toco la mejilla.
Ella levemente se inclina sobre mi mano pero luego vuelve a recostarse
sobre el idiota. La estoy perdiendo.
—No gran jefe, no exagero —dice a mis espaldas Kate —hay facturas
médicas que pagar y recientemente perdió un empleo que le ayudaba con eso
¿te suena?
Vale creo que la Kate diplomática se ha ido.
—Chicos —dice Olivia incorporándose en la silla y recostándose en el
respaldo —estáis exagerando. Mucho.
—No Olivia —dice Kate enfadada pasando delante de mí y sentándose
junto a ella —ya está en juego tu salud. Vamos a vender la casa de tus padres y
vendrás a vivir con nosotros.
Mierda. Mierda. Mierda.
—No voy a vender esa casa, olvídalo —dice Olivia mirándola tranquila
y con algo más de color.
—Sí lo harás, en cuanto la abuela se entere de esto va a llevar tu culo
huesudo hasta allí.
Bien, si la abuela interviene estoy perdido. Piensa Kenneth. Piensa.
Espera.
—Tengo una solución —digo haciendo que todos me miren.
—Sorpréndeme —dice Kate rodando los ojos.
—Mi tía debe irse mañana una semana y mi abuela se queda sola, tiene
enfermera pero necesito a alguien que pase tiempo de calidad con ella ¿Por
qué no me haces el favor de ser tú la que la acompañe? —Le pregunto un
poco demasiado entusiasmado por mi gran idea —a cambio de esa semana
pagaré la factura del hospital que quede.
—No sabes cuánto es —dice Olivia mirándome.
—Livie acepta —le dice Kate —tiene dinero de sobra y el restaurante
ese en el que trabajas te explotan por dos dólares la hora.
—No sé —duda Olivia —¿no sería más lógico que se lo pidieras a
alguien de tu familia o que vaya a serlo dentro de poco?
Me pregunta mirando a Dasha.
—Yo no dejaría que una extraña cuidara de mi abuela —concluye Olivia.
Y sé que es así. Ella se encarga de cuidar de su familia, desde las más
pequeñas a las más mayores.
—No eres una extraña —le digo intentando convencerla.
—Para ella sí.
—Livie querida —interviene Dasha —me encantaría hacerlo pero me
voy unos días de descanso a un spa con mis amigas a modo de despedida de
soltera y Ken vendrá también, así que no queda nadie que la pueda cuidar.
Vaya, no sabía nada de ese plan. Aunque me alegra ver que me ayuda
para esto.
—¿Estás seguro? —me pregunta Olivia mirándome a los ojos.
—Absolutamente.
Se lo piensa y sé que quiere decir que sí. Tengo claro que si dice que sí
voy a irme durante la próxima semana a vivir con mi adorada abuela y no a un
spa con un montón de tías locas por el gran día y a las cuales me he follado. Al
menos a la mayoría.
—No sé…ya había quedado con Trevor que iba a hacerle de guía…
El idiota se llama Trevor.
—Por mí no lo hagas Liv —dice el idiota —solo es una semana y ya
luego tendremos más tiempo para vernos. No pienso dejarte escapar de
cumplir tus obligaciones como guía.
Se ríen en complicidad. Gruño. Dasha da palmaditas. Kate sonríe y Brad
no sabe qué hacer. Somos un cuadro.
—¿Entonces? —pregunto haciendo que rompan esa mierda de mirada
entre ellos.
—Acepto —dice sin más.
Y con solo esa palabra me hace el hombre más feliz de todo el
restaurante.
—Deberíamos volver a nuestra mesa —dice Dasha.
No quiero irme. Además aún estoy preocupado por Olivia. Debería ir a
que la viera un médico.
—Si quieres puedo llevarte al hospital a que te revisen —le digo rezando
porque diga que sí.
—Cielo —exclama Dasha —estamos haciendo algo importante, seguro
que puede coger un taxi.
Le doy una mirada asesina. Elegir un jodido menú no es más importante
que su salud.
—No te preocupes gran jefe —dice Kate captando mi atención —Trevor
es cirujano y estoy segura de que estará encantado de revisarla ¿no es así?
—Kate —la reprende Olivia.
—Por supuesto —dice el idiota.
—Gracias Trevor pero no será necesario —dice Olivia levantándose de
la silla y mareándose nuevamente.
—Vuelvo a tenerte —dice riendo el idiota con mi Olivia en sus brazos
nuevamente.
Es la segunda vez que me la quita en mis narices. A la tercera voy a
arrancarle esos brazos de cirujano y a pegarle con ellos.
—Lo siento, aun me siento algo mareada, creo que saldré a tomar el aire.
—Podemos llevarte a casa —le ofrezco mientras Dasha farfulla
malhumorada.
Olivia me mira a mí y a Dasha un par de veces y menea la cabeza. Me
mira triste.
—Tu prometida tiene razón, estáis aquí para hacer algo importante para
el gran día.
Juro que si alguien vuelve a decir gran día me pego un jodido tiro en la
cabeza.
—Además, hoy no voy a casa a dormir —termina mirando a Trevor —si
a ti te parece bien.
—Por supuesto que sí preciosa —le contesta.
Y mis instintos asesinos afloran.
—¿Puedo hablar contigo Olivia? —pregunto llevándola hacia fuera del
restaurante dirección a la calle antes de que nadie conteste.
—Salir mejor por esa puerta que da al vestíbulo —grita Trevor
señalando una puerta a nuestra derecha —iré pagando la cuenta.
Nos dirijo al vestíbulo no por que lo haya dicho él sino porque no quiero
que Olivia coja frio, lleva demasiada poca ropa. Llegamos y nos acerco a un
lugar reservado junto a las escaleras.
—¿Se puede saber qué demonios ha sido eso? —pregunto hablándole a
dos centímetros de su cara.
Tengo que aguantarme las ganas de besarla porque sé que si empiezo no
voy a dejarla ir hasta que la tenga gritando mi nombre conmigo hundido entre
sus piernas.
—No sé a qué te refieres —dice ella tranquilamente.
—Hoy no voy a casa a dormir, si a ti te parece bien —le contesto
imitando su voz cursi —no vas a irte con él.
No sé si es una orden o una petición.
—Gran jefe, déjame que te aclare algo. No soy tuya para que puedas
decidir con quién paso la noche o con quién desayuno.
—Olivia.
—No, esto lo has provocado tu ¿quieres tener una relación abierta? Pues
adelante, es muy respetable, pero yo no voy a ser partícipe de ello. Quiero un
hombre que después de pasar la noche con él no meta a su prometida en la
cama.
Estoy apretando los dientes.
—No vas a pasar la noche con él —le digo viendo a todos entrar en el
vestíbulo.
Se ríe.
—No contestes a una pregunta que nadie te ha hecho.
Comienza a caminar hacia el idiota y la detengo antes de que ellos nos
vean detrás de la columna.
—Olivia. No.Voy.A.Dejar.Qué.Pases.La.Jodida. Noche.Con. Él
Me mira de arriba abajo, luego mira a Dasha que ya nos ha visto y
camina hacia nosotros y luego vuelve a mirarme de arriba abajo.
—Observa como lo hago.
Me alegro por ti
Olivia

Tardo unos segundos en acordarme de todo lo que pasó ayer. De la cena.


De la noticia de Kate. Del gran jefe. De su propuesta. De mi arrebato en el
baño y de mi yéndome con Trevor a su habitación.
Abro un poco los ojos y compruebo que estoy sola en la cama, me quedo
en silencio pero no oigo nada, estoy sola. Me incorporo hasta quedarme
sentada en la cama, se baja la sabana dejándome desnuda de cintura para
arriba, me levanto y busco mi ropa interior rememorando la noche que he
pasado con Trevor.
Cuando subimos insistió en que descansara, después del mareo quería
asegurarse de que todo estaba bien. Luego me preparó un baño caliente en el
que casi me duermo y finalmente me llevó a la cama donde comenzó a
masajear mi cuerpo entero a la vez que lo besaba. Fue simplemente perfecto
entonces ¿Por qué no quiero dar saltos de alegría?
Veo una nota encima de la mesa de la suite junto a un zumo.

Pide lo que quieras de desayunar. Tenía una ponencia a primera hora y no


quería despertarte, avisa en recepción cuando quieras que un coche te lleve
a casa, están esperando tu llamada. Este es mi numero por favor escríbeme
para saber si sentiste que lo de anoche fue el comienzo de algo, que fue tan
especial como lo sentí yo.

Giro la tarjeta y veo el número de teléfono. Lo dejo sobre la cama


mientras me visto porque necesito pensar. Es un hombre increíble y el sexo
con él fue más que bueno pero… Joder porque está ese puñetero pero. Doy un
puñetazo a la cama sentada mientras me coloco los zapatos. Pero no es el gran
jefe. Cojo mi móvil y marco el teléfono de Kate.
—Hola fea —me dice en el primer tono.
Está claro que estaba esperando esta llamada.
—Hola fea —le digo sonriendo y mirando la tarjeta con el numero en mi
mano —¿llegasteis bien anoche al apartamento?
—Si, aunque Livie, deberías de ser más ordenada y por favor, compra
comida, los cereales no son la base de una alimentación saludable.
—Pero están buenos ¿eh?
Ella se ríe.
—¿Y tú que tal anoche? —me pregunta sin rodeos.
—Trevor es perfecto —suspiro.
—Pero…
Me conoce bien.
—Pero no sentí lo mismo que con el gran jefe.
—Livie en cualquier otra situación te diría que fueras fiel a tu corazón
pero no existe una posibilidad real de que lo tuyo con el gran jefe vaya a
funcionar —toma aire —se va a casar, y la quiere a ella. Tú fuiste un
entretenimiento, pero a quien va a presentar como su mujer es a otra.
Noto unas lágrimas caer por mis mejillas. Kate tiene razón. No soy más
que alguien que ha pasado por su cama.
—Te has pillado por él ¿verdad?
—Deja de conocerme tanto —le digo limpiándome las lágrimas y
sonriendo.
—¿Y porque no le das una oportunidad a Trevor? —Me pregunta
animada —esta mañana ha llamado a Brad para darle las gracias por
presentaros. Dice que eres única, aunque eso yo ya lo sabía.
Me rio porque Kate siempre consigue eso de mí.
—¿Crees que debería darme una oportunidad con Trevor? —le pregunto
sinceramente.
—Sí. El gran jefe no es una opción, tienes que pasar página y cuanto
antes lo hagas mejor.
—Voy a pasar una semana con su abuela por si no lo recuerdas, pasar
página no es el término que yo usaría para definir la situación.
Kate se ríe al otro lado.
—Cierto. Pero si quieres un consejo, usa esta semana a tu favor.
—¿Cómo?
—Cierra el capítulo de esta manera. Lo que dije anoche es algo que llevo
pensando desde que la abuela y Mer vinieron conmigo. Una vez saldada la
deuda no hay nada que te ate a esta ciudad.
—Está mi padre —le recuerdo.
—Y él estaría de acuerdo en que vinieras con nosotras. Lo visitarías
menos pero mereces una vida mejor Livie.
Me quedo callada pensando. Mi vida sería mucho más sencilla si me
fuera. Sé que mi padre estaría de acuerdo. Y echo terriblemente de menos a la
enana y a mi abuela. No sé qué hacer.
—Piénsalo —me dice.
—Lo haré —le contesto.
—Nosotros salimos ya hacia el aeropuerto. Cuídate fea.
—Cuidaros los cuatro. Y deja de llevarte gente que me importa.
—Solo me quedas tu —se ríe.
—Te quiero.
—Te quiero.
Y colgamos. Me quedo sentada en la cama mirando el zumo de naranja.
La nota en mi mano y sé que Kate tiene razón. Lo que siento por el gran jefe es
un callejón sin salida. Él se va a casar y yo no puedo quedarme lamentándome
por mi existencia. Desbloqueo mi móvil y le escribo a Trevor, voy a darme
una oportunidad con él porque se lo merezco y más importante aún, porque yo
también me lo merezco.

Si, lo de anoche fue el comienzo de algo.

Y le doy a enviar.
Miro que tengo un par de mensajes de mi hermano. Los abro por
curiosidad, desde que me pegó no he vuelto a saber de él.
Oli tienes que dejarme el dinero
Soy tu hermano y me lo debes

Los borro, ni siquiera está arrepentido. Aviso en recepción que ya voy a


salir y lo más importante, que este paseo no tiene cargo. No creo que pueda
pagar este servicio. Me aseguran que todo está preparado para cuando baje y
que Trevor ha dejado nota para que le pasen el cargo a su cuenta. Me gusta
que me mimen.
El coche que me espera se detiene frente a la puerta del hotel y el
conductor baja para abrirme la puerta. Debo lucir bastante ridícula.
Desmaquillada de mala manera, con ropa arrugada y pelo desordenado. Un
paseo de la vergüenza en toda regla. Llego a mi apartamento y me tiro a la
ducha de cabeza. Dejo mi ropa tirada en el suelo y me quito de encima las
últimas veinticuatro horas lavando mi cuerpo y mi pelo.
Cuando salgo casi grito al darme cuenta de la hora. En veinte minutos
tengo turno en el restaurante y no voy a llegar ni de coña. Me visto lo más
rápido que puedo con el uniforme y seco el pelo lo mejor que sé. Cojo el
bolso que he preparado para esta semana y las llaves y salgo disparada. El
gran jefe vendrá a recogerme después de mi turno. Afortunadamente son solo
dos manzanas andando, bueno, corriendo.
—¡Ovilia! —Grita mi jefe cuando entro por la puerta, es tan idiota que no
logra pronunciar bien mi nombre nunca —llegas diez minutos tarde, te
descontaré una hora de trabajo.
Lo miro cabreada porque no es justo. Vale que he llegado tarde pero por
dos dólares la hora tampoco es que pueda exigir que estemos aquí clavados a
la hora. Además no hay nadie aun en el comedor, bueno hay una americana en
una silla al fondo. Solo una mesa con una persona.
—Eso no es justo —le digo entre dientes.
—¿Vas a venir ahora a enseñarme como dirigir mi negocio? —me
pregunta acercándose.
Es grande y su presencia impone.
—Jefe no la castigue de esa manera, sabe que necesita el dinero —dice mi
única compañera que trabaja en la cocina y ha salido a defenderme.
Entre las dos llevamos el negocio porque mi jefe es un bueno para nada y aun
así se atreve a tratarnos de esa manera.
—Tu cállate si no quieres que llame a inmigración —le dice
acobardándola.
—Oye no te pases —le exijo ya enfada por cómo se están tornando las
cosas.
—Empieza a menear tu culo entre las mesas si quieres tener un trabajo al
que volver mañana. Ese culo es por lo único que aún no te he despedido.
Puto cerdo asqueroso. Estallo, quería acabar bien hoy antes de decirle
que me iba porque, a pesar de ser un jefe de mierda que da un empleo de
mierda, es gracias a él que no me han embargado la cuenta para pagar el
hospital. Pero mi lealtad y agradecimiento tienen un límite. Me quito el
delantal y se lo lanzo a la cara. Merecerá la pena pasar hambre en un futuro
solo por ver la cara que acaba de poner.
—Arrástrate a coger eso —sisea.
—Ni de coña —le digo enfadada —me largo, hubiera preferido que fuera
de otra manera pero tú te lo has buscado. Dimito.
—No puedes hacer eso.
—Oh sí que puedo. Paola ven conmigo —le digo a mi compañera, no
quiero dejarla en ese sitio.
—No tengo donde ir.
—Yo me encargo —le prometo.
Aunque no sé cómo lo haré. Cuando ella mira al jefe y ve lo enfadado que
está se asusta, tanto que sale de la barra y se pone detrás mío. El jefe está a
punto de estallar en cólera. Da dos zancadas y se planta frente a mi cara.
—¡Eres una maldita zorra desagradecida! —me grita a dos centímetros
de mi cara.
—¡Y tu un triste propósito de hombre!—le grito sin apartarme.
Me coge del uniforme y creo que me va a pegar. Joder esto va a doler,
este tío es muy grande. Pero de repente mi exjefe ya no está agarrándome sino
que está siendo estrangulado con una mano por el gran jefe.
—Vuelve a tocarla y será lo último que hagas —sisea señalándome y
tirándolo contra la barra.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto porque no sé de dónde ha salido.
—Vine a comer antes de llevarte con mi abuela, estaba en el baño ¿estás
bien? —me pregunta revisándome.
Asiento.
—No es tan grande, podría haberme apañado sola.
Suelta una carcajada.
—No tengo duda sobre ello —contesta besando mi frente.
—Voy a denunciaros y acabareis todos en la cárcel —amenaza el idiota
de mi exjefe aun tratando de recobrar el aliento.
Paola llora porque está aquí sin papeles y si la meten a la cárcel será
deportada sin miramientos. El gran jefe saca su móvil y teclea algo. Luego lo
pone en su oreja.
—Hola Simón, acabo de mandarte una ubicación. Es un restaurante en el
que estoy ahora mismo. Necesito que lo hundas, que lo cierres, que acabes con
cualquier mínima existencia de este negocio. Y lo quiero para mañana —dice
mirando a mi exjefe y después cuelga.
Esto es serio.
—Toma —le dice a Paola entregándole una tarjeta y algo de dinero —
mañana ves a esta empresa que tendrán un puesto decente para ti, con un
sueldo adecuado. Y nos encargaremos de tus papeles.
—Muchas gracias señor —dice Paola entre lágrimas.
—Vámonos Olivia.
Recoge mi bolsa del suelo y se la echa al hombro. Salimos los tres de ahí
y dejamos a mi exjefe aun sin palabras por lo que acaba de pasar. No sé si
cree lo que ha dicho el gran jefe, pero yo estoy segura de que mañana a estas
horas ya no habrá ningún restaurante en este local.
Me despido de Paola prometiendo mantener el contacto y me meto en el
coche del gran jefe. Es grande y cómodo, deportivo, no como el que llevó
cuando fuimos a ver a Kate. Sube, arranca y acelera esquivando coches por las
grandes avenidas de Nueva York.
—¿Por qué demonios estabas trabajando allí Olivia? —me pregunta
mirando al frente cabreado y con los nudillos blancos de apretar el volante.
—Es lo único que encontré.
—¿Por qué no me pediste ayuda? —me pregunta enfadado.
—Porque tenía la situación controlada.
—Ya lo vi anoche cuando casi te desmayas de lo cansada que estás.
Lo miro realmente furiosa y aprovecho un semáforo para intentar
bajarme, pero las puertas están bloqueadas.
—¿Qué haces? —me pregunta atónito.
—Mira, esto no va a funcionar. Mejor me bajo y me voy.
Resopla y respira varias veces.
—Perdona —dice finalmente —solo es que creí que éramos amigos y me
hubiera gustado que me pidieras ayuda.
Lo miro y su tono y su postura han cambiado. Mejor, no voy a aguantar
mierda de nadie a estas alturas.
—Gran jefe ya te dije que ser amigos va a ser complicado, entre nosotros
hay mucha historia. Sigue habiéndola.
Le digo recordando su orden de anoche de no irme con Trevor, estaba
celoso aunque no sé porqué si dejamos claro que no significo nada para él.
Niega con la cabeza, no sé qué está pensando pero sigue haciendo eso
hasta el siguiente semáforo. Se gira y me mira.
—Quiero ser tu amigo. Lo de anoche olvidalo. No tenía derecho a decirte
ni exigirte nada ¿vale?
Lo miro porque no sé muy bien a que juega. Me desconcierta su actitud.
El semáforo se pone en verde y arranca.
—¿Que tal te fue anoche con Travis? —me pregunta para mi asombro.
—Trevor —le corrijo.
—Lo que sea.
—Bien, de hecho mucho mejor que bien —le contesto, él no cambia su
actitud ni se enfada.
Lo miro esperando algún tipo de reacción y en el fondo me defrauda que
no la tenga. Quizás sí que quiere ser mi amigo. Pienso en las palabras de Kate,
debería aprovechar para cerrar este capítulo y creo que nosotros siendo
amigos sería un gran broche final. Si me convenzo de que somos amigos quizás
deje de verlo como hombre y mis sentimientos se transformen hacia una
amistad bonita. Realmente no quiero perderlo, creo que es un gran hombre.
—Creo que Trevor me gusta de verdad —le cuento como si fuera un
amigo con el que hablo, es raro pero tengo que intentarlo —es atento y dulce.
—Parece buen tipo —me contesta sonriendo.
—Lo es, esta mañana ha dejado un vaso de zumo para que tuviera algo
cuando me despertara.
El gran jefe asiente a modo de aprobación.
—Espero que no sea de esos que después de una noche no llama —dice
sin mirarme aun.
—No, de hecho dejó su número en una nota porque quiere que
empecemos algo.
—¿Y tú quieres? —me pregunta mirándome por el rabillo del ojo.
Me encojo de hombros.
—Creo que merece la pena intentarlo.
—Me alegro por ti —dice mirándome intensamente.
Intento leer entre líneas pero no veo nada más que sinceridad.
—Bueno, ya hemos llegado —dice subiendo a la acera mientras espera a
que unas verjas enromes se abran.
El lugar parece sacado de una revista. No veo hasta donde se extienden
las vallas. Ni tampoco veo nada dentro por los arbustos que se apoyan en los
barrotes. Una vez que pasamos el camino de tierra nos lleva por un sendero de
árboles y césped que más parece que lleva a un bosque que a una casa.
Aunque si pensaba que su jardín es espectacular la casa frente a mi es
fantabulosa, digna de la realeza europea.
—Esta es la casa donde me crie —me dice sonriendo mientras rodea la
gran fuente frente a la entrada de aquella mansión.
Pego mi cara al cristal porque no puedo creerme que algo así exista tan
cerca del centro de Nueva York. Aparca y se baja corriendo hacia la parte de
atrás del coche. Me bajo a ver qué pasa y veo como llega hasta una anciana, la
abraza y la levanta en el aire haciendo que la mujer ría feliz.
Me da un pinchazo al corazón. Cierro la puerta y miro nuevamente el
lugar donde voy a vivir los próximos siete días. Sonrío pero en realidad estoy
triste porque no quiero que pase y es inevitable. Ya ha comenzado. Este es el
principio del fin de lo que alguna vez hubo entre nosotros.
Cuando quieras amigo.
Kenneth

Miro mi reloj impaciente por volver a ver a Olivia. Anoche no nos


despedimos muy bien y Kate se ha encargado de decirme que ha pasado la
noche con el idiota cuando la he llamado esta mañana para quedar. Me levanto
de la silla y voy al baño a lavarme las manos, dejo mi americana en la silla de
este lugar al cual no entraría ni a pedir un vaso de agua. Oigo la puerta del
restaurante abrirse y gritos por parte del dueño. Este lugar es horrible. Menos
mal que Olivia lo deja hoy. Me seco las manos y salgo, pero me quedo
petrificado ante la imagen del tío enorme gritando a dos centímetros de la cara
de mi Olivia.
—¡Eres una maldita zorra desagradecida! —le grita a la cara.
—¡Y tu un triste propósito de hombre!—le contesta sin apartarse.
La coge del uniforme y creo que le va a pegar. Salgo disparado hasta allí
cogiendo mi americana y poniéndomela de camino. Agarro al tipo por el
cuello con una mano y lo aparto de Olivia.
—Vuelve a tocarla y será lo último que hagas —siseo señalándola
—¿Qué haces aquí? —me pregunta desconcertada.
—Vine a comer antes de llevarte con mi abuela, estaba en el baño ¿estás
bien? —le pregunto revisándola.
Asiente.
—No es tan grande, podría haberme apañado sola.
Suelto una carcajada. Adoro a esta mujer y su total falta de miedo.
—No tengo duda sobre ello —contesto besando su frente.
—Voy a denunciaros y acabareis todos en la cárcel —amenaza el idiota
del jefe de Olivia desde el suelo.
La chica detrás de Olivia llora desconsolada, no sé qué ha hecho este
tipo pero hasta aquí ha llegado. Saco mi móvil y le marco a mi abogado.
—Hola Simón, acabo de mandarte una ubicación. Es un restaurante en el
que estoy ahora mismo. Necesito que lo hundas, que lo cierres, que acabes con
cualquier mínima existencia de este negocio. Y lo quiero para mañana
Miro al tipo en el suelo que parece que ya no es tan valiente.
—Toma —le digo a la chica entregándole una tarjeta y algo de dinero —
mañana ves a esta empresa que tendrán un puesto decente para ti, con un
sueldo adecuado. Y nos encargaremos de tus papeles.
—Muchas gracias señor —me contesta entre lágrimas.
—Vámonos Olivia —ordeno sacándolas de allí.
Recojo la bolsa del suelo, Olivia se despide de su amiga y nos metemos
en el coche. Arranco y nos saco de ese lugar antes de volver a entrar y
romperle cada jodido hueso a ese imbécil por amenazarla.
—¿Por qué demonios estabas trabajando allí Olivia? —pregunto
enfadado porque no entiendo qué demonios hace aguantando esa mierda.
—Es lo único que encontré.
—¿Por qué no me pediste ayuda?
—Porque tenía la situación controlada.
—Ya lo vi anoche cuando casi te desmayas de lo cansada que estás.
Me mira furiosa y sé que me he pasado pero anoche realmente me asuste
cuando casi pierde el conocimiento. La veo intentar abrir el coche cuando
paro en un semáforo.
—¿Qué haces? —le pregunto.
—Mira, esto no va a funcionar. Mejor me bajo y me voy.
Mierda, mierda, mierda. Esto no va como quiero que vaya. Resoplo y
tomo varias respiraciones, tengo que calmarme si no quiero que esto acabe
antes de que empiece.
—Perdona —digo finalmente cambiando la actitud —solo es que creí que
éramos amigos y me hubiera gustado que me pidieras ayuda.
—Gran jefe ya te dije que ser amigos va a ser complicado, entre nosotros
hay mucha historia. Sigue habiéndola.
La estoy perdiendo.
—Quiero ser tu amigo. Lo de anoche olvídalo. No tenía derecho a decirte
ni exigirte nada ¿vale?
No me cree. Tengo que hacerme su amigo. No imagino no tenerla en mi
vida. No imagino no volver a oír su risa.
—¿Qué tal te fue anoche con Travis? —Le pregunto desinteresado.
—Trevor —me corrige, para mi es el idiota.
—Lo que sea.
—Bien, de hecho mucho mejor que bien —me contesta y quiero parar
para gritar pero si lo hago ella se asustará.
Tomo una larga respiración.
—Creo que Trevor me gusta de verdad —me dice finalmente para mí
desgracia aunque creo que le está dando una oportunidad a esto de ser amigos
—es atento y dulce.
—Parece buen tipo —le contesto sonriendo, un idiota también pero eso
me lo callo.
—Lo es, esta mañana ha dejado un vaso de zumo para que tuviera algo
cuando me despertara.
Asiento pensando en que han pasado la noche juntos y que él ha cuidado
de ella. Siento que eso era mi labor. Sí, decididamente voy a darle una patada
en el culo a ese imbécil.
—Espero que no sea de esos que después de una noche no llama —le
suelto sin pensar.
Si es de esos lo agradezco aunque si la hace llorar le arranco la cabeza.
—No, de hecho dejó su número en una nota porque quiere que
empecemos algo.
—¿Y tú quieres? —joder no quiero oír su respuesta.
Se encoje de hombros.
—Creo que merece la pena intentarlo.
—Me alegro por ti —le digo mintiendo como nunca he mentido.
—Bueno, ya hemos llegado —anuncio.
Ella observa todo fascinada. Sonrío, me gusta tenerla aquí.
—Esta es la casa donde me crie.
Veo a mi abuela por el retrovisor y salgo corriendo a abrazarla. Ella me
recibe con los brazos abiertos riendo.
—¿Quién es esa mujer? —pregunta señalando con el bastón detrás mío.
Me giro y veo a Olivia mirarnos desde el coche un poco cortada.
—Ella es quien va a estar contigo esta semana.
—Garbancito…
—Por favor abuela, no me digas que no, hazlo por mí.
—No necesito que nadie me de conversación —me replica.
—Pero yo necesito que ella esté aquí.
Mi respuesta capta su atención.
—Está bien garbancito.
Le doy un beso en la mejilla y nos dirigimos hacia Olivia. Ella parece
nerviosa. Me resulta adorable lo tímida que parece ahora mismo.
—Olivia, te presento a mi abuela la señora…
—Qué señora garbancito, Catherine, querida. Tutéame.
Vaya, a mi abuela le ha gustado porque generalmente no deja que nadie la
tutee. Dasha no lo hace. Olivia me mira y mira a mi abuela.
—¿Garbancito? —pregunta intentado contener la risa.
—Es que de pequeño parecía un garbancito porque estaba rellenito —
explica mi abuela para mi vergüenza.
Ahora sí que no aguanta y estalla en carcajadas. Definitivamente su risa
es mi sonido favorito en el mundo.
—Lo siento —dice intentando calmarse —no me rio de ti, bueno si, pero
no a malas. De verdad, garbancito.
Mi abuela y yo nos reímos con ella porque su risa es contagiosa.
—Seguro que tu abuela también te llama de una forma especial —dice mi
abuela dejando de reír pero manteniendo la sonrisa.
—De pequeña me llamaba galletita de jengibre —admite —porque en
navidades comía las galletas que hacia mi madre hasta acabar con dolor de
barriga.
Por un segundo veo la tristeza del recuerdo atravesar su mirada.
—Abuela ¿Por qué no le enseñas donde va a quedarse? —le pregunto
para así tener algo de tiempo a solas y hacer la llamada que tengo que hacer.
—Claro que sí garbancito, sígueme Olivia, podemos ver unas películas
cenando si te apetece.
—Me encantaría. Tu primero Catherine, hasta luego garbancito —dice
riéndose de mí.
Y a mí no me importa, para ser sinceros, me gusta ser el motivo de su
risa. Veo a Olivia coger del brazo a mi abuela para ayudarla a caminar. Es
innato en ella. Las miro hasta que desaparecen dentro de la casa y voy al
coche a por mí móvil. Me siento dentro y apoyo la cabeza en el volante.
Cierro los ojos y suspiro.
Algo está mal. La mujer con quien me voy a casar ha planeado unos días
en un spa con mujeres a las que podré invitar a compartir nuestra cama y sin
embargo solo pensar en alejarme de aquí hace que me duela. Joder. Marco el
número de mi mejor amigo Devin porque no sé qué demonios hacer.
—Hola —contesta feliz.
—Estas con tu mujer ¿verdad? —se le nota la felicidad cuando está con
ella.
—Así es.
—Bien, pon el manos libres, creo que me puede ayudar.
—Ya está.
—Hola Kenneth —me saluda Sonya con su voz dulce.
—Hola preciosa ¿te has cansado ya de mi amigo?
Ella se ríe y noto que su risa no me gusta tanto como la de Olivia.
—¿En qué podemos ayudarte?
—Supongo que Devin ya te ha puesto al día sobre cierta mujer que ronda
en mi vida últimamente.
—Supones bien amigo.
—Mejor, menos que contar. La cuestión es que no puedo sacarla de la
cabeza. No es solo el sexo, que fue épico. Es que me gusta cuando se ríe,
quiero abrazarla cuando la tengo cerca, no sé ¿Qué demonios pasa?
—¿Y Dasha? —pregunta Sonya.
—¿Qué tiene que ver?
—Todo Kenneth, no seas cerdo ¿Qué pasa con ella?
—Nada, con ella está todo bien.
—Amigo, dudo que si ella te oye hablar así de otra mujer esté todo bien
—dice Devin.
—Y si lo está es que no te ama como debe —concluye Sonya.
—Lo nuestro es diferente ya lo sabéis.
—Pero ¿es suficiente? —pregunta Sonya.
Me paro a pensar en sus palabras. Hasta ahora sí que lo era pero ya no
sé si quiero algo más o si lo quiero con ella o qué demonios quiero.
—A ver —dice Devin —¿Por qué me has llamado?
—Acabo de traer a Olivia con la abuela para que se quede con ella estos
días que mi tía no está. Ahora mismo debería estar dirigiéndome a casa para
coger el equipaje e irme con Dasha a un spa y con sus amigas a pegarme
varios días follando con un montón de mujeres hermosas hasta que tenga la
polla en carne viva.
—Kenneth eres un cerdo —dice Sonya haciéndome reír.
—Demasiada información amigo —se ríe Devin —¿Qué pasa con ese
plan? Parece que encaja perfectamente contigo.
—Pues que prefiero quedarme viendo películas con Olivia y con mi
abuela.
Se hace el silencio en la línea y creo que se ha cortado la llamada.
—¿Hola?
—No me lo puedo creer —dice Sonya —nuestro Kenneth se ha hecho un
hombre al fin.
Oigo a Devin reírse.
—¿Alguien puede explicármelo? —pegunto mientras les oigo murmurar.
—Sonya y yo creemos que sabemos que te ocurre pero antes queremos
hacerte unas sencillas preguntas.
—Adelante.
—¿Te levantas cada mañana pensando en ella y te acuestas igual?
¿Reconoces su risa por encima de las de los demás? ¿Sabes que le ocurre
cuando hace algún gesto que para el resto del mundo pasa desapercibido?
—Sí a todo.
—Ohhhhhhh —grita Sonya —estás enamorado.
—No —niego rotundamente.
—¿Te gusta la idea de que ella esté con otros hombres? —me pregunta
Devin serio.
—Anoche ella estuvo con otro hombre —siseo.
—Vaya parece que has topado con la horma de tu zapato ¿y que sientes
sabiendo que lo que tú le haces se lo hace otro?
Gruño lo suficientemente alto como para que me oigan.
—Kenneth —me dice Sonya muy seria —sabes que te quiero muchísimo
y siempre has sabido mi opinión sobre tu relación con Dasha.
—Crees que no la amo.
—No lo creo, lo sé. Jamás te he oído hablar así de nadie, ni de Dasha.
Joder has gruñido pensando en que esté con otro y ahora mismo estas
rechazando sexo con varias mujeres por ver una película junto a ella ¿no lo
ves?
Me quedo callado pienso en lo que dice. Desde que Olivia apareció en
mi vida no he querido otra cosa que tenerla cerca. Me gusta todo de ella.
Adoro su risa, su espontaneidad, su carácter, su forma de ver la vida, de
afrontar los problemas. Y su piel, no he podido dejar de pensar en su piel, en
sus labios, en su cuello. Todo. Mi corazón está latiendo muy deprisa.
—Kenneth ¿sabes lo que es el amor? —Dice Devin al teléfono —es no
cambiar un minuto de estar con ella por una vida lejos de su lado.
Y en ese mismo instante me doy cuenta. Quiero tenerla cerca, siempre,
quiero saber que la hace reír, que películas le gustan o con cuales llora, a que
le tiene miedo, cuál es su lugar favorito para tomar café. Quiero una vida
haciéndole el amor.
—Mierda —susurro —creo que me he enamorado.
—Parece que si amigo.
—¿Y ahora qué? —pregunto aun impactado por esta revelación.
—Ahora tienes mucho con lo que lidiar diría yo —contesta Devin.
—Y deberás empezar por Dasha —dice Sonya.
—Joder, Dasha ¿Qué le voy a decir?
—Lo mejor será que esperes a que vuelva, esta conversación no es
conveniente tenerla por teléfono.
—Tienes razón. Muchas gracias chicos.
—De nada cielo.
—Cuando quieras amigo.
Y cuelgo. Y me quedo solo en el coche con mis pensamientos. Joder.
Enamorado. Pensaba que lo estaba pero si lo que siento por Olivia es amor,
puedo decir sin miedo a equivocarme que no he estado enamorado. Nunca he
sentido esto. Mi corazón está latiendo a mil por hora. Quiero entrar dentro,
cogerla en brazos, meterla en el coche y llevármela.
Mierda. Le gusta el idiota. Mierda. Ahora no puedo perderla. Mierda
¿pero en qué cojones estaba pensando?
Cuando vuelva Dasha voy a romper el compromiso, o dejaré que lo
rompa ella para que no le haga quedar mal, que elija ella. Arranco el coche y
salgo camino de casa. Voy a recoger mi portátil y alguna ropa de cambio. Voy
a pasar unos días en casa de la abuela y tengo intención de salir de allí con
Olivia agarrada de mi mano.
Trevor Lancanne
Kenneth

Me voy a la oficina para recoger mi portátil y de ahí a casa. Dejo dicho


en recursos humanos que vendrá la amiga de Olivia con mi tarjeta y lo que
necesito que hagan por ella. En casa vacío la maleta que me había preparado
para el spa y la lleno con ropa cómoda. Meto pijama, bañador, pantalones de
deporte y camisetas, nada de trajes ni de camisas.
Oigo el teléfono sonar y por la melodía sé que es Dasha, lo cojo y doy
una larga respiración porque tengo que mentirle y no me gusta. Pero Devin
tiene razón, la conversación que debemos mantener debe hacerse cara a cara.
—Ken cielo ¿ya estás en el aeropuerto? —me pregunta mientras oigo
risitas femeninas de fondo.
—Lo cierto es que no, me ha surgido un problema con una empresa que
recientemente hemos adquirido y debo quedarme.
—Nooooo, cielo, tenía algo muy especial preparado para ti, para
nosotros —me suplica.
Sé a qué se refiere. El spa me llamó para confirmar la reserva del jacuzzi
privado para cinco mujeres y un hombre. Me parece increíble estar
rechazando eso.
—No puedo ir Dash, pero a cambio os envío un regalo. Una sorpresa.
Me he asegurado de que ellas y sus amigas estén atendidas reservando
todo el spa para que nadie las moleste. Esto dejará a Dasha en un buen lugar
delante de esas mujeres. No entiendo porque se molesta tanto en querer quedar
bien con ellas, ninguna ha demostrado ser su amiga, tan solo quieren estar
cerca por su dinero o por el mío, o por ambos.
—Bueno —dice feliz porque sabe que mis sorpresas son épicas —pero
tendrás que compensármelo cuando regrese.
No contesto porque no quiero mentirle más de lo debido.
—Tened cuidado —le digo oyendo como alguna ha tirado algo que se ha
hecho añicos, probablemente ya han bebido.
—Si papi.
Y me cuelga. Ha sido más fácil de lo que pensaba. Recojo todo rápido y
vuelvo a marcharme. Para cuando aparco frente a la casa de mi abuela ya es
de noche, no quería tardar tanto. Cojo la bolsa de ropa del maletero y entro
sin llamar, jamás lo hago.
Me dirijo directamente a la sala porque oigo la tele encendida e imagino
que ya están allí viendo alguna película. Cuando llego mi abuela y Olivia están
comiendo palomitas y mirando la tele fijamente, tanto que ni notan mi
presencia.
—¿Hola?
Ambas se sobresaltan y se ríen juntas. Parece que han aprovechado el
tiempo. Olivia para con el mando la película.
—Garbancito —me saluda riendo Olivia.
Me rio mientras me acerco a la abuela y la beso en la mejilla. Hago lo
mismo con Olivia que se queda un poco cortada aunque lo disimula comiendo
palomitas.
—¿Qué estáis viendo? —pregunto haciéndome hueco entre ellas.
—Un clásico —contesta Olivia.
—Olivia me está mostrando la segunda parte de mi película favorita —
me dice sonriendo.
No puede ser. Su película favorita en Magic Mike. Miro al frente
mientras Olivia le da al play y sí, efectivamente, ahí están esos hombres medio
desnudos bailando.
—Tu abuela no sabía que habían sacado Magic Mike XXL.
—Voy a tener pesadillas —les digo y ambas se ríen.
Me acomodo y le robo el bote de palomitas a Olivia, si quiere comer
tendrá que acercarse a mí.
—¿Qué haces aquí? —me pregunta Olivia arrimándose para tener mejor
acceso a las palomitas.
Objetivo conseguido.
—He decidido tomarme unos días libres para estar con mi abuela —le
contesto sonriendo.
Frunce el ceño y es adorable.
—Entonces ¿yo que hago aquí?
—Hacerle compañía, quiero a mi abuela pero en dosis justas, si paso
demasiado rato con ella acaba dándome el sermón de lo mayor que estoy para
hacerla bisabuela.
—Y lo estas garbancito —contesta mi abuela que me sigue el juego.
Adoro a mi abuela y puedo pasar horas con ella. Jamás se ha entrometido
en mi forma de vivir la vida y me conoce lo suficiente como para solaparme
en esta pequeña mentira.
—Y ahora callaros que está en lo más interesante —dice mi abuela
mientras en la película están quitándose la ropa.
Olivia y yo nos reímos. Mi abuela es incorregible. Casi una hora
después noto el peso de la cabeza de Olivia en mi hombro, se ha dormido. Le
aparto un mechón de pelo y la miro sonriendo. No sé cómo no me he dado
cuenta antes de que la amo. Mi abuela me pasa un chal para taparla y yo la
cubro con cuidado.
—Garbancito ¿Qué está pasando aquí? —me pregunta mientras observa
mi mano pasar de arriba abajo por el brazo de Olivia.
—Acabo de descubrir que estoy enamorado de esta mujer —le declaro
abiertamente.
Decirlo en voz alta lo hace real y da miedo.
—¿Lo acabas de descubrir? —Pregunta extrañada —con solo ver como
la miras ya lo sabía.
—Vaya, debo ser el único idiota que no lo sabía. Devin lo tenía claro
también.
—Ese chico siempre ha sido muy listo.
Le sonrío.
—¿Y qué ocurre entonces?
—La he tratado mal, de una forma que no puedo explicarte —no quiero
que mi abuela se entere de mi forma de vivir mi relación con Dasha —pero
ahora ella se está dando una oportunidad con otro hombre.
—¿Y qué ocurre con Dasha? Lleváis toda la vida juntos y tenéis un
compromiso.
—Tengo que hablar con ella cuando vuelva. Me he dado cuenta de que no
la amo ni nunca lo he hecho y ella se merece a un hombre que la quiera de
verdad.
—Esto va a ser un gran escándalo garbancito.
—Lo sé. Espero que no os salpique demasiado.
—Garbancito ¿ella merece la pena?
—Ella merece todo.
—Entonces no te preocupes por nosotras, si algo salpica nos daremos la
vuelta para que nos moje el culo.
Suelto una carcajada porque mi abuela es única con sus respuestas. Me
recuesto un poco en el sofá acomodando a Olivia en mi regazo y le cuento todo
sobre ella. Sobre la enfermedad de su madre, su abuela, de cómo ha cuidado
de su sobrina y de la madre de esta, de que su padre está en la cárcel y de todo
lo que ha trabajado para poder pagar absolutamente cualquier cosa que hayan
necesitado. No me dejo nada, ni siquiera que ayer se fue con otro hombre
cuando le pedí que no lo hiciera. Mi abuela es mi mejor amiga y no tengo
secretos con ella, tan solo mi relación abierta porque creo que no lo
entendería.
—¿Te has dado cuenta? —me pregunta una vez que acabo.
—¿De qué?
—Del orgullo con el que hablas de ella, la admiras.
Frunzo el ceño. No lo había pensado pero ciertamente es así. La admiro.
—Yo también admiraba a tu abuelo de esa manera. Y debo decir que me
gusta su actitud, decir que no a alguien que se quiere es difícil pero se mantuvo
firme.
—Pues hubiera preferido un poco menos de actitud, no me hace ni puta
gracia que se fuera con el idiota.
—Esa boca garbancito —me reprende —además creo que aquí el idiota
eres tú.
Entrecierro los ojos y le doy una mirada intensa pero ella bufa una
sonrisa. Mierda, esta mujer es infranqueable.
—Y ahora ¿cuál es el plan?
—Aprovechar estos días que mi adorada abuela necesita de ella para
reconquistarla y demostrarle que el idiota no la puede hacer tan feliz como yo.
—Buena suerte, si es como creo que es no va a escucharte ni una palabra
hasta que tu situación con Dasha esté definida.
—Aguafiestas —le contesto —además, no es con palabras como pienso
hacerlo, sino con actos.
Me levanto bajo la atenta mirada de mi abuela, recojo a Olivia del sofá y
la alzo contra mi pecho. Ella se acurruca contra mí.
—¿Qué haces? —pregunta mi abuela divertida por la situación.
—Nos vamos a dormir.
—Convencerla usando tu cuerpo no va a solucionar nada garbancito.
—No abuela, solo vamos a dormir, como amigos. Los amigos duermen
juntos y no pasa nada —le digo guiñándole el ojo mientras ella me sonríe.
Salgo del salón y me dirijo escaleras arriba a mi habitación. Al no estar
mi tía la planta de arriba es nuestra, mi abuela ya no puede subir por la
artrosis. Entro empujando con una pierna la puerta y deposito a Olivia en la
cama. Bajo corriendo a por mí bolsa de ropa y la suya y subo, no se ha
movido. Me cambio rápidamente poniéndome unos pantalones cortos de
pijama y sin camiseta, hace calor. Abro la cama, recojo a Olivia y la meto
dentro. Dejo abierta la ventana pero la tapo con la sabana porque por la noche
refresca. Me tumbo a su lado y la miro. Duerme tranquila. Meto el brazo
debajo de su cuello y la giro hasta tenerla casi sobre mí, su boca contra mi
cuello, su pelo rozando mi cara. Mi polla salta en mis pantalones pero ahora
mismo no puedo darle lo que pide. Necesito que ella confíe en mí.
Le doy un beso en la frente y cierro los ojos disfrutando de la sensación
de tenerla entre mis brazos esta noche. No sé en qué momento me duermo.

—¿Pero qué demonios hago aquí? —oigo gritar a mi lado y me despierto


de golpe.
Olivia me mira sentada a mi lado con el pelo despeinado y cara de recién
levantada. Está preciosa.
—Buenos días amiga —la saludo en tono burlón.
—Gran jefe ¿puedes explicarme porque estoy durmiendo en tu cama?
—Cálmate amiga, anoche te dormiste en el sofá y te traje aquí. No ha
pasado nada raro.
—Creo que traerme aquí en vez de a mi cama ya es raro de por sí.
—¿Por qué? —pregunto queriendo ponerla en un compromiso.
—Ya lo sabes.
De un salto me incorporo y me lanzo sobre ella tirándola contra el
colchon y cubriendo todo su cuerpo con el mío. Me sostengo con mis brazos a
un par de centímetros sobre ella. Mi erección matutina dándole los buenos
días. Noto un leve movimiento de ella, quiere restregarse sobre mi tanto como
yo sobre ella. Pero no va a pasar.
—Olivia, somos amigos, podemos dormir juntos y que no pase
absolutamente nada.
Y dicho esto toma toda mi fuerza levantarme e ir al baño de la habitación
dejándola inmóvil en la cama. Cuando vuelvo la veo sonriendo al móvil y
escribiendo. Debería haber tirado su teléfono por la ventana en vez de
guardarlo en su bolsa.
—¿Buenas noticias? —pregunto desinteresadamente.
—Trevor me da los buenos días.
—Qué simpático.
Ella asiente.
—Voy a darme una ducha antes de desayunar—le digo cogiendo algo de
ropa de al bolsa.
—Yo bajaré ya, soy de duchas en la noche.
Le sonrío y me meto dentro. Me ducho lo más rápido que puedo y bajo a
desayunar. Encuentro a mi abuela y a Olivia en el jardín desayunando y me uno
a ellas.
—Parece que a tu abuela no le parece impropio que durmamos juntos
bajo su techo —dice Olivia mientras tomo asiento.
—Ayer le expliqué que somos amigos y lo entendió, tengo una abuela así
de genial.
—¿Qué os parece un baño en la piscina? —Pregunta mi abuela —con
vosotros dos no me dará miedo ahogarme.
—Por supuesto que si Catherine pero no tengo bañador.
—Creo que tengo alguno de mi hija que puede servirte, la tía de Kenneth
tiene un cuerpo similar al tuyo.
Miro a mi abuela atónito. No sabía que mentía tan bien. Es una excelente
nadadora y nunca jamás ha necesitado que nadie se meta a la piscina con ella.
Tengo que hacer una nota mental para agradecerle que me dé la oportunidad de
pasar tiempo junto a Olivia, y además en bikini. Joder va a ser difícil
controlar mi erección.
Terminamos de desayunar y vamos a cambiarnos. Olivia se va con mi
abuela para que le deje el bikini y ayudarle a poner el bañador. Olivia ha
aceptado encantada, no ha puesto mala cara ni inventado alguna excusa, al
revés, le ha explicado como ayuda a su abuela a cambiarse de ropa cuando lo
necesita y mi abuela está encantada con ella.
Soy el primero en bajar y acudo a la piscina. Toco el agua y la noto
bastante fría así que me siento en una tumbona a esperar. Olivia y mi abuela no
tardan en llegar. Mi abuela lleva una bata y Olivia un vestido suelto y muy
corto. Deja el móvil sobre la tumbona junto a mí y ayuda a mi abuela a
quitarse la bata. Luego ella en un movimiento rápido se quita el vestido
delante de mí.
Jo.de.me.
Tengo una erección instantánea como un colegial. Lleva un sencillo bikini
negro de triangulo pero le queda espectacular. Además deja al descubierto el
tatuaje que una vez vi en el Sandor, esa vez no pude ver el dibujo con claridad
pero esta vez lo tengo frente a mí y a todo color. Dibujada en acuarela con
colores vividos tenía una pluma que ocupaba todo su costado. Comenzaba en
la línea del bikini y giraba sobre su costado para acabar en la parte trasera de
su hombro. Espectacular y sexy a partes iguales.
—Lo pintó mi madre cuando iba al instituto, encontré el dibujo en uno de
sus cuadernos e imagine que era una de las plumas de sus alas porque ella era
mi ángel —me explica mientras acerco mis dedos para tocarlo.
Ambos saltamos por el contacto. Mi polla aún más dura que antes. Esto
va a ser difícil de explicar así que sin pensarlo me lanzo de cabeza a la
piscina y el golpe de agua fría hace su trabajo.
—Vamos chicas ¿entráis? —les digo apoyándome en el bordillo con los
brazos.
Ambas asienten pero el teléfono de Olivia suena. Debe ser el idiota otra
vez. La miro a la cara y no parece feliz.
—¿Ocurre algo? —le pregunto mientras mi abuela se dirige a las
escaleras de la piscina.
—Es Jackson, del Sandor —recuerdo al tipo, quiere a mi Olivia —
necesita que vaya hoy, le avise ayer de que no podía y no ha encontrado nadie
que me sustituya.
No quiero que vaya pero parece que él la ayudó cuando más lo
necesitaba asi que por ese motivo dejo que esto pase.
—No te preocupes, ves, yo me quedo con la abuela. Si quieres puedo
llevarte.
—¿En serio?
—Si claro.
La veo contestar feliz y vuelve a latirme el corazón a mil por hora porque
esa sonrisa se la he provocado yo. Seguro que el idiota no tiene este efecto
sobre ella.
—¿Aprovecharas para quedar con Trenton? —le pregunto curioso.
—Trevor —me corrige —y no, él no sabe aún que trabajo ahí.
Interesante.
—¿Cómo dijiste que se llamaba?
—Trevor Lancanne ¿por?
—Curiosidad. Médico ¿verdad?
—Cirujano plástico para ser exactos.
Claro, no podía ser de otra maneara. La veo ir hacia las escaleras con mi
abuela para meterse y se me ocurre algo. Si no le ha contado nada al idiota es
porque no está segura de que a él le vaya a hacer mucha gracia verla allí
trabajando. Creo que acabo de idear un plan que me ayudará a recuperarla.
Suéltala
Olivia

Llevo como media hora en la ducha. Hemos pasado una mañana divertida
en el agua. Me sorprende la vitalidad que tiene la abuela del gran jefe, ojala
estuviera aquí mi abuela porque se llevarían genial. La echo de menos. Mucho.
Enjabono mi pelo por tercera vez y rememoro el despertar de hoy. He
notado su piel caliente contra mi mejilla, su corazón latiendo, su respiración
en mi pelo. Por un momento he despertado feliz a su lado. Luego he recordado
que él no es mío y se me ha partido el alma. Aún más cuando de manera
indiferente se ha puesto sobre mi cuerpo, a solo dos centímetros de mi cara, su
entrepierna contra mi centro, y aun así me ha dejado claro que no hay nada
entre nosotros más allá de una amistad.
No sé si es que leo mal las señales o que mi cerebro se ha fundido, pero
cuando ha tocado mi tatuaje lo he visto retroceder, el contacto de su mano con
mi piel me ha puesto erizado el cuerpo entero. Menos mal que se ha tirado a la
piscina y no lo ha visto.
Me seco el pelo y me pongo unos pantalones de chándal cómodos y una
camiseta ajustada. Nada formal, si no me va a hacer caso no voy a estar
incómoda para llamar una atención que no quiere ser llamada. Bajo al
comedor y veo a la abuela sola, no ha rastro del gran jefe.
—Siéntate querida —dice Catherine palmeando el asiento junto a ella.
Sonrío y hago lo que me pide.
—Mi garbancito ha tenido que atender unas llamadas del trabajo —me
explica —¿te apetece algún dulce?
—No gracias, la comida me ha dejado llena hasta la noche por lo menos.
Ella se ríe.
—Divina juventud. Ahora que estamos solas aprovecharé para
preguntarte.
Asiento.
—¿Qué ocurre entre mi garbancito y tú?
Vale, esta mujer es de las directas.
—Nada.
—No, en serio ¿Qué os pasa?
—No sé a qué te refieres Catherine.
—He visto como os miráis…
—Siento decirte que has visto mal. Al menos por parte del gran jefe.
—¿Y por tu parte?
Definitivamente se llevaría bien con mi abuela.
—Qué más da, él va a casarse y yo tengo pensado irme a vivir a otro
estado.
—Creo que estarías cometiendo un grave error.
—Error fue creer que había alguna posibilidad entre él y yo.
No sé porqué estoy contándole estas cosas.
—Conozco a mi garbancito y te mira de una forma que conozco
perfectamente.
Frunzo el ceño.
—Te mira como me miraba a mí su abuelo.
Siento mi corazón latir a mil por hora. No sé porque está diciéndome
esto. No entiendo de donde viene.
—Creo que te equivocas Catherine, el gran jefe me ha dejado claro que
solo le interesa ser mi amigo.
—Hazme caso, llevo más años en este mundo. Pero bueno, todo acaba en
su sitio. Así que no hay de qué preocuparse. Salgamos al jardín para que
pueda enseñarte mi invernadero.
La miro confundida. No sé a qué ha venido esta conversación y menos
ese cambio radical de la misma. La sigo fuera hasta el invernadero y pasamos
las dos siguientes horas hablando de flores. Tiene una colección
increíblemente rara y no conozco ninguna. Pero en mi cabeza aún resuenan sus
palabras. No puedo dejar de darle vueltas a la idea de que quizás él sí que
sienta algo por mí. Mi corazón se acelera con tan solo imaginarlo.
Miro mi móvil y, aunque me gustaría quedarme más rato con Catherine,
no puedo. Debo ir al Sandor y no sé si el gran jefe va a llevarme o si tengo que
tomar un taxi.
—Catherine —la interrumpo en su diatriba sobre la manera de regar
dependiendo del tipo de pétalo de la flor —tengo que irme a mi otro trabajo.
—Oh querida, no me he enterado del tiempo, deberías haberme callado
hace rato.
—Me ha encantado saber todas esas cosas sobre las flores y mañana
podemos seguir pero ahora tengo que ir a buscar al gran jefe a ver si va a
llevarme él o cojo un taxi.
—Querida no será necesario un taxi, aviso al chofer de que te lleve.
—No quiero molestar.
—No es molestia, además Kenneth está trabajando en un proyecto
importante por lo que me ha dicho que así le hacemos un favor —me contesta
guiñándome el ojo.
Me rio y asiento. Entro a la casa y voy directa a la habitación donde he
despertado esta mañana. Necesito coger mi bolsa de ropa para llevarme
algunas cosas al Sandor para asearme. Voy mirando el móvil mientras subo las
escaleras. Mi hermano nuevamente me ha escrito pero esta vez es para
amenazarme. Oigo un mensaje de voz suyo y se me eriza la piel. Está un poco
desesperado por encontrarme, por suerte no sabe dónde vivo en la ciudad y
mucho menos va a encontrarme aquí. Abro la puerta sonriendo al ver un
mensaje de Trevor deseándome buenas noches. Le contesto que también me
voy a la cama y que mañana hablamos. Es muy dulce.
—No Dasha no he venido a ver a Olivia, he venido a ver a mi abuela
hace un rato y ahora me iré. No hay nada que me retenga en esta casa —dice el
gran jefe al teléfono de espaldas a la puerta y por lo tanto a mí.
Las palabras del gran jefe taladran mi cerebro. Si tenía alguna duda
acaba de disiparse. Cierro la puerta nuevamente porque necesito tomar varias
respiraciones antes de entrar ahí y enfrentarlo. Miro hacia arriba aguantando
unas lágrimas que no pienso derramar, cuento hasta tres y entro. Esa vez el
gran jefe está frente a mí.
Señalo mi bolsa de ropa y veo que pone el silencio en el móvil para que
Dasha no pueda oírnos.
—Tu abuela me presta a su chofer para que puedas quédate trabajando —
le susurro mientras cojo todas mis cosas y las meto en la bolsa.
Ahora mismo no tengo cabeza para seleccionar que me llevo, lo cojo
todo y me doy la vuelta.
—No es necesario, en cuanto acabe la llamada de trabajo te llevo.
Me está mintiendo. No sabe que le he escuchado. No va a cambiar. Él
tiene claro lo que quiere y a quién quiere, y no es a mí.
—Te espero abajo entonces —le miento porque veo en su mirada que
está determinado a llevarme.
Asiente y salgo de la habitación. Corro hasta la entrada y veo el coche
esperándome. Me lanzo dentro con mis cosas, cierro y me acurruco. Me siento
tan estúpida que no sé ni por dónde empezar. Le indico la dirección al
conductor y salimos de allí. Miro hacia atrás esperando ver al gran jefe salir y
correr tras el coche pero luego me acuerdo de que esto es la vida real y me
siento mirando al frente.
Llegamos al Sandor con tiempo. Me deja y me avisa que me recogerá al
final de turno tal y como ha ordenado Catherine. Esa mujer es encantadora. Me
bajo y entro saludando a todos. Voy directa a cambiarme al despacho de Gina,
por suerte llevamos la misma talla y me lo deja, así no he tenido que pasa por
casa.
—Hola Gin —le digo tirando la bolsa de ropa en el sofá del despacho
mientras me voy sacando la ropa.
—Espero que vengas con ganas, tengo a dos interesados en que les sirvas
en el reservado.
—¿Los conozco?
—Creo que no, te vieron la semana pasada o algo así y se quedaron con
las ganas. Han dicho que llegaran en veinte minutos.
—Genial, dos salidos con pasta, espero que no pretendan que les haga
nada por un módico precio.
—Ya sabes que si te lo proponen solo tienes que llamar a Big Daddy y
encantado sacará la basura.
Nos reímos y termino de vestirme y maquillarme. El uniforme es un poco
más pequeño que el que llevo habitualmente pero no me molesta lucir más
piel, con suerte eso significa más dinero. Le pongo al día sobre mi nuevo
empleo como cuidadora y del matrimonio de Kate. Pasamos al menos media
hora cotorreando antes de que sea la hora y me dirija hacia mi puesto.
—¿Dónde están?
—Reservado cuatro.
—Gracias.
Salgo recogiéndome el pelo en una coleta. A pesar del aire
acondicionado allí dentro siempre hace calor, al menos para mí. Paso por
detrás del escenario y subo las escaleras directas a la zona VIP. Me paro
frente a la puerta, respiro y pinto una sonrisa en mi cara. Meto al fondo de mi
cabeza cualquier pensamiento sobre el gran jefe. Giro el pomo y entro.
—Bienvenidos al Sandor caballeros —digo con una voz lo más sensual
que puedo.
Pero lo que veo me deja de piedra. Frente a mi está Trevor. Junto a él, el
gran jefe. Miro de uno a otro porque no entiendo nada. Quiero pulsar el botón
del pánico para que Big Daddy los saque de aquí.
—¿Livie? —pregunta Trevor confundido.
—¿Qué mierda hacéis aquí? —pregunto mirando al gran jefe.
—Pensé que te gustaría al sorpresa —me contesta poniendo cara de
inocente.
—¿No ibas a irte a dormir? —me pregunta Trevor poniéndose de pie
frente a mí.
—Ya ves que no.
—No imaginaba que eras una bailarina exótica —dice con algo de asco.
Quiere decir fulana pero es demasiado educado para eso.
—No se te ocurra faltarle el respeto idiota —oigo al gran jefe decir por
detrás.
—Tu no te metas, eres quién ha provocado esto ¿tanto te jode que no
caiga rendida a tus ordenes? No tienes una polla mágica Kenneth.
Creo que es la primera vez que lo llamo por su nombre real, estoy tan
enfadada en estos momentos que no sé por dónde empezar.
—¿Te lo has follado? —Pregunta Trevor mirando del gran jefe a mí,
permanezco en silencio —no puedo creer que me planteara tener una relación
como una mujer como tú.
Su desprecio al pronunciar las palabras hace que me rompa. Demasiadas
emociones en un día. Las lágrimas se agolpan en mis ojos y ya no sé si voy a
llorar por rabia, por tristeza o por todo en general.
Sin saber cómo el gran jefe lanza un puñetazo a Trevor y lo tumba en el
suelo.
—Deberías darle las jodidas gracias al cielo por haber tenido a Olivia
una sola vez en tu vida.
Va a lanzarse contra él nuevamente cuando oímos gritos en la pista de
baile y se detiene. Me asomo a la cristalera y veo un montón de policía
pidiendo que quiten la música. Debe ser algún tipo de control.
—Tenemos que bajar —digo seria sin mirar a ninguno de ellos.
—Olivia —grita justo detrás de mí.
Me coge del hombro y me gira.
—Olivia
—No Kenneth, has cruzado el límite, no quiero volver a verte en mi vida.
Veo a Big Daddy y voy hacia él. Me acompaña abajo y no deja que ni
Trevor ni el gran jefe vayan por la zona de empleados. Bajamos y veo que
tienen a los clientes separados del personal. La música se ha detenido. Las
luces están encendidas. Las barras están vacías de personal y de clientes.
—¿Ya estáis todos aquí? —grita un agente de policía.
Gina da un rápido vistazo y asiente hacia el agente.
—Bien ¿Quién es Olivia Gates?
Mis compañeros se giran para buscarme y yo avanzo al frente a través de
ellos sin entender muy bien qué ocurre.
—Soy yo —digo frente al agente que me mira de arriba abajo.
—Olivia Gates, queda usted detenida por prostitución. Cualquier cosa
que diga podrá ser utilizada en su nombre, tiene derecho a…—y dejo de
escuchar porque no me creo lo que está ocurriendo.
Veo movimiento a mi alrededor pero sigo aturdida por las palabras del
agente y sus movimientos bruscos para ponerme las esposas. Ni siquiera me
quejo cuando las aprieta a pesar de que noto que están prácticamente cortando
mi piel. Me toma del brazo y me dirige hacia la salida bajo la atenta mirada de
mis compañeros y de los clientes. Jamás me he sentido tan humillada.
—Espero que la suelten pronto, yo quiero pagar por ella —oigo a mí
alrededor.
No miro hacia arriba porque no quiero ver a nadie. De pronto nos
paramos antes de llegar a la puerta.
—Suéltala —dice el gran jefe frente a mí.
—Señor, apártese —le ordena el policía.
—Primero suéltala —contesta con voz autoritaria.
—Si no se aparta la que va a pagar las consecuencias de sus actos es
ella.
—Hijo de la gran puta —sisea
—Kenneth por favor, no lo empeores —le suplico.
Me mira como si acabara de atropellar a un cachorrito, no tengo claro si
yo soy el cachorrito o el coche que le ha pasado por encima. Salimos a la
noche y me encojo por el frio.
—Al menos déjeme taparla —oigo al gran jefe mientas noto una chaqueta
sobre mí.
Con un movimiento de hombros la tiro al suelo.
—Esto no cambia lo que te he dicho antes Kenneth, estás fuera de mi
vida.
Y nosotros a ti fea.
Olivia

A pesar de tener a mi padre en la cárcel no sabía que si te arrestan pasas


una noche en el calabozo, independientemente de si eres culpable o no. No he
pegado ojo analizando mi vida. En qué momento se torció todo tanto. Mis
compañeras de celda me miran con pena, debo darla, he llorado como una
niña pequeña y noto mi maquillaje por mi cara, se siente tensa, sucia. Si yo he
sentido esto por una maldita noche ¿Cómo se ha sentido mi padre todos estos
años? Vuelvo a llorar por él aunque me siento más orgullosa de mi padre de lo
que lo he estado jamás. Nunca se ha quejado de su situación, ni lamentado de
las noches frías y solitarias, ni de las horas interminables con sus
pensamientos. Es mi jodido héroe ahora mismo.
—Olivia Gates —dice un agente abriendo la celda —ya puede salir.
Me levanto y me despido de las mujeres que durante unas horas han
compartido la celda conmigo. Sigo al agente hasta una ventanilla donde me
devuelven mis pertenencias y me hacen firmar. Mero trámite porque no hay
cargos y la acusación era falsa. Aun así mi noche en la cárcel no la voy a
olvidar nunca.
—Disculpe las molestias señorita —dice el agente con cara de pena.
Debo tener un aspecto horrible.
Me encojo de hombros y sigo hacia una puerta que me abre otro agente y
me indica con la mano que pase. Salgo y estoy en plena comisaria, con mis
cosas contra mi pecho, sujetándolas con fuerza y sin saber que hacer muy bien
ahora.
—Olivia —oigo al gran jefe un segundo antes de que me envuelva en sus
brazos.
Aspiro su olor y por un momento me permito sentir pena por mí misma,
pero solo un segundo.
—Suéltame Kenneth.
—Deja de llamarme así Olivia, por favor—me suplica.
Él también lo nota, hemos perdido la conexión que nos unía.
—Lo que quiero es dejar de llamarte.
—Livie —oigo a Gina llamarme, está junto a Jackson y parece que han
pasado aquí también la noche.
Abren los brazos y nos fundimos en un abrazo los tres.
—Alguien puso una denuncia contra ti pero ya está todo solucionado.
Tenemos cámaras en todas las salas así que han podido ver que el día y hora
en la que se te acusa ni siquiera estuviste en el Sandor —dice Jackson
sonriéndome.
—De algo tenía que servir tu manía por controlarlo todo ¿no? —le
contesto devolviéndole la sonrisa.
Noto la presencia del gran jefe tras de mi pero la ignoro.
—Te he traído tus cosas —dice Gina dándome la bolsa de ropa que dejé
en su despacho —si quieres te acercamos a casa.
—Te lo agradezco, ha sido una noche larga.
—No hará falta —interviene el gran jefe—yo la llevaré.
Me giro y lo encaro.
—No, tu no me llevarás, tu no harás absolutamente nada —sigo enfadada
y dolida.
—Olivia.
—Kenneth déjame en paz—me giro y salgo de la comisaria aunque no sin
antes oír a Gina.
—Dale espacio, ha sido una noche dura.
—Dile que mañana iré por ella y si hace falta tiraré su puerta, pero
tenemos que hablar.
—Yo le digo.
Gina se reúne conmigo fuera y con solo mirarme sabe que he oído la
conversación.
—Estuvo aquí toda la noche.
—Me da igual.
Y con eso doy por concluido el tema. Nos dirigimos al coche de Jackson
y los tres nos mantenemos en silencio durante todo el viaje. Cuando llegamos
les doy las gracias y me despido. Ellos me conocen lo suficiente como para no
enfadarse por mi comportamiento. Subo a mi piso y me voy directa a la ducha.
La enciendo y me vuelvo hacia el espejo. Mi reflejo es horrible. Me
desmaquillo la cara a conciencia, llevo mascara de pestañas hasta en el cuello
debido a las lágrimas. Me meto en la ducha y limpio toda la noche pasada. Me
envuelvo en una toalla y me voy directa al sofá a llamar a Kate, necesito
hablar con ella.
Saco el móvil de la bolsa y veo que no tiene batería. Lo enchufo junto al
sofá y lo enciendo. Me llegan varios mensajes de llamadas de mi hermano y
algún mensaje que no quiero leer. Pulso borrar al mismo tiempo que está
entrando una llamada de Dex. Descuelgo sin querer. Mierda.
—Oli joder —me grita al oído.
—Yo también me alegro de saber de ti.
—No me vengas con mierda ahora, estoy hasta el cuello, tienes que
ayudarme, tienes que…
Y le cuelgo. Ahora mismo no puedo lidiar con él ni con sus historias.
Busco el teléfono de Kate y marco.
—¡Tía Livie! —grita tras sonar el primer tono mi niña.
—Hola preciosa.
—¿Cuándo vas a venir? Te echamos de menos.
Y con esas palabras me ha alegrado el día.
—Iré pronto ¿Qué tal has estado? ¿Y la abuela? ¿Os trata bien Brad o
tengo que ir a patearle el culo?
Ella se ríe y ese sonido le devuelve algo de sentido a mi vida. No sabía
cuánto la echaba de menos.
—La casa de Brad es muy grande, la abuela y yo tenemos nuestra propia
habitación —me cuenta entusiasmada —la abu Mone aún no puede moverse
bien pero yo la ayudo para que pueda recuperarse rápido.
—Eso es muy bonito de tu parte Mer.
—La abuela Mone siempre ha cuidado de mí, ahora me gusta ser yo quien
la cuida.
Sonrío porque me doy cuenta de que hemos hecho un buen trabajo con
ella.
—Y Brad es súper divertido. Y me ha dicho que me va a llevar a montar
a caballo a casa de sus padres ¡ y tienen ponys! Tía Livie, de los de verdad,
como los que cría el abuelo en la cárcel.
Suelto una carcajada porque aún no ha olvidado mi pequeña mentira. Me
alegra escucharla tan feliz.
—¿Con quién hablas Mer? —oigo a Kate por detrás.
—Con la tía Livie.
—Dame el teléfono y ve a ducharte que tenemos mesa en una hora.
Despierta a la abuela para ayudarla a vestirse.
—Tía Livie nos vamos a comer a un griego, aparte de yogur no sé qué
más puedo pedir —me dice preocupada.
—Seguro que algo encuentras. Cuídate mucho Mer y recuerda que te
quiero.
—Y yo a ti tía Livie.
Oigo un sonoro beso en el auricular.
—Hola fea.
—Kate —suspiro.
—¿Qué ocurre?—me pregunta preocupada.
—Todo
—Cuéntame.
Me acomodo y le cuento todo. Mi noche con Trevor, el amanecer con el
gran jefe, la conversación con la abuela, la visita de Trevor al Sandor con su
consiguiente desprecio y mi arresto.
—¿Qué has pasado la noche en la cárcel? —me pregunta casi gritando.
—Ha sido un trámite, no tengo cargos ni nada, pero Kate, ese lugar no se
lo deseo ni a mi peor enemigo.
—¿Y ahora qué? —me pregunta.
—Te he llamado para que me lo digas tú porque estoy perdida. Cada vez
que tomo una decisión la cago. Todo se tuerce.
—Vente con nosotros Livie —me suplica.
—Correr no va a hacer que los problemas acaben.
—No, pero al menos en familia se llevan mejor.
—Eso es cierto. No le cuentes nada a la abuela, no quiero preocuparla.
—¿Y a Brad?
Me pregunta en un tono que conozco perfectamente.
—Dile a Brad que él tampoco cuente nada de lo que acaba de escuchar.
—¿Cómo sabíais que estaba escuchando? —oigo a Brad preguntar
sorprendido.
—Conozco a Kate demasiado, además respiras muy fuerte junto al
auricular.
Ambos se ríen nerviosos.
—No me molesta, vas a ser parte de esta familia así que mejor que sepas
donde te estas metiendo.
—Pongo el manos libres —dice Kate.
—Pues con tu permiso voy a opinar —indica Brad —deberías hacerle
caso a Kate y venir aquí.
—Gracias por ofrecerme tu casa.
—Nuestra casa cuñada —me hace sonreír —y siento lo de Trevor,
pensaba que era un buen tipo.
—Y lo es, pero no del que pueda interesarle un saco de problemas como
yo.
—Él se lo pierde amiga.
—Eso seguro —le contesto con el mejor ánimo que puedo.
—Entonces ¿te vienes con nosotros? —me pregunta Kate esperanzada.
—Si voy el gran jefe irá a buscarme, está empeñado en que seamos
amigos y la abuela se enterará de todo. No quiero llevar este problema hasta
vosotros. Me gustaría tener dinero para desaparecer de la tierra y estar sola
durante una temporada.
—Gracias por la parte que me toca —se queja Kate.
Oigo el pitido que indica que tengo un email en el correo que uso para las
facturas. Seguramente un cargo que no espero, más problemas.
—Un segundo —les digo mientras bajo mi teléfono y abro el correo.
Es un mail del hospital de mi abuela con la factura de su estancia y unas
breves palabras en las que dice que ya está todo abonado.
—¿Qué pasa? —pregunta Kate cuando vuelvo a ponerme el auricular en
la oreja.
—Tengo un mail del hospital de la abuela diciendo que la cuenta esta
pagada ¿sabéis algo?
—Nosotros no hemos sido —contesta Brad.
—No entiendo nada ¿será un error? —me pregunto en voz alta.
—Yo diría que ha sido el gran jefe —suelta Kate.
Me quedo pensado y es lo único que tiene sentido.
—¿Qué vas a hacer? —Pregunta Brad—¿lo vas a devolver?
—Claro que no —le corta Kate —lo vas a tomar como una compensación
por lo idiota que ha sido.
—No sé…
—Si sabes Livie. Si cree que con dinero todo se arregla déjalo pagar y
que vea que se queda sin el dinero y sin la chica.
Me quedo unos segundos pensando en silencio.
—Me dijo que mañana vendría, pero no quiero verlo, aunque me parece
mal no hacerlo si ha pagado esa factura.
—Pues vente aquí —vuelve a repetir Kate.
—No insistas.
—Cabezota.
—Mira quien habla.
—¿Puedo interrumpir chicas? —pregunta Brad y nos callamos —gracias
¿Qué te parece Livie trabajar en un rancho?
—No he ido a un rancho en mi vida —le contesto sinceramente.
—¿De qué hablas Brad? Le pregunta Kate.
—Mis padres siempre necesitan gente para la casa, y más ahora que se ha
jubilado una de las empleadas. Si no te importa limpiar establos, cocinar o
arrear vacas puedo llamarlos.
—¿Cómo se te ocurre que va a ir a limpiar establos? —le reprende Kate.
—¿Me pagarían un sueldo? —pregunto porque aún tengo facturas que
pagar.
—Por supuesto, y tendrías comida y alojamiento incluido.
—Entonces acepto.
—Livie ¿estas segura? —me pregunta Kate.
—¿Qué si quiero desaparecer a un lugar donde ni el gran jefe, ni mi
hermano, ni nadie que conozca pueda encontrarme? Oh si amiga, estoy segura.
—¿Te ha estado molestando Dex?
Ella no sabe que ha seguido llamando.
—Algo así, ya te contaré.
—Entonces los llamo y les digo que vas allí en digamos ¿una semana? —
pregunta Brad.
—No, los llamas y les dices que estaré allí mañana.
—Si que te urge —dice Brad.
—Demasiado.
—Está bien, entonces les llamo y ahora te mandamos los datos de
contacto.
—Muchas gracias chicos.
—Nada de gracias —dice Kate —vas a ser mi agente infiltrado, aun no
conozco a sus padres así que vas a ser mi avanzadilla.
Se le nota que está algo nerviosa por el encuentro con la familia de Brad.
—Eso está hecho fea, pero te van a amar en cuanto te conozcan.
—No sé yo.
—Yo estoy segura. Entonces voy a recoger mis cosas y en cuanto me des
la dirección sacaré un billete de algo para ir hasta allí —me rio porque ni
siquiera he preguntado donde es.
—De tren, es lo más barato pero son veintiséis horas hasta Texas —dice
Brad.
—Bueno, entonces me llevaré un buen libro o seis.
Se ríen y yo con ellos. Me acaban de facilitar la vida tremendamente, me
han dado una vía de escape.
—Muchas gracias chicos, os quiero.
—Y nosotros a ti fea.
Y cuelgo antes de ponerme moñas y empezar a llorar. Miro a mi
alrededor y veo que tengo trabajo por delante. Aunque lo bueno de vivir en un
lugar tan pequeño es que lo haces con lo justo, así que no hay demasiado que
recoger.
Empaco toda mi ropa además de sabanas y toallas en apenas una maleta
grande. Mi neceser y algo de comida en una bolsa más pequeña. Y los
cargadores y demás cosas que necesito a mano en una mochila. Llevo toda la
tarde y estoy exhausta pero quiero acabar ya. Oigo el pitido del móvil.

Mis padres han dicho que están encantados de que vayas y que no aceptan
que vayas en tren tu sola. Te han comprado un billete de avión para hoy a
las dos de la mañana ¿te dará tiempo?

Miro a mi alrededor y apenas me quedan un par de cosas que recoger.


Tengo tiempo de sobra.

Sin problemas, les devolveré el dinero del billete. Gracias cuñado ;)

Me contesta con una carita sonriente y la dirección de sus padres. Kate


tiene una suerte enorme de haberlo conocido. Es un hombre estupendo. Reviso
todo mientras llamo a mi casero y le explico que debo irme con urgencia. Que
cuando pueda revise que está todo bien y me ingrese el deposito en la cuenta
que tiene mía. Es un buen hombre que conoce mi situación y me promete que lo
hará lo antes posible. Llamo tambien a la vecina de mi abuela para que siga
regándonos las plantas y me avise si ve a mi hermano. Ella si que sabe que me
golpeó así que acepta encantada ir informándome.
Miro el equipaje en mi puerta y me doy cuenta de lo triste que es que todo
quepa en tan poco. Mi vida en la gran ciudad llega a su fin. Mando mensajes a
Gina y Jackson para que sepan que estaré una temporada fuera, pero no les
digo donde iré. Me siento en el sofá y marco a casa de Carl, el guardia de
prisión.
—¿Si? —contesta Martha, su mujer.
—Hola, soy Olivia ¿esta Carl?
—Hola cielo. No está, se ha ido a llevar al hijo de Samantha al colegio.
—¿Qué tal les va?
—Lo cierto es que muy bien. Gracias al trabajo que le conseguiste han
podido pagar un colegio especial para el niño. Tienes que venir a casa a cenar
para agradecértelo, te haré tu plato favorito.
—Martha soy yo la que tiene que agradeceros como habéis cuidado de mi
y como lo seguís haciendo con mi padre. Os considero familia.
—Y nosotros a ti cielo.
—Ahora mismo tengo que salir de la ciudad, he conseguido un trabajo en
Texas pero tengo que presentarme allí mañana mismo. Por favor apunta la
dirección que voy a darte y que Carl se la haga llegar a mi padre.
—¿No te vas a despedir de él? —me pregunta extrañada.
Hubiera querido pero sé que si voy mi padre me va a pillar la mentira y
no quiero preocuparlo más de lo debido.
—Si no me voy ya perderé el empleo y es muy bueno, dile que lo llamo y
le explico todo por favor.
—Está bien cielo, ten cuidado.
—Lo tendré. Os quiero.
Cuelgo justo antes de que se me caigan las primeras lágrimas. Esto va a
ser muy difícil. Demasiadas mentiras, demasiadas cargas, demasiadas
personas a las que echar de menos. Me levanto y doy una última vuelta a la
casa para asegurarme de que no dejo nada. Abro cajones y armarios y me da
pena verlos tan vacíos. Me agacho para mirar debajo del sofá y veo algo junto
a la pata. Me estiro a cogerlo y enseguida sé lo que es. El vestido que llevaba
la noche que conocí al gran jefe.
Lo extiendo ante mi sin saber qué hacer con él. No he vuelto a ponérmelo
desde esa noche y sé que no me lo volveré a poner porque cuando lo veo no
puedo evitar rememorar ese primer encuentro. Miro el equipaje y miro el
vestido. Mi pasado y mi futuro. Tomo una decisión. Me acerco a la cocina,
abro el cubo y lo tiro. Saco mi móvil y le envío un último mensaje antes de
apagarlo y dirigirme al aeropuerto.

Gracias por pagar la factura del hospital. De verdad espero que tengas una
vida feliz con Dasha. Despídeme de Catherine y dile que espero que no esté
demasiado enfadada conmigo, pero a veces las cosas no acaban en su sitio o
al menos no acaban en el sitio que queremos. Ella entenderá. Adios Kenneth.
No hay nada de qué hablar.
Kenneth

No puedo parar de pensar en cómo me ha mirado Olivia. Joder no se


suponía que lo del idiota acabaría así, él debía dejarla y yo consolarla.
Mierda. Mierda. Mierda.
Entro a casa como un torbellino. He pasado la noche entera sin dormir y
la cabeza me va a explotar. Entro a la ducha e intento relajar mi mente, pero no
puedo dejar de oír a Olivia llamarme Kenneth en vez de gran jefe. Odio que
use mi nombre conmigo, es tan frio…
Salgo, me seco y me lanzo directo a la cama desnudo. Alcanzo una
pastilla para la cabeza de la mesita de noche y me la trago sin agua. Envío un
mensaje a mi contable para que pague la factura del hospital de la abuela de
Olivia, necesito hacer algo por ella ahora mismo y no se me ocurre nada más.
Pongo los brazos detrás de mi cabeza y le doy vueltas a cómo ha podido
cambiar el día tanto. Esta mañana tenía a Olivia envuelta a mi lado y ahora no
quiere ni verme. Está muy enfadada y creo que con razón. Le voy a dar hasta
mañana para que se calme e iré a verla. Espero que no se niegue a abrirme
porque pienso tirar esa puerta abajo y obligarla a escucharme. Me duermo con
ese pensamiento en mi mente.
Noto una lengua pasar desde la base de polla hasta la punta ¿Aun estoy
dormido o estoy despierto? Gimo porque se siente tan bien la lengua de Olivia
sobre mi piel que me pongo duro desde el primer lametazo. Me desperezo un
poco sin abrir los ojos aun, estoy disfrutando de mi despertar. Da dos
lametazos más antes de introducírsela entera en la boca y me retuerzo de
placer.
—Eso es Ken, dámelo todo.
Y me paralizo, no es Olivia. Ese nombre, esa voz, esos labios…abro los
ojos y veo a Dasha con mi polla en la boca. Joder. Me incorporo de golpe, la
aparto y me tapo.
—¿Qué demonios estás haciendo Dasha?
—Cenar —dice ella con tono travieso.
Miro el reloj en la mesilla y veo que es de noche. He debido de dormir
todo el día. Me froto la cara con las manos para despejarme y enciendo la luz
desde el interruptor al lado de la cama. Con luz dada ahora veo que Dasha está
totalmente desnuda con tan solo sus tacones rojos de aguja. Es sexo puro y aun
así la cambiaria sin pensarlo por abrazar a Olivia en estos momentos.
—¿Qué ocurre? —pregunta Dasha al verme salir de la cama tapándome
como nunca antes había hecho delante de ella.
—¿Qué haces aquí? Deberías estar en el spa.
—He vuelto porque te echaba de menos.
La conozco y me está mintiendo.
—¿No tiene nada que ver con la conversación de ayer?
No le hizo gracia que estuviera en casa de mi abuela siendo que Olivia
estaba allí. Y menos que la cortara para irme al Sandor. Pero tuve que decirle
que tenía un cliente que quería conocer la discoteca para colgar y poder llevar
a Olivia. Aunque para cuando llegué abajo ella ya se había ido.
—¿Y que ya no me folles no tiene nada que ver con esa zorra? —me
pregunta de vuelta sin contestar mi pregunta.
Le lanzo una bata para que se cubra, si vamos a mantener esta
conversación no va a ser desnudos. Busco unos calzoncillos y un pantalón de
deporte para estar cómodo. Suficientemente incomoda va a ser ya la
conversación.
—Dash, no quería que fuera de esta manera, pero tenemos que hablar.
—Ni se te ocurra Ken.
—Dash.
—No, no vas a dejarme faltando tan poco para la boda.
La miro con pena porque a pesar de que no la amo, la quiero y no quiero
hacerle daño. Suspiro y me siento en la cama. Ella está frente a mí de pie
envuelta en su bata de seda.
—Dash, no planee que las cosas salieran así pero creo que no casarnos
es lo mejor.
—Esa zorra se metió por medio desde el primer momento. Debí haberla
mandado a la cárcel mucho antes.
Sus palabras me impactan. Me cuesta al principio pero finalmente las
comprendo. Fue ella la que puso la falsa denuncia.
—¿Denunciaste a Olivia por celos? —pregunto atónito.
Ella me mira en silencio. Es una confirmación.
—¿Cómo has sido capaz de hacer que arresten a una persona por unos
estúpidos celos? —siseo enfadado.
—¿Cómo? ¿Cómo? —Pregunta gritando —¡porque me ha robado tu amor!
La miro y no reconozco a la mujer que tengo delante.
—Después de todo lo que he aguantado, tus desplantes, tus aventuras.
Todo ¿y ahora vas a dejarme?
—No te he engañado ni humillado, siempre ha sido consentido —le digo
enfadado, no voy a permitir que me convierta en algo que no soy.
—¿De verdad Ken crees que ha sido consentido? ¿En serio creías que
estaba de acuerdo con que te follaras a mis amigas? ¿Qué la metieras a la
cama conmigo? ¿De verdad?
Ella no para de hablar y con cada frase me doy cuenta de que nuestra
relación ha sido una mentira detrás de otra. Joder no sé cómo no pude darme
cuenta.
—Me parece increíble que me digas todo esto, pero eso solo confirma
que no casarnos es lo mejor que podemos hacer —le digo lo más sereno que
puedo.
—No Ken, no vas a librarte de mí. Te he dado los mejores años de mi
vida, te he dejado hacer de mi lo que querías y ahora tú vas a casarte conmigo,
darme tu apellido y dejarme disfrutar de lo que he ganado.
Y ahí, en ese preciso instante, es cuando noto como una parte de mi
corazón se rompe. Y entonces todo tiene sentido. Aquí no hay amor. Nunca lo
ha habido. Ella buscaba mi dinero y a mí me venía bien dárselo a cambio de
ser libre dentro de nuestra relación socialmente aceptable.
—¿Siempre se ha tratado de dinero? —pregunto con la voz rota como mi
corazón.
—¿Y de qué otra cosa puede tratarse? —contesta ella muy serena —Ken,
en nuestro mundo todo lo mueve el dinero.
—¿Nunca me has amado? —pregunto pero no sé si quiero oír la
respuesta.
—Lo hice, una vez te amé, pero tú te encargaste de matar esos
sentimientos.
De jóvenes habíamos tenido una relación toxica y lo sabía, pero pensé
que eso lo habíamos superado. Estoy descubriendo demasiadas cosas de
golpe.
—¿Y porque no me dejaste? —no entiendo nada.
—Porque eras el único hijo y por lo tanto heredero del todo poderoso
Joseph Crown. El que fueras su bastardo solo me hizo las cosas más fáciles.
Pronuncia esas palabras con un desprecio tal que hace que me hierva la
sangre.
—Fuera —le digo en un tono calmado.
—Ken, vamos a hablar.
—No hay nada de qué hablar.
Veo miedo en su mirada. Se ha dado cuenta de que la ha cagado y ahora
no hay vuelta atrás.
—Tú me quieres.
—Quiero a alguien que no existe.
—Ken…
—Esto se ha terminado aquí.
—Voy a ir a los periódicos y vas a lamentar esto —me dice cambiando su
actitud —voy a hundir tu reputación y la de tu pequeña zorra. No me conoces
Ken, te has equivocado eligiendo rival.
Doy dos zancadas hasta ella y se encoje. Jamás le haría daño, físico no,
aunque ahora mismo me gustaría darle una patada en el culo.
—No me amenaces Dasha, no se te ocurra pensar ni por un momento que
vas a asustarme. Recuerda que soy el bastardo de Nueva York, he tragado
mierda por ello y no me asusta el escándalo público.
Ella me mira atenta.
—Pero te advierto que si se te ocurre decir algo sobre Olivia, la más
mínima cosa sobre ella o cualquiera que ella conozca a quien vas a conocer es
a mí. Te voy a hundir a ti y a tu familia. Soy el accionista mayoritario de las
empresas de tu padre.
Sus ojos se abren de la sorpresa. No lo sabía. No se lo conté para que no
supiera que a su padre le iba mal en los negocios. Me alegro de no haberlo
hecho.
—Eso es mentira.
—Piensa lo que quieras pero lárgate.
Ya me he cansado de esta mierda. La veo salir corriendo hacia la cocina
y yo me quedo de pie en el mismo sitio. Si en el diccionario saliera día de
mierda el de hoy estaría incluido en la definición. Busco mi móvil y veo que
está sin batería. Lo conecto y lo enciendo, pongo el código justo en el
momento que oigo ruido de cristal rompiéndose. Segundos después Dasha
entra con un cristal en la mano apuntando a su muñeca.
—Si no te casas conmigo me suicido —me dice hincando un poco el
vidrio en su piel.
En ese momento noto vibrar mi móvil y veo que ha entrado un mensaje de
Olivia. Lo abro impaciente.

Gracias por pagar la factura del hospital. De verdad espero que tengas una
vida feliz con Dasha. Despídeme de Catherine y dile que espero que no esté
demasiado enfadada conmigo, pero a veces las cosas no acaban en su sitio o
al menos no acaban en el sitio que queremos. Ella entenderá. Adiós Kenneth.

No, no, no, no. Se está despidiendo. Miró el reloj y el mensaje es de hace
tres horas. Miro a Dasha y me enfurece que quiera manipularme de esa
manera. Se quiere demasiado y jamás atentaría contra ella misma. La conozco
lo suficiente.
Busco las llaves de mi coche, las deportivas, una camiseta y mi cartera.
Paso junto a ella ante su atónita mirada. Me sigue.
—Lo voy a hacer —amenaza cuando llego a la puerta del ascensor.
—Haz lo que quieras Dasha, pero nada va a cambiar el hecho de que amo
a Olivia.
Grita de rabia.
—Cierra cuando salgas.
Entro en el ascensor y presiono la planta -1 del parking. Corro a mi coche
y salgo disparado hacia casa de Olivia. Llego en tiempo record y seguro que
alguna multa me va a llegar pero no me importa. Dejo el coche abandonado en
la puerta y entro a su edifico subiendo por las escaleras. No tengo tiempo que
perder. Llego a su puerta y la aporreo. No hay contestación. Vuelvo a hacer lo
mismo. Nada. La tercera vez me abre un hombre mayor que no conozco. Paso
por su lado y entro.
—¿Dónde está Olivia? —pregunto mirando a mi alrededor y notando que
no hay fotos.
—Se ha ido.
—¿Dónde?—pregunto desesperado.
—No lo dijo.
Entro al baño y registro los cajones, nada. Voy al armario, nada. Entro en
la cocina, nada. Me giro y algo llama mi atención saliendo del cubo de basura.
Lo abro y veo el vestido, su vestido, nuestro vestido. Joder, se ha ido.
Marco su número pero no contesta. Salgo de allí sin despedirme mientras
marco el número de Kate, me cuelga. Vuelvo a marcarlo. Vuelve a colgarme.
Entro en el coche y tomo rumbo a su casa. Me acomodo y pongo la radio,
tengo cinco horas de viaje por delante.
Me cuesta llegar poco más de tres horas y media. Mi coche no ha bajado
del doble de velocidad permitido. Son las siete de la mañana cuando aparco
frente a la casa de Kate y Brad. Ahora me siento indeciso pero tengo que
encontrarla. Me bajo del coche sopesando la idea de esperar a que sea una
hora más decente cuando veo la puerta abrirse. La abuela de Olivia sale y se
sienta en la mecedora del porche con una manta sonriéndome. Esa mujer lo
sabe todo. Me acerco y le doy un beso en la mejilla. Me siento a su lado.
—¿Está aquí? —le pregunto impaciente.
—No.
—No me mientas por favor —le suplico.
—No lo hago Kenneth, ojala pudiera decirte que sí, pero no. Mi nieta
cree que puede llevar la carga del mundo sobre sus hombros pero no cree que
nadie pueda ayudarla con sus problemas.
—¿Y dónde está?
—No me corresponde decírtelo.
Apoyo mi cabeza en mis manos.
—La he perdido ¿verdad?
—La vida es mucho más compleja que un sí o un no.
—Me he dado cuenta demasiado tarde de que la amo. Por favor, díselo,
házselo llegar, dile que regrese y hable conmigo.
—Puedo hacer eso, pero conozco a mi nieta y no le va a importar lo que
le digas. Ahora mismo ha perdido la confianza en ti.
—¿Te lo ha dicho ella?
—Ojala. No, lo he oído tras una puerta.
—Entonces ¿Qué hago?
—Recupérala.
—Si supiera donde esta…podría decirle lo que siento por ella, sabría
que yo la quiero, que la necesito, que…
—¿Te das cuenta de que solo hablas de ti? —me interrumpe.
Me callo.
—El amor no es esto, el amor es hacer feliz a la otra persona aunque eso
no suponga la felicidad para ti.
La miro pensando en sus palabras y comprendo lo que me quiere decir.
Estaba equivocado. Esto no va de uno mismo. Tengo mucho que aprender pero
la abuela Simone me ha dado una gran idea. Sonrío.
—Creo que ya tienes claro el siguiente paso.
Asiento, me levanto y le beso en la mejilla.
—Sí, y va a ser épico.
¿Qué necesitas John?
Olivia

Suena la alarma y me desperezo como cada mañana antes de oír a Willy


el gallo decirme que llego tarde. Salto de la cama y corro al baño. Me preparo
para bajar a desayunar en cinco minutos. Lo bueno de trabajar en una granja es
que ahorras un montón de tiempo en prepararte porque no tienes que
maquillarte ni elegir que te vas a poner. Te enfundas el mono de trabajo, te
recoges tu pelo en una coleta y te lavas la cara para quitarte el sueño de
encima.
Llevo tres meses aquí y aun me cuesta madrugar de esta manera. Bajo
corriendo las escaleras y desde el pasillo puedo oír el barullo de la cocina.
Los chicos ya deben estar sentados esperando a que Amelia les sirva el
desayuno. Es increíble la vitalidad que tienen ella y su marido John, podrían
estar tranquilos viendo como los demás trabajamos que para eso son los
dueños pero no, quieren estar codo con codo junto a nosotros.
—Buenos días —digo entrando al barullo.
Oigo gruñidos en respuesta, risas y alguno atragantándose, ya están todos
comiendo como cerdos. Parece que no les alimenten.
—Buenos días Amelia —le digo acercándome a ella y dándole un beso
en la mejilla.
Luego me voy hacia John y hago lo mismo. Los padres de Brad me han
acogido como una más y los chicos igual. No me han tratado mal ni echo sentir
un trozo de carne. Al revés, soy una más del equipo y eso se agradece.
—Buenos días niña —me dice Mason, el capataz, mientras me siento a su
lado —¿preparada para seguir aprendiendo a arrear vacas?
—¡Sí! —le contesto entusiasmada.
Estoy aprendiendo absolutamente todo sobre cómo llevar un rancho. He
limpiado establos, dado de comer a los animales, levantado vallas y cavado
fosos. Ahora estoy arreando vacas a caballo e intentando no morir en ello.
—Mason, hoy tendrás que prescindir de ella —dice John a mi otro lado
—Amelia y yo tenemos que ir a la ciudad a hacer unas gestiones y necesito
que Livie haga algo de papeleo y me lo lleve cuando acabe.
Los padres de Brad son encantadores pero el tema finanzas lo tienen
atravesado. Les propuse ayudarles y en menos de un mes estaba haciendo toda
la contabilidad del rancho.
—¿Qué necesitas John?—le pregunto comiendo un trozo de bacon que
acaba de caer en mi plato.
—Queremos poner a nombre de Brad el rancho, va a ser su regalo de
boda.
Todos en la mesa se callan de repente y lo miran. El rancho era toda la
vida de John y de Amelia. Brad es su único hijo pero aun así…
—Nos hacemos mayores. Brad va a comenzar una vida nueva con Kate y
espero que me den nietos, así que pensamos que lo mejor que podemos
ofrecerle es la opción de que le dé a sus hijos lo mismo que le dimos a él.
—Todo seguirá igual —aclara Amelia —solo que ahora el dueño será
Brad y, si aceptas, la administradora mientras ellos no digan lo contrario,
serás tú Livie.
La noticia me pilla de sorpresa. Miro a Mason, es el capataz y el que más
tiempo lleva trabajando aquí.
—No me mires así Olivia, fui yo el que les dio la idea, a mi déjame con
mis vacas y aléjame de un despacho lleno de papeles.
Sonrío agradecida. Luego miro al resto de la mesa esperando ver su
reacción. Liam es el primero en hablar.
—¿Si nos portamos mal nos azotaras? —pregunta alzando las cejas
intentando parecer sexy
—Oh si administradora Livie —se burla Maddox.
—Os patearé el culo encantada —les contesto y toda la mesa se ríe.
Es agradable estar en un lugar como este donde todo se sabe, nadie actúa
a las espaldas y la sinceridad está plasmada en cada conversación.
—Entonces cuando acabemos vamos a mi despacho y te explico Livie.
—Esta bien John.
Terminamos el desayuno y cada uno besa a Amelia antes de salir de la
cocina y comenzar el nuevo día de trabajo. Aviso a John de que voy a
cambiarme para estar más cómoda que el mono de trabajo es práctico pero
demasiado pesado. Subo y me lo quito pateándolo a una esquina. Abro el
armario y saco mis vaqueros y cojo una camiseta del cajón. Ahí veo mi
antiguo móvil en una esquina.
Lo cojo y me siento en la cama mirándolo. Apenas lo he encendido cinco
o seis veces estos meses. Compré un número nuevo para no tener que lidiar
con mierda cada día. Quito mi móvil del cargador y llamo a mi padre a la
cárcel mientras enciendo el otro. Como me conocen es rápido y tan solo toma
un par de minutos que mi padre reciba la llamada.
—Hola cielo, no esperaba tu llamada ¿ha pasado algo?
—No papá, me apetecía escuchar tu voz.
—Parece que mi niña está nostálgica.
Sonrío porque a pesar de llevar tantos años ahí dentro me conoce
perfectamente.
—Me acaban de dar una noticia, una buena, pero eso hará que esté lejos
de ti.
—¿Qué te han dicho?
—Que si quiero puedo ser la administradora del rancho hasta que su hijo
decida lo contrario, si es que eso pasa alguna vez. Cuando estuvieron aquí
para que Kate conociera a sus futuros suegros me quedó claro que Brad es de
ciudad.
Mi padre se ríe.
—¿Y tu sueño de ser chef?
—Creía que quería serlo pero he descubierto que vivir aquí me hace
feliz. Amelia me deja su cocina y puedo hacer la comida que quiera que los
chicos siempre me dicen que está muy buena. Adoran cada una de las recetas
de mamá.
—Cielo, siempre has tenido muy buena mano en la cocina como tu madre,
pero creo que quisiste ser chef solo por estar un poco más cerca de ella.
—La mayoría de recuerdos de mamá son en la cocina.
—Sí, pasaba horas allí. Pero tú no eres ella, eres inteligente y los
números no son un misterio para ti. Quizás deberías pensar en estudiar algo
relacionado con eso ¿no crees?
—La verdad es que estuve mirando la carrera de Dirección de Empresas
en la universidad local, pero aun así esto me mantendría lejos. Apenas te he
visto dos veces desde que me fui.
—Cielo ahora mismo no puedo decirte nada, solo que pronto tendrás dos
noticias nuevas que seguro que te alegraran y te harán la vida más fácil.
—¿A qué te refieres?
—Ahora no puedo explicarte pero confía en mí. Pronto tu nostalgia estará
curada, al menos parte de ella.
Me quedo en silencio analizando las palabras de mi padre pero no
entiendo nada de lo que me dice.
—Y te dejo ya que se ha pasado mi tiempo. Te quiero princesa.
—Y yo a ti papá.
Y me cuelga. Mi padre adora las sorpresas pero no sé qué puede estar
tramando. Quizás pueda conseguir que lo trasladen a una cárcel más cerca, lo
hablamos la última vez que fui, aunque la idea me gusta sería empezar de cero
y sin amigos como los que tiene ahora.
Miro el móvil antiguo y compruebo que mi hermano Dex ha seguido
mandándome amenazas sobre el dinero. No sé qué líos trae pero está
empeñado en que yo puedo solucionárselos. Veo mensajes de Gina, Paola y
Jackson, todos me preguntan cómo me va. Les contesto y les doy mi nuevo
número, no quiero alejarlos de mi vida. El gran jefe no me ha escrito nada, no
desde el día después de irme. Solo he recibido ese mensaje de él, lo abro
nuevamente y lo miro:

No voy a aceptar tan fácilmente tu decisión.

Pero después de ese mensaje nada más. Ni llamadas, ni emails, ni


mensajes. Fui yo quién le dijo que no quería nada pero en el fondo esperaba
que las cosas no hubieran sido de esta manera. A estas alturas ya estará casado
con Dasha y probablemente conquistando a la siguiente de la lista. Me jode de
sobremanera haber sido tan estúpida. Le prohibí a Kate y a la abuela hablarme
sobre cualquier cosa relacionada con él y lo más importante, me prohibí a mí
misma buscar en internet cualquier nota de prensa relacionada con la boda o el
vestido o su relación.
Apago nuevamente el móvil y lo meto en el cajón de las camisetas, hasta
dentro de un par de semanas. Bajo y voy directa al despacho de John, toco y
entro.
—Livie pasa —me dice indicando que me siente en su silla detrás de la
gran mesa —este será tu lugar de ahora en adelante.
—No es necesario, puedo hacer mi trabajo en la cocina o el comedor.
—No, no, los grandes puestos requieren grandes mesas.
La mesa de madera de roble tallado era simplemente gigante y perfecta.
Estaba totalmente enamorada de ella.
—Pero ¿y tú?
—Amelia y yo queremos estar más tiempo con Brad así que pasaremos
temporadas con ellos. Mi nueva nieta requiere de mi atención.
—América os adora —le digo sonriendo porque la niña mismo me contó
lo feliz que era de tener unos abuelos que la quisieran y con quien poder ir al
parque.
Mi padre nunca podrá hacer eso y me encanta saber que los padres de
Brad van a darle esa experiencia familiar que nadie más puede darle.
—Es una niña increíble, al igual que su madre, y su tía.
—Gracias, lo hicimos lo mejor que pudimos.
—Le disteis lo único que un niño necesita: amor. Da igual si viene de un
padre, de una madre, de dos padres o dos madres, de una tía, de una abuela o
de un primo. Sentirse querida es la mejor educación que le puedes dar.
—Totalmente de acuerdo.
—Por eso queremos pasar más tiempo con ella. Ahora que empieza el
colegio va a ser difícil que vengan a vernos más allá de un fin de semana.
Además hemos pensado que quizás te gustaría traer a Simone aquí contigo una
temporada.
—¿A mi abuela? —Pregunto sorprendida—¿me dejaríais tenerla aquí?
—Por supuesto querida, le estamos habilitando una habitación junto a la
de América y la de Brad, así que si ella quiere puede venir cuando quiera y el
tiempo que quiera. Es una mujer fascinante. Mi Amelia y ella se han hecho
grandes amigas.
—Muchísimas gracias —le digo abrazándolo y él se ríe.
—Pero para que todo eso ocurra necesito que arregles una cosa —me
dice abriendo la caja fuerte y sacando fajos de dinero.
No sé cuánto hay ahí pero seguro que no he visto tanto dinero junto en mi
vida. Apila los montones sobre la mesa hasta dejar la caja vacía.
—Aquí están los ahorros de nuestra vida —me explica —necesito que
pagues todas las facturas que ves en la mesa y que lo que sobre nos lo
acerques a la ciudad. Estaremos esperándote para hacer una cuenta de banco
para la boda de Kate y Brad.
—No es necesario, la parte de Kate la podemos pagar nosotros, su
familia.
—Livie, sois familia aunque no estén aun casados. Ya no solo Kate y la
niña, tú también. Desde el primer día nos has ayudado sin importar qué te
pidiéramos. Has hecho aumentar los beneficios y disminuido los gastos, todo
sin pedir ni un centavo. Incluso me hiciste instalar esa cámara por si entraban
al despacho a robar —dice señalando a la esquina del techo frente a nosotros.
—Bueno es que eres muy confiado, no tienes nada de seguridad instalada
en toda la casa y mira —le digo señalando los fajos de billetes —no es que
precisamente no tengáis nada de valor.
Él se ríe porque aún sigue pensando que soy muy paranoica. Y eso que no
sabe que hay una segunda cámara. La primera es solo para que si alguien entra
caiga en la trampa de arrancarla o neutralizarla. Si hacen eso salta una alarma
en el móvil de John, en el de Mason y el mío. La segunda cámara es la que
grabará todo lo que ocurre.
—Amor —dice Amelia entrando al despacho—¿nos vamos?
—Si preciosa, ya le he explicado a Livie. No te costará demasiado
porque he dado orden a los chicos de que no te molesten. Cuando acabes avisa
a Mason para que te diga que furgoneta puedes coger y nos alcanzas allí.
—A sus órdenes —le digo y los tres nos reímos.
Nada más que salen por la puerta tomo asiento en el gran trono. La silla
es enorme, de piel marrón clara y muy, muy, muy cómoda. Regulo la altura y
me acerco. Veo el montón de papeles y facturas que hay que abonar. Espero
poder gestionar esto de otra manera una vez ocupe el cargo de administradora.
Me incomoda un poco tener tanto efectivo aquí.
Separo en varios montones las facturas organizándolas según si puedo
pagarlas hoy de camino al banco o de si tendré que hacerlo otro día. Hay una
feria de horticultura en el condado de al lado y muchos colaboradores están
fuera ahora mismo.
No tardo en encontrarme con los montones de billetes sobre la factura
correspondiente invadiendo toda la mesa. Aprovecho la gran caja fuerte para
organizarme mejor. Al ser casi tan alta como yo y tener cinco baldas puedo ir
dejando todo ahí organizado. Empiezo metiendo las que no voy a poder pagar
hoy y me dejo los últimos siete fajos que pagaré de camino al banco además
del sobrante encima de la mesa, en una esquina.
—¡Joder! —grito cuando al girarme para coger uno de los montones veo
a mi hermano parado en mitad del despacho.
—Hola Oli —me saluda con las pupilas dilatadas.
Está drogado.
—¿Cómo me has encontrado? —le pregunto colocándome lentamente
delante de los fajos de billetes que han captado su atención.
—Fui a ver a papá y le dije que habíamos discutido pero que quería
arreglar las cosas contigo, con Kate y con la enana.
Bueno, ahora sé que la visita de mi hermano era una de las sorpresas de
mi padre.
—Salgamos fuera y hablaremos de todo —le digo dando dos pasos antes
de ver como saca un cuchillo de su pantalón.
—No hermanita, vamos a hablar aquí —me contesta sin apartar la vista
del dinero.
Vuelvo a retroceder para proteger ese dinero.
—Este dinero no es mío —le aclaro por si tiene dudas.
—Eso no importa, podemos quedarnos con él. Me lo llevaré y tu dirás
que no viste quién fue, que fuiste al baño y cuando volviste ya no estaba —
Avanza un paso.
—Entonces me culparan a mí de ladrona.
Se encoje de hombros.
—¿Dejarías que fuera a la cárcel por un delito que tú has cometido?
Es mi hermano y a pesar de todo lo quiero. Pero pensar en ir a la cárcel
hace que sienta nauseas. Si casi no resisto una noche menos una condena.
—Papá me contó que por aquí te adoran así que no creo que te ocurriera
mucho.
—No pienso dejar que te lo lleves.
—Hay tipos muy peligrosos que me persiguen, no voy a morir porque tú
no quieras ayudarme.
—No Dex, si algo te pasa será tu culpa no la mía ni la de nadie más ¿tan
grave es?
—Digamos que los narcos que conozco son del tipo de gente a los que no
les gusta que sus camellos se metan su mercancía en vez de venderla.
Mierda, no pensé que fuera tan grave, debería haberlo ayudado cuando
me lo pidió.
—Bueno, veremos cómo resolverlo juntos ¿vale?
—Yo ya estoy viendo cómo resolverlo —dice acercándose más.
Joder se va a llevar el dinero y son los ahorros de Amelia y John, ellos
han confiado en mí. Piensa, piensa, piensa.
—Si vas a llevártelo será mejor que sonrías a la cámara —le digo
señalando la cámara del techo justo en la esquina de en frente.
Se gira y ve el puntito rojo parpadear. Se acerca con el cuchillo listo para
reventarla. Aprovecho esta oportunidad para coger todos los fajos de billetes,
lanzarlos dentro de la caja fuerte y cerrarla. Lo hago justo en el momento en
que Dex clava su cuchillo en la cámara destrozándola. El ruido de la puerta
cerrándose capta su atención.
—¡No! —Grita tirándose hacia la puerta de la caja fuerte que ya está
cerrada —ábrela.
Es una orden, no una petición.
—No.
—Oli —me amenaza acercándose a la vez que retrocedo.
Miro la puerta lista para correr pero antes de que pueda pensar en
hacerlo mi hermano ya me ha alcanzado y cogido del cuello.
—No estoy jugando —me amenaza a la vez que aprieta.
—No.
—¿Segura? —pregunta levantando un puño sobre mi cara.
—Segura.
Y su puño se estrella en mi cara. Una, dos, tres veces. Me grita que le
diga el número de la caja pero me duele demasiado como para pensar. Me
lanza contra el suelo y me patea las costillas. Oigo un crujido y no sé cuántos
huesos me ha roto con su última patada. Cubro mi cabeza con los brazos
cuando se agacha para darme más puñetazos. Está descontrolado. Me cuesta
respirar, es como si algo presionara mi pecho. Logro abrir un poco mi ojo
menos malo, el otro no noto ni siquiera que se mueva. Está destrozando el
despacho. Me lanza lo que está a su alcance. Libros, figuras, jarrones. Todo lo
que cree que es lanzable. Me duele absolutamente todo y empiezo a llorar del
miedo. Las lágrimas escuecen y provocan más dolor. Cierro los ojos e intento
no dormirme pero los gritos de mi hermano y mis huesos rotos provocan que
solo quiera dejarme llevar a un lugar lejos de aquí. Me acurruco un poco más
y dejo que mi mente se apague.
La miro orgulloso y enfadado.
Kenneth

Ya tengo todo preparado, en un mes o menos podré presentarme ante


Olivia nuevamente y pedirle que me dé una oportunidad. Me está costando la
vida no ponerme en contacto con ella, no llamarla para oír su voz o mandarle
un mensaje para que sepa que no la he olvidado. Pero tanto la abuela Mone
como Kate opinan que primero tengo que hacer bien las cosas y darle un
motivo para volver a confiar en mí. Gracias a que la abuela intercedió por mi
ante Kate ahora tengo a ambas de mi lado.
—Dime Elisabeth —contesto en voz alta al intercomunicador con mi
nueva secretaria.
Brenda se puso del lado de Dasha y descubrí que había estado
vigilándome para ella. Gran error porque su jefe soy yo, bueno, era. Ahora
puede irse con la perra loca de Dasha.
—La señorita Kate le llama con urgencia, dice que su móvil está sin
señal.
Saco mi móvil del cajón donde lo había dejado para no ser interrumpido
y compruebo que está sin cobertura.
—Pásame la llamada.
Se oye un pitido por el cambio de linea.
—Dime Kate que…
—Kenneth, Livie está en el hospital —me dice llorando —su hermano le
ha dado una paliza…Kenneth…está muy mal…
Se me hiela la sangre. Se me para el corazón. No puede ser, ella tiene que
estar bien.
—¿Dónde está? —le pregunto levantándome, cogiendo las llaves del
coche y saliendo del despacho.
—En el Memorial Louise de Texas —me dice entre lloros —vamos de
camino…pero nos han dicho que nos demos prisa…por si hay que despedirse.
—Llama al aeropuerto y que me tengan un jet para salir ya —le grito a mi
secretaria mientras corro al coche —espera ¿Qué has dicho?
—Kenneth, esto es serio, no tiene las estadísticas a su favor. La están
operando para aliviar la presión del cerebro.
—Kate, voy a meterme al ascensor para ir a por mi coche, necesito que te
calmes, llames al hospital y les digas que tienen cuatrocientos millones de
dólares a su disposición para hacer lo necesario para salvarla. Te llamo en
cuanto salga del parking.
Le cuelgo, me meto al ascensor, bajo al parking y respiro hondo. La
cambiaria toda, toda mi fortuna se la entregaría al hospital si con ello me
prometen que va a salir viva. No puede dejarme, no voy a aceptarlo. Entro en
el coche y salgo picando rueda en el asfalto. Llamo a Kate nuevamente.
—¿Lo has hecho?
—Sí —me contesta llorando—va a estar bien ¿verdad?
—Sí Kate, no le va a pasar nada, que ella no esté con nosotros no es una
opción.
—¿Cuándo llegarás?
—Estoy cogiendo un jet para ir lo antes posible pero llegareis vosotros
primero. Por favor, cuídala.
—Siempre.
Me cuelga todavía llorando. Llego al avión aun no sé cómo. Lo que está
pasando no es real, no puede serlo. Subo los escalones de dos en dos y
despegamos. Nos lleva tres horas llegar y en cuanto se abren las puertas del
avión tengo un coche esperando. Nunca he estado más agradecido en la vida
por tener tanto dinero.
Tardamos media hora más hasta que llegamos al hospital. Kate me ha
mandado el número de habitación y me ha dicho que acaba de salir de la
cirugía, ahora toca esperar. Subo hasta la séptima planta y paso por el pasillo
prácticamente corriendo, busco la habitación setecientos veintinueve y me
paro en seco al verla. Respiro hondo y entro sin llamar. El panorama que me
encuentro es desolador.
Kate se lanza a mis brazos llorando mientras yo me quedo paralizado
mirando la cama. Olivia está ahí llena de tubos, con la cabeza vendada y los
ojos amoratados cerrados. Serena y tranquila. Parece que en cualquier
momento va a despertar y hacernos reír con alguna de sus ocurrencias.
—¿Qué han dicho los médicos? —pregunto frotando la espalda de Kate.
—Tenía el cerebro inflamado por uno de los golpes en la cabeza. Le han
aliviado un poco la presión e inducido un coma para que pueda recuperarse.
Pero no saben qué va a pasar cuando le reviertan el coma —dice Brad
mirándome con cara de pena —lo siento.
—No lo sientas —dice Kate enfadada saliendo de mis brazos —no va a
haber nada que sentir.
—Cierto cariño —le contesta envolviendo sus brazos alrededor de ella
—vamos a por un café, Kenneth se queda con ella.
—Gracias —le digo a Brad que entiende que necesito quedarme a solas
con ella.
Ambos salen y me quedo mirándola, aun a varios pasos, tengo miedo de
acercarme. Cojo una silla junto a mi y la arrastro hasta al lado de la cama. Me
siento y la observo. Tiene la cara hinchada por varios golpes, el labio partido,
el pómulo amoratado y un ojo muy hinchado. Voy a matar a ese hijo de puta en
cuando le ponga las manos encima por atreverse a tocarla.
Cojo su mano y la llevo a mi mejilla. La otra la tiene vendada. Pongo su
palma contra mi mano porque necesito sentirla pero está inerte. La bajo
nuevamente a mi boca y la beso. Noto un sabor salado y cuando miro veo su
mano mojada. Paso mi mano libre por mi mejilla y me doy cuenta de que son
mis lágrimas. Ni siquiera sé cuándo he empezado a llorar.
—Lo siento Olivia —le susurro besando su mano —te prometo que nunca
jamás nadie te va a hacer daño en la vida pero tu prométeme que vas a volver
del lugar en el que estés ahora.
Ella sigue sin moverse. Oigo la puerta abrirse tras de mí y al girarme veo
a una pareja de ancianos y un hombre algo mayor que yo, no había visto nunca
a ninguno.
—¿Quiénes sois? —pregunto sin soltarla.
—Soy John y ella es mi mujer Amelia, somos los padres de Brad —me
dice el hombre mayor extendiendo su mano—y él es Mason, el capataz de mi
rancho.
Kate me habló de los padres de Brad, de que habían acogido a Olivia
como a una hija. De Mason no tengo referencias.
—Kenneth Crown —contesto levantándome y dándole la mano.
—Siento no haberla protegido más —se lamenta John —ni siquiera
sabíamos que estaba bajo amenaza.
—Olivia es así, cree que puede afrontar los problemas sola y no se da
cuenta de que tiene mucha gente a su alrededor dispuesta a hacer lo que sea
por ella —le digo para reconfortarlo.
—Si tan solo hubiera llegado antes —dice Mason.
—¿Podéis contarme qué ocurrió? —Pregunto viendo que ellos podían
decirme —no he querido preguntarle a Kate.
—Ella está muy alterada —dice Amelia.
—Esta mañana le pedí que me hiciera el favor de organizar los pagos del
rancho —comienza John—la dejamos sola en la casa aunque mis peones
estaban por allí, jamás ha pasado nada.
El hombre realmente está afectado.
—Su hermano se coló de alguna manera —continua Mason —por lo que
pudimos ver y oír en el video de seguridad, el tipo quiso llevarse el dinero
pero Olivia no lo dejó.
—¿Hay un video? —pregunto desconcertado.
—Si, está en manos de la policía —contesta John —se ve la brutal paliza
que le da su hermano cuando ella cierra la caja fuerte y se niega a abrirla.
Ojala la hubiera abierto y dado todo el dinero, el precio que ha pagado es muy
alto.
La miro orgulloso y enfadado. Mi pequeña cabezota.
—Cuando saltó la alarma en mi móvil fui a ver qué ocurría y me encontré
a Livie tirada en el suelo y a su hermano destrozando el despacho lanzándole
todo lo que podía. Pero ella ya estaba inconsciente —dice Mason.
—Mi pequeña Livie tuvo que aguantar mucho dolor —dice Amelia
mientras se limpia una lágrima que le resbala por la mejilla.
—¿Dónde está su hermano?—pregunto.
—Dos plantas más abajo —contesta Mason —mis hombres y yo le dimos
también una buena paliza al ver lo que le había hecho a Livie.
—Gracias —le contesto y asiente.
De algún modo saber que se llevó su merecido en parte me da algo de
paz mental. Pasamos el resto de la tarde hablando de Olivia, de lo que ha
hecho por cada uno de nosotros. Kate vuelve a llorar al recordar cómo se
enfrentó a sus padres, a pesar de ser poco más que niñas tuvo valor por las
dos.
América se ha quedado con la abuela, no quieren que ninguna de ellas la
vea en este estado, la niña ni siquiera sabe lo que ha ocurrido. Al llegar la
noche no hay discusión sobre quién se va a quedar con ella. No pienso
apartarme de su lado hasta que vuelva a ser mi Olivia de siempre.
Cuando me dejan solo con ella arrastro el sillón reclinable junto a su
lado y me tumbo en él. De lado. Mirando como su pecho sube y baja. Necesito
tanto oír su voz que duele. Me quito la chaqueta y saco el móvil y la cartera
dejándolos en la mesa de al lado. Miro el móvil, lo cojo y me vuelvo a tumbar
mirándola y cogiendo su mano. Marco su número. En cuanto da línea salta su
buzón de voz y mi corazón se acelera al oírla.

Este es el móvil de Olivia, o Livie u Oli depende de cuánto nos


conozcamos. Cuando haga Piiii déjame tu mensaje, pero no te aseguro que
vaya a oírlo hoy, quizás mañana, quién sabe, tengo toda la vida para
escucharlo.
Piiiiiiii.

—Olivia, mi Olivia, nunca te lo he dicho, pero la primera vez que te vi


supe que cambiarias mi vida. No sé cómo explicarlo, pero me sentí
irremediablemente atraído hacia ti y eso me asusto. Siento no haber sido tan
valiente como tú.

Piiiiiiii.
De alguna manera dejar ese mensaje me reconfortó. Tenía tanto que
decirle y no sabía si tendría tiempo de hacerlo. La miré un rato más antes de
cerrar los ojos y rezar a cualquier dios que me estuviera escuchando porque
no podían quitármela, ella era mía y les dejé claro que iba a luchar por evitar
que cualquiera de ellos me la arrebatara.
Los días siguientes son un entrar y salir de gente. Personas que tienen que
decirme solo cosas buenas de Olivia. No creo que pudiera estar más
enamorado de estar mujer. Cada día la conozco un poco más y cada noche la
llamo para contarle algo que ella no sabe. En una semana le quitan la
respiración artificial. Los moratones y la hinchazón están bajando. Poco a
poco vuelve a recuperar sus dulces facciones. Aun sin moverse cualquiera que
la mire sabe que ella siempre sonríe.
Pasan dos semanas más y parece ser que su cerebro está reaccionando
bien, ha bajado la hinchazón y todo ha salido lo mejor posible. No he salido
de aquí en tres semanas. Devin vino a traerme ropa y algunas cosas que me
envió mi abuela. Ella quería venir pero no puede viajar, la mantengo al día.
Adora a Olivia y apenas pasó tiempo con ella. Devin ha demostrado ser un
gran amigo, se está encargando de todo mientras yo estoy aquí.
La cuarta semana se me hace dura. Le han quitado la medicación que la
mantiene en coma. Ahora tiene que despertar pero no saben decir cuándo.
Hace ya tres días que no lleva el gotero y me impaciento porque no la veo
reaccionar.
—Buenos días gran jefe —dice Kate entrando a la habitación como cada
mañana.
Me giro para saludarla y veo a la abuela de Olivia frente a mí.
—Simone —la saludo dándole un beso en la mejilla.
—Hola cielo ¿Qué tal va mi chica?—pregunta acercándose a la cama.
—Ha dicho que hoy tenía que venir. Que si no la traiamos buscaría la
forma de hacerlo —explica Kate.
—Por supuesto. Es mi nieta y si hasta ahora no he venido es porque debía
cuidar a América.
—¿Dónde está?—pregunto al ver a Brad entrar.
—Con mis padres —contesta él —Le han dicho que puede ir allí a
esperar a que su tía vuelva del país al que ha ido que no tiene cobertura de
móvil ni internet y montar en pony mientras. Era la única manera de explicar
que Livie no la hubiera llamado en todo este tiempo.
Creo que es lo correcto, América adora a su tía y no hay que preocuparla
innecesariamente porque Olivia se va a recuperar. Tiene que hacerlo.
—Me han dicho que te has encargado de mi nieto —dice Simone
acariciando la mejilla de Olivia.
—Si, cuando se recuperó de la paliza que le dieron fui a verlo. Estaba
arrepentido. Aun así quería partirle cada hueso de su cuerpo y mandarlo a la
cárcel pero ella no lo hubiera permitido —le contesto mirando a Olivia.
—Me alegro de que le dieran una lección —dice Simone —aunque a
pesar de todo es mi nieto.
—Y el padre de América, no podíamos permitir que se criara con un
padre en la cárcel —continua Kate a mi lado—el gran jefe lo ha internado en
una clínica de desintoxicación de la que no saldrá hasta que esté
completamente limpio. Entonces el juicio será llevado a cabo si Olivia quiere
denunciarlo. En su mano está lo que va a pasar con Dex.
La abuela Simone nos mira agradecida. Ella cree que le ha fallado a
Olivia pero no es así, las drogas y las malas decisiones son una combinación
que no suele acabar bien. Por suerte para Dex tiene personas a su alrededor
que lo quieren.
—¿Podéis dejarnos a solas?—pregunta la abuela.
Kate, Brad y yo asentimos y nos disponemos a salir.
—Kenneth tu quédate.
Kate nos mira pero sale detrás de Brad. Cierro la puerta y me sitúo junto
a ella, al lado de Olivia y la abuela a sus pies.
—Quiero que tengas esto —me dice extendiendo la mano y entregándome
una caja —es un anillo de compromiso que lleva generaciones en mi familia.
Cojo la caja, la abro y la miro. Es un anillo increíble.
—¿Me equivoco al pensar que quieres casarte con ella?
—No, la amo como jamás creí que lo haría. Casarme con ella es la mejor
decisión que puedo tomar en mi vida y no puedo esperar a verla caminar hacia
mí en el altar. Lo único que lamento es que no haya pasado antes.
Simone me sonríe cuando noto movimiento a mi lado. Miro la cama y
Olivia está mirándome. Me quedo petrificado un momento.
—Bienvenida Olivia —le susurro dándole un beso en la frente.
No sabía cuánto había echado de menos sus ojos hasta que los he vuelto a
ver. Abre la boca pero no le salen las palabras. Cojo un vaso de agua y me
siento junto a ella para ayudarla a beber, debe tener la garganta seca. Miro a
Simone y está llorando, parada sin poder decir nada pero feliz.
—¿Qué ha pasado? —Pregunta Olivia desorientada.
—Tuviste un encuentro con tu hermano y tu acabaste en el hospital —le
explico no queriendo mentirle pero sin darle demasiados detalles.
Asiente mientras bebe más agua. No puedo evitar besar su pelo feliz de
tenerla conmigo nuevamente.
—¿Cuánto llevo aquí? —pregunta mirándome.
—Casi un mes.
Abre los ojos atónita. Para ella no ha pasado ni una hora.
—Iré a avisar a Kate y Brad, han estado aquí todo el tiempo —dice
Simone feliz.
—Abuela mejor que vaya Kenneth.
Ese nombre nuevamente.
—Gracias por haber venido pero nuestra situación no ha cambiado —me
dice dejándome sin palabras.
—Livie —la reprende Simone —él no solo ha venido…
—Simone no te preocupes—la corto.
Me levanto, le doy un beso en la frente a Olivia y otro en la mejilla a
Simone. Cojo mis cosas, las meto en la bolsa y salgo de allí.
El principio del fin.
Olivia

—¿Me equivoco al pensar que quieres casarte con ella?


Oigo la voz de mi abuela pero no logro abrir los ojos ¿de qué boda
habla? ¿De Kate? Me duele el costado al respirar. No sé si estoy dormida. Lo
veo todo negro y creo que tengo los ojos abiertos. O no. No sé dónde estoy.
Huele raro.
—No, la amo como jamás creí que lo haría. Casarme con ella es la mejor
decisión que he tomado en mi vida y no puedo esperar a verla caminar hacia
mí en el altar. Lo único que lamento es que no haya pasado antes.
El gran jefe…la boda del gran jefe con Dasha…pensaba que ya se
habrían casado. No entiendo nada. Necesito abrir los ojos. Venga un esfuerzo.
Va, ábrelos. Lo consigo y veo al gran jefe mirarme sorprendido.
—Bienvenida Olivia —me susurra besando mi frente.
Me gusta el tacto de sus labios contra mi piel.
—¿Qué ha pasado? —Pregunto algo desorientada cuando veo a mi abuela
llorando a los pies de mi cama.
—Tuviste un encuentro con tu hermano y tú acabaste en el hospital —me
dice el gran jefe.
Asiento mientras bebo algo más de agua. El gran jefe vuelve a besarme la
frente. Intento recordar pero mi mente está paralizada.
—¿Cuánto llevo aquí? —le pregunto al gran jefe.
—Casi un mes.
Abro los ojos atónita. No puede ser ¿un mes? No es posible. Me
concentro y los recuerdos vienen a mi de golpe. Mi hermano totalmente
drogado queriendo robarme, Dasha junto al gran jefe despidiéndome en el
ascensor, Trevor dejándome después de que me viera en el Sandor.
—Iré a avisar a Kate y Brad, han estado aquí todo el tiempo —dice la
abuela feliz.
—Abuela mejor que vaya Kenneth.
La corto. No sé porque aún no se ha casado pero le he oído hablando de
lo que lamenta no haberlo hecho antes. Ha tomado una decisión y no me
incluye en ella por mucho que me duela. Necesito poner distancia. Pensaba
que verlo no sería tan duro después de este tiempo pero lo está siendo, mucho.
—Gracias por haber venido pero nuestra situación no ha cambiado —le
digo sin querer dar más explicaciones.
—Livie —me reprende mi abuela —él no solo ha venido…
—Simone no te preocupes—la interrumpe el gran jefe.
Se levanta, me da un beso en la frente y otro en la mejilla a la abuela.
Coge sus cosas, las mete en la bolsa y sale de allí. Me mira por última vez y
sus ojos reflejan una promesa que no entiendo. Un segundo después entra Kate
gritando y llorando. Se abalanza sobre mí y noto una punzada de dolor en mi
costado.
—Kate ¿puedes darme un poco menos de amor? —le pregunto queriendo
morfina para el maldito dolor.
—¡Lo siento! —Grita —pensaba que jamás volvería a verte, no vuelvas a
hacer esto jamás.
Vaya, parece ser que las cosas no estaban demasiado a mi favor.
—Así de malo ¿eh? —pregunto a Brad que esta con los ojos llorosos —
ven aquí cuñado.
Se acerca y me abraza con el mayor cuidado del mundo pero haciéndome
sentir querida.
—¿Por qué se ha ido el gran jefe? —pregunta Kate mirando a la abuela.
—Livie lo ha echado como a un perro.
—¿Cómo? —Me reprende Kate —Livie, ese hombre se ha desvivido por
ti.
—Si Livie —confirma Brad —no ha dejado esta habitación ni una sola
vez desde que te ingresaron.
Los miro confundida ¿Por qué demonios todo el mundo está ahora en el
team Kenneth? ¿Nadie recuerda que se va a casar?
—No os entiendo —les digo casi enfadada —por mucho que él haya
estado a mi lado no deja de ser el prometido de Dasha.
Los tres se miran y sé que me estoy perdiendo algo pero no entiendo que
es.
—El gran jefe anuló su compromiso con Dasha hace meses—dice Kate.
Lo cual me pilla de sorpresa. Entonces ¿de qué boda hablaban? ¿Lo he
soñado? Me duele la cabeza. Pongo mi mano en ella porque me va a estallar.
—¿Estás bien? —pregunta la abuela preocupada.
—La cabeza —le contesto recostándome.
—Demasiadas cosas a la vez. Mañana podremos hablar más tranquilos
—dice Brad—voy a avisar al médico para que te de algo.
—¿Cuándo podré salir de aquí?—quiero irme de este sitio, no me gustan
los hospitales, no desde lo de mi madre.
—Le preguntaré al doctor —Kate me conoce bien.
Asiento y cierro los ojos. En menos de dos minutos una enfermera entra y
pone algo en mi gotero. No sé lo que es pero calma el dolor y hace que me
relaje. Tanto que no sé en qué momento caigo dormida.
Noto el olor a café y siento que he dormido días enteros. Abro los ojos y
allí está mi abuela. Me sonríe desde la butaca frente a mi.
—Buenos días dormilona.
Sonrío y me desperezo. Me pincha el costado nuevamente. Mierda de
dolor.
—Tienes una costilla rota —me dice la abuela —pero está curando bien,
los golpes de la cara ya han desaparecido.
—¿Has estado aquí todo el tiempo? —le pregunto preocupada.
Ella niega con la cabeza.
—Kenneth ha estado cuidando de ti mientras me encargaba de América.
Kate y Brad tampoco han faltado ni un día.
—¿Por qué has cambiado de opinión?
Cuando le dije que me iba ella me apoyó, pensaba que era lo mejor el
estar alejada de él, pero ahora…
—Porque me ha demostrado que te quiere.
—Pero a veces eso no es suficiente ¿Qué pasa si vuelve con Dasha? ¿Y si
quiere tener conmigo lo que tuvo con ella? No estoy preparada abuela.
—Eso que sientes es miedo. Estas aterrorizada porque lo amas y sabes
que él tiene el poder de destruirte. Pero debes confiar en que no lo hará.
—Yo no lo tengo tan claro.
—Él mismo te hará cambiar de opinión.
—No lo creo ¿que ha pasado con Dex? —pregunto cambiando de tema.
—Los chicos del rancho le dieron una buena paliza. Estuvo
recuperándose hasta la semana pasada. Cuando salió Kenneth se encargó de
que entrara en una clínica de desintoxicación. Sabía que tú no querrías que
fuera a la cárcel.
Se me encoje el pecho al ver cómo ha tratado a mi hermano. Reconozco
que ahora mismo me da un poco de miedo pero sé que eran las drogas las que
me pegaban puñetazos. Ese no era mi hermano y no querría verlo en la cárcel.
—Ahora descansa un rato más que se nota que aun tienes sueño.
Mi abuela me conoce bien. Me he despertado llena de vida pero vuelvo a
tener sueño. Se me cierran los parpados.
—Descansa mi niña, yo velaré tu sueño.
Y con esas palabras y una sonrisa en la boca me quedo dormida.
Cuando vuelvo a abrirlos ya no entra el sol por la ventana. Mi abuela
sigue sentada en el mismo sitio y Kate está a su lado. Sonríe cuando me ve
despierta.
—Han venido los padres de Brad y algunos de los chicos a verte pero
estabas dormida. Te han dejado estas flores —me dice Kate señalando un
ramo silvestre precioso.
—Tengo ganas de verlos y de volver a trabajar.
—No señorita, de momento necesitas reposo así que cuando salgas de
aquí irás a casa con Brad y conmigo hasta que te recuperes.
—¿Y eso cuándo será? —pregunto bostezando a pesar de haber dormido
muchas horas.
—Recomiendan una semana más —contesta Kate y le pongo cara de que
me voy a escapar si me obligan a quedarme aquí una semana —pero como
estarás cuidada por médicos en casa, mañana te dejaran salir.
—¡Toma! —grito entusiasmada.
—Con la condición de que estés en absoluto reposo.
—Si mamá —le contesto haciéndole la burla.
—Ponte tonta que te castigo.
Las tres nos reímos y me siento mucho mejor. No hay nada como estar
con la familia, ya sea de sangre o la elegida, para curar todos los males.
—Íbamos a ir a cenar —dice Kate levantándose —Duerme un rato más
que mañana tienes que estar fuerte para salir de aquí.
Ambas me dan un beso en la mejilla y se van. Me quedo sola en la
habitación mirando el techo. Demasiadas cosas que asimilar. Otra vez tengo
sueño. Esto no puede ser. Miro mi gotero y cae algo más rápido de lo que lo
hacía antes. Kate debe haber subido la dosis de este cacharro porque
nuevamente tengo sueño. Quiero esperarlas pero finalmente caigo rendida.
No me despierto hasta el día siguiente y noto que ya me encuentro mucho
mejor. No sé si es porque voy a salir o porque las drogas de este hospital son
buenas. Me bajan en silla de ruedas hasta la puerta de la clínica. Allí nos
espera Brad con su coche y me ayuda a subir. Me acomodo para el largo viaje
junto a mi abuela, Kate y Brad.
Me cuentan qué ha pasado en este tiempo. Me anoto mentalmente llamar a
John y Amelia para dejarles claro que no tuvieron la culpa, y para agradecerle
a Mason que llegara a tiempo. Quería llamar a América pero creo que mejor
le daré una sorpresa, vuelve en dos días del rancho y seguro que no se espera
que yo esté en su casa.
Pasamos el viaje hablando y riendo, doy ligeras cabezadas en el regazo
de mi abuela pero trato de no perderme nada. Llegamos casi de noche a la
casa de Brad. Me ayudan a bajar del coche y la abuela camina a mi lado
cogiéndome del brazo. Tengo suerte de que no tenga nada más que una costilla
rota y alguna fisura. Por lo que me contaron parecía un cromo cuando llegué al
hospital.
Nos acercamos al porche y veo una figura sentada que se levanta. No hay
casi luz y no puedo ver quien es pero me resulta familiar. Demasiado. Camina
hacia mí y lo reconozco.
—¿Papá? —pregunto parándome en el sitio y mirando a los demás
sorprendida.
Ellos no lo están. No entiendo nada.
—¿Qué haces aquí? ¿Te has escapado? Dime que no por favor —le
suplico.
Llega hasta mí y me abraza. Y hundo mi cara en su cuello. Hasta ahora no
era real. Pero está aquí. Mi padre está aquí. Por alguna maldita razón no está
detrás de un cristal ni rodeado de tipos vestidos como él. Y comienzo a llorar
como la niña pequeña de papá que soy.
Pasamos abrazados varios minutos hasta que me frota la espalda y se
separa ligeramente. Ahora mismo soy un lio de mocos y lágrimas.
—Vamos adentro, tienes que descansar – dice mi padre empujándome
levemente para que entre.
—Pero ¿Cómo es posible? —pregunto sin entender.
Me besa la frente y me sonríe. Mi padre. Mi papá. Conmigo. No sé ni
cómo llego dentro pero no lo suelto, no quiero soltarlo por si esto es un sueño
y cuando lo suelte se acaba.
—Que tu padre esté aquí es obra de Kenneth —dice Kate pasándome un
pañuelo para limpiarme.
Frunzo el ceño.
—Desde el día que te fuiste supo que habías perdido la confianza en él
así que pensó que si te devolvía a tu padre podrías volver a confiar en él
nuevamente.
—Si hija, el señor Crown vino a verme y me dijo que había enviado mi
caso a varios abogados del país. Quién lo resolviera primero le daría un
millón de dólares.
Abro los ojos sorprendida.
—No me jodas ¿un millón? —pregunto atónita.
—Así es —dice él —aunque el señor Crown asegura que tú lo facilitaste
todo.
—¿Yo? —pregunto confundida.
—Si, cuando la jueza vio que te habías encargado de la familia del
hombre que murió se dio cuenta de lo especial que eras. Pidió testificar a los
guardias de prisión para conocer nuestra relación. Y dictaminó que una
persona como tú no podría haberla criado un delincuente, que fuiste criada con
amor y respeto. Así que aceptó revisar mi caso.
Kate llora escuchándolo. Está igual de feliz que yo. Por fin nuestra niña
va a tener a su abuelo con ella.
—Se dieron cuenta de que mi abogado de oficio no hizo nada por mí —
continúa mi padre —así que revisaron mi condena y decidieron soltarme. Es
más que probable que el dinero del señor Crown haya ayudado, tiene
abogados muy competentes.
Vuelvo a abrazarlo porque no me creo que lo tenga aquí conmigo, estoy
tan feliz que no sabría cómo empezar a explicarlo. Y todo gracias al gran jefe
¿es posible que realmente exista una posibilidad para nosotros?
—Bueno —dice Brad —¿Qué os parece si pedimos unas pizzas? Estoy
muerto de hambre.
—Genial —responden Kate y mi padre.
La abuela aplaude y mis tripas gruñen haciendo que todos se rían.
—¿Puedo tomar una ducha antes? —pregunto levantándome —quiero
quitarme el olor a hospital.
—Por su puesto cielo —dice Kate —te acompaño a tu habitación.
—Que lujo, tengo habitación propia.
Todos se ríen y creo que voy a estallar de felicidad.
—Es esta —dice Kate abriendo la puerta.
Ante mi aparece una habitación enorme con muebles de diseño y una
cama que es como medio salón de mi antiguo apartamento.
—¿Cómo demonios habéis pagado esto? —pregunto porque sé que no son
pobres pero esto huele a dinero.
—Kenneth se encargó de amueblar tu habitación con los mejores muebles
y el mejor colchón—me explica.
Entro y voy a la cama. Encima hay algo. Una caja y sobre ella mi antiguo
móvil y un sobre. Me giro para mirar a Kate que aún está en la puerta.
—Lo dejó él. Me pidió que te lo diera. En tu móvil hay mensajes en tu
buzón de voz de él. Te dejo uno por cada día que pasaste en el hospital. Me
dijo que primero los oyeras, luego abrieras la caja y por último el sobre —me
indica encogiéndose de hombros y saliendo del cuarto con una gran sonrisa
mientras cierra la puerta.
Miro el móvil y lo cojo para encenderlo. Me siento junto a la caja que es
grande pero no demasiado, y al apartarla noto que no pesa. Tengo curiosidad
pero me aguanto y sigo las órdenes del gran jefe. Voy a mi buzón de voz y
presiono escuchar mensajes.

Mensaje uno. Piiii


Olivia, mi Olivia, nunca te lo he dicho, pero la primera vez que te vi supe
que cambiarias mi vida. No sé cómo explicarlo, pero me sentí
irremediablemente atraído hacia ti y eso me asusto. Siento no haber sido tan
valiente como tú.

Mensaje dos. Piiii


Tú no lo sabes, pero jamás he hecho en mi oficina otra cosa que no fuera
trabajar…hasta que llegaste tú y desmoronaste todas mis creencias.

Mensaje tres. Piiii


Compre tu coche de empresa personalmente solo porque quería verte
sonreír.

Mensaje cuatro. Piiii


Cuando me serviste la cena vestida con tu uniforme del Sandor sentí celos
por primera vez en mi vida. No quería que nadie más que yo te viera así
vestida. Fue difícil lidiar con ese sentimiento.

Mensaje cinco. Piiii


Ya no puedo beber tequila sin tener una erección. Solo olerlo me recuerda a
cuando me enseñaste a beber tequila a tu manera. Tenemos pendiente que te
enseñe beberlo a la mía ¿recuerdas?

Mensaje seis. Piiii


Cuando te llevé a ver a tu abuela al hospital me di cuenta de lo mucho que
me gusta oír tu risa. Es mi sonido favorito en el mundo.

Mensaje siete. Piiii


Aún me rio recordando a Mer en mi despacho diciendo que era tu hija,
nunca se me ha bajado tan rápido una erección.

Mensaje ocho. Piiii


Me gustó verte en la cocina, tanto que desee que algún día pudieras
hacerme todos y cada uno de los platos del cuaderno de tu madre. Nos vi en
un futuro juntos.

Mensaje nueve. Piiii


En el viaje para ir a ver a Kate tomé la ruta larga porque quería pasar más
tiempo contigo. Y odio conducir.

Mensaje diez. Piiii


El coche que usamos para el viaje con Kate era de alquiler, pero cuando
regresamos lo compré porque no podía deshacerme de él, había recuerdos
nuestros demasiado importantes.

Mensaje once. Piiii


Nunca quise tener hijos hasta que os conocí a Mer y a ti. Ahora no dejo de
pensar en que me gustaría criar a un niño o niña contigo, solo si es contigo.

Mensaje doce. Piiii


Me gustó muchísimo que te pusieras celosa de Cinthya, estuve a punto de
volver antes solo para besarte nuevamente.

Mensaje trece. Piiii


Estaba aterrorizado la noche que viniste a mi apartamento. Pensaba que si
te contaba el tipo de relación que llevaba con Dasha te irías. En ese
momento no lo sabía, pero ya te necesitaba.

Mensaje catorce. Piiii


Sabes que he estado con muchas mujeres diferentes, a veces con varias a la
vez, pero desde que pasamos la noche juntos hiciste que cambiara mi forma
de ver la vida. Ya no me importa tener a muchas, ahora solo necesito a una,
y esa una eres tú.

Mensaje quince. Piiii


Estuviste a punto de ser sentada en mis rodillas y azotada en el culo cuando
me dijiste que habías pasado la noche con otro cuando la realidad era que
habías estado trabajando en el Sandor. Niña mala.

Mensaje dieciséis. Piiii


Cuando Kate me llamó para decirme que te iba a ayudar a olvidarme tuve
que correr treinta y dos kilómetros para aliviar la presión de mi pecho. Pasé
una semana con agujetas hasta en el alma. Mi castigo por idiota ¿no?

Mensaje diecisiete. Piiii


Que otro hombre te hiciera reír y escuchara mi sonido favorito del mundo
fue peor que encontraros en el baño juntos.

Mensaje dieciocho. Piiii


Cuando pasaste la noche con Trenton o Travis…bueno el idiota…casi me
vuelvo loco. Destrocé medio apartamento y hasta vino la policía a casa.

Mensaje diecinueve. Piiii


Al llegar a casa de mi abuela y veros juntas me sentí más feliz de lo que
jamás me he sentido en la vida. Las dos mujeres más importantes de mi vida
juntas…ya no tenía dudas de lo que sentía por ti.

Mensaje veinte. Piiii


Cuando te vi encarar a tu exjefe en el restaurante, exponiéndote a que él te
hiciera algo, me enfadé contigo. Pero sentí orgullo, eres la mujer más
valiente que conozco.

Mensaje veintiuno. Piiii


Ya te han quitado los goteros para revertir el coma. Necesito que despiertes
y estés bien Olivia, por favor…
Mensaje veintidós. Piiii
Aun no despiertas. Tienes que hacerlo. Quiero oírte reír o gritar, lo que sea.
Sabes…no me arrepiento de llevar al idiota al Sandor y que te viera.
Estabas espectacular, si él no supo apreciarlo es problema suyo. Su pérdida,
mi ganancia.

Mensaje veintitrés. Piiii


Tengo una gran noticia para ti pero para eso tienes que despertar. Espero
que con esto arregle un poco lo idiota que he sido.

Mensaje veinticuatro. Piiii


Ya has despertado. No sabía lo muchísimo que había extrañado tus ojos
hasta que los has abierto. Entiendo que me dijeras que me fuera, lo estoy
tratando de arreglar. Odio que me llames Kenneth.

Mensaje veinticinco. Piiii


Kate me ha dicho que pensabas que aún seguía con Dasha. No mi Olivia, me
di cuenta de que no la amaba, de que nunca lo había hecho, culpa tuya por
cierto. Has eclipsado a cualquier mujer que pueda conocer el resto de mi
vida. Por fin entendí lo que dijiste de tus padres, quiero eso contigo, solo
contigo.
Mensaje veintiséis. Piiii
Me va a llevar toda la vida pero voy a lograr que me perdones. No sé dónde
fue, si en tu mesa o en la mía, la cuestión es que me enamoré de ti. Te amo
Olivia como jamás creí que se podía amar. Mi mundo es mejor desde que
estás en él.

Fin de los mensajes. Piiii

Me quedo paralizada con el móvil aun en mi oreja repasando los


mensajes del gran jefe. No sabía todas esas cosas. Nunca imaginé que sentía
todo eso por mí.
Abro la caja y lo que encuentro me deja nuevamente sin palabras. Mi
vestido. Nuestro vestido. El mismo que llevé cuando nos encontramos por
primera vez. Está limpio y doblado, no sucio y en la basura como lo dejé.
Debajo de él unos zapatos de tacón con pedrería, lo más bonito que he visto en
mi vida. Saco ambas prendas y las extiendo en la cama. Luego cojo el sobre
con la tarjeta, lo abro y mis lágrimas salen finalmente.

Una vez leí que los zapatos bonitos llevan a lugares bonitos. Espero que
estos te lleven hasta mí.
Si me prometes que vas a venir, te esperaré toda la vida.
Tu Gran Jefe.

—¡Kate! —grito tan alto que no tarda ni un minuto en entrar a la


habitación asustada.
—¿Qué ocurre?
Me aparto de la cama para que vea el vestido y los zapatos, le entrego la
nota y espero a que la lea. Luego me abrazo a ella.
—El gran jefe sabe cómo hacer las cosas ¿eh? —me dice sonriendo
mientras me frota la espalda.
—Necesito verlo —le digo limpiándome las lágrimas.
—Está en Nueva York, se volvió ayer —me dice hundiéndome en la
miseria —pero porque tenía trabajo.
—¿Crees que no es demasiado tarde?
—Nena, ese hombre va a esperarte toda la vida si es necesario. No, no es
demasiado tarde.
Sonrío.
—¿A qué esperas? —Me pregunta mirando el vestido —¿te apetece un
viaje nocturno a Nueva York?
Me lanzo a sus brazos riendo feliz porque no podría tener una mejor
hermana y amiga que ella.
—Déjamelo a mí, tu dúchate, vístete y nos vamos —me dice dándome
una palmadita en el culo.
Hago lo que me ordena en un tiempo record. Me pongo unos pantalones
de Brad anchos del gimnasio y una camiseta de propaganda. Son casi cinco
horas de viaje en coche y el vestido podría llegar arrugado como una pasa.
Por supuesto Brad nos acompaña. Mi padre se queda con mi abuela,
tienen mucho de lo que hablar. Nos metemos en el coche y a la salida del
pueblo Kate llama al gran jefe por el manos libres del coche.
—Kate ¿ha pasado algo? —pregunta preocupado.
Oír su voz no hace nada más que aumentar mis ganas de verlo.
—Kenneth, Brad y yo vamos de camino, necesitamos hablar algo contigo,
pero ha de ser cara a cara.
—Me estás preocupando.
—Es algo serio —dice Brad sonriéndome por el espejo retrovisor —las
horas no son adecuadas pero…es sobre Olivia.
—¿Ella está bien?
—Sí, pero no puedo decirte más —dice Kate aguantando la risa.
—Bien, estoy en la oficina, tengo una videoconferencia con unos
japoneses en una hora y luego me quedaré trabajando. Daré la orden para que
os dejen pasar.
—Gracias, nos vemos en un rato.
Kate cuelga y me mira, ambas gritamos como colegialas. A pesar de la
emoción aún estoy agotada físicamente y Kate me ordena que me tumbe y
duerma hasta llegar allí. Y lo hago. Es Kate quien tiene que despertarme en la
misma puerta de las oficinas.
—Vamos dormilona —me dice meneándome para despertarme.
—¿Ya hemos llegado?
—Sí, son las dos de la mañana —contesta Brad —me bajo para dejar que
te cambies.
Me desperezo en el asiento trasero y me cambio de ropa. Ajusto el
vestido fuera del coche y Kate me sube la cremallera mientras Brad me
abrocha los zapatos.
—A por él —me dice Kate dándome un beso en la frente.
Asiento, sonrío y me encamino hacia mi destino. El de seguridad de la
puerta me deja pasar cuando le digo que me llamo Kate. Subo hasta las
oficinas y camino sin hacer ruido hasta el despacho. Miro la mesa de Brenda y
veo unas fotos familiares que antes no estaban ahí. En ninguna sale Brenda ¿ya
no trabajará aquí?
Miro la puerta, hay luz tras de ella y no sé cómo hacerlo. Entro y saludo.
Llamo a la puerta. Grito. No sé. Entonces veo un bote de bolígrafos y lápices
en la mesa. Lo cojo y lo tiro al suelo.
—¿Hay alguien ahí? —pregunta el gran jefe desde dentro.
Mi corazón se acelera cuando oigo movimiento dentro. Unos pasos. Está
a punto de abrir la puerta. Me quedo quieta y la puerta finalmente se abre. El
gran jefe se queda quieto, con la mano en el pomo, mirándome. Está más guapo
que nunca. O eso me parece a mí. Noto mi corazón latir a mil por hora
nuevamente. Ambos estamos quietos y mirándonos.
—Jo.De.Me —dice el gran jefe justo antes de dar dos zancadas y llegar
hasta mí.
Coge mi cara entre sus manos y me besa, mejor dicho devora mi boca.
Retrocedo hasta que mi culo toca la mesa de su secretaria y me siento. Él se
hace hueco entre mis piernas subiéndome el vestido. Noto su erección y gimo.
—Te necesito Olivia —me dice contra los labios cogiéndome del culo,
alzándome y llevándome dentro del despacho.
Cierra la puerta con el pie y me lleva hasta su mesa, lanza todo lo que hay
encima al suelo y me posa suavemente sin dejar de besarme. Con una mano
mueve mi pelo a un lado y comienza a besar mi cuello.
—Mi lugar favorito en el mundo —luego vuelve a subir a mis labios y se
queda con la frente pegada a la mía.
Respira de forma pesada, sus ojos oscuros.
—Ya no hay vuelta atrás Olivia, has venido hasta mí y ahora eres mía —
dice apartándose un poco mientras se quita los pantalones y se queda desnudo
de cintura para abajo. Rasga mis bragas y estamos igual —una vez me dijiste
que era una pena no saber cómo se sentía esta mesa sobre tu piel desnuda,
ahora vamos a comprobarlo.
Me rio porque recuerdo ese momento. Acerca mi cuerpo al borde
arrastrándome con sus manos en mi culo y sitúa su pene justo en mi entrada.
Gimo porque lo necesito.
—¿Me necesitas? —me pregunta jugando con mi entrada.
—Sí.
—¿Me amas?
Cierro los ojos cuando se introduce un poco.
—Oh si, te amo.
—Entonces solo tienes que decir las palabras mágicas.
Abro los ojos porque no lo entiendo y al hacerlo veo que en su mano
sostiene el anillo de bodas de mi madre. Lo sitúa al inicio de mi dedo y me
mira.
—Olivia Gates ¿quieres casarte conmigo?
—Si gran jefe, quiero casarme contigo.
Y se introduce a la vez que acaba de ponerme el anillo. Jamás me he
sentido más plena y feliz en mi vida.
—Mía, para toda la vida.
Me dice y me besa mientras comienza sus embestidas. No sabía que se
podía amar tanto a alguien.
—Ya lo era desde la primera vez que te vi.
Epilogo

Querida Catherine,
Siento que no hayas podido venir a la boda de Kate. Mer quería
enseñarte su pony nuevo. Su abuelo John se lo ha regalado a pesar de que su
abuela Amelia cree que es demasiado pequeña.
Referente a lo que me preguntabas en tu última carta, sí, mi hermano ya
está mejor. Fui a hablar con él a la clínica la semana pasada y está muy
arrepentido. Está aprendiendo un oficio y creo que sale con una enfermera
muy mona que no para de mirarlo, bueno y él a ella. Ahora lo veo feliz y
quiere ser un buen padre para América.
Mi padre por su parte aún no se hace a la idea de vivir lejos del que fue
su hogar junto a mi madre. Su tumba está allí, va a verla cada dos semanas
para contarle sobre nosotros. Ha hecho buenas migas con Mason, el capataz
del rancho, y el resto de chicos lo adoran. Sobre todo cuando cuenta
historias de la cárcel. Son muy divertidos.
Por mi parte ahora mismo estoy hasta arriba de trabajo, el rancho va
mejor que nunca y mi gran jefe se muda aquí conmigo la semana que viene.
Ha tardado un par de meses hasta que ha podido dejar todo arreglado pero
finalmente viviremos en el rancho junto a los padres de Brad. No sabes el
alivio que sentí cuando entendió que no podía irme a vivir a Nueva York
nuevamente. Lo ha dejado todo por mí y te prometo que lo voy a cuidar para
que no se arrepienta. Aunque para serte sincera, creo que dejar la ciudad le
ha sentado mejor que bien. Incluso está aprendiendo a montar a caballo.
Hay una última cosa que quiero decirte. Nuestras cartas deben acabar,
me encanta comunicarme así contigo pero mi abuela me ha dicho que es
momento de que vengas con nosotros al rancho. La tía Leah está
recorriendo mundo con su nuevo novio y tú estás allí sola, además, voy a
necesitar ayuda ahora que empiece la universidad. No me va a ser fácil
dirigir un rancho, estudiar una carrera y ser madre…sí Catherine, voy a
tener mi propio garbancito y lo que más me gustaría en el mundo es que
estuvieras con nosotros disfrutando de él.
Piénsalo, prometo construirte el invernadero más grande de Texas para
que traigas tus plantas.
Te queremos
Olivia y garbancito junior.
—¿Es para mi abuela? —me pregunta mi gran jefe entrando al despacho.
—Sí, la estaba poniendo al día.
—Sería mucho más fácil llamaros lo sabéis ¿verdad?
—Sí, pero se pierde la magia —él me sonríe —además, le he pedido que
venga para ayudarme.
Le digo extendiéndole la carta para que la lea. No sabe nada de mi
embarazo.
—Ojala venga y me ayude a convencerte de poner fecha para la boda.
—Creo que será para el año que viene, no tengo cuerpo para bodas ahora
mismo.
Me rio mientras él me levanta del sillón, se sienta, tira de mi a su regazo
y lee la carta. Puedo decir el segundo exacto en que lo lee. Lo vuelve a leer y
me mira. Se acerca y me besa.
—Si voy a ser padre necesito hacer un trio —me dice a dos centímetros
de mi cara.
Me quedo seria.
—Tu, yo y toda la vida…

Fin.
Agradecimientos

Muchas personas a las que darles las gracias. Compañeras como Arwen
McLane, Jess Dharma o Priscila Serrano siempre dispuestas a ayudarme con
mis dudas. A mis amigas Amanda, Ione y Ana que me han apoyado en mis
locas ideas. A mi sobrina simplemente por ser parte de mi vida, por ella
quiero que el mundo sea un poquito mejor. Y a mí marinovio por todas las
horas que he dedicado a este libro robándoselas a él y aun así me apoya. Y a
las chic@s que me leyeron mientras iba escribiéndolo, apoyándome, dándome
consejo y haciéndome sentir que esto valía la pena.
Este libro es de todos nosotros.
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Aldara es una humana simple a la que le han arrebatado a quien más amaba,
se lo llevaron sin más, ella no dudará en ir a buscarlo aunque le cueste su
libertad.
Duxlan va a convertirse en el próximo rey de Alfoz 1 y deberá elegir a las
humanas simples que se convertirán en sus fuentes de energía. Se presentan
todo tipo de mujeres, pero hay una que le ha llamado especialmente la
atención. Una que no parece estar interesado en él. Pero eso va a cambiar, y él
se encargará de ello.
Todo lo que sabe es que un "hermano" necesita que cuide a alguien de su
familia....

Soy Tessa y mi familia, no la de sangre sino la que he elegido, me manda


lejos para que nadie me encuentre...

Soy James Diablo Morrison presidente de los Killer of Souls .No somos
un club de moteros para esconderse, hacemos ruido, mucho, pero quizás es
que tampoco ella quiera esconderse, quizás es que ese, es el problema....
"Él lo conocía todo de mí, y aun así me quería
¿Qué voy a hacer ahora que mi mejor amigo se ha ido?
¿Cómo puedo respirar sabiendo que ya no estás?"

Cya acaba de perder a su mejor amigo, la mitad de su alma. Está destrozada


y no quiere nada más que comer, ver series en Netflix y dejar que pasen los
días. Pero su amiga Samantha no va a permitir que eso pase ¿por qué? Porque
primero tiene que reclamar la herencia millonaria que Preston le dejó antes de
que alguna mujer usurpe ese lugar.
Jack se acaba de enterar de que su mejor amigo acaba de morir y, como
último deseo, le pide que cuide de una mujer que no conoce pero que ha
heredado toda su fortuna. Pero ¿es ella realmente la heredera o solo otra caza
fortunas? Y ¿Quién es la joven que ha empezado a trabajar en su casa y a la
cual no puede sacarse de la mente?
Necesitaba el dinero y lo único que tenía era mi cuerpo, así que me
vendí. Eso no significa que vaya a ser una esclava toda mi vida, no. Voy a
escaparme y empezar de cero, lejos de todo y de todos, pero por el momento
tengo que aguantar. Cuando pienso ¿porque lo hice? simplemente toco mi
cicatriz y todo queda claro.
Solo la vi una vez y no pude quitármela de la cabeza. Ella es mía desde
ese momento, no tuve más remedio que ordenar que la trajeran ante mí y
comprarla, no tengo tiempo de romances y flores. Espero que no le lleve
demasiado comprender que ella es para mí, que estamos hecho para estar
juntos. Ahora soy su dueño, su jefe si prefieres suavizar la situación, al fin y al
cabo, su trabajo es complacerme aunque ella crea que vino a mi casa a
limpiar. Pronto descubrirá su error.
Todos conocemos la historia del chico malo que se enamora de la chica buena en la
universidad, pero, ¿que ocurre con el chico malo reformado si la chica buena lo deja?
¿Podrá superarlo y enamorarse otra vez o el primer amor es irremplazable? Descubre que
pasa cuando para siempre, a veces, es tan solo un segundo...
Próximamente en Amazon
Mía se ve obligada a mudarse a Japón por el trabajo de su madre. Chica nueva en instituto de
niños ricos que se creen el ombligo del mundo pero Mia es un poco diferente a lo que están
acostumbrados. Ella no es tímida. Ella no se calla. Ella no pone la otra mejilla. Ella va a
demostrar que no tiene vocación de alfombra para que nadie la pise, aunque tenga que
desafiar a una ciudad entera, aunque tenga que vivir Desafiando Tokio.
Mudarse al otro lado del país para vivir con su mejor amigo parecía una
buena idea. Lo que no parece tan buena idea es que en la misma casa viva su
nuevo jefe.
Amor, amistad, trabajo, chicos, todo se mezcla en esta discoteca, entra a
conocer La Dolce Vita.

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