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Finalizaba el año 2498. Mientras el mundo entero, tanto humano como transhumano, le
daba la bienvenida al que sería el último año del siglo XXV, mi abuela y su grupo de diez
coninvestigadores -recluidos en el laboratorio penitenciario de la ciudad flotante de
Boston, Massachusetts- me aterraban con sus tranquilos rostros. A la víspera de su
ejecución, parecían todo menos ansiosos. Yo, quien apenas contaba catorce años,
observaba junto a mi madre a través del cristal los serenos gestos de los condenados
científicos y de su líder, la doctora Ally, como solían llamar cariñosamente a mi abuela.
Pero, ¿por qué iban a ejecutar a once eminentes investigadores? ¿Qué delitos habían
cometido? La respuesta era simple: ninguno. Sin embargo, junto con su equipo, la
estimada doctora Ally había logrado que el mundo abriera los ojos y se diera a una ardua
lucha por la recuperación de la verdadera humanidad. Para conseguirlo tuvieron que
sacar a la luz los actos políticos, empresariales y monopolistas más corruptos del milenio
basados en la perspectiva evolucionista neospencerista más despiadada. Con ello,
movilizaron masas en todo el planeta, lo que los llevó a ser declarados criminales.
Mi abuela era una mujer dulce y cariñosa. Aunque se crió en un ambiente donde
imperaba el neospencerismo y su vida como jefe del Departamento de Investigación de
Transbiología Virtual y Molecular de Massachusetts era bastante ocupada, siempre
sacaba tiempo en las noches y los fines de semana para hablarme de una de las ciencias
extintas más importantes y apasionantes para ella: la psicología. Yo amaba ese concepto,
junto con el de filosofía. Ella me contaba que en siglos anteriores a la revolución
transhumanista, la psicología era la ciencia que se encargaba de estudiar el
comportamiento de los verdaderos humanos.
Antes de que todos los habitantes de la tierra contaran con acceso a Internet desde los
lóbulos prefrontales de sus cerebros, de que los microchips de monitoreo y homeostasis
aniquilaran mediante biológía inteligente cualquier agente patógeno que entrara al
organismo, de que los autos aerolivianos funcionaran en muchas partes del mundo a
partir de energía geotérmica y de que más de la mitad de los actores de cine fueran
hologramas, muchos científicos y clínicos se dedicaban a analizar la conducta humana,
tanto saludable como patológica, por medio de la psicología. De otra parte, la filosofía,
como estudio del alma, se encargaba de cuestiones como la existencia, el conocimiento,
la verdad, la moral, la belleza, la mente y el lenguaje.
Tras las amenas charlas con mi abuela sobre estos importantes autores me preguntaba
por qué la psicología, siendo una ciencia experimental, había desaparecido de los
currículos académicos al igual que la filosofía en el siglo XXIII. La respuesta estaba en el
tipo de humanos que éramos ahora, factor que tenía a mi amada abuela a un día de
ejecución.
Mi abuela había dedicado toda su carrera a estudiar lo que hacía trescientos años había
cambiado completamente la biología: el descubrimiento de la modificación del mapa
genético de cualquier organismo vivo, incluido el ser humano. Con ello, las enfermedades
que se creían incurables desaparecieron. El genoma llegó a ser completamente
modificable. En los inicios, se consiguió curar desde todo tipo de cáncer hasta las
enfermedades mentales más extrañas sin necesidad de recurrir a ningún tipo de terapia.
Las intervenciones clínicas fueron revolucionadas. La psicología clínica y las terapias de
neurorehabilitación quedaron obsoletas debido a que los pacientes eran sometidos a
tratamientos puramente biológicos y sus órganos afectados eran reemplazados, enteros o
en parte, por otros creados en laboratorios a partir del ADN del individuo.Ya no se
necesitaban psicólogos en el área clínica, las enfermedades mentales y el
comportamiento problemático podían modificarse desde el genoma en pocos minutos.
Todos los órganos, incluido el cerebro, podían ser clonados, modificados y
perfeccionados en laboratorios de genética. La ciencia y la ingeniería habían cambiado el
mundo.
No obstante, los avances trajeron consecuencias nefastas sobre la esencia de la
humanidad. Con toda aquella innovación se fueron introduciendo nuevos modelos de
modificación genética, lo que terminó extinguiendo la psicología científica. Los
financiadores ambiciosos ignoraban la influencia del ambiente sobre lo biológico y
enfocaban sus recursos solo en proyectos asociados a la genética. Con los avances,
incluso los patrones sanos del genoma se modificaban a fin de volverlos perfectos. Se
desarrollaron sofisticadas invenciones ingenieriles que en pocas palabras, terminaron
introduciéndose en los cuerpos de los humanos hasta convertirlos en lo que hoy se
conoce como transhumanos, es decir, seres mecánicos, virtuales, digitales y
biológicamente manipulados en laboratorios.
Afuera del laboratorio penitenciario, mi madre –quien aún no asimilaba lo sucedido- dibujó
una leve sonrisa en su rostro al ver las multitud de humanos e incluso transhumanos que
protestaban afuera por la ejecución de los once reconocidos científicos. El mundo estaba
cansado de que su ADN fuera modificado. Aunque era un momento doloroso, mi madre y
yo sabíamos que mi amada abuela y su equipo habían logrado su objetivo: hacer que la
humanidad luchara por recuperar su verdadera esencia. Sin embargo, la pregunta de si
vencerían en esa lucha seguía en pie, pues hacía falta alguien con el mismo temple y
valor de la doctora Ally para luchar por ese ideal. ¿Existiría alguien? La respuesta no era
confusa, yo sería aquella persona.
Al llegar a casa le dije a mi madre que iba a seguir los pasos de mi abuela y que quería
ser científica. Presentía que no era el mejor momento pero decírselo, pero amaba a mi
abuela tanto como a mi madre.
-Te amo mamá. No sé si me entiendas, pero quiero terminar lo que ella comenzó-
-No es fácil para mí. Eres lo único que tengo, pero sé que la amabas mucho y que llevas
en tu ADN la esencia de lo que ella era. ¿Qué quieres hacer para comenzar?-
-Lo sé, pero yo la haré resurgir. Voy a hacer que se recuperen la filosofía y la psicología.
Voy a traer de nuevo las ciencias extintas- respondí.
En otro apartado, encontré que en el siglo XVIII Von Haller fue considerado el padre de la
fisiología experimental, al establecerla como ciencia independiente. Su obra Elementos de
la fisiología del cuerpo humano fue durante todo el siglo el tratado de fisiología. Entre
tanto, Luigui Galvani demostró de forma experimental que el tejido animal genera
electricidad. Más adelante, en 1809, François Magendie demostró experimentalmente que
los nervios que se conectan con la médula por las raíces posteriores (sensoriales)
transmiten señales del ambiente externo al interno, mientras que los conectados por sus
raíces anteriores (motores) transmiten impulsos desde el cerebro a la periferia. El
descubrimiento era tan importante para la fisiología como para la psicología, pues sentaba
las bases para una investigación experimental de la sensación y del movimiento como
funciones separadas. Los fisiólogos dejaron de un lado las implicaciones metafisicas del
estudio del cerebro y comenzaron a estudiar sus funciones mentales con relación a sus
sedes orgánicas.
Casi al terminar la tarde, encontré en uno de los viejos libros de neuroanatomía los
trabajos de Pierre Flourens. Este anatomista y fisiólogo dividió el sistema nervioso en seis
unidades o estructuras anatómicas naturales y operó sobre cada una, concluyendo que
todas estas distintas partes del sistema nervioso tienen propiedades específicas,
funciones propias, efectos distintos, y, a pesar de la maravillosa diversidad de sus
propiedades, funciones y efectos, constituyen un sistema único. Esto no era algo muy
nuevo para mí, pero sí lo era desde el punto de vista psicológico, ya que estos mismos
postulados se habían puesto a prueba siglos anteriores en los laboratorios de
neuropsicología, neurociencias y psicología experimental. La psicología y la fisiología
estaban estrechamente relacionadas. De hecho, habían evolucionado en épocas
paralelas y ambas habían sido sometidas a experimentación incluso en los mismos
laboratorios con hallazgos conjuntos. Por ello, si diferentes métodos sirvieron en aquellas
épocas para demostrar la validez científica de la psicología, ¿por qué no hacer lo mismo
ahora? ¿Por qué no replicar aquellos experimentos en un estudio comparativo en una
muestra de transhumanos y otra de humanos a fin de demostrar la importancia de
devolver la esencia biológica de la verdadera humanidad y recuperar la ciencia extinta de
la psicología? Los instrumentos, los materiales y los métodos excedían. Sólo hacía falta
alguien que lo demostrara.
Nuestro estudio fue publicado en la prestigiosa revista Nature, donde mi abuela tenía
decenas de artículos. Para nuestra sorpresa, científicos sinceros de todas partes del
mundo replicaron este y otros estudios que hicimos y los resultados fueron los mismos.
Con ello, conseguimos establecer el denominado paradigma transhumanista, que
establecía por medio de múltiples investigaciones las graves afectaciones que tiene la
modificación del genoma humano y la necesidad de hacer resurgir las ciencias extintas
que se encargaban de estudiar la esencia de la humanidad, como la psicología. Mientras
tanto, por todo el mundo los medios informativos y las masas se movilizabas apoyando
nuestros hallazgos.
Tres años después de la muerte de mi amada abuela y mientras cursaba tercer año de
biología recibí una carta de la Sociedad de las Neurociencias. En ella me invitaban a
exponer los resultados de algunos de nuestros estudios y a explicar las razones por las
que se debía frenar la modificación del genoma humano y hacer resurgir las ciencias
extintas que estudiaban la humanidad esencial. Tras aceptar la invitación junto al líder de
mi grupo de investigación, preparamos todo para nuestra ponencia.
Para mi sorpresa, entre los invitados especiales de aquella reunión estaban altos
miembros del Tribunal Internacional de Derechos de los Ciudadano, llamado Tribunal
Internacinal de Derechos Humanos antes de la era transhumanista, y de la Organización
de las Naciones Unidas. En pocos minutos entendí que no se encontraban allí por
casualidad. Querían conocer de mano de los investigadores los hallazgos que buscaban
acabar de una vez por todas con el transhumanismo, la modificación del genoma y que
pretendían hacer que la psicología fuera enseñada en las universidades. Sin miedo a
nada y con toda propiedad comenzamos nuestra ponencia.
En la mitad del discurso, los delegados de los tribunales empezaron a formular preguntas.
Solicitaron al líder de mi grupo que se sentara y dirigieron todas las preguntas hacia mí.
-Usted no es bióloga aún, tengo entendido. ¿Cómo es que puede decir afirmar con tanta
seguridad que la modificación del genoma afecta la esencia de la humanidad?- Preguntó
uno de ellos.
-Es cierto, aún no soy bióloga. Sin embargo, los estudios realizados demuestran que
nuestra teoría es verdadera. Incluso se ha establecido un paradigma. No es necesario ser
biólogo graduado para entender un artículo científico y comprender los resultados de un
estudio que ha sido replicado por decenas de grupos de investigación alredor del mundo y
que ha logrado establecer los mismos resultados- Respondí.
-¿Por qué razón sería necesario recuperar una ciencia extinta como la psicología? Hemos
sobrevivido años sin ella y hemos tenido éxito- Replicó otro de los delegados.
-En primer lugar, es necesario recordar que la psicología era la ciencia que estudiaba el
comportamiento humano. Muchos científicos, políticos y académicos consideran que está
obsoleta. Sin embargo, en su afán de enfocar su visión hacia el componente
exclusivamente genético, olvidan que el ser humano no solo es biología, sino también
ambiente. Los humanos somos el resultado de la interacción de nuestros genes con el
medio, no somos genes exclusivamente. Sin embargo, esto ha sido ampliamente
ignorado. Incluso los transhumanos también son influenciados por el ambiente, aunque la
esencia de la humanidad ha sido alterada. Si recuperamos la psicología, recuperaremos
el estudio de la conducta humana en base a todos los factores que influyen sobre ella,
tanto biológicos como ambientales- Contesté al delegado
-Ahora, usted habla de que hemos tenido éxito. ¿De verdad debería considerarse éxito a
una raza más transhumana que humana que está siendo dominada por el
neospencerismo?- Afirmé al mismo delegado.
-No es mi intención hablar mal de Herbert Spencer, ya que como explicaré, sus
aportaciones, las de Darwin y la teoría de la evolución y las de la biología como ciencia
básica tienen amplia influencia sobre la psicología. Sin embargo, si vamos a ser realistas,
debemos reconocer que nuestro mundo es neospencerista. Nuestros modelos de vida en
las urbes flotantes y no flotantes promueven más el desarrollo tecnológico que la calidad
de vida de los ciudadanos. Cada día apoyamos más la antigua doctrina del laissez-faire,
dejando que lo que llamamos progreso social se dé sin obstáculos y considerando con
nuestro pensamiento evolucionista que si intervenimos por medio de políticas sociales
para ayudar al verdadero humano afligido, alteraremos, distorsionaremos, reprimiremos y
dañaremos la evolución natural de la vida.- Contesté.
Sin responder una sola palabra, el respetado neurocientífico regresó a su lugar. Mientras
tanto, yo cumplí lo prometido. Compartí con todos los asistentes las aportaciones de la
biología sobre la psicología. Desde un enfoque darwiniano les recordé a los presentes
que el evolucionismo se relaciona con los antiguos postulados de la psicología
evolucionista, la psicología evolutiva, la psicología biologicista, la psicología genética y la
psicología comparada, las cuales no se centran en el aprendizaje como determinante del
comportamiento, sino en los patrones biológicos que vienen con las mismas especies,
tanto a nivel ontogenético, en el desarrollo del organismo individual, como filogenético, en
los procesos de cambio entre generaciones y especies que se van sucediendo las unas a
las otras.
Enfaticé también que según el evolucionismo, los genes determinan la conducta, no el
aprendizaje, como se defiende en otros paradigmas psicológicos. En la psicología
evolutiva se pasa de una concepción del ser como permanencia a una concepción del ser
como cambio. Desde la perspectiva biologicista, se explica que al menos la mayoría de
las características psicológicas humanas son heredadas biológicamente. Lo anterior
prepara el terreno para estudiar los cambios que ocurren en el ser humano desde la
concepción hasta la muerte, denominado enfoque del ciclo vital. Recordé a los presentes
que estas últimas características hacen parte de los verdaderos humanos, no de los
transhumanos que han sido modificados genéticamente. Del mismo modo, puntualicé que
dada la evidencia, al recuperar la psicología la podríamos integrar con la biología de
manera completamente compatible.
Referencias bibliográficas:
Tortosa, F. & Civera, C. (2006). Historia de la psicología (1a. ed.). Cap. 3 Primeros
planteamientos psicológicos en las ciencias del espíritu. España: McGraw-Hill.
Recuperado de:
http://bibliotecavirtual.unad.edu.co:2077/lib/unadsp/detail.action?docID=10498496&p00=hi
storia+psicolo gia
Tortosa, F. & Civera, C. (2006). Historia de la psicología (1a. ed.). Cap. 4. “Lo psicológico”
en la segunda mitad del siglo XIX. España: McGraw-Hill. Recuperado de:
http://bibliotecavirtual.unad.edu.co:2077/lib/unadsp/detail.action?docID=10498496&p00=hi
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