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Es indudable, que a partir del escándalo de los abusos sexuales dentro de la Iglesia
católica, uno de los elementos que se ha cuestionado es el sentido del celibato
sacerdotal o religioso1. Los especialistas han expresado que no hay una relación directa
entre abuso sexual y celibato. Sabemos que el abuso sexual puede ser cometido tanto
por personas casadas o solteras y heterosexuales u homosexuales.
Esto no quiere decir que la vivencia del celibato no sea siempre un desafío para el
que lo vive. En primer lugar porque es un estado extraño para el hombre de hoy, donde
la sociedad valora imperiosamente la necesidad de estar en pareja y formar familia. Por
otra parte, en mi experiencia, no siempre se aprecia que sea una opción sentida y
optada en libertad. A veces se vive como una imposición a causa de los grandes ideales
que se quiere abrazar. Por último, porque nuestra condición biológica y psicosexual está
ahí presente con sus tendencias y anhelos profundos.
“La pulsión sexual (…) pone a disposición del trabajo cultural unos volúmenes de fuerza
enormemente grandes, y esto sin ninguna duda se debe a la peculiaridad, que ella
presenta con particular relieve, de poder desplazar su meta sin sufrir un menoscabo
esencial en cuanto a intensidad.” (Freud, 1908, p. 168)
La sublimación como la represión son dos mecanismos psíquicos que, desde los
comienzos del psicoanálisis, fueron contrastados en sus modos de funcionamiento
como, sobre todo, en sus resultados finales. No es fácil distinguir cuando está jugando
uno u otro en la dinámica del sujeto.
Es probable que en el término sublimación se pueda estar ocultando
inconscientemente una huida de la pulsión sexual. Más aún, cuando en el ambiente
religioso, se tiende a hacer uso del mecanismo de la racionalización, donde es bastante
fácil recurrir a hermosas y elevadas razones para ocultar motivaciones menos honrosas
y, a veces, bastante alejadas de los principios que supuestamente las movilizan.
En el texto freudiano “Inhibición, Síntoma y Angustia” de 1926 nos puede ayudar
a no sólo a comprender el fenómeno de la angustia, que puede estar presente en la
vivencia celibataria de varios religiosos, sino que también cómo ella ser se relaciona con
la represión.
Freud inicia su reflexión haciendo la distinción entre inhibición y síntoma. La
inhibición sería una restricción de la función y pasaría a ser síntoma cuando la restricción
funcional fuera grande. En la inhibición habría una desviación de la libido y el objetivo
que se persigue es evitar la angustia, ya que cumplir esta función sería angustioso.
Por otro lado, el síntoma nace del impulso instintivo obstaculizado por la
represión. Cuando debido a la señal de displacer o angustia el yo logra dominar el
impulso, no logramos saber nada de la represión. Sólo cuando ésta fracasa podemos
saber algo de ella.
El problema no se acaba con la formación del síntoma. Surge una lucha con el
síntoma mismo. El yo busca suprimir el síntoma porque es algo extraño a su vida
anímica y además busca integrarlo con ella.
Para Freud, el síntoma sería un sustituto de una satisfacción instintiva no lograda,
es decir, un resultado de la represión. Por la represión, el yo consigue que la
representación sustentadora del superyó rehúse hacerse consciente. Por esta represión,
la liberación del instinto aparece como displacentera en lugar de placentera. El yo saca
la energía de la representación a reprimir y la convierte en displacer.
El afecto reprimido es transformado en angustia, y así el yo resulta ser la sede de
la angustia. No se crea aquí nueva energía: se toma la energía de lo reprimido y se la
convierte en angustia. Por lo tanto, la represión es un mecanismo ejercido por el yo de
modo totalmente inconsciente. La pulsión ha quedado prohibida de antemano.
Puedo preguntarme, hasta qué punto el celibato sería una forma inconsciente de
vivir inhibiendo o reprimiendo la función sexual, por la angustia que supone la relación
con un otro.
Aunque ha habido una renovación de la teología moral dentro de la Iglesia, aún
existe una tendencia a considerar una falta moral en algunos sectores, aun cuando no
esté explicitado ni reconocido, actos que tengan connotaciones sexuales explícita o
implícitamente. Dice Freud, que “el yo no tiene permitido hacer esas cosas porque le
proporcionarían provecho y éxito, que el severo superyó le ha denegado. Entonces el yo
renuncia a esas operaciones a fin de no entrar en conflicto con el superyó”. (86)
Se aprecia en la vivencia celibataria que muchas veces un estímulo latentemente
erótico pierda toda su fuerza para el sujeto y ni siquiera llegue a sentirlo en su conciencia
como “tentación”. No le supone problema. Problema en su vivencia consciente, claro
está. El problema, y serio, se sitúa a otro nivel. Al nivel de inconsciente, donde el deseo
permanece vivo, actuante, sin ceder a su pretensión de emerger a la conciencia y de ser
reconocido como tal. El problema es que lo reprimido no es una realidad muerta o
anulada. Lo pulsional se sitúa a otro nivel y sigue operando activamente
La sublimación, según lo que hemos presentado, transforma la pulsión, no la
aniquila en la conciencia ni la expulsa de sí. Le ofrece una vía, mediante la
transformación de su objeto y de su finalidad. El objeto, en el caso del celibato, será el
Reino. La finalidad: la plenitud y satisfacción consiguiente a ese trabajo emprendido.
A modo de conclusión
Cencini, A. (2001). Por amor, con amor, en el amor: libertad y madurez afectiva en el
celibato consagrado. Salamanca: Sígueme.
Cencini, A. (2011). Celibato e compensazione. Tredimensioni, 8(22), 43-52.
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Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. En J. Strachey (ed.), Obras Completas
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Freud, S. (1908). La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moderna. En J. Strachey
(ed.), Obras Completas Sigmund Freud vol. IX. Buenos Aires: Amorrortu, 1992.
Freud, S. (1910). Un recuerdo infantil de Leonardo de Vinci. En J. Strachey (ed.), Obras
Completas Sigmund Freud vol. XI. Buenos Aires: Amorrortu, 2003.
Freud, S. (1915). Pulsiones y destinos de la pulsión. En J. Strachey (ed.), Obras
Completas Sigmund Freud vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu, 1992.
Freud, S. (1926). Inhibición, Síntoma y Angustia. En J. Strachey (ed.), Obras Completas
Sigmund Freud vol. XX. Buenos Aires: Amorrortu, 1992.
Freud, S. (1926). Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis.
En J. Strachey (ed.), Obras Completas Sigmund Freud vol. VII. Buenos Aires:
Amorrortu, 1992.
Korman, V. (2001) Jornadas ·Psicoanálisis y literatura”. ETP, Tarragona.
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Recuperado el 10 de Mayo de 2013, de
http://www.gradivabarcelona.org/gi694.pdf