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Resumen Analítico: Søren Kierkegaard

Simha Harari Cheja


Historia de la Filosofía Contemporánea
6 de Marzo de 2019

“You can depend on the worst always happening/ you need a busload of faith to get by,
yeah”. 1 Tal como lo dice Lou Reed, sólo puedes depender en que, hagas lo que hagas, te
arrepentirás. Esta angustia de existir está muy presente en la obra de Kierkegaard, y tiene que ver
con el ámbito de una subjetividad que se experimenta, entre otras cosas, como Existencia y
Desición. Con estas bases, voy a dar respuesta a las preguntas siguientes: ¿Qué es Sócrates para
Kierkegaard, y por qué resulta una figura central para todo su pensamiento?, ¿cómo se relaciona
esto con la heterogeneidad de su obra?
Este breve comentario tendrá dos secciones: primero, hablaré sobre la figura de Sócrates y
su papel en la obra de Kierkegaard; y, segundo, evaluaré cuál es la relación entre la importancia
de dicha figura y la retórica particular que adopta nuestro filósofo. Cabe mencionar que me
centraré en el capítulo tercero de Sobre el concepto de ironía en constante referencia a Sócrates.

Sócrates y la ironía
Kierkegaard 2 percibe en Sócrates las cualidades de una simplicidad virtuosa y de una
pasión moral que lo colocan en un lugar arquetípico en cuanto a lo que puede entenderse como
una vida dedicada al pensamiento y al perfeccionamiento ético. En el comienzo del tercer
capítulo de Sobre el concepto de ironía en constante referencia a Sócrates, el autor observa que
la vida de Sócrates tiene una particularidad que no permite comprenderla simplemente como un
momento más en la Historia Universal. “Sócrates es como un guión”, nos dice Kierkegaard. Y
esto nos invita a “permitirle que se haga visible en su figura ideal, a pensar de manera consciente
el significado de su existencia en el universo, el momento de la evolución del espíritu universal

1
Brian Eno, Lou Reed - Busload of Faith - New York Album, consultado el 5 de marzo de 2019,
https://www.youtube.com/watch?v=wBIlehYpdwk.
2
Kierkegaard (1813-1855) nació en Copenhagen, y llevó una vida sin muchos acontecimientos notables. Su padre
fue un comerciante que lo educó de manera rígida (tuvo una relación difícil con él, lo cual tuvo un impacto en su
obra). Su madre y cinco de sus hermanos murieron, por lo que su padre lanzó una maldición contra Dios. Tuvo un
noviazgo con Regina Olsen pero, un año más tarde, cuando estaban comprometidos, la abandonó inexplicadamente.
Más tarde, fue a Berlín y tomó clases con Schelling (y coincidió con mucha gente interesante, como Engels).
simbolizado por la peculiaridad de su existencia”. 3 Pero, ¿qué carácteristicas son las que
Kierkegaard encuentra en Sócrates para elevar su enigmática e irónica figura al más alto rango
entre los pensadores de la historia?
Hegel ya lo había advertido: Sócrates fue un punto de infelxión, un momento donde algo
explotó. Sin embargo, como no es preciso sacarlo de su contexto histórico, hay que analizarlo
junto a otra figura importante: la sofística. Los sofistas, según Kierkegaard, “representaban, en su
abigarrada multiplicidad, el saber que se independiza en la eticidad sustancial en el despertar de
la reflexión”.4 Eran como una hoja volante y, en este sentido, Sócrates tiene algo en común con
ellos: la reflexión y el descubrimiento de que todo aquello que se presenta como el fundamento
absoluto puede ser desmontado. La diferencia es que los sofistas se referían sólo a lo subjetivo;
«el hombre es la medida de todas las cosas» pasó a ser la máxima de su actividad filosófica. Así,
todo era “sujetado por el individuo y puesto al servicio del instante”.5 Lo fijaban todo después de
haberlo hecho tambalearse.
Por el contrario, la figura de Sócrates es fundamentalmente negativa: “Si los sofistas
tenían respuesta para todo, él tenía las preguntas; si los sofistas sabían de todo, él no sabía nada
en absoluto; si los sofistas podían hablar sin parar, él podía callar”.6 Y esto se debe a que la
ironía es el núcleo del carácter socrático. Según Kierkegaard, Sócrates, a través de su mayéutica,
lograba una determinación puramente negativa; lograba “la libertad infinitamente otorgada de la
subjetividad”. 7 Lo que yo entiendo de todo esto es que Sócrates utilizaba la ironía como un
distanciamiento. En otras palabras, su ironía fue una herramienta para establecerse en una
posición de disincronía con su propia actualidad.
La negatividad de Sócrates consiste en que intentó, por medio de un diálogo con cada
persona que encontraba, romper la solidez aparente de las leyes morales. Hizo que todo eso
explotara, que se mostrara en contradicción consigo mismo. Pero, a diferencia de los sofistas,
Sócrates nunca fijó nada. Como dice Hegel, su enseñanza “estuvo orientada a hacer vacilar y no a
sujetar”.8 Sin embargo, eso no se quedó ahí: para Sócrates, interrogar los valores establecidos,
significaba buscar, de algún modo, su sentido universal.

3
Søren Kierkegaard et al., Escritos de Søren Kierkegaard (Madrid: Trotta, 2000). p. 235.
4
Kierkegaard et al. p. 238.
5
Kierkegaard et al. p. 241.
6
Kierkegaard et al. p. 244.
7
Kierkegaard et al. p. 245.
8
Kierkegaard et al. p. 259.
Aquí es donde Kierkegaard rompe con Hegel, que había concebido a Sócrates como el
fundador de la moral pero sólo en un sentido negativo. Kierkegaard sitúa la importancia de
Sócrates, no en haber alcanzado el bien, sino en alcanzarlo; es decir, en su concepción del bien
como un proceso permanente (estar siempre alcanzándolo y hacer que otros lo alcancen).

Kierkegaard como el «Sócrates nórdico»


Kierkegaard identificaba los objetivos de su proyecto filosófico con la figura de Sócrates.
Como sabemos, una de sus preocupaciones principales era la pregunta por cómo ser cristiano en
un mundo en que el cristianismo estaba reconciliado con las grandes estructuras sociales y
políticas del momento histórico. En este contexto problemático, Kierkegaard necesitaba encontrar
una forma de comunicación que no produjera identidades estereotípicas; necesitaba, como
Sócrates, una forma de incitar la subjetividad. Por ello, la obra de Kierkegaard resulta
característicamente heterogénea. Peñalver habla de ella como un «cuerpo extraño».
En esta amplitud de la obra de Kierkegaard también se muestra una ruptura con el
hegelianismo, que prometía que el conocimiento absoluto podría ser accesible con la ayuda de
una ciencia de la lógica. En contraste, Kierkegaard complica todo y, mediante diversos lugares
estratégicos, hace que su escritura llegue al punto de “producir un efecto laberíntico”. 9 Dichos
lugares estratégicos componen lo que Peñalver llama una dialéctica antitética, a saber, una
expresión literaria con puntos de vista antagónicos y una amplia gama de dispositivos textuales
que asignan la responsabilidad existencial —que se deriva de los textos de Kierkegaard—
directamente en el lector. Todo esto puede considerarse como una «mayéutica kierkegaardiana».
Kierkegaard quería distanciarse de sus textos y problematizar su voz autoral frente al
lector. Utilizaba pseudónimos en muchas de sus publicaciones, lo cual lo habilitaba a escribir
desde distintos puntos de vista (que incluso eran contradictorios entre sí). La estructura de sus
textos también permitía la exposición de una multiplicidad de miradas fragmentarias ante un
mismo asunto. Y todo esto, igual que la mayéutica socrática, deja al lector un tanto desorientado;
lo obliga a tener un diálogo consigo mismo. Como nos dice Peñalver, “Kierkegaard considera
inseparables, en la praxis de su escritura, su responsabilidad como pensador y autor cristiano, y lo

9
Patricio Peñalver Gómez, Kierkegaard, en Jose Luis Villacañas, La filosofía del siglo XIX (Marid: Trotta, 2013),
http://site.ebrary.com/id/10721801. p. 119.
que hemos llamado heterogeneidad de su obra: la multiplicidad de voces y plumas, la dialéctica
antitética, una irreductible ambigüedad, hoy diríamos, su temible y temblorosa indecibilidad”.10

Conclusión
Después de todo este análisis, podemos concluir que la retórica de Kierkegaard —su
temible y temblorosa indecibilidad— tiene cierta cercanía con el proyecto socrático. A través de
la ironía, Kierkegaard se hace cargo de su tiempo. Y al igual que Sócrates, su propósito último es
la interrogación constante; no alcanzar el conocimiento, sino estar alcanzándolo.
La lectura que yo tengo de todo lo anterior es que se puede (y se debe) hacer filosofía
desde otros lugares. No se trata de sentar dogmas, sino de llevar a cabo un proceso permanente de
reflexión, que no puede estar separado de la práctica de vivir. Ahora bien, ¿qué papel juega el
diálogo en esta concepción de la filosofía? Sabemos que para Sócrates, la búsqueda del verdadero
bien no se da de forma solitaria e individual, sino que, con la mayéutica, el conocimiento pasa a
ser compartido. La ironía, como incitación de la subjetividad, implica entonces una puesta en
común de aquello que guía nuestras acciones como seres humanos.

Bibliografía
Brian Eno. Lou Reed - Busload of Faith - New York Album. Consultado el 5 de marzo de 2019.
https://www.youtube.com/watch?v=wBIlehYpdwk.
Kierkegaard, Søren, Rafael Larrañeta Olleta, González C, Darío, Begonya Sáez Tajafuerce, Niels
Jørgen Cappelørn, Søren Kierkegaard, et al. Escritos de Søren Kierkegaard. Madrid:
Trotta, 2000.
Villacañas, Jose Luis. La filosofía del siglo XIX. Marid: Trotta, 2013.
http://site.ebrary.com/id/10721801.

10
Patricio Peñalver Gómez, Kierkegaard, en Villacañas. p. 132.

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