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CONTRATOS ALEATORIOS

CONCEPTO.
En el contrato aleatorio, como lo indica su propio nomen iuris ("primacia de la
realidad"), el alea está presente e irradia a su estructura, por cuanto puede afectar la
determinación de la posición de los sujetos, a su contenido, pues puede generar,
modificar o extinguir obligaciones, y tiene una incidencia económica en todo el
negocio, ya que las partes se exponen a una pérdida o ganancia que depende del azar,
que no está determinada ab initio (desde el principio), sino que estará impregnada de
incertidumbre hasta que efectivamente se verifique el evento previsto.
Alea significa riesgo y esto es los que caracteriza a estos contratos. El surgimiento
de los derechos y obligaciones de las partes, o de una sola de ellas, establecidos
perfectamente en el contrato, dependerán de un hecho que puede o no acaecer. La
diferencia con una contrato bajo condición suspensiva, es que este último está sujeto
para nacer, a un hecho futuro e incierto. En los contratos aleatorios el contrato existe,
pero las obligaciones y derechos de la partes surgirán cuando el hecho, que además de
futuro e incierto, es fortuito, ocurra.
Por Aleatorio se entiende lo perteneciente o relativo al azar o que depende de
algún suceso fortuito. El contrato aleatorio será aquel en que todas las partes, o alguna
de ellas, pactan expresa o tácitamente la posibilidad de una ganancia o se garantizan
contra la posibilidad de una pérdida, según sea el resultado de un acontecimiento
incierto. Como ejemplo característico tenemos a los juegos de azar, la lotería, como
también el seguro.
En estos contratos, las partes asumen deliberadamente el riesgo de que el contrato
pueda resultar desventajoso, especulando en la posibilidad contraria, por lo que no
cabría queja de ninguna de las partes de falta de equilibrio económico entre las
contraprestaciones definitivamente resultantes.
La idea fundamental para la formulación del concepto de contrato aleatorio es la
de imposibilidad de determinar, al tiempo de su celebración, las ventajas o desventajas
que, en definitiva, producirá para los interesados; hasta que el contrato no haya
consumado la totalidad de sus efectos, se desconoce el resultado económico. Los
elementos que tipifican el concepto son: la indeterminación inicial del resultado;
dependencia definitiva del mismo de circunstancias aleatorias que lo hacen incierto, y
voluntariedad de los interesados al asumir ese riesgo
Es decir, los contratos aleatorios se definen como aquellos en los que no existe
una equivalencia de prestaciones entre los contratantes, pues la que debe realizar uno de
ellos depende de que surja o no algún acontecimiento. De este modo, depende del azar o
de la suerte.
En los contratos aleatorios una de las partes se obliga generalmente desde el
principio. Pensemos el caso de un tomador de seguro, que debe pagar la prima, aún
cuando no acontezca el siniestro. Es la otra parte, el asegurador, el que va a quedar
obligado recién cuando el hecho aleatorio ocurra. Lo mismo ocurre en el caso de la
compra de un billete de lotería. El adquirente lo abona, pero su derecho recién va a
nacer y por consiguiente la obligación del que lo vendió, recién cuando el número salga
ganador, y ni siquiera se sabe desde el principio si se va a ganar, y cuánto se va a ganar.

ESPECIES: JUEGO, APUESTA, SUERTE.

El juego y apuesta son los supuestos más antiguos de contrato aleatorio, donde el
azar decide no tanto la equivalencia, sino algo más: quién será deudor y acreedor, y la
atribución de los derechos y obligaciones de una y otra de las partes.
Tradicionalmente se distinguía conceptualmente entre juego y apuesta. Según el
criterio romano, la actitud activa (juego) o pasiva (apuesta) de las partes en la
producción del acontecimiento debía considerarse determinante para la calificación.
Actualmente la distinción carece de trascendencia práctica
Resulta sorprendente la dificultad en que se han encontrado los juristas para
precisar los conceptos de juego y apuesta en el plano del derecho. Para algunos autores,
siguiendo una idea precisada ya en el derecho romano, el juego supone la participación
personal en los ejercicios de destreza física o mental, sobre cuyo resultado se arriesga
una postura.
Para otros, el juego tiene por objeto una distracción o una ganancia, por lo que se
sostiene que el juego en sí mismo, es ajeno al derecho, que consiste en un pasatiempo,
una emulación, una satisfacción del apetito de cultura física, lo cual carece de interés
para el derecho.
Así mismo, el problema legislativo que plantea el juego, es uno de los más
complejos. En sí mismo, jugar por dinero no es malo, pues es un medio frecuente de
distracción, de entretenimiento, que lejos de ser dañoso importa descanso, hacer olvidar
otras preocupaciones y, en tal sentido, es útil y gratificante.
Obviamente que convertido en pasión, es de las más nocivas. Es una cuestión de
medida. Es normal en doctrina la afirmación de la existencia de ciertos juegos
permitidos y otros prohibidos por la norma. Es una afirmación inexacta, pues lo que el
Código distingue son los juegos que brindan acción civil al vencedor para lograr su
pago y las que no brindan tal acción.

JUEGO: Concepto y caracteres.


El contrato de juego es un contrato aleatorio determinado por la suerte.
Es aquel en que dos o más personas se obligan a pagar al ganador del juego dinero
u otro objeto cierto.
Sus caracteres son consensuales, aleatorios, sinalagmáticos y onerosos.

Deudas del juego.


Son perseguibles judicialmente exceptuando aquellas que provengan
exclusivamente del azar, deben provenir de la destreza del Deudor, el acreedor tiene

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limitado su derecho al 20% del total del patrimonio del perdedor. Las deudas de juegos
ilícitos no es perseguible.
Nuestro Código Civil, en su art. 1.448 dispone: “Sólo podrán demandarse en
juicio las deudas provenientes de juegos que se decidan por la fuerza, la destreza o la
inteligencia de los jugadores, y no por el azar. Si la deuda de juego no prohibido
excediere la vigésima parte de la fortuna del perdedor, el juez reducirá a este límite la
acción del ganador”
De la preceptuado por este art. podemos entender que los juegos decididos por la
fuerza, la destreza o la inteligencia, son aquellos que brindan acción civil al vencedor
para lograr su pago, y los de azar, lo contrario.
Limita así mismo, el derecho del ganador del juego, hasta la vigésima parte de la
fortuna del perdedor (cinco por ciento). Si la apuesta sobrepasó el veinte por ciento de la
fortuna del perdedor, la obligación será sólo exigible hasta el límite señalado, pudiendo
el perdedor recurrir al juez para que reduzca la misma de conformidad a esta norma.
La norma no concede acción para reclamar lo que se gana en juego prohibido,
pero si el perdedor paga esta obligación natural, no tiene...///...
...///... derecho a reembolso por falta de acción de regreso, pudiendo sin embargo
reclamar si excediere la vigésima parte de su fortuna.
El art.1.448 del Código ya estableció cuáles deudas de juego son perseguibles
judicialmente, y que son las devinientes del esfuerzo físico, la destreza o la inteligencia,
exceptuando de ellas a las de azar.
Limita así mismo, el monto máximo de la apuesta hasta el 5 % de la fortuna del
perdedor.
Por su parte el art. 1,449 dispone: “La deuda de juego o apuesta prohibida no
puede compensarse, ni ser convertida por novación o transacción en una obligación
civilmente eficaz. En caso de reconocimiento escrito de ella, a pesar de la indicación de
otra causa de obligación, el deudor puede probar por todos los medios la ilicitud de la
deuda”
La prohibición de la novación y transacción de las deudas devinientes de juego o
de apuestas prohibidas, obedece a que ellas no son exigibles, por la que el deudor si
probase fehacientemente la ilicitud de la deuda, puede liberarse de la obligación.
Por deuda de juego se entiende, a tenor del art. 1.451 no sólo las que resulten
directamente de ellos, sino además las contraídas con un mandatario que a sabiendas, ha
servido de intermediario en las operaciones de juego, o con uno de los jugadores por
adelantos hechos en la partida.
De igual manera, el art. 1.452 nos indica que no son deudas de juego las
obligaciones que se contraen para procurarse los medios para jugar o apostar, ni los
préstamos hechos por uno de los jugadores a otro después del juego para pagar lo
perdido.
De esta manera, la acción que el prestamista puede oponer está supeditada a que
el no sea otro jugador.

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LOTERÍAS Y RIFAS, RÉGIMEN LEGAL.
El contrato de lotería será obligatorios cuando esté autorizado por ley, la carrera
de caballos y rifas se igual al contrato de lotería.
En el contrato de lotería, el empresario toma a su cargo, a cambio de una postura
que se le ha de pagar, la obligación de dar al ganancioso cierto provecho que se
determinará dentro de la esfera de los postores por sorteo o de otra manera (dados,
naipes, carrera de caballos).
Las ganancias pueden estar determinadas de antemano o resultar solo en virtud
del número de partícipes. Las loterías son o bien lotería en sentido estricto, esto es
sorteo de dinero, o bien rifas, que pueden referirse a cosas de las clases mas distintas. La
adquisición de un billete de la lotería o de una rifa significa la concertación de un
contrato bilateral de adhesión.
Nuestro Código dispone en su art. 1.453, en referencia a la lotería cuanto sigue:
“El contrato de lotería será obligatorio cuando esté autorizado por la ley. En caso
contrario, se le aplicarán las disposiciones precedentes. El contrato de rifa y el de
apuesta de carrera de caballos, son equiparados al de lotería”
Por lo tanto, y de conformidad a lo dispuesto por el artículo precedente, el
contrato de lotería y afines, requieren autorización de ley, de cumplimiento obligatorio
una vez reunido los requisitos requeridos.

JUEGOS DE BOLSA – PROHIBICIONES


Las bolsas de comercio desempeñan una función económica importantísima,
facilitando las operaciones sobre mercaderías y valores, contribuyendo a regular los
precios. Al mismo tiempo, las continuas...///...
...///... alzas y bajas en dichos valores brindan una inmejorable oportunidad para la
especulación y el juego.
Mientras los participantes compren efectivamente productos o valores
especulando con su suba, o vendan previendo la baja, la operación es regular y lícita.
No ocurre lo mismo con las llamadas operaciones diferenciales, pues los que
intervienen en ellas, no se proponen comprar o vender mercaderías y valores, sino
simplemente jugar a la suba y baja, para llegado el momento concluir su negocio
pagando las diferencias en más o en menos.
Estas operaciones diferenciales tienen un efecto distorsionador sobre las
operaciones bursátiles, pues las subas o bajas no dependerán ya de causas económicas,
sino de la especulación, estimulada por la circunstancia de que para apostar no se
necesita disponer de gran capital.
Es tendencia general de las legislaciones, reprimir o al menos limitar este tipo de
operaciones ficticias, que solo crean un clima incierto, falso y lleno de incertidumbre.

APUESTA: CONCEPTO.
La apuesta se da cuando un dos sujetos afirman cosas diferentes sobre un hecho y
se comprometen a pagar cierta suma a quien posteriormente se demostrare tuviere
certeza.

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La apuesta es aquella en donde dos personas llegan al acuerdo de que el que tiene
razón sobre su opinión en determinada cuestión, será el ganador del dinero o la cosa
determinada.
En cualquier caso, la apuesta no puede ser unilateral. Así, el contrato de apuesta
además de aleatorio, es bilateral, oneroso, consensual, sinalagmático, y no sujeto a
forma alguna.
La apuesta consiste en el pacto mediante el cual, quienes afirman un determinado
hecho y quienes lo niegan, se obligan a pagar una determinada suma o a efectuar una
determinada prestación a favor de aquel o aquellos pactantes que estuviesen en lo cierto.
La apuesta se llama Mutua cuando, los jugadores ponen en común sus posturas,
repartiéndose proporcionalmente entre los ganadores, conforme a la inversión de cada
cual. Es esta la que se realiza en las casas de juegos.

SUERTE.
No es un contrato, es un elemento aleatorio, el cual se utiliza para liberar un
pleito aceptando por adelantado el resultado que derive de la misma, se utiliza para la
partición legítima de cosas comunes o finiquitar cuestiones.
La suerte es un recurso utilizado con frecuencia en la división de cosas comunes y
particularmente en las particiones hereditarias. La suerte, no es un contrato como lo
refleja con claridad el Código Civil, al no incluirlo dentro de sus especies contractuales,
ni dentro de los contratos aleatorios, sin perjuicio de que en algunos casos, pueda llegar
a producir efectos jurídicos.
Sabiamente, nuestro Código Civil, en su art. 1.454, referente a la suerte y sus
consecuencias dispone claramente: “Cuando las partes se sirvieren de la suerte, no como
apuesta o juego, sino para dividir cosas comunes o finiquitar cuestiones, producirá en el
primer caso los efectos de una partición legítima, y en el segundo, los de una
transacción”
En cuanto al primer supuesto, las partes formarán de común acuerdo distintos
lotes de lo que desean dividir, dejando librado al azar su distribución, y con ello se
asegura, que todos han de poner el mayor empeño y esmero en la formación cada uno
de los lotes, de tal forma que éstos sean los más parejos posibles, para que luego nadie
pueda quejarse de la parte que le tocó, ni invocar que es de menor valor que otro.
Procedimiento práctico cuyos resultados obligan a las partes por imperio de la
misma ley.
De la misma manera, los mismos efectos producirá en los casos de derechos
litigiosos, como cuando dos personas alegan tener iguales derechos sobre una misma
cosa, pero se obligan a dirimirlo de conformidad al resultado de la suerte.
Aquí, ambos contendientes se comprometen por adelantado a aceptar el
resultado que derive de la misma.

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RENTA VITALICIA
En su forma onerosa típica, el contrato de renta vitalicia obliga a una de las partes
a entregar a la otra un capital (dinero u otros bienes muebles o inmuebles) a cambio de
lo cual ésta asume el compromiso de pagarle una renta de por vida.
La renta vitalicia puede fundarse asimismo en un testamento o en una donación
con cargo, en los que se imponga al beneficiario de la liberalidad (heredero, legatario,
donatario) la obligación de pagar una renta vitalicia a un tercero.

Nuestro Código Civil, en el art. 1.431 dispone: “Por el contrato de renta vitalicia,
una de las partes se obliga a entregar una suma de dinero o una cosa apreciable en
dinero, y la otra se compromete a pagar una renta periódica a uno o más beneficiarios
durante la vida del suministrador del capital, o de otras personas determinadas....”
De conformidad a lo expresado más arriba, el contrato oneroso de renta vitalicia
supone los siguientes requisitos esenciales:
a) La entrega de un capital, sea en dinero o en otros bienes muebles o
inmuebles en propiedad, de modo que hay una transferencia definitiva de dominio a
favor del deudor de la renta;
b) El pago de una renta, normalmente a la persona que entregó el capital,
pero nada se opone a que el beneficiario sea un tercero.
El contrato oneroso de renta vitalicia tiene los siguientes caracteres;
Es oneroso: porque existe contraprestación;
Es unilateral: pues la persona beneficiaria de la renta no contrae ninguna
obligación y si el que debe proveer la renta;
Es real: porque se perfecciona por la entrega del dinero o la cosa, sea este mueble
o inmueble.
Es formal: porque todo acto constitutivo de renta vitalicia debe ser instrumentado
en escritura pública; y,
Es de tracto sucesivo; porque las obligaciones se cumplen periódicamente durante
la vida del beneficiario.

Naturaleza jurídica.
No es un contrato, ni tampoco una especie contractual aleatoria, es un elemento
que se utiliza para decidir en cuestiones litigiosas cuando no mediare acuerdo.

Derechos del acreedor


El derecho del acreedor se constituye en el cobro de la renta vitalicia en efectivo,
de serlo en frutos o en servicios, será pagadero en su equivalente en efectivo.

Obligaciones del deudor.


El deudor de una renta vitalicia está obligado a dar todas las seguridades que
hubiese prometido, como fianza o hipoteca, y pagar la renta en las fechas estipuladas.
Si el promitente hubiere disminuido por hecho suyo lo dado, o si disminuyeran todas

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las seguridades, el acreedor podrá solicitar la resolución del contrato y la restitución del
precio de la renta.

Extinción: muerte, resolución.


La obligación de pagar la renta vitalicia se extingue con la muerte del acreedor.

CONCLUSIÓN

Para finalizar es necesario indicar que los contratos aleatorios aquellos contratos,
en los cuales las partes se obligan, y cumplen en la medida en que la otra parte cumpla a
su vez.

El elemento más característico del contrato aleatorio es como propio su nombre


indica la existencia de un componente de riesgo (alea), que será el que determine cuáles
serán los efectos obligatorios que se deriven del contrato y la cuantía de los mismos. Se
trata de un elemento fortuito e incierto que decidirá el derecho de una de las partes a
obtener una prestación o el cese de una que venía produciéndose. Esta incertidumbre no
afecta a la existencia del contrato sino solamente a su estructura y contenido, las partes
están obligadas desde su perfección en cualquier caso.

El acontecimiento incierto puede obrar como condición o como plazo según afecte
a la existencia o al ejercicio de los derechos de las partes.

Son considerados contratos aleatorios a los juegos, apuestas y rentas vitalicias.

Quedamos en la espera de que este material haya sido del agrado del docente en
cuanto su elaboración y presentación.

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BIBLIOGRAFÍA

González Garcete, J. M & Rojas Benítez, R.J (2015) LA TEORÍA GENERAL DE LOS
CONTRATOS EN EL PARAGUAY. Análisis Normativo—Doctrinario. Ed. Arandurâ.
Asunción Paraguay. p. 257-268

Pangrazzio, A. (2005) Código Civil Paraguayo Comentado. Ed. Litocolor. Asunción,


Paraguay

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