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NÚMERO 052 2016

Los esfuerzos psicológicos de niños en marcos de cuidado


alternativos
Autor: Krohn, Alan

Palabras clave

Cuidado, Marcos de cuidado alternativos, Orfanatos, Trauma, Campos de refugiados.

"Psychological struggles of children in alternative care settings" fue publicado originariamente en


Psychoanalytic Inquiry, 35: 668-681, 2015. Traducido y publicado con autorización de la revista.

Traducción: Marta González Baz


Revisión: Judith Goldsmith y Perla Wernick

Este artículo explora desde una perspectiva psicoanalítica diversos desafíos a los que se
enfrentan los niños en marcos de cuidado alternativos tales como orfanatos, internados,
refugios post-desastre, e incluso entornos de hogares alterados por la guerra. Entre estos
desafíos están los efectos del abuso sexual y el miedo a que se repita, el ataque al sentido del
self que se está desarrollando en el niño y el adolescente, y la culpa irracional conectada a los
acontecimientos traumáticos. Se exploran los efectos indirectos, pero muy poderosos, de ser
cuidado por adultos traumatizados por la guerra. Se hacen recomendaciones sobre cómo
ayudar y proteger a estos niños y mejorar la efectividad de sus cuidadores.

Este artículo presenta lo que he aprendido acerca de ayudar a niños en marcos de


cuidado alternativos (CA) en Sri Lanka, Etiopía, y los Estados Unidos. Estos marcos
incluyen orfanatos, colegios, campamentos de personas desplazadas, refugios en
zonas de desastres, hogares sustitutos y otros entornos creados por desastres
naturales, guerra y pobreza. Me baso en consultas que he realizado en estos marcos
con las personas que trabajan en ellos y en el contacto directo con niños de estos
entornos. También he aprendido acerca de la vida en estos entornos al hablar con
adultos que pasaron tiempo en los CA cuando eran niños. Finalmente, he aprendido
sobre los desafíos a los que se enfrentan los niños de estos entornos a partir de los
estudiantes de psicología y trabajo social a quienes he dado clase en Sri Lanka y
Etiopía, que han trabajado con niños en CA y, en algunos casos, ellos mismos
estuvieron en estos marcos cuando eran niños.
Lo que sé sobre los CA lo he aprendido mediante la colaboración con los siguientes: el
Grupo de Trauma de UK-Lanka, el Programa de Doctorado en Psicología Clínica de la
Universidad de Colombo, el Programa de Graduado en Psicología Clínica de la
Universidad de Fondar, Samutthana, un Centro de Recursos para el Trauma, el
Desplazamiento y la Salud Mental y Shanthiham, una Asociación para la Salud Mental
y el Asesoramiento. También incluyo mis experiencias como Trabajador para la Salud
Mental en Desastres de la Cruz Roja en Louisiana tras el Huracán Katrina, y en
Oklahoma durante los tornados que hubo allí en el 2013.

He aprendido mucho de lo que yo llamaría conversaciones terapéuticas con personas


a las que encontré en todos estos marcos y que deseaban hablar de sus problemas:
un botones en un hotel de Sri Lanka, un empresario haciendo negocios en Sri Lanka,
y un clérigo indio son algunos de los ejemplos. Creo que un psicoanalista puede
resultar de ayuda en estas situaciones, si está abierto a todas y cada una de las
oportunidades y no establece límites a priori sobre lo que constituye su trabajo. Un
psicoanalista puede llevar la posición analítica fuera del consultorio estando dispuesto
y deseoso de escuchar y trabajar con temas psicológicamente problemáticos de
cualquier persona, en cualquier lugar, y en cualquier momento.

Este artículo describe una variedad de problemas a los que se enfrentan los niños en
CA y discute el cuidado para esos niños que se desprende de la comprensión de sus
circunstancias especiales. Se abordarán algunas áreas de manera general (por ej. qué
necesitan los niños para sentirse seguros) y otras de manera más específica (por ej. la
experiencia de una niña traumatizada durante la guerra de una manera concreta).
Muchas de las áreas abordadas se basarán en ejemplos de casos que han sido
alterados para proteger la confidencialidad del niño, su familia y el CA. Este artículo no
es un estudio empírico. En cambio, es una compilación de observaciones, viñetas y
descubrimientos a la cual suelo volver cuando describo a los estudiantes lo que hago.
Defino aquí los CA ampliamente y en líneas generales. Mi esfuerzo por entender las
necesidades especiales de los niños en estos entornos se realizará principalmente
viéndolos a través de una lente psicoanalítica, basándome en las subteorías
psicoanalíticas del conflicto intrapsíquico, el miedo, la angustia, el trauma, las
defensas compensatorias, la culpa y la psicología del self.

Evaluar y responder a las necesidades físicas y psicológicas

Al considerar las necesidades de los niños en CA, es necesario que haya una
conciencia equilibrada, simultáneamente, de necesidades físicas de supervivencia y
de necesidades psicológicas. A veces, al discutir la grave situación de los niños en el
mundo en desarrollo, hay una tendencia desafortunada a dejar de lado inicialmente,
sus necesidades psicológicas partiendo del supuesto, no suficientemente evaluado,
según el cual es necesario tener bien cubiertas sus necesidades físicas tales como
albergue, vestimenta y nutrición, antes de tener en cuenta sus necesidades
psicológicas. Es importante considerar simultáneamente las necesidades básicas de
supervivencia y las emocionales/psicológicas, totalmente entrelazadas las unas con
las otras.

Uno de los ejemplos más obvios de la importancia de este enfoque simultáneo es la


necesidad crucial que tienen los infantes de tener un vínculo con un objeto maternal
para que se desarrolle en ellos un sentimiento de seguridad que les dure toda la vida,
así como para la maduración del cerebro durante los periodos críticos del primer año.
Como es bien sabido, el desarrollo de los infantes se retrasará tanto debido a la
carencia de un apego seguro con un cuidador materno primario como debido a la falta
de alimento, agua y refugio (Spitz y Wolf, 1946; Harlow, 1964). Esto implica que debe
prestarse una atención inmediata y cuidadosa al un infante que ha perdido a su madre
o cuidador primario debido a una separación o muerte repentinas, ambas
consecuencias frecuentes de la guerra y los desastres naturales. Otro ejemplo del
valor del enfoque simultáneo es el niño mayor traumatizado que puede deprimirse,
dejar de comer o de dormir, consumir drogas o suicidarse.

La atención a las necesidades nutricionales básicas también tiene enormes


implicaciones en cómo un niño funciona cognitivamente: un niño hambriento o
famélico carece de la energía para jugar activamente o de la capacidad para
concentrarse en el colegio, y su esfera del yo libre de conflicto (Hartmann, 1939) es
limitada. En un CA es vital que se asigne un adulto responsable a evaluar
continuamente si a los niños se les está proporcionando comida, agua limpia, refugio,
atención médica, educación y protección contra los abusos de cualquier tipo y tomar
medidas si no es así.

Los profesionales de la salud y de la salud mental de países desarrollados y


avanzados necesitan trabajar con ellos mismos para reconocer que aunque deben
hacer todo lo que puedan para obtener lo básico para los niños, el resultado distará de
ser perfecto y que las formas menos palpables de ayuda, tales como escuchar a los
niños, y pensar en sus necesidades psicológicas, no pueden posponerse hasta que
todas las otras necesidades físicas puedan estar idealmente satisfechas. Necesitan
ser autoanalíticos acerca de sus fantasías idealizadas de lo que puede lograrse para
ser realistas sobre qué debería definirse como progreso o éxito. De no ser así, pueden
ser problemáticamente críticos con las personas que cuidan a los niños. Esto puede
hacer que los cuidadores se sientan devaluados, lo que, a su vez, puede provocar
desavenencias con el especialista y baja moral en los cuidadores. También puede
provocar que los miembros del personal oculten los problemas al especialista o al
director de una institución y a desanimar directa o indirectamente a los niños a hablar
de sus problemas.

El impacto psicológico de vivir en refugios y campos de refugiados

Es bien sabido que la mejor ayuda psicológica para los niños inmediatamente después
de un desastre natural es restablecer el mayor número posible de rutinas previas al
desastre. La estructura de las rutinas parece ofrecer seguridad dotando al yo de un
sentimiento de dominio siendo capaz de anticipar qué sucederá a continuación. Esto
ayuda a calmar en sentimiento de que es inminente otra desubicación, amenaza o
catástrofe traumáticas. El trauma por el ataque, la pérdida y el abandono es por su
misma naturaleza impredeciblemente peligroso y puede desbordar al yo. Desde el
punto de vista de la psicología del yo, centrarse en una agenda puede considerar una
defensa compulsiva necesaria: si mañana a las 7 tenemos el desayuno y luego a las 8
nos vamos al colegio, entonces no pasará nada terrible.

Olvidar el self en entornos de refugio

Las personas en refugios han sido generalmente víctimas de entornos potencialmente


traumatizantes y a menudo muestran efectos postraumáticos. Además de esto están
los efectos psicológicos de vivir en el refugio. Un efecto postrauma que observé a
menudo en los refugios de Nueva Orleans tras el Huracán Katrina fue la pérdida del
self previo a la tormenta, la parte de la identidad de uno conectada con el trabajo y el
hogar. Incluso más importante, había un olvido general del self en el sentido más
amplio. Descubrí que a la gente le ayudaba recordar ese self: cuando veía a personas
en los refugios, hacía un esfuerzo especial por recordar sus nombres y luego les
preguntaba por su vida antes de la tormenta, incluyendo su trabajo, sus familias y sus
hobbies. Cuando me hablaban, yo recogía algunos rasgos predominantes que a cada
persona le parecían importantes sobre sí mismo, tal como el sentido del humor en un
hombre que siempre tenía un chiste que contar, o un espíritu empresarial en otro que
poseía y desarrollaba propiedades. Cuando los veía en los días siguientes, me paraba
y les hablaba, empezando con un comentario del tipo “recuerdo que Vd. es el hombre
con las propiedades que tiene propiedades y es emprendedor”. En muchos casos, se
despertaban de lo que se denominó la mirada Katrina, una mirada adormecida, vacía.
Recordaban quiénes eran. Ahora conceptualizo que yo era para ellos un objetosef
(Kohut (1971), sosteniendo un poco de ellos, y devolviéndoselo a modo de espejo.
Sospecho que esto los ayudó a estar menos desconectados con sus hijos.

Diversos modos en que los niños manejan el miedo

En los CA en Sri Lanka y Etiopía, los niños han sido abandonados por sus padres o,
en algunos casos, los padres han muerto en la guerra o debido al SIDA. He observado
la tendencia en los adultos a considerar esas situaciones como tan comunes que las
respuestas psicológicamente dolorosas en cada niño a estos ataques psicológicos
pueden ser pasadas por alto o negadas. Asimismo, los adultos se habituaban a estas
situaciones terribles, y en el proceso comunicaban a los niños que sus sentimientos
sobre estas cosas no tenían lugar. Los adultos comunican a los niños que deberían
seguir adelante con sus vidas, un mensaje que sólo puede ser de ayuda si va
acompañado del reconocimiento de que es totalmente natural pensar en sus pérdidas
o en sus experiencias traumáticas. Cuando no hay espacio psicológico en los adultos
para emociones dolorosas sobre la muerte, la pérdida o el miedo, los niños pueden
ver como malo tener sentimientos o pensamientos fuertes e inquietantes, haciendo
que los expresen indirectamente, a menudo mediante canales de conversión
psicosomáticos, histéricos. El personal del orfanato y los padres de acogida pueden
ser educados sobre lo duro que es aceptar sentir el dolor de la pérdida, por ejemplo, y
cómo necesitan permitirse afrontar esos sentimientos para poder ayudar a los niños a
hablar de ellos y elaborarlos. Vivir en campos de refugiados, donde la seguridad no es
fiable, tiene como resultado que los niños sean víctimas de ataques físicos y sexuales
y, con ello, el efecto continuo internamente traumatizante, muy significativo y a
menudo obviado, de miedo y preocupación constantes respecto a futuros ataques.

El siguiente caso de una chica de 13 años en un campo de internamiento

para personas desplazadas tras el tsunami ilustra los efectos patogénicos que tuvieron
en ella un ataque que sufrió y la problemática negación por parte de su madre de las
emociones que la chica estaba tratando de afrontar y de las que intentaba hablar. Un
estudiante de trabajo social y yo nos reunimos con esta chica, que describió ser
atacada por detrás por un hombre mientas ella estaba orinando durante un viaje al
bosque para recoger leña. El hombre sostuvo un cuchillo contra su garganta y trató de
coger una cadena que pensaba que ella llevaba. Ella dijo que luego la obligó a retener
algún líquido en la boca durante unos minutos, para que no pudiera pedir ayuda,
mientras él escapaba. Tras varios meses seguía preocupada por los recuerdos del
ataque, y le daba miedo ir al colegio pro si veía al hombre que había huido del campo.
Le daba miedo estar sola. Hablé con ella sobre cómo opera su miedo: que durante el
ataque alguien se había apropiado a la fuerza y con violencia de algo que para ella era
muy importante, su cuerpo. Es terrible para cualquiera que eso pase. Le pregunté si le
pasó algo sexual, y ella insistió en que no, pero yo sospechaba que sí, tal vez
penetración oral. Dijo que “estaba tan asustada, pensé que iba a matarme”. Le dije:
“Eso fue terrorífico y puede que lo sigas sintiendo cuando piensas en él”. Le pregunté
si tenía alguien con quien hablar de esto y dijo que sí, su madre y sus amigos. Le
pregunté si se sentía desprotegida porque esto hubiera pasado y el hombre siguiera
fugado. “No”, dijo; siente que tiene apoyo. Pero en este punto de la entrevista, me dijo
que en ciertos momentos, especialmente a las 8 de la tarde, ¡se desmaya! Le
pregunté cuando ocurrió el ataque y me dijo que a las 8 de la tarde. Le dije: “justo a la
hora a la que te desmayas. A veces pensar en algo espantoso es demasiado y
encontramos la forma de escapar. Desmayarse es una forma de escapar de ello”. Ella
asintió. Así que en Sri Lanka hallé que el síntoma histérico actual de elección es el
mismo que en occidente durante la época victoriana, existe un apoyo social y cultural
para este tipo de síntoma.

El estudiante de trabajo social y yo nos reunimos luego en privado con la madre de la


chica. Dijo que su hija sigue sin querer ir al colegio algunos días. Hablamos con ella
sobre cómo su hija seguía aún tan inmersa en los efectos del ataque que tal vez sería
bueno que la acompañara al colegio durante un tiempo para ayudarla a hacer la
transición. Ella habló de intentar llevar a este hombre ante la justicia. Yo le dije: “Pueda
o no hacer Vd. esto, y espero que pueda, es importante para su hija saber que lo está
intentando, puesto que eso le comunica que está haciendo todo lo que puede para
protegerla”. Lo que la madre contaba de la experiencia de su hija tenía que ver
totalmente con su conducta, no con sus sentimientos.

La madre quiso saber entonces si su hija tenía algún problema físico causado por lo
que el hombre le hizo tener en la boca. “¿Estuvo enferma su hija después de que
pasara eso?”, pregunté. “No”, dijo la madre, “pero tal vez entrara en su cerebro poco a
poco”. También estaba preocupada porque los problemas de su hija tuvieran que ver
con su nutrición: la chica no come pescado. Le pregunté qué más come, y me pareció
que estaba comiendo bien, incluyendo otras fuentes de proteínas. Esta área no tenía
problemas de comida, incluso tras el tsunami. De modo que aquí vemos las teorías
fisicalistas que la madre sostenía frente a un problema psicológico. El desmayo de la
hija revela un uso del cuerpo como metáfora, que los pensamientos o los recuerdos
que realmente están en su mente se consideran fuerzas físicas que trabajan sobre su
cuerpo. La madre considera que los problemas de su hija provienen del líquido que el
hombre le hizo mantener en la boca. Esto promueve en la chica una evitación de sus
sentimientos y pensamientos sobre lo que pasó y explica en cambio la causa de los
problemas de la chica en base a una ilusión de pasividad, la defensa de carácter
propia de la personalidad histérica (Krohn, 1978): algo químico se introdujo en el
cuerpo de la chica, luego en su cerebro, y ahora ella es pasiva frente a su poder
tóxico.

Necesidad de formar al personal para entender los sentimientos inconscientes

Un simple concepto psicodinámico –la defensa, explicada son sencillez y con


ilustraciones claras- puede ser útil para que los adultos de los CA entiendan. Puede
ayudarlos a sintonizar con ansiedades a las que el niño no ha dado voz. En la
formación de personal o grupos de orientación a padres, la defensa puede ser
explicada como un método mental automático para evitar sentimientos insoportables
ocultándolos tras otros sentimientos y conductas. Esto ayuda a los miembros del
personal a entender muchas conductas

problemáticas, por ejemplo, el uso que hacen los chicos adolescentes de la actuación
agresiva para evitar sentimientos de miedo, impotencia o necesidad.

En varios orfanatos en Sri Lanka y Etiopía, donde había lugares para que la mente y la
vida de los niños estuvieran a salvo, observé a los niños, con más frecuencia a las
niñas, usar otra defensa: comportarse excesivamente bien. Los visitantes de occidente
a menudo se sentían impresionados y deleitados por lo educados y respetuosos que
eran los niños. Los niños obedientes y que se adaptan son más fáciles de manejar en
cualquier marco institucional. Hasta cierto punto, esto es útil para los niños, también,
pero los niños y los adolescentes pueden desarrollar un pseudoself, una presentación
que se construye para el consumo externo, pero que deja incontrolados y sin
reconocer sus deseos internos de hacer y ser algo muy diferente de lo que se autoriza
como bueno. Cuando le pregunté a una serie de chicas en entrevistas individuales en
un orfanato de Sri Lanka qué querían hacer cuando dejaran el orfanato, casi todas
dijeron usando exactamente las mismas palabras: “Quiero ser profesora (o doctora) y
dar dinero a mi familia”. Cuando se les preguntó qué les hacía sentir placer personal
en la vida, a menudo ni siquiera entendían la pregunta.

Es necesario que la formación del personal incluya la exploración educativa de que


puede haber tras el exterior amable de un niño. Tras esta buena conducta puede
haber el miedo de que si se comporta de otra forma lo mandarían lejos. Vi ejemplos en
que la preocupación por ser expulsado de un orfanato o un colegio se combinaba
psicológicamente con situaciones previas en su casa que contenían la misma
preocupación. En un caso, una niña fue expulsada a la fuerza de su casa por su
madrastra, que había entrado en la vida de la niña tras la muerte de la madre de ésta.
La madrastra le dijo al padre de la niña que ésta le recordaba demasiado a su antigua
esposa y tenía que irse. La niña estaba preocupada de que el orfanato, que era
excelente, atendido por personas muy cuidadoras, la expulsara también.

El papel de la culpa en niños víctimas de la guerra y desastres naturales

Otra dinámica que promueve en algunos niños la tendencia a ser extremadamente


amables y dóciles es el sentimiento irracional del niño de que la ida o la muerte de un
padre/madre hayan sido por su culpa. A continuación se muestran varios ejemplos de
una sesión formativa intensiva para trabajadores sociales, enfermeras y profesores en
la que los sentimientos de culpa en la infancia desempeñan un papel crucial. Aunque
estos relatos provenían de trabajadores sociales jóvenes en formación, hablaban
sobre sus propias experiencias infantiles.

La culpa a menudo es un aspecto que se niega en la psicología de niños en entornos


posteriores a un desastre. Los desastres y la guerra enfrentan a los niños con
pérdidas repentinas de personas importantes debido a la muerte o la separación. La
pérdida de objetos es una de las principales catástrofes que activan la angustia señal
y las defensas que la siguen (Freud, 1926), muchas de ellas patológicas o
patogénicas.

A menudo, de forma simultánea al trauma de la pérdida, se da un esfuerzo de los


niños por explicar por qué ha sucedido una pérdida, quién hizo que pasara, quién es
responsable. Dependiendo del nivel de desarrollo cognitivo y del tipo de información (o
la falta de ella) que se ha ofrecido a un niño acerca de una pérdida, entre otros
factores, los niños en estos entornos, como los niños de todas partes, construyen
teorías privadas. Estas fantasías de causalidad, junto con la culpa por los propios
deseos y pulsiones del niño, pueden dar lugar a culpa irracional, odio hacia uno mismo
y autodestructividad. Estas actitudes autopunitivas se incrementan en los niños en los
que se usa el castigo corporal en casa o en el colegio.

En las siguientes viñetas, ambas de Sri Lanka, la culpa se ve más intensificada por la
actitud negativa de la cultura hacia los deseos agresivos, las expresiones
interpersonales de hostilidad, de egoísmo, especialmente en las mujeres y las niñas.
Una trabajadora social describió llegar a casa cuando tenía seis años tras trabajar
todo el día en un campo de arroz. En el recuerdo, que era vívido, una estructura
enmarcada de recuerdo encubridor, ella quería comer algo frito, pescado o verduras,
pero su madre no tenía nada de eso. La niña tuvo una rabieta, gritándole a la madre y
rompiendo un plato. “Yo era una niña terca, terca”, dijo, pareciendo cabizbaja y
avergonzada. Su hermano, mucho mayor que ella, que tenía 20 años en aquel
momento, le dijo: “Ese no es modo de comportarse para una niña”, y, poco después,
se fue de casa. Después de eso, tuvo poco contacto con él. Dijo que decidió no volver
a comportarse así. Luego añadió, aparentemente fuera de contexto, pero
probablemente muy en un contexto inconsciente: “y mis padres ahora están muertos”.
El sacar a colación su muerte justo en ese momento probablemente expresaba su
culpa inconsciente. Sugiere la fantasía que no sólo le hace ver que fue culpa suya que
su hermano se marchara, sino que también lo fue la muerte de sus padres.

Luego invité al grupo a ofrecer sus respuestas a lo que habían escuchado. Tras unas
dudas, algunos miembros del grupo dijeron que ella se sentía muy culpable, pero que
en realidad no había hecho nada malo. Usamos este momento como una oportunidad
para hablar en general sobre la culpa, consciente e inconsciente, racional e irracional.
La discusión volvió a girar en torno a la culpa de esta joven. Hablamos sobre cómo
todos los niños de 6 años tienen rabietas de vez en cuando. Ella parecía tan
disgustada que le hablé directamente: “Dijiste que eras una niña terca –le dije- pero tal
vez eras sólo una niña, como cualquier otra, expresando tu apetito de una comida en
concreto tras un largo día en el campo, o teniendo los sentimientos de enfado
normales que las niñas tienen hacia sus madres. Pareces estar culpándote, sin razón,
de que tu hermano se marchara o de que tus padres murieran. No mereces castigarte
por ninguna de las dos cosas”. Estaba intentando ser educativo, explicando cómo los
niños conectan irracionalmente algo que hicieron con algún resultado terrible, y
terapéutico, marcando directamente una interpretación para ella. Esto pareció
ayudarla, y simultáneamente el grupo pudo ver cómo podía hacerse una
interpretación.

El intercambio dio pie a que otro miembro del grupo trajera un recuerdo similar:
cuando ella tenía 5 años, no quería ir a la guardería y, en cambio, estaba jugando con
un palo en la arena. Su madre le gritó y después de eso ella fue a la guardería sin
quejarse y siempre exactamente a tiempo. Enfatizó que después de eso estaba
dispuesta a ser una “niña muy, muy buena” y a no volver a desobedecer a su madre.
Usé este ejemplo para ilustrar el desarrollo de la formación reactiva: ser una “niña
muy, muy buena” convertía la rebeldía en su opuesto. La mujer añadió luego que justo
después de este incidente tenía miedo a la hora de acostarse de que un monstruo la
cogiera. Hablamos de cómo esa fobia, común en los niños en torno a los 5 años, pudo
producirse después de expresar sentimientos hostiles o rebeldes. Debido a la culpa,
una niña puede sentir que su agresión o su enfado se le devolverán en forma de
castigo. Se puede enseñar a un cuidador en el entorno de un niño a ayudarle a
entender que no hubo conexión entre ser demandante o estar enfadado y la pérdida
de personas importantes. El cuidador puede aprender a hablar a un niño o a los niños
de un grupo sobre cómo a veces los niños se sienten culpables por cosas de las que
no son responsables y con las que no tienen nada que ver.

La culpa y la depresión autocrítica se ilustran en un incidente particularmente horrendo


que tuvo lugar durante la guerra en Sri Lanka: durante un bombardeo prolongado por
parte de las tropas del gobierno, una niña tamil de 10 años, sus padres y su hermano
mayor se refugiaron en un bunker. Necesitaban agua, y su hermano le dijo que fuera
al depósito. Ella le gritó que debería ir él. Él le gritó a ella que no podía ir porque tenía
la pierna herida. Ella recuerda haber estado enfurecida y aterrorizada por tener que
abandonar la seguridad del bunker. Finalmente gateó a través de un campo de batalla
para llegar al depósito. Justo cuando llegaba al depósito, escuchó una explosión, miró
atrás, y vio que el bunker donde la familia estaba había sido bombardeado y destruido.
Tenía el recuerdo terrible de mirar atrás por encima de su hombro y ver la mano de
alguien de la familia sobresaliendo del suelo. Mi colega, que la entrevistó, la ayudó
con sus sentimientos acerca de esto: se sentía muy culpable por haber sobrevivido.
También pudo contarle a su entrevistador que antes de dejar el bunker para ir a por
agua, había pensado: “ojalá mi hermano estuviera muerto”. La culpa por ese deseo la
había dejado sintiendo que tal vez era tan mala persona que no merecía ser feliz.

Diferencias de género en las defensas de los adolescentes

Los miembros del personal y los padres en los CA, necesitan entender que los chicos
adolescentes enmascaran el miedo a la pérdida, a la debilidad y a no ser amados,
intentando asumir una identidad de hombre contradependiente, físicamente
invulnerable. Los chicos adolescentes usan una conducta agresiva y arriesgada que
pretende crear la ilusión de invulnerabilidad, fuerza y valentía. Esta conducta puede
tener, por supuesto, consecuencias destructivas. Las chicas adolescentes tienden, en
cambio, a usar la pasividad y la formación reactiva, como se ha ilustrado, para
defenderse contra los afectos traumáticos y postraumáticos.

De un perceptivo científico social del área de Jaffna, al norte de Sri Lanka, lugar del
conflicto militar más importante durante la guerra civil y de la limpieza étnica de los
tamiles durante sus días finales, aprendí acerca de las defensas que utilizaban los
chicos tamiles adolescentes. Estos niños habían vivido toda su vida en un estado de
miedo a que el gobierno cayera repentinamente en manos de los tamiles, como había
sucedido en el pasado, y también, a que los Tigres Tamiles los forzaran a convertirse
en niños soldados. También estaba el miedo al castigo de los padres si la conducta del
chico daba razón a las autoridades cingalesas para centrar sus sospechas en el chico
o en su familia.

Tras la guerra, muchos de estos chicos actuaban agresivamente, según mi colega,


para crear un sentimiento de poder y omnipotencia. También pueden haberse sentido
con derecho. Estos chicos tamiles, con el dinero de la diáspora, compraban
motocicletas y se volvían muy agresivos, abusaban del alcohol, y muchos dejaron el
colegio. Exudaban rudeza para intentar generar un sentimiento de fuerza mientras que
bajo la superficie continuaban invadidos por el trauma de la guerra. Curiosamente,
añadía que algunos miembros tamiles de la diáspora estaban aprovechando esta
conducta enviando dinero a estos chicos para intentar recomenzar la guerra. Esto
puede tener un resultado social desastroso más general: cuando la experiencia de una
amenaza externa omnipresente desaparece repentinamente, el esfuerzo que estos
chicos hacen por acallar los recuerdos de su estado vulnerable durante la guerra,
junto con los sentimientos de sentirse con derecho por las deprivaciones ocasionadas
por la guerra, pueden sembrar las semillas para la actividad violenta, radical y, en
algunos casos, terrorista.

Importancia de los objetos de identificación en los CA

La cohesión de los niños entre ellos es una fuente de enorme apoyo y sostén en
orfanatos, campos de refugiados o internados. Simultáneamente puede ayudar a la
institución a manejar a los niños. Este proceso grupal debería ser respetado y
fomentado, pero sin sacrificar el desarrollo de la identidad individual.

Un sentimiento de self, de agencia y voluntad personales, están conectados con la


formación de la identidad. Asimismo, en un nivel más concreto y práctico, ser capaz
de estar solo es importante para que estos niños hagan la transición al mundo
competitivo del trabajo y la educación superior. Tener un mentor o un adulto especial
es útil a este respecto. Un profesor, un cuidador del entorno, un médico visitante,
enfermera o cocinera, cualquiera del entorno, puede hacer la función de un objeto
para identificarse con él. Aunque el vínculo con esa persona en concreto es
importante, necesita ser moderado por el adulto para evitar que otros niños se sientan
excluidos o no elegidos. Aquí se hace necesario un equilibrio.

Las personas de fuera pueden ser modelos con los que identificarse: en un orfanato
en el que consulté, los adultos de la comunidad vinieron de visita con determinados
niños. En otro, se usaba Skype para que los niños tuvieran individualmente un adulto
especial de los Estados Unidos.

El problema del abuso sexual en algunos CA

El abuso sexual es un problema importante en los colegios con régimen de internado,


hogares sustitutos y orfanatos en Etiopía y Sri Lanka. La forma de abuso sexual más
insidiosa es el abuso de un niño por parte de un profesor, un trabajador al cuidado del
niño, o un clérigo. Además de los sentimientos de vergüenza, miedo abrumador, y
culpa irracional en el niño, hay otro elemento en estos marcos que debe ser
enfatizado: en cuanto que el abusador sigue estando en el entorno del niño, el niño
piensa que todos los de su entorno confabulan, protegen, perdonan y apoyan las
acciones del abusador. Se siente todo el entorno como inseguro, no sólo para el niño
abusado sino para todos los niños. Durante las entrevistas con niñas en un orfanato
de Etiopía en el que las niñas hablaban de abusos por parte de un director del
orfanato, quedó claro que vivían en un estado de miedo, vigilancia y desconfianza. La
vigilancia postrauma puede dar lugar a un conflicto intrasistémico, dentro del yo, en el
cual las funciones del yo de pensamiento, foco y concentración se ven excluidas por la
vigilancia ansiosa, elaborando estrategias para permanecer lejos del abusador, y en
general privilegiando un foco mental externo en lugar de uno interno. Esto puede
interferir con el desarrollo y el mantenimiento de esferas del yo libres de conflicto
(Hartmann, 1939), dando como resultado dificultades en el aprendizaje.

Cuando el relato de un abuso por parte de un niño se encuentra con un “estás


equivocado” o “no pasó nada”, y el abusador permanece en el entorno, puede sentirse
potencialmente desprotegido. Esto hace que el entorno pueda transformarse en
continuamente traumatizante, minando la “confianza básica” (Erikson, 1959), que es
vital en el desarrollo para poder establecer relaciones.

Cuando se descubre el abuso sexual (o físico) el experto en salud mental y el


administrador del CA (sea un consultor extranjero o local) pueden elegir entre
confrontarlo o no. En el mundo en desarrollo (así como en el desarrollado) existen,
desgraciadamente, tendencias a mirar hacia otro lado, y a menudo hay carencia de
leyes sobre abuso a menores. Muchas de las cosas maravillosas de un buen CA
pueden verse seriamente comprometidas si el administrador y el personal carecen de
la valentía para emprender acciones que pongan fin al abuso. Obviamente, cuando el
abusador forma parte de la administración de un orfanato o un colegio, o es un
miembro de la familia del niño, el desafío es mayor aún, y la solución puede terminar
en manos de un consultor externo.

Discriminación de los niños del orfanato por parte de los niños locales

Cuando los niños se inscriben en un colegio externo al orfanato o el lugar donde se les
aloja, son comunes la discriminación, el estigma, el acoso o la exclusión más sutil por
parte de los niños locales. Esto puede hacer que los niños del orfanato se retiren para
juntarse sólo con otros niños del CA, aislándose más del grupo de clase más amplio.
Esto aumenta la experiencia de que el mundo fuera del orfanato es un entorno ajeno,
hostil, en el que no serán aceptados. Los administradores de los colegios en los
colegios off-ground, así como el personal del orfanato, pueden confundir la pasividad o
la tranquilidad de un niño en la clase con una verdadera integración grupal (en el
grupo de clase.)

El valor de la mentalidad psicológica y la autorreflexión

Mis colegas y yo hemos dirigido lo que he dado en llamar grupos de práctica


autorreflexiva con miembros del personal de diversos CA. Un tema de la formación es
ayudar al personal a acoger cualquier comunicación de dolor emocional por parte de
un niño. Esta guía más bien simple es a menudo difícil de seguir por parte de los
cuidadores, si los sentimientos que el niño está expresando son demasiado cercanos
a los propios sentimientos internos con los que lucha el cuidador, o bien porque son
considerados impropios de la cultura.

En un momento dado, cuando le pregunté a una niña de Sri Lanka mediante un


traductor si echaba de menos a su madre, la niña empezó a llorar y el traductor, que
era miembro del personal, inmediatamente intentó que se controlara. La formación del
personal también necesita centrarse en las experiencias de los propios miembros del
personal con el trauma de la guerra, en especial cómo pueden estar adormeciendo
sus sentimientos y animando a los niños a hacer lo mismo. Si un niño habla de
experiencias que están demasiado próximas a los sentimientos de los que se está
defendiendo el adulto, este no animará al niño a que los exprese.

Un psiquiatra muy autorreflexivo en el norte de Sri Lanka, que vivía en medio de la


guerra dijo de un modo muy pragmático “todos hemos sido traumatizados” y me pidió
que me sentara con él y algunos de los médicos sénior para hablar de cómo
necesitaban volver a conectarse con los sentimientos. “Ahora no sentimos casi nada.
Necesitamos hablar así para ayudar a las personas con sus problemas”.
Psicoeducación sobre el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) y otras
respuestas al trauma

Las secuelas del trauma de origen natural u ocasionado por el hombre pueden
ocasionar un TEPT. Diagnosticar el trastorno es útil en sí mismo, pero una
comprensión más en profundidad de los efectos del trauma puede ayudar a un
trabajador de la salud mental a ofrecer algo de psicoeducación terapéutica. Esta
psicoeducación consiste en ayudar a los individuos traumatizados, incluyendo niños, a
entender cuál es el propósito de estos síntomas, qué significan. Si esto se explica de
una manera simple, podemos ayudar a un niño o adulto, sea en un marco grupal o en
una conversación individual, a entender el valor originalmente adaptativo, útil, de
supervivencia de reacciones tales como hipervigilancia, entumecimiento afectivo y
suspicacia. La vigilancia sirve para proteger al organismo estando alerta por si se
repite la experiencia traumática. El entumecimiento afectivo sirve para prevenir que las
emociones sean masivamente abrumadoras, pero más adelante estas
autoprotecciones pueden tener como resultado un bloqueo de la vida emocional como
por ejemplo las relaciones con otras personas, que requieren un vínculo emocional, se
ven seriamente obstaculizadas. Los flashbacks y las rumiaciones del trauma, pueden
ser esfuerzos, si bien poco eficaces, por volver atrás y dominar los acontecimientos
con la esperanza de que esta vez salgan mejor.

Estas dinámicas pueden explicarse a los niños y a las personas que viven con ello y
los cuidan. En lugar de simplemente etiquetar los esfuerzos de los niños como TEPT,
las personas del entorno del niño pueden comunicar verdadera y profundamente su
empatía con el niño y con sus esfuerzos por asumir el trauma, si entienden que la
historia concreta que hay tras las respuestas postraumáticas del niño. Los abordajes
utilizados en situaciones de desastre suelen ser iguales para todos los individuos
apuntando al apoyo, ante las dificultades de un niño tras un trauma. Resulta muy
adecuada una perspectiva psicoanalítica para buscar y explicar la construcción
subjetiva que cada niño hace de lo que ha sucedido. Poner en palabras la experiencia
particular del niño tiene un impacto terapéutico mucho mayor.

Padres traumatizados y la presión sobre los niños

He observado que la ansiedad en los padres, debida a la guerra, a su estatus de


refugiados, y a la pobreza pueden llevarlos a demandar que su hijo elija una carrera
que ellos consideren, racional o irracionalmente, que le ofrece seguridad. Un
estudiante de trabajo social en Sri Lanka preguntó: “¿Qué pasa si hay dos curas?”
refiriéndose a la depresión y los pensamientos suicidas en un chico de 18 años al que
estaba asesorando. La madre del chico demandaba que se formase como profesor, lo
que ella pensaba (erróneamente) que le ofrecería un trabajo más seguro que la
electrónica, que a él le encantaba. Se deprimía cuando pensaba en la enseñanza, en
la que no tenía interés. Una de las curas era seguir su pasión por la electrónica, pero
eso haría infeliz a su madre. Hacer feliz a su madre y a su familia intentando dedicarse
a la enseñanza era la otra cura. Además de subrayar la diferencia cultural entre el
énfasis de la cultura occidental en la realización individual y el que la cultura de Sri
Lanka pone en la felicidad de la familia, la presión de la madre aumentó debido a una
actitud de miedo por la supervivencia de su hijo en un entorno destruido por la guerra
y asfixiado por las amenazas del gobierno y los Tigres Tamiles.

En un entorno de guerra, en refugios post-desastres y en situaciones en las cuales


toda la familia está bajo constante amenaza, las reacciones emocionales fuertes de
los niños son muy amenazantes para los padres. Cuando ven un niño enojado o
rebelde, esto pueden movilizar sus propios sentimientos de ira y descontento, los
cuales, por razones de adaptación, han debido dominar. Por lo tanto, para aquietar
estos sentimientos intentan reprimir la expresión de los mismos en los niños.
Contratransferencias con víctimas de desastres y el mundo en desarrollo

Los miembros bienintencionados de ONG del mundo desarrollado a menudo tienen


actitudes no examinadas de asco o indignación moral hacia el mundo en desarrollo y
las personas que viven en él. Por ejemplo, pueden imponerse los niveles occidentales
de limpieza y puntualidad de forma extrema a un entorno de cuidado de grupo en el
mundo en desarrollo. Esto reaviva viejas relaciones coloniales con las potencias
ocupantes. Esto puede dar lugar a una rabia directa o pasivo-agresiva por parte del
personal local. Otra actitud es la falta de comprensión de que para que las cosas se
hagan en el mundo en desarrollo uno debe manejar la economía sumergida de
sobornos y favores. (También puede haber algún desvío de fondos en entornos en que
las personas lo están pasando mal económicamente).

Otra contratransferencia en los CA es el deseo de que los niños y sus padres estén
agradecidos con quienes los ayudan. Los voluntarios de la Cruz Roja que trabajaban
en los refugios de Louisiana tras el Katrina se enfadaron mucho con los evacuados,
niños y adultos por ser demandantes y no ser lo suficientemente agradecidos. En un
desayuno de trabajo, un grupo de voluntarios del refugio expresaron su enfado por la
ingratitud de los evacuados. En mi papel como trabajador de la salud mental en la
Cruz Roja, los animé a ponerse en la piel de los evacuados: a considerar el impacto
de haberlo perdido todo y, además, tener que vivir indefinidamente en un refugio.
También hice la interpretación de que todos nos sentíamos impotentes a la hora de
satisfacer las necesidades de los evacuados (el día antes, los evacuados se
presentaron en el refugio al haber escuchado, erróneamente, que las tarjetas de
dinero de emergencia se distribuirían ahí). A veces cuando nos sentimos impotentes,
buscamos rechazar ese sentimiento con una emoción fuerte, activa, como es el
enfado. Otra respuesta a esta impotencia es huir, como algunos estaban preparados
para hacer en ese mismo momento. Después de haber hablado, todos se quedaron y
las actitudes críticas se redujeron notablemente.

En una reunión con cuidadores en un orfanato excelente en Sri Lanka, el personal


estaba molesto por la emergencia en los niños de la sensación de sentirse con
derecho y de actitudes demandantes. Paradójicamente, cuando los niños se sintieron
más seguros en el orfanato, se sintieron lo suficientemente seguros como para ser
demandantes. Los miembros del personal necesitan entender que aunque los niños
pueden saber que el orfanato y las personas que hay en él los han apoyado y han sido
amables con ellos, pueden seguir teniendo al mismo tiempo sentimientos de enfado
porque sus padres los hayan abandonado. La rebeldía y la conducta oposicionista se
habían considerado simplemente como mal comportamiento. Entender que la
desobediencia y el enfado pueden transmitir un mensaje emocional que el niño puede
sentirse incómodo revelando (o incluso sabiendo) puede ayudar al personal a
empatizar con el niño. Trabajé con el personal para desarrollar algunas habilidades
básicas de escucha y de feedback que pudiéramos usar para ayudar a los niños a
poner en palabras sus ideas y sentimientos.

Consulta acerca de Desarrollo Infantil

En un pueblo, cuatro meses después de que fuera azotado por el tsunami, tuvimos
una reunión con profesores, padres y niños de preescolar para discutir los efectos
continuados en los niños. Uno de los varios temas que surgieron fue que los niños
seguían siendo dependientes de padres y profesores, y algunos adultos estaban
disgustados y frustrados con esto.

Los ayudamos a entender como es una regresión normal en niños, luego de lo que les
aconteció, y también acerca de la utilidad que representa una regresión transitoria
para poder salir adelante.

Basándonos en el modelo de consulta de Allen Creek Preschool, un colegio


preescolar para niños con una filosofía psicoanalítica y evolutiva, un consultor en un
CA puede ayudar a los padres a ver el valor de una crianza que promueva el
desarrollo psicológico saludable. Esta guía puede entrar en conflicto con los valores
culturales locales. Mi experiencia es que si la guía y la educación en esta área se
ofrecen de un modo no confrontativo, las personas pueden recapacitar y por lo menos
considerar las alternativas.

Tanto en Sri Lanka como en Etiopía, el castigo corporal como un modo de disciplina a
menudo se diluye en abuso físico. En la formación de profesores y paraprofesionales,
estallaron fuertes reacciones al hablar sobre la investigación que indica que azotar y
golpear a los niños da lugar a un bajo rendimiento escolar. Este tipo de disciplina
puede proporcionar control de la conducta, pero puede dañar el espíritu del niño, a su
sentimiento de autovalía, y puede ocasionar reacciones postraumáticas. Reconocimos
las diferencias en los enfoques y luego hablamos sobre lo que consideramos el valor
de la explicación para ayudar a los niños a desarrollar controles internos. Los
miembros del grupo hablaron, tanto en la reunión de grupo como en privado, sobre
sus propias experiencias como víctimas del castigo corporal y/o el abuso físico.

En un intercambio conmovedor en una de nuestras formaciones, una médica que


también es madre dijo entre lágrimas que ha estado intentando dejar de “doblegar” a
su hija, porque puede ver que esto es destructivo; con este cambio, la conducta de su
hija ha mejorado realmente y disfrutan más la una de la otra.

Un director de colegio en otra formación, se me acercó durante una pausa para decir
en una voz inicialmente alta y en tono discutidor que el castigo detiene la conducta y
dijo que lo sabía por propia experiencia cuando era niño: echó a rodar un neumático
por una carretera, tras lo cual su padre lo golpeó severamente. Dijo: “¡Puedo decirle
que nunca más lo hice!”. “Sí, debido al miedo a que su padre lo golpease, la conducta
no se repitió”. Entonces dijo, espontáneamente y con lágrimas en los ojos: “Pero he
tenido durante muchos años un problema con la ‘iniciativa’ y sólo recientemente he
podido ver esto en mí mismo”. “La iniciativa puede parecer muy peligrosa”, le dije,
“como echar a rodar el neumático en la carretera, como que su padre volverá a
castigarlo enfadado”. Escuchó atentamente y hablamos de este durante un rato.
Espero que aplicara este insight en su papel como director de colegio.

La filosofía parental en Sri Lanka tiene una interesante historia que planeo sacar a
colación la próxima vez que me enfrente con el tema de la disciplina infantil allí: De
Zoysa, Newcombe, y Rajapaksa (2006) investigaron las prácticas de crianza durante
la era monárquica cingalesa precolonial en Sri Lanka y descubrieron escritos que
recomendaban y aceptaban un acercamiento más cariñoso y cuidadoso para criar a
los niños. El cambio al modelo más rudo y punitivo vino con la colonización británica.

Cuando las actitudes culturales chocan con los derechos humanos básicos

Refiriéndose al abuso de niñas y mujeres, Hillary Clinton dijo: “La violencia contra las
mujeres no es cultural, es criminal” (Clinton, 2011).

Los prejuicios sociales y la discriminación pueden tener efectos muy palpables en las
personas, incluyendo los niños. Aunque puede considerarse irrespetuoso con la
cultura local y que se impone un sistema de valores exterior al modo neocolonial, para
ayudar a los niños, especialmente a las niñas, es vital adoptar una posición que ponga
en cuestión ciertas actitudes. El matrimonio de niñas (y, consecuentemente, los
embarazos tempranos que provocan fístulas), la mutilación genital y el que se les
niegue la educación a las niñas son algunos ejemplos.

Los efectos destructivos de estas actitudes sociales afectan también a los chicos: un
ministro se me acercó en el restaurante de un hotel mientras yo desayunaba y me
preguntó si podía hablar conmigo. Hablamos durante unas dos horas sobre sus
esfuerzos por ayudar a una comunidad de víctimas de tsunami en Chennai, India,
donde vive. Es muy difícil allí ayudar a la comunidad y para la comunidad es difícil
ayudar a las personas, porque, debido al sistema de castas, no hay una sola
comunidad. Luego empezó a hablar sobre los efectos de su casta, la intocable, sobre
él mismo, su hijo y su comunidad. Pasamos dos horas en lo que sólo puedo describir
como una educación para mí y una psicoterapia muy breve para él. Es un ministro
cristiano que trabaja como asesor/trabajador social sin apenas formación, como él
mismo admite. Habló de lo aprisionado que se siente por su casta. Habló de que el
sistema sigue siendo muy fuerte y habló de su decepción con Gandhi por no haber
sido directamente crítico con él. Habló de las restricciones externas acerca de lo que
puede hacer un intocable. Dijo que ser un paria estaba “en mis huesos”.

A continuación habló con amor y tristeza sobre su hijo, que era un jugador de cricket
muy dotado en un país obsesionado por el cricket. Pasó del equipo de su escuela
local a la competición de distrito, mejorando su record en cada etapa. Entonces le
dijeron que, debido a su casta, no podía continuar. El niño no volvió a jugar al cricket
ni a hablar de él. Se cerró, como si se le hubiera dicho que tenía una limitación física
que le impediría seguir progresando. Fue una de las cosas más escalofriantes, y que
más me enfurecieron, que hubiera escuchado nunca. Por supuesto, estaba
describiendo una defensa del chico para adaptarse a esta terrible injusticia, una
defensa sobre cuyos efectos a largo plazo solo podríamos especular. Dijo que el
sistema de castas seguiría a su hijo a cualquier lugar de Asia, especialmente en las
comunidades hindúes

Nuestra conversación giró luego en torno a estos efectos psicológicos. Cuando él


hablaba de sí mismo y de su hijo, dije algo que parecía obvio pero era importante
decir: “Parece que parte del problema que usted y los de su casta tienen es que creen
que es cierto lo que la sociedad dice sobre ustedes. Han internalizado lo que se les ha
dicho en el transcurso de toda su vida. Pueden no pensar racionalmente que sea
cierto, pero también lo hacen”. “Sí, está dentro de mí; es verdad”. “Así que tienen del
exterior esta visión de sí mismos como despreciables y la tienen también desde el
interior”. Para un analista este fenómeno, la internalización, es algo que observamos
todo el tiempo en los pacientes. Fue una observación simple pero pareció, al menos
en ese momento, la llave que desbloqueó la cerradura para este hombre. “Nunca me
lo he dicho así a mí mismo, en realidad –dijo- pero es así, no puedo alejarme de esto,
forma parte de mí”. Le dije: “es una idea terrible, prejuiciosa y cruel sobre usted y está
siendo extremadamente injusto consigo mismo al creerlo así”. Seguimos en torno a
esto en diversas formas. Preguntó qué podía hacer por su comunidad para ayudarlos
a este respecto; todos se sienten así. Le dije que es una cuestión que supone un gran
desafío, y ciertamente no tengo una respuesta sencilla para ello, pero que un objetivo
puede ser facilitar el reconocimiento, tal como estábamos haciendo nosotros, de
cuánto han interiorizado esta visión devaluada de sí mismos. Le dije que puede ser
presuntuoso decir esto sobre esta cultura y esta sociedad, pero la gente necesita
saber que este sistema de castas es simple y llanamente una enfermedad en la
cultura. Es cruel, abusivo, y no tiene la más remota traza de realidad.

Ser un extraño a esta cultura, como ser un otro para nuestros pacientes, me dio a mí y
a lo que estaba diciendo un cierto poder transferencial. Puede ser, también, y he
sentido esto en diversos momentos en Sri Lanka, que lo que dije conllevara cierto
poder debido a una imagen de la etapa colonial del sur de Asia sobre el hombre
blanco, educado y superior. No me atrae pensar que esta transferencia le diera un
peso adicional a lo que decía, pero puede haber sido así. Es como si una autoridad
más elevada que su cultura estuviera aportando una fuerza para invalidar el sistema
de castas. Lo que hice puede haber sido útil, pero puede haber implicado intercambiar
una internalización (el sistema de castas) por otra (mi perspectiva). Sin embargo,
también puede haber implicado un deseo perdurable en este hombre de deshacerse
de la internalización que la sociedad hace de él como intocable. Expulsar esta
internación devaluada obviamente puede tener efectos positivos más allá de él mismo:
puede volverlo más capaz de ayudar a la gente de su comunidad, adultos y niños, a
verse a sí mismos y a su valía de forma más positiva y realista.
Referencias

Clinton, H. (2011), “Remarks in recognition of International Human Rights Day.”


Geneva, Switzerland, December 6, 2011.

De Zoysa, P., P. Newcombe, & L. Rajapaksa. (2006), Corporal punishment in the Sri
Lankan context: Psychological outcomes for our children. In: New Developments in
Parent–Child Relations, ed. D. Devore. New York: Nova Science Publishers, Inc., pp.
1–40.

Erikson, E. (1959), Identity and the Life Cycle. Psychol. Issues (Monograph 1). New
York: International Universities Press.

Freud, S. (1926), Inhibitions, symptoms, and anxiety. Standard Edition, 20: 87–172.
London: Hogarth Press, 1959.

Harlow, H. F. (1964), Early social deprivation and later behavior in the monkey. In:
Unfinished Tasks in the Behavioral Sciences, ed. A. Abrams, H. H. Gurner, & J. E. P.
Tomal. Baltimore: Williams & Wilkins, pp. 154–173.

Hartmann, H. (1939), Ego Psychology and the Problem of Adaptation. New York:
International Universities Press.

Kohut, H. (1971), The Analysis of the Self: A Systematic Approach to the


Psychoanalytic Treatment of Narcissistic Personality Disorders. New York: International
Universities Press.

Krohn, A. (1978), Hysteria, the Elusive Neurosis (Vol. 12). New York: International
Universities Press.

Spitz, R. A., & K. M. Wolf. (1946), Anaclitic depression: An inquiry into the genesis of
psychiatric conditions in early childhood. II. Psychoanal. Study of Child, 2: 313–342.

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