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Guía básica
18 Junio 2018
Primer
Una sencilla pero exhaustiva guía básica de por qué el TNI considera que los derechos
humanos deben ser la base de cualquier debate sobre el control de drogas.
Autores
Ernestien Jensema
Traductores
Beatriz Martínez
Programmes
Drogas y Democracia
Esta guía básica se publicó originalmente en mayo de 2015 y fue actualizada en
junio de 2018 por Ernestien Jensema y Katie Sandwell.
1. ¿Por qué el TNI considera que los derechos humanos deben ser una pieza
clave del control de drogas?
2. ¿Cómo evolucionó el sistema de derechos humanos de la ONU
3. ¿En qué principios se basa el actual régimen de control de drogas?
4. ¿Qué se hace para integrar los derechos humanos en el régimen de control
internacional de drogas?
5. ¿Qué está haciendo la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el
Delito para promover los derechos humanos en la esfera del control de
drogas?
6. ¿Qué dicen los órganos de vigilancia de los derechos humanos sobre las
violaciones de derechos humanos cometidas en nombre del control de
drogas?
7. ¿Qué papel desempeña la Junta Internacional de Fiscalización de
Estupefacientes (JIFE)?
8. ¿Qué violaciones de los derechos humanos tienen lugar en nombre del
control de drogas?
9. ¿Qué se puede hacer para trabajar en pro de un control de drogas basado
en los derechos humanos?
10. ¿Qué deberían hacer los países para integrar los derechos humanos en el
ámbito del control de drogas?
11. ¿Qué está haciendo el TNI sobre la cuestión de los derechos humanos y el
control de drogas?
Toda medida de control de drogas que viole sus derechos humanos básicos es
ilegítima y el TNI siempre estará en contra de cualquier medida que quebrante el
derecho a llevar una vida digna.
Para una visión más general de las violaciones de los derechos humanos en
nombre de la fiscalización de drogas, consulte la sección 8.
Los delitos graves, como el tráfico ilícito de drogas, se deben tratar con mayor
severidad y contundencia que otros delitos como la posesión de drogas para uso
personal. En este sentido, es evidente que el empleo de medidas no privativas de
la libertad y de programas de tratamiento en los casos de delitos que entrañan la
tenencia para el consumo personal de drogas ofrecen una respuesta más
proporcionada y una administración más efectiva de la justicia.
Cada año, la Asamblea General de la ONU adopta una resolución sobre la lucha
contra ‘el problema mundial de las drogas’. Durante años, esta ha comenzado con
un párrafo que reafirma la necesidad de emprender esta tarea de plena
conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y garantizando el pleno respeto
de los derechos humanos. La Declaración política de 2009 en materia de drogas,
acordada en la CND, refleja también esta obligación. Lamentablemente, el texto
principal de la Declaración no tuvo en cuenta este importante punto de partida.
Para un informe completo sobre la UNGASS 2016, véase UNGASS 2016: ¿Un
consenso roto o a-m-p-l-i-o? y La Sesión Especial de la Asamblea General de las
Naciones Unidas (UNGASS) sobre el problema mundial de las drogas: informe el
evento.
El informe recuerda que “la Carta de las Naciones Unidas tiene prioridad sobre
todos los demás instrumentos” y aboga por que en la década siguiente se apueste
por un triple compromiso: “la reafirmación de los principios básicos (el
multilateralismo y la protección de la salud pública); la mejora del funcionamiento
del sistema de fiscalización (logrando los objetivos establecidos en el vigésimo
período extraordinario de sesiones de la Asamblea General y aplicando
simultáneamente medidas para garantizar el cumplimiento de la ley, la prevención,
el tratamiento y la reducción del daño); y la mitigación de las consecuencias no
deseadas”.
Hasta la fecha, se han tomado pocas medidas concretas para poner en práctica
esas estrategias. Esto requiere una atención urgente, puesto que se ha
documentado que los programas de la UNODC han ayudado a capturar a
sospechosos de tráfico de drogas que, más tarde, han sido extraditados a Estados
donde sigue vigente la pena de muerte y, en algunos casos, ejecutados. Por esta
razón, Dinamarca y algunos otros Gobiernos han retirado su apoyo como
donantes al componente de control de drogas del programa de la UNODC en Irán.
El Informe Mundial sobre las Drogas 2016, publicado por la UNODC, respondió a
la UNGASS 2016 y puso un especial énfasis en la importancia de situar la política
internacional de drogas en sintonía con los Objetivos de Desarrollo Sostenible
(ODS) y las iniciativas de desarrollo global más generales. El informe destacó la
relación entre el problema mundial de las drogas y los ODS en lo que respecta a la
reducción de las desigualdades, la garantía de la salud, la consecución de la
igualdad de género, el fin de la pobreza, la protección de la naturaleza y la
biodiversidad, el fomento de sociedades pacíficas y justas, y el establecimiento de
alianzas internacionales. El informe subrayó que, para que las políticas de drogas
apoyen el cumplimiento de los ODS, y no lo obstaculicen, deben estar en plena
consonancia con los derechos humanos internacionales, basarse en pruebas
empíricas e incorporar una perspectiva de género, poniendo un especial acento en
el derecho a la salud de las personas presas. Sin embargo, al mismo tiempo, el
informe no dejó de hacer hincapié en el papel de los mecanismos de justicia.
La guerra contra las drogas en Tailandia
Aunque las encuestas de opinión durante la guerra contra las drogas mostraban el
apoyo de la población a las tácticas violentas del Gobierno, estas no consiguieron
frenar el comercio, la producción ni el uso ilícitos en Tailandia. Simplemente, lo
hicieron más peligroso. La mayoría de los usuarios de drogas siguieron
consumiendo heroína o metanfetamina, aunque a un coste mayor y con menor
frecuencia. Los expertos en tratamiento también observaron que muchas de las
personas que iniciaron un tratamiento de drogas a principios de 2003 no eran
usuarios, sino que temían por sus vidas por ser sospechosos de consumirlas.
La guerra contra las drogas en Filipinas
A pesar del evidente fracaso que ha supuesto la represión violenta de los usuarios
de drogas en Tailandia, otros países siguen aplicando estrategias parecidas.
Desde que Rodrigo Duterte asumió la presidencia de Filipinas, en junio de 2016, el
país ha estado librando una sangrienta ‘guerra contra las drogas’, también
conocida como Oplan Tokhang (Operación Tokhang). Según algunas fuentes,
hasta septiembre de 2017 se había asesinado a más de 12 000 personas,
mientras que otras sostenían que las cifras podrían alcanzar las 20 000 personas.
Algunos sectores del Gobierno nacional están presionando para que la legislación
permita endurecer aún más la ‘guerra contra las drogas’, entre otras
cosas volviendo a instaurar la pena de muerte en Filipinas (en especial por delitos
relacionados con drogas) y rebajando la edad de responsabilidad penal, de los 15
a los 9 años.
1. el derecho a la salud;
2. los derechos relacionados con la justicia penal;
3. la prohibición de la discriminación;
4. los derechos del niño; y
5. los derechos de los pueblos indígenas.
Otros de los problemas detectados fueron los relacionados con los derechos del
niño y, en particular, con la detención de niños por delitos de drogas y la falta de
acceso a servicios de reducción de daños. Los derechos de los pueblos indígenas
también se ven afectados por las restricciones impuestas a los cultivos que se
emplean para usos tradicionales y religiosos, como el cannabis, la adormidera, la
coca y el peyote.
Cada año, la JIFE publica un informe sobre la aplicación del sistema de control de
drogas de la ONU, basado en los datos recogidos durante las misiones de la JIFE
y en la información proporcionada por los Estados miembros. En 2007, la
Junta señalóque la falta de respeto de los derechos humanos socava la aplicación
de los tratados de drogas. Parecería, por lo tanto, que el enfoque de derechos
humanos representa una necesidad práctica para que la JIFE pueda cumplir con
su mandato. Pero hasta la fecha, el informe anual de la JIFE no ha expresado
ninguna preocupación por los abusos de los derechos humanos derivados del
control de drogas. De hecho, a diferencia de muchas otras agencias de la ONU, la
JIFE parece apoyar los ‘centros de internamiento obligatorio’ como servicios de
tratamiento y está adoptando una postura contraria a la reducción de daños. En
una ocasión en que se le preguntó directamente, el presidente de la JIFE
incluso se negó a condenar la tortura. Los miembros de la Junta y sus informes
anuales también han mantenido una posición ambigua con respecto a la
imposición de la pena capital por delitos de drogas, incluso en momentos en que
los Estados miembros han puesto en tela de juicio la postura de la JIFE en este
ámbito. No fue hasta marzo de 2014 cuando la JIFE decidió empezar a animar a
sus Estados miembros que se planteen abolir la pena de muerte por los delitos
relacionados con drogas (véase este comunicado de prensa); pero este
llamamiento ni siquiera se integró en el informe anual de 2013. La recomendación
se mencionó por primera vez en el informe anual de 2015.
El derecho a la vida
El derecho a la salud
Artículo 33 de la Convención sobre los Derechos del Niño: “Los Estados Partes
adoptarán todas las medidas apropiadas, incluidas medidas legislativas,
administrativas, sociales y educacionales, para proteger a los niños contra el uso
ilícito de los estupefacientes y sustancias sicotrópicas enumeradas en los tratados
internacionales pertinentes, y para impedir que se utilice a niños en la producción
y el tráfico ilícitos de esas sustancias”.
El derecho a la intimidad
En su Informe Mundial sobre las Drogas 2011, la UNODC insta a que se logren
avances en tres áreas clave:
El Informe Mundial sobre las Drogas 2016 respondió a la UNGASS 2016 y puso
un especial énfasis en la importancia de situar la política internacional de drogas
en sintonía con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y las iniciativas de
desarrollo global más generales. El informe destacó la relación entre el problema
mundial de las drogas y los ODS en lo que respecta a la reducción de las
desigualdades, la garantía de la salud, la consecución de la igualdad de género, el
fin de la pobreza, la protección de la naturaleza y la biodiversidad, el fomento de
sociedades pacíficas y justas, y el establecimiento de alianzas internacionales. El
informe subrayó que, para que las políticas de drogas apoyen el cumplimiento de
los ODS, y no lo obstaculicen, deben estar en plena consonancia con los derechos
humanos internacionales, basarse en pruebas empíricas e incorporar una
perspectiva de género, poniendo un especial acento en el derecho a la salud de
las personas presas.
10. ¿Qué deberían hacer los países para integrar los derechos
humanos en el ámbito del control de drogas?
Los países donantes deben asegurarse de que los fondos que están aportando no
están apoyando el mantenimiento y la capacitación de personal en centros de
detención de drogas donde se somete a las personas violencia física, torturas o
tratamientos sobre los que no existen evidencias científicas. Los Estados donantes
deberían tener siempre la debida diligencia para garantizar que su ayuda no está
dando lugar a violaciones de derechos humanos.
El programa Drogas y Democracia del TNI lleva años investigando el ámbito de las
drogas, el mercado de drogas y el impacto de las políticas de drogas,
especialmente en América Latina y el Sudeste Asiático. Con nuestro trabajo,
aspiramos a mejorar las políticas de control de drogas, tanto a escala nacional
como internacional.
Llamamos la atención sobre los abusos de derechos humanos que se cometen en
nombre del control de drogas y ofrecemos recomendaciones para políticas
alternativas. Publicamos una serie de informes sobre políticas de drogas y
reformas legislativas que se pueden leer en este sitio web.
Más información:
https://www.tni.org/es/publicacion/derechos-humanos-y-politicas-de-drogas#3