Sie sind auf Seite 1von 9

MARCO TEORICO

1. El apego

1.1.Definiciones

El apego es aquel vinculo que se establece con un cuidador principalmente los padres,

que prevalece por encima de otras necesidades biológicas. Aunque desarrollaremos apego

hacia diferentes figuras a lo largo de nuestra vida, el que más cuenta y el principal es aquel

que se establece entre madre e hijo. Se entiende como un vínculo con un lazo afectivo muy

fuerte que determinará el desarrollo posterior de la personalidad del niño, su forma de

relacionarse con los demás y con todo lo que le rodea. El apego también influirá en como se

ve a sí mismo, de acuerdo con Bowlby (1989), la función biológica del apego es por

consiguiente la protección de la cría; su función psicológica es brindar seguridad. De esta

manera, los infantes están genéticamente “conectados” para mantener la proximidad con su

madre y enviarle señales requiriendo su atención y ayuda en momentos de angustia, y por su

parte las madres están programadas para responder a dichas señales. También expresa que el

apego va aumentando hasta cerca de los dos años de edad. El infante en los primeros meses

de vida no muestra ansiedad ante la separación de la madre, posee una conducta de respuesta

hacia los estímulos que la misma le provee, aunque por lo general luego de los 6 meses el niño

puede desarrollar múltiples apegos.

Craig (2001), lo define como un vínculo afectivo que desarrolla el niño con los

padres o cuidadores que brinda seguridad emocional, confianza y protección. Es un vínculo

que se experimenta por ambas partes. Según como lo menciona Papalia, Wendkos y Duskin,

(2010), el apego es un vínculo que se da entre un infante y su cuidador, en el cual ambos van

contribuyendo a enriquecer la calidad de esta relación. El apego y sus subtipos aparecen en


todos los países y culturas, pero es probable que algunas se potencien más un tipo que otro

por los estilos educativos que predominen.

1.2.Tipos de apego

1.2.1. Apego seguro

El denominado apego seguro, que se ha desvelado como el tipo de apego más

habitual en la infancia, hace referencia a la existencia de un tipo de vinculación en la cual

la presencia de la figura relevante permite una exploración del entorno relativamente

tranquila, empleándola como un mecanismo o base segura a la cual volver en momentos

de malestar o miedo. Dicha búsqueda se volverá activa de manera necesaria. La ausencia

o marcha de la figura de apego genera malestar y angustia, disminuyendo su actividad y

manifestando preocupación, y su vuelta es siempre o casi siempre bien recibida. Esta

búsqueda se deriva del conocimiento de que la figura de apego responderá a las propias

necesidades en caso de necesidad.

1.2.2. Apego ambivalente

Un tipo de apego diferente del anterior, que entraría dentro de los tipos de apego

inseguro, es el ambivalente o resistente. Este tipo de apego parte de la existencia de dudas

con respecto a si la figura de apego va a responder verdaderamente a sus necesidades, no

estando seguros de poder contar con su presencia. Ello puede deberse a un contacto

inconsistente en que las necesidades del niño a veces son atendidas correctamente y en

otras o no son atendidas o bien no son bien entendidas, no sabiendo el pequeño qué puede

esperar.
Este tipo de apego, Stassen (2000) lo presenta como un patrón de ansiedad,

incertidumbre y frustración al momento que el infante es separado del cuidador. El infante

se aferra y muestra preocupación hacia la madre, cuando ésta lo deja y regresa a su cuidado

el niño se muestra perturbado y tiene problemas para calmarse.

Papalia, et al. (2010), asegura que cuando la madre se aleja del adolescente o

infante se muestra angustiado por la separación, pero al reencuentro no logra consolarse y

continúa con ansiedad y con llanto, aunque busca consuelo en la madre este permanece

rechazándole y se resiste a ser confortado. Se ha encontrado que los niños con esta clase de

apego presentan delimitada exploración y juego ya que son menos confiados y hostiles.

1.2.3. Apego evitativo

Sanz, L.J. (2012) describe que en este tipo de apego, también inseguro, podemos

observar como el sujeto tiende a no buscar seguridad y protección en la figura de apego.

Cuando se va no suelen mostrar grandes niveles de sufrimiento o miedo y su retorno no

resulta especialmente celebrado, existiendo cierto nivel de indiferencia o evitación del

contacto con ella. El motivo de ello puede estar en que la figura de apego puede haberse

considerado lenta o poco sensible a las necesidades del menor, especialmente en lo que

se refiere a afecto y protección. Pueden sentirse no apoyados o que sus necesidades son

rechazadas, lo que puede conducir a la evitación como manera de defenderse del malestar

asociado a la sensación de abandono.

Para Stassen (2000), el apego ansioso o evitativo se identifica por la ansiedad, el

enojo y la indiferencia que el bebé presenta hacia el cuidador, así mismo el infante no
siente una conexión con el mismo lo que hace que cuando la madre o el cuidador se aleje,

este simplemente la ignore a su regreso. Los individuos con apego evitativo pueden ser

temerosos y con mucha falta de interés al otro.

1.2.4. Apego desorganizado

Shaffer, D. (2000) explica que es un tipo de apego mucho menos prevalente que los

anteriores, el apego desorganizado correspondería a una mezcla de los dos anteriores tipos

de apego inseguro. Generalmente se suele observar en entornos en que las figuras de apego

son a la vez positivas y negativas, fuente tanto de satisfacción como de daño. Es más

habitual en situaciones de maltrato y violencia intrafamiliar. Las conductas mostradas son

inconsistentes: por un lado, la ausencia de la figura de apego resulta intranquilizadora, pero

a su vez puede relajarse debido a ello. Asimismo, su regreso puede ser recibido con miedo

o con alegría, pero sin buscar la cercanía. Pueden buscar una evitación activa del contacto,

o ir manifestando patrones extraños o cambiantes dependiendo de la situación.

1.3.Conductas de apego

Bowlby (2000), afirma que existen diversas formas tendencias conductuales y formas

de reaccionar que se relacionan con el apego y que dan lugar a una conducta de apego. Estas

son: el llanto, la sonrisa, el seguimiento, el aferramiento, la succión y la llamada. Dos de ellas,

el llanto y la sonrisa, tienden a acercar a la madre hacia el bebé y mantenerlo próxima a este.

Otras dos, el seguimiento y el aferramiento, tienen como efecto la aproximación del niño a la

madre y el mantenerlo próximo a ella. El papel de la quinta, la succión, el mismo autor asegura

que es más difícil de clasificar y exige un análisis más profundo. Por último, la sexta, la
llamada, es también importante, pues explica que en cualquier momento después de los cuatro

meses, el bebé puede llamar a la madre emitiendo gritos agudos, y posteriormente, la llama

por el nombre.

González, (2004), asegura que si la madre le habla al niño sin desesperarse y le

transmite con la voz que le está acompañando y le comprende, el bebé comenzará pronto a

contemplarle, se moverá y emitirá sonidos al ritmo de la voz de la madre y le sonreirá para

expresar que está contento. Así se establece una relación estrecha entre la madre y el niño,

llamada apego, la cual se observa en tres conductas. La primera conducta se distingue en que

cuando el niño se siente inseguro recurre a la madre para reasegurarse, la segunda conducta

se observa en que la madre es la única persona capaz de tranquilizar al niño, y finalmente,

cuando el niño está en lugares extraños o con personas que no conoce, se siente seguro si está

la madre.

1.4.Estilos de apego y procesos cognitivos.

Tanto Bowlby (1989) como Ainsworth (1989) apuntaron la importancia que tienen los vínculos de

apego establecidos con los padres durante la infancia para el establecimiento de posteriores

relaciones afectivas. Desde esta referencia precursora, Botella (2005), Oliva (2004), Del Barrio

(2002), Trianes (2002), Winicott (1995) y Griffin y Bartholomew (1994), mantienen que los niños

y niñas que establecieron relaciones de apego seguro con unos padres que se mostraron cariñosos

y sensibles a sus peticiones estarán más capacitados para establecer relaciones caracterizadas por

la intimidad y el afecto con sus iguales.

Este enfoque fenomenológico contempla como factores fundamentales los esquemas emocionales

en la misma línea y compatible con el modelo cognitivo. Así, los esquemas mentales se entienden
como estructuras mentales que moldean las experiencias y fenómenos emocionales a partir de los

cuales se producen las diferentes respuestas emocionales propias de cada persona (Botella, 2005).

Para Greenberg y Safran (citado en Botella, 1994), por ejemplo, es la conciencia presente de las

personas o la falta de ella, sus constructos y el significado de su experiencia lo que determina la

mayor parte de su conducta inadaptada y su disfunción.

Es por ello que la psicopatología está relacionada con la incapacidad de las personas para integrar,

aceptar y tratar con sus sentimientos y necesidades primarias a lo largo de su desarrollo, y no con

las necesidades neuróticas (Botella, 1994). La frustración repetida ante la necesidad, por ejemplo,

en los estilos de apego inseguros, acaba por formar la representación de una

1.5.Condiciones para la adquisición del apego

Según Ainsworth (1978), citado por Papalia, et al. (2010), las siguientes tres premisas

son las condiciones necesarias para que un niño adquiera apego.

- Suficiente interacción con la madre.

- Capacidad del niño para distinguir a la madre u otra figura de apego respecto a los

demás.

- Capacidad del niño para por lo menos haber empezado a pensar que una persona

posee una existencia independiente y permanente, aunque esté fuera del campo de

percepción.
1.6.El desarrollo del apego en un adolescente desde la infancia

Según el modelo Bowlby-Ainsworth los determinantes de la seguridad de apego pueden

ser próximos o distantes. Los determinantes próximos son los que influyen en la cualidad de la

relación padres-hijo y abarcan, sobre todo, el temperamento infantil y la sensibilidad de la

madre. Los determinantes distantes son los que influirán en el futuro (Fonagy, 2004). Por otra

parte, diferentes investigaciones sobre el temperamento infantil no consideran, el temperamento

como un poderoso determinante de la seguridad del apego (Fonagy, 2004; Vaughn y Bost

1999). Vaughn y Bost concluyen una exhaustiva revisión sobre el tema con estas palabras: “La

seguridad del apego influye en el temperamento cuando se trata de comprender la personalidad

y/o para explicar características de las acciones interpersonales” (p.218).

Se ha establecido que la conducta de apego encuentra su periodo álgido entre los nueve

meses y los tres años. A este punto referido, Griffin y Bartholomew (1994) añaden que las

formas de apego se desarrollan en forma temprana y poseen alta probabilidad de mantenerse

durante toda la vida. Esto puede interpretarse también como un periodo crítico, puesto que la

mayor parte de las carencias de apego que pueden lastrar la conducta infantil posterior se centra

en estos años (Del Barrio, 2002; Winnicott, 1995; Bowlby, 1980).

El apego suele producirse respecto de la madre, pero puede ser establecido con cualquier

persona que haga sus veces, ya sea varón o mujer. Si que existe una cierta unidad de criterio en

que los cuidados maternales contribuyen claramente a la seguridad del apego, especialmente la

sensibilidad materna y la tolerancia a la ansiedad (Fonagy, 2004; Del Barrio, 2002; Belsky

1999), aunque ésta no tenga una sólida base empírica como mantiene Fonagy (2004). Sobre

este punto referido, Oliva (2004) añade, basándose en un meta- análisis realizado por Fox,

Kimberly y Schafer (1991), que existe una clara concordancia entre el tipo de apego que el niño
establece con ambos progenitores y no sólo con la madre. El mismo Oliva, da una posible

explicación de esta concordancia al sostener que la Situación del Extraño evalúa el modelo las

distintas intensidades de la reacción emocional y la interpretación de unos elicitadores como

agradables o desagradables se gesta en el periodo de apego y a través de la persona de referencia

(Del Barrio, 2002; Lafuente, 2000). En consecuencia, el apego se desarrolla como un modelo

mental interno que integra creencias acerca de sí mismo, otros y el mundo social en general y

juicios que afectan la formación y mantenimiento de las relaciones íntimas durante toda la vida

del individuo.

1.7.Adolescencia

La Organización Mundial de Salud define la adolescencia como el periodo de crecimiento

y desarrollo humano que se produce después de la niñez y antes de la edad adulta, entre los 10 y

los 19 años. Esta se trata de una de las etapas de transición más importantes en la vida del ser

humano, que se caracteriza por un ritmo acelerado de crecimiento y de cambios, superado

únicamente por el que experimentan los lactantes. Esta fase de crecimiento y desarrollo viene

condicionada por diversos procesos biológicos. El comienzo de la pubertad marca el pasaje de la

niñez a la adolescencia. Los determinantes biológicos de la adolescencia son prácticamente

universales; en cambio, la duración y las características propias de este periodo pueden variar a lo

largo del tiempo, entre unas culturas y otras, y dependiendo de los contextos socioeconómicos.

1.7.1. Apego en adolescentes

Horno (2014), en su publicación, refiere que una de las transformaciones más

evidentes en la adolescencia va a ser la de los modelos vinculares de la persona. Pasará


de ser un bebé necesitado de unas relaciones de apego que garanticen su supervivencia

brindándole una seguridad básica a través del cuidado, el ajuste emocional, la regularidad

y la estabilidad, a ser un adulto que elige, conforma y define los vínculos afectivos que

conserva, rompe o crea en su vida. Luego cuando se habla de apego en la adolescencia,

es importante aclarar algunos aspectos. El apego es una necesidad de supervivencia del

bebé. Una necesidad universal y primaria. Los vínculos que establecen más adelante son

relaciones más complejas a las que se acercan con una serie de expectativas y de patrones

de conducta que tienen que ver con esas experiencias de apego primarias, pero no se

limitan a ellas.

Argos, Rodríguez y Expósito (2001), argumentan que, respecto al apego en la

adolescencia, es en está donde se manifiesta un deseo de vivir con autonomía la relación

de los iguales. Los adolescentes muestran no necesitar de los padres e incluso desean que

se alejen. Pueden confiar incondicionalmente en los padres y reconocer que su pérdida

les sería difícil de superar, pero a la vez se distan de ellos cada vez más tiempo y en más

cosas. En cambio, cuando están enfermos o en momentos de aflicción, vuelven a necesitar

a las figuras de apego como cuando eran niños. La relación con los padres puede ser en

algunos momentos de armonía con comunicación fluida y en otros momentos de conflicto

en que se repliegan y rechazan totalmente la comunicación con ellos. Por otro lado,

pueden aparecer sentimientos contradictorios hacia los padres: aceptación y rechazo,

orgullo y vergüenza, amor y odio, simpatía y antipatía.

Das könnte Ihnen auch gefallen