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20 años de El Tiempo.

Un análisis de la modernización de la prensa en Colombia (1911-1930)

Oscar Mauricio Aponte Moreno

Trabajo de investigación presentado como requisito parcial para optar por el título
de:
Magíster en Historia

Director:
Renán José Silva Olarte

Universidad de los Andes


Facultad de Ciencias Sociales
Bogotá, Colombia
2017
Tabla de contenido

Agradecimientos ..................................................................................................................... 3
1. Introducción .................................................................................................................... 4
2. La lucha política ............................................................................................................ 14
El Tiempo: un periódico republicano................................................................................ 15
El giro hacia el liberalismo ............................................................................................... 19
3. La empresa periodística ................................................................................................. 27
Eduardo Santos y su proyecto periodístico ...................................................................... 27
La I Guerra Mundial ......................................................................................................... 30
La consolidación del nuevo proyecto periodístico de El Tiempo ..................................... 39
La profesionalización del oficio del periodista................................................................. 48
La circulación de las ideas de la prensa moderna en Colombia ....................................... 51
4. La ciudad ....................................................................................................................... 61
Bogotá en las primeras décadas del siglo XX .................................................................. 61
La prensa y la vida en las ciudades................................................................................... 65
5. El público lector ............................................................................................................ 77
Los hombres de la política ................................................................................................ 78
El público femenino ......................................................................................................... 83
El público obrero .............................................................................................................. 92
El público infantil ........................................................................................................... 101
6. Conclusión................................................................................................................... 105
Bibliografía ......................................................................................................................... 107
Fuentes primarias ................................................................................................................ 111

2
Agradecimientos

Al profesor Renán Silva, por su dirección, dedicación y seguimiento en todo el proceso de


investigación.

Al profesor Ricardo Arias y la profesora Claudia Leal, por sus comentarios y sugerencias
en distintos momentos de esta investigación.

A los y las funcionarias de la Sala de Libros Raros y Manuscritos y de la Hemeroteca de la


Biblioteca Luis Ángel Arango, por su apoyo en la consulta de los archivos.

Al Centro de Español y el Departamento de Lenguas y Cultura de la Universidad de los


Andes, por el apoyo financiero brindado durante estos dos años.

A mis compañeros y compañeras profesores de Español, principalmente a Diana Mendoza,


Diana Ramírez y Sebastián Rodríguez, por las tardes de café en la GB-529.

A mi familia, especialmente a mi mamá María de Jesús y mi hermana Erika, por su apoyo y


compañía constante e incondicional en todo momento.

A Ita, Mafe, Vicky, Santi, Sebas, Carlitos, Lechus y todos mis amigos y amigas con
quienes he construido una red de apoyo y cuidado única después de tantos años de amistad.

A Pau, por tu amor, apoyo y compañía. Sin nuestras largas y enriquecedoras discusiones
sobre más de un tema aquí tratado, no habría podido terminar esta investigación.

3
1. Introducción

El lunes 30 de enero de 1911 circuló el primer ejemplar del periódico El Tiempo, fundado
por el abogado y periodista Alfonso Villegas Restrepo. Se trataba de un periódico tamaño
octavo de cuatro páginas en el que se presentaba, principalmente, información política. En
la primera página aparecía la nota editorial y la opinión del periódico sobre temas de la
coyuntura del país; en las páginas interiores se presentaban noticias sobre la vida política,
cultural y económica nacional e internacional; y en la cuarta página aparecían los avisos
publicitarios. Era, además, un periódico de partido, ya que su propósito principal era la
defensa de las ideas del Partido Republicano y sus militantes constituían la base
fundamental de su público lector.

En esto, las páginas de El Tiempo seguían las líneas y tendencias marcadas por los
periódicos colombianos desde la segunda mitad del siglo XIX. Estos eran, por lo general,
periódicos tamaño tabloide de cuatro a seis páginas en los que se presentaba información
política de carácter doctrinario y agitacional. De hecho, la utilización de la prensa como
herramienta para la lucha política fue la nota dominante de los periódicos desde la segunda
mitad del siglo XIX. Su propósito principal no era la obtención de ganancias y la
construcción de empresas periodísticas sólidas, sino la visibilización de ciertos políticos, el
impulso de campañas electorales y el desarrollo de discusiones públicas. Sus fuentes de
financiación, de igual manera, se correspondían con esta adscripción. La mayoría de estos
periódicos dependían financieramente de las fortunas familiares de sus directores y de los
recursos que recibían del gobierno o del partido político cuyas ideas defendían.

No obstante, rápidamente se fueron perfilando cambios en algunos aspectos de El Tiempo


que lo diferenciaron del perfil general de la prensa colombiana, tales como la creación de
nuevas secciones, la ampliación del número de páginas, el aumento de la cantidad de avisos
publicitarios, la preeminencia del contenido informativo y noticioso, la utilización de
imágenes, entre otros. Estos cambios eran signo de una transformación mayor, a saber, la
modernización de la prensa en Colombia.

Es de este proceso de modernización de El Tiempo del que me ocupo en esta investigación,


a partir de cuatro variables: su papel en la lucha política, su consolidación como una

4
empresa periodística estable, su público lector y la relación entre prensa y ciudad. Si bien
estas innovaciones en la prensa no empezaron ni terminaron en El Tiempo, tomo este diario
bogotano como referencia de análisis por dos razones. Por un lado, porque era la empresa
periodística más importante del país desde la segunda década del siglo XX. Aunque sugiero
algunas características y tendencias de la prensa en Colombia, la evolución general de los
periódicos en Colombia durante la primera mitad del siglo XX rebasa los límites de esta
investigación. Por el otro, porque la disponibilidad de fuentes sobre El Tiempo permite el
desarrollo de una investigación sobre las variables de análisis planteadas. En efecto, es
posible encontrar tanto la mayoría de sus números desde su fundación como un fondo sobre
El Tiempo en el archivo personal de Eduardo Santos, que se encuentra depositado en la
Biblioteca Luis Ángel Arango en Bogotá. El año de arranque de esta investigación es 1911,
año de fundación de este periódico. El año de cierre es 1930, año en el que la mayoría de
los cambios señalados ya se había estabilizado.

No podemos dejar de lado que la modernización de la prensa ya ha sido abordada por la


historiografía colombiana. Como lo señala Ricardo Arias (2007) es posible hablar de un
proceso de modernización de la prensa en el país desde las primeras décadas del siglo XX.
La obtención de un nivel adecuado de calidad periodística y un servicio informativo
aceptable, la diversificación de la información presentada con el objetivo de redefinir el
público al que se dirigía y la puesta en práctica de estrategias comerciales e innovaciones
tecnológicas orientadas a aumentar la rapidez y la calidad de la impresión son muestra de
ello. Germán Colmenares (1984), Jorge Orlando Melo (2012) y Maryluz Vallejo (2012)
identifican un panorama similar, ya que consideran las primeras décadas del siglo XX como
los años de la modernización de la prensa en Colombia y de su estabilización sobre sólidas
bases comerciales. Además, Cristopher Abel (1987), Carlos Uribe Celis (1984) y
Colmenares (1984) señalan el rol pionero que tuvo El Tiempo en el impulso de dicha
modernización.

Este proceso también se presentaba en otros países de América Latina. Como lo señala
Silvya Saítta (1998) en el caso argentino, las dos primeras décadas del siglo XX fueron para
la prensa argentina el escenario de la particularización del periodismo como práctica y de

5
su separación formal del Estado y de los partidos como parte del establecimiento de las
bases del periodismo moderno, masivo y comercial característico del siglo XX. Patricio
Bernedo y Eduardo Arriagada (2002) identifican un panorama similar para el caso chileno.
Para estos autores, la redefinición de la economía de la industria, la puesta en marcha de
lógicas empresariales en los periódicos, la inversión en nuevas tecnologías, la
reorganización de la administración y la aplicación de eficientes estrategias de venta y
distribución son procesos clave que ocurren en los primeros años del siglo XX y que
sentaron las bases del periodismo moderno en Chile.

La similitud de los cambios que se presentaron en diferentes países señala el


establecimiento de conexiones en la prensa latinoamericana. Entre finales del siglo XIX y
comienzos del siglo XX los principales diarios de América Latina empezaron a presentar
una serie de características comunes, gracias a los viajes que directores y periodistas de
muchos de estos periódicos efectuaron a otros países, principalmente a Estados Unidos. Por
esta razón, en esta investigación analizo la modernización de la prensa en Colombia
haciendo un uso parcial de la perspectiva de las historias conectadas y, de esta manera,
resalto las conexiones que se establecieron entre la prensa colombiana y la de otros países y
su importancia para la modernización de la prensa en el país

En algunos países europeos también se presentó dicho proceso. Como lo plantea Thomas
Ferenczi (1996) la década de 1890 fue la década de la modernización de la prensa francesa.
Esta modernización la entiende Ferenczi a partir de tres procesos: la industrialización de la
prensa, producto de la mejora en las técnicas de impresión y distribución; la masificación
de los periódicos, evidente con el aumento de sus tirajes; y la profesionalización del oficio
del periodista, tras conseguir cierta autonomía con respecto a la profesión de político y de
escritor. Además, este autor señala que dicho proceso de modernización implicó una
profunda americanización de la prensa francesa. Los periódicos en Francia, acostumbrados
a un modelo periodístico en el que la política y la literatura eran su materia exclusiva y los
hombres de letras y de la política sus protagonistas, se vieron influenciados por la
revolución que tuvo lugar en la prensa estadounidense desde la década de 1830, que puso
primero la información antes que las ideas políticas y la literatura. Un panorama similar

6
identifica Christophe Charle (2004), quien relaciona la modernización de la prensa en
Francia con dos procesos: la masificación de los periódicos, debido a la estabilización de un
vínculo social coextensivo entre la prensa y la sociedad; y la aplicación de una lógica
capitalista-empresarial a la prensa que lleva a los periódicos a consolidarse como sólidas
empresas periodísticas.

Como se puede ver, la expansión de las ideas y prácticas de la prensa moderna, así como el
impulso de procesos de modernización de la prensa en diferentes partes del mundo,
estuvieron fuertemente influenciados por la prensa estadounidense. Como lo plantea
Michael Schudson (1978), esta última fue el escenario de una profunda revolución desde la
década de 1830. En pocos años, la prensa de Estados Unidos pasó de estar dominada por
periódicos políticos y comerciales, de altos precios de venta, dependientes financieramente
de los partidos políticos y con un público lector reducido, a estar dominada por la llamada
penny press. Es este nuevo tipo de prensa, caracterizado por sus bajos costos de venta, su
circulación masiva, la puesta en marcha de sólidas estrategias comerciales, su
desvinculación de los partidos políticos y su especial énfasis en la presentación de noticias
de la vida cotidiana urbana, el que va a tener una gran influencia en diferentes periódicos
alrededor del mundo. De hecho, estas características de la penny press marcan los tres
procesos con los que Schudson identifica la modernización de la prensa estadounidense: su
reorganización económica, evidente en la venta de ejemplares a más bajo costo, su
distribución por voceadores y el establecimiento de la publicidad como su ingreso básico;
su independencia de los partidos políticos; y su énfasis en la presentación de noticias e
información.

En síntesis, tomo como referencia la expansión de las ideas y prácticas de la prensa


moderna desde la primera mitad del siglo XIX para analizar la modernización del periódico
El Tiempo. La prensa moderna la comprendo como un conjunto de ideas, concepciones,
proyectos, funcionamientos prácticos y modelos de organización que revolucionaron los
periódicos y el periodismo en el mundo. Por modernización de la prensa entiendo el
proceso mediante el cual distintos periódicos en el mundo empezaron a adoptar y
desarrollar iniciativas y propuestas planteadas por la prensa moderna.

7
De igual manera considero fundamental resaltar que la modernización de la prensa debe ser
estudiada como un proceso histórico. Si bien es cierto que a primera vista pareciera que la
prensa moderna del siglo XX surge de la prensa agitacional y doctrinal del siglo XIX, este
cambio no se puede tomar como un proceso lineal. Siguiendo lo planteado por Norbert
Elias (2008) sobre el cambio social, sostengo que la relación entre ambas tipologías de la
prensa no debe ser entendida como una necesidad, sino como una posibilidad y una
probabilidad. Aun cuando muchas de las innovaciones impulsadas por El Tiempo y otros
periódicos guardaban clara relación con las características de la prensa moderna, no se trató
de un proceso lineal; por el contrario, fue un camino que se desarrolló de manera irregular,
con aciertos y desaciertos, con avances y retrocesos.

En consecuencia, no considero la modernización de El Tiempo simplemente como el paso


de una prensa doctrinaria, partisana y agitacional del siglo XIX a una comercial y masiva
del siglo XX, sino como un proceso que marca continuidades y discontinuidades entre la
prensa decimonónica y la prensa moderna. El lugar de la política aparece como una
continuidad significativa. A diferencia de otros países de América Latina y Europa, la
modernización de la prensa en Colombia no condujo a la desaparición de los periódicos de
partido; por el contrario, El Tiempo seguía teniendo como uno de sus objetivos principales
la defensa de las ideas de un partido político. Por su parte, la consolidación de aquellos en
empresas periodísticas sólidas y estables se presenta como la principal discontinuidad ya
que, a pesar de que los periódicos siguieron defendiendo las ideas de un partido político
determinado, estos ya no constituían su fuente principal de financiación. De hecho, lo que
caracterizaba a El Tiempo era que su financiación dependía de actividades ligadas a su
actividad periodística, tales como la venta de números, las suscripciones y los avisos
publicitarios. El público lector también cambió. Además de los hombres de la política, El
Tiempo incursionó en la creación del público femenino, obrero e infantil y aumentó su
circulación. Finalmente, la relación con la ciudad también se transformó, debido a que la
vida cotidiana de Bogotá se convirtió en una fuente fundamental de noticias para El
Tiempo.

8
En las diferentes explicaciones que han sido planteadas para dar razón de este proceso de
modernización, la alfabetización y los avances tecnológicos tienen un lugar central.
Efectivamente, sin estas no habría sido posible la modernización de la prensa. Sin embargo,
como lo plantea Schudson (1978), los estudios que se limitan a explicar este proceso a
partir de la alfabetización y los avances tecnológicos son también insuficientes. Los análisis
centrados en el argumento tecnológico pasan por alto que, si bien la circulación masiva de
los periódicos habría sido impensable sin los desarrollos técnicos en la impresión y la
distribución, estos no hacen la circulación masiva ni necesaria ni inevitable. Por su parte,
los análisis centrados en el argumento de la alfabetización pasan por alto que la relación
entre alfabetización y circulación masiva de la prensa se presenta en dos sentidos: no solo
la alfabetización estimuló la circulación de los periódicos, sino que la circulación masiva de
los periódicos aumentó también la importancia de la escritura y la lectura y, con ello,
estimuló la alfabetización. Po ello, ante la insuficiencia de estos análisis, en esta
investigación considero que los cambios asociados a la modernización de la prensa deben
explicarse en relación con transformaciones sociales, económicas, culturales, técnicas y
políticas del país.

En la historiografía colombiana, las primeras décadas del siglo XX aparecen usualmente


como años clave de transformación del país en relación con la sociedad del siglo XIX. Para
David Bushnell (2004) y Marco Palacios (2005), un primer factor a tener en cuenta es la
estabilidad política pues, luego de terminada la Guerra de los Mil Días, Colombia entró en
el período de relativa paz más prolongado que había tenido desde la Independencia. Este
nuevo clima político, como lo señala Darío Mesa (1994), se manifestó también en la
creación de la Unión Republicana en 1909, partido político cuyas ideas defendió El Tiempo
durante su primera década de existencia y que representaba a liberales y conservadores
deseosos de conservar la paz y restablecer las instituciones republicanas tras el quinquenio
de Reyes.

Un segundo factor a considerar es el despegue económico del país impulsado por la


economía cafetera. Como lo plantean Jesús Antonio Bejarano (1994) y Marco Palacios
(1979), el crecimiento continuo de la economía cafetera fue el hecho central de la historia

9
económica de Colombia durante la primera mitad del siglo XX. Las condiciones creadas
por la economía cafetera –crecimiento económico, diversificación productiva, constitución
de un mercado interno y acumulación de capital–, junto con la presencia abundante de
mano de obra asalariada, condujeron al surgimiento de la industria en el país, en marcado
contraste con la precariedad industrial del siglo XIX.

Estos cambios económicos y políticos estaban acompañados de otras transformaciones


sociales de relevancia. Para Uribe Celis (1984), en la década de 1920 se presenta una cierta
modernización de la sociedad colombiana producto de una urbanización inicial, la
incipiente proletarización de parte del campesinado y la revolución en las comunicaciones
con la llegada al país de la radio, el automotor y el avión.

Estas transformaciones fueron condiciones básicas para la modernización de la prensa en el


país. En primer lugar, porque el nuevo clima político se tradujo en mayor libertad de
prensa. Como lo plantea Melo (2012), después de la renuncia de Reyes en 1909, los
periódicos gozaron de una libertad de prensa casi total y desapareció la presión oficial sobre
la misma. En segundo lugar, porque el despegue económico del país se tradujo en empresas
que buscaban expandir sus mercados y que para lograrlo necesitaban de los servicios
publicitarios ofrecidos por la prensa. Finalmente, porque el surgimiento de las grandes
ciudades facilitó la expansión del público lector. Como lo plantea Peter Fritzsche (2008)
hablando del caso alemán, los habitantes urbanos se convirtieron en los lectores por
excelencia de los diarios masivos en las primeras décadas del siglo XX.

Por último, en esta investigación busco también dialogar con la historiografía que ha
abordado la prensa como su objeto de estudio. A este respecto existe una mirada clásica
que, en el caso colombiano, se encuentra en el temprano trabajo de Gustavo Otero (1937) y
en el de Antonio Cacua Prada (1983). Estos trabajos tienen en común cierto tratamiento de
la prensa: presentan datos “biográficos” de una gran cantidad de periódicos de los que se
dice su posición política, principales colaboradores, tipo de publicación y contenidos
abordados. De un corte similar son algunas investigaciones regionales, como la de
Aureliano Gómez (1967) para el caso del periodismo en Barranquilla o la de Francisco

10
Salas (1994) para el caso del periodismo en el Huila. Así, nos encontramos con una
historiografía que aborda los periódicos principalmente como objetos de la historia política.

Esta mirada, no obstante, ha sido objeto de profundas renovaciones. En la historiografía


colombiana encontramos trabajos como el de Renán Silva (1988 y 2015) sobre el Papel
periódico de Santafé de Bogotá, un semanario que circuló en el Nuevo Reino de Granada
entre 1791 y 1797. En sus investigaciones, Silva explora el papel del periódico como actor
colectivo, discute la noción estructuralista de sistema de información, examina la
circulación y la elaboración de la información y analiza el público lector. Un segundo
trabajo a considerar es el de Luz Ángela Núñez (2006) sobre la prensa obrera en Colombia
entre 1909 y 1929. La importancia del trabajo de Núñez radica en que, además de presentar
la descripción más completa disponible de la prensa obrera de la época, analiza su
constitución en un eje alrededor del cual se construyeron espacios de sociabilidad. En esta
investigación tomo como referencia estos trabajos para el estudio del público lector y de los
espacios de sociabilidad que se construían en torno a los periódicos.

De otra parte, hay dos propuestas de la historiografía francesa que tomo como referencia
central en esta investigación. En primer lugar, sigo los planteamiento de Charle (2004),
quien considera a la prensa como objeto de la historia social, la historia cultural, la historia
política y la historia económica. Desde la historia social, esta propuesta señala el estudio de
dos aspectos clave: la configuración y trayectoria del público lector y el estudio de los
periodistas en tanto grupo profesional. Desde la historia cultural, la propuesta de Charle
remite al estudio del público lector considerado según sus rasgos culturales, tales como el
nivel educativo, el tipo de formación recibida y los gustos estéticos; así como al estudio de
la forma misma de los mensajes, la elección de los títulos, las secciones y su evolución, el
estilo de redacción, entre otros. Desde la historia política, esta propuesta se refiere al
análisis de la prensa en su calidad de instrumento de lucha por el poder. Finalmente, desde
la historia económica, la propuesta de Charle se ocupa de la consolidación de los periódicos
como sólidas empresas periodísticas. Este planteamiento historiográfico es de vital
importancia para la adecuada comprensión del objeto de esta investigación. En efecto, solo
si se considera la prensa como objeto de la historia social, cultural, política y económica y,

11
en consecuencia, se analizan las dimensiones de análisis planteadas por Charle desde cada
una de estas perspectivas, es posible comprender el proceso de modernización del diario El
Tiempo.

En segundo lugar, retomo los planteamientos de Roger Chartier sobre la cultura escrita. En
sus investigaciones, Chartier (1998) rastrea la trayectoria historiográfica de una nueva
forma de hacer historia cultural, discute la tendencia a convertir las fronteras sociales en
divisiones culturales y argumenta a favor de un análisis que parta de los objetos culturales
mismos. Para Chartier (2005), la historia de la cultura escrita se debe considerar a partir de
tres puntos: el análisis de los textos destinados a la escritura, la historia de los objetos que
vehiculan lo escrito y el estudio de las prácticas de lectura. Este enfoque es clave para el
estudio de los periódicos. El primer punto corresponde al análisis de los textos publicados
en el periódico, el segundo al estudio del periódico en cuanto dispositivo material y el
tercero al análisis de las prácticas de lectura asociadas a los periódicos. De otra parte, para
el caso de sociedades de alfabetización tardía como Colombia, es fundamental la diferencia
establecida por Jack Goody (2003) entre alfabetización y cultura escrita pues, para este
autor, la baja alfabetización de una sociedad en una época determinada dificulta mas no
impide el surgimiento y consolidación de la cultura escrita. Sin esta diferencia no sería
posible el estudio de la prensa como parte de la cultura escrita en el país.

En este orden de ideas, esta investigación está organizada de la siguiente manera. En el


primer capítulo, “La lucha política”, exploro el papel de El Tiempo en la lucha política
durante las primeras décadas del siglo XX y sus distintas filiaciones partidistas: la Unión
Republicana desde 1911 hasta 1921 y el Partido Liberal desde 1921 en adelante. En el
segundo capítulo, “La empresa periodística”, analizo las estrategias comerciales
emprendidas por El Tiempo, la profesionalización del oficio del periodista y la circulación
de ideas sobre la prensa moderna en Colombia. En el tercer capítulo, “La ciudad”, estudio
la relación que se estableció entre la creciente ciudad de Bogotá y El Tiempo, así como el
paulatino surgimiento de la vida cotidiana como un aspecto central de la información
presentada en el periódico. Finalmente, en el cuarto capítulo, “El público lector”, exploro

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las características del público lector base de El Tiempo y analizo la construcción del público
femenino, el público obrero y el público infantil del periódico.

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2. La lucha política

El signo fundamental de las publicaciones periódicas en Colombia desde la segunda mitad


del siglo XIX fue su utilización como herramientas para la lucha política. Cientos de
páginas aparecían en el país con el objetivo de visibilizar líderes políticos, impulsar
campañas electorales y desarrollar discusiones públicas con otros partidos políticos o
periódicos. Como lo planteaba Germán Arciniegas, uno de los periodistas e intelectuales
colombianos más importantes del siglo XX, la esencia de la prensa en el país residía en su
tinte político. Los periódicos en Colombia, más que una simple oficina de publicidad o una
empresa informativa, eran oficinas editoriales en las que muchas veces la transmisión de
ideas dejaba poco espacio para la información1.

Ilustración 1. Primera página de la edición de El Tiempo del jueves 2 de febrero de 1911

De las 1372 publicaciones que aparecieron entre 1900 y 1930, 545 correspondían a
publicaciones del Partido Conservador, 491 del Partido Liberal, 104 del Partido

1
Arciniegas, Journalism in Colombia, 1. Archivo de Eduardo, Fondo “El Tiempo”.

14
Republicano y 94 a tendencias anarquistas, socialistas y obreras, concentradas en su
mayoría en las ciudades de Barranquilla, Bogotá, Bucaramanga, Cali, Girardot, Manizales y
Medellín2. Entre los periódicos liberales se destacaba El Espectador, fundado en 1887 en
Medellín; El Nuevo Tiempo, fundado en Bogotá en 1902 y que fue hasta finales de la
década de 1910 el diario más importante de la ciudad; Vanguardia Liberal, fundado en
Bucaramanga en 1919; y otros como El Autonomista y La Crónica. Del lado conservador
estaban diarios como El Porvenir y La Luz, ambos propiedad Rafael Núñez; El Correo
Nacional, fundado en 1890; El Colombiano, fundado en Medellín en 1912; y La Patria,
fundado en Manizales en 1921.

El Tiempo: un periódico republicano

El Tiempo, por su parte, era un periódico que defendía las ideas del Partido Republicano
junto a otros órganos de prensa como Gaceta Republicana, fundado en 1911 por Enrique
Olaya Herrera. Por tanto, en sus páginas aparecía con frecuencia información que el
periódico consideraba importante para los militantes y seguidores de dicho partido:
resultados de elecciones, planeación de campañas electorales, información parlamentaria,
acciones y políticas del gobierno republicano de Carlos E. Restrepo, discusiones y debates
con otros partidos políticos, manifiestos de los directorios republicanos, entre otros. Su
propósito era, en general, mantener a los militantes y seguidores del Partido Republicano
informados de las discusiones y debates de la política del país.

El Partido Republicano era una novedad en la política nacional. Luego de que el país pasara
por la Guerra de los Mil Días, la pérdida de Panamá y el quinquenio del general Reyes, el
Partido Republicano apareció como una apuesta política renovadora que pugnaba por la paz
interna y el fin de las pasiones partidistas y los intereses sectarios en Colombia. En
búsqueda de dicho propósito, militantes y líderes conservadores y liberales decidieron
fundar un nuevo partido político cuya razón de ser se encontraba para ellos en la crisis del
país y de sus partidos políticos tradicionales. Alfonso Villegas Restrepo, por ejemplo, era
conservador, mientras que Eduardo Santos era liberal. Esta sola situación, que liberales y

2
Vanegas, Todas son iguales, 266.

15
conservadores militaran juntos en un mismo partido, era ya de por sí una novedad inmensa
para la vida política del país.

En una comunicación emitida algunos meses después de que terminara la presidencia de


Carlos E. Restrepo, El Tiempo resumía así las aspiraciones políticas del Partido
Republicano: “si quisiéramos condensar en una breve fórmula todos nuestros anhelos
patriotas para el año que principia lo haríamos pidiendo que sobre nosotros reinaran durante
él dos deidades augustas: la paz y la justicia (…) anhelamos la continuación de una paz
como la que poseemos desde hace cinco años; una paz sin bayonetas, en que son libres el
pensamiento y la palabra (…) y ojalá también que en el año que principia pueda la Nación
y la justicia ganar algún terreno sobre las pasiones partidistas y sobre los intereses
sectarios”3.

La importancia del Partido Republicano no era únicamente reconocida por sus órganos de
prensa; de hecho, líderes políticos y periódicos de otras tendencias reconocían las virtudes
de esta experiencia para la consagración de la paz y la tolerancia en Colombia. Fidel Cano,
director y fundador del periódico liberal El Espectador, dedicó las siguientes palabras al
Partido Republicano, pocos meses antes de que Carlos E. Restrepo terminara su
presidencia: “la aparición del republicanismo hizo nacer la esperanza de cerrar por siempre
los ojos entre las claridades de una aurora, en el corazón de miles de jóvenes que se han
lisonjeado con la esperanza de poder consagrar a Colombia sus frescas energías en un
campo pacífico y dentro de un sereno ambiente de equidad y tolerancia”4.

Para El Tiempo, de otra parte, el republicanismo no consistía únicamente en una postura


política. Para este diario bogotano el republicanismo conllevaba también una manera de
hacer periodismo alejada de los intereses sectarios y las pasiones partidistas. Esta forma
republicana de hacer periodismo consistía en lograr un ejercicio periodístico que, además
de ofrecer una abundante, variada e interesante lectura a sus seguidores, lograra servir a las
ideas nuevas y generosas del republicanismo con absoluta independencia y completamente

3
El Tiempo, enero 1 de 1915, p. 2.
4
El Tiempo, julio 2 de 1913, p. 2.

16
desligado de cualquier vínculo con los partidos tradicionales5. Es decir, era una práctica
periodística que debía mitigar en vez de atizar las diferencias políticas en el país. Esta
forma de hacer periodismo era también reconocida por los lectores de El Tiempo. En carta
enviada a Alfonso Villegas Restrepo el 5 de septiembre de 1911 desde Hamburgo, Julio
Aparicio le planteaba al director del periódico que, en su consideración, El Tiempo “ha
tomado el rumbo que corresponde al verdadero periodismo, que prescinde de todo aquello
que pueda servir para enardecer las luchas de Partido, y antes bien procura terminar éstas y
trabajar por los intereses de la Patria”6.

Este propósito, sin embargo, se enfrentaría con múltiples dificultades relacionadas con la
situación del país y el grado de desarrollo de la prensa y del oficio del periodismo en
Colombia. A propósito de su edición número dos mil, El Tiempo manifestaba que no se
podía pedirle a un periódico que fuera “alta cátedra de filosofía, conductor habilísimo de las
masas, guía vidente hacia puertos de salvación en donde al fin pueda anclar la República al
abrigo de las tempestades” en un país caracterizado por la ligereza, la superficialidad y una
deplorable educación. De igual manera, manifestaba que no se le podía pedir al periodista
que cumpliera sus funciones con vasta ilustración y claro talento, sin considerar primero “la
índole del país y el estado embrionario del periodismo (…) profesión en la que apenas
empieza a conocerse la división del trabajo y que implica para quien esté a la cabeza de un
diario una diversidad de funciones que hace casi imposible la profundidad y el completo
dominio de graves y complejas cuestiones”. Ante esta situación, planteaba El Tiempo que a
un periódico en Colombia se le podía exigir: “no que acierte siempre, pero que siempre
procure acertar; no que sea juez justo y equitativo en todos los casos, pero sí que no sea
jamás injusto a sabiendas, y sobre todo, que jamás se oriente por personales intereses, ni
mire las cuestiones públicas a través de ciertas conveniencias privadas”. Fue este
precisamente el horizonte que tuvo este diario en su actividad periodística: “EL TIEMPO,
que después de una labor constante y ardua de más de seis años, llega hoy a su número dos

5
El Tiempo, mayo 2 de 1914, p. 3.
6
Comunicaciones recibidas por Alfonso Villegas Restrepo en 1911 y 1912, folio 581.

17
mil, no ofrece a sus favorecedores otra cosa que esas condiciones morales, y un ardiente
deseo de servir al país y a las ideas libres por encima de los partidos”7.

A pesar del dificultoso panorama que planteaba El Tiempo para el ejercicio periodístico en
el país, es un hecho que las libertades y condiciones para la labor de la prensa habían
cambiado positivamente en los últimos 30 años. De hecho, era el país el que estaba
cambiando. Luego de la Guerra de los Mil Días y la pérdida de Panamá, Colombia entraría
en el período de relativa paz y estabilidad política interna más prolongado desde la
Independencia8. El Partido Republicano fue una expresión de este nuevo clima político, ya
que representaba a miembros de ambos partidos deseosos de conservar la paz y restablecer
las instituciones republicanas tras el quinquenio de Reyes9.

Esta nueva realidad política del país se hizo visible en las condiciones de libertad de prensa.
Los gobiernos de la Regeneración, en contraposición a las medidas tomadas en este campo
por los gobiernos liberales radicales, reconocían la libertad de prensa al mismo tiempo que
introducían el camino para amplias normas punitivas. En efecto, la ley de prensa aprobada
en 1886, que definió como delito las publicaciones que vulneraran la honra de cualquier
persona o que atentaran contra el orden social y la tranquilidad pública, sirvió como un
poderoso mecanismo legal para censurar a la prensa10. No es de extrañar por tanto que El
Espectador, diario liberal fundado en Medellín por Fidel Cano el 22 de marzo de 1887,
dedicara la nota editorial de su primera edición a denunciar las penosas condiciones de la
libertad de prensa durante la Regeneración11. Sin embargo, después de la renuncia del
general Reyes a la presidencia en 1909, los periódicos pudieron gozar de una libertad de
prensa casi total y desapareció la presión oficial excesiva sobre los periódicos12. Fueron en
gran medida estas condiciones las que permitieron la emergencia y consolidación de un
diario como El Tiempo.

7
El Tiempo, abril 20 de 1917, p. 2.
8
Bushnell, Colombia: una nación a pesar de sí misma, 215 y Palacios, Entre la legitimidad y la violencia, 99.
9
Mesa, “La vida política después de Panamá”, 125 y ss.
10
Melo, “La libertad de prensa en Colombia: su pasado y sus perspectivas actuales”, 41 y ss.
11
El Espectador, marzo 22 de 1887, p. 1.
12
Melo, “La libertad de prensa en Colombia: su pasado y sus perspectivas actuales”, 41 y ss.

18
El giro hacia el liberalismo

Durante los primeros meses de 1921, la afinidad política de El Tiempo con el Partido
Republicano empezó a deteriorarse. Según la opinión no solo de El Tiempo, sino también
de El Espectador y de numerosos dirigentes republicanos y liberales en todo el país, las
ideas con las que había sido fundado el Partido Republicano seguían vigentes y eran las
responsables de las décadas de paz y progreso que había vivido el país, pero el partido se
estaba desmoronando. Para El Tiempo, los republicanos estaban ante este partido “como
ante un venerado cadáver en capilla ardiente: recogidos, con el sombrero en la mano, en
actitud supina, llenos de amor y de respeto por el que tanto fue y tanto valió en un tiempo,
pero que ahora, por desgracia, había que enterrar, por la simple y única razón de que estaba
muerto13.

Ante esta situación, El Tiempo tornó la vista hacia el Partido Liberal. Ya en febrero de
1921, El Tiempo aseguraba que era “preciso trabajar por la fusión leal, completa, definitiva
de los elementos progresistas –liberales, republicanos y socialistas- que quieren formar el
Partido Liberal fuerte y moderno, inspirado en las nuevas corrientes de ideas, que se
necesita para dar a las instituciones en Colombia el alma y la fisionomía liberal que
necesita”. Se trataba, además, de una decisión de largo alcance. Efectivamente, El Tiempo
sostenía que no podía “tratarse de alianzas ni de pactos esencialmente transitorios, sino de
la constitución vigorosa y sólida de una gran colectividad política, que haga obra coherente
y robusta, con firmeza y disciplinada actividad”14. El primer director de El Tiempo, Alfonso
Villegas Restrepo, de opinión contraria a la de muchos de sus compañeros, permanece en el
Partido Republicano y funda el diario La República el 13 de marzo de 1921.

La decisión tomado por El Tiempo fue celebrada por reconocidos dirigentes del Partido
Liberal. El general Benjamín Herrera, por ejemplo, planteaba que “el Partido Liberal,
robustecido con el reingreso de elementos tan valiosos como son los brillantes periodistas y
otros eminentes ciudadanos de Bogotá (…) podrá, con menos dificultades, cumplir mejor la
alta misión de impedir que las corrientes tradicionalistas perturben y retrasen el progreso y

13
El Tiempo, febrero 25 de 1921, p. 3.
14
El Tiempo, febrero 25 de 1921, p. 1.

19
la modernización de Colombia”15. Fue, en efecto, un nuevo aire para el Partido Liberal.
Como El Tiempo mismo lo expresaba, la llegada de un núcleo de dirigentes republicanos al
Partido Liberal representaba un avance en la lucha por romper la hegemonía conservadora,
así como por hacer posible la alternabilidad de los partidos en el poder en Colombia16.

Una vez el periódico hizo oficial y pública su afiliación al Partido Liberal, comenzaron a
aparecer con frecuencia mensajes, comunicaciones, fotografías y entrevistas a reconocidos
dirigentes liberales del país; es decir, la información política relacionada con el Partido
Republicano cedió poco a poco el paso a la información sobre el Partido Liberal. Esta
preeminencia en la presentación de información sobre el liberalismo era ya evidente en la
campaña del general Benjamín Herrera a la presidencia en 1922, a la que El Tiempo dedicó
extensas páginas en varias de sus ediciones, y en la campaña de Enrique Olaya Herrera a la
presidencia en 1930.

De hecho, la candidatura y posterior elección de Enrique Olaya Herrera como presidente en


1930 tuvo un cubrimiento sin igual en el periódico. Estas elecciones, en las que Olaya
Herrera, candidato de la “Concentración Nacional”, derrotó a los candidatos conservadores
Guillermo Valencia y Alfredo Vázquez Cobo, ocuparon las páginas del periódico desde
finales de 1929 hasta la posesión de Olaya Herrera como presidente el 7 de agosto de 1930.
Era la primera vez, desde el gobierno republicano de Carlos E. Restrepo, que el partido
cuyas ideas defendía El Tiempo estaba en el gobierno. Desde su ingreso al liberalismo
después de la Convención Nacional Liberal de diciembre de 1921, El Tiempo expresaba
con frecuencia a sus lectores que se habían trazado como objetivo llevar al Partido Liberal
de nuevo al poder y, casi 10 años después, lo lograron.

Pocos meses antes de las elecciones, este diario bogotano se refería a la candidatura de
Olaya Herrera como “la fórmula que el partido liberal presenta al país para resolver sus
problemas y encaminarlos por sendas de progreso efectivo y sólida grandeza” 17. El día de
las elecciones, antes de que fueran públicos los resultados de los comicios electorales, El
Tiempo ya daba por sentada la victoria de Olaya Herrera y le expresaba a sus lectores la

15
El Tiempo, febrero 25 de 1921, p. 1.
16
El Tiempo, febrero 25 de 1921, p. 3.
17
El Tiempo, 24 de diciembre de 1929, p. 3.

20
importancia de tal suceso: “este día –el más trascendental que haya tenido Colombia en
muchos años– (…) será el primer triunfo que obtiene la democracia después de largos años
de violencia sobre la opinión de los ciudadanos. La República entera, sin más excepción
que la minoría burocrática empeñada estérilmente en trastornar la fatal victoria de hoy, está
segura de que a la tarde, cuando suene el tambor que ordena el cierre de las urnas, sobre el
cuero templado estarán dándose toques de regocijo por el triunfo del más vasto anhelo
nacional”18. El día de la posesión de Olaya Herrera como presidente, El Tiempo emitió una
edición especial de 42 páginas para contarles a sus lectores los detalles de dicho importante
suceso para la historia del país.

Ilustración 2. Primera página de la edición de El Tiempo del domingo 9 de febrero de 1930, día de las elecciones
presidenciales

Pese a que era evidente el apoyo de El Tiempo a las ideas y candidatos del Partido Liberal,
este diario bogotano sostenía que se mantenía independiente “de todo directorio y de toda

18
El Tiempo, febrero 9 de 1920, p. 1.

21
organización nacionales por encima de cualquier otra consideración”, así como que no era
un periódico “escabel de ninguna carrera política” ni “órgano de ambiciones ni base de
jefaturas”. Por el contrario, este diario bogotano aseguraba que su objetivo seguía siendo el
mismo de su militancia republicana: la consolidación de la paz y el progreso material y
espiritual del país19.

En efecto, El Tiempo procuraba conservar la manera republicana de hacer periodismo,


alejada de los intereses sectarios y las pasiones partidistas. Para este diario bogotano era
fundamental mantenerse “desligado de pasiones y de intereses partidistas, e independiente
de todo directorio y de toda organización sectaria”; por esta razón, sostenía que ninguno de
sus directivos perseguía “posiciones políticas ni empleos oficiales, ni nada distinto de servir
a nobles ideales patrióticos” y que estaba seguro de que jamás nadie podría imputar a El
Tiempo “que obedece a móviles ocultos, que tiene su plena independencia limitada por
algún lazo distinto de la libre conciencia de sus directores, o que está vinculado a algún
negocio, empresa o interés particular”. En otras palabras, El Tiempo tenía una forma
particular de ver su relación con la lucha política, al considerarse un diario “que hace labor
política, pero que no necesita de la política ni la explota jamás; que vive ampliamente de sí
mismo, de los recursos que a sí mismo se proporciona con el favor del público, de los
anunciadores y suscriptores, y de cuantos compran sus ejemplares”20.

No obstante la independencia que El Tiempo reclamaba frente al campo político, este


periódico no tenía autonomía con respecto a los partidos políticos o el Estado.
Efectivamente, los periódicos en Colombia siguieron siendo periódicos de partido durante
gran parte del siglo XX, aunque algunos como El Tiempo sí lograron autonomía comercial
y financiera con respecto al Estado y los partidos políticos cuyas ideas defendían. Para
finales de la década de 1920, a pesar de lo que el diario mismo dice sobre su relación con el
Partido Liberal y con la lucha política, El Tiempo se había convertido en la plataforma
política del liberalismo impulsado por su director, Eduardo Santos. Por esta razón, el
director de El Tiempo, aunque bastante alejado de la dirección personal del periódico para

19
El Tiempo, enero 1 de 1926, p. 81.
20
El Tiempo, enero 1 de 1927, p. 2.

22
finales de la década de 1920, se preocupó por que su periódico apoyara decididamente la
campaña y posteriormente el gobierno de Olaya Herrera21.

En este aspecto, la prensa colombiana se diferencia de otras experiencias de modernización


en América Latina y el mundo. Como ya habíamos mencionado, la modernización de la
prensa en Colombia fue protagonizada por periódicos que seguían teniendo como uno de
sus objetivos principales defender las ideas de un partido político. En Estados Unidos, por
el contrario, desde la revolución de la penny press22 en la década de 1830, los periódicos
pasaron de ser periódicos políticos a ser periódicos comerciales, que daban preeminencia a
la presentación de información por encima de opiniones políticas y literarias y que eran
independientes de todo partido político23. Este fue el camino seguido por reconocidos
diarios estadounidenses como The New York Herald y The New York Times. Este también
fue el caso de El Mercurio de Chile, ya que para sus directivos la independencia política era
la principal garantía de credibilidad y seriedad del diario24; y El Sol en España, que se
caracterizó por una postura de independencia frente a los partidos políticos25. El caso
paradigmático en América Latina, que era además ampliamente conocido por los directores
de El Tiempo, era el de la prensa argentina, que en las primeras décadas del siglo XX vivió
un proceso de particularización del periodismo como práctica y de separación formal del
poder del Estado y de los partidos políticos26.

Sin embargo, esta posición de independencia que reclamaba El Tiempo, sí llevó a que este
diario bogotano concibiera su propia visión de lo que debía ser el liberalismo en Colombia.
Para El Tiempo, el Partido Liberal debía apostarle a un liberalismo que tuviera en el centro
de su política la puesta en práctica de una profunda reforma social en el país que le
apuntara a “reorganizar nuestros sistemas administrativos, económicos y fiscales para que
vayan las rentas a desarrollar el país, dando trabajo y abriendo horizontes, y no se pierdan
en los vericuetos de los contratos y de la empleomanía derrochadora, para que se pueda

21
Vanegas, “Eduardo Santos y las sinsalidas de la república liberal”, 248.
22
Este nombre hace referencia a su precio de venta, ya que se trataba de diario cuyos ejemplares diarios
costaban únicamente un penique.
23
Schudson, Discovering the news, 17 y ss.
24
Bernedo y Arriagada, “Los inicios de El Mercurio de Santiago”, 31 y ss.
25
“El Sol”.
26
Saítta, Regueros de tinta, 30.

23
atender a las necesidades del proletariado, que no podrán remediarse con meras palabras;
para que sean un hecho las labores de sanificación y la riqueza general produzca mejores
salarios, y el ferrocarril y la carretera maten al gamonal, y el desarrollo intenso de la
industria haga posible la participación en sus productos de los obreros que la hacen
marchar, y la escuela sea fuente que prepare a los hijos del pueblo para escalar todas las
alturas y no mero lugar de necia rutina inútil y engañadora”27. Esta era la idea del
liberalismo que tenía el segundo director de El Tiempo quien, para finales de la década de
1920, ya se había convertido en uno de los dirigentes liberales más importantes del país.
Eduardo Santos era exponente de un liberalismo reformista pero cauto en su manera de
concebir las reformas, ya que temía que un liberalismo demasiado voluntarista realizara los
cambios necesarios pero a costa de la estabilidad política del país28.

En esta idea del liberalismo, El Tiempo se identificaba con partidos liberales de otras
latitudes. Este era el caso del Partido Liberal de España, al que le reconocía la idea de
adoptar algunos postulados socialistas con el objeto de actualizar las doctrinas liberales; el
Partido Liberal de Chile, al que le reconocía sus propuestas de democratización de los
procesos electorales y de separación de la Iglesia y el Estado29; y el Partido Liberal de
Inglaterra, al que le reconocía la idea de un liberalismo de ideas inclinado hacia una
reforma social que procurara el mejoramiento de la vida de todos los ciudadanos30. La
conexión que El Tiempo estableció con otros periódicos, en gran medida producto de la
extensión de su infraestructura de obtención de información internacional, también le
permitió apropiarse y utilizar para sus propios discursos las ideas de partidos políticos de
otros países.

Esta idea de liberalismo de El Tiempo, de otra parte, da razón de la emergencia de la


“cuestión social” en Colombia y las diferentes maneras de enfrentarla. En la década de
1920 se habían superado algunos problemas económicos del país como la crisis fiscal, el
desarrollo infraestructural y la espiral inflacionista pero la “cuestión social”, entendida

27
El Tiempo, mayo 1 de 1921, p. 1.
28
Vanegas, “Eduardo Santos y las sinsalidas de la república liberal”, 241.
29
El Tiempo, octubre 25 de 1919, p. 1.
30
El Tiempo, diciembre 30 de 1923, p. 1.

24
como las bajas condiciones de vida de la clase obrera naciente y de los sectores populares
en las ciudades en medio de los procesos de industrialización y urbanización, era la notoria
excepción31. Por ello, este liberalismo reformista moderado de El Tiempo y de su director,
Eduardo Santos, aparece como una reacción a la ineficacia de los gobiernos conservadores
para garantizar condiciones básicas de vida a amplios sectores de la población. De igual
manera, esta propuesta de liberalismo es una respuesta a la irrupción del movimiento
huelguístico en Colombia en la década de 1920, a ciertos visos de organización obrera y a
la aparición de ideologías revolucionarias de corte socialista y anarquista32, que ciertos
sectores liberales pretendían canalizar y mantener a un nivel que no pusiera en peligro la
estabilidad del sistema político.

Sin embargo, algunos dirigentes liberales inconformes con las soluciones propuestas por el
Partido Liberal decidieron dar el paso al socialismo revolucionario. El caso más conocido
fue el de Armando Solano, quien renunció a la Dirección Liberal en 1928 para ingresar al
Partido Socialista. Para Solano, el liberalismo se había estacionado e inmovilizado, razón
por la cual las masas trabajadoras, otrora bases sociales del Partido Liberal, abrazaban
ahora las ideas socialistas. Según la visión de este dirigente liberal, las ideas socialistas
habían aparecido en Colombia producto de “la obstinación tenaz con que la clase dirigente
ha negado la existencia de problemas sociales (…) y a la bravucona actitud de las
autoridades conservadoras”. Empero, el mismo Solano advierte también que su idea de un
partido socialista es la “indisoluble fusión entre los elementos universitarios o intelectuales,
con los obreros manuales, campesinos y urbanos, para la realización de la moderna
democracia” y no el impulso de una revuelta armada comunista33.

En síntesis, los periódicos tenían un lugar preponderante en la vida política y cultural de


país; por esta razón, reflejaban los principales debates promovidos por las elites nacionales
y regionales34. Beneficiado por condiciones políticas y de libertad de prensa mucho más
favorables que las de finales del siglo XIX, El Tiempo impulsó los debates de una naciente

31
Archila, Cultura e identidad obrera, 247.
32
Archila, Cultura e identidad obrera, 212 y ss.
33
El Tiempo, enero 1 de 1928, p. 2.
34
Arias, Los Leopardos, 91.

25
elite urbana que defendía un proyecto de modernización para el país, primero al interior del
Partido Republicano y posteriormente dentro de las filas del Partido Liberal. En esta
búsqueda, este diario bogotano conquistó cierta autonomía periodística, financiera y
comercial, pero siguió siendo un periódico partisano. Con ello, se pone en evidencia una de
las principales características de la modernización de la prensa en Colombia, a saber, que
fue impulsada por periódicos que seguían teniendo como uno de sus objetivos principales la
defensa de ciertas ideas políticas.

26
3. La empresa periodística

Eduardo Santos y su proyecto periodístico

El Partido Republicano recogió en sus filas a una generación de jóvenes que querían ver al
país libre de las pasiones partidistas que habían llevado a un siglo de guerras civiles. Al
tratarse de una apuesta política que planteaba un distanciamiento de los elementos más
irracionales de las luchas políticas, muchos jóvenes se adscribieron rápidamente a sus filas,
entre ellos Alfonso Villegas Retrepo y Eduardo Santos Montejo35. El Tiempo reconocía
dicha centralidad de los jóvenes en la apuesta política republicana y su vocación de paz y
concordia nacional. En una nota editorial de 1917, este diario planteaba que: “ha sido la
juventud –como era lógico– la primera que fue a plantar su tienda en el campo político de
la tolerancia nacional y del respeto mutuo; y era lógico así, porque el prejuicio y la
preocupación no la dominan, porque no está vinculada a tradiciones de sangre y porque su
espíritu complejo y generoso busca orientaciones definitivas que no llevan derecho a la
barbarie”36.

El 10 de julio de 1913, uno de estos jóvenes republicanos, Eduardo Santos Montejo,


compró el periódico por $ 5.000 y se convirtió en su director37. Este no era su primer
contacto con este periódico; por el contario, este joven bogotano se había vinculado
prontamente a la labor periodística de El Tiempo. Ya en 1911, a propósito de un artículo
que había escrito para el diario, El Tiempo se refería a este joven bogotano con aduladoras
palabras: “su autor es nuestro amigo Eduardo Santos, uno de los jóvenes más importantes
de Colombia, por su erudición pasmosa, su cultural orientación política y científica, y por
su excepcional capacidad de asimilación38.

Su llegada a la dirección de El Tiempo representó un nuevo impulso para el diario. Ante el


espacio dejado por Alfonso Villegas, se abrió para Eduardo Santos la oportunidad de
reorientar la labor del periódico y, a la larga, de cimentar una de las empresas periodísticas
más estables e importantes del país. Su llegada a la dirección del periódico trajo consigo
35
Colmenares, Ricardo Rendón, 12
36
El Tiempo, abril 20 de 1917, p. 1.
37
Arciniegas, “Eduardo Santos”, 352.
38
El Tiempo, abril 11 de 1911, p. 2.

27
una gran novedad. El nuevo director de El Tiempo no tenía en mente únicamente un
proyecto político para el periódico, sino que además concibió uno periodístico y comercial.

Este nuevo proyecto que tenía en mente Eduardo Santos para El Tiempo se puso en marcha
pocos meses después de su llegada a la dirección del periódico. El jueves 30 de abril de
1914, El Tiempo anunció a sus lectores que a partir del sábado 2 de mayo el periódico
aumentaría su formato. En la edición del 2 de mayo se puede leer: “como lo habíamos ya
anunciado a nuestros lectores, ampliamos desde hoy el formato de nuestro diario, para
corresponder así al creciente favor del público. El espacio de que disponíamos no nos
permitía dar una información extensa y completa sobre los acontecimientos nacionales y
extranjeros; en adelante nos esforzaremos en dar a nuestros abonados un diario tan
completo como sea posible hacerlo en esta ciudad. Entra en nuestro plan el conceder la
mayor importancia a los acontecimientos extranjeros, a la vida política, científica y literaria
del mundo entero (…) Haremos en estas columnas, con mayor detención que hasta ahora,
un extracto de la prensa departamental, en el que daremos preferencia a cuanto tenga
relación con el progreso nacional y con los verdaderos intereses del país. Procuraremos
publicar con mayor frecuencia selectas páginas literarias, que además del interés del asunto,
tengan un real mérito estético, como estilo literario y como altura de pensamiento”39.

Este aumento de formato llevó a que cambiara la distribución de la información y a que se


imprimiera ahora un periódico de seis páginas. En la primera y en la sexta página se
presentaban avisos publicitarios; en la segunda y la tercera se presentaba información y
opinión política sobre distintos temas nacionales e internacionales; en la cuarta se
presentaba una sola gran pauta publicitaria que ocupaba toda la página; y en la quinta
apareció por primera vez en el periódico información y noticias dirigidas específicamente a
un público femenino.

39
El Tiempo, mayo 2 de 1914, p. 3.

28
Ilustración 3. Primera página de la edición de El Tiempo del sábado 2 de mayo de 1914

La sección literaria tenía una especial importancia, ya que era considerada fundamental
para trabajar eficazmente por la cultural intelectual del país. Fue por esta razón que el
primer suplemento del periódico, denominado “Lecturas Populares”, estaba dedicado a la
presentación de obras literarias. A propósito de la edición 24 de este suplemento, El Tiempo
planteaba que se había propuesto ofrecer una “verdadera biblioteca selecta que satisfaga así
a los más refinados como a los más sencillos, por la virtud que tienen las obras de
verdadero mérito de imponerse a todos los espíritus”40. Con este suplemento, al cabo de un
año, los suscriptores de El Tiempo tendrían cuatro volúmenes de lectura, compuestos por
más de 1.500 páginas, a solo $ 30. Entre las obras presentadas en “Lecturas Populares” se
encontraban los trabajos de algunos escritores nacionales como Fidel Cano, José Manuel
Goenaga y Eduardo Posada; los trabajos de algunos escritores españoles como Emilia

40
El Tiempo, mayo 2 de 1914, p. 2.

29
Pardo Bazán y Antonio de Villegas; y los de algunos escritores no hispanohablantes como
como Víctor Hugo, Charles Dickens y Guy de Maupassant41.

La I Guerra Mundial

Sin embargo, este proyecto que tenía Eduardo Santos para El Tiempo tuvo que enfrentarse a
numerosas dificultades. De hecho, esta edición de seis páginas solo estuvo disponible
durante su primer día de aparición y algunos otros pocos días hasta 1919 ya que, con el
estallido de la I Guerra Mundial a mediados de 1914, se impusieron duras limitaciones a la
prensa en Colombia. La primera de ellas fue la censura. En efecto, El Tiempo denunciaba
con frecuencia que la censura impuesta por los gobiernos europeos a la labor de los
corresponsales de guerra dificultaba su labor y ponía un manto de duda sobre la
información que era conseguida por este medio42. De igual manera, dado que la mayoría de
cables internacionales llegaba primero a Estados Unidos, la información debía pasar por el
filtro impuesto por el gobierno de este país a los cables europeos con motivo de la guerra.
Fue por esta razón que, una vez terminada la guerra en Europa, el periódico celebró el
levantamiento de la censura cablegráfica impuesta por el gobierno de Estados Unidos,
aunque se mantuviera para los cables que iban desde América con destino a Europa. A este
respecto, una vez finalizada la guerra, El Tiempo informaba a todos los telegrafistas del país
que “pueden ustedes aceptar cables en las mismas condiciones que regían antes de la guerra
europea, es decir, en todas las claves general y comercialmente aceptadas”43.

A la censura se sumaba otro problema, a saber, las dificultades técnicas en los servicios
telegráficos y cablegráficos. Efectivamente, El Tiempo manifestaba a sus lectores en
algunas de sus ediciones que no habían recibido cables sobre la guerra en Europa o que, por
daños en las líneas telegráficas, la información no había podido llegar a las instalaciones
del periódico44. Esta dificultad, empero, no terminó con la finalización de la guerra. En
julio de 1919, El Tiempo manifestaba que había sido su deseo dar “el mayor desarrollo a los
servicios cablegráficos y telegráficos, pero hemos tropezado para ello con un inconveniente

41
El Tiempo, mayo 2 de 1914, p. 2.
42
El Tiempo, marzo 11 de 1915, p. 2.
43
El Tiempo, abril 20 de 1919, p. 2.
44
El Tiempo, julio 25 de 1915, p. 2.

30
insuperable, que no está en nuestras manos vencer: el de la absoluta deficiencia de las
líneas telegráficas. Los despachos de nuestros corresponsales de la Costa, aún pagados
como urgentes o extraordinarios, suelen llegar con retardos inverosímiles, que los hacen del
todo inútiles; está ausente de nuestros telégrafos la noción de la rapidez, que en todas partes
constituye su razón de ser, y el desarrollo de los servicios proyectados, grandemente
costosos, no responde casi a los fines de información que buscamos. Sin embargo,
insistiremos en ellos, hasta donde lo permita el deplorable estado de las líneas telegráficas.
Con los cables suele suceder cosa análoga, o peor aún. En los últimos meses se ha perdido
el mejor servicio de información posible, el de la „Associated Press‟, que llegaba a
Buenaventura para la prensa, pero que los telégrafos nacionales no son capaces de
transmitir a Bogotá; y además, una noche porque están rotas las líneas, otra porque hay
demasiado recargo, se reciben los cables que sí se transmiten, „Agencia Havas‟ y los
despachos de Quito, con intermitencias y demoras que permiten asegurar que es hoy
Colombia el país que tiene peor información de lo que en el mundo pasa”45.

Una tercera dificultad con la que se enfrentó el periódico fue el incremento del precio del
papel. Dado que esta importante materia prima para la prensa debía ser importada desde
Europa, sus precios aumentaron producto de la I Guerra Mundial. Antes de la guerra, las
cien libras de papel le costaban a El Tiempo $ 2,40 y para 1917 su precio había subido a $
746; es decir, el precio del papel aumentó casi un 300% en 3 años. Producto de esta
situación, el prometido aumento de formato no pudo mantenerse: “EL TIEMPO, una vez
que se lo permita el restablecimiento de la normalidad, perturbada hoy hondamente por la
guerra, se propone ensanchar formato y ampliar sus servicios, hasta ponerse materialmente
en las mejores condiciones posibles en Colombia. Mientras que, por la enorme y creciente
carestía del papel, por el alza de los fletes, por el alto precio de muchos artículos en los
Estados Unidos, no nos sea posible realizar este plan, nos esforzaremos por mejorar la
actual condición de este diario lo más posible”47.

45
El Tiempo, julio 25 de 1919, p. 1.
46
El Tiempo, febrero 25 de 1917, p. 2.
47
El Tiempo, abril 20 de 1917, p. 2.

31
Este aumento del precio del papel llevó a muchos periódicos en Colombia a tomar una
difícil decisión: aumentar sus precios de venta y suscripción. En 1917, El Nuevo Tiempo
subió el precio del número suelto a $ 0,5, la suscripción mensual a $ 1,20, la suscripción
trimestral a $ 3,50, la suscripción semestral a $ 6,50 y la suscripción anual a $ 12. Inclusive
los periódicos barranquilleros, que accedían a papel más barato y de mejor calidad debido a
que no tenían que pagar el recargo para transportarlo desde el puerto ni debían enfrentar los
deterioros consecuencia del viaje de esta materia prima por el río Magdalena, se vieron en
la obligación de aumentar los precios de venta48. De hecho, se trataba de un fenómeno
mundial. El Tiempo le informaba a sus lectores que The Times en Inglaterra, producto de
los altos precios del papel, se había visto también en la obligación de aumentar sus precios
de venta y que sus lectores venían conformando círculos de lectura para que el diario pasara
de casa en casa. Ante esta situación, se informaba también que el gobierno inglés estaba
considerando estudiar varias medidas relativas a la disminución del formato de los
diarios49.

Las respuestas de El Tiempo antes estas dificultades propiciaron el avance del periódico y
su fortalecimiento periodístico y comercial en al menos dos ámbitos: la concepción y
desarrollo de una sólida estrategia comercial para enfrentar las dificultades de la guerra y el
aumento y diversificación de la información internacional presentada por el periódico. El
diseño de una sólida estrategia comercial es evidente en la respuesta del periódico ante la
crisis del papel. Si bien este diario bogotano también estaba enfrentado al dilema de
aumentar los precios de venta producto del aumento de los costos de producción, su
respuesta fue diferente a la de la mayoría de sus colegas en el país. Ante la difícil situación
creada por la guerra, El Tiempo informaba a sus lectores que ya habían hecho notar, en
varias ocasiones, “como el actual precio del papel y la escasez del artículo han obligado a
todos los periódicos del mundo a reducir su formato y aumentar sus precios. Nosotros, que
consumimos un poco menos de papel que El Nuevo Tiempo, debido a nuestro formato, nos
proponemos conservar la tarifa que hemos tenido en vigencia para suscripciones y venta de
números sueltos, y no la alteraremos sino en el caso de que por continuar el alza y llegar a

48
El Tiempo, febrero 25 de 1917, p. 2.
49
El Tiempo, abril 20 de 1917, p. 3.

32
cotizaciones demasiado altas el precio de las materias primas no nos permita en manera
alguna sostenerla”. Su motivación para esto era bastante clara: “esperamos que la crisis sea
pasajera y nos daremos por ampliamente satisfechos si logramos atravesarla sin perjudicar
al público lector, que empieza apenas a tener existencia real en Colombia”50.

Por tanto, con el objetivo de incrementar sus ingresos y mantener el precio de venta y de
suscripción, El Tiempo decidió incrementar los precios de los avisos publicitarios. Para
1919, este aumento de los precios de los avisos publicitarios era ya reconocido por El
Tiempo como el eje de su estrategia comercial: “respecto a los avisos, es absolutamente
indispensable para esta Empresa subir su precio, en interés de los mismos anunciadores51,
ya que esa alza es lo único que puede permitirnos seguir vendiendo a los precios actuales el
periódico, y aumentar así su circulación en forma considerable. A los anunciadores, ante
todo, debe interesarles que la circulación del órgano en que hagan su campaña de
publicidad tenga la mayor difusión y vaya al mayor número de manos posible, única
manera de que surta el aviso el efecto deseado. Es mucho mejor negocio un aviso caro en
un diario de gran circulación, que dos baratísimos en publicaciones que no salen de un
círculo reducido; y es claro que mientras más barato sea un diario, mayor será el número de
sus lectores”52.

Efectivamente, los precios de venta del periódico se mantuvieron estables durante su


primera década de trabajo periodístico. En 1911, el número suelto costaba 3 centavos, el
número atrasado 6 y la serie de 40 números costaba 1 peso en Colombia y 1 peso con 20
centavos en el exterior. Para 1917, los precios se mantenían, pero las opciones de
suscripción se habían diversificado; ahora los suscriptores de El Tiempo podían suscribirse
también mensualmente, trimestralmente, semestralmente y anualmente. Esta diversificación
de las opciones de suscripción, de otra parte, también puede verse como parte de una
estrategia comercial, ya que le permitía al periódico ofrecer un abanico mayor de opciones
a sus lectores y, con ello, llegar a más lectores potenciales en el país y en el exterior. De

50
El Tiempo, febrero 25 de 1917, p. 2.
51
El Tiempo se refería a las empresas que contrataban sus servicios de publicidad y avisos como
“anunciadores” o “avisadores”.
52
El Tiempo, julio 25 de 1919, p. 1.

33
hecho, las suscripciones fueron tomando cada vez más importancia en el periódico. Era por
esta razón que, cuando sus abonados incumplían con los pagos, el periódico amenazaba con
publicar los nombres de los deudores morosos y someterlos de esta manera al escarnio
público. Para 1912, los ingresos por suscripciones representaban el 40% de los ingresos
totales del periódico y en 1914, justo antes del inicio de la guerra, llegaron a representar el
45%. Si bien con la guerra los ingresos por suscripciones bajaron, para 1918 se habían
estabilizado en un 38,5%53.

Los precios de los avisos, como ya mencionábamos, sí aumentaron. En junio de 1914, justo
antes de que estallara la guerra, el centímetro de columna en página de lectura costaba 10
centavos y en página de avisos costaba 5; para abril de 1917, la pulgada de columna en
página de lectura costaba 30 centavos y en página de avisos costaba 15. Es decir, el precio
de los avisos se había triplicado en menos de tres años. Este aumento de los costos de los
avisos publicitarios resultó siendo de gran efectividad para las finanzas internas del
periódico. En efecto, los ingresos por este concepto crecieron constantemente a partir de
1914: en 1914, 24,4%; en 1915, 28,9%; en 1916, 33,1%; en 1917, 36,9% y en 1918,
38,1%54. De otra parte, la importancia de los avisos publicitarios se veía también en la
distribución de la información en las páginas del periódico. Si en su primera edición en
1911 estas ocupaban solamente la última página, para 1919 ocupaban las dos páginas
exteriores y también algunas partes de las páginas interiores.

Estos avisos publicitarios no solamente se convirtieron en un ingreso clave del periódico y


en el eje de su estrategia comercial durante la guerra, sino que además dan cuenta de la
explosión de un bombardeo informativo en el periódico. En cada página el lector de El
Tiempo se encontraba con un nuevo producto que podía adquirir o un nuevo servicio que
podía contratar. Este aumento sustancial de los avisos es indicativo de una nueva situación
económica del país. No se trataba simplemente de que el periódico hubiera decidido dar un
mayor lugar a los avisos en sus páginas, sino de que además contaba con los
“anunciadores” para hacerlo; es decir, el aumento de los avisos nos indica que El Tiempo
podía contar con la existencia de empresas que necesitaran sus servicios publicitarios.
53
Datos construidos a partir de los libros de cuentas de El Tiempo, folios 216-290.
54
Datos construidos a partir de los libros de cuentas de El Tiempo, folios 216-290.

34
La situación del país, en este aspecto, cambiaba profundamente. Las elites habían
comprendido que la estabilidad política interna y la relativa paz conseguidas después de
más de un siglo de guerras civiles eran el escenario ideal para sus proyectos en el campo de
la economía. En consecuencia, el gobierno de Reyes emprendió la tarea de reconstruir el
país en el orden económico y, para ello, acentuó el hasta entonces incipiente
proteccionismo industrial y otorgó subvenciones y apoyos a los empresarios que terminaron
dando un impulso definitivo a la industrialización del país. La atmósfera en Colombia era
otra. Las pugnas políticas daban paso al interés por el progreso económico y, con ello, la
industria logró un dinamismo que contrastaba con la precariedad industrial de los últimos
años del siglo XIX55. El aumento progresivo de los avisos en El Tiempo es expresión de
esta nueva situación del país. Este diario bogotano pudo poner el servicio de avisos en el
centro de su estrategia comercial, porque el nuevo contexto económico y político de
Colombia era propicio para que las empresas colombianas y extranjeras pensaran su
crecimiento comercial y el aumento de sus clientes, y el servicio publicitario ofrecido por
El Tiempo era central para lograr dichos propósitos.

Ilustración 4. Cuarta página de la edición de 6 páginas de El Tiempo del sábado 2 de mayo de 1914

55
Bejarano, “La economía”, 17 y ss.

35
Esta situación establecía una diferencia central entre El Tiempo y otros periódicos del país.
Como ya mencionábamos anteriormente, los ingresos por concepto de avisos publicitarios y
suscripciones comenzaron a ser suficientes para que el periódico lograra estabilidad
financiera y para que, de esta manera, no necesitara de los apoyos financieros que requería
la prensa a finales del siglo XIX y comienzos del XX: el propio bolsillo de sus dueños,
donaciones de la Iglesia o de algún partido político o apoyos del Estado56. En las finanzas
internas de El Tiempo se puede ver este cambio. Durante sus primeros meses de
funcionamiento, los aportes hechos por Alfonso Villegas Restrepo hacían parte clave de sus
fuentes de ingreso; pero, para finales de la década de 1910, eran ahora los ingresos de
Eduardo Santos como director-propietario los que aparecían en los libros de cuentas y que
para 1919 ya ascendían a $ 15.874,78, correspondientes a la tercera parte de los gastos
totales anuales del periódico57.

Hay un enorme contraste entre un periódico que depende financieramente de sus dueños o
de otras instituciones ajenas al periodismo y un periódico que empieza a consolidarse como
una empresa periodística sólida, estable e independiente financieramente del partido
político que defiende. En este sentido, El Tiempo se relaciona más con la prensa moderna
que empieza a emerger en diferentes partes del mundo desde el siglo XIX y que se
caracterizaba precisamente por la aplicación de una lógica capitalista-empresarial a la
prensa58. La estrategia comercial elegida frente a la guerra es muestra de ello. Ante esta
situación crítica, y para no elevar el costo de la inscripción o de los números sueltos, los
periódicos modernos en diferentes países optaron por expandir continuamente la publicidad
y aumentar los costos de los avisos en espera de un mejor tiraje59.

Un segundo ámbito en el que puede verse cómo se impulsó la actividad periodística de El


Tiempo producto de la guerra en Europa es la obtención y presentación de información
internacional. A pesar del difícil contexto planteado por el periódico mismo a este respecto,
es necesario matizar las apreciaciones que El Tiempo compartía frecuentemente con sus

56
Vanegas, Todas son iguales, 227.
57
Libros de cuentas de El Tiempo, Folio 290.
58
Charle, Le siècle de la presse, 59.
59
Charle, Le siècle de la presse, 44.

36
lectores sobre este tema. Desde el primer año de la I Guerra Mundial, el periódico mantuvo
casi que a diario una amplia oferta informativa sobre los acontecimientos relacionados con
la guerra en Europa. Batallas, movimientos de tropas, informes de muertos en combate,
declaraciones de gobiernos europeos, testimonios de soldados y médicos, crónicas de
corresponsales de guerra y muchos otros eran agrupados en una sección que El Tiempo creó
para ello, llamada “La guerra europea”. Esta sección era, además, una de las más estables
en el periódico. Se presentaba información casi a diario y, cuando por diferentes motivos El
Tiempo no tenía nueva información por presentar, sencillamente informaba a sus lectores
que ese día no había nuevas noticias sobre la guerra.

Es decir, El Tiempo había logrado construir una importante infraestructura para la


obtención de noticias internacionales, tal y como Eduardo Santos lo había prometido a los
lectores del periódico cuando llegó a su dirección. Efectivamente, para mediados de la
década de 1910, el periódico presentaba información sobre la I Guerra Mundial procedente
de las más diversas fuentes: cables recibidos de diferentes países de Europa; despachos
oficiales de los gobiernos de los países en guerra, principalmente de los gobiernos inglés y
alemán; cartas enviadas a El Tiempo por parte de sus corresponsales y colaboradores en
Europa; escritos de corresponsales de otros periódicos, generalmente estadounidenses; el
servicio oficial de noticias de la nación; y fragmentos de noticias que tomaba El Tiempo de
periódicos europeos y estadounidenses, lo que indica que este diario bogotano recibía en
sus oficinas ejemplares de órganos informativos de diferentes países del mundo. Inclusive,
El Tiempo ya contaba con contratos de servicio con algunas importantes agencias de
noticias como Havas (francesa) y Reuters (inglesa).

Esta amplia oferta informativa provista por El Tiempo se convirtió en una ventana para el
mundo, no solo para los lectores del periódico, sino en general para el país. Efectivamente,
el importante cubrimiento informativo que desplegó El Tiempo sobre la guerra en Europa lo
llevó a presentar con frecuencia información sobre los países europeos que no estaba
necesariamente relacionada con el enfrentamiento bélico. En una ocasión, el periódico le
dedicó una reseña histórica a Bulgaria, en la que hablaba de su raza, las características de su

37
núcleo familiar, su sistema de instrucción pública, su agricultura y sus ferrocarriles60; en
otra, la reseña estuvo dedicada a Grecia, sus edificios, sus calles, sus soldados y sus
periódicos61. Se trataba de un esfuerzo gigantesco de la prensa por hacer parte de la tarea de
conectar a Colombia con el mundo. Es por eso que, en referencia a la deplorable situación
del servicio telegráfico, El Tiempo manifestaba que “ojalá el Congreso diera la manera de
remediar esta situación tan perjudicial y bochornosa y votara las partidas que, haciendo
posible un despacho efectivo y rápido, permitiera a los periódicos ofrecer al público los
servicios de información suficiente. En ello hay un claro interés nacional, que no es
necesario encarecer para cuantos sepan de qué se compone hoy la vida del país”62.

Con la I Guerra Mundial, de otra parte, se intensificó el uso de imágenes e ilustraciones en


las ediciones del periódico. La primera fotografía, empero, tuvo una aparición temprana en
El Tiempo: un retrato de Alfonso Villegas Restrepo, el día de su salida del periódico. Junto
a la fotografía se relataba el banquete que fue ofrecido en honor del primer director de El
Tiempo antes de que saliera para la ciudad de Nueva York en julio de 1913.

Ilustración 5. Segunda página de la edición de El Tiempo del jueves 10 de julio de 1913

Esta progresiva incorporación de ilustraciones y fotografías en el periódico, como muchos


otros cambios, se empezaron a abrir espacio en las páginas de El Tiempo en los avisos
publicitarios. En efecto, los “anunciadores” se las ingeniaban para buscar la manera de

60
El Tiempo, julio 25 de 1915, p. 2.
61
El Tiempo, febrero 29 de 1916, p. 2.
62
El Tiempo, julio 25 de 1919, p. 1.

38
mostrarles a los lectores del periódico, sus clientes potenciales, el producto que podrían
adquirir. Esta utilización de ilustraciones y fotografías pasó rápidamente de los avisos
publicitarios a la presentación de noticias, estableciendo así una relación entre la imagen y
la noticia. Con la imagen se buscaba ampliar la información presentada de forma escrita y,
de esta manera, se modificaron también las prácticas de lectura del periódico. Es esta
relación entre noticia e imagen la que surgió con el cubrimiento informativo de la I Guerra
Mundial. Con la guerra, El Tiempo empezó a presentar ilustraciones y fotografías de los
ejércitos en contienda, los generales de los países en guerra o de sus dirigentes políticos.

Ilustración 6. Fotografía de la primera página de la edición de El Tiempo del viernes 20 de abril de 1917

La consolidación del nuevo proyecto periodístico de El Tiempo

Estos cambios se fueron consolidando en el periódico en los años siguientes, al mismo


tiempo que nuevas iniciativas y propuestas empezaban a tomar cuerpo en las páginas de El
Tiempo. Las ediciones extraordinarias, que tenían un mayor número de páginas y de
secciones, se convirtieron en una anticipación del formato y contenido que poco a poco iría
adquiriendo el periódico. Estas ediciones se presentaban en ocasión de fechas especiales
como navidad o año nuevo, o para conmemorar algún acontecimiento político de
importancia nacional. Por ejemplo, para celebrar los 20 años de paz tras la Guerra de los
Mil Días, El Tiempo decidió emitir una edición extraordinaria el 21 de noviembre de 1922.
En dicha edición extraordinaria de 40 páginas, la edición más extensa publicada por un

39
diario colombiano hasta el momento63, se presentaron extensos análisis nacionales y
regionales sobre la Guerra de los Mil Días; las conquistas logradas en los 20 años de paz,
de los que El Tiempo se sentía en gran medida artífice; y entrevistas a importantes líderes
liberales de todo el país. Además, en esta edición extraordinaria hubo un uso de imágenes e
ilustraciones sin precedentes en las publicaciones de El Tiempo, con más de 100
fotograbados en 40 páginas64. Un día después de esta edición extraordinaria, los directivos
de El Tiempo afirmaban: “creemos haber cumplido nuestra promesa de presentar como
homenaje a la paz el mejor número extraordinario que pueda ofrecer un diario en esta
capital. Nuestra edición de ayer, de 40 páginas ilustradas, con colaboración de más de
cincuenta escritores de primer orden, constituye un esfuerzo sin precedente en esta ciudad,
y que el público supo apreciar más allá de cuánto esperábamos (…) a las nueve de la
mañana se había agotado íntegramente la más copiosa edición que hayan tirado nuestras
prensas”65.

Ilustración 7. Portada de la edición de El Tiempo del martes 21 de noviembre de 1922

63
El Tiempo, noviembre 14 de 1922, p. 1.
64
El Tiempo, noviembre 14 de 1922, p. 1.
65
El Tiempo, noviembre 22 de 1922, p. 1.

40
Esta edición extraordinaria, por otra parte, le sirvió a El Tiempo para reafirmar el lugar que
consideraba tenía en la prensa colombiana. En dicha edición, este diario bogotano se
reconocía como la “empresa periodística más sólida de Colombia”, “con edificios e
imprenta propia”, con “doce años de vida sin una sola interrupción”, que “garantiza ser el
diario de más circulación en Colombia y el mejor órgano de anuncios”, con “servicio
director de información cablegráfica de The Associated Press” y “corresponsales especiales
en todas las ciudades importantes del país”. Por estas razones, este diario bogotano
planteaba que “suscribirse a El Tiempo es estar enterado de todo lo que vale la pena
saberse”66. En efecto, esta edición sin precedentes en la historia del país da muestra de una
gran capacidad periodística, técnica y empresarial por parte de El Tiempo, que se
mantendría y mejoraría en los años venideros.

Estas ediciones extraordinarias fueron incrementando cada vez más su formato, hasta llegar
a una edición de 96 páginas el 1 de enero de 1926. Además, como ya decíamos, los
cambios introducidos de forma extraordinaria en estas ediciones se fueron convirtiendo
poco a poco en norma en las páginas del periódico. Durante la década de 1920, El Tiempo
mejoró progresivamente sus instalaciones y herramientas técnicas e informativas con el
objetivo de aumentar el formato del periódico y mejorar su contenido. Así, en la edición
extraordinaria publicada el 1 de enero de 1924, El Tiempo informaba a sus lectores que
“para corresponder en parte siquiera al constante favor que el público ha dispuesto a este
diario, procuraremos introducirle en el año que va a principiar, una serie de mejoras que
continúen haciendo de él una publicación verdaderamente nacional y en la cual encuentren
los lectores todo lo que un periódico moderno puede ofrecerles (…) publicaremos
regularmente tres ediciones de doce páginas, los días domingos, miércoles y viernes (…)
publicaremos ediciones extraordinarias de 16 y 32 páginas para conmemorar las fiestas
patrias y en los días de Navidad y de Año Nuevo”67.

Para 1927, El Tiempo anunciaba a sus lectores nuevos cambios, esta vez en la maquinaria:
“presentamos en esta día de Año Nuevo una modesta edición, inferior a la de los años
pasados en su tamaño (…) porque estamos preparando una gran edición extraordinaria para
66
El Tiempo, noviembre 21 de 1922, p. 12.
67
El Tiempo, enero 1 de 1924, p. 2.

41
la inauguración de nuestras nuevas máquinas cuyo montaje avanza rápidamente, y que
esperamos poder inaugurar en el curso del presente mes (…) La inauguración de la nueva
rotativa tubular y los talleres de estereotipia, por primera vez introducidos al país, nos
permitirá dar a EL TIEMPO un grande ensanche, en todos sentidos, y especialmente una
mejor y más completa distribución de sus secciones, y una actualidad insuperable. Con el
montaje de la rotativa coincide la ampliación de nuestros talleres de fotograbado y
zineografía, y la adquisición de nuevos servicios importantes, que harán de EL TIEMPO un
completo diario moderno, dotado de los elementos necesarios para colocarse a la altura de
los grandes rotativos. Inauguraremos la nueva maquinaria con una gran edición
extraordinaria, que marcará el principio de la nueva etapa de EL TIEMPO, y para la cual
nos estamos preparando desde ahora”68.

El formato y la extensión del periódico, en consecuencia, cambiaron. Ahora el periódico


presentaba a sus lectores ediciones regulares de 8 páginas, ediciones especiales de 12
páginas 3 días a la semana y ediciones extraordinarias para algunas fechas especiales en el
año. Las ediciones de 8 páginas conservaban una estructura similar a la que tuvo El Tiempo
desde finales de la década de 1910. Las ediciones especiales de 12 páginas, por su parte,
incluían más información que las ediciones regulares anteriores, organizada por lo general
de la siguiente manera: la primera página estaba dedicada a la presentación de la nota
editorial y de información internacional; la segunda a información nacional varia; la tercera
a la presentación de la sección “Cosas del día”; la cuarta y la quinta a información nacional;
la sexta a información sobre el Congreso de la República; la séptima a información
nacional varia y al folletín literario de El Tiempo; la octava y la novena a información
nacional varia; la décima a avisos publicitarios; la onceava a la presentación de la sección
“Ecos”; y la doceava a la presentación de avisos publicitarios.

Esta distribución de la información se mantenía en la mayoría de ediciones especiales de


los días miércoles, viernes y domingos, con la excepción de que en algunos de estos días
aparecían la página femenina, para los niños, cinematográfica, judicial, entre otras. Para
finales de la década de 1920, las ediciones regulares de 8 páginas fueron reemplazadas por

68
El Tiempo, enero 1 de 1927, p. 2.

42
estas ediciones de 12 páginas, mientras que las ediciones especiales llegaban ya a 16
páginas. Las ediciones extraordinarias, por su parte, no mantenían esta distribución de
información, sino que presentaban noticias y escritos detallados sobre el tema de dicha
edición en particular.

De igual manera, fueron apareciendo nuevas secciones en el periódico que, si bien no


aparecían en todas las ediciones de El Tiempo, sí tenían cierta regularidad y permanencia.
Algunas de estas nuevas secciones, como es el caso de la “página femenina” y la “página
para los niños”, se construyeron pensando en públicos específicos; otras, como la “página
cinematográfica” o la “página deportiva”, fueron pensadas para tratar algunos temas
considerados de importancia por el periódico.

Así, para finales de la década de 1920, El Tiempo contaba ya con las siguientes secciones:
“A través de la prensa”, dedicada a la presentación de una síntesis de la información
presentada por otros periódicos; “Anuncios limitados de El Tiempo”, destinada a la
presentación de anuncios sobre temas como oferta de servicios profesionales, venta de
mercancías, permutas, arrendamientos, entre otros; “Página automoviliaria”, dedicada a la
presentación de información relacionada con medios de transporte terrestres y aéreos;
“Comercial y financiera”, en la que se presentaba información relacionada con el mercado
accionario y de valores; “Congreso”, dedicada a la presentación de discusiones que tenían
lugar en diferentes corporaciones públicas; “Cosas del día”, dedicada a la presentación de
una selección diaria de noticas nacionales e internacionales; “Deportiva”, para presentar
información sobre torneos deportivos y la vida de algunos deportistas; “Ecos”, sección que
es creada a comienzos de la década de 1910 para presentar información sobre la vida
cotidiana en la ciudad de Bogotá pero que, para finales de la década de 1920, se convierte
en la página de “Vida social” del periódico; “Folletín literario”, sección en la que se siguen
presentando novelas y escritos literarios a entregas; “Información internacional”;
“Información nacional”; “La página del público”, en la que el periódico abre un espacio
para la publicación de cartas sobre temas varios enviadas por los lectores de El Tiempo;
“Página cinematográfica”, en la que el periódico presenta información sobre célebres
actores y directores, la oferta cinematográfica de la ciudad y reseñas y críticas de famosos

43
filmes; “Página jurídica”, sección en la que se presenta información relacionada con teorías
jurídicas, crónicas de tribunales y la carrera y rama judicial; “Página infantil” y “Página
femenina”. De igual manera, para 1929, el periódico inaugura la sección “Editoriales de El
Tiempo” en la que presentan las notas editoriales en la página 3 o 4 de cada edición, de tal
manera que la primera página queda libre para la presentación de información de todo tipo.

A pesar de todos los esfuerzos llevados a cabo por El Tiempo para mantener sus precios de
venta ante la crisis del papel generada por la I Guerra Mundial, el aumento creciente de esta
materia prima fundamental para las labores de la prensa llevó a que este diario bogotano
tuviera finalmente que aumentar sus precios de venta. Así, para finales de la década de
1920, el número suelto quedó en 5 centavos; el número atrasado en 10 centavos; la
suscripción mensual en $ 1,20, la suscripción trimestral en $ 3,25; la suscripción semestral
en el país a $ 6 y en el exterior a $ 8; y la suscripción anual en el país a $ 10 y en el exterior
a $ 15. Las ediciones extraordinarias, de otra parte, por lo general tenían un costo de 10
centavos el ejemplar.

No obstante el aumento de los precios de venta, la estrategia comercial ideada para


enfrentar la I Guerra Mundial se mantuvo; por tanto, los precios de los avisos aumentaron
también progresivamente. En 1920, la pulgada de columna en página exterior costaba 5
centavos, la pulgada de columna en página interior costaba 0,25 centavos, la palabra en
gacetilla 2 centavos, la palabra en la sección de “Avisos limitados” costaba 1 centavo; en
1924, la pulgada de columna en página exterior costaba $ 1, la pulgada de columna en
página interior costaba 5 centavos, la palabra en gacetilla 2 centavos, la palabra en la
sección de “Avisos limitados” costaba 1 centavo y la palabra en la sección “Ecos” costaba
3 centavos; y, para 1927, la pulgada de columna en página exterior costaba $ 1,5, la
pulgada de columna en página interior costaba 0,5 centavos, la palabra en gacetilla 2
centavos, la palabra en la sección de “Avisos limitados” costaba 1 centavo y la palabra en
la sección “Ecos” costaba 4 centavos. A pesar de que los avisos ya no ocupaban páginas
enteras del periódico, en gran medida debido al aumento del formato, los avisos sí seguían
apareciendo en casi todas las páginas de cada edición.

44
De igual manera, El Tiempo estimulaba a sus “anunciadores” para que publicaran sus
avisos de forma frecuente en el diario. A este respecto, El Tiempo sostenía que “el anuncio
ha de ser repetido. He aquí una escala que demuestra el efecto de las inserciones de un
anuncio en el lector. 1 vez: el lector no se fija en el anuncio. 2 vez: se fija en él, pero no lo
lee. 3 vez: lo lee a medias. 4 vez: lo lee entero. 5 vez: comienza a interesarle. 6 vez: piensa
sobre las ventajas anunciadas. 7 vez: cuanta su dinero y piensa comprar. 8 vez: compra el
artículo. 9 vez: se lo comunica a sus amigos. 20 veces: los amigos lo compran. 600 veces:
el artículo se hace popular”69. Por esta razón, El Tiempo ofrecía descuentos a sus
“anunciadores” cuando contrataban servicios en más de una ocasión. Por ejemplo, para
1927, la pulgada de columna en la primera página costaba $ 3 si se publicaba una sola vez y
$ 1,50 se si publicaba más de una vez70.

Los medios técnicos para la obtención de información nacional e internacional también se


mejoraron. Pasada la I Guerra Mundial, y las dificultades que esta interpuso para la
prestación de los servicios telegráficos y cablegráficos, El Tiempo logró acceder a una
oferta constante y en crecimiento de noticias internacionales. Así, este diario bogotano
contaba con servicios cablegráficos contratados con agencias de información como Havas y
The Associated Press; servicios informativos contratados con alianzas de periódicos
extranjeros como la North America Newspaper Alliance; información extraída de
ejemplares de revistas y periódicos extranjeros con los que El Tiempo tenía suscripción; e
información recibida de sus corresponsales en América y Europa. Estos servicios sumaban
más de cuarenta mil palabras de noticias internacionales al mes71. Era tal la confianza que
El Tiempo tenía en estos servicios que afirmaba que “podemos publicar el lunes la noticia y
los detalles de la elección presidencial de Hindenburg, verificada el domingo, al mismo
tiempo que lo hacían los diarios de Berlín, y cuando los diarios de París afirmaban que aún
no se tenían noticias de esa elección”72.

69
El Tiempo, noviembre 19 de 1924, p. 8.
70
El Tiempo, agosto 5 de 1927, p. 12
71
El Tiempo, enero 1 de 1924, p. 2.
72
El Tiempo, enero 1 de 1926, p. 81.

45
Los servicios telegráficos también mejoraron luego de la I Guerra Mundial. Como ya
comentábamos, las dificultades en el servicio telegráfico no solo retrasaban la presentación
de información nacional, sino que también dificultaba la presentación de la información
recibida por servicio cablegráfico, ya que este requería del telégrafo para hacer llegar la
información a las instalaciones del periódico en la ciudad de Bogotá. Sobre estas mejoras,
El Tiempo sostenía que “la nueva línea telegráfica de cobre directa entre Buenaventura y
Bogotá para el servicio cablegráfico, que será inaugurada antes de quince días, eliminará el
único inconveniente con que tropezaban esos servicios de información, que era la
deficiencia del telégrafo, y nos permitirá dar oportuna y rápidamente información universal
amplísima. Para la información nacional contamos con corresponsales telegráficos en todos
los lugares importantes del país, que mantiene a nuestros lectores informados rápidamente
de cuánto vale la pena saberse, y no ahorraremos esfuerzos por que esa información y la de
asuntos locales sea cada vez más amplia y completa”73. De igual manera, la disponibilidad
de corresponsales nacionales mejoraba, pues El Tiempo afirmaba tener “corresponsales
especiales en las principales ciudades del país, encargados de transmitirnos inmediatamente
y en forma detallada, todos los sucesos importantes que puedan ocurrir”74.

Finalmente, el uso de imágenes en el periódico también se intensificó al tiempo que El


Tiempo se apropió progresivamente de diferentes recursos visuales para presentarles
información a sus lectores. Algunas secciones del periódico fueron un espacio privilegiado
para dicho uso intensivo de imágenes, como el caso de la página infantil. En dicha página,
bajo la consideración de que con el uso de imágenes se facilitaba la lectura para los niños y
niñas, El Tiempo utilizaba fotografías e ilustraciones para presentar temas considerados de
interés para los niños y niñas bogotanas. Así, con los nuevos medios técnicos y de
consecución de información con los que contaba este diario bogotano, las fotografías y las
ilustraciones se volvieron predominantes, aunque no eran todavía un sustento para la
construcción de nuevos géneros periodísticos. La fotografía se había convertido en un
recurso para la presentación de información, pero no aparecían en el periódico aún prácticas
de foto periodismo, foto reportaje o foto ensayo.

73
El Tiempo, enero 1 de 1926, p. 81.
74
El Tiempo, enero 1 de 1924, p. 2.

46
Ilustración 8. Noticia presentada la primera página de la edición de El Tiempo del martes 19 de julio de 1921

De igual manera, las caricaturas hacen su aparición en el periódico en los últimos años de la
década de 1920. El primer caricaturista de El Tiempo, “Serrano”, publica sus primeras
caricaturas en 1927 y, un año después, llegaría a este diario bogotano uno de los
caricaturistas más importantes del país para la época: Ricardo Rendón. Al momento de su
llegada a El Tiempo, Rendón, destacado militante republicano y posteriormente liberal, era
uno de los caricaturistas con mayor trayectoria en la prensa: había comenzado sus
colaboraciones en La República, entre 1921 y 1923; posteriormente trabajó con El
Espectador, entre 1924 y 1927; y, finalmente, estuvo vinculado con El Tiempo entre 1928 y
193175.

75
Colmenares, Ricardo Rendón, 12-13.

47
Ilustración 9. Caricatura de la primera página de la edición de El Tiempo del viernes 13 de abril de 1928

De esta manera, el proyecto periodístico con el que llegó Eduardo Santos a la dirección de
El Tiempo logró consolidarse hacia finales de la década de 1920 y dotó a este diario
bogotano de un perfil que se mantuvo en las décadas siguientes. A pesar de las dificultades
planteadas por la I Guerra Mundial, una vez la guerra en Europa terminó y se empezó a
estabilizar el mercado mundial, Eduardo Santos emprendió nuevamente la materialización
de dicho proyecto periodístico para El Tiempo. Empero, en este esfuerzo Santos no se
encontraba solo, sino que contaba con un equipo de trabajo que fue también responsable de
la modernización de El Tiempo.

La profesionalización del oficio del periodista

El segundo director de El Tiempo empezó desde sus primeros años al frente de la dirección
a construir un equipo de trabajo para llevar a cabo dicho proyecto periodístico. El primer
cargo en aparecer fue el de administrador, asumido por Fabio Restrepo desde 1913 y por
casi 40 años. Si bien antes de Restrepo El Tiempo había contado con Samuel Delgado,
Enrique Vélez y Guillermo Santos como sus administradores, fue con Restrepo que este
diario bogotano logró construir la estrategia comercial que dotó al proyecto periodístico de
Santos de un sustento financiero confiable y estable. Así, además, Santos logró

48
concentrarse en su función de director, encargado de labores periodísticas varias y de la
elaboración de la línea editorial del diario. Esta división y especialización de funciones se
siguió desarrollando en los años siguientes con la creación del cargo de jefe de redacción,
que ocuparía Enrique Santos “Calibán” hasta 1930 y a partir de allí Alberto Lleras
Camargo, y el cargo de subdirector, asumido por Enrique Santos desde la llegada de Lleras
a la dirección del periódico.

Esta creación de espacios directivos era una meta claramente trazada por El Tiempo. En
efecto, el periódico afirmaba que “esperamos también que el desarrollo de esta empresa nos
permita, durante el año, realizar nuestra más grande ilusión: la de tener redactores
especializados para las principales cuestiones que se presenten, de manera que estas sean
tratadas en nuestras columnas no solo con patriotismo y buena voluntad, sino con verdadera
competencia y con estudio detenido y sólido, que vaya al fondo del asunto”76. Esta meta se
fue cumpliendo poco a poco. En 1925 Alfredo Gómez Vanegas es designado redactor de
“Ecos”; en 1928 Francisco Bruno es designado redactor de “La página jurídica”; y en 1929
José Roldán Castello es designado redactor de “La página cinematográfica”.

La figura del cronista también se consolidaba poco a poco, ya no solo como el periodista
que presenta escritos cortos con regularidad a los periódicos, sino como el periodista que va
en búsqueda de la información. Así relata El Tiempo la vida de sus cronistas: “el gacetillero
que, en busca de noticias, deambula por despachos y ministerios, sufre un agudo tormento.
Como el cazador que tras de recorrer toda la selva, regresa al caer de la tarde con su alforja
vacía sin que su fusil haya disparado un tiro, así el noticiero llega a la redacción taciturno
sin la despampanante noticia que recibiría jubiloso el Director, y sin llevar siquiera un
decreto de escribiente de oficina parroquial (…) Y llega el cronista a la Redacción, alicaído,
anonadado, hecho una lástima. El que lo ve por la calle le pregunta: „¿Qué tienes que estás
tan pálido? ¿Has estado enfermo?‟ „Sí, he tenido gripa‟. Pero no saben que la mayor gripa,
la peor tortura, es aparecer ante el Director con las manos vacías, como el cazador

76
El Tiempo, enero 1 de 1926, p. 81.

49
infortunado que, comido de hastío, regresa al rancho sin una perdiz cuando ya empieza a
anochecer”77.

Es decir, se presenta en el país una incipiente especialización de la labor del periodista,


tendiente a dotar el oficio de cierta autonomía aunque la multifuncionalidad del intelectual
no se vea debilitada78. De hecho, la figura del escritor-periodista-abogado-político era
desde el siglo XIX una característica de la trayectoria profesional de amplios sectores de las
elites79. Efectivamente, antes de que apareciera la prensa moderna en el mundo, el
periodismo no era, salvo en contadas excepciones, una ocupación durable o de tiempo
completo. Por el contrario, era practicado junto con otras actividades conexas como:
profesiones liberales (abogado, profesor o publicista), literato, funcionario público o
político; razón por la cual el periodismo era comúnmente visto como un trampolín hacia
otra carrera o profesión80.

No obstante, en Colombia esta situación comenzó a cambiar en las primeras décadas del
siglo XX. En efecto, estaba siendo formados los primeros periodistas profesionales en el
país y sus funciones se empezaban a diferenciar de aquellas de los políticos o los escritores.
El Tiempo registra este cambio con cierta preocupación y señala que la figura del político
se desintegra en el país: “aquí, más que en ninguna parte, va existiendo el reportaje fácil, y
son cada día más escasos los escritos de los dirigentes (…) desde las columnas de los
diarios sólo hablan hoy al público los periodistas profesionales, veinte o treinta en el país,
que no son ni pueden ser políticos; sujetos por su profesión a la actualidad, distinta cada
día, y abrumados por una tarea absorbente, realizan lo mejor que les es posible una tarea
forzosamente superficial. Cumplen con todo su deber y pueden decir sin miedo a
equivocarse que la mayoría de los jefes políticos no hacen otro tanto y viven lejos de sus
partidos, sin servirlos, sin orientarlos, sin luchar por sus ideas ni prepararles el camino de la
victoria. No es esa, en verdad, la tradición colombiana. A lo largo de nuestra historia, los
políticos fueron hombres de pluma, y la emplearon como el arma decisiva (…) Al través de

77
El Tiempo, octubre 30 de 1922, p. 5.
78
Arias, Los Leopardos, 113.
79
Arias, Los Leopardos, 113
80
Charle, Le siècle de la presse, 143.

50
toda nuestra historia, hasta hace diez años, los políticos hacían política de ideas, escribían,
hablaban, estaban como los primeros en el frente de batalla. Hoy existen periódicos
técnicamente superiores a cuantos habían existido antes, periódicos ampliamente abiertos
para las plumas autorizadas, y que anhelan ver desarrollarse en sus columnas grandes
campañas, pero hoy los políticos callan, o a lo más sólo se prestan a expresar sus opiniones
por boca de un travieso reportaje”81.

En síntesis, el oficio del periodista en Colombia comenzaba a profesionalizarse. Cuando el


periodismo se separa de otras profesiones como la de abogado, profesor, literato, publicista
y político; se crean asociaciones profesionales y sindicatos; aumentan los salarios y se
genera mayor estabilidad laboral; y, en síntesis, se configura el periodismo como una
ocupación durable y de tiempo completo se puede hablar de profesionalización de la
prensa82. Si bien aún faltaba en Colombia un largo camino por recorrer, el periodismo se
configuraba como un oficio estable, separado de otras profesiones y del que los periodistas
podían vivir; es decir que las personas que practicaban el periodismo se empezaron a
contentar solo con esa profesión, ya fuera porque sus títulos escolares o su capital familiar
limitaban sus ambiciones, o porque encontraron en este oficio todo lo que les satisfacía83.

La circulación de las ideas de la prensa moderna en Colombia

Todos estos cambios, llevados a cabo por El Tiempo desde la llegada de Eduardo Santos a
la dirección del periódico, condujeron a este diario a replantearse su ejercicio periodístico y
a apropiarse de las ideas y prácticas de la prensa moderna que tomaba fuerza en diferentes
países. Para 1918, El Tiempo ya reconocía la existencia de una corriente de prensa moderna
en el mundo. En una descripción presentada sobre el New York Herald, El Tiempo anticipa
las características de dicha prensa: diarios que satisfacen la curiosidad de los lectores
mediante la presentación de información detallada de la vida moderna en las ciudades; que
se consolidan como empresas periodísticas sólidas; y que hacen un uso extensivo de
servicios de información como el telegráfico84. Estas eran características a las que este

81
El Tiempo, junio 30 de 1925, p. 1.
82
Así lo señala Charle para el caso de la prensa francesa en Charle, Le siècle de la presse, 143 y ss.
83
Así lo señala Charle para el caso de la prensa francesa en Charle, Le siècle de la presse, 144.
84
El Tiempo, junio 17 de 1918, p. 2.

51
diario ya se acercaba. En efecto, El Tiempo ya presentaba información nacional obtenida
por medio del servicio telegráfico e información internacional presentada por medio del
servicio cablegráfico; empezaba a avanzar en su consolidación como empresa periodística
estable y autónoma; y presentaba con frecuencia relatos de la vida cotidiana en las ciudades
en su sección “Ecos”. La mención que hace El Tiempo del New York Herald no es fortuita.
El Herald de Nueva York, fundado el 6 de mayo de 1835 por James Gordon Bennet, fue un
exponente clave de la llamada penny press que revolucionó la prensa estadounidense desde
la década de 1830.

Otros periódicos también reconocían la existencia de la prensa moderna. Julián Páez,


periodista de El Correo, decía que “otro secreto de la prensa moderna que me sorprendió
fue la tendencia al mercantilismo periodístico, que ni por asomo conocía, y que miraba
como una profanación de la sagrada prensa. Acostumbrado como yo estaba a la honradez,
probidad y severa rectitud de la vieja prensa, que publicaba todo aquello que importase a la
colectividad, sin esperar otra remuneración que el óvolo de los suscriptores y el pago de los
anuncios, miraba como vergonzoso y aun como criminal, toda otra remuneración que se
hiciese a los periodistas, en pago de las publicaciones que ocupasen el centro del periódico
y que corriese por cuenta de la Redacción”85. Es decir, en el país circulaban ya ideas de
periodismo moderno, que Páez identificaba como mercantilismo periodístico y que
chocaban con la tradición de periodismo militante y partisano que se practicaba en
Colombia desde la segunda mitad del siglo XIX.

Empero, la crítica de Páez debe ser matizada. Si bien los periódicos diversificaron sus
fuentes de información, esto no significó que hubiese un abandono del proyecto de
presentar noticias informadas a sus lectores. A propósito de su manera obtener y presentar
información a sus lectores, El Tiempo afirma que “siguiendo las doctrinas más sanas del
periodismo moderno, nos preocuparemos intensamente cada día por que la información de
EL TIEMPO sobre todos los asuntos sea absolutamente imparcial, desprovista de tinte
partidarista, encaminada exclusivamente a referir las cosas como hayan sucedido, de
manera que al lado de las secciones editoriales en que el periódico sostiene sus puntos de

85
El Tiempo, junio 27 de 1921, p. 4.

52
vista y sus ideas políticas, el lector encuentre una información leal, completa, que le
permita formar su opinión propia86. Como veíamos en el capítulo anterior, esta idea ya la
tenía El Tiempo, aunque de forma embrionaria, desde sus tiempos republicanos, cuando se
concibió una forma de hacer periodismo alejada de las pasiones partidistas y los intereses
sectarios.

Así, en las páginas del periódico fue cada vez más frecuente encontrar referencias a la
prensa moderna. En efecto, como parte de la puesta en práctica del proyecto periodístico
que Eduardo Santos y las directivas del diario pensaron para El Tiempo, este diario
bogotano buscaba conectarse con las nuevas tendencias del periodismo en el mundo de
comienzos del siglo XX. El establecimiento de estas conexiones se logró, en gran medida,
gracias al viaje de periodistas y directores de periódicos colombianos a otros países de
América Latina y el mundo. El 30 de agosto de 1926, Alberto Lleras salió de Bogotá rumbo
a la ciudad de Concordia en Argentina. En una entrevista que le hizo El Tiempo pocos días
antes de su viaje, Lleras afirmaba que dejaba el país en búsqueda de “nuevas impresiones”,
“nuevas calles” y “nuevas redacciones de periódicos”. Según lo afirmaba en esta entrevista,
estaba obsesionado con el delirio del viajero y consideraba que conocer algo distinto a
Colombia era la única manera de saber qué hacer luego en el país87.

Una vez llegó a Argentina, Lleras se encontró con una de las escenas periodísticas más
activas y dinámicas del continente. Para finales de la década de 1910, la ciudad de Buenos
Aires ya contaba con 353 publicaciones que alcanzaban una circulación diaria de 520.000
ejemplares. Solo los tres diarios de mayor importancia en Argentina tenían una circulación
que los acercaba a los títulos más importantes del mundo: La Prensa con 160.000
ejemplares, La Nación con 100.000 y La Razón con 80.00088. Es precisamente en estos
años que se percibe con mayor claridad el proceso de modernización de la prensa argentina.
De hecho, las dos primeras décadas del siglo XX son para la prensa argentina el escenario
de la particularización del periodismo como práctica, de su separación formal del poder del

86
El Tiempo, enero 1 de 1926, p. 81.
87
Lleras, Antología. El periodista, 23 y ss.
88
Saítta, Regueros de tinta, 29.

53
Estado y de los partidos políticos y, en general, del establecimiento de las bases del
periodismo moderno, masivo y comercial del siglo XX89.

Durante su viaje, Lleras conoció de cerca este mundo periodístico. Luego de trabajar en la
ciudad de Concordia para el diario La Razón, se logró vincular a La Nación. Esta fue una
experiencia clave para Lleras, pues su trabajo en La Nación le permitió conocer de cerca
uno de los diarios más importantes y reconocidos de Argentina y de todo el continente.
Fundado por Bartolomé Mitre el 4 de enero de 1870 en la ciudad de Buenos Aires, este
diario bonaerense contaba para la década de 1920 con un edificio y una imprenta propios,
con avanzadas máquinas de impresión, con una numerosa plantilla de personal y la
presencia de reconocidos escritores en su staff de redacción90.

A pesar de que Lleras permaneció casi todo su viaje en la pequeña ciudad de Concordia,
ubicada en el norte de Argentina, sus cortas visitas a la ciudad de Buenos Aires y la
experiencia metropolitana que esta brindaba lo sorprendieron. Allí se enfrentó a una
situación que no había conocido en Bogotá, ciudad que para Lleras no ofrecía un medio
propicio para la actividad intelectual y periodística. Buenos Aires aparecía como todo lo
contrario. En efecto, su experiencia en la capital argentina fue tan importante e impactante
que Lleras contrastaba con frecuencia la pobre experiencia provinciana que vivía en
Concordia con la moderna experiencia que proporcionaba Buenos Aires con todos “sus
cafés, sus vinos, sus cocaimas, y demás agitaciones” 91. Para Lleras, Buenos Aires era una
“ciudad de mundo” 92 que, en gran medida, servía de base para el acelerado crecimiento de
la escena periodística argentina. Por esta razón, era un destino frecuente de intelectuales y
periodistas colombianos como Baldomero Sanín Cano, quien residió en esta ciudad entre
1925 y 193193.

Alberto Lleras nunca se desvinculó completamente del trabajo en El Tiempo. Durante su


corta estadía en este diario bogotano antes de salir del país, este joven periodista logró una
muy buena reputación. El mismo director de El Tiempo se refería a Lleras con palabras
89
Saítta, Regueros de tinta, 30.
90
Saítta, Regueros de tinta, 32.
91
Correspondencia de Alberto Lleras Camargo desde Concordia (Argentina), folio 023 (02).
92
Correspondencia de Alberto Lleras Camargo desde Concordia (Argentina), folio 019 (01).
93
Rubiano, Baldomero Sanín Cano, 53.

54
elogiosas: “alabanza aparte, de las cien personas que por aquellas oficinas han pasado, la
que mejor recuerdo me ha dejado en todos sentidos es D. Alberto Lleras y con sinceridad le
manifiesto que ningún escritor joven de Colombia me inspira la simpatía, la confianza y la
admiración que por usted siento” 94. Incluso, en el transcurso de su viaje a Argentina, Lleras
se identificaba en sus cartas como “redactor viajero de El Tiempo”95 y afirmaba que,
además del trabajo que había conseguido al comienzo de su viaje en el diario La Razón,
escribía “para El Tiempo con devoción y constancia”96.

Es precisamente por la importancia que El Tiempo tuvo en su carrera política y profesional,


así como por la posibilidad que tenían allí sus ideas de ser escuchadas, que Lleras
consideraba a este diario bogotano el “epílogo obligado” de su viaje97. En agosto de 1926,
Lleras le escribe una carta al director de El Tiempo, Eduardo Santos, en la que acepta su
ofrecimiento de volver a trabajar en el periódico. Pero Lleras no se queda ahí. Además de
aceptar el ofrecimiento de Santos, le expone un detallado plan mediante el cual buscaba
convertir este diario en un diario moderno.

Con esta noción de diarios modernos, Lleras hacía referencia a ciertas transformaciones que
estaban ocurriendo en periódicos de diferentes partes del mundo. En particular, Lleras
nombra a cuatro: La Prensa en Argentina, El Mercurio en Chile, El Sol en Madrid y el New
York Times en Nueva York98. La elección que hace Lleras de los títulos no es fortuita. Se
trata de diarios que venían impulsando trasformaciones en la prensa según los patrones
establecidos por la prensa estadounidense desde comienzos del siglo XIX.

Los periódicos estadounidenses, y en particular los de la ciudad de Nueva York,


atravesaban una profunda revolución desde la década de 1830. En pocos años, la prensa de
este país dejó de estar dominada por periódicos políticos y comerciales, de altos precios de
venta, dependientes financieramente de los partidos políticos, con una circulación diaria de
1.000 a 2.000 ejemplares y con un público lector reducido, a estar dominados por la

94
Correspondencia intercambiada por Alberto Lleras Camargo con Alfonso López Pumarejo, Gabriel Turbay
y Eduardo Santos, folio 24.
95
Correspondencia de Alberto Lleras Camargo desde Concordia (Argentina), folio 021.
96
Correspondencia de Alberto Lleras Camargo desde Concordia (Argentina), folio 023 (01).
97
Correspondencia de Eduardo Santos con Alberto Lleras, folio 492.
98
Correspondencia de Eduardo Santos con Alberto Lleras, folio 493.

55
llamada penny press. Un primer título representativo de este nuevo tipo de prensa fue el
New York Herald. Fundado el 6 de mayo de 1835 por James Gordon Bennet, el Herald de
Nueva York revolucionó la prensa estadounidense mediante la venta de ejemplares a solo
un penique, la presentación de noticias en vez de opiniones políticas y literarias, la
independencia política frente a los partidos y el establecimiento de la publicidad como
fuente principal de ingresos99. Fue este también un diario de circulación masiva. Para 1890
este diario neoyorquino contaba ya con una circulación diaria de 140.000 ejemplares100.
Fue este nuevo tipo de prensa el que tuvo una gran influencia en diferentes periódicos
alrededor del mundo.

El New York Times, periódico al que hace referencia explícita Lleras, tuvo una trayectoria
diferente. Si bien diarios como el New York Herald y el New York World, primer título en
aparecer de la penny press, fueron los que impulsaron el periodismo moderno y masivo en
Estados Unidos desde la década de 1830, fue el New York Times el que dominó la escena
periodística estadounidense y marcó sus estándares desde comienzos del siglo XX.
Fundado el 18 de septiembre de 1851 como un periódico comercial, de postura política
conservadora y dirigido a las elites financieras de Nueva York, el New York Times acogió
las propuestas principales de la penny press y tuvo un ascenso sostenido desde la década de
1890. Para el director del New York Times, mucha gente compraba el Herald o el World no
por su contenido, sino sencillamente porque era más barato. Por tanto, consideraba que los
lectores apreciarían que un diario de alta calidad y prestigio como el Times bajara sus
precios de venta y, por esta razón, la circulación del diario se dispararía. Aunque esta
decisión fue duramente criticada por sus lectores tradicionales, quienes consideraban que el
diario debía tener un público más exclusivo, esta decisión aumentó su circulación y mejoró
su reputación con los anunciantes. La circulación, en efecto, se disparó: en 1900 era de
82.000 ejemplares, en 1905 de 121.000, en 1910 de 192.000 y en 1920 ya llegaba a los
343.000 ejemplares diarios. Lo mismo sucedió con las líneas de publicidad: este diario

99
Schudson, Discovering the news, 17 y ss.
100
Schudson, Discovering the news, 111.

56
neoyorquino pasó de tener 2.4 millones de líneas de publicidad en 1897 a 4 millones en
1900, 6 millones en 1905, 7.6 millones en 1910 y 23.4 millones en 1920101.

El Mercurio de Santiago de Chile, de otra parte, es considerado el hito por excelencia de la


modernización de la prensa en Chile. Fundado el 1 de junio de 1900 por Agustín Edwards
Mac Clure, era un periódico de seis páginas, de las cuales tres se dedicaban íntegramente a
la presentación de avisos publicitarios. Si bien durante sus primeros años tuvo que
enfrentarse a serios problemas de circulación y a la aguerrida competencia de otros diarios
como El Ferrocarril y La Tarde, El Mercurio pronto emprendió medidas que coincidían
con los cambios que los periódicos estadounidenses empezaron a aplicar desde comienzos
del siglo XIX. Luego de un viaje a Nueva York, ciudad en la que Mac Clure consideraba se
encontraban los diarios más avanzados del mundo, El Mercurio aumentó su formato,
empezó a imprimir dos ediciones diarias, aumentó el número de avisos y adquirió una
prensa rotativa que le permitía imprimir ediciones de hasta 12 páginas. Igualmente, este
diario se caracterizó por su independencia política, que era considerada por sus directivos
como garantía de la credibilidad y seriedad del diario. A pesar de que su fundador era un
político activo y diputado por el Partido Nacional, El Mercurio no fue un periódico de
partido y tuvo siempre una línea editorial conciliadora.102.

El Sol de España, por su parte, fue fundado el 1 de diciembre de 1917 y desde un comienzo
tuvo claros aires de renovación periodística. Como en el caso de El Mercurio, El Sol se
caracterizó por una postura de independencia frente a los partidos políticos, así como por la
búsqueda de ganancias y de fuentes de financiación relacionadas con su actividad
periodística. Este era un periódico de 12 páginas que contaba entre sus colaboradores a
importantes intelectuales de la época como el caso de José Ortega y Gasset. Sin embargo,
su costo doblaba a los otros periódicos españoles de la década de 1920, razón por la cual su
público se encontraba por lo general limitado a los burgueses liberales y los intelectuales103.
Lleras conoció este periódico de cerca, pues antes de volver a Colombia, estuvo en España

101
Schudson. Discovering the news, 114-115.
102
Bernedo y Arriagada, “Los inicios de El Mercurio de Santiago”, 31 y ss.
103
“El Sol”.

57
como corresponsal especial de El Mundo de Buenos Aires en la Exposición Internacional
de Sevilla.

No obstante, era La Prensa el diario que Lleras conocía con más profundidad. Fundado el
18 de octubre de 1869 por José Paz en la ciudad de Buenos Aires, La Prensa fue el diario
que marcó el horizonte periodístico argentino durante las primeras décadas del siglo XX;
no solo por su voluminoso tiraje y su éxito comercial, sino por estar al frente de la
incorporación de nuevas técnicas de impresión y novedosos servicios informativos. Para
1913, La Prensa ya contaba con una sala de máquinas con rotativas Hoe, depósitos de
papel, stock para al menos una semana, talleres de fotograbado, un telégrafo sin hilos, sala
de traducción, sala de reporteros y archivos. Era tal la importancia del edificio de La
Prensa en Buenos Aires, que los habitantes de la ciudad lo llamaban coloquialmente “la
casa de la ciudad”104. De hecho, El Tiempo mismo reconocía en sus páginas que la prensa
argentina era una referencia central de la prensa moderna en América Latina. Ya en 1923,
El Tiempo se refería a La Prensa de Argentina como “el primer diario de la Argentina y de
Hispano América”105

Como se ve, distintos periódicos en América Latina y otros países del mundo empezaron a
presentar una serie de características comunes. Impulsados por ideas compartidas sobre la
prensa moderna, estos periódicos propiciaron la modernización de la prensa en sus
respectivos países. Los viajes fueron un factor clave. El movimiento de directores de
periódicos como Mac Clure y de periodistas como Alberto Lleras estableció una conexión
en la prensa de estos países e impulsó la circulación de ideas y prácticas sobre la prensa
moderna. Con estos viajes no solo se movilizaba el viajero. El viaje de Lleras a Argentina
involucró mucho más que el simple desplazamiento físico de este joven periodista. Junto
con él circulaban ideas y experiencias sobre el periodismo que había adquirido en
Colombia y, una vez vuelve al país, vuelven con él nuevas ideas sobre el periodismo
conocidas en Argentina. Estas ideas, además, no se limitaban a la prensa argentina, pues el
carácter cosmopolita de los periódicos argentinos le permitió también a Lleras conocer
experiencias de otros países. Por tanto, Lleras se convirtió en una puerta para el
104
Saítta, Regueros de tinta, 31.
105
El Tiempo, julio 13 de 1923, p. 3.

58
establecimiento de una conexión entre la prensa colombiana y la de otros países que fue
clave para la modernización de la prensa en el país.

Una situación similar a la de Lleras con la prensa argentina se presentó con Eduardo Santos
y la prensa francesa. En una editorial del diario escrita en febrero de 1927, Santos explicaba
a sus lectores lo que el proyecto de El Tiempo había sido para él. A pesar de que para ese
momento el periódico ya producía grandes rendimientos, Santos afirmaba que él no había
destinado dichos rendimientos a negocios de otra índole, sino que los había invertido en El
Tiempo con el objetivo de hacer de este un periódico más sólido y fuerte. De esta manera,
Santos esbozaba un doble programa para su periódico: “no hacer negocios, no participar en
especulaciones de ninguna clase, no ser accionista de ninguna empresa, y destinar todos sus
recursos, exclusivamente, a un diario que debe ser cada día mejor”. Solo si El Tiempo
seguía este programa, afirmaba Santos, podía esperar tener una vida asegurada y poseer
bases estables y vigorosas106.

Este proyecto era presentado por Santos como una continuación de los planteamientos del
periodista francés Lucien Romier. Para Romier, los diarios modernos eran aquellos que se
consolidaban como empresas industriales. Este proceso de constitución en empresas
industriales debía reconocer que en la prensa intervienen dos actividades diferentes, la
fabricación material del periódico y la redacción, y que su beneficio comercial proviene de
una mercancía que no tiene un vínculo directo con estas dos actividades, a saber, la
publicidad. La publicidad era central en el planteamiento de Romier, pues era considerada
tanto la única garantía que tienen los diarios para mantener su independencia como su
fuente principal de ingresos. Empero, no se trata de cualquier tipo de publicidad. La
publicidad que intervenía directamente en la redacción (como la que proviene de los
partidos políticos) disminuía la credibilidad de un periódico y obstaculizaba su difusión;
por el contrario, la publicidad sana y provechosa, que no altera la credibilidad de los
diarios, era la publicidad visible y meramente comercial, a la cual solo se podía acceder si
se contaba con una amplia difusión107.

106
El Tiempo, febrero 23 de 1927.
107
Romier, L’explication de notre temps, 137 y ss.

59
Estas ideas de Romier que señala Santos son también indicativas de la extensa circulación
que las ideas de la prensa moderna habían tenido por el mundo. Por un lado, porque en las
ideas sobre la prensa planteadas por Romier es posible rastrear la americanización de la
prensa francesa. Los periódicos franceses, sustentados en un modelo de periodismo en el
que la política y la literatura eran su materia exclusiva y los hombres de letras y de la
política eran sus únicos protagonistas, fueron también interpelados por la revolución que
comienza en la prensa estadounidense desde la década de 1830108. Por otro lado, porque
esta presentación de las ideas de Romier muestra que las ideas de prensa moderna
provenientes de Francia también circulaban en el país en las primeras décadas del siglo XX.
Su principal impulsor fue Eduardo Santos quien desde muy joven estuvo en estrecho
contacto con la cultura y la prensa francesas109.

En síntesis, nos encontramos con que, desde la llegada de Eduardo Santos a El Tiempo, este
diario bogotano logró poco a poco consolidarse como una empresa periodística sólida,
situación que se convirtió en la base fundamental de su modernización. A pesar de que este
proyecto se encontró con numerosas dificultades, como las ocasionadas por la I Guerra
Mundial, para finales de la década de 1920 El Tiempo logró autonomía comercial y
financiera, introdujo maquinarias modernas para la impresión y la composición e impulsó
cierta profesionalización del oficio del periodista en Colombia, con lo que se encaminaba
de forma decidida por las sendas que la prensa moderna trazaba en diferentes países del
mundo. Para ello, los viajes fueron claves. El movimiento de periodistas y directores de
periódicos permitió la llegada a Colombia de numerosas y diversas versiones de la prensa
moderna que circulaban ampliamente por el país desde mediados de la década de 1920.

108
Ferenczi, L’invention du journalisme en France, 13-14.
109
Arciniegas, “Santos”, 350 y ss.

60
4. La ciudad

Bogotá en las primeras décadas del siglo XX

El Tiempo era un diario bogotano. No solo sus oficinas se encontraban en la ciudad de


Bogotá, sino que además sus noticias y escritos hacían constantemente referencia a la
ciudad110. Para las primeras décadas del siglo XX, Bogotá seguía siendo un paisaje urbano
reducido, en el cual la arquitectura no había conocido mayores modificaciones. La vida en
la ciudad transcurría en la Carrera Séptima, conocida en la época como “Calle Real”, una
pequeña vía que se extendía desde la Plaza de Bolívar hasta la Plaza Santander 111. La
composición social tampoco presentaba mayores novedades; artesanos, religiosos,
comerciantes y empleados constituían los principales grupos sociales de la capital.

La capital del país, sin embargo, experimentaba un importante cambio demográfico. Al


comienzo del siglo tenía una población aproximada de 100.000 habitantes, para 1920
llegaba a un poco más de 140.000 y para finales de la década de 1920 la población
sobrepasaba ligeramente los 240.000 habitantes; es decir, la población bogotana estuvo
cerca de triplicarse en tres décadas producto, principalmente, de la migración de muchos
campesinos a la ciudad112. Datos similares presenta El Tiempo a sus lectores: “según el
censo de 1905, Bogotá tenía cien mil habitantes. El 14 de octubre de 1922, tomando el dato
del censo de 1918, y aumentando la cifra de entonces con los datos municipales, tenía
157.820”113. Aunque comparada con otras ciudades de América Latina, como Ciudad de
México que para la década de 1920 contaba con 600.000 habitantes o Buenos Aires que
llegaba al millón y medio de habitantes114, la población de Bogotá puede parecer reducida,
el crecimiento fue significativamente alto.

Mirada a escala nacional, Bogotá resaltaba con respecto a otras ciudades del país. Además
de ser la sede del poder político, la ciudad era un punto comercial y económico de primera

110
Esta era una característica de la gran mayoría de diarios del país. El Espectador, por ejemplo, en sus
primeros años solía retratar con detalle la vida cotidiana en la ciudad de Medellín.
111
Arias, Los Leopardos, 11.
112
Arias, Los Leopardos, 12.
113
El Tiempo, noviembre 21 de 1922, p. 4.
114
Arias, Los Leopardos, 12.

61
importancia. Lo mismo sucedía en el plano cultural e intelectual. Bogotá era la sede de los
principales diarios y revistas, de los establecimientos educativos más renombrados, de
prestigiosos cafés de tertulia política y literaria y era el lugar de residencia de consagrados
y reconocidos poetas y escritores115. De hecho, El Tiempo se beneficiaba de este clima de la
ciudad. Su primera sede se encontraba ubicada en el Parque Santander, luego se trasladó a
una calle contigua al Palacio de San Carlos y finalmente se situó en la Avenida Jiménez con
carrera séptima, en una casa que fue especialmente construida para ser la sede del
periódico. Por ello, El Tiempo se encontraba junto a clubes sociales como el Jockey Club, a
instituciones del poder político en el país como el Palacio de San Carlos y a las sedes de
otros periódicos como El Espectador y La República.

Este lugar privilegiado de la ciudad en el país era especialmente reconocido por las
personas que no vivían en Bogotá, para quienes la capital del país aparecía como un mundo
lleno de oportunidades que contrastaba con la pobreza de las provincias116. Aparece ante
nosotros, entonces, una ciudad ambigua que, mientras para unos era una ciudad pobre y
atrasada, para otros era una tierra de oportunidades y riquezas. Esto nos da una idea de lo
que venía pasando en la capital: era una ciudad en transición, que estaba saliendo del viejo
cascarón colonial y quería adoptar un nuevo rostro, acorde con los afanes de la
modernidad117.

El Tiempo mismo reconocía en sus páginas que la ciudad de Bogotá venía cambiando. Para
comienzos de la década de 1920, este diario bogotano identifica en la capital del país una
ciudad en crecimiento y expansión: “en estos últimos veinte años, y gracias a la paz y al
trabajo, la suave Santafé del siglo pasado, se ha hecho ciudad, ciudad populosa y animada,
que en nada se parece a la modesta villa de hace cuatro lustros”118. Esta nueva ciudad, era
contrastada con la colonial Santafé de Bogotá. El Tiempo mismo recordaba que, para 1825,
Bogotá contaba únicamente con cuatro parroquias y una catedral; cuatro colegios; seis
conventos; doce iglesias o capillas públicas; seis puentes de piedra y uno de madera; una

115
Arias, Los Leopardos, 7.
116
Arias, Los Leopardos, 7.
117
Arias, Los Leopardos, 11.
118
El Tiempo, noviembre 21 de 1922, p. 4.

62
plaza; seis plazuelas; un hospital de caridad y uno militar; y un observatorio
astronómico”119.

Este cambio era identificado por El Tiempo en diversos aspectos de la ciudad. En primer
lugar, en la vida cultural y educativa. Sobre este tema recuerda El Tiempo que “en 1902
funcionaron 16 escuelas municipales. En 1922 funcionaron 65 escuelas públicas
municipales y 16 escuelas nacionales: 81 escuelas, con un total de alumnos de 4.787.
Además, funcionaron 56 colegios privados y públicos, con siete mil doscientos noventa
educandos. La población escolar de Bogotá pasa hoy de doce mil personas”120. De igual
manera, este diario bogotano resalta que además “de los dos antiguos teatros, tiene hoy la
ciudad el Salón Olympia, el Teatro Bogotá, el Cinerama y uno más en construcción, que se
anuncia como de primer orden”121.

En segundo lugar, El Tiempo identificaba un cambio físico en las edificaciones y el tamaño


de la ciudad. Al respecto, este diario bogotano planteaba que “en 1905 había 11.769 casas
de habitación; en 1922 hay 18.725 (…) Sería inacabable la lista de los edificios nuevos que
adornan la ciudad y que han sido construidos en estos veinte años: la conclusión del
Capitolio Nacional, de que sólo existía la mitad; el Palacio Municipal, el de la Carrera, las
Facultades de Medicina, Derecho e Ingeniería; el edificio de la Policía, que hoy ocupa la
Escuela de Agronomía; la Estación de la Sabana; la Academia de la Lengua; los Hospitales
de la Hortúa, San Antonio, San José, los Alisos, la Misericordia y otros, unos concluidos y
otros grandemente adelantados”122. De igual manera, El Tiempo resalta la construcción de
parques y zonas de recreación: “como parques nuevos, tiene Bogotá el de la Independencia,
la Plaza Espala, Luna Park, y en el Paseo Bolívar tiene el medio de hacer, con poco
esfuerzo, uno de los paseos más pintorescos y hermosos de que pueda gloriarse ciudad
alguna”123. Además, El Tiempo daba importancia a la expansión de la prestación de
servicios públicos en Bogotá: “la luz eléctrica, que hoy va a todas las casas, se iniciaba
apenas hace veinte años. La red telefónica, destruida en el incendio de 1900, sirve hoy a

119
El Tiempo, agosto 7 de 1921, p. 3.
120
El Tiempo, noviembre 21 de 1922, p. 4.
121
El Tiempo, noviembre 21 de 1922, p. 4.
122
El Tiempo, noviembre 21 de 1922, p. 4.
123
El Tiempo, noviembre 21 de 1922, p. 4.

63
más de tres mil cuatrocientos aparatos”124. En este cambio físico de la ciudad, la Sociedad
de Embellecimiento fue clave, por ello El Tiempo la identificaba como “el más poderoso
factor de progreso de la ciudad y su más claro foco de espíritu público”125.

Finalmente, El Tiempo resaltaba la expansión de los negocios, la vida industrial y


económica de la ciudad y de la prensa: “en esta época de paz se han fundado en Bogotá, y
llevan vida próspera, siete grandes Bancos: el Banco Central, el Banco Hipotecario de
Colombia, el Banco de Londres y Río de la Plata, el Banco López, el Banco Mercantil
Americano, el Banco Francés e Italiano y el Commercial Bank of Spanish America
Limited. El movimiento industrial no ha sido menor y han sido fundadas y existen hoy en la
capital cincuenta y cinco fábricas nuevas, entre ellas dos grandes fábricas de hilados y
tejidos, dos de aguas gaseosas, seis de chocolates, etc. Además, se han fundado catorce
molinos, cinco aserraderos de madera y 52 chircales (…) Funcionan en la ciudad 57
imprentas y tipografías y tres litografías y se editan siete grandes diarios, cuatro revistas
semanales ilustradas y gran número de periódicos pequeños y de revistas de todo
género”126.

Esta expansión de la vida económica e industrial de la ciudad, llevaba también a El Tiempo


a señalar la expansión del presupuesto de la ciudad: “el presupuesto de rentas de la ciudad
en el año de 1903 fue de $ 1.261.661, en papel moneda, que se cotizaba alrededor de diez
mil por ciento, de manera que equivalía aquella gruesa suma a doce mil seiscientos diez y
seis pesos oro. Y el presupuesto de rentas presentado al Concejo para el año de 1923, y
basado en datos exactos, asciende a dos millos doscientos un mil pesos oro (…) Las plazas
de mercado y el Matadero públicos producían en 1903 al Fisco menos de tres mil
quinientos pesos por año; ahora le producen ciento once mil pesos oro (…) Hace veinte
años no poseía el Municipio empresas ningunas; hoy es dueño del Tranvía, quizás la
empresa más productiva del país, y del Acueducto”127.

124
El Tiempo, noviembre 21 de 1922, p. 4.
125
El Tiempo, noviembre 21 de 1922, p. 4.
126
El Tiempo, noviembre 21 de 1922, p. 4.
127
El Tiempo, noviembre 21 de 1922, p. 4.

64
La prensa y la vida en las ciudades

Si bien para algunos periodistas e intelectuales de la época el ambiente intelectual y cultural


de Bogotá era todavía reducido y hostil128, el crecimiento de la ciudad y su lugar de capital
cultural e intelectual del país fueron una pieza clave en la modernización de la prensa.
Durante las primeras décadas del siglo XX, empezaron a surgir las grandes ciudades
modernas, tal y como lo plantea El Tiempo para el caso de Bogotá en la década de 1920.
Estas ciudades, en constante crecimiento producto de la migración campo-ciudad, eran
ciudades caracterizadas por la transitoriedad; la diferencia fundamental entre las ciudades
modernas y sus predecesoras era precisamente la mutación constante de la primera129. Y es
aquí donde radica la importancia de los diarios de circulación masiva. La transitoriedad de
la ciudad moderna encuentra su correlato escrito en los periódicos que, al ser objetos de una
lectura efímera y fugaz que se acomoda a la rapidez del cambio y de la ocurrencia de
acontecimientos en las ciudades, son los primeros en develar el mundo de las ciudades
modernas y en hacerlo accesible a los habitantes urbanos. Se trataba no de periódicos “en la
ciudad”, sino de periódicos “para la ciudad” y en función de ella130. En efecto, El Tiempo
empezó a presentar noticias en las que se resalta la importancia de la actualidad de la
información presentada; es decir, el periódico se preocupaba cada vez por presentar a sus
lectores noticias actualizadas y de vida fugaz, cuya actualidad se renovaba a diario.

Esta estrecha relación llevó a los periódicos a construir y difundir una cierta representación
de las ciudades en las que funcionaban; representaciones que compartían tribuna con otras
como las creadas por la literatura y por el cine. Este fue el caso de El Tiempo y la ciudad de
Bogotá. El Tiempo funcionaba como una guía y un mapa escrito de la capital, en el que se
señalaban lugares, prácticas, acontecimientos, personajes, límites y fisionomías. El lector
de El Tiempo podía conocer Bogotá por medio de la lectura del periódico, sin necesidad de
salir de su casa, pues este diario bogotano ofrecía a sus lectores una imagen llena de
detalles de la ciudad de Bogotá. Muchas de las noticias presentadas iban acompañadas por

128
Lleras, Antología. El periodista, 25.
129
Fritzsche, Berlín 1900, 42.
130
Fritzsche, Berlín 1900, 30 y ss.

65
los nombres de lugares conocidos por los bogotanos, direcciones precisas y nombres
propios de personajes notables de la ciudad.

Un lugar privilegiado para la aparición de esta detallada imagen de la ciudad fue la sección
“Ecos”. En esta sección, El Tiempo presentaba diariamente a sus lectores noticias sobre
asesinatos, robos, accidentes, enfermedades, riñas, juicios e, inclusive, la información que
más adelante conformaría la sección de “vida social”: nombramientos en puestos públicos,
matrimonios de familias notables de la ciudad, llegada o salida de la ciudad o del país de
renombrados personajes de la sociedad bogotana, entre otros. Los contenidos de esta
sección también dan muestra de la centralidad de la ciudad de Bogotá para el trabajo
periodístico de El Tiempo, ya que en ella solo aparecían noticias sobre la capital, mientras
que la información de este tipo sobre otros lugares del país aparecía en otra sección,
denominada “Ecos de fuera”.

Estas noticias, como ya decíamos, eran presentadas con un alto grado de detalle: “Se nos
informa que durante la noche del sábado próximo pasado, murió en el Asilo de Ancianos de
esta ciudad, el Sr. Hipólito Rojas N., quien contaba ciento veinte años de edad”131;
“Asaltaron los ladrones la casa número 5 de la calle 7ª, habitada por el Sr. Jorge Eliécer
Beltrán y su familia. Se llevaron como botín de su hazaña un flux, un reloj de plata, dos
lapiceros de oro y algunos otros objetos”132; “El señor Urías Romero, quien, como saben
nuestros lectores, se presentó voluntariamente para que se le juzgase por el delito de
homicidio, cometido hace algunos años, ha encargado de su defensa al joven abogado
doctor Rafael Abello Salcedo”133; “En Egipto. Se nos informa que en este barrio de la
ciudad se ha constituido un cuadro de gentes malévolas con el fin de intranquilizar a los
habitantes pacíficos. Ojalá la autoridad investigue el asunto”134; “Quinta en Chapinero. Se
solicita en arrendamiento una quinta buena en Chapinero, que tenga agua y comodidades

131
El Tiempo, febrero 7 de 1911, p. 2.
132
El Tiempo, marzo 13 de 1911, p. 1.
133
El Tiempo, junio 2 de 1913, p. 3.
134
El Tiempo, junio 2 de 1913, p. 3.

66
para una familia poco numerosa. Diríjase las ofertas a la carrera 8ª, número 481-G, o a la
quinta „Florencia‟, en Chapinero”135.

Este grado de detalle también se puede encontrar en las incipientes notas de vida social:
“En la semana pasada se verificó en la Facultad de Medicina el examen de grado del
distinguido caballero Sr. Julio César Moncayo, estudiante singularmente aprovechado y que
gozaba del mayor aprecio entre profesores y alumnos”136; “De Caracas llegó antier el
doctor José C. Borda, acompañado de su señora esposa. Les presentamos respetuoso
saludo”137; “En el Colegio de La Merced de esta ciudad, y en los días 13 y 20 del presente,
después de exámenes sostenidos brillantemente, obtuvieron el grado de Profesoras las
señoritas María Emma y Alicia González, a quien enviamos nuestra sincera felicitación”138;
“Mañana a las once y media, en la Iglesia de Veracruz, contraerán matrimonio el señor don
Luis José Franco con la distinguida y encantadora señorita Elvira Mac-Allister. Al anticipar
a tan simpática pareja nuestra efusiva felicitación, hacemos votos por que la dicha sea
compañera inseparable del hogar que bajo los más favorables auspicios van a fundar”139.

Este alto nivel de detalle cumplía una función clave: le sugería a los lectores del periódico
un mapa de la ciudad, así como su fisionomía física, simbólica y cultural. Las detalladas
notas sobre distintos hechos le indicaban al lector por dónde podía moverse en la ciudad y
por dónde no; le señalaban quien se encontraba en la ciudad o quién salía de ella. Esta
función de guía de la ciudad lo llevaba también a presentarles a sus lectores la oferta
cultural que podían encontrar en Bogotá. Funciones de teatro, conciertos de ópera,
zarzuelas, corridas de toros, funciones de circo, matinées, valses, proyecciones de cine,
entierros de personajes notables de la elite bogotana, recepciones, fiestas y banquetes en
clubes sociales, entre muchos otros aparecían constantemente en las páginas del periódico,
al menos, en dos formas diferentes: se narraba con detalle cómo se habían desarrollado
estas actividades una vez habían tenido lugar o se presentaba publicidad y se invitaba a los
lectores del periódico a que asistieran a ellas. De igual manera, El Tiempo les señalaba a sus

135
El Tiempo, marzo 9 de 1914, p. 3.
136
El Tiempo, abril 2 de 1912, 0. 2.
137
El Tiempo, julio 31 de 1914, 9. 3.
138
El Tiempo, noviembre 25 de 1916, p. 3.
139
El Tiempo, abril 20 de 1917, p. 1.

67
lectores los lugares en los que tenían lugar dichas actividades culturales: entablados
temporales para las corridas de toros, el Teatro Colón, el Teatro Municipal, el Teatro
Bogotá. El Teatro Faenza, Salón Olympia, Cinerama, el Jockey Club, el Gun Club, entre
otros. Es por esta razón que se puede decir que los diarios masivos jugaron un papel
decisivo en la organización de los grandes espectáculos del siglo XX140.

De otra parte, el periódico también les señalaba a sus lectores cómo transportarse en la
ciudad. En efecto, El Tiempo informaba sobre los itinerarios de los trenes, vapores y
correos que pasaban por la ciudad de Bogotá o que podían ser de interés para las personas
que debían salir de la ciudad. El Tranvía Municipal de Bogotá tenía un cubrimiento
especial. No solo presentaba el periódico las rutas y los cambios que en ellas se
presentaban, sino que, además, exponía alguna información contable acerca del Tranvía.
Esta era, dicho sea de paso, una empresa que empezaba a tener una gran importancia en la
ciudad. Para 1918 había transportado 6.895.789 pasajeros en total, con un promedio de 33
carros en servicio a diario y con ingresos medios diarios de pasajes por un concepto de $
927,65. También había información sobre accidentes relacionados con el Tranvía. Para
1818 el Tranvía Municipal de Bogotá reportaba un total de 2 muertos, 10 contusos y 64
heridas leves141. Como se ve, no se trata de cifras despreciables; por el contrario, el avance
del tranvía por Bogotá nos presenta una imagen de una ciudad en extensión, por la que sus
ciudadanos transitaban cada vez más. Desde la década de 1920, a esta información se sumó
la suministrada por el periódico sobre los servicios de transporte aéreo.

De esta manera, El Tiempo construyó una representación de la ciudad que, de otra parte,
presentaba una marcada diferenciación social. Mientras la vida de las clases altas de la
ciudad era retratada en forma de distinguidas actividades culturales o deportivas, la vida de
las clases populares era asociada a escenas de crímenes que eran presentadas como un
espectáculo. Este proceso de diferenciación fue clave para una nueva elite que surgía en las
ciudades, que estaba al frente de los principales diarios del país y que requería no solo
mostrarse públicamente dominante ante las clases populares, sino también antagonista a las

140
Fritzsche, Berlín 1900, 37.
141
El Tiempo, enero 26 de 1919, p. 2.

68
antiguas elites rurales y guerreristas142. El director de El Tiempo, Eduardo Santos, era uno
de sus principales exponentes. Formado cultural e intelectualmente en ciudades europeas,
llegaba al país con un proyecto de modernización que tenía la experiencia de las ciudades
modernas como referente fundamental.

En la ilustración 10 se puede ver este tratamiento diferenciado de forma clara: en la noticia


de la izquierda se cubre como evento cultural una actividad de las elites de la ciudad,
mientras en la noticia de la derecha se presenta la vida de las clases populares como un
espectáculo y un crimen.

Ilustración 10. Imagen tomada de la página 5 de la edición de El Tiempo del martes 16 de septiembre de 1919

Desde la década de 1910, El Tiempo empezó a informar a sus lectores con cada vez más
frecuencia de actividades deportivas en la ciudad de Bogotá. En efecto, los campeonatos de
“football”, las partidas de “tennis”, los “match” de boxeo, los juegos de golf y los
encuentros de polo eran reseñados en las páginas de El Tiempo. Para finales de la década de
1920 apareció la página deportiva de El Tiempo, en la que el periódico informaba a sus
lectores sobre los hechos más importantes que ocurrían en el terreno deportivo cada semana
en la ciudad de Bogotá.

En la presentación de la oferta de actividades deportivas de la ciudad aparece también esta


diferenciación social, pues existía una relación entre la adopción de ciertas prácticas

142
Ruíz, La política del Sport, 54-55.

69
deportivas por parte de las elites bogotanas y los procesos de construcción de su identidad
basada en las características urbanas y modernas con que se identificaron143. Este proceso
de diferenciación llevado a cabo por esta nueva elite fue doble. Por un lado, se diferenció
de la antigua elite rural del país mediante la adopción de ciertas prácticas deportivas y
ciertas incursiones en el espacio público que les permitieron identificarse con los valores
modernos de la vida en la ciudad. Por el otro, se impuso como grupo dominante ante las
clases populares, ya que en una sociedad mayoritariamente analfabeta, la expresión pública
de estas prácticas deportivas le permitió a esta nueva elite comunicar a las clases populares
su posición de poder tomando al cuerpo como portador de signos y de estilos de vida144.

Ilustración 11. Onceava página de la edición de El Tiempo del domingo 30 de agosto de 1925

Los clubes sociales y deportivos fueron lugares clave en la configuración de dicha


distinción. Clubes sociales como el Jockey Club y el Gun Club, así como clubes deportivos
como el Polo Club y el Country Club, son instituciones de la moderna burguesía que
aparecieron en las ciudades colombianas a finales del siglo XIX y comienzos del XX como
consecuencia de las transformaciones del espacio público145. En ellos, estas nuevas elites
encontraron un lugar para intercambiar y discutir sus ideas acerca del poder público, así

143
Ruiz, La política del Sport, 41 y ss.
144
Ruíz, La política del Sport, 51-52.
145
Ruíz, La política del Sport, 41.

70
como una elite cultural ávida de sabes modernos y literarios que reforzaron el dominio de la
vida urbana sobre la vida rural146.

La fundación de estos clubes sociales se presentó en las principales ciudades de Colombia


como resultado del proceso creciente, aunque incipiente, de urbanización del país. El
primer club del país fue el Club Soto, fundado en 1873 por inmigrantes alemanes en
Santander; después apareció el Gun Club en Bogotá en 1882; el Club Barranquilla en 1886;
el Club Unión en Medellín en 1894; el Polo Club en Bogotá en 1896; el Círculo de
Comercio en 1902; el Club La Popa en Cartagena en 1922; el Club Colombia en Cali en
1920; entre otros147. Las actividades de estos clubes sociales y deportivos aparecían
constantemente en las páginas de El Tiempo; asambleas de socios, recepciones, fiestas
sociales y tertulias políticas que tenían lugar en dichos clubes eran reseñadas
constantemente en las páginas de este diario bogotano.

El cubrimiento de la vida de las clases populares, como ya decíamos, era diferente. En


contraste con la presentación de actividades deportivas y culturales e importantes eventos
en clubes sociales, la vida de las clases populares en Bogotá era presentada en forma de
crímenes y espectáculos. Un caso paradigmático fue el de las chicherías y las cantinas en
las ciudades. Para El Tiempo, las chicherías eran lugares que debían ser clausurados y
censurados. En efecto, este diario bogotano celebraba a comienzos de la década de 1920
que “hace veinte años, y mucho menos también, las chicherías infestaban los lugares más
centrales de Bogotá, llevando a ellos todo su cortejo de escándalos y de poca higiene;
gracias al actual Concejo, han sido sacadas de gran parte de la ciudad y reducidas a los
barrios externos, en donde deben cumplir severas prescripciones higiénicas, siéndoles
prohibido abrir sus puertas después de las ocho de la noche y en los domingos y días
feriados148. No obstante esta preocupación, para la década de 1920 Bogotá contaba con
cerca de 750 expendios de chicha149.

146
Ruíz, La política del Sport, 44.
147
Ruíz, La política del Sport, 43.
148
El Tiempo, noviembre 21 de 1922, p. 4.
149
Archila, Cultura e identidad obrera, 58.

71
Así como los clubes eran sitios de encuentro para las elites, las chicherías eran un sitio
cotidiano de encuentro, alimentación, diversión y reunión política de las clases populares;
es decir, eran espacios alternos a los cafés, los clubes, las tertulias o las grandes salas de
redacción, que eran espacios privilegiados de la sociabilidad política150. Por consiguiente,
junto con los lugares de trabajo y de ocio, las chicherías constituían un espacio de
sociabilidad clave de las clases populares en la ciudad de Bogotá151. Su importancia radica
en que las chicherías y las cantinas, para las primeras décadas del siglo XX, no se reducían
a ser lugares para el expendio de licores, sino que allí se podía obtener toda clase de
artículos para el hogar, comestibles, comida preparada, juguetes o herramientas, y se
ofrecían otros servicios como billar, restaurante y hasta dormitorio. Así, estos lugares, junto
a las fábricas y los talleres artesanales, ofrecían servicios de primera necesidad para las
clases populares y eran además sitios de diversión popular donde no se excluía la discusión
y la organización política152. Estos lugares fueron también un lugar clave para la difusión
de la prensa obrera. Dado que para los sectores populares los periódicos no eran objetos de
consumo individual, sino familiar y social, las chicherías fueron un espacio para la lectura
colectiva y en voz alta de los periódicos obreros y de artesanos, con lo que se ayudaba a
democratizar el acceso a la prensa y a crear espacios de debate y de intercambio de
opiniones153.

En las reseñas que El Tiempo hacía de los crímenes que sucedían en la ciudad también se
ve esta diferenciación, pues era precisamente en los barrios de poblamiento popular,
ubicados en el oriente y el sur de la ciudad154, en los que sucedía la mayoría de los crímenes
a los que El Tiempo daba un gran cubrimiento en sus páginas. De esta manera, este diario
bogotano construía una imagen según la cual estos era barrios eran lugares peligrosos que
sus lectores debían evitar. Este fue el caso del Paseo Bolívar. El domingo 6 de enero de
1918 fue asesinada Ana Rosa Beltrán en el Paseo Bolívar, ubicado entre las calles 13 y 14
en la ciudad de Bogotá. Al día siguiente del crimen, El Tiempo informaba con detalle a sus

150
Núñez, El obrero ilustrado, 61.
151
Núñez, El obrero ilustrado, 56.
152
Núñez, El obrero ilustrado, 62.
153
Núñez, El obrero ilustrado, 63.
154
Archila, Cultura e identidad obrera, 58.

72
lectores sobre el hallazgo del cadáver: “por el estado en que se encontró el cadáver se
presume que se trata de un crimen verdaderamente horrible, pues este tenía algo más de
doce cortadas y dos terribles navajazos, uno de ellos sobre el corazón y otro en la cara, que
se la desfiguró de un modo tan espantoso que (…) el mirarla daba miedo. El cadáver
permaneció en el sitio en donde fue hallado hasta las once de la mañana, hora en que el
Inspector del Barrio practicó el levantamiento”155. De hecho, el “Paseo Bolívar” aparecía
frecuentemente en las páginas del periódico como un lugar en el que ocurrían crímenes de
forma frecuente. En marzo de 1925, El Tiempo informaba que en el Paseo Bolívar Rafael
Moya, obrero de la ciudad, había sido asesinado a puñaladas y toda clase de golpes 156. En
abril de 1928, El Tiempo informaba a sus lectores de otro crimen en el Paseo Bolívar: el
asesinato de Martín Sánchez a manos de su hermana, Ana Isabel Sánchez157.

Ilustración 12. Segunda página de la edición de El Tiempo del martes 8 de enero de 1918

Al día siguiente del asesinato de Ana Rosa Beltrán en 1928, El Tiempo procede a presentar
una detallada crónica del suceso en la que informaba a sus lectores sobre: “quién era la

155
El Tiempo, enero 7 de 1918, p. 2.
156
El Tiempo, marzo 25 de 1925, p. 7.
157
El Tiempo, abril 13 de 1928, p. 1.

73
muerta”, “cómo la mataron”, “el estado en que se encontró el cadáver”, “por dónde huyeron
los asesinos”, “las detenciones hechas por la Policía”, “la autopsia”, “los objetos que se le
encontraron”, entre otros. Se presentaban todo tipo de pormenores acerca del crimen. Sobre
el hallazgo del cadáver, El Tiempo informa: “José Gutiérrez es el nombre del pacífico
transeúnte cuyos ojos vieron, los primeros, el cuerpo inanimado de Ana Rosa Beltrán (…)
Aterrado ante el espectáculo que se ofrecía a sus ojos, corrió a dar cuenta al primer Agente
de policía que encontró a su paso”158. Sobre la escena del crimen y la ruta de escape de los
asesinos, informa El Tiempo a sus lectores que “los asesinos tuvieron tiempo más que
suficiente para cometer sus crímenes, el suelo parecía como si lo hubieran lavado, pues
estaba húmedo (…) En el piso se encontraron las huellas que dejaron las pisadas de dos
personas, una de ellas llevaba botines y la otra calzaba alpargatas a juzgar por las
impresiones que dejaron en el suelo (…) Siguiendo el rastro de las pisadas, se vio que los
asesinos habían tomado por los lados de arriba, se habían dirigido al cerro, huyendo”159.

Estas situaciones se hacían cada vez más frecuentes en la ciudad y, con ello, también
aumentaba el interés que El Tiempo tenía en ellas. Es por esto que, al final de la nota sobre
el asesinato de Ana Rosa Beltrán, el periódico informaba que con el fin “de poder dar a
nuestros lectores una información lo más verídica posible acerca de este espantoso crimen,
que viene a sumarse a los muchos que se han cometido en este paseo, nos dirigimos ayer al
anfiteatro de San Diego, a fin de saber los resultados de la autopsia”160. En efecto, la nota
relata que uno de sus cronistas se dirigió al Paseo Bolívar con el fin de obtener más
información sobre el crimen. La labor de los cronistas era central en la transformación de
estas noticias en espectáculos urbanos, ya que eran ellos los encargados de informarse sobre
estos crímenes y redactar las notas que leían los lectores de El Tiempo con avidez de
conocer más detalles sobre estos terribles sucesos.

Así, por medio de la presentación de estos acontecimientos en clave dramática, los


periódicos transformaron las ciudades modernas en un espectáculo explosivo y sin fin161.

158
El Tiempo, enero 8 de 1918, p. 2.
159
El Tiempo, enero 8 de 1918, p. 2.
160
El Tiempo, enero 8 de 1918, p. 2.
161
Fritzsche, Berlín 1900, 36.

74
Estas aparecían como un “cúmulo de incidentes”162 que interesaba cada vez más al
creciente público lector de las ciudades. No solo los espectáculos propiamente dichos eran
tratados como tal, sino que otras situaciones eran objeto de dicho tratamiento, como
asesinatos, robos, juicios, acciones de la policía, entre otros.

Como se ve en estas noticias, el periódico se esforzaba por presentar detalladas y completas


notas sobre la vida cotidiana en las ciudades. Este era un patrón ya establecido por la penny
press en Estados Unidos desde la década de 1830. Con el establecimiento de las noticias
como un producto comercializable, la penny press también creó un género que reconocía y
realzaba la importancia de la vida cotidiana. En contraste con sus competidores, estos
periódicos se centraron en la presentación de eventos cercanos y cotidianos de sus lectores
y dispusieron el cubrimiento de noticias locales por parte de periodistas especializados. Así,
estos periódicos hicieron de estas noticias de interés humano y cotidiano no solo una parte
importante del periodismo, sino una de sus características fundamentales163.

Ilustración 13. Primera página de la edición de El Tiempo del lunes 1 de noviembre de 1926

162
Fritzsche, Berlín 1900, 56.
163
Schudson, Discovering the news, 25 y ss.

75
Aparece de esta manera otro factor clave, proporcionado por la ciudad, para la
modernización de El Tiempo. El seguimiento a los hechos de la vida cotidiana en las
ciudades llevó a los periódicos modernos a establecer la noticia como un formato
medianamente estandarizado para la presentación de información. Fue de esta manera que
la presentación de noticias, inicialmente de la vida cotidiana y luego de los distintos temas
que aparecían en el periódico, ganó un terreno significativo frente a la presentación de
opiniones políticas y literarias. Además, la presentación de estas noticias de vida cotidiana
se había convertido en otro recurso eventual para aumentar las ventas y por tanto los
ingresos de los periódicos164.

En síntesis, El Tiempo se enfrentó desde su fundación a una ciudad de Bogotá en


crecimiento y expansión que contrastaba ampliamente con la ciudad de los años anteriores.
Los cambios que tenían lugar en la ciudad de Bogotá le proporcionaron a este diario
bogotano no solamente un público urbano en crecimiento, sino además una fuente
inagotable de noticias para presentar diariamente a sus lectores. Esta situación llevó a que
El Tiempo se convirtiera en una guía de la ciudad, en la que aparecían las actividades
culturales, deportivas y políticas a las que los habitantes de Bogotá podían asistir a diario.
Esta representación construida de la ciudad, sin embargo, se llevó a cabo por medio de una
profunda diferenciación social: la vida de las elites era presentada como cultura y deporte,
mientras la vida de las clases populares era presentada como crímenes y espectáculos.

164
Vanegas, Todas son iguales, 231.

76
5. El público lector

Aunque los habitantes de la ciudad de Bogotá eran el público lector básico de El Tiempo,
sus ejemplares llegaban a más lugares del país. La correspondencia privada de Alfonso
Villegas Restrepo puede dar algunas pistas sobre ello. Durante los primeros dos años de
funcionamiento del periódico, la correspondencia que recibía Villegas Restrepo, en su
calidad de director de El Tiempo, se convirtió rápidamente en uno de los principales
mecanismos de comunicación de los lectores con el periódico. En la medida en que todos
los remitentes hacían mención a El Tiempo, la correspondencia privada de su primer
director nos da un indicio de las ciudades a las cuales este llegaba. Por tanto, podemos
inferir que las ediciones de El Tiempo llegaban a poblaciones de más de diez departamentos
y, entre ellas, a varias ciudades de importancia regional y nacional. Estas eran: Abejorral,
Ambalema, Anolaima, Cartago, Chinacota, Chocontá, Cúcuta, Girardot, Guatavita,
Manizales, Medellín, Puerto Colombia, San Marroquín, Santa Marta, Socorro, Tuluá,
Villavicencio y Zipaquirá165.

Durante los primeros años de circulación, la filiación política del periódico fue clave para
que El Tiempo lograra llegar a poblaciones diferentes de Bogotá. En un país donde un
periódico sin filiación política no encontraba lectores166, las redes de los partidos políticos
eran una herramienta fundamental de la que se podían valer los periódicos para hacer que
sus ejemplares llegaran cada vez a más manos. La red política del Partido Republicano y
del primer director de El Tiempo, Alfonso Villegas Restrepo, fueron fundamentales para
expandir el público del periódico y aumentar su circulación en sus primeros años de
existencia. Para los lectores de El Tiempo era clave que este periódico lograra aumentar sus
suscripciones, y su circulación en general, porque ello era la principal garantía de que las
ideas republicanas lograran llegar cada vez a más colombianos. Por ejemplo, en carta
enviada desde Ambalema el 14 de octubre de 1911, Alejandro Galindo le comunicaba al
primer director del periódico que “El Tiempo cada día me merece más simpatías y cuanto
esté a mi alcancé haré para ver de que circule profusamente en estos pueblos cuando sea

165
Comunicaciones recibidas por Alfonso Villegas Restrepo entre 1911 y 1912.
166
Melo, “La libertad de prensa en Colombia: su pasado y sus perspectivas actuales”, 42.

77
posible”167. Desde Abejorral, de otra parte, Villegas recibió una carta el 10 de septiembre
de 1911 en la que se le comunicaba que “El Tiempo cuenta aquí, según entiendo, cinco
suscriptores y le diré que (…) este número es muy grande. A mí me envían tres
suscripciones que tengo colocadas. Ojalá se pudiera colocar un buen número a fin de
contrarrestar las otras corrientes”168. Esta preocupación de los lectores de El Tiempo por la
circulación del periódico se puede rastrear en toda la correspondencia privada de Alfonso
Villegas Restrepo durante los primeros años del diario.

Una vez El Tiempo hace su ingreso a las filas del liberalismo, las redes políticas del Partido
Liberal también le sirvieron a este diario bogotano para expandir su público lector. Sin
embargo, era ya una situación diferente. Para la década de 1920 El Tiempo llevaba casi diez
años de actividad periodística que le habían permitido hacerse con un público lector mucho
más estable que el que tenía cuando apenas estaba empezando a circular. Ya para la década
de 1920 El Tiempo comenzaba a tener un público que no dependía únicamente de su
afinidad política con las posiciones del diario y ampliaba su oferta informativa con el objeto
de conquistar nuevos públicos.

Los hombres de la política

La correspondencia privada de Villegas, de otra parte, nos da una idea del perfil
sociodemográfico básico de los lectores de los periódicos a comienzos del siglo XX, a
saber, los hombres interesados en la política. En efecto, los lectores de este diario bogotano
eran principalmente hombres interesados en la política, el comercio o los negocios en
diferentes poblaciones del país y con diversas filiaciones partidarias. El Tiempo tuvo que
enfrentar enormes dificultades para expandir su público lector que, para su primera edición,
se limitaba a las personas que pudieron leer los 150 ejemplares que fueron impresos169.
Efectivamente, la prensa se encontraba limitada geográfica y socialmente, ya que estaba
concentrada en ciertos espacios urbanos y se dirigía casi que exclusivamente a una reducida

167
Comunicaciones recibidas por Alfonso Villegas Restrepo en 1911 y 1912, folio 637.
168
Comunicaciones recibidas por Alfonso Villegas Restrepo en 1911 y 1912, folio 582.
169
El Tiempo, enero 30 de 1961, p. 16.

78
minoría que se consideraba capacitada para comprender los debates culturales y políticos
que se ventilaban en periódicos y revistas170.

Una primera dificultad con la que se encontraron los periódicos del país fue la
alfabetización que, aunque en crecimiento, seguía siendo baja. Para 1912 solo el 17% de los
colombianos mayores de 8 años sabía leer y escribir y para 1918 la población alfabeta
llegaba al 32,5% de los habitantes mayores de 10 años. La tasa de escolaridad era también
baja. Durante el primer tercio del siglo XX solo un 30% de los niños entre los 7 y los 14
años recibían algún tipo de enseñanza primaria y solo un 7% de ellos llegaba a la escuela
secundaria171. La mayoría de ellos, de otra parte, se encontraba en las ciudades. Solo en la
ciudad de Bogotá, por ejemplo, se concentraba el 19,5% de los estudiantes de secundaria172.
No obstante, las bajas tasas de alfabetización y de escolaridad no son siempre barreras
definitivas para la expansión de la cultura escrita en un país173. Un mecanismo básico para
sortear esta dificultad en Colombia fue la lectura en voz alta de las ediciones de los
periódicos. Este estancamiento, de otra parte, contrasta con la situación en otros países del
mundo, ya que el siglo XIX fue testigo de una alfabetización masiva en la gran mayoría de
países de Europa; expansión que se vio impulsada por la ampliación de la educación
primaria174.

Una segunda dificultad que enfrentaba El Tiempo para expandir su público lector remitía a
los medios de transporte de los ejemplares. Durante muchos años, el equipo directivo se
valdría de distintos medios como el ferrocarril, y posteriormente el transporte aéreo, para
lograr que los números del periódico estuvieran el mismo día de su impresión en todas las
ciudades en las que El Tiempo contaba con lectores. Sin embargo, esto no era siempre
posible. Dentro de Bogotá las dificultades tampoco eran pocas. Los personajes
fundamentales para la distribución de los ejemplares del periódico en la ciudad eran los
voceadores quienes, en muchas ocasiones, no solamente anunciaban los periódicos por las
calles de Bogotá, sino que también debían ayudar a doblar las páginas recién impresas e

170
Arias, Los Leopardos, 92.
171
Helg, La educación en Colombia, 35-36.
172
Helg, La educación en Colombia, 70.
173
Goody, Cultura escrita en sociedades tradicionales, 29 y ss.
174
Lyons, “Los nuevos lectores del siglo XIX: mujeres, niños, obreros”, 541-542.

79
inclusive a mover las máquinas de impresión. De hecho, fue gracias a ellos que los
periódicos bogotanos pudieron comenzar a enviar sus números fuera de la ciudad, antes de
que el transporte por ferrocarril fuera una posibilidad, pues muchos voceadores llevaban en
sus hombros las ediciones del periódico hasta poblaciones aledañas a Bogotá como
Honda175.

La maquinaria de impresión y composición también aparecía como un problema para la


expansión del público lector. Durante sus primeros meses de trabajo periodístico, El
Tiempo no contaba con una imprenta propia y debía utilizar la imprenta de la Gaceta
Republicana para imprimir sus ejemplares. Y, si bien para el mes de junio de 1911 El
Tiempo obtuvo su primera imprenta propia, esta se reducía a chibaletes y tipos de modelo
antiguo176. Fue solo hasta 1919 que El Tiempo adquirió maquinaría de impresión apropiada
que le permitía aumentar el formato y la circulación del periódico. Al respecto, este diario
bogotano planteaba que “con el número 2,818 llegó hoy EL TIEMPO a una mejora
largamente preparada (…) Fundado el 30 de enero de 1911 por Alfonso Villegas Restrepo,
se ha publicado desde entonces sin interrupción alguna, mejorando poco a poco su
presentación y sus servicios, adquiriendo los elementos de imprenta que han sido
necesarios, y así el pequeño periódico que apareció en 1911 editado en imprenta ajena, con
escasos recursos y sin otra fuerza que la que le ha dado el claro talento e indomable energía
de su fundador, es hoy un diario de gran formato, con talleres propios de linotipos, con
prensa Dúplex y con las máquinas y elementos más modernos que puede tener un diario
entre nosotros, y que iremos aumentando y mejorando a medida que lo indiquen las
necesidades del diario y las conveniencias del público”177. Fue en ese momento que los
elementos tecnológicos que son el signo distintivo de la prensa moderna, el uso del linotipo
en la composición y de la prensa rotativa en la impresión, estuvieron al alcance de El
Tiempo178.

175
El Tiempo, enero 30 de 1961, 19.
176
El Tiempo, enero 30 de 1961, 13.
177
El Tiempo, julio 25 de 1919, p. 1.
178
Canal y Chalarca, Artes gráficas, 64.

80
El uso del linotipo en la composición fue un gran avance para El Tiempo. Antes de tener
acceso a esta tecnología, este diario bogotano debía seguir el mismo procedimiento que los
demás periódicos y que toda empresa involucrada en las artes gráficas en el país, la
composición manual, cuyo único cambio significativo fue el reemplazo del componedor de
madera por el de metal y el de la fornitura de madera por la metálica, con lo que se
mejoraba la calidad de la impresión pero no se aceleraba el proceso de composición. El
linotipo apareció en el mundo a finales del siglo XIX pero no llegaría a Colombia sino
hasta el siglo XX. Con esta nueva tecnología se utilizaba una mezcla de plomo y antimonio
derretido a 55 grados para formar los tipos de impresión, con lo cual se lograba acelerar el
proceso de composición. En efecto, con la llegada del linotipo al país los diarios pronto
duplicaron sus páginas. La máquina de composición de textos Ludlow, la más avanzada en
la época, la trajo al país El Tiempo a finales de la década de 1920179.

En cuanto a la impresión, el retraso en el uso de nuevas tecnologías en el país fue también


significativo. A pesar de que en Europa y Estados Unidos ya había tecnologías de
impresión mucho más eficaces, los periódicos colombianos siguieron utilizando prensas
planas hasta bien entrado el siglo XX, cuyo procedimiento de impresión era largo y
dispendioso. Fue solo hasta 1915 que llegó la primera prensa rotativa al país, traída por
Enrique Olaya Herrera para el Diario Nacional. El cambio fue notable. El uso de las
prensas rotativas, llamadas de esta manera porque recibían el papel en bobinas y lo
imprimían por medio de cilindros que llevaban adheridos, permitió a los periódicos
aumentar significativamente su tiraje así como disminuir los tiempos de impresión. Aunque
no todos los periódicos pudieron acceder a estas prensas rotativas, para la década de 1920 la
mayoría de las prensa planas estaba fuera de funcionamiento y era reemplazada por la
prensa rotativa o por la prensa dúplex, que era una impresora intermedia entre la plana y la
rotativa180.

En los años siguientes, El Tiempo siguió constantemente mejorando sus maquinarias. Para
1924, este diario bogotano informaba a sus lectores que había hecho “un pedido de
linotipos y una máquina rotativa, que puede imprimir hasta 32 páginas, con el moderno
179
Canal y Chalarca, Artes gráficas, 57 y ss.
180
Canal y Chalarca, Artes gráficas, 63-64.

81
sistema de la estereotipia, usado por todos los grandes diarios181. No obstante, fue para
1926 que este diario bogotano llevó a cabo el mayor avance en el campo de la impresión.
En enero de ese año, El Tiempo informaba a sus lectores: “hemos contratado con la
National Paper and Type Company una gran rotativa Dúplex, con un taller anexo de
estereotipia, que es el primero en su género que se introduce en Colombia. La prensa
rotativa da treinta mil ejemplares de ocho, doce o diez y seis páginas por hora, en colores si
se quiere, y es el último modelo de maquinarias de su clase. Ella nos facilitará dar ediciones
de perfecta nitidez, y publicar los sucesos de última hora con todos sus detalles, para los
suscriptores de la ciudad asegurará la entrega del diario a domicilio antes de las seis de la
mañana, con noticias recibidas hasta las cinco a.m. (…) su gran volumen y lo delicado de
su montaje imponen demoras que no impedirán el que en el primer semestre de este año
esté imprimiéndose en ella EL TIEMPO (…) Hemos terminado de montar una maquinaria
Ludlow, que es la última palabra en el arte tipográfico, y provee de tipo nuevo para todos
los avisos todos los días, suprimiendo los antiguos tipos de imprenta, que servían años y se
iban desgastando poco a poco, hasta hacerse inservibles. De esta manera los avisadores
tienen la garantía de que sus avisos estarán siempre impresos en tipo perfectamente nítido y
presentarán un hermoso aspecto que los hace más atrayentes. En el curso del año que
termina, hemos montado también el más completo taller de fotograbado, a la altura de los
mejores que aquí existen, y con el cual proponemos dar la mejor información gráfica, de
manera que los lectores de EL TIEMPO puedan ver oportunamente la ilustración de los
sucesos mundiales o locales que hayan ocurrido. Contaremos, pues, con dos máquinas, una
rotativa Dúplex para ocho páginas, que da cinco mil ejemplares por hora; una máquina
Ludlow, para avisos; talleres de linotipo y fotograbado suficientes para la edición rápida de
un gran diario de diez y seis páginas; edificio propio de capacidad sobrada para una
empresa de primera magnitud”182.

No obstante las dificultades, el público lector en Colombia se fue expandiendo poco a poco
y la cultura escrita fue logrando un lugar en el país. Como pasó en otros países del mundo,
la expansión del público lector, tradicionalmente restringido a los hombres de la política,

181
El Tiempo, enero 1 de 1924, p. 2.
182
El Tiempo, enero 1 de 1926, p. 81.

82
tomó tres direcciones: el público femenino, el público obrero y el público infantil. La
creación de estos públicos fue un paso más de El Tiempo en dirección de la prensa
moderna, ya que la masificación es una característica central de los diarios modernos en el
mundo. En el caso de los dos primeros, su aparición en las páginas de este diario bogotano
fue la respuesta de El Tiempo ante la irrupción en la década de 1920 de la clase obrera y de
algunos grupos de mujeres como actores sociales con demandas y exigencias de distinto
tipo, así como una estrategia para atraer a comunidades de lectores en ascenso. La creación
del público infantil, por su parte, da cuenta del ascenso de una nueva idea de la infancia en
el país, así como del lugar que los niños tenían ahora como comunidad de lectores en
crecimiento.

El público femenino

Un primer esfuerzo de El Tiempo por superar los márgenes del público lector de la prensa
decimonónica fue la construcción del público femenino. Este cambio se venía presentando
en diferentes países del mundo, debido a que la tradicional discrepancia entre los índices de
alfabetización masculina y femenina fue decreciendo desde finales del siglo XIX, lo que
hizo que las mujeres se convirtieran en una parte sustancial y creciente del nuevo público
lector183. La “sección femenina” fue la primera sección de El Tiempo dedicada a un público
específico. El sábado 2 de mayo de 1914, día en que apareció la primera edición de 6
páginas del periódico, El Tiempo dedicó una página entera a la presentación de información
y noticias que este diario bogotano consideraba específicamente femeninas, tales como:
moda, elegancia, cuidado personal, belleza, entre otros. Lo mismo ocurre con los avisos
publicitarios. Las figuras femeninas siempre aparecían cuando se consideraba que eran las
mujeres las compradoras potenciales del producto ofrecido o cuando, de otra parte, se
querían mostrar las características y valores socialmente asignados a las mujeres.

183
Lyons, “Los nuevos lectores del siglo XIX: mujeres, niños, obreros”, 544.

83
Ilustración 14. Aviso publicitario presentado en la edición de El Tiempo del lunes 3 de marzo de 1920

Sin embargo, esta sección femenina fue una de las primeras de desaparecer producto de la
crisis ocasionada por la I Guerra Mundial. No fue sino hasta 1924 que volvió a aparecer y
se consolidó como la página femenina o “página para las damas” de El Tiempo. En esta
sección, que posteriormente tendría una vida duradera en las páginas de El Tiempo, se
mantenía la división temática ya esbozada a mediados de la década de 1910, ya que la
política y los negocios seguían siendo considerados actividades exclusivamente masculinas.
Mientras se esperaba que los hombres se interesaran por las noticias políticas, de negocios
o de deporte, a las mujeres les correspondían las novelas y los hechos de sociedad
conocidos con la expresión francesa de fait divers. El periódico se dividía, siguiendo un
patrón de diferentes periódicos del mundo, en secciones temáticamente divididas de
acuerdo con expectativas basadas en el género184.

184
Lyons, “Los nuevos lectores del siglo XIX”, 553.

84
Ilustración 15. Novena página de la edición de El Tiempo del domingo 14 de septiembre de 1924

En las páginas de esta sección femenina de El Tiempo es posible identificar los valores,
comportamientos y espacios que, desde el lente masculino de los periodistas de El Tiempo,
eran considerados femeninos y configuraban un cierto tipo de mujer. En primer lugar, el
espacio privado del hogar. Para El Tiempo, “la mujer hace un hogar. No es tarea difícil
establecer el grado de cultura de una persona de cualquier condición con solo observar su
vivienda y las comodidades de que gusta rodearse. La visita de una casa, en ese sentido
permite siempre formular una opinión terminante, opinión que como es natural, alcanza en
primer término a la dueña de la misma, y a la vez a todas las mujeres que corren con la
conservación, el arreglo y el embellecimiento de un hogar, por lujoso o humildísimo que
pueda ser este”185.

En segundo lugar, la belleza era considerada un valor femenino fundamental. Por esta
razón, El Tiempo presentaba en su página femenina numerosos consejos estéticos que
buscaban orientar a las mujeres sobre las maneras de conservarse dentro de los criterios
imperantes de belleza: “Manera de conservar una línea esbelta. El engrosar excesivamente
constituye el terror de las mujeres elegantes y tienen ellas mucha razón, pero nada se
adelanta con perder el tiempo en inútiles lamentaciones, recurriendo a drogas que la mayor
parte de las veces perjudican la salud, o a métodos absurdos que no se pueden seguir. Lo
primero que debe hacer la mujer con tendencia a engrosar es vigilarse severamente durante

185
El Tiempo, mayo 4 de 1924, p. 9.

85
las comidas. He oído decir a muchas señoras: -Yo no sé por qué aumento de peso. Como
muy poco, bebo menos, he suprimido el pan por completo. Lo que resulta es que me
debilito, sin disminuir la gordura, que me tiene desesperada. Pero la habéis visto engullir
masas y dulces en la confitería, tener a la mano el saquito de los bombones y atiborrarse
con ellas en rueda de amigas (…) Hay que oponer un poco de fuerza de voluntad a los
progresos de algo, que no reporta ninguna ventaja, que nos resta gracia, y esbeltez, y aun
nos predispone a contraer enfermedades. Luego, no dormir como es habitual entre las niñas
y señoras elegantes hasta las once, salvo casos de absoluta necesidad en que se compensa
una mala noche. Levantaos temprano y caminad todos los días un buen número de cuadras;
esto da agilidad, buen humor, seguridad y gracia en las actitudes"186. De igual manera, en la
página femenina aparecían con frecuencia notas sobre los últimos avances de la moda en
diferentes ciudades del mundo.

En tercer lugar, los artículos sobre la crianza de los niños aparecían en la página femenina
del periódico. En efecto, la crianza y la educación moral de los hijos eran considerados
roles que debía asumir la mujer en sus funciones en el hogar. Así, aparecían en las páginas
de El Tiempo artículos como el siguiente: “Acabo de leer un libro acerca de la educación
que se debe dar a los niños, y me ha dejado triste e indignado. Triste porque quien lo
escribió es una maestro y aboga por que se aprieten los tornillos a los niños de corta edad
para obligarlos a que obedezcan. E indignado de que un maestro de esta época y de esta
generación enseñe tal doctrina. Obligar a un niño de corta edad a la obediencia por la
fuerza, es cosa tan fácil que para nosotros los maestros es peligroso demostrar o siquiera
insinuar si constituye o no un método permisible de enseñanza infantil”187.

También en la página femenina empezaron a abrirse espacio las novelas por entregas. No se
trata de que antes El Tiempo no presentara textos literarios o de que no publicara ya novelas
por entregas, como fue el caso de los folletines, sino que en la página femenina se
presentaban novelas que este diario bogotano consideraba debían ser dirigidas
específicamente a un público femenino. Aunque las mujeres no eran las únicas que leían
novelas, era usual considerarlas el público objetivo de estos escritos de ficción popular y
186
El Tiempo, septiembre 14 de 1924, p. 9.
187
El Tiempo, febrero 7 de 1926, p. 15.

86
romántica. Se presenta entonces una feminización del público lector de novelas que
confirmaba los roles y prejuicios asignados de acuerdo con su género, pues se creía que las
mujeres gustaban de las novelas porque eran vistas como personas dotadas de gran
imaginación, pero de limitada capacidad intelectual, así como frívolas y emocionales. Es
decir, la novela aparecía en algunas ocasiones como la antítesis de la literatura práctica e
instructiva y de la información política que aparecía en los periódicos como una gran
reserva masculina188.

El Tiempo, de otra parte, identificaba también cambios en los derechos de las mujeres en el
mundo, pero no los presentaba en su sección femenina; se trataba de un tema político y por
ende masculino. Además, eran notas que hacían referencia a la situación de otros países,
pero omitían abordar esa discusión para el caso colombiano. Por ejemplo, en un artículo
sobre el feminismo en Japón, se reseñaba que “el feminismo ha hecho grandes progresos en
los últimos tiempos en el Japón y, salvo la costumbre de fumar, que era antes general y hoy
tiende a desaparecer, las mujeres japonesas se están poniendo al igual de sus hermanas
americanas y británicas (…) Las leyes de divorcio han sido revisadas de acuerdo con esta
evolución de las costumbres. Antiguamente un hombre podía devolver su mujer a los
padres, después del matrimonio, sin disculpa ni explicación algunas. Hoy sólo puede
divorciarse de ella por infidelidad o de mutuo acuerdo, sin embargo la mujer no tiene
todavía acción contra la infidelidad del marido, aun en caso que introduzca una concubina
dentro de la casa, como frecuentemente sucede”189.

No obstante, para esta época en Colombia se venían presentado algunas iniciativas


legislativas que abogaban por los derechos de las mujeres y la igualdad entre sexos, a pesar
de la férrea oposición que recibían de diferentes sectores políticos. Este fue el caso, por
ejemplo, del proyecto de ley presentado por Absalón Fernández de Soto en mayo de 1928,
que buscaba reconocer el derecho de la mujer a ocupar ciertos puestos públicos y privados;
abolir la sociedad de bienes de derecho, que era el contrato conyugal que existía según la
ley, y dictar disposiciones para crear sociedades conyugales voluntarias; permitir el cese
temporal de la vida conyugal en caso de adulterio, alcoholismo y otros problemas; y
188
Como lo menciona Lyons para el caso europeo en Lyons, “Los nuevos lectores del siglo XIX”, 550.
189
El Tiempo, noviembre 1 de 1921, p. 5.

87
extender a la mujer los derechos y obligaciones relacionadas con la custodia de hijos
menores de edad, con sus bienes materiales190.

Tal vez el campo en el que el periódico reconocía de forma más amplia el avance de los
derechos de las mujeres era en el matrimonio. A este respecto, planteaba El Tiempo que una
“víctima de la organización social ha sido durante mucho tiempo la „solterona‟. La mujer
que se queda sin casar, cuando se decía que la mujer no tenía más carrera que el
matrimonio, era una muchacha fracasada. El ridículo caía sobre ella, haciéndole parecer
descartada en toda fiesta y ajena en su vida. El matrimonio era para la mujer una especie de
doctorado que le daba influencia social, la hacía señora, le concedía toda la plenitud del
respeto y de la representación. La pobre soltera expuesta a burlas, tenía que sufrir como una
vergüenza su soltería, que jamás se ha supuesto pudiese ser voluntaria (…) hoy ya no le
preocupa tanto a las mujeres el casarse. La mujer trabaja; tiene representación por sí
misma; ha ganado el derecho de salir sola, de ir a las fiestas sin que nadie se preocupe por
preguntarle su estado civil. Aunque en las leyes no se hayan concedido ciertos derechos a
las mujeres, las costumbres, de las que han de nacer nuevas leyes, se los concede” 191. No
obstante, este tipo de notas contrastaban con otras en las que el periódico recordaba el rol
social que el matrimonio tenía para las mujeres.

Estos cambios en el lugar social que tenía el matrimonio como institución eran
identificados por El Tiempo con transformaciones en las costumbres y con un cambio
generacional. En uno de los pocos artículos escritos por una mujer, María Monvel, se
sostenía que la joven de antaño no sabía nada de la vida y era “ignorante de todo y curiosa
de todo. Una especie de graciosa planta crecida en estufa, rodeada de cuidados cariñosos, a
cubierto de los choques, de la mucha luz y del aire frío. Cuando este ser frágil, encantador y
travieso, era arrojado a la existencia para que desempeñara el papel de mujer, de esposa y
de madre, era, de diez cinco veces, para sufrir, para tener el desengaño de todos sus sueños
e ilusiones”. Por el contrario, las jóvenes de su tiempo eran “dignas de su siglo de luz, de
verdad y de inteligencia (…) Los patitos blancos se han convertido en vivarachas y
calientes alondras, ávidas de lanzarse al espacio y a la libertad. Nadie ríe de ellas ni las
190
Cohen, Colombianas en las vanguardia, 28-29
191
El Tiempo, mayo 4 de 1924, p. 9.

88
compadece. Se las admira, se las estima; son camaradas, futuras compañeras en el
matrimonio, no ya el débil rosal que se inclina y necesita apoyo para no romperse (…) La
joven de hoy, desde que salió de la infancia, está armada y pertrechada. Fuerte de cuerpo,
de inteligencia robusta y valiente en sus juicios; su educación le viene de sí misma, y le da
el aplomo, el derecho de concluir”192. Esta nueva generación de mujeres colombianas
descrita por Monvel fue precisamente la que se puso al frente de las reivindicaciones de
mayores derechos para las mujeres en diferentes campos.

Ilustración 16. Novena página de la edición de El Tiempo del martes 30 de junio de 1925

La creación de la sección femenina da cuenta de que algunos grupos de mujeres, desde la


década de 1920, irrumpían en espacios tradicionalmente exclusivos de los hombres como
universidades, periódicos y plazas públicas. De hecho, las mujeres no solo aparecían en las
páginas de El Tiempo, sino que empezaban a ocupar las páginas de otros diarios y a fundar
sus propias publicaciones periódicas. Este fue el caso de la revista Hogar, fundada en 1926

192
El Tiempo, septiembre 14 de 1024, p. 9.

89
por Paulina Nieto de Cano y que funcionó como suplemento dominical de El Espectador en
Bogotá. En esta revista, participaron importantes periodistas que hacían parte del grupo
cada vez más numeroso de escritores que se ocupaban de cuestiones femeninas en los
medios de comunicación masiva, como Ilva Camacho, quien además se desempeñó como
editora de El Espectador tras terminar un curso de periodismo por correspondencia.
También fue el caso de Letras y Encajes, fundada en Medellín por Alicia Merizalde de
Echevarría, Sofía Ospina de Navarro y Ángela Villa, que fue una de las revistas femeninas
más importantes de la época; y Athenea, fundada también en Medellín por Susana Olózaga
de Cabo, Fita Uribe y Ana Restrepo Castro. Otras periodistas, como Ángela Villa de Toro,
quien había estudiado en la Universidad de Columbia, resaltaban que las mujeres escritoras
ya no debían ocultar su identidad con seudónimos femeninos, como sí sucedía en el siglo
XIX193.

Estas revistas exigían mayores oportunidades para las mujeres en el país y se sumaron al
clamor nacional que pedía transformar la enseñanza secundaria para las mujeres y su
admisión en las universidades194. En efecto, una condición clave para esta irrupción fue el
ingreso de las mujeres a las universidades y otras instituciones educativas, acontecimiento
que impactó en toda la sociedad. Durante esta década apareció, aunque con muchas
resistencias, una esperanza respecto del avance educativo de las mujeres. Aunque las
puertas de las universidades estaban aún cerradas para las mujeres, dado que no tenían
acceso a los estudios de bachillerato, la educación secundaria y las escuelas normales
femeninas ofrecían ya espacios para la formación en artes y oficios, comercio y
docencia195.

De esta manera, poco a poco fue tomando fuerza en el país la idea que si bien la educación
moral y religiosa ofrecida por el hogar y la Iglesia seguía siendo fundamental, una
adecuada preparación profesional para el mercado laboral se hacía también necesaria para
las mujeres. En consecuencia, el talento y el conocimiento dejaba de ser privilegio
exclusivo de los hombres y no aparecían obstáculos lo suficientemente serios para impedir

193
Cohen, Colombianas en la vanguardia, 4-5.
194
Cohen, Colombianas en la vanguardia, 6.
195
Cohen, Colombianas en la vanguardia, 9-10.

90
que las mujeres estudiaran profesiones como arquitectura, leyes, ginecología, pediatría y
odontología. Así lo proponía, por ejemplo, la “Ley Andrade”, que aunque fracasó, obtuvo
un respaldo público importante. El Espectador publicó varios artículos en los que señalaba
que dicho proyecto de ley ofrecía un claro testimonio de que en Colombia era preciso
mejorar la situación de las mujeres. Ya que muchas de estas mujeres provenían de familias
cuyos padres tenían el firme convencimiento de que la educación era fuente de progreso
tanto para hombres como para mujeres, el acceso a las instituciones educativas no se limitó
a las mujeres de las elites. En efecto, algunas mujeres de clase media y de clase trabajadora
llegaron también y, por ello, estas instituciones estaban también orientadas hacia la
educación de mujeres que necesitaban tener un ingreso y prepararse para el desempeño de
tareas prácticas de carácter vocacional196.

Las mujeres no fueron, empero, observadoras pasivas de estos cambios; por el contrario,
estuvieron al frente de hechos decisivos que apoyaron la causa de la educación femenina.
En diciembre de 1926, por ejemplo, Ilva Camacho, editora de la revista Hogar, convocó a
las mujeres a luchar por mejores oportunidades educativas para las mujeres. De hecho, en
diferentes editoriales y artículos esta revista luchó por la admisión de las mujeres en las
universidades197. Así pues, la educación no fue solo la condición básica que les permitió
vincularse a un espacio público normalmente dominado por hombres, sino que fue una
reivindicación fundamental de las mujeres colombianas desde la década de 1920.

El activismo social y político de las mujeres colombianas, de otra parte, alcanzó


rápidamente una audiencia que abarcaba personas de distintas clases sociales y grupos de
edad198. Para finales de la década de 1920, las reivindicaciones de las mujeres ya hacían
parte de las agendas de los partidos políticos, como lo demuestra la inclusión de dos
oradoras en la serie de conferencias públicas que el dirigente liberal Alfonso López
Pumarejo lanzó en abril de 1928199. Este fue también el caso del Partido Socialista
Revolucionario, donde las feministas socialistas lograron una columna fija en el periódico

196
Cohen, Colombianas en la vanguardia, 9 y ss.
197
Cohen, Colombianas en la vanguardia, 3.
198
Cohen, Colombianas en la vanguardia, 2.
199
Cohen, Colombianas en la vanguardia, 25.

91
desde la cual denunciaban las condiciones laborales de las trabajadoras y difundían los
avances políticos del feminismo y el socialismo en el país y en otras latitudes200.

Esta irrupción, finalmente, se presentó también gracias a que las mujeres en Colombia
comenzaban a integrarse a la ola de movimientos feministas que surgía en el mundo.
Efectivamente, durante las primeras décadas del siglo XX estaban llegando a Colombia los
ecos de la agitación feminista que ya en otros países estaba reclamando derechos políticos,
así como mejores e igualitarias condiciones de educación, salud y trabajo para las
mujeres201. El Tiempo, de hecho, cubría estos eventos en sus páginas, como fue el caso del
Tercer Congreso Feminista convocado en la ciudad de Buenos Aires en diciembre de 1928
por el Club Argentino de Mujeres y la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e
Hispanoamericanas202. Esta Liga sería de gran importancia para el movimiento feminista en
Colombia. Fundada en Nueva York en abril de 1922 por iniciativa de Elena Arizmendi, La
Liga tenía como objetivo principal la unión y protección de las mujeres para alcanzar el
pleno reconocimiento de sus derechos. De hecho, en compañía del Centro Femenil
Colombiano de Acción Social, esta Liga organizó el Cuarto Congreso Internacional
Femenino que tuvo lugar en Bogotá en diciembre de 1930203.

En síntesis, la creación del público femenino de El Tiempo evidencia que las mujeres en
Colombia estaban llegando a lugares clave en el espacio público, a pesar de que dicho lugar
conquistado se diera en los términos dictados por la lente masculina de los directivos de El
Tiempo e implicara una asignación de temáticas y valores sustentados en el género. Sin
embargo, que esta haya sido la situación en El Tiempo no le resta importancia a esta
irrupción de las mujeres, que ocuparon lugares que antes eran exclusivos de los hombres y
avanzaron no solo en su visibilidad pública, sino en la consecución de nuevos derechos.

El público obrero

Un segundo público lector construido por El Tiempo fue el público obrero. A pesar de que
este diario bogotano nunca tuvo una sección obrera en su periódico, en sus páginas

200
Luna y Villarreal, Historia, género y política, 69.
201
Luna y Villarreal, Historia Género y Política, 66.
202
El Tiempo, mayo 1 de 1928, p. 12.
203
Cohen, Colombianas en la vanguardia, 41 y ss.

92
podemos rastrear la asimilación que hizo El Tiempo de la irrupción de la clase obrera como
un actor social de relevancia en el país. La clase obrera constituía una comunidad de
lectores en ascenso, como lo muestra el crecimiento y expansión de la prensa obrera en
Colombia. Durante las primeras tres décadas aparecieron en Colombia 158 publicaciones
impresas y dirigidas por la clase obrera que, en general, eran periódicos de cuatro páginas y
de tamaño de un octavo, editados en pequeñas imprentas de construcción artesanal y
tipografías mecánicas204. Así, en sus páginas, El Tiempo fue asimilando no solo el auge de
la clase obrera en tanto comunidad lectora de la prensa, sino también como actor social y
político en el cambiante contexto colombiano de la década de 1920.

Las menciones a la clase obrera en las páginas del periódico eran constantes, especialmente
en las ediciones de los días 1 de mayo. Para la celebración del día de los trabajadores, El
Tiempo dedicaba varias de sus páginas para presentar las acciones y celebraciones que
tendrían lugar ese día y que, hasta la primera mitad de la década de 1920, estuvieron
centradas en la realización de acciones de beneficencia y caridad de corte paternalista,
ofrecidas, por lo general, por las mujeres de la elite bogotana. Eran, además, actividades
seculares que carecían de intervenciones de sacerdotes u otro tipo de celebración religiosa.
Esta postura asumida por El Tiempo es otra manifestación del tipo de liberalismo
impulsado por Eduardo Santos y la respuesta que este daba a la emergencia de la “cuestión
social” en el país.

A propósito de la celebración del 1 de mayo de 1921, El Tiempo planteaba que “La Fiesta
del Trabajo se celebrará hoy en Bogotá con actos sencillos y significativos, llenos de un
amplio y generoso espíritu, alejados hasta de la sombra del odio sectario (…) Podría decirse
que un programa como el que ha de desarrollarse hoy representa en forma indirecta pero
elocuente lo que el proletariado de Colombia necesita y desea: luz, instrucción, mejora en
sus condiciones de vida, apoyo y auxilio para los que por la edad o los accidentes se han
inhabilitado en el trabajo y quedan inermes y solos ante la vida cruel. No se trata ni puede
tratarse aún en Colombia de las grandes reivindicaciones socialistas o comunistas, que
requieren un estado general de riqueza, de desarrollo y de cultura que por desgracia, no está

204
Núñez, El obrero ilustrado, 37-38.

93
ni siquiera próxima en Colombia. Pero si esas utopías solo males y perturbaciones podrían
producir en Colombia, sí es entre nosotros de necesidad imperiosa el luchar, en forma seria,
tenaz y constante, por una completa reforma social (…) levantando en todos sentidos el
nivel del pueblo, haciendo que este pueda disfrutar efectivamente de los beneficios de la
civilización y de la libertad, procurando que trabaje siempre en condiciones equitativas y
satisfactorias, realizando las campañas sanitarias que lo libren del peligro permanente en
que hoy vive, por falta de higiene en las ciudades y por efectos de la naturaleza no
corregida ni modificada en las tierras calientes”205.

Esta idea profesada por El Tiempo para la celebración del 1 de mayo se correspondía con el
tipo de actividades promovidas por este diario bogotano para celebrar la fiesta de los
trabajadores. Para el 1 de mayo de 1921, el programa era el siguiente: “a las 11 a.m.,
espléndido almuerzo, obsequiado por varias empresas y caballeros, al Asilo de Ancianos.
La mesa será atendida por aristócratas damas de la capital. A las 2 p.m., desfile de los
obreros encabezados por la comisión organizadora y con la bandera del Trabajo, desde la
esquina del Parque de la Independencia, pasando por la carrera 7, hasta San Agustín, y de
ahí hacia el Occidente por la calle 7, hasta la intersección de la carrera 9, lugar en donde
está situada la Casa del Pueblo, que se inaugurará. La inauguración se hará por el señor
doctor Carlos E. Restrepo y los comisionados de las entidades públicas que se hagan
representar en el acto. Los obreros sindicalizados tomarán parte, una vez terminado el acto,
en la inauguración de la biblioteca, que quedará después a disposición permanente de todas
las personas que quieran consultarla o instruirse por medio de ella. Por la noche, gran
función de gala en el Teatro Colón, dedicada al doctor Carlos E. Restrepo”206.

Esta agenda se repetía en los años subsiguientes. En 1922, El Tiempo invitaba a sus lectores
a un almuerzo para los ancianos del Asilo, a una “comida a los presos del Panóptico” y a la
entrega de regalos a 150 niños de obreros como celebración de la fiesta del 1 de mayo 207.
En 1923, El Tiempo invitaba al siguiente programa: “a las 10 am solemne instalación del
Directorio Central Obrero de Bogotá, en la Casa del Pueblo, cuyo personal actuará hasta el

205
El Tiempo, mayo 1 de 1921, p. 1.
206
El Tiempo, mayo 1 de 1921, p. 3.
207
El Tiempo, abril 22 de 1922, p. 5.

94
1 de mayo de 1924. A esta misma hora instalación de la Asamblea Municipal de Mejoras
Públicas de Bogotá, presidida por el señor Alcalde en el Palacio del Concejo Municipal. A
las 11 am colocación del retrato de uno de los más altruistas benefactores de la Casa del
Pueblo, en el salón principal de esta, cuyo acto se llevará a cabo en asocio del Sindicato
Central de Obreros de Colombia. A la 1 p.m. reunión de los carros alegóricos, los gremios y
sociedades de obreros con sus respectivos pabellones y demás elementos concurrentes al
desfile cívico (…) Después de este acto los voceadores de Prensa colocarán una corona al
pie de la estatua ecuestre del Libertador; a las 2 p.m. obsequio a un grupo de niños pobres
en el Parque de la Independencia, cuya organización ha sido conferida a las honorables
matronas Elvira de Restrepo Sáenz, Paulina de Cano y Adelaida de Nieto Caballero208.

Ilustración 17. Primera página de la edición de El Tiempo del sábado 1 de mayo de 1926

Como en el caso de las mujeres, los primeros años de la década de 1920 son el escenario de
la irrupción de la clase obrera como actor social de relevancia en el país; irrupción que es
reconocida por El Tiempo mostrando constantemente noticias sobre la clase obrera. Esta
década, de hecho, está caracterizada por una creciente agitación social protagonizada tanto
por movimientos rurales, en las áreas de reciente colonización y por comunidades
indígenas, como por movimientos en las ciudades que exigían mejores condiciones de vida.
La irrupción de la clase obrera tomó una forma novedosa: la huelga. En 1919 se inició el

208
El Tiempo, abril 20 de 1923, p. 6.

95
primer movimiento huelguístico del país, que abarcó distintos sectores asalariados en
diferentes regiones del país. Para 1920 el número de huelgas ascendía a 31, lo que lo hace
el año de mayor actividad huelguística en el país en la década de 1920. Si bien en términos
comparativos con otros países latinoamericanos el número de huelgas parece bajo, en el
ámbito nacional es muestra de una alta combatividad209.

De igual manera, en la década de 1920 aparecen las primeras organizaciones sindicales. Si


bien desde finales del siglo XIX predominaban las organizaciones mutuales y obrero-
patronales, este panorama organizativo cambió en la década de 1920 producto del
fenómeno huelguístico; en efecto, aunque aún incipientes, las huelgas llevaron a la
construcción de las primeras organizaciones propias de la clase obrera. Según las
estadísticas oficiales, en 1919 existían ya 27 organizaciones registradas como sindicatos y
para 1929 el número de organizaciones sindicales ascendía a más 70; la mayoría de ellas en
la rama de transportes y en actividades manufactureras artesanales. No obstante, dado que
la legislación sobre sindicatos no llegaría sino hasta 1931, era bastante difícil que estas
organizaciones se organizaran y funcionaran como tal210.

De igual manera, en momentos en que había poca legislación laboral y la acción estatal
frente a los conflictos laborales oscilaba entre una mediación casi nula y la acción
represiva, las ideologías revolucionarias tuvieron una gran acogida en el seno de la clase
obrera211. Así aparecieron los primeros intentos de organización política autónoma de la
clase obrera, especialmente el efímero Partido Socialista que desapareció en 1922. No
obstante su corta vida, el socialismo no murió con su desaparición; por el contrario, con el
ascenso del movimiento huelguístico comenzaron a aparecer en los principales centros
obreros organizaciones que se adherían a ideologías socialistas, marxistas y anarquistas212.
El socialismo revolucionario, especialmente, despertaba crecientes simpatías populares, lo
que coadyuvó a la fundación del Partido Socialista Revolucionario en 1926 y a su posterior
expansión en el país.

209
Archila, Cultura e identidad obrera, 221 y ss.
210
Archila, Cultura e identidad obrera, 231.
211
Archila, Cultura e identidad obrera, 229.
212
Archila, Cultura e identidad obrera, 236.

96
En respuesta a esta actividad y organización política, la información que El Tiempo
presenta sobre la clase obrera cambia. Ya no son las notas sobre las actividades benéficas y
de caridad las que aparecen en el periódico, sino noticias sobre la supuesta amenaza
subversiva encabezada por la clase obrera que, según los gobiernos conservadores, existía
en Colombia. Ya en 1927, El Tiempo informaba a sus lectores que el gobierno conservador
aseguraba tener “informes de personas honorables y dignas de crédito, de que los elementos
obreros, en connivencia con una fracción liberal, preparan un movimiento tendiente a
derrocar las instituciones actuales”213. Sin embargo, el periódico desvirtuaba estas
afirmaciones. En este mismo año, de particular agitación política en el país, este diario
bogotano informaba a sus lectores que había recibido una nota en la que se decía que el
“Comité ejecutivo del partido socialista revolucionario y las directivas obreras de Bogotá,
reunidas en sesión plena el 27 de abril de 1927, desvirtúan por segunda vez de manera
rotunda la falsa especie de que para el próximo primero de mayo han venido preparando un
movimiento general de carácter subversivo”214. Respecto a las acciones del gobierno
conservador de Abadía Méndez, El Tiempo se mostraba también escéptico. Al respecto
afirmaba este diario bogotano que el “gobierno no se siente aún seguro. El enemigo es
verdaderamente formidable. Acaso no se le podría comparar sino a aquellos desaforados
gigantes que, examinados de cerca por Sancho, resultaron inofensivos molinos de viento
(…) La organización del adversario es un misterio. Nadie la conoce, nadie sabe nada; todos
ignoran dónde y a qué horas va a estallar la bomba. De aquí el terror del gobierno. No fue
posible obtener de ninguno de los miembros del gobierno una información precisa sobre el
movimiento que se espera”215.

Esta respuesta del periódico, que reconoce la existencia de organizaciones obreras pero que
desvirtúa la posibilidad de un movimiento insurreccional, correspondía de hecho con el tipo
de liberalismo reformista que El Tiempo profesaba desde su ingreso a las filas del Partido
Liberal. Para El Tiempo, no debía dársele lugar ni a las medidas extremas tomadas por el
gobierno ni a la agitación revolucionaria manifestada por algunos sectores obreros. En

213
El Tiempo, abril 27 de 1927, p. 1.
214
El Tiempo, abril 27 de 1927, p. 3.
215
El Tiempo, mayo 1 de 1927, p. 3.

97
efecto, a propósito de la celebración del 1 de mayo en 1927, este diario bogotano planteaba
que el “significado primitivo del día del trabajo ha degenerado, a virtud de la lucha de
clases, y hoy es más un día de protesta que un día de fiesta. El odio de clase es cada día más
violento en el mundo entero; pero se trata de una época de transición, en la cual ninguno de
los dos grandes bandos ha comprendido sus verdaderos intereses. Los capitalistas se guían
por un criterio casi exclusivo de explotación; los trabajadores, por uno de destrucción.
Ambos son igualmente cerrados y absurdos. El capital no puede existir sin el trabajador. El
trabajo tampoco puede vivir en el capital. Eliminados uno y otro, no ascendería la
humanidad a un grado común de prosperidad y de bienandanza, como lo creen los ilusos,
sino que descendería a un mismo nivel de miseria e ignorancia. El término medio, al cual se
llegará algún día, es el de la mutua cooperación y el buen entendimiento entre patrones y
obreros. Que los unos no se preocupen tan sólo por acumular tesoros, a costa de sus
asalariados; que los otros no miren como el ideal único el aniquilamiento de los
superiores”216.

Este temor del gobierno conservador, empero, estaba en alguna medida fundamentado.
Cuando el gobierno de Abadía Méndez denunciaba en mayo de 1927 la existencia de planes
subversivos ligados a una huelga general, no estaba del todo equivocado. El Partido
Socialista Revolucionario, que interpretaba el momento del país como una coyuntura
revolucionaria, comenzó a organizar una insurrección con el objetivo de articular el
movimiento huelguístico con acciones insurreccionales de carácter militar. En este
esfuerzo, además, este partido contaba con el apoyo de algunos sectores liberales que veían
en el socialismo la única alternativa viable para luchar contra la hegemonía
conservadora217.

El Tiempo mantuvo esta actitud conciliadora hasta que, en diciembre de 1928, los
trabajadores de la zona bananera del Magdalena emprendieron la huelga más grande de la
década en el país, comúnmente conocida como la masacre de las bananeras por su trágico
desenlace en el que un número indeterminado de trabajadores fueron asesinados por el
ejército. Ante el crecimiento de esta movilización obrera, este diario bogotano adoptó poco
216
El Tiempo, mayo 1 de 1927, p. 3.
217
Archila, Cultura e identidad obrera, 244.

98
a poco la posición de que el país estaba ante un movimiento potencialmente subversivo que
no podía ser apoyado de ninguna manera. El 6 de diciembre, El Tiempo informaba a sus
lectores que fracasados “los arreglos amistosos en que intervino el personal de la oficina
general del trabajo, debido a la actitud intransigente de las dos partes y a que de parte de los
huelguistas se pedía una intervención oficial a que no autorizaba la ley, especialmente en lo
relacionado con el seguro colectivo, la huelga entró en una etapa sumamente peligrosa y
grave. De acuerdo con las informaciones oficiales llegadas en el curso del día de ayer y que
motivaron la declaratoria del estado de sitio que hizo el ejecutivo en horas de la tarde, los
huelguistas abandonaron su actitud pacífica consistente en la resistencia a trabajar en la
recolección de banano y entraron en vías de hecho, que la autoridad no puede patrocinar. Se
apoderaron de las dependencias del ferrocarril, impidieron a varios obreros ingresar al
trabajo (…) y luego, en Sevilla, tuvieron los huelguistas y una patrulla del ejército
encargada de guardar el orden, un encuentro a mano armada, de la cual resultó un muerto y
varios heridos”218.

Su definición de la huelga un día después es una expresión clara de la idea que El Tiempo
tenía de la situación en la zona bananera. Al respecto, decía este diario bogotano que no era
“apropiado todavía llamar revolución, así con esa palabra trascendental que alude al intento
de tomar el poder con la violencia, al movimiento de las masas borrascosas del Magdalena.
Hay una huelga convertida en revuelta, en una revuelta desastrosa, que nosotros no
podemos, de más está decirlo, aprobar explícitamente ni implícitamente, y cuyos
incidentes, escenas y complicaciones perjudican ante los espectadores impotentes de esta
lucha sangrienta la causa justa de los obreros, el nombre del gobierno, el prestigio, que
debiera ser intocable, de las armas de la república, y acaso, desgraciadamente, los más altos
intereses morales del país”. Ante esta situación, El Tiempo sostenía que una vez desatada
“la violencia, no es discutible la necesidad de restablecer el orden, y el gobierno es
principalmente el llamado a realizar esta tarea. Pero resta averiguar si no hay medios
preferibles y más eficaces que el de dedicar la mitad el ejército de la república a la matanza
de trabajadores colombianos a quienes dentro de una huelga mantenida hasta hace poco en

218
El Tiempo, diciembre 6 de 1928, p. 1.

99
perfecto orden, hizo exaltar y enfurecer la presencia provocadora de las tropas movilizadas,
la sustitución de funcionarios civiles por los militares, la certidumbre larga, dolorosamente
fundamentada, de que la United Fruit Company tiene corrompida y dominada la
organización del estado en el departamento y la mayoría de los elementos sociales
directivos219.

Una vez el movimiento huelguístico había sido aplacado violentamente por las fuerzas del
ejército, El Tiempo informaba que las “últimas noticias oficiales indican que el movimiento
de la zona bananera está ya dominado. El día de ayer fue tranquilo. Las comunicaciones
telegráficas y ferroviarias se han reanudado. Los amotinados huyen en desorden”. Por esta
razón, este diario bogotano insistía ante sus lectores con su posición de que el “súbito
colapso de la „Revolución‟ indica una cosa muy clara: que no había tal revolución. Cuando
aquí se nos habla de la inminencia de grandes combates, de los preparativos para tomar a
Santa Marta, de los ejércitos armados y municionados a las órdenes de Mahecha; cuando
todos mirábamos con horror la proximidad de la catástrofe, los revoltosos, hombres y
mujeres inermes, pasada la primera excitación no pensaban sino en huir (…) El mismo
gobierno se ha encargado de suministrar la prueba plena de la manera insensata como
abordó el problema de la huelga. Y de qué modo se entregaron las autoridades civiles y
militares a una pugna bizantina, mientras pasaban los días y sobre la calma y serenidad de
los huelguistas hacían su obra los agitadores y los interesados en provocar los
desórdenes”220. La huelga de las bananeras seguiría teniendo algún cubrimiento en las
próximas semanas, inclusive en la portada de algunas de las ediciones de El Tiempo.

219
El Tiempo, diciembre 7 de 1928, p. 1.
220
El Tiempo, diciembre 9 de 1928, p. 1.

100
Ilustración 18. Primera página de la edición de El Tiempo del martes 1 de enero de 1929

Así, a pesar de no tener una sección dirigida a la clase obrera, El Tiempo asimiló en sus
páginas tanto la irrupción de la clase obrera en el país como su constitución en comunidad
de lectores en ascenso. En un primer momento, lo hizo mediante acciones de caridad y
beneficencia, con su correspondiente cubrimiento en las páginas del periódico; y
posteriormente mediante el cubrimiento del ascenso de la movilización y organización
obrera tomando como referencia el liberalismo defendido por Eduardo Santos.

El público infantil

En el caso del público infantil la situación fue diferente. Aquí no se trataba de un esfuerzo
del periódico por asimilar la nueva y activa participación pública de ciertos actores sociales,
sino más bien de reconocer en sus páginas que la expansión de la educación primaria estaba
configurando en Colombia una nueva potencial comunidad de lectores. La “Página para los
niños” aparece en los primeros meses de 1927 en algunas ediciones especiales que
presentaba el periódico en ciertos días de la semana. Como en el caso de la página
femenina y la información sobre la clase obrera que aparecía en el periódico, la página
infantil nos señala los valores y los contenidos informativos con los que la infancia,
considerada como una fase específica de la vida, era relacionada. Por consiguiente, El
Tiempo presentaba en esta página infantil actividades lúdicas y pedagógicas, cuentos y

101
concursos interactivos con sus niños y niñas lectoras; temáticas relacionadas con una nueva
idea de la infancia que estaba en ascenso en el país durante las primeras décadas del siglo
XX.

Ilustración 19. Doceava página de la edición de El Tiempo del jueves 31 de octubre de 1929

La información pedagógica y educativa ocupaba un importante lugar en estas páginas. Por


ejemplo, el periódico dedicaba algunas líneas a la presentación de información biológica
interesante y relevante sobre el cuerpo humano: “El cuerpo humano es una cosa
maravillosa. Tomando por ejemplo un hombre que pese 85 kilos, su cuerpo tiene los
constituyentes que se encuentran en 12.000 huevos. Tiene suficiente hierro para hacer
cuatro clavos de herradura. De su grasa podrían hacerse 76 velas, o una buena pastilla de
jabón. El fosfato que contiene haría 8064 cajas de fósforos. Tiene suficiente hidrógeno para
hinchar un globo hasta llevarlo más allá de las nubes y los elementos para producir más de
tres mil pies cúbicos de gas. Los componentes restantes formarían seis cucharaditas de sal,
dos tazas de azúcar y cuarenta litros de agua221.

La literatura infantil estaba también presente. En efecto, El Tiempo presentaba a sus niños y
niñas lectoras cuentos cortos en tiempos en que la literatura infantil en el mundo estaba en
auge producto de las inquietudes pedagógicas de las familias educadas222. De igual manera,
los juegos y las actividades lúdicas tenían también importancia en esta página infantil,

221
El Tiempo, abril 27 de 1927, p. 9.
222
Lyons, “Los nuevos lectores del siglo XIX”, 558.

102
especialmente bajo la forma de concursos. Así, en una de sus ediciones, El Tiempo
informaba a sus niños y niñas lectoras que “con el objeto de estimular la afición al dibujo,
obsequiaremos un premio de $5, y un segundo premio de $1, a los mejores dibujos que se
nos envíen, destinados a la página infantil”223. Además, El Tiempo también presentaba en
su página infantil juegos gráficos que los niños y niñas podían resolver en las páginas
mismas del periódico.

Ilustración 20. Imagen tomada de la novena página de la edición de El Tiempo del miércoles 27 de abril de 1927

Finalmente, en esta página infantil también aparecían escritos cortos y cartas que los niños
lectores escribían al periódico y en los que explicaban la importancia que este espacio en El
Tiempo tenía para ellos. En noviembre de 1927, El Tiempo abre uno de estos espacios para
que los niños hablen sobre sus experiencias escolares. Un niño decide escribirle al
periódico, aunque no asistía al colegio: “No se imagina usted mi tristeza al leer su periódico
y no ver mi cartita. Yo no estoy en ningún colegio por eso no le puedo contestar”224. En esa
misma edición, una niña decía: “Acabo de salir del colegio, donde pasé horas tan felices

223
El Tiempo, abril 27 de 1927, p. 9.
224
El Tiempo, noviembre 24 de 1927, p. 13.

103
con mis condiscípulas. Pasaré todos los días, menos el domingo que es mi día predilecto de
ir al Cinerama donde me encuentro con varias amiguitas del colegio, donde comemos
dulces y hablamos únicamente de la Página Infantil de EL TIEMPO”225. Este último
testimonio, como se ve, sugiere que los niños ya comenzaban a aprovechar parte de la
oferta cultural de la ciudad, que relacionaban con la información suministrada en El
Tiempo.

En síntesis, El Tiempo comenzó su actividad periodística contando con el público lector


básico de la prensa decimonónica, los hombres interesados en la política, pero no se quedó
allí. No obstante las dificultades relacionadas con la alfabetización, los medios de
transporte y las tecnologías de impresión y composición, este diario bogotano emprendió la
construcción de públicos específicos. Con esto, El Tiempo seguía las líneas de los diarios
modernos que buscaban diferentes medios para expandir su público a nuevos y diferentes
lectores. En el caso del público femenino y el público obrero, la creación de nuevos
públicos era la manera que tenía El Tiempo para asimilar la irrupción de las mujeres y la
clase obrera como actores sociales relevantes en el país; así como una estrategia para atraer
a nuevas comunidades de lectores. En el caso del público infantil, se trataba de reconocer la
expansión de una nueva potencial comunidad de lectores y de plasmar en sus páginas una
nueva idea de infancia en ascenso en el país. A pesar de que el periódico comenzó a emitir
información destinada a públicos específicos, la información central del periódico, aquella
relacionada con la política y los negocios, seguía siendo considerada exclusiva de los
hombres de la política y los negocios.

225
El Tiempo, noviembre 24 de 1927, p. 13.

104
6. Conclusión

Como hemos planteado, El Tiempo experimentó profundos cambios en sus primeras dos
décadas de trabajo periodístico. Gracias a un contexto favorable, marcado por los cambios
políticos, económicos, culturales y sociales que experimentaba el país durante las primeras
décadas del siglo XX, así como a la labor de su segundo director, Eduardo Santos, este
diario bogotano emprendió un profundo y sostenido proceso de modernización que lo puso
a tono con los principales diarios de América Latina y del mundo y lo convirtió en un
motor clave para la expansión de la cultura escrita en el país. Fue así que El Tiempo se
consolidó como una empresa periodística estable, aprovechó la emergente vida moderna en
las ciudades para diversificar su contenido y le apostó a la expansión y transformación del
público lector, a pesar de todas las dificultades con las que se enfrentó. Todo esto lo logró
sin dejar de ser un periódico de partido, con lo que marcó una de las características
principales de la modernización de la prensa en Colombia en el siglo XX.

Fue de esta manera que El Tiempo se convirtió en la empresa periodística más importante
del país durante la primera mitad del siglo XX. La singularidad de la trayectoria de este
diario se encuentra entonces en las respuestas y estrategias que sus directivos idearon ante
las dificultades, retos y desafíos que enfrentaron los periódicos colombianos en los
primeros años del siglo XX. Según la opinión de este diario, su trayectoria marcaba un
perfil común para los periódicos colombianos, que se caracterizaban por la búsqueda de
independencia económica y comercial, el compromiso en la defensa de un conjunto de
ideas políticas y la centralidad del trabajo de sus directores, quienes eran el motor
fundamental de los órganos de prensa en Colombia. Aunque un estudio apropiado sobre la
trayectoria de la prensa colombiana durante el siglo XX rebasa los objetivos de esta
investigación, el camino recorrido por El Tiempo sí puede sugerir algunas de las
características que tomaría la modernización de los periódicos en Colombia. En esta
sentido, investigación deja preguntas abiertas para nuevas investigaciones históricas sobre
la modernización de la prensa en el país.

También creemos haber demostrado que la prensa puede ser objeto de investigaciones que
no se limitan a la historia política y que, considerada en su calidad de fuente de

105
investigación, se le pueden plantear nuevas preguntas para la investigación histórica.
Efectivamente, la modernización de la prensa solo puede ser comprendida si se considera a
los periódicos como objetos de la historia política, económica, social y cultural. Desde la
historia política, se explica que la modernización de la prensa en Colombia estuvo
protagonizada por periódicos que seguían teniendo como uno de sus objetivos principales la
defensa de las ideas de un partido político. Desde la historia económica, se explica que el
motor de la modernización de la prensa fue la consolidación de los periódicos como
empresas periodísticas sólidas y estables. Desde la historia social, se explica que los
periódicos pudieron masificarse gracias a que expandieron su público lector, así como que
la profesionalización del oficio del periodismo fue clave para lograr cierta independencia
con respecto al campo político. Desde la historia cultural, se explican las consecuencias que
la ampliación de la educación tuvo en el aumento de la circulación y en la expansión del
público lector.

Finalmente, consideramos que esta investigación muestra la pertinencia de analizar los


periódicos como parte de la cultura escrita en Colombia. Por un lado, porque las preguntas
planteadas a los periódicos pueden ampliarse a problemas como la lectura, la alfabetización
y la cultura escrita. Por el otro, porque si se toma como referencia la literatura sobre la
historia de la lectura, se pueden incorporar nuevos mecanismos de análisis de los periódicos
en tanto fuentes que no se limiten al estudio de los escritos publicados por la prensa. Es en
ese sentido que esta investigación puede plantear nuevas preguntas y abrir nuevas
posibilidades para la historiografía sobre la prensa y la cultura escrita en Colombia en el
siglo XX.

106
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