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PROTAGONISMO DE LOS GAUCHOS

En la guerra de la independencia
El Gaucho en las guerras de la independencia Los gauchos ingresaron en las filas patriotas
cuando el país llamo a sus hijos para luchar contra España, después del 25 de mayo de 1810.

La audacia, la habilidad para cabalgar y el enorme conocimiento del suelo, hicieron de él un


excelente soldado
Guio a los ejércitos nacionales a través de nuestro territorio y con ellos peleó en el Alto Perú a
las órdenes de Belgrano o con San Martin en Chacabuco y Maipú.

Pero hubo además otras causas que empujaban a los gauchos a unirse a estas tropas.

Ya desde principios de siglo XIX a raíz de una ley expedida en 1815, se dispuso que quien no
tuviera propiedad legitima sería considerado sirviente, y todo sirviente que no llevara consigo
la papeleta de Conchabo de su patrón, que era válida solo por tres meses, era declarado vago.
(Ley de vagancia), la persecución que origino esta ley, convirtió a muchos gauchos en hombres
al margen de la sociedad, ante esta situación los gauchos encontraron que, junto a los
caudillos estaban protegidos.

Entre huir de la justicia hacia las tolderías de los indios o engancharse en la fila de caudillos
muchos prefirieron esto último, de ese modo aparecen peleando junto a Artigas, Ramírez y
López en el litoral, con sus propios caballos y armas (boleadoras inclusive) organizados en
grupos pequeños que ataca en forma imprevista

Durante el Federalismo, el gauchaje se dividió, unos fueron partidarios de Rosas y se alistaron


en sus filas, mientras otros se plegaron a las tropas Unitarias. A la caída del Restaurador,
volvemos a encontrarlos al lado de Urquiza

También en el oeste, en las provincias de cuyo y en la rioja, caudillos como el Chacho Peñaloza
y Felipe Varela, contaron con el decidido apoyo de los campesinos.

Con el nombre de Guerra gaucha se conoce la lucha de milicias y guerrillas llevada adelante en
el Noroeste argentino17 contra los ejércitos realistas durante la Guerra de Independencia de la
Argentina (1810-1824), en la Provincia de Salta durante el período comprendido entre 1814 y
1825. En esa época, la provincia de Salta incluía a los actuales Jujuy y Tarija, por lo que la
Guerra Gaucha se libraba también en esos territorios, e incluso territorios que luego serían de
la Gobernación de Los Andes.18 Estas milicias de «Infernales» estaban constituidas por
gauchos comandados por el general Martín Miguel de Güemes, aunque continuó después de
su muerte, en 1821.

Fue una larga serie de enfrentamientos casi diarios; en su mayoría, apenas cortos tiroteos
seguidos de retiradas. En esas condiciones, unas fuerzas poco disciplinadas y mal equipadas,
pero apoyadas por la población, podían hacer mucho daño a un ejército regular de invasión.

La gesta militar quedaría registrada en la historia por el escritor Leopoldo Lugones en el libro
llamado La guerra gaucha. Por la región en que se desarrolló y sus características irregulares, la
Guerra Gaucha está emparentada con la guerra de republiquetas, desarrollada en el Alto Perú
(hoy, Altiplano de Bolivia).

Batalla de Suipacha
La batalla de Suipacha fue un enfrentamiento ocurrido el 7 de noviembre de 1810 entre la
vanguardia de las fuerzas del Ejército Auxiliar del Alto Perú y la vanguardia del Ejército Real del
Perú que resultó en el primer triunfo del ejército auxiliar enviado por la Junta Provisional del
Río de la Plata.

La batalla se produjo a 25 km de Tupiza, en la población de Suipacha, a orillas del río Suipacha,


entonces intendencia de Potosí, en la actual provincia de Sud Chichas del Departamento de
Potosí de Bolivia.

Cuando el 7 de noviembre de 1810 la vanguardia realista tomó contacto visual con las tropas
de González Balcarce, este había ocultado gran parte de su infantería y artillería entre los
cerros y quebradas vecinas.

La batalla duró media hora y concluyó con una fácil victoria para los revolucionarios ya que los
realistas abandonaron el campo de batalla en fuga, dejando la artillería. Fueron tomados 150
prisioneros realistas. La aparición de indígenas para observar la batalla desde los cerros hizo
pensar a Córdoba y Rojas que se trataban de fuerzas de refuerzo y se precipitó en fuga sin
esperar el resultado de la batalla.

En la batalla, junto con las tropas provenientes de Buenos Aires (275 combatientes),
participaron, salteños, jujeños, oranenses, tarijeños, cinteños y la Caballería chicheña de
Tupiza, comandada por el coronel Pedro Arraya.

El 9 de noviembre Castelli ordenó al capitán Martín Miguel de Güemes que con 150 tarijeños
montados ocupen "la cabeza de Cinti, provincia de los Charcas". Su misión era: apresar al
subdelegado y comandante militar Pedro Cabrera y a su antecesor Gregorio Barros, secuestrar
sus bienes, interrogar sobre el tesoro del presidente Nieto, “limpiar” la zona de malos vecinos,
recoger armamentos y víveres, nombrar un nuevo subdelegado e intentar capturar a los
prófugos Nieto, Socasa y Córdoba y Rojas que posiblemente se dirigían hacia el Chaco con
rumbo a la frontera portuguesa o al Paraguay.

Malvinas

En el año 1982 muchos jóvenes argentinos y británicos murieron en las Islas Malvinas por
culpa de una guerra. El lugar fue testigo de un despliegue bélico inaudito, de hombres y
máquinas supersónicas, con estruendos y gritos de terror. Es un sitio desolado, sin árboles y
casi sin referencias visuales –resulta difícil, en cualquier fotografía, estimar distancias a simple
vista, lo que aumenta la sensación de soledad infinita. Sus habitantes –pocos humanos,
millares de ovejas, algunos caballos y muchos pingüinos- reaccionaron como pudieron. Los
pilotos de caza argentinos o británicos recuerdan cuando pasaban en vuelo rasante por las
playas llenas de pingüinos. Éstos elevaban la mirada y, tras verlos pasar, caían todos de
espalda. Su anatomía no les permitía observar toda la trayectoria del ave mecánica sin perder
el equilibrio.

Las islas recibieron a lo largo de cinco siglos a visitantes portugueses, españoles, franceses,
argentinos y británicos que luego fueron dueños, administradores, ocupantes, trabajadores,
capataces, ladrones o usurpadores. La mayoría con órdenes que se daban en lejanas capitales
o centros urbanos. Desde que en 1520 el cosmógrafo Andrés de San Martín dibujó el primer
mapa de las islas –era parte de la expedición de Magallanes, luego murió con él en Filipinas-
los barcos dejaron allí vacunos, caballos, ovejas y cerdos que, con el tiempo, se reprodujeron y
ocuparon la superficie sin control alguno. Era ganado salvaje que estaba a disposición, casi
gratis. Durante siglos los barcos balleneros o loberos se abastecieron sin pedir permiso,
mataban las vacas que precisaban, o robaban los cueros, y seguían viaje. Algo que las sucesivas
administraciones de las islas intentaron controlar para beneficio propio.

Para lidiar con semejante masa de ganado salvaje y adaptado al terreno hacían faltan gauchos,
hombres acostumbrados a trabajar a caballo en condiciones extremas con el lazo, la boleadora
y el facón. El libro Gauchos de Malvinas de Marcelo Beccaceci rastrea la presencia de estos
gauchos argentinos y uruguayos en la historia de las islas, cuyo legado cultural y material se
percibe hasta hoy en el archipiélago.

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